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Número 269-270

Serie XXVII

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Carlos Cardona: Metafísica del bien y del mal

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Carlos Cardona: METAFISICA DEL BIEN Y DEL MAL (*)
«El vínculo esencial de Verdad-Bieq-Llbertad se ha perdi­
do pat11 una gnm parte de la cultura conremporánea y, por tan­
to, conducir al hombre a redescubrirlo es hoy una de las exi­
gencias propias de la misión de la Iglesia, para la salvación del
mundo». Con estas
palabras de Juan Pablo 11 ( discurso del 10
de abril de 1986) se epiloga el libro de Carlos Cardona cuya pri­
mera edición ya está casi agotada.
Va precedido
por un prólogo de la indiscutible autoridad
filosófica de Cornelio F abro que cubre catorce páginas,
en el que
señala el riguroso
carácter metafísico ----es decir, de fundamen­
tos-,-de la obra que tiene 230 páginas. Al estar editada en la
Colección Teológica, el autor insiste. en los fundamentos filosó­
ficos del marco
estrictamente tomista en que se mueve. Esto es
hoy
tanto más necesario por haberse abandonado tal sólido fun­
damento de la Teología, a pesar
de las constantes recomendacio­
nes de la Iglesia, Concilio
Vaticano II incluido, a su estudio,
por muchos teólogos o se-dicentes teólogos. Aquí el lector ha­
llará toda la metafísica, de Santo Tomás incluida sin violencia en
el entero
diSCU11So de la obra.
Y, tal como exige este
maico metafísico, en el que se busca
más la solidez
que la brillantez, las pruebas van sólidamente en­
cadenadas
desde el mismo fundamento. Empieza éste en la mis­
ma estructura
metafísica de la acción de la creatura según la
potencia operativa
de. su naturaleza y la perfección del sujeto
operante, contemplada esta acción dentro del orden-del
s_er-crea­
do, lo que lleva a un completo análisis del predicamento de la
relación, en esto fundamental.
Especialmente la . asimétrica rela­
ción Creador-creatura, libre y «de razón»
por pal1te de Aquél;
real y necesaria, por parte de ésta, por lo que la relación del or­
den-del-ser
se constituye como «norma, regla y medida de sus ac­
tos ... (pues) la creatura no es su fin» (pág. 65). Para el hombre,
«ser uno mismo delante
de Dios es asumir pl.enamente la propia
condición metafísica, y es la razón de vida moral» (pág. 67),
pues no otra cosa
es set persona, pues «alguien delante de Dios,
es persona» (pág. 73 ). Pero no se refiere esto abstractamente,
(*) Eullsa, Pamplona, 1987, prólogo de· C. Fabro. Cap. I: El ser y
la acción; II: La relación de la creatura a Dios; III: El acto personal
del ser; IV:
Ser y libertad; V: El ser como amor; VI: La ordenación del
amor; VII: El mal; VIII: La crisis del fundamento; IX: Los actos amo­
rosos.
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pues «las personas son personales, individuales, irrepetibles, por
su acto de ser» (pág. 81), no por su común naturaleza, son ,-dice
citando a Fabro-el Singular concreto, no el mero individuo
de «el género, que es abstracto»
(ib.), como es tomado en las
filosofías postcartesianas por «la tendencia a absorber la metafí­
sica en la lógica, el energuménioo ahstractismo que ha sido una
constante histórica»
(pág. 85).
Y, «precisamente porque es personal, el hombre se transcien­
de a sí mismo, se abre al infinito, en · una relación con Dios y
con las
atras personas creadas» (pág. 91), es decir, como ser «li­
bre», no sujeto a la «ley de necesidad»
oomo las «cosas»: «el
problema de la
libertad ooincide oon la esencia misma del hom­
bre: la libertad no es una simple propiedad de la voluntad hu­
mana
... , sino que es característica transcendental del ser del
hombre» (pág. 99), que así obra libremente, pero dentro
de un
orden-del-ser-dado por el Creador, pues «la creación del univer­
so se nos manifiesta como un acto transcendente de derivación
causal, que
el Ser por esencia obra con ·absoluta libertad, dando
el
ser por participación, y así haciendo ser a los seres» (página
100). Por ello, «la reducción al fundamento de todo el universo
es una reductio ad amorem: todo se reduce al amor» (ib.).
Pero, en su actuar, como «el hombre no es perfectamente li­
bre: su conocer y su querer son participados, limitados, imper­
fectos, no idénticos con sus objetivos respectivos. El mal y el
error corresponden a esa limitación» (pág. 103
). Así, en «la elec­
ción del
fin, este acto de amor electivo, y no simple aspiración
a la felicidad o al bien en general,
es lo que funda la moralidad
del obrar humano» (pág. 104
). Y en esto «la alternativa total, el
aut-aut
definitivo, está toda aquí: en elegir a Dios en seguida y
sobre todo, sobre
mí mismo y sobre mi constitutivo terminal
que es
la libertad y, para tenerla definitivamente, hay que per­
derla:
·"El que pierde su vida por amor mío la ganará" (Mt 10,
39), dice Dios» (pág. 106).
Con esto, «se ve qué lejos estamos aquí de la racionalista y
moderna "libertad de indiferencia" que
debía llevar fatalmente
a la resolución
spinoziana de la libertad en "necesidad conocida",
que
de un modo u otro ha animado ya todo el inmanentismo de
derecha e izquierda»
(pág. 107). Ello «ha ocurrido en sucesivas
radicalizaciones», pues de la «necesidad conocida» (
Spinoza) se
pasó a la «reducción transcendental del ser a la libertad» (Fieb­
re» y, tras el intermedio luterano de Scbilling, «el paso decisivo
lo dará Hegel, para quien ·"la libertad coincide con la Voluntad
Absoluta"»
(ib.), que en el oontexto inmanente será, en último
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término, det-entada pot el Estado, que «es la voluntad divina
como espíritu presente» (Filosofía del Derecho,
§ 270). O sea:
la expresión filosófica del totalitarismo, sea tiránico, sea demo­
crático, que
ya apareció en el «Tratado filosófico-político» de
Spinooa. ·
Por el contrario, frente a este desastroso linal de la inma­
nencia
filosófica, en el acto de amor que es siempre la elección
libre en
la metafísica transcendente del cristianismo, «si el amor
decisivo
es a Dios, en Él caben los otros amores: el amor a las
otras personas
-en cuanto amadas por Dios-y el amor a mí
mismo, con idéntico fundamento... Solo ese amor a Dios fun­
da una moral objetiva y universal (y no solo una "moral de in­
tenciones"). El buen amor es objetivo y busca el verdadero bien,
el bien de otro. La buena intención sincera busca lo que es en sí
mismo bueno. En consecuencia, la moral es necesariamente reli­
giosa. Sin Dios no hay moral» (pág. 123 ). Y hace constar que
«en este sentido convendría
dar una mejor explicación de la lla­
mada ''rectitud de intención". No
se trata de perseguir desafora­
da
y escrupulosamente la ausencia de todo "interés". Se trata de
tenerlo todo debidamente jerarquizado,
se trlllta sencillamente de
amar de verdad a Diós, y por Dios amar de verdad a los
de­
más» (pág. 129).
En el
amor electivo, «dice San Agustín que del propio amor
vive cada uno, bien si
el amor es bueno, mal si el amor es malo
(«Contra Fausto», 510)» (pág. 130), por lo que
se precisa «una
ordenación del amor» (pág. 135), que justamente es la «ley
moral», y ésta «es ···natural" si consigue a nuestra naturaleza hu­
mana,
nuestro "ser hombre"; y es "sobrenatural" si consigue a
nuestra "sobrenaturaleza", a la gracia» (pág. 138). «La ley natu­
ral es la luz por la que determinamos lo bueno
y lo malo, es la
iluminación de la Luz divina en nosotros, es la inteligencia de
su Amor,
es la participación de la Ley eterna en la persona hu­
mana» (pág. 143), dice citando a Santo Tomás. Y es esta ley la
que debe
fundar las necesarias · leyes positivas de los hombres.
Pero en este cuadro hay que
contar siempre con otro ele­
mento,
el Mal. De éste empieza señalando que «no es un dato
primario
ni una experiencia primigenia. No se empieza nunca
por lo negativo.
La advertencia del mal consigue siempre a la
del bien opuesto» (pág. 151), pues, como dice
Tomas de Aqui­
no, a quien sigue, «el sujeto del mal
es el bien» (In II, Sent.
ds. 34, ql. ar. pr.), aunque «el mal no
es simple carencia .. ;, el
mal es privación» (pág. 153 ), es una «remotio boni» (pág. 154 ),
pues «el mal corrompe, no activa, sino formalmente» (ib.), del
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bien propio de la naturaleza. De esto saca una consecuencia pa­
rad6jica: «lejos de ser la existencia del mal un argumento a fa­
vor del ateísmo ... , es un camino para el conocimiento de Dios
como Bieu
infinito y Creador: Autor libre, diferente y total del
ser de la materia» (pág. 155).
La causa del mal señala que «el mal sobreviene al obrar es­
quivando un orden (del ser) y, por tanto, ,solo cuando algo es
capaz
de obrar desordenadamente» (pág. 156). Y, también, al
contrario: «el
bien moral es la perfecci6n segunda ( operación)
del ente libre» (pág. 162), que es, precisamente, el «ser perso­
nal». Y, aunque «considerada en sí misma, la voluntad no es ni
buena ni mala, sino que está en potencia para el bien y para el
mal»,
la libertad está ordenada al bien, por lo que «el mal es
esencia,lmente rechazo, negatividad o malquerencia de persona
(hombre) a Persona (Dios)» (pág. 165). Pero, «el no querer es
voluntario...
Por eso es metafísicamente poco adecuado hablar
de "pecado de omisi6n" como opuesto a los de ''comisi6n". En
todo pecado hay la posici6n de un acto con una omisi6n que lo
desvirtúa» (ib.).
Realmente, aunque «no esencialmente corrompida, pero
si
lesionada en sus facultades, hemos recibido cada uno la natura­
leza humana desde Adán.
Con el pecado original, esta es la ''pro­
nitas
ad malum", "fornes pecati"» (pág. 178), por lo que «se
puede pecar mortalmente, perder
la vida de amor electiva y, con
ella, la rectitud natural, la inmediata proximidad de
su "habili­
tas. ad gratiam"» (pág. 180),
por lo que se necesita una «libe­
raci6n»:
«Si el pecado busca el refugio de la oscuridad, de la ti­
niebla de la amnesia, la virtud busca la luz como su lugar pro­
pio» (pág. 182).
Como no
podía menos de ocurrir, lo anterior ha conducido a
la peor crisis,
la «crisis de fundamento» que, «parad6jicamente,
podríamos llamar la constiruci6n-disolución de
la libertad ... (que)
casi nunca se trata
de la libertad fundante y radical (la de deter­
minar su propio destino)» (pág. 183). La confusi6n inicial pro­
cede de que «la libertad humana no es la divina, es una libertad
participada: en su limitaci6n constitutiva exige una finalidad»
(pág. 184 ), es decir, el Bien y, desde éste, uri orden-de-bienes:
«Todo lo creado, en cuanto creado, está ordenado a
un fin» (pá­
gina 186) y, en el ser creado, «se le da a alguien autonomia en
cuanto se le
da el conocimiento del fin» (pág. 187 ), es decir, es
«persona», sujeto del conocer
y del querer «el bien convenien­
te en cuanto que es aprehendido como tal» (pág. 188). No hay,
pues, una «"libertas indifferentiae", que debía llevar necesaria-
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mente a la resolución de la libertad en necesidad ... (y que) en,
cuentra su definitiva expresión metafísica en la .duda radical del
«cogito» vacío del pensamiento moderno,
en el aburrimiento y
en la náusea del pensamiento contemporáneo» (pág. 189), dice
citando a
C. Fa!bro.
Por el contrario, en la philosophia perennis, «la persona, con
su libertad, mueve a su
misma voluntad, quiere querer» (página
191) y, en el hombre, sujeto necesariamente al tiempo, «esa li,
bertad temporizada se le llama fidelidad» (pág. 191) al fin, «que­
rido para siempre».
Estudia el
iter de la caída de la libertad en el pensamiento
de las filosofías del principio de inmanencia de la conciencia a
partir del «cogito» cartesiano:
el agnosticismo· kantiano y el his­
toricismo hegeliano que devendrá
· en el materialismo marxista
para, finalmente,
caer en la indiferencia de «una orgía de liber,
tad como vado, sin condiciones ni sentido» (pág. 201). Frente
a ellos, «la verdad que libera» (pág. 204) según el «ordo amo,
ris» agustiniano, «el orden dinámico y firme del amor electivo
bueno»
(pág. 209), que es precisamente el dinamismo de la li­
bertad que genera las «virtudes de los medios» (pág. 210): Pru­
dencia, Consejo, Justicia, Fortaleza
y Templanza.
En este repaso de la obra de C. Cardona puede verse su im­
portancia como elemento clarificador del confuso. panorama inte­
lectual actual sobre un tema tan fundamental como es el «que
sea» el «bien»
y el «mal». La confusión inscrita a fortiori en
las diferentes filosofías que se fundan en el principio de inma­
nencia de la conciencia, operativa en
la civilización occidental
desde Descartes, que al poner como primer principio especulati­
vo
el «cogito» humano, desplazando a la anterior filosofía ---<1un
la degenerada baja escolástica-que lo ponía en lo real dado,
existente, ha producido no . solo la incomprensión de la realidad,
~ino aun la incomunicación. de los propios hombres, «mónadas
Cl)gitantes» cerradas en sí mismas, con lo que se imposibilita
cualquier
dpo de convivencia humana que no esté exclusivamen­
te fundado en la opresión y la fuerza. De ahí la importancia y
oportunidad de la aparición de esta obra cuya lectura reco,pien­
do encarecidamente a los lectores
de Verbo.
ANTONIO SEGURA FERNs
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