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Número 189-190

Serie XIX

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Los derechos humanos en el pensamiento contemporáneo

LOS DERECHOS HUMANOS EN EL P.FliNSAMIENTO
GONTEMPORANEO
POR
ABELAROO l.oBAT0 0. P.
La conciencia actual de la humanidad es muy sensible a todas las
cuestiones referentes a los derechpa huma,nos-: anuncia, 4enunci~, acu-,
sa,
remuerde, exige, impone, protesta. Nos encontramos ante un
fe­
nómeno inusitado. Si no puede _decirse tot~ent_e nuev_o en su es~­
cia y contenido, sí lo es por la extep.sión universal que alcanza y por
la profundidad
humana que

toca.
La .gran cuestión .. del hombre se
discute hoy eu torno a los derechos del hombre ..
Es una,. cuestión
disputada. Todas

las fuerzas culturales_ de nuestro tiempo parecen
empeñadas en esta
tarea, y, por extensión, el contagio llega a las­
ideologías, los partidos
y _las potencias . doniinadoras, En la cuestión­
de los
derechos humanos se

juega hoy el .destino del
hombre. El pen­
samiento cristiano fo ha comprendM.o· y -ha qptado con::decisión y
compromiso por la defensa y promoción de los derechos humanos,
como

un
camino privilegiado
de evangelización,.
-Todo
ello hace
pensar que noo encontramos ante una. cuestión que bier¡, _ merece una
seria -reflexión porque nos
, afecta

profundamente. Yo quisiera ana­
lizar con detención este
fenómeoo de

nuestro tiempo,
la emergencia
de la cuestión de los
derechos humanos en nuestro tiempo, -~ trata
de
un hecho que ha
de. tener al menos_ su

razón
,de ser, su raz6,n, su­
ficiente,
y exige una fundamentación .. AJ filósofo :-se le, pideu -estas
tres
tareas

complementarias : comprensión del fenómeno en toda su
significaci(,}n y actualidad, _ra:i;ón de ser . c;l!!l. :mi~mo a· través de una
emergencia histórica,
y fundamenmción en-ehubsuelo de,lo humano,
Todo

ello se hace necesario
1 la' hora de comprender a fondo los
derechos humaru;,s en la vigerld¡i qui, han._ adqúlrido en nµestro ti~m:
po. Y es lp .q~_1,,~quí, _va~~ a i~t~tar._haé~r, aU.Oque ,~ea -.~6.1~1
• di_
modo sugerente e indicativo.
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ABELARDO LOBATO
l. Características de la conciencia actual (*)
El pensamiento alemán nos ha habituado a hablar de la concien­
cia ~ustantiva, co1110 si' s~, ·tratara ;de una hipóstasis,' de la realidad hu­
mana en su dimensión de interioridad · y clarivideucia, de la porción
más patente del hombre, capaz de emergencia por encima de lo em­
pírico hasta una dimensión trascendental.
Las grandes cuestiones de
la
subjetividad se
han planteado

en torno a la conciencia
y sus ni­
veles. Es un
modo impropio

de hablar. De
hecho, la

conciencia no
es una realidad sustantiva, sino sólo es dinámica. Ni es el hombre
en cuanto tal, én · quien se dan muchas zonas de inconsciencia y sub­
consciencia, muy reales, como ha puesto de relieve el pensamiento de
Freud,
y han de darse otras de supraconsciencia, como insinuaba Eu­
genio D'Ors, sino
sóh el carácter de alguno de los actos humanos
que

tienen
la peculiaridad de estar presentes al mismo sujeto. El
hombre actúa
y en su dinamismo alcanza lo que le trasciende. Por
su condkión de ser cogn<:l6Cente tiene capacidad de advertir, de caer
en la cuenta, de tener presente lo que le pasa. Esto le acaece en
el orden sensible, en cierto modo, y mu.cho más en la dimensión
espiritual. Esto Je acaece no sólo como individuo, sino como realidad
abierta que forma parte de la humanidad
y tiene una conexión con
los demás hombres con los cuales comparte su existencia. La con­
ciencia de la
humanidad actual es la presencia del hombre a sí mismo,
es la advertencia de su propia realidad, en conexión con el pasado,
pero diversa de él. En este marco de comprensión advierte el hombre
lo que
le· compete,

sus derechos en cuanto hombre. Y esto lo hace
en CU{ttlto la coociencia se 'regula por un cierto principio de vuelta
sobre sí misma, por lin horizonte que se amplía a la totalidad, y por
(*) La evolución de la conciencia moderna no se puede identificar con
el progreso del hombre en absoluto, ni con -una humaniZación más plena.
·Son caminos abiertos, que a veces el hombre prosigue y a veces deja del todo_.
La conciencia moderna ha evolucionado en la cuestión_ de los derechos, pero
ha retrocedido en el terreno de .la moral. Y esto sí es decisivo. Como re­
trocede en
ÓcCÍdente -_en el horiwnte de

lo
religios~·, y esto es
más decisivo
todavía.
1172
Fundaci\363n Speiro

DERECHOS HUMANOS Y PENSAMIENTO CONTEMPORANEO
una encarnación en la historia, donde la experiencia de lo negátivo
es ·siempre estimulo

y
ac~cate para

su propio despertar. Será
conVe­
niente parar mientes en estos caracteres de la conciencia actual.
1.1. · Fue Hegel quien formuló de muchos modos el principi<>
de la -conciencia: Toda conciencia tiende a hacerse autoconciencia,
porque hay en ella una exigencia de absoluto. Pero esa · tendencia
se hace procesual. No es inmediata
ni alamza todo su contenido'de
un

modo instantáneo. El hombre sólo camina a
paso., por etapas,
en

un
proceso de

constante superación. El principio de la conciencia
que cae en
la cuenta de sí misma, se puede aplicar al individuo, y
se cumple en el proceso evolutivo
de la humanidad.
Cada uno de los hombres despierta lentamente. Ningún animal
tiene un proceso de
tan lenta
maduración
como el
hombre. Comen­
zamos por
la alteridad, por la noche envolvente de una realidad que
se nos· presenta y nos cautiva. Pero., en la hora de la adolescencia, ,el
individuo se interroga sobre sí mismo. Ha tenido como un retorno
a su propia casa. Tiene que descubrir su propio misterio. Emerge el
yo, el sujeto,
la interioridad, y se hace inevitable la pregunta: ¿Quién
,oy?, ¿Tú quién ere,? (1). Desde ese momento el hombre entra en
una nueva etapa. Ya no podrá dejar de tener presente esta gran cues­
tión. Ha salido del paraíso de la inconsciencia y de
la alteridad. Se
ha hecho cuestión de sí mismo. La conciencia que se hace autocon•
ciencia se hace por lo mismo desdichada. Porque no tiene respuesta
adecuada a la situación en la cual se
encuentra en

relación
con la
rea­
lidad
q_ue anhela

ser.
Se siente llamado a personificar un ideal de
hombre

y sólo lo puede ver limitado
a. una
concreción empobrecida.
Ser hombre desde esta dimensión significa para el individuo estar
espoleado a responder
a una vocación de hombre

frente a una
dura
realidad

muy
limitada. La vuelta sobre sí mismo es punto de partida
de la búsqueda
incansable de

un ideal
que se

aleja en el horizonte
a medida· que el mismo individuo avanza. La. rondencia hecha aut~
c0nciencia es el punto de partida de la auténtica personalidad hu'
(1) Cfr. San Agustín: Conf. IV, 10. Quid sum ergo Deus meus? Joan.
2. 17,
11H
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ABELARDO LOBATO
mana que exige para sí misma todo lo que le compete y responde a
todo lo que
la llama desde deutro de modo ineludible. Los antiguos.
lo

percibían: y, a su modo, formulaban este principio:
llega a ser
el que eres, conócete a tí mismo, ¡sé ltbre! Esta autoconciencia es el
punto de partida de la inquietud humana, de la protesta ante toda
situación estática, de la rebelión y de--la conquista. La conciencia se
alza por encima de sí misma y se sieute llamada por los valores que
la trasciendeu. El
sujeto trasciende la misma concieucia. Sólo hay con­
ciencia de la alteridad, y la conciencia de sí mismo es conciencia de
sí -mismo en cuanto otro, en cuanto · llamado a ser más y mejor de lo
que ya es (2).
Algo análogo ocurre con la humanidad. Conocemos algo del
ca­
mino

recorrido, pero es mucho
más lo
que
ignoramos. El
hombre es
de ayer eu la
marcha del cosmos, pero

lleva mileuios sumido eu la
alt¡eridad insconcieute;

por su lucha
para la subsistencia con. los me­
dios de nna naturaleza adversa. y con el hombre que camina a su
l~do. Hay

tres procesos en marcha
que sigüen su

curso más. o menos
adelantado conforme a los pueblas de quien se trata: el de homini­
zación por

el
cual el hombre conquista su plenitud humana, el de
individualización por

el cual
·emerge en
medio
de ·los otros, ·y el de
personalización por el cual recobra su rostro y -su dignidad .de suje­
to

singular que se edifica desde
fa interioridad libre. Todos estoo
pr_ocesos siguen su ascensión-en cada uno de los 'hombres, en :nuestra
época como en las anteriores. La conciencia moderna loo percibe
porque el hombre ha sido capaz de encontrarae consigo mismo.
Lle­
vamoo
ya sigloo desde el principio del giro antropológico, El hombre
se interroga sobre sí mismo, y
trat.a de dar una
respuesta a su propia
realidad en proceso.
También aquí esta cQ11.ciencia se toma autocon,
ciencia,

y
por ella se hace desdichada. Nuestro planeta se hace campo
de
inquietudes, de luchas, de rebeldía
y de protesta. El hombre se
siente
insatisfecho de la propia- situación y
trata de humaniztrla. El
mundo

tiene que ser más
humano, más digno del hombre fonda

realidad. El
futuro ya

no puede
dejar esta

senda abier.ta por
la
modernidad. El

hombre tiene que encontrarae consigo mismo en
(2) CTr. Tomás de Aquino: De Verilate, 10, 8.
1174
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DERECHOS HUMANOS Y PENSAMIENTO CONTEMPORANEO
su plena realidad y tratar de dar una respuesta con hechos y situacie>­
nes más que con palabras. Esta es su gran cuestión, ante la cual pa­
lidecen todas las demás : llegar a ser hombre de verdad. Hegel es­
taba
seguro

de que podía leer este proceso ascendente en la historia
del pasado de la humanidad. El espíritu inquieto
se encamaba en
figuras que lo presentaban ante todos los hombres. Pero en la hora
actual alcanzaba ya la dimensión del absoluto, bien paseando con Na­
poleón
por
el mundo europeo, bien clarificando
fas cuestiones
desde
la Universidad de
Berlín en

la persona del
mismo Hegel
(3). Aun
dejando de lado esa indicación de las «figuras» que ha ido tomando
la conciencia que se hace autoconciencia coo pretensión de absoluto,
y con la exigencia de anihilar toda otra autoconciencia, queda la va­
lidez
de

ese principio universal,
porque brota

de la raíz espiritual
del hombre, capaz de ir más allá de sí y de volver en sí, por su con­
dición de ser abierto y ·de participar en la· esfera del espíritu.
1.2. Por esh>, la co~ciencia moderna se hace. int{},graÍ .. &l. horí­
zonte se amplía y abarca todos los sa:to de partida de todo el proceso asceodente ha sido
la interioridad sub­
jetiva. La conciencia del individuo emerge por encima dC todas las
condiciones_ exteriores y se hace fuente de todo progreso. Lentamente
el individuo se .destaca de la tnllsa, de la famiHa, de la_ tribu, del
pueblo en el cual se encuentra
y se reconoce en su dignidad_ y sabe de
su
propia vocación personal.
Todavía_ m, hemos llegado · a penetrar
en
toda
fa hondura la densidad ontológica .del individuo. humano.
Pero
ya la hora, moderna ha impuésto a la conciencia . el_ sentido. de
la
persona y de sus valores. Ha sido un expolio del pensar cristiano
en
torno al absoluto, que con
el proceso de la historia se ha seotla­
rizado.
En ese clitnll nacieron

las
primeras exigencias de los derechos
humanos: los individuos tenían
deremos anteriores al

poder estatal
y por encitnll del mismo. Casi hasta nuestros· dias los·, derechos que
preocupaban a

los hombres eran los
dereéhos del individuo. La Re­
volución

francesa
y la carta de la ONU sobre, .Jos derechos humanos
tratan,

ante todo, de los
derecl,os del
singular, en cuanto persona
(3) Hegel: Fenomenología del espiritu, prol. y cap-. IV.
U75
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ABELAl/DO LOBATO
digna de todo respeto. Pero ya no basta tratar del individuo. No hay
individuos sino
en el seno de una sociedad,
o de una familia. No hay
hombre, sino
coo los

hombres. Por ello,
nuestro tiempo
ha
desai­
bierto

la
nueva óptica

para contemplar la realidad. A lo individual
se agregan dos

perspectivas integrantes. Por un lado, la dimeusión
social, que implica todo
lo referente a esas estructuras básicas de lo
económico y

de lo polltico. No hay hombre sino en un
contexto
social

de la totalidad envolvente, de relaciones que
se multiplican,
una

constelación que
crece a

medida que sabemos profundizar
en ella.
Lo social es cnmo el campo de la realización del individuo. La con­
ciencia
.moderná, instigada por el marxismo, ha caldo en la cuenta
del
peso de esta dimeusión social ( 4). El hombre con el hombre
realiza el proceso de humanización, de personalización, y ello da ori­
gen
a otro

componente del hombre:
la historia.

El hombre es un ser
histórico, que es y se hace con los demás. También esta dimensión
ha sido. conquista de la
conciencia actual, por el peso confluyente de
muchos factores.
La historicidad del hombre brota de su modo pe­
culiar de inscribirse en la cuarta dimensión de la realidad cósmica, la
espacio-temporal. El

hombre no queda anclado en el espacio, vive
er, un

horizonte de totalidad,
y no está medido por el tiempo lineal
cósmico, sino que es autor de su propio proyecto que marcha en sen­
tido
inverso, desde

el futuro,
y desde la tradición, hacia la realidad
presente que. se hace
y se deshace sin cesar ( 5).
El horizonte de lo humano
viene ahora
percibido desde estas
tres dimensiones.
Los derechos humanos que comenzaron siendo in­
dividuales,
tienen que
extenderse ahora a la esfera de
lo social y de
lo histórico.
1.3.
lA experienri~ es punto de partida de todo proceso de con­
tientización de lo humano. Y la experiencia que se da sólo en lo con­
creto, en la cruda
y desnuda realidad, lleva siempre un índice de li­
mitación.
La experiencia del hombre consigo mismo se da a través
de· los ·hechos concretos,

de las
situaciones, del
fracaso y del hundi-
(4) Or. A. Lobato: El hombre como .s" social~ Verbo, 1979, pág. 1001.
(5) Cfr. A. Lobato: El futuro ,omo dimensión humana, Angelicum, 1973,
p!g. 201 y sigs.
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DERECHOS HUMANOS Y PENSAMIENTO CONTEMPORANEO
miento de todos los proyectos, como de la conquista · de las· aspiracio­
nes.
La ma.rcha del hombre hacia su plena realización se advierte
siempre como un proceso de lucha,-como una conquista contra fuer­
zas y poderes opresores. El hombre evoluciona en cuanto es capaz
de

emergencia sobre fuerzas contrarias. La
libertad se
logra en el
espacio robado

a la necesidad. Aparece aqu[ a la conciencia moderna
el
inmane ¡,(Jder de /(} negativ(J. Toda afirmación se hace frente a
una negación. Todo límite se da como cárcel que aprisiona. Pero los
limites al hombre le sirven de vallas que le estimulan al salto. La
época moderna ha

realizado el mito faústico del hombre. Su poder
se extiende de modo incre[ble. Es veraz el canto de la Antígona de
Sófocles: <<¿Qué
hay tan tremendo en poder como el hombre ... ?». La
sociedad ha progresado por la fuerza de la tradición y por la origi­
nalidad de
la revolución. El hombre moderno ha conquistado la pro­
pia libertad. Hay un proceso constante de esclavización de lo hu­
mano por parte del mismo hombre. Sólo en la hora moderna se Uegó
al punto crítico de abolición de la esclavitud, que era
la plaga de
todo el

pasado de
la humanidad. Pero esa conciencia de que el hom­
bre no puede ser esclavo,
sólo tuvo en el

siglo pasado
el primer paso.
Todavia
es letra

y está comenzando a ser deletreada.
Queda mucho
por

andar. Lo negativo sigue siendo realidad. Y
por ser obstáculo
a un proceso sirve de estimulo y de acicate. Toda determinación
es
negación

y toda
superación es

negación de la negación.
Los derechos
humanos se
descubren en

el campo de lo real de
las violaciones de
los mismos. Estas

originan la protesta,
la solidaridad, y dan ocasión
a
la lucha. Nnestro tiempo es un buen índice del estado de la cues­
tión por las violaciones de los derechos
humanos, que
ya son motivo
de protesta. Hace poco Konrad
Sieniewicz hacia

una descripción de
la situación real en que nos encontramos en nuestro tiempo en esta
materia de las violaciones de los derechos humanos, y de la con­
ciencia que advierte con agudeza lo intolerable de la situación. Cada
uno de los contioentes presenta sus rasgos peculiares. América tiene aún
pocas democracias y muchas son aparentes, Africa apenas recla­
ma otro derecho humano que
el de la subsistencia, pero presenta en
nuestro tiempo los mayores crímenes de genocidio desde el poder establecido, Asia apenas recobra su
espacio de

libertad
para saber
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ABELARDO LOBATO
de sí misma y reclamar los derechos humanos por estar sometida por
las dictaduras o por el
hambre, Europa no ha · sido
capaz de suscribir
los acuerdos de Helsinki. Amnesty Internacional denuncia a 112 paí­
ses miembros de la ONU por la
oonstante violación

de los
derechos
hum.anos. Partidos políticos, sin-dicatos, medios de comunicación so­
cial y el capital siguen siendo fuente de abusos y violaciones constan­
te de
loo derechos humanos.

Todo
hace pensar

que nuestro mundo
se hace e.a.da día más injusto y por ello más inhumano. Pero en
medio de todo ello hay una antorcha que ilumina la noche .. La con­
ciencia
universal ya protesta desde

esa
situación y

es capaz de muchos
modos de enfrentarse. Tímidamente por los disidentes en loo palses
dominados por la dictadura comunista, más claramente por las cons­
tantes rebeliones de los palses sometidos a una opresión de liberta­
des, y de modo
abierto por

todos los que
estiman la
dignidad del
hombre (6).
La conciencia moderna, despertando en el proreso de evolución,
se ha hecho autoconciencia, se toma integcal y no tolera en silencio
Lis violaciones de los derechos humanos. No estamos en el ápice de
la evolución, tenemos
muchas lagunas, pero no podemos menos de
ver fa calidad de esta· conciencia moderna que se hace más crítica y
más exigente cuando se trata de los derech05 humanos y los defiende
con
garra como
el camino de
humanización del
hombre
actual. Se
trata de Wla conciencia que cae en la cuenta del peso de la justicia.
No hay mundo humano sino en el orden de la justicia, donde cada
uno tenga todo aquello que le compete. Y en el fondo lo que
fa
conciencia moderna defiende en la batalla por los derechos humanos
es
la dignidad

que le
compete por el hecho de ser hombre.
Todo ello es para alegrarse por esta madurez de la conciencia
del hombre de nuestros días.
En medio de sus desvíos, hay algo que
no puede morir en el hombre,
una luz que

lo guía y lo promueve:
Signatum est super nos lumen vultus tui, Domin~! (7).
( 6) Cfr. Konrad Sieniewicz: Los derechos del hombre, la situación real,
las divergencias teórica; y la acd6n de las Naciones U nida.r, en Informes
Pro Mundi Vita, 18, 1979.
(7) Salmo, 4,7.
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DERECHOS HUMANOS Y PENSAMIENTO CONTEMPORANEO
2~ Los derechos humanos en la ·eonrciencia ilustrada
No hay generación espontánea ni para la naturaleza ni para el
proceso de

las ideas, aunque
en ambos campos opera la

creatividad.
La conciencia moderna está en la raíz del proceso de evolución de
los derechos humanos. Abundan las afirmaciones de que los
derechos
humanos
son

una conquista de la
secnlarizaci6n, un
producto del
pensar liberal, no

cristiano (8). El campo de la historia se presta a
todas las
posibles afirmaciones. Es cera blanda que cada cual moldea
a su
placer. Pero

la realidad, siempre un tanto escondida, termina
por imponerse por su misma fuerza invencible. Hay una aportación
de la modernidad en torno a los derechos humanos. Son los pensa·
dores

de la Ilustración quienes
hablan más

de ellos y obtienen
au­
diencia.

Pero ni son los
primeros, ni los más profundos. Hay otro
estilo de
pensar que

los descubrió antes y
los mantiene
ahora con
plena responsabilidad. El proceso histórico
por el cual emergen en
la conciencia actual los
tremendos derechos del hombre

puede
decirse
doble

y en cierto modo opuesto, enfrentado al menos dialécticamente.
Será oportuno hacer mención de este itinerario recorrido, desde el
cual adquieren perspectiva y mejor comprensión. Por un lado, este
proceso del pensamiento ilustrado, y,
por otro, el de la tradición del
pensamiento clásico. La superación de la antítesis nos dará una visión
más acertada de lo que ha sido el pasado de los derechos humanos
y de lo que
es su peso en el pensamiento contemporáneo, tema de
nuestro estudio.
2.1. La raíz il11mini!ta de los derechos h11mános .. Tratando de
comprender el proceso del pensar
secnlarizado que

se arroga la con­
quista de estos derechos, será bueno que nos detengamos a conocer
su emergencia
desde la

hora iluminista, su plasmación en algunos de
los representantes
típicos de

ese estilo de
pensar, y

su realización en
los
hechos revolucionarios

y en las teorías que han dado como fruto
las declaraciones hasta la culminación en la
de la

ONU de 1948, la
«piedra miliaria» de este
proceso, como

dice Juan Pablo II.
(8) CTr: Concilium, 1979, núm. 144. W. Huber. 1179
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ABEMRDO LOBATO
Todavía nos encontramos en el marco de pensamiento abierto por
la Ilustración. Es posible. que este movimiento se enruentre ya en su
hora de agonía,
pero, de hecho, nos domina su poderooa red de in­
flujos y de actitudes.
La Ilustración es la hora del hombre. Porque
se recobra la autonomía y comienza el proceso de autodeterminación.
El hombre ilustrado es el que rompe con un
pasado de minoría de
edad

y se abre
la senda por sus propios pies. Kant respondía con
aáerto a la pregunta sobre la

ilustración, diáendo que era la salida
de la minoría de
edad, la entrada en la edad de la razón, el momento
en que el hombre se dirigía
'por si mismo y dejaba todos los tutores
que le
llevaban de

la
mano, El hombre vivió como una hora caracte­
rizada
por el poder de la propia rawn. Sápere aude! ¡Atrévete a pen­
sar! Ese era el lema del momento. Porque el saber se habla conver­
tido
en poder, la razón en
domiruo de la realidad. La razón tenía que
tener la valentía
de hacer uso público de sus derechos. Le competía
ser reguladora de la
realidad. Hasta ahora la atltura había sido de
signo
literario. Pero llegaba el
momento de hacerse razón
'práctica,
de
únponer el

poder de
la áencia, de dominar por medio de la téc­
nica. Esa razón es de todo hombre, y tiene un horizonte de exterislón
universal..
La religión tiene que quedar sometida a su imperio y el
mismo Kant lo intenta (9). El
IIlUOOO humano ha de regularse por
la razón
para que los hombres sean 'capaces de construir sobre bases
más sólidas los fundamentos de la propia convivencia. Frente a un
pasado de

servidumbre
y de esclavitud, el futuro tiene que ser de
luz y de fuerza, de armonía
y de progreso. Hasta el proceso de la
historia tiene que estar regulado
por la marcha de · la razón. Paul
Hazard
ha descrito todo el ¡>[oc=> de este siglo de las luces que fue
capaz
de cambiar la faz de Europa y en poco tiempo se apoderó de
ella
provocando un

inusitado entusiasmo
.. La
ruptura con
el pasado
era una
Iiberaáón de

antiguas servidumbres.
EL proyecto de forja del
futuro era como la creaáón
,de la nueva humanidad,
la realización
de la utopía
más alta que se había concebido en el pasado. Por. fin
el
hombre iba a
ser dueño
de si
.mismo y a dirigir el proceso de su
(91) Cfr. Kant: La razón en los límites de la religión, y ¿Qué es el
Iluminismo?
1180
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DERECHOS HUMANOS Y PENSAMIENTO CONTEMPORANEO
propia hwnanización. Nadie podría impedirle el camino hacia esta
meta. Era un derecho que le competía frente a todo otro poder. El derecho de ser hombre (10).
2.2.
Tres pensadores üummistas nos pueden orientar en torno
a la fuerza de las ideas en este
momento singular. Son ellos los que
invocan
este derecho

a orientar la vida
hwnana por

nuevos
cauces.
Son ellos los que dejan de hablar de los deberes del hombre, y abren
la
puerta a la mitificación de los derechos hwnanos. No sólo ellos,
porque
otros muchos están a su lado. Los hemos elegido por su es­
pecial significación
y su influjo preponderante. Son tres padres de
los
derechos humanos de la modernidad

:
Hobbes, Locke y Rousseau.
Bastará hacer alusión

a un pensamiento central de cada uno.
Thomas Hobbes

(1588-1679) puede
ser uno

de los
testigos de
la

conciencia moderna sobre los derechos
humanos, a su

modo
y con
su talante.
En 1651 escribía su Leviathan. Este monstruo bíblico era
ahora la multitud popular sometida al imperio del soberano
guiada
por la razón y el principio de utilidad. Porque el hombre ha pasado
del
estado natural

al civil
por su propia conveniencia, para poder
estar
en paz y hacerse hombre. Por naturaleza, el hombre no está
llamado a la sociedad, porque todos los
hombres son iguales y libres
y luchan por los mismos intereses. La única ley es la fuerza y el
poder de cada uno. El hombre es
lobo del hombre. Y, por ello, se
instaura enseguida la
guerra de todos contra todos. Los inconvenientes
de ese
estado fuerzan al hombre a renunciar a sus derechos de fuerza
y de igualdad, y por un cierto pacto nace la sociedad civil. «El Estado
nace de un pacto por el cual la multitud de hombres transfiere
s11
derecho

natural y primitivo a un hombre o a una
asamblea» (11).
La razón ha :encontrado el camtioo de :renunciar a sus derechos de
fuerza para salvar sus derechos de wvir en paz con los demás. El
poder del
soberano es absoluto, porque

todos le
han cedido sus de­
rechos y, por lo mismo, su dominio se hace absoluto. En su obra
De m,e, Hobbe tr•ta ampliamente de los deberes de los hombres
(10) Cfr. P. Hazard: El penst1mt"en10 europeo en el siglo XVIII, Ma.
dl'id, Revista de Occidente, 1934.
( 11) Hobbes, Leviathan, IJ, 17.
1181
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ABELARDO LOBATO
en cuanto hombres, ciudadanos y cristianos. Pero lo que resalta en
su pensamiento es el derecho del soberano sobre todos, porque todos
se lo
han a:dido. Desde ese momento los derechos que tienen en la
sociedad son de carácter positivo, una donación del soberano. Esto
es muy singular y significativo del nuevo
horizoote del
pensar ilu­
minista. Lo natural cede ante lo positivo. Los derechos proceden de
la
realidad cívica del

hombre.
John
Locl bes, y se hace eco de los derechos del hombre. En 1690 escribe sus
dos tratados
Sobre el gobierno, uno de ellos contra Hobbes, para
afirmar que los
derechos del monarca no
pueden ser absolutos, por­
que parten también de
una ley que comprende al mismo monarca.
Locl a

la ley
y a la razón como a la fuente de los derechos
del hombre.
«El estado de naturaleza tiene una ley que obliga a
todos: y la razón, que es la misma ley, enseña a toda la humanidad
cuando ésta la consulta que, siendo todos iguales e independientes,
nadie debe dañar a otro en su vida, en su salud, en su libertad y
propiedad)> (12). Es la razón el árbitro y la fuente de los derechos
humanos.
Y de la razón bmta el orden de la sociedad. Lo que hay
que afirmar
es que no hay estado, de naturaleza, sino fuerza de la
razón. Todo

lo que el hombre ha
construido en la historia para el
gobierno
de sí

mismo brota de este único principio.
Los derechos
son

fruto de la
razón organizada y dirigida desde las circunstaocias
que la motivan a las leyes concretas. El hombre
es el principio de
todos los
derechos. La oposición a Hobbes es más aparente que real.
En el fondo
se trata de algo positivo y de carácter histórico.
En cambio, con Juan Jacobo Rousseau (1712-1778) hay un in­
tento de vuelta a la
naturaleza y una clara condena de la sociedad
como causa y origen de todos los
males que padece el hombre. Su
tesis romántica, afirmada por todos los medios, es que «el hombre
es un ser naturalmente bueno, amante de la justicia y del orden>> (13).
La naturaleza ha bocho a todos los hombres iguales, libres, y la obra
de los hombres les ha quitado la igualdad y
la libertad. Se hace pre-
(12) Locke: Tratado del gobierno &ivil, pág. 42.
(13) J. J. Rousseau: NouvelJe Heliiise, V, 3.
1182
Fundaci\363n Speiro

DERECHOS HUMANOS Y PENSAMIENTO CONTEMPORANEO
ciso el retomo a la libertad, a la naturaleza, oponiéndose a la marcha
de la sociedad. Rousseau trató, en 1753, en su Discurso', de dar la
explicación sobre las desigualdades que la sociedad ha originado entre
lo hombres. Y en 1762 quiso explicar en
su Contrato social el origen
de
la sociedad humana como fuente de tod06 106 derech06 actuales y
principio de la situación actual. «El contrato social es un derecho
sagrado
que sirve de
base a todas los demás» (14). La obra de la
razón
quedaba condenada, y la exaltación del hombre en su estado
natural,

por encima de
las servidumbres a que Je sometía la circuns­
tancia

de ser miembro de una
sociedad, encontraba
un
eco poderoso
entre sns contemporáneOB. Lo. filósofos

ilustrados se sintieron ofen­
didos por
la obra de Rousseau, pero más allá de las apariencias 106
lectores
del

siglo de las luces encontraron la mejor expresión de sus
profundos
deseos. Nunca

como en la obra de este pensador
román­
tico

se había cantado la libertad que Je compete a todo hombre
y
la igualdad como derecho sagrado. A la indignación de Voltaire,
que
no comprendía cómo se podía derrochar
tanto ingenio para el
absurdo de convertir al hombre en bestia, se oponía la . admiración
de Kant que cambiaba cada tarde el curso de paseo 'esperando noti­
cias
de
las producciones

de Rousseau. El derecho del hombre era ante
todo el de ser libre, y por ello el de no tener a nadie sobre sus es~
paldas. La llamada a la libertad era la conclusión más fuerte de la
ilustración. Y
esa libertad
tenía que ser para todos
y sin límites. La
conciencia moderna despertaba al mundo de la libertad, que iba a ser la gran pasión, la
fuerza incontenible,

como
d ansia de saber y
conocer Jo había sido de la hora auroral de la antigüedad. Sobre esta
base de

aspiración a la libertad
se iba

a edificar
el. mundo
occidental.
Rousseau era uno de sus padres.
Maritain pensará

que a su lado hay
que poner muy pronto a Lutero y a Descartes,. como si fueran tres
lados de un mismo triángulo que descubre los caminos de la hunia­
nización

del
hombre moderno
(15).
Estos estilos de
pensar son profundamente divergentes con el es­
tilo clásico. El hombre tiene
derechos. y los tiene porque la razón se
(14) J. J. Rousseau: El contrato social, 1, l.
(15) Or. J., Maritain: Tres ,eJ(Jf'mad01'és, 192s·.
1183
Fundaci\363n Speiro

ABELAIWO LOBATO
constituye árbitro del destiru, humano y puede responder plenamente
a
la
gran pregunta por el hombre ( 16).
2.3. Tres eventos decisivos ¡,ar~ la concienci~ moderna. La línea
del pensar es insuficiente para el homo f~er de la hora moderna.
«En el principio era la acción>>, dirá Fausto. Muy pronto la fuerza
de la
praxis salta por

encima de la fuerza de las ideas. El hombre
moderno
siente la necesidad de

saltar
por encima de las muchas es­
clavitudes
a que está sometido. Para ello tiene que lanzarse a la praxis,
y comprometerse a la lucha. Es la hora de las revoluciones totales. A
diferencia de las antiguas, todas llevan el sello de anhelar una más
plena realización del hombre, de ser utopías al alcance del hombre.
Teoría y praxis se dan la mano en el intento de cambiar la suerte
del hombre
más que de comprenderlo. En la lucha por los derechos
del hombre hay tres eventos significativos : la Revolución francesa,
la revolución marxista y la declaración universal de los derechos
del hombre. Hay entre todas ellas muchas diferencias, pero hay tam­
bién como un hilo secreto e invisible que las
enlaza. Basta
una so­
mera alusión

a
estos grandes eventos de la hora moderna que han
conformo.do la

suerte. del hombre y han
creado una conciencia

di­
versa..
La Revolución francesa de 1789 marca un hito en la historia de
la humanidad. Pasa a ser como el símbolo de
toda revolución en la
hora moderna. Por un
lado, encarnaba el ideal de la ilustración de
romper
con todo

el
pasado y de dejarse guiar por la sola razón, ele­
vada a diosa. Era la caída
del régimen

tradicional que otorgaba al
rey el poder absoluto. Era
la entrada de la libertad real en el hori­
zonte de la vida ciudadana para todos los
individuos de la sociedad.
De esa revolución nacía un nuevo modo de sentir, de vivir, de ser
hombre. La revolución se ocupó muy pronto de proclamar los dere­
chos del hombre y del ciudadano, de
exaltar su
libertad,
la igualdad
de todos.
La trilogía de la revolución implicaba: libertad, igualdad,
fraternidad.
Esta última era como una simple condición para la vida
humana.
Lo que se quería conquistar era la auténtica libertad de
(16) Cfr. C. Colombo: I dirilli de/fumo, Idea, 1979, págs, ll y sigs.
1184
Fundaci\363n Speiro

DERECHOS HUMANOS Y PENSAMIENTO CONTEMPORANEO
vida y la igualdad entre los hombres. Pero los ilustrados se quedaron
a medio camino. Defendieron algunas libertades, y las libertades de
algunos hombres, de los burgueses, de los ciudadanos
contra el sobe­
rano absoluto. La revolución sacudió toda Europa, mucho más en el
modo
de pensar que en la realidad de la vida cotidiana. El hombre
parecía interrogarse sobre sí
mismo,. Los derechos eran su fuerza. El
hombre buscaba la

liberación porque tenía derecho a ella.
Si no la
consiguió más
que parcialmente, esa con.quista era

un hito que ya no
se podía perder.
Lo difícil iba a ser conjugar plenamente los dos exi­
gencias de ser libres y ser iguales. Algo de oposición contradictoria
latía en el concepto de
esas dos

aspiraciones. La igualdad sólo
pa­
recía posible desde una limitación de la libertad. Y la libertad sólo
podría ser real
sin tener

en cuenta
la igualdad. La igualdad apuntaba
a la justicia. La libertad iba
por encima de toda medida y se quería
imponer como algo absoluto. La pugna
entre los

dos conceptos iba
a ser mitigada
en el

concepto de participación en la cosa pública, que
era
casi lo

único que pedía la revolución. Cayó un mundo por obra
de la revolución francesa,
pero no se pudo decir que otro nuevo mun­
do se levantaba sobre sus
ruinas. Sólo apuntaba en lejana utopía un
ideal
de hombre que
sacudía todo el peso de su secular esclavitud.
Los derechos prevalecían sobre los deberes.
La revolución marxista sería otro de los frutos prácticos de la
Ilustración, el intento de llevar a sus máximas consecuencias el poder
de la
razón aplicado
al hombre mismo
y a la historia del hombre. La
libertad prometida por la revolución fraucesa era más formal que
real, era
sólo de algunos, no era total. Por tanto, se hacía preciso ir
más a la
raíz. El
mundo requería
un cambio en profundidad, no sólo
cambio de amo, sino de estructuras. Había
que hacer
posible el hom­
bre nuevo, el hombre total, el hombre integrado, liberado de las alie­ naciones qne
había padecido

en
su historia.
Marx creyó que sólo
desde la clase
más olvidada de la humanidad podía venir el remedio
para el

hombre, desde el proletariado, con la eliminación de toda
opresión y de toda alienación,' económica, política, social y religiosa.
La libertad era fruto de la justicia. O era de todos o no era de nadie.
Los derechos del hombre
eran de
la humanidad. No importaba tanto
el individuo cuanto la especie humana. Marx creyó llevar
más a
1185
Fundaci\363n Speiro

ABELARDO LOBATO
fondo y hasta sus últimas ronsecuencias las implicaciones de la Ilus­
tración y de la revolución francesa. Puso el acento ,en la situación
económica y la solución del problema en el remedio para esta situa­
ción (17). Por obra de Marx
y sus colaboradores un nuevo aliento
de revolución esperaozadora
ha entrado en nuestro mundo contempo·
rán-eo. El nuevo humanismo no cifra sus esperanzas en el allende, ni
en la trascendencia, sino en el aquende, en los valores de la econo­
mía y en el poder de los nuevos dirigentes. La revolución se hace
total. Pero
se hace con el mismo esquema de la revolución francesa.
Se piensa que bastará que el hombre tenga lo suficiente en el orden
material, que se
reparta por igual la economía, que haya justicia
desde el
proletariado, para

que
el hombre sea hermano del hombre,
para que haya
libertad entre los hombres. Desde Lenin se ha implan­
tado
por la violencia esre sisrema de libertad, de igualdad y de poder
desde
el pueblo. Las palabras clásicas biensooantes han cambiado de
contenido. Frente

al mundo forjado en las
bases del capital y en los
abusos de
la libertad, ha surgido un mundo de poder basado en la
fuerza, sostenido por
la dictadura y el miedo, amparado en una uto­
pía

de liberación definitiva.
La nueva conciencia social. se ha llevado
al
extremo. El individuo queda anulado como un cero frente al in­
finito. No hay más derechos que los sociales y los económicos. No
hay muchos capitalistas, hay uno sólo. No hay opción para los de­
rechos humanos, sino en cuanto convienen al partido que ·encarna
el poder y es el nuevo Leviathan de la hora moderna, ante el cual
todo se puede sacrificar. La revolución por la libertad ha producido
una dictadura que no tiene par
en la historia. Desde la misma fuente
roussoniana han surgido dos corrientes opuestas
y complementarias,
el totalitarismo fascista, como exaltación de un individuo, y el to­
talitarismo comunista, como exaltación de la masa. Los efectos han
sido muy semejantes.
En ambos casos ha naufragado radicalmente el
proyecto de humanizar al hombre, y se ha dado una regresión. El
hombre ha seguido esclavo del hombre. La conciencia moderna ha
protestado contra
esta nueva

esclavitud y
exige liberación.
La decldt'adón univer,a/ de los dMechos humanos es un nuevo
(17) Cfr. Marx: MaT111scritos1 198.
1186
Fundaci\363n Speiro

DERECHOS HUM.ll,OS Y PENSAMIENTO CONTEMPORANEO
paso en este contexto secularizante y liberalizador. Supone otras de­
claraciones
previas que

han servido de pauta
para los modernos es­
tados
desde 1776, cuando La.fayette llevó a América las ideas
rous­
sonianas

de libertad y de igualdad, como pilares de una democracia.
Esa
dmaración supone un nuevo

estadio. de la conciencia moderna.
En
vez de

soportar las rebeliones en protesta contra las violaciones
de los derechos humanos los estados se
-.en obligados a reconocer
en sus leyes esos mismos
derechos. Ya

no son derechos
de un
indi­
viduo dentro
de un estado, son derechos del hombre eo cuanto tal,
y están por encima de las leyes de los estados particulares. Es sólo una
dieclaración que
no
compromete en
la
práctica a
nadie, pero ya es
un reconocimiento
públia:, que

está patente a
· todos.
Hay una de­
fensa de la digoidad de la persona
humana. Se refieren esos derechos
sobre todo al individuo,
pero quedan comprometidos los. estados al
reconocimiento
de los
derechos sociales,
civiles, políticos,
culturales.
Hay

una cierta mitificación de los derechos, porque no se habla de
los deberes
correlativa. que competen a

todo hombre, pero ya es
mucho que se tenga en cuenta un derecho de la persona anterior a
toda ley positiva
y con alcance universal que ha de ser respetado por
todos. Fue muy laboriosa esta Declaración universal, y aún no ha
dado sus
frutos. Pero

es,
quizá, el mejor espejo de la concieocia
contemporánea, que ha evolucionado a plantearse la cuestión del
hombre y su dignidad en todo el mundo,
con una

dimensión
y al­
cance que
van más

allá de toda situación
concreta. Queda mucho por
andar en este camino. Pero ya es indicio claro la dirección del hom'
bre contemporáneo que

se siente solidario con todos los hombres y
sólo desde una auténtica fraternidad humana
puede edificar

su pro­
pia
casa en

este mundo.
Los derechos humanos tienen el mismo va­
lor en todas
partes, y están por encima y más allá de toda ideología
y de todo partido poHtiro. Los abusos y violaciones de tales derechos
son ya piedra de
e.,cándalo eo

nuestro tiempo. El paso de esta .decla­
ración, en medio de sus limitaciones, por tratarse de una ley uni­ versal, es gigantesco. V amos hacia el hombre. Del Estado soberano
al hombre
singular que

está
por encima de él en muchas cosas. Y
por encima de la ley de una sociedad concreta vamos a una ley que
sirva para todos los hombres, a una cierta constitucióo que sea es-
1187
Fundaci\363n Speiro

ABELAlWO WBATO
pejo de todos los pueblos (18). Juan Pablo II lo reconocía con estas
palabras:
«La Declaración universal de Ios derechos del hombre (10
de
cliciembre de 1948) es una piedra miliar puesta en el largo y
dificil camino del género humano»
(19).
La conciencia del hombre moderno se ha hecho en verdad auto­
conciencia.
El pensar ilustrado le ha ayudado a ello, si bien lo ha
orientado
en un

sentido restringido
y desde una antropología que
tiene débiles fundamentos.
3. Los
dere~hos humanoo en la lradición cristiana
El pensamiento contemporáneo no sólo se nutre de savia secula­
rizante e ilustrada.
Hay una opinión muy difundida que los derechos
humanos han sido una conquista no solo violenta contra el poder
establecido de los soberanos, sino también contra el pensamiento tra­
dicional cristiano, contra la escolástica, como si ésta hubiera sido in­
capaz de llegar a estas profuncliddes porque habló sólo de los deberes
del hombre. En la conciencia moderna
hay muchas ambigüedades y
muchas oposiciones hacia el
pensamiento cristiano. La realidad és
bien

distinta.
Los derechos humanos, si bien han tenido en algunos
momentos
la oposición desde

la
ésfera del pensar eclesiástico,
que
no
ha acertado a defenderlos y promoverlos con la energía y la cla­
ridad
necesarias, son

un fruto del pensamiento cristiano. Hegel lo
reconocía al tratar de la
libertad que

compete a todo hombre, que
sólo entra en el mundo con
la llegada

del cristianismo, a pesar de
haber sido descubierta ya en el período griego. Las grandes ideas
de la modernidad son de
origen cristiano.

El mismo lema de la
re­
volución

francesa solo es posible desde una tradición de pensamiento
cristiano en el
rual se

ha comprendido a fondo la unidad de todos
(18) Cfr. R. Cereceda:. La Declaraúón universal de los derechos del
hombre en el cuadro de

la
p,ewn~e organización internacional. Gregorianum,
1979, 431-451.
(19)
Juan Pablo II: Discuno a la ONU, 2 oct. 1979.
1188
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DERECHOS HUMANOS Y PENSAMIENTO CONTEMPORANEO
los hombres, su dignidad y su correlativa ignaldad. Pero las ideas
cristianas tienen caminos sinuosos. Son semilla caída en. la tierra que
tarda en dar sus frutos. Fue muy lento el camino de la liberación
de
toda esclavitud, y será muy lento el camino real de la auténtica
libertad del hombre. Esas
ideas-fuerza tienen
el poder de
actuar en
dima

distinto, expatriadas,
desarraiga.das de
su natural contexto. Así
ha
ocurrido con

los
derechos humanos.
Llevan el germen de un oti­
gen mucho
más alto que el positivista que les ha querido dar la ilus­
tración. El
pensamiento cristiano

no está orquestado como el liberal
y el revolucionario. Pero no por eso deja de ser una fuerza mode­
ladora
de nuestro mundo
y presente en nuestro tiempo. Es un pensar
contemporáneo

con todos los
derechos. Por
ello, frente a esas fáciles
afirmaciones de los que sostienen que la defensa
y promoción de los
derechos humanos

es fruto exclusivo
y una conquista del pensamiento
secular, hay que reaccionar para demostrar que eso no es ni siquiera
una verdad a medias. La conciencia cristiana los ha reconocido y los
ha defendido con mucha antelación
y ahora los asocia a su tarea
evangelizadora

con un compromiso real
y por encima de todos los
intereses de ideologías. En la actualidad la evangelización se realiza
por medio de
la obra de la implantación de la justicia en el mundo.
«La iglesia cree firmemente que la promoción de los derechos hu­
manos
está requerida por el evangelio
y que es central en su minis­
terio»,
afirma el

Sínodo de los Obispos de 1974 (20).
Por su parte,
Montmann

escribe que
«los derechos

del hombre son hoy objeto de
controversia. El reconocimiento de los derechos del hombre
y su
consecuente realización bien merecen una batalla. Porque ya no te­
nemos hoy que humanizar al hombre sino es por el respeto de su
dignidad humana
y el ejercicio de sus derechos humanos» (21). El
pensar cristiano

se hace concorde en
. esta
afirmación y defensa de
los derechos
fundamentales del

hombre.
La conciencia cristiana de
la actualidad ha calado más hondo en el puesto central del hombre,
en
la revolución permanente para realizarlo y en la dimensión de
(20) Cfr. La iglesia y los derechos del hombre, Justitia et pax, pág. 20.
(21) J. Moltmann: Théologie et droits de l'homme, Revue des sciences
religieuses, 52, 1978, 299-341.
1189
Fundaci\363n Speiro

ABELARDO LOBATO
justicia que se hace necesaria paxa nuestro tiempo, como camino del
evangelio.
3.1. El hombre nuevo.-Si el pensamiento cristiano no puede
decirse plenamente antropocéntrico, porque el hombre mismo es
un
ser excéntrico, centrado,

teologal, sí puede
decirse el más denso
de
todo, en relación con el hombre y su puesto en el mundo. Hay en
él una herencia bíblica. Desde el primer capítulo del
Génesis, el
hombre

viene concebido como
imagen de Dios. Y esta gran dignidad
en su ser, lo lleva a ser dueño de sí mismo, libre, lo relaciona con los
demás como ser familiar, lo coloca en el tiempo y en la historia, y
le da el dominio de la realidad infrahumana _(22). Pero el hombre
nuevo, su origen y su destino, su itinerario en el tiempo y su condi­
ción de peregrinante llamado a una trascendencia se revela plena­
mente en Jesucristo. El misterio del hombre se desvela en el misterio
del Verbo
hecho hombre, hombre

en plenitud, en el
cual toda la
dignidad del hombre se restaura ( 23). Si la
naturale-u había hecho
a

los hombres libres,
esta libertad los había hecho esclavos, y sólo
por
Jesucristo han

encontrado la liberación. Todas
las diferencias
han quedado borradas. Jndíos
y gentiles, libres y esclavos, hombres
y mujeres
recobran por

Cristo su dignidad y su
igualdad, su
libertad
y su salvación. El hombre nuevo es de carácter universal. Ninguno
queda excluido. Todo lo
demás gira
en torno al hombre,
como el
hombre

gira en tomo a Cristo, que se ha constituido centro,
cabeza,
señor

del hombre. «Todo es vuestro, vosotros sois de Cristo y Cristo
es de Dios». Así de sencillo queda el orden cristiano renovado en
profundidad.
El hombre

nuevo vive de la interioridad
y está animado
por la fuerza del espíritu. Sus
derechos brotan

junto con sus debe­
res. Su dignidad personal se hace comunitaria. Su destino personal
se juega en la historia de
la salvación

junto con el destino de todos
los hombres. Y los hombres
más cercanos

al nuevo hombre
son los
sencillos,
los que

se dejan llevar
por el espíritu y los que se hacen
hijos del Padre. En la
marcha de la historia todo se ha estructurado
para la salvación del hombre. Hasta el sábado es para
el hombre, y
(22) Gen. 1, 26-28.
(23) Cfr. GS. 22.
1190
Fundaci\363n Speiro

DERECHOS HUMANOS Y PENSAMIENTO CONTEMPORANEO
la redención se efectúa para bien del hombre. El derecho funda­
mental del hombre es el derecho
a mantener en

todo momento su
dignidad de
imagen de

Dios y su alto puesto de colaborador en la
obra de creación como en la de la salvación. El hombre nuevo es su­
jeto de grandes deberes, pero lo es también de grandes derechos en
su misma realidad
humana, por el hecho

de ser hombre.
3.2.
La rev(J/ución permanente.-El cristiano se ha interrogado
en profundidad sobre sí mismo
y se ha sentido llamado a una cons­
tante conversión. Para ser plenamente él mismo necesita vivir con
plena conciencia de lo que es. Y esto solo lo adquiere ante Dios. El
cristianismo ha introducido una nueva revolución en la historia.
To­
davía

no
ha dado sus frutos, pero ya es semilla caída en el surco. Y
es una revolución
permanente que
transforma al hombre desde den­
tro,
que provoca el renacer del hombre nuevo. La palabra revolución
tiene carga
semántica desafortunada. Pero puede valer por encima
de sus realizaciones temporales para designar ese nuevo modo de ser
en marcha que se
exige al cristiano. En nuestros tiempo< de aire cons­
tante de revolución estamos
dispuestos para comprenderlo mejor. La
revolución cristiana no es algo que se verifique en la exterioridad
solamente, ni compromete sólo las estructuras
externas. La revolución
moderna ya no es solo protesta, como
era la

antigua, mera rebeldía.
La moderna quiere cambio de
estructuras. Y cuando ese

cambio es
total, abajo en la
econooúa y arriba en

el poder
y en medio en las
clases, se cree llegar a Ja realización de la revolución definitiva. Pero
no hay tal. El comunismo encarnaría ese tipo de revolución moderna
donde todo se renueva.
La realidad es bien distinta. Porque todo se
cifra en lo exterior al hombre, en lo económico o en lo político. Gira la
rueda de

esa
nueva fortuna,
pero el hombre
sigue en
su puesto
desgraciado, oprimido, no liberado.
Y es que toda revolución que
vaya hacia lo externo, lo material, lo periférico en el hombre, se agota. Tiene un solo esquema.
Ya el hombre de la modernidad tiene
la experiencia de lo efímeras que son estas revoluciones, donde solo
se logra cambiar de amo, continuando de esclavo. No hay más camino
para la

revolución total que llegar
a lo
profundo del hombre, hacer
un hombre desde donde el hombre se construye,
y desde donde afin-
1191
Fundaci\363n Speiro

ABELARDO WBATO
ca sus cimientos, es decir, desde el interior. Y no basta solo la teoría,
el pensar, se requiere el sentir y el querer, se requiere la dirección
de
la libertad y la proyección en la historia. Se hace preciso hacer al
hombre
bueno. El

evangelio de Juan alude a esa revolución total
desde el interior del hombre, cuando éste entra en la esfera del es­
piritu
y se mueve desde él. Porque el hombre es capaz de perversión,
y se hace malo. Y cuando es malo interiormente, lo son sus obras y
su historia es la del mal. Pero es capaz del bien cuando se convierte
de una
vez y

abraza el único mandato de
amar y saber entregarse por
esa gran causa en la
cual abraza a todos los hombres. Entonces él
se hace bueno y lo son sus obras. El hombre se llena de claridad
desde ese interior (23 bis). Tal es la revolución cristiana, que trata de
hacer a
todos los

hombres capaces de ejercer su derecho a
ser hom­
bres

de
verdad y en plenitud y desde dentro. Esa revolución no tiene
programas concretos,

solo
cuenta con
personas bien
forjadas. Y
sabe
que esta tarea es permanente, que la conversión es el único programa
y solo termina con la vida misma en el estadio peregrinante. Todo
hombre es sujeto de
conversión desde

su propia interioridad.
Esta exigencia cristiana de
constante encuentro

consigo mismo y
de permanente conversión, encontró en
el pensar cristiano el modo
de fundamentarse desde la capacidad natural del hombre de dar una
respuesta a su
ailta vocación. Hay una
herencia de la antigüedad en
el pensar cristiano en tomo al hombre. Toda la tradición griega, sobre
todo la de los grandes
pensadores, la

platónica
y la aristotélica, donde
el hombre encuentra su expresión en dos vertientes complementarias,
la aportación estoica
y la romana, dio como resultado una antropo­
logía que culmina en
Tomás de

Aquino. No hay exageración en
decir que

el hombre no
sabe de si mismo integralmente y en todas
sus

dimensiones hasta este gran pensador medieval, que estructura
toda la tradición
y la encuadra en una visión original. Tomás des­
cubrió
el poder del hombre para dirigirse a si mismo en ese proceso
de auioplasmación desde una participación original en el orden uni­
versal. Todo está dirigido por Dios en el mundo, pero
el hombre es
capaz de tomar parte
activa de

un modo concreto.
Tiene un
poder
(23 bis) Cfr. Joan. 8.
1192
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DERECHOS HUMANOS Y PENSAMIENTO CONTEMPORANEO
singular. Hay en él nna fuerza superior. Participa en el gobierno
del mundo desde el
poder que tiene de dirigirse a sí mismo. El
hombre, siendo un don de Dios, es también. causa de sí mismo, ctJNsa
sui, nna cierta providencia de sf misma, porque no solo es llevado
por el amor, como todas las demás
cooas, sino
que se autodirige hacia
el fin. Hay en
él una /ex que procede de su misma natura,leza. Por
ello,
Tomás la
llama la /ex r,atar,.Jis. Hay que dar un contenido justo
a

esta ley
única del

hombre
de la cual brotan todas las demás. & su.
capacidad

de
libertad y de ordenación interior. Al hombre no se le
han dado muchas leyes. El es ley de sí mismo. En el fondo no hay
para 61 muchos derechos, es él la justicia de sí mismo. La ley del
hombre no está escrita, está
más bien infundida, está en todos los
hombres, tiene alcauce universal
y se va realli:ando en sus posibili­
dades a medida que el
hombre se

descubre más plenamente. El poder
del espíritn de entrar en sí y
sa,Jjr de

sí, el poder dirigirse, el poder
darse a los demás, brota de esa ley que tiende a lo que le compete
por el hecho de
ser hombre,

tanto en el
oroen del
ser y su conserva­
ción, de la vida y su transmisión, cuanto en el orden de la trascen­
dencia y la consecuci6n de los valores. & la ley que hace posible la
historia del hombre, porque hace
posible el
encuentro consigo mismo
y su evolución. De ella brotan derechos
y deberes. Hay un triángulo
jurídico equivalente en sus tres lados: sujeto humano, derechos hu­
manos, ley humana (24).
3.3. Sititadones ·concretas y despertar de la conden.cia cristiantJ.
La conciencia cristiana que ahora se encuentra operante tiene una
larga trayectoria en el pasado. También ella conoce Ja evolución y ha
ido modelando la suerte de occidente
y en cierto modo del mundo,
en
medio de

sus aciertos
y sus desvíoo. Podíamos conocer algunos
momentos poderosos del despertar de esta conciencia
ante el estí­
mulo de

lo negativo.
En la antigüedad fueron las persecuciones las
que dieron ocasión
para que el pensamiento cristiano hiciera la de­
fensa del hombre
y promoviera los derechos de inviolabilidad de la
persona
y de su dignidad personal. Ahí está la fuente de los derechos
(24) Tomás de Aquino: l. II, 91. Cfr. A. Lobato: El humanismo de la
le:, natural segÑn Santo Tomás~ Verbo, 1976.
1193
Fundaci\363n Speiro

ABELARDO WBATO
del hombre, que reclama aquello que nadie le puede arrebatar, aun­
que le quiten
la vida. Frente a la pasividad del hombre pagano, el
cristiano supone un avance en la humanidad, al defender los dere­
chos de la conciencia frente a los poderes opresores
del Estado

(25).
Pero ha sido más poderosa la circunstancia de las opresiones en el
mnndo moderno la que ha dado un impulso decisivo al descubri­
miento de los derechos humanos. Hay que referirse obligad.amente a
la conquista del nuevo mundo para encontrar el tema de los derechos
del hombre en
cuanto hombre
como
tema fundamental
de discusión.
Así lo hacen los
va,lerosos defensores

del hombre. Bastaría aludir a
la obra de dos dominicos que personifican a tantos otros en
el pen­
samiento y en la acoión. Nadie iguala a Francisco de Vitoria en su
defensa de los derechos de los in.dios, porque llega a descubrir desde
los supuestos de ,la conciencia cristiana los derechos del hombre en
cuanto tal.
Es el pensador que anticipa y supera la Declaración uni­
versal de la ONU. Vitoria va a la esencia del hombre, a ese núcleo que no depende
inmediatamente de la voluntad de Dios, sino de
su inteligencia,
y . descubre la dignidad de la persona humana como
faro y punto de partida de todos
-los derechos.

De esa
naturaleza
universal

en todos los hombres,
participada por
todos, brotan los de­
rechos que competen a todo hombre; a la vida, a la libertad, a la
familia, a vivir en pacífica sociedad, a
una cultura y nn

orden
moral.
«Fue preciso que

los hombres no anduviesen errantes
y asustados, a
manera de fieras en la selva, sino que Wvieran en sociedad y se ayu~
datan mutuamente», dice Vitoria anticipando a Hobbes y a Rous­
seau (26). Los indios, por ser hombres, son sujetos de derechos como
los españoles conquistadores.
La conciencia cristiana, capaz de peo­
fundo examen, llama a juicio la conquista y pide jnsticia. «Esos bár­
baros, antes de la llegada de Jos españoles, erao verdaderamente due­ ños pública
y privadamente de sus cosas y posesiones y había entre
ellos algunos
hombres que

eran verdaderos príncipes
y señores de
los demás» (27). Vitoria
ponía los fundamentos del derecho huma-
(25) Cfr. R. Dirnecjer: Los derechos de la conciencia individ11al, Pro
mundi Vita, 76, 1979,
pág. 10.
(26) F. Vitoria: De potestaJe civili, Madrid, BAC, pág. 154.
(27)

F.
Vito.r;ia: id.,

ibid.
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DERECHOS HUMANOS Y PENSAMIENTO CONTEMPORANEO
no y del orden internacional. Lo que Vitoria defendía en Salamanca,
como teólogo, lo
aplicaba con

energia Fray Bartolomé de
Las Casas,
el denunciador de los atropellos de los conquistadores y el valiente
defensor de los
derechos de loo indios

(28). La conciencia cristiana
llegó a su madurez al plantearse por vez primera con
a,lcance uni­
versal

el tema de los
derechos del

hombre, no por
pacto ni por con­
cesión de una autoridad
humana, sino

por
el hecho de ser hombre.
Toda la conquista
moderna de

los
derechos humanos
no hubiera sido
posible sino porque preexistía esta
gran adquisición desde los días
de
la escolástica y de la conquista de· América.
En la hora
moderna la
conciencia cristiana se ha tornado más
exigente. Desde León XIII
comienza esta

nueva
etapa. Con Juan XXIII
se
pasa a la convicción de que es preciso abrazar todas las conquistas
dolorosas del hombre en pro de
Jos derechos humanos.

Con el Va­
ticano II se llega
a la conclusión de que la obra de evangelización
requiere
la promoción de la justicia en el mundo y uno de Jos temas
que

el cristiano no puede eludir es
el de los derechos humanos. Hay
que seguir todos los
pasos del

documento de
Ja Comisión pontificia
«Justitia et
pax», de

1975,
«La Iglesia y los derechos del hombre»
para comprender qué
grado de

madurez ha adquirido
la conciencia
cristiana en este campo (29). A partir de
esa fecha esta

conciencia
se
ha hecho más aguda. Era entonces el 25 aniversario de la Decla­
ración de Ja ONU. A partir de ahl en todo el mundo crece la in'
quietud por el anúncio de los derechos del hombre de un modo in­
tegral, unidos al deber,
y superando los derechos del individuo para
tener en cuenta los derechos sociales. Son muy numerosos los movi­
mientos que
ahora surgen
en este campo (30). Podemos decir que a
medida que en los ambientes pollticos de
ambo.s bloques

de nuestro
mundo contemporáneo
decrece el

interés en torno a los derechos
humanos, o se
hace sólo por motivos de partido y de ideología, en
la conciencia cristiana se va haciendo más clara la relación entre evan-
(28) Cfr. L. Pereña: La Carta de los Jererhos humanos según Fray
Bartolomé de las Casas, pág. 293~301.
( 29) Roma, 1975.
(30) Cfr. Pro mundi·Vita, 76, 1979. La igle1ia y los Derechos H11mano1.
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ABELARDO LOBATO
gelización y justicia, entre promoción integral del hombre y partici­
pación en la historia de la salvación. En otro tiempo la iglesia y la
conciencia cristiana se
inquietaban más por Jas cuestiones de la cien­
cia, o de la ortodoxia. Hoy la conciencia cristiana tiene la convicción
de que la credibilidad del evangelio va unida a la promoción del
hombre, a
Ja realización de los derechos y los deberes humanos, a la
humanización de nuestro mundo. El camino de la justicia es el ca­
mino de
Dios en la historia.

Por ello, su predilección
por los pobres
y sencillos,
por los marginados y oprimidos, y por ello el constante
anuncio

de la
Jiberación del

hombre (31).
A través de estas tres
etapas de la conciencia cristiana podemos
valorar las afirmaciones de quienes atribnyen esta conquista al pen­
samiento secular, ilustrado y liberal, como reacción contra el pensar
tradicional.
El
cristianismo está en

el origen, en el proceso
y en la
emergencia actual de esta gran cuestión. del hombre.
4. Los fundamentos
Bl discurso filosófico no se puede contentar con describir el fe­
nómeno y

sus
raíces, el hecho y sus causas, tiene que ir al suelo donde
esas ralees se nutren.
Los derechos humanos piden una fundamen­
tación en el hombre mismo.
Solo desde
una
comprensión del
hombre
en profundidad podemos fundar con
solidez sus

derechos. Esta tarea
excede los limites de un
breve discurso. Por

ello, solo resta apuntar
la
dirección en

que debe proceder toda investigación fundante. Hay
un triple fundamento que conviene tener presente, y que ya ha
hecho
su

aparición en lo que llevamos
afirmado: la
humanidad del hombre,
su
libertad y

su dignidad
personad. En ese orden se va penetrando
hasta lo profundo de
la realidad

humana.
4.1.
La hflmflfttdad del hombre hay que comprenderla en toda
su dimensión, en su estructura múltiple y en su dinamismo. Sabemos
mucho

del hombre, pero
Jo ignoramos más

que nunca, decía ya &he-
(31) Juan Pablo 11: Reáemptor Homini,, núm. 17.
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DERECHOS HUMANOS Y PENSAMIENTO CONTEMPORANEO
ler. Tenemos conciencia de sus derechos, pero no sabemos fundarlos
mientras no descubramos qué significa ser hombre, cómo se logra
su proceso de humanización hacia adentro y hacia el contorno, en
su
dimensión planetaria, en la plena unidad de materia
y espíritu,
y en su camino hacia la trascendencia y en el salto hacia Dios. La hu­
manidad del hombre va
más allá del hombre mismo. Todos los hom­
bres tienen el gran derecho a ser plenamente hombres. Como decía el
poeta griego

Menandro, qué gran realidad es esta, un hombre
verdaderamente hombre (32).
4.2.
La libertad del hombre funda también los derechos del
hombre. Porque el hombre
ha nacido para la libertad. Y sólo la ad­
quiere en un constante proceso de liberación desde dentro
y hacia
afuera.
La libertad es principio originario de todo lo humano en el
orden del dinamismo. Es el gran motor de la historia. El hombre
tiene un derecho fundamental a ser libre,
y sólo Jo puede ser en
la realizaci6n de sí mismo. Contra la libertad humana se erigen
ba­
rreras de modo permanente, porque el hombre es capaz de hacerse
esclavo de sí mismo
y de los otros, porque abusa de la propia liber­
tad de mil formas. Nuestro tiempo, llamado a la liberación es testigo
de las nnevas esclavitudes del hombre en todos los campos: desde la
perversión
mor:>!, hasta

la opresión de las dictaduras (33).
4.3.
La dignidad de la personfJ h11m"'1a, que es una e indivi­
sible, que es
el misterio sagrado del hombre, es la fuente de todos
los derechos, el
fundamento más firme y último. En el momento
en que todos
Jos hombres

sean tratados como personas
y puedan rea­
lizar su

personalidad integral, tenemos la
más plena promoción del
hombre
y la conquista de todos sus derechos (34).
Ya ha despertado la conciencia de los derechos hnmanos. Co­
mienza fa hora comprometida de su realización a escala planetaria.
(32) Cfr. J. Barbotin: L'humanité de l'homme, Paris, 1970.
(33) Cfr. A. Lobato: El p,i11cipio liberlad, Doctor Communis, 1977.
(34) J. Moltmann: Théologie el d.-oits .de /'homme, pág. 314.
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