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Número 275-276

Serie XXVIII

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Frédéric Mistral, el maestro

FRÉDÉRIC MISTRAL, EL MAESTRO
POR
JACQUES TRÉMELET
Al escribir estas palabras, faltamos a la costumbre que he­
mos tomado de explorar las riquezas de los grandes testigos
-Delacroix, Baudelaire y tantos otros que seguirán-sin llegar
a dar a estos testigos el nombre de maestro.
¿Por
qué esta excepción en favor de Frédéric Mistral?
Sencillamente, porque Mistral
es un maestro para nuestro
tiempo. Frente a
la riada del materialismo, economicismo, del
centralismo burocrático, de la
tecnocracia, de la ideología del elec­
toralismo
y de todos los ,dsmos» -regionalismo inclusive--,
Mistral encarna la poesía, el servicio a la belleza y a la patria, el
amor a la tierra y el amor del amor, el canto de la religión y <\el
temor de Dios.
Frente a las abstracciones
totalitarias y a los sistemas devas­
tadores, él es el hombre, el poeta, el cantor de la tierra y el ciu­
dadano en toda su plenitud.
No solamente su obra está enteramente consagrada a la
Pro­
venza, sino también su vida se ha entregado, entre Maillane y
Aviñón, a la realización de este renacimiento, sin flaquezas. Y
con una resistencia invencible a todas las tentaciones: cuando
se
le concede el Premio Nobel de Literatura, es el premio que viene
hasta él
y no él quien va a buscarlo, Cuando se entrevista con
el Presidente de la República, es 'el Presidente el que se despla­
za hasta Maillane. Todo esto se hace sin orgullo, con la fuerza y
la sencillez del que jamás ha dudado de su vocación.
( •) Extractamos este artículo del más atnplio publicado . en Permanen­
ces, núm. 254, de agosto-septiembre de 1988.
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Mistral no fue sólo el poeta que escribió versos. Fue un hom­
bre de acción. No es un soñador solitario. Alrededor suyo hay
equipos, un movimiento, amistades, una «Pléí:ade», los «Félibtes>>.
Es animador de un periódico. Preside conferencias y asambleas.
Suscita un renacer. Funda
un museo. Escribe y publica una en­
ciclopedia, «Le Trésor du Félibrige». Desde la
revolución y el
siglo
XVIII, él es el primer ejemplo vívido de una acción estric­
tamente cultural dedicada a
la defensa y al renacer de una patria.
Es, al mismo tiempo, el predecesor y el adversario de Gramsci.
Es, sobre todo,
en la misma época, la perfecta antítesis de Karl
Marx.
La antítesis de Karl Marx.
¿Ha sido este hecho suficientemente observado y sacado a la
luz? Con menos de veinte años de diferencia, son contemporá­
neos. Karl Marx (1818-1883),
Frédéric Mistral (1830-1914). Tie­
nen una voluntad de acción
y. de transformación del mundo. Tie­
nen su manifiesto.
En 1848, Marx publica el «Manifiesto del
Partido Comunista».
En 1!!59, Mistral publica «Mireio», que es
su manifiesto. Aquí está ya la antítesis.
Marx
es un doctrinario. con espíritu sistemático. Mistral es
un poeta. La palabra amor está ausente en toda. la obra de Marx.
El amor está
en el corazón de la obra de Mistral. Marx .es un
mundo de luchas, de sOlilbras y de revoluciones. Mistral es un
universo de concordia, de sol
y de orden. La vida de Marx es la
de un errante, de Berlín a
.Paris, de París a Bruselas, de Bruselas
a Londres.
La vida de Mistral se desarrolla pacíficamente, de
Maillane a Maillane. Marx es una rata de biblioteca. Mistral se
alimenta de sol, de viento y de flores. Marx ve en la historia
«desde los orígenes a nuestros días
la historia de la lucha,de cla­
ses». Mistral canta la mano soberana del Creador. Los es<;asos
poemas de Marx son enfebrecidamente satánicos. Mistral se ríe .del
Diablo que, a pesar suyo, aporta su piedra a la obra de Dios.
Marx es revolucionario, Mistral es apostólico.
Ma1-x quiere de­
mostrar
el carácter irreversible del carácter histórico -¡el sen-
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FREDERJC MISTRAL, EL MAESTRO
tido de la historia!-. Mistral trabaja en un renacer. Marx des"
truye, Mistral construye. Marx era muy feo. Mistral era muy
guapo.
En
el instante en el que vivimos, Marx es el que triunfa. Su
visión del mundo, truncada, materialista, generadora de odios, ha
encontrado élites y
masas para encerrarse en el más monstruoso
de los imperios totalitarios que jamás
ha conocido la humanidad.
Y, en Maillane, la casa de Mistral amenaza
ruina.
Sin embargo, la belleza, la vida, el amor y, por lo tanto,
el porvenir, si es posible,
están del lado de Mistral.
Basta con verlo para saberlo, para creer en él, y para actuar.
Me gustaría que los pudierais saborear.
Volveremos a ello con frecuencia.
Poco alimento hay tan nutritivo.
La vida armoniosa de Mistral.
Frédéric Mistral era un hombre hermoso y cautivador. «Ese
bello
joven», como le llamará Lamartine, se hace notar . por su
compostura suave y modesta. Alto,
de una gran prestancia físi­
ca, con ojos gris verdoso, «su amplia cabellera recuerda el fo­
llaje del olivo», tiene el don de. palabra y entusiasma a las gen"
tes que se le aproximan o le escuchan. El se servirá mucho de
esa facilidad y del efecto de su palabra sobre los oyentes para
propagar sus ideas.
Este atractivo joven nace
en Maillane, en tierra provenzal, en
la masía del juez, en una familia de campesinos acaudalados·. El
joven Frédéric recibe la educación de un hijo de familia, prime­
ro un
poco caprichosa en la abadía de SaÍlllt Michel de Frigolet,
de la que
conservará un encantador recuerdo; luego en Aviñón y,
finalmente, en Aix, donde obtiene su licenciatura en Derecho
para
ejercer de abogado, pero no se colegiará. Volverá a la masía
a los veintiún
años para consagrarse a la poesía.
Entonces su padre le dirá: «Ahora, mi querido muchacho,
yo ya he cumplido con mi deber. Tú sabes mucho más de lo que
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me han enseñado ... A ti te toca elegir la vida que te conviene:
te dejo libre».
«Muchísimas gracias, respondí».
«
Y allí mismo -en ese momento tenía veintiún años--con
el pie en el umbral de la masía paterna, la mirada hacia Alpilles,
dentro
de mí y por mí mismo, tomé la resolución: primero, de
levantar 1 de reavivar en Provenza el sentimiento de raza que
yo vefa aniquilar bajo la educación falsa y antinatural de todas
las escuelas; segundo,
de provocar esta resurrección por la res­
tauración de la lengua natural e histórica del país, a la cual to­
das· las escuelas hacen guerra a muerte; tercero, devolver el ti­
món al provenzal por el influjo y la llama de la divina poesía».
Este será exactamente el programa de su vida y de su obra
poética.
El poeta y la acción cívica.
La obra de Misrral no se separa de la acción ( como la de
Marx, por otra parte):
él mismo quiso que sus poemas fuesen
actas de defensa de Provenza.
Su obra no había podido ser reinvindicadora, como tantas
otras: su federalismo, por ejemplo, no se hundirá jamás en el
separaJtismo de los «occitanos» de hoy. Prefirió ser un guía, un
maestro. Da a su pueblo una enseñanza: le predica la unión.
En 1854, en Font-Ségune, en ese castillo provenzal tan aco­
gedor para sus huéspedes, funda el Félibrige, con otros seis poe­
tas jóvenes reunidos en un banquete. Se sorprende uno de la
avalancha de banquetes y fiestas en las que participan los «féli­
bres». La antigüedad también estaba llena de festines en los que
se expansionaban los íribunos.
El Midi y ·la Provenza viven al
sol, a la luz,
a:! borde del agua. Hemos recogido la herencia de
las .civilizaciones griega, romana y judía y, en particular,
el gusto
del foro,
del circo y de<&: fiesta.
Se podría uno acercar al fondo, al núcleo central (se estaría
tentado de decir «célula» central) de su actuación de la forma
en que han nacido
la mayoría de las agrupaciones modernas ( ma-
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sonería, alta venta, ... ). Todo ello no son sino conjuraciones de
hombres que tienen
la voluntad de ttansformar el mundo según
su idea. La forma de Mistral es completamente diferente, y aná­
loga a la que hizo, para las lenguas de Oil, la «Pléfade» de Ron­
sard y de Du Bella y.
De la amistad de siete j6venes, entusiastas, de orígenes muy
distintos, va a nacer una fuerza de resurgimiento provenzal y
nacional. Cuando hablamos de
acci6n sociabilista, es de esta forma,
propia
al hombre, de disfrutar en compañía de sus semejantes a
la cual nos referimos.
He
alú c6mo Mistral describe el nacimiento de las primeras
reuniones del «Félibrige»:
«Pues el lugar bienaventurado, el lugar
predestinado, ese era
Font-Ségune, quinta de recreo cerca del pueblo de Gadagne,
donde nos convidaba la familia Giéra: allí estaba la madre, ama­
ble y digna dama; el primogéoito, llamado Paul, notario de Avi­
ñ6n, apasionado de la poesía; el menor, Jules, que soñaba con la
renovaci6n del mundo por la obra de los Penitentes Blancos; fi­
nalmen,te, dos señoritas amables y encantadoras: Clarisse y Jo­
sépbine, dulzura y alegría de ese nido».
Las dos muchachas juegan un papel predominante en, el «Fé­
librige». Uno de los «félibres», Aubanel, estaba obsesionado por
la belle2a femenina y debe una gran parte de su inspiraci6n poé­
tica a una de las muchachas, de la que se enconttaba locamente
enamorado, y que parricipaba en los citados almuerzos. La pre­
sencia de aquellas muchachas hacía de aquellas reuniones una
especie de cortes de amor.
«( ... ) se escribi6 bajo el cielo de un domingo florido, el
21 de mayo de 1854, en plena primavera de la vida y del
año, que
siete pootas se enconttaban en el castillo de Font-,
Ségune ( ... )».
En la mesa se volvi6 a hablar, como de costumbre, de lo
que se precisaría para sacar a nuestto idioma del abandono en
que
se hallaba después de que, traicionando el honor de Proven-
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za, las clases dirigentes lo habían reducido al uso doméstico. Y,
entonces, considerando que de los dos últimos congresos, el de
Arlés y el de Aix, nada
había surgido que hiciese prever un
acuerdo
para rehabilitar la lengua provenzal, sino que, por el con­
trario, las reformas propuestas por los jóvenes de la escuela avi­
ñonesa se habían visto en muchos hogares mal acogidas y que­
ridas, los siete de Font-Ségune resdlvieron, unánimes, hacer gru­
po aparte y desarrollar el objeto tal como deseaban.
Mistral toma entonces la palabra para recordar una vieja
canción popular que finaliza así: «... pues estabais en
el tem­
plo (el niño Jesús) donde disputabais con los escribas de la ley,
con las siete "félibres"
de la ley». ·
Los siete «félibres» de la ley ,somos nosotros, gritaron los co­
mensales, de acuerdo con los «félibres». Se bábía encontrado el
nombre de su amistad.
Es dentro de esta simplicidad, de esta belleza y este fervor,
donde va
a desarrollarse la obra del gran poeta.
Su aeción se extendió más allá de Occitania, incluso aunque
él rehusaba «snbir a París». Poco antes de su mueme, el Presi­
dente Lebrun, viniendo de Italia,
exigiría hacer el rodeo por
Maillane para hacerle una visita de honor;
Mistral va primero a escribir sus poemas, sus
memorias, sus
relatos. Va, lu~go, a fundar el Almanaque Provenzal, como tam­
bién el
Museo de Arlés (Museon Ar.laten). Consagra una gran
parte de su rieinpo a la elaboración del «Tesoro "félibrige"», ver­
dadera enciclopedia de los habitantes del Oc, que por sí sola
sería bastante para llenar toda una vida. Duplica su obra de poe­
ta en otra de publicista, escribiendo numerosos prefacios: ·Para
dar ilustración a su lengua de otro modo, traducirá la Biblia.
Tampoco deja de parricipar .en acrividades locales como con­
sejero municipal, negándose a participar en las elecciones legisla­
tivas para representar a la derecha monárquica. Soñó con instau­
rar un
régimen federalista para Francia, animado por los catala­
nes, que a
la vez que en un renacimieJJJto literario pensaban en
un renacimiento político
.. Pero; decepcionado por los políticos
que encuentra, sin renegar por otro lado de sus sentimientos
fe-
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deralistas, el poota se consagra por entero a su deseo de restau·
rar la lengua provenzal· y la civilización latina.
El poeta y su obra.
No hablaré sino de «Mireio», pues esta es la obra maestra
que le dio a conocer a los veintinueve años (
1859), Y es necesa­
rio meditar sobre la oposición absoluta de
ese «manifiesto» con
el de Karl Marx.
Dejo a André Chamson el cuidado de haceros degustar el en­
canto: «Mireille no es un libro. Es una persona. Os toma la mano
y os hace
descubrir a Mistral, como un adolescente al que se en­
cuentra en mitad de los campos puede llevaros a
la casa de su
padre y presentaros a
él:.. Para muchos hombres, jóvenes o vie­
jos,
el hallazgo de Mireille es como ser alcanzado por el rayo.
. . . el muchacho de dieciséis años que yo eta entonces quedó
aquel
día enamorado de esa muchacha. Ella tenía quince años,
y yo me
acetco a loo sesenta. Ella tiene quince años y los siglos
no pueden nada contra esta
juvenrtud inmortal».
La postetidad de Mistral fue muy vasta y numerosas familias
del espíritu han hecho apelación de él; Acción Francesa y
Mau­
rras jamás ocultaron la profunda influencia que había ejercido
sobre su movimiento. Por ello
se ha tomado frecuentemente a
Mistral
por un actor reaccionario.
De joven había flirteado con la Revolución del 48. El tes·
timonio de André Chamson
es aquí capital; ser socialista y pro'
!estante no le impide admirar al poeta católico que fue Mistral.
De hecho, Mistral es inclasificable, por su poesía que llama a los
sentimientos y

a las emociones
más univeisa!mente sentidos.
Mistral ha escrito toda su obra en lengua provenzal, lo que
no le impidió recibir, en 1904,
el Premio Nobel de la Poesía.
La tradujo al francés, de modo que la traducción Í1o dejara
mal a la lengua provenzal.
Quedaba así franqueado el supuesto
obstáculo para la comprensión de su obra que sería la lengua
provenzal.
Cuando yo seguía en la Sorbona cursos de provenzal, el
an-
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fiteatro estaba compuesto por una mayoría de estudiantes ex­
tranjeros, alemanes y americanos entre otros. Incluso he conoci­
do un americano que era
capaz de dar todos los matices de acen­
to en la lengua de Oc de Burdeos a Sisteron y, según parece,
variarían
cada quince kilómetros. ¡Son hoy los japoneses los más
entusiastas visitantes de la casa de Maillane!
Es necesario volver a André O:,amson: «Esta capacidad de
pensar y
de oír dos lenguas, esta posibilidad de comprendet el
mundo a través de dos lenguas diferentes, ha jalonado todos
los
grandes momentos de la historia cultural de Occidente. Los poe­
tas latinos podían comprender a los poetas griegos. Dante co­
nocía el provenzal ... En la Edad Media todo hombre cultivado
sabía
el latín y su lengua nacional.
El provenzal
es una lengua materna de Francia.
Ciertamente, varios siglos de gloria han habituado a los fran­
ceses a considerar que no puede haber sino una lengua en el
interior de
cada patria. Pero ese monolitismo no era el hecho
de
la antigua Francia. Se daban la lengua de Oc, tanto como la
de Oil, y durante mucho tiempo,
para los más sabios de sus hi­
jos, existía la lengua latina. Nuestra antigua patria consideró por
mucho tiempo que todas esas lenguas eran «lenguas
maternas
de Francia» y que todo lo que creaban se incluía en su herencia.
Adolphe Dumas, provenzal
de origen, que hablaba con amor
de Provenza, escribía en francés.
El fue a quien primero Mis­
tral enseñó Mireille. Dumas empezó por decirle: «El provenzal
se terminó. Hay que escribir en francés».
«Pero adelante, dígame, puesto que hay poesía,
dígame algo
de su
poema provenzal. Y entonces leí una parte de! Miteille, no
recuerdo cuál.
»Ah! si usted se expresa así, dijo Dumas tras la foctura, me
quito el sombrero y saludo la fuente de una nueva po<>sía autóc­
tona de
la que nadie sospechaba. Eso me enseña a mí, que salí
de Provenza hace 'treinta años y que cteía muerta su lengua, eso
me enseña, me prueba, que bajo ese dialecto de presuntuosos,
los semiburgueses y semidamas, existe una
segunda lengua, la
de Dante y Petrarca. Pero siga bien su método, que no ha con-
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sistido, como algunos creen en emplearlas sin más, ni en fundir
en una ensalada los dialectos de Flotencia, Bolonia y Milán.
Ellos :tomaron el óleo e hicieron la lengua que volvieron pet­
fecto genetalizándola. Del hablar
populat no tome sino fa paja
con el grano que pueda encontrat. Estoy convencido de que con
la savia de su atdor juvenil usted está hecho
para triunfar. Y
ya veo brotat el renacer de una lengua proveniente del latín,
hermosa y sonora como
el mejor italiano».
Adolphe Dumas, profundamente conmovido, no dudó en
es­
cribir a la «Gazatte de France» en 1856 la siguiente carta:
«La
Gazette du Midi ha hecho sabet a la Gazette de France
la
llegada· a París del joven Mistral, el gran poeta de Provenza.
¿Qué es Mistral? No
se sabe. Se me pregunta y temo responder
con palabras que no sean creídas, tan
inespetadas son, en este
momento de poesía de imitación que hace creer en la muerte
de
la poesía y de los poetas.
»La Academia francesa vendrá dentro de diez años a consa­
grar una gloria más, cuando todo el mundo lo haya hecho. El
reloj del Instituto tiene frecuentemente retrasos de una hora con
los siglos; pero deseo ser el primero que haya descubierto a
quién
se podrá hoy denominat el Virgilio de Pro venza ....
»Se ha preguntado frecuentemente por nuestro bello país del
sur, dos veces romano, romano latino y romano católico, por d
poema de su lengua eterna, de sus creencias santas y de sus cos­
tumbres puras. Y o tengo el poema en las manos. Tiene doce
cantos. Lo firma
Frédc¡ric Mistral, del pueblo de Maillane».
Por recomendación de
Adolphe Dumas, Lamattine recibió a
Mistral creyendo tener delante a un joven coplero. Es un La­
martine envejecido, tras 1848 republicano cristiano peto amar­
gado, arruniado
y descabalgado del mundo polítt:ico. Fue él, sin
embatgo, quien hizo célebre a Mistral, en su cuadragésima reu­
nión del «Curso familiar
de literatura», en estos términos:
«He leído Mireio... Aún no había apatecido uada de esta
savia nacional, fecunda e inimitable del Midi. Hay alguna
virtud
en el sol. Mi espíritu se ha sentido golpeado de tal maneta que
he escrito un coloquio sobre ese
Poem\1-Dígasele al señor Mis-
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tral. Sí, tras los homéridos del archipiélago, no había corrido tal
surtidor de poesía primitiva. Yo he exclamado como usted: ¡es
Homero!». ¡Treinta y cinco siglos separan a
Misrral de Homero! Cosa
asombrosa,
se vuelven. á hallar, pese a rodas las transformacio­
nes históricas, la misma alegría,
el mismo fervor, los mismos
sentimientos,
el mismo grito del alma humana hacia el amor.
Que no se vuelva a decir que no hay permanencias a . través de
los grandes movimientos de los siglos.
Pero
ya es hora de volver a Mireille. Puede decirse que Mis­
tral la ha tenido como el amor de su vida. Dedicó ocho años
para escribirlo.
La obra apareció en 1859. Se compone de doce
cantos.
Mireille.
Mireio es una epopeya de la Provenza del
R6dano. Es la ges­
ta de Provenza. Mistral ha querido cantar a su país y hacer re­
vivir los paisajes y costumbres que empezaban a transformarse
bajo
el impulso del progreso induSllrial. La trama es simple, una
de las
más puras historias de amor como Romeo y Julieta. Pero,
en Mireille, el drama
se provoca por la diferencia social que se­
para a los protagonistas. Es el amor imposible con el telón de
fondo de Provenza. Todo el universo es traído por esta mucha­
cha:
el amor, la patria, Provenza, el dolor, la alegría, la brujería,
la religión, la fe, la muerte.•
Mireio tuvo una repercusión considerable.
Ha sido objeto
de
cuarenta y siete tradncciones entre ellas el ruso y el japonés,
sin olvidar
el braile.
Mistral trabaja
exactamente como · un escenificador de cine.
Exteriores magnlficos. Escorzos pasmosos por los que dirige su
cámara
sobre los personajes.
Mireio originaría un excelente film. La atención se sostiene
siempre aunque la trama
sea .de gran simplicidad.
Una muchacha que habita en una masía, de buena familia
terrateniente,
es amada por un mendigo y ella le ama. Los pa-
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dres no están de acuerdo. Ella se va a contar su dolor a Saintes
Maries
de la Mer. Atravesando Crau sufre una insolación. Cuan·
do llega a Saintes
se desvanece. Las Santas la convierten. Su
amor por Vincent se transforma en amor divino. Vincent y sus
padres llegan en el momento en que ella muere.
ConcluSión.
Un hálito potente y majestuoso da alma a la obra de Mis­
tral. Mireio, por sus imágenes, sus símbolos, y sus historias
poéticas comporta varios sentido superpuestos:.
- es una novela de amor
-
es un poema descriptivo de Provenza
-
es un himno a la patria, cuyas fuerzas de arraigo son sal-
víficas en un mnndo que evoluciona hacia la nada
- es, finalmente,
un objeto de meditación religiosa y filosófica
que hace de Mistral un gran poeta cat6lico. La religión era
lo que él llamaba «una de sus sinceridades duraderas».
Así, a partir de una inspiración rigurosamente provenzal, del
amor a una
tierra, de una vinculación a la lengua popular de la
que él hizo el verbo de los hombres y mujeres de esta tierra,
Mistral ha creado una poesía de trascendencia universal.
Sin bien sus diocípulos han hablado de una doctrina mistra­
liana,
el poeta nunca ha querido condensar en una obra sus ideas
filosóficas y políticas.
Pese a
ello, la oda a la raza latina que recitó el 25 de mayo
de 1878 en la plaza Du Peyroux, en Montpellier, permite en­
trever el fondo de su mensaje:
«Levántate, raza latina, bajo el manto del sol! La uva
oscura hierve en
la cuba, y el vino de Dws va 11 brotar.
Con tu cabellera / a los soplos sagrados del T
a,bor, eres
. la raza luminosa / que vive de entusiasmo y de alegria; / eres
la raza apostólica / que pone a doblar las campanas / eres
la trompa q.ue anuncia / eres la mano que lanza el grano.
¡Levántate, raza latina!
Tu lengua madre, ese gran río / que se despliega por
siete
ramas / lanzando el amor y la luz / como un eco del
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JACQUES TREMELET
. Paralso / tu lengua de oro, hi¡a romana/ de Pueblo Rey /
es· la canción. que repetirán los labios humands / mientras
el Verbo tenga
razón.
· ¡ Levántate, razr; latina! .
Tu ilustre sangre, de todas partes ! ha brillado para la
iusticia / a lo largo de tus navegantes / idos a descubrir un
mundo, /
al pulso de tu pensamiento·¡ cien veces has de­
rribado a tus reyes... .
Ah! sin tus divisiones, / ¿quién podr!a dictarte leyes?
¡ Levántate,
raza latina!
A
la luz de tu antoircha ! al fulgor de las estrellas / has
encarnado, en el mármol y el lienzo, / la suprema belle­
za. / Brees la patria del arte divino, / y todiJ gracia viene de
ti; / ere:s la fuente del iúbilo, / eres la ;uventud eterna.
¡ Levántate,
raza latiná!
De las formas . puras de tus mujeres / se han llenado
los panteones; / a tus triunfos, como a tus lágrimas, /
todos los corazones han palpitado; / .la tierra florece cuan­
do tú lo haces;/ de tus locuras todos enloquecen; / y en
el eclipse de tu gloria / el mundo está en duelo.
¡Levántate,
raza latina!
Tu
/impido mar, la mar serena / donde blanquean tan­
tos velámenes / encrespa a tus pies su
blanca arena, /
reflejando el azul del cielo, / Dios derramó de su esplen­
dor /
coma: el cinturon brillante / que debe enlazar tus
pueblos morenos.
¡Levántate, raza latina!
En tus soleadas costas / crece el olivo, el árbol de la
paz,/ y de la cópiosa viña/ se enorgullecen los campos: /
raza latina, en recuerdo / de tu pasado siempre brillante /
elévate
hacia. la esperanza / y confraterniza bajo la Cruz.
, Levántate, raza latina/ bajo .el mando del sol!/ La uva
. oscura hierve en la cuba, y el vino de Dios va a brotar!».
He ahí nuestro manifiesto. El vino de Dios va· a brotar.
¡ Estemos presentes!
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