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Número 275-276

Serie XXVIII

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André Frossard: Retrato de Juan Pablo II

.mistas de nuesttos días, es más compleja y rica. Tampoco tenía
Forment por qué explayarse más aquí sobre el particular, repitien­
do cosas que
ya tenia dichas en ottos libros.
Como texto base del opúsculo
se ttanscribe el de Carlos Bo­
yer (Roma, 1970), con sus fuentes, y registrando las variantes
de las ediciones criticas de Roland-Gosselin, Baur y Leonina.
La
traducción es muy ceñida al texto latino y muy lograda tipográ­
ficamente. Hay alguna leve incorrección, que anoto en orden a futu­
ras ediciones que sin duda tendrá.
En página 14 7, linea
5, dice: «no se alcance el ertor», cuan­
do
el texto latino pide: «para no incurrir en error». En página
149, penúltima
linea, traduce «quod quid erat esse» por «lo que
el que era un ser», que resulta ininteligible. En página 155, Ji.
nea 16, traduce «hoc aliquid» por «algo esto». En página 161,
linea 4, traduce «Socrates nihil aliud est» por «Sócrates nada
otto es» (
= no es otra cosa). Con cierta incidencia ttaduce el
plural neutro «alia», «ea» por plural masculino: «otros», «aque­
llos» (págs. 171,
175, 193, 197).
La filosofía española, y muy concretamente el pujante grupo
tomista de Barcelona, espera mucho de este excelente profesor
y prolifero escritor.
VrcTORINO RonRÍGUEZ, O. P.
Arul:ré Frossard: RETRATO DE JUAN PABLO 11 (*)
Pocas personas, si hay alguna, han penetrado tanto y tan pro­
fundamente en la personalidad inmensa de Juan Pablo
II como
el autor de este retrato, el académico francés, antiguo comunista,
André Frossard, autor, asimismo, de un libro de entrevistas con
el papa (No tengáis miedo. Diálogo con Juan Pablo JI, 1982),
en el que éste, pudiéramos decir, se abrió
al petiodista -Frossard
lo es, y de los más finos y penettantes-- contestando a sus pre­
guntas sin inhibición alguna. Tanto en este libro como en el
menciado de 1982,
el lector saca una conclusión evidente: Juan
Pablo
U parece haber encontrado en Frossard un interlocutor
de toda su confianza. De
ahí que no exista más reserva que la
derivada del altísimo cargo que pesa sobre el papa, una reserva
que
el propio Frossard califica de «misterio». «El papa es, por
supuesto, sucesor de Pedro. La fórmula es excelente y sugiere
que el papa sucese a Pedro directamente; y al papa
-a todo
papa-se le aplican las palabras del Señor: Tú eres Pedro. Pero
-sigue diciendo Frossard-mi visión de la vida, voluntaria·
mente infantil, me hace las
cosas. más simples. Un papa se viste
de blanco, color del trigo candeal.
Se le muestra a una multitud
que venera en
él, no al ,trigo candeal ni a su persona, sino a la
institución divina, punto de partida de los sacramentos con los
que somos alimentados; da testimonio de una presencia que
per--
(•) Ed. Planeta, documento 254, Barcelona, 1989.
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manece escondida para nosotros, un papa es un misterio, un papa
es una especie de hostia. Que, a veces, rompemos».
Pero, sentado esto, esta especie de muro rodeando al misterio
inherente al representante de Cristo en la tierra, los recuerdos,
anécdotas y reflexiones, recogidas por el autor francés en el
curso
· de sus numerosos encuentros con el pontífice, desvelan la
tremenda personalidad
de Juan Pablo Il: rica, profunda, humilde,
valerosa, humanísima.
En él, las virtudes humanas se hacen, a
nuestros ojos mismos, sobrenaturales. Pocas personas habrá en
las
que la unidad de vida se trasluzca tanto a tantas gentes diversísi­
mas en razas, naciones, incluso en creencias.
Y esto mismo es lo que nos dice Frossard luego de escribir
-breve y concisamente, con estilo delicioso, lleno de una bienhu­
morada ironía propia del intelectual, del académico-- sobre
mu­
chas de las características del papa (inteligencia, sabiduría -que
n.o son lo mismo-, bondad, coraje, etc.). Y, así, nos dice: «Lo
que más . me sorprende en él· es la extraordinaria unidad de su
persona. No existe diferencia entre lo que piensa y en lo que es,
en lo que cree y en lo que dice, y es esta cohesión interior lite­
ralmente nuclear lo que le hace resplandecer. Es el mismo en
las
gradas de San Pedro o al otro lado de la mesa. No hay un
Juan Pablo
II público y un Juan Pablo II privado, por la sim,
ple razón de que no tiene vida privada. Prodigiosamente atento
a
la voluntad de Dios, preocupado por la justicia hasta el escrú­
pulo, enemigo de la discordia, se borra ante toda verdad, so­
porta la injusticia sin quejarse, y la virtud de la esperanza, que
practica por obediencia a
la virtud de la fe, corrige en él las con­
clusiones negativas a las que podría llevarle su extrema lucidez».
Su carga aplastaría a cualquier hombre y su valor en llevar­
la, cumpliendo
el deber hasta el extremo, es realmente heroico.
«Dios
--Oijo una vez . a los que le instaban al descanso-- no me
va a pedir cuentas de mis descansos sino de si he vivido en toda
ocasión heroicamente». ·
En breves recensiones, que no capítulos, Frossard destaca el
retrato de Juan Pablo II. París, Roma, Castelgandolfo, El Coli­
seo, Los Dolomitas, Ravena, Montreal ... , enmarcan las palabras,
los gestos, actitudes y obras del papa.
El acierto en escoger la
nota más característica en cada episodio me parece estupendo. En
este pequeño libro
-de 190 páginas de letra nada menuda­
Frossard, según pienso, nos da la mejor biografía de Juan Pa­
blo II escrita hasta hoy. El «esprit» francés, el poder de sínte­
sis del escritor
ya famoso acrecientan en este libro su fama y su
agudeza. También
su catolicismo sin complejos; su amor a la
Santa Madre Iglesia; y, por "supuesto, a su amigo el papa. Pues
con un amor de amistad, lleno de respeto
al misterio, como an­
tes quedó indicado, ha escrito Frossard este luminoso libro, re­
galo para todo lector y, muchísimo más, para los que queremos
al papa con todo
el corazón.
JAVIER NAGORE YÁRNOZ
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