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Número 213-214

Serie XXII

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El bien común

ILUSTRACIONES CON RECORTES DE PERIODICOS EL BIEN COMUN
J. SU SIONIFICADO.
El tema es primordial y requiere un buen enfoque inicial. Hay que
comenzar por esclarecer en qué consiste el . bien común.
Con sus habituales lucidez inquisitiva
y transpare~ia expositiva lo
ha hecho nuestro amigo Marce! Clément en su artículo, NAUFRAGE ou
BIBN COMMUN, publicado en L'HOM.ME NOUVEAU, n, 823, del 5 de
diciembre de 1982, del que recortamos los ¡,árrafos siguientes.
El
autor comienzti. poi' preguntar qué es el bien, en términos gene~
rales:
488
«Hay varias maneras de situarse para poner la inteligencia
en
dispo~ición de asimilar lo
que es
el bien común, me ye.fiero
aquí

al bien común político, al
de la patria temporal. Conviene
aquí hablar ante todo
del bien liso y llano en términos ge­
nerales.
:>Se puede reflexionar acerca de los distintos sentidos de la
palabra "bien". Existe sentido económico. Es el sentido en que
hoy es más frecuentemente utilizada la paláhra, Los "bienes"
son, por
lo tanto, los que se prodttcen, los que se intercambian,
los
que se consumen. Son frecuentemente objeto de la Concu­
piscencia

de los ojos (1
Jn, 2, 16). Pueden ser culturale~ in­
cluso
puramente materiales
y, por lo tanto, no se hallan a la
disposición inmediata de todos. Por
ese hecho
son de por

adecuados para dividir a los hombres... Está cl.aro que, cuando
se
habla-del
bien común de Francia, de
ese bien
del cual
quie­
nes gobiernan tienen ante Dios el deber de promover, no se
trata del bien económico
del que se habla. Ni siquiera lo es eri
-un

tiempo en
el cual el Estado no aspira sino ha apoderarse de los
bienes económicos de los particulares, e incluso si ese Estado
llegara a ser el único propietario público
de todos los bienes,
ese nuevo "bien
público" monstruoso e

hipertrofiado no sería
el bien común. Más bien implicaría su negación práctica.
»Existe otro

sentido de la palabra bien que tiende a con­
vertirse en excepcional o, por decirlo
más claro, desusado. Gide
le dio
un golpe

histórico afirmando que no se hace buena lite•
Fundaci\363n Speiro

ratura · con buenos séntiinientos. Apenas se dice que -Jesús "pasó
su vida haciendo el
bien". Parecería un poco ingenuo y sin duda
no resultaría muy conforme a la moda intelectual hablar de su
acción caritativa... En cuanto a
explicar a

los alumnos
de Ter·
minale
y

bajo la
rúbrica perdida

(provisionalmente) de "filo­
sofía" que "el bien

es
lo que todas las cosas desean", refleja
una especie de
hel'Oísmo. Con
numerosas precauciones de len­
guaje se
viene,, no

obstante,
a· explicar que un ojo es bueno
cuando ve bien ... , y que
así el

bien es la perfección del ser.
Una frase tal resulta difícil de entender por el pos*8,ntismo
de la hase. Sin embargo,
merece ser méditada. Si decimos,

en
el lenguaje corriente, que una cosa es más o menos buena, que
un 'potaje
-o un discurso-está más o menos bien hecho, es
que su "ser" -potaje

o
discrirso-está
más o menos
próximo
a la perfecci~n. En pocas palabras, todo ser no es plenamente
lo que es
sino cuando
lo es
"bien", y
es por eso que todas las
coSas tienden

a su
bien, es
decir, a alcanzar la perfección de
su ser.
»Como el hombre actúa, no puede evitar de regular su ac­
ción
con

relación a
un fin.

Debe, pues, para juzgar de los
medios,_ considerar
si con ellos puede o no alcanzar su fin.
Pero
este
fin, en

sí mismo,
¿ cómo determinarlo? ¿ Debe orde­
narse, como
Harpagón, toda su ~ctu.ación hacia

el dinero?; o,
como Don
Ju.a~ ¿a la vóluptuosidad?; o, incluso, como los ti­
ranos, ¿ a la conquista, al poder y a la gloria efímera?; o, bien,
¿se

esforzará en actuar en vistas el bien, es decir, de la per­
fección, no solament_e de
to~o_ lo

que
él ha_ce sino de todo lo
qDe él es?

_Si él tiende
así hacia

su propio
bien, no Solamente
debe perfeccionar la

salud de
su cuerpo,
sino
&crecentar el
conocimiento de la verdad 4e todas la8 cosas en su inteJj.genCUI,
la

rectitud y la fortaleza en su voluntad ... , en suma, tender a
un bien
·MORÁL, es decir, a ~n bien humano completo, perfec­
cionando

al hombre
_en todas. sus facultades.
»¿~atamos lejos

del bien común? No tanto
,como puede
pa­
recer,
si sabemos distinguir el bien exterior del bien que se
hace,

el bien
que se utiliza del . bien
al
cual se
tiende porque
no~ perfecciona,

en
resumen, el_ ~ien eCOJ!Ómico del_

bien
moral».
En el siguiente epígrafe, plantea de frente que es bien común:
«El hi8* coinún de una sociedad de hombres_ es. pues, como
el
bien de cada individuo,
un
-bien moral. Evidentemen~ ese
bien_
eomún incluye,

a
título instrumentai 'UJ!.11 cantidad sufi•
ciente de bienes· económicos, Cllyo uso es necesario para la rec-
489
Fundaci\363n Speiro

490
titud de la acción humana. Pero el bien común no se reduce a
la vida económica, .lo
mismo que
la vida · humana no se reduce
a la _ vida corporal.
· ·
>¡Se
perciben

las
oonS'ecuencias !
:>Liberales o socialistas, que son las únicas ideologías con de­
recho de existencia
política ·en la

Francia contemporánea, tienen
en
común ese

reduccionismo de la· vida política a la vida eco­
nómica,
esa reducción de la vida -feliz a la vida de -placer. Una
cierta derecha quiere
una sociedad de consumo en y por la li­
bertad individual. Casi toda la izquierda quiere
una sociedad
de

consumo en y por la producción y el reparto colectivo e
igualitario. El

materialismo
económi'CO de
la organización so­
cial es común.: Ni .los unos ni los otros admiten
que1 es necesaria
una cantidad
suficiente de bienes temporales para !Ograr la rec­
titud moral
(De Regno~ 1, 15). La derecha y la izquierda con·
ducen igualmente a Francia hacia una visión del mundo en la
cual e-1 bien común es envilecido o, más exactamente, desnatu­
ralizado.
»La derecha identifica ampliamente

el bien común con la li­
bertad individual de los más
fuertes., Y-

la izquierda con
la igual­
dad reivindicativa

de los más débiles. Lo
más frecuente

es que
la libertad que se- reclama
carezca de

ley moral interior;
y, de
ahí, la moral arbitraria del Estado, exterior y sin libertad. La
verdadera norma, moral, es
decir, el
logro humano interiormente
r.esponsahle, -regulado_ eon -

vistas a la felicidad, queda ausente
en ambos
casos, Al hacer votar

el aborto
libre y de. pago, el
anterior Presidente de la República suscitó la rebelión· no sólo de los
cristianos sino

también, a
la inversa, -de quienes estimaban
que no

tenían los .medios
,económicos para
abortar. La izquierda,
en -el poder, no .se- opone al aborto, sino a la selección por el
dinero~ As:í tendremos

el_ aborto
libre y gratuito, es decir, que
nuestros
impuestos. servirán para--destrnir

la vida -de los niños
franceses en el
-seno

.de su medre. Como se ve, no es exagerado
hablar del
naufragio del

bien eomún.
¿,Qué es, Pues, en -definitiva,-el

bien común? Es un bien
moral,
lo -sabemos. Es, por lo tanto, un bien que resulta del
modo- de
.aetuer, un

bien "que _se hace".
Pero,-en
la sociedad
política, es

también
el bien del todo con relación al bien de las
partes,
es la" salud del clÍerpo entero, es su armonía de conjunto,
en u,na _
cierta med,ida :·-del todo distinta del bien de cada parte.
»Aqní-es-preciso insistir. Para" que .un. reloj

funcione no hasta
-que cada rueda esté __ intacta, es

preciso que todas se correspon­
dan según
un plan

del conjunto,· la forma
de conjunto. En un
Fundaci\363n Speiro

reloj el bien de cada parte es necesario pero no es suficiente
para que pueda saberse la

hora; es,
además, necesario
que todas
las
partes del

conjunto se hallen
ajustadas conforme el plan
previsto>.
De ahí, pasa Marce! Clément a tratar del bien común de la familia:
c:Guardando las distancias, ocurre lo mismo en la sociedad.
Cada individuo tiene derecho
a su

bien moral y, por
lp tanto,
a

un bienestar económico suficiente, ·a una educación, a una
cultura, a

una legítima libertad,
que, todas
ellas, le permiten
actuar
de modo recto. Pero, el bien de las comunidades de las
que
forma parte

es un bien
mayor que el bien individual.
>El hombre

y la mujer no tienen por
fin primero, ni siquie­
ra

en el orden temporal, el de
ser iguales. En tanto que son
de
sexo diferente,

es decir, que tiene una papel determinado
y complementario en la obra de amor y de
fecundidad que
perfecciona

su
unión, están

uno
y otra, en su masculinidad y su
feminidad, para el bien de
ese todo que es su matrimonio. La
fusión de sus per,¡onas es

para la efusión de vida de nuevas
personas:
sus hijos.

El todo conyugal
.y familiar
requiere, pues,
un bien común de sus miembros, un bien del todo, en tanto
que tal, es decir, la armonía de sus relaciones que les une.
Ese bien común de la familia, el bien mayor que el bien de
los individuos que la compone~ es negado y puede decirse, in­
cluso, que destruido, en
los· discursos, las

leyes, las medidas
fiscales y de otros modos, tanto por el liberalismo
cavanzado>
como

por los
diversos socialismos,
difícilmente
a.copiados en­
tre

ellos y conducidos entre ¡arre!· y
¡ soo ! Al ser · considerada
la sociedad como compuesta· por individuos y no pór familias,
viene
a destruirse
la posibilidad normal de vida para la fami­
lia; ya no hay suficientes fondos públicos para aumentar
el
montante de las ayudas prenatales, pero sí los hay .bastantes
para reembolsar desde el 1 de enero los gastos del aborto. Se
ha eliminado la mejora de la prima de -la natalidad, pero
cel
ministerio

de los derechos de la
mujer, tiene
diez. millones
de francos
fuertes para distribuir

o para
extender ]a. contracep­
ción. Tampoco debemos al:vidarnos de la supresión de la pri­
ma de 10.000 francos
para· el

tercer hijo, la
limitacion de
los
aumentos de las ayudas familiares a las familias
de· uno

o dos
hijos,. el escorzo del
cotidiano familiar

para
Ios· cuadros
de
mando. Ciertamente, antes
del· 10

de
· mayo
se··
sabía, desde
hacia 20

años, se
· estaba dejando

hundir
el montante de las
ayudas. familiares.· Después, se ahoga literalmente'
a ·las fami-
491
Fundaci\363n Speiro

Has de tres hijos o más, o más bien se hace cada vez más
irrealizable
su bien
común, su bien tanto como todo
orden y
amor. Reduciendo la sociedad en general y la misma familia
a una pura adición mecánica de individuos, se ·viene a impedir
el perfeccionamiento
que la familia, que cuando tiene bienes­
tar económico y un suficiente bien moral, aporta a cada u.no
de sus
Irqemhros, particularmente

a los
niño&>.
Prosigue el autor ocupándose del bien común de Francia, es decir,
del
bien común de su
nación.
492
«Se podría multiplicar los ejemplares al nivel de la socie­
dad política. El
más visible
actualmente
se refier~ a la lucha
de clases rampante que
subyace en

el conjunto de la
legisla­
ción

económica. Al tenderse hacia
el logro de una sociedad
sin clases,

compuesta de números matriculados en la seguridad
social,
se rompe la

complementariedad fundamental de los ofi­
cios y de las profesiones,
entré--quienes

emprenden
y quienes
colaboran. Al romper su necesario dinamismo quienes, en las
empresas pequeñas,
medias o

grandes, tienen el papel de con­
ductores, de- pioneros,
de inversores, presentándolos unilateral­
mente como una
· banda

de mezquinos y de aprovechados, se
desalientan iniciativas,
-se

quiebra a quienes se sentían respon­
sables, se organiza el
éxodo de

cerebros y de ·capitales. Es evi­
dente que el
individualism.O liberal

de antes del
10 de mayo
ha favorecido las desigualdades sociales del mismo modo como
comenzó la
extrangulación de
las familias. Pero, el remedio
socialista es peor que el mal liberal,
pués ha suscitado una
reivindiación de

intereses sectoriales en todos los medios, a
todos los niveles y
iodo! loS días.
»El

bien comó.n
es · un bien inoral:

es
él bien
al cual
se
tiende

por una inteligencia recta y una voluntad recta. El bien
común es el bien del todo.
Exige que cada parte, es decir,
cada persona en la familia,
cada familia
en la ciudad o en la
profesión, cada región y
cadá sector

económico en el Estado,
se cónsidere miembro de un cuerpo y no una organización
ciega de reivindicaciones contra ese cuerpo. León XIII, Pío
XI,
Pío XIl, cuando - pidieron la reconstitución de l~s ·cuerpos so­
ciales para la toma de
~onciencia del
bien
común:· político,
no
decían nada de más.
Pero, ¿ quién les ha tomado en serio, den,
tro de la· clase· pÓlíti~, cuaiido t0daví8. se eshl:ba a tiempo?
· >ISe
habla

de
·justicia social! Péto se redilee ista
a no ser
sino 1JDá justicia (IUe ordena ei 1:odO a la -parle, -11110-justicia
distributiva
· (o,'· más bien, redistributivá). Ésto existe y tiene
Fundaci\363n Speiro

su campo de acción. Pero debe dejar un legitimo -campo de
acción a la justicia de los intercambios (conmutativa); y, una
y otra deben
estar,._ en definitiva, subordinadas al

bien del todo,
ee decir, _a
la justicia general (*). La .actuación de la justicia
general

no
C011"esponde sólo al Estado. También lee compete
a los
cueroos intermedios, a

Iae
familia~ . incluso

a los
indi•
viduos, En pocas palabras, tan sólo la vida moral, que hace
que

el hombre se
sacrüique y se Ordené ·a lo que es mayot
que él, le
perrpite captar

de modo
hahitual l!i,S exigencia.e del
bien común y conformar a ellas su acción. fara hacerlo coín­
prender

mejor, Santo Tomás_ muestra que la. virtud de la
es­
peran.za
c_onsidera

a Dios en cuanto es bueno
para nosotros;
la caridad, en si, considera a Dios según lo que _ee buenP e~
El-mismo... Nos ordena a El.
»De ahí dimana que el bien común no tiene un sentido
único.
~i, ciertament!'-,
-,
se eleva ~ las partes hacia el todo,
también
refluye del

todo
haci~ las part_es. En t@to es causa
universal,
perf~ciona a

todos y cada uno, en_ numerosas re­
laciones. Lejos, pues,
de oponerse

al bien particular es,
final.
mente, el mejor bien del individuo, pues produc~ en cada
uno, una felicidad
IQ.ás íntima
que el mismo
hil;!n particular.
El

bien común en la .amistad o en el amor, ¿acaso no hace
más felices

que la felicidad, tan real como sea, del
sabio cuan­
do

vive solitario? ¿ Qué se
ha hecho de la amistad política en­
tre los franceses?
»¡Podríamos continuar?

Pero, pienso que ya he dicho lo
suficiente para hacer captar lo que es, sin ninguna hinchazón
en el lenguaje. El naufragio del bien
común de

la patria en
que
existimos, un

materialismo
ecónómico, común
al
liberali6-
mo

y al socialismo,
una· libertad demasiado

desigual,
aquí, y
una

igualdad
cada vez

más
tiráni~ (y ruinosa), allí, resultan
de una concepción redueeionista y, finalmente, muy
superficial
de lo que se denomina a veces «interés general>, a veces «jus­
ticia social», sin suficiente reflexión acerca del tema. Santo
Tomá~ para

decirlo en pocas palabras, no
dijo quÉ,, si el

fin
de la
sociedad -fuera

la salud, el gobierno correspondería a los
médicos, que

si su fin fuera la abundancia de las riquezas, un
hábil financiero debería ser el rey de esta sociedad... ¡ Si su
fin fuera conocer la verdad!, ¡el gobierno debería correspon-
(*) La justic~a social nos pariece como el movimiento dinámico de
las tres especies de justicia, pero la conmutativa y la distributiva de­
ben, en

último término, estar ordenádas a la
jlisti.cia general.
493
Fundaci\363n Speiro

der a un doctor en teología o en. filosofía! Pero, el último fin
de 1Ul pueblo _ constituido en sociedad es el de vivir en un
hi~nestar que permita la_ .práctica de la vida virtuosq en una
razonable abundancia. Es, pues, preciso que quien gobierne sea,
ante todo,. notable en la virtud de la prudencia política, en la
verdadera justicia social, en la templanza y en la
fortaleza>.
Y concluye Marcel Clément:
cTengo plena

conciencia de que
un· pagano (de buena vo·
luntad) podría escribir cuanto precede.
O, más bien, que un
pagano,
Aristóteles, fue qu~n nos

mostró lo
esencial de
todo
ello. Se

me podria, pues, reprochar no haber abordado el pro­
blema del bien común político en su sustancia evangélica.
»¡Es verdad!

Pero, tal vez, no puede pedirse todo en
un
mismo día.
»Si nuestra
clase política, por lo menos, aceptara distraer
algunos instantes para

meditar acerca del bien común
a la sola
luz de
la razón natural, el Espíritu Santo habría, -pienso yo,
hecho lo

posible para sugerir, en el interi,or de quienes
re­
flexionasen
que,

si el bien común atrae
se¡:ún el
modo de la
causa universal, ese bien común no está, en la humanidad res­
cata~ sin relación alguna con el reino de Dios, ese reino
único, que, sin embargo, se halla en el interior de cada uno
de nosotros en
la: misma

medida en que nos entreguemos a
El: Toius tuun.
II. ALGÚN BJ'EMPLO DE LA CONFUSIÓN DEL BIEN COMÚN CON LA REDIS·
TRIBUCIÓN DE BENEFICIOS MATERIALES.
En la Tribuna abierta de ABC, del 18 de febrero de 1983, ha apa­
recido un
artículo de Javier González-Estefani, titulado UNA PARÁBOLA
PARA LA ECONOMÍA., que puede servirnos como ilush-aci6n, de esa con­
.fusi6n
entre re-parto igualitario
de bienes
y goces materiale_s y de sus
resultados
perjudiciales para

el bien común, incluso material.
494
cHemos llegado en · el mundo de hoy a una situación en la
que los ciudadanos tienen
asumida, hasta en

sos genes, la jus­
tificación moral de
que todo lo que sea promover el igualita­
rismo

va a producir un mayor grado de bienestar para todos.
La mercancía es fácilmente vendible. Machaconamente, así se
ha .hecho durante el último siglo, y en especial desde eJ año 29.
Tras
el martes
negró de
Wall Street, los políticos de
izqui,erda
han encontrado un auténtico filón en las teorías de Maynard
Fundaci\363n Speiro

Keynes. Estas no tenían más objeto que el de compensar desde
el Estado, con consumo
público, la eventual falta de consumo
privado

para
así rellenar-los

valles de los ciclos ·económicos.
Sin
embargo, dichas

teorías
han sido manipuladas para poner
la economía al servicio de la demagogia
política.
:>En la aplicación de- las teórías keynesianas hubo dos épo­
cas: la primera, de
UBO y la segunda, de abll80.
>En
la

primera pudo ser verdad que un cierto "tirón" desde
el sector público
sirviera· para

·cumplir
el doble objetivo de
un crecimiento económico más uniforme y
sostenido, por
un
lado, y la participación en la
i-ent~ creada por

ese crecimiento,
en forma de
educación, Seguridad

Social, equipamiento de las
ciudades, etc., por otro.
>En la segunda, la etapa del abuso, los políticos fueron co­
giendo
gwto al
asunto
de vender bienestar al pueblo mediante
el · recurso a los Presupuestos del Estado,
y poco
a· poco, el
gasto
publico, que no

llegaba al 10
'% del producto interior
bruto en los países .occidentales,
fue creciendo
y creciendo,
ConstitÚyendo el

sector público más de la mitad
de la econo­
mía de
algunos páíses.
>A
través

de un proceso
de socialización subrepticia se va
caminando hacia· el objetivo, -que subliminalmente parte del
pueblo ya
ha aceptado, de ir consiguiendo que todos seamos
iguales. La clase
de los funcionarios se

extiende
incontenible­
ment~
y ·1os trabajadores

que todavía lo son de empresas re­
gidas por
la iniciativa privada van poco a poco asimilando el
mismo espíritu.
Al objetivo
humano d~ siempre,

de ser cada
día más,

como
·el de los trabajadores de Manhattan, se va
oponiendo el de estar cada día más seguro. Al creador de ri·
queza
se le

penaliza inmisericordemente con· impuestos, desea•
lilicaciones públicas sistemáticas, etc.,
par& hace~le bajar,

has­
ta consegl;lir apearle_ del coche y hacerle . "un igual".
>Poco a

poco, la
sociedad-occidental, que °:º .arranca del
siglo .
pasado,

sino que hunde
sus ra:íc!!s en

el mito
prometei~,
pues

Europa _y su hija América
.se han .forjad~ en hJtse a1.·_es·
fuerzo,

al espíritu. de lucha, a la .
viriud de

la
fe. ya adorme­
ciéndose con

- el
opi_o del igualitarismo; v:a echando

arena
en
sus

mejores
motoreS y ellll'8 en una

crisis
cU:ya culpa
no es
el encarecimiento
_de los pre~qs del

petróleo,
cuyo único_
pa­
pel
ha consistido en hSencad~narla, por más que haya servido
a los
gobernantes · occidentales

·
cóD'lo coartada.
>Ha llegado la hora: de deeir con toda contundencia que
se está

engañando
al pueblo. Ha -llegado el momento- de decir
495
Fundaci\363n Speiro

que los principales protagonistas de la economía no son los
ministros del ramo,
ni los insignes expertos, ~ los demagogos
al uso. Los
pr~tagonistas de

la_ economía son los que la hacen
de verdad. Los que hacen economía con minúscula, al frente
del pequeño taller o de la
fábrica de automóviles, de la tienda
de
la esquina o de los grandes almacenes, de la péqueña ex­
plotaci~n ag1;ícola,
del hotel, del reStaur~te, de cualquier em•
presa

de servicios. La suma de todas las economías con minús­
cula es la economía de la nación. Y si ésta no funciona es
porque aquéllas no funcionan tampoco. Y no funcionan porque
el entorno se va haciendo más y más
asfixiante para

una
ini·
ciativa

cada vez menos libre, y cuyos frutos, los beneficios, son
destruidos por la plaga del intervencionismo del Estado. Y eso
que pasa ahora NcD-Wd"Ob" es por culpa de ese _Estado que,
como el dios Saturno, devora a sus hijos y empieza por aquellos
que constituyen la aristocracia de la economía, los que la hacen
de verdad.
»Entonces, ¿qué?

¿Entiende usted que la
poli ti ca económica
de

la derecha debe suprimir la redistribución de la renta que
los modernos Estados han ido promoviendo a través de los
servicios del Estado?
>De ninguna manera. Lo que sucede es que creo en la pe­
rogrullada de que, antes de repartir algo, hay que tenerlo, y
así antes de pensar en repartir la
riqueza a

través de· medidas
de alto contenido humano, sin duda, a favor de los marigna­
dos,
parados, etc., hay que ponerse a trabajar para que, quienes
hacen la economía de verdad, se sientan ilusionados para seguir
en
la brecha ~ incluso, a incrementar su actividad con nuevas
inversiones, animando con su actitud a
otros ciudadanos
que
no desarrollan su potencial humano porque la sociedad no les
ofrece incentivos».
Otros recortes, que. pueden servirnos de éjemplo en parecido senti­
do, nos los ofreci6 PERMANBNCES, 163, de septiembre-oc_tubre de
1979, en unas reflexiones escritas_ _po,: el. responsable del personal de
una

empresa metalúrgica y
9Uscitadas por
la
declaración del: Consejo
permanente del Episcopado
francés, ante la situación padeci~a allende
los
Pirineos, no muy
. distinta
de la que
aquf vivimos.
Encabeza

el
artículo la redacción de
la revista con
al.gunas con­
sideraciones,

que Concluyen con
estas frases:
4%
c... como corolario- cuando uno se sitúa en el plano de las
aplicaciones, advierte la
·-necesidad·
de respetar las reglas de
la verdad que
suponen, ·

·ante· todo, ··conocimiento
y--competencia.
Fundaci\363n Speiro

»La v-uelta a lo_ real, a - todo -lo . · real, a nada más que lo
real, se impone si
s,e quiere -unir a los hombres, en vez de en­
frentarlos·. cada vez más,
y evitar-que- sean arrastrados por si­
tuaciones
düíciles»..
Jacques de Metz-Nobat, que· firma esas. considerd,;fones, las comien­
za preguntando: ¿QUÉ OCURRE ooN LA CRISIS?
cNuestro .país .. conoció desde 1945 basta 1974, fecha de la
multiplicación por cuatro
dd precio del _petróleo, --Un lanza­
miento
económico sin precedentes que
.-le permitió. la--. creación
de millones de nuevo¡J empleos,. que hizo preciso acudir larga­
mente no sólo a la mano de obra femenina sino
tauiliién a
tra­
bajadores inmigrantes. Se han desarrollado· costumbres permi­ sivas, apetito de
consum,o siempre

creciente,
se ha .considera­
do"
como

un
«derecho adquirido:, .el

aumento regular del po·
der de compra; las garantías sociales han alcanzado un
ni­
vel insospechado _ hace 30 años ; el mundo obrero {felizmente
fu.era
de la condición proletaria) se ha
fundido. con
la pequeña
burguesía:
bastal>an .

algunos. días, o hasta algunas
hq;ras para
obtener
'tentajas muy· .especiales;" el desperta'r no

ha podido ser
más brutal y los jóvenes no lo
entieDden, pues

no tienen los
mismos puntos de referencia que recuerdan su
mayores.
»-Sería
en

vano negar que el trastorno de
las·: situaciones
adquiridas,

hasta la puesta en cuestión de los privilegios reales,
se hace.
sentir duramente; Y que se plantean problemas agudos
de empleo en ciertas regiones, problemas
ca-da vez mis düíci­
les de resolver, jporqlle el

principio de los
derechos· adquiri­
dos se ha convertido .casi

en una· nueva teligión
!
>Comprendemos muy : bien las reacciones de cólei-a de los
hombres que, de un
día para
otro, - ven amenazados sus em•
pleos,
y temen verse obligados a trabajar más lejos de su do­
micilio; , y ann a cambiar de región, aharidonando la; casa de
la que eran propietarios. Se sienten victimas impotentes
de~
una

evolución que.
se les

escapa completamente.
-Pero, ¿ este
sentimi!'Ú.to acaso

no ha
Sido explotado

sin vergüenza por todos
los que no escondiendo su objetivo de «desestabilización» del
poder
·e·mpujan a la revolueiOn y ennegrecen el cuadro hasta
el
exceso, -haciendo

que cada
día resulte níás difícil encaminar
a
loe-'hombres hacia soluciones

coherentes?
Acerca del paro, _ algunas de sus, considerac(on.es n_os · ha_cen refle­
xionar:
«-.: no todos los (JD.e piden· empleo son;· -desde luego,c Para•
49V
Fundaci\363n Speiro

498
dos; mientras que no todos los parados son los que piden
empleo; tal es el caso, por ejemplo,
de los pre jubilados en
un
número de
más 100.000,

descontados oficialmente
como pa·
radoo-~
cPor
otro lad~ al hablar del paro en géneral, se olvida
que el 60
% de los solicitantes de empleo son mujeres, los
más normales

de menos de 25
-años, y que el problema econó­
mico
se duplica

con un problema
de civilización: estamos de
lleno en la
crisis cultural y espiritual>.
cEs ciertamente
impensable

que se pretenda
retener a
las
mujeres en

tareas domésticas:
algunas tienen· verdadera

nece­
sidad de ganarse la
vida, otras encuentran su equilibrio en
el
trabajo y

sería una
pena que sus talentos
quedaran sin em•
plear. Pero, ¿no se ha presentado abusivamente el trabajo asela· riado como una
"liberación" para la mujer, al mismo tiempo
que
se veía

en
él .una "alienación" para el hombre?
>El resultado

más
visible de está "liberación" de la mujer
por el trabajo, por la contracepción
y basta el aborto, a los
cuales se

dedican
muchos movimientos particalarmente activos,
es que, desde hace algunos años, · el remplazo de las genera­
ciones no esté asegurado en
gran número

de países.
>El maltusianismo, al privar a la sociedad de elementos jó­
venes, pedectos
cónsumidore~ ¿no e~ acaso, un· elémento
de
retroceso económico en un factor
de paro? ¡ No hay inás qne ver
las

inquietudes
del cuerpo médico y dél cuerpo de la enseñanza
ante la

rarefacción
de su· cliel'.ltela !
>No planteemos la pregunta de saber - quién cargará, dentro
de 20 años,
con· el
peso de
los· retirados>,
« ... hoy, como -ayer, los que dan empleo pasan por las mayo­
res
dificultadett · al co·:ntratar el personal que necesitan· y su princi•
pal problema es el de· Ja inadecuación entre las ofertas - de em­
empleo, por
rin lado, y la calüicación y los deseos del solici­
tante
de empleo por-otro, pi'óblema que

abre
la.e puertas
a dis­
cueiories sin fin.
>ES preciso que los jOVeúes decididos á trabajar' sepan que,
como· 'llluy
tarde, despueS de algunos ·meses de espera y a con­
dición

de
(JOe extiéndan eú zOna de

investigación, encontrarán
donde emplearse
átilmente: ¿ No es preferible subirles la mo­
ral que unirse al
coro de 8118 lamentadones :..
Los ·remedios· que proponía la Comisi6nc-·,;erm·anente d'el Episcopac:k>
Fundaci\363n Speiro

francés -parecidos a los que aquí proyecta y ha comenzado a poner en
prácti~a el gobierno, socialista español- motiva las siguientes consi­
deraciones

de
Metz-Nobat,
«Estas interrogaciones se pueden resnm.ir así: ¿Es indispen­
sable
disminuir la
duración -del trabajo individual, hasta suplir­
lo, en ciertos
casos, para dar algo a algunos parados?
>El trabajo

se presenta, así, como
un pastel
que hay
que re~
partir

entre
un cierto

número de consumidores, de los
que alM
gunos deberían renunciar a la totalidad o a una parte con la
excusa de

que
ya han
comido
bastan~ mientras
que otros que­
dan alejados, por diversas razones, como hemos visto, del lugar
de distribución.
>Dejamos a

los economistas el
cuidado .
de desarrollar sus
teorías, pero

parece seguro que el problema no es
el de repartir
la penuria, sino el de desarrollar la
actividad de

maner1t, que
todo,s puedan

·participar. Hay, ciertamente, que encontrar un
equilibrio justo entre vida profesional y vida familiar y
nuevas
ganancias

de productividad permitirán, sin duda,
Dila reducción
de las horas de trabajo
anD.84 sin reducir el poder de compra.
Pero, una reducción voluntaria de la actividad, sugerida como
remedio,
sólo· puede

acarrear recesión y paro mayores.
>Nada es impensable, y

la Santa Iglesia
ha colocado en los
altares a hombres que
han practicado, a su más alto grado, la
renuncia
a todos los bienes materiales.
¿ Se puede esperar un
comportamiento así de

millones de individuos? ¿Sería
suscep­
tible

de llevar
"la paz

y la felicidad" a nuestra colectividad
nacional?
»Revisemos los

diversos puntos evocados:
:,--Es verdad

que las horas suplementarios
se podrían
supri­
mir a menudo sin mayor
i'neonvefflente, con

una mejor
organi­
zación

del trabajo y los
arreglos técnicos

aumentando la
prod~c­
tividad.
Resultaría,

de
ello, una

mejora de la calidad de vida;
pero, en la mayoría de los
casos, ninguna creación

de empleo.
Además., está

lejos de estar
asegurado que

quienes emplean en­
cuentren, llegado el caso, la mano de
obra que necesitan. De
todas formas, la
reducción de

las horas suplementarias, onerosa
para el que emplea
e interesantes

desde el
punto de
vista de
re­
muneración para el asalariado que, en caso de reducción, no se
olvidan de reclamar
la compensación integral de la pérdida de
salario, sólo presentan perspectivas muy limitadas cara el pro­
blema del paro.
:,-El trabajo negro, felizmente menos extendido entre

noso-
499
Fundaci\363n Speiro

500
tros -.qp.e _en -algunos países ".ecinos, e.~ UQa _práctica condenable
desde el punto de vista fiscal y su represión permitida, --quizás,.
desenmascarar

a un cierto número de parados.
P~ro, ¿se
genera­
rían empleos?
»Los arte.sanos, víctimas

de múltiples
enredos administrativos
y

fiscales,
¿ serían llevados a contratar más compañeros que, por
oira parte, serían

muy
düícile& de encontrar? Nada de esto es
meno& cierto.. Además, el limite entre el
"trabajo negro"
y el
"coste de mano ocasionar' es difícil de determinar y un arreglo
empujado
al extremo,. ¿no incita al ciudadano a tergiversar la
ley. Subrayamos, en fin,
que quienes
r_ealizan este trabajo clan­
destino tienen
la impresiPn de ser su propio patrón, ¡ Que es el
sueño de todos los franceses!
»Una Condena

abstracta corre el riesgo de ser tan poco
cons­
tructiva

como la actitud de un buen parroquiano que se declara:
j Por el Cielo -y contra el Infierno I
»El
doble
salario puede ser el de uno de los miembros de
la familia, o el de un obrero de fábrica provisto de una patente
de ocio
y que trabaja por su cuenta más de sus 40 horas.
»Si de

ello resultasen ganancias elevadas, la función fiscal
sería muy
pesada; y,

en un nivel
más modesto,
este doble salario
trae un complemento de los ingresos apreciable, generalmente inserto en el circuito
económico,-cuyo

-efecto es sujetar la acti­
vidad industrial
por; el

consumo.
»No es

totalmente evidente que la supresión del doble sala­
rio sea creadora
de empleo.

Que una profe.sora, mujer de un
mando renuncie a su trabajo,
¿ procuraría trabajo a un siderúr­
gico
de la Lorena amenazado de despido? Renunciando
un bom­
bero

a limpiar chimeneas fuera de sus horas de servicio, ¿ fa­
vorecería la creación· de una empresa de deshollinadores o em­ pujaría a
los particulares

a hacer ellos mismos este trabajo, pe­
ligroso para

gente sin experiencia?
»El término

de "acumulación"
evoca una
impresión de opu­
lencia
-y

la fantasía popular se imagina fácilmente
al "acumu­
lador" fumando un
"gran puro,

sentado en
un montón

de piezas
de oro. Es
un_ hecho que con

la acumulación de un empleo y de
uná jubilación, alguno.s ·militares retirados

han vivido durante
15 o
'25 años

en -condiciones familiares y materiales muy preca­
rias y se
han encontrado

devueltos a la vida civil con cargas de
familia,
m~chas · veces-· importantes,

a una edad en la que sus ca­
pacidades físicas e intelectuales estaban intactas y
su jubilación,
muy

modesta, sólo una forma diferente de Salario.
»¿-Es· justo agradecer

los ,servicios rendidos al Estado conde-
Fundaci\363n Speiro

pándolos definitivamente a la situación de "medio-sueldo" del
año de. la
nana?
»-
La.

reducción -de los horarios, evocada en un último pun­
to, parece seductora; de hecho, sólo se puede
prever después
de

un aumento correlativo de la productividad y, en.
la mayo­
ría de

los casos, no será creadora de
empfoos a

menos que se
recurra al trabajo por correo,
j que no parece precisamente ser
un
progreso

social!
>Recalquemos que una reducción sensible de los hOrarios
deja tiempo libre
pata el

trabajo negro evocado hace un
mo­
mento».
Su pronóstico, que los hechos han confirmado, era:
«En resumen, si nada -es impensable en lo , abstracto, las so­
luciones sugeridas se van
a enfrentar
con muchas dificultades
prácticas y ofrecen un interés muy limitado frente al proble­
ma del paro.
»En el cuadro de la concurrencia internacional, a la que nos
hemos enfrentado. el mantenimiento de la competitividad de nuestras empresas es un
imperativo, y

es ilusorio pensar que
al
suprimir el trabajo a unos, se les dará a los otros, como si el
"trabajador" fuera un individuo
standard que puede ser sus­
tituido por un
"parado" ta:n:ibién standard.
»NuestrQ reflexión evangélica debe partir de un análisis ob­
jetivo de
hechós y
no de ideas, de inspiración. generosa, sin
duda,
pero

cuya aplicación debería ir al encuentro del fin
buscado».
También a propósito del beneficio hallamos algunas reflexiones que
merecen meditarse:
«El término de "beneficio" está, en nuestra lengua, cargado
de afectividad y suscita reacciones impulsivas, tanto .como las
de "fascismo" o "capitalismo"; evoca una riqueza inmensa en
la
que los "trabajadores'" han

sido expoliados por el desprecio
de la justicia más elemental.
»¿Cuáles son

los sectores que tienen dificultades, los que es­
tán obligados a hacer _supresiones de
empleo (supresiones

que,
de todas formas, no son- todas despidos)? Son los sectores que,
desde hace muchos años, no tienen
ni;11gún beneficio,

y cuyos
accionistas -muchas veces pequeños ahorradores- sólo tienen
títulos sin valor, que han apelado
al Estado, es decir, al contri­
buyente, para sobrevivir en situaciones precarias; esta compro­
bación banal nos muestra
que en

una economía
libre el
bene­
ficio es
indispensable pare :el simple mantenimiento del

empleo.
501
Fundaci\363n Speiro

>Otros países han eliminado ciertamente el beneficio de 8118
concepciones económicas: la estricta objetividad nos lleva a
comprobar que, a pesar de los recursos
humanos, tecnológicos y
naturales, a menudo inmensos, el nivel de vida de sus pueblos
es muy bajo y, que el pequeño
sector agrícola,
que ha quedado
en
'1ibertad vigilada", juega

en ello
un papel esencial en
la
ali~
mentación

diaria.
»Estos países,

en los
que los

"trabajadores" tienen teórica­
mente el poder, donde la seguridad del empleo está,
en prin­
cipio,

asegurada, donde toda idea de beneficio está excluida,
¿ co­
nocen la paz
y la felicidad? Dejemos que sea el lector quien
conteste.
»En todo

caso, hay que
disuadir8e de
matar la "gallina de
los huevos de
oro" que constituyen el "fruto". Contentémonos
oon limitar

los abusos. ¡Es
bastante!>.
Concluye Metz-Nobat con un comentario a las palabras finales del
documento
episcopPl que
le suscit6
las ref'lexiones que hemos recor­
dado:
502
cLa declaración se termina con una llamada a la esperanza
cristiana
y sabemos que, aparte de nuestras dificultades terres­
tres,

nos espera el perfecto Amor.
>Esta esperanza nos invita a relativizar las cosas y el Epis­
copado
está en
su papel cuando nos
incita a reflexionar sobre
el
fin de la
vid14 a

remontar nuestros
egoísmos naturales, a

dar
prueba de solidaridad, a no ignorar las situaciones dolorosas.
»Pero, más que paliar

las
consecuencias, ¿no
conviene mejor
que ataquemos las causas? Para
guiamos, la

Iglesia
nos propone
811 doctrina sociai de~asiado descuidada, pero que Su Santidad
Juan Pablo II nos acaba de recordar que es de ardiente actuali­
dad>.
»Numerosos discursos y textos pontificios, en especial Ma­
ter et Magistra, han explicado esta doctrina. ¿los conocemos?
¿ Estamos preparados para aplicar sus directrices, incluso si nos
llevan a una revisión, quizá desgarradora, de nuestras actitudes y
y
de nuestros comportamientos?
>Una adhesión
de
principio no
hasta; hace falta que actuemos
en el seno de
!Os múltiples

cuerpos intermedios de los que for­
mamos parte. Pidamos al
_Señor qne

nos dé la humildad y el va­
lor
neces8.rios paril ponernos

completamente a su servicio, guar­
dando la firme esperanza de
.que, con

su
gracia, podremos hacer
progresar

la paz social que tanto deseamos.
Fundaci\363n Speiro