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Número 247-248

Serie XXV

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La liberación en las relaciones laborales

LA IJBERACION EN LAS RELACIONES LABORALES
POR
PATRIC ]OBBÉ-DuVAL
El jueves 31 de octubre. por la noche tuvo lugar un debate
eotre Yvon
Gattaz presidente
del C.N.P.F.
y Edmond Maire
secretario geoeral de
la C.FD.T.

(de marcado carácter socialista)
en la tercera cadeoa de la Televisión. Para ilustrar la nueva
imageo de los patrones franceses fueron entrevistados tres pre­ sidentes directores generales de tres sociedades muy
importantes:
-

Serge :bassaut de Electronique Dassaut.
-
Fran~ois Delacbaux

de los Establecimientos Delacbaux
de fundición.
metálica.
-

Robert Etebepare de Lektra. Sisteme ( corte de materia­
les
c9n laser).
Dessaut
habl6 de

la participación ·del personal de su empresa
en los beoeficios
con resultados

altamente positivos.
Para
él, el error capital del empresario francés es el de menos­
preciar el aspecto humano en el trabajo ... Es este aspecto que
permite conseguir o no el
éxito. Las relaciones laborales no
deben ser dejadas eo manos de los sindicatos. «He notado», dice, «que los motivos de insatisfacción no
son forzosameote de origen material ... El obrero quiere existir,
quiere saber, quiere poder.
La necesidad de teoer viene en úl­
. timo lugar». Delacbaux
y Etehepare han desarrollado su experiencia de
verdadera colaboración deotro de su empresa en todos los
ni­
veles, desde la dirección hasta los peones, desarrollando una
verdadera comunicación de la información y, sobre todo, una
verdadera delegación de responsabilidades
y de poderes.
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PAJ;RIC JOBBB-DUVAL
Desde luego esto era un lenguaje en la televisión francesa
y para mí y para la C.E.E. una gran alegría porque son justa­
mente estas

palabras las que
desde cerca
de 15 años, día tras día,
están promoviendo la C.E.E. Juan V allet me ha pedido qne este año les hable de
la libe­
ración por las relaciones humanas, dentro de
la empresa, desde
luego. Me ha parecido interesante que hoy veamos este aspecto de
las relaciones laborales bajo la luz de las enseñanzas pontificias, sobre todo, que en estos últimos años, Su Santidad el Papa Juan
Pablo II, las ha desarrollado de manera concretísima; será pro­
bablemente porque además de haber sido obrero
él mismo,

es
un pastor
y teólogo.
En la introducción a la Instrucción sobre
algunos aspectos
de

la «teología de
la liberación» el Cardenal Ratzinguer dice:
«La liberación es en primer lugar y principalmente,
liberación
de

la servidumbre radical del pecado.
Su meta y su término es
la libertad de los hijos de Dios, don de la gracia. Ella pide, por
una. consecuencia

lógica, la liberación de múltiples servidumbres
de orden cultural, económico,
social y político, que derivan todos
en definitiva, del pecado y constituyen otros tantos obstáculos que impiden a los hombres vivir conforme a su dignidad.
Ahí está verdaderamente el punto clave donde encontraremos
la
forma para

resolver las situaciolies conflictivas que existen de
manera más o menos aguda en las empresas,
Bien es verdad que muchos. pensadores y hombres prácticos
hau tratado de resólver este problema. Análisis sin número han dado
. lugar

a métodos
. más

o menos sofisticados para situar el
problema, apoyándose en teorías materialistas
y mecanicistas,
donde el hombre es considerado como elemento de producción;
de ahí errores o seudo-éxitos que con el tiempo se revelaron
totalmente ineficaces cuando no hau tenido efectos perversos. Esto ha durado hasta hace relativamente poco tiempo en que
se
vio claramente que todos estos métodos, apoyados sobre teorías
o construcciones intelectuales materialistas o mecanicistas genera­
ban siempre fracasos.
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LA LIBERACION EN LAS RELACIONES LABORALES
¿Por qué?
Sencillamente porque nunca se consideraba al hombre conio
un ser humano, dotado de cuerpo
y· alma, libre, responsable y
único, no reducible a
ningún· esquema, cualquiera que sea.
Juan Pablo
II lo decía muy bien delante de doce mil obreros
italianos en
Pomien2a el

13 de septiembre de 1979.
«Los sumos pontífices no se han cansado jamás de afirmar
que es necesario
e1· coeficiente religioso para solucionar mejor
las relaciones
humánas que
se derivan de
la. organizaci6n
indus­
trial,
y esto, no ya para emplear el· elemento religioso como
elemento alienante, sino para descubrir, en cambio, en su luz la
carencia fundamental de todo sistema que pretenda considerar
como puramente econ6micas las relaciones humanas en los lu­
gares de trabajo
y para sugerir que otras relaciones deben inte­
grarlas, más aún regenerarlas, según la visi6n cristiana de la vida:
primero el hombre, después lo demás»
(Verbo, núm. 181-182,
página 7).
Juan Pablo II citando la Populorum progressio, toma por su
cuenta
la afirmaci6n de Pablo VI: «La Iglesia. • . ha defendido
siempre al trabajador propugnando la urgencia de una auténtica
justicia social
unida a la caridad cristiana en un clima de liber­
tad, de respeto recíproco, de fraternidad» ( alocuci6n a los
obre­
ros

italianos de 9 de diciembre de 1978,
Verbo, núm. 181-182.
· página 4).
Pablo VI
en su carta a
la LVI semána social de Francia decía:
.
«¿va a

imponer
la economía las que se llaman sus leyes en de­
trimento del hombre hasta privarle de iniciativa y responsabili­
dad, decía
Juan XXIII, en aut6mata?» (Verbo, núm. 80 págic
na

906).
Importa, pues, crear las condiciones necesarias para
realizar.
una

liberaci6n verdadera del hombre.
1069.
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PATRIC JOBBE-DUV AL
a) Dignidad del trabajo. El hombre autor y sujeto del tra­
bajo.
En la Laborem exercens, Juan Pablo II insiste sobre la mi­
sión que

tiene el hombre de someter y dominar la tierra:
«El
. hombre

es la imagen de Dios y particularmente por el
mandato que
recibió de

su Creador
.de someter
y dominar
la
tierra. Cumpliendo este mandato, el hombre, todo ser humano,
refleja
la acci6n misma dcl Creador del universo» (L. e., § 4).
La Iglesia asegura firmemente que «el hombre es el autor,
el centro
y el objetivo de toda la vida económico-social,. . , el
hombre todo entero,
~egún la jerarquía de sus necesidades ma­
teriales como de las exigencias de su vida intelectual, moral, es­
piritual y religiosa; todo
hombre, todo grupo de hombres, sin
distincióri de razas
y de continente (Gaudium et Spes, núms. 63
y 64 ). Esta es
la causa por la que Pablo VI no temía emplear
de
nuevo en Ginebra
el 1 O de junio de 1968 esta palabra de
Alberto Tomás: «Lo social deberá vencer a lo econ6mic6»
(Alo­
cución

de Su
Santidad Pablo
VI a la O.I.T., núm. 16).
En
Verbo, número 80, página 905.
La dignidad del hombre está, pues, en «someter y dominar la
tierra» por su trabajo en todos los niveles, en todas sus innume­
rables facetas; no hay trabajo vil si está hecho a
la luz de estas
palabras de Dios y hasta diría. que no hay trabajo más digno
que
ótro sino es eri orden a Dios.
b) Peligro de considerar el trabajo como una mercancía.
Por mucho que se haya progresado en las últimas décadas
en las relaciones entre los hombres integrados en una empresa,
entre el
capital y el trabajo, el capital, en este caso, debe inter­
pretarse de
la manera más amplia, ya que no se trata sólo del
capital privado
~ino de
toda forma de capital, sea privado, sea
colectivo, -Sea estat_al.
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LA UBERACION EN LAS RELACIONES LABORALES
Siempre existe, dice Su Santidad Juan Pablo II, el peligro
de considerar el trabajo como una «mercancía sui generis», o
como una «fuerza» anónima necesaria a la producción ( se habla
iooluso de «fuerza trabajo»), cuando la manera de plantear los
problemas se caracteriza por los principios del «economicismo» materialista
(L. e., § 7).
· «En todos los casos de este género y en cada situación de
este tipo, se presenta una -cQnfusión o incluso una inversión del
orden estab_lecido desde el principio por las palabras del libro
del
Génesis: El . hombre
es entonces tratado como
instrumento
de

producción» (L.
e., § 7).
cJ El trabajo dignifica al hombre.
Juan Pablo II, en la Laborem exercens, dice .claramente:
«El trabajo es un bien del hombre -es un bien de su humani­
dad- porque, por el trabajo, no
sólo el

hombre transforma la
naturaleza adaptándola a sus propias
necesid~des, más

todavía
se realiza: a sí mismo como hombre, e incluso, en un cierto sen­
tido, se hace más hombre».
Y, más adelante, concluye: «Todo esto aboga por la obliga­
ción moral de unir el ardor al trabajo como virtud a un orden
social del trabajo, que permita-al hómbre hacerse más hombre en
el trabajo
y evitar que se degrade, gastando sus fuerzas físicas
(lo que •es inevitable, al menos hasta cierto punto) y, sobre todo,
evitar que le merme la dignidad
. y
subjetividad que le pertene­
ce» (C. E. núm. 9).
dJ El trabajo, fundamento de la familia y de la nación.
«El trabajo es el fundamento-sobre el cual se edifica la vida
familia¡, que

es un derecho material
y una vocación para el
hombre». «El hombre liga su identidad humana más profunda a
1a
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PATRJC JOBBE0DUVAL
pertenencia a su nacióri, y ve también en su trabajo un medio
de acrecentar el bien común elaborado con sus compatriotas,
d:índose cuenta,

así, que el trabajo sirve
para multiplicar el pa­
trimonio de toda la familia humana, de todos los hombres que
viven en el mundo» (L.
e., § 10).
e) El hombre es responsable de su trabajo.
«Cuando el hombre trabaja utilizando el conjunto de los me­
dios de producción, desea al mismo tiempo que los frutos de su
trabajo sean útiles para él
y los demás y que en el proceso mis­
mo del trabajo pueda aparecer como éo-responsable
y ro-artesano
(co-partícipe)
al puesto de trabajo que ocupa» (L. e., § 15).
f) La remuneración sola no Cs suficiente.
«El hombre que trabaja no sólo desea recibir la remunera­
ción que se le debe por su trabajo; también desea que se tome
en consideración, dentro del proceso mismo de producción, la
posibilidad para
él de tener conciencia, incluso si trabaja en
una
propiedad colectiva, que trabaja al mismo tiempo por su
cuenta»
(L. e., § 15).
La
doctrina social . constante
de la Iglesia queda resumida
de manera excelente por el Cardenal Ratzinguer en
la conclusión
de
la «Instrucción sobre algunos aspectos de la Teología de la
Liberación», con
la cita de la profesión de fe del pueblo de Dios
de Su Santidad Pablo VI: Mas
es este

mismo amor el que lleva a la Iglesia a preocupar­
se constantemente del verdadero bien temporal de los hombres. Sin cesar de recordar a sus hijos que no tienen en este mundo
morada permanente, la Iglesia los insta también a contribuir
a cada uno según su vocacion
y ~us medios al bien de la ciudad
terrena, promover
lá justicia,

la paz
y la fraternidad entre los
hombres,
prodigar
;u ayuda

a sus hermanos, sobre todo a los
más pobres
y a los más desgraciados».
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LA LIBERACION EN LAS RELACIONES LABORALES
Tenemos una gran suerte de ver en estos días que vivimos
una etapa que une a un celo pastoral extraordinario una forma
no menos extraordinario de expresar
la doctrina precisando con­
ceptos que estaban desde luego
conteóidos ya
en los textos pa­
pales anteriores.
Nos resulta mucho más fácil con ello resistir a la presión
terrible que, a través de los medios de difusión modernos, ejer­
cen las teorías materialistas y economicistas modernas.
Estos años
at1teriores les

he explicado lo que
el centro de
Estudios de Empresas
realli:a en

Francia; Ustedes disponen de
textos en la librería y
tengo a

disposición de los que se ·intere­
sen en este importante problema, lista de documentos. Sacada del Indice de Autores
y Materias de Verbo.
Espero que esta recopilación de textos papales les ayudará
a comprender
y aplicar a sus empresas, administración, etcé­
tera, esta doctrina social de la Iglesia
que en
este campo tan
importante de las relaciones entre los hombres nos prodiga
nuestra Santa Madre
Iglesia.
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