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Número 247-248
Serie XXV
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- Estudios
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Autores
1986
Notas sobre la arquitectura cristiana
NOTAS SOBRE LA. ARQUITECTURA CRISTIANA
POR
THOMAS MOJ.NAR
El hecho más significativo del desarrollo de la historia es
que
nada es nunca previsible. · Sin duda se trata de una pero
grullada;
sin
embargo, el segundo hecho
significativo es
que los
hombres se han esforzado siempre en
hacerla previiible,
prin
cipalmente según sus deseos e ilusiones.
Las ideologías contem.
poráneas buscan a-este fin los mismos métodos y resultados que
exploraron ya los
pueblos=caicos. Estos
encontraon en
el eterno
retorno
de las cosas el medio de alcanzar el conocimiento del
porvenjr y
su dominio
por los
hombres. El cosmos, a
pesar de
sus
aspectos temibles
e indescifrables, fue
reducido en la
men
te de esos pueblos a repeticiones peri6dicas que matearían los
titos, las
ceremonias, los sacrificios, la liturgia política y, cosa
más asombrosa, la arquitectura. Esta, sobre todo la
sagrada, eta
más
aún que los edificios mismos, los lugares escogidos, el con
junto del paisaje, su emplazamiento pot relación al sol y a la
configuración de
las montañas, de los valles, de las fuentes, es
decit, la armonía de los «lugares sagrados».
De lo dicho se desprende ya:
l.") que la arquitectura puede
contribuir
en alto
grado a
la comprensión de las religiones, y
2.º) que las religiones no monoteístas son esencialmente reaccio
nes ante la naturaleza, que adoran bajo ciertos
aspectos. Adoran
sobre
todo
la permanencia que en ella se manifiesta y, por su
puesto, el otden y la inmutabilidad propios de esta permanen
cia. Por «cosmos» entienden tales religiones estas tres leyes: per
manencia, orden e inmutabilidad, cuyo «secreto» se trata de
captar. Secreto en el sentido de que, si todas las cosas están en-
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Fundaci\363n Speiro
THOMAS MOLNAR
sambladas en una relación mutua, será posible, si no dirigir el
conjunto,
al menos influir sobre él, darle una inflexión en la
intención del manipulador cualificado: mago, taumaturgo, cha
mán, sacrificador, etc.
El
medio principal
de tal manipulación es la arquitectura
sagrada, el
templo, el santaurio, el palacio real sacralizado, los
lugares donde se presenta el
numen, el genius loci, las tum
bas, etc. Es que esos lugares -hablemos en lo sucesivo sobre
todo del templo- son mucho más que amontonamientos de madera y de piedra: son a modo de talismanes en grande, núcleos
que captan lo esencial de lo sagrado, la manifestación trascen dente. El arquitecto del monumento sagrado
-y hoy
el arqueólo
go y el historiador· de las
religiones--contempla
así un men
saje religioso en todas las dimensiones del templo, de la iglesia,
de
la sinagoga, de la mezquita, del templo budista o mesopotá
mico,
.de la
pirámide azteca.
Aquí no podremos reflexionar más que sobre ciertos aspec
tos de esta contemplación apasionante al no ser nuestro objetivo
más que la comparación entre la arquitectura de otras religiones
y la del cristianismo. Otro objetivo será preguntarnos en qué sentido
el actual ecumenismo y la expansión del catolicismo ro
mano hacia el tercer mundo habrán prescrito modificaciones en
la arquitectura católica. En otros términos, si las nuevas arqui
tecturas, siempre bajo la égida de Roma, suponen una ruptura
de la unidad doctrinal. El templo egipcio, nos dice
el arquitecto-historiador noruego
Norberg-Schultz, es la síntesis de cuatro intenciones fundamen tales: el oasis cerrado, la masa megalítica, el orden por el án
gulo derecho
y el eje principal, que es también el camino del
creyente.-Se
trata así de la imagen egipcia del cosmos,
y reco
nocemos en
ella los temas del desierto, del oasis, de la montaña,
del Nilo. A
lo largo de la historia multi-milenaria del país estos
temas experimentatán
variaciones, pero la seguridad que obten
drá el
creyente de este cosmos reducido, digamos miniaturizado,
permanecerá como
la expresi6n de sus verdades, calcadas sobre
realidades trascendentes. Lo mismo sucede con la arquitectura
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Fundaci\363n Speiro
NOTAS SOBRE LA ARQUITECTURA CRISTIANA
sagrada de la Grecia antigua, anterior al siglo de· las luces de
Pericles y de Sócrates. Sobre
estp nos
ha ilustrado
inteligente
mente
el erudito americano Vincent Scully. Contra lo que pien
san la
mayoría de
los
arqueólogos, el
profesor Scully reclama
nuestra atención sobre
la estricta armonía que existe entre tem
plo y sitio, escogido éste por la presencia de tal o
cual dios, por
modo que viene a ser una elaboración de
la presencia divina.
Hay así
lugares consagrados
a las divinidades chtonianas, por
ejemplo. Demeter, y otros consagrados a Apolo, dios
.de la luz
y de
la inteligencia. Antes de construir el templo o el santuario,
se había erigido un altar en un punto del paisaje de donde el
conjunto pudo ser captado a
fin de extraer el ~spíritu y la sig
nificación.
· Observaciones parecidas han realizado otros filósofos del arte
y de
la arquitecutra sobre otras religiones, especialmente sobre
el hinduismo y el budismo, los dos grandes sistemas del Asia meridional y oriental, sobre el inazdeísmo, el jainismo, el Islam,
etcétera. Respecto a este último, debemos un estudio de contraste
· con la arquitectura cristianá a Titus Burckhart, cuyo espíritu ha
penetrado, y también a L. Massington, a Henry Corbm y a otros.
Resulta evidente que el
arte sagrado de todos los tiempos se
ha esforzado en expresar una teología, y que es en este dominio
donde hemos de buscar las correspondencias principales entre
la forma y orientación del edificio y el alma del creyente. Así,
el volumen de una mezquita,
. que
desde el punto de vista oc
cidental cristiano es casi amorfo, expresa
bien la
idea central
del Islam según la cual
la voluntad suprema de Alá está en todas
partes, y
la voluntad --digamos la personalidad~ del hombre
vale muy poco ante ella. Se trata, escribe Burckhardt, de
la su
presión del
yo en tanto que centro que responde a Dios, de la
divinidad por la naturaleza entera.
De aquí la fluidez de los
arabescos, el acento puesto en los adornos de jardines y palacios.
De ahí, igualmente, el martirio del místico sufita al-Hallaj, que
quiso introducir (siglo x) la humano-divinidad de Jesucristo en
la religión musulmana. M_assignon nos hace ver hasta qué punto
ese elemento humano habría de escandalizar a los creyentes de
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Fundaci\363n Speiro
THOMAS MOLNAR
Alá. Al-Hallaj escribía: «Gloria a Dios de quien la Humanidad
manifiesta a los ángeles el secreto de su
divindad radiante
( se
trata de Adán). Y que aparece entonces a sus criaturas de un
modo visible como alguien que coíne y que bebe ( es decir,
Jesús)». La religión cristíana introdujo una fórmula teológica en todo
diferente, una visión del mundo donde el cosmos como tal se
ve notablemente debilitado en favor de un Dios trascendente y
personal. Este Dios, sin embargo, no anonada al hombre; al con
. trario,
hace de él un ser responsable para el bien o para el
mal,
asi como en relación con las otras criaturas. La naturaleza tam
poco aplastá o humilla; no se trata de conciliarse con ella me
diante una manipulación
mágica; aunque
la vida
humána sea
reconocida
como frágil, el alma navega sobre un océano de ten
taciones,
pero bajo la mirada de Dios. Así también las iglesias
de los primeros siglos son concebidas como mundos interiores,
lugares que representan la ciudad de Dios. ¿Qué hará el arqui
tecto para
significar estas
nuevas relaciones? Hará de la iglesia
una especie de fortaleza
-un fragmento
de la
civitas Dei rodea
do de la
civitas te"ena-con el exterior más o menos descuida
do en provecho del interior. Los muros serán gruesos, pero en
su interior e1: viator~ que es el · creyente, se encuentra ante es
plendores. Al revés que en el templo egipcio o en el griego, que
son lugares de coincidencia entre la naturaleza y el creyente, la
iglesia cristiana es un conjunto que
simboliza la
promesa
y la
plenitud de la redención. Su plano será en forma de cruz,
y la
nave será el .camino que lleva al altar, al corazón de Cristo.
El acento se
desplazará así de la conciliación con la natura
leza a la confianza manifestada a Dios. Pero aqui también exis
ten diferencias, dentro del propio cristianismo, entre la Iglesia
bizantina y la del Occidente larino. La forma alargada de los templos en el Occidente señala un
comienzo y un término, tema
sobre el que actuarán tanto el románico como el gótico. Entre
el principio y
el fin
el hombre ha de decidirse. por Dios o contra
él; su camino, el de la peregrinación y el de la iglesia misma,
le propone opciones: la posibilidad de maduración en la
fe o el
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Fundaci\363n Speiro
NOTAS SOBRE LA ARQUITECTURA CRISTIANA
rechazo de la misma. En las iglesms orientales prevalece la for
ma
circular, imagen del cosmos, del centro, del círculo, simbo
lizados por la cúpula. El orden cósmico es eterno, retorno sobre
si mismo, inmovilidad. Dos mentalidades, dos acercamientos a
Dios. En las vicisitudes de la política del primer milenio, el
cisma ( 1054) no se explica quizá de otro modo: espacio longi
tudinal, espaciq circular.
Símbolo de
mentalidades profundas.
Veamos ahora la evolución occidental de la iglesia. El romá
nico es siempre una construcción reforzada, típica del espíritu
feudal. Será lugar de refugio, con muros espesos, masiva. Iglesia
abierta sobre el espacio, como llamando a los poblados esparci
dos a acudir a ella para encontrar refugio y seguridad. Es eviden
te que no podrá sobrevivir al
fin del feudalismo, al comienzo de
las poblaciones, de los municipios, de
los comerciantes
prósperos.
S9breviene por
lo mismo el pre-gótico y enseguida el gótico en
su desarrollo pleno. ¿Qué significará la nueva arquitectura? Ante
todo, una Iglesia segura de sí misma como centro de una civi
lización. La catedral, y ya Suger lo reconoce, simbolizará mu
chas cosas. Las murallas espesas se adelgazarán hasta reducir
se
· a
una especie de esqueleto perforad9 por ventanas que tras
lucen todos los colores. .Poco
. después,
incluso los arbotantes
entrarán
en el
juego y asumirán un papel decorativo portando
a hombros de ángeles santuarios miniaturizados. Los arquitec
tos rivalizan en embellecer el exterior, ya que, al
contr~rio que
en
el románico, la catedral gótica se sitúa en pleno centro de las
ciudades a las que organiza y
articula. Deberá
ser bella, desta
cando,
junto al
Ayuntamiento, riqueza y poder.
La otra función de la catedral,
seña)ada por
Suger, es la
lumiuosidad, los rosetones, los dorados, los objetos sagrados en
metales y piedras preciosas. Se trata de celebrar a Dios y a
la
creación, especialmente en los siglos once y doce, contra las som
brías herejías
enemigas de la materia y de la belleza
.. La· catedral
es
así la síntesis del espíritu y de
la materia, a la vez que asume
una función
cívica, una
significación espacial. Es, como dice be
llamente Norberg-Schultz, «un programa iconográfico» que
·re6ne
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Fundaci\363n Speiro
THOMAS MOLNAR
el cielo y la tierra; pero es también el símbolo de la civitas, no
ya pagana sino cristiana. Civitas, civilizaci6n,
el apogeo del Occidente cristianizado,
contemporáneo de las
Summas y de la Divina Comedia, de las
reformas monásticas, de las Ordenes en todos los dominios,
eclesiástico, civil, etc.
Saltemos por -encima de siglos, porque lo que ahora nos_ in
teresa son
las modificaciones
de la arquitectura cat6lica bajo la
presi6n
de un cierto ecumenismo y por _ la presencia de pueblos
no-occidentales que, cat6licos, están, sin embargo, influidos. por su propio medio cultural
y, por lo mismo, religioso. Somos ante
todo testigos de una arquitectura eclesiástica que acepta un pa
pel neutro bajo el peso destructor de la sociedad industrial. _La
India, Egipto, Grecia, todos fueron marcados por su
arte religio
so; nuestro siglo es el primero en eliminar lo sagrado en sus
postulados, en su imaginación, en sus creaciones. El · ecumenis~
mo tal como se entiende hoy no es ya una especie de eclecticismo,
una
síntesis de
todas las religiones (síntesis absolutamente im
posible como se comprueba ya a partir de
_ arquitecturas en
oposici6n
total), sino una sujeción general a las normas fijadas
por la industria, la máquina,
la eficacia en la deshumanización.
Como escribía
el sabio británico J oseph Needham '----
go,
simpatizante con
el marxismo---la civilización mecánica en
cierra
el espíritu en el rodaje de un sin-sentido preciso (acCúrate
nonsense) que ella fabrica sin cesar.
La
arquitectura sagrada
no existe ya en Occidente: sus auto
res mismos son no creyentes, tales como Le Corbusier u Osear
Niemeyer, el marxista brasileño. Por lo demás, ¿con qué habría
de rimar
la arquitectura sagrada si los edificios públicos, museos,
tribunales, universidades, son máquinas funcionales o monumen
tos-símbolo de la masonería
y dél anticristi_anismo? La cuestión
se plantea, sin embargo: ¿cuál será el porvenit de
la arquitec
tura cat6lica en países que reclaman, con derecho, su plena in
tegración por indigenizaci6n
_ del
clero y
-por qué no---por
la
integración del arte sagrado? Concretamente: existe
en estos
países
un estilo
arquitectónico, musical, coreográfico 'o escultu-
924
Fundaci\363n Speiro
NOTAS SOBRE LA .ARQUITECTURA CRISTIANA
ral propio, a menudo impresionante y noble, que exigirá en
adelante
un lugar aparte en el arte cristiano.
¿ Y por qué no?
Se habla de
la. insistencia de ciertos. africanos
en reunir un síno
do puramente local para discutit. sus propios problemas;
existe,
sobre
todo en América
del Sur y en Filipinas, la teología de la
liberación; en la· India se da una tendencia
sutil, reforzada
por
la visita de Juan Pablo II, a introducir elementos decisivos del
hinduismo, diametralmente opuestos, sin embargo, a
la• fe y a
la doctrina cristiana, en
fa liturgia. A ojos de numerosos «ob·
servadores» occidentales se trata de un capítulo de los
«dere
chos
del hombre» que
debe autorizar
a los católicos que
tengan
sus propias raÍé:es a «vivir. la fe» de acuerdo con su medio, sus
costumbres, etc., en tanto que- pueblo o raza o civilización. En
realidad las cosas
no suceden
de este modo. Antes de abordar
la
arquitectura propiamente dicha, dirijamos
una rápida
'ojeacfa
sobre
el verdadero problema
Tomemos tres
casos: la India, América Central y Africa Aus
tral. Lo
que los occidentales toman por simple color local,
es
pect~o
para
turistas, son realidades vivas en
la conciencia
ancestral de los autóctonos. Pueden verse en
Africa danzas sú0
puestamente religiosas porque las Presenta ·una secta que se llama
cristiana, que expresan un frenes! y una sexualidad inconciliab~
con· el cristianismo. Son cosas, sin embargo, muy vivas, por no
decir vividas, que contienen diffcilmente ·. a un clero sometido a
Roma,
y cuyas ramificaciones se observan hasta en Brasil ( en
Bahía, especialmente)
y en
Haití {los
voodoo). En Guatemala,
los indios
de las
altas mesetas unen el culto de los antepásados
a los·
ritos de
la Iglesia, espectáculo emotivo pero cuyas fuerzas
centrífugas actuales se convertirán más tarde· en un «retorno· a
las fuentes» paganas. En la India los doce millones de católicos
se ven como ahogados en la masa de setecientos millones de
hindúes ( cien millones de musulmanes) cuya auto-afirmación religioso-racial
no hay que desdeñar. Por lo demás, todos estos
pueblos del tercer
mundo están hoy
en
el camino de. la «recon
quista» -por no decir de la «cruzada»- dirigida ante todo
contra sus vecinos (los hindúes contra los musulmanes, etc:),
925
Fundaci\363n Speiro
THOMAS MOLNAR .
pero mañana contra el homhre blanco y ·su punto débil, la re
ligión cristiana. Bajo
el aspecto de la marcha eterna de las civi
lizaciones
será esto normal, incluso deseable; pero como
proble
ma
insuperable planteado a una Iglésia en confusión, se trata de
una serie de desafíos que
habrían de
resolverse con infinita
sa,
biduría. · Quizá
no sea
el mejor medio la presencia pontificia en
todos los rincones del planeta. Volvamos a la arquitectura, tema que· no hemos dejado. Si
los templos
son una teología en
· piedra,
habrían de esperarse
estilos nuevos de las Iglesias looales una vez conscientes de ellas
mismas como consecuencia de
la descolonización
y de
la debili
dad tal vez mortal del Occidente. Realidad arquitectónica de la
mayor importancia:· casi todas las iglesias locales se adhieren a
.
la forma circular. El circulo es, a la vez, fortaleza (por lo mismo
defendible) e imagen_ del cosmos, del rodar
infinito de
los cuer
pos celestes,
d.e las
estaciones, del ciclo vital. Hemos compro
bado, siri
embargo, que
la circularidad adormece al yo y paraliza
sus impulsos. Es la serpiente que se muerde la cola, símbolo de
la sabiduría en oposición
á su imagen en el· judaísmo y· el cris
·tianismo,
· en
los que es la gran tentación. Otra
collÍiguración:
basta
mirar los templos binduístas
o. budistas
para experimentar
el malestar que nos invade. El animismo no es
allí «gentil», romo
a
menudo en Africa: libera
las fuerzas
profundas, los instintos
y las pulsaciones, sugiriendo que el homhre no les es superior y
no debe dominarlas. Titus Burckardt señala que la proliferación
de formas animales que recubre
literalmente los
templos
hin
dúes no es un signo· de respeto a la vida, don de Dios, sino pre
cisamente lo contrario: el desprecio de la vida, su multiplicación
infinita y su reabsorción siempre posible,
y sobre todo deseable,
en
la gran nada. Me he percatado personalmente cuando en
Kat
mandú,
en el Nepal ( donde
Jos jóvenes
occidentales se entregan
a la droga, como también en la ciudad sagrada de Benarés ), vi
sitando un gran santuario budista, me encontré rodeado de
pe
queños monos repugnantes que cohabitaban en los peldaños sa
grados, los altares, las plataformas.
Había una
relación evidente
entre estos pequeños monstruos
y · los viejos expuestos en los
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NOTAS SOBRE LA ARQUITECTURA CRISTIANA
morideros no lejos de allá. El mensaje estaba claro: extinción
y copulación pos~.,¡, un valor idéntico, lo mejor es la aniquila
ción.
Seamos lúcidos y honestos. Hasta aquí Roma ha logrado
contener
_ en
sí
~y_ esto desde hace . dos mil años-los diferen
.
tes
estilos (de liturgia, de arquitectuta, de vida) que
han surgi
do, por lo demás legítimamente, en tierras
y civilizaciones que
ella penetró
y fecundó por la fe de Cristo. Ha cedido, a menudo,
a formas locales, siempre con conocimiento de causa; ba
dicho
también
no con
la misma sabiduría. La cuestión se plantea hoy en
toda su crudeza histórica sobre si
la especie de emigración que ha
emprendido Roma hacia el tercer mundo, migración desencade
nada por el declive de un Occidente dementado, no entrañará
continuas concesiones a las exigencias locales,. culturales prime
ro, doctrinales más tarde. Se dice con cierta ligereza de
moda qne
la
Iglesia no está vinculada a ningún centro de cultura; esto se
· dice
pronto, pero hemos visto cómo, para no hablar más que de_
la arquitectura,
el catolicismo ha impreso sus dogmas en el ta
llado de las piedras, que lo expresan en sus más pequeños de
talles. Por esto, bajo la presión de una simple presencia y aún
más de un predominio de otra arquitectura, cabe preguntarse
cómo dogmas y doctrinas resistirán a la sutil invitación de trans
formarse. Si ya en el Occidente industrializado y despersonaliza
do la Iglesia resiste con dificultad a
la despersonalización, tecni
ficación,
robotización ( términos horrendos_
· de
una realidad ho
rrenda ), ¿cómo hará entonces para sostenerse en un medio aún
más tentacular?
Hay en Burgos, frente a la catedral, pura maravilla, una igle
sia moderna, símbolo de
la degeneración de la arquitectura sa
grada. Es· una fábrica, un cine, cualquier cc:isa, un todo amorfo
con un altar emplazado en cualquier sitio, un Jesús en la cruz
repulsivo,
alienado, espantoso. El movimiento anti-romano en
las Indias se comportará de otro modo, pero
el resultado no será
más agradable a la vista y a la práctica de la
fe. El arte sagrado
es sagrado porque expresa una teología, no es un conj~to de
piedras, de colores, de cristales y de maderas moldeados al azar.
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THOMAS MOtNAR
'I' odás las civilizaciones --'4:lFeFI>alacio y en el Templo-lo han
comprendido
así; y •e han esforzado por inventar las formas que
mejor expresen su
visión . del
mundo. La
naturaleza colaboró
indudablemente
'a esta·, tarea sublinie. Hasta nuestros
días, en
los'c¡ue arte; tiadición'Y religión, asf
como
la propia vida (en el
aborto)
son'arrojádos por la ventana. ¿Sabrá
la Iglesia rehacer,
como tras
él declinardel Imperio Romano, la misma aventura
iivificadora en
los pueblos de otros continentes que supo
reali'
zar
con los celtas, los
gemfanos, loo eslavos,
los húngaros? ¿Son
conscientes hoy sus mensajes
de que la estética debe servir a la
moral, y ambas
a la
verdad?
T.~
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POR
THOMAS MOJ.NAR
El hecho más significativo del desarrollo de la historia es
que
nada es nunca previsible. · Sin duda se trata de una pero
grullada;
sin
embargo, el segundo hecho
significativo es
que los
hombres se han esforzado siempre en
hacerla previiible,
prin
cipalmente según sus deseos e ilusiones.
Las ideologías contem.
poráneas buscan a-este fin los mismos métodos y resultados que
exploraron ya los
pueblos=caicos. Estos
encontraon en
el eterno
retorno
de las cosas el medio de alcanzar el conocimiento del
porvenjr y
su dominio
por los
hombres. El cosmos, a
pesar de
sus
aspectos temibles
e indescifrables, fue
reducido en la
men
te de esos pueblos a repeticiones peri6dicas que matearían los
titos, las
ceremonias, los sacrificios, la liturgia política y, cosa
más asombrosa, la arquitectura. Esta, sobre todo la
sagrada, eta
más
aún que los edificios mismos, los lugares escogidos, el con
junto del paisaje, su emplazamiento pot relación al sol y a la
configuración de
las montañas, de los valles, de las fuentes, es
decit, la armonía de los «lugares sagrados».
De lo dicho se desprende ya:
l.") que la arquitectura puede
contribuir
en alto
grado a
la comprensión de las religiones, y
2.º) que las religiones no monoteístas son esencialmente reaccio
nes ante la naturaleza, que adoran bajo ciertos
aspectos. Adoran
sobre
todo
la permanencia que en ella se manifiesta y, por su
puesto, el otden y la inmutabilidad propios de esta permanen
cia. Por «cosmos» entienden tales religiones estas tres leyes: per
manencia, orden e inmutabilidad, cuyo «secreto» se trata de
captar. Secreto en el sentido de que, si todas las cosas están en-
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sambladas en una relación mutua, será posible, si no dirigir el
conjunto,
al menos influir sobre él, darle una inflexión en la
intención del manipulador cualificado: mago, taumaturgo, cha
mán, sacrificador, etc.
El
medio principal
de tal manipulación es la arquitectura
sagrada, el
templo, el santaurio, el palacio real sacralizado, los
lugares donde se presenta el
numen, el genius loci, las tum
bas, etc. Es que esos lugares -hablemos en lo sucesivo sobre
todo del templo- son mucho más que amontonamientos de madera y de piedra: son a modo de talismanes en grande, núcleos
que captan lo esencial de lo sagrado, la manifestación trascen dente. El arquitecto del monumento sagrado
-y hoy
el arqueólo
go y el historiador· de las
religiones--contempla
así un men
saje religioso en todas las dimensiones del templo, de la iglesia,
de
la sinagoga, de la mezquita, del templo budista o mesopotá
mico,
.de la
pirámide azteca.
Aquí no podremos reflexionar más que sobre ciertos aspec
tos de esta contemplación apasionante al no ser nuestro objetivo
más que la comparación entre la arquitectura de otras religiones
y la del cristianismo. Otro objetivo será preguntarnos en qué sentido
el actual ecumenismo y la expansión del catolicismo ro
mano hacia el tercer mundo habrán prescrito modificaciones en
la arquitectura católica. En otros términos, si las nuevas arqui
tecturas, siempre bajo la égida de Roma, suponen una ruptura
de la unidad doctrinal. El templo egipcio, nos dice
el arquitecto-historiador noruego
Norberg-Schultz, es la síntesis de cuatro intenciones fundamen tales: el oasis cerrado, la masa megalítica, el orden por el án
gulo derecho
y el eje principal, que es también el camino del
creyente.-Se
trata así de la imagen egipcia del cosmos,
y reco
nocemos en
ella los temas del desierto, del oasis, de la montaña,
del Nilo. A
lo largo de la historia multi-milenaria del país estos
temas experimentatán
variaciones, pero la seguridad que obten
drá el
creyente de este cosmos reducido, digamos miniaturizado,
permanecerá como
la expresi6n de sus verdades, calcadas sobre
realidades trascendentes. Lo mismo sucede con la arquitectura
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NOTAS SOBRE LA ARQUITECTURA CRISTIANA
sagrada de la Grecia antigua, anterior al siglo de· las luces de
Pericles y de Sócrates. Sobre
estp nos
ha ilustrado
inteligente
mente
el erudito americano Vincent Scully. Contra lo que pien
san la
mayoría de
los
arqueólogos, el
profesor Scully reclama
nuestra atención sobre
la estricta armonía que existe entre tem
plo y sitio, escogido éste por la presencia de tal o
cual dios, por
modo que viene a ser una elaboración de
la presencia divina.
Hay así
lugares consagrados
a las divinidades chtonianas, por
ejemplo. Demeter, y otros consagrados a Apolo, dios
.de la luz
y de
la inteligencia. Antes de construir el templo o el santuario,
se había erigido un altar en un punto del paisaje de donde el
conjunto pudo ser captado a
fin de extraer el ~spíritu y la sig
nificación.
· Observaciones parecidas han realizado otros filósofos del arte
y de
la arquitecutra sobre otras religiones, especialmente sobre
el hinduismo y el budismo, los dos grandes sistemas del Asia meridional y oriental, sobre el inazdeísmo, el jainismo, el Islam,
etcétera. Respecto a este último, debemos un estudio de contraste
· con la arquitectura cristianá a Titus Burckhart, cuyo espíritu ha
penetrado, y también a L. Massington, a Henry Corbm y a otros.
Resulta evidente que el
arte sagrado de todos los tiempos se
ha esforzado en expresar una teología, y que es en este dominio
donde hemos de buscar las correspondencias principales entre
la forma y orientación del edificio y el alma del creyente. Así,
el volumen de una mezquita,
. que
desde el punto de vista oc
cidental cristiano es casi amorfo, expresa
bien la
idea central
del Islam según la cual
la voluntad suprema de Alá está en todas
partes, y
la voluntad --digamos la personalidad~ del hombre
vale muy poco ante ella. Se trata, escribe Burckhardt, de
la su
presión del
yo en tanto que centro que responde a Dios, de la
divinidad por la naturaleza entera.
De aquí la fluidez de los
arabescos, el acento puesto en los adornos de jardines y palacios.
De ahí, igualmente, el martirio del místico sufita al-Hallaj, que
quiso introducir (siglo x) la humano-divinidad de Jesucristo en
la religión musulmana. M_assignon nos hace ver hasta qué punto
ese elemento humano habría de escandalizar a los creyentes de
921
Fundaci\363n Speiro
THOMAS MOLNAR
Alá. Al-Hallaj escribía: «Gloria a Dios de quien la Humanidad
manifiesta a los ángeles el secreto de su
divindad radiante
( se
trata de Adán). Y que aparece entonces a sus criaturas de un
modo visible como alguien que coíne y que bebe ( es decir,
Jesús)». La religión cristíana introdujo una fórmula teológica en todo
diferente, una visión del mundo donde el cosmos como tal se
ve notablemente debilitado en favor de un Dios trascendente y
personal. Este Dios, sin embargo, no anonada al hombre; al con
. trario,
hace de él un ser responsable para el bien o para el
mal,
asi como en relación con las otras criaturas. La naturaleza tam
poco aplastá o humilla; no se trata de conciliarse con ella me
diante una manipulación
mágica; aunque
la vida
humána sea
reconocida
como frágil, el alma navega sobre un océano de ten
taciones,
pero bajo la mirada de Dios. Así también las iglesias
de los primeros siglos son concebidas como mundos interiores,
lugares que representan la ciudad de Dios. ¿Qué hará el arqui
tecto para
significar estas
nuevas relaciones? Hará de la iglesia
una especie de fortaleza
-un fragmento
de la
civitas Dei rodea
do de la
civitas te"ena-con el exterior más o menos descuida
do en provecho del interior. Los muros serán gruesos, pero en
su interior e1: viator~ que es el · creyente, se encuentra ante es
plendores. Al revés que en el templo egipcio o en el griego, que
son lugares de coincidencia entre la naturaleza y el creyente, la
iglesia cristiana es un conjunto que
simboliza la
promesa
y la
plenitud de la redención. Su plano será en forma de cruz,
y la
nave será el .camino que lleva al altar, al corazón de Cristo.
El acento se
desplazará así de la conciliación con la natura
leza a la confianza manifestada a Dios. Pero aqui también exis
ten diferencias, dentro del propio cristianismo, entre la Iglesia
bizantina y la del Occidente larino. La forma alargada de los templos en el Occidente señala un
comienzo y un término, tema
sobre el que actuarán tanto el románico como el gótico. Entre
el principio y
el fin
el hombre ha de decidirse. por Dios o contra
él; su camino, el de la peregrinación y el de la iglesia misma,
le propone opciones: la posibilidad de maduración en la
fe o el
922
Fundaci\363n Speiro
NOTAS SOBRE LA ARQUITECTURA CRISTIANA
rechazo de la misma. En las iglesms orientales prevalece la for
ma
circular, imagen del cosmos, del centro, del círculo, simbo
lizados por la cúpula. El orden cósmico es eterno, retorno sobre
si mismo, inmovilidad. Dos mentalidades, dos acercamientos a
Dios. En las vicisitudes de la política del primer milenio, el
cisma ( 1054) no se explica quizá de otro modo: espacio longi
tudinal, espaciq circular.
Símbolo de
mentalidades profundas.
Veamos ahora la evolución occidental de la iglesia. El romá
nico es siempre una construcción reforzada, típica del espíritu
feudal. Será lugar de refugio, con muros espesos, masiva. Iglesia
abierta sobre el espacio, como llamando a los poblados esparci
dos a acudir a ella para encontrar refugio y seguridad. Es eviden
te que no podrá sobrevivir al
fin del feudalismo, al comienzo de
las poblaciones, de los municipios, de
los comerciantes
prósperos.
S9breviene por
lo mismo el pre-gótico y enseguida el gótico en
su desarrollo pleno. ¿Qué significará la nueva arquitectura? Ante
todo, una Iglesia segura de sí misma como centro de una civi
lización. La catedral, y ya Suger lo reconoce, simbolizará mu
chas cosas. Las murallas espesas se adelgazarán hasta reducir
se
· a
una especie de esqueleto perforad9 por ventanas que tras
lucen todos los colores. .Poco
. después,
incluso los arbotantes
entrarán
en el
juego y asumirán un papel decorativo portando
a hombros de ángeles santuarios miniaturizados. Los arquitec
tos rivalizan en embellecer el exterior, ya que, al
contr~rio que
en
el románico, la catedral gótica se sitúa en pleno centro de las
ciudades a las que organiza y
articula. Deberá
ser bella, desta
cando,
junto al
Ayuntamiento, riqueza y poder.
La otra función de la catedral,
seña)ada por
Suger, es la
lumiuosidad, los rosetones, los dorados, los objetos sagrados en
metales y piedras preciosas. Se trata de celebrar a Dios y a
la
creación, especialmente en los siglos once y doce, contra las som
brías herejías
enemigas de la materia y de la belleza
.. La· catedral
es
así la síntesis del espíritu y de
la materia, a la vez que asume
una función
cívica, una
significación espacial. Es, como dice be
llamente Norberg-Schultz, «un programa iconográfico» que
·re6ne
923
Fundaci\363n Speiro
THOMAS MOLNAR
el cielo y la tierra; pero es también el símbolo de la civitas, no
ya pagana sino cristiana. Civitas, civilizaci6n,
el apogeo del Occidente cristianizado,
contemporáneo de las
Summas y de la Divina Comedia, de las
reformas monásticas, de las Ordenes en todos los dominios,
eclesiástico, civil, etc.
Saltemos por -encima de siglos, porque lo que ahora nos_ in
teresa son
las modificaciones
de la arquitectura cat6lica bajo la
presi6n
de un cierto ecumenismo y por _ la presencia de pueblos
no-occidentales que, cat6licos, están, sin embargo, influidos. por su propio medio cultural
y, por lo mismo, religioso. Somos ante
todo testigos de una arquitectura eclesiástica que acepta un pa
pel neutro bajo el peso destructor de la sociedad industrial. _La
India, Egipto, Grecia, todos fueron marcados por su
arte religio
so; nuestro siglo es el primero en eliminar lo sagrado en sus
postulados, en su imaginación, en sus creaciones. El · ecumenis~
mo tal como se entiende hoy no es ya una especie de eclecticismo,
una
síntesis de
todas las religiones (síntesis absolutamente im
posible como se comprueba ya a partir de
_ arquitecturas en
oposici6n
total), sino una sujeción general a las normas fijadas
por la industria, la máquina,
la eficacia en la deshumanización.
Como escribía
el sabio británico J oseph Needham '----
simpatizante con
el marxismo---la civilización mecánica en
cierra
el espíritu en el rodaje de un sin-sentido preciso (acCúrate
nonsense) que ella fabrica sin cesar.
La
arquitectura sagrada
no existe ya en Occidente: sus auto
res mismos son no creyentes, tales como Le Corbusier u Osear
Niemeyer, el marxista brasileño. Por lo demás, ¿con qué habría
de rimar
la arquitectura sagrada si los edificios públicos, museos,
tribunales, universidades, son máquinas funcionales o monumen
tos-símbolo de la masonería
y dél anticristi_anismo? La cuestión
se plantea, sin embargo: ¿cuál será el porvenit de
la arquitec
tura cat6lica en países que reclaman, con derecho, su plena in
tegración por indigenizaci6n
_ del
clero y
-por qué no---por
la
integración del arte sagrado? Concretamente: existe
en estos
países
un estilo
arquitectónico, musical, coreográfico 'o escultu-
924
Fundaci\363n Speiro
NOTAS SOBRE LA .ARQUITECTURA CRISTIANA
ral propio, a menudo impresionante y noble, que exigirá en
adelante
un lugar aparte en el arte cristiano.
¿ Y por qué no?
Se habla de
la. insistencia de ciertos. africanos
en reunir un síno
do puramente local para discutit. sus propios problemas;
existe,
sobre
todo en América
del Sur y en Filipinas, la teología de la
liberación; en la· India se da una tendencia
sutil, reforzada
por
la visita de Juan Pablo II, a introducir elementos decisivos del
hinduismo, diametralmente opuestos, sin embargo, a
la• fe y a
la doctrina cristiana, en
fa liturgia. A ojos de numerosos «ob·
servadores» occidentales se trata de un capítulo de los
«dere
chos
del hombre» que
debe autorizar
a los católicos que
tengan
sus propias raÍé:es a «vivir. la fe» de acuerdo con su medio, sus
costumbres, etc., en tanto que- pueblo o raza o civilización. En
realidad las cosas
no suceden
de este modo. Antes de abordar
la
arquitectura propiamente dicha, dirijamos
una rápida
'ojeacfa
sobre
el verdadero problema
Tomemos tres
casos: la India, América Central y Africa Aus
tral. Lo
que los occidentales toman por simple color local,
es
pect~o
para
turistas, son realidades vivas en
la conciencia
ancestral de los autóctonos. Pueden verse en
Africa danzas sú0
puestamente religiosas porque las Presenta ·una secta que se llama
cristiana, que expresan un frenes! y una sexualidad inconciliab~
con· el cristianismo. Son cosas, sin embargo, muy vivas, por no
decir vividas, que contienen diffcilmente ·. a un clero sometido a
Roma,
y cuyas ramificaciones se observan hasta en Brasil ( en
Bahía, especialmente)
y en
Haití {los
voodoo). En Guatemala,
los indios
de las
altas mesetas unen el culto de los antepásados
a los·
ritos de
la Iglesia, espectáculo emotivo pero cuyas fuerzas
centrífugas actuales se convertirán más tarde· en un «retorno· a
las fuentes» paganas. En la India los doce millones de católicos
se ven como ahogados en la masa de setecientos millones de
hindúes ( cien millones de musulmanes) cuya auto-afirmación religioso-racial
no hay que desdeñar. Por lo demás, todos estos
pueblos del tercer
mundo están hoy
en
el camino de. la «recon
quista» -por no decir de la «cruzada»- dirigida ante todo
contra sus vecinos (los hindúes contra los musulmanes, etc:),
925
Fundaci\363n Speiro
THOMAS MOLNAR .
pero mañana contra el homhre blanco y ·su punto débil, la re
ligión cristiana. Bajo
el aspecto de la marcha eterna de las civi
lizaciones
será esto normal, incluso deseable; pero como
proble
ma
insuperable planteado a una Iglésia en confusión, se trata de
una serie de desafíos que
habrían de
resolverse con infinita
sa,
biduría. · Quizá
no sea
el mejor medio la presencia pontificia en
todos los rincones del planeta. Volvamos a la arquitectura, tema que· no hemos dejado. Si
los templos
son una teología en
· piedra,
habrían de esperarse
estilos nuevos de las Iglesias looales una vez conscientes de ellas
mismas como consecuencia de
la descolonización
y de
la debili
dad tal vez mortal del Occidente. Realidad arquitectónica de la
mayor importancia:· casi todas las iglesias locales se adhieren a
.
la forma circular. El circulo es, a la vez, fortaleza (por lo mismo
defendible) e imagen_ del cosmos, del rodar
infinito de
los cuer
pos celestes,
d.e las
estaciones, del ciclo vital. Hemos compro
bado, siri
embargo, que
la circularidad adormece al yo y paraliza
sus impulsos. Es la serpiente que se muerde la cola, símbolo de
la sabiduría en oposición
á su imagen en el· judaísmo y· el cris
·tianismo,
· en
los que es la gran tentación. Otra
collÍiguración:
basta
mirar los templos binduístas
o. budistas
para experimentar
el malestar que nos invade. El animismo no es
allí «gentil», romo
a
menudo en Africa: libera
las fuerzas
profundas, los instintos
y las pulsaciones, sugiriendo que el homhre no les es superior y
no debe dominarlas. Titus Burckardt señala que la proliferación
de formas animales que recubre
literalmente los
templos
hin
dúes no es un signo· de respeto a la vida, don de Dios, sino pre
cisamente lo contrario: el desprecio de la vida, su multiplicación
infinita y su reabsorción siempre posible,
y sobre todo deseable,
en
la gran nada. Me he percatado personalmente cuando en
Kat
mandú,
en el Nepal ( donde
Jos jóvenes
occidentales se entregan
a la droga, como también en la ciudad sagrada de Benarés ), vi
sitando un gran santuario budista, me encontré rodeado de
pe
queños monos repugnantes que cohabitaban en los peldaños sa
grados, los altares, las plataformas.
Había una
relación evidente
entre estos pequeños monstruos
y · los viejos expuestos en los
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NOTAS SOBRE LA ARQUITECTURA CRISTIANA
morideros no lejos de allá. El mensaje estaba claro: extinción
y copulación pos~.,¡, un valor idéntico, lo mejor es la aniquila
ción.
Seamos lúcidos y honestos. Hasta aquí Roma ha logrado
contener
_ en
sí
~y_ esto desde hace . dos mil años-los diferen
.
tes
estilos (de liturgia, de arquitectuta, de vida) que
han surgi
do, por lo demás legítimamente, en tierras
y civilizaciones que
ella penetró
y fecundó por la fe de Cristo. Ha cedido, a menudo,
a formas locales, siempre con conocimiento de causa; ba
dicho
también
no con
la misma sabiduría. La cuestión se plantea hoy en
toda su crudeza histórica sobre si
la especie de emigración que ha
emprendido Roma hacia el tercer mundo, migración desencade
nada por el declive de un Occidente dementado, no entrañará
continuas concesiones a las exigencias locales,. culturales prime
ro, doctrinales más tarde. Se dice con cierta ligereza de
moda qne
la
Iglesia no está vinculada a ningún centro de cultura; esto se
· dice
pronto, pero hemos visto cómo, para no hablar más que de_
la arquitectura,
el catolicismo ha impreso sus dogmas en el ta
llado de las piedras, que lo expresan en sus más pequeños de
talles. Por esto, bajo la presión de una simple presencia y aún
más de un predominio de otra arquitectura, cabe preguntarse
cómo dogmas y doctrinas resistirán a la sutil invitación de trans
formarse. Si ya en el Occidente industrializado y despersonaliza
do la Iglesia resiste con dificultad a
la despersonalización, tecni
ficación,
robotización ( términos horrendos_
· de
una realidad ho
rrenda ), ¿cómo hará entonces para sostenerse en un medio aún
más tentacular?
Hay en Burgos, frente a la catedral, pura maravilla, una igle
sia moderna, símbolo de
la degeneración de la arquitectura sa
grada. Es· una fábrica, un cine, cualquier cc:isa, un todo amorfo
con un altar emplazado en cualquier sitio, un Jesús en la cruz
repulsivo,
alienado, espantoso. El movimiento anti-romano en
las Indias se comportará de otro modo, pero
el resultado no será
más agradable a la vista y a la práctica de la
fe. El arte sagrado
es sagrado porque expresa una teología, no es un conj~to de
piedras, de colores, de cristales y de maderas moldeados al azar.
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THOMAS MOtNAR
'I' odás las civilizaciones --'4:lFeFI>alacio y en el Templo-lo han
comprendido
así; y •e han esforzado por inventar las formas que
mejor expresen su
visión . del
mundo. La
naturaleza colaboró
indudablemente
'a esta·, tarea sublinie. Hasta nuestros
días, en
los'c¡ue arte; tiadición'Y religión, asf
como
la propia vida (en el
aborto)
son'arrojádos por la ventana. ¿Sabrá
la Iglesia rehacer,
como tras
él declinardel Imperio Romano, la misma aventura
iivificadora en
los pueblos de otros continentes que supo
reali'
zar
con los celtas, los
gemfanos, loo eslavos,
los húngaros? ¿Son
conscientes hoy sus mensajes
de que la estética debe servir a la
moral, y ambas
a la
verdad?
T.~
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