Índice de contenidos

Número 261-262

Serie XXVII

Volver
  • Índice

El liberalismo y la Iglesia española. Historia de una persecución: Antecedentes: I. El reinado de Carlos III

EL LIBERALISMO Y LA IGLESIA ESPA.ll DE UNA PERSECUCION: ANTECEDENTES:
l. EL REINADO DE CARLOS 111
POR
FRANCISCO JOSÉ FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA.
Más de. siglo y medio de historia escrita desde el liberalismo
condiciona los textos y, a
consecuencia· de ello, las ideas. Por
tanto, ha pasado a ser común la creencia, que en su día alentó
el romanticismo,
de un liberalismo respetuoso con todas· las
ideas, integrado
por personas de elevado sentido ético, que no
perseguían otra cosa que acabar con la barbarie y la intransigencia
de
una época cerrada y oscurantista. Y el alma de esos tiempos
bárbaros estaba conformada
por la Iglesia católica. Una Iglesia
constantiniana
y medieval que se había alejado sustancialmente
de las prístinas esencias predicadas por Cristo. Al que en .no· po­
cas ocasiones invocaban
los liberales· para contraponerlo· al Papa-
do, a Roma y a la institución eclesial.
.
¿Fue ello así? Ciertamente, no. Y es lo que nos proponemos
demqstrar. La historia contemporánea de España ha sido la de
la pugna entre dos concepciones: la católica y la liberal. Y a muy
posteriormente, a finales
del siglo pasado, aparecieron otras dos,
hijas y herederas de la liberal, socialismo y anarquismo, que in­
troducen variantes
en el análisis y la interpretación. Aunque
mucho menos significativas, cuando se estudian, de lo que a pri­
mera vista l'Uliiera parecer.
En los . albores del siglo xrx, España habla vivido dieciocho
siglos
de cristianismo. Y doce 4e unión simbiótica entre una re­
ligión y
una patria. Eso lo sen:tbraron otros. ¿Pablo y Santiago?
¿ La Virgen del Pilar? Claro que muchos sostienen que son
203
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIGONA
áureas leyendas. Pero, ¡tan hermosas! Y, leyenda o realidad,
.hicieron
la España cat6lica. Si casi es lo mismo. ¿O es que se
puede entender el cammo de Santiago, nuestro bellísimo románi­
co
y el empuje de la Reconquista sin la fe en el sepulcro del
Ap6stol
del Truenó? Asfse crey6, aunque así no fuera. Y la Es0
paña cat6lka se hizo como' si asfhubiera sido. Yo voy a hablar
de
épocas documentadas. De aquellas printltivas poco sé y poco
más saben los
más doctos. Quien quiera dudar, dude. Y quien
rechazar, rechace. Es igual. Ahí está España. Como si todo aque­
llo hubiera sido verdad.
Y verdad fueron los innumerables mártires de Zaragoza. Y
Vicente, Sabina y Cristeta. Y el otro Vicente. Y
las dos Eula­
lias, o, si
se quiere, una y la misma. Y Tecla, Justo' y Pastor, el
legionario Marcelo, su mujer y sus hijos, Emeterio y Celedonio,
Acisdo,
· Víctor, Leocadia, -el obispo Fructuoso y sus compañeros;
Cecilia, Engracia, Torcuato, Tesifonte, Segundo, Indalecio,
Esi­
quio, Eufrasio, Ciriaco y Paula, Justa y Rufina, Servando y Ger­
mán, Narciso, Severo
... ¿Sobran nombres? ¿Son dudosos hist6-
ricamente
algunos de los citados? ¡Qué más da! Suprlmanse los
que se. quieran. Los que queden; bastan. Ellos fueron la semilla.
Y el riego, con su sangre, del fruto plantado.
La cosecha les
avala;
Así,
hasta el. 587 en que se convierte el godo Recarédo. Que
dos años después convierte. a España. Desde entonc<;s existe la
España cat6lica. Faltaban muchos siglos para que
apareciera la
liberal.
Después ... , la invasi6n musu1matia, la Reconquista, la unifi:
caci6n de España con los Reyes Cat61icos,. el descubrimiento y
evengelizaci6n
de América, .la Casa de Austria, la de Borb6n .. ;
EL ANTIGUO RÉGIMEN. Lo QUE SE ESTÁ INCUBANDO
Reina en España Carlos III de Borb6n. Llegado de Nápoles
al morir
su hermanastro Femado VI sin descedencia. El que ex­
pulsaría a la Compañía. de Jesús · de sus reinos y después· lograría
204
Fundaci\363n Speiro

l. EL REINADO DE CARLOS I1I
de Clemente XIV su disolución. Ayudado de .. su primo Luis XV
de· Francia, de su cuñado José I de Portugal, de su hijo Fernan,
do de Nápoles y de su sobrino Fernando de -Pamta, Secundados·
por Choiseul, Pombal, Tanucci:, Du Tillot, Campomanes, Flori;
dablanca,
Aranda ... Eran los reyes de las regalías que creían
afirmar sus derechqs soberanos metmando los· de la · Iglesia. No
supieron darse cuenta de que _los enemigos de ésta lo eran tam­
bién, e irreconciliables, de sus monarquías absolutas.
El jansenismo
· Sigue siendo capital la definición que deÍ jansenismo hispa­
no hace Menéndez Pelayo en sus Heterodoxos (1):
«Cuando los
llamáclos en España ;ansenistas q,¡erían apartar
de
sí la odiosidad y el sabor de herejía inseparable de este dic­
tado, solían decir, como dijo Azara, que tal nombre era una ca:C­
lumnia, porque jansenista es solo el que defiende toda; o algunas
de las cinco proposiciones de J ansenio sobre la gracia, o bien las
de Quesnel, condenadas
por la bula U nigenitus. En ese riguroso
sentido es cierto que
no hubo· en España jansenistas; a lo menos
yo
no he hallado libro alguno en que de propósito se defienda
a Jansenio. Es más:
en-el siglo XVIII, siglo .nada teol6gico, las
cuestiones canónicas· se sobrepusieron a todo; y a las lides acerca
de la

predestinación y
la presciencia, la gracia santificante y fa
eficaz, sucedieron en la atención pública las controversias acerca
de la potestad y jurisdicción de los obispos; primada del papa o
del concilio; límites de las dos potestades, eclesiástica y secu-'
lar; regalías
y derechos mayestáticos, etc. La España del si­
glo
XVIII apenas produjo ningún teólogo de cuenta, ni · ortodo,m
ni heterodoxo; en cambio, homtígueó de canonistas, casi iodos
adversos a Roma. Llamarlos ¡ansenistás no es del todo inexacto,
-porque
se parecían a los solitarios de Port'Royal en Iá afectación
(1) MÉNÉNDEZ PELAYO, Marcelino: Historia de los heterodoxos esp~~
ñoles: II. BAC, Madrid, 1956, págs. 473-476.
205
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIG01U
de nimia austeridad y de celo por la pureza de la antigua disci­
plina; en el odio mal di,¡imulado a la soberanía pontificia; en las
eternas declamaciones contra.
1os abusos de la curia romana; en
las sofísticas
,distinciones y rodeos de que se valían para eludir
las condenaciones
y decretos apostólicos; . en el espíritu cismático
que
acariciaba la idea de iglesias nacionales y, :finalmente, en el
aborrecimiento a
la Compañía de Jesús. Tampoco andan acordes
ellos mismos entre
sl: unos, como Peteita, son episcopalistas .
acérrimos; otros, como Campomanes, furibundos regalistas; unos
ensalzan las tradiciones de la Iglesia visigoda; otros se lamentan
de
las invasiones de la teocracia en aqudlos siglos; otros, como
Masdéu, ponen la fuente de todas las corrupciones de nuestra
disciplina en la venida de los monjes cluniacenses
y en la mu­
danza de rito. El ;ansenismo de algunos, más bien .debieta llamar­
se hispanismo, en el mal. sentido en que deicimos galicanismo. Ni
procede
en todos de las mismas fuentes; a unos los descarría
el entusiasmo por ciettas épocas de nuestra historia eclesiástica,
entusiasmo nacido de largas
y eruditas investigaciones, no guia­
das por un criterio bastante sereno, .como ha de ser el que se
aplique a los hechos pasados. Otros son abogados discretos
y
habilidosos. que recogen y .exageran las tradiciones de Salgado y
Macanaz
y hace11 hincapié en el· exequatur y en los recursos de
fuerza. A otros que fueron verdaderamente varones piadosos y
de virtud, los extravía un celo falso y fuera de medida contra
abusos reales
o. supuestos. Y, por último, el mayor número no
son, en el fondo de su alma, tales jansenistas ni regalistas, sino
volterianos puros y netos, hijos
disimulados de la impiedad fran­
cesa, que, no atreviéndose a hacet pública ostentación de
dla, y
queriendo dirigir más sobre .seguro los golpes a la Iglesia; llama, .
ron en su am vanidades, sacando a relucir tradiciones gloriosas, pero no apli­
cables
al caso, de nuestros concilios toledanos y trozos mal en­
tendidos de
nuestros· Padres., halagando a los obispos con la es­
peranza de futuras autonomías, halagando a los reyes con la de
convertir la Iglesia en oficina del Estado, y hacerles cabeza
de
dla, y pontífices máximos, y despóticos gobernantes en lo reli-
206
Fundaci\363n Speiro

l. EL REINADO DE CARWS 111
gioso, como en todo lo demás lo eran conforme al sistema cen­
tralista francés. Esta conspiración se llevó a término simultánea­
mente en toda Europa; y si la Tentativa, de Pereira, y el De
statu Ecclesiae,
de Febronio, y el Juicio imparcial, de Campo­
manes, y el sínodo de Pistoya, y las reformas de José 1I no lle­
garon a engendrar
otros tantos cismas, fue quizá porque sus
autores o fautores habían puesto la mira más alta e iban derea
chos a la revolución mansa, a la revolución de arriba, cuyos
progresos vino a atajar la revolución
de abajo, trayendo por su
misma extremosidad un movimiento contrario que deslindó algo
los campos. En España, donde la revolución no ha sido populár
mmcá, aún estamos viviendo de las heces de aqu~ revolución
oficinesca, togada, doctoril y absolutista, no sin· algunos resabios
de brutalidad popular,
. que hicieron don Manuel de Roda, don
Pedro Pablo Abarca de Bolea, don José Moñino
y don Pedro
Rodríguez Campomanes.
Hinc malí /abes. Veremos en este capí­
tulo cómo la ciencia de los canonistas sirvió para preparar, jus­
tificar o secundar todos los atentados del poder y cómo antes
. que hubieran sonado en España los nombres de .liberalismo y de
revolución, la revolución, en todo lo que tiene de impía, estaba
no solo iniciada, sino en parte hecha; y, lo que es aún más digno
de llorarse, . una parte del episcopado y del clero, contagiado por
la lepra francesa y empeñado torpemente en suicidarse».
La cita es larga
pero esencial. Y absolutamente válida hoy
más de cien años después de ser escrita. Esa actitud, «que no
es del todo
inexacto» llamar jruisenismo, engendraría muy poco
después el liberalismo:
Curiosamente, los autores
de hoy, que suelen rechazar abier­
tamente
los. planteamientos del santanderino, aunque algunos re­
conozcan su erudición y su extraordinaria pluma, vienen a coinci­
dir con lo que niegan.
María Giovanna Tomsich (2), afirma: «el término está des­
gastado ya, demasiado amplio y demasiado alejado de su · signi-
(2) ToMSICH, María Gióvanna: El iansenísmo en España. Siglo .XXI,
Madrid, 1972.
2rn
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO JOSE FERNANDEZ .DE LA CIGONA
fkado teológico original» (3). Exactamente lo que decía Menén­
dez Pelayo.
Y añade: «las tesis jansenista
y galicana, pues, convergen
en un punto esenci.al, en su oposición al ultramontanismo, o sea,
oposición a los mandatos. despóticos de la curia romana y lógica­
mente a los _par¡idarios de. este poder absolutista de Roma, los
jesuitas; de acuerdó con este pnnto coinciden en otorgar pode­
res más amplios a los obispos» ( 4 ). Exactamente lo que decía
Menéndez Pelayo con mucha mejor sintaxis.
En esa' lucha contra los «mandatos despóticos de la curia ro­
mana», que no es otra cosa que uti eufemismo para designar los
«millldatos despóticos del. pontificado» se atisba ya el protolibe­
ralismo que,, ¡,aradójicamente, lo hemos de ver, resultará muchí­
simo
más despótico. Y esto se dice desde el despotismo absoluto
de las monarquías del siglo l tados Pontificios carentes en la práctica de poder político M
EuroP\l, Era el poder espiritual el que esrorbaba a los déspotas
qoronados
y a sus corifeos y aduladores.
Esa filiación del liberalismo decimonónico en el jansenismo
se advirtió ensegnida y, por ello, no es de extrañar que de jan­
senismo fuesen tachados nuestros clérigos liberales de Cádiz: Vi­
llanueva, Espiga, Oliveros, Martínez Marina, Bernabéu .. ,. y lós
afrancesados como Llorente y los arzobispos Arce y Amat. Y
sus predecesores Climent, Berrrán, Tavira, Rodríguez de Arella­
no, Abad
y La Sierra ... Y ello no por La Fuente o Menéndez
Pelayo sino por sus propios contemporáneos (5).
(}) ToMSICH: Op. cit., pág. 25.
(4) ToMSICH: Op. cit., pág. JO.
(5) ALvARADD, FraY Francisco: ·cartas. criticas ,que.escribió el Reveren~·
disimo Padte Maestro Fray Francisco de Alvarado, dél Orden Je predica­
dores, o
sea el Filósofo Rancio ... E. Aguado, Madrid, 1824, tomo I, i,á~
ginas 37-38. Para ~«el Rancio» tampoco -·son estos jansenistas· ( «creo que
en Cádiz hay mucl,a gente•, pág. 38) seguidores de las tesis del Augusli­
nus~ · sino rebeldes a la a\ltoridad pontificia, episcopalistas, discípulos de
Hontheim, Pereira y Rkci: I, 38 y 270; II, J y sigs. «El Rancio» ihtrodu­
ce una categoría que no 5e1'li después recogida por Menéndez Pelayo, la
de los. que -sin saber nada de Jansenio y su doctrina, sostienen los principios
208
Fundaci\363n Speiro

l.· EL REINADO DE CARLOS IIL
Jansenismo y .galicanismo ó episcopalismo. Sí. Pero también
y regalismo. El agustino
Miguélez ( 6) intentó «separar estos
errores» (7). Pero como reconoce
la misma. Tomsich, «no ha
logrado
separar las dos corrientes» (

8
). Y termina afirmando
que
«Menéndez y Pelayo, con su acostumbrada penetración, es
uno de los primeros críticos
en darse cuenta de la amplitud de
significado del término
;ansénista» (9 ).
Censuras a Miguélez que comparte Defourneaux ( 10 ): «sin
duda
el padre agustino se deja a veces ·arrastrar, en su argumen­
tación antijesuítica,
por un partí pris análogo a aquel que repro­
cha a
losjesuitas del siglo XVIII» (11).
Paula
de. Demerson ( 12) es todavía más concluyente: «el
análisis de la correspondencia o de los docutnentos que hemos
evocado
más arriba ... nos ha permitido extriler nueve puntos. de
doctrina común a todos los ;ansenistas españoles y a sus amigos
franceses, principios
de los que no se apartan jamás y que los
Señores de Port-Royal hubiesen reconocido como suyos» ( 13 ).
Espig'llremos lUgll1lOS: «hay que volver a la pureza de los
primeros.siglos de
la era cristiana». (14). «La voluntad de retor-
• no a una Iglesia primitiva y a un episcopado más autónotno en-
de Febronio, ·Pereira, Tamburini, Cá'valario .y Van-Espen; como medio de
hacer fortuna: II, 151; cfr. también: III; 46, 51, 53, Villanueva, concre­
tamente, es acusado de inspiraciones jansenista: .392 y sigs.; cfr. ·asimis­
n¡o: IV, 186 y 332-334; MuRIE~ Andrés: HiSloria de Carlos IV, II. BAE,
Ediciones Atlas, Madrid, 1959, págs. 150-151. ·
(6) MIGUELÉZ, Manuel F.: Jansenismo y regalismo en Españ_a. Valla-
dolid, 1985.
(7) ToMSICH: Op. cit., pág. 31.
(8) ToMSICH: Op. cit., pág. 32.
(9) TOMSICH: Op. cit., pág. 33.
(10) --DEFoURNEAUX, · Marcelin:. lnquisicián y censura -de libros en la
España del siglo XVIIL Tauros, Madtid, 1973.
(11) DEFOURNEAUX: Op. cit., pág .• 40.
(12) DEMERSO.N, _Paula de: María .Francisca de .Sales Portocarrero, con~
desa· del Montijo. Una figura' de la il'4Straci6h. Editora Nacional, .Madrid1
1975.
(13) DEMBRSON: Op. cit., pág . .277 •.
(14) DBMERSON: Op. cit., pág. 278.
209
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIG01M
traña por vía de ineludible consecuencia una actitud de abierta
hostilidad con respecto a Roma» (15). «Odio a los jesuitas» ( 16 ).
¿No es exactamente lo que dice Menéndez Pelayo?
Antonio Mestre ( 17) coincide con la tesis: «el jansenismo
es­
pañol es, sin duda, poco conocido. Es, por supuesto, el de menos
relieve doctrinal: no
puede presentar a lo largo de su historia
ningún teólogo
de perfiles originales, ni siquiera un gran escri­
tor que aceptara el pensamiento del obispo de
Yprés. Además,
el movimiento adquirió fuerza y vigor en España tardíamente,
cuando
el interés jurídico predominaba con mucho sobre los as­
pectos dogmáticos o morales» ( 18).
«Todo ello
demuestra la existencia en España de un movi­
miento político-religioso, de caracteres no siempre definidos, ·que
recibió
el nombre de jansenismo, aunque no .defendiera ninguna
de las cinco proposiciones condenadas por Ioocencio X» (19).
Puro menéndezpelayismo del
que siguen viviendo hoy, aun­
que no esté de moda citarle, la mayoría de los historiadores.
Algo después, el mismo Mestre (20), sin duda buscando ma­
yor originalidad y distanciarse de autor tan .. maniqueo y precon­
ciliar, encuentra que .;l agustino Miguélez, que si .ha pasado a
la bibliografía es por haberse opuesto Menéndez Pelayo, o sea,
mucho más por la osadía que
par la sustancia de su escrito, pre­
tende.
reivindicarle yilega a escribir que «mayor precisión ma­
nifestó en sus juicios» (21) que el gran santanderino. Y así, «dis­
tinguió con claridad ( que nadie hasta
el momento ha podido de­
mostrar) entre jansenismo y regalismo» (22).
Y enseguida
aduce el juicio del propio Miguélez que destroza
(15) DEMERSON: Op. cit., pág. 279.
(16)
DEMERSON: Op. cit., pág .. 280.
( 17) MEsTRE, Antonio: - Despotis.mo e ilustraci6n en España. Arid,
Barcelona, 1976.
(18) MEsTRE: Op. cit., pág. 183.
(19) MESTRE: Op. cit., pág. 185.
(20) MESTRE SANCHÍS, Antonio: «Religión y cultura en el siglo xvm
espafiol»: en Historia de la Iglesia en España. T. IV, BAC, Madrid, 1979.
(21)
MEsTRE: Religión ... , pág. 643.
(22)
MllSTRE: Religión ... , pág. 643.
210
Fundaci\363n Speiro

I. EL REINADO DE CARLOS III
su tesis y la de Mestre: «ciertamente, afirma (Miguélez), algu­
nos españoles defendieron principios considerados erróneos en
el
doble sentido» (23 ). Y a esos, decimos nosotros con Menéndez
Pelayo, se les llamó jansenistas. Lo mismo que a los que los de­
fendieron en solo uno de los dos sentidos.
Y ahora viene · la «mayor precisión» de Miguélez a juicio de
Mestre: «fueron acusados
de jansenistas escritores que nunca de­
fendieron proposición alguna que pudiera tener resabios de jan,
senismo ni .tomaron posturas regalistas» (24). ¿Y qué? La tesis
de
Menéndez Pelayo no queda desvirtuada en lo más. mínimo.
Para una España
el apellido jansenista era una descalificación.
Y lo utilizó. En muchos casos con toda propiedad en el sentido
al que nos venimos refiriendo, y en algunos quizá sin ella. A Jo
más que puede llegarse por este absurdo camino es a levantar a
algún autor
la tacha de ¡ansenista que alguien sin fundamento
le puso en alguna ocasión
.. ·
Sarrailh (25) naturalmente se coloca al lado de Miguélez, aun­
que sin aportar prueba alguna
y por pura animadversión a Me­
néndez Pelayo y a lo que représenta. Aunque no ahorra alguna
crltica al agustino -«el libro del P. Miguélez, tan útil a pesar
de su retórica y de su afán de defender a toda consta a los agus­
tinos» (26)-, el parcialísimo Sarrailh, sin duda útil por muchos
conceptos, queda en este tema descalificado con una sola· cita:
«consultemos una
vez .más al P. Miguélez. En su libro encontra­
remos varias severas.· críticas contra l.a Compañía de Jesús, las
cuales demuestran que
su supresión se explica en muy buena.
parte, por
los vicios. que en ella se habían introducido» (27).
(23) MESTRE: Religi6n ... , pág. 643.
(24)
MESTRE: Religi6n ... , pág. 643.
·(25) SARRAILH, Jean: La España ilustrada en la segunda mitad del
siglo XVIII. Fondo de Cultura Económica, Madrid, 1974.
(26) SAR1WLH: Op. cit., pág. 588.
(27) SARRA1LH: Op. cit., pág. 703. Puede ser interesante aportar un
testimonio contemporáneo sobre estos «vicio~». El año 1761, Luis XV con~
voca la asamblea del clero de Francia para tratar del espinoso tema de
los jesuitlas. El rey vacilaba entre Sil deber, 1:1osteni.do por la reina y el
delfín, y las presiones del Parlmnento de París · alentadas por los entonces
211
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO JOSE FERNANDEZ. PE LA CIGONA
Esas c)¡,bían ser sin duda, las razones que Carlos HI, tan amante
de la Compañía, resetvaba en sú. «real ánimo» para no desacre-
ditarla.
difundiéndola}, Re,¡lmente asombroso. .
Mencionarem~s.
por último, ~ esta extraña polémica de la
que resulta
absolut.:mente . confumada la te~is de Menéndez Pe­
layo
la posici6n, ,de Richard Heq (28). Que también coincide
crin el santanderino: odio a los jesui:tas, episcopalismo, aversi6n
al poder del Papa
... (29), ,
La Iglesia española coiµerizaba a padecer bajo el despotismo
de Carlos
III. Era un hecho nuevo para ella. Incidentes anterio­
res
carecían de carácter institucional y no pasaban de meras cues­
tiones personales: el comunero obispo de Zamora, el arzobispo
Carranza, las tentativas de Macanaz ... Pero la Iglesia era respe­
tada y protegida.
Según opiniones de hoy, tal vez demasiado pro­
tegida. Pero así vivía a g,asto y en paz. Hasta que.... «la inven­
tada heterodoxia del regalismo
borbónico» (30) turb6 esa secu­
lar relación.
· Egido;
que si"1npre· encuentra distulpas a· las posiciones an­
titat6licas o, cuando:· mehos,: ·aritirromanas, · no-es ca}?QZ ·de· -«en-·
cuadrar esta nueva especie heretical en alguno de 0léís grados de
omnipotentes_ Choiseul y. ~dame. Pompadour,:De cincu~ta y uÚ obispos
presentes, cu~ta y cinco. ~e _pronunciat i@uit~, Cinco· eran partidarios de . que cilntin:uaran __ exi'stiendo pero some­
tidos a los obispos y soló 'uno, Fitz-JameS, se declar6 '-abiertamente contra
ellos. ·Sin ·embargo, reconoció· que: ·«ert quanto 11 ·sus costumbres,. ellas son
puraS:· col1 guSto -se les Hai:e--la justicia de reconocer· tjue ~ no hay or­
den en la Iglesia cuyos religiosos sean más regulares y m4s aust.eros en
sus costumbres»: Memorias para servir a la historia eclésiástica Jurante el
siglo
XVIII, escritas en francés :v tr.fl.ducidas al.castellano por .don Vicente
·Ximénez, canónigo _de Ger,Dna. Madrid, ._ Imprenta. de don Manuel de Bur-
gos, T. III, 1815, pág. 9. . .
(28) HERR, Richard: The Eighteenth Century Revolution. Prinreton
University Press. New Jersey, 1969 .
. (29) HERR: Op •. CÍf,,' págs .. 15-18.
(30) ,Eowo, Teófanes: «El regalismo y las. relaciones Iglesia-Estado en
·el ·siglo XVIII», en Historia de la Igle¡ia en Españq. T .. _IV, BAC, Madrid,
1979, pág.129.
212
Fundaci\363n Speiro

l. EL REINADO DE CARLOS Ill
1os cláskos tratados sobre las desviaciones» (31). No deja de ser
curiosa esta velada
pero .constante polémica de. la BAC con .Me­
néndez Pelayo, al que también publicó la BAC sus Heterodoxos.
Para Egido, «no es cuestión de insistir en el anacronismo .de
visiones arcaicas de una· Ilustración importada y con ribetes de
heterodoxia cuando hoy
día está más que claro que la española
hunde sus
raíces. en tiempos bastante . anteriores a la ·llegada de
los Borbones
y, por supuesto, a la de Voltaire y Rousseau, pero
serla . ingenuo despojar de su fuerte carga ideológica y· de bien
conocidos tonos
reaccionarios la transmisión del mito del rega­
lismo contrapuesto a la ortodoxia, como ha clárificado Herrero,
no sin cierta
dosis polémica» ( 3 2).
Pues bien, Herrero, en un libro
parcialísi.mo (33 ), no ha cla­
rificado nada. EL regalismo borbónico no es ningún mito inven­
tado por los jesuitas
y Menéndez Pelayo, aunque el absolutismo
y un cierto
regalismo, éste mucho más acorde con los principios
católicos
y dirigido sobre . todo contra abusos ciertos de la curia
romana y no contra el derecho del Papa a
regir la Iglesia, respe'
tado siempre por los reyes de la Casa de Austria y por Felipe V
y Femando VI de Borbón, vinieran de antes.
Si Aranda, Campomanes, Floridablanca, Roda, Azara y demás
corifeos nunca abandonaron la I¡¡lesia, fueron unosc pésimos ca­
tólicos. Como pésimos católicos fueron Napoleón, José II, Pe­
reira o Scippione Ricci. Su comparación con un Felipe II eofren"
tado a Paulo IV o con Felipe IV a Urbano VIII no resiste el
más ·somero análisis. Y naturalmente me refiero al fuero externo
que el interno
es problema de ellos con Dios y su confesor. Y
eso
debería decirse desde una Biblioteca de autores cristianos.
Y resulta, por lo menos, sumamente curiosa la postura de
Egido de
dar muc),a más importancia a las obras publicadas, que
por
mil razones pueden velar los propios sentimientos, que a la
(31) EGmo: Op. cit. pág. 130 ..
(32) EGIDO: Op. cit. págs. 130:131. ·
(33} HluraERo; Javier: Los ,orígenes-del. pensamie11to· reaccionario ·es-
pañol. Cuadernos para el Diálogo, Madr(d, 1971. .
213
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIGONA
«correspondencia confidencial» ( 34) de todos estos personajes que
rodearon a Carlos
III y q11e son una muestra impresionante de
falta de amor, cuando·
no de odio, a la Iglesia católica. Es en esa
correspondencia donde
de verdad se reflejan las almas de sus
autores con mucha más nitidez y sinceridad· que en los volúme­
nes dedicados al público y,
por lo mismo, sometidos a la censu­
ra, a la crítica
y, en aquellos tiempos, hasta a la Inquisici6n.
Mucho más fundada nos parece la
pestura de Martí Gila­
bert (35'): «aunque de cierto regalismo se puede hablar desde
los Reyes Cat61icos,
y aún más en .la época de los Austrias, las
causas son completamente distintas que
en Ja de los. Borbones.
Las frases acerbas que recogen los documentos de la
época aus­
triaca pueden despistar a los historiadores, pues esas frases, aun­
que suponen sincera aversi6n
a, la curia romana por sus abusos,
no brotaban de falsos principios... Posteriormente, se confundi6
el abuso con el derecho; y se prepararon unas armas que iban a
ser
.de terrible efecto en. manos de. sucesores suyos bien inten­
cionados o mal intencionados».
Pedro Rodríguez de Campom1111es
El 1 de julio de 1723 nacía en Santa Eulalia de Sorribás
quien .iba a ser el po!ftico más importante y el m,ls intelectual
del reinado
de Carlos III. Y el alma de aquellas concepciones
que vinieron. a .invertir
la dásica docµina eclesial del poder ip.­
directo de la Iglesia en las cu,estiones temporales hasta conver­
tirla en la de la potestad indirecta del Estado sobre
la Iglesia (36).
Estudioso de la historia
y el derecho (37), abogado de re-
(34) EGIDOS Op. cit., pág. 131.
(35) MARTi GILABBRT, Francisco: La Iglesia en España durante la Re­
voluci6n francesa. EUNSA, Pamplona, 1971, pág. 31.
(36)
HERA, Alberto de la: El regalismo borb6nico. Rialp, Madrid, 1%9.
(37) RomúGUEZ DiAz, Laura: Reforma e ilustraci6n en la España del
siglo XVIII: Pedro
Rodríguez de Campomanes. Fundación Universitaria
Espafiola, 'Madrid, 1975, págs. 74-78.
214
Fundaci\363n Speiro

L EL REINADO DE CARLOS III
nombre, la protección de Wall le lleva a la política. Su antirro­
manismo es precoz y ello no disgustaba en i:ruxlo alguno a su
protector, decidido enemigo de
.los jesuitas (38). De estos pri­
meros tiempos es ya notable un
Discurso sobre el Patronato (39)
Real ( 40) en el que «reclamaba el patronato como una regalía
inherente a la soberanía en su calidad de representante del pue­
blo, esencial porque capacitaba
al rey ¡¡ara .proteger a sus vasa­
llos y evitaba el nombramiento
de extranjeros, al tiempo que
procuraba
la estabilidad del Estado y la ru;monúi con la Igle­
sia»
(41).
De esos días es también una obra de Campomanes titulada
La absoluta independencia de los Reyes en los negocios tempo­
rales, afianzada en el conocimiento de la Historia.( 42 ). «En 1752,
insistía en.,el tema wn el Tratado de la regalia de España, .. o sea,
. el derecho real. a nombrar a los beneficios eclesiásticos de toda
España
y guarda de las Iglesias vacantes. Escrita cuando se discu­
tía el -conj:ürdato de 1753, añadió. unas Reflexiones hist6ricas
sobre · él, que envió, junto con el Tratado, a Ensenada. Anibos
~jos eran .una continua alabanza. y afioranza de la Iglesia pri­
mitiva» (43). «Y
en 1760 presentó a Wall un Discurso sobre .el
exequatur, en el que defendía el derecho del rey. a imponer el
exequatur o pase regio para bulas y breves papales» ( 44.).
«Sus fuentes teóricas fueron los autores españoles de los si-
(38) MBSTRE: Religión ... , págs. 655 y 701; MENÉNDEZ Pfil.AYO: Op. cit.,
pág. 494.
(39) El Patronato fue el deI se dio en: o.ttos.-:EStados) :de ,noinlirar obispos y otros beneficios eclesiales.
Obispos qtie posterioririente· ·.eran·· recori.ocidris pol' .los: papas lo que les
daba la investidura canónica. Históricamente ·· son confusas élección, pre­
sentación, suplicacióti..'. .. Para Romá fue cuesóón de privilegio mientras que
los presentadores en no pocas ·ocasiones lo consideraron · un v~rdadero de­
recho propio y· no una concesión. Cfr.: ALDEA,. Quintín: Diccionario Je
Historia eclesiástica de España. CSIC, T. III, Madrid, págs. 1.944-1.948.
(40) RoDRÍGUEZ DíAz: Op. cit., pág. 88.
(41)
RODRÍGUEZ DÍAZ: Op: cit., pág. 89.
(42)
RODRÍGUEZ DÍAZ: Op. cit., pág. 89.
(43)
RODRÍGUEZ DÍAZ: Op. cit., pág. 90.
(44)
RODRÍGUEZ DÍAZ: Op. cit., pág. 89.
215
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIGONA
glos XVII y XVIII (Chumacero, Sol6rzano, Salcedo, Salgado, etc.), y
autores galicanistas y jansenistas (Mabillon,
Fleuty, Bossuet, Van
Espen, Febronio)» (45).
Con estos antecedentes, Campomanes, que desde 1762 era
Fiscal del
Consejo Real y Supremo de Castilla, tiene en sus ma­
nos los más importantes asuntos que se ventilan
en España y,
concretamente,
los. que se refieren a. la Iglesia.
El catecismo de Mésenguy ( 46)
En 17 48 Mésenguy, doctor por la Sorbona y uno de los
apelantes contra la constitución Unigenitus publioa la Exposition
de
la doctrine cbretienne ou I nstructii:ms sur les principales.-'«­
rités
de la religion, reimpresa a los seis años de publioada por
vez primera. En 1757, según Orti y Lara, Menéndez Pelayo y
Defoumeaux y en 1758 según
Martí Gilabert fue condenada la
obra
por la Congregación romana del Indice por ericontrar en
ella «graves errores contra la
jurisdicción de la Iglesia» (47).
«La obra, qrie negaba la infalibilidad del Papa y atacaba a
los jesuitas había sido
muy alabada desde el principio .por los
jansenistas italianos, que
1a consideraban uno de los meiores tra­
tados d, religi6n aparecidos en los ¡íltimos años ( 48). En conse-
(45) RonRIGUEz D!Az: Op. cit., pág; 94.
(46) DEFOURNEAUX: Op. cit., págs. 79-81; MENÉNDEZ l'ELAYO: Op. cit.,
pigs. 495497; TOMSICH: Op. cit., pigs; 4344; ÜRTÍ Y LARA; Juan Ma­
nuel: «La potestad económica y tuitiva .de la C.otona, formas del cesaris­
mo (VIII)•, en La Ciencia Cristiana, XX, 1881, págs. 310:313; 0LAECHEA,
R.: Diccionario •.. , Il, Madrid, 1972, pág. 1.158; MEsTRE: Religi6n •.. , pá­
ginas 658-659; FlmNTE, ViceDte de la: Historia eclesi6stica. de España.
Tomo JI!, Imprenta de Pablo Riera, Barcelona, 1855, pág. 392; MARTÍ
GiLABERT: La abolici6n de< la Inquisición en España. EUNSA, Pamplona,
1975, pigs. 31-33.
(47) ORTf: Op. cit., pág. 310.
(48) Los jansenistas italianos t~ un considetable apoyo en el car­
denal Passionei, nuncio en Suiza :y más tarde en Viena, secretario dé_ bre­
ves, prefecto de la biblioteca W:ticana: cfr: PASTOR7 Ludovico: Historia
de los papas. Barcelona, 1937: XXXV, p,lgs. 190 y sigs. y 331 y siguien­
tes, XXXVI, pág. 321.
216
Fundaci\363n Speiro

I. EL REINADO DE CARLOS IIl
cuenda, pese a que había sido condenado dos veces durante el
pontificado de .Benedicto XIV, Giovanni Gaetano Bottari, can6-
nigo de Santa Macla in Trastevere, bibliotee,µi.o de la Vaticana,
consultor de la
Congregaci6n del Indice y calificador del · Santo
Oficio, cabeza intelectual del movimiento
jansenista romano, se
clispuso a editar el catecismo en italiano. Como disponía de las
proposiciones censuradas
encargó la traducci6n a CantJlgalli, e
hizo
, publicarlo en Nápoles con el titulo · de Esposizione della
dottrina cristiana,
sin ha= caso de las correcciones indicadas
por
la censura diocesana (1758-1760)» (49),
En Nápoles, en 1758, reinaba Carlos III (50). Y «la Corte ·
napolitana -o, más exactamente, Tanutti (51)-era favorable
al catecismo y utilizó todas sus armas. políticas para evitar. su
condena» (52).
:clemente XIII, juzgando de nuevo la obra, «prohibió am,
has ediciones (la romana y la napolitana) por breve expedich el
14 de junio de 1761» (53 ).
· En lo signiente discrepan los historiadores: Mestre sostiene
(49) MEsTRE: Religi6n ... , pág. 659.
{50) Y pi:ácticamente seguirla ~ mediante su hombre de con·
fumza Tanucci, pues el nuevo rey, su 'hijo Fernando, era· un niño.
(51) «Bernardo Tanucci, .nacido en Toscana ett 1698, era profesor de
Derecho en Pisa quando publicó sobre el derecho de asilo, un escrito en
que· ittacaba sin i:niramiento las inmunidades eclesiásticas. Esta obra fue
condenada en Roma; pero el autor se consol6 sin duda con el fervor .que
obtuvo de doti Ca gran ducado de Toscana. Este príncipe habiendo llegado a ser rey de laa
dos Sicilias en 1735 _troxo a Tanucci a Nápoles, Jo colmó de dignidades
y le hizo entrar en su consejo. Quando en 1759. ·pasó· a España para su­
ceder allí a su hermano, dexó el reyno de Nápoles a ~u hijo Fernando,
de edad. i¡olamente .de· ocho años; nombró a Tanucci preSidertte del con­
~jo de regencia, y le confirió los podere_s más extensos. Tanucci DQ había
olvidado la censura dada en _ Roma contra su libro _ y el nuev:o_ marqués
se eÍicarg6· de vengar 1as injurias· del ·profesor»: Memorias ... , III, págs. 270-
271. «Casi cada año de su mini5:terio fue señalado con innovaciones y
usurpaciones sobre la autoridad pontifical. Contr.ibuY6 poderosamente a
lá éxpulsi6n de los jesuitas»: Memorias.~., III, pág. ~71.
(52) MEsTRE: Religi6n ... , pág. 658.
(53)
ÜRTI: Op. cit., pág. 310.
217
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIGOJl)A
que Carlos III, ya rey de España, prohibió el breve pontificio
y el inquisidor general, Quitano y
Bonifaz, lo publicó. Mucho
más verosímil nos parece la versión de Ortí y Lara, con la que
coinciden Menéndez Pelayo
y Defoumeaux.
Llegado por
medio de la nunciatura el breve al inquisidor,
éste dicta el oportuno edicto,· del que remite varios ejemplares
al confesor del rey, el famoso P. Eleta que tan triste papel jugó
en el reinado, con el fin de que los presentase al soberano.· ·
«No tardó en hacerlo· este último, pues habiéndole recibido
el
dfa 7 de agosto por la noche (año de 1761), dio cuenta del
suceso a su augusto
peuitente, que á la sazón estaba en La Gran­
ja,
el siguiente día 8 por la mañana. Qué impresión .hubo , de
causar en el ánimo de S.
M. esta noticia, no es difícil de con­
jeturarlo desde luego por Ja celeridad con que al punto de · reci­
birle, es decir, el mismo día 8 por la mañana, mandó despachar
un
correo extraordinario al arzobispo de Farsalia (54), previ­
niéndole que suspendiera la · publicación del edicto y recogiera
los ejemplares de
él .que hubieran salido de sus manos. Feliz­
mente, cuando esta orden fue recibida,
el mismo día 8 a las siete
y media de la tarde,
ya no era posible volver atrás: desde por
la mañana de aquel dfa se estaban repartiendo los edictos a los
conventos y parroquias
de Madrid, y aun ya habían salido tam­
bién de la corte con destino a los más de los Tribunales de la
Nación, siguiéndose
·en esto la costumbre y estilo ordinario 'Y
usado de antiguo. Así lo manifestó el inquisidor general al mi­
nistro de Estado, don RkardÓ Wall, añadiendo estas' otras gl:a­
vísimas razones, para que todas las pusiese en conocimiento del
rey: «en estos términos tan precisos
y estrechos (añadió el in-.
quisidor general) no es posible recoger los ejemplares y suspen­
der su publicación,
además de que se seguiría un gravísimo es­
cándalo de una providencia tan irregular como contraria al honor
del Santo Oficio y a
la obediencia debida a la cabeza suprema
(54) Según Menénde¡, Pelayo ·su título era el de Lepanto (Op. cit,,
, pág. 496), Llorca, en el Diccionario ... , 11, pág. 1200, coincide con Ortf
aunque escribe Farsala, parece pues ttatarse de un lapsus del ilustre. _-san­
titnderino.
218
Fundaci\363n Speiro

I .. EL REINADO DE CARLOS III
de la Iglesia, Y. más en materia que toca a dogma de docttina
cristiana.
Y. si los fieles llegasen a entendet que la suspensión
nacía de orden precisa de
S. M,, se daría ocasión a ofender acaso
su religioso .Y notorio celo, y a que. se. diga, muy contra su piadosa
intención, que
S. M. embaraza al Santo Oficio el uso de su ju­
risdicción, que tanto importa
.conservarle en sus dilatados domi­
nios, por lo que
quedo con el. mayor .dolor y desconsuelo que
puedo ponderar, por no
tenet arbitrio en ocasión tan urgente y
materia tan sagrada como delicada para
lograr el honor y satis­
facción
de obedecer a S. M.,. y ruego a V. K, se sirva ponerme
a sus reales pies con esta. humilde representación, que espero no
sea de su real .desagrado» (55) .
. Y vaya si lo fue. El inquisidor genetal fue desterrado a 12
leguas de la Corte y de todos los sitios reales. «Bonifaz, que no
había nacido para héroe (¿y quién
lo-era en .aquel miserable si­
glo?), se humilló, suplicó y rogó antes de veinte días, protestando
mil
veces de su fina obediencia a todas las voluntades de su rey
y señor, pidiendo perdón de todo si la real pffletriJción había no­
tado proposición o cláusula que desdi¡ese de su ciega sumisi6n
a los preceptos sobera,,os. ¡ Y e¡;te hombre era sucesor 4e los
Deza, Gisneros, V aldés y Sandoval! ¡Cuánto había degenerado
la raza! ·
Satisfecho de tal humillación, el rey le levantó el destierro
y le permitió volver. a su empleo .(el 2 de septiembre) por su
propensión a perdonar ; quien. confesaba su error e imploraba
su
clemancia» (56 ). Bien pudo concluir Menéndez Pelayo el re­
lato de este penoso episodio con est,¡s !)!llabras: «desde aquel día
murió, desautorizado moralmente, el Santo. Oficio» (57).
En este hecho, lo de menos'
es el catecismo de Mésenguy,
tan itrelevánte que ni el nombre de su · áutor es citado del mis­
mo modo .(58). Lo grave, lo realmente grave, es la intromisión
(55) OaTí: Op. cit., págs. 311-312.
(56)
111BNÉNDEZ PEuw: Op. cit,, pág. 496.
(57)
MENÉNDEZ PELAYO: Op. cit., pág. 497.
(58) Para Menéndez Pelayo y Ortí es Mesenghi, para Martí Gilabert,
Mesengny (Op 'cit., pág. 31), Mesén¡¡uy para Egido (Regalismo ... , pág. 153),
219
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGO:IM
absoluta y descaradá del poder politico, -encarnado en este caso
por el rey católico, en la vidá. misma de la Iglesia que no puede
ni decir a sus fieles qué libros contienen doctrinas contrarias a
la fe o a la disciplina eclesiástica. -Y estamos solo ante el primer
incidente con
el reden llegado Carlos III.
No podía ser Cam.pomanes ajeno a esta tropelia: «casi a vuel­
ta de correo respondió el abogado a las sugerencias del miriistro
Wall,
de llevar razón Egido (59), con su Diséurso sobre el regio
exequatur (agosto de 1761). Es un encendido alegato que quiere
desvincular ·Ja Inquisición de cualquier depedencia de Ronia, que
establece la
más rigurosa censura sobre los documentos pontifi­
cios, y en el que, sin concesiones de ninguna clase, se salta del
ámbito concreto del
placN regiúm _ todo el conjunto de regalías
soberanas, con la consiguieate aniquilación del -poder legislador
y ·ejecutivo de Roma» (60)." '
El_ regio exequatur
A consecuencia del catecismo, y coincidiendo con el pensar
de Campomanes,
se llega a esa monstruosidad del absolutismo
«católico» que consiste
en· impedit la libre comunicación -¿in­
ventada heterodoxia?_:_, de la cabeza de la Iglesia con las Iglesias
locales,
«No perdieron Wall
y los suyos (61) la ocasión de dar su
bofetada a Roma. Quitóles
-el miedo la debilidad _del nuncio,
que
también quiso -sincerarse echando toda la culpa al inquisi­
dor,
so color de que él no había hecho más que atemperarse a
las prácticas establecidas. Se pidió parecer al Consejo de Castilla,
Mesénguy para Mestte (Religi6n ... , pág. 6:l8) y Defourneaux (Op. cit., pá·
gina 79), Mesenguí para Vicente de la Fuente (O¡J. cit., pág. 392), Mesen­
guí
para las Memorias (X III, pág. 5) y Mesénguy para Herr (Op. cit.,
pág. 19) y Olaechea (Op. cit., pág. 1.158).
-(59) Ron!ÚGUEZ DÍAZ en el_ LXII de las obras de Cam¡,omanes
(Op. cit., pág. 326), la fecha en 1760, con lo que hay una discrepancia
entre
ella. y EGmo.
(60) llamo: Regalismo ... , págs. 153-154.
(61)
Entre ellos, y de los más destacados, Campomanes.
220
Fundaci\363n Speiro

I. EL REINADO DE CARLOS III
que eu dos consultas, de 27 de agosto y 31 de octubre, sac6 a
relucir todas
las doctrinas de Sa:lgiido de retentione, acabando
por proponer
la reteución del breve y la publicación solemne de
la pragmática del exequatur, sin· que de allí eu adelante pudieran
circular
bulas, rescriptos llÍ letras. pontificias que no hubieran
sido revisadas por el Consejo, excepto
las decisiones y dispensas
de la sacra peuiteuciaria para
el fuero interno .. El exequatur se
promulgó el 18 de enero de 1762, y por reales t:é se prohibió al Santo Oficio publicar edicto alguno llÍ índice ex­
purgatorio sin el visto bueno del rey o de su Consejo, llÍ hacer
las prohibiciones en nombre del Papa, sino por autoridad pro­
pia» (62).
«A punto estuvieron de perder en un día los regalistas el
fruto de tantos
afanes, pero fue' nube de verano y se deshizo
pronto.
Alarmada la conciencia de Carlos III por los escrúpulos
de su confesor el P. E1eta, mandó dejar en suspenso la pragmá­
tica del exequatur año y medio después de haberse promulga­
do (63). Con esto el ministro Wall se creyó desairado e hizo
dimisión de su cargo. Tanucci, Roda y sus amigos se lameutaron
mumo del "terreuo que iba perdiendo el rey en el camino de
1a gloria" y atribuyeron a las malas artes de Roma la ciÚda de
Wall». ( 64
).
Poco duraría este respiro. En 1768 el exequaÍur vuelve a
entrar
en vigor y ya de modo permanente, pesando como una
losa sobre la Iglesia hispana del siglo XIX, en el que fue arma
favorita
de los gobiernos Jiberales.
Claro que hubo algunas reacciones católicas pero bien difíci­
les eran en aquel despotismo desatado. Fray Fernando de Zeva­
llos ( 65) hace filigranas para exponer la recta doctrina en días
de abusos constantes del poder
civil: Y escribe:
(62) MENÉNDEZ PELAYO: Op. cit., pág. 497.
(63) Real Decreto de 5/7/1763; dr. ÜLABCHEA: Op. cit., pág. 1.158.
(64)
MENÉNDEZ PELAYO: Op. cit., pág. 497.
(65) ZEVALLOS, Fernando de: La falsa filoso/la. o el atelsmo, delsmo
'Y demás nuevas sectas convencidas de crimen de Estado, contra los· .so­
beranos y sus regalias contra los Magistrado.s y Potestades legitimas. T. VI,
Imprenta de Antonio Fernández, Madrid, 1776.
221
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ .DE LA CIGONA
«Si los Constantinos, Theodosios y ÚU'los, con otros Mo­
narcas, zelosos d~ la observancia de la doctrina catholica han
interpuesto su poder para que se reformasen los abusos que mez­
cla en todo la naturaleza viciada., no . ha .sido ni debe ser, dice
un
Juria-consulto Protestante, sino aguardando la definición de
la Iglesia ( 66 ), y haciéndola respetar con las demás reglas esta­
blecidas
por Dios.
»El emperador Valentiniano dio un singular exemplo de esta
disciplina, confesando con una moderación cbristiana,
.que en ne­
gocios · de religión, solo se consideraba µ,mo el primero de los
fieles, que aguardaba
la sentencia de fos obispos y padres, para
someterse a
ell'l como a determinación del mismo Dios (67). Y
San Ambrosio. tubo la constancia de acordar la misma verdad a
los empcradores, quando fue conveniente.
»Si ·ha de tratarse de la fe ( 68), decía, los sacerdotes: son a
quienes. toca este examen, como
se hizo bajo de Canstantinll,.
Príncipe de Aui!llsta memoria; que dejó, libre el juicio de .los
sacerdotes, sÍl:!, querer hacer leyes sobre el negocio de. la religión,
según la Regla de la Santa Escri=. y el uso de. :todo la anti'
güedad. San Eulogio quiso. decir lo mismo al· rey . Theodorico en
esta breve sentencia:
¿Por ventura, .Señor, quando fuiste elell'ado
al Impcrio, fuiste juntamente ordenado Pontífice?» (69.) (70):
En aquellos días tan
· celosos de la antigüedad y de . las tra­
diciones de la Iglesia visigoda, tan mitificadas, el fraile jerónimo
husca sus citas en esas · edades. para evitar· acusaciones de ultra­
montanismo.
De nada le sirvió. La obra había sido recibida «ron
universal aplauso de· los católicos, que agotaron .en pocos meses
dos ediciones del primer volumen, cuando
el poder público creyó
necesario detenerle como· obra perjudicial. al otden de cosas es'
tablecido en tiempo de Carlos III, y sobre todo a las regallas de
Su Ma;estad. Ciertamente que al P. Zevallos no le parecian bien,
(66) Jur. Pub. Coccej. cap. )5 (citado por ZEVALLOS).
(67) Sozom., lib. 5, cap. 7 (cirado por ZEVALLOS).
(68) D. Ambros, lib. 5, epist. 35 (citado por ZEVALLOS).
(69) Theodoret., lib. 4, cap. 10 (citado por ZEvALLos).
(70) ZEVALLOS: Op. cit., págs. 204,205.
222
Fundaci\363n Speiro

I. EL REINADO DE CARLOS HI
y en su tomo sexto procura precaver a los príncipes de la funesta
manía de meterse a pontífices . y reformadores, anunciando muy
a las claras
el propósito de tratar más de cerca la materia en
tom'.os sucesivos.
Además, había hecho acres censuras ·de dos libros entonces
venerados como divinos y que todo jurisconsulto ponía sobre su
cabeza: el Esplritu de las leyes y el Tratado de los delitos y de
las· penas. Esto bastó para que, en obsequio a la libertad cientí­
fica,
se prohibiese al P. Ceballos seguir escribiendo, por más que
él, como sintiendo acercarse el nublado, había procurado abro­
quelarse con una cortesana y lisonjera dedicatoria a Campoma­
nes. Los primeros tomos parecieron bien
al conde y a los suyos;
nadie puso reparo mientras la pendencia fue con Espinosa, con
Hobbes o con Bayle,
pero desde el cuarto tomo empezaron a ver
muy claro que
la bandera que les parecía amiga o neutral era
bandera de guerra. Nada bastó para vengar
las regalias de Su Ma­
;estad. Se fiscalizaron las conversaciones del P. Ceballos y las
cartas que escribía a sus
hertnanos de religión . de Guadalupe y
de El Escorial, se
'le quiso complicar .en un proceso, y. por fin
se
le negó la licencia para el séptimo tomo. Se avistó con Car­
los III: todo en vano. Desesperado de imprimir el resto de .la
obra
en Castilla, hizo muchos años después, en 1800, dos viajes
a Lisboa, y
allí publit:6 un voh¡men más, pero tan raro, que
~s he podido verle ni sé de ningún bibliófilo que lo posea,
Pasaron algunos ejemplares la frontera, pero el regente de la
Audiencia de Sevilla los recogió a mano
real e hizo .información
sobre el caso. Tantos
sinsabores aceleraron la muerte del P. Ce­
ballos, acaecida el 1 de marzo de 1802 (71 ).
No dejan de ser sorprendentes, aunque deben ser atribuidas
a pura estrategia para conseguir
la publicación del libro, algunas
de las· frases dedicadas a Campomanes: «no ha sido menos ce­
lebrada la vigilancia y elocuente celo de V.S.I. sobre la obser­
vancia de la pureza de
la religión, y de las reglas · canónicas,
quando por su oficio
ha declarado contra sus abusos, para que
(71) MENÉNDBZ l'BLAYO: Qp, cit., págs. 683-684.
223
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO ]OSE FESNANJ)EZ DE LA CIGO:IM
se conserve en su primer esplendor, y los hijos. de' Leví sean
depurados como el oro (72),
y el ,sacrificio de Judá, y Jerusalén
vuelva a agradar a Dios, como en
los días antiguos» (73 ).
Y a en esta dedicatoria ( 7 4) Zevallos es profético -nótese
que estamos en 177 4----, mucho más que Campomanes que pen­
saba que fortalecía a la monarquía. con su exacerbado
regalismo:
«porque no puede dejar de ver, que además de la impiedad y
de la irreligión que dicha filosofía predica, va también a revol­
ver el orden público, a derribar a los soberanos,
y a disipar a
los magistrados,
y gobiernos establecidos» (75). Quince años
antes de la Revolución francesa
el monje jerónimo era mucho
más clarividente que los golillas de Carlos III.
En el mismo sentido de salir por los fueros de fa doctrina
católica frente a los excesos regalistas podemos aducir el testi'
monio, todavía más claro, del sacerdote Jacinto de J;, Barrera
que publicó
en 1778 la traducción de la obra de Jamin (76),
expurgada de
algunás veleidades galicanas. En ella podemos leer
párrafos que no
se. entiende cómo burlaron la vigilancia de los
ministros
de Carlos III, pues se dirigían frontalmente contra
toda su política:
«Dos son
las potestades establecidas para , el gobierno del
mundo (77):
La autoridad Sagrada de· 1os Pontífices y la de los
Reyes. La .una y Ja otra vienen de Dios, de quien dimana todo
(72) El ortodoxlsimo ZEVALLOS que mide todas sus palabras, pues
en otro caso no-le permitirían publicar ni un solo tomo no dice eviden­
teinente, sean despo¡ados del oro; que era el primer deseo de los «616-
sofos».
(73) ZEVALLOS: Op. cit., T. I., Madrid, 1774, s/p.
(74) ZEVALL.os: Op. cit., T. I., s/p.
(75) ZEvALLOS: Op. cit., T. I., s/p.
(76) JAMIN, Nicolás: ·Antídoto contra el veneno de la incredulidad y
de la heregia o pensamientos theol6gicos contr'a los errores del tiempo,
sacados de los
qµe escribi6 en frti.ncés el R.P.D. Nicolás Jamin, monge
de
la Congregaci6n de San Mauro, etc., por dán Jacinto de la Ban-era,
Presbyiiro y Predicador del obisi,ado de Palencia. Imprenta de .Bias Ro~
mán, Madrid, 1778.
(77) Justin. Novell ... 3 (citado por JAMIN).
224
Fundaci\363n Speiro

. l.. EL J{EINADO DE CARLOS lll
_poder» ,(78). «No quiso I:)iqs que los intereses. dd cielo, y los
de la tierr.a estuviesen unidos en unas. mismas. roanos (79) y asj
estableció dos Ministerios diferentes, uno ¡,ara .que las ciudru4,s
pasasen sus días dulces y tranquilos (80); otro para formar San.
tos, hijos de Dios, sus. herederos y
coherederos de Jesu-Chris­
to» {81) (82}. ·
«La concordia, pues, del ,sacerdocio: y del imperio consiste:
1.0 En la sumisión del· obispo con sus ovejas al Príncipe en d
orden civil y en la del Príncipe con sus vasallos al Pontífice en
lo espiritual. 2.• En la asistencia mutua de las dos potestades,
por vía de
concierto y de acuerdo. · 3 .• En que el Príncipe· no se
ingiera como juez y sefior en los negocios eclesiásticos, ni el
obispo en los del Príncipe,
slÍlo es que sea por vía de. consejo,
pero no por autoridad» ( 83
).
Describe después las facultades del Pontífioe ( 84) y las de
Íos reyes (85), para concluir: «atnbÜir a los soberanos la pri­
.macía.
en las mªterias puramente eclesiásticas (86) es trastornar
el orden 'establecido por Dios. El Príncipe no es del número de
~quellos a quienes dbm Jesu-Christo: id, ensefiad, y bautizad a
las Naciones ... Pero oygamos a un gran rey, llamado con justicia
el rey chtistianísimo, el hijo primogénito de la Iglesia, Luis' el
Amado: «solo perteneoe a la Iglesia, dioe decidir !o que se debe
creer
y practicar en m.ateria de religión y determinar la forro¡¡
de sus juicios en puntos de doctrina, y sus efectos sobre Ía~ al­
mas de los fieles, sin. que la potest~d ti,mporal pueda en algún
caso dar decisiones sobre . el dogma, ni sobre cosa puramente r :· -.. - . .
(78) JAMIN: Op. cit., pág. 173.
(79) Paralip. 2, cap. 19, v. I (citado por JAMIN).
(80) Timot. 1, cap. 2, v. 2 (citado por JAMIN).
(81) Rom., c. 8, v. 17. (dtado por JAMIN).
(82) JAMIN: Op. cit., pág. 174.
(83) JAMIN: O¡,. cit., pág. 177.
(84)
JAMIN: Op. cit., págs. 177-178.•
(85) JAMIN: Op. cit., págs. 178-180.,·
(86) 2 Paralip. 26 y I Regum, c. 13, v. 10 (citado por JAMIN) •
.225
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIGONA
espiritual» (87). ¿A qué fin, pues, adular a los Reyes, atribu­
yéndoles uoa autoridad que no les compete? La magestad del
trono brilla bastante
por sí misma, sin necesitar de adornos
prestados» ( 88 ).
«Es uoa maldad (89 ), decía uo emperador christiano, mez­
clarse en los negocios eclesiásticos, sin estar escrito en el catá­
logo de fos santos obispos. Por grandes que sean, los talentos,
la instrucción y la virtud de
un lego, , decía otro emperador, no
dexará de ser oveja mientras se mantenga en la clase de los
legos
... ¿Qué razón, pues, podéis tener siendo ovejas, para que­
rer disputar con vuestros pastores y mezclaros en cosas que son,
superiores a vuestro estado? Pues fos Príncipes están en la cla­
se de los legos, y como tales son ovejas del mismo modo que
sus vasallos» (90 (91).
Podríamos multiplicar las citas. Bastan, creemos,
las aduci­
das. Y
no deja de tener gracia pensar en el rostro que pondrían
Campomanes, Moñino y Aranda
aJ ver que llamaban oveja nada
menos que a su rey. No sabemos la suerte
que correría el libro
de
J amin ni su traductor. Peto hay que reconocer en Barreda un
valor fuera de !o común
al expresar con tal rotunidad la doc­
q,ina .católica en aquellos días.
Tratado de lá regalía de amortización
Campomanes, este «azote y calamidad inaudita para la Iglesia
de España» (92) da a la luz,
en 1765, la más conocida de sus
(87) Documento del Consejo de 2 4 de mayo de 1766 (citado por
]AMIN).
(88) JAMIN: Op, cit., págs. 180-181.
(89) Theodosius Jun, Epis. ad Synodom Ephes. T. 3 Con&, pági­
na 441 (citado por JAMIN).
(90) Ba,ilius Imperat, ap. Con, Octav. Gen.' Act. Concili. Harduiui,
t. 5, pág. 92l) (citado por JAMIN).
(91) JAMIN: Op. cit., pág. 181.
(92) MBNIÍNDBZ PELAYO: Op. cit., pág. 499.
226
Fundaci\363n Speiro

l. EL REINADO DE CARLOS III
obras: el Tratado de la regalia de amo~ti:t;ación (93 ), «muchas
veces reimpresa después, invocada como texto ,por todos los desa­
mortizadores españoles, prohibida por. el índice romano desde
1825 y refutada por el .cardenal Inguanzo
en su libro del Dómi,
nio de la Iglesia sobre sus bienes temporales,. (94) (95).
El libro de Campomanes es moderado si se compara con lo
que luegu se vio en nuestra patria. Como reconoce Menéndez.
Pelayo, «no propone, ni defiende el inicuo despojo que luego
hizo Mendizábal, sino que se limita a recopilar las leyes antiguas
que
ponían tasa a las afiquisiciones de manos muertas, y, apoyadp
siempre en e1 derecho positivo, intenta prevenirlas para en adelan­
te, lo. cual no dejaba de ser u¡t ataque, aunque indirecto y menos
escandaloso
al derecho de. propiedad» { 96J.
Tomás y V aliente natra el fracaso de Cattasco y Campoma­
nes
para convertir sus .ideas en ley positiva

( 97
). Pero no radica
ahí la importancia. del .Tratado, Estaba, sobre todo, en que le-.
vantó la veda de considerar IQS bienes de la Iglesia una propie­
dad sagiada. No. hay duda de que en el fondo subyacía un grave
probk,tna .. La acumulación d~ la propiedad inmobiliaria en ma.
nos muertas prácticamente dejaba a aquélla fuera del comercio,
Y no solo a causa de la Iglesia
sino raµibién pór los mayorazgos
y vinculaciones (98).
'(93) .RODRÍGUEZ D~ CAMPOMANl!S,' Pedro: TratádtJ de la regpllá. de
amorti%aci6n. Estúdio preliminar de Francisco Tomás y Valiente. Edicio­
nes de la Revista de Trabajo, Madrid; 1975.
(94) MENfNDBZ PELAYO: Op. cit., pág. ,oo.
(95) lNG!ÍANZo Y Rr\,Ei sid · en sus bienes temporales. ·Cartas contra las impugnadores de esta
propiedad especialmente en ciertos libelos de estos tiempos y contra otroi
crltiéas moderflos, los cUales, 'aunque ·ta reconocen, impugnaron :'lá libre
iidquisici6n a preiesto· de·· daño9 · dé amortiza&i6n' y ecóno~ia -politica.
Escribialas
don ·Pedró de lnguanzo y -Rivera, diputada· en las ·Cortes··ex-a
traardinarias de Cádiz, año ·de 1813.' Hoy obíspo de Zamora. T. I~ Sala:
manca, Imprenta de don Vicente Blanco, 1820, T. II, Idem, 1823.
(96) MENÉNDEZ PELAYO: Op. cit., pág. 500. ·
(97) TOMÁS: Op. cit., págs. 18-31.
(98) Flm.NANDEZ DE LA ÓGOÑA, Francisco José: ]ovellanos: ideologla
y actitudes religiosas, politicas y eco116inicas. · Instituto de' Estudios Asturia­
nos, Oviedo, 1983, págs: 104-118. ·
21.7
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIG01M
Pero lo que pudo y debió arreglarse en conversaciones con
Roma
y con la Iglesia de España, se abordó desde el regalismo.
Y constituyó una carga de profundidad de efectos retardados pero
devastadores.
La
expulsión de loo jesuitas
La actitud contra los jesuitas alarmó a algunos obispos. Mes­
tre (99), señala a los de Cuenca, Sigüenza, Tarragona, Pamplona,
Urge!,
Guaclix, Huesca y Cádiz. La. Fuente (110) cita a los de
Toledo, Tarragona, Cuenca, Teruel, Ciudad Rodrigo,
Cádiz, Sol­
sona, Valladolid, Urge! y Oviedo. Pero satisfizo a otros muchos,
sobre todo una
vez realizada la expulsión. Entre éllos los de
Palencia, Barcelona
(el sospechosísimo Climent), el que luego
sería arzobispo de Toledo, Lorenzana,
el de Burgos, Rodríguez
Arellano,, que
se distinguió por una durísima pastoral contra la
Compafiía, que conoció varias ediciones (101) y que fue
califi­
cada por Menéndez Pelayo de «funesta pastoral» (102) y bastan­
tes más.
Te6fanes Egido (103) da amplia referencia de aquella me­
dida de. un rey de «cortísimo entendimiento» ( 104) que, en
unión de otras que venimos
comentando, hizo exclamar a In-
(99) MEsTRE: Religi6n ... , pág. 626.
( 100) FtlENTE, Vicente de la: La expulsión de los ;esuitas de España,
Madrid, 1868, pág. 71 (el título es: «1767 y 1876. Cokcción de los ar­
tículos sobre la expulsión publícados en la Revista semanal La Cruzada»>
imprenta y estereotipia de M. Rivadeneyra ).
(101) RODRÍGUEZ DE ARELLANO, Joseph Xavier: Doctrina de lo, ex­
pulsos extinguida. Pastoral que obedec#endo al Rey dirigía a su di6cesi~
el ilustrisimo señor D. Joseph Xavier Rodríguez de -Arellano, an.obispo de
Burgos, del Conse;o de S. M., etc., Madrid, 1768. La _edición que utilizo
es
una reJmp.tesióri de 1881. No deja de set curioso que más de cieii años
(102) MENJ\NDEZ PELAYO: Op. cit., pág. 521.
(103) EG1no, Teóíanes: -«La expulsión de los jesuitas de Espa.fia», en
Historia de la Iglesia en España, IV, págs .. 745-792.
(104)
MENJ\NDEZ PELAYO: Op. cit., pág. 493.
228
Fundaci\363n Speiro

l. EL REINADO DE CARLOS III
guanzo, casi cincuenta años después: «en tiempos de Carlos III
se plantó el árbol, en el de Carlos IV echó ramas y frutos y
nosotros
los cogimos, no hay ·un solo español que no pueda
decir
si son dulces o amargos» (105). Pero siguen

siendo capita­
les los textos de Menéndez
Pelayo (106) y March (107).
Egido, en una

línea que hoy parece estar de moda de
excul­
par a Carlos III y sus ministros en buena parte de · la medida
-evidentemente es imposible la exculpación total-, acumula
una serie de factores, soslayados por
de la Hoz, de la Fuente,
Menéndez Pelayo y los jesuitas Frías, Astrain, Villada y Pérez
Goyena, entre otros. Se trata de invalidar la tesis tradicional
que
podría resumirse en aquellas famosas palabras atribuidas a
Roda·
en carta a Choiseul: «hemos muerto al hijo, ya no nos
queda más que hacer otro tanto con la madre, nuestra santa
Igle~ romana» (108). Pero,:[ reformismo social de Carlos ,III
y ·otros condicionamientos económicos y políticos que Egido in­
voca no le permiten· echar por tierra la versión clásica, sino solo
reconocer que se trata de algo «más complicado que lo que la
simple visión maniquea de antaño dejaba sospechar». ( 109).
Sin embargo, todas las concausas que Egido invoca eran más
que sabidas. Que
regalismo y jansenismo estaban contra los hijos
de Loyola no es
ningón descubrimiento. Menéndez Pelayo ha
dado cumplida referencia de todo ello. Y pensar que Carlos III
necesitaba la expulsión y luego la extinción de la Compañía para
poder
realizar la reforma de los estudios 'es rizar el rizo de la
incongruencia.
Si pudo expulsar de todos sus reinos a tan «te­
mible» ejército sin que éste prestara la menor resistencia y en
materia que tantísimo le afectaba nada hacer creer
que la refor­
ma de los estudios levantara en pie de guerra a los jesuitas.
(105) Citado por MENliNllEZ l'ELAYo: Op. cit., pág. 493.
(106)
MllNÉNDEZ l'ELAYO: Op. cit., págs. 487 y sigs.
(107) MARCH, José María: El restaurador de la Compañia de Jesús.
Beato José de Pignatelli y su tiempo, tomo 1, Barcelona; 1935, págs. 93 y
siguientes.
(108) MENÉNDEZ l'ELAYO: Op. cit., pág. 507.
(109) EGmo: La expulsión ... , pág. 750.
229
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIGORA
Estamos pura y simplemente ante la pretensión de, lavar la cara
<)el rey y sus ministros y no va a ser fácil cónseguirlo.
Porque, atribúyase
a. ho 1a medida a la masonería o a los
«filósofos» (110),
·9 a ambos de co~uno, lo cierto es que hubo
un entendimiento entre .varias. Cortes .de Europa para conseguir
el resultado al que al fin se llegó con el Papa Ganganelli. Y
cierto
es también que ese resultado, querido y buscado incansa;
blemente por.
los políticos del absolutismo, era contrario a ios
intereses de Ja Iglesia y por _eso a. él se ,había opuesto, aun a
costa de sufrir fortísimas
. presiones,. Clemente XIII.
Y no es menos verdad. que «aquel acto feroz de· embravecido
despotismo» (111),
,que «acjuella···:inquidad, que aún está da·
mando al cielo, fue, al mismo . tiempo que odiosa conculcación
de , . todo derecho, 1lll .golpe mortífero para la cultura españq­
la»
(112). Y aún más que para la cultura, para la religión. Es~
paña. pe,rdió con la expulsión de cinco iruLa seis mil jesuitas. Es.
imposible que sus. consecuencias no se hicieran notar (113) •.
Y si fue .grave y cruel medida de despotismo la llevada .a cabo
por Carlos. III, empalidece con la ejecutada poco antes por aquel
monstruo de
mhutruµiidad,_•qne fue .Pombal .(ll4); No es de ex­
tta,ñar que la hija y heredera de José I de. Portugal se volvier¡¡
loca al conocer, según se ha, escrito, la. responsabilidad de su
padre en los crímenes de su. reinado. Y fuera o no esa la causa
de su
Jocura lo cierto es que la revolución [e obligó a abandonar
Portugal.
Como al hijo de Carlos lII, España. El heredero de
Luis
XV no pudo abandonar Francia pues murió en la guillotina.
( 110) BARRUEL, Abbé: M me, t. I, Hrunbourg, .1803, págs. 57-58 •.
(111) MENÉNDEZ PELAYO: Op. cit., pág. 507.
(112) MENÉNDEZ PBLAYO: Op. cit., pág. 508,
(113) MABcH, Jo,é María: Op. ,cit., págs. 269,285; MENÉNDEZ PBLA-
YO: Op. cit., págs. 508-511, .•
(114) BoRGÉS, Antunes:·. «E!.Rei D. José I e o -ques' de Pombal
~tos de. Rotna a lw: de dOis seculos»,_.ep Resistencia-, núm. 207-208-209,
n'Oviembre de 1980, págs. 15-36; MAscARENHAS, Domingos: Portugalidade;
Lisboa, s/a., págs. 197 y sigs.;•MARCH: Qp. cit., págs: 95-98; Memorias ... ,
págs. 266-271; MENÉNDEZ l'ELAYO: Op. cit., págs. 484493.
230
Fundaci\363n Speiro

I. EL REINADO DE CARLOS III
Y Fernando de Nápoles, respol)sable. directo de la expulsión,
perderá asimi~o el trono . aunque posteriormente logre ·recupe,
rarlo ,( 115).
La animadversión contra, .. los jesuitas venía de lejos. La con­
troversia de auxüiis (116) dio lugar a «un choque frontal y rui­
doso entre .dominicos
y .jesuitas» (117) que dejó heridas que
mucho
tardarían en cicatrizar. Esas «tesis pelagianas», al decir
de los adversarios de Molioa, más radicales en este
y algún otro
jesuita, por ejemplo, Lessius, .que en

otros muchos miembros
de
la Compañía,· están en la base de la posición de ésta al janse,
nismo. Y · por coincidir con la línea seguida por . el pontificado
hizc> ·cerrar aún más la filás de la milicia ignaciana en torno a
Roma. No era solo el cuarto voto.
Es q~e; además, ese voto
. coincidía con sus amo~ inteleétnalés. <;:uando Pablo V pone en .
entredicho a Venecia; los jesnitas, por obediel)cia, son expulsa-
(115) FERNANDO DE NÁPOLES .(175U825) fue ·uno de los monarcas que
ipás _ se. cara.:;~aron por_ s:u . oposic;:ión a Rom,a, . aunque ciertamente todos
los · reyes católicos parecieron· COmpetir por ·a1~ el primer puesto ~
esa contienda. .
(116)-V ÁiQUEZ, Isaac: «Las· ~trover~ias doc1:rinalés posi:ridentinas hasta
finales dd siglo XVII»,-'en 'Historia. de la Iglesia en España, IV, páginas··
437443; LLORCA, GARCÍA VILLOSLADA y MoNTALBÁN: Historia de la IgleM
sía cat6lica, t. Ill, BA,C, Madrid, 1960, págs. 1.023-1.024; GARciA VILios­
LADA, Ricardo: Manual de Histor~a -.de la Comp~ñia de· Jesús, Editorial
Aldeooa, Mádrid, 1941, págs. 210,217; BELTRÁN, DE FfuRllDIA, Vicente:
Domingo B4ñez y las. controverJias ·!Obre . la gracia.~ CSIC, Madrid,· 1?68;,
ARBEOLA EGÜÉS, A.gustín:La doctrina de la predestinación y ,de la grar;ia
eficaz en Juan _Mattínez de Ripalila, Diputación Foral de Navarr.a, Pamplo­
na, 1950; R.iv1ERE, J.: «Justificati.on», en Dict.ionaire de Theológie Catho­
lique., XVI, 2.077-2227; CQDINA, J. _R.: «Molin8J, .Luis de»~ en Dicciona:­
rio ... , t. III,. pág. 1.500; MART.fflEZ, M.: «Bafiecianismo», en Diccionario ... ,
t. I (Madrid, 1972), págs. 181-182; FfuRNÁND~, R.: «Báñez, Domingo»,
en Diccionario ... , t. I,._págs. 182-183, -Ya. San Ignacio, oo:n singular pers-"
pi,cacia, había recomendado. prudencia en . estos teJ1!8&; cfr. < pirituales. Para el sentido vetdadero que en· la Iglesia ,nilitante debemos
tener, se guarden las reglas siguientes: ·reglas 15-18»;. en Obras completas
de San Ignacio de Loyola, BAC, Ma¡lrid,, 1963, p,lgs. 272,273.
(117) VÁZQUEZ: Op. cit., pág, 4}7.' ·
231
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGORA
dos de la Serenísima ( 118 ). Pospusieron loS intereses de la orden
a los del pontificado. Pero cuando combaten el jansenismo no
solo apoyan a los papas, sino que defienden
al mismo tiempo
el pensamiento y los intereses de
la Compañía (119).
No hay que extralíarse, pues, que agustinos y dominicos
vie­
sen en un principio en Jansenio al vengador de la nunca cerrada
polémica entre Báñez y Molina que tantas veces creyeron tener
ganada. A ello hay que
alíadir el recelo ante la orden recién na­
cida que introducía notables novedades y arrehaíaba influencias,
_cátedras y confesonarios reales (120) a las que hasta entonces
habían parecido las columnas insustituibles de la Iglesia.
El Augustinus (Lovaina, 1640), publicad~ a los dos alíos de
la muerte de obispo de Yprés, dio
foz verde a las polémicas que
el Papa tenía contraladas por los decretos del Santo Oficio de
1611, 1623
y 1625 prohibiendo que nadie escribiera sobre con­
troversia de gracia sin permiso de la Inquisición romana (
121 ).
La _bula In eminenti (Urbano VIII, 6/3/f642) es la primera
condena
pontificia del jansenismo y foe acogida . con entusiasmo
por la Compañía. Se cornptende que loS jansenistas la tacharan
de «falsificación
jesuítica» (122). La constitución apostólica Cum
occasione, (31/5/1653), de Inocencio X, es una nueva condena
del
jansenismo y, sensu contrario, un esfuerzo de las tesis jesuí-
(118).. VÁZQUEZ: _ Op. cit., pág. 442; PASTOR: Op. cit., t. XXV, Bar­
celona, 1944, págs. 111 y sigs., y 149-y ;,igs.
(119) GARCÍA VILLOSLADA, Ricardo: «El jansenismo», en Historitr-de
la Iglesia (Llorra, Garda Villoslada y Montalbán), IV, BAC, Madrid, 1958,
págs. 184-261.
(120) La Casa de Austria en España había escogido tradicionalmente
sus confesores entre los dominicos pero fue un jesuita,
el famoso Juan
Everardo Níthard, quien dirigió la conciencia de Mariana de Austria, madre
de Carlos . 11. Los Borbones de Francia habían preferido a jesuitas como
Caussin, La Chaise y Le Tellier, ·entre otros, y cuando se implantan en
España con ·Felipe V fueron los hijos de Loyola los-encargados de las rea·
les conciencias"; así, los. padres Daubenton, Robinet, Gabriel Bermúdez, Qar·
ke, Juan Marlll, Lefebvre y Rávago. Cfr. GARCÍA VrLLOSLADA: Manudt ... ,
p6gs. 354-356.
(121)
VÁZQURZ: Op. cit,, pág. 477.
(122) GARCÍA VrLLOSLADÁ: El jansenismo ... , pág. 203.
232
Fundaci\363n Speiro

J. EL REINADO DE CARLOS III
ticas. Las relaciones se iban envenenando no solo entre los jan­
senistas y el pontificado y la Compañía, sino también entre ésta
y las otras 6rdenes religiosas. Resulta
significativo al respecto
que con motivo
de la Cum occasione, «cuatro de los consultores
-el general de los agustinos, el minorita W adding y los dos do­
minicos-- pensaran que era
inopottUno condenar como heréticas
estas proposiciones, aunque luego, naturalmente, se sometieran
a
la condenaci6n» (123 ).
La paz clementina solo sirvió para que el jansenismo tomara
auge y
se infiltrara «en algunas Congregaciones religiosas, como
la de los maurinos y la de los oratorianos» ( 124 ), con lo que se
convertían, de facto, en enemigos de los jesuitas.
El cardenal
Aguirre exponía certeramente la siruaci6n pro­
vocada al general de la Compañía, Tirso González, distinguiendo
tres clases de jansenistas (con
lo que una vez más se da la ra­
zón a. Menéndez Pelayo y esta vez en pleno siglo xvm):. «los
primeros son los que sostienen las cinco proposiciones y los
errores (de Jansenio) que la Iglesia ha
condenado; y éstos son
en número muy escaso, pues hasta ahora a
ninguno se le ha po­
dido probar eso jurídicamente. Los segundos son los que tienen
celo por
la buena moral y por las reglas severas de la disciplina;
y
éstos, no obstante la relajación de nuestro siglo, son muchos
en número. Y
los terceros son los que, en cualquier forma, son
enemigos de
los jesuitas, y de éstos hay una infinidad» ( 125).
Como reconoce
el P. Villoslada, «especialmente los agustinos
se molestaron por las acusaciones, tal vez excesivas, de algunos
jesuitas» (126). El P. Miguélez será un ejemplo, sumamente
tardío de ello. Pero en aquellos
días fueron multitud. Y no solo
agustinos.
El celo por la orden. y una cuestión teol6gica que en
verdad era compleja colocaron a
la Compañía como blanco de
tiro
de. muchos religiosos.
Todo se complicaba. Y «como la
Compañía de Jesús puso en
(123) GARCÍA VILLOSLADA: EZ-jansenismo ... , pág. 205.
(124) GARCÍA Vll-LOSLADA: El ;ansenismo .. ,,_ pág. 210.
(125) GARCÍA VILLOSLADA: El jansenismo ... , pág. 210.
(126) GARCÍA VILLOSLÁDA: El jansenismo ... , pág. 211.
233 •
Fundaci\363n Speiro

liRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGONA
movimiento a sus teólogos contra los dogmas semicalvinistas _ del
Augustinus, así ahora contra la moral rígida y los principios ful.
sos del libro de .Antonio Arnauld (De la frecuente comunión),
que algunos chistosamente llamaron De -la infrecuente comu­
nión» ( 127). Entonces interviene Pascal como importatísimo ele­
mento de
combate contra la Compañía ( 128 ). Sus Provinciales
son un gozo literario y del espíritu, De ahí, y por tener de blan­
co a los jesuitas, su arrollador
éxito. Pero su doctrina no ·es ca­
tólica sino jansenista. Por ello, el. 6 _de septiembre de 1657 fue­
ron incluidas_ en_ el Indice por un decreto de Alejandro VII (129).
El testimonio de Voltaire es revelador:_ «se intentaba por todos
los medios hacer odiosos a los jesuitas. Pascal hizo más: los puso
en ridículo» (130). El «fue qui!'ll dio forma a la leyenda negra
del-jesuitismo. Todos
los errores, todos tos absutdos que corren
entre el vulgo desde entonces, y ·que han sido creídos y propala.
dos aun por literatos . de gran cultura y aun por eclesiásticos
(leyep_da del poderío, de ·1a .ambición, del maquiavelismo, del [a­
xismo, del seudocatolicismo _.de lps jesuitas), todos esos, tópicos
denigrantes, cultivádos por -Bérap_ger, Eugenio Sué, Michelet,
Castelar, Dostoyevski, etc., se derivan de las Provinciales de Pas­
ca1» ( 131 j.
La poléroic¡1 rontinúa. Oemente XI ratifica con la, bula
Vineam Domini ( 16/7 /1705), las_ censuras anteriores. Fenelon,
el gran desconocido para el pensamiep_to tradicional (132),_ cega­
do por el astro Bossuet, pese a las debilidades galicanas de éste,
se enfrenta abiertamente
al jansenismo. El mismo Clemente XI,
en .su breve Universi Dominici gregis (13/1/1708) prohíbe l~
lectura de las Reflexiones ·morales 'de Quesnel. Hasta que .el8
de septieml,re de 1713 por la bula -Únigenitus da el golpe de
(127) GARciA VILLOSLADA: El ;ansenismo ... , p,lg. 222.
(128)
GARCÍA VILLOSLADA: El ;ansenismo ... , págs. 223-250.
(129)
·GARCÍA VtLLOSLADA: El iatlSlmismo ... , -pág. 243.
(130)
GARciA VILLOSLADA: El iansenismo ... , pág. 243.
(131) GARCÍA V1L~OSLADA:1 . El jansenismo ...
, pág. 246. .e,
(132) GARciA DE Pouv11ui, Juan Carlos: «Meqitaciones de 1'1,Re-
volución francesa», en Verbo~ núm. 231-232, enero-febrero, 1985, pág.j.nas
172-174.
234
Fundaci\363n Speiro

I: "fiL RelNAD(): DE ,CARLOS Ul .
gracia al jansenismo teológico, confirmado por Inac:;encio XIU
y por su .sucesor Benedicto XIII. El triunfo doctrinal de los
jesuitas era total. Pero en el camino
se habían dejado más que
jirones de su piel. En vez de ser admirados por
haber sostenido
desde el
primer momento la doctrina católica, confirmada pon­
tífice tras pontífice, eran . odiados. por todas las demás órdenes
religiosas
que, sin embargo, acataban las decisiones pontiiicias,
dictadas con el apoyo y por el apoyo de los teólogos jesuitas.
Situación paradójica
pero real.
En Francia acababa de morir Lui$ .XIV, siempre enemigo del
jansenismo y el
.regente de Orleans vivía. en .el agnosticismo y el
libertinaje. El cardenal de Nóailles 033), arzobispo de Pat!s,
una calami ciones jansenistas y su actitud antijesuítica. Pero los días del
jansenismo teológico
ya habían pasado .. Solo quedaban el odio
y el resentimiento.
Muertó teóricamente
· ese jansenismo, pues quienes lo sos,
tenían estaban ya fuera de la Iglesia, no cesó la polémica. La
condena del cardenal Noris · OSA por la Inquisición españo,
la (1747) (134), tras lo cual estaba el poder del confesor de
Fernando VI,
el jesuita Rávag~,. que dio muestras de un cierto
regalismo frente
las protestas romanas qne defendían la .sana
doctrina del cardenal (135), envenenó aún más las relaciones
entre los
bi.jos de Ignacio y Jos de Agustín.
Las controversias mariológicas contribuyeron. también a avivar
los resentimientos ent,;e ias órdenes. En especial· la polémica
inmaculista (
136 ). En esta . ocasión los jesuitas no estuvieron
(133) Memorias ... , t. II, págs. 9-13; PASTOR; Op. cit., XXXIII, pá­
ginas 4-6, 151, 154-157, 161-162, 171-184; 193-200, 207-267; XXXIV, pá­
ginas 34, 3446, 66, P8, 185, 188-201, 215, 217, 220-228, 231, 236, 352,
377-378; -AMAT, Fé.lu:: Historia Eclesilt$tica, t. XII, Barcelona, 1803, pá­
ginas 11-16.
134)
MAESTRE: Religi6n ... , págs. 652-654.
(135) DEFouRNEAux: Op. cit., págs. 75 y sigs. También RoDRÍGUEZ
CAsADo, Vicente: La politica y los-.-politicos en el reinado de ·carlo.s III,
Madrid, 1962, págs. 171 y sigo.
(136) VAzQURZ: Op. cit., págs. 455460.
235
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGOIU
solos. Los franciscanos fueron con ellos, e incluso OO'tel,· que ellos,
decididos paladines de la Inmaculada
Concepci6n de María. Fren­
te a los dominicos (137).
Un nuevo campo de
batalla fue el de la teología moral ( 138 ),
con íntimas vinculaciones al problema jansenista. La corriente
de moda ttazó un sendero por el que «se llegó bien pronto aJ
laxismo moral, caminando por el terreno movedizo del probabi­
lismo. El laxismo no es
un sistema, •ino una mentalidad, un es­
tilo que, llevando las opiniones verdaderamente probables 111ás
allá de lo debido o elevando a rango de probables teorías muy
inconsistentes, encontraba en el probabalismo
la justificación doc­
ttinal de las soluciones más exirañas. Entre malabarismos de
quaeres y distingues, los probabilistas Jaxos habían logrado redu­
cir al mínimo el dominio del pecado;· el cielo lo vendían a buen
precio» ( 139). Y
la mayoría de los laxistas estaban en la Com­
pañía de Jesús (140). O simpatizaban con ella. En estas víspe­
peras de
la expulsión hizo particular ruido en Francia la condena
de un libro
el jesuita Pichon que, escrito con el laudable propó­
sito
de acercar a los fieles a la comunión se pasaba por el otto
extremo, el del laxismo, reduciendo tanto las condiciones del
comulgante que prácticamente dejaban de existir. Ni que decir
tiene que el jansenismo cerró filas contra Pichon
y_ la Compañía
con este motivo ( 141 ). Pese· a la amplísima y sincera rettacta­
ción del jesuita. Lo mismo ocurrió, aunque en asunto completa­
mente distinto, con el negocio
fallido del P. La Valette (142).
Esos excesos laxistas
dan .pertrechos y armas a· los jansenis-·
tas en su oposición a la Compañía aunque evidentemente «el
móvil que impulsaba a éstos no eran solo sus ideas rigoristas,
(137) AsTRAIN, Antonio: «Historia de la Compañía de Jesús en la
Asistencia de España•, en Ra,,6n y Fe, t. V, Madrid, 1916, págs. 127-138.
(138)
VÁZQUEZ: Op. cit., págs. 461-474; GARCÍA VILLOSLADA: Mr,.
nual ... , págs. 323-329.
(139)
VÁZQUEZ: Op. cit., pág. 466.
(140)
VÁZQUEZ: Op. cit., pág. 466.
(141) Memorias ... , t. II, págs. 147-150.
(142) Memorias ... , t. JI, págs. 278-280; GARCÍA VILLOSLADA: Ma-
nual ... , págs. 425-426.
236
Fundaci\363n Speiro

l. EL REINADO DE CARLOS III
sino, sobre todo, el ansia de desquite contra los jesuitas» (143).
Roma
se alarmó y «con decretos del Santo Oficio de 1665 y
1666 hizo condenar dos series de proposiciones laxistas; y unos
años
más tarde, en 1679, Inocencio XI, siguiendo la.misma línea
de su antecesor, mandó condenar con decreto del Santo Oficio, .
ses.enta y cinco proposiciones» (144).
Pero
es preciso reconocer que el probabilismo jesuítico no
tenía nada que ver con el laxismo aunque excesos
de aquél en
algún padre pudiera dar pretexto a éste.
Se trataba mucho más
que de la realidad de lo que la caricatura pascaliana pasaba
por tal.
La misma Compañía reaccionó contra el laxismo. Tanto des­
de su probabilismo rectamente aplicado como, desde el otro ex­
tremo, por la belicosa actitud del P. Tirso González, que llegaría
a general y que convierte «en
el campeón del rigorismo» (145),
introduciendo una grave quiebra dentro de la propia orden.
«Desde tiempo atrás venía lamentándose de que la Compa­
ñía fuera objeto de tantas calumnias, por seguir empeñados sus
teólogos en defender los principios del probabilismo, principios
que él consideraba, por la grande experiencia que había
alean­
. ,,,.do. a través de las mislones populares, como la ocasión, si no
como la causa, de donde provenía tanta relajación
en· los fieles
y en sus pastores» ( 146 ).
«Desde la cátedta salmantina emprendió, pues, el.· P. Tirso
la tarea de desarraigar de
la Compañía las . opiniones probables
o, cuando menos, de conseguir que se concediese h1,ertad dentro
de la
Compañía para poder separarse del probabilismo» ( 147).
Algún tiempo después
el P. González fue elegido general de
la Compañía y se embarca en el empeño de apartar a los jesuitas,
ya como cuerpo, de esas tesis, «poniendo en la empresa, entu-
(143) VÁZQUEZ: Op. cit., pág. 466.
(144)
VÁZQUEZ: Op. cit., pág. 467.
(145) VÁZQUEZ: Op. cit., pág. 467.
(146)
VÁZQUEZ: Op. cit., pág. 467.
(147)
VÁZQUEZ: Op. cit., pág. 468.
237
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO JOS5 F5RNAND5Z D5 LA CIGONA
siasmo, constancia y no poca terquedad» ( 148 ). Su opc:ton fue
clara
y terminante a favor del probabiliorismo que era la muerte
del l~smo, Ello. causó. verdadera perturbaci6n en la Com:¡,a­
ñía (149) y oasi le cuesta al general la .deposici6n. En este vi­
drioso asunto J'irso Gonz.ález tuvo ·a-su lado a los franciseá­
nos ( 150 ). Y fue en cierto modo un pararrayos .que detuvo, o al
menos contuvo, unas acusaciones cuasi generales aunque bastan­
te infundadas. La polémica envenenada con el rigorismo del do­
minico Concina o concluirá hasta la soluci6n de Llgorio mu­
cho más afín al probabilismo
jesuítico que el. rigorismo.
Otro motivo de animadversión . contra la Compañía, en esta
ocasión por parte
de las monarquías absolutas y sus corifeos, es
de índole esencialmente política. Mariana, .con su. De Rege et
Regis
intitutione (Toledo, 1599) ( 151), Su.árez wn su Defrnsio
fidei (15.2) 'i Belat1)lino (153) introdujeronlimitaciones al PQ real que no eran grata~ a quienes veían en él la absoluta potes­
tad
sobre la ti~rra ( 154 ). J'ras el puñal de Ravaillac, que acab6
con el primer Barbón francés; los enemigos de los jesuitascon­
sideraron siempre, sin fon<)amento alguno, que· estaba el 1,ibro
de Mariana. .
Mariana tiene U!la dobie vertiente como fuente de ataques
a
la Compañía; po; su famCJSísimp De Rege fue presentado co,;p.o
el palaclín del 'tiráhlcidio, en una interpretación muy forzada y
evMentemente interesada. Pero, además; su «célebre libro. ~obre
. (148) VÁZQU~: Op. cit., pág, 468.
.. (~49) VÁZQUHZ: . Op. cit., p,ígs. 468469; GARCfA VILLOSLADA: Mq-
ntialc págs. 32C,:329. · ·
(150) VÁZQUHZ: Op; cit., pág. 469.
(151) REY, E.: Diccionario ... , t. III (Madrid, 1973), págs. 1.417,1.41&;
Fa,uLE, Guillermo: Histori• de .. ta Filosofía española, t. I, BAC, M!'drid,
1971, pág. 361: . . .
(152) ELORDUY, E.: Diccionario ... , t. IV, Madrid, 1975, págs. 2511-
2513; fRArLE: Op. cit., págs. 361,.387, especialme¡,te, .382-386.
(153) FRAILE, Guillermo: Historia ,fe lo Filosofía, t. JII,. BAC, Ma­
ddd, 1966, pág. 439.
(154) ÜLAECHEA, R.: DiccionariQ ... , t. 11, pág. 1.155; ,GARCÍA V1tr;.os-­
LADA: Manual ... , págs. 202-203.
238.
Fundaci\363n Speiro

I. EL REINADO DE CARLÓS III .
las enfermedades de:, .la Gpmpañía» (155)fue intendencia de múl­
ti11les ataques a los jesuitas. De poco sirvieron las exhortaciones
del
general Vltelleschi. Como dice Astrain, «hallábase entonces
Mariana
en los ochenta y cinco años, y esta edad no es la más
a propósito para cambiar de ideas» ( 156 ). La Inquisición espa­
ñola colaboró
con la curia jesuítica y, a entera satisfacción de
ésta, impidió la divulgación del escrito del jesuita ( 157 }. Pero
en 1625
aparece en Francia «sin nombre de ciudad ni de impre­
soJ;» (158). Y enseguida se publio6 el texto español ( 159). 'El
Santo Oficio lo prohibió por decreto de 17 de junio de 1627 ( 160).
Pero. el daño estaba causado. De esta obra, y del insigne talento
· & su autor, se valdrían muchos de los enemigos de la eom,
pañk
. También en el terreno político hay que .situar el famoso ·
asunto de las reducciones del Paraguay ( 161 ), verdadero timbre
de gloria de la Compañía y que fueron también utilizadas en la
luoha antijesuítica
como ejemplo, ciertamente indemostráble; de
las, pretensiones de los hijos de Loyola de constituir un iniperio
indq,endiente del pqder real .
. .. Fµe también motivo de la .oposición dominica la nueva doc­
trina que predjo6 la Compañía" que sé interpretó com'o. un aléjac
miento de Santo Tomás y por pretensión '-de «desacrediiar y des­
teri;ar su doctrina y ponerla en perpetuo ·olvido, fotmando estas
,¡u~ escuela.s en que este angélico doctor no ha de tener par;
, (155) AsTRAIN: Op. cit., V, pig. 66 •.
'"(Í56) AsTRAIN: Op. cit., V, pig. 67.
(157) AsTRAIN: Op. cit., V, pág. 69.
(158) AsTRAIN: Op. tit., V, pig, 69:
(159) AsTRAIN: Op. cit., V, pig,· .. 70.
(160)
AsTRAIN: Op. cit., V, pig;· 70. .
(161)
GARCÍA VrLLosLADA: Manual.'.., págs. 253-261 y 375-380; LioR­
CA, VILLOSLADA y MoNTALBÁN: · Op. cít,, t. III, págs. 987-9g9 y t. IV,
págs. 174-175; EGAÑA, Antonio_ .de: ·Historia dt la. Iglesia ·en· la América
española, BAC, Madrid, 1966, págs. 190,198 y 761-772; Duss,LL, Enrique
D.: Historia de la Iglesia en América latina, ·Editorial Nova Terra, Barce­
lona, 1972, págs. 73-77 y 85; AMAT, Félix: Op. cit., t. XII, págs. 231232.
MEDINA Rmz, Fernando: El paraiso demolida. Las: reduccionis fesufticas
del Paraguay, Tradición, Méjir;o, .1987.
Í!.39
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGORA
te» (162). Interpretación en vetdad abusiva. También los con­
sideraron introductores de novedades
peligrosas como, por ejem­
plo, los
Eierdcios espirituales. El famoso teólogo dominico Mel­
chor Cano fue uno de sus
más acerbos detractores (163 ), as!
como los arzobispos de Toledo, cardenal Silíceo (164) y Zarago­
za, Hernado de Aragón (165).
Hasta las polémicas puramente
literarias jugaron su papel
en este
asunfo. Tanto Gracián con su Agudeza y arte de inge­
nio ( 166) como Isla en la Historia del famoso predicador fray
Gerundio de Campazas, alias Zotes (167), ambos. autores jesui­
tas, contribuyeron a avivar pasiones
ya bastante encendidas por
todo lo que h!;mos expuesto en otras órdenes que se sintieron
aludidas y ridiculizadas.
En 1767 el frente antijesuítico estaba
ya perfectamente de­
limitado. Los ministros
del rey, con °'C! inevitable dictamen de
Campomanes (168), los principios regalistas
al uso tan gratos
al asturiano y atizados
por otros como Mayáns: «para hiÍcer
oposición a los excesivos privilegios monásticos 110 hay autor
como Van Espen» (169). El arzobispo de Valencia, Mayoral, «~n­
tijesuita por convicción» ( 170), de cuyo entorno salieron varios
obispos tachados de jansenistas: Bettrán, Climent,
«acetado ·ene­
migo de los jesuitas») ( 171 ), El obispo de Lugo, Armañá, agus­
tino, más tarde arzobispo de Tarragona, que «es muy probable
alcanzara el obispado gracias a su declarado antijesuitismo,. (172).
También eran antijesuitas Lorenzana, obispo
de Plasencia, lll;ZO­
bispo de Méjico y, por último, de Toledo. Fabián y Fuero, obis-
'
(162) Citado en AsTRAIN: Op. cit., V, pág.' 172.
(163)
GARciA VrLLOSLADA: Manual ... , págs. 105-108.
(164) GARclA VILLOSLADA: Manual •.. , págs. 106-108.
(165)
GARCÍA VrLLOSLADA: Manual ... , págs. 108-109.
(166)
AsTRAIN:. Op. cit., V, págs. 109-112.
(167)
MARcH: Op. cit., págs. 152-153.
(168)
Eomo: El regalismo ... , pág. 154.
(169)
MEsTRE: Regalismo ... , pág. 191.
(170)
MEsTRE:. Religi6n ... , pág. 618.
(171)
MEsTRE: Religión ... , pág. 619.
(172)
MEsTRE: Religión ... , pág. 620.
240
Fundaci\363n Speiro

I. EL REINADO DE CARLOS III
po de Puebla y arzobispo de Valencia; el ya citado arzobispo de
Burgos,
Rodríguez de Arellano (173); el de Avila y el de Ma­
nila (174), el de Palencia (175), el de Albarracín (176), el con­
fesor real P. Eleta. (177), el de Salamanca (.178) ..•
Los generales de los dominicos y los agustinos, Boxadors y
Vázquez (179), fueron también piezas capitales en la operación
por su animadversión a
la Compañía. Los franciscanos, represen­
tados por
el confesor real y los carmelitas descalzos se alinean
también contra los jesuitas.
. ,
Carlos III tenía todos los respaldos. Para terminar de con­
vencerle solo faltaba el pintoresCQHY, recambolesco tema de la
famosa carta que ponía en duda su legítima filiación (iBO). Hoy,
a
más de doscientos años de la medida, lo que más toca es la
ceguera de tantos hombres de Iglesia, algunos de sana doctrina
y amantes de .la institución eclesial, que prestaron su colabora­
ción activa a una medida trágica para la Iglesia española y la
universal. • ·
La extinción de la Compañía de Jesús
El odio que hicieron concebir a Carlos III por la Compañía
no
se ,aplacó con la inicua medida de. la expulsión. Se quería
más. Y a ello se volcó la todavía gran máquina del poder espa­
ñol por mermado que estuviera si miramos años atrás (181).
Porqué la extinción de la Compañía es obra sobre todo de Es­
paña por medio de Carlos IIL
(173) Ml!sTRE: Religi6n ... , pág. 621.
(174)
E (175)
EGrno: La expulsi6n •.. , pág. 773.
(176)
EGmo: La expulsi6n ... , pág. 773.
(177)
EGmo: La expulsi6n ... , pág. 773.
(178)
EGmo: La expulsi6n ... , pág. 773.
(179)
EGmo: La expulsi6n ... , pág. 777; GARCÍA V1LLOSLADA: Ma-
nual ... , págs. 416-417.
(180)
MARcH: Op. cit., I, págs. 122-125.
(181)
MARcH: Op. cit., I, págs. 2$7-400.
241
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGOfU
El papel detetllÚru!rtte pasa ahora de Campomanek a Moñino;
enviado expresamente a Roma
para ello como embajador de Car­
los III ante Oemente XIV ( 182). De él escribía el rey de Es­
paña a su mentor Tanucci: es ·«varón prudente y de buen modo
y trató; pero firme al mismo tiempo y muy persuadido de la
necesidad de la extinción
de los jesuitas, pues como todo ha pa­
sado por sus manos, ha visto cuán perjudiciales son y cuán indis­
pensable es que se haga» ( 183 ).
El 4 de julio de 1772 ( 184) llegaba a Roma e inmediata­
mente.
se puso al trabajo con todo el celo de que era capaz.
Ocho días después de su llegada tenía su primera entrevista con
el Papa. En lá qué, rebasando con mucho lo que la habitual
cortesía de ese primer encuentro autorizaba y viendo que en .
Roma preferían dar largas al ·,¡sunto, llegó hasta amenazar al
Papa. advirtiéndole que su rey ~al mismo tiempo que era un
príncipe religiosfsimo que veneraba a Su Santidad como· padre
y pastor y le amaba
tiernrunente por su persona, era un Monarca
dotado de una gran fortaleza en todas las cosas que emprendía
después de haberlas examinado maduramente, como sucedía en
el negocio actual; que er11 Jguahneiti:e ·sincero, y tan' amante de
la verdad y buena fe como enemigo de la doblez y el engaño;
que mieiitr.is no teiiía motivo de desconfiar se prestaba con
efusión }'blandura de corazón inimitables, y que, por el contrario
si una vez
llegal,a a uno a entrar · en desconfianza, porque se le
diesé materia para ello, ·tod,Y estaba perdido» (185).
El Pápa quedó,
pues, advertido. 'Floriclablantá fue pr cabeza de los embajadores que representaban a las Cortes anti:
jesuíticas, los cardenales Bernis y Orsíni y el conde de Almada,
enviados
de Francia, Nápoles 'Y PÓrtugal. · · '
La promesa que el Papa había hecho a Carlos. IIÍ el 30 de
(182) PACHECO Y DE LEYVA, Enrique~· La intervenci6n ·de Flofida­
blanca en la redacci6n del Breve· para' la sup"resi6n de los ¡esuitas, Madrid,
1914, pág; 39.
(183) PACHECO: Op. cit., pág. 40.
(184) PACHECO: Op. cit., pág. '40 ..
(185) PACHECO: Op. cit., pág. 42.
242
Fundaci\363n Speiro

I. EL REINADO DE CARLOS III
noviembre de 1769 (186) pesaba como una losa sobre el pontí­
fice, que sólo
quería ganar tiempo. Pero la habilidad de Flori­
dablanca, que alternaba la blandura con la dureza y
la amenaza
si era necesario, seé:undado por Bernis, Zelada y Bountempi, so-.
bre todo, venció al fin todas las resistencias (187). Que Ganga­
nelli
eta antijesuita no ofrecía la menor duda ( 188). Pero el Papa
abrigaba una gran preocupación,
aparte de la que ya de por sí
hábrla
de causarle tan injusta decisión: «que se atribuyera la
medida a una consecuencia de compromisos con.raídos en el Cón­
clave de su elección en 1769» (189). Sencillamente,
que hubiera
comprado los votos necesarios
para ser elegido al precio de su
promesa
de extinguir a la Compañía. Floridablanca pasó sobre
todo hasta arrancar
al, Papa el breve de extindqn Dominus ac
Redemptor, fechado · el 21 de julio de 1773, en cuya redacción
tanta intervención había tenido en unión de Zelada (190).
La milicia ignaciana que tan extraordinarios servicios había
·
prestado a la Iglesia parecía haber muerto para siempre. La
Providencia'cuidó que no fuera así, pero ello 'se sale de los lími­
tes que nos hemos impuesto. No era un triunfo de la religión.
Ese odio a
la Compañía, curiosamente, se rransmiiiría "íntegro a
los liberales.
Y" en España, después de su restauración por Pío
VII con la bula Sollicitudo omnium eclesiarum, el· 7 de agosto
de 1814, volvióse
a expulsar a los jesuitas cada vez que una si­
tuación ·,abiertamente liberal se instaurada. Así ocurriría el 15
de agosto de 1820 con el Trienio liberal; d 22 de julio de 1835,
al .instalarse el liberalismo en el poder tras la muerte de Fer­
nando
VII;· el 12 de octubre de 1868, al triunfar la «gloriosa»
revolución que derrocó a
Úabel II y el 23 de enero. de 1932
con la Segunda República. Pero de ello nos ocuparemos en su
momento.
(186) MARcH: Op. cit., I, págs. 297-298.
(187)
MARcH: Op. cit., I, págs. 312 y sigs.
(188) MARcH: Op. cit., I, págs. 291 y sigs.; PACHEco: Op. cit.; pá­
gina 57.
(189) PACHECO: Op. cit., pág. 64; MARCH: Op .. cit., 1, pág. 335."
(190) PACHECO: Op. cit., págs. 160-195 (texto latino y castellano).
243
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGONA
El expediente . al obispo · de Cuenca
Las constantes invocaciones a los derechos de los obispos,
reforzadas últimamente. con
el De Statu Ecclesiae, de Febro­
nio (191) y la Tentativa Teológica (192) y Ja Demostración del
derecho de los metropolitanos de Portugal
(193), de Pereira, no
impidieron atropellos a obispos como el rei,lizado con el ancia­
no obispo de Cuenca, Isidoro de Carvajal y Lantáster (194 ). Se­
guimos a Ruiz, que sintetizá ejemplannente los hechos:
«El
15 de agosto de 1767 escribió Isidoro (195) de Carva­
jal
y Lancáster una carta particular dirigida al confesor real, pa­
dre Joaquín E1eta. En ella decía textualmente que la Iglesia "era
saqueda en sus bienes, ultrajada en sus ministros y atropellada
en
su inmunidad". El confesor desveló la confidencia del obis­
po Carvajal y presentó la carta
al rey. CarJos III contestó al
obispo de Cuenca instándole paternalmente a que con toda
sim­
plicidad e ingenuidad explicase más en concreto los •saqueos, ul­
trajes y atropellos que sufría la Iglesia para poderles poner re­
medio. Aquejado el obispo por una enfermedad dio largas al
asunto, pero al fin escribió la explicación pedida por el rey, que
envió el infotrne al Consejo Real para
que "fuera examinado con
todo cuidado, haciendo las consultas necesarias". Los
fiscales del
Consejo, José Moñino y Pedro
· Campomanes, hicieron dos ex-
(191) LLORCA, GARciA VILLOSLADA y MoNTALBÁN: Op. cit., páginas
101-105; PASTOR: Dp. cit., XXXVIII, págs. 4448, 136, 289, 317, 319, y
XXXIX, págs. 2-23.
(192) MENÉNDEZ PELAYO: Op. cit., págs. 4TI-482.
(193) MENÉNDEZ PELAYO: Op. cit., págs. 482-484. De la Tentativa
utilizo la edición latina de Lisboa de 1769 y de la Demoslraci6n, la tra­
ducción castellana de 1836, hecha en pleoa pugna del libora]ismo con
Roma,
(194) MENÉNDEZ PELAYo: Op. cit., págs. 514-517; FuENrE, Vicente
de la: Historia ... , págs. 394-396; MARTf: La Iglesia ... , págs. 48-50; RUIZ,
F. J.: Diccionario ... , I, págs, 371-372; EGmo: El regalismo ... , páginas
237-240.
(195) Para Menéndez Pelayo es Isidro.
Fundaci\363n Speiro

I. EL REINADO DE CARLOS III
tensas alegaciones en contra del informe de Isidoro Carvajal y
Lancáster,
al que tacharon de inexacto y fruto de la mala VO·
Juntad más que del celo .pastoral. El Consejo · dictó sentencia,
aprobada por Carlos
III, el ·,3 de octubre de 1767, en la que se
obligaba al obispo a comparecer ante el pleno del Consejo y dar
comeniente explicación de su informe. Cuando 'su enfermedad
se lo. permitió, se presentó ante el Consejo (22 de junio de 1768).
Se disculpó de los agravios contra. el rey y su gobierno conteni­
dos
en su informe y juró fidelidad y obediencia. Fue también en­
viada
una carta a todos los prelados de España, en la que se con­
tenía la sentencia dictada contra .el de Cuenca, claramente des·
tinada a desprestigiarle ante los demás jerarcas.
Al mismo tiem­
po se les prevenía recomendándoles moderación en semejantes
asuntos»
(196).
Más que desacreditar a Carvajal, lo que se pretendía era se­
ñalar a los demás obispos las consecuencias de la más mínima dis­
crepancia aunque fuera expuesta sin publicidad alguna, en carta
a un
amigo o en contestación personal y privada a la solicitud
del rey.
El absolutismo llegaba a las más altas cumbres del despotis­
mo. Tal vez pueda salvarse,
en este caso, la conducta del padre
Eleta dando cuenta al rey del comunicado del prelado, siem­
pre que no hubiera un ánimo de delación y
solo el de infor­
mación
al monarca para que pusiera remedio a lo . que denun­
ciaba. Aunque
tratándose del P. Eleta todo es posible y los acon­
tecimientos posteriores no le dejan en huen lugar dado su in­
flujo en la conciencia del monarca. Pero Carlos III no tiene ex­
cusa posible. Pedir a
un obispo que le exponga con toda since­
ridad lo que piensa para después procesarle
por esa confidencia
indica claramente la
calidad de su alma.
·'Campomanes concluía su alegación del siguiente modo: «Po­
dría
el fiscal' pedir que, en vista de las especies que en su es­
crito manifiesta este prelado y su genio adverso a la potestad
real,
.se le echase de estos reinos, quedando el régimen de su
(196) Rurz: Op. cit., pág. 372.
245
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIGORA
obispado en manos más afectas al rey, al ministerio y a· la pú­
blica
traµquilidad» (197)_
. L9 que hace comentar a Menéndez Pelayo: «¡Qué idea ten­
drían de
la ,potestad episcopal estos canonistas, que querían su­
bordinarla a la voluntad del ministerio, como si se tratase de
alguna
intende"ncia de rentas!» (198).
Es que de eso se trataba. La Iglesia solo se consentía si co­
laboraba dócilmente con el despotismo ilustrado. Lo hemos vis­
to a lo largo de. este capítulo .. Y estaba claro que si se podía·
ecl,ar .
de estos reinos a los jesuitas lo núsmo se podía hacer con
un obispo.
Aunque menos sonádas, hubo otras intervenciones del
po­
der que señalaban claramente cuáles eran las intenciones de es­
tos ministros. Nos linútaremos a citar solamente el duro alegato
de Campomanes, que como se ve
es omnipresente en esta histo­
ria, contra el vicario de Madrid que había denunciado a la
com­
pañía que iba a representar en la Corte La serva padrona ( 199).
Al año siguiente, 17 6 7; eta el arzobispo de Toledo quien pedía
}a, prohibición de bailes, óperas y comedias, «atrayéndose una
dura réplica del conde
de Aranda» (200). ·
.
Tenemos, pues, preparado 'e1 campo que dará pocos años des­
pués la cosecha del liberalismo. Oaro • que antes hubo encuen­
tros, y graves, entre los reyes españoles y Roma. ¡El emperador
Carlos,
Felipe U, Felipe IV, Felipe V ... ! Pero eran dificultades
políticas que antes o después· sé solucionaban. Achor,i la cuestión
es muy otra. Se redujo a la Iglesia a la condición de servidora
de la corona, que sería bien tratada, e incluso honrada, núentras
se mantuviese
sunúsa y subordinada. Y además se la quería ale­
jada del Papa. Serían el rey y sus ministros su suprema autori­
dad.
Si de iure no era un cisma, de facto se le parecía mucho.
(197) MENÉNDEZ !'ELAYO: Op .. cit., pág. 516.
(198)
MENÉNDBZ l'ELAYO: Op. cit., pág. 516.
(199)
DoMÍNGUEZ ÜRTIZ, Antonio: «Aspectos sociales de la vida ecle­
siástica en los siglos XVII y XVIII», en Historia de la Iglesia en España,
IV, pág. 67.
(200)
DoMÍNGUEz ÜRT1z: Op. cit., pág, 67.
246
Fundaci\363n Speiro

l. EL REINADO DE CARLOS III
El Monito;rio de }'.arma y el "Juicio imparcial"
El duque de Parma, Fernando de Borbón, discípulo de Con­
dillac y del abate Mably (201), hijo de Felipe de Borbón y Far­
nesio y sobrino carnal por tanto de Carlos
III, a consecuencia
de las reformas introducidas en
su terrltorio por el ministro Du
Tillot fue, el 30 de enero de 1768, objeto de una censura pa­
pal que se ha conocido como el Monitorio de Parrna. .
Du Tillot «dio cie.rtos edictos con.tra las potestades eclesiás­
ticas, prohibiendo llevar ningún litigio a trib~ales extranjeros,
sujetando a examen y retención las
.,bulas y los breves, limitando
las adquisiciones
de manos ·muertas y creando una magistratura
protectora de los derechos mayestáticos» (202).
El Monitorio, que estaba más
· que justificado y al que lo
único que podría reprochársde es que se dirigiera a una corte
de "'f)ereta cuando París, Madrid, Lisboa o Nápoles habían he­
cho iguales méritos para recibirlo, desató las iras de nuestro
rey, tío del pequeño déspota italiano. Y
se encomendó a Campo­
manes, o él lo
hizo por propio Impulso, dar réplica adecuada a
tamaña osadía del Papa.
«Como lo que domina en su
escríto más riguroso es el clima
que se vive circunstancialmente por la ruptura de Parma con
Roma y por la respuesta de la curia a las medidas regalistas de
. aquélla, y como una de las misiones del fiscal es justificar el com­
portamiento del Barbón comprometido, Campomanes tiene que
anular
el poder de resistencia de Roma: la excomunión lanzada
es algo tan anacrónico como escasamente pastoral, ridiculizada,
como ajena al ejemplo de Cristo, "que, aun para redimir a la
Iglesia, echó mano, en lugar de a
la fuerza fulminante de los
rayos, de los sufrimientos de
la cruz". La colección de censuras,
que también
se dirigieron contra el duque de Parma, son .tan
(201) MENÉNDEZ l'ELAYO: Op. cit., pág. 517.
(202)
Mi!NÉNDEZ PELAYO: Op. cit., pág. 517; MAR.CH: Op. cit., I,
págs. 260-268; Memorias ... , III, págs. 109-111; PASTOR: Op. cit., XXXVI,
págs. 521 y sigs.
247
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGORA
inconsistentes como sú almacén, la bula In coena Domini, inope­
rante, «constitución aún
más famosa que por su materia por el
sentimiento y convenio. universal con que la resisten todas las
naciones ctistianas». En c6ntraste, era previsible el colofón -to­
mado de Febroni<>-'-, sobre «la resistencia a la corte de Roma
cuando abusa y usurpa al soberano sus· regalías», con que cierra
su
Juicfo imparcial» (203 ).
Retenido el monitorio, «Campomanes redactó en pocos me­
ses un enorme y farragoso volumen eh folio, que malamente se
llalna Juti:io imparcial, cuando la parcialidad resalta desde Ja pri­
mera
línea» (204 ). Y lo más asombroso. no es que su autor tal
juicio escribiera, sino que. eclesiásticos como los generales agiis­
tino y dominico, Vázquez y Boxadors, lo acogieran fervorosa­
mente (205). A estos extremos había llegado la
Iglesia española
en 1a que la aµimadversión a los jesuitas por parte de otras ór­
denes, el halago
al poder y reticencias ante Roma disculpaban
gravísimo, ataques a la misma Iglesia.
La primera redacción def
Juicio imparcial, pese al entusias­
mo que produjo en los generales citados,
alárm.6 a no pocos obis­
pos que la conocieron, «jansenistas y todo» (206). «Sus nom­
bres forman parte de prelados
r<;galistas y, obviamente, antije­
suitas» (207).
Uno de ellos, «el nada sospechoso Felipe Bertrán» (208) se
manifiesta decididamente contrario a un escrito que juzga «in­
jutioso, temerario, erróneo
y opuesto al sentir ·de los Santos Pa­
dres y de los teólogos» (209).
El de Tarazona, Laplana, escribía
a Roda: «el papel es furioso, de balde y sin gracia»; «hay erro­
rres muy groseros, unos por mala explicación, y otros son frutos
(20~) EGrno: El regalismo ... , págs. 157-158.
(204)
MENÉNDEZ l'BLAYO: Op. cit., págs. 517-518.
(205) EGmo: El regalismo ... , pág. 240.
(206)
· MENÉNDEZ l'BLAYO: Op. e#., pág. 519.
(207) EGrno: El regalismo .•. , pág. 241.
(208) EGrno: El regalismo ... , pág. 240.
(209) EGmo: El regalismo ... , pág. 240.
248
Fundaci\363n Speiro

l. EL REINADO DE CARLOS III
propios del árbol que los produce» (210). Y en línea semejante
se manifestaban otros obispos.
Todo ello alarmó al rey por lo que
se recogió la obra y se
«matizaron sus expresiones más comprometidas en relación con
la constitución de
la Iglesia y la supremacia pontificia y, sin que
perdiera el fondo regalista sustancial, impusieron
las correccio­
nes con
·que apareció la segunda edición de 1769, .con Adverten­
cia
¡,,eliminar, de Moñino, presidente y director de la comisión
censora» (211).
Y en esta aún se encuentran perlas
romo la siguiente: «En
los primeros siglos
de la Iglesia... nada ·se hizo sin la inspec­
ción
y consen¡;,r;ient°' real . aun en materias infalibles, dictadas
por el Espíritu Santo» (22). «¡Es
hasta dónde puede llegar el
delirio de la servidumbre galicana!» (213).
Quiso aprovechar
1a ocasión la vacilante y malherida Inqui­
sición para encausar a Campomanes» (214
), por estimar que el
Juicio imparcial contenía proposiciones «escandalosas, cismáticas,
sumamente injuriosas al honor con que Cristo, nuestro Redentor,
fundó su Iglesia, depresivas de la autoridad que depositó en
la
cabeza visible de ella y que abiertamente coinciden con. los erro­
res
de Juan Hus, Wiclef, Lutero, Calvino y otros» (215). Pero
el rey protegió a su ministro y la tormenta se disolvió sin con­
secuencias. La única, de toda cuestión del monitorio, fue una
vez más depresiva para los derechos de la Iglesia. El exequt,fur,
como ya hemos dicho, se instaló definitivamente en. España. Un
siglo más tarde aún se invocaría para intentar impedir el cono­
cimiento del
Syllabus.
Esa Iglesia mediatizada y doblegada al poder se iba a en­
contrar enseguida con la explosión revolucionaria que se estaba
fraguando sin que los celosísimos servidores de los reyes se
en-
(210) EGrno: El regalismo ... , pág. 24L
(211) EGrno: El regalismo ... , pág. 241.
(212)
MENÉNDEZ PELAYO: Op. cit., pág. 518.
(213) MENÉNDEZ PELAYO: Op. cit., pág. 519.
(214)
EGrno: El regalismo ... , págs. 241-242.
(215)
EGrno: El regalismo ... , pág. 241.
249
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIGOEiA
teraran de nnada. Y pese a su debilidad, sobrevivió. Con graví­
simas heridas
pero sobrevivió .. No ocurriría lo mismo con las
monarquías absolutas. Tenían sus ellas contados.
No
es . evidentemente nuestro propósito estudiar cl reinado
de Carlos
III. Pasaremos por alto a Roda, Grimaldi, Abarca,
Floridablanca, Azara
... -Campomanes puede compendiarlos a
todos-y muchos otros sucesos de índole exclusivamente políti­
ca que no hacen· a nuestro tema. Solo resta mencionar una serie
de figuras eclesiales, reticentes frente a Roma, tocados de ese
jansenismo en sentido lato que nos señalaba Menéndez Pdayo y
que son los precnrsores de los clérigos liberales del siglo XIX. A
ellos nos
referiremos al tratar del reinado de Carlos IV. ·
250
Fundaci\363n Speiro