Índice de contenidos
Número 269-270
Serie XXVII
- Textos Pontificios
-
Estudios
-
Miguel Agustín Pro, mártir de la fe
-
Sobre el bien y el mal
-
Moscú y el oeste de Moscú
-
Las dos democracias
-
El liberalismo y la Iglesia española. Historia de una persecución: Antecedentes: V. La agonía de la Inquisición
-
Fundamentos del orden social virreinal
-
La información
-
El mal menor en política. Historia y aplicaciones actuales
-
A propósito del libro de Javier Nagore: Defensa de la navarridad
-
- Actas
- Crónicas
- Información bibliográfica
- Verbo
Autores
1988
Fundamentos del orden social virreinal
FUNDAMENTOS DEL ORDEN SOCIAL VIRREINAL
POR
NEMESIO RODRÍGUEZ LOIS
Es muy frecuente que al estudiar lo que se conoce como el
México virreinal se adopte cualquiera de estas dos actitudes:
- O bien se ignora lo que ocurrió en la Nueva España du
rante trescientos años, con lo cual se establece un largo puente
que
va desde la caída de la Gran Tenochtitlán hasta el Grito
de Dolores.
-
O bien se insiste en que, durante esos
tres siglos, se co
metieron en estas tierras las peores brutalidades que registra la
historia y que eran consecuencia del sistema imperante en aquel
entonces.
Ambas actitudes son negativas.
La primera lo es porque pretende tapar el sol con un dedo,
ya que todo investigador que se precie de amar la verdad histó
rica tendrá que reconocer que esos trescientos años que hoy per
manecen en tan injusto olvido son, quizás, los más fe<;undos de
nuestra historia.
La segunda no es más que un argumento sectario que cae
por su propio peso,
ya que si aquí hubiera imperado un sistema
tan
· inhumano, la población hubiera protestado en masa, los in
dios habrían huido a las serranías retomando a su barbarie pa
gana y los motines y rebeliones serían el amargo_ pan cotidiano.
Y
es un hecho evidente que nada de eso -salvo casos aislados
de los que hablaremos más adelante-registmn las crónicas de
la época.
Por
el contrario, las noticias que historiadores de aquellos
tiempos nos proporcionan son las de un país en
el que se res-
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Fundaci\363n Speiro
NEMESIO RODRIGUEZ LOIS
piraba un clima de paz, progreso y armonía dentro del cual flo
recieron las más altas inspiraciones del talento humano.
Una
paz que no era la paz de los sepulcros -impuesta por
medio de una brutal
dictadura-, sino más bien el producto de
un orden que reinaba en todos
.los estamentos de la sociedad.
Una
paz social que no solo se dio sino que habrá de darse
siempre
y en todo lugar a condición de que se reconozcan y res
peten los derechos de la persona humana.
Una
persona humana que forma parte de una familia, la cual,
a
su vez, da vida a una serie de cuerpos intermedios que son
el puente natural entre el individuo y el Estado.
En el momento en que se respeta a la persona, a la familia
y a esas instituciones intermedias, en ese momento funciona todo
como un reloj
y la consecuencia natural será un orden basado
no en
el miedo sino en la justicia.
Pues bien, ese ambiente de orden social cristiano fue
el que
se dio en la Nueva España durante cerca de tres siglos y que
hizo que, paso a paso
-pero de una manera sólida y consisten
te-, se pusieran las bases más firmes de la que habría de ser
la
nación mexicana.
l. · La persona en tierras de la Nueva España.
Para analizar debidamente este punto, preciso será poner de
relieve
la actitud que España tuvo hacia los · aborígenes del Nue
vo Mundo.
Por principio de cuentas diremos que los monarcas españo
les eran profundamente católicos, inspiraban todos sus actos bajo
la segura
luz del Evangelio y fue as! como vieron en los natura
les de estas tierras a hermanos en Cristo a quienes
había, no solo
que cristianizar, sino también incorporarlos dentro de la civiliza
ción occidental.
Dos pasajes existen
en el Nuevo Testamento que, a nuestro
juicio,
sirven de fundamento a la actitud que los reyes de Espa
ña tomaron con respecto a
sus súbditos en las Indias.
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FUNDAMENTOS DEL ORDEN SOCIAL VIRREINAL
En primer lugar está el mandato de Cristo a sus discípulos
de
«Id y predicad el Evangelio a todas las gentes ... » .
. Muy importante esto: «a todas las gentes»; con lo cual se ese
tablecía que el ámbito de los sujetos de salvación se ensanchaba
hasta
el infinito .. No solo a los judíos, a los romanos o a los pue
blos limítrofes con Palestina, sino «a todas las gentes».
Esto es
lo que fundamenta la «catolicidad» de la Iglesia, la
cual se muestra profundamente universal, ya que lleva la Fe hasta
el último rincón del mundo sin ruicer distingos de razas, idioma
o cultura.
Asimismo, dentro de los Hechos de los Ap6stoles, existe un
pasaje que
reafirma esta idea y en él que se nos muestra el cam
bio que, a partir de entonces, se produce en San Pedro.
Nos referimos al momento en que San Pedro reconoce por
vez primera la catolicidad de la naciente Iglesia al decir: «Ahora
caigo en la cuenta de que Dios no hace distingos de personas,
sino que acepta
al que lo teme y practica la ;usticia, sea de · la
naci6n que fuere» (Hechos 10, 34-35).
Pues bien, estas ideas son las que orientan a los reyes de
España en
él momento de tomar posesión del Nuevo Mundo,
ideas que se reafirmaron a partir de que, en 1537,
la Bula Suc
hlimis Deus, de Paulo III, reconoce oficialmente la racionalidad
de los habitantes de estas tierras.
De este modo, al ver cómo él, indígena era un ser tan ra
cional como él conquistador español, y al ver cómo él alma dél
más humilde macehual · valía tanto como la del poderosísimo Car
los V, se fue creando una conciencia cristiana que .facilitó la
unión de
las razas.
«Los españoles», dice Ramiro de
Maeztu, «no nos hemos
creído
nunca un pueblo superior. Nuestro ideal ha sido siempre
trascendente a nosotros.
Lo que hetnos creído superior en nues
tro credo es la igualdad esencial de los hombres» (
1
).
A diferencia con lo que ocurrió en las posesiones de otras
( 1) Defensa de la Hispanidad, Editorial Poblet, l.' edici6n, Buenos
Aires, 1952, pág. 72.
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naciones europeas, dentro del mundo hispánico no existió la es
clavitud. Y si acaso se esclavizaban negros eta. porque los espa
ñoles
--debido a las limitaciones que la Corona ponía a la es
clavitud de indios-se veían obligados a sustituirlos por otro
tipo
de mano de obra. Y en este caso se los compraban a trafi
cantes portugueses que los cazaban en las costas
de Africa.
Ciertamente en la Nueva España no existió legalmente la
esclavitud; sin embargo, llegaron a darse excepciones como ocu
rrió en el norte de México, en donde la guerra contra los indios
bárbaros llegó a set crónica, y para someterlos no hubo otra
so
lución más que reducirlos a la esclavitud.
Con sobrada razón nos
dice Silvia Zavala que «después que
se prohibió la esclavitud de los indios
por guerra y rescate en
las leyes
nuevas de 1542 y se concedió la libertad a los que es
taban en servidumbre, surgió la posibilidad de que la ley espa
ñola acordara
por excepción d cautiverio de los indios que per
manecían en actitud hostil en diversas regiones» (2).
Las leyes españolas prohibían la esclavitud, pero si algunos
indios
caían en ella esto eta debido a que se trataba de gentes
belicosas en extremo y
tan difíciles de manejar a quienes se les
castigaba
esclavizándolas.
El carácter hostil de varios indios dieron origen a que aJgu;
nas tribus fuesen esclavizadas, como fue el caso de los caribes
de. las Antillas, de los habitantes de Mindanao (Filipinas), de los
chiriguanos
dd Alto Perú y de los araucanos de Chile.
«La corona había comenzado por apoyar la intervención pa
cifioa de los religiosos, pero en vista de la persistencia de los
ataques de los indios, concluía
por autorizar en último extremo
la guerra y la esclavitud»
(3 ).
Quede, pues, bien claro cómo, salvo· estas dos excepciones,
-el caso de los negros y el de los indios bárbaros-, en la Nue
va España estuvo prohibida la esclavitud.
Justas disposiciones que eran
reflejo del concepto católico del
(2) Los esclavos indios en Nueva España1 ·Edición de El C,olegio Na·
clona!, 2.• edición, México, 1981, pág. 179.
(3) Ibid., pág. 180.
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hombre que animaba a juristas y monarcas españoles dl'l si
glo XVI.
El concepto de que todos somos iguales, por ser-todos hijos
de Dios, fue lo que hizo posible l'l fenómeno dd mestizaje, !ron·
co del cual habrla de surgir el pueblo mexicano.
Un fenómeno que
es un reconocimiento pleno a la igual
dad racial y que jamás se dio en el mundo anglosajón, en donde
los indios fueron brutalmente exterminados por los colonizadores
protestantes que
se creían una especie de «pueblo elegido».
II. La familia en el México del Virreinato.
Empezaremos diciendo que durante todo · el período virreinal
la familia
se integro. en torno al matrimonio católico, o sea, la
unión del hombre
y de la mujer que obtuvo del mismo Cristo la
dignidad de Sacramento. Fue por esta razón que los mismos pre
ceptos que en España
regulaban la cdebración canónica del ma
trimonio estuvieran presentes en los territorios españoles de ul
tramar.
«Los matrimonios entre españoles y mujeres de las distintas
razas indias sujuzgadas estuvieron reconocidos y sancionados por
la
ley desde los primeros tiempos de la conquista. En realidad,
puede decirse que el problema no llegó siquiera a plantearse.
Son muy abundantes
. y reconocidos los pasajes de los primeros
cronistas de
Indias que nos hablan de la facilidad con que los
españoles se unieron con mujeres de aquellas razas, generalmen
te concubinatos que acabaron las más de
las veces en legítimos
matrimonios.
El legislador, por su parte, se limitó a reconocer y
sancionar los hechos
producidos y aun trató de fomentar estas
uniones mixtas» ( 4
).
Y como una prueba más de ese espíritu de protección a la
persona que
se daba en las leyes, ,se vio c6mo gran cantidad de
(4) ÜTS Y CAPDEQUÍ, José M.ª: Historia del Derecho español en Amé
rica y del Derecho indian-0, Ediciones. A.guilar, l.!' edición,. Madrid, _1%8,
pág. 220.
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reales cédulas prohibían que ningún hombre casado pudiera pa
sar a las Indias ni mucho menos vivir en ellas dejando abando
nada en España a su mujer.
Aquí
se ve claramente cómo el espíritu de la ley · no era otro
que el
de la protección del matrimonio, el cual podría verse vul
nerado debido al
fenómeno de la emigración.
Digno
de resaltar es el hecho de que en la inmensa mayoría
de las familias novohispanas existía una gran moralidad.
Era tal
el ambiente cristiano que se respiraba en los hoga
res que las vocaciones religiosas florecían en todo su esplendor.
Las familias etan numerosas y raras eran las que no daban a la
Iglesia un hijo fraile o una hija monja.
Hablando de la sociedad
. de la Nueva España, José Bravo
Ugarte,
S. J., nos dice que eta «genuinamente cristiana, con mu
chas familias modelo
y mucho espíritu de beneficencia evangé
lica».
«Al pueblo cristiano de la Nueva España corresponde buena
parte de la obra de la Iglesia, tanto porque de él salió un impor
tante contingente para
el clero, como porque coadyuvaba pode
rosamente con sus biens al sostenimiento de aquélla» (5).
Podríamos
dar muchos ejemplos de como la ley, .al proteger
a la familia, estaba realmente al servicio del hombre, puesto que
. todo lo facilitaba para que la persona -tanto a nivel individual
como dentro
de la comunidad familiar-alcanzase su pleno de
sarrollo.
Las leyes buscaban el bien común de la sociedad, o sea, lo
que Santo Tomás de Aquino definió como «la vida virtuo ,a de
una multitud». Se pretendía que las gentes vivieran en paz y que,
en· caso de surgir alguna controversia, ésta fuese resuelta con
forme a disposiciones sabias y justas.
(5) Historia de M~xico. 14 Nueva. España, Editorial Jus, P edición,
···•'México, 1970, tomo II, pág. 142.
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III. Cuerpos intermedios.
El hombre es un ser sociable por naturaleza, razón por la
cual es en la sociedad donde mejor desarrolla su personalidad.
Por esta razón -de un modo conforme con la naturaleza
humana-surgen los cuerpos intermedios, que son grupos so
ciales o humanos situados entre el individuo y el Estado.
Grupos que contribuyen al pleno desarrollo de la persona
y que son
«medios poderosos de educación e indirectamente de
apostolado social» (
6) y que van a proteger al individuo moral
mente, a la vez que habrán de asegurar su defensa frente a los
abusos del Estado o de grupos políticos y económicos muy pode
rosos.
Al tocar el tema de los cuerpos intermedios es de justicia
resaltar la gran· función social de .los conventos, en cuyos alrede
dores se formaban pequefias poblaciones que, con el correr de
los años, se transformaban en ciudades.
«Los pueblos fundados
por los frailes», nos dire José Bra
vo Ugarte,
S. J., «eran un foco de civilización para los indios,
en
el que aprendían a vestirse y comer mejor, a vivir en común
".prestándose
el socorro que deben dar unos hombres a otros",
y a tener una manera honesta y suficiente con que sustentar
se» (7).
Asimismo, dentro de cada convento solían existir estupendas
bibliotecas, llamadas «librerías», que mucho
cotrt:ribuyeron a ele
var el nivel cultural de la población.
En 1551 se funda en México la Universidad, la cual -jun
to con la de San Marcos de Lima, fundada en aquel mismo
año-es la primera de América, anticipándose a la de Harvard
en
casi un siglo.
Todo esto es
de una gran importancia por la siguiente razón:
las universidades requieren
de colegios mayores y éstos, a su
(6) CREUZET, M;chel: Los cuerpos intermedios, Editorial Speiro, pri
mera edición, Madrid, 1977,
pág, 87.
(7) BRAVO UGARTE, S. J., José: Op. cit., pág. 147.
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vez, piden la existencia de escuelas de primera enseñanza. Es
decir, que las universidades vienen siendo
el coronamiento de
una amplia obra educativa.
«Estaba
México tan lleno de escuelas y colegios mayores an
tes de las fonfiscaciones ---escuelas y col~os para niij.os y ni,
ñas, de labores manuales, de artes y oficios de toda.s clases
que bien se justifica esta declaración: hasta ese día jamás hubo
sobre la
faz de la tierra país alguno que en tiempo tan corto hu,
biese realizado tanto en favor de la educación» (8).
Gran labor social desarrollaban también los hospitales, ins
tituciones benéficas dedicadas día y noche a procurar no solo
salud corporal sino también espiritual a todos aquellos que to
caban a
sus puertas.
Había desde hospitales para dementes
-como el de San
Hipólito, fundado por Bernardino Alvarez-, hasta la llamada
Casa de
las Recogidas, que tenia como finalidad el dar asilo y
orientación a mujeres arrepentidas por la mala vida que
había!)
llevado.
Por supuesto que dentro
de estas instituciones benéficas se
encontraban asilos,. casas para nilios expósitos, etc.
Era de tal magnitud, la gran labor social realizada por to
das estas
instituciones, que fa sociedad novohíspana se mostra
ba generosa en
ayucl,u;, por medio de estos cuerpos intermedios,
a quienes
se hallaban en desgracia.
Dentro de ellas y respirando
un ambiente de plena paz cris
tiana alcanzaba el individuo su pleno desarrollo.
Otro cuerpo intermedio era
el de los gremios que, a imita
ción de los de la
Península, eran asociaciones integradas por pa
tronos, oficiales y aprendices cuya· finalidad era proteger los in
tereses de sus respectivos miembros.
Gremios importantes en
la Nueva España fueron los de los
plateros,
cereros, curtidores, zapateros, bordadores, sederos, etc.
Más que actuar como instrumento de presión -a la· usan-
(8) .ÜJ!MENT KELLY, Francis: México, el pais de los altares ensan-.
grentados (traductor: Guillermo PRmTO-YEME), Editorial Polis, 1.• edi
ción, México, 1939, pág. _96.
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za de los sindicatos de hoy-; los gremios cumplían con la fun
ción propia de los cuerpos intermedios: educar a sus miembros,
moralizar el ambiente
y servir de puente entre el individuo y
el Estado;
Al hablar
de los cuerpos intermedios sería falta imperdona
ble no · mencionar al municipio, noble institución de raigambre
netamente·
hispánieá con la cual nace nuestro ser nacional.
Es
·a Hernán Cortés a quien se debe la fundación del Ayun
tamiento de Veracruz (1519), que fue el primero que existió en
tierras
de la Nueva España.
«El municipio de Veracruz, creado álltes de que los espa
ñoles impusieran su dominio militar sobre el país, he ahí el ori
gen de nuestras instituciones civilizadas que hasta la fecha si
guen luchando para perdurar sobre la regresión azteca ... » (9).
Ahí precisamente se encuentra la médtila de la sociedad po
lítica que nace espontáneamente por ser el fruto natural de iJn
agr mún éomo por el vínculo de la vecindad.
Eri los municipios de la Nueva España existía toda una re
glamentadón tendente a: favorecer que los artículos de primera
necesidad
se vendiesen a: precios bajos, y es aquí donde desta
ca la gran función social realizada por las· alh6ndigas, que eráll
depósitos en que el Estado vendla estos bienes a los particula
res evitando
los intermediarios.
Eran estas alhóndigas unas «bolsas de cereales» en las que
se excluía a los regatones o intermediarios con el objeto de que
las
mercancías pasaran directamente del productor al consumidor.
A las alhóndigas mandaban los agricultores su producción
para que los encomenderos que
las administraban las vendiesen
a precios fijados entre ellos, de común acuerdo, pero
con la in
tervención del respectivo alcalde.
Nadie
podla vender trigo, maíz, cebada, ni harina fuera de
la alhóndiga. Cuando
los cereales de ésta subían mucho de pre-
(9) VASCONCELOS, José: Breve historÍIJ de México, Compañía. Edito
rial Continental, 11.' reimpresi6n, México, 1968, pág. 57.
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cio, a pesar de todo la alh6ndiga abría sus puertas e imponía
un precio bajo, acomodado a las necesidades del consumidor.
Es
así c6mo la alhóndiga realizaba una gran función social,
ya que era la encargada de llevar, para beneficio del pueblo, un
control de todo el
grano producido y vendido en la comarca.
Mucho
es lo que podríamos decir aún de la funci6n que los
diversos cuerpos intel111ledios ~municipios, alhóndigas, g¡:emios,
conventos, cofradías, etc.-realizaron durante el México VÍ·
rreinal.
Sin embargo nuestro prop6sito es el de resaltar el hecho de
c6mo durante tres largos siglos estas instituciones sí lograron
cumplir con su finalidad,
ya que no solo sirvieron para educar
y. moralizar a sus miembros sino también para protegerlos fren·
te a los abusos de grupos poderosos.
Según Michel Creuzet,
«la cumbre de la vida social es el re
sultado de las mil vidas de las diversas comunidades» (1.0). Pues
bien, durante el
México virreinal .este tejido de cuerpos interme
dios logr6 fomentar un ambiente tan saludable en lo moral que
las gentes vivían felices al sentir cómo todo -leyes, institucio
nes y gobernantes-iban de acuerdo con el orden natural.
· Y al existir un orden conforme a la naturaleza humana que
se apoyaba en leyes justas fundamentadas a su vez en el Dere
cho natural, era evidente que Nación y Estado marchaban feliz.
mente de la mano.
Muy diferente a lo que ocurre en nuestros días, en que
Na
ci6n y Estado no solo marchan por caminos diferentes sino que
se
ve claramente cómo el Estado trata a toda costa ~y sin em·
portarle
los medi05-de someter a una naci6n que es católica
y que rechaza cualquier tipo de injusticia.
IV. Nación y Estado.
Debido al respeto que en la Nueva España se dio a la dig.
nidad de la persona, a la predilección con que las leyes prote·
(10) CREUZET, Michel: Op. cit., pág. 95.
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gían a la familia y a la benéfica labor realizada por los cuerpos
intern¡edios, aquí, durante tres largos siglos, se vivió en paz.
Una
paz que significaba tranquilidad dentro· de uu orden na
tural, lo que es muy distinto a la quietud derivada de la fuerza
de las bayonetas y que no
es más que un desorden impuesto.
El pueblo se sentía bien gobernado al ver. c6mo sus autori
dades.
se consideraban simples delegados de la voluntad de Dios
ante Quien algún
dfa habrían de rendir cuentas.
Las leyes eran
juiltas, preterulfan el bien común, ya que exi
gían esa moralidad indispensable, no solo para que el hombre se
desarrolle a plenitud, sino para que él mismo logre alcanzar
la
meta suprema de la eterna salvación.
Por todo ello
-teniendo como garantía leyes justas y go
bernantes que se sentían responsables de su.s actos ante Dios
el pueblo vivía tranquilo y respetaba a sus virreyes, alcaldes y
oidores,
ya que veía en ellos auténticos delegados de la voluntad
divina.
·. Consecuencia de todo esto fue un ·ambiente de paz cristiana
en el cual fue posible que el arte, especialmente
el barroco, flo
reciese en todo su esplendor y de este modo sirviera como aglu
tinante a la nueva nación que se iba formando.
Es aquélla
la época de los grandes pintores, literatos y de
más. personajes cuyas obras fueron admiradas en todo el mundo.
Es
la época de Miguel Cabrera, de Sor Juana Inés de la Ctuz
y de Juan Ruiz de Alarcón.
Era aquella
una época en la cual, mientras en el Viejo Mun
do los pueblos
se destrozaban entre sí por mil distintas razones,
aquí existía un auténtico. orden social cristiano que no era más
que la tan deseada civilización del amor.
« Una cosa podemos decir comparando tiempos con tiempos:
que no había en ninguna de esas
clasesJa monstruosa y crecien
te ctiminalidad de nuestros
días; porque había más unión con
la Iglesia y con
la moral cristiana» ( 11 ).
(li) CtmvAS, S. J., Mariano: Historia de la nación mexicana, Edito~
ria! Porrúa, 3." edición, México, 1967, pág. 579.
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Es muy probable que se nos acuse de que exageramos al pin
tar una visión tan seráfica del Méximo virreinal, puesto·
·que no
es concebible que todo haya marchado a la perfección y sin la
más leve alteración del orden scicial.
Por lo pronto, hay que aclarar cómo durante los tres slglos
de!
virreinato sí llegaron a darse casos de rebeliones indígenas
que causaron serios dolores de cabeza a las autoridades. Las
más
importantes fueron:
-Los chichimecas que, debido a su extremada barbarie, ·cre
yéndose siempre amenazados y con el constante temor de per
der
sus tierras, anduvieron con las armas en la mano durante los
siglos
XVI, XVII y parte del XVIII.
-La sangrienta rebelión de los tepebuanes que tuvo lugar
en 1616, en la cual quince mil indios se levantaron en armas.
La rebelión se debió al estado de bajísima cultura, a razones de
tipo religioso alentadas
por hechiceros y a que se sentían ame
nazados por los colonizadores.
-Los indios yaquis -que poblaban la cuenca de los ríos
Y aqui y Mayo, en el actual estado de
Sonora-se consideritron
siempre una agrupación solitaria, razón por la cual no toleraban
la presencia ni de blancos, ni de mestizos, ni mucho menós de
soldados.
Causaron los yaquis graves problemas
en el siglo XVIII y lo
mismo hicieron años después, durante el régimen de
Portitio
Dlaz,
a fines del siglo xrx y en el gobierno del general Alvaro
Obregón, ya bien entrada la presente centuria.
~ Famosa fue la rebelión de Jacinto Uc de los Santos ~ás
conocido como Jacinto Canek-en Yucatán, en donde se preten
dió un movimiento independentista que terminó en
el fracaso.
Conviene aclarar que en la península yucateca hubo siempre
mucha homogeneidad racial y poco mestizaje; veían al español
como un extraño y añoraban las antiguas glorias mayas.
Este modo de ser de los
habitantes de aquella región de,;en
cadenó, a mediados del siglo XIX, la sangrienta «guerra de las
castas»,
.en la que perdieron la vida cerca de doscientas mil per
sonas.
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~ Hubo también rebeliones de tarahumaras en Chihuahua
y de tehuanos en Oaxaca. Todas ellas eran como reacción contra
agresiones, despojos y
la prepotencia de autoridades locales,
«En general, los soberanos de España expidieron leyes que
prevenían el buen trato de los vencidos, y algunos virreyes d=
plegaron gran celo porque aquellas disposiciones se cumplieran,
aunque hubo otros que a su vez provocaron con
su conducta con
Jlictos semejantes a los que consignamos en este estudio.
»Las autoridades de orden inferior eran en las provincias
las autoras de tales
extorsiones, origen de levantamientos, bas
tantes, serios y decisivos, si hubiese habido solidaridad entre las
diversas tribus
oprimidas, menos barbarie en sus costumbres y.
caudillo que insurreccionara a todos para abatir en un momen
to dado la autoridad opresora que sobre ellos
pesaba» (12),
Quede, pues, bien claro que durante los tres siglos del vi
rreinato sí se dieron casos de sangrientas rebeliones, pero éstas
fueron
siempre focos aislados y distantes unas de otras en el
tiempo y en el espacio.
Estas rebeliones
jamás alcanzaron nivel nacional y fueron
siempre debidas al estado de
extrema barbarie de los indios de
tal o coa! región o como protesta frente a los abusos de autori
dades inferiores.
Sin
temor a equivocamos, podemos decir que nunca fueron
la unánime reacción
de la mayoritaria población mestiza que iba
ya integrando la nueva nacionalidad, ni mucho menos una pro
testa enérgica contra las instituciones pol!ticas que existían en
la Nueva España.
El orden jurídico y social que aquí existía estaba apoyado en
el Derecho natural, razón por la cual los habitantes de estas
tie
rras lo aceptaron de buen grado en su inmensa mayoría.
Y si esas rebeliones -repetimos, aisladas y debidas a causas
muy diferentes unas de
otras-llegaron a alterar la paz por cier
tos momentos fueron, si se quiere, como protesta a funcionarios
(ii) GoNZÁLEZ .OBREGÓN, Luis:· Rebelibnes ·indigenas y precursores d~
la Independencia mexicana, Ediciones Fuente Cultural, 2.ª edici6n, Méxi~
co, 1952, págs. 398 y 399,
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de bajo nivel que eran los primeros en no respetar las justas le
yes que daban los monarcas españoles.
Fuera de
eso todo fue tranquilidad. Ni puntó de compara
ci611 tiene el México virreinal con el siglo XIX, cuya historia es,
por
• desgracia, una cadena interminable de guerras civiles, golpes
de estado, despojos territoriales e intervenciones extranjeras.
Oportuno es recordar cómo, debido a la inseguridad existen
te en los caminos,
se funda, en 1722, el Tribunal de la Acorda
da, que era algo asi como una especie de policía rural. Y si di
cha agrupaci6n existió fue porque en los caminos de la Nueva
España merodeaban bandoleros sobre quienes era de justicia
des
cargar todo el peso de la ley.
Concedemos que el afirmar que la Nueva España fue algo asi
como un bellisimo retablo en el que todos
-a lo largo de tres
cientos años-fueron santos, bellos y perfectos como los allge
litos que a dicho retablo adornan es una exageración.
Habrá que decir la
verdad, o sea que en el México del vi
rreinato, al lado de grandes santos, convivieron grandes pecado
res. Algo natural; lo extraño sería que nada de esto hubiera ocu
rrido.
· Sin embargo, la idea medular que aquí conviene resaltar es
la siguiente: si el hombre pecaba, debido al peso de la concupis
cencia,
al menos '-Y éste era el gran cortsuelo-- la sociedad era
fuerte, tanto por
su constitución como por sus creencias.
Un detalle· muy importante
aquí es el aclarar que el vicio no
se denvaba de la ley sino que, por el contrario, los gobernan
tes dictaban normas jurídicas que, basándose en la justicia y apo
yándose en la realidad sociológica, procuraban que la comunidad
fuere cada día mejor.
Asi, pues, estamos plenamente de acuerdo que en la Nueva
España se dieron robos, adulterios, crímenes, intrigas, envidias
y demás miserias propias del hombre pecador.
No obstante, repetimos, esas miserias no eran fomentadas
por
el Estado sino que, por el contrario, las autoridades eran las
primeras en reprimirlas con gran severidad.
En cambio,
la desgracia de nuestra época no es tanto el que
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FUNDAMENTOS DEL ORDEN SOCIAL VIRREINAL
se den los frutos de las bajas pasiones -1go que ocurrirá hasta
el fin del mundo-sino más bien el hecho de que el mal se ha
codificado, se ha hecho ley y desde
allí ,-en vez de. contribuir
a la vida virtuosa de la comunidad como lo
pedía Santo To
máo---lo que hace es empujar a esa comunidad a los abismos del
vicio
y de la degradación.
Así; pues, no es válida la postura de aquellos que, pe.ta jus
tificar los desórdenes de nuestra época, buscan en el pasado ejem
plos de desorden.
Más bien habría que insistir en el hecho de que -gracias a
que existía una sociedad cristiana regida por gobernantes justos
y honrados-en la Nueva España abundaron más los ejemplos
de gentes virtuosas que los contados casos de sujetos viciosos.
Hoy, por desgracia, se
da la situación inversa.
Pocos fueron, en realidad, los acontecimientos que alteraron
la paz que
se vivió en México durante casi trescientos afíos. Esa
es la razón por la que afirmamos que en el
México del virreina
to llegó a existir
un orden social cristiano en el cual los súbdi
tos practicaban tranquilamente su religión y en el cual los
go
bernantes se sentían responsables de sus actos ante Dios.
Falso, pues, que sea utópico el implantar un orden
social
cristiano en nuestra patria; por el contrario, dicho orden se dio
en todo su esplendor durante tres largas centurias y
el mismo
fue vivido a plenitud y con gran alegría por una sociedad que
veía
cómo dicho estado de cosas iba conforme con su propia na
turaleza.
Queda, pues, demostrado que los fundamentos en que
se
apoyó el orden social del México del virreinato no fueron otros
más que los propios de
la doctrina cristiana.
Esa es la explicación de que aquélla no solo haya sido la
época más feliz y tranquila de nuestra Historia, sino
también el
período .durante
el cual se forjó la auténtica nación mexicana.
A todo lo expuesto anteriormente podemos sacarle
la siguien
te conclusión:
México se forjó como nación durante tres siglos del virreina-
1317
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NEMESIÓ · RODRIGUEZ LOIS
to y lo hizo en hase a los valores eternos del humanismo cris
tfano.
Por esta razón, en el momento en que una falsa cultura pre
tende imponernos un modelo de nación que no se ajusta a nues
tra propia identidad nacional, solo podremos defender exitosa
mente el alma
de nuestro México rescatando y · reimplantando
aquellos
fundamentos que a nuestro México le dieron vida ..
':
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POR
NEMESIO RODRÍGUEZ LOIS
Es muy frecuente que al estudiar lo que se conoce como el
México virreinal se adopte cualquiera de estas dos actitudes:
- O bien se ignora lo que ocurrió en la Nueva España du
rante trescientos años, con lo cual se establece un largo puente
que
va desde la caída de la Gran Tenochtitlán hasta el Grito
de Dolores.
-
O bien se insiste en que, durante esos
tres siglos, se co
metieron en estas tierras las peores brutalidades que registra la
historia y que eran consecuencia del sistema imperante en aquel
entonces.
Ambas actitudes son negativas.
La primera lo es porque pretende tapar el sol con un dedo,
ya que todo investigador que se precie de amar la verdad histó
rica tendrá que reconocer que esos trescientos años que hoy per
manecen en tan injusto olvido son, quizás, los más fe<;undos de
nuestra historia.
La segunda no es más que un argumento sectario que cae
por su propio peso,
ya que si aquí hubiera imperado un sistema
tan
· inhumano, la población hubiera protestado en masa, los in
dios habrían huido a las serranías retomando a su barbarie pa
gana y los motines y rebeliones serían el amargo_ pan cotidiano.
Y
es un hecho evidente que nada de eso -salvo casos aislados
de los que hablaremos más adelante-registmn las crónicas de
la época.
Por
el contrario, las noticias que historiadores de aquellos
tiempos nos proporcionan son las de un país en
el que se res-
1303
Fundaci\363n Speiro
NEMESIO RODRIGUEZ LOIS
piraba un clima de paz, progreso y armonía dentro del cual flo
recieron las más altas inspiraciones del talento humano.
Una
paz que no era la paz de los sepulcros -impuesta por
medio de una brutal
dictadura-, sino más bien el producto de
un orden que reinaba en todos
.los estamentos de la sociedad.
Una
paz social que no solo se dio sino que habrá de darse
siempre
y en todo lugar a condición de que se reconozcan y res
peten los derechos de la persona humana.
Una
persona humana que forma parte de una familia, la cual,
a
su vez, da vida a una serie de cuerpos intermedios que son
el puente natural entre el individuo y el Estado.
En el momento en que se respeta a la persona, a la familia
y a esas instituciones intermedias, en ese momento funciona todo
como un reloj
y la consecuencia natural será un orden basado
no en
el miedo sino en la justicia.
Pues bien, ese ambiente de orden social cristiano fue
el que
se dio en la Nueva España durante cerca de tres siglos y que
hizo que, paso a paso
-pero de una manera sólida y consisten
te-, se pusieran las bases más firmes de la que habría de ser
la
nación mexicana.
l. · La persona en tierras de la Nueva España.
Para analizar debidamente este punto, preciso será poner de
relieve
la actitud que España tuvo hacia los · aborígenes del Nue
vo Mundo.
Por principio de cuentas diremos que los monarcas españo
les eran profundamente católicos, inspiraban todos sus actos bajo
la segura
luz del Evangelio y fue as! como vieron en los natura
les de estas tierras a hermanos en Cristo a quienes
había, no solo
que cristianizar, sino también incorporarlos dentro de la civiliza
ción occidental.
Dos pasajes existen
en el Nuevo Testamento que, a nuestro
juicio,
sirven de fundamento a la actitud que los reyes de Espa
ña tomaron con respecto a
sus súbditos en las Indias.
1304
Fundaci\363n Speiro
FUNDAMENTOS DEL ORDEN SOCIAL VIRREINAL
En primer lugar está el mandato de Cristo a sus discípulos
de
«Id y predicad el Evangelio a todas las gentes ... » .
. Muy importante esto: «a todas las gentes»; con lo cual se ese
tablecía que el ámbito de los sujetos de salvación se ensanchaba
hasta
el infinito .. No solo a los judíos, a los romanos o a los pue
blos limítrofes con Palestina, sino «a todas las gentes».
Esto es
lo que fundamenta la «catolicidad» de la Iglesia, la
cual se muestra profundamente universal, ya que lleva la Fe hasta
el último rincón del mundo sin ruicer distingos de razas, idioma
o cultura.
Asimismo, dentro de los Hechos de los Ap6stoles, existe un
pasaje que
reafirma esta idea y en él que se nos muestra el cam
bio que, a partir de entonces, se produce en San Pedro.
Nos referimos al momento en que San Pedro reconoce por
vez primera la catolicidad de la naciente Iglesia al decir: «Ahora
caigo en la cuenta de que Dios no hace distingos de personas,
sino que acepta
al que lo teme y practica la ;usticia, sea de · la
naci6n que fuere» (Hechos 10, 34-35).
Pues bien, estas ideas son las que orientan a los reyes de
España en
él momento de tomar posesión del Nuevo Mundo,
ideas que se reafirmaron a partir de que, en 1537,
la Bula Suc
hlimis Deus, de Paulo III, reconoce oficialmente la racionalidad
de los habitantes de estas tierras.
De este modo, al ver cómo él, indígena era un ser tan ra
cional como él conquistador español, y al ver cómo él alma dél
más humilde macehual · valía tanto como la del poderosísimo Car
los V, se fue creando una conciencia cristiana que .facilitó la
unión de
las razas.
«Los españoles», dice Ramiro de
Maeztu, «no nos hemos
creído
nunca un pueblo superior. Nuestro ideal ha sido siempre
trascendente a nosotros.
Lo que hetnos creído superior en nues
tro credo es la igualdad esencial de los hombres» (
1
).
A diferencia con lo que ocurrió en las posesiones de otras
( 1) Defensa de la Hispanidad, Editorial Poblet, l.' edici6n, Buenos
Aires, 1952, pág. 72.
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NEMESIO RODRIGUEZ LOIS
naciones europeas, dentro del mundo hispánico no existió la es
clavitud. Y si acaso se esclavizaban negros eta. porque los espa
ñoles
--debido a las limitaciones que la Corona ponía a la es
clavitud de indios-se veían obligados a sustituirlos por otro
tipo
de mano de obra. Y en este caso se los compraban a trafi
cantes portugueses que los cazaban en las costas
de Africa.
Ciertamente en la Nueva España no existió legalmente la
esclavitud; sin embargo, llegaron a darse excepciones como ocu
rrió en el norte de México, en donde la guerra contra los indios
bárbaros llegó a set crónica, y para someterlos no hubo otra
so
lución más que reducirlos a la esclavitud.
Con sobrada razón nos
dice Silvia Zavala que «después que
se prohibió la esclavitud de los indios
por guerra y rescate en
las leyes
nuevas de 1542 y se concedió la libertad a los que es
taban en servidumbre, surgió la posibilidad de que la ley espa
ñola acordara
por excepción d cautiverio de los indios que per
manecían en actitud hostil en diversas regiones» (2).
Las leyes españolas prohibían la esclavitud, pero si algunos
indios
caían en ella esto eta debido a que se trataba de gentes
belicosas en extremo y
tan difíciles de manejar a quienes se les
castigaba
esclavizándolas.
El carácter hostil de varios indios dieron origen a que aJgu;
nas tribus fuesen esclavizadas, como fue el caso de los caribes
de. las Antillas, de los habitantes de Mindanao (Filipinas), de los
chiriguanos
dd Alto Perú y de los araucanos de Chile.
«La corona había comenzado por apoyar la intervención pa
cifioa de los religiosos, pero en vista de la persistencia de los
ataques de los indios, concluía
por autorizar en último extremo
la guerra y la esclavitud»
(3 ).
Quede, pues, bien claro cómo, salvo· estas dos excepciones,
-el caso de los negros y el de los indios bárbaros-, en la Nue
va España estuvo prohibida la esclavitud.
Justas disposiciones que eran
reflejo del concepto católico del
(2) Los esclavos indios en Nueva España1 ·Edición de El C,olegio Na·
clona!, 2.• edición, México, 1981, pág. 179.
(3) Ibid., pág. 180.
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FUNDAMENTOS DEL ORDEN SOCIAL VIRREINAL
hombre que animaba a juristas y monarcas españoles dl'l si
glo XVI.
El concepto de que todos somos iguales, por ser-todos hijos
de Dios, fue lo que hizo posible l'l fenómeno dd mestizaje, !ron·
co del cual habrla de surgir el pueblo mexicano.
Un fenómeno que
es un reconocimiento pleno a la igual
dad racial y que jamás se dio en el mundo anglosajón, en donde
los indios fueron brutalmente exterminados por los colonizadores
protestantes que
se creían una especie de «pueblo elegido».
II. La familia en el México del Virreinato.
Empezaremos diciendo que durante todo · el período virreinal
la familia
se integro. en torno al matrimonio católico, o sea, la
unión del hombre
y de la mujer que obtuvo del mismo Cristo la
dignidad de Sacramento. Fue por esta razón que los mismos pre
ceptos que en España
regulaban la cdebración canónica del ma
trimonio estuvieran presentes en los territorios españoles de ul
tramar.
«Los matrimonios entre españoles y mujeres de las distintas
razas indias sujuzgadas estuvieron reconocidos y sancionados por
la
ley desde los primeros tiempos de la conquista. En realidad,
puede decirse que el problema no llegó siquiera a plantearse.
Son muy abundantes
. y reconocidos los pasajes de los primeros
cronistas de
Indias que nos hablan de la facilidad con que los
españoles se unieron con mujeres de aquellas razas, generalmen
te concubinatos que acabaron las más de
las veces en legítimos
matrimonios.
El legislador, por su parte, se limitó a reconocer y
sancionar los hechos
producidos y aun trató de fomentar estas
uniones mixtas» ( 4
).
Y como una prueba más de ese espíritu de protección a la
persona que
se daba en las leyes, ,se vio c6mo gran cantidad de
(4) ÜTS Y CAPDEQUÍ, José M.ª: Historia del Derecho español en Amé
rica y del Derecho indian-0, Ediciones. A.guilar, l.!' edición,. Madrid, _1%8,
pág. 220.
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NEMESIO RODRIGUEZ LOIS
reales cédulas prohibían que ningún hombre casado pudiera pa
sar a las Indias ni mucho menos vivir en ellas dejando abando
nada en España a su mujer.
Aquí
se ve claramente cómo el espíritu de la ley · no era otro
que el
de la protección del matrimonio, el cual podría verse vul
nerado debido al
fenómeno de la emigración.
Digno
de resaltar es el hecho de que en la inmensa mayoría
de las familias novohispanas existía una gran moralidad.
Era tal
el ambiente cristiano que se respiraba en los hoga
res que las vocaciones religiosas florecían en todo su esplendor.
Las familias etan numerosas y raras eran las que no daban a la
Iglesia un hijo fraile o una hija monja.
Hablando de la sociedad
. de la Nueva España, José Bravo
Ugarte,
S. J., nos dice que eta «genuinamente cristiana, con mu
chas familias modelo
y mucho espíritu de beneficencia evangé
lica».
«Al pueblo cristiano de la Nueva España corresponde buena
parte de la obra de la Iglesia, tanto porque de él salió un impor
tante contingente para
el clero, como porque coadyuvaba pode
rosamente con sus biens al sostenimiento de aquélla» (5).
Podríamos
dar muchos ejemplos de como la ley, .al proteger
a la familia, estaba realmente al servicio del hombre, puesto que
. todo lo facilitaba para que la persona -tanto a nivel individual
como dentro
de la comunidad familiar-alcanzase su pleno de
sarrollo.
Las leyes buscaban el bien común de la sociedad, o sea, lo
que Santo Tomás de Aquino definió como «la vida virtuo ,a de
una multitud». Se pretendía que las gentes vivieran en paz y que,
en· caso de surgir alguna controversia, ésta fuese resuelta con
forme a disposiciones sabias y justas.
(5) Historia de M~xico. 14 Nueva. España, Editorial Jus, P edición,
···•'México, 1970, tomo II, pág. 142.
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FUNDAMENTOS DEL ORDEN SOCIAL VIRREINAL
III. Cuerpos intermedios.
El hombre es un ser sociable por naturaleza, razón por la
cual es en la sociedad donde mejor desarrolla su personalidad.
Por esta razón -de un modo conforme con la naturaleza
humana-surgen los cuerpos intermedios, que son grupos so
ciales o humanos situados entre el individuo y el Estado.
Grupos que contribuyen al pleno desarrollo de la persona
y que son
«medios poderosos de educación e indirectamente de
apostolado social» (
6) y que van a proteger al individuo moral
mente, a la vez que habrán de asegurar su defensa frente a los
abusos del Estado o de grupos políticos y económicos muy pode
rosos.
Al tocar el tema de los cuerpos intermedios es de justicia
resaltar la gran· función social de .los conventos, en cuyos alrede
dores se formaban pequefias poblaciones que, con el correr de
los años, se transformaban en ciudades.
«Los pueblos fundados
por los frailes», nos dire José Bra
vo Ugarte,
S. J., «eran un foco de civilización para los indios,
en
el que aprendían a vestirse y comer mejor, a vivir en común
".prestándose
el socorro que deben dar unos hombres a otros",
y a tener una manera honesta y suficiente con que sustentar
se» (7).
Asimismo, dentro de cada convento solían existir estupendas
bibliotecas, llamadas «librerías», que mucho
cotrt:ribuyeron a ele
var el nivel cultural de la población.
En 1551 se funda en México la Universidad, la cual -jun
to con la de San Marcos de Lima, fundada en aquel mismo
año-es la primera de América, anticipándose a la de Harvard
en
casi un siglo.
Todo esto es
de una gran importancia por la siguiente razón:
las universidades requieren
de colegios mayores y éstos, a su
(6) CREUZET, M;chel: Los cuerpos intermedios, Editorial Speiro, pri
mera edición, Madrid, 1977,
pág, 87.
(7) BRAVO UGARTE, S. J., José: Op. cit., pág. 147.
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NBMBSIO RODRIGUBZ LOIS
vez, piden la existencia de escuelas de primera enseñanza. Es
decir, que las universidades vienen siendo
el coronamiento de
una amplia obra educativa.
«Estaba
México tan lleno de escuelas y colegios mayores an
tes de las fonfiscaciones ---escuelas y col~os para niij.os y ni,
ñas, de labores manuales, de artes y oficios de toda.s clases
que bien se justifica esta declaración: hasta ese día jamás hubo
sobre la
faz de la tierra país alguno que en tiempo tan corto hu,
biese realizado tanto en favor de la educación» (8).
Gran labor social desarrollaban también los hospitales, ins
tituciones benéficas dedicadas día y noche a procurar no solo
salud corporal sino también espiritual a todos aquellos que to
caban a
sus puertas.
Había desde hospitales para dementes
-como el de San
Hipólito, fundado por Bernardino Alvarez-, hasta la llamada
Casa de
las Recogidas, que tenia como finalidad el dar asilo y
orientación a mujeres arrepentidas por la mala vida que
había!)
llevado.
Por supuesto que dentro
de estas instituciones benéficas se
encontraban asilos,. casas para nilios expósitos, etc.
Era de tal magnitud, la gran labor social realizada por to
das estas
instituciones, que fa sociedad novohíspana se mostra
ba generosa en
ayucl,u;, por medio de estos cuerpos intermedios,
a quienes
se hallaban en desgracia.
Dentro de ellas y respirando
un ambiente de plena paz cris
tiana alcanzaba el individuo su pleno desarrollo.
Otro cuerpo intermedio era
el de los gremios que, a imita
ción de los de la
Península, eran asociaciones integradas por pa
tronos, oficiales y aprendices cuya· finalidad era proteger los in
tereses de sus respectivos miembros.
Gremios importantes en
la Nueva España fueron los de los
plateros,
cereros, curtidores, zapateros, bordadores, sederos, etc.
Más que actuar como instrumento de presión -a la· usan-
(8) .ÜJ!MENT KELLY, Francis: México, el pais de los altares ensan-.
grentados (traductor: Guillermo PRmTO-YEME), Editorial Polis, 1.• edi
ción, México, 1939, pág. _96.
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za de los sindicatos de hoy-; los gremios cumplían con la fun
ción propia de los cuerpos intermedios: educar a sus miembros,
moralizar el ambiente
y servir de puente entre el individuo y
el Estado;
Al hablar
de los cuerpos intermedios sería falta imperdona
ble no · mencionar al municipio, noble institución de raigambre
netamente·
hispánieá con la cual nace nuestro ser nacional.
Es
·a Hernán Cortés a quien se debe la fundación del Ayun
tamiento de Veracruz (1519), que fue el primero que existió en
tierras
de la Nueva España.
«El municipio de Veracruz, creado álltes de que los espa
ñoles impusieran su dominio militar sobre el país, he ahí el ori
gen de nuestras instituciones civilizadas que hasta la fecha si
guen luchando para perdurar sobre la regresión azteca ... » (9).
Ahí precisamente se encuentra la médtila de la sociedad po
lítica que nace espontáneamente por ser el fruto natural de iJn
agr mún éomo por el vínculo de la vecindad.
Eri los municipios de la Nueva España existía toda una re
glamentadón tendente a: favorecer que los artículos de primera
necesidad
se vendiesen a: precios bajos, y es aquí donde desta
ca la gran función social realizada por las· alh6ndigas, que eráll
depósitos en que el Estado vendla estos bienes a los particula
res evitando
los intermediarios.
Eran estas alhóndigas unas «bolsas de cereales» en las que
se excluía a los regatones o intermediarios con el objeto de que
las
mercancías pasaran directamente del productor al consumidor.
A las alhóndigas mandaban los agricultores su producción
para que los encomenderos que
las administraban las vendiesen
a precios fijados entre ellos, de común acuerdo, pero
con la in
tervención del respectivo alcalde.
Nadie
podla vender trigo, maíz, cebada, ni harina fuera de
la alhóndiga. Cuando
los cereales de ésta subían mucho de pre-
(9) VASCONCELOS, José: Breve historÍIJ de México, Compañía. Edito
rial Continental, 11.' reimpresi6n, México, 1968, pág. 57.
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NEMESIO RODRJGUEZ LOIS
cio, a pesar de todo la alh6ndiga abría sus puertas e imponía
un precio bajo, acomodado a las necesidades del consumidor.
Es
así c6mo la alhóndiga realizaba una gran función social,
ya que era la encargada de llevar, para beneficio del pueblo, un
control de todo el
grano producido y vendido en la comarca.
Mucho
es lo que podríamos decir aún de la funci6n que los
diversos cuerpos intel111ledios ~municipios, alhóndigas, g¡:emios,
conventos, cofradías, etc.-realizaron durante el México VÍ·
rreinal.
Sin embargo nuestro prop6sito es el de resaltar el hecho de
c6mo durante tres largos siglos estas instituciones sí lograron
cumplir con su finalidad,
ya que no solo sirvieron para educar
y. moralizar a sus miembros sino también para protegerlos fren·
te a los abusos de grupos poderosos.
Según Michel Creuzet,
«la cumbre de la vida social es el re
sultado de las mil vidas de las diversas comunidades» (1.0). Pues
bien, durante el
México virreinal .este tejido de cuerpos interme
dios logr6 fomentar un ambiente tan saludable en lo moral que
las gentes vivían felices al sentir cómo todo -leyes, institucio
nes y gobernantes-iban de acuerdo con el orden natural.
· Y al existir un orden conforme a la naturaleza humana que
se apoyaba en leyes justas fundamentadas a su vez en el Dere
cho natural, era evidente que Nación y Estado marchaban feliz.
mente de la mano.
Muy diferente a lo que ocurre en nuestros días, en que
Na
ci6n y Estado no solo marchan por caminos diferentes sino que
se
ve claramente cómo el Estado trata a toda costa ~y sin em·
portarle
los medi05-de someter a una naci6n que es católica
y que rechaza cualquier tipo de injusticia.
IV. Nación y Estado.
Debido al respeto que en la Nueva España se dio a la dig.
nidad de la persona, a la predilección con que las leyes prote·
(10) CREUZET, Michel: Op. cit., pág. 95.
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FUNDAMENTOS DEL ORDEN SOCIAL. VIRREINAL
gían a la familia y a la benéfica labor realizada por los cuerpos
intern¡edios, aquí, durante tres largos siglos, se vivió en paz.
Una
paz que significaba tranquilidad dentro· de uu orden na
tural, lo que es muy distinto a la quietud derivada de la fuerza
de las bayonetas y que no
es más que un desorden impuesto.
El pueblo se sentía bien gobernado al ver. c6mo sus autori
dades.
se consideraban simples delegados de la voluntad de Dios
ante Quien algún
dfa habrían de rendir cuentas.
Las leyes eran
juiltas, preterulfan el bien común, ya que exi
gían esa moralidad indispensable, no solo para que el hombre se
desarrolle a plenitud, sino para que él mismo logre alcanzar
la
meta suprema de la eterna salvación.
Por todo ello
-teniendo como garantía leyes justas y go
bernantes que se sentían responsables de su.s actos ante Dios
el pueblo vivía tranquilo y respetaba a sus virreyes, alcaldes y
oidores,
ya que veía en ellos auténticos delegados de la voluntad
divina.
·. Consecuencia de todo esto fue un ·ambiente de paz cristiana
en el cual fue posible que el arte, especialmente
el barroco, flo
reciese en todo su esplendor y de este modo sirviera como aglu
tinante a la nueva nación que se iba formando.
Es aquélla
la época de los grandes pintores, literatos y de
más. personajes cuyas obras fueron admiradas en todo el mundo.
Es
la época de Miguel Cabrera, de Sor Juana Inés de la Ctuz
y de Juan Ruiz de Alarcón.
Era aquella
una época en la cual, mientras en el Viejo Mun
do los pueblos
se destrozaban entre sí por mil distintas razones,
aquí existía un auténtico. orden social cristiano que no era más
que la tan deseada civilización del amor.
« Una cosa podemos decir comparando tiempos con tiempos:
que no había en ninguna de esas
clasesJa monstruosa y crecien
te ctiminalidad de nuestros
días; porque había más unión con
la Iglesia y con
la moral cristiana» ( 11 ).
(li) CtmvAS, S. J., Mariano: Historia de la nación mexicana, Edito~
ria! Porrúa, 3." edición, México, 1967, pág. 579.
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NEMESIO ROIJRIGUEZ LÓJS
Es muy probable que se nos acuse de que exageramos al pin
tar una visión tan seráfica del Méximo virreinal, puesto·
·que no
es concebible que todo haya marchado a la perfección y sin la
más leve alteración del orden scicial.
Por lo pronto, hay que aclarar cómo durante los tres slglos
de!
virreinato sí llegaron a darse casos de rebeliones indígenas
que causaron serios dolores de cabeza a las autoridades. Las
más
importantes fueron:
-Los chichimecas que, debido a su extremada barbarie, ·cre
yéndose siempre amenazados y con el constante temor de per
der
sus tierras, anduvieron con las armas en la mano durante los
siglos
XVI, XVII y parte del XVIII.
-La sangrienta rebelión de los tepebuanes que tuvo lugar
en 1616, en la cual quince mil indios se levantaron en armas.
La rebelión se debió al estado de bajísima cultura, a razones de
tipo religioso alentadas
por hechiceros y a que se sentían ame
nazados por los colonizadores.
-Los indios yaquis -que poblaban la cuenca de los ríos
Y aqui y Mayo, en el actual estado de
Sonora-se consideritron
siempre una agrupación solitaria, razón por la cual no toleraban
la presencia ni de blancos, ni de mestizos, ni mucho menós de
soldados.
Causaron los yaquis graves problemas
en el siglo XVIII y lo
mismo hicieron años después, durante el régimen de
Portitio
Dlaz,
a fines del siglo xrx y en el gobierno del general Alvaro
Obregón, ya bien entrada la presente centuria.
~ Famosa fue la rebelión de Jacinto Uc de los Santos ~ás
conocido como Jacinto Canek-en Yucatán, en donde se preten
dió un movimiento independentista que terminó en
el fracaso.
Conviene aclarar que en la península yucateca hubo siempre
mucha homogeneidad racial y poco mestizaje; veían al español
como un extraño y añoraban las antiguas glorias mayas.
Este modo de ser de los
habitantes de aquella región de,;en
cadenó, a mediados del siglo XIX, la sangrienta «guerra de las
castas»,
.en la que perdieron la vida cerca de doscientas mil per
sonas.
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FUNDAMENTOS DEL ORDEN SOCIAL VIRREINAL
~ Hubo también rebeliones de tarahumaras en Chihuahua
y de tehuanos en Oaxaca. Todas ellas eran como reacción contra
agresiones, despojos y
la prepotencia de autoridades locales,
«En general, los soberanos de España expidieron leyes que
prevenían el buen trato de los vencidos, y algunos virreyes d=
plegaron gran celo porque aquellas disposiciones se cumplieran,
aunque hubo otros que a su vez provocaron con
su conducta con
Jlictos semejantes a los que consignamos en este estudio.
»Las autoridades de orden inferior eran en las provincias
las autoras de tales
extorsiones, origen de levantamientos, bas
tantes, serios y decisivos, si hubiese habido solidaridad entre las
diversas tribus
oprimidas, menos barbarie en sus costumbres y.
caudillo que insurreccionara a todos para abatir en un momen
to dado la autoridad opresora que sobre ellos
pesaba» (12),
Quede, pues, bien claro que durante los tres siglos del vi
rreinato sí se dieron casos de sangrientas rebeliones, pero éstas
fueron
siempre focos aislados y distantes unas de otras en el
tiempo y en el espacio.
Estas rebeliones
jamás alcanzaron nivel nacional y fueron
siempre debidas al estado de
extrema barbarie de los indios de
tal o coa! región o como protesta frente a los abusos de autori
dades inferiores.
Sin
temor a equivocamos, podemos decir que nunca fueron
la unánime reacción
de la mayoritaria población mestiza que iba
ya integrando la nueva nacionalidad, ni mucho menos una pro
testa enérgica contra las instituciones pol!ticas que existían en
la Nueva España.
El orden jurídico y social que aquí existía estaba apoyado en
el Derecho natural, razón por la cual los habitantes de estas
tie
rras lo aceptaron de buen grado en su inmensa mayoría.
Y si esas rebeliones -repetimos, aisladas y debidas a causas
muy diferentes unas de
otras-llegaron a alterar la paz por cier
tos momentos fueron, si se quiere, como protesta a funcionarios
(ii) GoNZÁLEZ .OBREGÓN, Luis:· Rebelibnes ·indigenas y precursores d~
la Independencia mexicana, Ediciones Fuente Cultural, 2.ª edici6n, Méxi~
co, 1952, págs. 398 y 399,
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NBMESIO RODRIGUEZ LOIS
de bajo nivel que eran los primeros en no respetar las justas le
yes que daban los monarcas españoles.
Fuera de
eso todo fue tranquilidad. Ni puntó de compara
ci611 tiene el México virreinal con el siglo XIX, cuya historia es,
por
• desgracia, una cadena interminable de guerras civiles, golpes
de estado, despojos territoriales e intervenciones extranjeras.
Oportuno es recordar cómo, debido a la inseguridad existen
te en los caminos,
se funda, en 1722, el Tribunal de la Acorda
da, que era algo asi como una especie de policía rural. Y si di
cha agrupaci6n existió fue porque en los caminos de la Nueva
España merodeaban bandoleros sobre quienes era de justicia
des
cargar todo el peso de la ley.
Concedemos que el afirmar que la Nueva España fue algo asi
como un bellisimo retablo en el que todos
-a lo largo de tres
cientos años-fueron santos, bellos y perfectos como los allge
litos que a dicho retablo adornan es una exageración.
Habrá que decir la
verdad, o sea que en el México del vi
rreinato, al lado de grandes santos, convivieron grandes pecado
res. Algo natural; lo extraño sería que nada de esto hubiera ocu
rrido.
· Sin embargo, la idea medular que aquí conviene resaltar es
la siguiente: si el hombre pecaba, debido al peso de la concupis
cencia,
al menos '-Y éste era el gran cortsuelo-- la sociedad era
fuerte, tanto por
su constitución como por sus creencias.
Un detalle· muy importante
aquí es el aclarar que el vicio no
se denvaba de la ley sino que, por el contrario, los gobernan
tes dictaban normas jurídicas que, basándose en la justicia y apo
yándose en la realidad sociológica, procuraban que la comunidad
fuere cada día mejor.
Asi, pues, estamos plenamente de acuerdo que en la Nueva
España se dieron robos, adulterios, crímenes, intrigas, envidias
y demás miserias propias del hombre pecador.
No obstante, repetimos, esas miserias no eran fomentadas
por
el Estado sino que, por el contrario, las autoridades eran las
primeras en reprimirlas con gran severidad.
En cambio,
la desgracia de nuestra época no es tanto el que
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FUNDAMENTOS DEL ORDEN SOCIAL VIRREINAL
se den los frutos de las bajas pasiones -1go que ocurrirá hasta
el fin del mundo-sino más bien el hecho de que el mal se ha
codificado, se ha hecho ley y desde
allí ,-en vez de. contribuir
a la vida virtuosa de la comunidad como lo
pedía Santo To
máo---lo que hace es empujar a esa comunidad a los abismos del
vicio
y de la degradación.
Así; pues, no es válida la postura de aquellos que, pe.ta jus
tificar los desórdenes de nuestra época, buscan en el pasado ejem
plos de desorden.
Más bien habría que insistir en el hecho de que -gracias a
que existía una sociedad cristiana regida por gobernantes justos
y honrados-en la Nueva España abundaron más los ejemplos
de gentes virtuosas que los contados casos de sujetos viciosos.
Hoy, por desgracia, se
da la situación inversa.
Pocos fueron, en realidad, los acontecimientos que alteraron
la paz que
se vivió en México durante casi trescientos afíos. Esa
es la razón por la que afirmamos que en el
México del virreina
to llegó a existir
un orden social cristiano en el cual los súbdi
tos practicaban tranquilamente su religión y en el cual los
go
bernantes se sentían responsables de sus actos ante Dios.
Falso, pues, que sea utópico el implantar un orden
social
cristiano en nuestra patria; por el contrario, dicho orden se dio
en todo su esplendor durante tres largas centurias y
el mismo
fue vivido a plenitud y con gran alegría por una sociedad que
veía
cómo dicho estado de cosas iba conforme con su propia na
turaleza.
Queda, pues, demostrado que los fundamentos en que
se
apoyó el orden social del México del virreinato no fueron otros
más que los propios de
la doctrina cristiana.
Esa es la explicación de que aquélla no solo haya sido la
época más feliz y tranquila de nuestra Historia, sino
también el
período .durante
el cual se forjó la auténtica nación mexicana.
A todo lo expuesto anteriormente podemos sacarle
la siguien
te conclusión:
México se forjó como nación durante tres siglos del virreina-
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NEMESIÓ · RODRIGUEZ LOIS
to y lo hizo en hase a los valores eternos del humanismo cris
tfano.
Por esta razón, en el momento en que una falsa cultura pre
tende imponernos un modelo de nación que no se ajusta a nues
tra propia identidad nacional, solo podremos defender exitosa
mente el alma
de nuestro México rescatando y · reimplantando
aquellos
fundamentos que a nuestro México le dieron vida ..
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