Índice de contenidos
Número 213-214
Serie XXII
- Textos Pontificios
-
Estudios
-
La conciencia individual no puede, por sí sola, justificar el aborto. Cinco minutos de Filosofía del Derecho
-
Balmes contra Rousseau
-
El enfrentamiento entre la doctrina social de la Iglesia y el marxismo
-
La legitimidad en el pensamiento de Blanc de Saint-Bonnet
-
Información y sociedad contemporánea
-
Los obispos americanos y el «pacifismo»
-
¿Hacia una nueva metafísica? Teoría de la habencia
-
Personas e ideologías
-
Nueva visión del derecho al trabajo (Reflexión en torno a la Laborem exercens)
-
La mujer y la familia
-
La infiltración progresista
-
- Información bibliográfica
- Ilustraciones con recortes de periódicos
Autores
1983
El enfrentamiento entre la doctrina social de la Iglesia y el marxismo
EL ENFRENTAMIENTO ENTRE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA Y EL MARXISMO
(*)
POR
MIGUEL PoRADOWSKI
La moderna doctrina social de la Iglesia, formulada en rela
ción con la nueva situación socio-económica resultante de la
revolución industrial, es la reformulación de las exigencias de la
moral social cristiana que la Iglesia siempre enseñaba durante
toda su historia, llegando a ser
presemada en
una forma glo
bal, completa, sistematizada
y ordenada, a base de la enseñanza
tradicional
y de la filosofía tomista, en la mitad del siglo XIX
y más exactamente en el año 1848, en Alemania, por el insigne
obispo de
Mainz, Monseñor
Wilhelm Emmanuel Ketteler. Por
la misma fecha, en forma no menos seria
y completa, está-for
mulada
en Francia por el dominico Henri Lacordaire
y por Fe
derico Ozanam, en varios escritos, de los-. cuales merece ser es
pecialmente destacado el famoso Manifiesto de Amor. En el
mismo año 1848
se publica, en París, en francés, el primer vo
lumen de la extraordinaria obra del filósofo polaco Augusto
Cieszkowski, Padre Nuestro (Ojcze Nasz), en la cual se
lanza
la
idea de la desproletarización de los trabajadores ( 1 ). Casi por
(*) El texto de la ponencia al Congreso Internacional sobre «El con
cepto cristiano de
la política económica mundial frente al marxismo», ce
lebrado en Roma, los días 4, 5 y 6 de octubre de 1982, organizado por
tres entidades: la Unión de Friburgo (Suiza), la Fundación Hanns Martín
Schleyer (Koln) y el Instituto de Ciencias Económicas Walberberg (Bonn),
con la participación de 326 economistas y especialistas en la doctrina so
cial de la Iglesia.
(1) Cieszkowski, analizando filosófica y teológicamente la oración «Pa
dre Nuestro», llama a los cristianos a fa ludia. por la realización del Reino
32:7
Fundaci\363n Speiro
MIGUEL PORADOWSKI
la misma fecha, pues en el año 1850 y los siguientes, en Italia,
el padre Mateo Liberatore
y otros padres jesuitas, en las pá
ginas de la recién fundada revista
Civ/lta Cattolica, formulan
la moderna
. doctrina
social de la Iglesia, recurriendo al neoto
mismo. En España lo hace Juan Donoso Cortés en su
Ensayo
sobre el Catolicismo, el Liberalismo y el Socialismo, del año
1850 (2).
Es sabido también que en la mitad del siglo
xrx, en el mismo
año 1848, aparece el manifiesto de odio, es decir, el
Manifiesto
Comunista de Karl Max.
de I?ios, lanzando -la idea de _transformar a los proletarios en los propie
tarios
y en pequeños capitalistas. Cieszkowski (1814-1894), _influenciado
por la dialéctica hegeliana_
(teS.is, antítesis,
síntesis), vuelve a las
·ideas del
milenarismo y sus tres épC>Cas d~ la historia., a saber: la época de Dios
Padre, la tesis, desde la Creación hasta la Encarnación; la época de Dios
Hijo, la antítesis; desde la primera llegada de Cristo hasta su segunda lle
gada, y la época de Dios-Espíritu Santo, la síntesis definitiva, que empieza
con la segunda llegada de Cristo. Seg(m CieszkOWSki, la segunda época de
la historia de la humanidad, en la cual vivimos, debería ser caracterizada
por el cumplimiento de las plegarias de la oración «Padre Nuestro», pues
el Reino de Dios se va hacer una realidad histórica a medida que todos
los hombres no solamente recen
el «Padre Ntiestro», sino que también rea
li~, en su vida privada y pública, lo que ·piden en esta oración. Las
ideas de Cieszkowski son bastante realista_s, pues propone, fuera de una
buena retribución del
trabajador, tanto
industrial como· agrícola, también
la participación en las ganancias de
la empresa y un sistema de seguridad
social
qi.ie abarque
a todos.
CieSZkowki, en
su calidad de Diputado al
Parlamento de
Prusia, presentaba
en vano proyectos de leyes sociales,
inspirados por las mencionadas
idéas, pero sí, antes
de morir,
tenía la
sa
tisfacción de constatar que estas ideas fueron acogidas por la
encíclica
Rerum novarum. La influencia del pensamiento hegeliano sobre Cieszkows
ki y su
fi1osoffa de
la historia fue
sólo superficial,
pues seguía más bien
a Santo Tomás. Véase:
K. Kowalski «Filosoffa Augusta Cieszkowskiego
w swietle zasad filosofii sw. Tomasza» (La filosofía de Augusto Cieszkows
ki a
la luz de los principios de la :filosofía de Santo Tomás de Aquino),
citado. en
Historia katolicyzmu spolecz.nego w Polsce, 1832-1939, Warsza
wa, 1981, pág. 39.
(2) Véase:- M. Poradowski, «El tomismo en las encíclicas sociales», en
Verbo, núm. 203-204, págs. 231-254.
328
Fundaci\363n Speiro
LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA Y EL MARXISMO
Con el correr del tiempo, ambas doctrinas, enfrentándose, se
afuman y
precisan, llegando a
. las
posiciones completamente
opuestas, irreductibles e irreconciliables. La posición de la moderna doctrina social de la Iglesia está
basada en la
fe cristiana, es decir, la fe teologal; en la fe en la
existencia de Dios uno y trino, Creador, Redentor y Santifica dor del hombre; en Dios, Providencia, permanentemente preocu
pado por su creatura, por el hombre, por su vida terrenal, la cual determina su destino
eterno; en
Dios, vinculado con la hu
manidad por la Creación, por la Encarnación
y por la Reden
ción. Esta moderna doctrina social de la Iglesia expresa tam
bién su fidelidad a la totalidad de la enseñanza de Cristo
y al
cumplimiento de la tarea, dejada por
Cristo a la Iglesia: la
construcción del Reino de Dios.
El Reino de
Dios, predicado
por Cristo, siendo identificado
con el Reino de los Cielos, sólo puede ser
realizado después
de
la segunda llegada de Cristo,. alcanzando su plenitud en la eter
nidad del Cielo, pero ya aquí
y ahora, en la tierra y en la his
toria
debería empezar
en la modesta forma de la «civilización de
amor» ( Paulo VI), como obra de los cristianos, inspirados por
la enseñanza de Cristo, fortalecidos por su Gracia y guiados por
el Espíritu Santo. Esta «civilización de amor» exige la simultá
nea realización de la «civilización de la justicia», es decir, de un
régimen orientado en todo hasta el Bien Común, temporal
y
eterno, y en el cual se da la prioridad a lo espiritual.
La posición marxista, oponiéndose a_ la posición cristiana,
también se basa en una fe (y no en una «ciencia» como algu
nos pretenden), pero en una fe completamente laica, puramente
humana1 en la fe en el hombre, que no reconoce la existencia
de Dios, pero que «diviniza» (deifica) la materia, atribuyéndole
poderes
y capacidades de una misteriosa evolución, gracias a la
cual, esta materia Uega en el hombre a cobrar su conciencia.
Al Reino de Dios, al Reino de los Cielos, el marxismo opone el
reino de· este mundo, un reino puramente humano, concentrado
exclusivamente en lo temporal, en lo material, en lo económico.
El
marxismo se opone a la posición cristiana no solamente
Fundaci\363n Speiro
MIGUEL PORADOWSKI
respecto al fin último del hombre y de la sociedad, sino tam
bién respecto a los medios.
La doctrina social de la Iglesia,
pata alcanzar la parcial realización del Reino de Dios en
la tie
rra, recurre a las reformas, inspiradas por
la búsqueda de la
justicia y caridad, mientras que el marxismo recurre a la revo
lución destructora
y violenta, basada sobre el odio y la envidia,
&irviéndose de la dialéctica subversiva, llevando la lucha de cla
ses o
la «lucha de los opuestos» a todos los sectores de la vida
social
y cultural.
El marxismo pretende sustituir el «fermento» del Evangelio,
del Bien --es decir, del
Amor y
de la Justicia, concebidos como
vittudes natutales
y sobrenaturale,;-con el «fermento» de la
«revolución permanente», el
«ferroento» del
Mal --es decit, del
odio y de la envidia, las pasiones
corruptoras del
hombre
y de
la sociedad- destruyendo no solamente la moral ctistiana, sino también la moral natural.
Ambas posiciones, la -cristiat}a y 1a marxista, se basan sobre
filosofías opuestas, pues, mientras la doctrina social de la Igle
sia está fundada en
la filosofía del Ser y de lo Trascenden
tal, el marxismo recutre a la filosofía de la Acción y
de lo in
manente.
El pretendido materialismo marxista no es tal, pues cada vez
se hace más evidente que
la dinámica de la revolución marxista
tiene sus raíces en el Mal; que detrás de ella se encuentra el
«Príncipe de este mundo», corno Cristo
llamó a Satanás. Se hace
claro que, en definitiva, se trata de un enfrentamiento entre el Reino de Dios
.. el
Reino de Cristo con el Reino de Satanás,
y
que este último sigue su eterna estrategia de engaño y de men
tira, al pretender confundir a los cristianos, disfrazando sus pro
pósitos con fraseología del Reino de Dios secularizado. Los do
lorosos problemas sociales -producidos por la revolución in
dustrial y agravados por la nefasta influencia de las ideas anti
cristiana,._ son
hábilmente aprovechados por el marxismo con
el afán de presentar a la revolución marxista como lucha por
la justicia
y paz, mientras que, en realidad, la satánica revolu
ción marxista, fomentando
el. odio
la
envidhi y el egoísmo de
330
Fundaci\363n Speiro
LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA Y EL MARXISMO
clase, lleva todos k,s conflictos sociales al extremo. El imperia
lismo soviético
y chino, esclavizando los pueblos, explotándolos
y oprimiéndolos, fomenta las tensiones sociales y la desespera
ci6n que, tarde o temprano, tienen que desembocar en una ca
tástrofe de dimensiones apocalípticas. Este aspecto. metafísico de ambas posiciones nos explica el
hecho que la línea divisoria entre ellas no pasa fuera del hom
bre, sino dentro del hombre, dentro del corazón humano. Cada
hombre puede ser el objeto codiciado por la conquista de am
bas posiciones. La influencia de
la posici6n cristiana no se ex
tiende solamente a los bautizados, sino que abarca a cada per
sona tocada por la
.. Gracia.
De manera parecida, el marxismo
penetra también en el ambiente cristiano, pues cada cristiano
puede ser también el objeto codiciado por las influencias del
Mal.
La aparición, dentro del «mundo cristiano» --es decir, en
las filas de los que deberían militar exclusivamente por el triun
fo del Reino de Dios-, de las corrientes de pensamiento evi
dentemente de inspiración comunista, como lo son las pretendi
das «teologías» de liberación, de revolución
y de violencia, es
uno de los hechos más dolorosos de nuestro tiempo, pero no un
hecho
sorprendente, Además
fue previsto
y denunciado opor
tunamente por Pío XI en la encíclica
Divini Redem ptoris del
año 1937 y, mucho antes, por la Sanrísima Virgen, la cual, en
su infinita bondad
y compasión, lo ha hecho en su mensaje de
Fátima, del 13 de julio de 1917, cuando nos prevenía contra
los «errores de Rusia».
Es a la luz de este enfrentamiento entre la doctrina social
de la
Iglesia
y el marxismo, entre el Reino de Dios y el Reino
de Satanás, que deberíamos analizar las actuales pseudo-teolo
gías de
liberaci6n, de revolución, de violencia
y otras, todas de
evidente corte marxista ( 3 ). Para nosotros viene la hora del desafío: frente al rotundo
fracaso del liberalismo
y de su engendro el marxismo, los ojos
(3) Véase: M. Poradowski, El marxismo en la TeologJa, -Speiro. Ma~
drid. 1976.
331
Fundaci\363n Speiro
MIGUEL P0RADOWSKI
del mundo desesperado se vuelven hasta la Iglesia y su doctrina
social.
El fracaso del capitalismo, tanto en su variante individualista
como colectivista se debe, ante todo, a
la reducción de la antro
pología a la zoología, desconociendo a la verdadera dignidad
del hombre como creatura de Dios, hecha a Su imagen
y se
mejanza con destino eterno de compartir la felicidad de su Crea
dor, de
ahí tratando al hombre sólo como a un animal y cons
truyendo una sociedad de animales, haciendo caso omiso de la
existencia de Dios
y de su voluntad expresada en la Ley Natural.
El marxismo pretende presentarse como una alternativa fren
t.e al
liberalismo
y su capitalismo individualista, pero no lo es.
Hoy
día es evidente que los primeros formuladores de la mo
derna doctrina social de la Iglesia, casi ciento cincuenta años
atrás, Ketteler, en Alemania; Lacordaire, en Francia; Cieszkows
ki, en Polonia; Liberatore, en Italia; Donoso Cortés, en Espa
ya, y otros, tenían razón sosteniendo que el socialismo, comu
nismo
y marxismo son solamente consecuencias del liberalis
mo (4).
( 4) Se trara del liberalismo filosófico, al cual se refiere la enclclica Li
bertas, de León XIII. El liberalismo de hoy, en el plano filosófico, sub
raya, en general, la plena autonomía del hombre _en relación con Dios y,
en particular, las existentes corrientes liberales pueden ser reducidas a tres
poSiciones básicas,
a saber: la deísta,
la agnóstica y la ateísta. El libera
lismo deísta acepta
y respeta la existencia ·de Dios, pero considera que el
hombre, siendo un ser razonable y libre, tiene plena autononúa, sólo limi
tada por su
razón y
conciencia;
el liberalismo agnóstico hace caso omiso
del problema de la existencia de Dios, considerando que
el hombre es
absolutamente autónomo; el liberalismo ateísta declara sea
la no existencia
de Dios, sea su rebelión contra Dios, pues la considera como amenaza
para la absoluta libertad humana.
Marx confesaba precisamente a este libe
ralismo ateísta (mientras
que su padre fue un liberal deísta), sintiéndose
rebelado contra
Dios, de ahí su culto satánico -sobre el cual tan acerta
damente escribe
el · pastor luterano Richard Wurmbtand ( véase su libro
Karl Marx et satan, 3.ª ed., París, 1978}-y también su odio de sí mismo
y de la sociedad {véase, al respecto, el libro de Fran~ise Lévy, Karl Marx,
Grasset, París, 1976).
Ahora bien, el «liberalismo económico», tanto del siglo XIX como de
332
Fundaci\363n Speiro
LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA Y EL MARXISMO
Hay que retornar, pues, a la construcción del verdadero y
no secularizado Reino de Dios y dejar de perder tiempo en los
afanes de antemano destinados
al fracaso. También hay que te
ner
presente que
la doctrina social de la Iglesia no propone nin
gún modelo del régimen social-económico concreto, definido, úni
co y obligatorio, pues sólo nos recuerda los principios funda
mentales, las condiciones ecológicas,
geográficas, geopolíticas
e
nuestro tiempo, tiene muy poco o nada que ver, según los casos concre
tos, con
el liberalismo filosófico arriba mencionado, pues -sin entrar en
el problema de la existencia de Dios y su relación con la libertad huma
na-
sólo se
refiere a
la libre actividad del hombre en el plano económico,
especialmente
en
el plano de producción (es decir, la actividad empresarial)
y de distribución (es
decir, la actividad comercial); esta «libre» actividad
se entiende como libre de las trabas
legales (leyes, reglamentos, asociacio
nes,
sindicatos, gremios, corporaciones, etc.)
y de otras maneras de inter
vención del Esta.do en
la vida económica y también libre de las limitacio
nes que impone
lo moral objetiva, pero sí admite y exige una moral sub
jetiva, es decir,
la que el hombre mismo se impone según sus propios
criterios. Es a este liberalismo económico que se refiere
la encíclica Qua
dragessimo anno, llamándole «manchesteriano» y lo rechaza, pues la doc
trina social de la Iglesia exige del hombre y en toda su actividad, incluida
la económica, el respeto de la moral objetiva, es decir, de la moral dic
tada por Dios sea expresada por
la Ley Natural, sea por la Re_velación y,
.también, exige cierta intervención del Estado en la vida económica, a base
del principio de subsidiariedad
y las exigencias del Bien Común.
A estas exigencias de la doctrina social de
la Iglesia responde la así
llamada
«economía social
de mercado», que aparece después de
la se
gunda guerra mundial, como adaptación de la economía neo-liberal (Roepke
y otros) a las exigencias de la moral cristiana y a las exigencias del prag
matismo económico. La
«economía social
de mercado» tiene varios modelos históricos. To
dos ellos son criticables desde
el punto de vista de la doctrina social de
la Iglesia, pero las deficiencias de estos modelos no vienen de los princi
pios sino de los factores reales, es decir, del hecho de que, en
cada so
ciedad democrática, los cristianos no pueden imponer plenamente su pro
pio modelo
económico, pues
tienen que respetar las opiniones y las fuer
zas
concretas políticas de
otras
agrupaciones políticas. Siendo
un modelo
práctico,
el resultado de varios compromisos de la política contingente siem
.pre
es
imperfecto. Además, en los compromisos influye también la situa
ción económica mundial.
333
Fundaci\363n Speiro
MIGUEL PORADOWSKI
históricas, deberla elaborar su propio modelo y que el éxito de
este esfuerzo depende del grado de fidelidad a la recomenda ción de Cristo: «Buscad primero el Reino de Dios
y su justicia
y todo lo demás lo recibiréis por añadidura».
334
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(*)
POR
MIGUEL PoRADOWSKI
La moderna doctrina social de la Iglesia, formulada en rela
ción con la nueva situación socio-económica resultante de la
revolución industrial, es la reformulación de las exigencias de la
moral social cristiana que la Iglesia siempre enseñaba durante
toda su historia, llegando a ser
presemada en
una forma glo
bal, completa, sistematizada
y ordenada, a base de la enseñanza
tradicional
y de la filosofía tomista, en la mitad del siglo XIX
y más exactamente en el año 1848, en Alemania, por el insigne
obispo de
Mainz, Monseñor
Wilhelm Emmanuel Ketteler. Por
la misma fecha, en forma no menos seria
y completa, está-for
mulada
en Francia por el dominico Henri Lacordaire
y por Fe
derico Ozanam, en varios escritos, de los-. cuales merece ser es
pecialmente destacado el famoso Manifiesto de Amor. En el
mismo año 1848
se publica, en París, en francés, el primer vo
lumen de la extraordinaria obra del filósofo polaco Augusto
Cieszkowski, Padre Nuestro (Ojcze Nasz), en la cual se
lanza
la
idea de la desproletarización de los trabajadores ( 1 ). Casi por
(*) El texto de la ponencia al Congreso Internacional sobre «El con
cepto cristiano de
la política económica mundial frente al marxismo», ce
lebrado en Roma, los días 4, 5 y 6 de octubre de 1982, organizado por
tres entidades: la Unión de Friburgo (Suiza), la Fundación Hanns Martín
Schleyer (Koln) y el Instituto de Ciencias Económicas Walberberg (Bonn),
con la participación de 326 economistas y especialistas en la doctrina so
cial de la Iglesia.
(1) Cieszkowski, analizando filosófica y teológicamente la oración «Pa
dre Nuestro», llama a los cristianos a fa ludia. por la realización del Reino
32:7
Fundaci\363n Speiro
MIGUEL PORADOWSKI
la misma fecha, pues en el año 1850 y los siguientes, en Italia,
el padre Mateo Liberatore
y otros padres jesuitas, en las pá
ginas de la recién fundada revista
Civ/lta Cattolica, formulan
la moderna
. doctrina
social de la Iglesia, recurriendo al neoto
mismo. En España lo hace Juan Donoso Cortés en su
Ensayo
sobre el Catolicismo, el Liberalismo y el Socialismo, del año
1850 (2).
Es sabido también que en la mitad del siglo
xrx, en el mismo
año 1848, aparece el manifiesto de odio, es decir, el
Manifiesto
Comunista de Karl Max.
de I?ios, lanzando -la idea de _transformar a los proletarios en los propie
tarios
y en pequeños capitalistas. Cieszkowski (1814-1894), _influenciado
por la dialéctica hegeliana_
(teS.is, antítesis,
síntesis), vuelve a las
·ideas del
milenarismo y sus tres épC>Cas d~ la historia., a saber: la época de Dios
Padre, la tesis, desde la Creación hasta la Encarnación; la época de Dios
Hijo, la antítesis; desde la primera llegada de Cristo hasta su segunda lle
gada, y la época de Dios-Espíritu Santo, la síntesis definitiva, que empieza
con la segunda llegada de Cristo. Seg(m CieszkOWSki, la segunda época de
la historia de la humanidad, en la cual vivimos, debería ser caracterizada
por el cumplimiento de las plegarias de la oración «Padre Nuestro», pues
el Reino de Dios se va hacer una realidad histórica a medida que todos
los hombres no solamente recen
el «Padre Ntiestro», sino que también rea
li~, en su vida privada y pública, lo que ·piden en esta oración. Las
ideas de Cieszkowski son bastante realista_s, pues propone, fuera de una
buena retribución del
trabajador, tanto
industrial como· agrícola, también
la participación en las ganancias de
la empresa y un sistema de seguridad
social
qi.ie abarque
a todos.
CieSZkowki, en
su calidad de Diputado al
Parlamento de
Prusia, presentaba
en vano proyectos de leyes sociales,
inspirados por las mencionadas
idéas, pero sí, antes
de morir,
tenía la
sa
tisfacción de constatar que estas ideas fueron acogidas por la
encíclica
Rerum novarum. La influencia del pensamiento hegeliano sobre Cieszkows
ki y su
fi1osoffa de
la historia fue
sólo superficial,
pues seguía más bien
a Santo Tomás. Véase:
K. Kowalski «Filosoffa Augusta Cieszkowskiego
w swietle zasad filosofii sw. Tomasza» (La filosofía de Augusto Cieszkows
ki a
la luz de los principios de la :filosofía de Santo Tomás de Aquino),
citado. en
Historia katolicyzmu spolecz.nego w Polsce, 1832-1939, Warsza
wa, 1981, pág. 39.
(2) Véase:- M. Poradowski, «El tomismo en las encíclicas sociales», en
Verbo, núm. 203-204, págs. 231-254.
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LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA Y EL MARXISMO
Con el correr del tiempo, ambas doctrinas, enfrentándose, se
afuman y
precisan, llegando a
. las
posiciones completamente
opuestas, irreductibles e irreconciliables. La posición de la moderna doctrina social de la Iglesia está
basada en la
fe cristiana, es decir, la fe teologal; en la fe en la
existencia de Dios uno y trino, Creador, Redentor y Santifica dor del hombre; en Dios, Providencia, permanentemente preocu
pado por su creatura, por el hombre, por su vida terrenal, la cual determina su destino
eterno; en
Dios, vinculado con la hu
manidad por la Creación, por la Encarnación
y por la Reden
ción. Esta moderna doctrina social de la Iglesia expresa tam
bién su fidelidad a la totalidad de la enseñanza de Cristo
y al
cumplimiento de la tarea, dejada por
Cristo a la Iglesia: la
construcción del Reino de Dios.
El Reino de
Dios, predicado
por Cristo, siendo identificado
con el Reino de los Cielos, sólo puede ser
realizado después
de
la segunda llegada de Cristo,. alcanzando su plenitud en la eter
nidad del Cielo, pero ya aquí
y ahora, en la tierra y en la his
toria
debería empezar
en la modesta forma de la «civilización de
amor» ( Paulo VI), como obra de los cristianos, inspirados por
la enseñanza de Cristo, fortalecidos por su Gracia y guiados por
el Espíritu Santo. Esta «civilización de amor» exige la simultá
nea realización de la «civilización de la justicia», es decir, de un
régimen orientado en todo hasta el Bien Común, temporal
y
eterno, y en el cual se da la prioridad a lo espiritual.
La posición marxista, oponiéndose a_ la posición cristiana,
también se basa en una fe (y no en una «ciencia» como algu
nos pretenden), pero en una fe completamente laica, puramente
humana1 en la fe en el hombre, que no reconoce la existencia
de Dios, pero que «diviniza» (deifica) la materia, atribuyéndole
poderes
y capacidades de una misteriosa evolución, gracias a la
cual, esta materia Uega en el hombre a cobrar su conciencia.
Al Reino de Dios, al Reino de los Cielos, el marxismo opone el
reino de· este mundo, un reino puramente humano, concentrado
exclusivamente en lo temporal, en lo material, en lo económico.
El
marxismo se opone a la posición cristiana no solamente
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MIGUEL PORADOWSKI
respecto al fin último del hombre y de la sociedad, sino tam
bién respecto a los medios.
La doctrina social de la Iglesia,
pata alcanzar la parcial realización del Reino de Dios en
la tie
rra, recurre a las reformas, inspiradas por
la búsqueda de la
justicia y caridad, mientras que el marxismo recurre a la revo
lución destructora
y violenta, basada sobre el odio y la envidia,
&irviéndose de la dialéctica subversiva, llevando la lucha de cla
ses o
la «lucha de los opuestos» a todos los sectores de la vida
social
y cultural.
El marxismo pretende sustituir el «fermento» del Evangelio,
del Bien --es decir, del
Amor y
de la Justicia, concebidos como
vittudes natutales
y sobrenaturale,;-con el «fermento» de la
«revolución permanente», el
«ferroento» del
Mal --es decit, del
odio y de la envidia, las pasiones
corruptoras del
hombre
y de
la sociedad- destruyendo no solamente la moral ctistiana, sino también la moral natural.
Ambas posiciones, la -cristiat}a y 1a marxista, se basan sobre
filosofías opuestas, pues, mientras la doctrina social de la Igle
sia está fundada en
la filosofía del Ser y de lo Trascenden
tal, el marxismo recutre a la filosofía de la Acción y
de lo in
manente.
El pretendido materialismo marxista no es tal, pues cada vez
se hace más evidente que
la dinámica de la revolución marxista
tiene sus raíces en el Mal; que detrás de ella se encuentra el
«Príncipe de este mundo», corno Cristo
llamó a Satanás. Se hace
claro que, en definitiva, se trata de un enfrentamiento entre el Reino de Dios
.. el
Reino de Cristo con el Reino de Satanás,
y
que este último sigue su eterna estrategia de engaño y de men
tira, al pretender confundir a los cristianos, disfrazando sus pro
pósitos con fraseología del Reino de Dios secularizado. Los do
lorosos problemas sociales -producidos por la revolución in
dustrial y agravados por la nefasta influencia de las ideas anti
cristiana,._ son
hábilmente aprovechados por el marxismo con
el afán de presentar a la revolución marxista como lucha por
la justicia
y paz, mientras que, en realidad, la satánica revolu
ción marxista, fomentando
el. odio
la
envidhi y el egoísmo de
330
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LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA Y EL MARXISMO
clase, lleva todos k,s conflictos sociales al extremo. El imperia
lismo soviético
y chino, esclavizando los pueblos, explotándolos
y oprimiéndolos, fomenta las tensiones sociales y la desespera
ci6n que, tarde o temprano, tienen que desembocar en una ca
tástrofe de dimensiones apocalípticas. Este aspecto. metafísico de ambas posiciones nos explica el
hecho que la línea divisoria entre ellas no pasa fuera del hom
bre, sino dentro del hombre, dentro del corazón humano. Cada
hombre puede ser el objeto codiciado por la conquista de am
bas posiciones. La influencia de
la posici6n cristiana no se ex
tiende solamente a los bautizados, sino que abarca a cada per
sona tocada por la
.. Gracia.
De manera parecida, el marxismo
penetra también en el ambiente cristiano, pues cada cristiano
puede ser también el objeto codiciado por las influencias del
Mal.
La aparición, dentro del «mundo cristiano» --es decir, en
las filas de los que deberían militar exclusivamente por el triun
fo del Reino de Dios-, de las corrientes de pensamiento evi
dentemente de inspiración comunista, como lo son las pretendi
das «teologías» de liberación, de revolución
y de violencia, es
uno de los hechos más dolorosos de nuestro tiempo, pero no un
hecho
sorprendente, Además
fue previsto
y denunciado opor
tunamente por Pío XI en la encíclica
Divini Redem ptoris del
año 1937 y, mucho antes, por la Sanrísima Virgen, la cual, en
su infinita bondad
y compasión, lo ha hecho en su mensaje de
Fátima, del 13 de julio de 1917, cuando nos prevenía contra
los «errores de Rusia».
Es a la luz de este enfrentamiento entre la doctrina social
de la
Iglesia
y el marxismo, entre el Reino de Dios y el Reino
de Satanás, que deberíamos analizar las actuales pseudo-teolo
gías de
liberaci6n, de revolución, de violencia
y otras, todas de
evidente corte marxista ( 3 ). Para nosotros viene la hora del desafío: frente al rotundo
fracaso del liberalismo
y de su engendro el marxismo, los ojos
(3) Véase: M. Poradowski, El marxismo en la TeologJa, -Speiro. Ma~
drid. 1976.
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Fundaci\363n Speiro
MIGUEL P0RADOWSKI
del mundo desesperado se vuelven hasta la Iglesia y su doctrina
social.
El fracaso del capitalismo, tanto en su variante individualista
como colectivista se debe, ante todo, a
la reducción de la antro
pología a la zoología, desconociendo a la verdadera dignidad
del hombre como creatura de Dios, hecha a Su imagen
y se
mejanza con destino eterno de compartir la felicidad de su Crea
dor, de
ahí tratando al hombre sólo como a un animal y cons
truyendo una sociedad de animales, haciendo caso omiso de la
existencia de Dios
y de su voluntad expresada en la Ley Natural.
El marxismo pretende presentarse como una alternativa fren
t.e al
liberalismo
y su capitalismo individualista, pero no lo es.
Hoy
día es evidente que los primeros formuladores de la mo
derna doctrina social de la Iglesia, casi ciento cincuenta años
atrás, Ketteler, en Alemania; Lacordaire, en Francia; Cieszkows
ki, en Polonia; Liberatore, en Italia; Donoso Cortés, en Espa
ya, y otros, tenían razón sosteniendo que el socialismo, comu
nismo
y marxismo son solamente consecuencias del liberalis
mo (4).
( 4) Se trara del liberalismo filosófico, al cual se refiere la enclclica Li
bertas, de León XIII. El liberalismo de hoy, en el plano filosófico, sub
raya, en general, la plena autonomía del hombre _en relación con Dios y,
en particular, las existentes corrientes liberales pueden ser reducidas a tres
poSiciones básicas,
a saber: la deísta,
la agnóstica y la ateísta. El libera
lismo deísta acepta
y respeta la existencia ·de Dios, pero considera que el
hombre, siendo un ser razonable y libre, tiene plena autononúa, sólo limi
tada por su
razón y
conciencia;
el liberalismo agnóstico hace caso omiso
del problema de la existencia de Dios, considerando que
el hombre es
absolutamente autónomo; el liberalismo ateísta declara sea
la no existencia
de Dios, sea su rebelión contra Dios, pues la considera como amenaza
para la absoluta libertad humana.
Marx confesaba precisamente a este libe
ralismo ateísta (mientras
que su padre fue un liberal deísta), sintiéndose
rebelado contra
Dios, de ahí su culto satánico -sobre el cual tan acerta
damente escribe
el · pastor luterano Richard Wurmbtand ( véase su libro
Karl Marx et satan, 3.ª ed., París, 1978}-y también su odio de sí mismo
y de la sociedad {véase, al respecto, el libro de Fran~ise Lévy, Karl Marx,
Grasset, París, 1976).
Ahora bien, el «liberalismo económico», tanto del siglo XIX como de
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Fundaci\363n Speiro
LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA Y EL MARXISMO
Hay que retornar, pues, a la construcción del verdadero y
no secularizado Reino de Dios y dejar de perder tiempo en los
afanes de antemano destinados
al fracaso. También hay que te
ner
presente que
la doctrina social de la Iglesia no propone nin
gún modelo del régimen social-económico concreto, definido, úni
co y obligatorio, pues sólo nos recuerda los principios funda
mentales, las condiciones ecológicas,
geográficas, geopolíticas
e
nuestro tiempo, tiene muy poco o nada que ver, según los casos concre
tos, con
el liberalismo filosófico arriba mencionado, pues -sin entrar en
el problema de la existencia de Dios y su relación con la libertad huma
na-
sólo se
refiere a
la libre actividad del hombre en el plano económico,
especialmente
en
el plano de producción (es decir, la actividad empresarial)
y de distribución (es
decir, la actividad comercial); esta «libre» actividad
se entiende como libre de las trabas
legales (leyes, reglamentos, asociacio
nes,
sindicatos, gremios, corporaciones, etc.)
y de otras maneras de inter
vención del Esta.do en
la vida económica y también libre de las limitacio
nes que impone
lo moral objetiva, pero sí admite y exige una moral sub
jetiva, es decir,
la que el hombre mismo se impone según sus propios
criterios. Es a este liberalismo económico que se refiere
la encíclica Qua
dragessimo anno, llamándole «manchesteriano» y lo rechaza, pues la doc
trina social de la Iglesia exige del hombre y en toda su actividad, incluida
la económica, el respeto de la moral objetiva, es decir, de la moral dic
tada por Dios sea expresada por
la Ley Natural, sea por la Re_velación y,
.también, exige cierta intervención del Estado en la vida económica, a base
del principio de subsidiariedad
y las exigencias del Bien Común.
A estas exigencias de la doctrina social de
la Iglesia responde la así
llamada
«economía social
de mercado», que aparece después de
la se
gunda guerra mundial, como adaptación de la economía neo-liberal (Roepke
y otros) a las exigencias de la moral cristiana y a las exigencias del prag
matismo económico. La
«economía social
de mercado» tiene varios modelos históricos. To
dos ellos son criticables desde
el punto de vista de la doctrina social de
la Iglesia, pero las deficiencias de estos modelos no vienen de los princi
pios sino de los factores reales, es decir, del hecho de que, en
cada so
ciedad democrática, los cristianos no pueden imponer plenamente su pro
pio modelo
económico, pues
tienen que respetar las opiniones y las fuer
zas
concretas políticas de
otras
agrupaciones políticas. Siendo
un modelo
práctico,
el resultado de varios compromisos de la política contingente siem
.pre
es
imperfecto. Además, en los compromisos influye también la situa
ción económica mundial.
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Fundaci\363n Speiro
MIGUEL PORADOWSKI
históricas, deberla elaborar su propio modelo y que el éxito de
este esfuerzo depende del grado de fidelidad a la recomenda ción de Cristo: «Buscad primero el Reino de Dios
y su justicia
y todo lo demás lo recibiréis por añadidura».
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