Índice de contenidos

Número 181-182

Serie XIX

Volver
  • Índice

Libertad, liberalismo y tolerancia (V)

LIBERTAD, LIBERALISMO Y TOLERANCIA
POR
. MlCHBL ._ Clt.EUZET
.IX
LA -TOLERANCIA CRJSTl,ANA
Tras haber estudiado la mentalicLLd · liberal que rige la tolerancia
de todo: el tolerantismo, ahora
.nos es
posible distinguir la
verdadera
tolerancia de la falsa.
Un examen de la etimología nos Uevará a ello.
Tolerancia viene del latín
tolere, que quiere decir soportar. To­
lerar es, pues, soportar.
Tolerancia y nociones de bien y de mal
¿ Se soporta un bien?
Nadie soporta un bien: disfruta de él cuando lo obtiene, y des­
pués busca· otro l>ien mayor o más elevado.· No ¡,ara. soportarlo, sino
para sacar. de él un provecho material, espiritual, político; personal,
etc.étera.
Pero se soporta el mal. Cuando no se puede obtener el bien que
se
desea. Y

cuando se le ha conseguido, se
soportan los males,.y las
dificultades

que nos impiden obtener
el bien superior. · . · . .
La _noción de t()lerancia, de entrada,, __ implica ~a nocipG d~., un
bien. Y la ausencia de bien es un mal,.
Hasta aquí, en los. ejemplos de tolerancia que hemos. puesto, nos
167
Fundaci\363n Speiro

MICHEL CREUZEI
hemos abstenido de de::ir en dónde está el bien y en dónde está el
maJ.
Aquel que sepa que el marxismo es Ul1Jl ideología según la cual
no hay ni bien, ni bello,
ni verdadero (109), puede preguntarse lo
que

representa
la tolerancia, .. ¿Tolerancia de qué? Puesto que el bien
de ayer se transforma en un mal, según las necesidades del comba.te
revolucionario.
Y, sin embargo, es un, hecho .que Jos regímenes colectivistas «so­
portan» propiedades privadas limitadas, y a sus oposicionistas, en
lugar de aplastarlos cuando lo
juzguen oportuoo, etc.

¿ Simple táctica?
Sin duda. Pero es. necesario convenir que, incluso en este caso, el
objetivo político a alcanzar actúa como «bien>> provis.iooa.l, y justi­
fica
la tolerancia con .respecto a principios «burgueses» que se acep­
tan... con miras a una mayor eficacia revolucionaria.
Los árabes hubiesen preferido ocupar ellos solos España y des­
truir o convertir al
Islam· a

judíos
y cristianos. En nombre de la
«guerra
santa» eso hubiese sido un bien. Pero a pesar de persecu­
ciones y apostasías, no lo lograban. Lo más sensato era «contar con».
Por el bien del Islam era necesario soportar un mal: la presencia y
la religión de los «perros».
De donde
se puede deducir que la tolerancia
-su¡,rme la 11oci6n de bien ( al menos implícitamente) y la de
mal;
-que no es un bien, sino un mal menor ... ;
- ... con miras. o obtener un mayor bien, el cual no se puede
alcanzar de otro modo, ora porque el mal tolerado sea inevi­
table durante
un cierto tiempo, ora porque no se pueda eli­
minar
sin injusticia para las
personas o peligro grave para
la sociedad.
La tolerancia está de acuerdo con el adagio «lo me¡O'f' es enemi­
go de lo bueno».
En ciertos casos, el mal menor puede apareoer como mucho más
(109) Cfr. J. Otisset: Marxismo y ·revo/uci6n1 Speiro, 1977.
168
Fundaci\363n Speiro

UBERTAD, UBERAUSMO Y TOLERANCIA
deseable que Wlll búsqueda intempestiva e imprudente del bren, que
comprometería
las posibilidades

futuras de su
obrención.
Pero la tolerancia, en_ sí misma, no es, no puede ser, wi bien puro
y simple.
No
se la puede considera. como un principio fundamental de
sabiduría, valedero en
todas las condiciones, bueno en sí mismo y
por sí mismo, regla perentoria y· universal de prudencia política,
aplicable
en todo tiempo, en todos los Jugares, en todos los medios
y para todos los problemas.
La

Iglesia, ya lo
hemos visto, en nombre de 'los derechos de la
verdad
y de la caridad, no puede aceptar el liberalismo.
La
sociedad no siempre le da los medios de rea.Iizar lo que ella
quiere
para el bien de las airoas.
En estas situaciones, en adelante tan frecuentes, podrá suceder
que aqw o allá, sobre un punto u otro, se vea en la m:cesidad de
ceder
ante la superioridad de
fas fuerzas políticas.
Pero
en este caso no se capit111tJ, sino se tolera. Y aún en tales
circunstancias es necesario que la doctrina quede a
salvo y que
se

pongan
en práctica todos los medios eficaces para conseguir, pro­
gresivamente, aquello a lo qae no se ha renunciado·.
Conseguir ... , tolerar ... , no c.a.p~a.r ... , no renunciar ... , poner m
práctica los medios eficaces. Se necesitaría Wia singular aberración
para identificar esta tolerancia con el viejo sueño de conciliación
entre la Iglesia y
las «ideas modernas», caro al liberalismo católico.
«No impedir el
error)>, esa penosa .«necesidad», Pío XU recuerda en
seguida su finalidad: promr,ver un bien mayor (110).
Cuando sea igual la ventaja de tolerar o no un error, será ru:re­
sario dejar de tOilerarlo.
(110) Cfr. Discurso de Pío XII a la Unión de Juristas Católic;os Italia­
nos el 6 de diciembre de 1953.
169
Fundaci\363n Speiro

MICHEL CREUZET
Cpn mayor razón si la tolerancia, lejos de i,mponerse; · contribuye
a
mantener el error o el equívoco en los espíritus ( 111).
Tal
es el caso =do en loo países todavía «libres» se deja
progresar al
comunismo bajo la protea:ión de las leyes y de la «bue­
na
vecindad»; =do se < inacción,
ci.Ia!1do se cierran· los

ojos ante
Sus vías de acceso y sus
complicidades,
· pero que; en

cambio, se sublevan
tan pronto como
los
espíritus lúcidos pretenden
combatirle.
En lugar de poner en práctica los medios eficaces de que a-6.n
se

dispone, como
pide Pío XII, de antemano se colocan en el mismo
nivel que las naciones doblegadas ya bajo el yugo. Se calla la doc­
trina social de
la Iglesia y se prepara el camino. para un estatuto del
catolicismo,
análogo a los
de la Polonia o la Hungría comunistas.
Semejante tolerancia de. un mal que se puede y se debe combatir
se llama traición o cobardía.
La
verdad nos obliga ·a. decir que loo cristianos -laicos no siempre
son lo bastante valientes para defender los
derechos de Dios y de la
Ig!ésia, y que llegan a tolerar el mal cuando sería oportuno comba­
tirlo. Ello
por benevolencia, miedo o interés.
Pero los clérigos
también son responsables cuando

traicionan su
misión o

no
·reaccionan. más

que débilmente -ante los asaltos de
lo\S
enemigos
de la Iglesia,
La· política vaticana y la de las comisiones episcopales• de nuestro
tiempo perdurarán cotno tristemente célebres por
el apoyo, tácito o
probado, que

aportan a
la revolución ·oo · el mundo entero. A fuerza
(111) Un reportaje de Annale_s de. la propagation de la _foi sobre los
católicos de
Nuevas Hébridas se refiere a ia tolerancia existente entre ellos
y loS · protestantes. La revista se felicita por ello: no más luchas religiosas.
Pero esta
«paz» conduce a· un verdadero interconfesionaLismo. Del mismo
modo, en

los ·
países anglosajones, la

costumbre de no
hablar de
religión, ni
de política, lleva consigo la pérdida del celo por la
verdá.d y, luego, la in­
diferencia liberal.
En los Países Bajos, la decadencia del catolicismo, después
de la Segunda Guerra Mundial, se debe a la mentalidad liberal que se in­
filtró en ese país oon las.· obras francesas, de Emma.nuel Mounier y Teilhard
de Chardin.
170
Fundaci\363n Speiro

UBERT AD, UBERAUSMO Y TOLERANCIA
de «diplomacia», los pueblos cristianos son abandonados a la sub­
versión.
Estamos lejos de los tiempos en los que Europa era salvada del
peligro islámico por la
Cruzada {Í12):
Esto

no
debe .i.mpeclic, de ningún modo, luchar a los laicos por
su ciudad temporal contra el Islam de nuestra época : el marxismo
y sus connivencias liberales.
Los clérigos,
en

ciertos
casos, puedeu
alegar la
penosa oocesidad
en

que se encuentran para tratar
con el
enemigo en
condiciones de­
plorables, y para conservar un mln.i.mo de libertad de evangelización
en

los países perseguidores.
· ·
Los laicos no están obligados a seguir las huellas de los clérigos.
S11 deber de es/lulo temporal les obliga a resistir.
Este
ejemplo
contemporáneo pone

en evidencia
las dijicultddes
de l<> tolerdlZcia:
. -o se corre el riesgo de traicionar la verdad y los derechos de
Dios,
- o se corre el riesgo· de provocar, por wi celo intempestivo,
males
peores que la tolerancia provisional de los que ya
existen;
Práctica de la wlerancúi
Las «posibilidades» de la doctrina católica son a veces redúcidas
por

un tiempo bastante largo.
Ese es el caso de los países profwida­
mente

laicos, o
caídos desde hace siglos

en la herejía, o
embrutecidos
por un liberalismo y un amoralismo prolongados.
Una crítica -exclusivamente negativa de las instituciones e:xisteri-
(112) San Pío V, en el siglo XVI, fue el último Papa qu.e predicó la
Cruzada contra

los
twcos. Las

tropas
de la cristiandad, mandadas
por don
Juan
de Austria, .hermano de Felipe II- de España, consiguieron- la brillante
victoria de Lepanto. Y como -trofeo. trajeron el estandarte de Mahoma. Pa­
blo VI lo ha donado a la República turca.
171
Fundaci\363n Speiro

MJCHBL CREUZET
tes no deja de encerrar peligros. La misma preocupación por la efi­
cacia obliga a
buscar «normas más altas» de acción.
«El deber de reprimir las dewiaciones mwales y religiosas
,-----escribe Pío XII-no puede ser ... una última norma de ac­
dón. Debe estat" s11bordimtdo a normas más altas y más genera­
les, Jas cuales, en determinadas cirmn.st(lltcias, permiten,
e

in­
cluso hacen a veces aparecer como me;or caminO', no

impedir
el
error, a fin de promover un bien mayor» (113).
Los apóstoles no condenaron el principio de la esclavitud, tan
radicalmente opuesto a la concepción cristiana de la libertad. San
Pablo
y los primeros doctores intentaron, sobre todo, transformar las
relaciones

de
dueño a

esclavo. Más tarde
exhortaron a
la liberación
volwitaria de

los esclavos, hasta que la condenación de la esclavitud
tuvo
algunas posibilidades de

ser
aceptada y puesta en ejecución, lo
cual requirió varios siglos. La liberación inmediata de los esclavos
hubiese
provocado una

revolución
· social, que se
hubiese sumado a
los
trastornos del

Imperio romano
y comprometido, con la evange­
lización,

el advenimiento de costumbres cristianas. A fin de cuentas,
la supresión de la esclavitud hubiese costado ríos de sangre y, quizás,
hubiese resultado comprometida por una
acción precipitada.
De

nuevo encontramos la
misma prudencia
en la actitud de Santo
Tomás de Aquino.
Sus tratados de filosofía política permitieron la
evolución de la servidumbre hacia un
ti¡>Q de sociedad más justa y
más humana. Eso no quita que se viese obligado a tener en cuenta
una situación. social imposible de cambiar de golpe (114).
Tememos, por ejemplo, que un antinacismo sistemático y be­
licoso de ciertos obispos, en lugar de
suprimir l.as dificultades de

los
países en donde el problema
se plantea de wia manera aguda, los
aumente
y los complique aún más. Las «operaciones en caliente>> rara
vez son eficaces cuando las
cos,tumbres no están preparadas y cuando
(113) Op. cit., 6 de diciembre de 1953.
(114)

Un artículo de la
Suma Teol6gica plantea la cuestión de saber
si
se

puede vender
al hijo de un siervQ. San.to Tomás, muy seguro, contesta
que «no». Pero resulta sintomático ver que la cuestión se planteaba en esa
época.
172
Fundaci\363n Speiro

UBERT AD, UBERALISMO Y TOLERANCIA
las soluciones demasiado radicales encienden la. mecha que provocará ·
la explosión entre las comu.nida.des étnicas.
En wi artículo de la revista Verbo, Jean Ousset, comentando la
cita precedente de Pío XII, recordaba con insistencia los inconvenien­
tes de la tolerancia; sin embargo, indispensable (115):
«Pío XII no dice y no. podía decir que esta promoción
de un ,m;yor bien
sea el efecto directo y como esencial del
solo

hecho
de tolerar el mal. El hecho de tolerar el mal ( por
el menor mal que ello supone y que lo puede justificar úni­
came11te) permite, por otro· ta.to~ promover un mayor bien.
Como el hecho de cortar una pierna gangrer,ad" permite sal­
var al enfer=. Lo que jdmás ha querido decir· que, incluso
en ese caso, el amputado pueda considerarr un bien tener una
pierna
menos.»
«Mal menor» y no «bion», tal es la tolerancia, pero con miras a
obtener
wi bien mayor.
En
la práctica,
ninguna regla
es determinable a priori. Será ne­
cesario
aprovechar las circunstancias • favorables para la promoción
del
«mayor

bien».
Dos
virtudes deberáo piesidir estas elecciones decisivas: la ca­
riddd y la prudencia.
La caridad· es la disposición constante de· nuestra alma para bus­
car Jo que
pu,ede ayudar en la adquisición y en la práctica del bien,
al amor y al servicio de Dios.
No puede
haber sabia tolerancia sin amor.
El tibio, el p puedon calificar de «caritativos» sus abandonos ante el bien: Al dejar
hacer todo y envilecer todo, favorecen ron' sus silencios o con sus
balidos ¡ la servidumbre de los cuerpos y de las almas!
Pero,
en otro sentido, la caridad da a los intempestivos el sen­
tido de la medida. Con rabia en los corazones, se doblegarán aotes
de librar batallas inoportunas, sin suficientes posibilidades de vic­
toria;
«La cariddd --'- (115) Núm. 21, pág. 15.
Fundaci\363n Speiro

MICHEL CREUZET
La 'prudencia no es el miedo. Es la virtud que regula nuestras ac­
ciones.
A veces exige . audacia, pero con pleno conocimiento. A veces
exige tolerancia, pero con pleno ·conocimiento·.
La tolerancia no es nunca la actitud «todo vale».
¿Por qué tolerar, cuando no es necesario?
El Concilio Vaticano II quiso ser «pastoral». En sus declaracio­
nes
sobre la libertad tuvo que rener en cuenta la pluralidad de con­
fesiones en m1merosos países.
Una aplicación imprudente en España y en algunoo países que
siguen. siendo, casi unánimemente; católicos, ha provocado un replie­
gue en el . celo cat6Hco y un . rápido aumento del liberalismo, del
modernismo y del progresismo.
Lo que prudenridJmente pudiera producir felices efectos en Es­
candinavia se ha comprobado que es catastrófico más allá de los
Pirineos .
. Y, por. lo tanto, imposibili tolerancia. Solamentie se puede indicar el espíritu y fijar los casos
más generales de la tolerancia:
L2 Toler"1tcia ilegitima: ruando con ella el bien no tiene nada
que
ganar y sí todo que perder. Tolerancia liberal que procede de
fa esperanza utópica de obtener un beneficio a fuerza de concesio­
nes.
Es inadmisible ... y, de hecho, fracasa.
2.2 Tolerancia posible: cuando, auff combatiendo al liberalismo
en
el plano de los principios, se. obtienen. las máximas ventajas que
dicho liberalismo
pretoode conceder
a
todas las
opiniones.
3.2, Tolerancia- ne,es~ia: cua,ndo la reivindicación de los de­
rechos de la Iglesi,¡, oo forma intempestiva, costaría un retroceso del
catolicismo
(ll6). Incluso en este caso, los católicos deberán guar-
· (116) 'r.a Iglesia, poí-ei CoÍlcÓrdato de 1801, tuv.o que levantar la ex· comunión

de los
curas constitucionales franceses

y
·adinitir las
intrusiones del
poder
revolu-cionari.o. Francia

no se ha
recuperado nunca
de las
secuelas· de liberalismo· f. de galicanismo, .que provocaron· estas coilcesiónes. · Y, sin em­
bargo,
fue el

mal·
menor. Rehusar
este Concordato, a pesar de
sus fallos,
hu­
biese
sido entregar la Iglesia en Francia a nuevas persecuciones.
174
Fundaci\363n Speiro

LIBERTAD, LIBERALISMO Y TOLERANCIA
darse de una cor¡tami!}ación por los principio, liberales, y tendrán
tanta mayor
necesidad de conocer y difundir la verdad cuanto más
obligados estén a

limitar sus aplicaciones.
Tolerancia y derechos de · la oordad
¿Cómo trabaj11t, nos dirán, por los derechos de la verdad con la
prudencia .Y la tolerattda ·,a:¡ueridas, sin recurrir a principioo diferen­
tes, ac!'P!adoo. por nuestros contemporáneos, pero que están mancha­
dos

de liberalismo?
Nosotros hemos encontrado

ya
esta objeción a propósito de la
Iglesia pmegwda de

los
pmmeros sigloo, y de la Iglesia mandando
en la sociedad cristiana. En el primer caso, reclamaba las mismas li­
bertades que el paganismo .. En e/ segundo caso, hacía. todo lo posible
por

arruinar la influencia de
las otras religiones: pagan,isÍno, judaís­
mo y diversas herejías. ¿Cómo justificar
estos cambios de óptica?
Un
laicista contemporáneo, Clément Uurand, hace poco, sin va­
cilación,
zanjaba la cuesllión: «O se .dornma a la Igle,ia, o ella 01
domina.»
¿Cómo creer en un juego de fuerzas materiales cuando la Iglesia,
a lo largo
de toda
su historia,
demuestri que· tiene las más elevadas
motivaciones?·. ·
Un discurso. del cardenal Ott,,.viani proporciona la·• solución de
este
importante pt\)blema:
<
objeta:
voSO'tros Sl>stenéis d.oJ criterio.s o dos nor·
mar de acción difrtrent.es.J _según oJ sea_- más-cómodo: en_ .. 11n
pah católico 101tenéis 1a idea ·del E1tado corrfe,iÓnal con el
deber de proteger excl111ivamente a la religión católica; a la
invet'Ja, allí en donde estáis en· minoría, recldtrtáis el derecho
a la tolerancia o, ,implemente, la· fldl'idátÍ de c11llo,: por tanto,
dos pe.ros y dos medidas; 'de ahí una verdadéra y moleJta du­
plicidad de ld que quieren áesembarazarse /01 · católicos que
tienen en
cuenta

el
actual desarrollo de la civilización.
»¡"Pues bien!, hay que utilizdJf' precisamente dos pesos y
J.os: m&didas: una, para la ver.dad, y,. la otra, para el -erro:r: .·
»L()s hombres que Je 1ienten en. tranquila po1eJión de la
·l7S
Fundaci\363n Speiro

MICHEL CREUZBT
verdad y de ta ;astida no recurren a las transacciones/ Exigen
el pleno, respeto de sus derechos. Por el conlrario, aq11eltos
q11e no se sienten segt(ros de_ poseer la verdad, ¿cómo pueden
exigir ser lo-s únicos sobre el terreno, sin participarlo con
aquellos otros que reclaman el respeto de sus propio, dere­
chos, fundtldos en otra,' principio,?
»El

concepto de
paridtld de
cultos
y de tolerancia es un
producto
del

libre
eX siones. Es una .con.recuencia lógica de las apiniones de aque­
llo, que
dicen que, en materia de religi6n, no ,e está obligado
por lo-s dogmas, y que
,óJo la conciencia individual propo-r­
ciona el criterio y
la norma para la profeúón de fe y el ejer­
cicio del culto. En ese casa, ¿qué tiene de ardmbro'So' que, en
los países en donde están en vigor esas teorítis, Ir,, Iglesia, para
ejercer su mi.ri6n divina., bwque encontrar un hue'co y hacer
que se le reconO'ZC-tlfl. los _d consecuencia lógica de lo, principio, tldoptados en las legis­
laciones de esoi países?
»La Iglesia quisiera hablar y reclamar en nombre de Dios,
pero entre esos pue.blo--s· !a exchtsividad ·de su m;.rión no- es
re-conocida; Entonces ella se· co11tenta con reclamar en nombre
de la toleran'Cia, de esa paridad y de esas garantías. comunes,
q11e in,piran la legisladón de l<>s paise, en cues#ón... .
»No

debe,
,Pues, parecer sorprendente que la IgleJ/flc recla­
me aJ menos-!os dérecbo'.f del hombre ¡'ctlándo son dejcono-
. cid os Jo,j derechos--de Dior! ·
»Ella lo hizo durante IIJ, primero, Jiglo, del cristianismo
frente al
Imperio y al mundo, pagano; aún t,, hace hoy día,
e,pecialmente alll
en donde se niega todo

derecho
religio,o,
a,í como en lo, paíse, bajo duminiu so'Vié#co» (117):
Algunas veces evitamos anunciar la. veroad por una discreción
que se. expresa mediante estlls fónrnilas: <<:v(Yj a molestar», «hay que
dejar
en. pa.z a Ía· gente», «yo no tengo derecho a violar las concien­
cias»,
etc. ¿Es eso una actitud legitima de tolerancia o una forma de
liberalismo?
.fl 17). Conferencia en ef Ateneo Pontificio de Leti-án: «Deberes del Es­
ta.do cat61i.co hacia ia religión», :3 de ·marzo de 1953.
176
Fundaci\363n Speiro

UBER.T AD, UBER.AUSMO Y TOLER.AJo/ClA
Es verdad que la conciencia es el último bastión de la persona,
el extremo final de. su libertad, el último refugio de su. sinceridad.
Sólo
Dios
puede juzgar la aceptación o repulsa de un alma.
Respetar el libre arbitrio de otro ( su poder de elección personal
y decisiva) es practicar la verdadera tolerancia. El mismo Dios nos
da
ejemplo:
«He "'f.llÍ que estoy a la pwrta y llamo.» Respetuoso de
nuestra libertad, no entra en nowtros forzando la entrada. Corre tras
la oveja perdida, pero no manda los perros para que la traigan a la
fuerza al redil.
Imagen

sublime del verdadero amor, que no
fuerza, y que su­
pone

el libre consentimiento.
Santo
Tomás llega a enseñar que aquel que se convierte, sin tener
intención
sincera, cómete pecado mortal.
Por eso se ha visto siempre a la Iglesia reivindicar para .todos los
hombres
una libertad fundamental :
la libertad de conciencia tal como
la acabamos de definir, que no se confunde con la
libertad de pen­
sar y de hacer cualquier cosa.
Esta libertad
tiene como
corolario la libertad de
enseñanza. No
la
libertad liberal

de enseñar
cualquier cosa,
sino
la libertad de los
pa.dres para educar a sus hijos según sus convicciones.
De igual modo, ¿no roconooe Juan XXIII una legitimidad a la
libertad de prensa cuando se esfuerza por ser objetiva y respetuosa
del bien? ( 118).
Libertad que no

es el delirio
denunciado por
Gre­
gorio XVI, que deja
establecerse impunemente

al vicio
y al error, sin
contención, ni límites, y sin esfuerzo por alcanzar la verdad.
Si la primacía del objeto es evidente en tanto que es cuestión de
rigor en el saber, todo se vuelve delicado desde que
,e busca deter­
minar

la
moralidad del

sujeto conooedor, del sujeto que obra según
los datos de su conocimiento.
Estas precisiones son útiles en lo que aquí nos concierne.
Si bien tenemos el derecho y el deber de reconocer que alguno
se equivoca
y obra mal, también tenemos el derecho de decírselo y
de hacer todo lo posible para que lo comprenda, incluso hasta de--
(118) Discurso a los periodistas -americanos. el 6 de diciembre de 1959.
l77
Fundaci\363n Speiro

MlCHEL CKJJUZET ·;.,. '. -
nunciar sus actos y sus dichos públicos cuando lleven al error o al
mal..., sin

que
por eso se clotermine con certeza si cornete una falta.
Con frecuencia mezclamos estos dos aspectos de un acto: verdad
y sinceridad. ·
El resultado es una falta de

tolerancia
para con
la
_conciencia erró­
nea, pero

sincera
y mal iluminada. Lo cual n0& incita a «dejarla per­
derse» .como
irrecuperable.
O bien entonces, considerando solamente

la libertad de concien­
cia, renunciamos a
informar a

esa conciencia
y caemos en el libera­
lismo,
dejando a

la persona
pensar el error, sin advertirla de ese error:
«Por'r¡ue si bien ··es cierto r¡ue la conciencia, incluso .erró­
nea, merece muchas consideraciones, cada hombre, en con­
ciencia, no

por ello tiene menos
el deber de hacer todo

lo
pasible para iluminar a ~sta última y establecerla en la ver­
dad.
Sin

eso
hay culpabilidad en este punto» (119).
Habida cuenta del respeto a la libertad de conciencia, la manera
de presentar la verdad _es· tan- impo:rtante co·mo, la misma verdad que
se aborda. Ello exige nuestra delicadeza; nuestra prudencia y nuestro
sentido de las
posibilidades de aceptación por el sujeto al cual nos
dirigimos.
Pero .esas cualidades

no debieran
ser un freno a
nuestro celo por
la verdad:
antes J:,ien,. todo lo contrario.
Y siempre:
prudencia y carid' ¿Se ·puede obmr oomjuntamente con ú,s liberales?
Un adversario de::idido del liberalismo, don Félix Sarda y Sai­
vany,
escribe:
. «G,ene,-a/.mente e.;ICiste el etr(!r de creer que e:l hambre pieo­
~a ~on el:cor~ón, y aún muchas veces con el estómago» (120).-
(119) ar. J. Ousset: Fundamentos de la política, Spairo, 1966,
'(:120) Cfr., El liberalismo . es pecado, E. P. C., Madrid,.-1936 (9-ª ed.).
178
Fundaci\363n Speiro

UBERTAD, UBERAUSMO· Y TOLERANCIA
Su liberalismo no siempre es coherente,
. «Se . hace el. h~bre tib'era! -dice también Sarda y Sal-
. • vany-por deseo. natural de índependenci<> y anch<> vida ... ,
por el anhelo de
medr<>r::., por ¡;,· codicii:ti>, · io que le hace
buscar
el dinero y mejorar de situaéión (121). ·
Su inteligencia no

siempre
está .corrompida; ni su voluntad per­
vertida
por la

confesión
liberal. No siempre llega hasta el e.memo
de su pensamiento.
Ciertamente. es necesario desconfiar siempre de la incoosistmcia.
A pesar de esto, y sin dejar de ilnminar, podemoo servirnos para
el
bien de lo que no es liberal: un cierto
respeto por el orden, el
horror a los excesos, la sociobilidad, la aceptación de ciertas reglas
y límites para la anarquía liberal y una preocupación, aún viva, por
el bien p4blico.
Cootemplado

bajo
la perspectiva .de su utilización para el mayor
bien -y no ya como principjo---, el liberalismo aparecerá como útil
o_ co.r.po perjudicial, según haga evitar -un ma_-yor mal o impida un
mayor bier1:,
Colaborar con los liberales puede resultar legítimo y hasra bene­
ficioso
en casos partiatlares.
Así es como los católicos holandeses obtuvieron en 1917, gracias
a la Ley de Wisser, un estatu;to escolll' que ha permitido a la Iglesia
un impulso considerable en su país. Dicha fórmula respeta el derecho
natural de los padres (122)
y permite que se ejerza efectivamente.
La
ley, sin embargo, .tiene un aspecto libernl: todas las religiones
o filosofías ·están medidas por -el mismo· rasero, -lo cual es -contrario
a · la verdad · y condenado como tal por la Iglesia. No obstante, la
sabiduría
.imponía -y la historia lo ha demostrado~ que en aquel
momento debían aceptarse

tales condiciones.
Sin aportar todo

aquello
que la Iglesia pide, permitía, al menos temporalmente, <>
el «mayor bien» posible (123 J;.
(121) Op, cit.; pág. 128.
(12i} ,El.Estado.-no se :considera.-corilo el único habilitado para enseñar.
(123) La operación no dejaba de tener sus riesgos, pues a partir de ese
179
Fundaci\363n Speiro

MICHEL CREUZET
En cambio, con tal ley se hnbiese corrido el riesgo de prodncir
efectos contrarios

en
los países regidos

por instituciones
católicas.
Su

liberalismo hnbiese
ocasioru>do un
retroceso, mientras que en
Holanda permitió un progreso de

la Iglesia, que hnbiese sido impo­
sible
realizar de

otro
modo.
En Bélgica, en el siglo XIX, el concurso de ciertos liberales per­
mitió defender las
libertades escolares,
violentamente atacadas
por
otros liberales, plenamente coherentes y totalitarios, que trabajaban
para suprimirlas.
En todos los países, numerosos liberales luchan contra el comu­
nismo, la colectivización de los bienes y el universo concentraciona­
rio. En este terreno podemo. luchar junto a ellos.
Pero no
hay que olvidar que su forma de pensar, en lo más
profundo, siempre les lleva a reclamar la igualdad de representación
y la impunidad para «todas las tendencias» (incluidas las destruc­
toras
del país). Simultáneamente se

oponen a los peligros de esta
hora ... y trabajan, inconscientemente, ·por abrirles camino.
De ahí la dificultad de una colabotacióu eficaz, pero limitada,
en la que no debemos dejar de
decir en
dónde está el mal
y de exigir
la continuación del
combal,e.
CoNCLUSIÓN
«Si el peor error --escribía Blanc de Saint-Bonnet (124)~
es aquel que aklca a ¡,.,. clases inteligentes, porque hie.-e a un
pueblo en su cabeza, el ,-liberalismo es, en este m"Omento, el
gran azote. Venir /t favor. de semejante eq11ívoco para en-
11Wcarar todos nuestros errores, instalarlos uno tras otro, dán­
dole a cada· uno el nombre de_ una verdad, ¡es la suprema
momento los católicos se sintieron tranquilos, abandonaron el combate por
su
fe y cayeron, después de la guerra, en el liberalismo y en el progresismo.
Hoy desgarran con sus manos el compromiso
pacífico y se arrojan al laicismo
estatal y monopolizador. La tolerancia exige quedar vigilantes.
(124) Prelimiflaires ,:111 /ivre Je la chute, pág. 140, Casterman, París,
1878.
180
Fundaci\363n Speiro

UBERT AD, UBERAUSMO Y TOLERANCIA
calamidad! Es haber ericrmtrado el medio de cege1r defini­
tivamente a !,ar almas, y, digámo.rlo iodo, de acorralarnos
en esta herejía de la mentira, que, consumando las o'bra.r de
1"1 bere¡í"' precedentes, presagiará el fin de los tiempos.
»El liberalismo es como si

el
error tomase posesión

de
todo un pueblo, es cqmo una alteración o une, extinción de
nuestras inteligencias ... Nuestra época está señaktáa por sig­
nos
alarmantes, y debemos temer que el liberalismo sea el
exurdio de

lo
que la Sagrad" Escritura llama el

misterio de
iniquidad. Cuando el errur esté mezcládo con todo, y ya no
sea posible reconocer l" verdad, ¿qué podremos h«ceri'>>
«El azote
más funesto que pueda "1olar a los Estados»,
exclamaba Gregorio XVI.
En su obra El liberalismo es pecado (125), don Félix Sarda y
Salvany
escribió que
«el liberalismo, en el orden de las ideas, e, el
error .wsoluto, y en el r,rden de los "4chos es el absoluto desorden».
Al no poder existir el mal absoluto por ser una pura nada, la
gravedad
del pecado de liberalismo se manifiesta en que, más que
ningún otro, tiende a ser precisamente 1U1a pura nada.
En efecto,· las otras herejías, los otros errores, también son, como
todo mal, «una falta de ser». Pero llevan consigo una creencia, una
fe en
algo. Un

algo
falso, sin duda, pero
del que
se dice que es
verdadero
y .i que, por eso mismo, se le ama. Lo cual prueba que,
al
menoo, persiste el principio de verdad.
El error del
subjetivismo, el error del
liberalismo,
SQ11 mucho
más graves, pues quebrantan, destruyen, la noción de verdad y, con
ella, la idea misma de lo < De
ahí viene la extrema dificultad d.e la lucha antilibera.J. An­
tiguamente los
heresiarcas afirmaban algo y se hacían condenar, pre­
cisamente por
sus proposiciones.
Por el contrario, el alma liberal es fugaz e inaprensible, como lo
irreal o la. nada.
(125) Esta obra fu~ defendida conÚ-a sus detractores por un. decreto de
la Sagrada Congregación del Indice (10 ~e enero de 1887). El decreto pre­
cisa que su autor «merece alabanza, porque con argumentos sólidos; clara y
ordenadamente expuestos, propone" y defiende la sana doctrina en la materia
que
trata».
181
Fundaci\363n Speiro

MICHEL CREUZET'·
El subjetivismo,· el· liberalismo, fuera de la · definición filosófica
que
se puede dar de cllos, no tienen proposición estable. Mí! fórmu­
las
contrarias
podrán manifestarlos igua.I <;le bien. C:ondenil<)os bajo
tal
aspecto, reap,;,ocen bajo

tal
· 01;ro. ·
No olvidemos que,

por
esencia, subjetivismo
y liberalismo no
afirman n.lJda, no sostienen -nada .. Lo inciertoj la duda; ·el-.· «quizás»,
lo vago, · lo mal definido, todos estos baluartes de la nada· son sus
defensas naturales. . .
¡ SH, . «lugar geométrico dd error», po~que puedé, abrigarlos a
todos.
En
esta confusión
gener.I, ¡cuán fácil es dejarse deslizru; por la
pendiente liberal!
Uri: profesor de lnstituto,'muy hostil

al
liberalismo, a
pesar de
toda, nos· confesaba:· < mis
COnvitciones ~e debilitan. -;~.dq~ero, ¡,or contagio ael medio;

1a
costumbre
· de tenér cülpables abandonos.»
·
Eso fue lo que les ocurrió a

los católicos
liberales en el si­
glo x1x (126) y a sus sucesores.
Los discípulos· de la Revolución y

los
Úancmasones no
tenían
en
la bocá más que la palabra 'libertad. El eq~ívoco de la palabra les
eri:gañó. Apoyárulose (rori rilzón)en el válor cristiano de la libertad,
llegaron (

sin
razón) a hacér suyas las teorías de los liberales, bájo
pretexto

de trabajar con
ellos para el bien.
Por

falta de
uria doctrina sólida, «han hecho rj11e el vivir con SIi
siglo sed como una ·1ey, y creim (o ie i,n,.girtán creer) que todo va
bien dfÍ» (Sardá y Salvan.y). ·
Grandes

espíritus
conio Liunennais, Lacordaire, Montalembert,
fueron

valientes
precursores de las libertades escoláres. Pero, en lugár
de limitarse aJ C(/mpromiso ron los liberales, estimaron ·que el libe-
ralismo era" un ·principio -de acción. ·
Los católicos liberales llegaron, sin querer, a minar los derechos
de

la Iglesia en los
Estad!"'. Contribuyeron a hacer que

los gobiernos
(126) Nos falta espacio para tratar de esta. categoría de .liberales. T~do
lo ·que hemos di.'fcho Se .aplica a, ellos. ~o el peligro de. -su libera:].ismo es
todavía más insidioso.
182
Fundaci\363n Speiro

UBBRTAD, UBBRAUSMO,>.Y TQLBM>/(;M
pasasen de la influencia católica .. a· la de las ideas-r,:volucionarias y
liberales.
Coi:royeron la Iglesia caron a los suyos en puestos influyentes y elevados. De ahí procede
)a debilitación

de.
la. autoridad, que l¡oy. wrnprobamos, a pesar de
las advertencias y

de
las conde/¡aso.de los • papas. ·
· Tris sus precursores, el liberalismo católico se ha ·agravado.
En

los
tiempos rigos
una
mayoría no

liberal
y combatiente. Hoy la proporción es
la i11ver5"-. Los católicos están desmoviliza.dos: ' ·
Se llega a decir, a escribir, a· pre que tad~" las ieligiónes sirv~,. que . 13.S __ instituciories civiles,_ e· i~d~
rcligiosas, no tienen ninguna impo,rtancia para Ía fe, que fa Iglesi¡
no

tiene necesidad de
dogmas ni de moral estricta, que basta el im­
pulso del corazón pia ludio
del reiuo de Cristo.
· · · · ·· · ·
La. imprecisión. liberal, su viga fHantropía, -~~ 'gan~do amplia­
mente

a los
medios católicos, a: los clérigos y al episropo Ya su teridencia totaliwia. ' · · · , - · ·
En 1876, Lnis Veuillot escribió ya.spbrelos liberales lo siguiente: . . . . . . ., .. ,, .'·
«T <>do el mal que ellos p"odJán temer ha aumentado; todo
el bien que ¡,odian esperar y que rleblan conservar ha pere­
cido. Sus imenciones han podido ser eXée/entes, ¡,ero han rea,
/izado muy bien e/
_mal y han hecho muy ma/; el bien» (127),
El. áJ;l¡ol ha da · · La lqcha con~a el liberalismo es tanto más · urgente O:W.to que
su
penetración se hace más amplia' y más hip6crita. ·· ·· ·
La insipidez de nuestras convicciones. es· tanto más de temer
cuanto que nos bañamos en' un clima libera:!· y que las, necesidades
del

momento
nos obligan a la tolerancia. · · ·
(127) L'Univers, 18 de septiemb.t~e de .. 1876.
Fundaci\363n Speiro

MICHEL CREUZET
Pero ¿cómo detectar el vicio liberal en los escritos, los discursos,
los sermones y los programas políticos?
«Sacerdote amigo de liberales, mendigo de sus favOt'es y
alabanzas, y ordmdl'iamente favOt'ecido con e/1"1, lrfk! consi­
go,

por lo
regular, muy sospechosa rewmendación de

orto­
doxia drn1ri11al>) (128).
¡ No sólo para un sacerdote!
Un hombre político,
hasta ahora
ignorado
y desconocido, de re­
pente es objeto
de artlculos elogiosos de ABC o El País. Se le recibe
en las antecámaras del poder y es condecorado.
Tal escritor ve sns
obras. publicadas
en
grandes tiradas. Deter­
minado

cantante ve sus
discós transmitiklos. frecuentemente

por la
radio y su rostro sbundantemente televisado ... Cierto prelado es ala:
bado

por su «apertura». No busquéis mucho
tiempo: en
las obras
de
estos hombres, o

en
sus artos, descubriréis compromisos

coo el
HberaJlsmo. · En un punto o en ofro, abandonan la sana doctrina o la
honradez.
Desde entonces estarán obligados por el sistema: sólo seguirán
siendo populares en tanto que renuncien a la
verdad o al bien.
A
la inversa: si hombres conocidos sirven a una causa justa, las
puertas, en
odelante, les estarán; cerra
del
funcionario quedará bloqueado y la «conspiración del silencio» fun­
cionará contra
el artista o el escritor.
En un país podrido de liberalismo, quedar fiel a la objetividad
del
conocimiento y al amor verdadero no atrae la gloria.
Ciertamente, el
test que damos no es sbsoluto. La prensa y los
medios de comunicación de masas, si quieren
parecer «abiertas a
todos»,

se
.ven obligodos a

dejar
hablor a

hombres que
exponen va­
lerosamente la verdad. ¡ Y no procede ~ de traición a todos aque­
llos
~ quienes los liberales inciensa.o ! Pero estamos muy obligados
a
advertir
el papel que juegan los abandonos liberales en muchas
«popularidades».
( 128) Sardá y Salvany, op: ,;,., pág. 12,.
184
Fundaci\363n Speiro

UBERJ.'AD, UBERAUSMO Y TOLERANCIA
Por su parte, ¿cómo podrán los liberales distinguir, entre las
gentes
rectas, aquellos que pueden servirles?
Algunos tesis son significativos.
«;Se publican las bases de un proyecM? Mirad si lo aprue­
ba
y recqmienda y luma por su cuent" la comente liberal.
En ktl caJSo, tal o-bra o pro1ecto están ;uzgados: son Cosa s11ya ...
Demmfiad, pues, de todo lo que ,,!aban y ponderan los li­
berales. Es claro que le han visto-a la co,a o stJ origen o sus
medios o su fin, fdtloral,le, al liberalhmo» (129). ·
Si una obra o un proyecto se oponen a ellos, los liberales dispa­
ran, desde htego, bala ras.a contra lo que no se aviene con su modo
de pensar>> ( 130).
Las reacciones de los liberales nos. son, pues, valiosas para . saber
en dónde olfatean amigos o en donde olfatean enemisos.
Pero conocer no basta.
¿Ea necesario combarir ~ liberaNmno?
Sí, es necesario combatir siempre a1 liberalismo. Pero no es ne­
cesario
combatir sistemáticamente

a los liberales ... , porque no todos
están completamente
ganados al liberalismo.
Algunos
creen que son liberales y no lo son, o sólo muy poco.
Otros lo son a medias, o a tres cuartas partes, etc.
Aquellos que van
hasta el fin en su liberalismo son raros y más
fáciles de
comboor: se

les puede
atacar por
su
totalitarfrmo y en­
contrar
a!liados en

este
comba.te... ¡_hasta entre

los presuntos
< rales»!
De ahí la necesidad de saber bien lo que se quiere, lo que se
hace, d6nde se

ponen los
pies, y de conservar en el espíritu esta
máxima del R, P. Vallet, que, sin embargo, no era· liberal: «Dejad .
patar al flttco, dejad pa,ar al
gordo. No la emprerrdáh má, que con
los muy gordos.»
(129) Sardá y_ Sal-vany: op. ci;., ~-' ·.137 y 138.
( 130) O p. cit., pág. 138.
185
Fundaci\363n Speiro

A11CHBL '.CREUZET, ,;. ·
Cuántas buenas 'gentes, pierden el :tiempo atacándose unos • otros
por querellas
sin importancia
... ;
mientras que
el
·enemigo de
la ciudad
invade
la plaza, se hace amigos por todas partes y continúa avan­
zando.
, ·· Es célebre el recuér de IOS ángeles, en 'Bizancio/:mientras:····qué· 10$ CjérdtOS mU.Su.lmanes
asá.l.tahan
la ciudad. · · · ·
Heln()s
dicho antes que la práctica de la tolerancia no marcha
por sí sola y que necesita '.¡nncha fi.rmeza, sabidurí", habilidad, ca­
ridad, respeto de las conciencias, etc.
· ·. Para combatir al liberalismo utilizando los servicios 'de los semi­
liberales, o < sonas,
el

sentido de la
eficacia en la búsqueda de la ·verdad,· se n~
ces[tán ta.mhién
cuafidades serias, Virtudes (porque de lo que se
trata
es de la fuerza del almá:). . . . ..
Atacar

a
un enemigo fugaz e insidioso río es· el reposo ahooluto.
Como constantemente se nos desliza entre los dedos, el combate es
-continuo en todos los insta,n~,y. en todas ~-.
¿Cuáles son, por consigiii;,;,_ie; · las ;irtudes _:_,¡as fuerz.,:._ miís
neces.a#as?
.
l. Coqoeimiento de la rerdad
Aquel .que uo se . forma. constantemente debilita su celo por la
verdad.
·
Se vocabnlarfo
(Bl). Por habilldad y por la preocupación e inquietud
por, ser <=omprendido, emplea palabras que la . misma nfP«raleza de
lo que.
repn;,seqtan. debiera. impedir su utilización, «Si acept¡, la pa­
labt", aceptará ta,¡,bren_ la co,;a.» Él empleo de la palabra «revolu­
ciqm¡, en

un sentido.
que se consi~ra .. ho.noral>le,' ha .llevado a .. mucha
gente al campo marxista
...

sin que se
diesen cuenta. Por falta de. fór,
(.131) «Guerra a -lis palabras · .. -equívocas>5.' Cfr. Jean Ousset: Para que
El reine y La Mción.
186
Fundaci\363n Speiro

UBERT AD, UBERAUSMO Y TOLERANCIA
muias dogmáticas, aquel que no· está, formado llega ·a ello sin dudar
de su fe. Por falta de· bases para un sano ,realismo político, 'se· com·
promete en cmclquier cosa y· con. cualquiera, y no avanza ·una pul­
gada en su acción,
Acaba por •dmitir que lo que es generoso es forzosamente bue,
no, o que su testimonio personal transformará, desde dentro, las
estructuras sociales ..
2; Equilibrio y buei, hQmor . . , .-\. ·. . .-' .. •,·.
si . tomamos en serio 1a inconsistencia liberal r 1. brutali sus consecuencias · totalitarias; -· nos · :ínoriremos .

de
tristeza, · antes_ de
que·
el
·enemigo nos-mate.
Si no sá~ reir, nuéstro. equilibrio interior está perdido; da­
mos
garantías al error liberal... y a sus con~encias. ·_ .
Bergson c;xplica la risa. (Í 3 2} .por una. es~ie . de desequilibrio
entre
ciertas ideas o situaciones y la realidad:, I>,e '1hl priwienen los
chistes y las situaciones cómicas, Bl liberalismo, al estar, por defini­
ción, , éir desequilibrio constante-oori lo real, resultará forzosamente
burleséó sl sabemos verle bieri... y réír bien. ,
', La Civilta CattoUca es un diario italianofondado porPío IX
para combatir al libera.lis~. Sardá y Salvany estima «qué no deja
sosegtW con .suS · ar.tfcu_/o,.r, · ya en-serio,_ ya. en tátira, a _/us. liberales de
,u pafo> (133).
, En un artículo titulado «¡ Ufi poco de caridad!», este periódico escribfa: ' .. . . . . ' ' . ·.. .
«Noso/r()s, _al revfs, no quer:ernos h,v;erles { a los liberales)
sjno la cariddd de gritarles, reprenderles, excitarles por mil
.. mr,dos.a salir de SI{ _mal camin<>.»
(132) Cfr. su librito sobre la risa. P. U. F.
' · '(133 ). · O'f1 .. cit.,· pág . .98 .. Desde, aproxi~danumte, 1960; es«: periódico
ha cambiado por completo. Así, por ejemplo, por la pluma del R. P. Ca­
prille, hasta hace poco fem:zmente hostil a las sectas, se ha convertido ·en
apologista de la aproximación . Iglesi~francmasQOería,
Fundaci\363n Speiro

MICHEL CREUZET
Este procedimiento fue constantemente empleado por los docto­
res de la Iglesia que sacudían vivamente a los herejes. Sardá repro­
duce ciertos textos que nuestra época soportaría mal.
La
Civilta Catt&lica, siguiendo la buena tradición, propone el
arma de la risa.
«Quisierán, sobre todo-, esos señO'f'es /iberaJe1 que se

les
tomase siempre muy en .serio, que se

les
estima.re, · reveren­
ciare y o-bsequiase y trata.re cem.o personajes de mtportancia,­
,.esignaríanse a que se le.r ref.utase, si, P"º so·mbrero en mano,
inclin,mdo el cuerpa y baja la cabeza ro reverente y bumil­
dosa actitud, De donde vienen sus quejas cuando algun" vez
se les pone en .ro/fa, como se suele decir, esto es, en carica-.
tura, a ellas, los padres de la patria, los héroes del siglo, los
italianos de verdad; la prupia lttJlia, como suelen decir de sí
mismos. en más c-0mpendio1a·expresi6n. ¿Quién tiene, empero,
la culpa, si es tan ridícula esa pretensión que tJi mismo He­
ráclito fle hiciese soltar la carcajada? ·
»¡Pues qué! ¿Hemos de estar siempre ahogando todo mo­
vimiento tullurtJi de ris"?
»De¡arnos reir cuando ciertamente
no se puede P"'"" por
menos

es
ttNnbtén obra de misericordia, q11e fos libertJles po­
drían
otorgarnos con toda voluntrlá, Y" que por SIi ¡,arte nada
les cuesta. Cualquiera comprenderá muy bien que: _así como
hacer reír honesta.mente a costa

del
vicio y ·¿e los viciosos es
de suyo cosá m11y buena ... , MÍ, hácer reír ·alguna que otra
vez a ·nuestros lectores a costa de los liberales es verdadera
qbra de misericordia y caridad para los mismos lectores, que
dertamente, 11/J han de ,estar siempre serios y con la cuerda
tfranle mienPrM
leen

el
periódico. Y al

fin
y tJi cabo los mis­
mos liberdlef, si bien lo coniideran, ganan mucho en que se
rian lo.s. (}/ros a costa de ellos, pot' cuanto de e{ta suerte viene
a crm_ocer todo _él m:llndo que no son.a veces tádos sus hechos
tan hoMibles j, esp,mtables uimo pudiera. parecer, ya que ta
ris" 110 suele provocarla· de· ordinario más que IM deformida­
des i11ofenstv®>
(134).
Pero la risa supone no solamente el conocimiento de la verdad
(134) Sardá y Salvany: op. ,;,., págs. 105 y 106.
188
Fundaci\363n Speiro

URERJ: AD, URER.ALISMO Y TOLERANCIA
y el aborrecimiento del error y del equívoco, sino también el válor
de ser veraz. ,
La cruz de la Iglesia y de las sociedades civiles siempre ha sido
el desaliento y la pusilanimidad de sus hij06, más que los asaltos
enemigos.
Soljenitsin

lanzó una
«llamada a la resistencia», que fue escrita
unas horas antes de su arresto el 12 de febrero de 197 4 y publicada
en Le Fígaro de 26 de febrero.
En Archipiélago Gulag reprocha al pueblo ruso que no se haya
sublevado durante los gigantescos arrestos de Leningrado, organiza·
dos por Stalin.
Pero ¿qué
hacer ahora?
La

única resistencia que a Soljenitsin le parece
posible y eficaz
es
la repnlsa a la mentira, lo que él llama los nueve «oo» del hom­
bre libre.
La afirmación de la verdad nos cuesta materialmente muy
poco.
Guesta mucho a los pueblos oprimidos por el comunismo. Sin em­
bargo, el escritor ruso no duda en hacer de ella la única condición
para la resistencia.
«Ttm desesperadamente nos hemos deshumanizado, que
ál frugál comedero de ho·y le consagramos todos los prind·
pioJ

de
nue1tro e1plritu, todos

los
esfuerzos de nuestros ~te­
ptMadrn, todO's Jo,s rectlf'sos destinados a nuestros descendi-en­
tes, con tf# de no perturbar nuestra desdichada existencia. No
nos queda ya firmeza, ni orgullo, ni oordiálidad. Y ni ,iquie­
rea tememos que se produzca un cataclismo universal de ori­
gen e1tómico, o que se declare un"' tercera guerra mundial ...
11L-o
úrrico que nos aterra es que los ciudddano-.r se enfrenten
a la realidad con válentíá! Con tál de no separarse del rebaño,
se eludirá cuálquier paso en sulitdi'io, y el día menus pen,ado
nus queddi'emos
sin pan blanco, sin cálentadores de gas, ,in
el permiso de residencia en Moscú ...
»Y aquí ... radica la clave de nuestra liberación ... : ¡No
estamos dispuestos a dispen,ar nuestra colaboración personal
a la mentirtJ! A11nq11e la mentira c11brtJ todo con su ponzoña,
aunque la mentira reine por doquier, nosotros no daudicdi'e·
189
Fundaci\363n Speiro

.MICHEA CKEUZET
. moÍ. Aseguremos, de todos modos: ¡No. -dominará con mi_
"yuda! ... Porque br,sta que la geute se aparte de la mentira
para que ésta deje

de
existir.»
Li
lista

de
los medios es muy larga: negativa a llevar una ban­
derola mentirosa; a asistir, por fuerza, a una manifestaci6n o mitin,
si ello ámtraria la libre vohmtad no suscribh-se ni comprar revistas
e perMdfros en
los que la información esté amañada falsamente, et­
céter~
(135).
Pudiera creerse que esta valiente· declaración está. escrita para
nosotrós, dado que ya ... , tan clara como la luz del día, aparece la
tontería de creer que la
ambigüedad Ilberal puede oponerse al rigo­
rismo de las consignas comunistas, cuando en
·realida:d es su

mejor
instrumento .
. ,Soljenitsin, un siglo. más tarde, coincide con. el cardenal Pie cuan­
do éste
exclamaba: «se ha ensayado todo. ¿No habrá llegado la hora
de-ensayar la verd,,,J?» (136).
3. Esperanza
El valor de la verdad, la prudencia en la práctica de la tolerancia,
exigen 'lin refuerzo c_ontinuo de· la virtud de· lá esperanza, un-a fuerza
de-_ca~er que

el honibre no
serí~ capaz de encontrár.S01amente en
sí .lllÍSmo. Los .dones del Espíritu Santo le son indispensables. Los
conseguirá mediante· la piedad, la frecuencia de los. sacramentos, la
práctica de

los retiros
y la dulzura de espíritu que lo defenderá contra
la_ ~citud, la exageración; el repliegue ·sobre sí mismo, los ataques
inútiles (137) contra las personas .
. (1'3j) A. SoljeflitSin: Le Pigaro, 26 de febrero de 1974, Ha sido publi­
cado en
_castellariO· en

la
obra ·«Carta a -los dirigentes de la Unión Soviética\>,
Plaza
& Janés, julio 1974.
(136)
· Cfr
.. E.
Catta: La doctrine poiitiq-11e .et socia/e du ·cardinal Pie,
N. E. L., 1959.
(137-), Nosotros, correctamente,. decimos ,«inútiles». Atacar en su persona
y -en Sus; actos a aquel que ejerce -una. función pública puede -r~resentar una
190
Fundaci\363n Speiro

UBERTAD, UBERAUSMOY TOLERANCIA
A la inversa, los· dones del! F.spíritu Santo darán luz, sabiduría
y fuerza para no empeñarse en vías aventuradas, en sueños peligro­
sos y en vergonzosas capitulaciones.
4. Sentido de la acción
-· . '
Este sentido permite apreciar hasta dónde puede ir la tolerancia
y en dónde deberá detenerse, lo que se puede y lo que se debe legí­
timamente

sufrir,
y lo que es inaceptable para fa razón y la fe.
Entonces, el «no» e& pr~dente. Y el «antes morir» sigue siendo
válidO, e incluso obligatorio~ porque tolerar set'ía traicionar.
El

sentido de la acción
dirige también nuestras relaciones

huma­
nas .. Resúita muy

aconsejable no
complacerse en el

trato con liberales
y evitar a veces su compañia:, si de elfa ha de resultar indiferentismo,
tibieza
y pérdida de objetividad.
Es c_ierto
qu.e cuando
se trabaja en un
rnooio profesional
en donde
dominan'
)os liberales

resulta difícil
escapar a
su
contacto.. Entonces
conviene
hacer todo

lo
posible para poo.erles delante

de evidencias
y obligarles a reconocer la verdad por. sus frutÓ·s. Los resultados to­
taJitariosdel lrberalismo pueden servir.'de ilustración.

Por el contra­
rio,
. cwmdo es

posible obrar
de otro modo, no resulta práctico per­
der el tiempo en charlas sin fin con gentes que se pierden en matices
para no ver el color. El continuo escepticismo,
el sentimentalismo,
la

negativa a ver claro, hacen
los coloquios infructuosos.
Resta que no tenemos derecho a encerrarnos en un ghetto con
gentes de buenas ideas, rígidas en su intolerancia. Estas gentes, a cada
instante, desenvainan

la tizona, dichosos en exceso
porr partir
de un
tajo, a un adversario, al que
para siempre

apartarán de la verdad.
Luego, entre la disposición liberal
y la disposición de los tem­
peramentos belicosos., la tarea no es fácil.
forma de caridad social. El personaje escandaloso busca siempre hacerse _pasar
por
un alma grande, y engaña a aquellos cuya con.fianza o cuyos votos bus­
ca. Df:hundar al hipócrita: es una fom:i3: de liichar · contra la mentira cuando
aquél ··sirve la-causa-pública (si no, sería una· mutmriraéiónl y con· la e:Xpresa
condición de que se ·esté seguro de lo que se' dice ·(-si· no, seifa una talurnti.ia-).
191
Fundaci\363n Speiro

MICHBL CREUZET
Sin embargo, la disposición fundamenta:! de aquel que se bate
contra
el liberalismo se encuentra
en el equilibrio, la sabiduría y la
tranquila audacia.
Debe perseguir con interés

descubrir, en
todos,
lo

que aún queda de sentido común,
de gusto

por
la verdad y de
horror
al mal, para, partiendo de ahí, encontrar temas en los que
se esté de acuerdo.
El análisis objetivo de las situaciones permite descubrir puntos
comunes, a partir de loS cuales se establece un compromiso, que nun­
q1 ~rá definitivo, pero que prepara el camino para un reconocimien­
to de verdades parciales, según· sus resultados.
En contra de la ideología liberal, este método permite fragmentar
la dificultad
mediante nna progres1ón, ob¡etiva y continua, que parte
de comprobaciones ->usceptibles de ser admitidas por gentes de
todas las ideologías-
para elevarse a explicaciones verddáeras de lo
que
primeramente se

ha comprobado.
El compromiso no es una. abdicación.
Descansa en bases verdaderas. Supone, para el apóstol de la ver­
dad,
el deber de ir más allá y más arriba de la etapa y de la tole­
rancia de una
situación imperfecta y provisional.
El sentido de la
acción no

es un lujo.
Es una necesidad del rom­
bate por la libertad. Porque es la verdad la que libera. V eritas libe­
Mbit VOS (138).
(138) Evangelio según San Juan, VIII, 31-32. «Decía, pues, Jesús ... ,
"Si vosotros persevetal'.Cis en mi enseñanza, sois verdaderamente discípulos
míos, y conoceréis
la verdad, y la verdad os hará libres.»
192
Fundaci\363n Speiro