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Número 213-214

Serie XXII

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El enfrentamiento entre la doctrina social de la Iglesia y el marxismo

EL ENFRENTAMIENTO ENTRE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA Y EL MARXISMO
(*)
POR
MIGUEL PoRADOWSKI
La moderna doctrina social de la Iglesia, formulada en rela­
ción con la nueva situación socio-económica resultante de la
revolución industrial, es la reformulación de las exigencias de la
moral social cristiana que la Iglesia siempre enseñaba durante
toda su historia, llegando a ser
presemada en
una forma glo­
bal, completa, sistematizada
y ordenada, a base de la enseñanza
tradicional
y de la filosofía tomista, en la mitad del siglo XIX
y más exactamente en el año 1848, en Alemania, por el insigne
obispo de
Mainz, Monseñor
Wilhelm Emmanuel Ketteler. Por
la misma fecha, en forma no menos seria
y completa, está-for­
mulada
en Francia por el dominico Henri Lacordaire
y por Fe­
derico Ozanam, en varios escritos, de los-. cuales merece ser es­
pecialmente destacado el famoso Manifiesto de Amor. En el
mismo año 1848
se publica, en París, en francés, el primer vo­
lumen de la extraordinaria obra del filósofo polaco Augusto
Cieszkowski, Padre Nuestro (Ojcze Nasz), en la cual se
lanza
la

idea de la desproletarización de los trabajadores ( 1 ). Casi por
(*) El texto de la ponencia al Congreso Internacional sobre «El con­
cepto cristiano de
la política económica mundial frente al marxismo», ce­
lebrado en Roma, los días 4, 5 y 6 de octubre de 1982, organizado por
tres entidades: la Unión de Friburgo (Suiza), la Fundación Hanns Martín
Schleyer (Koln) y el Instituto de Ciencias Económicas Walberberg (Bonn),
con la participación de 326 economistas y especialistas en la doctrina so­
cial de la Iglesia.
(1) Cieszkowski, analizando filosófica y teológicamente la oración «Pa­
dre Nuestro», llama a los cristianos a fa ludia. por la realización del Reino
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MIGUEL PORADOWSKI
la misma fecha, pues en el año 1850 y los siguientes, en Italia,
el padre Mateo Liberatore
y otros padres jesuitas, en las pá­
ginas de la recién fundada revista
Civ/lta Cattolica, formulan
la moderna
. doctrina

social de la Iglesia, recurriendo al neoto­
mismo. En España lo hace Juan Donoso Cortés en su
Ensayo
sobre el Catolicismo, el Liberalismo y el Socialismo, del año
1850 (2).
Es sabido también que en la mitad del siglo
xrx, en el mismo
año 1848, aparece el manifiesto de odio, es decir, el
Manifiesto
Comunista de Karl Max.
de I?ios, lanzando -la idea de _transformar a los proletarios en los propie­
tarios
y en pequeños capitalistas. Cieszkowski (1814-1894), _influenciado
por la dialéctica hegeliana_
(teS.is, antítesis,
síntesis), vuelve a las
·ideas del
milenarismo y sus tres épC>Cas d~ la historia., a saber: la época de Dios­
Padre, la tesis, desde la Creación hasta la Encarnación; la época de Dios­
Hijo, la antítesis; desde la primera llegada de Cristo hasta su segunda lle­
gada, y la época de Dios-Espíritu Santo, la síntesis definitiva, que empieza
con la segunda llegada de Cristo. Seg(m CieszkOWSki, la segunda época de
la historia de la humanidad, en la cual vivimos, debería ser caracterizada
por el cumplimiento de las plegarias de la oración «Padre Nuestro», pues
el Reino de Dios se va hacer una realidad histórica a medida que todos
los hombres no solamente recen
el «Padre Ntiestro», sino que también rea­
li~, en su vida privada y pública, lo que ·piden en esta oración. Las
ideas de Cieszkowski son bastante realista_s, pues propone, fuera de una
buena retribución del
trabajador, tanto

industrial como· agrícola, también
la participación en las ganancias de
la empresa y un sistema de seguridad
social
qi.ie abarque

a todos.
CieSZkowki, en

su calidad de Diputado al
Parlamento de
Prusia, presentaba

en vano proyectos de leyes sociales,
inspirados por las mencionadas
idéas, pero sí, antes

de morir,
tenía la
sa­
tisfacción de constatar que estas ideas fueron acogidas por la
encíclica
Rerum novarum. La influencia del pensamiento hegeliano sobre Cieszkows­
ki y su
fi1osoffa de
la historia fue
sólo superficial,
pues seguía más bien
a Santo Tomás. Véase:
K. Kowalski «Filosoffa Augusta Cieszkowskiego
w swietle zasad filosofii sw. Tomasza» (La filosofía de Augusto Cieszkows­
ki a
la luz de los principios de la :filosofía de Santo Tomás de Aquino),
citado. en
Historia katolicyzmu spolecz.nego w Polsce, 1832-1939, Warsza­
wa, 1981, pág. 39.
(2) Véase:- M. Poradowski, «El tomismo en las encíclicas sociales», en
Verbo, núm. 203-204, págs. 231-254.
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LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA Y EL MARXISMO
Con el correr del tiempo, ambas doctrinas, enfrentándose, se
afuman y

precisan, llegando a
. las
posiciones completamente
opuestas, irreductibles e irreconciliables. La posición de la moderna doctrina social de la Iglesia está
basada en la
fe cristiana, es decir, la fe teologal; en la fe en la
existencia de Dios uno y trino, Creador, Redentor y Santifica­ dor del hombre; en Dios, Providencia, permanentemente preocu­
pado por su creatura, por el hombre, por su vida terrenal, la cual determina su destino
eterno; en

Dios, vinculado con la hu­
manidad por la Creación, por la Encarnación
y por la Reden­
ción. Esta moderna doctrina social de la Iglesia expresa tam­
bién su fidelidad a la totalidad de la enseñanza de Cristo
y al
cumplimiento de la tarea, dejada por
Cristo a la Iglesia: la
construcción del Reino de Dios.
El Reino de
Dios, predicado
por Cristo, siendo identificado
con el Reino de los Cielos, sólo puede ser
realizado después

de
la segunda llegada de Cristo,. alcanzando su plenitud en la eter­
nidad del Cielo, pero ya aquí
y ahora, en la tierra y en la his­
toria
debería empezar

en la modesta forma de la «civilización de
amor» ( Paulo VI), como obra de los cristianos, inspirados por
la enseñanza de Cristo, fortalecidos por su Gracia y guiados por
el Espíritu Santo. Esta «civilización de amor» exige la simultá­
nea realización de la «civilización de la justicia», es decir, de un
régimen orientado en todo hasta el Bien Común, temporal
y
eterno, y en el cual se da la prioridad a lo espiritual.
La posición marxista, oponiéndose a_ la posición cristiana,
también se basa en una fe (y no en una «ciencia» como algu­
nos pretenden), pero en una fe completamente laica, puramente
humana1 en la fe en el hombre, que no reconoce la existencia
de Dios, pero que «diviniza» (deifica) la materia, atribuyéndole
poderes
y capacidades de una misteriosa evolución, gracias a la
cual, esta materia Uega en el hombre a cobrar su conciencia.
Al Reino de Dios, al Reino de los Cielos, el marxismo opone el
reino de· este mundo, un reino puramente humano, concentrado
exclusivamente en lo temporal, en lo material, en lo económico.
El
marxismo se opone a la posición cristiana no solamente
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MIGUEL PORADOWSKI
respecto al fin último del hombre y de la sociedad, sino tam­
bién respecto a los medios.
La doctrina social de la Iglesia,
pata alcanzar la parcial realización del Reino de Dios en
la tie­
rra, recurre a las reformas, inspiradas por
la búsqueda de la
justicia y caridad, mientras que el marxismo recurre a la revo­
lución destructora
y violenta, basada sobre el odio y la envidia,
&irviéndose de la dialéctica subversiva, llevando la lucha de cla­
ses o
la «lucha de los opuestos» a todos los sectores de la vida
social
y cultural.
El marxismo pretende sustituir el «fermento» del Evangelio,
del Bien --es decir, del
Amor y

de la Justicia, concebidos como
vittudes natutales
y sobrenaturale,;-con el «fermento» de la
«revolución permanente», el
«ferroento» del
Mal --es decit, del
odio y de la envidia, las pasiones
corruptoras del

hombre
y de
la sociedad- destruyendo no solamente la moral ctistiana, sino también la moral natural.
Ambas posiciones, la -cristiat}a y 1a marxista, se basan sobre
filosofías opuestas, pues, mientras la doctrina social de la Igle­
sia está fundada en
la filosofía del Ser y de lo Trascenden­
tal, el marxismo recutre a la filosofía de la Acción y
de lo in­
manente.
El pretendido materialismo marxista no es tal, pues cada vez
se hace más evidente que
la dinámica de la revolución marxista
tiene sus raíces en el Mal; que detrás de ella se encuentra el
«Príncipe de este mundo», corno Cristo
llamó a Satanás. Se hace
claro que, en definitiva, se trata de un enfrentamiento entre el Reino de Dios
.. el

Reino de Cristo con el Reino de Satanás,
y
que este último sigue su eterna estrategia de engaño y de men­
tira, al pretender confundir a los cristianos, disfrazando sus pro­
pósitos con fraseología del Reino de Dios secularizado. Los do­
lorosos problemas sociales -producidos por la revolución in­
dustrial y agravados por la nefasta influencia de las ideas anti­
cristiana,._ son

hábilmente aprovechados por el marxismo con
el afán de presentar a la revolución marxista como lucha por
la justicia
y paz, mientras que, en realidad, la satánica revolu­
ción marxista, fomentando
el. odio
la
envidhi y el egoísmo de
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LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA Y EL MARXISMO
clase, lleva todos k,s conflictos sociales al extremo. El imperia­
lismo soviético
y chino, esclavizando los pueblos, explotándolos
y oprimiéndolos, fomenta las tensiones sociales y la desespera­
ci6n que, tarde o temprano, tienen que desembocar en una ca­
tástrofe de dimensiones apocalípticas. Este aspecto. metafísico de ambas posiciones nos explica el
hecho que la línea divisoria entre ellas no pasa fuera del hom­
bre, sino dentro del hombre, dentro del corazón humano. Cada
hombre puede ser el objeto codiciado por la conquista de am­
bas posiciones. La influencia de
la posici6n cristiana no se ex­
tiende solamente a los bautizados, sino que abarca a cada per­
sona tocada por la
.. Gracia.

De manera parecida, el marxismo
penetra también en el ambiente cristiano, pues cada cristiano
puede ser también el objeto codiciado por las influencias del
Mal.
La aparición, dentro del «mundo cristiano» --es decir, en
las filas de los que deberían militar exclusivamente por el triun­
fo del Reino de Dios-, de las corrientes de pensamiento evi­
dentemente de inspiración comunista, como lo son las pretendi­
das «teologías» de liberación, de revolución
y de violencia, es
uno de los hechos más dolorosos de nuestro tiempo, pero no un
hecho
sorprendente, Además

fue previsto
y denunciado opor­
tunamente por Pío XI en la encíclica
Divini Redem ptoris del
año 1937 y, mucho antes, por la Sanrísima Virgen, la cual, en
su infinita bondad
y compasión, lo ha hecho en su mensaje de
Fátima, del 13 de julio de 1917, cuando nos prevenía contra
los «errores de Rusia».
Es a la luz de este enfrentamiento entre la doctrina social
de la

Iglesia
y el marxismo, entre el Reino de Dios y el Reino
de Satanás, que deberíamos analizar las actuales pseudo-teolo­
gías de

liberaci6n, de revolución, de violencia
y otras, todas de
evidente corte marxista ( 3 ). Para nosotros viene la hora del desafío: frente al rotundo
fracaso del liberalismo
y de su engendro el marxismo, los ojos
(3) Véase: M. Poradowski, El marxismo en la TeologJa, -Speiro. Ma~
drid. 1976.
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MIGUEL P0RADOWSKI
del mundo desesperado se vuelven hasta la Iglesia y su doctrina
social.
El fracaso del capitalismo, tanto en su variante individualista
como colectivista se debe, ante todo, a
la reducción de la antro­
pología a la zoología, desconociendo a la verdadera dignidad
del hombre como creatura de Dios, hecha a Su imagen
y se­
mejanza con destino eterno de compartir la felicidad de su Crea­
dor, de
ahí tratando al hombre sólo como a un animal y cons­
truyendo una sociedad de animales, haciendo caso omiso de la
existencia de Dios
y de su voluntad expresada en la Ley Natural.
El marxismo pretende presentarse como una alternativa fren­
t.e al

liberalismo
y su capitalismo individualista, pero no lo es.
Hoy

día es evidente que los primeros formuladores de la mo­
derna doctrina social de la Iglesia, casi ciento cincuenta años
atrás, Ketteler, en Alemania; Lacordaire, en Francia; Cieszkows­
ki, en Polonia; Liberatore, en Italia; Donoso Cortés, en Espa­
ya, y otros, tenían razón sosteniendo que el socialismo, comu­
nismo
y marxismo son solamente consecuencias del liberalis­
mo (4).
( 4) Se trara del liberalismo filosófico, al cual se refiere la enclclica Li­
bertas, de León XIII. El liberalismo de hoy, en el plano filosófico, sub­
raya, en general, la plena autonomía del hombre _en relación con Dios y,
en particular, las existentes corrientes liberales pueden ser reducidas a tres
poSiciones básicas,

a saber: la deísta,
la agnóstica y la ateísta. El libera­
lismo deísta acepta
y respeta la existencia ·de Dios, pero considera que el
hombre, siendo un ser razonable y libre, tiene plena autononúa, sólo limi­
tada por su
razón y

conciencia;
el liberalismo agnóstico hace caso omiso
del problema de la existencia de Dios, considerando que
el hombre es
absolutamente autónomo; el liberalismo ateísta declara sea
la no existencia
de Dios, sea su rebelión contra Dios, pues la considera como amenaza
para la absoluta libertad humana.
Marx confesaba precisamente a este libe­
ralismo ateísta (mientras

que su padre fue un liberal deísta), sintiéndose
rebelado contra
Dios, de ahí su culto satánico -sobre el cual tan acerta­
damente escribe
el · pastor luterano Richard Wurmbtand ( véase su libro
Karl Marx et satan, 3.ª ed., París, 1978}-y también su odio de sí mismo
y de la sociedad {véase, al respecto, el libro de Fran~ise Lévy, Karl Marx,
Grasset, París, 1976).
Ahora bien, el «liberalismo económico», tanto del siglo XIX como de
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LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA Y EL MARXISMO
Hay que retornar, pues, a la construcción del verdadero y
no secularizado Reino de Dios y dejar de perder tiempo en los
afanes de antemano destinados
al fracaso. También hay que te­
ner

presente que
la doctrina social de la Iglesia no propone nin­
gún modelo del régimen social-económico concreto, definido, úni­
co y obligatorio, pues sólo nos recuerda los principios funda­
mentales, las condiciones ecológicas,
geográficas, geopolíticas

e
nuestro tiempo, tiene muy poco o nada que ver, según los casos concre­
tos, con
el liberalismo filosófico arriba mencionado, pues -sin entrar en
el problema de la existencia de Dios y su relación con la libertad huma­
na-
sólo se

refiere a
la libre actividad del hombre en el plano económico,
especialmente
en
el plano de producción (es decir, la actividad empresarial)
y de distribución (es
decir, la actividad comercial); esta «libre» actividad
se entiende como libre de las trabas
legales (leyes, reglamentos, asociacio­
nes,

sindicatos, gremios, corporaciones, etc.)
y de otras maneras de inter­
vención del Esta.do en
la vida económica y también libre de las limitacio­
nes que impone
lo moral objetiva, pero sí admite y exige una moral sub­
jetiva, es decir,
la que el hombre mismo se impone según sus propios
criterios. Es a este liberalismo económico que se refiere
la encíclica Qua­
dragessimo anno, llamándole «manchesteriano» y lo rechaza, pues la doc­
trina social de la Iglesia exige del hombre y en toda su actividad, incluida
la económica, el respeto de la moral objetiva, es decir, de la moral dic­
tada por Dios sea expresada por
la Ley Natural, sea por la Re_velación y,
.también, exige cierta intervención del Estado en la vida económica, a base
del principio de subsidiariedad
y las exigencias del Bien Común.
A estas exigencias de la doctrina social de
la Iglesia responde la así
llamada
«economía social

de mercado», que aparece después de
la se­
gunda guerra mundial, como adaptación de la economía neo-liberal (Roepke
y otros) a las exigencias de la moral cristiana y a las exigencias del prag­
matismo económico. La
«economía social

de mercado» tiene varios modelos históricos. To­
dos ellos son criticables desde
el punto de vista de la doctrina social de
la Iglesia, pero las deficiencias de estos modelos no vienen de los princi­
pios sino de los factores reales, es decir, del hecho de que, en
cada so­
ciedad democrática, los cristianos no pueden imponer plenamente su pro­
pio modelo
económico, pues
tienen que respetar las opiniones y las fuer­
zas
concretas políticas de

otras
agrupaciones políticas. Siendo

un modelo
práctico,
el resultado de varios compromisos de la política contingente siem­
.pre
es

imperfecto. Además, en los compromisos influye también la situa­
ción económica mundial.
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históricas, deberla elaborar su propio modelo y que el éxito de
este esfuerzo depende del grado de fidelidad a la recomenda­ ción de Cristo: «Buscad primero el Reino de Dios
y su justicia
y todo lo demás lo recibiréis por añadidura».
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