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Número 275-276

Serie XXVIII

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Discurso de Antonio Martín Puerta [San Fernando 1989]

DISCUBSO DE ANTONIO MARTIN PUERTAS
Una vez más nos reunimos con motivo de la festi'Oidad de San Fer­
nando, precisamente en este año de 1989 en que se conmemora. junto
a otros acontecimientos históricos menos
dignos de ser recordados. et
1.400 ani'Dersarlo del 111 Concilio de Toledo. del que tanto San Fer­
nando como los demás gobernantes católicos españoles son deudores.
Concilio aquél en el
cual se t'enuncia desde el Estado al arriqnis­
mo, doctrina que afirmaba nada menos que Cristo ni era eterno ni
era consustancial al Padre -doctrina, pOr cierto, de más actualidad
en ciertos aspectos de lo que en principio pudiese parecer-. prohi­
biéndose la proclamación o enseñanza de otras _ doctrinas distintas a
las católicas,
y hecho histórico gracias al cual surge ta gloriosa ,ru,nar­
quia
católica española. que, mientras dur6. tantos y tan espléndidos
frutos daría
para bien de la religión, del' pueblo y del Estado.
Uno de esos frutos de la Unidad Católica es San Femando. cuya
festi'Didad hoy nos reúne; fru.to serán los Reyes Católicos y deri suya ta obra de los conquistadores españoles en América, que en las
nut!'Das tie"as implantarlan los principios del Estado católico.
En aquel 111 Condlio del 589 se establecerla ta aplicación del tJe,...
dadero ecumenismo y, no obstante, dada ta existencia de una mina­
rla
de religión ;udía, primero, y también musulmana después, se apli­
carla la tolerancia hacia otras religiones, pero una tolerancia enten­dida desde et correcto sentido católico.
Verdadero ecumenismo y 'Derdadera tolerancia católicas que nada
tienen que
'Df!T con los conceptos que hoy parecen predomina, de ecu­menismo y de tolet'ancia.
Porque et -'Derdadero ecumenismo se basa en el mandato de Cristo
a sus apóstoles para ta predicación uni-oersat por toda ta «oileoumene->.
por toda la tierra habitada. de Su 'Oet'dad, de ta única como se expresa en el f!'Vangelio de San Juan (14, 6): «Yo soy el ca­
mino, la -oerdad y ta -oida; nadie 'Diene al Padre si no es por mi>.
Muy por el contrario, et falso ecumenismo, o mejor. los falsos ecu­
menismos (dado que la
'Derdad es única y et error múltiple) que
bastantes quieren imponer
en-nuestros dfas, se pueden exp,esar-en
una afirmación más o menos
así: todos
ellos son el camino, ta verdad y la 'Dida, y cualquiera de esos
caminos
siroe para llevar al Padre>, cumpliéndose de esa forma el
designio de ese
ya muy 'Diejo mo'Dimiento que ita desde tos gnósticos
de la Antigüedad hasta la
masoneria de nuestros dias, de querer rele­
gar al catolicismo a ser una
reUgi6n -más entre otras muchas dentro
del panteón de
Zas religiones.
El 'Derdadero ecumenismo se ha manifestado en et orden interno
de cada sociedad católica en el deseo de instaurar el reinado social
de
Cristo. y en et orden externo en la expansión del catolicismo en ta
magnifica página
·de tas misiones, en et afán de apartar a los hombres
del error, tteoándoles a ta única fJerdadera religión para gloria del
'lJerdadero Dios. y para salvación de sus almas.
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Por el contrario, los falsos ecumenismos se han manifestado en el
orden interno, partidarios de destruir el Estado católico, relegando al
catolicismo al mismo rango de tas demás religiones. De ese tipo de
Estado decía León XIII que «aunque parezca poderoso· en recursos y
abundante en bienes natu1'ales, lleva, sin embargo, en sus mismas
entrañas un germen de muerte». Y basta que echemos una o;eada a to que ha sucedido en nuestros
días para comprobar que a lo que se llega h'as la renuncia al Estado
católico, con lo que tal Estado conlle'Da, es a la apostasía total de la
sociedad
y a iniciar et camino con paso firme, nO del reinado social
de
Cristo, sino del reinado social del Anticristo. Pero es que en el orden externo los falsos ecumenismos han dado
lugar a que bastantes misioneros, imbuidos de esas
equi'Oocadas teo­
rías, hayan transformado lo que era una misión primordialmente es­
piritual en ayuda filantrópica a tos deS'[Jalidos de los países tercermun­
distas,
y además han empezado a encontrar no sólo aspectos positi'DOS
en las falsas religiones, sino también 'Oalores. de sal'Oaci6n, dando lu­
gar a lo que algunos ya
han empezado a denominar «et concepto_. de
ta pluralidad de Cristo>.
Ya no habrla un solo Señor Jesucristo, sino muchos; cadá religión
tendría el suyo.
. A ese
;especto podemos preguntarnos: ¿cabe acaso mayor falta de
cáridad que· -sabiendo que una persona está e"ada-animarla a p,:,...
severa, en et error poniendo en dificultad la sal'Oación de su alma.
cuando
s'e le' puede ofrecer el. rei:to, camino?
¿No se estará confundiendo el amor. al prójimo con el amor a los
errores del prójimo?
¿No será que, en ·el fondo, los falsos
ecumenismos no son sino.
falta de fe? Porque la oración de esos falsos. -ecumenistas. sería la negación del
principio al fin · del Credo de N_icea, algo así como un «non credo>:
«No creo en un solo Dios 'Uerdadero, no creo en un solo Señor Jesu­
cristo».
Claro, que dentro de estos falsos ecumenismDs ·los hay de di'Derso
rQ,ngo por el ni'Del de sus errores: habría. así, una especie de falso ecu­
menismo de
primer grado que ·se conformaría con transformar la reli­
gión en un 'Oago teísmo; habría otro de segundo grado que buscarla
la confluencia con tas religicmes no cristianas. y· habría un tercero.
-una especie de ecumenismo. «light>, que se conformaría con la unión
-con la unión incondicional-; de las confesiones cristianas.
Este tercer ecumenismo. además de peligroso, ·es de· una increíble
ingenuidad, pues,, ciñéndonos al caso de los protestantes: ¿.cómo 'Oa a
haber unidad con quienes no reconocen
los siete sacramentos. con
quienes tienen
un concepto distinto de la presencia de Cristo en la
Eucaristía, con quienes afirman que la sal'Uación no se logra por las
obras sino
por la fe, con toS seguidores de Lutero que. según afirmaba
en su libro «Contra el Papado», «La ,Iglesia papística» es· «la ramera
del diablo» y el Papa «maestro de todas las mentiras. blasfemias e ido­
latrías>>? Peto es que; aun ol'Oidando la terminología, que hoy, ciertamente,
han
variado, no se puede ol'Oidar que a Lutero y a sus imitadores no
se les condenó por sus insultos, sino
por sus e"ores, en los cuales se
mantietJ,en. Y, además, yendo a to meramente práctico: ¿qué sentido tiene la
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unidad con el protestantismo, que tras haber destruido sociedades en­
teras, es,
al menos en el caso de Europa, casi poco más que un cadá­
ver .del que sólo quedan los pre;uicios antirromanos?
El diálogo con los protestantes sólo puede admitirse en la medida
en que busque la reintegración a -ta Iglesia de quienes un día se se­
pararon de ella, y sin que ello implique, por parte católica, renuncia
doctrinal de ningún género.
Pero -es que también se ha trastocado el sentido dél término tole­
rancia, porque mientras la antigua, la de
San Fernando, prohibía a los
musulmanes y

a los judíos el proselitismo
y la búsqueda de conversio­
nes entre los cristianos, la tolerancia de hoy es 'la del Estado laico
hacia todas las religiones consideradas por igual.
Y las consecuencias de todo ello no, han podidu ser más nefastas.
porque, tras la renuncia de esos falsos
ecumenismos a la· confesioñali·
dad del Estado, ha 'Venido, como deri'Oación inmediata, ta renuncia a
la confesionalidad de tos partidos. de tas organizaciones políticas,
y
también, poco a poco. de las organizaciones sociales.
Hace no mucho se
lamentab~ uno de nuestros cardenales de que
los documentos eclesiásticos «nacen
y mueren el mismo dia». Lógico;
no puede
ser de otra forma. Todo documento eclesiástico que no se
diriia a lo personal o familiar -y que por tanto es de obligado cum·
plimiento en conciencia para un católico-, es decir; cualquier decla·
radón dirigida a lo social nace ine'Oitablemente muerta, porque. ¿qué
EstadO Confesional, qué orianización política 'Va a 'Oerse obligada a
aplicarlos, si tales organizaciones confesionales o tales Estados ya
no
existen?
·
Por cierlo que, en las e'Oocaciones del 111 Concilio de Toledo, re~·
lizadas
po1' sectores más o menos directamente 'Dinculados a ta ;erar­
quia de ta Iglesia española. se ha 'Oenido a hacer un análisis pura y
exclu~i'Damente histórico. olvidando la, 'Dirlualidad para el futuro del
Estado católico, como tantas
'Veces nos ha recordado nuestro amigo
Manu.et de Santa
Cruz. y ello con independencia ·de tas dificultades
prácticas que en el momento presente pudiese tener tal institución.
Pero
es que, e_n pura lógica, no se podía._ por su parte, haber dado
al asunto otro tratamiento, porque, .si resulta que todo lo que es an·
terior
a Juan XXIII es algo asf. como el Antiguo Testamento (a Plo XII,
que
es contemporáneo. se te cita tan pocas 'Oeces como a Noé)$ ¿qué
otra cosa se
11a a esperar al hablar de aquel tal seño1' Recaredo?
Cuando mencionan et
111 Concilio de Toledo to hacen como podrlan
mencionar et periodo Jurásico. y a Recaredo. con su extrQ'Dagante mez..
eta de catolicismo y política, to mismo que un paleontólogo podri.a
hcibtar del fósil conocido como «Archaeopteryx lithographica», curiosa
mezcla también de ave y de reptil.
Además, esos sectores demuestran tener
un Concepto equivocado de
to que es la sociedad,
al no creer que ésta será católica por el hecho de
que una mayorla de sus miembros p1'actiquen un catolicismo relega­
do a
-lo personal,· tan e"ado es el concepto en ese caso de catolieismo
como de sociedad, porque ta sociedad no es ta suma de los indboiduos
que la componen; es la suma de esos indi'viduos más las instituciones,
y aunque haya muchos indi'Diduos que sean católicos. si tas institucio~
nes son corruptoras, ta sociedad no será nunca católica.
Esa es otra de tas trampas a las que los falsos ecumenismos han
conducido: a que
ta doctrina social se quede en meras ·declaraciones
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inoperantes, y cada vez más abstractas, de buenas intenciones. En re­
sumen. a ser material de archi'Do.
Muy por el contrario, cuando regia el 'Derdadero ecumenismo. los
reyes. los gobernantes y polfticos de todo rango se 'Oeían obligados a
aplicar unos principios y unas orientaciones que, por otra parte, esta­
ban apoyados por
las leyes.
Y no nos engañemos: son esos principios,. esas leyes católicas, las
que les dignifican
y les hacen sal-oables ante Dios y ante la propia
historia. Porque, si prescindimos de la
religión católica, si prescindi­
mos del Estado Católico:
-
¿En qué se diferencia San Fernando de Abde"ahmánl
-¿Qué es el emperador Carlos V sino un depredador?
- ¿Qué es Hernán Cortés, sino un a'Oenfurero como muchos Otros?
Recapacitemos en lo que hubiese po_dido suceder si el Estado ca-­
tólico ya hubiese desaparecido en tiempos de la conquista de Amé,.
rica, y en caso de que ya hacia el año 1500 hubiesen predominado
los falsos conceptos de
ecumenismo.
Cuando Cortés llegó a Méjico se ·encontró con que los sacerdotes
aztecas
practicaban et rito religioso de ª"anca, el co,az6n a sus 'DÍC­
timas humanas con cuchillos de piedra; luego, tras toma, con sus ma­
nos el corazón
aún palpitante para ofrecérselo a los dioses, se decapi­
taba a la victima
y se embadurnaba con su sangre el recinto de los
sacrificios.
Un Cortes
imb'uido de falso ecumenismo, ¿hubiese podido. morah
mente, prohibir tales ritos tras la conquista, o más bien hubiera debi­
do respetarlos, entendiendo, como recientemente explicaba
un escritor
mejicano, que los sacrificios
humanos de los aztecas eran el equiva­
lente de la comunión para los católicos y que tos españoles
no ha­
bían entendido lo que significaban?
Pero
no perdamos la esperanza, porque, por malos que sean tos
tiempos, Cristo
ha prometido su triunfo final (el Suyo, claro está, sin
la innecesaria compañia de Budas
ni de Mahomas).
Hace poco aparecia en la telt!"Disión un concejal de Toledo (la ciu·
dad que ahora quieren llamar «de las tres-religiones») diciendo que,
como muestra
de la antigua tolerancia, hoy felísmente recuperada se­
gún él, el Ayuntamiento iba a hacer plantar en 'Darlos rincones de la
ciudad tres árboles juntos:
un oli'Do representando a ta religión ju­
día, una palmera representando a la musulmana y un ciprés sim­
bolizando a la católica, de forma que sus raíces se entremezclen.
Pese a la mala intención de
·esa peculiar repoblación forestal, a
la que, por cierto
no se ha añadido a imitar ni el imán Jomeini ni
ningún rabino de Israel, lo cierto es· que no han podido hacerlo me­
jor,· porque, aunque las raíces se entrecrucen -y ya sabemos todos
que las tres religiones tienen
una parcial inspiración común-las ra­
mas jamás podrán entrecruzarse y jamás podrá hacerse un árbol· mixto
de los tres
Y,-además, siempre será el ciprés quien más alto y 'Derticat
apunte hacia el cielo.
Y, antes o después, po, la 'Vía de la oración y el sacrificio llegará
et triunfo de ta religión de Cristo, la religión católica romana, en Es­paña y en todo et orbe.
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