Índice de contenidos
Número 269-270
Serie XXVII
- Textos Pontificios
-
Estudios
-
Miguel Agustín Pro, mártir de la fe
-
Sobre el bien y el mal
-
Moscú y el oeste de Moscú
-
Las dos democracias
-
El liberalismo y la Iglesia española. Historia de una persecución: Antecedentes: V. La agonía de la Inquisición
-
Fundamentos del orden social virreinal
-
La información
-
El mal menor en política. Historia y aplicaciones actuales
-
A propósito del libro de Javier Nagore: Defensa de la navarridad
-
- Actas
- Crónicas
- Información bibliográfica
- Verbo
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Autores
1988
Carlos Cardona: Metafísica del bien y del mal
INFORMACION BIBUOGRAFICA
Carlos Cardona: METAFISICA DEL BIEN Y DEL MAL (*)
«El vínculo esencial de Verdad-Bieq-Llbertad se ha perdi
do pat11 una gnm parte de la cultura conremporánea y, por tan
to, conducir al hombre a redescubrirlo es hoy una de las exi
gencias propias de la misión de la Iglesia, para la salvación del
mundo». Con estas
palabras de Juan Pablo 11 ( discurso del 10
de abril de 1986) se epiloga el libro de Carlos Cardona cuya pri
mera edición ya está casi agotada.
Va precedido
por un prólogo de la indiscutible autoridad
filosófica de Cornelio F abro que cubre catorce páginas,
en el que
señala el riguroso
carácter metafísico ----es decir, de fundamen
tos-,-de la obra que tiene 230 páginas. Al estar editada en la
Colección Teológica, el autor insiste. en los fundamentos filosó
ficos del marco
estrictamente tomista en que se mueve. Esto es
hoy
tanto más necesario por haberse abandonado tal sólido fun
damento de la Teología, a pesar
de las constantes recomendacio
nes de la Iglesia, Concilio
Vaticano II incluido, a su estudio,
por muchos teólogos o se-dicentes teólogos. Aquí el lector ha
llará toda la metafísica, de Santo Tomás incluida sin violencia en
el entero
diSCU11So de la obra.
Y, tal como exige este
maico metafísico, en el que se busca
más la solidez
que la brillantez, las pruebas van sólidamente en
cadenadas
desde el mismo fundamento. Empieza éste en la mis
ma estructura
metafísica de la acción de la creatura según la
potencia operativa
de. su naturaleza y la perfección del sujeto
operante, contemplada esta acción dentro del orden-del
s_er-crea
do, lo que lleva a un completo análisis del predicamento de la
relación, en esto fundamental.
Especialmente la . asimétrica rela
ción Creador-creatura, libre y «de razón»
por pal1te de Aquél;
real y necesaria, por parte de ésta, por lo que la relación del or
den-del-ser
se constituye como «norma, regla y medida de sus ac
tos ... (pues) la creatura no es su fin» (pág. 65). Para el hombre,
«ser uno mismo delante
de Dios es asumir pl.enamente la propia
condición metafísica, y es la razón de vida moral» (pág. 67),
pues no otra cosa
es set persona, pues «alguien delante de Dios,
es persona» (pág. 73 ). Pero no se refiere esto abstractamente,
(*) Eullsa, Pamplona, 1987, prólogo de· C. Fabro. Cap. I: El ser y
la acción; II: La relación de la creatura a Dios; III: El acto personal
del ser; IV:
Ser y libertad; V: El ser como amor; VI: La ordenación del
amor; VII: El mal; VIII: La crisis del fundamento; IX: Los actos amo
rosos.
1386
Fundaci\363n Speiro
INFORMACION BIBUOGRAFICA
pues «las personas son personales, individuales, irrepetibles, por
su acto de ser» (pág. 81), no por su común naturaleza, son ,-dice
citando a Fabro-el Singular concreto, no el mero individuo
de «el género, que es abstracto»
(ib.), como es tomado en las
filosofías postcartesianas por «la tendencia a absorber la metafí
sica en la lógica, el energuménioo ahstractismo que ha sido una
constante histórica»
(pág. 85).
Y, «precisamente porque es personal, el hombre se transcien
de a sí mismo, se abre al infinito, en · una relación con Dios y
con las
atras personas creadas» (pág. 91), es decir, como ser «li
bre», no sujeto a la «ley de necesidad»
oomo las «cosas»: «el
problema de la
libertad ooincide oon la esencia misma del hom
bre: la libertad no es una simple propiedad de la voluntad hu
mana
... , sino que es característica transcendental del ser del
hombre» (pág. 99), que así obra libremente, pero dentro
de un
orden-del-ser-dado por el Creador, pues «la creación del univer
so se nos manifiesta como un acto transcendente de derivación
causal, que
el Ser por esencia obra con ·absoluta libertad, dando
el
ser por participación, y así haciendo ser a los seres» (página
100). Por ello, «la reducción al fundamento de todo el universo
es una reductio ad amorem: todo se reduce al amor» (ib.).
Pero, en su actuar, como «el hombre no es perfectamente li
bre: su conocer y su querer son participados, limitados, imper
fectos, no idénticos con sus objetivos respectivos. El mal y el
error corresponden a esa limitación» (pág. 103
). Así, en «la elec
ción del
fin, este acto de amor electivo, y no simple aspiración
a la felicidad o al bien en general,
es lo que funda la moralidad
del obrar humano» (pág. 104
). Y en esto «la alternativa total, el
aut-aut
definitivo, está toda aquí: en elegir a Dios en seguida y
sobre todo, sobre
mí mismo y sobre mi constitutivo terminal
que es
la libertad y, para tenerla definitivamente, hay que per
derla:
·"El que pierde su vida por amor mío la ganará" (Mt 10,
39), dice Dios» (pág. 106).
Con esto, «se ve qué lejos estamos aquí de la racionalista y
moderna "libertad de indiferencia" que
debía llevar fatalmente
a la resolución
spinoziana de la libertad en "necesidad conocida",
que
de un modo u otro ha animado ya todo el inmanentismo de
derecha e izquierda»
(pág. 107). Ello «ha ocurrido en sucesivas
radicalizaciones», pues de la «necesidad conocida» (
Spinoza) se
pasó a la «reducción transcendental del ser a la libertad» (Fieb
re» y, tras el intermedio luterano de Scbilling, «el paso decisivo
lo dará Hegel, para quien ·"la libertad coincide con la Voluntad
Absoluta"»
(ib.), que en el oontexto inmanente será, en último
13S7
Fundaci\363n Speiro
INFORMACION BIBLIOGRAFICA
término, det-entada pot el Estado, que «es la voluntad divina
como espíritu presente» (Filosofía del Derecho,
§ 270). O sea:
la expresión filosófica del totalitarismo, sea tiránico, sea demo
crático, que
ya apareció en el «Tratado filosófico-político» de
Spinooa. ·
Por el contrario, frente a este desastroso linal de la inma
nencia
filosófica, en el acto de amor que es siempre la elección
libre en
la metafísica transcendente del cristianismo, «si el amor
decisivo
es a Dios, en Él caben los otros amores: el amor a las
otras personas
-en cuanto amadas por Dios-y el amor a mí
mismo, con idéntico fundamento... Solo ese amor a Dios fun
da una moral objetiva y universal (y no solo una "moral de in
tenciones"). El buen amor es objetivo y busca el verdadero bien,
el bien de otro. La buena intención sincera busca lo que es en sí
mismo bueno. En consecuencia, la moral es necesariamente reli
giosa. Sin Dios no hay moral» (pág. 123 ). Y hace constar que
«en este sentido convendría
dar una mejor explicación de la lla
mada ''rectitud de intención". No
se trata de perseguir desafora
da
y escrupulosamente la ausencia de todo "interés". Se trata de
tenerlo todo debidamente jerarquizado,
se trlllta sencillamente de
amar de verdad a Diós, y por Dios amar de verdad a los
de
más» (pág. 129).
En el
amor electivo, «dice San Agustín que del propio amor
vive cada uno, bien si
el amor es bueno, mal si el amor es malo
(«Contra Fausto», 510)» (pág. 130), por lo que
se precisa «una
ordenación del amor» (pág. 135), que justamente es la «ley
moral», y ésta «es ···natural" si consigue a nuestra naturaleza hu
mana,
nuestro "ser hombre"; y es "sobrenatural" si consigue a
nuestra "sobrenaturaleza", a la gracia» (pág. 138). «La ley natu
ral es la luz por la que determinamos lo bueno
y lo malo, es la
iluminación de la Luz divina en nosotros, es la inteligencia de
su Amor,
es la participación de la Ley eterna en la persona hu
mana» (pág. 143), dice citando a Santo Tomás. Y es esta ley la
que debe
fundar las necesarias · leyes positivas de los hombres.
Pero en este cuadro hay que
contar siempre con otro ele
mento,
el Mal. De éste empieza señalando que «no es un dato
primario
ni una experiencia primigenia. No se empieza nunca
por lo negativo.
La advertencia del mal consigue siempre a la
del bien opuesto» (pág. 151), pues, como dice
Tomas de Aqui
no, a quien sigue, «el sujeto del mal
es el bien» (In II, Sent.
ds. 34, ql. ar. pr.), aunque «el mal no
es simple carencia .. ;, el
mal es privación» (pág. 153 ), es una «remotio boni» (pág. 154 ),
pues «el mal corrompe, no activa, sino formalmente» (ib.), del
1388
Fundaci\363n Speiro
INFORMACION BIBLIOGRAFICA
bien propio de la naturaleza. De esto saca una consecuencia pa
rad6jica: «lejos de ser la existencia del mal un argumento a fa
vor del ateísmo ... , es un camino para el conocimiento de Dios
como Bieu
infinito y Creador: Autor libre, diferente y total del
ser de la materia» (pág. 155).
La causa del mal señala que «el mal sobreviene al obrar es
quivando un orden (del ser) y, por tanto, ,solo cuando algo es
capaz
de obrar desordenadamente» (pág. 156). Y, también, al
contrario: «el
bien moral es la perfecci6n segunda ( operación)
del ente libre» (pág. 162), que es, precisamente, el «ser perso
nal». Y, aunque «considerada en sí misma, la voluntad no es ni
buena ni mala, sino que está en potencia para el bien y para el
mal»,
la libertad está ordenada al bien, por lo que «el mal es
esencia,lmente rechazo, negatividad o malquerencia de persona
(hombre) a Persona (Dios)» (pág. 165). Pero, «el no querer es
voluntario...
Por eso es metafísicamente poco adecuado hablar
de "pecado de omisi6n" como opuesto a los de ''comisi6n". En
todo pecado hay la posici6n de un acto con una omisi6n que lo
desvirtúa» (ib.).
Realmente, aunque «no esencialmente corrompida, pero
si
lesionada en sus facultades, hemos recibido cada uno la natura
leza humana desde Adán.
Con el pecado original, esta es la ''pro
nitas
ad malum", "fornes pecati"» (pág. 178), por lo que «se
puede pecar mortalmente, perder
la vida de amor electiva y, con
ella, la rectitud natural, la inmediata proximidad de
su "habili
tas. ad gratiam"» (pág. 180),
por lo que se necesita una «libe
raci6n»:
«Si el pecado busca el refugio de la oscuridad, de la ti
niebla de la amnesia, la virtud busca la luz como su lugar pro
pio» (pág. 182).
Como no
podía menos de ocurrir, lo anterior ha conducido a
la peor crisis,
la «crisis de fundamento» que, «parad6jicamente,
podríamos llamar la constiruci6n-disolución de
la libertad ... (que)
casi nunca se trata
de la libertad fundante y radical (la de deter
minar su propio destino)» (pág. 183). La confusi6n inicial pro
cede de que «la libertad humana no es la divina, es una libertad
participada: en su limitaci6n constitutiva exige una finalidad»
(pág. 184 ), es decir, el Bien y, desde éste, uri orden-de-bienes:
«Todo lo creado, en cuanto creado, está ordenado a
un fin» (pá
gina 186) y, en el ser creado, «se le da a alguien autonomia en
cuanto se le
da el conocimiento del fin» (pág. 187 ), es decir, es
«persona», sujeto del conocer
y del querer «el bien convenien
te en cuanto que es aprehendido como tal» (pág. 188). No hay,
pues, una «"libertas indifferentiae", que debía llevar necesaria-
1}89
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
mente a la resolución de la libertad en necesidad ... (y que) en,
cuentra su definitiva expresión metafísica en la .duda radical del
«cogito» vacío del pensamiento moderno,
en el aburrimiento y
en la náusea del pensamiento contemporáneo» (pág. 189), dice
citando a
C. Fa!bro.
Por el contrario, en la philosophia perennis, «la persona, con
su libertad, mueve a su
misma voluntad, quiere querer» (página
191) y, en el hombre, sujeto necesariamente al tiempo, «esa li,
bertad temporizada se le llama fidelidad» (pág. 191) al fin, «que
rido para siempre».
Estudia el
iter de la caída de la libertad en el pensamiento
de las filosofías del principio de inmanencia de la conciencia a
partir del «cogito» cartesiano:
el agnosticismo· kantiano y el his
toricismo hegeliano que devendrá
· en el materialismo marxista
para, finalmente,
caer en la indiferencia de «una orgía de liber,
tad como vado, sin condiciones ni sentido» (pág. 201). Frente
a ellos, «la verdad que libera» (pág. 204) según el «ordo amo,
ris» agustiniano, «el orden dinámico y firme del amor electivo
bueno»
(pág. 209), que es precisamente el dinamismo de la li
bertad que genera las «virtudes de los medios» (pág. 210): Pru
dencia, Consejo, Justicia, Fortaleza
y Templanza.
En este repaso de la obra de C. Cardona puede verse su im
portancia como elemento clarificador del confuso. panorama inte
lectual actual sobre un tema tan fundamental como es el «que
sea» el «bien»
y el «mal». La confusión inscrita a fortiori en
las diferentes filosofías que se fundan en el principio de inma
nencia de la conciencia, operativa en
la civilización occidental
desde Descartes, que al poner como primer principio especulati
vo
el «cogito» humano, desplazando a la anterior filosofía ---<1un
la degenerada baja escolástica-que lo ponía en lo real dado,
existente, ha producido no . solo la incomprensión de la realidad,
~ino aun la incomunicación. de los propios hombres, «mónadas
Cl)gitantes» cerradas en sí mismas, con lo que se imposibilita
cualquier
dpo de convivencia humana que no esté exclusivamen
te fundado en la opresión y la fuerza. De ahí la importancia y
oportunidad de la aparición de esta obra cuya lectura reco,pien
do encarecidamente a los lectores
de Verbo.
ANTONIO SEGURA FERNs
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Carlos Cardona: METAFISICA DEL BIEN Y DEL MAL (*)
«El vínculo esencial de Verdad-Bieq-Llbertad se ha perdi
do pat11 una gnm parte de la cultura conremporánea y, por tan
to, conducir al hombre a redescubrirlo es hoy una de las exi
gencias propias de la misión de la Iglesia, para la salvación del
mundo». Con estas
palabras de Juan Pablo 11 ( discurso del 10
de abril de 1986) se epiloga el libro de Carlos Cardona cuya pri
mera edición ya está casi agotada.
Va precedido
por un prólogo de la indiscutible autoridad
filosófica de Cornelio F abro que cubre catorce páginas,
en el que
señala el riguroso
carácter metafísico ----es decir, de fundamen
tos-,-de la obra que tiene 230 páginas. Al estar editada en la
Colección Teológica, el autor insiste. en los fundamentos filosó
ficos del marco
estrictamente tomista en que se mueve. Esto es
hoy
tanto más necesario por haberse abandonado tal sólido fun
damento de la Teología, a pesar
de las constantes recomendacio
nes de la Iglesia, Concilio
Vaticano II incluido, a su estudio,
por muchos teólogos o se-dicentes teólogos. Aquí el lector ha
llará toda la metafísica, de Santo Tomás incluida sin violencia en
el entero
diSCU11So de la obra.
Y, tal como exige este
maico metafísico, en el que se busca
más la solidez
que la brillantez, las pruebas van sólidamente en
cadenadas
desde el mismo fundamento. Empieza éste en la mis
ma estructura
metafísica de la acción de la creatura según la
potencia operativa
de. su naturaleza y la perfección del sujeto
operante, contemplada esta acción dentro del orden-del
s_er-crea
do, lo que lleva a un completo análisis del predicamento de la
relación, en esto fundamental.
Especialmente la . asimétrica rela
ción Creador-creatura, libre y «de razón»
por pal1te de Aquél;
real y necesaria, por parte de ésta, por lo que la relación del or
den-del-ser
se constituye como «norma, regla y medida de sus ac
tos ... (pues) la creatura no es su fin» (pág. 65). Para el hombre,
«ser uno mismo delante
de Dios es asumir pl.enamente la propia
condición metafísica, y es la razón de vida moral» (pág. 67),
pues no otra cosa
es set persona, pues «alguien delante de Dios,
es persona» (pág. 73 ). Pero no se refiere esto abstractamente,
(*) Eullsa, Pamplona, 1987, prólogo de· C. Fabro. Cap. I: El ser y
la acción; II: La relación de la creatura a Dios; III: El acto personal
del ser; IV:
Ser y libertad; V: El ser como amor; VI: La ordenación del
amor; VII: El mal; VIII: La crisis del fundamento; IX: Los actos amo
rosos.
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pues «las personas son personales, individuales, irrepetibles, por
su acto de ser» (pág. 81), no por su común naturaleza, son ,-dice
citando a Fabro-el Singular concreto, no el mero individuo
de «el género, que es abstracto»
(ib.), como es tomado en las
filosofías postcartesianas por «la tendencia a absorber la metafí
sica en la lógica, el energuménioo ahstractismo que ha sido una
constante histórica»
(pág. 85).
Y, «precisamente porque es personal, el hombre se transcien
de a sí mismo, se abre al infinito, en · una relación con Dios y
con las
atras personas creadas» (pág. 91), es decir, como ser «li
bre», no sujeto a la «ley de necesidad»
oomo las «cosas»: «el
problema de la
libertad ooincide oon la esencia misma del hom
bre: la libertad no es una simple propiedad de la voluntad hu
mana
... , sino que es característica transcendental del ser del
hombre» (pág. 99), que así obra libremente, pero dentro
de un
orden-del-ser-dado por el Creador, pues «la creación del univer
so se nos manifiesta como un acto transcendente de derivación
causal, que
el Ser por esencia obra con ·absoluta libertad, dando
el
ser por participación, y así haciendo ser a los seres» (página
100). Por ello, «la reducción al fundamento de todo el universo
es una reductio ad amorem: todo se reduce al amor» (ib.).
Pero, en su actuar, como «el hombre no es perfectamente li
bre: su conocer y su querer son participados, limitados, imper
fectos, no idénticos con sus objetivos respectivos. El mal y el
error corresponden a esa limitación» (pág. 103
). Así, en «la elec
ción del
fin, este acto de amor electivo, y no simple aspiración
a la felicidad o al bien en general,
es lo que funda la moralidad
del obrar humano» (pág. 104
). Y en esto «la alternativa total, el
aut-aut
definitivo, está toda aquí: en elegir a Dios en seguida y
sobre todo, sobre
mí mismo y sobre mi constitutivo terminal
que es
la libertad y, para tenerla definitivamente, hay que per
derla:
·"El que pierde su vida por amor mío la ganará" (Mt 10,
39), dice Dios» (pág. 106).
Con esto, «se ve qué lejos estamos aquí de la racionalista y
moderna "libertad de indiferencia" que
debía llevar fatalmente
a la resolución
spinoziana de la libertad en "necesidad conocida",
que
de un modo u otro ha animado ya todo el inmanentismo de
derecha e izquierda»
(pág. 107). Ello «ha ocurrido en sucesivas
radicalizaciones», pues de la «necesidad conocida» (
Spinoza) se
pasó a la «reducción transcendental del ser a la libertad» (Fieb
re» y, tras el intermedio luterano de Scbilling, «el paso decisivo
lo dará Hegel, para quien ·"la libertad coincide con la Voluntad
Absoluta"»
(ib.), que en el oontexto inmanente será, en último
13S7
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término, det-entada pot el Estado, que «es la voluntad divina
como espíritu presente» (Filosofía del Derecho,
§ 270). O sea:
la expresión filosófica del totalitarismo, sea tiránico, sea demo
crático, que
ya apareció en el «Tratado filosófico-político» de
Spinooa. ·
Por el contrario, frente a este desastroso linal de la inma
nencia
filosófica, en el acto de amor que es siempre la elección
libre en
la metafísica transcendente del cristianismo, «si el amor
decisivo
es a Dios, en Él caben los otros amores: el amor a las
otras personas
-en cuanto amadas por Dios-y el amor a mí
mismo, con idéntico fundamento... Solo ese amor a Dios fun
da una moral objetiva y universal (y no solo una "moral de in
tenciones"). El buen amor es objetivo y busca el verdadero bien,
el bien de otro. La buena intención sincera busca lo que es en sí
mismo bueno. En consecuencia, la moral es necesariamente reli
giosa. Sin Dios no hay moral» (pág. 123 ). Y hace constar que
«en este sentido convendría
dar una mejor explicación de la lla
mada ''rectitud de intención". No
se trata de perseguir desafora
da
y escrupulosamente la ausencia de todo "interés". Se trata de
tenerlo todo debidamente jerarquizado,
se trlllta sencillamente de
amar de verdad a Diós, y por Dios amar de verdad a los
de
más» (pág. 129).
En el
amor electivo, «dice San Agustín que del propio amor
vive cada uno, bien si
el amor es bueno, mal si el amor es malo
(«Contra Fausto», 510)» (pág. 130), por lo que
se precisa «una
ordenación del amor» (pág. 135), que justamente es la «ley
moral», y ésta «es ···natural" si consigue a nuestra naturaleza hu
mana,
nuestro "ser hombre"; y es "sobrenatural" si consigue a
nuestra "sobrenaturaleza", a la gracia» (pág. 138). «La ley natu
ral es la luz por la que determinamos lo bueno
y lo malo, es la
iluminación de la Luz divina en nosotros, es la inteligencia de
su Amor,
es la participación de la Ley eterna en la persona hu
mana» (pág. 143), dice citando a Santo Tomás. Y es esta ley la
que debe
fundar las necesarias · leyes positivas de los hombres.
Pero en este cuadro hay que
contar siempre con otro ele
mento,
el Mal. De éste empieza señalando que «no es un dato
primario
ni una experiencia primigenia. No se empieza nunca
por lo negativo.
La advertencia del mal consigue siempre a la
del bien opuesto» (pág. 151), pues, como dice
Tomas de Aqui
no, a quien sigue, «el sujeto del mal
es el bien» (In II, Sent.
ds. 34, ql. ar. pr.), aunque «el mal no
es simple carencia .. ;, el
mal es privación» (pág. 153 ), es una «remotio boni» (pág. 154 ),
pues «el mal corrompe, no activa, sino formalmente» (ib.), del
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bien propio de la naturaleza. De esto saca una consecuencia pa
rad6jica: «lejos de ser la existencia del mal un argumento a fa
vor del ateísmo ... , es un camino para el conocimiento de Dios
como Bieu
infinito y Creador: Autor libre, diferente y total del
ser de la materia» (pág. 155).
La causa del mal señala que «el mal sobreviene al obrar es
quivando un orden (del ser) y, por tanto, ,solo cuando algo es
capaz
de obrar desordenadamente» (pág. 156). Y, también, al
contrario: «el
bien moral es la perfecci6n segunda ( operación)
del ente libre» (pág. 162), que es, precisamente, el «ser perso
nal». Y, aunque «considerada en sí misma, la voluntad no es ni
buena ni mala, sino que está en potencia para el bien y para el
mal»,
la libertad está ordenada al bien, por lo que «el mal es
esencia,lmente rechazo, negatividad o malquerencia de persona
(hombre) a Persona (Dios)» (pág. 165). Pero, «el no querer es
voluntario...
Por eso es metafísicamente poco adecuado hablar
de "pecado de omisi6n" como opuesto a los de ''comisi6n". En
todo pecado hay la posici6n de un acto con una omisi6n que lo
desvirtúa» (ib.).
Realmente, aunque «no esencialmente corrompida, pero
si
lesionada en sus facultades, hemos recibido cada uno la natura
leza humana desde Adán.
Con el pecado original, esta es la ''pro
nitas
ad malum", "fornes pecati"» (pág. 178), por lo que «se
puede pecar mortalmente, perder
la vida de amor electiva y, con
ella, la rectitud natural, la inmediata proximidad de
su "habili
tas. ad gratiam"» (pág. 180),
por lo que se necesita una «libe
raci6n»:
«Si el pecado busca el refugio de la oscuridad, de la ti
niebla de la amnesia, la virtud busca la luz como su lugar pro
pio» (pág. 182).
Como no
podía menos de ocurrir, lo anterior ha conducido a
la peor crisis,
la «crisis de fundamento» que, «parad6jicamente,
podríamos llamar la constiruci6n-disolución de
la libertad ... (que)
casi nunca se trata
de la libertad fundante y radical (la de deter
minar su propio destino)» (pág. 183). La confusi6n inicial pro
cede de que «la libertad humana no es la divina, es una libertad
participada: en su limitaci6n constitutiva exige una finalidad»
(pág. 184 ), es decir, el Bien y, desde éste, uri orden-de-bienes:
«Todo lo creado, en cuanto creado, está ordenado a
un fin» (pá
gina 186) y, en el ser creado, «se le da a alguien autonomia en
cuanto se le
da el conocimiento del fin» (pág. 187 ), es decir, es
«persona», sujeto del conocer
y del querer «el bien convenien
te en cuanto que es aprehendido como tal» (pág. 188). No hay,
pues, una «"libertas indifferentiae", que debía llevar necesaria-
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mente a la resolución de la libertad en necesidad ... (y que) en,
cuentra su definitiva expresión metafísica en la .duda radical del
«cogito» vacío del pensamiento moderno,
en el aburrimiento y
en la náusea del pensamiento contemporáneo» (pág. 189), dice
citando a
C. Fa!bro.
Por el contrario, en la philosophia perennis, «la persona, con
su libertad, mueve a su
misma voluntad, quiere querer» (página
191) y, en el hombre, sujeto necesariamente al tiempo, «esa li,
bertad temporizada se le llama fidelidad» (pág. 191) al fin, «que
rido para siempre».
Estudia el
iter de la caída de la libertad en el pensamiento
de las filosofías del principio de inmanencia de la conciencia a
partir del «cogito» cartesiano:
el agnosticismo· kantiano y el his
toricismo hegeliano que devendrá
· en el materialismo marxista
para, finalmente,
caer en la indiferencia de «una orgía de liber,
tad como vado, sin condiciones ni sentido» (pág. 201). Frente
a ellos, «la verdad que libera» (pág. 204) según el «ordo amo,
ris» agustiniano, «el orden dinámico y firme del amor electivo
bueno»
(pág. 209), que es precisamente el dinamismo de la li
bertad que genera las «virtudes de los medios» (pág. 210): Pru
dencia, Consejo, Justicia, Fortaleza
y Templanza.
En este repaso de la obra de C. Cardona puede verse su im
portancia como elemento clarificador del confuso. panorama inte
lectual actual sobre un tema tan fundamental como es el «que
sea» el «bien»
y el «mal». La confusión inscrita a fortiori en
las diferentes filosofías que se fundan en el principio de inma
nencia de la conciencia, operativa en
la civilización occidental
desde Descartes, que al poner como primer principio especulati
vo
el «cogito» humano, desplazando a la anterior filosofía ---<1un
la degenerada baja escolástica-que lo ponía en lo real dado,
existente, ha producido no . solo la incomprensión de la realidad,
~ino aun la incomunicación. de los propios hombres, «mónadas
Cl)gitantes» cerradas en sí mismas, con lo que se imposibilita
cualquier
dpo de convivencia humana que no esté exclusivamen
te fundado en la opresión y la fuerza. De ahí la importancia y
oportunidad de la aparición de esta obra cuya lectura reco,pien
do encarecidamente a los lectores
de Verbo.
ANTONIO SEGURA FERNs
1390
Fundaci\363n Speiro