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Número 261-262

Serie XXVII

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Germán Álvarez de Sotomayor: Relatos apasionados de un tiempo de guerra

INFORMACION BIBLIOGRAFICA
Alvarez de Sotomayor, .Germán: RELATOS APASIONADOS
DE UN TIEMPO DE GUERRA
(*)
Quienes hemos tenido la suerte de tener amistad con Germán
Alvarez de Sotomayor, enseguida nos hemos percatado de que
no era un hombre común. Y quizá le vengan, como anillo al
dedo, aquellos hermosos versos
en. que Jorge Manrique evocaba
la memoria de su padre:.
«¡Qué amigo de sus amigos! ¡Qué se­
ñor para parientes y criados!·· .. ».
Y desde ese señorío, tan arraigado en su vieja y amada tierra
gallega -de Sergude o de Sanxenxo--, con la serenidad de estar
por encima y de vuelta de c~si todo, ha .escrito para «los suyos»,
entre los
qtie deseo 'encOritrarme, no: unas «Memorias» ni un
«estudio histórico»,
sino· sus recuerdos de unos años azarosos
que le tocó vivir en
y con su a-mada España.
Pero a ese viejo arquitecto, mucho
·más viejo· por los tesoros
que guarda en el alma de hombría de bien, de generosidad, de
caballerosidad, que por años, acostumbrado a vivir haciendo
nú­
meros --que me imagino que. eso tendrán que hacer los arqui'
tectos para calcular cimientos, vigas y paredes--, por una vez le
han· salido mal las cuentas y 1os recuerdos son verdaderamente
memorias
y muy importante estudio histórico o para la historia.
Porque los años de
la guerra, tan manipulados y aun prosti­
tuidos, brotan limpios y g,;nerosos del terror y la zafiedad que
los rodearon cuando son evocados por protagonistas embarcados
en ellos con la ilusión de conseguir una España mejor que aquel
caos que amenazaba
.con hacerla desaparecer.
Este
es el cuarto de los libros de los que recientemente me
he ocupádo en hacer una crítica que tienen como fondo, y más
que fondo como omnipresencia, la vida en la zona roja.
Eran los recuerdos de un requeté, de un sacerdote, de una
joven aragonesa y
el presente. En todos ellos, salvo en el caso
de Antonio Lizarza que
como organizador del requté navarro
podía justificadamente temer por su vida, fo que hoy llama ver-
(*) Edici6n del autor, Madrid, 1987.
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daderamente Ía atención, hasta extremos que pueden hacer in­
comprensible.lo que entonces ocurría, es que personas honradas,
buenas, cultas, estuvieran,
ellas . y los suyos, en peligro cierto y
próximo· de ser asesinados. Y · si éstas pudieron: salvar sus vids.s,
otros muchos no lo. consiguieron pcir se:i-sacerdotes, monjas, mi­
litares -no militares sublevados sino simplemente jefes y oficia­
les sorprendidos
en la zona · republicana donde tenían el domici­
lio--, propietarios, en muchas ocasiones de escasos bienes, caM
tólicos -que iban a misa, etc.
Y ese· es
un·_testimonio importantísimo cuando con evidentes
torcidas intenciones se quiere · echar la carga de los muertos en
l.a España sublevada contra la República que la llevaba al caos.
No negaré
yo algunos lamentables excesos ocurridos en la Espa­
ña nacional, pero
· muchísimas de aquellas ejecuciones lo fueron
de auténticos criminales, no
pocos verdaderamente sádicos, que
tenían sobre su conciencia, si
es que de conciencia puede hablar­
se, la sangl"e de numerosísimas víctimas inocentes.
El libro de Germán Alvarez de Sotomayor es, por ello, de
enorme interés, pues una parte del mismo narra
la peripecia de
un joven matrimonio, en
el que la mujer estaba embarazada de
su primer hijo, para· conseguir
s,rlit de aquel · infierno. ·
Hasta tuvo que hacerse pasar por loco y autorrecluirse en
un manicomio. Y todo ello .narrado .ron una carencia absoluta
de odio. Como
si aquella aventura, que en cualquier momento
podía costarles
la vida, fuera poco más que una navegación por
las Rías bajas
. a lo que tan aficionado fue.
Ese riesgo pertnanente, los asesinatos que
todos los días te­
nían lugar al pie de su ventana del manicomio, los amigos que
desaparecían para
siempre fueron el vivir diario de las personas
normales
. y decentes de la España republicana: Que en el caso
de Germán y Laly
-¡qué talla de mujer!-se pudieron supe­
rar con inteligencia, amor y ganas de sobrevivir. ·
Cuando por fin consiguen llegar a la España nacional y tras
un breve
paréntesis de. Jefe local y provincial de J;alange en
La Coruña, Germán Alvarez de Sotomayor, como otros muchos
jóvenes de España, pese a tener
ya una familia formada, con
una
niña de meses, crey6 que su deber estaba en fas trincheras
y no en lucidos puestos de retaguardia.
Y a ellas se fue. Sin un
reproche de
· 1a esposa. Acababan de salvar la vida casi milagro­
samente. y ahora iba a arriesgarla de nuevo. Y
si las lágrimas
intentaron acudir a los ojos de ella, se las tragó. «Sin un re­
proche».
La
decisión estaba tomada y compartida. Por eso no sorpren-
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de la negativa al mismo Franco cuando pretendió cambiarle la
trinchera
por el Gobierno civil de Orense o el abandono de un
nuevo puesto burocrático para embaocar en el Castillo de Olite
y zarpar a liberar
Cartagena sin preocuparse de especiales per-
misos. .
La odisea del Castillo de Olite, el heroísmo de sus prisione­
ros liberando Cartagena están contados desde
el protagonismo
aunque
en la «toma» Germán no pudiera intervenir pues estaba
gravísimo en
el hospital. La guerra concluía con tremendas incer­
tidumbres sobre su vida. Que al
fin logró salvar. Nuevamente
con la eficadsima ayuda de Laly que
es casi tan· protagonista
como el autor.
Libro de gratísima lectura y de gran importancia para el
conocimiento de unos hechos hoy tan tergiversados y, sobre todo,
de un magnífico espíritu que vibró entonces en muchos eJ!'lffl"'­
les, y, ciertamente, en Germán Alvarez de Sotomayor.
FRANcrsco JosÉ FERNÁNDEZ nE LA GrGOÑA.
José M." Martínez Val: ETICA DE LA ABOGACIA (*)
Entre tantas cosas como se están haciendo y programando
con motivo del V Centenario del Descubrimiento,
hay una que
:--sin esa intención--,-significa, a mi ·modo de ver, una de má­
xima trascedencia. Se trata de la publicación de la obra de José
Matía
Martínez V al, Etica de la Abogada.
Es la obra de un gran jurista y, a su vez, también la de un
gran humanista. No en vano, antes de ser doctor en Derecho el
autor es doctor en Humanidades y, antes de ser catedrático de
Derecho mercantil, lo
fue de Geografía e Historia. Su trayectoria
me recuerda
la de su antiguo colega, Contardo Ferrini, que hizo
su tesis sobre las ventajas que el jurista puede sacar de los
poe,¡nas de Homero y Hesíodo, poniendo de manifiesto el inte­
rés que
fas humanidades tienen tanto en la confección como en
la interpretación del Derecho. ·
La idea de un Código de Deontología Profesional del jurista
es constante en la Historia del Derecho.
Apen'as hay alguien que
no la tenga propia o adoptada de otros países. Lo nuevo aquí
es que un bloque de países tan importante como
el iberoameri­
cano apruebe
y adopte en su totalidad un Código de Etica Jurí­
dica común.
(*) Dyrsa, Madrid, 1987, 256 p,!gs., 700 ptas.
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