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Número 247-248

Serie XXV

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Notas sobre la arquitectura cristiana

NOTAS SOBRE LA. ARQUITECTURA CRISTIANA
POR
THOMAS MOJ.NAR
El hecho más significativo del desarrollo de la historia es
que
nada es nunca previsible. · Sin duda se trata de una pero­
grullada;
sin
embargo, el segundo hecho
significativo es
que los
hombres se han esforzado siempre en
hacerla previiible,

prin­
cipalmente según sus deseos e ilusiones.
Las ideologías contem.
poráneas buscan a-este fin los mismos métodos y resultados que
exploraron ya los
pueblos=caicos. Estos

encontraon en
el eterno
retorno

de las cosas el medio de alcanzar el conocimiento del
porvenjr y

su dominio
por los

hombres. El cosmos, a
pesar de
sus
aspectos temibles

e indescifrables, fue
reducido en la

men­
te de esos pueblos a repeticiones peri6dicas que matearían los
titos, las
ceremonias, los sacrificios, la liturgia política y, cosa
más asombrosa, la arquitectura. Esta, sobre todo la
sagrada, eta
más

aún que los edificios mismos, los lugares escogidos, el con­
junto del paisaje, su emplazamiento pot relación al sol y a la
configuración de

las montañas, de los valles, de las fuentes, es
decit, la armonía de los «lugares sagrados».
De lo dicho se desprende ya:
l.") que la arquitectura puede
contribuir
en alto
grado a

la comprensión de las religiones, y
2.º) que las religiones no monoteístas son esencialmente reaccio­
nes ante la naturaleza, que adoran bajo ciertos
aspectos. Adoran
sobre

todo
la permanencia que en ella se manifiesta y, por su­
puesto, el otden y la inmutabilidad propios de esta permanen­
cia. Por «cosmos» entienden tales religiones estas tres leyes: per­
manencia, orden e inmutabilidad, cuyo «secreto» se trata de
captar. Secreto en el sentido de que, si todas las cosas están en-
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Fundaci\363n Speiro

THOMAS MOLNAR
sambladas en una relación mutua, será posible, si no dirigir el
conjunto,
al menos influir sobre él, darle una inflexión en la
intención del manipulador cualificado: mago, taumaturgo, cha­
mán, sacrificador, etc.
El
medio principal
de tal manipulación es la arquitectura
sagrada, el

templo, el santaurio, el palacio real sacralizado, los
lugares donde se presenta el
numen, el genius loci, las tum­
bas, etc. Es que esos lugares -hablemos en lo sucesivo sobre
todo del templo- son mucho más que amontonamientos de ma­dera y de piedra: son a modo de talismanes en grande, núcleos
que captan lo esencial de lo sagrado, la manifestación trascen­ dente. El arquitecto del monumento sagrado
-y hoy

el arqueólo­
go y el historiador· de las
religiones--contempla

así un men­
saje religioso en todas las dimensiones del templo, de la iglesia,
de
la sinagoga, de la mezquita, del templo budista o mesopotá­
mico,
.de la
pirámide azteca.
Aquí no podremos reflexionar más que sobre ciertos aspec­
tos de esta contemplación apasionante al no ser nuestro objetivo
más que la comparación entre la arquitectura de otras religiones
y la del cristianismo. Otro objetivo será preguntarnos en qué sentido
el actual ecumenismo y la expansión del catolicismo ro­
mano hacia el tercer mundo habrán prescrito modificaciones en
la arquitectura católica. En otros términos, si las nuevas arqui­
tecturas, siempre bajo la égida de Roma, suponen una ruptura
de la unidad doctrinal. El templo egipcio, nos dice
el arquitecto-historiador noruego
Norberg-Schultz, es la síntesis de cuatro intenciones fundamen­ tales: el oasis cerrado, la masa megalítica, el orden por el án­
gulo derecho
y el eje principal, que es también el camino del
creyente.-Se

trata así de la imagen egipcia del cosmos,
y reco­
nocemos en

ella los temas del desierto, del oasis, de la montaña,
del Nilo. A
lo largo de la historia multi-milenaria del país estos
temas experimentatán
variaciones, pero la seguridad que obten­
drá el

creyente de este cosmos reducido, digamos miniaturizado,
permanecerá como
la expresi6n de sus verdades, calcadas sobre
realidades trascendentes. Lo mismo sucede con la arquitectura
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NOTAS SOBRE LA ARQUITECTURA CRISTIANA
sagrada de la Grecia antigua, anterior al siglo de· las luces de
Pericles y de Sócrates. Sobre
estp nos
ha ilustrado
inteligente­
mente

el erudito americano Vincent Scully. Contra lo que pien­
san la
mayoría de

los
arqueólogos, el
profesor Scully reclama
nuestra atención sobre
la estricta armonía que existe entre tem­
plo y sitio, escogido éste por la presencia de tal o
cual dios, por
modo que viene a ser una elaboración de
la presencia divina.
Hay así
lugares consagrados

a las divinidades chtonianas, por
ejemplo. Demeter, y otros consagrados a Apolo, dios
.de la luz
y de
la inteligencia. Antes de construir el templo o el santuario,
se había erigido un altar en un punto del paisaje de donde el
conjunto pudo ser captado a
fin de extraer el ~spíritu y la sig­
nificación.
· Observaciones parecidas han realizado otros filósofos del arte
y de
la arquitecutra sobre otras religiones, especialmente sobre
el hinduismo y el budismo, los dos grandes sistemas del Asia meridional y oriental, sobre el inazdeísmo, el jainismo, el Islam,
etcétera. Respecto a este último, debemos un estudio de contraste
· con la arquitectura cristianá a Titus Burckhart, cuyo espíritu ha
penetrado, y también a L. Massington, a Henry Corbm y a otros.
Resulta evidente que el
arte sagrado de todos los tiempos se
ha esforzado en expresar una teología, y que es en este dominio
donde hemos de buscar las correspondencias principales entre
la forma y orientación del edificio y el alma del creyente. Así,
el volumen de una mezquita,
. que

desde el punto de vista oc­
cidental cristiano es casi amorfo, expresa
bien la

idea central
del Islam según la cual
la voluntad suprema de Alá está en todas
partes, y
la voluntad --digamos la personalidad~ del hombre
vale muy poco ante ella. Se trata, escribe Burckhardt, de
la su­
presión del
yo en tanto que centro que responde a Dios, de la
divinidad por la naturaleza entera.
De aquí la fluidez de los
arabescos, el acento puesto en los adornos de jardines y palacios.
De ahí, igualmente, el martirio del místico sufita al-Hallaj, que
quiso introducir (siglo x) la humano-divinidad de Jesucristo en
la religión musulmana. M_assignon nos hace ver hasta qué punto
ese elemento humano habría de escandalizar a los creyentes de
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THOMAS MOLNAR
Alá. Al-Hallaj escribía: «Gloria a Dios de quien la Humanidad
manifiesta a los ángeles el secreto de su
divindad radiante
( se
trata de Adán). Y que aparece entonces a sus criaturas de un
modo visible como alguien que coíne y que bebe ( es decir,
Jesús)». La religión cristíana introdujo una fórmula teológica en todo
diferente, una visión del mundo donde el cosmos como tal se
ve notablemente debilitado en favor de un Dios trascendente y
personal. Este Dios, sin embargo, no anonada al hombre; al con­
. trario,

hace de él un ser responsable para el bien o para el
mal,
asi como en relación con las otras criaturas. La naturaleza tam­
poco aplastá o humilla; no se trata de conciliarse con ella me­
diante una manipulación
mágica; aunque
la vida
humána sea
reconocida

como frágil, el alma navega sobre un océano de ten­
taciones,
pero bajo la mirada de Dios. Así también las iglesias
de los primeros siglos son concebidas como mundos interiores,
lugares que representan la ciudad de Dios. ¿Qué hará el arqui­
tecto para
significar estas

nuevas relaciones? Hará de la iglesia
una especie de fortaleza
-un fragmento

de la
civitas Dei rodea­
do de la
civitas te"ena-con el exterior más o menos descuida­
do en provecho del interior. Los muros serán gruesos, pero en
su interior e1: viator~ que es el · creyente, se encuentra ante es­
plendores. Al revés que en el templo egipcio o en el griego, que
son lugares de coincidencia entre la naturaleza y el creyente, la
iglesia cristiana es un conjunto que
simboliza la

promesa
y la
plenitud de la redención. Su plano será en forma de cruz,
y la
nave será el .camino que lleva al altar, al corazón de Cristo.
El acento se
desplazará así de la conciliación con la natura­
leza a la confianza manifestada a Dios. Pero aqui también exis­
ten diferencias, dentro del propio cristianismo, entre la Iglesia
bizantina y la del Occidente larino. La forma alargada de los templos en el Occidente señala un
comienzo y un término, tema
sobre el que actuarán tanto el románico como el gótico. Entre
el principio y
el fin

el hombre ha de decidirse. por Dios o contra
él; su camino, el de la peregrinación y el de la iglesia misma,
le propone opciones: la posibilidad de maduración en la
fe o el
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NOTAS SOBRE LA ARQUITECTURA CRISTIANA
rechazo de la misma. En las iglesms orientales prevalece la for­
ma
circular, imagen del cosmos, del centro, del círculo, simbo­
lizados por la cúpula. El orden cósmico es eterno, retorno sobre
si mismo, inmovilidad. Dos mentalidades, dos acercamientos a
Dios. En las vicisitudes de la política del primer milenio, el
cisma ( 1054) no se explica quizá de otro modo: espacio longi­
tudinal, espaciq circular.
Símbolo de

mentalidades profundas.
Veamos ahora la evolución occidental de la iglesia. El romá­
nico es siempre una construcción reforzada, típica del espíritu
feudal. Será lugar de refugio, con muros espesos, masiva. Iglesia
abierta sobre el espacio, como llamando a los poblados esparci­
dos a acudir a ella para encontrar refugio y seguridad. Es eviden­
te que no podrá sobrevivir al
fin del feudalismo, al comienzo de
las poblaciones, de los municipios, de
los comerciantes
prósperos.
S9breviene por

lo mismo el pre-gótico y enseguida el gótico en
su desarrollo pleno. ¿Qué significará la nueva arquitectura? Ante
todo, una Iglesia segura de sí misma como centro de una civi­
lización. La catedral, y ya Suger lo reconoce, simbolizará mu­
chas cosas. Las murallas espesas se adelgazarán hasta reducir­
se
· a

una especie de esqueleto perforad9 por ventanas que tras­
lucen todos los colores. .Poco
. después,

incluso los arbotantes
entrarán
en el

juego y asumirán un papel decorativo portando
a hombros de ángeles santuarios miniaturizados. Los arquitec­
tos rivalizan en embellecer el exterior, ya que, al
contr~rio que
en

el románico, la catedral gótica se sitúa en pleno centro de las
ciudades a las que organiza y
articula. Deberá

ser bella, desta­
cando,
junto al

Ayuntamiento, riqueza y poder.
La otra función de la catedral,
seña)ada por

Suger, es la
lumiuosidad, los rosetones, los dorados, los objetos sagrados en
metales y piedras preciosas. Se trata de celebrar a Dios y a
la
creación, especialmente en los siglos once y doce, contra las som­
brías herejías
enemigas de la materia y de la belleza
.. La· catedral
es

así la síntesis del espíritu y de
la materia, a la vez que asume
una función
cívica, una

significación espacial. Es, como dice be­
llamente Norberg-Schultz, «un programa iconográfico» que
·re6ne
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THOMAS MOLNAR
el cielo y la tierra; pero es también el símbolo de la civitas, no
ya pagana sino cristiana. Civitas, civilizaci6n,
el apogeo del Occidente cristianizado,
contemporáneo de las
Summas y de la Divina Comedia, de las
reformas monásticas, de las Ordenes en todos los dominios,
eclesiástico, civil, etc.
Saltemos por -encima de siglos, porque lo que ahora nos_ in­
teresa son
las modificaciones
de la arquitectura cat6lica bajo la
presi6n
de un cierto ecumenismo y por _ la presencia de pueblos
no-occidentales que, cat6licos, están, sin embargo, influidos. por su propio medio cultural
y, por lo mismo, religioso. Somos ante
todo testigos de una arquitectura eclesiástica que acepta un pa­
pel neutro bajo el peso destructor de la sociedad industrial. _La
India, Egipto, Grecia, todos fueron marcados por su
arte religio­
so; nuestro siglo es el primero en eliminar lo sagrado en sus
postulados, en su imaginación, en sus creaciones. El · ecumenis~
mo tal como se entiende hoy no es ya una especie de eclecticismo,
una
síntesis de

todas las religiones (síntesis absolutamente im­
posible como se comprueba ya a partir de
_ arquitecturas en
oposici6n

total), sino una sujeción general a las normas fijadas
por la industria, la máquina,
la eficacia en la deshumanización.
Como escribía
el sabio británico J oseph Needham '---- go,
simpatizante con
el marxismo---la civilización mecánica en­
cierra
el espíritu en el rodaje de un sin-sentido preciso (acCúrate
nonsense) que ella fabrica sin cesar.
La
arquitectura sagrada
no existe ya en Occidente: sus auto­
res mismos son no creyentes, tales como Le Corbusier u Osear
Niemeyer, el marxista brasileño. Por lo demás, ¿con qué habría
de rimar
la arquitectura sagrada si los edificios públicos, museos,
tribunales, universidades, son máquinas funcionales o monumen­
tos-símbolo de la masonería
y dél anticristi_anismo? La cuestión
se plantea, sin embargo: ¿cuál será el porvenit de
la arquitec­
tura cat6lica en países que reclaman, con derecho, su plena in­
tegración por indigenizaci6n
_ del

clero y
-por qué no---por
la
integración del arte sagrado? Concretamente: existe
en estos
países

un estilo
arquitectónico, musical, coreográfico 'o escultu-
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NOTAS SOBRE LA .ARQUITECTURA CRISTIANA
ral propio, a menudo impresionante y noble, que exigirá en
adelante
un lugar aparte en el arte cristiano.
¿ Y por qué no?
Se habla de
la. insistencia de ciertos. africanos

en reunir un síno­
do puramente local para discutit. sus propios problemas;
existe,
sobre

todo en América
del Sur y en Filipinas, la teología de la
liberación; en la· India se da una tendencia
sutil, reforzada
por
la visita de Juan Pablo II, a introducir elementos decisivos del
hinduismo, diametralmente opuestos, sin embargo, a
la• fe y a
la doctrina cristiana, en
fa liturgia. A ojos de numerosos «ob·
servadores» occidentales se trata de un capítulo de los
«dere­
chos

del hombre» que
debe autorizar
a los católicos que
tengan
sus propias raÍé:es a «vivir. la fe» de acuerdo con su medio, sus
costumbres, etc., en tanto que- pueblo o raza o civilización. En
realidad las cosas
no suceden

de este modo. Antes de abordar
la
arquitectura propiamente dicha, dirijamos

una rápida
'ojeacfa
sobre

el verdadero problema
Tomemos tres
casos: la India, América Central y Africa Aus­
tral. Lo

que los occidentales toman por simple color local,
es­
pect~o
para

turistas, son realidades vivas en
la conciencia
ancestral de los autóctonos. Pueden verse en
Africa danzas sú0
puestamente religiosas porque las Presenta ·una secta que se llama
cristiana, que expresan un frenes! y una sexualidad inconciliab~
con· el cristianismo. Son cosas, sin embargo, muy vivas, por no
decir vividas, que contienen diffcilmente ·. a un clero sometido a
Roma,
y cuyas ramificaciones se observan hasta en Brasil ( en
Bahía, especialmente)
y en
Haití {los
voodoo). En Guatemala,
los indios
de las

altas mesetas unen el culto de los antepásados
a los·
ritos de

la Iglesia, espectáculo emotivo pero cuyas fuerzas
centrífugas actuales se convertirán más tarde· en un «retorno· a
las fuentes» paganas. En la India los doce millones de católicos
se ven como ahogados en la masa de setecientos millones de
hindúes ( cien millones de musulmanes) cuya auto-afirmación religioso-racial
no hay que desdeñar. Por lo demás, todos estos
pueblos del tercer
mundo están hoy

en
el camino de. la «recon­
quista» -por no decir de la «cruzada»- dirigida ante todo
contra sus vecinos (los hindúes contra los musulmanes, etc:),
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THOMAS MOLNAR .
pero mañana contra el homhre blanco y ·su punto débil, la re­
ligión cristiana. Bajo
el aspecto de la marcha eterna de las civi­
lizaciones

será esto normal, incluso deseable; pero como
proble­
ma

insuperable planteado a una Iglésia en confusión, se trata de
una serie de desafíos que
habrían de

resolverse con infinita
sa,
biduría. · Quizá

no sea
el mejor medio la presencia pontificia en
todos los rincones del planeta. Volvamos a la arquitectura, tema que· no hemos dejado. Si
los templos

son una teología en
· piedra,
habrían de esperarse
estilos nuevos de las Iglesias looales una vez conscientes de ellas
mismas como consecuencia de
la descolonización

y de
la debili­
dad tal vez mortal del Occidente. Realidad arquitectónica de la
mayor importancia:· casi todas las iglesias locales se adhieren a
.
la forma circular. El circulo es, a la vez, fortaleza (por lo mismo
defendible) e imagen_ del cosmos, del rodar
infinito de
los cuer­
pos celestes,
d.e las

estaciones, del ciclo vital. Hemos compro­
bado, siri

embargo, que
la circularidad adormece al yo y paraliza
sus impulsos. Es la serpiente que se muerde la cola, símbolo de
la sabiduría en oposición
á su imagen en el· judaísmo y· el cris­
·tianismo,
· en

los que es la gran tentación. Otra
collÍiguración:
basta

mirar los templos binduístas
o. budistas
para experimentar
el malestar que nos invade. El animismo no es
allí «gentil», romo
a

menudo en Africa: libera
las fuerzas

profundas, los instintos
y las pulsaciones, sugiriendo que el homhre no les es superior y
no debe dominarlas. Titus Burckardt señala que la proliferación
de formas animales que recubre
literalmente los
templos
hin­
dúes no es un signo· de respeto a la vida, don de Dios, sino pre­
cisamente lo contrario: el desprecio de la vida, su multiplicación
infinita y su reabsorción siempre posible,
y sobre todo deseable,
en

la gran nada. Me he percatado personalmente cuando en
Kat­
mandú,

en el Nepal ( donde
Jos jóvenes

occidentales se entregan
a la droga, como también en la ciudad sagrada de Benarés ), vi­
sitando un gran santuario budista, me encontré rodeado de
pe­
queños monos repugnantes que cohabitaban en los peldaños sa­
grados, los altares, las plataformas.
Había una
relación evidente
entre estos pequeños monstruos
y · los viejos expuestos en los
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NOTAS SOBRE LA ARQUITECTURA CRISTIANA
morideros no lejos de allá. El mensaje estaba claro: extinción
y copulación pos~.,¡, un valor idéntico, lo mejor es la aniquila­
ción.
Seamos lúcidos y honestos. Hasta aquí Roma ha logrado
contener
_ en


~y_ esto desde hace . dos mil años-los diferen­
.
tes

estilos (de liturgia, de arquitectuta, de vida) que
han surgi­
do, por lo demás legítimamente, en tierras
y civilizaciones que
ella penetró
y fecundó por la fe de Cristo. Ha cedido, a menudo,
a formas locales, siempre con conocimiento de causa; ba
dicho
también

no con
la misma sabiduría. La cuestión se plantea hoy en
toda su crudeza histórica sobre si
la especie de emigración que ha
emprendido Roma hacia el tercer mundo, migración desencade­
nada por el declive de un Occidente dementado, no entrañará
continuas concesiones a las exigencias locales,. culturales prime­
ro, doctrinales más tarde. Se dice con cierta ligereza de
moda qne
la

Iglesia no está vinculada a ningún centro de cultura; esto se
· dice

pronto, pero hemos visto cómo, para no hablar más que de_
la arquitectura,
el catolicismo ha impreso sus dogmas en el ta­
llado de las piedras, que lo expresan en sus más pequeños de­
talles. Por esto, bajo la presión de una simple presencia y aún
más de un predominio de otra arquitectura, cabe preguntarse
cómo dogmas y doctrinas resistirán a la sutil invitación de trans­
formarse. Si ya en el Occidente industrializado y despersonaliza­
do la Iglesia resiste con dificultad a
la despersonalización, tecni­
ficación,

robotización ( términos horrendos_
· de
una realidad ho­
rrenda ), ¿cómo hará entonces para sostenerse en un medio aún
más tentacular?
Hay en Burgos, frente a la catedral, pura maravilla, una igle­
sia moderna, símbolo de
la degeneración de la arquitectura sa­
grada. Es· una fábrica, un cine, cualquier cc:isa, un todo amorfo
con un altar emplazado en cualquier sitio, un Jesús en la cruz
repulsivo,

alienado, espantoso. El movimiento anti-romano en
las Indias se comportará de otro modo, pero
el resultado no será
más agradable a la vista y a la práctica de la
fe. El arte sagrado
es sagrado porque expresa una teología, no es un conj~to de
piedras, de colores, de cristales y de maderas moldeados al azar.
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THOMAS MOtNAR
'I' odás las civilizaciones --'4:lFeFI>alacio y en el Templo-lo han
comprendido
así; y •e han esforzado por inventar las formas que
mejor expresen su
visión . del

mundo. La
naturaleza colaboró
indudablemente
'a esta·, tarea sublinie. Hasta nuestros

días, en
los'c¡ue arte; tiadición'Y religión, asf

como
la propia vida (en el
aborto)
son'arrojádos por la ventana. ¿Sabrá

la Iglesia rehacer,
como tras
él declinardel Imperio Romano, la misma aventura
iivificadora en

los pueblos de otros continentes que supo
reali'
zar

con los celtas, los
gemfanos, loo eslavos,

los húngaros? ¿Son
conscientes hoy sus mensajes
de que la estética debe servir a la
moral, y ambas
a la

verdad?
T.~
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