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Número 269-270

Serie XXVII

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Sobre el bien y el mal

SOBRE EL BIEN Y EL MAL
POI
ANTONIO SEGURA FElms
Cuando Martín Heidegger, en el mismo comienzo de Ser '1
Tiempo, expone la «necesidad de reiterar la pregunta que inte­
rroga sobre el ser», está remitiendo a
la misma necesidad sobre
la pregunta que interroga sobre
el «bien»: La innegable pérdida
del «sentido del ser»
en la civilización moderna ha producido,
inevitablemente, la pérdida del «sentido del bien»
y, parejamente,
la pérdida del «sentido del mal». Hoy, estas palabras, «bien» y
«mal» necesitan de
urgente y persistente redifuúción si es que
queremos posibilitar
la misma vida del hombre sobre la tierra:
«vida» y no una continua «huida bacía adelante», a~os por
unos acontecimientos que nosotros mismos hemos provocado y
que
no somos capaces de dominar .
. El problema de la definición del bien no es difícil, pero s!
complejo: en esto se ha de huir de reduccionismos simplificad<>­
res o de simples argumentos ad hqminem que convencen, pero
nada demuestran. Y ello es grave en asunto tan importante. Aris­
tóteles, desde
el comienzo de la Etica .N icomaquea da cuenta de
las dificultades de definir
el bien, pues si, obviamente, «es aque­
llo que todos desean»
-Eth. Nich. I, 1, B 1094, a .. 3-o, como
en nuestros días dice Moore, «el bien
es el bien, como lo ama­
rillo
es lo amarillo», está claro que poco hemos avanzado en que
sea en
sí la esencia del bien. San Agustín, en el capítulo 3:º del
libro
XIII De Trinitate, cuenta de cierto payaso que prometía
adivinar los pensamientos y
el querer de todos: «El día conYeni·
do, una apiñada multitud, en medio de profundo silencio, conte­
niendo el aliento y con ansiedad expectante, oye clamar al dicho
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ANTONIO SEGURA FERNS
bufón: vosotros queréis comprar barato y vender caro». Lo cual
es una prueba de la insuficiencia del argumento ad hominem, vo­
luntarista, por cierto
que sea, respecto a la comprensi6n de qué
sea el bien. . , .. , . . . ,
Tomás de Aquino,'que nÓ deja de sefialar lá intima relación
de bien
y voluntad cuando nos,.¡lix:e que «el bien tiene razón de
fin
... y es objeto de la vo)untad» (De Ma/o, q. 2, a. 4), sin em­
bargo insiste en que
en sl eÍ bien i:s«cierta perfeoci6n» (Ibid.,
q. 1, a. 4, co.), lo que se ve con más claridad al considerar el
bien desde algo tan patente como la realidad del mal que siem­
pre .rodea al hombre, «pues así como entendemos por bien la
perfecci6n del set, por mal entendemos la privación de esta per­
fecci6n
(Comp. Th., cap. 114, núm. 22.3). Privación de perfec­
ción que puede ocurrir tanto por' deftécto cuanto por exceso:
¡ Qué· triste mirada la de 1a mu¡er barbuda del Espafioleto que
amamanta a su hijo bajo sus barbas fluviales y nos mira desde su
museo toledano!
Tomás,
en dicha Quaestio diputa de Malo, se pregunta, anre
todo, «si el mal es algo», respondiéndose que «no es algo, sino
la privación de algún determinado bien en algo debido a super­
fección» -(q. 1, ar. 1, co., ra. l) por lo que, inevitablemenre; «el
mal no puede darse sino en el bien» (a. 2, ca.) que ésre sí que
siempre es algo: por ello «el bien es causa del mal, según, aquel
modo que el mal puede tener cáusa ... , pues no tiene causa por
sí mismo, por lo que ocurre que d mal, como es defecto o faltá
de bien,
ésre es la causa del mal» (ibid., a. 2 y a. 3, co.): En
realidad, «las causas del mal son los bienes particulares que pue0
den faltar» (q. 3, ar. 1, ra. '7), 'porque esos bienes particulares
«son causa de males por ser deficientes» (ibid., ra. 14). Vemos,
pues,
que el bien está ligado a la perfección como aJgu que le es
necesario: «Bonum
ex tota causa, malum. ex particulari defecto»
(In 11 Sent. ds. 40, q. 1, ar. 2, ra. 4 ). Y a esta perfección toral
es a la que la naturaleza de las cosas, seári materiales o morales,
ha de responder completa y perfectamente porque «es evidente
.que una cosa es llamada mala porque · carece de una perfección
que debe tenet» (Com. Th., loe. cit.).
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SOBí!E, ED BIEN. Y EL .MAf.
La reiterada : ,:xposici6n del bien en función de la perfección
y el mal en la de ,]a;,;Wiciencia,.:es neí:esaria, pero no .. suficiente,
pues hay que conoci:t el contenido. r eLalcaúce tanto de perfec,
ción cuanto :de, deficiencia, Para Tomás: de Aquino el universo
creado es pálida imagen de la Absoluta· Perfección del Creador:.
«La multiplicidad y
la distinción de Jas. cosas ha sido concebida e
instituida
por la inteligepcia div.ina a fin. de que la bondad divi'.
na· estuviese representada con diversidad: por las cosas creadas,
y,
éstas, en su diversidad, participasen ·de ella en diferentes gra­
dos; de tál suerte que, de esta. ,diversidad· de los seres, resultase
en
la naturaleza una cierta belleza, que fuese .como una manifes­
tación
de·la sabiduría.divina,. (Comp.,Th., cap. 102; núm. 201).
Es decir, en el lenguaje habitual> }is ideas divinas sobre la crea­
ción son
como «modelos arquetipicos» sobre los que su volun­
tad omnipotente ha crea4o la: naturaleza de· 1as. cosas, no solo
en su ser, sino también en su obrar: «Las cosas creadas adquie­
ren de . diferentes modos y por sus operaciones la · semejanza de
la bondad divina, así como ta:mbién la representan de diferentes
maneras en su ser, ya
que cada cosa obra según su naturaleza»
(Comp. Th., cap. 103, núm. 205) y, entre .estlls naturalezas crea­
das ocupa
un lugar privilegiado la que es «persona», un «quien»,
y no-.simple «cosa»,. un «qué». «La .criatura racional, sin embar­
go, tiende por su operación a asimilarse a la divina de una ma­
nera más perfecta que las demás creaturas,
porque tiene un ser
más noble»
(Comp: .Th:, núm. 206).
En este ma:rco metafísico de la trimscendencia creadora se ve
que
el bien y el mal, dependientes en su esencia de la «perfec­
ción» o de la «deficiencia», miden estas condiciones de la realidad
según ·Se acoplen. o, por el contrario, se desajusten sobre los ar­
quetipos divinos de ser y
de operar, siendo «bueno» tanto y en
tanto que
perfectamente sigan el modelo divino y «malos» cuan­
do y en cuanto se aparten de él.
Pero aun con esto no se agota aquí la aproximación a que sea
la esencia del bien: las «cosas»
~múltiples, diferentes--de la
realidad en la que estamos inmersos y de la que formamos pa;r-
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te, no están caóticamente dispersas, sino que obedecen también
a
un modelo de orden, el-orden-del-ser que es, a la vez, el or­
den-del-bien según la mente del Creador:
«El bien del mismo es
el bien del orden
... , y a este orden están sujetas todas us crea­
turas, pues son producidas
por Dios. Pero el mismn Dios que
es causa de este orden y
lo preside no está sujeto al mismo ... Y
porque cada creatµra es propiamente operativa según su forma
sustancial, este orden de
. las cosas no.· solo coniprende la excelen,
cia de las formas, sino también la de las operaciones y movimien­
tos
de las creat\lras; y, así, cuanto más sutil es la forma, más
alta es la operación
y las crea turas !nfimas son .movidas 1>9r me­
dio de las superiores ... , ya que es necesaria una proporción en,
tre el agente y el paciente» (De Malo, q. 16, ar. 9, 12). Todo
esto no
significa otra cosa sino que cualquier desorden o despro­
porción significan, lisa y llanamente, la aparición del mal. Y, como
la
creat\lra más alta de este orden creado es la perso~ y en el.
universo visible el hombre
-«horizonte y confín entte la nat\l­
raleza espiritual y la espiritual» (In III Sent. pr.)-, estando las
demás creaturas sometidas a su dominio como insttumentos, re­
su}ta que así el hombre llega a ser agente del bien y del mal,
tanto del natural cuanto del moral; y, al no existir per se el mal,
que es
el no-ser,. ya no hay tanto « bien» y «mal» cuanto « buenos»
y «malos».
¿ Cómo es metafísicamente posible esta aparición no ya del
«mal», sino del «malo»? Para
el Aquinate la respuesta es evi­
dente y sencilla, debida a la propia condición contingente de la
creatura: «Para toda voluntad
creada siempre es posible ser de­
ficiente por cuanto la deficiencia está inscrita en su misma natu­
raleza, ya que procede «ex nihilo», de la nada,
y por ello es per­
vertible a los defectos, volverse a la nada de la que procede:
se
sigue que la voluntad puede pecar» (In JI Sent. ds. 39, q. l,
ar. l, co.). Es decir, a la libertad humana se le ofrece «ser más»,
ir hacia el «ser» obrando según el orden-del-ser-creado, o revol­
v~rse, por el .contrario, alejarse del «ser», que nO otra cosa es ir
hacia la nada, alejándose· del orden-del-ser, siendo-meno'S-ser, ya,
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SOBRE EL BIEN Y EL MAL
que no tiene potencia en sí para aniquilarse: no otra es la «en­
fermedad mortal» que Kierkegaard llama al pecado.
Siendo posible metafísicamente la ontología del mal, obra tan­
to en el sujeto que
elige cuanto en el objeto elegido. Desde la
perspectiva del objeto -de «los» objetos-aparece la posibili­
dad
de la· elección mala porque en el orden-del-bien se dan clases
de bien y modos de darse diferentes, lo que propicia la elección,
la mala elección, «sub specie boni», es decir, de un «bien» que
finalmente es «causa» del «mal». Hay un bien-en-sí, bien «ho­
nesto» y hay un bien «per accidens» o «instrumental», «medio»
para
alcanzar aquel «fin» (dr. In JI Sent. ds. 21, q. 1, ar. 3, co.).
Además de estos modos de darse el bien hay otro especial que
afecta no al rer, sino al aparecer del objeto de elección: es «aque­
llo que place a nuestra vista» (S. Th.,
I, q; 5, ar. 4, ra. 1). Este
es el «transcendental olvidado» que dice E. Gilson, el
«pulchrum»,
la «belleza»: «La belleza no tiene razón de apetecible sino en
cuanto induce cierta razón de bien: así verdaderamente es apete­
cible, pero según tiene
la propia razón de su esplendor» (In I
Sent., ds. 31, q. 2, ar. 1, ra. 1), pues «a la razón de belleza con­
curren doscosas, consonancia y claridad» (In 1 Sent., ds. 32, q. 2,
ar. 1, co.).
Esta particular «razón de bien» que
es la belleza puede ser
corporal, exterior o intelectual, interior
--cfr. S. Th., lll, 145,
q. 2, co., ra. 3, y 3 ar.; C. G,, III, 139, 140-. Así, hay «bellí­
simas» fórmulas matemáticas o fórmulas esteroquímicas -las
eulerianas o las combinaciones de ADN y RDNA-que dicen di­
rectamente al intelecto preparado en estas disciplinas. Pero hay
también belleza
«sensible» que entra por los sentidos «intelec­
tuales»,
ya que la belleza siempre dice «algo» al intelecto y que
«solo la vista y el oído tienen relación con lo bello entre todos
los sentidos, porque ambos son
"máxime cognoscitivi"» (S. Th.,
I-II, q. 27, ar. 1, ra. 3) y estos sentidos «intelectuales» «se de­
leitan en las cosas proporcionadas como algo semejante a ellos,
pues los sentidos, como toda facultad cognoscitiva, son de
algún
modo entendimiento» (S. Th., I, q. 5, a. 4, ra. 1). Y, además,
«las cosas son bellas conforme a sus propias formas; de aquí
se
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ANTONIO SEGURA FERNS · '
deduce que.el ser (esse),de todas las· cosas se· deriva de la Di·
vina Belleza» (S. Th.;' I,. q. '39, a. 8).
Ahora bien, el conocer de los ·sentidos. es· de Jo particular y,
por ende, manifiesto.solo.a través,de los accidentes, pues el co­
nocer humano «empieza en la sensaci6n extem,r · y versa sobre los
accidentes exteriores de los
cuerpos.;,; es, evidente que el inte,
lecto apenas puede Uegar . por su medio a penetrar. la naturaleza
íntima de los seres corporales» {C. G.; IV, 1). Es decir, puede
haber
algo distinto bajo Ja, . apariencia externa, :la figura visible;
que no
se corresponda con la «forma sustancial» por la que las
cosas son lo que· son y no' otra i:osa: en lenguaje. colciquial co,
rriente, «no es oro tódo·lo que reluce», ni.«bueno» todo.:lo .que
aparece como «bello», <1gradable a la vista. o al oído, «de donde
vemos que alguna
imagen . es dicha bella si representa perfecta,
mente
a.una cosa, aunque ·sea torpe» (S: Tb., .I;,q.' 39, ar. 8, co.);
es decir, aunque la ·«figura» visible resalte. las notas, también vi;
sibles o audibles de la naturaleza .de la cosa, puede· que . su inte•
rior quede torpemente velado o deformado, tal co¡µo ocurre con
la belleza· literaria de , una narración desmoralizadora o la pravo,
cativa belleza eróiica de. un cuerpo humano que satisface los más
bajos instintos del «bien» sensual: no otro es el problema que
Baudelaire, oscilando entre la mística y el satanismo, presenta
en
Las flores dél mal, el problenia de. la innegable belleza que
te
atrae a una ·también innegable maldad cuando, en palabras del
mismo Baudelaire, «absorbida por · la pasión. feroz de lo bello,
de lo bonito, de
lo gracioso, de lo pintoresco, ,pues en esto hay
grados, la. noci6n de lo justo y de Jo verdadero desaparece, La
pasi6n del arte es un cáncer que devora todo:lo deinás».
Vemos, pues,. cómo las diversas maneras de darse el «bien»;
según sea 'interior' o 'exterior según séa espiritual o mate,.
rial, sensible, son vías abiertas a, la elecci6n del «menos bien»;
es decir, del «mal», por la voluntad libi;e del hombre. Voluntad
libre que;
además, está debilitada ,por la 'calda original' ·que
désórden6 .la 'forma' de la créaci6n «in ,primo statuJ>, seg6n sa­
lió de 1as mános del -Creador, seg'Óii la «justicia original por la
cual, conforme· a la equidad, se, sujetaba a Dios· 1a, razón del hom-
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SOBRE EL BIEN, Y EL. MAL
bre, las facultades inferiores a la. i"ázón, Y, eLCt,1erpo al alma; pero
por el pecado ori,gir,al se perqjó ,,este eq11ilibriq_ y r~t11d; pqr,
q11e, habiendo dejado de estar s11jeta la razón a Dios, las. farul,
tai;les . inferiores se rebelaron contra Ja, razón y d cuerpo se sub,:
trae
a la obediencia. del alma por la ~rrupció11 y la .muerte» (I,i
Rom., cap. IV, Ieee, III r. 2). y por esta puerta abierta entra:
ron
los demás males en el mundo: ~lo!, pécado se da porque l~
voluntad · es movida hacia . algo que no correspon.de a lós .fines . de,
seables 'por, naturrueza, dándose 'asj' .ima. rdapón deductiva falsa
de algo respecto al fin cÍebidc,; perq es requerido para el pecac;lo
quej;J, r~ción tenga, alguna ;pariencfa de. bondad respecto. a ló
que ~patece com~ bueno ante ,losdeseos naturales» (In III, Sent.,
as. is; q, 1,ar. 3, ra. 4). , , .·
. ti' Redención que Cristó n~s trae a Belén va a. satisfacer'.
más
que cimi.plidámente; la deúdii 'de lá é:áída defhombre y qué
está' contraída ant .. el mismo Dios 'creador, por lo que la infirii'
ta ,dist:ancia entt:e creatura y Creiidor' rio podlá ;ét récórri,lá ¡,ot
el , ~lo hombre: Dios, , eh . su infüúta misericordia, suplió fü1es­
tfa \fefidencia tomando la naturaleza humana en la Encarnación
y 'jesucristo,. verda¡:lero Dios y ver,dadéfu hombte, satisfizo· eii. la
criii por sus hermános los hombi:és; Pero en éstos, pagadá sci:
bréab'undantemente la deuda, queda en su doble. nat11raleza espíe
rit11al y corporal el desi::qriilibrió, el, «fómíté» del pecado conió
Uesetjriilibrio que sigiie abriendo 1ii puerta a los pecados actua:
les
.. :, si bien por el acto de' la Redención en el eterno presente
de
Dios, nos dejó 'en el ·tiempo' :la 'posibilidad del :perdón dé
ellos 'por el Sacramento de la penitencia.
De todas formas, perdido· el primo statu y mientras estemos
in via, ef reducir las partes encohirada, -la riaturrueza exteriot
al hombre, el cueipó al alma y la tazón a Dio.:,_ es conseguit el
b/,num arduúm, trabajarfpór' el bien. Y áquÍ aparece una oposiL
ción' fU11damental entre la visión expuesta del 'bien y del mal, 'Se'
gún el principio reilista ·de la metafísica. de la ·transcendencia, y
el moderno filosofar,. imperante. en la 'cult11ra moderna desde Des>­
car.tes, que sigue el principio-de inmanencia de la comtlencia al
poner el primer ,prindpici de' toda· realid'~d . y de' toda inteligibili'.
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dad en el «ego cogito», . el «ich denke», el «yo pienso» y, por
lo tanto,
«existo» ·y as! el «mundo es mientras el hombre es»
(Heidegger).
Ahora bien, si suprimimos toda referencia
al orden- creado como causa primera de toda realidad, y lo reducimos a
nuestro orden-del-ser-pensado, forzosamente desaparece toda nor­
ma heterogénea de juicio sobre el bien y sobre el mal que habrá
que encontrarlos
ei;, una norma autónoma, intr!nseca al «cogito»:
Ya no será 'bueno' lo que se ajuste al orden-del-ser-dado y 'malo'
lo que
se aparte de él; el 'bien' y el 'mal' desde ahora solo se­
.rán función de qué 'esfuerzo' se pide al «cogito» y qué 'rerribu­
ción' le dará: se trata, en suma, de un juicio «económico~, de
mera utilidad y desutilidad comparada· según el «principio de la
mayor felicidad» que enunció Stuart Mili en 1863 en un opúsculo
precisamente titulado
El utilitarismo: «El credo que acepta la
Utilidad o Principio
de la Mayor Felicidad como fundamento de
la moral, sostiene que las acciones son justas en la proporción
conque
.tienden a promover la felicidad; e injustas en cuanto tien­
den a producir lo contrario de la felicidad.
Se entiende por feli­
cidad el
placer y la ausencia de dolor; por infelicidad, el dolor y
la ausencia de
placer... Si se. me pregunta qué quiere decir dife­
rencia de cualidad entre los placeres, o qué hace que un placer,
en cuanto placer, sea más valioso que otro, prescindiendo de su
superioridad cuantitativa, solo encuentro una respuesta posible:
si de los
placeres hay uno al cual, independientemente de todo
otro sentimiento de obligación moral, dan una decidida preferen­
cia, todos o casi todos los que tienen experiencia de ambos, ese
placer es el más deseable». En otras palabras: ni siquiera mi pro­
pio. «yo» puede decidir cuál sea el mayor placer que será la nor­
ma moral; será la mayoría la que decida cuál sea el mayor pla­
cer,
es decir, la norma de bien y de mal: en una secta de ascetas,
'hay' que ser asceta; en una de vegetarianos, 'hay' que ser vege~
tariano; en una de 'invertidos', «'hay que ser invertido», pues, lo
contrario, es inmoral, es malo; el que se oponga a la mayoría es
'una conducta desviada' que no sabe hacer uso de su libertad:
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SOBRE EL BIEN Y EL MAL
a este 'hay que obligarle a ser libre' como enseña J. J. Rousseau
en
El contrato social.
También ha habido otras interpretaciones de la realidad ne­
gando el orden-del-ser-dado por el Creador. Y éstas van, no por
el «cogito» racionalista ni por el «placer» empirista o el «senti­
miento» rousseniano: son las que explican la realidad del mundo
«como voluntad y representación» (Schopenhauer), algo «más
allá
del bien y del mal» y solo como «voluntad de poder» (Nietzsche).
Para éste,
«la vida misma es esencialmente apropiación, viola­
ción, dominación de lo extraño y débil, opresión, dureza, impo,
sición de las propias formas, absorción y, cuando menos, en la
forma más suave, explotación» (Más allá del bien y del mal, pá­
rrafo 259), pues «hay una moral de señores y una moral de es­
clavos» (§ 260.). Según esta «interpretación nueva del mundo»,
tenemos que «la verdad
es la modalidad del error sin la cual una
especie determinada de seres vivientes no
podría existir. El va­
lor para la vida es lo que decide en último extremo(§ 268) ...
El criterio de verdad está en el acrecentamiento del sentimiento
de
poder (§ 269) ... La creencia 'así es' debe transformarse en
la voluntad: 'así ha de
ser'(§ 270.) («La voluntad del poder»).
No sirve de nada comentar estos párrafos lo
suficientemente ex­
presivos por sí mismos.
Lo cierto . es que, por uno u otro camino
-y no son los úni­
cos hoy-, el mundo, iluminado por las luces de la razón que
anunciaba Descartes, ha dado lugar a un caos donde
difícilmen­
te aún se mantiene el hombre que, según dijo Heidegger, ha ol­
vidado la «pregunta que interroga sobre el ser» ( «Ser y tiem­
po») y «lo gravísimo es que todavía no pensamos; ni aun ahora,
a pesar de que el estado del mundo da cada vez más que pen­
sar» ( «¿Qué significa pensar?»). En efecto, ¿cuál es actwdmen­
te la situación del mundo regido desde hace tres siglos por el
principio de inmanencia: de la conciencia? Es aterrador el certe­
ro diagn6stico de Pitirim A. Sorokin: «La crisis del sistema sen­
sual de la verdad contemporáneo es paralela a la del arte sensual
contemporáneo y es, a la.
vez, teórica y práctica;.. La· fase · teórica
se pone de manifiesto, en primer
lugar, en una progresiva .obli-
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teración de la linea divisoria entré la :verdad y "la falsedad sensua­
les, entre la realidad y la ficción, entre la validez y la convicción
utilitaria .. Sus rasgos 1:empqralist<1s, relativistas, nominalistas, ma­
terialistas, etc., conducen a una creciente relativización de la ver,
dad sensual, hasta el punto, ,de ,hacerla indistinguible del error.
Al mismo
.resultado se llega por sus propiedades utilitarias y prag,
ináticas. Y esto es exactamente lo que está, :ocurriendo a. la vista
de todos. La verdad occidental de l()jl sentidos presencia el trá­
gico desenlace de. su propio destronamiento. Cuando se declara
que.las proposiciones· cientffi-cas,son meras 'cónvericiones' y que)
de varias convenciones diferentes; la más verdadera .es la que,
según los casos,· resulte· ..111:ás -cimveniente, ·'econ6mica'.,-expeditf,.
va, útil u operativa para un individuo determinado ( cfr. Hénry
Poincaré,
Karl Pearson, Ernst Mach, William James; etc.), toda
la fábrica de la verdad y el conocimiento amenaza con venirse
'ahajo. Según ese criterio, los doginas de
Stalin,-Ohutchill o Hitler
son
' verdaderos, porque son fos más convincentes para ellos:, '.
Todo eso· facilita un· desbordamiento· tumultuoso de las fuemis
elementales del hombre y conduce a tratár a sus semejantes in,
dividualmente o en grupos, como meros átomos' materiales, coro•
binaciones de electrones y protones u organismos biológicos. Sí
el hombre es solo
un átomo, electrón u organismo, ¿por qué te'
ner miramientos para tratar, con él? (¡No.vacilaríamos en aplas­
tar.
una .serpiente, o pulverizar un átomo!). Habiéndose suprimi­
do del hombre y sus valores la lllireola de santidad, las relaciones
humanas y
la vida sociocultural degeneran en lucha feroz (acre,
ditada por la infinita sucesión ·de guerras y revoluciones de nues,.
tros días); cuyo resultado lo decide la mera fuerza ·física»,
Eso lo escribió Sorokin en 1956. El tiempo transcurrido has­
ta ahora no ha hecho más que confirmar y agravar tal diagnós,
Hco. ¿Hay solución? Para Sorokin, · al menos, sí: «Estas concl,.,
siones lóbregas no im¡;liéan la imposibilidad de una paz durade­
ra, .. Significan , solamente que pirra . ello . se requiere una nueva cu1
tura ... La nueva cultura debe ¡:,oney menos énfasis en fos ,valo­
res-realidades puramente
~suales y más en los valores verda­
deramente racionales.
o supetsensibles-metarraciémales; encarando
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SOB~ .EL BIEN'Y EL . MAL
la· verdadera realidad-valor .como un infinito:. múltiple, cada uno
de· wyos tres. aspectos principales, .sensitivo, racional y suprasen,
sible-metarracional
(la fe) es, en su esfera, una. realidad autén,
tka y un auténtico valor. Esta concepción deJa realidad-val0r
verdaderos; profesada por Platón; Aristóteles, Erígena, Tomás Aquino y Nicolás. · de Cusa, para, no , mencionar sino unos pocos;
debe reemplazar a la premisa mayor de nuestra cultura sensual.
Por consiguiente, la cultura del futuro deberá ser una articula­
ción en sus principales compartimentos de esta nueva premisa
mayor: en su ciencia, en su filosofía, religión, bellas artes, ética,
derecho y fuerzas de organización social, hasta ~barcar las mane­
ras, las
costumbres y los modos de vivir de sus individuos y miem­
bros
de grupos... Su ciencia deberá estudiar, mediante observa­
ción sensorial, los aspectos empíricos de lo infinito multiforme;
su filosofía ... , los aspectos racionales y lógicos de la verdadera
realidad-valor; su sabiduría intuitiva deberá brindarnos la noción
de los
aspectos suprasensihles, metalógicos de aquélla, gracias a
la iluminación de los grandes videntes éticos y religiosos ... , des­
de
la elemental Regla de Oro y los Diez Mandamientos hasta las
prescripciones del Sermón de la Montaña, como su
más sublime
expresión... Dentro de semejante cultura,
el hombre volverá a
ser considerado como un valor en sí, como una encarnación de
la multiplicidad divina y no como un organismo biológico, me­
canismo reflejo o líbido psicoanalítico, tal como actualmente se le
considera
... » (1 ).
En resumen, lo que Sorokin propone desde su reconocido sa­
ber sobre la sociedad humana, no es otra cosa que el «¡vuelve a
ti, Europa!» que pedía Juan Pablo
II desde el acto europeísta de
Santiago de Compostela en
su visita a España en 1982 y que in­
sistentemente no cesa de reclamar desde entonces, si bien el
mensaje del papa es algo más coherente y completo que el misti­
cismo sincrético, típicamente ruso, de Sorokin.
Y este es
d estado de la cuestión: ante la civilización occi­
dental se abren las puertas del «bien» y del «mal»: entraremos
(1) Las citas de PITIRIM A. SoRoKIN son de Sociedad, Cultura y Per~
sonalidad.
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ANTONIO SEGURA FBRNS
por una o por orra según se responda a la «pregunta que interro­
ga sobre el ser». Para algunos, la contestación puede suponer
una
verdadera «metanoia», una radical rransformación de su es­
pecular metafísico y moral. Para otros, para nosotros, solamente
una «kehere», una vuelta a
las fuentes incontaminadas que alum­
bró el pensamiento cristiano y culminó Santo Tomás de Aquino.
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