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Número 269-270

Serie XXVII

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Las dos democracias

LAS DOS DEMOCRACIAS
POR
MIGUEL PoRADOWSKI
l. La democracia social y la democracia -política.
La distinción entre la democracia social y la democracia po­
lítica, desde el punto de vista de las ciencias políticas no tiene
sentido; sin embargo,
es una realidad histórica.
La «democracia social» no tiene sentido si se toma el térmi­
no «democracia» según lo indica el idioma griego: el gobierno
del pueblo. Sin embargo,
se usa este término también en el sen­
tido de una actitud psicológica, que se expresa en una fraternal
e igualitaria conviveocia social,
un hecho de la psicología so­
cial evidente traído, o, más bien producido, por el cristianismo.
Es la actitud nueva
y exclusivamente propia de los cristianos, es
decir, de la gente que sigue la enseñanza de Jesucristo; quien asu­
mió esta actitud tratando a
todos -varones y mujeres, judíos y
gentiles, libres y esclavos, pobres y ricos, etc.~ por igual, con
todo afecto y amor, enseñándonos que todos por igual somos
hijos de Dios-Padre
y que todos somos llamados a compartir su
felicidad eterna en
el Cielo.
Antes de Jesucristo,
en la convivencia humana existían dife­
rentes «distancias sociales», separaciones y discriminaciones, las
que varían según los pueblos, lugares y épocas; y las relaciones
entre distintas razas, etnias, estratos, estamentos y clases socia­
les, siempre fueron marcadas por discriminaciones. Solo por la
influencia del cristianismo, poco a poco, gradualmente, se borran
estas separaciones
y discriminaciones, pues, dentro de la Iglesia,
todos son tratados por igual, especialmente respecto a
la parti­
cipación en
la liturgia y en el acceso a la Eucaristía. Pues bien,
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este fenómeno fue llamado por los sociólogos «democracia so­
cial» o «democratización» de la sociedad.
Esta «democracia
social» es lo propio y característico del cris­
tianismo, a pesar de que, con el correr del tiempo, llegó a
maní-.
festarse también entre los no cristianos, pero siempre por la in­
fluencia del cristianismo.
Recordemos que también en
las Américas, especialmente allí
donde primetamente llegaron
los españoles y los portugueses, se
manifestó esta «democratización» en la convivencia entre los con­
quistadores y los pueblos indígenas, lo que ha permitido los ma­
trimonios mixtos y una convivencia fraternal, incluso entre los
libres
y los esclavos negros, traídos de Africa, como ha ocurri­
do en el Brasil.
Ahora bien, no hay duda de que esta «democracia social»,
como proceso sociológico
de fraternización, también contribuyó
a la introducción de la «democracia política»,
es decir, de un sis­
tema de gobierno con participación del pueblo, pues influyó en
el proceso de la
«homogeneización» de la población, transformán­
dola en un solo «pueblo», el sujeto de la vida política democrá­
tica,
es decir, en un pueblo que ya no es solamente gobernado,
sino que en cietto modo se gobierna a sí mismo, adaptando los
sistemas de gobierno que considera más convenientes.
En nuestros tiempos, fueta del factor del cristianismo, el fac­
tor religioso fomentado por la Iglesia, actúan también en -este
proceso de «democratización» muchos Otros factores, como, por
ejemplo, el sistema educativo,
el servicio militar, la empresa, es
decir, la convivencia diaria de las personas de distintos niveles
culturales comprometidas en el proceso de un trabajo producti­
vo:
el deporte, las distintas organizaciones y asociaciones, clubes,
etcétera. Lo importante es que este proceso de «democratizaci6n»,
como fratemización, sea consciente, deseado y buscado.
Sin embargo, desgraciadamente, en nuestros tiempos actúan
también otros
factores contrarios, los que dificultan este proce­
so positivo de fraternización, como es el caso de la influencia de
algunas· ideologías que · siembran el odio, el conflicto
y .Ja. divi"
· síón, en lo cual se destaca el racismo y, especialmente, el mar-
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xismo, este último con su teoría de Ja lud:,a de clases y con su
dialéctica de la lucha de los opuestos,
fomentando artificialmente
todo tipo de conflictos, en todos los ambientes y llevando a al­
gunos países a las luchas fratricidas, al terrorismo, a las guerrillas
y a la guerra civil,
como ocurre en este momento especialmente
en Africa y en toda
América Central, además de Colombia y
Perú.
Pues bien, lo que nos interesa es subrayar la importancia de
la democracia social
como hase de la democracia política, pues
es difícil llegar a una efectiva democracia política sin la previa
democratización.
Recordemos,
también, que es precisamente durante la Cris­
tiandad, es decir, en los tiempos de la Edad Media cristiana euro­
pea, que la
«democracia. social» fue una realidad plenamente rea­
lizada dentro del sistema feudal del mutuo servicio y dentro del
sistema corporativo, lo que permitió al pueblo una participación
efectiva y real en los «cuerpos intermedios», es
decir, una de­
mocracia política eficiente, permanente y directa de cada uno don­
de le correspondía,
dentro del régimen monárquico.
Y si
.se quiere actualmente llegar a la «democracia plena»
tiene que,
primeramente, preocuparse por la plena realización de
la «democracia social», es decir, llegar a una convivencia frater­
nal y solidaria entre todos los estratos y
estamentos, entre to­
dos los
gtupos, entre todas las personas, lo que no es posible
sin la previa eliminación del
marxismo, el cual, siendo una ideo­
logía del odio, de la envidia, de la lucha de clases, destruye toda
la convivencia humana fraternal e
imposibilita la realización de
la democracia social.
2. La democracia como un sistema de gobierno y la demo·
cracia como ideología e, incluso, como religión.
La democracia como un régimen exclusivamente político, es
decir, como un sistema de gobierno, es muy antigua, y se da en
una extraordinaria variedad
de modelos, empezando por la demo­
cracia directa en algunas pequeñas ciudades-Estados de la anti-
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gua Grecia y, especialmente, en la antigua Roma, según la cono­
cida fórmula
«Senatus populusque romanus». Se encuentran al­
gunas formas en la Edad Media, siendo más bien reducidas a la
elección del
gobernante por el pueblo y a la participación directa
dentro
de los gremios y de las corporaciones. Es representativa
en
los Parlamentos de algunos Estados europeos, alcanzando dis­
tintos tipos de elecciones de los representantes de las comunas,
corporaciones y «estados» (la nobleza, el clero
y la burguesía),
y siendo
-hasta la lucha por la independencia de las colonias
inglesas en Norteamérica y hasta la Revolución
francesa-pl<>­
narnente incorporada por la monarquía. Incluso después de es-'
tos acontecimientos sigue presente en muchas monarquías hasta
hoy día, pues no es para ella necesario adoptar
el régimen repu­
blicano; además, a veces, algunas monarquías europeas también
se han llamado oficialmente «repúblicas». Bastaba que en algún
país
el «pueblo» -el cual, en la mayoría de los casos, hasta el
siglo
XVIII, en realidad se reduce solo a la nobleza-tenga algún
grado de participación en la vida política, sea por la elección de
gobernante,
sea por la participación en la elaboración de las le­
yes y en la fiscalización de sus aplicaciones, para que algún Esta­
do, monárquico o republicano (1), pudiera ser reconocido como
democracia. Es solo en
el siglo XIX cuando aparecen, en algunos
países, los acruales partidos politicos y, en estos casos, la demo­
cracia
se identifica con la partitocracia.
Así, en pocas palabras, se presenta la democracia política
hasta
el siglo XIX, siendo siempre exclusivamente un sistema de
gobierno, el cual, a veces, resulta ser
ún sistema de desgobier­
no, como
lo es el caso de Polonia del siglo XVIII (2).
Este corto resumen de la «historia» de la democracia
politi-
( 1) El «presidente> en el sistema republicano solo reemplaza al rey
del sistema monárquico y, en el sistema «presidencial» republicano signi~
fica, lingüísticamente, lo mismo que la monarquía: el gobierno de uno.
(2) El caso _de Polonia del siglo XVIII es muy ilustrativo, pues, por la
«democracia» se entendía la unanimidad en las votaciones parlamentarias
(liberum veto), lo que casi nunca se lograba y, en consecuencia, vino el
desgobierno con los «repartos» y -la pérdid,a de la independencia.
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ca ( desde luego muy superficial y simplificado) se incluye aquí
solo
para recordar que la democracia política es esencialmente un
sistell'.1ll de gobierno, con una extraordinaria variedad. de mode­
los, que compiten entre sí y reclamando cada uno de ellos ser
la «democracia auténtica y verdadera».
Desgraciadamente, desde el siglo
xvm, si se trata de Europa,
la democracia política, en muchos casos, dejó de ser solamente
un sistema de gobierno
y tomó el carácter también de ideología
primero y de religión después. Se empezó a vincular el concepto
de democracia con las ideologías, especialmente con el liberalis­
mo y con el individualismo. Además, estas ideologías, actuando
en
un ambiente ya profundamente descristianizado, pero en el
cual los valores cristianos seguían todavía vigentes, a
pes~r de es­
tar cortados de sus raíces bíblicas, se concentran en el hombre y
contribuyen al abandono de la
tradicional cosmovisión cristiana
teocéntrica y

a la introducción, en su lugar, de la cosmovisión
antropocéntrica.
En el siglo XVIII, si se trata de la Europa Oc­
cidental, se piensa cada vez menos en Dios y cada vez más en el
hombre, hasta llegarse a un deísmo, como
en Inglaterra, en el
cual no se niega
la existencia de Dios, sino que se hace caso omi­
so de El, reclamando una plena autonomía para el hombre, es­
pecialmente
en su vida política y económica, sea a un ateísmo,
como en algunos ambientes en Francia y en Alemania, negando
la existencia de Dios y colocando al hombre en el lugar de Dios,
llegando hasta a la deificación del hombre,
es decir, a un repug­
nante paganismo, en el cual el hombre
se adora así mismo, lo
que
se manifestó plenamente durante la segunda fase de la Re­
volución francesa.
Pues bien, esta deificación del hombre
se vincula directamen­
te con
la democracia política, la cual, para muchos, toma carác­
ter de religión
laica y atea: el culto del hombre y del «pueblo».
Durante la segunda mitad de la Revolución francesa este culto
del hombre y del «pueblo»
se expresa en fiestas y celebraciones
«liaí,;gicas» que reemplazan a la. tradicional religiosidad cris­
tiana.
Así, la democracia se transformó en una religión, en la cual
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lo político (el sistema de gobierno) y lo religioso se mezclan, for­
mando una
fe laica democrática; la democracia llega a ser lo sa­
grado, lo absoluto, un ídolo pagano del mundo contemporáneo.
Es el caso especialmente de Francia, pero con repercusiones e
in­
fluencias también en otros países.
En los Estados Unidos la democracia llegó a ser un valor su­
premo, el sentido y el «sabor» de la vida, un imperativo de toda
la
cultura y de la política, especialmente de la política exterior.
La
América del Norte se compromete a extender su democracia
a· todo el mundo; pretende imponer su propio modelo, nolens
volens,
a todos los países. Se trata de una especie del mesianis­
mo político-religioso. Huelga decir que este mesianismo
demo:
crático justifica perfectamente a los ojos de los norteamericanos
cualquier injerencia
en los asuntos internos de otros países.
Nos encontramos, entonces, frente a las dos democracias:
una, como un simple sistema de gobierno, de distintos tipos
y
modelos, y, otra, sea como una ideología, sea como un valor su­
premo, sea como una religión pagana, que pretende reemplazar
al cristianismo y a otras religiones que adoran a Dios trascen­
dente.
La primera
democracia, es decir, la democracia como sistema
de gobierno --desde el punto de vista de la Doctrina Social de
la
Iglesia-puede ser a veces aceptada y asumida, mientras que
la segunda, la democracia-valor supremo, la democracia-ideolo­
gía y, especialmente, la democracia-religión, para los cristianos
solo merece el más categórico repudio.
La democracia-ideología raras veces
se mantiene en las dimen­
siones aceptables para los cristianos, pues siempre se basa en el
aritropocentrismo y, frecuentemente,· en el inmanentismo, demos­
trando las intenciones de identificarse con la Civitas mundi,
opuesta a la Civitas Dei ( usando la terminología de San Agustín).
La democracia-valor supremo es
inaceptable, pues hay muchos
valores
más importantes: Dios, la fe, la Iglesia, el matrimonio,
la familia,
la patria, la nación, el Estado, la verdad, la libertad,
etcétera.
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La democracia-religión es una insensatez, una locura, un cri­
men, un pecado gravísimo con¡ra el primer mandamiento de Dios,
«La filosofía política católica está fundada en el principio de
la trascendencia del poder, es decir, que todo poder viene de
Dios
y el gobernante gobierna en el nombre de Dios y por el
mandato divino, como lo dice San Pablo:
«non est potestas nisi
a Deo» (Rom. XIII, 1), recordando la enseñanza del Antiguo
Testamento: <. decemunt» (Prov. VIII, 15). Por eso, el obedecer a la autoridad
y al poder de otro hombre no viola la libertad humana,
ni a la
dignidad de la persona humana, pues, al fin y al cabo, se obe­
dece solo a Dios, a quien este hombre representa.
Sin embargo, este principio, que fue respetado en las
socie­
dades cristianas hasta la Revolución francesa ( 1789-1799), es ya
atacado y debilitado por las ideologías del Renacimiento, ante
todo por Marsilio de Padua y por Maquiavelo
y, después, en
Francia, por Jean Bodin, quien vuelve al principio bizantino
(pues llegó a Roma desde Bizancio) de Ulpiano:
«quod principi
placuit legis habet vigorem».
Mas, es solo gracias a la Revolu­
ción francesa, durante la cual
se impone la moda de la democra­
cia rousseauniana, basada en el culto del hombre y en el culto
del «pueblo», que estos principios paganos inmanentistas entran
en vigencia y se empieza a aplicar al «pueblo», tanto el principio
de Ulpiano, colocando el «pueblo» en lugar del príncipe (
«quod
populi
placuit legis habet vigorem» ), es decir, lo que votó el Par­
lamento tiene valor de ley, como también las palabras de San
Pablo, poniendo blasfernamente al «pueblo» en lugar de
Dios
( «non est potestas nisi a populo» ), llegando de esta manera al
concepto inmanentista del poder, lo que condena el Papa León
XIII, en las encíclicas Humanum genuz, e Inmortale Dei (3 ).
Todo país cristiano solo puede optar por la democracia como
sistema de gobierno y nada más. A
ningún católico sensato pue-
(3) M. PoRADOWSKI: Karl Marx, su pensamiento y su revolución, pá~
ginas 127, 128.
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de ocurrírsele que para él la democracia podría ser un valor ·más
grande que su patria, menos todavía un valor supremo, un va­
lor absoluto o una religión.
3. La democracia como sistema de gobierno· y la democracia
como una etapa hacia el comunismo.
Mocha gente se extraña de que los comunistas hablen de la
democracia y que la reclamen. ¿Cómo -preguntan--pueden los
comunistas reclamar sinceramente un gobierno democrático si
el
comunismo es incompatible con la democracia? Se supone . que
se trata de una farsa, de un engaño electoral para ganar votos.
Sin embargo, el mismo Karl
Marx, en su Manifiesto comunista,
dice: «El primer paso de la revolución comunista es la conquista
de
la democracia».
Los comunistas reclaman
la democracia sinceramente, pues la
necesitan como una etapa, corta pero indispensable, en su cami­
no hacia el comunismo.
Veamos por qué.
Lo esencial en
d comunismo marxista es la doctrina sobre la
revolución. Esta doctrina
-elaborada por Marx y sus amigos re­
volucionarios profesionales, herederos de los comunistas de la Re­
volución francesa, llamados «babuvistas» ( del apellido
Bah<:uf), ·
basada'
en el análisis. del proceso sociológico de la Revolución
francesa-estipula que, para no fracasar, la revolución comunis­
ta tiene que ·pasar por cuatro etapas, a saber: la etapa -burguesa,.
la etapa democrática, la etapa socialista y la etapa proletaria.
La

etapa burguesa remata
el régimen tradicional, colocitndo
a la burguesía en el poder; la etapa democrática desorganiza trufa
la estructura histórica de la sociedad, abriendo el camino: a la
etapa socialista, es decir, a la estatización completa de ld vida
económica y de toda la cultura, permitiendo la toma del poder,
sea por un grupo de partidos manejados por el partido comunis­
ta, sea directa y exclusivamente por e! partido comunista, el
cual, desde arriba, desde
el gobierno, «proletariza» toda la ,socie-
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dad, es decir, quita a todos la propiedad, empezando de esta ma­
nera la última etapa de la revolución comunista, llamada la eta­
pa
«proletaria. (pues· todos dejan de ser propietarios), esclavi­
zando a toda la población,
pues:.ºº hay libertad sin propiedad,
Así se llega al comunismo.
Pues bien,
la doctrina marxista sobre la revolución incluye
como etapas absolutamente indispensables a
la democracia y. al
socialisnio y-, entonces, tanto la democracia · tomo. el socialismo,
se quiera o no se quiera; de hecho siempre sirven a los. comunis­
tas y les facilitan la toma del poder para realizar la revolución
comunista.
¿Por qué la detnocracia está incluida en el proceso de la re,
volución
comunista?
Porque todas las democracias, con muy
pocas excepciones,
siendo
eri nuestros tiempos en realidad partitocradas, son muy
débiles. Esta debilidad
es algo propio del sistema partidista. Casi
todos los partidos, estando preocupados por ganar las elecciones,
por un lado prometen
al electorado lo que no piensan cuínplir,
lo que
es una frivolidad e irresponsabilidad y, por otro lado, para
financiar su propaganda electoral, de la cual dependen los resul­
tados de la votación, con agrado reciben la plata «venga de
don,
de venga»., incluso del extranjero y de los más grandes enemigos
del país. No es el caso solamente de algún país, es más bien. una
costumbre
general actualmente (solo Inglaterra tiene una legia!a­
ción efectiva que impide el soborno y las coimas ). . ·
Es sabido que, al respecto, muchos dirigentes de los partidos
políticos pierden por completo la vergüenza y, entonces, . son
unos
... ,:lo que facilita enormemente la tarea al partido comuuista
-el cual dispone de fondos casi ilimitados, los que recibe desde
Moscú-, el cual aprovecha esta situación sobornando a quienes
considere conv·eniente._
Sin embargo, lo más importante es .que prácticamente solo el
partido comunista, por regla
-pues es una exigencia de SU$. es,
tatutos-'-
infiltra con su gente ~ todos los partidos políticos,. y
lo hace :con gran expetiencia y, por endé, con gran eficiencia.
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Frecuentemente estos infiltrados Jlegan incluso a los puestos di­
rectivos de los otros partidos.
Además, en muchos casos, debido
principalmente a los fac­
tores mencionados (el soborno y la infiltración), el funcionamieo­
to del sistema democrático-partitocrático es muy ineficieote, y muy
a meoudo
.termina en un caos y desorden, que facilitan la sub­
versión y el proceso de la revolución marxista-comunista.
Así, cada democracia, de hecho y casi siempre, puede ser ma­
nipulada por los comunistas como una etapa hacia el comunismo,
según las tácticas de la doctrina marxista-leoinista y, especialmen­
te,
segón el principio de Lenin, de «dos pasos adelante y uno
atrás», lo que permite siempre avanzar hacia el comunismo.
Uno de los principios básicos de cada régimen democrático
es la ilimitada libertad de expresión, que
abarca no solamente la
prensa, sino todos los medios de comunicación (radio, televisión,
etcétera) y que, además, se exúende al teatro, cine, recreación, et­
cétera, lo que el partido comunista aprovecha de inmediato, po­
niendo a estos medios de comunicaciórl y expresión al servicio de
su acción subversiva ·y revolucionaria.
El partido comunista más fácilmeote logra sus objetivos en
el caso de ser
l~galizado, como todos los otros partidos políticos,
lo que
es un absurdo, pues el partido comunista es solamente la
sección local del partido
· comunista único mundial soviético con
sede eo Moscú, siendo el instrumento del imperialismo de la
Unión Soviética y de la revolución comunista mundial; no
re­
presenta los intereses de algón sector del país en el cual actóa,
sino exclusivamente
los intereses políticos y económicos de la
Unión Soviética.
Su objetivo principal es transformar el país don­
de actóa en colonia de la Unión Soviética, por lo cual cada miem­
bro de este partido es, por definición, traidor a su pattia.
Esta situación
justifica plenamente el deseo de defender a la
democracia de
sus enemigos, y así nace la idea de una «demo­
cracia protegida». Esta pi:eocupación, por ejemplo, se expresa en
Chile, incluso en
la Constitución de 1980, donde se prevén va­
rias medidas al respecto. Sin embargo, por muy adecuadas que
sean, van a quedar sin efecto si toda la
ciudadanía del país no
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tiene plena conciencia de este peligro. Solo con el respaldo de
todos los ciudadanos bien nacidos pueden estas
medidas salvar
le democracia del peligro
de ser manipulada por _los marxistas
como tina etapa hacia el comunismo.
¿Puede algún país, en
su afán de proteger a la democracia,
contar con
la comprensión de parte de las grandes democracias
del mundo, como
lo son los Estados Unidos, Inglaterra, Francia
y Alemania? Seguramente, no. Y, ¿por qué? Porque la realidad
histórica demuestra que estas grandes democracias son las
. res­
ponsables
de todos los triunfos de la revolución marxista-comunis­
ta en el mundo. Gracias a ellas el comunismo fue instalado en
Rusia
en 1917, al final de la primera guerra mundial, y fueron
ellas las que, al
-final de la segunda guerra -mundial, entregaron
al
imperialismo soviético a Polonia, a Lituania, a Letonia, a. Es­
tonia,
a Rumania, a Bulgaria, a Checoeslovaquia, a Yugoslavia, a
la mitad de Alemania, a China, a Vietnam, a Camboya, a Cuba, a
Nicaragua
-y a muchísimos países africanos, casi a la mitad de la
poblaci6n del mundo. En ninguno de estos países los comunis­
tas· llegaron al poder por sus propias fuerzas, siempre llegaron
gracias
al régimen democrático, previamente impuesto a estos
países
por las grandes democracias y gracias al siguiente apoyo
dado a los comunistas
por parte de estas mismas potencias de­
mocráticas.
Todos los países que actualmente tienen gobiernos
comunis,
tas son víctimas de la democracia como una etapa hacia el comu­
nismo, pues en cada uno de estos países se instaló, primeramen­
te, la democracia que desde un principio fuera planeada solo como
una corta etapa dentro del proceso de
la revolución marxista-co­
munista, y las grandes potencias mencionadas la han manipulado
de tal manera que resulte ser, efectivamente, solo una corta eta­
pa hacia el comunismo. Así ha ocurrido en todos los países que
hoy día están sujuzgados por el comunismo. Ningún país ha lle­
gado a ser comunista
por sí mismo o por sus problemas interio­
res; todos fueron víctimas
de una conspiración mundial. llevada
a cabo
por las grandes democracias.
Actualmente se dispone al respecto
de una documentación
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irrefutable y fácil de presentar (lo que no vamos hacer por el
momento, pues eso ya no cabe dentro de este artículo). Solo po­
demos aquí, y ahora, recordar en pocas palabras lo que
ha ocu­
rrido con el país que fue escogido como la primera victima del
comunismo:
SI' Jrata de Rusia.
Rusia, en
víspetas de la ptimera guerra mundial, fue prime­
ra potencia, con excelente situación económica; su rublo de oro
era la moneda mundial, como lo es actualmente el dólar. Rusia
entra en
la guerra para cumplir con sus compromisos con sus
aliados, atacados por Alemania
y, en consecuencia, Alemania tie­
ne que .luchar
en dos frentes: occidental y oriental, dándose de
inmediato cuenta de que eso es imposible, y por esto recurre a
un grupo
de los revoluciona,:ios profesionales comunistas, que vi­
vían en · Suiza, y los contrata para que hagan la revolución den­
tro de Ru.sia. Así, el grupo de gansters políticos internacionales
recibe
astronómicos fondos del gobierno alemán y todo tipo de
apoyo logístico (armas, municiones, medios de transporte, im­
prenta, papel para imprimir el material subversivo, etc.), los que
en tres
años revuelven todo el país, paralizándolo con hudgas,
terrorismo, manifestaciones en las cuales se reclama la paz µ,me­
diata sin condiciones.
Los dirigentes de los partidos democráticos, nacionales y li­
berales, siendo sobornados, se ponen al lado de los revoluciona­
rios; la subversión penetra
en las tropas. Como los soldados son
casi todos campesinos, la propaganda comunista les prome.te la
paz y la distribución de
. tierras, logrando que muchos de ellos
abandonen las
filas y se junten con los revolucionarios. Al tnlsmo
tiempo se culpa al Zar de todas las desgracias. Los políticos de­
mócratas exigen la abdicación del Zar, quien, siendo abandona­
do por el ejército, renuncia y viene el gobierno democrático de
Kerensky
y la revolución de febrero de 1917; se impone la de­
mocracia que resulta ser una etapa hacia el comunismo, así lla­
mado el kierenskismo, el modelo de una democracia al s<;!Vicio
de la revolución comunista, la cual dura solo poco más de siete
meses
y entrega todo el poder a los comunistas. Viene el espan­
toso terror, paredón,, campos de concentración, ejecuciont;s en
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masa, la miseria; más de 65 millones de personas han perdido la
vida y los demás son esclavos de los comunistas hasta hoy día.
Cuando terminó la guerra,
el mismo gobierno alemán que
organizó la revolución comunista en Rusia, espantado por lo que
pasaba
allí, propuso la iniciativa de formar un gran ejército euro­
peo, encabezado por
el militar francés Foch, para reconquistar a
Rusia de las manos de los comunistas,
es decir, del gangsterismo
internacional y para defender en ella a la democracia; sin
em­
bargo, los aliados, es decir, los Estados Unidos, Inglaterra y
Francia
se negaron, declarando que Lenin y su gente eran de­
mócratas. Así, Rusia fue entregada por las grandes democracias
al comunismo, es decir, al gangsterismo internacional.
Casi lo mismo ha ocurrido con todos los otros países, vícti­
mas de la revlución comunista, siempre apoyada pot las gran­
des democracias, principalmente por los Estados Unidos ( 4 ).
Actualmente, por ejemplo en Chile, en vísperas del plebisci­
to, todos son testigos de cómo las grandes democracias: Estados
Unidos, Francia, Alemania Oocidental (sin hablar
de la Orien­
tal,
la que, a pesar de ser comunista, lleva el nombre de «de­
mocrática»), Italia, España postfranquista, Holanda, etc., finan­
cian y apoyan a los partidos políticos marxistas e incluso mar­
xistas-leninistas, clasificándolos como «democráticos».
Y, segura­
mente, van a seguir haciéndolo también durante las siguientes
eleociones parlamentarias, y todo eso, como siempre, en el
nom­
bre de la democracia.
Resumiendo este «problema de
la democracia», conviene sub­
rayar que hay dos democracias, que se dan en distintos «pla­
nos».
En primer lugar, una política y otra social; la previa reali­
zación, al menos hasta algún punto, de la social condiciona las
posibilidades de realización de la política.
En segundo lugar se dan las dos democracias políticas, una
limitada solo
al sistema de gobierno, con gran variedad de mode­
los,
y la otra que se identifica sea con las ideologías, sea con los
(4) Mayores detalles y referencias a la. correspondiente documentación
en mi libro Karl Marx, su pensamiento y su revoluci6n.
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valores, sea incluso con la religión y con el culto pagi,no del
hombre, que pretende reemplazar
al culto de Dios.
Y, en
ter= lugar, hay dos democracias politicas que son va­
riantes de la primera: una se da como un régimen definitivo, du­
radero, estable,. siempre perfeccionable y adaprable a las
necesi­
dades del país, y la otra que es solo una etapa hacia el comunis­
mo. Entonces, ¡caveant consultes!, para que la democracia, que
en Chile ranto
se anhela, no se transforme en una corta etapa
hacia el comunismo, como ya ha ocurrido desgraciadamente en
rantos países.
Y, en esta lucha por una «democracia protegida»
contra el comunismo,
se puede contar solo con sus propias fuer­
zas y con la protección de la Virgen María.
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