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Número 183-184

Serie XIX

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«El discurso sobre la desigualdad» y «El contrato social» de J. J. Rousseau

Y JULES LEMAITRE
Con esta mtroduccror,, que hemr>s creklo, 4#1, _, a reproducir
en castellano-,· dado JIJ extrordinario y acJualísimo interés entre ·nos­
otros, los comentarios que fules Lemaitre Jedicd a Le Discours sur
J'inégalité (pri,me,-a fiarle Je su c.,,.,ta conferencia, págs. 105-124)
'Y a Le Contrat social ( pri,me,-<1 f1<1rte Je .ff1 "ª""" crmfereneia, p,ígi­
,.._, 249-274). Vale la pena leerlos 'Y medilarlo, ...
cEL DISCURSO SOBRE LA DESIGUALDAD».
La pregunta de la Academia de Dijon era ésta:
¿Cuál es el origen de
la desigualdad entre los hombres?
¿ Está autorizada por la ley natural?
La respuesta de Rousseau, en :lo que se r,efiere directamente a
la interrogante de la Academia, es ésta: l.º 'lll origen de la des­
igualdad es la
propiedad, establecida y mantenida por la vida so­
cial; 2.0 La desigualdad es reprobada por la ley natural, porque 1os
hombres,
en estado de
nat,¡raleza, son

iguales, aislados y
· buenos:
Es la sociedad quien los ha corrompido.
Pero el ""Discurso" de Rousseau

se
tituló, simplemente: Di-scu,-so
,obre
el origen 'Y los fundamento, de la Jesigz,a/Jad ~e Jr,s hom­
bres. Este titulo mismo indica que no responde metóJ.icamente a las
dos
cuestiones de .la Academia de Dijon. No responde por definicio­
nes ni por razonamientos, sino por afirmaciones, descripciones y cua­
dtos. Responde .haciendo, a su manera, la 'hisroria de la humanidad
desde las
primeras edades,
un
poco como Lucrecio, en el libro
quinto

de su
poema, o como Buffon, en la ""Séptima época de la
naturaleza", aunque con
más desarrollo y con otro espf:ritu. Su
"Discucso" es, en suma, un poema, la novela de la humanidad ino­
cente,

después
pervertida.
Comencemos,

dice Rousseau,
poc descartar todo, los hechos (¡qué
tranquilizador es esto!), porque no
atañen en absoluro a la cues­
tión. No es necesdirio tomat' las investigaciones que se pueden hacer
sobre esre terna por 11e,J,,de, hislfiricos (esro 'SÍ que es bueno),
sino solamente por razonamientos hipotéticos y condicionales, más
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Fundaci\363n Speiro

JEAN JACQUES Ji_OUSSEAU
adecuados pata aclarar la .naturaleza de las cosas que para mosttár
su verdadero origen y s~jantes · a los que hacen todos los días
nuesttos físicos
sobre

la formación del
muru:lp.
Henos ya prevenidos. Cuenta lo qµe supone y, se puede decir
muy bien, lo que sueñi Yo diría: "'l.eamos su Dis&Mso como una
novela". Continúa;
""Oh
hombre,
he aquí
tu historia, tal como yo he ere/do leerla,
no en
los libros

de
tus semejantes, que son embustetos, sino en la
ru,tura/,eza, que j~ miente."
Esto es admirable, peto ¿qué es la naturaleza? Puedo deciros
desde aJ10ta que no creo que Juan
Jacobc> haya dado . en Fte al­
guna una definición _precisaJ científica, de esta palabra misteriosa
de qué tan frenéticamente ha hecho uso.
Prosigue:
· "Ha.y · una

edad
en la

cual el hombre individual
quecría dete­
necse: Tu buscarás la edad en que desearías que tu especie se hu­
bieta detenido."
Busquémosla,
por lo tanto. Rousseau entta entonces en su
"primeta parte": la historia de la humanidad ptimitiva hasta el
establecimiento de
la propiedad.
"Considetando
--dice---al hombre tal como ha debido salir
de las manos de :la Naturaleza ... , veo un animal menos fuerte que
unos, menos ágil
<¡ue ottos, peto, en suma, organi>:ado de manera
más ventajosa que todos. Lo veo ~met hasta saciarse bajo un ro­
ble, beber a satisfaa:.ión en el primer arroyo y encontrando su cama
al pie mismo del mismo árbc>l que le ha proporcionado su comida;
y ved así sus necesidades satisfechas."
Nos lo
nÍ.uestta después:
"Imitando

la
industria de los animales ... , elevándose (la pala-
bra está allí) hasta el instinto de las bestias ... , reuniendo en él los
instintos

propios de cada especie animal •.. ,
alimentándose, igualmen­
te,

de la mayor parte de los
divecsos alimentos que

los ottos animales
comparten entre sí y encontrando, por consecuencia, su subsisten­
cia más fácilmenie de lo que puede encontrarla cualquier otro."
Estos ptimecos hombres son, necesaria y heteditariamente, ro­
bustos. Desde
este punto ya no pueden sino degenetar:
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«EL DISCURSO SOBRE LA DESIGUALDAD» DE J. J. ROIJSSEAU
•· El cuerpo del hombre salvaje, por ser el único instrumento que
conoce, Jo emplea
pata usos
diversos,
para los cuales, por defecto
de

ejercicio, los nuestros son
incapaces. Y es m,eJ'tra industria la
que nos fl1'W" de la fuerza y la agilidad que la necesidad obliga a
adq,,.,.;,-. Si hubiera tenido un 'had,a, ¿rompería su puño ramas tan
fuertes? Si hubiera dispuesto de una honda, ¿hubiera lanzado su
mano una piedta con tanto
esfuerw? Si hubiera tenido
una
escale­
ra, ¿tteparía tan

ligeramente sobre
un árbol? Si hubiera tenido

un
caballo,
¿correría con

tanta celeridad?"
Por consiguiente
{y no fuerw' el peosamiento de Rousseau, li­
mitándome a sacar las consecuenc;ias más pr6ximas), el hacha, la
honda, la escalera y la doma del caballo, son otros tantos inventos
totalmente lamentables. El
!hombre natural no

puede
hacer progre­
so
alguno sin venir a menos.
Le gustaba
a Rousseau afirmar que el hombre, en estado sal­
vaje, no .tiene, por así decirlo, ni enfermedades ni achaques y que
la muerte casi siempre le llegaba por vejez l(Luaecio no es de esta
opinión y dijo que los primeros hombres no morían mucho más
que los
civilizados, non nimio plus, por consiguiente morían por lo
menos tanto).
Juan

Jacobo prosigue:
"La mayor -pa·rte de nuestros males son nuestra propia obra, y
habrl.amos evitado casi todos conservando el modo sencillo de vi­
vir, uniforme
y solitario, que nos estaba prescrito por la natura­
leza."
"Solitario". pues nos explica, por otto lado, que el hombre de
la
naturaleza no
se vincula a una
hembra y que, cuando sus peque­
ños

pueden enconttar por sí mismos su alimento, los deja marchar
por su la.do. Rousseau insiste y reitera:
"Si la naruralezt nos destinó a ser sanos, m.e atrevo casi a ase­
gutar que el estado de reflexi6n es un e,tado contra natura y que el
hombre que medita es un animal dep,@ado."
He aquí una frase con la que debió deleitarse al escribirla,
para molestar a los filósofos
y pata asombrar a las damas hermo­
sas. Pero esta
frase, por otro lado, no es más que una impertinen­
da y no tiene gran sentido si, por una parte, no "resulta que la re-
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/ULBS LEMAlTRB
flexión, y lo que . de ella se deriva, impida necesariamente al hom­
bre goza, de

su
salud; y, si, .. pot oti;a parte, el hombre DO puede pri­
varse de
reflexionar, como

de
comer y beber, y si ejercitar su es­
píritu
aparentemente Je es tan natural como el ~jercicio de sus
miembros.
Pero Juan Jacobo está lanzado: Avanza y avanza. Afir­
ma que toda inv=ión es, por lo menos, inútil:
"Es claro que el primero que se bim vestidos o alojamiento se
dio
con

ellos. cosas
poco neoesarias, puesto que se había pasado
hasta entonces sin ellas y no se ve por qué DO hubiera podido so­
portar, ya maduro, un género de vida que soportaba desde su in­
fancia."·
Por consiguiente, la inmovilidad intelectua1 sería el bien su­
premo. Ronsseau reconoce

que hay
uoa cualidad
que distingue al
hombre del
animal: la facultad de perfeccionarse. Pero, s.i ella dü­
tingue el hombre del animal, es por que es "natural" al hombre,
pues

es
conforme a

la
"naturaleza", por lo tanto respetable. Juan
Jacobo

no se formula esta
objección y prosigue intrépidamente:
"Sería triste para nosotros
vernos forzados
a
convenir que estt,
facultad dütintiva 'Y
&l>.IÍ. ilhn-itada es la Jueme de todas lar desgra­
ciar del hrm,,bre; que ella lo arranca, a fuerza de tiempo,. de esta
condición originaria, en la
cual pasaba días tranquilos e inocentes."
(¿Qué sabe

él?). Pero esto no es
todo, no ha agotado todavía
su fácil paradoja
. y se pregunta cómo el hombre ha podido pro-
. gresar tanto.

Responde: Por la palabta, ¿pero cómo el hombre ha
inventado la
palabra? No

se sabe.
Es casi imposible darse cuenta.
Rousseau
escribe, aqu~ sobre

el origen del lenguaje, algunas pá­
ginas que.-_encuentro excelentes. Pero, escuchad su conclusión:
"Se ve a:l menos, en el poco cuidado que ha tomado la natura·
leza
de

aproximar a los hombres
pot necesidades mutuas y de fa.
cilitarles el uso de la palabra, en qué poca medida ·ha preparado su
sociabilidad
y qué poco ha dado pata establecer los vfnculos."
Dicho de otra
forma: El
hombre,
a:l inventar el lenguaje; ha
ido contra el deseo de la naturaleza; y la prueba. es que esta inven­
ción le ha producido un
mal de todos los. diablos. Así, . después. de
haber lamentado, en el primer
Discurto, la invención de la impren­
ta, Rousseau deplora aquí la invención del lenguaje.
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«EL DISCURSO SOBRE LA DESIGUALDAD» DE J. J. ROUSSEAU
Resuelto este punto, #irma de nuevo que los hombres en es-­
tac!o salvaje etan felices. No teniendo, 'por otra parte, entre . ellos,
ninguna
clase de

relaciones.
m~es ni .de. debetes
comunes, no
podían ser, ni buenos ni malos
y no tenían ".icios ni virtudes. No
tenían
más que la piedad, sentimiento natural. (¿La tenían todos?)
¿Qué es

lo que se
sabe sobre
ello?
(Y, si no . la tenían todos,
existían

ya buenos y
malos.) Peto,

devolvámosle
la palabra:
"Es la piedad la que, en el estado de natw:al.eza, ocupa el lugar
de
las leyes, de las costumbres y de las virtudes, con la ventaja de
que
nadie es tentado " de,obedecer su áu/.ce =· (¿De veras?)
Ella 'es la que disuade a ,todo salvaje robusto de arrebatar a un
débil niño o a un anciano inválido su subsistencia adquirida con
fatiga, si él mismo espeta encontrar 11a suya, en otra parte." (¿Y
si no lo
espeta?)
¿Pero

los sufrimientos,
las violencias y los desórdenes del amor?
Es una
cuestión bien

simple:
Los primetOS hombres· estaban exen­
tos de ellos. La sociedad, la civilización 'y las leyes son las que han
creado esos desórdenes... No teniendo idea de la belleza, el salva­
je

no elige:
º'Escucha únicamente el

temperamento que ha recibido de
la
naturaleza

y
no el gsfto que no ha podido adquirh, siendo para él
buena
cualquier mujer... Cada
uno espeta apaciblemente el im­
pulso de la
natw:al.eza y se entrega a él sin elección, con mayor
placer que furor y,

satisfecha la necesidad, todo
el deseo se ex­
tingue."
Rousseau afirma seguidamente que la desigualdad es mucho me­
nor en el estado de naturaleza en que
los hombres
viven
dispersos
y solamente tienen uri mínimo de necesidades. Rousseau éoncluye
así su :primera parte:
"Después de haber mostrado que la desigualdad es apenas sen·
sible en
el estado de naturaleza, y que su influencia es casi nula,
sólo me

queda por demostrar
su origen y sus progresos... Y con­
siderar los diferentes
azares que han podido pe hum sociable."
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JULES LEMAITRE
Y, añade (Jo que no es inútil), que solamente se trata de "con­
jeturas".
La segunda parte es un largo esbo,.o de la historia política de
la humanidad.
Esta parte comienza por este impresionante pasaje:
"El primero que~ habiendo cercado un terreno, se atrevió a
decir: le, fue el verdadero fundador de la sociedad civil.
Cuántos críme­
nes, guerras,., muertes;-cuántas miserias y horrores no hubiera aho­
rrado al género humano aquel que, arrancando los mojones o col­
mando

el foso hubiera
. gritado
a sus
semejanres: ¡ Guardaos de es­
cuchar a este impostor!, etc."
Después de este golpe de tam-\alll vuelve atrás y toma de nue­
ve la historia humana donde
la había dejado, prosiguiendo la la­
mentable
enumeración de los odiosos progresos de la humanidad.
Porque cada

progreso lleva en si su
miseria:
"Los hombres, disfrutando de una mayor holganza, la emplean
en procurarse diversas especies de comodidades ...
Pero después se
sentían
desgraciados

de perderlas,
sin ser felices de poseerlas.
" ...

los
,hombres conocen la preferencia en el amor. Pero con
el amor se despiertan los celos, y la más dulce de las pasJones reci­
be sacrificios humanos sangrientos."
"Se acostumbran a reunirse y cada uno comienza a mirar a los
otrOS y a querer que se le mire, y la estimaci6n pública tiene su
precio. Pero, acro

seguido,
al castigar cada uno el desprecio que
se le hubiera testimoniado, las
venganzas devinieron
terribles
y
los hombres sanguinarios y crueles."
Y así sucesivamente. (Rousseau establece aquí un distingo al
que acndirá con mucha frecuencia, entre el egoísmo del hombre
salvaj,e y solitario, egoísmo útil e inofensivo, y ,el amor propio de
los hombres que viven en
sociedad, y que es funesto.)
Sin embargo, Rousseau llega a la etapa del desatrollo humano en
la que
él desearía 11ue 1a sociedad se hubiera detenido. Es después
de
los
comienws de

la
agricultur~ y

de
la vida en la tribu, y antes
de
la instimci6n de la · propiedad individual. A decir verdad, no se
ve de ningúo modo por qué juzga
que este

fue el
mejor momento
de

la humanidad, puesto que
nos ha dicho previamente que los
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«EL DISCURjO SOBRJ3 LA DESIGUALDAD» DE J. J. ROUSSEAU
pretendidos progresos que la habían conducido hasta ella eran otros
tantos desastres. Sea lo que sea, ¡veamos su ideal!:
"Así, aunque los hombres se hubiesen hecho menos resistentes
y que la piedad natural hubiese ya experimentado alguna altera­
ción, eSt!e período de desarrollo de las fatultades humanas, al cons­
tituir
un

justo medio entre
la indolencia del estado ptimitivo y la
petulante attividad de nuestro amor propio ... , debió ser la épota
más feliz y la más duradera. Cuanto más se reflexiona sobre ella,
más se
enruentra que
este estado era el menos sujeto a
las revo­
lutiones y el mejor para el
hombre, y que s6lo ha debido ser aban­
donado
pot algún funesto azar. El ,,¡emplo de los salv,,¡es, que casi
siempre se han enrontrado en este punto, parece c:onfirmar que el
género humano estaba hecho para permanecer siempre en él, que
este estado es
la auténtita juventud del mundo, mientras los pro­
gresos ulteriores
han sido, · en aparientia, otros tantos pasos hada
la perfección del individuo y, en realidad, hada la decrep#t«l de
la especk."
Y Rousseau continóa contando lo que quiere. Del tuitivo de
las tierras se sigue necesariamente su reparto y, pot consiguiente,
la propiedad. De la propiedad naten las conturrencias y las riva­
lidades.

Muy pronto hay ritos
y hay pobres y la lucha se haoe atroz.
Entontes,
los ritos

y los hábiles ptoponen establecer un gobierno
y
leyes "en interés de todos". Entonces nacen fas tiudades y los Es­
tados. Entonces estallan las guerras nationales. Entonces los pueblos
eligen jefes para defender su independencia. Entonces
los jefes
de­
vienen
tiranos. Declamación sobre la libertad (que el hombre ja­
más tiene el derecho de alienar). Declamación rontra el despotis­
mo. Sin embargo, la desigualdad se
acrecienta y se multiplica y,
con ella, todos los vicios ...
He aquí la cont!usi6n y
el resumen de fa obra, tondusi6n no­
table de pesadez y, en un momento, de oscuridad:
"Se sigue de esta expositi6n, que fa desigualdad, tasi nula en
el estado de naturaleza, extrae su fuerza e
incremento del
desarrollo
de nuestras
faarltades y

de los
ptogresos del
espíritu
·humano y
se
convierte, por fin,
en estable y legítima por el establecimiento de
fa propiedad

y de las leyes.
Se sigue también, que la desigualdad
2H
Fundaci\363n Speiro

JULBS LllMAITRE
moral, autoriuda tan sólo por el derecho, positivo, es contraria al
derecho
natural, todas las veces que no concurre en la misma pro­
po.rción con la desigualdad física, y creo que eso quiere decir:
Todas
10$ veces

que un individuo
sPCia!mente potente es

un ser
débil
de, cuerp<> o

de espíritu, distinción que determina
suficiente­
mente lo que se debe pensara este respecto de la especie de des­
igualdad que reina entre loo pueblos
civi!i7.ados, puesto
que está
manifiestamente
en co-a de la ley de la natt1ralezt1, cualquiera que
sea
el modo con que se la defina, que un nilio mande a un viejo
o que un
imbécil conduzca a un hnmbre culto y un puñado de
gentes rebose de superfluidades, mientras la , multitud hambtienta
carece de lo necesario."
Sobre ,ello se podría decir: J.a herencia, de la que usted cita un
inconve~te, posible, y la desigualdad de los bienes pueden estar
contra la justicia o la razón, pero no contra la naturaleza_ Tan
pronto
opone usted
la naturaleza a la razón como las identifica.
Entonces no

se puede entender nada.
"El Discurso sobre

la
desigualdad'' tiene

ciento diez páginas.
Yo
06 lo he analizado füelmente, sirviéndom,; en la medida de lo
posible, de las, mismas frases. de . Rousseau, qu,; 6nicamente algu­
nas
veces,
he truncado para abreviarlas pero jamás para alterar su
sentido. Y sobre ellas discurro:
.
-He
aquí,

por tanto, una de
las. obras más fam0&as del ~iglo
XVIII, la que ha fundado deñnicivamente la gloria de Rousseau y
que, 40 años después, acaso es la que ha influido más ( con el "Con­
trato social") sobre la sensibilidad
y la imaginación de loo hombres.
Sin embargo, ¡qué
pobreza existe

bajo su aparente insolencia!
Toda la tesis está fundada sobre la
~ición de la naturaleza, que
sería el bien, y la sociedad, que sería el mal: Y el autor no define
siquiera
la palabra "naturaleza". Dios

sabe, sin embargo, la
nece­
sidad

que tiene de
,ser definida. Pata Buffon, la naturaleza parecía
ser

el
conj1111to de las fuerzas de que se compone la vida .del uni­
'OetSO. Pata Diderot, la naturaleza es el ateísmo, es lo qmtrario de
las instituciones
y de las leyes, y es, finalmente, el placer. Para
Rousseau, . parece que la:· p.amraleza sea ios instintos · y sentimientos
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«EL DISCURSO SOBRE LA DESIGUAWAD» DE/./ .. ROUSSEAU
con los que el hombre viene al mundo. l'ero el deseo de durar, el
de
no sufrir, el de
vivsir en

sociedad
,incluso el de extender su pro­
:¡>io ser,
el de poseer, el de .distinguirse y dominar, son a:¡>arenre­
mente, y han .sido en todos los tiempos, algo que figuró entre estos
instintos. Sin

embargo, a los ojos de Rousseau, la
misma invención
del
'hadha, · de la honda, la de la agricultura y la navegación, son
otros mn.tos retrocesos. La. elección, en el amor, es un r~oceso:
La formación de la familia es un mal, la vida social es también un
mal. La noción del bien y del· mal es una desventura. Nos concede,
cierto, que el mejor momento de fa humanidad fue el comienzo
de
la vida en tribu y la civilización agtkola y patriarcal, :¡>ero esta
concesión
misma pierde
el derecho de ser planteada por lo
que
antes

dijo y su ideal es,
]o quiera o no rlo quiera, a menos que
antes baya mentido,

una humanidad compuesta de salvajes desper­
digados en las florestas, sin vestidos,
sin armas, ni buenos ni ma­
los,
solilflrios, inmulables, que no reflexionan. ¡Como si eso fuese
interesante y como si incluso valiera
fa pena que existiera una hu­
manidad sobre la tierra! ¡Este .estancamiento en una vida de semi­
brutos es lo que serla contrario a la "naturaleza"!
¿ Y por qué dice él preferirlo? l'orque, afirma, la igualdad está
mejor salvaguardada en este estado primitivo. l'ero, en primer lu­
gar, cJl nada sabe de ello: pues la desigualdad de las fuerzas mus­
culares,
en un tiempo en
que no puede· ser compensada
por la in­
teligencia, podría muy bien ser la más dura de todas. Como si, por
Otra :¡>arte, la igualdad (la igualdad en la ignorancia y en el embrute­
cimiento)

fuera necesariamente el
·bien supremo

al que los otros
deberían ser sacrificados. A decir verdad, ese culto es muy
extraño
en

un libro que
pretende descubrir y honrar las intenciones de la
"naturaleza", que aparece tan evidentemente madre y maestra de
desigualdad en todos los grados del ser.
Notad que apenas es posible que esta necia adoración de la
igualdad sea

sincera en un hombre que siente su
su:¡>erioridad in­
telectual

y que goza de olla con orgullo desmesurado, a menos que
se
halle -en 1a disposición de espfuitu de ese joven social~sta que,
en una

reunión política, replicaba a
ur,o de
mis amigos:
. "l'ero lo
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/UU!S LEMAlTRE
que nosotros queremos no es que todo el mundo sea feliz, sino que
todo el mundo sea
tan desgraciado como nosotros".
Pero no, no puede ser eso, puesto que Rousseau, al contrario,
se interesa únicamente por nuestra .felicidad. Simplemente, es que
su papel le tienta. Le
es preciso
asombrar a las marquesas, a los
grandes dijo en
el "Discurso de las ciencias y de las artes. ¡Ah, cómo el hom­
bre se aplica a ello! No es la paradoja
ligera, tan apreciada en su
tiempo. Es el desafío a la razón, con toda crudeza, al desnudo, y
sin
humor, puesto

que
Rouoseau no lo tiene

y
41ll" está condenado
a lo serio en Jo
absurdo. Pero,

se queda uno verdaderamente asom­
brado de semejante debilidad de
pensamiento, después

de los
gran­
des libros del siglo XVII, incluidos aquéllos de Montesquieu y de
Buffon. Que este libro haya
tenido una tal resonancia y una tal
influencia constituye una de las más fuertes demosrraciones que
se han visto de la necedad humana.
Pero se puede decir también:
-"'5í, el "Discurso sobre la desigualdad" podría ser una cosa
bastante
trivia!l sino
fuera por el estilo,
el acento, la v;braci6n in­
terior. Las objeciones sinfín que de él se pueden hacer parecen in­
genuas
y superfluas, porque son demasiado fáciles, tan fáciles que se
ruboriza uno al enunciarlas, si se tiene un espírit1,1 un pqco deli­
cado. Es preciso tomar el libro de otra forma_ Es preciso considerar­
lo como una especie de
poema, como una visi6n de nabl, de pro­
feta de
salón, bien

ordenado
y escrito en estilo didáctico. La in­
transigencia, la intrepidez, la
insolencia de

la paradoja acaba
por
tener una especie de grandeza. Los ídolos del tiempo, Gencia, Pro­
greso, Filosofía, son
meiódicamente desacreditados. La obra, vista
de 1ejos, adquiere, con un
poco de buena voluntad, aspecto de re­
lato

bíblico, de mito religioso. Rousseau hace retroceder solamente
la época

de
la Caída. El estado de gracia es el estado de naturaleza,
el pecado original es la civilización, que, al engendrar la desigual­
dad, mata la fraternidad.
Es la civilización la que, para nuesrra des­
gracia, ha recogido los frutos del árbol de la ciencia.
Creed que
realmente Rousseau

se divierte en soñar. Pero,
po,
aliadidura, ved·
cómo,

dando la impresión de conmoverlo
y desani-
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«EL DISCURSO SOBR},. LA DESIGUALDAD» DE /, /. ROUSSEAU
matlo, queda en el espíritu del tiempo. Ser reaccionario basta el
punto de aspirar
a un
ideal desaparecido, desde hace
cinco o seis
mil afíos,

es ser revolucionario, puesto que para retornar a
él es
preciso

demoler todo
lo que nos ha alejado del mismo. Ya se trate
de
hacer
la Edad de Oro, o de rehacerla, es la misma acción hacia
1a misma quimera. ¿Hoy, todavía, el sueño revolucionario (la igual­
dad de
rancho con el menor esfuerzo para cada uno) oo es, acaso,
como el de
Juan Jacooo, un ideal

regresivo?
Por
otra parte

(como hemos visto a
propósito de
su primer
discurso), Juan Jacooo tiene buen cuidado (en su correspondencia,
en su "'Carta a D' Alembert", incluso
en el
"Contrato social'"
y, más
tarde, en d tercer "Diálogo'") de

atenuar lo absurdo de su para­
doja. Ya, en el "Discurso sobre la desigualdad", a pesar de
las e,ci.
gencias de la lógica, se guarda de ofrecernos como idead la vid,
solitaria

del hombre orang•utang: Se detiene
en la

vida pastoril, en
la '"edad de oro"' de los poetas clásicos. En el fondo, su pensamiento
en
éste {es Faguet quien lo resume, con una extrema clemencia):
"Convicción de que el hombre es,
por lo menos, dema.riado social,
de que sería preciso, al menos, restringir el estado social a su
minimo,
volver si oo a la familia aislada, por lo menos a 1a tribu, al clan, a
la pequeña ciudad; que así disminuirían la pesadez de la tarea, la
intensidad del esfuerzo y la enormidad de las desigualdades entre
los hombres; que así
serían atenuadas las necesidades ficticias, glo­
ria, lujo, vcida mundana y goces artísticos; que así el hombre retor­
naría a una semi-animalidad todavía inteligente,
pero, sobre todo,
sana, apacible, reposada, afectuosa, que es su estado de naturaleza
y, en todo caso, su estado de felicidad'".
He aquí algo bien
dicho. Es
así como
oos sucede, a vcosotros y
a mí, · cuando oos sentimos exasperados por lo que hay de ficticio
en nuestras costumbres, al pensar que prescindiríamos fácilmente
de
las últimas conquistas de la ciencia aplicada, puesto que ante­
riormente prescindíamos de
ellas, que la humanidad vuelve pro­
bablemente la espalda a su felicidad, que la civilización
industrial
es
un mal, como también ese conjunto desmesurado de hombres
que
forman las
grandes ciudades
y las grandes naciones; que sería
bueno volver a la vida natural y ·rústica, etc. Pero no son otra cosa
257
Fundaci\363n Speiro

JULBS LEMAlTlUl
que · impresiones· sin consecuencia y rápidamente borradas. Añadid
que

no
se sabe

bien donde
termina la naturaleza y que los des­
arrollos mismos

de
la humanidad, que denominamos artificiales, son
todavía naturales en

su origen, tan naturales
como los
sentimien­
tos primitivos de donde, a
fin· de cuentas, han salido.
Pero, si Rousseau sólo se hubiera contentado con el sus
contemporáneos a la simplicidad de
las a,stumbres y recomen­
darles la
viida del campo o de las pequeñas ciudades, esto no hu­
biera parecido muy original
y no habría provocado mucho ruido.
Su
pensamiento hubiera parecido
bastante modesto

si no Jo hubiera
desorbitado locamente. Y
por esto es por io que él ha dado, ante
toda; su campanada. Aunque, en

todo caso, no
deja de ser molesto
que

los
más cálidos am;gos de .Rousseau se hayan viisto obligados,
en
sus
comentarios, a distinguir entre lo que él había dicho (y que
es con frecuencia necio) y Jo que probablemente pensaba. Parecen
hacerse este
razonamiento: "La prueba de que lo que ha dicho
no es Jo que ha querido
decir, es
que Jo que ha
mcho es demasiado
fácil de

refutar.
Un, espíritu

un
poco fino no lo toma en sentido
literal, pues
sería indeli<:ndo." Sea. Que se tome como se qmera
(y, más tarde, ¡ay!, los btutos tomarán la palabra en sentido es­
tricto,
y no para refutarlo), esta diferencia entre el. pensamiento
y la palabra es puro charlatanismo. Ni es casi posible darle otro
nombre.

Y es, en
efecto, el nombre que re daba la parte más sen­
satll.
de la sociedad de entonces, principalmente el gtupo de Mada•
me Du Deffand y de las Oioiseul.
Pero es claro ,que este chatlatanismo fue una de las -causas más
determinantes del éxito de este "Disourso sobre la desigualdad".
Además, este
"Discurso"

es una de
'las obras
de
Rousseau donde
hay

más
aspereza y amargura y donde vibra en mayor medida el
acento revolucionario. Eso es mudio más· raro en sus otros. libros.
¿ De dónde Je venia, por tanto, ese tono?
Rousseau nivo cuidado, en las "Confesiones", de decirnos, en
tres o cuatro
ocasiones, que taJ. aventura de su infancia o de su ju­
ventud es lo ¡¡ue despertó en él, para toda su vida, el odio a la in­
justicia. Pero creo que son realmente
· reflexiones a po,te,io,ri. Los
rasgos que cita: Los azotes injustos que Je dio el tio Bernard, la
258
Fundaci\363n Speiro

«EL DISCURSO SOBRE LA DESIGUALDAD» DE J. J. ROUSSEAU
historia del campesino que, aterroriza visiones, sus
ficientes para
determinar

una vocación de revolucionario.
Hay re­
cuerdos de sus tiempos de lacayo
y la ac.llitud que le otorgaron sus
achaques. Peto lo que parece más verdadero o tan verdadero, es
que esta aspereza le ha sido insuflada por . Diderot, a quien cía
esto.

Juan
Jacobo nos lo "No
sé como todas mis conferencias con Diderot tendían siem­
pre
a convertirme

en
sadrico y mordaz, en mayor medida de lo que
mi propia naturaleza me llevaba a serio." Y añade: "Diderot abusaba de mi confianza para dar a mis
escritos ese
to110 d,,...o y ese aire negro que no han tenido ya cuando cesó de
dirigirme."
En cualquier <:aso, lo que en el "Discurso sobre la desigualdad"
ha acu
mayor medida
al gran muodo, y lo que más ha in­
fluido
cuarenta años más tarde son, probablemente, los
lugares co­
munes enfáticos o violentes como éste (indico solamente el prin­
cipio y como la primera moduiación):
Sobre la libertad: "Como un caballo de
carreras no

domado eriza sus crines,
patea
la tierra y se debate impetuo~amente a la sola aproximación del
bocado, mientras un
caballo domesticado

sufre
.pacientemente la
fusta

y la espuela, el hombre
bárbaro no . pliega
la
cabeza ail yugo
que el hombre civilizado soporta sin murmurar y prefiere la más
desordeoada libertad a una tranquila servidumbre."
Sobre los ricos:
"Probaré, en fin, que si se ve un puñado de poderosos y de
ricos en la cúspide de las
grandezas y de 'la fortuna, mientras la
multitud
se arrastra en la oscuridad y la adyección, es porque los pri~
meros sólo estiman las cosas que gozan, en tanto los otros son
privados de ellas, sin cambiar de estado, cesarían de set felices si el
pueblo cesara de
ser miserable

... "
Sobre los tiranos:
" ... Es del seno de ese desorden y de esas revoluciones de don­
de el despotismo, elevando por grados su
cabeza horrorosa
y
devo-
Fundaci\363n Speiro

/ULBS LBMA!TRB
rando todo Jo que · habría percibido de bueno y sano en todas la,
partes del Estado, llegarán, en

fin, a
pisotear las leyes y el pueblo
y " establecerse sobre las ruinas de la república ... "
Y, en fin, se extiende por doquier en estas páginas, de las que
está ausen:re 'Tesprit de fin!esse"',-es:e culro estúpido de la igualdad,
que entontramos de nuevo en el "Contrato social" y que lleva en
si una gran fuerza de propaganda; no tanllO · porque responda al
sentimiento de justicia sino porque e,ccira los instinros de la
envidia. En suma, se ve -ya, en este segundo · discurso mejor que
en el primero, que Rousseau es quien dará el tono a la revolución
y aprovisionará a los hombres del 93 de clichés y tópicos, sem­
bradores de

odios
tan ciegos,

como brutales
y sumarios son esos
misll1.0s tópicos.
Esra vez, la Academia de Dijon no premió el discurso de Rou­
sseau.
Por "ilustrada" que fuese, no era este discurso lo que había
esperado.
«EL CONTRATO SOC!AL,O,
A mi manera de ver, el "ContrallO Social" es, con el primer
"Discurso", el más mediocre de los libros de Rousseau. Es, bajo
una forma sentenciosa, . el más oscuro y el más caótico. Y ha sido,
en sus consecuencias, el más funesto.
Es también la obra que menos· fácilmente se inserta en su bio­
grafía, aquella que se ve hubiera sído mejor dejar de escribirla. El
"Contrato Social" no se explica como los dos "Discursos", como
"Julia'',
como el
"Emilio", como algunas otras obras que los se­
guirán, por alguna circunstancia imperiosa o persuasiva de-la vida
di Juao Jacobo.
El teXto definitivo del "Contrato Sociacl" debió ser redactado
inmediatamente

antes o
después del "Emilio". Pero
el "Contrato"
es un fragmento de una obra
anterior, "Las Instituciones

políticas",
comenzada por

Rousseau en Venecia, en 1744.
El "Contrato" es,
por

consiguiente, la única
obra de Rousseau {con
las
"Revedes")
que no fue concebi 260
Fundaci\363n Speiro

«EL CONTRATO SOCIAL» DE /, /. ROUSSEAU
Creo simplemenre que Rousseau, en Montmorency, tomó nue­
vamenre y revisó, hacia 1760-61, sus viejos cuadernos de Vene­
cia, puesto que estaba muy impresionado por la gloria de Monres­
qweu
(del

que se burló, sin
nombraclo, en

el
libro segundo
del
"Omttato"). Además, estaba todavía en un período de adoración
pe,: Ginebra. Lo que edifica en el "Contrato" Social" es el Gobier­
no de Ginebra "idealizado". ¿Idealizado? ¿Cómo? Ginebra era un
gobierno democráciro, pero
arenuado. Fuera de los "habitantes", es decir, de los extranjero,
domiciliados

en
la República y de los "nativos", o hijos de "habi­
tantes"
(dos clases

que contaban
poco) había los "ciudadanos",
hijos
de "burgueses"
y nacidos en la ciudad, y los "burgueses",
hijos de burgueses o de ciudadanos,
pero nacidos en el extranjero
o
extranjeros
que habían

adquirido el derecho de burguesía.
Estas
dos clases: los "ciúdadanos" y los "burgueses", formaban reunidos
el cuerpo electoral: unos 1.500 votantes. (hasta los veinticiru:o años
no
se era elector).

Pero
únicamente los ciudadanos podían ser miem­
bros
del gobierno,

denominado
"Pequeño Consejo".
Ahora bien, cuando Rousseau había publicado el "Discurso so­
bre la desigualdad", lo había dedicado a la República de Ginebra
y, en particular, a los miembros del Pequeño Qmsejo. Pero, al
parecer, habían recibido fríamente esta dedicatoria; y mientras que
todo
el pueblo de Ginebra se enardecía
por Juan Jambo, solamen­
te ellos habían mostrado alguna reserva. Juan Jacobo les había guar­
dado rencor y es, por lo tanto, muy posible que, orientando a la
democracia pura su cuadro idealizado de una pequeña República,
hubiera querido molestar un
poco a estos miembros privilegiados
del Pequeño
Consejo, a

los que había
. tratado,
inútilmente, en su
dedicatoria, de "magníficos
y soberanos señores".
Creo, no es sino
por eso,

que se puede
"insertar" el "Omtrato
Social" en la vida personal e íntima de Juan Jacobo: Juan Jacobo
quería democratizar Ginebra por rencor, a causa de 'los sentimien·
tos demasiado tibios del Gobierno ginebrés respecto a ~l. No es im­
posible.
Por otro lado, no era necesario, sin duda,. sino bastanne natl11'a1,
que Rousseau, censor de las costumbres en sus primeros libros,
' 261
Fundaci\363n Speiro

/ULHS. LE.MAlTRB
preceptor de aJílOr en "Julia" y oráculo de la educación en el "-Emi­
lio'', sintiera la· ·necesidad de' ser, finalmente, legislador, para rema­
tar su misión de b;enhed,or de la humanidad. Porque todos estos
empleos

se sostienen y
él mismo había dicho, en el "Emilio" (;y
se puede-ver en ello, un-esbow del "Contrato Social"):
'' ¿Cómo hacer para que el hombre,· en el estado civil, perma­
nezca Jo

más libre posible, no soporte
voluntades particuiares y ar­
bitrarias y no soporte más que voluntades generales? Es preciso
sustiuir la ley
al . hombre, . armar 1as voluntades generales con una
fuerza real, superior

a
la acción de .cualquier voluntad partícula<."
· En resumen, es el hombre que juega un papel quien ha escrito
el ''Contrato
Social", y
es
también el
hombre ofendido por los
"magníficos seiiores de Ginebra"; y

es
el gin,Jbrino, hijo de una
llluy pequeña Repúblka; y• es más todavía el protestante. La "sobe­
ranía del pueblo" es un dogma protestante, opuesto por· los pasto·
res del-siglo xvm al despotismo de Luis XN. El ministro Jurien
había dicho, literalmente: "El pueblo

es la
única autoridad
que no
necesit>a tener razón para dar validez a sus actos".
Y, si es el protestante quien ha escrito el "Cóntrato", no lo
es
por tanto el apóstol de la naturaleza; y parece, en efecto, impo­
sible· hacer entrar este libro .en la teoría- expuesta en los· dos ·"Dis,
cursos". Porque el Gobierno "según

la
naturaleza", el "Gobierno
natural", de cualquier forma que sea entendido, no · puede, eviden­
temente,
ser la
democracia absoluta,
tardío y artificial producto de
las metafísicas políticas (que jamás ha sido realizada, ni siquiera
en
las pequeñas Repúblicas de la' antiguedad, en las que e,tlstían
los "esclavos"):el Gobierno según º"la naturaleza" sería el Gobier­
no más
semejante a

la
inmemorial y natural institución
de la
fa.
milla, sería el Gobietno de uno solo, sería la· monarquía. Y esto lo
confiesa
el mistno Rousseau, que en el "Discurso sobre la

desigual­
dad", considera como el mejor
y el más dichoso el régimen patriar­
ca,1 de

la tribu.
Y he
aqut ahora, el disefio del "Contrato Social", despejado de
todas las
di,gresiones que
1o
oscurecen. Quiero citar, ante todo, una
parte de los principios planteados por el autor, de los que
ha de-
ducido el

resto:
·
262
Fundaci\363n Speiro

«EL CONTRATO SOCIAL» DE /. ¡. ROUSSEAU
.. "EJ. hombre ha ·nacido libre, y en todas partes. está encadenado,
[

cnacido
libre» no

presenta
para . mí sentido slguno, pero pro.i­
gamos]. ¿Cómo se ha producido ese cambio? 1o ignoro ... ¿Qué es
lo que pudo hacerle legítimo? [«le», es decir; ese cambio del hom,
bre

nacido libre. en hombre que
ya · no es libre, o sea, a fin de
cuentas, el

Gobierno,
la Institución social]. Creo poder resolver
esta cuestión ...
Hay, en el origen de las sociedades, un pacto, conocido o su•
puesto. ¿Cómo
debe formuhirse este pacto? ¿Cuáles

deben
ser las
cláusulas y, después, el funcionamiento?
"... La dificultad puede enuncia,cse en estos. términos:
"Encontrar
una forma de asociación. que defienda y proteja con
toda la fuerza común a la persona y a los bienes de cada asociado,
y por la cual cada uno, uniéndose a todos, sin embargo, sólo obe­
dezéa a sí mismo y permanez.ca tan libre como antes. Este es el
problema fundamental
al

que da
la solución el «Contrato Social»."
"... Las cláusulas de este «Contrato», 1:nen interpretadas, se ·re­
ducen
todas

a una
rola: la a!ieruoción total de cada asociado con to­
dos sus derechos a toda la comunidad; porque; primeramente, dán­
dose
cada uno por entero, la condición· es igua:l para todos; y,
siendo la
condición igual pata

todos, nadie
tieri.e interés

en
bacerla
molesta pata los otros [Rousseau está seguro de ello]. Por afiadi­
dura,

cada uno, dándose a todos, no
se da a nadie, y como no hay
un asociado sobre el cual no se adquiera el mismo derecho que se
cede sobre
sí,· se

gana
el equivalente· de lo que se pierde,· y más
fuerza para conservar lo que se -tiene."
[¡Oh! Es una excelente lógica y está muy bien, sobre el papel.]
" ... Al instante, en lugar de la persona particular de cada con­
tratante, este actO de asociación produce· un cuerpo moral y colec­
tivo, compuesto de tantos miembros como voto~ tiene 1a asamblea,
la cual recibe de ese· mismo acto su unidad, su «yo» común, su vida,
sn voluntad ... "
Este ser
colectivo es llamado "Estado"

cuando es pasivo,
"so­
bKa110.. cuando es ·activo. 0:>n re9f>OCtO a los asociados, toman co­
lectivamente
el nombre de "pueblo" y se denominan· en patticu-
263
Fundaci\363n Speiro

JULBS LBMAlTRE
lar "~s", como partícipes de la auroddad soberana, y "súb­
ditos"
como sometidos a las leyes del "Estado".
Y
he aquí cómo debe. funcionar el sistema para que los hom­
bres sean tan felices y, se dice, tan libres como sea posible.
El
pueblo '.hace la

ley en
tanro que
soberano. El
pueblo obedece
a la ley en tanro que súbdiro. El pueblo aplica ,Ja ley en ranro que
príncipe
o magistrado, nombrando
para aplicarla
no
"a represen­
tantes" sino a "comisarios".
1ls el gobierno directo y continuo dél pueblo por el pueblo.
Y
he aquí

lo que está implícito en
este sistema:
1)
Ltl igualdad absol111a de los cimlad,mos.-Para que esta
igualdad subsista, no es preciso que
el ciudadano forme parte de
oteo
gcupo que el Estado, que soporte una jerarqufa privada. Poc
consiguiente,
ninguna sociedad
particular, ninguna asociación, nin;
guna corporación, "De oteo modo, se podría decir que no hay y:i
tantos votantes como hombres sino solw;nente tantos como asocia~
dones".
En cuanto a la desigualdad de las fortunas... El comunismo está
implícito en Rousseau. Dice. en el "Contrato": "El Estado, con
respecto a

sus miembros, es dueño de sus bie­
nes pot el
contrato social. Los

poseedores son
considerados como
deposit"1'ios del bien públiro."
Y

ya
había dicho en

el "Emilio":
"El soberano

[en este caso
e1 pueblo] puede legítimamente
apoderarse de
fos bienes

de todos, como se
hiw en Espar,ta, en
tiempos

de Licurgo."
Y,
sin embargo, ·en la "Nueva Eloisa", escribió, a la vez, el
poema y el tratado del gobierno doméstico; ·y esto suponía, a la
V"", la desigualdad bastante grande de las fortunas y una severa
jerarquía,
y resultaba de ella una agrupación natural, económica y
moral, que formaba evidentemente una "sociedad parcial", inter­
puesta entte el individuo y el Estado. Y esta agrupación parecía a
Rousseau
útil
y deliciosa.
2) El sistema implica la sobe,a,ú,, del p,,eblo.-Jlsta soberaaía
hiw fortuna.
264
Fundaci\363n Speiro

«EL CONTRATO SOCIAL» DE /. /. ROUSSEAU
"Se está de acuerdo -dice Rousseau-en que todo 1o que cada
uno aliena, en vittud del pacto sociai, de su poder, de sus bienes,
de su
libertad, es Wlicamente la parte de todo aquello cuyo uso in­
teresa a 'la comunidad": pero "es preciso convenir también en que
el soberano [ es decir, el pueblo en tanto que soberano], es jue,: de
este interés".
En resumen, es el pueblo quien decidirá lo que conviene dejar
de libertad
y de bienes a cada ciudadano; y esto hace estremecer.
Y, no obstante, en este mismo "Contrato Sooiai", Rousseau nie­
ga al

pueblo
la previsión y la clarividencia, y lo llama "multitud
ciega que, con frecuencia,

no
sabe lo que quiere, porque raramente
sabe

Jo que es bueno".
3) En tercer lugar, y como corolario, el sistema implica el
derecho
ilimitado del pueblo

soberano,
induso sobre
la
coocien­
cia. El pueblo impone su ley, incluso en materia filosófica y teoló­
gica.

Juan
Jacobo retrocede basta Ca;lvino. Restablece :la unión de
llo temporal y de lo espiritual, cuya separación habla sido, según
Augusto Gomte, 'la obra maestra de la Edad Melia.
"Hay
-&~ una profesión de fe, pummente civil, de la
cual pertenece al soberano {al pueblo soberano} fijar los artícu­
los,
no precisamente como dogmas de religión, sino como senti­
mientos de sociabilidad, sin
los cuales es imposible ser buen ciu­
dadano ni súbdito fiel"
"El soberano

establece
los dogmas de esta religión civil; la exis­
tencia de la divinidad poderosa, inteligente, benéfica, previsora y
providente,
'la vida futura, la felicidad de los justos, el castigo de
los perversos, la santidad del contrato sociai y de las leyes.··
Y concluye así,
sobre este tema:
•... sin poder obligar a nadie a creer en estos dogmas,· el pue­
blo

puede eliminar del Estado a
cualquiera que
no
[os crea; puede
desterrarle, no como impío, pero sí romo insociable, como incapaz
de amar sinceramente las leyes, 1a justicia y de inmolar, si fuera
necesario, su

vida
a su

deber. Que si alguno, después de
haber re­
conocido públicamente esto$ :mismos dogmas, se cowiujera aomo
Ji no los creyer" [fórmula terriblemente ambigua e inquisitorial],
265
Fundaci\363n Speiro

fULES LBMAITRE
debe ser condenado .a muer,te; por haber cometido el más grave de
los !'Iíme11es, por haber mentido ante las leyes/'
Cuando

se
recaerda que los "dogmas" en cuestión, aparte de
la
~te11cia iQs. y· !le la vida fututa, oomprende11 la santidad
del ~onlTl#r> rodal y de ,las leyes,. se cree escuchar los consideran­
dos de las senrencias que, treinta añoo más tarde, llevarían a ·ta11tas
gentes -entre
ellas. :Maiesherbes, Arulré (Jben.ier y Lavoisier-a
.la :guillotina, por,·ca~a de falta de'civismo, Esto da mu<;ho sabor
a la frase en que Rousseau;. inmediatamente intolerancia.
Desi,aquemos, de pasada, que no. son a [os a.reos a quienes los
hijos políticos de Rousseau proscribirían
hoy: al contrario. Así yar¡,,.
la locura humana.
Así pues, Rousseau d~eta la muerte contra el ateo ,;.ído e11 la
herejí~. · · . · · ·
·
Y, sin embargo, en la ;,Nueva Eloisa", el virtuoso Wolmar es
at~ y sería, por lo tanto, proscrito de la Gin~bra ideal y condena,
do

a
muerte si

volviera a
ella. y Juan Jacobo admira a 'Wolmar.
En cualquier otro lugar, salvo en el "Contrato", Ju1111 Jacobo nó ~s
intolerante. Predlca; · tricluso, la toiér~cia, ron emocionada since­
ridad en Ia "Profesión de fe del vl.;.,iÓ savoyano". · Y justamenté
él, que Córidena en el "Contrato~• · a aquellos aiyas creencias 110 srin
collforines a' su ortodoxia, será' condenado, '/ a causa del "0:,ntra­
to", y a causa de la "Profesión de le", poi otras dos ortodoxias,
fa del Parlamento de París y la dél Pequefio 0:insejo de Ginebra.
De
modó que podría dedrse: "Pareré quam fecisti legem". Pero,
ségurariiente, no· se dirá.
De modo tal, el pueblo soberano; que no debía tomar . de cada
ciudadano más

que
fa parte de su Ubertad· "cuyo uso importa a la
comunidad", la toma,
al final, toda. Y, cómo sin duda preveía
Rousseau -que habría maJos espíritus que ·tratarían de

resistir o de
sustraerse, imagina, -por añadidura, un.~ntón de magistramras imi­
tadas de ·las repúblicas antiguas . para mantener el orden: la dkta­
dt1ra, bien entendido, en las. grandes crisis; pero también la &emMa
para · vigll«r las costumbres, denunciar a· los malos y reglamentar lo
qué podría -quedar. de' •placeres a los desgraciádos ciudadanos; . y el
266
Fundaci\363n Speiro

«EL CONTRATO SOCIAL» DE J. J. l/.0,USSEAU
tribunado, "conservador de las.leyes y del poder legislativo", que
1'.senvirla, algunas

veces,·
para proteger_ al soberano contra el [!/)º
bierno" (es decir, al pueblo contra sus comisarios), como. hacían en
Roma los
tr;bunos. del

pueblo
y, algunas veces, para sostener el
gobierno. contra el pueblo, como hacía en Venecia el O>nsejo de
los Diez; mientras otras
veces podrían
mantener
el equilibrio de
una y otra parte, como sucedía con Jas "Epbotas" en Esparta. (¿No
sentís aquí erigido ya el aparato del
[l/)bierno del
Terror?)
Tantas
tiranías. añadidas,. y muy pronto sustituidas, más duras todavía que
la tiranía del
Estado.
Es claro-que,

según eso, no puede
quedac una parcela de Ji,.
berrades ciudadanas si no es a · aquéllos que constituyen - la clientela
de

las
rnagistratutas · [l/)bernantes.
En cuanto a Ja igualdad, ya no queda traza adguna de ella en Ja
democracia pura inventada por
Jll"fl Jacobo. Y,. sin embar[l/), aquí,
como en_ los

dos
clisamos, !a igualdad parece ser su supremo ideal.
¿Por qué? No se
nada. ¿Amor por J.as simetrías abstractas? .... A
menos de suponer. que hubiese en su corazón más env.idia y más
rencor, por las humillaciones. de su · juventud, de las que ha dejado
asomar en sus libros: Porque, hay
que reconocerlo, jamás e!(e sen­
timiento de envidia
ha sido. confesado. ¿Por qué, por lo -tanto, esta
superstición por
la igualdad?
La igualdad no es un derecho (aunque la Revolución haya hecho
de

ella el primero de
los "derechos del

·hombre",
y ella no es un
hecho de

la
natutaleza; ¡oh,. Juan Jacobo,. sacerdote

de
la natura·
leza! (Todo

lo que
·se puede decir es que el deseo

de la
igualdad
coincide, en muchos casos, con el deseo de 1a .justicia.)
La igualdad no es un· derecho. «Imaginaos que un hombre pu-.
diera
decir al
venir al mundo: Tengo
derecho-a que nlµgún otro
hombre ,rea superior a mi o tenga- ·más poder• que yoo (Faguet).
Esto
no tiene
ningún sentido. Lo que es cierto es esto. Los hombres
tienen

el deber
de no agravar las desigualdades naturales y fatales
entre los

hombres.
La palabra derecho solamente tiene sentido en
correlación·
con la palabra debe,.
La igualda nr,-la. ha encontrado ni siqui~a : entre lQs boµ1bres primitivos, roma
267
Fundaci\363n Speiro

JULBS LEMAITRB
es demasiado evidente. A menos que se quiera decir simplemente:
"Todos
los hombres nacen llorando, todos mueren en la angustia y
el sufrimiento, todos están sometidos a las mismas necesidades na­
turales, et.:." Pero, incluso de esto, si 'hay algo que pueda deducirse
para el moralista o para el cristiano, nada puede deducirse para el
Estado.
Diré todo

mi
pensmiento: ¿Por
qué lamentar que sea así? ¿O
por qué
irritarse rontra Jo que en absoluto puede ser de otra ma­
nera? Y, en fin, ¿por qué la igualdad parece deliciosa y deseable a
Rousseau y

odiosa
la desigualdad? La igualdad ;real entre los hom­
bres no
existiría más que por su rompiera semejanza. Y eso ni si­
quiera puede concebirse.
Las desigualdades nativas, salvo
casos ex­
tremos, no son necesariamente
intolerables. Se es desigual, pero,
sin embargo, se vive sin sufrir por ello. · Se es desigual, pero se es,
sobre todo,
diferente. La ¡mgina de. la Bruyere (De l' homme, pá­
gina 131):
"Se '.hacen generalmente en todos los hombres combi­
naciones
infinitas de poder, de favor, de genio, de riquezas, de dig­
nidades, de nobleza, de fuerza, de industria, de
capacidad, de
virtud,
de vicio, de debilidad, de
estupidez, de

pobreza,
de impotencia, de
clase social

y de
bajeza. Estas rosas, mezcladas entre sí de

mil ma­
neras diferentes y
compensadas unas

con otras, en diversos suje­
tos, forman así los diversos estados y las diferentes condiciones,
etcétera", lo que lno ha dejado de ser verdad desde la revolución.
Louis Veuillot escribió:
"Si yo pudiera restablecer la noble:m, lo
baria en

seguida y
no me harf:a meter en

ella". Tampoco yo.
Todo Jo que debe
hacer la sociedad, be didho, es, en la medida
de Jo posible (entiéndase: en
tanro que Jo

permita el
interés ge­
neral), abstenerse de afiadir a la desigualdad que viene de la · na­
turaleza un aumenro de desigualdad que procediese de

las
leyes;
es, en la medida de Jo posrble, aplicar a sus miembros un trato
igual.
Pero

eso es posible en
la vida civil. La igualdad ante el Códi­
go, aunque sea con frecuencia · un engaño, nos parece algo debido.
Voltaire
no
reclamaba m,k que esta igualdad. Nosotros la tenemos.
Más allá, es la quimera. la igualdad pol!tica {sufragio universal)
crea
peores desigualdades. la igualdad eron6mi~ o rolectivisrno,
t68
Fundaci\363n Speiro

«EL CONTRATO SOCIAL» DE. J. J. ROUSSEAU
sería un funcionarismo, por tanto una jerarquía, y conduciría a la
desigualdad.
Bl "Contraro
Social"

demuestra, con
claridad, el primer punto
(que
la igualdad política
aea peores desigualdades).
Antes de
las primeras sociedades, en tiempo de los salvajes dis­
persos, la desigualdad exist!a, en cuanto entre ellos se encontraba
(diga

lo que diga Rousseau) la
más brutai de las desigualdades, la
de la fuerza o la de la destreza física.
Se puede sin duda suponer., en el origen de las sociedades, una
especie
de contrato
tácito, pero

que, por ser las aportaciones
(ks.
iguales, deja desiguales a los contratantes; donde los fuertes y los
hábiles tienen

el mando
y el poder y los otros únicamente un poco
de segutidad.( Por lo demás, sobre escos orígenes incognoscibles,
nada veo más ,azonable que las hipótesis de Buffon en la séptima
"Epoca

de la
Naturaleza").
Pero

Rousseau quiere que un contrato en que los fuertes
ha­
brían benévolamente consentido en considerarse como. los iguales de
los débiles
sin reclamar ningún

privilegio, quiere que un
pacto se­
mejante haya podido ser concluido, o sul,..enrendido, o (pongamos
todo en lo mejor) que
una sociedad
puede
quedar organi:wla como
si

este
pacto hubiera sido establecido. Sea.
Todos los ciudadanos, iguales entre si, votan las leyes (y eligen,
además, a aquellos que quedan encargados de aplicarlas).
Es el ré­
gimen del gobierno directo por el sufragio universal (que es bas­
tante asombroso que Rousseau no mencione por este nombre, u
otro equivalente). Pero es ev.idente que los votos no serán unáni­
mes.

El sufragio
univecsal es

la omnipotencia de la mitad
más uno
de Ios ciudadanos

y la
otra mitad menos uno tiene qne sopol'.tat
leyes
que

no
ha querido.

Y, así (digo cosas
muy conocidas, pero
qne es necesario
.repetirlas aquí

de nuevo), el sufragio
universal
-ya bajo el régimen parlamentario, pero con mucha mayor razón
bajo el régimen de gobierno directo por el pueblo-desemboca,
necesariamente, en la tira.nía de un partido. (Sin contar ron que
desemboca, generalmente, en el avasallamiento, o más bien a :la
sumersión
de

los capaces
por los incapaces, qne son los más nu­
merosos.)

Y
querríamos saber cómo; desé!e entonces, los votantes
Fundaci\363n Speiro

/ULES LEMAITRE
de la minoría podrían seguir siendo los·iguales de loo. votantes de
la mayoría,
que pueden literalmente rodo
rontra los veru:idoo en el
sdfi!¡,gio.
Rousseau ronoce la objección y la formula así:
··"Fuera
del

conrraro
primitivo (en el que la unanimidad es ne­
cesarial, la voz del

inayor
núm-eto obliga a rodos los otros; .es una
consecuencia
del rontrato mismo.

Pero
se pregunta CÓm<> ·un hom­
bre puede ser
libre y

verse
forzado a

conformarse con voluntades
que no-son la suya. ¿Cóini:i los oponentes son· sometidos a leyes a
las que no han prestado su consentimiento?"
· He aquí' su· ~espuesta: ·
"Respondo que la cuestión está mal planteada. El ciudadano
consiente
eri todas las leyes,· incluso en aquéllas que se aprueban
ron su

voto en
rontra, e
incluso en aquéllas que
lo castigan cuando
se
atreve

a violar alguna de
ellas, La voluntad constante de rodos
·los miembros del Estado es la voluntad general; y pot ella es por lo
que son
~iudadanos y libres'. Cuando se

propone una
ley en la ,'\sam,
bli,a del pueblo, lo que se les pregunta no es precisamente si
aprueban la proposición; sino si ésta. es conforme a la voluntad ge,
neral, que es la suya. Al dar cada uno su sufragio, da su opinión
sobre el asunto y,

del cálculo de los voros se deduce la
d,:claración
de

la
voluntad general.

Cuando,
P,Or consiguiente, la opinión con­
traria a la mía
prevalece, esto

no
,pruelba más

que me había
eqni­
vocado .
y

que lo que yo
consideraba ser _ la . voluntad

general, no lo
et!\-Si mi .opinión particular hubiese. prevalecido, habría hecho otra
cosa de .aquello que hu~iera querido; ~nron-ces es cuando no sería
libre·: (N,2). [Es el derecho divino de la mayor/a.}
Francamente,

esta
página . no ofrece sentido

alguno. ¿Qué es,
por_ lo. tanto, fa "voluntad general"? Comprendemos, por el capítu­
lo-precede,:,te, que es. la

voluntad de lo
-que está conforme al

inte­
rés general, y que
cadi ciudadano tiene, siempre y necesariamente;
esta voluntad .. Sea. Pero,

¿quién decidirá lo
que es
conforme
"fr,b,,e
hll pum1>" a la voluntad general así entendida? Esa será, forzosa-.
mente·
la mayoría; y, como no es infalible, -tendrá pues. solamente el
significado de Io que está· cpnf()(me, en -este punto, no· a la .volun-
216
Fundaci\363n Speiro

«EL CONTRATO SOCIAL» DE J. f. ROUSSEAU
tad general, sino a la voluntad de la mayoría, nada más; y la mino­
ría no resultará menos lesionada.
Por

lo
demás, Rousseau, después de su enigmático razonamien­
to,

quiere
añadir:
"Esto supone,. es cierto, que todos los caracteres de la volun­
tad ·general
[es dedr,·según·él mismo,,la clarividencia, la justicia ·Y
el desinteres] están todavía en la pluralidad. C,-,do cesan de darse
en ella esos fklt'acteres, cualquief'a que sea el partido que se ddoflte,
tlb existe ya libertad."
Pero, ¿cómo mantener en la pluralidad '.'todos los caracteres de
la
voluntad general"? Dicho de otra
forma, ¿cómo hacer. para

que
la mayoría sea siempre "clarividente, justa y desinteresada"? Rous­
seau no , responde. porque nada tiene que responder.
En suma, el régimen señalado por Rousseau es de tal forma ho­
rrible que él mismo, con su humor y su orgullo, no hubiera po­
dido vivir en él un sólo día. ¿Por qué, entonces, lo ha soñado?
¿Cómo
este solitario, este

hombre
de temperamento

anarquista
pue­
de proponernos este estatismo exorbitante?
Y a lo he dicho: para contradecir a · Montesquieu, para molestar
al Pequeño Consejo; y también por las mismas razones, .que hacen
que, en nuestros días, los anarquistas· tengan la apariencia de en­
tenderse ron lo$ colectivistas. Tienen, sin _duda, el pensamiento se­
crero de que no tendtán más que ventajas en una sociedad total­
mente
igualitaria, en

la que ninguna fuerza ni grupo tradicional se
opondt(a
al acrecentamiento de su individuo, Subrayemos, sin em­
bargo, que el movimiento sindicalista, tan os~o todavía, ·parece ir
contra la democracia absoluta. Ciertos sindicalistas califican a Rous­
seau

de "teórico
de. la servidumbre democrática". Así, «el socialis­
mo de Rous.seau no· es acaso otra cosa que el m-edio .de su individua­
lismo» [Brunetiere}. Por otra parte, Rousseau no legisla para él,
sino· para los otros, rosa que le permite actuar-a su gusto;
Y,

en fin,
no es, en modo alguno, la primera vez ·que se con­
tradice. El "Contrato Social" es notable ·pot su incoherencia y su
oscuridad. Unas veces· considera Rousseau· él "Contrato" como una
hipóresis, en tanto otras parece creer en su realidad histórica. No
se sabe jamás si · afirma un hecho comprobado o si· promulga, un
271
Fundaci\363n Speiro

JULES LBMAITRB
bien; si es Aristóteles o si es Licurgo. & una mezcla a>nfusa de
te0rla
y de supuesta observación. Aoonstja a los ciudadanos, tan
pronto queda
ultnnado el pacto social, que elijan un legislador se­
mejante

a Licurgo o a Solón; y él
mismo es
este legislador:
"pero,
¿si el pueblo es incompetente para hacer su Coostitutión, cómo acto
seguido se enouentta tan maravillosamente competente para hacer
sus leyes?". Después de haber tomado en broma lo que Montes­
quieu dice
de

la división de poderes (legislativo, ejecutivo
y judi­
cial), se
retracta seguidamente,

al separar los poderes delegados en
los comisarios de la nación, etc.
Os confieso que olfateo en el "Contrato Social" algunos vesti­
gios de trastorno mental. Hay cosas de jesa especie que Rousseau ha
puesto en

él que
oonttadicen por su sentido la mayor parte de su
obra;

o bien porque se le han pasado por la cabeza, o bien
por
haber removido en él un viejo fondo atávico. Ya he señalado la
confusión calvinista

de la política y de la moral.
E., preciso añadir
un

pasaje
totalmente odioso,

cuyo
otigen pueda enoontrarse acaso
en
algún escritot ptotestante, un pasaje donde todo el antipapismo
de
su primera educación reaparece en él (con el deseo acaso de
halagar a
sus correligionarios de Ginebra). En ese pasaje niega a los
"cristianos romanos" la posibilidad de ser buenos ciudadanos pot·
que el jefe de su religión no reside en su patria; donde, en fin, des­
pués de haber
desrerrado explícitamente
a los
ateOS de
su repúbli­
ca, implícitamente
destierra a

los católicos. Página homicida, en­
gendradora
y sugeridota de persecución; página escrita, sin embargo,
por

un
futuro peroeguido, y ¿de quién? De los protestantes.
Tal es
el "Contrato Social". Emprendido "para hacer a los
hombres libres y felices", se torna en uno de
los instrumentos más
completos de

optesión que un maniaco ·halla forjado
jamás.
Y, ahora, vais a ver .a Rousseau arruinar por sí mist00 su uto­
pía, y tanto en el momento en que la oonsttuye, como después de
haberla edificado.
En su mismo libro, nos confiesa que, en la hora actual, los hom­
bres están,
en_,.genetal, -demasiado eotrompidos por

la
sociedad para
que
el "Contrato Social"

pueda
com>enirles. Convendría, todo Jo
más, a

ciudades
muy pequeñas, tales como Ginebra o Berna. l!n
272
Fundaci\363n Speiro

«EL CONTRATO SOCIAL» DE J. f; ROUSSBAU
realidad, sólo conviene completamente a p,,reblos a la vez muy pe­
queños y todavía jóvenes, que pueden soportar un legislador de
estilo antiguo:
Córcega, por ejemplo. Rousseau lo dice con estas
palabras:
"Hay

todavía, en Europa, un pueblo capaz de darse leyes; es
fa isla de Córcega. El valor y la constancia con que este bravo pue,
blo ha sabido recobrar y defeoder su libertad (con Paoli) merecería
que algún hombre juicioso le enseñara a
conservarla. Teogo cierro
presentimienro
de

que un día esta pequeña isla asombrará a
Europa."
(Y la ha asombrado, pero en modo alguno a como. lo había pre­
sentido Juan J
acobo.)
Así, quede entendido, el gobierno de'! "Contrato Social" no está
hecho más

que para Estados muy pequeños. Y todavía ¿es esta
pe­
queñez, acaso,

una condición suficiente? Rousseau no lo cree. Y
escribe: "¡Cuántas cosas difíciles de reunir requiere este gobierno!
En
primer lugar, un Estado muy pequeño, en el que el pueblo pueda
reunirse

fácilmeote
y en el que cada ciudadano puede, cómodamente,
conocer
a los

otros; en segundo lugar, una gran simplicidad de
cos­
tumbres,
que

evite a la
muchedumbre de aountos y discusiones es­
pinosas; después,
mucha igualdad

en los rangos y
las fortunas, sin
lo
cual la desigualdad no podría subsistir mucho tiempo eo los de­
rechos y la autoridad; en fin, poco o nada de lujo, porque el lujo
es el efecto de las
riquezas, o
las
hace necesarias; corrompe

a la vez
al rico
y al pobre, al uno por la posesión y al otro por la envidia ... ;
hace

perder al Estado todos sus ciudadanos,
pata esclavizar unos a
otros, y' todos a la opinión ...
"... Añadamos que no hay gobierll(> tan expuesto a las guerras
civiles
y a las agitaciones intestinas como el democrático o po-
pulat ...
"._Si hubiese
un pueblo de dioses,
se gobernaría
democrática­
mente. Un gobierno tan perfecto no es adecuado para
los hombres."
Así,
ni siquiera es conveniente para los corsos. ¿A quién con­
viene entonces? ¿Y
por qué haber escrito el "Contrato Social"?
Aquí, como en "Julia", como
en el "'Elnilio"', los
amigos de Rous­
seau dicen,
en términos más benóvolos. "Si, esto parece idiota, pero
2n
Fundaci\363n Speiro

JULES• LEMAlTRE
es muy noble; es un ideal que Rousseau propone y al que sería
!hermoso aproximarse".
¿Por qué? Hayc ideales que no son en modo
alguno deseables. Tal ideal implica un realidades, o de los sentimientos tan sospechosos en quienes los han
concebido o preconizado, que puede ser muy peligroso inclUSI> aspirar
a ·un ideal de tan equívoca especie. "Ideal, ideal", se dice muy
pronto, pero
· no . es

del
. todo
sinónimo
de. bueno, de generoso o
de

útil.
En fin, he aquí el hecho, Rousseau, incluso en el "Contrato",
confiesa

que el gobierno del "Contrato"
es absolutamente
inaplicable.
Y lo confiesa todavía mejor.un poco más tarde, en sus carms.
llstamos habituados a estas · palinodias. Le hemos . visto siempre
atenuar, e
incluso desmentir,

en su correspondencia, las paradojas
demasiado agresivas o

demasiado
desatinadas que había escrito en
sus
libros .. Por añadidura, debía estar tanto más dispuesto a rene­
gar del "Contrato", pues en todo caso, a pesar de lo que se haya
hedho para

ligarse a él, el "Contrato" está en vivo
desacuerdo COQ.
sus obras. (En éstas tiene la costumbre de otorgar lo· menos posi.
ble

a la institución
rodal, en

aquél,
entrega el

hombre entero a
la
institución social). No debe olvidarse que la primitiva redacción del
~Contrato" es

anterior
al primer "Discurso" de Rousseau y a su
reoría de la bondad natural. En fin, han pasado algunos años. Estos
ginebrinos, para quien sobre todo había escrito su libro, lo han
perseguido con odio. Es el momenro en ique escribe al corso Butta­
Foco:
''Amo 'literalmente tanto a vuestro clero (el clero católico) como
odio al nuestro. Tengo muchos amigos entre los clérigos de
Fran•
cia

y
he vivido

siernpre muy
·bien entre

ellos"
Escribe a d'Ivernois, el 13 de enero de 1767: "Habrá podido V d. advertir, en nuestras

no soy
visionario
y, en el Co-t#o Social, jamás he aprobado el gobierno
democrático."
{Y puede sostenerlo,. e incluso · creerlo, por estar el libro lleno
de contradicciones.)
A1 marqués

de
Mitabeau, le
escribe, el 26 de julio de 1767:
"He
aquí; . en mis viejas ideas, el gran problema en política,
274
Fundaci\363n Speiro

«EL CONTRATO SOCIAL» DE /. /. ROUSSEAU.
que compt,rt> al de 14 cuadrat,,,.a del chculo en geometría: .Encon­
ttar una

forma de gobierno que
ponga fa ley por encima del hombre."
(Y es,

en
e!fecto, la

cuadratura del círculo,
puesto que .la ley
será

siempre
hecha por

hombres y aplicada
pot hombres.)
"Si esta

forma puede encontrarse
-continúa- busquémosla ...
Si

desgraciadamente
. no fuera asequible, y c que &reo que no
/q e,, mi opinión e, que ,eri,, preooo pasa, al ctro
extremo
y poner, de golpe, al .hombre, tan por encima de las leye,
como pueda e1ta,/o; por comiguiente, e,tablea,,
el de,poli-!mo más
arbiJrdrio, y el más arbitrario que sea posible."
(Es acaso también que, en ese momento, Rousseau acababa de
gozar del favor
del rey . "Querría -prosigue-que d déspota pudiese ,er V.Os. En una
palabra, no veo medio soportable •-e 14 más 11t11tera democracia
y el hobbismo más perfecto, porque el oonfliao de /Qs hombre, y
de l4s leyes, que coloca al Estado en una continua guerra intesti,J,,,
e, el peor de todos lo, ,.e,tado, poUticos."
De,;pués, romo asustado de haber escrito estas rosas, exclama:
"¡Pero los Calígula, los Nerón; los Tiberio ... ! Dios mio, me
echo por tierra y gimo de ser hombre."
Se echa por tierra pensando en el lejano Netón; y está muy
bien. Pero, en fin, ya no se atiene del todo al "Contrato".
Se atiene tan poro que, seis meses después ( en enero-febrero
de 1768), en las largas cartas a su rompatriota d'lvemois,
al ocu­
parse de las
perturbaciones de Ginebra y

de
la reforma de su Cons­
titución, busca, como haría -el mismo Montesquieu, combinaciones
y equilibrios de atribuciones entre los diversos · ,poderes políticos
(Pequeño

Consejo, Gran Consejo
y Consejo General o cuerpo elec­
toral). Y, :finalmente, desesperando de ver apaciguarse las disrordias
civiles,
lanza a. sus

amigos de Ginebra esta
""'1ortación a
la antigüe­
dad, ·que
pa,,ece extraída de

un "Canciones"
extravagant'e:
..... Sí, señor-es, os queda por tomar un último partido, que es,
me· atrevo a decirlo, el único digno de vosotros. Y ronsiste, en- vez
de_ manchar vuestras manos -en la sangre de vuestros compatriótaS,
abandonarles
estos

muros, que, debiendo. ser el asilo de
la libertad,
·riC4 van a_ ser más-que una guarida de IH'MID's. C.onsiste en salir-~f:&.
275
Fundaci\363n Speiro

JUU!.S LBMAlTRE
dos, todos juntos, en pleno dla; con vuestras mujeres y vuestros
hijos en medio de vosotros, y, puesto que hay que estar esclavizados,
esrarlo
al menos pru: algún príncipe, y no bajo el msop01'tabk y
odio,o yugo de vuestros •guales!'
¡Vaya lindas frases!, que resumen verdaderamente todo lo ah-­
surdo del "Contrato Social" y de la democracia misma.
Así, hay tres etapas: L'). Juan Jacobo, en su libro mismo, de­
elata al "Contrato" aplicable sollllllente a pequeñas ciudades; 2.')
Lo
·declata iuaplicable
a
los simples mortales, y 3.') Cinco o seis
años después, reniega de
él totalmente.
Pero, esta forma de Gobierno
que eL autor habla descrito

al
uso de una ciudad de veinte mil
almas y de mil quinientos electo,­
res ---<¡ue habla inmediatamente confesado impracticable incluso en
esa
pequeña ciudad-,
y de la que, en fin,
habla renegado con una
suerte de furor, la tomará la Revolución, treinta años más tarde,
como

un
evangelio, y querrá imponerla a un pueblo de diez siglos
y de veinticinco millones de hombres. Y este ensayo se denominará
el Terror.
La falta no es . de Rousseau, se nos dirá.
Oigamos bien.

No digo que
los eocrito6 de Rousseau hayan pro·
vocado la Revolución (que tenían razones económicas profundas):
Sobre todo, no digo
que solamente dichos escritos la hayan provoca­
do. Pero resulta

que, en
mayar medida

que cualquier
otro esctitor,
Rousseau
ha proporcionado, ha legado a los más sistemáticos y más
violentos
de los

hombres que hicieron el Terror, incluso a las cabe­
zas
más ilertadas de la canalla revolucionatia, UQ. estado sentimental,
una

fraseología y unas fórmulas.
Tanto mejor que,
aparte además

del error esencial que coosti­
niye su

armadura, el
"Contrato Social" está plagado de cootta·ver­
dades de detalle. Se lee allí que "la voz pública casi nunca eleva
a los
primeros puestos

a hombres ilustrados y capaces, que los de­
sempeñan
roo honor•: Se lee allí que "el pueblo se equivoca mucho
menos

en
sus decisiones

que el
príncipe"; "que
un hombre de ver­
dadero
mérito es

casi
tan raro en el ministerio { de un reyJ como
un tonto a la cabeza de un gobierno republicano". Se lee allí, a pc¡,­
pósito de los reyes, "que túdo concurre a privruc de justicia y de
Z76
Fundaci\363n Speiro

«EL CONTRATO SOCIAL» DE /. /. ROUSSEAU
razón a un hombre elevado para mandar a los otros". Se lee, taro·
bién, "que las repúblicas van hacia sus fines por vías más constan·
tes y mejor seguidas que la monarquía". El gobierno feudal es de­
nominado
"ese inicuo y absurdo gobierno en el que la especie hu­
mana
es degradada y en 1a que el ,:,ombre de qo¡i¡bre es un des­
honor",

etc. Todos los prejuicios más
ineptos y más mortíferos de
la Revolución son heredados del "Contrato Socia1". "He escuchado -escribió
Mal.lec de Pan--, en

1788, a Marat,
leyendo
y comentando el "Contrato Social" en los paseos públicos,
con aplauso de un auditorio entusiasta."
Y, cinco años despué~, Franc~ e~imentaba las venturas de
las doctrinas del "Contrato Social", de la igualdad universal, de la
soberanía del pueblo, del derecho absoluto del Estado
y de las ma­
gistraturas de excepción, tales como el Comité de la Salud Pública
y el Tribunal Revolucionario. Del ¡:apítulo 8.0 del libro IV, salió
el prejuicio anticatólico y la Constitución civil del clero, y la pet·
secución religiosa. Y el . "Contrato Social" fue codificado en la
inaplicable Constitución de 1793.
¡Todo eso, porque
le había gustado a un medio loco, treints
años antes, soñar para una ciudad de veinte mil habitantes una le­
gislación que "no
convenía más que

a los dioses" y a la que,
cinco
años más tarde, declaraba preferir

"el despotismo
más arbitrario".
Gracias a la credulidad
y a la estulticia humana, creo que jamás
se ha hedho
mayor mal a Ios hombres por un escritor como el cau:
sado

por este hombre que, parece ser,
Íl.o sabía
bien lo que
~ibla y
hubiera

huído de su .ciudad si hubiera
viste realizada su

visión.
Ver­
daderamente,
hay casos en

los que se. está
tentado. a decir que este
desgraciado
ha sido un miserable.
277
Fundaci\363n Speiro