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Número 183-184

Serie XIX

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La justicia y el marxismo

LA JUSTICIA Y EL MARXISMO (*)
POR
JUAN V ALLET DB GOYTISOLO
l. La Encíclica Aetemi Patris, de la que acaba de cumplirse
el centenario, recordó el aviso de San Pablo (col. 2,8) de que por la
filo,ofú, 'J la vlltkl falat;ia suelen ser engañadss las mentes de los
fieles cristianos y es corrompida la sinceridad de la fe de los hombres.
Esto,
según

la misma Encíclica, no
aconseja abandonar la filo­
sofía, sino cultivarla adecuadamente para no dejarse engañar por
las falacias. "Al ser natural que el hombre en su acción -leemo5,
núm. 2-tenga por guía a la razón, si en algo falta la inteligencia,
fácilmente peca también en lo mismo la voluntad; y así acon·
tece

que la
perversidad de

las opiniones, cuyo
asiento está en la
inteligencia1 influye en las acciones humanas y las pervierte". Bien
es verdad que, también y hoy quizás más que nunca, en el pseudo
intelectual que

tanto abunda, la voluntad se inclina a lo que
es
apetecido por los instintos o por la imaginación y se antepone a
la ra,:ón, mediatizándola.
En cambio, como prosigue la
Encíclica (núm. 2), "La filosofía,
si

se emplea debídamente por los sabios, puede
en cierto modo
allanar y facilitar el camino a la vedadera fe y preparar convenien·
temenre
los

ánimos de
sus alumnas para recibir la revelación; por
lo cual, con tods razón fue llamada por los antiguos, ora previa
in.rti1udón a
la fe cmtiana, ora preludio y IIIIXÜio del cristMt#SmO,
ora pedagogo del evangelio". Y, al efecto, cita (núm. 6), estie texto
(*)
Comunica,;ión presentada. al Congreso mundial de Filosofía Cristiana
en corunemoraci6n del Centenario de la Endclica
Aeterni Patris, celebrado
en Embalse (Argentina) los días 21-28 de octubre de 1979.
Fundaci\363n Speiro

JUAN V ALLEI DB GOYTISOLO
de Cemente Alejandrico: "L, jil(Js(}j/a grieg11, al tmirse II ella {a
prw h11eer débiles los ,wgument<>s de los sojisttJS contra aquélla, y
rech tado m11ro, cerca y 11tllladár de la mismri' ..
Una nueva sofística se impone hoy en el mundo y ha peneuado
entre los propios cristiacos. Su lrii.ciaci6n es seña.lada también por
la Aetem; Palris (n,ío1-6): "PO!: un gran .empeño de los covadores
del

siglo
XVI, agradó el filosofar sin respeto alguno a la fe, y se
r~ y

se concedió mutuamente
la libenad para excogitar cua­
lesquiera. cosas según .el gusto y el genio de q¡da uno. Por cuyo
motivo,
fue
.. ya fácil que se multiplicaran más de .lo justo géneros
de. filosofla y naciesen sentencias diversas y contrarias entre. si, aun
acerca de
las cosas fundamentales en los conocimientos humanos".
_ 2, A

esta "nueva
sofística" pertenece el comunismo. El 26 de
noviembre de

193
7, en

la
M.Ntalité de París, el entonces Secretario
de!P .
.C francés, Maurice Thorez,.decla:
· t'Sorcos,
en efecto, nosotrOs los

comunistas, discípulos .de
Marx
y Engels, de Lenin . y Stalin: Somos maaistas, leninistas, partida­
rios · conv-encidos del materialismo dialéctico, teoría de .-anguardia
del proletariado revolucionario.
"Somos, por ello, los auténticos herederos y los continuadores
del. pensamiento

revolucionario de las grandes enciclopedistas, a
su
ve•
hijos

espirituales de este
otro filósofo francés, Descartes, a quien
recientemente hemos conmemorado"

.
. Ciertamente, el idealismo cartesiano abrió las puertas al giro
copernicaco de Kant, que sustituye los fundamentos metafísicos por
nuestra voluntad aut6noma y, en lugar de nutrir nuestra mente con
la contemplación del orden de las cosas, pretende ordenarlas con­
forme a las
ideas surgidas

de nuestra mente.
Ese aspecto volunt:atis­
ta lo acenruó Fichte, estimando el Ego, "yo", una voluntad crea­
dora que, por el acuerdo entre los productos de las voluntades in­
dividuales,.
alcanza como

resultado
la Una Eterna Voluntad Infinita
que. creá el
.mundo

en nuestras mentes
y por nuestras mentes; y que,
a su vez, abrir fa las puertas a. la creencia en el · triunfo de la ldea
Fundaci\363n Speiro

LA JUSTICIA·. Y EL MARXISMO
en la Historia, según. Hegel. Triuafo qué tradujo Marx, en versión
materialista, con una visión dialéctica apta para promover y ex­
tender la acción revolucionaria.
La ciencia es situada entonces al servicio de· la pretendida ace­
leración del movimiento de. la historia. No olvidemos que, ya con
Bacon y la escuela de Pavía,· la ciencia se convierte en operativa,
con su método analítico-sintética o que ya Hobbes y Locke aplicaron idealmente a la ordenación P""
lítica.
Rousseau, al inicio de su discurso acerca de la designaldad entre
los hombres, advierte que
ha de comenzarse "por descartar todos
los hechos ya que nada tienen que ver con la cuestión", y que debe
penetrarse en

el tema:- no por las verdades históricas, "sino
única­
mente por razonamientos hipotéticos y condicionales", "parecidos
a los que
hacen todos

los días nuestros físicos acerca de
la for­
mación del mundo". Y,
s'í, d.e Hcdón en ficción, montó su mito
de
la voluntad general;

de un modo paralelo, más tarde,
tam­
bién de hipótesis en hipótesis, Marx trazaría el sentido de la histo­
riac
La diferencia se halla en que el judío alemán intenta moverla,
y, para ello emplea, como los físicos las leyes de la
f!sica, una
praxis
operativa

de
las leyes sociales para tratar de orientar la his­
toria hacia el
mito por

él forjado, asegurando que este movimiento
es inexorable,

y que esa afirmación del sentido de la historia no
es sino una
previsión científica.
Resulta, · en suma, que la voluntad del hombre trata de impo­
nerse al orden de las cosas, y
no sólo
en aquello en que Je
cabe el
pope! de causa segunda,· sino fuera de él, suplantando a la causa
primerac Para ello,
la ciencia es orientada a la función operativa de
una creatividad humana, que
Marx camufla en el denominado sen­
tido de la
historia que,

conforme su teoría, arrastra
y engulle la ma­
teria pensante, hombre, llevándola
dialécticamente por
su camino.
¡Que postura

tan antitética a
la de la filosofía de Santo Tomás
de
Aquino!
La Aetemi Patris (núm. 19), recordó que, con ella, '' ...
aun las mismas ciencias físicas, tan apreciadas
·hoy y tan admirables
por· tantos inventos,· que doquier conquistarían singular estima, pues
de la restauración de la antigua filosofía no han de rectbir daño al-
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Fundaci\363n Speiro

JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
guno, antes bien recibirán gran defensa. Porque, para su fructuoso
ejercicio e
incremento, no

basta
tan solo el examen de los hechos y
la mera observación de la naturaleza, ya que de los hechos se debe
ascender más alto y hay que investigar profundamente para oonocer
la esencia de las cosas oorporeas, para descubrir así las leyes a que
obedecen los

principios de donde proceden su orden
y unidad en
la variedad, y la murua afinidad en la diversidad: investigaciones a
las que

de modo admirable
oomunica gran fuer:m, luz y auxilio la
filosofía esoolástica, con tal de enseñarla ron un sabio método".
1ll método
clásico

se eleva de
la observación de la natutale:m
a la búsqueda

del orden en
ella ínsito, tratando de hallar una guía
para la actuación de los hombres, como causas segundas, a fín de
que ella no lleve al desorden. En cambio, el
método operativo re­
conoce al

hombre
corno el Demiurgo y pone al servicio de su c-o­
gito, alimentado por la voluntad de reali:mr sus sueños, una ciencia
que renuncia a todo conocimiento que no sirva para la construcción
de ese mundo mentalmente ideado, sin preocuparse de las oonse­
cuencias
del
desorden
que así pueda crearse, ni de la reacción pu­
nitiva del orden natural de las rosas, en el cual no aee la llamada
filosofía moderna.
3. El concepto humano de la justicia no es ajeno a esta cues­
tión.
Si. con
Hegel la
razón es
subsumida en la
hisroria, podríamos
decir

que, según
Marx, la historia inemrablemente camina hacia la jus­
ticia, si

no
fuera porque éste, ron Engels, consecuentes en su determi­
nismo

materialista, negaron todo valor ideal a la justicia.
& más,
ambos redha=on enérgicamente la interpretación de que la lucha
por transformar el
orden establecido
se basara en
ra20Ues de
justicia:
"El comunismo no es
para nosotros --escribieron en Die ·
Deutsche Ideok,gie-una situación que debe ser instaurada, no es
un ideal con el
cual deba conformarse la realidad. Llamamos co­
munismo
al movimiento real que aniquila la situación actual. Las
condiciones de este movimiento son engendradas por las premisas
presentes

en
k actualidad".
&ta afirmación, sin embargo, es contradicrorla con la actitud
de sus
autores y con la orientación final de toda la praxis marx Fundaci\363n Speiro

LA fUSTICIA Y EL MARXISMO
El camino histórico que conduce al comunismo, según esta
tesis, es inexorable, pues constituye un "proceso histórico natural".
Pero, siendo
así, surgen enseguida estas preguntas: ¿Porqué recu­
rrir a la violencia y la revolución?; ¿porqué
Marx d_edicó apasiona­
damente toda
su vida a instigar la violencia revolucionaria? La
imagen, expresada por Stammler y recordada por Lamsdorff-Ga­
lagane -,en su libro El concepto de · j,,stioia en el marxism-0 sovié­
tioo actaa/.-, que -refiriéndose a esta invocada actitud impulsora. de
las bases pata la
instauración del · comunismo--compara el pattido
comunista con una

hipotética asociación cooperadora de los eclipses
de luna,
sería una imagen perfecta si los marxistas no tuvieran
otra razón para impulsar tal llegada. Y ésta, aparre de los motivos
del resentimiento y el odio, no puede ser sino una valoración de la
sociedad comunista superior
a la otorgada a la sociedad actual. Esto
hace
pensar que Marx dudaba de su interpretación de la historia y
que,
por ello, realmente pretendía dar alientos e '.impulso a la re­
volución, cuyo triunfo -sea po.r su .resentimiento o, en el me­
jor de los casos, por creer que habría de llevar a un mundo mejor,
por más justo
y venturoso--era fo que verdaderamente quería con­
seguir.
Es cierto --como, en M,wxisme et thoiJ, ha destacado Stoyano­
vitch--que Marx, consecuente con su postura materialista, en nin­
guna parte constructiva de su obra ha empleado, haciéndolos suyos,
los sustantivos "justicia"
y "equidad", ni los adjetivos "justo" y
"equitativo". E, incluso, cuando escribió sobre el derecho, como en
su
Critica al Programa de Gotha, sustituyó deliberadamente "de­
recho justo" y" derecho injusto" por "derecho igual" y " derecho
desigual".

Pero esto último
muestra precísatnente la

ecuación
mar­
xista

entre lo igual
y lo desigual con lo denominado justo e injusto.
Por
otra parte, Marx y Engels señalaron reireradamente que
la
mera de

la revolución proletaria es el logro práctico del impera­
tivo
"de cada cual según sus cap~,, a cada cual según sus
necesidades", criterio que, en Estado y Revol#cMn, Lenín calificó
expresamente como de justicia.
¡ Magnífico ideal de beatitud! • . . si a ese resultado se llegase
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Fundaci\363n Speiro

JUAN VALLBT DE GaYTISOW
por la ;práctica de todas las virtudes, satisfaciendo así, rodas y cada
uno de los hombres, la justicia divina.
¿Pero,

se satisface
ésta si aquél ideal de beatitud es impuesto
coactivamente por la justicia humana?
Por eso, muy justamente, escribió Pío XI en la Encíclica Di1Jmi
Redemf!toris (núm. 8) que el comunismo "comiene tm si """ falsa
i,/,ea de redtmci6n. Un pseudo ideal de justicia, de igualdttd
y de
fraternidatl en el trabajo, i,mpt-egna toda su doctrina y toda su ac­
twúlad de oi6fto fa/,so misticismo que comunica a las masas, hal,,,­
glllias
f_Jo, falaces promesas, un ímpetu y entusiasmo cot#agiosos",
4. ¿Es siquiera huroaoaroeute asequible ese logro del tal pseu·
do ideal de justicia?
Según e,eplica 1a Histoire tlu P.C. (b) de l'URSS -publicada
en _francés por la Oficina de ediciones romunistas---- la fase revo­
lucionaria
del marxismo es
un
lucha

de
contrarios, "entre lo antiguo y lo nuevo, entre lo que
muere y lo que nace, entre lo que se desrompone y lo que se desa­
rrolla", en_
virtud de la cual tal desM>rollo "no se efectúa conforme
al
plan de una evolución armoniosa de los fenómenos, sino en el
plano
de _ la puesta al día de '.las contradicciones inherentes a los
objetos, a los. fenómenos, en el plano de una lt,,;h4 de tendencias
contrarias
.que actúan sobre la base de contradicciones" .
. El desenlace final deberla _ constituirlo la soñada sociedad igua­
litaria.
_Es sabido que Marx y Et!gels -en su Critica del Programa de
Goth,,_ señalaron dos fases en 1a instauración del socialismo. 0u:
rante la primera: el Estado 59Cialista, asumiendo la dictadura_ del
proletariado,
será . también no

Estado
que oprimká, porque Io propio
de

no Estado es
precisamente la -opresión; y el derecho socialista será
igualmente ~ derecho de desigualdad, porq~ -• juicio· de Marx
y Engels---- _ lo propio del de:i;ec'bo es precisaroen~e 1a desigualdad. El
tránsito de esa primera fase i fa segunda, es -decir, al 1in df la_ oprei­
sión y de la desigualdad ,~nómica, 'será déterminado por el mo:
mento en que la producción de bienes de cons'u.tito habrá alcamado
el nivel de

ia
-abundancia. En

esta
· segunda fise ya' no será necesario
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Fundaci\363n Speiro

LA JUSTICIA Y EL MARXlSMO
mantener el Estado opresor, ni el dérecho desigual. Entóru:es ya no
habrá
clase proletaria, ni división del trabájo, ni insuficiencia de pro­
ducción económica: el
Estado y el dérecho no setán sino un recuer­
do,

categorías sociales de un
pasado concluido pata siempre.
Es también

verdad que Lenin
-en Estado 'Y Revoluciót1-ha es­
crito: "Ignoramos y no pudemos conocer con que rapidez ese desa­
rrollo

va a
progresa,, con

que rapidez se llegará
a la

supresión
ile
la división del trabajo, a la supresión de la oposición entre el traba­
jo intelectual y el trabajo físico .•. ".
Han 11ranscurrido más

de sesenta años desde la instauración del
régimen soviético

en Rusia
y lo cierto es que el Estado se ha ref0f'­
Z4do y se ha producido el denominado, según expresión de Alcxiev,
"acrecentamiento
del derecho".
Naturalmente del
derecho
positivo,
de

normas positivas impuestas por
un Estado ----dominado. por la
dictadura del partido- que detenta su gobierno. Es :firuto de la ,,,_
pereslrtlctura que domina la infraes1rt1ctur<1.
Ello se explica, según el antiguo trottkista Mue Paillet -en su
libro Marx oontre Marx. ÚJ societé technoburooratiqu•-, por una
inevitable
consecuencia de

lo
"inconfortab!e" que

resulta el
dominio
por lá función, (y no por la titularidad de las cooas); por lo cual, la
tecnoburocracia, para conservar su posición privilegiada, necesita
dominar todo el
aparato y cada una de sus ruedas: las organi2aciones
sindicales, la prensa, la cultura, el arte, la religión. Y así -como
explica detalladamente-la sociedad resulta hi,perrepre,wa.
5. Pero existe algo más hondo que lleva inevitablem_ente a ese
resultado, no s6lo en el marxismo sino en todos los. sistemas polí­
ticos inspirados
en las filosofías historicistas que transforman ·· el
derecho humano de un lege,e -que era-del orden de las cosas, a
un /acere operativo de unas nuevas estructuras con las cuales deberán
alcanzarse la liberación de lá, viej,u atad.ur,u, la homogene,zación
y la 1uperaci6n del e1tado de nece,klad.
Ello implica que el derecho -- sea

despojado de su
netltra/.úlad, necesaria · para determinar lo justo,
y se convierta en operacional, causa eficiente de la obtención de. los
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Fundaci\363n Speiro

JUAN V AlLET DE GOYTISOLO
resultados propuestos --según confesión de Marcuse en I} homme
tmidimensionel,c-, y de ese modo:
-Ya oo se trata de que las leyes sean síntesis de las experien­
cias jurídicas, ni juicios racionales adecuados para formular solu­
ciones
juscas que resuelvan las situaciones concrecas presentadas den·
tro
de
su contexto. Son consideradas como medios operacionales para
producir un resultado sociológico, para conducir a un pretendido
mundo feliz,
y que, en su desarrollo, también sirvan para illHÍOtl al pueblo y, para movilizarlo en la ditección pretendida.
-Y se alteran, consecuentemente, los ronceptos de libmad­
que de señorío responsaJ,Je pasa a set la posibilidad de disponer de
más bienes materiales culturales
y recreativos suministrados por el
Estado-y de bien comiJn, que deja de ser la armonía de los inte­
reses
particulares para

su desarrollo equilibrado, y tiende a
conver­
tirse

en un interés colectivo, monopolizado
por el Estado que se
transforma en dispensador de toda clase de bienes, si bien esta
función la
asumen de hecho quienes tienen las riendas del poder
político o los grupos de los que ellos son testaferros.
Lo cierto es que, como en mayor o menor grado sucede en todos
los regímenes

de ese tipo, en
ios derechos positivos de
los
países
socialistaS se producen los siguientes fenómenos:
-La prosecución de una macro-jtmicia ideológica, que preten­
de

ser
una jmticia estrllet#ral; con menosprecio de la justicia con­
crera en las situaciones individuales.
-Un · panj#ridism.o nrwmativo que origina la p111Weglam"'111>­
ción de todas las actividades de la vida, ·hasta sus mínimos detalles,
que
ahoga toda espontaneidad y cualquier autorregulaóón social,
anquilosando
o suprimiendo
ios organismos naturales y aSociativos
y

llenando la sociedad de
toda clase de aparatos ormpédkos para que
funcione mecánicamente, manejada por la
tecooburocracia estatal.
Así, a medida que los individuos se desalien,m de sus vínculos natu­
raÍes y se umfofmizan, se convierten en unos tldminiskados y ásegtt­
rddos
sociales en quienes, eli aras de uti sentido meramente cuanti­
tatwo de la justicia., se trata de ahogar la sensibilidad de lo cudÜ­
tatwo que es la base del sentimiento que allmenta rotidianamente
la virtud de la justicia.
308
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LA JUSTICIA Y EL MAR.l({SMO.
-En consecurocia, se llega -inevitablemente-al 11'11»10flOlw
estalat de ese derecho, estructural y operativo, que sacrifica y menos­
precia
totalmente la justicia concreta.
No es de extrañar que, con
jU9teza, haya
podido decirse que,
al
deseado reino de la libertad, le sigue sustiruyendo, en la pra:ds, el
reino implacable

de
la n.ecesidad que, dcl modo más coercitivo, im­
pone el materialismo histórico.
6. Hemos calificado anres de "magnifico ideal de beatitud" la
realización, por la práctica de todas las virrudes, del ideal expresado
por
Marx y Engels "de cada cual según sus capacidades, " cadt< uno
según sus necesútades".
Peto ¿como se ha aplicado y se apliéa en la
URSS,
y en los demás países marxistas?
Lamsdorff-Galagane -que en
la segunda patte de su citado libro
se ha ocupado de esta cuestión- explica que, antes
de la última gue­
rra mundial, el jurista soviético Yudin reconocía que el socialismo
también había heredado cierta desigualdad en la posición material
de los hombres.
Pero Stalin, en su Informe al XVII
O>ngreso del P. C. (b), zanjó
la

cuestión explicando lo que
la igualdad significaba: a) que los
capitalistas hayan sido derribados
y expropiados, y los trabajadores
liberados

de la explotación;
b) la supresión de la propiedad privada
de
los medios de producción; e) en '.la socieddd socidU,ta, la obliga­
ción de todos de trabajar según sus capacidades
y el derecho igual a
la reruuneración según el trabajo; y d) en la sociedad co.,,,,,,.;m,,
frente a igual obligación de trabajar según sus capacidades, un dere­
cho igual a la remuneración _según sus necesidades.
P0t otra parte, resulta un hecho palp~ble que la disposición de
las

plusvalías producidas por
el trabajo -que según el marxismo
la
burguesía expropiaba a

los
trabajadores a
quienes explotaba-,
no
ha sido recuperada por éstos en Rusia. Como ha escrito Marc
Paillet, "la plusvalía real en URSS, no puede aparecer o no es con­
tabilizada sino en
el escalón central" ... "Ese Estado que contabiliza
1" plusvalía y la reparte conforme a:! plan, no es en modo alguno
abstracto,
se compone

de personas indudablemente vivas", los
diri­
gentes, que "acruan como una colectividad de poseedores respecto de
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JUAN VALLET DE GOYTISOLO
los trabajadotes ob una
gigantesca sociedad pór accion.es cuyos títulos, de modo variable,
estarían

distribuidos entre los
burooratás".
De ese modo,

en
URSS, "la sociedad lleCllOburoct:ítica tiene

como
motor' ün sistema original de extorsión de la plusvalía,

que
viene a
producir la devación de la exploración capitalista al nivel nacional"
y "aón hoy al internacional".
La "sociedad sin clases", resulta así una profecía fallida, con
un
agrávante, subrayado por

Lamsdorff-Galagane: "Transferir al Es­
tado
la propiedad 4 la· administración-de los medios de produc­
ción
equivale a

ponerlos en manos
de· la burocracia, a la cual se trans­
feriría, endma de' su poder político como órgano del Estado, el poder
económico
derivado. de
la
gran riqueza que

pasa por sus manos".
Como ha observado Djlllas, la ciase dirigente, "la ..,,,,.,,,,. clase", al
poseer de ft>eto todos los iitributos de la propiedad, en ausencia de
verdadero propietario

jurídico, se
conví,erte en
el verdadero
deten­
tador
de

rodo
el aparato econ.,;,,ico. · Incluso, ha insinuado Marc
Pailler

que tal vez sea así
por que la dialéctica de clases jam:ís pro­
duce
el triunfo de
una de ellas, sino de una "tercera clase", áhora
de
la tecnoburocracia.
Por lo demás, ¿cuáles son. las capacidades de cada. uno? y ¿cuá­
les las
necesidades que

deben ser satisfechas? Especialmente, ¿quién
debe
determinarlas?., ¿quién juzga la justicia

de esa determinación?
El
llstado socialista

lo,
ha asumido, lo cual implica . un poder social
inmenso
y
centralizado en manos de
los gobernantes
y de la buro-­
cracia.Y si los propietarios no
escapan al

egoísmo, ¿por qué esca­
par:ín de. él

los gobernantes y los burócratas, dorados de un poder
mayor
y no

contrarrestado,
.a:l abarcar en

sus manos todo lo econó­
mico y lo político?
7.
lo expuesto impone· un repaso del concepto de justicia,
para que

ayude a
iluminar los
fallos de la que, segón algunos, cons­
tituye su ~ncepción ~sta.
En primer lugar, es de advertir que. el bien social no depende
solamente del · orden rigurosamente jurídico,

sino de la práctica de
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Fundaci\363n Speiro

LA. JUSTICIA Y EL MARXISMO.
todas las virtudes morales. ~ta leer la Tu,..l.lae de la Suma Teoló,
gica
del

Aquinatense para
p;,,catarse . de

ello.
Hoy, sin embargo, la panacea de todos los males se sitúa en un
pretendido cambio de estructuras y ·, veces simplemente en la des­
ttueción
de las existentes. Se estima, ya sea ingenuamente o bien
bajo una pasión de odio, que una
vez destruidas
éstas, flotecetán
el orden
y la. felicidad, casi espontáneamente.
Existe, sin duda, un. problema de estructuras, co1;110 existe siempre
el problema de las relaciones entre los hombtes. La vieja distinción
de
las cuatro causas, tan olvidada,. paede ayudarnos a comprendetlo.
En una visión globa:l, paede decirse que, para la realización m:ls
genetal
de

la justicia: la
natw;aleza es

la
cama~, pero no iner­
te,

sino dinámica
y viva; la conducta del hombre, la causa eflcümte;
las esttUcturas y su funcionamiento, la """"' fll1'1l14l, y, el bien común,
la causa final que confluye con el orden de la aeación.
De ahí, que

lo
primen> que Iba de plantearse para centrar - el
problema de las
estructuras consiste

en determinar como deben ser.
-Ya sea flexibles, basadas en el prindpir, de subsúUariedad, por
el cual lo que el individuo por sí solo no alcanza, lo intenta lograr
en comunidad, a través de los distinros cuerpos sociales, del menos
atllplio a

los más
extensos y complejos, hasta alcanzar los corona­
mientos del Estado e, incluso en cierto modo, el de la comunidad
intetnacional Siempre, sin
qn.e la

comunidad
superior ahogue la
justa libertad de los inferiores, sino que la estimule, complete y
armonice. Así lo percibimos en el primer capítulo de De regi,,rwne
Prindpum de Santo Tom:ls de Aquino y .en el a. 4, q. 57 de la IIa-­
liae de su S. T h.
-O bien, rígidas, centralizadas, esttUcturadas por el Estado, to­
talitario en cuanto a·barca la totalidad de las relaciones de la vida
(políticas, culturales, económicas), redistribuyendo todos
los bienes
de la naci6n: rentas, seguridad, cultura, ocio, etc.; y, por ronsi­
guiente, configurándolas e imponiéndolas imperativamente a dicho
fin.
El
primer concepro de estructuras parte

del
hombre y de que
éste
para su propio bien y el de la sociedad, debe formarse y refor.
marse
continuamente para set mejor. Ha de educarse y cultivar sus
31l
Fundaci\363n Speiro

JUAN V ALI.ET DE GOYTISOW
vi1'tudes para que el mundo funcione, y éslie será ta.o.to mejor cuan­
to mejores sean los homb que obedecen.
Tal ha sido el punto de vista secular de la Iglesia
Católica.
El segundo, y hoy predominante, concepto de las estructuras pre­
tende que el hombre depende de éstas. El hombre es origúwia­
mente

bueno
y aquéllas son actualmente malas. Por ello deben cam­
biarse.
No
hay pecado órigínal, ni casi pecado personal, sino pecado
sociaL
Sin embargo, si la justicia es ante todo una virtud, debe comen­
""' por ser ejercitada por cada uno y debe sentirse en el interior
de cada
cud Es un· deber de todo ser libre que, cotidianamente, ne­
cesita tomar decisiones respecto del prqjiJno. Como

ha
escrito Ber­
traod de Jouvenel: "Creer que la autoridad justa es la que instaura
un orden justo en todos los puntos es el camino de las locuras más
peligrosas; la autoridad es justa cuando da ejemplo de justicia en
todas sus actuaciones, lo que
ya es bien clifíci.l. Las ilusiones que se
sustentan desembocan, lógicamente, en
el absurdo de una sociedad
donde
todo será jusro · sin que nadie renga que serlo".
8. En segundo lugar, es preciso disipar el engaño de que jus­
ticia
e igualdad significan conceptos equivalentes.
Se viene repitiendo, por lo menos desde
los tiempos de Aris­
tóteles -Etica V-I
y VII-, que tratándose de la jt,,lieia conmu­
tativa, su pauta la constituye la igualdad, arilmé/!ic,,, es decir, la
igualdad
cuantitativa; y,
respecto de la jt,,lida distribllliva, que la
determina la
igualdad geométrica, es decir, la ,gflllklad de forma
con propo,cwr,d,;dad, en la medida.
Santo Tomás así lo ,expliÓl en S. Th. U...Uae., q 61, a. 2, donde
antes, a. 1, precisa:
~La primera se refiere a !ás relaciones de persona a persona, de
parte a parte, dimanantes de sus vínculos recíprocos. Más cJara,
mente, de los contratos y de aquellos actos, que, por causar daño,
deben _dar lugar· a una reparación. Esto explica que su pauta sea la
igualdad: tanto

debo
pagar cuanto

vale
la cosa; tanto debo indern­
ni:i:at cuanto

daño
!te hecho.
312
Fundaci\363n Speiro

LA /US'IICIA Y EL MARXISMO
--.:....La segunda, es decir, Ja distributiva, se refiere al reparro equi­
tativo,
en
el . ámbito de que se trate, del todo. con respecto de las
partes, o sea, de lo que es común, bien sean beneficios o cargas,
Por "50, se señala la pauta de la p,opor~, ya sea de los
méritos, las fuerzas o posibilidades, d~ las necesidades, etc.
Aquí, precisamente, tocamos uno de los puntos en los cuales
nos invade
la confusión. Es muy general la creencia de que la
justica conmutativa y la justicia distributiva agotan prácticamente
el contenido de lo justo o que, todo lo
más, éste se complementa
con
la llamada justicia p,olectwa, referida a la relación de quien
manda con sus subordinados y concretada a dat la justa medida
del poder

y,
pot ende, a su delimitación y supervisión.
Bajo esta perspectiva se tiende miméticamente a extender enor­
memente la justicia distributiva, hasta hacerla abarcar todo cuanto
no sea justicia conmutativa o justicia protectiva; e, incluso, insensi­
blemente, se tiende a reducit el campo de éstas que va siendo in­
vadido por aquélla.
De ese modo, se va
prefigurando en
las mentes
la idea de que
la justicia distributiva exige la distribución de todos los bienes de
la tierra y que ésta, como la realizaci6n del derecho, es de la compe­
tencia del.

Estado
y, tal ve,, roañaoa, del super"Estado mundial.
Este
punto de
vista, comp0tta
muy graves y
peligrosas conse­
cuencias. Como son:
-la creencia gratuita de que una mente centralizada en el
equipo dirigente puede dominar toda

esta obra de distribución, y
de redistribución cuando proceda, realizándola con justicia
crecien­
te

y sin
pMCialidad ni
ego!smo
alguno;
-la confusión del poder económico y el poder político en unas
solas manos, que quedan dotadas de un
poder inmenso,
y
que sus
d-et-entadores, para mantenerse, ttararán -de dominar así -como tam­
bién los ámbitos de lo coltural; de la información;
-la asfixia de toda iniciativa y actividad creadora, individual
o
de pequeños
grupos, decadencia· que, inevitablemente, ptoducitá la
esclerosis
social
y el agntamiento de las fuentes de riqueza, tal COtllO
la historia nos enseña que ha oeutrido en tantos declinares catas­
tróficos
(v.
gr., en Mesopotamia, Egiptn, Roma).
313
Fundaci\363n Speiro

JUAN V ALLET DE GOYTISOW
Ello debe hacetnos pensar que sufrimos un error de enfoque
en la
extensión antes referida.

Y lo hay, evidentemente, con la
par­
ticularidad de que· va unido a un olvido de aigo que era perfectamen­
te conocido por la
más vieja

sabidutía:
el conce,pto de la ju,#cia
general
o legal.
La distinción, entre un concepto general y otro particular de la
justicia,

aparece ya
en el Libro

de
la sabidutía ~.7-. En él Salo­
món contempla aquella como una
"gran sabidutía" que

"enseña
la templanza, la prudencia, la justicia

y
la fortaleza". Es

decir, dirige
las cuatro virtudes cardinales; que, en la imagen del catto griego,
expresada

por
Platón, están
representadas
por iós cuatro caballos de
los que el autiga tiene de las bridas. Es de su o,:monía que resulta
la
justicia general, definida

por Aristóteles como
virtud general,
di­
rigida al bien
común, que

encietta y
comprende todas las virtudes,
y es la mi\s perfecta como suma de todas ellas, entre las cuales se
induye la justicia
romo virtud particular.
Esta

distinción fue
'luminósarnente explicada por

Santo
Tomás
de

Aquino
-'-S. Th, IIa-IIae, q. 61, a. 1, resp. y IJ/l. 4--, quien pre­
cisó que a la justicia general corresponde ordenar lo particular al
bien comtÍfl, "ordinar, ea quae sunt p,rwatorum personarum in bu­
num c'ommariti", 'mieritras que es misión de la j~sticia particular
distributiva ordenar inversamente lo común entré los particulares.
Y nuestro compatriota Francisco de Vitoria --De lus#cú,, q. XXI,
a. I, núm. 2-"-'-lo sintetizó diciendo que la justicia general compara
tok lár' partes del todo al todo, "to#us ( alüas partes) ad totwn":
la conmutattlva "f_Jaf'S ad partem", ·o sea· "unus ad, uffllPm", y 1a· dis­
tributiva "totwn ad partes". · ·
Centtáda así b. justicia general, como -síntesis de todas las vir­
tudes, en la ordenación de lo singular a lo general, su pauta ya no
es
la igualdad aritmética, ni la geométrica o proporcionalidad, sino
el bien común (Santo Tomás, S. Th. IIa-IIae, qq. 58, 90, 92), que,
por otra parte, no es cuantificable ni , distribuible, sino cualitativo
que se difunde
y comunica a todos (S. Th., IIa-Ilae. q. 47, "· 10,
ad. 2; q. 58, a. 5, resp. y "· 9, ad. 2), como ha ,explic,;do Fray San­
tiago
Ramfoe2:' O.

P., en su
· estudio Dm:trffltl poUtu:a de Sllnto
Tomás.
314
Fundaci\363n Speiro

LA fUSTICIA Y EL MARXISMO
Y, de ese modo, se requiere que el roncepto del Estado sea sub­
sumido en la

clásica concepción
del príncipe, que de él hace un
árbitro de los intereses particulares;
y no, como en la actual for­
mulación
totalitaria, el
detentador del

monopolio de todo lo
coa­
siderado

común, en el que se tiende a.
fundir todo lo particular en
un

inmenso
interés colectivo

que lo absorbe,
y del. cual el propio
Estado se constituye en distribuidor.
Pero solo aparenteruente deten­
ta esta función, porque el grupo que domine sus riendas será, efec­
tivamente, quien monopolizará este. inmenso poder, que· ·con esa
concepción totalitaria se acumula en muy -pocas personas, .normal­
mente no exentas de las pasiones por el poder y· la riqueza. Y, con
ello, poco a poco, pero inevitablemente, se -secará -toda iniciativa y
esfuerzo individual, y también el comunitario de los cuerpos socia­
les menores.
9. La inadecuación entre jusnaa general e igualdad impone
también el rechazo de la posición historicista de ciert clero, que, basándose en algunas transposiciones de textos evangé­
licos, referidos

a
la justicia divina y a la caridad, pero que ellos
aplican a la justicia
lunllilna, sostienen la exigencia social . de· la
llamada opción por los pobres, evidente en el orden de la catidad,
pero que pretenden se imponga en el orden de la justicia humana.
Opción ya rechazada en
el Levítico 19, 15: "No cometerás injusti­
cia en- juicio, ni favorecerás· al pobre, -ni· honrarás al poderoso; con
justicia has de juzgar a tu prójinlo", advirtiendo así las dos tenta­
ciones principales de quienes juzgan: las de favorecer indebida­
mente
al pobre y de alargar al poderoso. Y rechazada, también, por
San Agustín, repetidamente
(QU 32, b, 12-13; De Civ. Dei 19,4,4) ..
La nueva posrura, basada en un pseudo evangelismo y en un
trastrueque de virtudes, teologal de la: caridad y cardinal de la: justi­
cia, resulta paralela de la más reciente actitud neomarxista ante Ja
aplicación del derecho positivo, aún cuando se trate de un parale­
lismo totalmente inconciliable en sus ·fundamentos._
Esa nueva posición de · varios autores marxistas, más o menos
ortodoxos, trata de proyectar y realiza.r una .interpretación y una prác-
315
Fundaci\363n Speiro

JUAN V AUET DE GOYTISOLO
tica jurídicas contrarias a la interpretación y a la práctica dominan­
tes, de modo
tal que con ella, sin romper 1a legalidad establecida,
se favorezcan

en
el ámbito jurídico, especialmente en el judicial,
los

intereses o
determinadas prácticas sociales favorables

a
quienes
ellos estiman sometidos a

relaciones
sociales de

dominación.
Es una posición que excluye todo moralismo jurídico, rechaza­
do como burgués por el marxismo; y que, de acuerdo con el carácrer
dialéctico de

éste, pretende
-,como críticamente =plica Enrique
Zuleta
Puceiro-que

el Estado, el
derecho y la ciencia jurídica im­
perantes asuman de lleno
sus contradicciones
esenciales y, en el
caso de
la ciencia, estallen dialécticllllllente en su entramado ló­
gico

sus axiomas
y teorías de base.
Se .trata de la posición autodenominada del
uso a/,terna1wo tlel
derecho, que no es sino un extremado polüicismo jurídico. El de­
recho

en considerado por esta
corriente, tal como Marx y Engels lo
habían
juzgado, un

instrumento de
1a clase dominante, utilizados
para proteger

determinadas relaciones de producción. Y, frente a
ello, se propone que en
los paÍ9eS calificados romo capitalistas se
efecrue un mo diferente del mismo derecho, capaz de dinarnir.at
las contradicciones ya existentes en el sistema para acelerar tam­
bién de ese modo,
él tránsito hacia

la superación del orden burgués.
Negada
la objetividad y la neutralidad del dereclio, de los ju­
ristas intérpretes del mismo y de Jos jueces, se trata de que aquél
sea
utilizado por

éstos del modo dialéctico preconizado
pata favo­
recer

la transformación
pretendida. "No se

trata
-
Barce­
llona- de hacer la revolución con el derecho, sino de reconducir
la interpretación jurídica progresista directamente al desarrollo de
las contradicciones sociales,
postulando la
necesidad y legitimidad
de una
pr Así es rechazada toda objetividad e imparcialidad al derecho,
a su interpretación
y al intérprete mismo, con lo cual resulta ne­
gado
aquél lo mismo que la racionalidad de su práctica. Pero no se
trata de
superai ese

partidismo, sino de sustituirlo por otro, con
un
rompromiso militante

a favor de
la opción política y social
asumida
y · para ayudar a destruir la vigente, haciendo estallar las
contradicciones del sistema, pata conseguir la transformación ra-
316
Fundaci\363n Speiro

LA JUSTICIA Y EL MARXISMO
dical de las estructuras sociales de acuerdo con 1a propia optica sub­
jetiva. Así se

pretende aplicar una
jr,sticio de clase, que en cuanto
tal --advierte Zuleta- es una ¡,,s,;c;,, de parte. Subyace en ese
neopoliticismo jurídico -como nota este mismo autor- un evi­
dente nihilismo, irresponsable... cuando sus propugnadores no están
comprometidos con la revolución a la que ayudan a dar paso.
10. El breve análisis que hemos esbozado nos muestra, con
evidencia, la indudable
actualidad de
la
E. Aelemi Pll/1is, Las "fal­
sas filosofías" repletas de "vanas falacias" desorientan incluso a
muchos fieles cristianos, corrompiendo su sincera fe.
E, inversa­
menre,
la falta

ele la luz de la fe, oscurece la
razón esclarecida de
tantos
filósofos que
pierden de

vista
11a verdad de los seres y de las
cosas y se extravian en los laberintos del error, descarrio que está
ocasionando los
m,yores y
más espantosos desastres
sociales que
sufre

el mundo contemporaneo.
El
remedio fue mostrado por 4a misma Encíclica. Merece la
pena
releerla, meditatla
y repensarla, a la vista de lo que hoy se oye,
se lee y se
contempla. Conforme ella

nos aconseja, procuremos se­
guir humildemente, en la medida de nuestras posibilidades, el ejem­
plo de Santo Tomás de
Aqnino.
317
Fundaci\363n Speiro