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Número 247-248
Serie XXV
- Textos Pontificios
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Autores
1986
¿Cruzada o guerra civil? La perspectiva de Eugenio Vegas
¿CRUZADA O GUERRA CIVIL?
LA PERSPECTIVA DE EUGENIO VEGAS
POR
FRANc1sco JOSÉ FERNÁNDEZ DE LA CrGoÑA
La guerra de España de 1936 a 1939 fue calificada de Cru
zada. Guerra
hecha por la Cruz. Basada en motivos religiosos y,
en cierto modo, antesala
del cielo
para los combatientes de uno
de los bandos que ofrecían su mayor bien, la vida, por Ctisto
y la religión. Dentro
de la más fundada tradición católica, a esa
entrega generosa del
cristiano, que por amor a Dios ofrece
sufri
mientos
y aun
Li-muerte, corresponderá la amorosa acogida del
Padre a las almas de los
que· mueren
en
él combate.
Pero, ¿fue así? ¿Nuestra pasada guerra puede llamarse Cru
zada? ¿Estamos ante una realidad o frente
a la
manipulación
interesada y propagandística de unos hechos con otro significado?
Un acontecimiento de las características del alzamiento del
18 de julio de 1936, con cientos de miles de combatiebtes, con
indudables e inequívocos condicionantes
políticos, con miserias
y
grandezas, crueldades, injusticias y actos del más
. acrisolado
heroísmo
no es fácil de calificar. Unos y otros se
entremezclan,
haciendo
difuso lo que muchos
querrían nítido. ¿Podía ser
de
otra manera?
Los antecedentes tampoco contribuyen a aclarar el problema,
pues son también
varios y
distintos. Los había de llano y
claro
patriotismo
ante la desmembración de
la unidad
nacional. Cite
mos, por ejemplo,
la conocida manifestación falangista encabeza
da por José Antonio Primo de Rivera o
el tenaz combate que
Víctor Pradera sostuvo contra el· hacionalismo vasco. También
de defensa de la propiedad ante las constantes invasiones de fin-
869
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO ]OSE. FERNANDEZ DE LA CIGORA
cas o los incendios de mieses. O de puro instinto de conserva
ción ante
asesinatos
indiscriminados que
hacían que nadie se sin
tiera seguro. O de salvaguardia de una sociedad tradicional ante
amenazas de una revolución que pretendía inaugurar un mundo
nuevo: «Hijos, sí; maridos, no». De defensa de intereses em
presariales
y aun de simple consumo, amenazados por. las huel
gas
constantes. De anhelos por restablecer un
mínimo principio
de autoridad y de justicia sin los cuales un pueblo no puede vi
vir. De unión corporativa: un ejército disminuido y vejado, una
guardia civil
objeto de permanentes ataques y bajas: «También
los guardias civiles tienen madre ... ». De afanes por
sa:lir de
un
caos económico y social creciente. De legítimos .intereses políticos
de los que se hizo
escarnio en
la discusión de actas tras
las elec
ciones de 1936, señalando el asesinato de
Cellvo Sotelo
el punto
de no retomo ... Todo
ello llevaba a uri enfrentamiento cada vez más radical
entre las dos
Españas que
predecía un choque sangriento. Pero
todo ello no
justificaba una
Cruzada, aunque pudiera hacer
más
que legítima una sublevación.
Al mismo tiempo que actuaban todas esas concausas de la
guerra, había otras de inequívoco carácter religioso.
La Repúbli
ca, desde su
misma instauración,
había sido
abiettt:amente belige
rante
contra la Iglesia y el sentimiento católico de
muchos de
los
españoles. A .los ¡,ocos días de su prodlamación se produjo
el incendio.
de numerosos templos con la tolerancia,· si no con la
complicidad, de las autoridades republicanas.
La iglesia de los jesuitas de la calle de la Flor, la de las mon
jas
bernardas, la de los carmelitas descalzos de la plaza de Es
pafia, el colegio de Maravillas en los Cuatro Caminos, donde
los hetmanos de la Doctrina Cristiana daban educación gratuita a
los hijos · de · obreros
de aquella barriada, el
convellJto de
las
mercedarias, la parroquia de Bellas Vistas, el colegio de María
Auxiliadora, el ICAI... Era el 11 de mayo en Madrid. Aún no
hacia un
mes que
fos católicos
españoles disfrutaban de la
Re
pública. En Sevilla y en
Cácliz se reprodujeron los
hechos. Málaga
870
Fundaci\363n Speiro
¿CRUZADA O GUERRA CIVIL?
fue ya una orgía de incendios, .Como .Valencia y Alicante. Esta
ba claro, pese a las exhortaciones de Angel Herrera a los cató
licos de que acataran
la República,
cual era el objetivo de
muchos
republicanos: la abierta
persecución a
la Igl.esi~.
Inmediatamente
después de este acto de barbarie, en el que
se perdieron innumerables tesoros artísticos,
_el oficialmente ca
tólico ministro de
~ Gobernación, Miguel Maura; que h,¡bfa pre
sidido la
inacción de la fuerza· pública ante fos desmanes, expulsa
a Francia al obispo de Vitoria, monseñor
Múgica, que,
escoltado
por la policía y con protesta
expresa, es
puesto
. en la frontera
de
Irún. El 3 de junio los arzobispos españoles protestan de
las me
didas
anticatólicas del
Gobierno. El 14 de junio es
expulsado
de
España
di cardenal primado don Pedro Segura.
Los artículos 26 y 27 de
la Constitución consagraron· oficial
mente el sectarismo anticatólico del Gobierno. Azaña se permitía
proclamar que España había dejado de ser católica.
Se retira el crucifijo de
las escuelas
y se
expulsa a
los jesui
tas. Las procesiones, y
·entre ellas la Semana
Santa de Sevilla,
no pueden celebrarse. Los incendios de
iglesias son
el
pan· nues
tro
de
'cada día:
el convento de las reparadoras de Bilbao,
la
parroquia de Santurce, las iglesias de Purchill (Granada), Al
geciras, Pozáldez (Valladolid), Rioja (Almería), Peal de
Becerro,
Santa
Olalla (Huelva), Santa
María de · Pul pis ( Castellóh ), Be
ltanzos,
· Chanteiro
y Santa Matía del
Villar (Ferro!), Gijón,
So
morrestrO, Zafra ...
Pío XI había publicado su enc!élica Dilectisiima nobis con
sagrada a España a
raíz de la Ley de confesiones y congregado:
nes
religiosas
que· había
provacado
· una n~eva protesta
del epis
copado español. El triunfo electoral de las derechas fue sólo un breve parén
,tesis de relativa tranquilidad, si
bien sólo
después de la revolu
ción de octubre que en Asturias costó
la vida a varios sacerdotes.
El advenimiento
del Frente
Popular, en febrero
de 1936,
supuso
un notable
incremento de
la
barbari~ antieclesial.
Calvo Sotelo
hace en las Cortes un trágico balance: «A partir del 16 de
fe-
871
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGOFIA
brero ... hasta el 2 de abril se han producido los siguientes asal
tos y destrozos ... iglesias, 106, de las cuales
56 quedaron com
pletamente
desttuidas». Poco
después era Gil Robles quien en
d mismo lugar incrementaba las cifras. El período era dcl 16
de febrero al
15 de
junio: «Iglesias totalmente
de_sttuidas 160,
asaltos
de templos, incendios sofocados, destrozos e
intentos de
asalto,
251». Había, pues, una evidente cohnotación antirreligiosa
en
uno
de los
sectores en pugna. Era lógico, por tanto, que mo
tivaciones religiosas encendieran
indignaciones y
oposiciones en
el otro bando.
¿Hasta caracterizar
nna Cruzada?
:liJI 18 de julio de 1936 todas esas causas que venían entre
lazándose explotaron.
Y,
naturalmente, fueron
sentidas con di
versa fuerza en cada una de las personas o de los
grupos que
participaron
en la guerra.
Para el
Ejército no hubo, a .mi entender,
un planteamiento
de
Cruzada en
la conspiración previa y en el momento de la
sublevación. Los generales, jefes
y oficiales qne participaron en
el alzamiento, católicos sin duda muchos de ellos
y fervorosos
algunos, se movieron por motivos patrióticos y de autodefensa.
España se
deshacía, el
Ejército era vilipendiado y desarticnlado,
su segntidad social!
y aun física estaba en riesgo. . . No cabe duda
qué la __ mayoría de .ellos veía -con indignación el incendio de
iglesias
y la legislación anticatólica. Pero eso era un -elemento
más del
caos social que
querían remediar
y no el principal
de-
terminante
de
su actuación.
·
Sus
principales figuras no eran, al menos en aquellos días,
modelos
de. catolicismo
practicante
y fervoroso. H¡, oído a tes
tig9 autorizado
referir la anécdota de cómo un día el general
Mola
decía a Víctor Pradera:
- Mi mujer y usted son los únicos que me hacen ir a misa
los domingos.
Y del que más tarde sería generalísimo Franco se cuenta
anécdota_ semejante. No fue Africa,
precisi,mente; escuela
de
re
ligiosidad y ello es un hecho que afectaba á muchos militares.
No quiere ello decir que con posterioridad al 18 de julio, y
muy
posiblemente
a
consecuencia de la
_misma guerra
y de hechos
872
Fundaci\363n Speiro
¿CRUZ4DA O GUERRA CIVIL?
de profunda religiosidad vividos en ella, no se produjera un no-.
table cambio en muchos militares. Y concretamente en Mola
hasta su .muerte y en
el que enseguida seyía Caudillo de España.
Para
una importantísima fuerza política, el Carlismo, la
gue
rra
asumió desde el primer momento
el carácter de Cruzada. Y
aun
desde las mismas reuniqnes: conspiratorias. Se lanzaron al
combate por Dios, por la Patria y
el Rey. Independientemente
de la religiosidad individual de
.los combatientes
requetés, muy
notable en la mayoría de ellos, y que se traducía.
en' la
asisten
cia habitual a las misas celebradas en
.las trincheras
o en el rezo
del
r<>sario en
las mismas,
había. una.
manifestación pública y
colectiva que podríamos simbolizar en las cruces que
acompaña
ban
a las banderas que en muchas ocasiones también las lleva
ban tanto en
desfiies como
en
acciones de
guerra. Y el famoso
~detente» fue
un elemento
más de
la uniformidad de los tercios
del Requeté.
La otra . gran fuerza política que nutrió las unidades ·volun
tarias, FE de la JONS hasta la
Unificación, no teníaJa carga
religiosa que
.asumía
el Tradicionalismo. Aunque en la Falange
es
preciso distinguir dos fases muy diferenciadas.
El . primer
núdeo que pilotó José Antonio
Primo de
Rivera y la inmensa
formación
pol!tica que
se
creó tras. el alzamiento y al que lle-
garon
aluviones de muy distintas procedencias. '
Para
el movimiento joseanto.niano no era determinante la
cuestión religiosa, aunque fueta sentida
por, muchos o,
posible
mente por la gran mayoría de sus miembros Y,
particularmen
te;
por
los seguidores de Onésimo Redondo
.en los
que
el sen
tido católico estaba
mds institucionalizado.
Tras
la ejecución de su fundador, de cuya niuerte católica
no
cabe
abrigar
la menor duda, Falange conoció un acentuado mi
metismo nazifascista impulsado
por .jerarqnías ajenas al primi
tivo
núdeo falangista y que curio.samente
tei;minaron muchos
de
ellos en posiciooes muy contrarias a las asumidas en aquellos
días. La Falange de Sertano,Tovar,
Ridtuejo,.Lafu; Tortente
... ,
todos personajes de aluvión que nada tuvieton
que ver con la
Falange
de los días
difíciles, no
era precisamente un movimiento
873
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGO1'A
puesto en pie de guerra por Dios y la Religión. Aunque utiliza
ra, porque le converúa,
el impulso religioso.
Las preocupaciones del
eximio cardenal. Gomá ante modelos
foráneos
que pretendían imponerse nos excusan de
, insistir
en
este tema. Solamente mencionaremos un hecho
que nos
parece
profundamente significativo, Los·
«caídos» sustituyeron
a los
«mártires» o, simplemente, a· los «muertos · por Dios y por Es
paña». Cierto que oficialmente eran caídos por Dios y por Espa
ña,
de la JONS. Pero así como la T cayó enseguida de la termino
logía al
uso de
los nuevos
falangistas, los muertos. en
la guerra
eran sencillamente los
crudos.
Esto
no quiere
decir que entre los miles de· voluntarios que
acudieron
a las · Banderas de Falange no hubiera muchísimos ·en
las que
los impulsos:
religiosos fueran
de enorme peso. Eviden
temente. Pero
la linea oficial iba por otro canúno.
Donde la guerra adquiere un impresionante carácter religioso
es en la retaguardia
republicana: Allí fueron miles. y. miles los
asesinados
por
causa de la
religión: Y es
verdaderamente·
estre
mecedor el testimonio de las bárbaras ejecuciones de obispos,
· sacerdotes, religiosos,
religiosas y seglares, a
los
que es imposible
negarles
el carácter de mártires. como últimamente. ha reconocido
ya
ofici~lmente la Iglesia, ¡por
fin!, en tres
carmelitas descal
zas
·de
Guadalaiara que,
sin
que va a ser multitud.
La
' muerte
asumida
con pleno
convencimiento·
de martirio
está
reflejada
documentalmente en miles' de
testimonios,
Morían
entre
cánticos religiosos, aclamando a
Cristo 'Rey, perdonando
y aun bendiciendo a los que les asesinaban, seguros de que esa
muerte les abría-las puertas•
del cielo. ·
y es .precisó' añadir otra ciracterística de aquellas ejecuciones
muchas veces
.
masivas. Bastlilltes. pudieron salvar s;,s vidas
acep
tando ·Ia propuesta de apostasía' de sus verdugos. No lo hicieron
y murieron
ejemplatinente. Y
estos
testimonios de
profunda
re
ligiosidad, de santidad martirial, no lós clieriln sólo obispos y
sacerdotes. Eo · no pocás ocasiones foetón seglares los. qne anim~i
. _874
Fundaci\363n Speiro
.
¿CRUZADA Q GUERRA CIVIL?
han a quienes se hallaban ante el pelotón de ejecución confor. tando a sus compañeros con
la esperanza del cielo.
El pueblo comprendió enseguida el significado religioso de
esas muertes y,· pese a la moda imperante y aun impuesta, en
numerosos pueblos
de· España
hubo
una plaza o una .calle, de los
Mártires.
En la retaguardia de la zona nacional se vivió también un
sentido religioso de la guerra. La inmensa mayoría de los que
apoyaban
el alzamiento ten!an clara conciencia de que se
estaba
salvando
a España de los «sin Dios». Actos religiosos conmemo
raban oficialmente las victorias del ejército e infinidad
de. fune
rales,
en la intimidad de las familias y los
amigos -¿quién
no
tuvo a
alguien próximo,
muerto
en el frente o en la retaguardia
republicana?--'--, daban
también un sentido religioso al tránsito
de esta vida a
la. otra
como muertos en la
fe y no pocos por
la fe.
·
Que
esto se vivió
as! por
muchas gentes es indudable. A su
lado
habría escépticos y aun agnósticos. Y las barbaries que toda
guerra desata animando pasiones· de odio, venganza y rencor.
Pero eso ha ocurrido en toda
Cruzada.
La
Iglesia también se pronunció por aquellos
días y ·en sen
tido
inequívoco. Su voz más autorizada, la del Santo Padre, no
deja dudas al respecto. PíoXI, en su famosa alocución a
un
grupo . de peregrinos españoles que huían de la barbarie roja fue
ya sumamente explícito cuando aún no habían ocurríclo las es
pantosas matanzas de Madrid del
otoño de 1936.
«Desposeídos y despojados de todo, cazados y buscados para
daros la muerte en las ciudades y en
los· pueblos,
en las
habita
ciones
privadas y en las soledades
de los
montes, así como
veía
el Apóstol a los primeros mártires, admirándoles y gozándose de
verles hasta lanzar al mundo aquella intrépida y magnífica pala
bra que le
proclama indigno
de tenerles:
quibus non erat mundus.
Venís a decirnos vuestro gozo por haber sido dignos, como
los
primeros Apósteles, de sufrir
pro nomine Iesu, vuestra feli
cidad,
ya exaltada por
el
primer Papa,
cubiertos de, oprobios,
por el nombre
de Jesús
y por ser cristianos; ¿qué diría
él mismo,
875
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO JOSH FHRNANDHZ DH .LA CIGOfM
qué podemos decir Nos en vuéstra alabanza, venerables. Obispos
y Sacerdotes, perseguidos e injuriados precisamente ut Ministri
Cbri.sti et
dispensatores mysteriorum Dei?
Todo esto es un esplendor de virtudes cristianas y sacerdo
tales, de
heorísmos y de martirios; verdaderos
martirios en
todo
el sagrado y glorioso significado de la p.dabra, hasta el sacrificio
de las vidas más inocentes, de venerables ancianos, de juventu"
des
primavetales, hasta la intrépida generosidad que pide un lu
gar en
el carro y con las victimas que espera el verdugo».
«Cuanto hay
de más humanamente humano y de más divina
mente divino; personas sagradas, cosas e instituciones s_agradas;
tesoros inestimables e insustituibles de fe y de piedad cristiana,
al mismo tiempo que
de civilización y de arte; objetos precio
sísimos, reliquias
santlsimas; dignidad, santidad, actividad
bené
fica de vidas enteramente consagradas a la piedad, a la ciencia
y a la caridad; altlsimos Jerarcas sagrados, Obispos y Sacerdo
'i:es, vfrgenes consagradas
a Dios, seglares de toda clase
y condi
ción, venerables
ancianos,
jóvenes en la flor de la vida, y el mis
mo sagrado
y solemne silencio de los sepulcros, todo ha sido
asaltado,
artuinado, destruido con fos modos más villanos y bár
baros, con el desenfreno más libertino, jamás visto, de fuerzas
salvajes y crueles, que pueden creerse imposibles, no digamos a
la dignidad humana, sino hasta la misma naturaleza humana, aun
la más
miserable y la caída. en lo más bajo».
Y
el Papa no
sólo .;alta la gesta de los mártires, sino que
también
.bendice a
los ejércitos nacionales:
«Sobre toda consideración política y mundana, Nuestra Ben
dición se
dirige de una manera especial a cuantos. se han im
puesto
la dificil y peligrosa tarea de defender y restaurar los
derechos y el honor de Dios y de la Religión, que es como decir
los derechos y la dignidad de las conciencias, la condición pri
mera
y la base· segura de todo humano y civil bienestar».
El primero de los documentos episcopales que en España se
ocuparon de la guetta fue
.el que
firtnaron
los obispos
de Pam
plona, Marcelino
Olaechea y de Vitoria, Mateo Múgica
el 6 de
agosto de 1936.
876
Fundaci\363n Speiro
,CRUZADA O GUERRA CIVIL?
La pastoral comienza con, estas palabras: «En estos momen
tos gravísimos, tal vez decisivos para
la suerte de la Religión y
de
la Patria ... ».
Dicen los obispos:
«En el
fondo
del movimiento
cívico-militar de nuestro país
late, junto con
e1 amor de patria en sus varios matices, el amor
tradicional de nuestra Religión sacrosanta. El espectáculo que ofrece hoy nuestra región es único en
el mundo. Habéis hecho
a
Dios la ofrenda de docenas de
miles de
vidas. Muchas de ellas
han sucumbido. Vasconia y
Navarta llevan
la marca gloriosa de
la sangre derramadá por Dios». Pero los obispos se encuentran ante un
«gravísimo episodio».
Católicos
de sus diócesis se oponen con las
armas al
ejército
nacional. «Esto es gravísimo. Pero lo que conturba y llena de
consternación nuestro ánimo de
Prelados de la Iglesia, es que
hijos ·nuestros, amanósimos de la Iglesia y seguidores de sus
doctrinas,
han hecho causa común con enemigos declarados, en
carnizados
de la Iglesia».
,
Y
a esos católicos extraviados les dicen los obispos, sus
obis
pos: «Hijos amadísimos:
Nos, con toda la autoridad
de que nos
hallamos investidos, en la forma categórica de un precepto que
deriva de
la doctrina clara e ineludible de la Iglesia, os decimos:
Non licet.
»No es licito, en ninguna forma, en ningún terreno, y menos
en la forma
cruenósima de la guerra, última razón que tienen
los pueblos para imponer su razón, fraccionar las fuerzas católi
cas ante el común enemigo. La doctrina de
la unión ante los
enemigos del cristianismo, .antes que todo, sobre todo, con todos,
tan reiteradamente inculcada por el Papa actual en el orden pa
cifico
de
las conquistas del
espíritu, en
la estrategia del
· Aposto
lado,
en las luchas blancas de los comicios o de la
fabor legis
lativa,
debe aplicarse totalmente, sin género
de excusas, a los
casos de guerra en que se juega el todo por
el todo, doctrina e
ideales, haciendas y vidas, presente y futuro de un pueblo.
»Menos- lícito es, mejor absolutamente ilícito es, después de
dividir, sumarse al enemigo para combatir al hermll!IO, promis-
877
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIGONA
cuando el ideal de Cristo con el de Belial, entre los qne no hay
composrnra posible ( ... } . »Llega la ilicitud a
la monstruosidad cuando el enemigo es
este monstruo moderno, el marxismo o comunismo ( ... )»_.
Un mes después, el obispo de Vitoria, precisamente nno de
los dos obispos españoles que n~ firmaron la carta colectiva de
1937, pnntualizaba: «Por conducto autorizado, se nos dice que en Bilbao niegan
que sea auténtico nuestro documento Pastoral que, de acuerdo
con mi Venerado Hermano, de Pamplona, se publicó en la pren
sa y se radi6 el día 6 del pr6ximo
pasado mes
de agosto, con
denando la incomprensible conducta de algunos cat6licos de nues tra
. diócesis, que combatían· a
metralla despiadada a otros he.r
manos suyos cat6licos, levantados en armas a nna con la
im:nensa
mayoría
del ejército español, para defender los intereses
relic
giosos
y a España».
Y más adelante: «Católicos vascos, oid, escuchad, a vuestro Prelado que, sin
distinción
de partidos, supo amar a todos sus Hijos diocesanos.
»No
podéis de
ninguna manera cooperar ni mucho ni poco;
ni directa· ni indirectamente, al quebranto
de1 ejército
español
y
cuerpos auxiliares, requetés, falangistas y milicias ciudadanas que, enarbolando
la auténtica bandera española, bicolor, luchan heroi
c.amente
por la Religión y por
fa Patria».
Y concluye:
« Y
vosotros, sacerdotes
y religiosos, haced llegar nuestra voz
a
los fieles
de la di6cesis en vuestras iglesias respectivas, secun
dad en estos gravísimos momentos
dócil y lea1mente todas nues
tras actuaciones:; rezad, orad, pedid, Organizad cultos; aconseja&
pertitencia y mortificaciones a las almas, aportad y haced aportar
los recursos econ6micos que os sean posibles; todo ello,
para
cooperar
por todos los medios viables al triunfo del ejército sal
vador de España».
El arzobispo de Burgos, en su Pastoral del 14 de febrero
de 1937,
dec!a:
«Y
hubiera
sucumbido bajo los embates de tantos adversa-
878
Fundaci\363n Speiro
¿CRUZADA O GUERRA Cl\(IL?
rios, si el Angel Custodio de España, enviado por la misericordia
de
Dios, no
hubiera conmovido
las fibras de este pueblo, por
ción escogida del Señor
y de la Santísima Virgen, y valiéndose
del siempre católico
y heroico ejército español no se hubiera
levantado al grito de
¡ Viva España!, empuñando las atmas una
vez más contra los enemigos de Dios y de la Patria, y lanzán
dose a la lucha
más épica, grande y desproporcionada que han
visto los siglos,
y en la que desde el primer ¡{¡omento ha bri
llado con luz meridiana la visible protección del cielo,
sm la cual
es inexplicable esta nueva y sin pat reconquista».
Pata el atzobispo de Burgos era Dios el que combatía al
lado
de los ejércitos nacionales: «Pensad bien vosotros, venerados Hermanos
y amadísimos
Hijos, las gracias
y beneficios que se os han hecho, medid los
peligros de que se os ha librado. Mirad en vuestro derredor y
ved las muertes alevosas, los. crueles asesinatos, las persecucio
nes, los despojos, las angustias,
· 1as desolaciones
que os rodean
por todas pattes. Contemplad cómo se
han conjurado las furias
del averno, cómo se han
desafado completamente
sobre esta pobre
España pata destruirla
y aniquilarla; calculad qué hubiera suce
dido, si Dios no hubiese suscitado
y protegido el movimientó
· salvador,
llevándole adelante contra obstáculos
y dificultades sin
cuento,
y humanamente invencibles, e inspirado en esa juventud
de nuestros
días, que
no mereda
confianza alguna
por
su· frivo
lidad,
su afán de comodidades y placeres
y su olvido de la Re
ligión, un espíritu tau elevado, tau fuerte, tan valiente y tan
decidido por Dios y por la Patria, que parecía imposible existiese
y pudiera revelatse; confesad, finalmente, qué hubiera sido de
nosotros sin esa grande
y especial protección de Dios, que, sin
mérito alguno por nuestra patte, nos ha librado a nosotros y a
todo lo nuestro,
familias,-bienes
de todo orden, vidas, pueblos
y ciudades.· ¡ La Nación entera, de ser ~iervos de Mosaí, del co
munismo, de los "sin Dios"»!
En la misma línea el obispo de Salamanca, Plá y Deniel, ha
bía dicho en
su Pastoral,
«Las dos ciudades», de
30 de
septiem
bre de 1936:
879
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGOiU
«Los comunistas y anarquistas son los hijos de Caín, fratri
cidas de sus hermanos, envidiosos de los que
hacen un culto de
la
virtud,
y, por ello, les asesinan y les martirizan; y no pudiendo
acabar con Dios ni con Cristo, sacian su odio en sus imágenes,
en sus templos y en sus -ministros, y se_ gozan en el asesinato, en
el saqueo, en la destrucci6n y en el incendio». ·
Ante ellos están los defensores de la España nacional o, al
menos, una
parte de
ellos.
«Frente a tanta degradaci6n humana de la ciudad
terrena de
los sin Dios, florece la ciudad celeste de fos hijos de Dios, cuyo
divino amor les eleva hasta
fas sublimidades del heroísmo y del
marririo. El heroísmo necesita
un ideal elevado
para ofrendar
valiente
y· aun
gozosamente
la vida; a él llegan los soldados y
los voluntarios que luchan por Dios y por la Patria, esperando
una vida ultraterrena; no lo alcanzan los que, al impulso del
odio, son
811daces y crueles en matar: éstos llegan a exponerse
también a morir, mas
· no
son
. de
la casta
de los héroes que no
saben
huir».
Plá
y
Deniel reconocía, en septiembre de 1936, que en las
filas nacionales no era todo oro molido
y que habla en ellas
. hasta
asesinos. Pero a su
lado estaban muchos hijos de la ciu
dad de Dios, los
mártires,· evidentemente,
y también muchos de
los combatientes.
No vamos a multiplicar citas
episcopales que har!an inter
minable
este trabajo. Pero es inexcusado
referirse a la carta co
lectiva del episcopado espafiol, firmada el 1 de julio de 1937
por todos los obispos españoles que no habían sido asesinados
por los rojos, excepto dos que se encontraban fuera
de Espafia.
Y
aun uno
de los firmantes, monseñor Anselmo Polanco, obispo
de Teruel, sería posteriormente asesinado al caer en manos del
enemigo.
Para la totalidad de los obispos había también dos tenden
cias,
dos. ciudades:
«Un
pueblo partido en dos tendencias: la espiritual, del
lado
de los sublevados, que sali6 a la defensa del orden, la paz social,
la civilizaci6n tradicional y la Patria, y muy ostensiblemente, en
880
Fundaci\363n Speiro
¿CRUZADA O GUERRA CIVIL?
un gran sector, para la defensa de la religi6n; y de la otra parte
la materialista, llámese marxista, comunista o anarquista, que
quiso sustituit
la vieja civilizaci6n de España, con· todos sus fac
tores, por la novísima ,,civilización-" de los soviets rusos».
«Hoy por hoy, continúan diciendo los obispos, no hay en
España más esperanza para reconquistar la justicia y la paz y
los bienes. que
de. ella
derivan que el triunfo del movimiento
nacional».
El testimonio de los obispos españoles de entonces no es,
como se ve, dudoso. Y su voz tuvo eco internacional.
El episco
pado
de todo el mundo se pronunci6 tanto sobre el terrible
holocausto de
la zona roja como sobre la acci6n salvadora y de
reconquista del
ejército nacional.
El
cardenal Verdier, arzobispo de París, se dirigía el 7 de
septiembre de 1937 al cardenal Gomá, artífice de
la Pastoral
colectiva: «¡Pero, Eminencia, a pesar de tantos dolores y tantas ruinas,
una gran esperanza alborea ya para vuestra patria!
» Y
ante todo, el heroísmo tan cristiano de vuestros hijos cau
sa la
admiración del
mundo entero
y añade un nuevo esplendor
a la gloria de la caballeresca España. Más
. aún,
la gran familia
cat61ica recordará a
· través
de los siglos los sacrificios que los
hijos de la noble España han decidido hacer para salvar su fe,
y ella bendecirá
'Por siempre su ~emoria».
El
arzobispo de Cambrai se pronunciaba en el mismo sen
tido: «Estad· cierto, Eminencia,
.de nuestra
viva y fraternal sim
patía en la tribulaci6n: vuestros sufrimientos son nuestros, vues
tras angustias nos acongojan, vuestras humillaciones pesan asi
mismo sobre nosotros. Con vuestras oraciones van también las
nuestras;
y las comunidades religiosas y los verdaderos cristianos
de esta di6cesis ofrecen a Dios sacrificios por la redencl6n de
nuestra hermana, la España cat61ica». Para el cardenal Roey, arzobispo de Malioas, «esta guerra
ha
tomado el carácter del conflicto a muerte entre el comunismo
881
Fundaci\363n Speiro
fRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIGOEU
materialista y ateo y la civilización cristiana de nuestros viejos
países occidentales».
Los obispos de Chile
decían el
7
de. octubre:
«Aprovechamos
esta oportunidad para renovar nuestra ma
nifestación de simpatía
y adhesión que el año 1936 enviamos
al venerable Episcopado español en cable dirigido a Vuestra
Emi
nencia Reverendísima, y para asegurar a todos los venerables
hermanos en el Episcopado, al clero
y católicos de España, que
continuaremos rogando por
el triunfo de la causa cristiana en
vuestra patria, causa que lo es
de. la verdad,
de la justicia
y ca
ridad sociales y fuente del bienestar verdadero de los pueblos,
y, finalmente, que, en conformidad también a nuestros anhelos
y a vuestra petición, nos esforzamos en dar a vuestra hermosa
carta colectiva la mayor publicidad que nos sea posible, para
contribuir
as! al
triunfo de
la verdad
y de la justicia en el
mundo, a
la defensa de la Iglesia en la noble España de nuestros
mayores
y al triunfo definitivo de la, causa de Cristo para bien
de la Humanidad».
El arzobispo
de Westminster, en nombre de todos los obis
pos de Inglaterra y Gales, se
dirigía en
septiembre de 1937 al
cardenal Gomá · e!Í estos
términos:
«Con un dolor sólo superado por el vuestro, hemos notado
las tergiversaciones, las
mentiras, los
subterfugios
y las intetpre
taciones
torcidas de los hechos. Hace tiempo que nos hemos dado
cuenta de que la violencia
y la mendacidad eran' el brazo derecho
o izquierdo del comunista militante anti-Dios; aprendimos esto del programa de uno de sus corifeos. Desgraciadamente, nuestra
prensa ha aceptado con demasiado
afán la propaganda bien pa
gada de los rojos».
El cardenal Dougherty,
arzobispo· de
Filadelfia, en nombre
del episcopado norteamericano,
decía el
18 de noviembre:
«Nbs
decís que
diez obispos, que miles de sacerdotes
y reli
giosos
y decenas de millares de fieles católicos han sido asesina
dos; no pocas veces con crueldad execrable,
·por haberse
mostrado
infatigables enseñando al mundo la obra divina del Evangelio.
Vuestras palabras nos han causado profundo horror».
882
Fundaci\363n Speiro
¿CRUZADA O GUERRA CIVIL?
Los obispos mejicanos, que acababan de pasar una durísima
y sangrieora prueba en la que el pueblo católico dio una porteo
tosa lección de heroísmo
y de fidelidad a Cristo y a su Iglesia,
había eoviado,
días antes
de hacerse pública la carta colectiva,
un
hermosísimo mensaje
dé adhesión a los obispos españoles:
«Acostumbrados nosotros
a ser perseguidos desde
hace mu
chos años, nos hacemos perfectamente
cargo de
las penalidades
que
tanto el
venerable episcopado español como el clero
y los
fieles han padecido por el nombre de Jesús.
»Pero a
pesar de los grandes sufrimientos de la Iglesia me
xicana, compreodemos que el año de persecución padecido por
la Iglesia española supera a los nuestros, y es digna de comparar
se con la terrible persecución de
.los primeros
tiempos
del cris
tianismo».
Los obispos del Paraguay contestaban el 18 de agosto:
«Estamos admirando la valeotía de ese pueblo, cuyos
·hijos
están
librando memorables batallas eo persecución del nobilísimó
fin de manteoer los derechos bien definidos de
la· Iglesia
cató
lica y el ejercicio libre del culto religioso que, eo mala hora, los
femeotidos librepensadores quieren hacerlo
desaparecer.
»El
corazón
de este país,
tal vez la hija más pequeña,· peró
no por eso menos amante de
la Madre Patria, deplora todo lo
que está pasando, y en ocasión del Primer Congreso Eucarístico
Nacional que están celebrando, sus hijos
han pedido a Jesús Sa
cramentado termine cuanto antes
tanto horror
con el triunfo de
1a fe cristiana. El Señor bendiga la obra del general Franco».
El
obispo
· coadjutor
y el titular de Salto (Urugoay) enviaban
este mensaje el 20 de septiembre:
«Creemos asimismo un deber ineludible hacer llegar por in
termedio de Vuestra
Eminencia nuestros sentimientos de
sincera
admiración.
y alta simpatía al invicto jefe superior del insuperable
ejército libertador,
Generalísimo don Francisco Franco,
al cuerpo
de
verdadera excepción de expertos
oficiales y a . las intrépidas
legiones
por ellos conducidas a la victoria
re.sonante de
la
fe, la
civilización y el patriotismo sobre la soldadesca forajida del
·, ateísmo comuniSta».
883
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIG01U
El episcopado portugués, encabezado por el cardenal Patriar
ca
de
Lisboa, concluía as! su
carta colectiva
del 3 de enero de
1938: « Y a la
vista de la gloriosa pléyade de los mártires que hon
ran la
Espaiía católica,
inmolados en pleno siglo xx ante un mun
do casi indiferente, no nos resistimos a llamarla, con un gran
poeta, ¡la Sall.ta Espaiia!».
El
episcopado de Cerdeña,
el 10 de .octubre, no abrigaba
dudas
sobre el carácter de Cruzada de la guerta:
« Verdaderamente,
el auténtico pueblo de la católica España
ha sabido en la tórbida hora que corte, mantener altísimo
el lá
baro de su
fe con el heroísmo de sus hijos, encuadrados en una
nueva Cruzada contra todos los poderes de la impiedad, conju
rados contra Dios y la Patria. Nuestro pueblo, por cuyas venas
corte aún antigua sangre
espaiíola, fraternalmente
os admira, ve
nerables hermanos,
y · aplaude conmovido vuestra fe y vuestro
heroísmo».
Los obispos de Liguria,
. encabezados
por el
cardenal Min
gretti, decían el. 25 de octubre:
«Dilícil es
expresar con
la palabra la intensidad de nuestro
dolor ante la barbarie ejercida por los sin-Dios contra todo lo
santo, contra las personas, los templos y
la misma humanidad».
El cardenal Faulhaber, arzobispo de Munich: «Con toda el alma suplicamos al Príncipe eterno de la paz
que se acorten los
días de
la
prueba; y
entretanto, conceda su
ayuda a los desdichados que sufren,
y su fortaleza a los que
defienden los sagrados derechos de Dios, y su victoria a los que
luchan en estos combates santos».
Los obispos austriacos, en noviembre de 1937
decían:
«Nos
congratulamos con vosotros, al ver que tantos horrores
terminan en bien, de que
la victoria del derecho y de la justicia,
la victoria del cristianismo,· de
la fe católica, aclelanta cada vez
más en vuestro país. Así como antes
"nos condolíamos,
ahora nos
alegramos del cambio felicísimo obrado en vuestra patria».
Los obispos griegos se dirigían a los obispos españoles
d 30
de noviembre: ·
884
Fundaci\363n Speiro
¿CRUZADA O GUERRA CIVIL?
«Os ciamos las gracias, venerables pastores, por haberos co
municado cou nosotros;
y a falta de otra cosa, continuaremos
instantemente nuestras oraciones para que el día del triunfo final
completo de vuestra causa, que es
la del mundo cristiano y civi
lizado,
y el retomo de lá paz y del orden en vuestra amada y
gloriosa España amanezca cuanto antes» ..
El arzobispo de Calcuta, el 19 de agosto, decía a Gomá:
«Ni que
decir tiene que en
toda fa archidiócesis se ruega fer
vorosamente por la España católica». Y el de Madrás, el 2 de septiembre:
«,El grave
acento de vuestro mensaje,
tan lleno de razón se
rena, de justicia
y de caridad cristianas, no dejaría lugar a la me
nor duda sobre la santidad de
la causa que ha alzado en pie a
la España nacional, y pondría un anatema de impiedad sobre-la
ligereza inexpicable de quien· se alinease en pro de los enemigos
de
Dios y de su Iglesia».
Los obispos de Filipinas, el 21 de octubre de 1937:
«Me es
grato poner en conocimiento de Vuestra Eminencia
Reverendísima que todos los señores obispos de Filipinas, uni dos en el mismo sentimiento
y en las mismas ideas simpatizan,
a pesar de
la propaganda impla y sectaria, con las aspiraciones
de
la nueva España, reconociendo, interesándose y haciendo suya
la legitimidad y nobleza de la causa que sostiene el Generalísimo
Franco, el episcopado español
y todos
los buenos españoles que
luchan al lado del glorioso
Caudillo por
la salvación religiosa
y
económica de España. »Dios no puede menos que ayudar a los que luchan por los
intereses religiosos y la salvación de España. Un
ejército que
reza
el rosario, confiesa
y comulga antes de lanzarse al combate,
tiene que vencer necesariamente».
Podríamos continuar este auténtico "plebiscito de la Iglesia
universal sobre la guerra de
España. No parece necesario. Quien
quiera
consultar los textos completos
aqu! citados
puede hacer
fo en: Ha hablado la Iglesia, Burgos, 1937; El mundo cat6lico y
la carta colectiva del episcopado español, Burgos, 1938; La carta
colectiva del
episcopado español, Editorial
CIO, Madrid, 1972.
885
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO ]OSE FERNÁNDEZ DE LA CIGOJitA
Por último, y en el primer aniversario de la muerte de nues
tro queridísimo amigo Eugenio Vegas, que tan intensamente vivió
aquellos días, queremos traer del segundo tomo· de sus
Memo
rias, aún inédito, testimonio del espíritu con que se sintió aquella
guerra. Podemos comenzar con Carlos Miralles. Un grupo de jóve
nes madrileños fue encargado por el general Mola de cortar el
paso por Somosierra. Y
allí se
fueron a cumplir
las órdenes re
cibidas. Cuando algún coche no obedecía el mandato de alto
disparaban sobre él
y se ocasionó alguna víctima.· La inmediata
preocupación de
aquellos voluntarios era procurar que
hioieran
un
acto de contrición
para que
murieran cristianamente.
Carlos Miralles, que mandaba aquellos jóvenes, fue herido
gravísimamente el
22
.de julio
al intentar resistir el avance de
una columna roja de dos mil hombres que quería desalojar a los
menos de cien defensores del puerto. Le trasladaron a Burgos
donde llegó ya cadáver. Por los pueblos del trayecto, llenos de
controles, recibían a la comitiva con gritos patrióticos. Carlos les
oía moribundo.
Y en un momento dado, al oír los
¡ Viva Espa
ña!, dijo a sus hermanos Luis
y Manolo que le acompañaban:
-
Yo ya he hecho bastante por España. Ahora que sólo
me hablen de Dios.
Ese espíritu era muy común entre. los combatientes. Por eso
no es de extrañar que encargado Eugenio Vegas por la familia
de 1a redacción y publicación de la esquela del primero de los
hermanos Miralles que
caía en combate, pusiera en ella, con
profundo se.ntimiento
y convencimiento, unas palabras que luego
se multiplicaron en
tantísimas otras
esquelas: «Muerto por Dios
y por España».
Era un sentimiento vivo y" Compartido entre combatierites y
'familiares. ¿Que hubo algunos muertos en los que esa palabra
sonaría incluso a burla? Puede ser.
Pero la
inmensa mayoría es
taba convencida
de que respondían a la
. realidad.
Se podrían contar miles de ejemplós de madres que anima
ban
a
sus
'hijos a
marchar al combate, donde había riesgo cierto
y
grave de
perecer, o que
areptahan esa
decisión de
sus hijos con
886
Fundaci\363n Speiro
¿CRUZADA O GUERRA CIVIL?
un espíritu realmente de Cruzada. Dios exigía ese sacrificio, en
el
que
peligraba la vida del lújo, ~¿cuántos no volvieron?-,
y
ellas se tragaban las lágrimas porque una causa santa estaba
en juego. Eugenio Vegas
refiere cómo
cuando el infante don Juan se
disponía a incorporarse
al frente
de Somosierra, su madre,
la
reina doña Victoria Eugenia, aprobó inmediatamente la empresa.
- Porque en situaciones como ésta, dijo, como dice el pro
verbio,
las mujeres
a
rezar y los hombres a luchar.
Del tiempo en que estuvo Eugenio Vegas voluntario en So
mosierra, hasta que fue reclamado a Burgos por el general Mola,
nos relata el estado
de ánimo de su amigo Luis Miralles que
acababa
de enterrar a su hermano en la citada capital castellana.
«Cuando
alguna noche . me tocaba guardia solía acompañar
me
Luis Miralles.
Tenía un
elevadísimo espíritu.
- Esto es
magnífico, me decia. Estar aquí luchando por
Dios y por España. Yo estaba en Italia, estudiando, pero como
veía que
aquí las cosas iban muy
mal, exigí a mis hermanos,
bajo
palabra de honor, que cuando supieran que
el alzamiento
era inminente me llamaran.
Al ver que el estallido era inmediato
se lo dijeron a nuestra madre y ella les dijo que me avisaran. » Y yo no sabía qué
admirar más,
si la
moral del
lújo o a
aquella madre que durante tres años había tenido a sus tres
lújos mayores en
la cárcel y que ahora, cuando dos seguían en
riesgo pero el tercero
parecia a salvo en
el extranjero, decía a
los que estaban aquí que le llamaran, pues
la patria podía ne
cesitatlo. No vivió el sufrimiento de
la muerte de sus tres lújos,
pues murió en Madrid unos días antes del 18 de julio. Recuerdo
que estuve en su entierro. Y me quedó grabadísimo, de modo
que aún hoy perdura en mi memoria, el
colosal espíritu
religioso
de Luis
Miralles».
No
es de extrañar que en ese ambiente religioso-patriótico,
doña María
Ortega, viuda de Pradera, se refiera a su
marido
asesinado,
en carta a Eugenio Vegas, como a «mi querido már
tir».
Habla una
clara conciencia de que se moría
P!)r Dios.
· Me
parece también significativa en este sentido
la carta que
887
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO ]OSE F::jDEZ DE LA CIGONA
el hoy arzobispo. M · · o Romero de L,;ma, que entonces se
preparaba para el sacerdocio,
escribía a
Eugenio Vegas:
«Desde que en
España ha comenzando esa Santa. Cruzada
(obsérvese que estamos en diciembre de 1936) me he planteado
el problema de si debería o no marchar inmediatª1l!ente al frente.
Personas nada sospechosas me aconsejaron que
ni.e quedara.
Y a
que aquí también estaba sirviendo a España pues, a consecuencia
de los fusilamientos de sacerdotes, pronto se notaría su falta,
mas ahora
han llamado oficialmente a mi qointa y mi deseo es
marcharme cuanto antes». Pese a los consejos de Angel Herrera de que no acudiera a
España, a los pocos días se encontraba con
Eugenio en
San
Se
bastián vistiendo ya el uniforme de soldado. Se reproduce tambié11 en las
Memorias .un artículo de José
Pemartín publicado en
ABC de Sevilla el 1 de junio de 1937
con el
titulo El banquete de los muertos sagrados. En él se da
una versión del asesinato de Pr.adera que yo desconocía: «(Pedro Sáinz Rodríguez) nos narró la santa muerte de Pradera, como
un San
Pablo, con el crucifijo
.en la
mano, gritando
·a sus
asesi
nos: ¡Este no muere! ¡Y
si os arrepeftús, El
os .perdonará, como·
yo os perdono!». Víctor Pradera era un
viejo tradicionalista,
cargado de estu
dios y saberes. Toda su vida la había ofrendado a sus queridí
simos ideales de Dios, Patria
y Rey. Su muerte bien puede con
siderarse
<:orno el
colofón de una
existencia militante. Pero
.hay
en
.el libro de
Vegas otros
testimi>nios. Como
el de Borja Infan
tado. Joven, simpático,. de
la. primera
aristocracia española ...
Todo en la vida parecía sonreirle. Los tres hijos del viejo duque
habían ido
al frente sin vacilaciones. Un
día, el
más joven, apenas
tenía veinte
años, escribió esta carta a su madre:
«Quericlísima mamá:
Quisiera escribirte una
lárguísima carta,
pero
no puedo
ni me siento capaz de hacerlo.
»Esta carta es una despedida, pues creo que esta tarde Dios
me llamará. No entro en detalles de los que ya te enterarás.
Lo
lllÚco que quiero es decirte que tengas valor y no llores por mí,
pues estaré mucho mejor que en esta tierra.
888
Fundaci\363n Speiro
¿CRUZADA O GUERRA CNIL?
»Es duro el sacrificio, pero Dios y España nos lo exigen y
no podemos
regateárselo.
»Dale
un abrazo muy fuerte a papá, dile que quisiera evitarle
este disgusto, pero que no puede ser. »Te abraza fuertemente
tu hijo que te espera allá arriba.
»¡Adiós
y viva España! Borja».
A los dos días de esta extraña premonición
cala muerto
el
joven
alférez frente
al enemigo. En el bolsillo de su guerrera
encontraron esa
carra a
su madre.
El relato
podía ser
interminable.
La misma peripecia guerre
ra
de Eugenio Vegas que era capitán jurídico y en tres ocasio
nes marchó
al frente voluntario. Primero a Somosierra, después
a una Bandera de Falange y por último como legionario. Cuando
tantos de
sus
amigos, cuando
tantos españoles habían muerto o
motían asesinados
o en el frente, le
parecía que
su obligación
con Dios y con España estaba
en primera linea y no en la reta
guardia haciendo consejos de
guerra como
capitán jurídico. Y
en
la Legión, con un grupo de amigos legionarios que crecía por
días, rezaba
todos los días
el rosario en las trincheras. ·
El
estaba convencido de que participaba en una
Cruzada. La
Iglesia, por boca de sus má.s altos representantes, opinaba lo
mismo de esa guerra. Los asesinados estaban absolutamente se'
guros
de que eran mártires por la
fe. Al lado
de todo esto hubo
miserias, evidentemente. Pero, ¿en qué Cruzada no las hubo?
889
Fundaci\363n Speiro
LA PERSPECTIVA DE EUGENIO VEGAS
POR
FRANc1sco JOSÉ FERNÁNDEZ DE LA CrGoÑA
La guerra de España de 1936 a 1939 fue calificada de Cru
zada. Guerra
hecha por la Cruz. Basada en motivos religiosos y,
en cierto modo, antesala
del cielo
para los combatientes de uno
de los bandos que ofrecían su mayor bien, la vida, por Ctisto
y la religión. Dentro
de la más fundada tradición católica, a esa
entrega generosa del
cristiano, que por amor a Dios ofrece
sufri
mientos
y aun
Li-muerte, corresponderá la amorosa acogida del
Padre a las almas de los
que· mueren
en
él combate.
Pero, ¿fue así? ¿Nuestra pasada guerra puede llamarse Cru
zada? ¿Estamos ante una realidad o frente
a la
manipulación
interesada y propagandística de unos hechos con otro significado?
Un acontecimiento de las características del alzamiento del
18 de julio de 1936, con cientos de miles de combatiebtes, con
indudables e inequívocos condicionantes
políticos, con miserias
y
grandezas, crueldades, injusticias y actos del más
. acrisolado
heroísmo
no es fácil de calificar. Unos y otros se
entremezclan,
haciendo
difuso lo que muchos
querrían nítido. ¿Podía ser
de
otra manera?
Los antecedentes tampoco contribuyen a aclarar el problema,
pues son también
varios y
distintos. Los había de llano y
claro
patriotismo
ante la desmembración de
la unidad
nacional. Cite
mos, por ejemplo,
la conocida manifestación falangista encabeza
da por José Antonio Primo de Rivera o
el tenaz combate que
Víctor Pradera sostuvo contra el· hacionalismo vasco. También
de defensa de la propiedad ante las constantes invasiones de fin-
869
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO ]OSE. FERNANDEZ DE LA CIGORA
cas o los incendios de mieses. O de puro instinto de conserva
ción ante
asesinatos
indiscriminados que
hacían que nadie se sin
tiera seguro. O de salvaguardia de una sociedad tradicional ante
amenazas de una revolución que pretendía inaugurar un mundo
nuevo: «Hijos, sí; maridos, no». De defensa de intereses em
presariales
y aun de simple consumo, amenazados por. las huel
gas
constantes. De anhelos por restablecer un
mínimo principio
de autoridad y de justicia sin los cuales un pueblo no puede vi
vir. De unión corporativa: un ejército disminuido y vejado, una
guardia civil
objeto de permanentes ataques y bajas: «También
los guardias civiles tienen madre ... ». De afanes por
sa:lir de
un
caos económico y social creciente. De legítimos .intereses políticos
de los que se hizo
escarnio en
la discusión de actas tras
las elec
ciones de 1936, señalando el asesinato de
Cellvo Sotelo
el punto
de no retomo ... Todo
ello llevaba a uri enfrentamiento cada vez más radical
entre las dos
Españas que
predecía un choque sangriento. Pero
todo ello no
justificaba una
Cruzada, aunque pudiera hacer
más
que legítima una sublevación.
Al mismo tiempo que actuaban todas esas concausas de la
guerra, había otras de inequívoco carácter religioso.
La Repúbli
ca, desde su
misma instauración,
había sido
abiettt:amente belige
rante
contra la Iglesia y el sentimiento católico de
muchos de
los
españoles. A .los ¡,ocos días de su prodlamación se produjo
el incendio.
de numerosos templos con la tolerancia,· si no con la
complicidad, de las autoridades republicanas.
La iglesia de los jesuitas de la calle de la Flor, la de las mon
jas
bernardas, la de los carmelitas descalzos de la plaza de Es
pafia, el colegio de Maravillas en los Cuatro Caminos, donde
los hetmanos de la Doctrina Cristiana daban educación gratuita a
los hijos · de · obreros
de aquella barriada, el
convellJto de
las
mercedarias, la parroquia de Bellas Vistas, el colegio de María
Auxiliadora, el ICAI... Era el 11 de mayo en Madrid. Aún no
hacia un
mes que
fos católicos
españoles disfrutaban de la
Re
pública. En Sevilla y en
Cácliz se reprodujeron los
hechos. Málaga
870
Fundaci\363n Speiro
¿CRUZADA O GUERRA CIVIL?
fue ya una orgía de incendios, .Como .Valencia y Alicante. Esta
ba claro, pese a las exhortaciones de Angel Herrera a los cató
licos de que acataran
la República,
cual era el objetivo de
muchos
republicanos: la abierta
persecución a
la Igl.esi~.
Inmediatamente
después de este acto de barbarie, en el que
se perdieron innumerables tesoros artísticos,
_el oficialmente ca
tólico ministro de
~ Gobernación, Miguel Maura; que h,¡bfa pre
sidido la
inacción de la fuerza· pública ante fos desmanes, expulsa
a Francia al obispo de Vitoria, monseñor
Múgica, que,
escoltado
por la policía y con protesta
expresa, es
puesto
. en la frontera
de
Irún. El 3 de junio los arzobispos españoles protestan de
las me
didas
anticatólicas del
Gobierno. El 14 de junio es
expulsado
de
España
di cardenal primado don Pedro Segura.
Los artículos 26 y 27 de
la Constitución consagraron· oficial
mente el sectarismo anticatólico del Gobierno. Azaña se permitía
proclamar que España había dejado de ser católica.
Se retira el crucifijo de
las escuelas
y se
expulsa a
los jesui
tas. Las procesiones, y
·entre ellas la Semana
Santa de Sevilla,
no pueden celebrarse. Los incendios de
iglesias son
el
pan· nues
tro
de
'cada día:
el convento de las reparadoras de Bilbao,
la
parroquia de Santurce, las iglesias de Purchill (Granada), Al
geciras, Pozáldez (Valladolid), Rioja (Almería), Peal de
Becerro,
Santa
Olalla (Huelva), Santa
María de · Pul pis ( Castellóh ), Be
ltanzos,
· Chanteiro
y Santa Matía del
Villar (Ferro!), Gijón,
So
morrestrO, Zafra ...
Pío XI había publicado su enc!élica Dilectisiima nobis con
sagrada a España a
raíz de la Ley de confesiones y congregado:
nes
religiosas
que· había
provacado
· una n~eva protesta
del epis
copado español. El triunfo electoral de las derechas fue sólo un breve parén
,tesis de relativa tranquilidad, si
bien sólo
después de la revolu
ción de octubre que en Asturias costó
la vida a varios sacerdotes.
El advenimiento
del Frente
Popular, en febrero
de 1936,
supuso
un notable
incremento de
la
barbari~ antieclesial.
Calvo Sotelo
hace en las Cortes un trágico balance: «A partir del 16 de
fe-
871
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGOFIA
brero ... hasta el 2 de abril se han producido los siguientes asal
tos y destrozos ... iglesias, 106, de las cuales
56 quedaron com
pletamente
desttuidas». Poco
después era Gil Robles quien en
d mismo lugar incrementaba las cifras. El período era dcl 16
de febrero al
15 de
junio: «Iglesias totalmente
de_sttuidas 160,
asaltos
de templos, incendios sofocados, destrozos e
intentos de
asalto,
251». Había, pues, una evidente cohnotación antirreligiosa
en
uno
de los
sectores en pugna. Era lógico, por tanto, que mo
tivaciones religiosas encendieran
indignaciones y
oposiciones en
el otro bando.
¿Hasta caracterizar
nna Cruzada?
:liJI 18 de julio de 1936 todas esas causas que venían entre
lazándose explotaron.
Y,
naturalmente, fueron
sentidas con di
versa fuerza en cada una de las personas o de los
grupos que
participaron
en la guerra.
Para el
Ejército no hubo, a .mi entender,
un planteamiento
de
Cruzada en
la conspiración previa y en el momento de la
sublevación. Los generales, jefes
y oficiales qne participaron en
el alzamiento, católicos sin duda muchos de ellos
y fervorosos
algunos, se movieron por motivos patrióticos y de autodefensa.
España se
deshacía, el
Ejército era vilipendiado y desarticnlado,
su segntidad social!
y aun física estaba en riesgo. . . No cabe duda
qué la __ mayoría de .ellos veía -con indignación el incendio de
iglesias
y la legislación anticatólica. Pero eso era un -elemento
más del
caos social que
querían remediar
y no el principal
de-
terminante
de
su actuación.
·
Sus
principales figuras no eran, al menos en aquellos días,
modelos
de. catolicismo
practicante
y fervoroso. H¡, oído a tes
tig9 autorizado
referir la anécdota de cómo un día el general
Mola
decía a Víctor Pradera:
- Mi mujer y usted son los únicos que me hacen ir a misa
los domingos.
Y del que más tarde sería generalísimo Franco se cuenta
anécdota_ semejante. No fue Africa,
precisi,mente; escuela
de
re
ligiosidad y ello es un hecho que afectaba á muchos militares.
No quiere ello decir que con posterioridad al 18 de julio, y
muy
posiblemente
a
consecuencia de la
_misma guerra
y de hechos
872
Fundaci\363n Speiro
¿CRUZ4DA O GUERRA CIVIL?
de profunda religiosidad vividos en ella, no se produjera un no-.
table cambio en muchos militares. Y concretamente en Mola
hasta su .muerte y en
el que enseguida seyía Caudillo de España.
Para
una importantísima fuerza política, el Carlismo, la
gue
rra
asumió desde el primer momento
el carácter de Cruzada. Y
aun
desde las mismas reuniqnes: conspiratorias. Se lanzaron al
combate por Dios, por la Patria y
el Rey. Independientemente
de la religiosidad individual de
.los combatientes
requetés, muy
notable en la mayoría de ellos, y que se traducía.
en' la
asisten
cia habitual a las misas celebradas en
.las trincheras
o en el rezo
del
r<>sario en
las mismas,
había. una.
manifestación pública y
colectiva que podríamos simbolizar en las cruces que
acompaña
ban
a las banderas que en muchas ocasiones también las lleva
ban tanto en
desfiies como
en
acciones de
guerra. Y el famoso
~detente» fue
un elemento
más de
la uniformidad de los tercios
del Requeté.
La otra . gran fuerza política que nutrió las unidades ·volun
tarias, FE de la JONS hasta la
Unificación, no teníaJa carga
religiosa que
.asumía
el Tradicionalismo. Aunque en la Falange
es
preciso distinguir dos fases muy diferenciadas.
El . primer
núdeo que pilotó José Antonio
Primo de
Rivera y la inmensa
formación
pol!tica que
se
creó tras. el alzamiento y al que lle-
garon
aluviones de muy distintas procedencias. '
Para
el movimiento joseanto.niano no era determinante la
cuestión religiosa, aunque fueta sentida
por, muchos o,
posible
mente por la gran mayoría de sus miembros Y,
particularmen
te;
por
los seguidores de Onésimo Redondo
.en los
que
el sen
tido católico estaba
mds institucionalizado.
Tras
la ejecución de su fundador, de cuya niuerte católica
no
cabe
abrigar
la menor duda, Falange conoció un acentuado mi
metismo nazifascista impulsado
por .jerarqnías ajenas al primi
tivo
núdeo falangista y que curio.samente
tei;minaron muchos
de
ellos en posiciooes muy contrarias a las asumidas en aquellos
días. La Falange de Sertano,Tovar,
Ridtuejo,.Lafu; Tortente
... ,
todos personajes de aluvión que nada tuvieton
que ver con la
Falange
de los días
difíciles, no
era precisamente un movimiento
873
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGO1'A
puesto en pie de guerra por Dios y la Religión. Aunque utiliza
ra, porque le converúa,
el impulso religioso.
Las preocupaciones del
eximio cardenal. Gomá ante modelos
foráneos
que pretendían imponerse nos excusan de
, insistir
en
este tema. Solamente mencionaremos un hecho
que nos
parece
profundamente significativo, Los·
«caídos» sustituyeron
a los
«mártires» o, simplemente, a· los «muertos · por Dios y por Es
paña». Cierto que oficialmente eran caídos por Dios y por Espa
ña,
de la JONS. Pero así como la T cayó enseguida de la termino
logía al
uso de
los nuevos
falangistas, los muertos. en
la guerra
eran sencillamente los
crudos.
Esto
no quiere
decir que entre los miles de· voluntarios que
acudieron
a las · Banderas de Falange no hubiera muchísimos ·en
las que
los impulsos:
religiosos fueran
de enorme peso. Eviden
temente. Pero
la linea oficial iba por otro canúno.
Donde la guerra adquiere un impresionante carácter religioso
es en la retaguardia
republicana: Allí fueron miles. y. miles los
asesinados
por
causa de la
religión: Y es
verdaderamente·
estre
mecedor el testimonio de las bárbaras ejecuciones de obispos,
· sacerdotes, religiosos,
religiosas y seglares, a
los
que es imposible
negarles
el carácter de mártires. como últimamente. ha reconocido
ya
ofici~lmente la Iglesia, ¡por
fin!, en tres
carmelitas descal
zas
·de
Guadalaiara que,
sin
La
' muerte
asumida
con pleno
convencimiento·
de martirio
está
reflejada
documentalmente en miles' de
testimonios,
Morían
entre
cánticos religiosos, aclamando a
Cristo 'Rey, perdonando
y aun bendiciendo a los que les asesinaban, seguros de que esa
muerte les abría-las puertas•
del cielo. ·
y es .precisó' añadir otra ciracterística de aquellas ejecuciones
muchas veces
.
masivas. Bastlilltes. pudieron salvar s;,s vidas
acep
tando ·Ia propuesta de apostasía' de sus verdugos. No lo hicieron
y murieron
ejemplatinente. Y
estos
testimonios de
profunda
re
ligiosidad, de santidad martirial, no lós clieriln sólo obispos y
sacerdotes. Eo · no pocás ocasiones foetón seglares los. qne anim~i
. _874
Fundaci\363n Speiro
.
¿CRUZADA Q GUERRA CIVIL?
han a quienes se hallaban ante el pelotón de ejecución confor. tando a sus compañeros con
la esperanza del cielo.
El pueblo comprendió enseguida el significado religioso de
esas muertes y,· pese a la moda imperante y aun impuesta, en
numerosos pueblos
de· España
hubo
una plaza o una .calle, de los
Mártires.
En la retaguardia de la zona nacional se vivió también un
sentido religioso de la guerra. La inmensa mayoría de los que
apoyaban
el alzamiento ten!an clara conciencia de que se
estaba
salvando
a España de los «sin Dios». Actos religiosos conmemo
raban oficialmente las victorias del ejército e infinidad
de. fune
rales,
en la intimidad de las familias y los
amigos -¿quién
no
tuvo a
alguien próximo,
muerto
en el frente o en la retaguardia
republicana?--'--, daban
también un sentido religioso al tránsito
de esta vida a
la. otra
como muertos en la
fe y no pocos por
la fe.
·
Que
esto se vivió
as! por
muchas gentes es indudable. A su
lado
habría escépticos y aun agnósticos. Y las barbaries que toda
guerra desata animando pasiones· de odio, venganza y rencor.
Pero eso ha ocurrido en toda
Cruzada.
La
Iglesia también se pronunció por aquellos
días y ·en sen
tido
inequívoco. Su voz más autorizada, la del Santo Padre, no
deja dudas al respecto. PíoXI, en su famosa alocución a
un
grupo . de peregrinos españoles que huían de la barbarie roja fue
ya sumamente explícito cuando aún no habían ocurríclo las es
pantosas matanzas de Madrid del
otoño de 1936.
«Desposeídos y despojados de todo, cazados y buscados para
daros la muerte en las ciudades y en
los· pueblos,
en las
habita
ciones
privadas y en las soledades
de los
montes, así como
veía
el Apóstol a los primeros mártires, admirándoles y gozándose de
verles hasta lanzar al mundo aquella intrépida y magnífica pala
bra que le
proclama indigno
de tenerles:
quibus non erat mundus.
Venís a decirnos vuestro gozo por haber sido dignos, como
los
primeros Apósteles, de sufrir
pro nomine Iesu, vuestra feli
cidad,
ya exaltada por
el
primer Papa,
cubiertos de, oprobios,
por el nombre
de Jesús
y por ser cristianos; ¿qué diría
él mismo,
875
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO JOSH FHRNANDHZ DH .LA CIGOfM
qué podemos decir Nos en vuéstra alabanza, venerables. Obispos
y Sacerdotes, perseguidos e injuriados precisamente ut Ministri
Cbri.sti et
dispensatores mysteriorum Dei?
Todo esto es un esplendor de virtudes cristianas y sacerdo
tales, de
heorísmos y de martirios; verdaderos
martirios en
todo
el sagrado y glorioso significado de la p.dabra, hasta el sacrificio
de las vidas más inocentes, de venerables ancianos, de juventu"
des
primavetales, hasta la intrépida generosidad que pide un lu
gar en
el carro y con las victimas que espera el verdugo».
«Cuanto hay
de más humanamente humano y de más divina
mente divino; personas sagradas, cosas e instituciones s_agradas;
tesoros inestimables e insustituibles de fe y de piedad cristiana,
al mismo tiempo que
de civilización y de arte; objetos precio
sísimos, reliquias
santlsimas; dignidad, santidad, actividad
bené
fica de vidas enteramente consagradas a la piedad, a la ciencia
y a la caridad; altlsimos Jerarcas sagrados, Obispos y Sacerdo
'i:es, vfrgenes consagradas
a Dios, seglares de toda clase
y condi
ción, venerables
ancianos,
jóvenes en la flor de la vida, y el mis
mo sagrado
y solemne silencio de los sepulcros, todo ha sido
asaltado,
artuinado, destruido con fos modos más villanos y bár
baros, con el desenfreno más libertino, jamás visto, de fuerzas
salvajes y crueles, que pueden creerse imposibles, no digamos a
la dignidad humana, sino hasta la misma naturaleza humana, aun
la más
miserable y la caída. en lo más bajo».
Y
el Papa no
sólo .;alta la gesta de los mártires, sino que
también
.bendice a
los ejércitos nacionales:
«Sobre toda consideración política y mundana, Nuestra Ben
dición se
dirige de una manera especial a cuantos. se han im
puesto
la dificil y peligrosa tarea de defender y restaurar los
derechos y el honor de Dios y de la Religión, que es como decir
los derechos y la dignidad de las conciencias, la condición pri
mera
y la base· segura de todo humano y civil bienestar».
El primero de los documentos episcopales que en España se
ocuparon de la guetta fue
.el que
firtnaron
los obispos
de Pam
plona, Marcelino
Olaechea y de Vitoria, Mateo Múgica
el 6 de
agosto de 1936.
876
Fundaci\363n Speiro
,CRUZADA O GUERRA CIVIL?
La pastoral comienza con, estas palabras: «En estos momen
tos gravísimos, tal vez decisivos para
la suerte de la Religión y
de
la Patria ... ».
Dicen los obispos:
«En el
fondo
del movimiento
cívico-militar de nuestro país
late, junto con
e1 amor de patria en sus varios matices, el amor
tradicional de nuestra Religión sacrosanta. El espectáculo que ofrece hoy nuestra región es único en
el mundo. Habéis hecho
a
Dios la ofrenda de docenas de
miles de
vidas. Muchas de ellas
han sucumbido. Vasconia y
Navarta llevan
la marca gloriosa de
la sangre derramadá por Dios». Pero los obispos se encuentran ante un
«gravísimo episodio».
Católicos
de sus diócesis se oponen con las
armas al
ejército
nacional. «Esto es gravísimo. Pero lo que conturba y llena de
consternación nuestro ánimo de
Prelados de la Iglesia, es que
hijos ·nuestros, amanósimos de la Iglesia y seguidores de sus
doctrinas,
han hecho causa común con enemigos declarados, en
carnizados
de la Iglesia».
,
Y
a esos católicos extraviados les dicen los obispos, sus
obis
pos: «Hijos amadísimos:
Nos, con toda la autoridad
de que nos
hallamos investidos, en la forma categórica de un precepto que
deriva de
la doctrina clara e ineludible de la Iglesia, os decimos:
Non licet.
»No es licito, en ninguna forma, en ningún terreno, y menos
en la forma
cruenósima de la guerra, última razón que tienen
los pueblos para imponer su razón, fraccionar las fuerzas católi
cas ante el común enemigo. La doctrina de
la unión ante los
enemigos del cristianismo, .antes que todo, sobre todo, con todos,
tan reiteradamente inculcada por el Papa actual en el orden pa
cifico
de
las conquistas del
espíritu, en
la estrategia del
· Aposto
lado,
en las luchas blancas de los comicios o de la
fabor legis
lativa,
debe aplicarse totalmente, sin género
de excusas, a los
casos de guerra en que se juega el todo por
el todo, doctrina e
ideales, haciendas y vidas, presente y futuro de un pueblo.
»Menos- lícito es, mejor absolutamente ilícito es, después de
dividir, sumarse al enemigo para combatir al hermll!IO, promis-
877
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIGONA
cuando el ideal de Cristo con el de Belial, entre los qne no hay
composrnra posible ( ... } . »Llega la ilicitud a
la monstruosidad cuando el enemigo es
este monstruo moderno, el marxismo o comunismo ( ... )»_.
Un mes después, el obispo de Vitoria, precisamente nno de
los dos obispos españoles que n~ firmaron la carta colectiva de
1937, pnntualizaba: «Por conducto autorizado, se nos dice que en Bilbao niegan
que sea auténtico nuestro documento Pastoral que, de acuerdo
con mi Venerado Hermano, de Pamplona, se publicó en la pren
sa y se radi6 el día 6 del pr6ximo
pasado mes
de agosto, con
denando la incomprensible conducta de algunos cat6licos de nues tra
. diócesis, que combatían· a
metralla despiadada a otros he.r
manos suyos cat6licos, levantados en armas a nna con la
im:nensa
mayoría
del ejército español, para defender los intereses
relic
giosos
y a España».
Y más adelante: «Católicos vascos, oid, escuchad, a vuestro Prelado que, sin
distinción
de partidos, supo amar a todos sus Hijos diocesanos.
»No
podéis de
ninguna manera cooperar ni mucho ni poco;
ni directa· ni indirectamente, al quebranto
de1 ejército
español
y
cuerpos auxiliares, requetés, falangistas y milicias ciudadanas que, enarbolando
la auténtica bandera española, bicolor, luchan heroi
c.amente
por la Religión y por
fa Patria».
Y concluye:
« Y
vosotros, sacerdotes
y religiosos, haced llegar nuestra voz
a
los fieles
de la di6cesis en vuestras iglesias respectivas, secun
dad en estos gravísimos momentos
dócil y lea1mente todas nues
tras actuaciones:; rezad, orad, pedid, Organizad cultos; aconseja&
pertitencia y mortificaciones a las almas, aportad y haced aportar
los recursos econ6micos que os sean posibles; todo ello,
para
cooperar
por todos los medios viables al triunfo del ejército sal
vador de España».
El arzobispo de Burgos, en su Pastoral del 14 de febrero
de 1937,
dec!a:
«Y
hubiera
sucumbido bajo los embates de tantos adversa-
878
Fundaci\363n Speiro
¿CRUZADA O GUERRA Cl\(IL?
rios, si el Angel Custodio de España, enviado por la misericordia
de
Dios, no
hubiera conmovido
las fibras de este pueblo, por
ción escogida del Señor
y de la Santísima Virgen, y valiéndose
del siempre católico
y heroico ejército español no se hubiera
levantado al grito de
¡ Viva España!, empuñando las atmas una
vez más contra los enemigos de Dios y de la Patria, y lanzán
dose a la lucha
más épica, grande y desproporcionada que han
visto los siglos,
y en la que desde el primer ¡{¡omento ha bri
llado con luz meridiana la visible protección del cielo,
sm la cual
es inexplicable esta nueva y sin pat reconquista».
Pata el atzobispo de Burgos era Dios el que combatía al
lado
de los ejércitos nacionales: «Pensad bien vosotros, venerados Hermanos
y amadísimos
Hijos, las gracias
y beneficios que se os han hecho, medid los
peligros de que se os ha librado. Mirad en vuestro derredor y
ved las muertes alevosas, los. crueles asesinatos, las persecucio
nes, los despojos, las angustias,
· 1as desolaciones
que os rodean
por todas pattes. Contemplad cómo se
han conjurado las furias
del averno, cómo se han
desafado completamente
sobre esta pobre
España pata destruirla
y aniquilarla; calculad qué hubiera suce
dido, si Dios no hubiese suscitado
y protegido el movimientó
· salvador,
llevándole adelante contra obstáculos
y dificultades sin
cuento,
y humanamente invencibles, e inspirado en esa juventud
de nuestros
días, que
no mereda
confianza alguna
por
su· frivo
lidad,
su afán de comodidades y placeres
y su olvido de la Re
ligión, un espíritu tau elevado, tau fuerte, tan valiente y tan
decidido por Dios y por la Patria, que parecía imposible existiese
y pudiera revelatse; confesad, finalmente, qué hubiera sido de
nosotros sin esa grande
y especial protección de Dios, que, sin
mérito alguno por nuestra patte, nos ha librado a nosotros y a
todo lo nuestro,
familias,-bienes
de todo orden, vidas, pueblos
y ciudades.· ¡ La Nación entera, de ser ~iervos de Mosaí, del co
munismo, de los "sin Dios"»!
En la misma línea el obispo de Salamanca, Plá y Deniel, ha
bía dicho en
su Pastoral,
«Las dos ciudades», de
30 de
septiem
bre de 1936:
879
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGOiU
«Los comunistas y anarquistas son los hijos de Caín, fratri
cidas de sus hermanos, envidiosos de los que
hacen un culto de
la
virtud,
y, por ello, les asesinan y les martirizan; y no pudiendo
acabar con Dios ni con Cristo, sacian su odio en sus imágenes,
en sus templos y en sus -ministros, y se_ gozan en el asesinato, en
el saqueo, en la destrucci6n y en el incendio». ·
Ante ellos están los defensores de la España nacional o, al
menos, una
parte de
ellos.
«Frente a tanta degradaci6n humana de la ciudad
terrena de
los sin Dios, florece la ciudad celeste de fos hijos de Dios, cuyo
divino amor les eleva hasta
fas sublimidades del heroísmo y del
marririo. El heroísmo necesita
un ideal elevado
para ofrendar
valiente
y· aun
gozosamente
la vida; a él llegan los soldados y
los voluntarios que luchan por Dios y por la Patria, esperando
una vida ultraterrena; no lo alcanzan los que, al impulso del
odio, son
811daces y crueles en matar: éstos llegan a exponerse
también a morir, mas
· no
son
. de
la casta
de los héroes que no
saben
huir».
Plá
y
Deniel reconocía, en septiembre de 1936, que en las
filas nacionales no era todo oro molido
y que habla en ellas
. hasta
asesinos. Pero a su
lado estaban muchos hijos de la ciu
dad de Dios, los
mártires,· evidentemente,
y también muchos de
los combatientes.
No vamos a multiplicar citas
episcopales que har!an inter
minable
este trabajo. Pero es inexcusado
referirse a la carta co
lectiva del episcopado espafiol, firmada el 1 de julio de 1937
por todos los obispos españoles que no habían sido asesinados
por los rojos, excepto dos que se encontraban fuera
de Espafia.
Y
aun uno
de los firmantes, monseñor Anselmo Polanco, obispo
de Teruel, sería posteriormente asesinado al caer en manos del
enemigo.
Para la totalidad de los obispos había también dos tenden
cias,
dos. ciudades:
«Un
pueblo partido en dos tendencias: la espiritual, del
lado
de los sublevados, que sali6 a la defensa del orden, la paz social,
la civilizaci6n tradicional y la Patria, y muy ostensiblemente, en
880
Fundaci\363n Speiro
¿CRUZADA O GUERRA CIVIL?
un gran sector, para la defensa de la religi6n; y de la otra parte
la materialista, llámese marxista, comunista o anarquista, que
quiso sustituit
la vieja civilizaci6n de España, con· todos sus fac
tores, por la novísima ,,civilización-" de los soviets rusos».
«Hoy por hoy, continúan diciendo los obispos, no hay en
España más esperanza para reconquistar la justicia y la paz y
los bienes. que
de. ella
derivan que el triunfo del movimiento
nacional».
El testimonio de los obispos españoles de entonces no es,
como se ve, dudoso. Y su voz tuvo eco internacional.
El episco
pado
de todo el mundo se pronunci6 tanto sobre el terrible
holocausto de
la zona roja como sobre la acci6n salvadora y de
reconquista del
ejército nacional.
El
cardenal Verdier, arzobispo de París, se dirigía el 7 de
septiembre de 1937 al cardenal Gomá, artífice de
la Pastoral
colectiva: «¡Pero, Eminencia, a pesar de tantos dolores y tantas ruinas,
una gran esperanza alborea ya para vuestra patria!
» Y
ante todo, el heroísmo tan cristiano de vuestros hijos cau
sa la
admiración del
mundo entero
y añade un nuevo esplendor
a la gloria de la caballeresca España. Más
. aún,
la gran familia
cat61ica recordará a
· través
de los siglos los sacrificios que los
hijos de la noble España han decidido hacer para salvar su fe,
y ella bendecirá
'Por siempre su ~emoria».
El
arzobispo de Cambrai se pronunciaba en el mismo sen
tido: «Estad· cierto, Eminencia,
.de nuestra
viva y fraternal sim
patía en la tribulaci6n: vuestros sufrimientos son nuestros, vues
tras angustias nos acongojan, vuestras humillaciones pesan asi
mismo sobre nosotros. Con vuestras oraciones van también las
nuestras;
y las comunidades religiosas y los verdaderos cristianos
de esta di6cesis ofrecen a Dios sacrificios por la redencl6n de
nuestra hermana, la España cat61ica». Para el cardenal Roey, arzobispo de Malioas, «esta guerra
ha
tomado el carácter del conflicto a muerte entre el comunismo
881
Fundaci\363n Speiro
fRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIGOEU
materialista y ateo y la civilización cristiana de nuestros viejos
países occidentales».
Los obispos de Chile
decían el
7
de. octubre:
«Aprovechamos
esta oportunidad para renovar nuestra ma
nifestación de simpatía
y adhesión que el año 1936 enviamos
al venerable Episcopado español en cable dirigido a Vuestra
Emi
nencia Reverendísima, y para asegurar a todos los venerables
hermanos en el Episcopado, al clero
y católicos de España, que
continuaremos rogando por
el triunfo de la causa cristiana en
vuestra patria, causa que lo es
de. la verdad,
de la justicia
y ca
ridad sociales y fuente del bienestar verdadero de los pueblos,
y, finalmente, que, en conformidad también a nuestros anhelos
y a vuestra petición, nos esforzamos en dar a vuestra hermosa
carta colectiva la mayor publicidad que nos sea posible, para
contribuir
as! al
triunfo de
la verdad
y de la justicia en el
mundo, a
la defensa de la Iglesia en la noble España de nuestros
mayores
y al triunfo definitivo de la, causa de Cristo para bien
de la Humanidad».
El arzobispo
de Westminster, en nombre de todos los obis
pos de Inglaterra y Gales, se
dirigía en
septiembre de 1937 al
cardenal Gomá · e!Í estos
términos:
«Con un dolor sólo superado por el vuestro, hemos notado
las tergiversaciones, las
mentiras, los
subterfugios
y las intetpre
taciones
torcidas de los hechos. Hace tiempo que nos hemos dado
cuenta de que la violencia
y la mendacidad eran' el brazo derecho
o izquierdo del comunista militante anti-Dios; aprendimos esto del programa de uno de sus corifeos. Desgraciadamente, nuestra
prensa ha aceptado con demasiado
afán la propaganda bien pa
gada de los rojos».
El cardenal Dougherty,
arzobispo· de
Filadelfia, en nombre
del episcopado norteamericano,
decía el
18 de noviembre:
«Nbs
decís que
diez obispos, que miles de sacerdotes
y reli
giosos
y decenas de millares de fieles católicos han sido asesina
dos; no pocas veces con crueldad execrable,
·por haberse
mostrado
infatigables enseñando al mundo la obra divina del Evangelio.
Vuestras palabras nos han causado profundo horror».
882
Fundaci\363n Speiro
¿CRUZADA O GUERRA CIVIL?
Los obispos mejicanos, que acababan de pasar una durísima
y sangrieora prueba en la que el pueblo católico dio una porteo
tosa lección de heroísmo
y de fidelidad a Cristo y a su Iglesia,
había eoviado,
días antes
de hacerse pública la carta colectiva,
un
hermosísimo mensaje
dé adhesión a los obispos españoles:
«Acostumbrados nosotros
a ser perseguidos desde
hace mu
chos años, nos hacemos perfectamente
cargo de
las penalidades
que
tanto el
venerable episcopado español como el clero
y los
fieles han padecido por el nombre de Jesús.
»Pero a
pesar de los grandes sufrimientos de la Iglesia me
xicana, compreodemos que el año de persecución padecido por
la Iglesia española supera a los nuestros, y es digna de comparar
se con la terrible persecución de
.los primeros
tiempos
del cris
tianismo».
Los obispos del Paraguay contestaban el 18 de agosto:
«Estamos admirando la valeotía de ese pueblo, cuyos
·hijos
están
librando memorables batallas eo persecución del nobilísimó
fin de manteoer los derechos bien definidos de
la· Iglesia
cató
lica y el ejercicio libre del culto religioso que, eo mala hora, los
femeotidos librepensadores quieren hacerlo
desaparecer.
»El
corazón
de este país,
tal vez la hija más pequeña,· peró
no por eso menos amante de
la Madre Patria, deplora todo lo
que está pasando, y en ocasión del Primer Congreso Eucarístico
Nacional que están celebrando, sus hijos
han pedido a Jesús Sa
cramentado termine cuanto antes
tanto horror
con el triunfo de
1a fe cristiana. El Señor bendiga la obra del general Franco».
El
obispo
· coadjutor
y el titular de Salto (Urugoay) enviaban
este mensaje el 20 de septiembre:
«Creemos asimismo un deber ineludible hacer llegar por in
termedio de Vuestra
Eminencia nuestros sentimientos de
sincera
admiración.
y alta simpatía al invicto jefe superior del insuperable
ejército libertador,
Generalísimo don Francisco Franco,
al cuerpo
de
verdadera excepción de expertos
oficiales y a . las intrépidas
legiones
por ellos conducidas a la victoria
re.sonante de
la
fe, la
civilización y el patriotismo sobre la soldadesca forajida del
·, ateísmo comuniSta».
883
Fundaci\363n Speiro
FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIG01U
El episcopado portugués, encabezado por el cardenal Patriar
ca
de
Lisboa, concluía as! su
carta colectiva
del 3 de enero de
1938: « Y a la
vista de la gloriosa pléyade de los mártires que hon
ran la
Espaiía católica,
inmolados en pleno siglo xx ante un mun
do casi indiferente, no nos resistimos a llamarla, con un gran
poeta, ¡la Sall.ta Espaiia!».
El
episcopado de Cerdeña,
el 10 de .octubre, no abrigaba
dudas
sobre el carácter de Cruzada de la guerta:
« Verdaderamente,
el auténtico pueblo de la católica España
ha sabido en la tórbida hora que corte, mantener altísimo
el lá
baro de su
fe con el heroísmo de sus hijos, encuadrados en una
nueva Cruzada contra todos los poderes de la impiedad, conju
rados contra Dios y la Patria. Nuestro pueblo, por cuyas venas
corte aún antigua sangre
espaiíola, fraternalmente
os admira, ve
nerables hermanos,
y · aplaude conmovido vuestra fe y vuestro
heroísmo».
Los obispos de Liguria,
. encabezados
por el
cardenal Min
gretti, decían el. 25 de octubre:
«Dilícil es
expresar con
la palabra la intensidad de nuestro
dolor ante la barbarie ejercida por los sin-Dios contra todo lo
santo, contra las personas, los templos y
la misma humanidad».
El cardenal Faulhaber, arzobispo de Munich: «Con toda el alma suplicamos al Príncipe eterno de la paz
que se acorten los
días de
la
prueba; y
entretanto, conceda su
ayuda a los desdichados que sufren,
y su fortaleza a los que
defienden los sagrados derechos de Dios, y su victoria a los que
luchan en estos combates santos».
Los obispos austriacos, en noviembre de 1937
decían:
«Nos
congratulamos con vosotros, al ver que tantos horrores
terminan en bien, de que
la victoria del derecho y de la justicia,
la victoria del cristianismo,· de
la fe católica, aclelanta cada vez
más en vuestro país. Así como antes
"nos condolíamos,
ahora nos
alegramos del cambio felicísimo obrado en vuestra patria».
Los obispos griegos se dirigían a los obispos españoles
d 30
de noviembre: ·
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¿CRUZADA O GUERRA CIVIL?
«Os ciamos las gracias, venerables pastores, por haberos co
municado cou nosotros;
y a falta de otra cosa, continuaremos
instantemente nuestras oraciones para que el día del triunfo final
completo de vuestra causa, que es
la del mundo cristiano y civi
lizado,
y el retomo de lá paz y del orden en vuestra amada y
gloriosa España amanezca cuanto antes» ..
El arzobispo de Calcuta, el 19 de agosto, decía a Gomá:
«Ni que
decir tiene que en
toda fa archidiócesis se ruega fer
vorosamente por la España católica». Y el de Madrás, el 2 de septiembre:
«,El grave
acento de vuestro mensaje,
tan lleno de razón se
rena, de justicia
y de caridad cristianas, no dejaría lugar a la me
nor duda sobre la santidad de
la causa que ha alzado en pie a
la España nacional, y pondría un anatema de impiedad sobre-la
ligereza inexpicable de quien· se alinease en pro de los enemigos
de
Dios y de su Iglesia».
Los obispos de Filipinas, el 21 de octubre de 1937:
«Me es
grato poner en conocimiento de Vuestra Eminencia
Reverendísima que todos los señores obispos de Filipinas, uni dos en el mismo sentimiento
y en las mismas ideas simpatizan,
a pesar de
la propaganda impla y sectaria, con las aspiraciones
de
la nueva España, reconociendo, interesándose y haciendo suya
la legitimidad y nobleza de la causa que sostiene el Generalísimo
Franco, el episcopado español
y todos
los buenos españoles que
luchan al lado del glorioso
Caudillo por
la salvación religiosa
y
económica de España. »Dios no puede menos que ayudar a los que luchan por los
intereses religiosos y la salvación de España. Un
ejército que
reza
el rosario, confiesa
y comulga antes de lanzarse al combate,
tiene que vencer necesariamente».
Podríamos continuar este auténtico "plebiscito de la Iglesia
universal sobre la guerra de
España. No parece necesario. Quien
quiera
consultar los textos completos
aqu! citados
puede hacer
fo en: Ha hablado la Iglesia, Burgos, 1937; El mundo cat6lico y
la carta colectiva del episcopado español, Burgos, 1938; La carta
colectiva del
episcopado español, Editorial
CIO, Madrid, 1972.
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FRANCISCO ]OSE FERNÁNDEZ DE LA CIGOJitA
Por último, y en el primer aniversario de la muerte de nues
tro queridísimo amigo Eugenio Vegas, que tan intensamente vivió
aquellos días, queremos traer del segundo tomo· de sus
Memo
rias, aún inédito, testimonio del espíritu con que se sintió aquella
guerra. Podemos comenzar con Carlos Miralles. Un grupo de jóve
nes madrileños fue encargado por el general Mola de cortar el
paso por Somosierra. Y
allí se
fueron a cumplir
las órdenes re
cibidas. Cuando algún coche no obedecía el mandato de alto
disparaban sobre él
y se ocasionó alguna víctima.· La inmediata
preocupación de
aquellos voluntarios era procurar que
hioieran
un
acto de contrición
para que
murieran cristianamente.
Carlos Miralles, que mandaba aquellos jóvenes, fue herido
gravísimamente el
22
.de julio
al intentar resistir el avance de
una columna roja de dos mil hombres que quería desalojar a los
menos de cien defensores del puerto. Le trasladaron a Burgos
donde llegó ya cadáver. Por los pueblos del trayecto, llenos de
controles, recibían a la comitiva con gritos patrióticos. Carlos les
oía moribundo.
Y en un momento dado, al oír los
¡ Viva Espa
ña!, dijo a sus hermanos Luis
y Manolo que le acompañaban:
-
Yo ya he hecho bastante por España. Ahora que sólo
me hablen de Dios.
Ese espíritu era muy común entre. los combatientes. Por eso
no es de extrañar que encargado Eugenio Vegas por la familia
de 1a redacción y publicación de la esquela del primero de los
hermanos Miralles que
caía en combate, pusiera en ella, con
profundo se.ntimiento
y convencimiento, unas palabras que luego
se multiplicaron en
tantísimas otras
esquelas: «Muerto por Dios
y por España».
Era un sentimiento vivo y" Compartido entre combatierites y
'familiares. ¿Que hubo algunos muertos en los que esa palabra
sonaría incluso a burla? Puede ser.
Pero la
inmensa mayoría es
taba convencida
de que respondían a la
. realidad.
Se podrían contar miles de ejemplós de madres que anima
ban
a
sus
'hijos a
marchar al combate, donde había riesgo cierto
y
grave de
perecer, o que
areptahan esa
decisión de
sus hijos con
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¿CRUZADA O GUERRA CIVIL?
un espíritu realmente de Cruzada. Dios exigía ese sacrificio, en
el
que
peligraba la vida del lújo, ~¿cuántos no volvieron?-,
y
ellas se tragaban las lágrimas porque una causa santa estaba
en juego. Eugenio Vegas
refiere cómo
cuando el infante don Juan se
disponía a incorporarse
al frente
de Somosierra, su madre,
la
reina doña Victoria Eugenia, aprobó inmediatamente la empresa.
- Porque en situaciones como ésta, dijo, como dice el pro
verbio,
las mujeres
a
rezar y los hombres a luchar.
Del tiempo en que estuvo Eugenio Vegas voluntario en So
mosierra, hasta que fue reclamado a Burgos por el general Mola,
nos relata el estado
de ánimo de su amigo Luis Miralles que
acababa
de enterrar a su hermano en la citada capital castellana.
«Cuando
alguna noche . me tocaba guardia solía acompañar
me
Luis Miralles.
Tenía un
elevadísimo espíritu.
- Esto es
magnífico, me decia. Estar aquí luchando por
Dios y por España. Yo estaba en Italia, estudiando, pero como
veía que
aquí las cosas iban muy
mal, exigí a mis hermanos,
bajo
palabra de honor, que cuando supieran que
el alzamiento
era inminente me llamaran.
Al ver que el estallido era inmediato
se lo dijeron a nuestra madre y ella les dijo que me avisaran. » Y yo no sabía qué
admirar más,
si la
moral del
lújo o a
aquella madre que durante tres años había tenido a sus tres
lújos mayores en
la cárcel y que ahora, cuando dos seguían en
riesgo pero el tercero
parecia a salvo en
el extranjero, decía a
los que estaban aquí que le llamaran, pues
la patria podía ne
cesitatlo. No vivió el sufrimiento de
la muerte de sus tres lújos,
pues murió en Madrid unos días antes del 18 de julio. Recuerdo
que estuve en su entierro. Y me quedó grabadísimo, de modo
que aún hoy perdura en mi memoria, el
colosal espíritu
religioso
de Luis
Miralles».
No
es de extrañar que en ese ambiente religioso-patriótico,
doña María
Ortega, viuda de Pradera, se refiera a su
marido
asesinado,
en carta a Eugenio Vegas, como a «mi querido már
tir».
Habla una
clara conciencia de que se moría
P!)r Dios.
· Me
parece también significativa en este sentido
la carta que
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FRANCISCO ]OSE F::jDEZ DE LA CIGONA
el hoy arzobispo. M · · o Romero de L,;ma, que entonces se
preparaba para el sacerdocio,
escribía a
Eugenio Vegas:
«Desde que en
España ha comenzando esa Santa. Cruzada
(obsérvese que estamos en diciembre de 1936) me he planteado
el problema de si debería o no marchar inmediatª1l!ente al frente.
Personas nada sospechosas me aconsejaron que
ni.e quedara.
Y a
que aquí también estaba sirviendo a España pues, a consecuencia
de los fusilamientos de sacerdotes, pronto se notaría su falta,
mas ahora
han llamado oficialmente a mi qointa y mi deseo es
marcharme cuanto antes». Pese a los consejos de Angel Herrera de que no acudiera a
España, a los pocos días se encontraba con
Eugenio en
San
Se
bastián vistiendo ya el uniforme de soldado. Se reproduce tambié11 en las
Memorias .un artículo de José
Pemartín publicado en
ABC de Sevilla el 1 de junio de 1937
con el
titulo El banquete de los muertos sagrados. En él se da
una versión del asesinato de Pr.adera que yo desconocía: «(Pedro Sáinz Rodríguez) nos narró la santa muerte de Pradera, como
un San
Pablo, con el crucifijo
.en la
mano, gritando
·a sus
asesi
nos: ¡Este no muere! ¡Y
si os arrepeftús, El
os .perdonará, como·
yo os perdono!». Víctor Pradera era un
viejo tradicionalista,
cargado de estu
dios y saberes. Toda su vida la había ofrendado a sus queridí
simos ideales de Dios, Patria
y Rey. Su muerte bien puede con
siderarse
<:orno el
colofón de una
existencia militante. Pero
.hay
en
.el libro de
Vegas otros
testimi>nios. Como
el de Borja Infan
tado. Joven, simpático,. de
la. primera
aristocracia española ...
Todo en la vida parecía sonreirle. Los tres hijos del viejo duque
habían ido
al frente sin vacilaciones. Un
día, el
más joven, apenas
tenía veinte
años, escribió esta carta a su madre:
«Quericlísima mamá:
Quisiera escribirte una
lárguísima carta,
pero
no puedo
ni me siento capaz de hacerlo.
»Esta carta es una despedida, pues creo que esta tarde Dios
me llamará. No entro en detalles de los que ya te enterarás.
Lo
lllÚco que quiero es decirte que tengas valor y no llores por mí,
pues estaré mucho mejor que en esta tierra.
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¿CRUZADA O GUERRA CNIL?
»Es duro el sacrificio, pero Dios y España nos lo exigen y
no podemos
regateárselo.
»Dale
un abrazo muy fuerte a papá, dile que quisiera evitarle
este disgusto, pero que no puede ser. »Te abraza fuertemente
tu hijo que te espera allá arriba.
»¡Adiós
y viva España! Borja».
A los dos días de esta extraña premonición
cala muerto
el
joven
alférez frente
al enemigo. En el bolsillo de su guerrera
encontraron esa
carra a
su madre.
El relato
podía ser
interminable.
La misma peripecia guerre
ra
de Eugenio Vegas que era capitán jurídico y en tres ocasio
nes marchó
al frente voluntario. Primero a Somosierra, después
a una Bandera de Falange y por último como legionario. Cuando
tantos de
sus
amigos, cuando
tantos españoles habían muerto o
motían asesinados
o en el frente, le
parecía que
su obligación
con Dios y con España estaba
en primera linea y no en la reta
guardia haciendo consejos de
guerra como
capitán jurídico. Y
en
la Legión, con un grupo de amigos legionarios que crecía por
días, rezaba
todos los días
el rosario en las trincheras. ·
El
estaba convencido de que participaba en una
Cruzada. La
Iglesia, por boca de sus má.s altos representantes, opinaba lo
mismo de esa guerra. Los asesinados estaban absolutamente se'
guros
de que eran mártires por la
fe. Al lado
de todo esto hubo
miserias, evidentemente. Pero, ¿en qué Cruzada no las hubo?
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