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Número 189-190

Serie XIX

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Gabriel Alférez Callejón: La participación política al alcance de todos

INFORMÁCIOI BIBUOGRAFICA
ciencias morales y eclesiásticas y profundicen en ellas, les reconoce,
precisamente en orden a un mejor desempeño de su tarea, la liber­ tad de investigar, de pensar y
de hablar, con fortaleza y humildad,
de aquellas
materias en

las cuales son peritos ( núm.
62 y
sigs.). Es
obvio que cuando se habla de libertad de palabra no se refiere sólo
a la expresión oral
del pensamiento, y de la investigación, sino tam­
bién a su manifestación escrita, pues la locución menlem suam ape­
ricndi
parece englobar ambos significados, según precisa Alvaro del
Portillo
(op. cit., pág. 111).
Por otra parte, los fieles tienen en la Iglesia,
y así debe recono­
cerlo el

ordenamiento
canónico, el derecho, y aun en ocasiones el
deber, de formar y expresar su propia opinióo en aquéllas cues­
tiones que no hayan sido ya definitivamente zanjadas por la auto­
ridad eclesiástica. El fundamento de este derecho es, en primer
lugar
y como base remota, el mismo derecho natural de toda persona a
formar rectamente
y a expresar su opinióo (Juan XXIII, Pacem in
terris, A. A., 55-1963, pág. 260); de modo próximo, este derecho
se funda tanto en el sensits fidei como en los carismas que sean
verdaderos (Lumen gentium, núm. 12), de los cuales surge un le­
gítimo derecho a ejercerlos
eo la
Iglesia y en el muodo (
Apostoli­
cam actuositatem, núm. 3, d.).
Auoque también es interesante observar que el ejercicio de tal
derecho no pertenece indiscriminadamente a
todos los

fieles sin más :
no
es un derecho -precisa del Portillo ( oh. cit., pág. 162)-«que
pueda
ejercerse por
el simple hecho de ser fiel, sino que este
ejercicio requiere que el sujeto
reo.na unos
presupuestos:
s.cientia,
campetentia et praestantia.
Alvaro d'Ors los reúne. No sólo en el campo parroquial, dioce­
sano, sino -más. ampliamente------en el internacional.
No se trata aquí de una
afabanza, sino
de un hecho. Como tam­
bién debemoo pensar -al repasar tanto la crítica de d'Ors como su
admisión por los propios textos que, a veces, critica- que la Iglesia,
como diría Chesterton es tan liberal que permite que sus fieles
-en el buen seotido de la palabra liberal- también lo sean.
JAVIER NAGORE YÁRNOZ
Gabriel Alfére,¡: "LA PARTICIIPACION POLITICA
AL ALCANCE DE TODOS"
«Cuando algo interesa a alguien, lo natural es que sea él quien
se
ocupe de aquello. Cuando es a varios a quieoes afecta, lo pro-
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lf' cedente es que participen en la resolución todos los que se encuen­
tren en
condiciones de harerlo.
Lo

normal es
porticipar directamente en

las decisiones que deben
adoptarse [ ...
}. Sólo

cuando por
alguna razón esta porticipación di­
recta es

imposible, se acude de la representación».
Con estas frases, reveladoras de la finalidad didáctica que empa­
pa
la obra, comienza Gabriel Alférez su volumen dedicado a la par­
ticipación y a la representación, continuando con su empeño de
poner
las líneas maestras del orden político «al alcance de todos».
La representación de que se ocupa es la política, sin perjuicio
de que comience
explicando la

representación como institución de
Derecho Privado
-casi siempre

unida
~¡ mandato-, del cual toma,
precisamente, el
Derecho Público

el concepto.
En lo que respecta a la
configuración jurídica

de la
represen­
tación, es clásico distinguir entre un mandato imperativo y ott.)
llamado representativo. También nuestro autor recoge la distinción.
El mandato
imperativo vincula

efectivamente
al mandatario,
que
ha de rendir cuentas
al má.ndante; y es plenamente representativo.
En rigor esta es la doctrina seguida en las asambleas medievales,
que
más tarde con motivo de la Revolución Francesa será defini­
tivamente
abandonada por su incompatibilidad con los conceptos
de nación
«como protorreaJidad
histórica» -según
la clara expre­
sión de Rafael Gambra-
y de «Voluntad General».
Así,

por
es!e camino,

se desligará
al! diputado de toda obliga­
ción respecto a los electores. Y aunque los
liberales llamen pom­
posamente

a esta doctrina
mandato representativo,
es evidente que
ni es verdaderamente mandato, ni es por asomo representativo, co­
mo no han cesado de denunciar los seguidores de la escuela tradi­
cionalista y contrarrevolucionaria.
Porque la representación puramente individual que supone el
sufragio universal es una cóntradicción en sí misma: las clases, las
ciudades, pueden ser representadas ante el poder político por un
compromisario. Sin embargo,
el individuo, y más aún considerado
en lo que tiene de singular, no es representable ~individnam ine~
fabile decían los clásicos- sino por él mismo,.
Giestión agravada

por cuanto se afirma que el compromisario
no representa a sus electores, sino a la nación entendida como ente
metafísico, y que más dif!cilmente todavía es representable.
El autor, a continuaci6n, se centra en los dos grandes sistemas
de representación pol!tica, de los cuales ya hemos apuOtado algo
líneas atrás.
Por una parte está
el rousseau.niano que, fw:1=dado en las fic~
dones del contrato social y de la libertad abstracta, centra sus iras
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INFORMAC/01 BIBUOGR.AFICA
en las comunidades intermedias, contra las que arremete con furor
y saña hasta destruir todo el entramado social y dejar, frente a
frente,
al individuo -abstracto, desencarnado, desarraigado-
y al
Estado omnímodo.
Y es entonces cuando, en
proceso lógico,

surgen los partidos
políticos, como
mecanismo capaz

de congregar en grupos artificia­
les a los individuos dispersos;
y en los que sólo cuentan las ideolo­
gías o, mejor aún, las utopías.
Sistema, pues, de los partidos políticos, del parlamentarismo
trasnochado, de la división de poderes
meainicista y ficticia, del
sufragio universal, en suma. Sistema combatido en nombre de las
creencias religiosas por
quienes como Donooo ·
Cortés ven en
él
«corruptores o corrompidos». Y sistema debelado por quienes como
Charles Benoist creen en nombre de argumentos positivos que el
«gobierno de todos es lo mismo que gobierno, de nadie.
Es el peor
de los

gobiernos: la falta de gobierno».
Y por otro lado tenemos
el sistema de representación natural
u orgánica. Sistema realista, que brota de la naturaleza y se realiza
en
la historia, y que no tiene nada que ver con las lucubraciones
más o menos ingeniosas
de
los revolucionarios.
Y es que como viene difundiendo desde hace varios años Tho­
mas Molnar,
la derecha -aceptando el término para entendernos­
es
el realismo como la izquierda es la utopía.
Pues
bien, de esta observación
realista se deduce

la
existencia
de

uuas comunidades intermedias entre el individuo
y el Estado,
que se
han dado en llamar con más o menos precisión cuerpos in­
termedios, cuerpos sociales básicos o agrupaciones infra-soberanas,
y que en proceso federativo ascienden desde la familia hasta el
Estado.
En la familia se puede distinguir una doble evoloción : la
de su ser, que pasa primero por el muuicipio y sigue por la región
hasta la

nación; y
la de su activida mente la clase y verticalmente la corporación.
A continuación, y siguiendo un orden también clásico entre
los expositores, se ocupa del principio de subsidiariedad, columna
vertebral de
la doctrina social de la Iglesia desde que fuera explí­
citamente formulado por Pío XI en
Quddragessimo anno, auuque
estuviera implícito ya en
la doctrina de Santo Tomás de Aquino,
por ejemplo.
En este punto el autor alude a la escuela tradicionalista es­
pañola que, auu antes de la exposición pontificia, había venido de­
fendiendo las
libertades concretas de las regiones y los gremios,
sintetizadas en el lema «Fueros» de su programa político; soste­
niendo uu modelo de
monarqu!a social y representativa limitada
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
por la ley moral, la autoridad de la Iglesia y las libertades concretas.
En el siguiente capítulo se ocupa en describir los cuerpos so­
ciales básicos, destacaudo una especial referencia a los derechos
principales de la persona individua! y de
la familia. El autor apor­
ta el sentido ordenado y cristiauo de las libertades de reunión, aso­
ciación, pensamiento o religión, aunque a veces --como en. el úl­
timo caso--tenga que hacer malabarismos y piruetas dialécticas
para no incurrir en contradicciones tales como hacer compatible
la unidad católica con la libertad religiosa.
Dentro del análisis de la representación natural se detiene en
los organismos de ámbito territorial. Así, la provincia, que en nues­
tra patria tiene un carácter artificial por derivar de una división
racionalista, abstracta y negadora de la historia y la tradición. Y
finalmente la región, tau
de moda en la actualidad y tau descono­
cida por su devotos de hoy,
rn,s inspirados en Proudhom que en
Torras i Bages o Vázquez de Mella.
En fin, la obra sigue la buena línea del primer volumen, aunque
se deje
notar en mayor medida
la rapidez de su redacción, como el
propio Gabriel Alférez reconoce
en la
Nota preliminar.
Si la falsa filosofía es un verdadero crimen de Estado -mmo
sentenciara Fray Fernando de Zevallos-, no hay tarea más acu­
ciante que la de ahogar su difusión. Y para esta labor constituyen
un medio privilegiado los buenos
libros.
Y si son las ideas y no los vicios quienes corrompen a las na­
ciones, nada puede haber
tan prioritario como llenar de ideas las
vacías mentes de los católicos españoles.
En la crisis de nuestro tiempo tienen gran culpa la decadencia
y corrupción moral que noo rodea; pero no ,es menos preocupante
la indigencia de doctrina que -en el mejor de los casos-eviden­
cian tantos sectores católicos.
Aceptemos el reto de la
Revolución y apresurémonos a socorrer
a
tantos necesitados de sabidmía cristiana.

En este campo, este
libro -al igual que otros-tiene unas enormes posibilidades que
explotar y una misión importante que cumplir.
MIGUEL AYUSO
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