Índice de contenidos

Número 213-214

Serie XXII

Volver
  • Índice

Vicente Gonzalo Massot: José Antonio, un estilo de pensamiento

INFORMACION BIBUOGRAFICA
Vicente Gonzalo Massot: JOSE ANTONIO, UN ESTILO
DE PENSAMIENTO(*)
Vicente Gonzalo Massot ha examinado el pensamiento po­
lítico de José Antonio Primo de Rivera a través de los diez ca­
pítulos, densos
de contenido, que integran la obra reseñada en
el
epígrafe.
El

referido estudio tiene dos características: la primera es
el interés que suscita su lectura, especialmente en España, dadas
sus actuales circunstancias políticas, muy parecidas a las que vi­ vió
el fundador de la Falange. Cuestiones docttinales sobre el
Socialismo, el Liberalismo, la Democracia, la Revolución, la le­
gitimidad y la legalidad,
el derecho al alzamiento, la violencia
y otras, son hoy tan actuales como entonces. De ahí su vigente
interés. La segunda característica se refiere a la forma en que
Vicente Gonzalo Massot realiza su estudio sobre el pensamiento
político de José Antonio. Cuando un autor tiene a la vista un
cnerpo orgánico de doctrina
política, como el que

presenta
El
Estado nuevo, de Víctor Pradera, o el que ofrecen las obras de
V ázquez de Mella o
el Derecho político, de Enrique Gil Robles,
le resulta fácil seguir un orden de ideas concatenadas, cuya
ló­
gica

trabazón permite
la composición de una síntesis doctrinal.
No es este el caso de José Antonio Primo de Rivera. Sin
menoscabar sus méritos ni minusvalorar su capacidad intuitiva
de los
grandes problemas

políticos, cabe afumar, con Vicente
Gonzalo Massot, que su doctrina, inacabada e incompleta, fue «un pensamiento de urgencia», «sin
cala intelectual profunda»,
en expresión que
el mismo autor recoge de Fueyo Alvarez. El
pensamiento de José Antonio, fraguado no tanto en el reposo
de los libros cuanto en
el fragor de la batalla diaria, afronta
numerosas cuestiones doctrinales, pero no
logra levantar
la es­
tructura, armoniosa y coherente, de un sistema político. Esa dis­
persión de ideas sin vinculación y asentamiento de unas sobre otras, y consecuentemente esa carencia de unidad ideológica, se
refleja por
fuerza en el estudio que confecciona Vicente Gonzalo
Massot,
magnifico desde el punto de vista analítico, deficiente
-y no por su culpa- desde el punto de vista sintético o de visión de conjunto. No es posible la labor de síntesis cuando la
misma recae no tanto sobre un sistema de ideas elaboradas por
(*) Buenos Aires. Revista Moenia, XI, septiembre de 1982, 242 pá­
ginas.
474
Fundaci\363n Speiro

INFORMACION BIBLIOGRAFICA
la inteligencia como sobre una constelación de intuiciones es­
pontáneas que brotan del corazón, no tanto sobre un pensador como sobre un
poeta.
Examinar

por separado las diversas facetas del pensamiento
joseantoniano que analiza detalladamente Vicente Gonzalo Mas­ sot, desbordaría los límites de una simple recensión crítica de su
libro. Por ello voy a limitar mi atención a un tema que, diluido
por toda la obra del autor, puede ser la clave de su estudio. Me
refiero al juego de influencias y reacciones que se producen en­ tre el ideario de Ortega y Gasset
y la doctrina de José Antonio.
El autor recoge en su libro ese doble juego de influencias y
contrainfluencias. «Del trato íntimo con la obra de Ortega, José
Antonio toma unas ideas que delatan, indudablemente, la mar­
ca del catedrático de Metafísica de la Universidad de Madrid».
«España invertebrada es uno de sus libros favoritos», precisa­
mente -añadimos nosotros-- donde Ortega afuma que Espa­ ña no
padece una enfermedad, sino que es una enfermedad, in­
curriendo el «gran metafísico» en la contradicción metafísica que
implica la existencia de un ser cuya esencia sea en su totalidad
negativa. «En José Antonio se produce una decantación
ideoló­
gica

necesaria
y legítima: José Antonio evoluciona, pero no rom­
pe con el pensamiento orteguiano». «Aun cuando parece apar­
tarse de su trayectoria en Homenaje y reproche de Don José
Ortega
y Gasset, le imputa haber dejado a su generación sin voz
de mando». «Una cosa es-que José Antonio haya registrado la
influencia de Ortega y otra distinta, por cierto, es que haya co­
mulgado con el
espíritu del
filósofo español». «El evolucionismo
de Ortega, caso que lo defendiera, no le alcanzaría a José An­
tonio. Su empeño en reivindicar la eterna e inconmovible meta­
física de España, le deja a cubierto de cualquier acusación en
ese sentido». «Del vitalismo orteguiano a la primacía del espí­
ritu, que

siempre reconoce el Fundador de la Falange, media
un trecho demasiado extenso como para poder transirarlo acom
pañados de unas ideas
y de unos giros nacidos del trato con las
obras del filósofo». «El acento que José Antonio pone en la
Europa de Santo Tomás, deseosa de ser una
y explicada por un
mismo pensamiento, no deja lugar a dudas en cuanto a las prin­
cipales ralees de su doctrina». Y como resumen de las diversas
influencias recibidas por José Antonio, nos dice el autor:
«La
ascendencia intelectual de José Antonio Uega a conformarse lue­
go de una larga
y no acabada decantación, en donde se percibe
la influencia de Ortega y
Maeztu, de
Stamler
y Santo Tomás.
de Kelsen
y D'Ors, de Mussolini y Laski, de Duguit y Spengler.
475
Fundaci\363n Speiro

INFORMACION BIBLIOGRAFIOA
De mano de estos pensadores, sin excluir a Carlos Marx, cons­
truye José Antonio el nunca terminado armazón teorético de
Falange». Como podemos observar, Vicente Gonzalo Massot sostiene
claramente la profunda influencia que ejerció
la doctrina de Or­
tega
y Gasset sobre el pensamiento de José Antonio, pero sub­
yugado por

la
adnúración que
profesa hacia el Fundador de Fa­
lange trata noblemente de eximirle de los errores inherentes a
la filosofía ortegoiana. No es este el momento de denunciar esos errores ni de des­
calificar a Ortega como filósofo. He de afirmar, no obstante, que me parece desorbitada la supervaloración filosófica de ese
personaje, que profesaba José Antonio,
segón relata

Vicente Gon­
zalo Massot y, que, si no me equivoco, alcanza también a su
mismo biógrafo.
Si la categoría de un filósofo se demuestra en el análisis del
«ens qua tale», que es donde pueden calibrarse sus quilates me­
tafísicos, las

ideas de Ortega en esta
materia son
tan rudimen­
tarias, vacilantes
y contradictorias, que no pueden satisfacer a
ningón entendimiento

inclinado a averiguar las razones suficien­
tes
y últimas

de las cosas. Su frívola noción del ser como ac­
ción, «ser es pura agitación, movilización incesante» (Qué es la
Füosofia), le incapacita para penetrar en su abstracción y alcan­
zar el universal «ens ut sic», requisito indispensable para cons­
truir cualquier Ontología. Su misma Razón vital, que parece
condensar el núcleo de su pensamiento, es una extraña e indi­
gesta
mezcolanza de

idealismo y de evolucionismo, de Kant y de
Heráclito, apañada, amasada y sazonada por sus acólitos Nietz­ che, Bergson y Heidegger. Ortega, que ni siquiera en esto es
original, construye a retazos. tomados de esos autores la nueva
concepción vitalista, por la cual
«el hombre

es algo cuya reali­
dad consiste en llegar a ser», es decir, que sin existir, existe, que sin ser, se hace a
sí mismo, o

más claro, que hay movimien­
to sin algo que se mueva, cambio sin algo· que cambie, evolución
sin algo que evolucione. Domingo Herreras, en un breve y mag­
nífico estudio titulado
La originalidad de Ortega (Sur-Málaga,
22 de diciembre de 1980), demuestra con la autoridad de Nel­ son R. Orringer, catedrático de Literatura Comparada de la Uni­
versidad de Connecticut, en su obra
Ortega y sµs fuentes ger­
mánicas, que la supuesta filosofía orteguiana es copia y remedo
de los filósófos alemanes Simtnel, Cohen, Natarp, Pfander; Gri­
ger, Friedman, Husserl, Scheler, Verweyer, Dithey, Heidegger
y, sobre todos, Schapp.
476
Fundaci\363n Speiro

INFORMACION BIBLIOGRAFICA
Ese metafísico sin Metafísica, incapaz de seguir un proceso
deductivo
riguroso
y consecuente, se dedica a destruir y negar,
realizando una labor corrosiva de zapa
y fraude mental, que lleva
indefectiblemente al escepticismo
y a la desesperaci6n final. Or­
tega

se complace en la negación de cuanto puede simbolizar una
Fe, una esperanza. Ortega niega la realidad objetiva de los seres,
el valor de nuestros conocimientos, la existencia de un Dios
Personal, la intervenci6n de la causa eficiente, la creaci6n,
la
existencia del alma, la inmortalidad ... , todo ello diluido en un
torbellino confuso
y cautivador de imágenes y de metáforas, que
ahogan entre su hojarasca su auténtico
y tenebroso pensamiento.
Tal es el maestro que
tuvo· José

Antonio. El discípulo no
pudo resistir la fascinaci6n poética que envolvía el lenguaje del
profesor,
y de ella deriv6 una especie de ósmosis intelectual, a
través de la cual el barroquismo orteguiano del estilo
y de la
forma deslizó

en la doctrina joseantoniana el lastre laicista de
su ideario, como podemos comprobar a continuación.
a) La formación jurídica de José Antonio en los temas co­
nexionados

con la Filosofía estaba influenciada por los
aµtores
alemanes,

cuya doctrina remedaba
y transmitía Ortega en su
Cátedra de Metafísica. La única conferencia que se conserva del
Fundador de la Falange, dirigida a los universitarios del SEU,
en 14 de noviembre de 19 3 5, donde aborda probleroas de
ca­
rácter

filos6fico, es una defensa del Positivismo Jurídico del
Es­
tado

y de la independencia y autonomía del Derecho respecto a
la Justicia, a la cual recluye en el arca solitaria e individual de
la Moral. Esa primacía del Positivismo Jurídico sobre la Ley
Natural y esa desconexi6n entre Derecho y Moral, aplicado al
ámbito de las estructuras sociales
y estatales, da por resultado
una concepci6n política impregnada de laicismo en sus orienta­
ciones. Y, precisamente, porque
la legítima doctrina jusnatura­
lista no transciende en sus lógicas derivaciones a las estructuras
políticas, José Antonio, al oponerse certeramente tanto a las de­
rechas
del
Liberalismo como a las irquietdas del Marxismo, no
encuentra una concepci6n de sociedad y de Estado ajustada en
su plenitud a los principios del Derecho Natural.
b) La definición de España como «unidad de destino en lo
universal», es una elaboración puramente mental, inspirada en
el idealismo kantiano, «en cuya prisión, confiesa Ortega, he vi­
vido

durante diez años»
(España invertebrada),, y nosotros aña­
diríamos que durante toda su vida. La definición de algo tan
concreto y real como es España por la vía de la abstracción de
una causa :final, «unidad de destino», sin expresar cuál es ese
477
Fundaci\363n Speiro

INFORMACION BIBLIOGRAFICA
fin o destino común, equivale a dejar carente de contenido el
mismo concepto de España, ya que esa unidad de destino en
lo
universal puede, en cierto sentido, predicarse de cualquier otra
unidad nacional.
La causa final determina la naturaleza del ser,
pero mientras no sepamos
cuál es esa causa final, nos quedamos
sin saber qué es
España. José

Antonio suple ese vacío de meta
clara y definida con abstracciones como el «etbos hispánico», la «mística» o el «mito capaz de aunar la voluntad de un pueblo»,
o con expresiones palpitantes de patriotismo,
romo -cuando

dice
que «España tiene vocación de
águila imperial,

no de
cotori­
amaestrada

de Parlamento». Pero, en definitiva, no ooncreta cuál
es la misión que la Providencia, a través de la Historia, asignó
a España. Y tal vez no lo pudo concretar porque, impregnado su
pensamiento político del laicismo orteguiano, no vislumbró que
la vocación histórica
de E5Paña y

la raíz de su unidad se halla
inexorablemente vinculada a la Fe Católica y a su proyección
ecuménica a través del espacio y del tiempo. Esa es su auténti­
ca causa final, esa es su verdadera unidad de destino en lo uni­
versal.
e) La misma terminología o estilo que utiliza José Anto­
nio tiene raíces orteguianas cuando define a España como «sín­
tesis transceridente», términos vacuos mientras no sepam,os qué
sintetiza y qué transciende, o cuando habla de la «eterna me­
tafísica de España», expresión inexacta, porque ni España es
eterna, ya que tuvo principio y
tendrá fin, n_i cabe tampoco apli­
carle el término «metafísioo» como concepto definitorio de
una
esencia

concreta, ya que transcendiendo lo metafísico las diferen­
cias
der ser,

no se puede definir a España, entidad político-social
determinada, por aquello que al transcender a todo ser,
es co­
mún

a todas las esencias, a
-todas

las naciones.
d) Sabor orteguiario tiene igualmente el confuso manejo de
los conceptos «ser», «valor» y «libertad»; ésta, moviéndose den­
·tro de un marco axiológico que la obliga a ser sólo lo que puede
ser,
sería algo substantivo,

que permite al hombre su mismo ser.
Ese galimatías

conceptual sólo puede dimanar de las nebulosas
de un pensamiento tan tenebroso y ta:tl 'incoherente conio el de
Ortega y Gasset. -- -· · -
e) La concepción de la nación como empresa, que utiliza
José Antonio, es
de origen· orteguiano. La empresa, en la men­
te de Ortega. no tiene sentido de raigambre, sino de evolución
permanente de
-tipo hegeliano: «La nación

no
es su pasado· ni
su presente sino, sobre todo, su futuro». «La nación no es, se
hace». «Las raíces de España no puéden ·ser estáticas, fatales e
478
Fundaci\363n Speiro

INFORMACION BIBUOGRAFICA
inertes», palabras que traducidas significan que España debe ca­
recer de cimientos firmes
y estables, que debe ser un «fieri» in­
cesante, constante y evolutivo.
Esa visión de la nación .como empresa reduce su concepto a
una dimensión económica, que desemboca en el Nacional-Sindi­ calismo. La estructura nacional-sindicalista transforma la entidad
moral del Estado en entidad económico-laboral
y priva a la so­
ciedad de su legítima libertad e independencia
para autoorgani­
zarse

por sí misma. Desde el momento que el Sindicalismo
es único,

obligatorio
y estatal, las fuerzas sociales pierden su auto­
nomía para vincularse entre sí según sus propias iniciativas. Si
los Sindicatos, según José Antonio, son órganos del Estado y abarcan la totalidad de la vida socio-económica, las personas que­
dan por fuerza convertidas en piezas de la maquinaria estatal.
De hecho la Organización Sindical fue un instrumento totalita­
rio al servicio del Estado. En esa dirección errónea se suceden las
afirmaciones de Tasé Antonio

cuando trata de las relaciones entre Estado
y p~rso­
na, adjudicando
a ésta como destino el servicio de la nación.
Llega incluso a identificar el
fin del

individuo
y el del Estado:
« Y el día que
el individuo
y el Estado, integrados en una ar­
monía total, tengan un solo
fin, un
solo destino ...
, entonces

que puede ser fuerte el Estado
sin ser tiránico». Termina sos­
teniendo «la
primacía del

Estado sobre el individuo,
conside'. randa

la cuestión desde el punto de vista del orden metafísico
de los fines derivados de
la naturaleza humana». No advirtió.
sin duda,

que
al ser el fin del individuo eterno y sobrenatural y el del Estado temporal y natural, queda éste subordinado a aquél

en razón de medio
á fin en el mismo plano ontológico.
* * *
La influencia orteguiana en el pensamiento joseantoniano, como acabamos de examinar) es clara y manifiesta, peto én ese
pensamiento germina una fuerza nueva de raíces cristianas, que
lucha enconadamente contra aquella influencia. Y así podemos
observar que los juicios de raigambre heterodoxa que vierte
José Antonio sobre la nación, el Estado, la persona, etc.; tienen su contrapartida en otras orientaciones que contradicen el conteni­
do de aquellas ideas. Es un fenómeno de bifurcación mental,
producida por las dos fuerzas opuestas que gravitaron sobre su
inteligencia, pudiendo apreciar una
cierta prevalencia

del senti­
do cristiano de la vida
y de la política sobre el sentido laicista
que inspiró
las primeras directrices de
su
doctrina. · ·
479
Fundaci\363n Speiro

INFORMACION BIBLIOGRAFICA
a) «España, afirma, debe fundarse sobre los sillares de lo
permanente». Es
una réplica al evolucionismo orteguiano. «La
nación no
es un simple contrato renovable o rescindible, según
el gusto o capricho de su población». Es el latigazo a la
doctrina
liberal

de la democracia apadrinada por Ortega. «España es algo
así como un depósito sagrado»,
frase calcada

en el pensamiento
tradicionalista
y por lo mismo antiorteguiano. «España, cosa de­
licada
y exacta, inaprehensible en su substancia, no se define por
sus caracteres étnicos, topográficos y raciales, que determinan su
modo de ser, sino por la unidad que los sintetiza y determina su mismo ser». Conecta aquí con el pensamiento de V ázquez de
Mella.
b) El valor de la persona humana frente al Estado absor­
bente y totalitario queda resaltado cuando afirma, aunque sea
con alguna impropiedad, que «el hombre es portador de valores
eternos» (Teatro de la Comedia, 29 de octubre de 1933 ), que «es la envoltura corporal
de un alma, capaz de salvarse y de con­
denarse» (Valladolid,
3 de marzo de 1935), que «el orden ha
de arrancar
otra vez

del individuo. Oíganlo quienes nos acu­
san de profesar el panteísmo estatal» (Valladolid,
3 de

marzo de
19
3 5),

que «la construcción de un nuevo orden la tenéis que em­
pezar por el individuo ... , que ha llegado a ser una molécula
pura» (Madrid, 19 de
mayo de

1935), que «nosotros empezamos
por' afirmar la libertad del individuo. Nosotros, tachados de de­ fender un panteísmo estatal, empezamos por aceptar la realidad
del individuo libre»
(Madrid, 28

de marzo de 1935), que «la
dignidad humana, la integridad del hombre y su libertad son va­ lores eternos e intangibles» (Punto 7 de los 26 de Falange).
e) Frente a la dimensión económico-laboral del Estado Na­
cional-Sindicalista presenta José Antonio la dimensión moral del
Estado como unidad
orgánica de

la convivencia social, como co­
munidad organizada, como estructura natural donde se consuma
la sociabilidad del hombre, como órgano de mando, como eje­
cutor del destino histórico reservado a la nación, con
una doble
misión: frente al exterior, la afirmación de la identidad española
y frente al interior el Bien Común. En esa misma perspectiva de la personalidad moral del Es­
tado, José Antonio rechaza la concepción marxista, porque «su
esencia excede de la dialéctica de las fuerzas de producción, que
según el marxismo constituiría su origen» y 1 además, porque
«Marx decreta la disolución de la Patria y el Estado, al decir
que, como superestructuras,
están socialmente

condicionadas, lo
mismo que la familia y la Religión, en la medida que cambian
480
Fundaci\363n Speiro

INFORMACION BIBLIOGRAFICA
las formas productivas que las hacían necesarias». Rechaza, con­secuentemente, al socialismo, vertiente
marxista «que
substituye
a la Patria
p·or la

clase cerrada y rencorosa y encadena la li­
bertad a la sujeción férrea de un Estado hormiguero».
Que José Antonio, pues, concibiera al Estado fuera de la
órbita liberal o
marxista, está

claro.
Lo que no aparece con la
misma claridad es que su concepción nacional-sindicalista, por
su proyección absorbente de
. la vida socio-económica y por la
primacía que otorga a la economía en la escala de valores polí­ ticos, pueda quedar encuadrada en el marco del Derecho Pú­
blico Cristiano. Vicente Gonzalo Massot intenta conciliar am­
bos extremos: «Cuando José Antonio definió al Estado Nacional­ Sindicalista como
totalitario, en rigor afirmaba

no la absorción
de la persona por parte del órgano rector de
la comunidad, sino
la función de síntesis que debía
regir su ejercicio. El Estado
reivindica para sí no sólo ser órgano de mando ... , sino también
la empresa de convertir lo social en estatal, armonizando en una
totalidad los intereses comunitarios». Ordena a
la sociedad, en
base a los sindicatos, como recurso técnico para superar la lu­
cha de clases. Nosotros creemos que en esa pretendida identi­
ficación de lo social con lo estatal se halla
la raíz de la desvia­
ción nacionalsindicalista.
d) Uno de los términos que posiblemente hieren la sensi­
bilidad tradicionalista es el de
Revoluci6n y, sin embargo, basta
examinar ese concepto en el pensamiento joseantoniano -no
precisamente en el de sus intérpretes-, para comprobar el em­
pleo ortodoxo que hace del mismo
y el acierto de su doctrina
cuando discurre por los vericuetos arriesgados de la «legitimi­
dad», de
la «legalidad» y del «derecho al Alzamiento». El mis­
mo Elías de Tejada, máximo debelador de la Revolución, asume
la defensa de José Antonio al
puntualizar la
doble acepción de
aquel término. «Las críticas a la Revolución destructora nada
tienen que ver con la idea de
la Revolución cual restauración,
que aparece en el pensamiento de José Antonio
Primo de
Ri­
vera a efectos de política pragmática»
( La Monarquía T radicio­
nal, Madrid, Rialp, 1954; pág. 116; nota 6). El mismo Jose
Antonio

refleja su concepto de Revolución en las siguientes pa­
labras: «Yo calculo que a nadie se le pasará por
la cabeza el
supuesto de que la Revolución apetecida por
mí es la revuelta,
el motín desordenado y callejero, la satisfacción de ese impulso
de echar los pies por alto que sienten a veces tanto los pueblos
como los individuos. Nada más lejos de mis inclinaciones estéti­
cas, pero
más. aún

de
mi sentido de la política. La política es
481
Fundaci\363n Speiro

INFORMACION BIBLIOGRAFICA
una gran tarea de edilicación. No es la mejor manera de edifi­
car la que consiste en revolver. los materiales.
y lanzarlos al aire
después
para que caigan como el azar. disponga. El que echa de
menos UDa revolución, suele rener
prefigurada en
su espíritu una
estructura política
nueva y, precisamente para implantarla, ne­
cesita ser. du~ño en cada instante, sin la menor concesión a la
histeria o a la embriaguez, de todos los instrumentos de edilicar.
Es

decir, que la Revolución bien hecha, la que de veras subvier­
te duramente las cosas, tiene como característica formal el or­
den». «El desprecio a la palabra Revolución, añadía José
An­
tonio, es un prejuicio por el hecho histórico que la originó y
por la carga explosiva que lleva, pero implica aceptar la dialéc­
tica marxista, que se ha conferido a ·sf misma el carácter revo­
lucionario, relegando a sus enemigos a la parte superada de la
Historia». Dejando al margen el concepto hegeliano de «dialéc­
tica», que erróneamente profesaba José Antonio bajo el influjo
ortegniano, lo que resulta evidente es que para el Fundador de
la Falange, la Revolución, contra lo que su mismo término de­nUDcia, importa UD retorno al orden natural desvirtuado, UDa
vuelta atrás, .una restauración de las invariantes históricas a tra­
vés de las cuales la comunidad se encuentra consigo misma. «La
Revolución, son sus palabras, no
significa reorganización,
pues
sólo se reorganiza lo que · se quiere conservar, sino clausura e
inauguración, rompimiento y furidación»; José Antonio.- pues,
entiende por Revolución el orden obtenido por la vía violenta
contra el desorden estatal, político, social
y económico.
Y, entrando en el fundamento moral que puede justificar a
UDa Revolución, entendida al modo joseantoniano, es decir, a la restauración por la vía violenta del orden infringido.
el Funda­
dor de la Falange afuma con acierto que la legitimidad, deriva­ da en último término del Derecho Natural, es
la fuente de don­
de dimana
la legalidad. «Si el Estado fuera legítimo por virtud
del Derecho Positivo que
emana del
mismo, ninguno sería legí­
timo,
. porque

no es posible crear UD Estado con normas que
proceden del mismo. La
legitimidac! es,

pues, más que la legali­
dad,
y, por ello, el Estado liberal -sin base legítima- se re­
duce
y agota en la legalidad que deriva del Derecho Positivo».
La Revolución abjura de la legalidad en beneficio de
la legiti­
midad. Será legítima la Revolución
y quedará justificada por su
ordenación al Bien Común. La fuente originaria del nuevo De­
recho
Positivo y por tanto legal es el suceso mismo que ha
puesto fin al anterior, es decir, la reacción violenta
y necesaria
contra la violación del Derecho Natural. A través del pensamiens
482
Fundaci\363n Speiro

INFORMACION BIBLIOGRAFICA
to joseantoniano que acabamos de exponer, se deduce por vía de
conclusión que el Poder sólo puede ser legal cuando es legítimo
en su origen
y en su ejercicio, y sólo puede ser legítimo cuando
arranca de las fuentes del Derecho Natural. En la defensa de Galo Ponte, José Antonio sostiene implí­
citamente la primacía de la legitimidad de ejercicio sobre la le­
gitimidad de origen, en lo cual, a mi juicio, se halla acertado,
porque mientras el Poder
legítimo en

su ejercicio, es decir, ajus­
tado al servicio del Bien Común, puede con el paso del
tiempo
terminar

desvirtuando la ilegitimidad de su origen, el Poder ile­
gítimo en

su ejercicio, es decir,
el que gobierna de manera cons­
tante contra el Bien Común, nunca podrá mantenerse alegando
su legitimidad de origen. Y, por ello, en la defensa de Galo
Ponte, José Antonio sostiene implícitamente el derecho al al­
zamiento contra el Gobierno republicano, que aun siendo legí­
timo en su origen, según piensa, no lo era en su ejercicio por su
ineficacia, por su corrupción y por la subversión de las tradicio­
nes de la nación. Y, por ello, también, con visión profética pro­
nunciaba José Antonio las siguientes palabras: «La próxima lu­
cha, que acaso no sea electoral, que acaso sea más dramática
que las luchas electorales, no se planteará alrededor de valores
caducados que se llaman derecha e izquierda; se planteará entre
el frente asiático, torvo, amenazador, de la revolución rusa; y el
frente nacional de la generación nuestra en línea de combate»
(O. C., pág. 714 ). Esas palabras tienen hoy la misma vigencia
que cuando fueron pronunciadas.
Las ideas de José Antonio en la delicada materia que acaba­
mos de reseñar
sobré la

legitimidad, legalidad y derecho al al­
zamiento, aun siendo incompletas, esquemáticas y de contornos
no suficientemente precisos,
Coinciden en los puntos substan­
ciales con la docttina de San Agustín, De .libero arbitrio., libro
1, capítulo V; de Santo Tomás, en
S. T., 1.11.90.1; de Fran­
cisco Suárez, en
De legibus, libro 1, capítulo VIII; · del
Cardenal Cayetano, en
In Comm. in Sti. Thomae; de San Ro­
berto Belarmino, en
De Romano Pontífice, libro V, capítulo
VIII; de Molina, en De
iustitia, trae. 111, disposición 6; nú­
mero
2; de Báñez, en
De iustitia et iure, Q. 64, artículo 3; .de
Vitoria,

en
De iustitia, In 2.2, Q. 69; artículo 3; de Soto; en
De iustitia et iure, libro 1, Q. 1, y, en general; de los grandes
doctores, teólogos, fil6sofos
y juristas de la Iglesia Católica.
* * *
483
Fundaci\363n Speiro

INFORMACION BIBUOGRAFICA
La obra, profunda, analitica y exhaustiva de Vicente Gonzalo
Massot, sobre el pensamiento político de José Antonio, nos
ha
sugerido los comentarios precedentes sobre ese doble juego de
influencias ortegianas y contrainfluencias católicas que se des­
arrollan en su doctrina. El Fundador de Falange no quedó su­
mergido en la hipnosis corrosiva de
la pseudofilofofía orteguia­
na, sino que reaccionó a tiempo contra ella impulsado por su
inmenso amor a su Patria y
a sus tradiciones y, sobre todo, por
la Fe Católica que testimonió en vida y selló con su muerte.
Grande es
la figura política de José Antonio, pero mayor es aún
su
figura humana
cuando se desvincula de todas las cosas de la
tierra y fija su corazón sólo en Dios. «Queridisima
tía Carmen:
dos

letras para confirmarte
la buena noticia, la agradable noti­
cia, de que estoy preparado para morir bien ... Dentro de pocos
momentos ya estaré ante el Divino Juez, que me ha de mirar
con ojos sonrientes. Como no eres joven, pronto nos veremos
en el cielo» (Carta de José Antonio a su anciana tía, religiosa,
Carmen Primo de Rivera poco antes de morir).
JuuÁN GrL DE SAGREno.
Huges Kéraly, Alain Sanders, lean Nerle y Francis Berge­
ron: CINQ CONTINENTS ACCUSENT AMNESTY
INTERNATIONAL
(*)
Amnesty lnternational, fundada en 1961 como consecuen­
cia del llamamiento lanzado por el abogado Peter Berenson y
el «revolucionario profesional» Sean Mac Bride (1) en favor de
los «prisioneros olvidados», se define como un movimiento im­
parcial para
la defensa de los detechos humanos y la liberación
de los presos de opini6n y proclama, con energía y vigol', su
total independencia y autonomía: «porque la libertad de opi­
nión pertenece a todo el mundo, Amnesty Intemational no per­
tenece a nadie».
Esta noble, digna y altruista imagen es la que Amnesty ha
sabido ofrecer y le ha valido numerosas simpatías y elogios en
todo el mundo
y una favorable acogida por parte de los «mass­
media».
Pero precisamente desde hace algún tiempo, sin embargo,
(*) Editions Dominique Martín Moutin, Bouere, 1982.
(1) Cfr., sobre Mac Bride, el anexo núm. 2, págs. 302 y sigs.
484
Fundaci\363n Speiro