Índice de contenidos
Número 275-276
Serie XXVIII
- Textos Pontificios
-
Estudios
-
La unidad católica, principio y fundamento de nuestra unidad política. En el XIV Centenario del III Concilio de Toledo
-
Reseña del Congreso: «Contra el 89, Mitos, interpretaciones y perspectivas» (Roma, 25 y 26 de febrero de 1989)
-
Influjo de la Revolución francesa en el derecho, público y privado, actual
-
Ontología de la Revolución
-
Frédéric Mistral, el maestro
-
Presentación del estudio [La estructura mental en el pensamiento de Antonio Gramsci]
-
La estructura mental en el pensamiento de Antonio Gramsci (Un análisis de sociología política desde la perspectiva de la escuela del estructuralismo genético de G. Lukacs)
-
Trabajo y humanización
-
Ilustración y Tradición. El Ayuntamiento de Pamplona: siglo XVIII
-
El liberalismo y la Iglesia española. Historia de una persecución: Antecedentes. VI. Dramatis personae (II)
-
- Actas
- Crónicas
- Información bibliográfica
Autores
1989
Eudaldo Forment: Filosofía del ser
INFORMACION BIBLIOGRAFICA
Eudaldo Forment: FILOSOFIA DEL SER (*)
El joven y rutilante catedrático de Metafísica de la Universi
dad de Barcelona, Eudaldo Forment, acaba de
engrosar su ya vo
luminosa producción filosófica ( va a libro por año desde 1981)
con una magnífica
eclici6n del áureo opúsculo de Santo Tomás,
De ente
et essentia, tantas veces reeclitado, traducido y comen
tado, empezando por el famoso comentario del cardenal Tomás
de Vío Cayetano (Venetiis, 1496).
En la eclición de Forment hay tres partes, casi de la misma
extensión. Una sobre el entorno biográfico, religioso y culrural
académico de Santo Tomás (págs.
9-73 ). La segunda parte es de
comentario al opúsculo (págs. 75-147); y la tercera la constitu
yen
el texto latino y la traducción española (págs. 141-215).
La primera parte empieza por registrar la singular
autoridad
doctrinal de Santo Tomás por parte del Magisterio de la Iglesia,
desde el siglo
XIII hasta el Vaticano II, inclusive et ultra. •For
ment conoce bien y aprecia debidamente el ambiente intelectual
de la Orden de Santo Domingo, a la que se incorporó muy cons
ciente y generosamente el
prometedor Tomás de Aquino. Se re
cogen también las peripecias de Santo Tomás en la Universidad
de París en· defensa de la enseñanza de las Ordenes Menclicantes.
Es también suficiente
la recopilación de los datos histórico-doctri
nales sobre la actitud de nuestro
filósofo-teólogo frente al averroís
mo, el aristotelismo
y el agustinismo.
El comentario al De ente et essentia, capítulo por caphu!o,
es cligno del gran opúsculo, obra de juventud de Santo Tomás
(entre 1252-1256)
y de la preocupación metafísica de Forment.
El capítulo en el que puso más empeño
es el segundo, sobre el
ente, la esencia y el ser. Busca enriquecer el texto con otros lu
gares paralelos de obras posteriores.
Me sorprende que para la
comprensión del esse,
de la esencia o naturaleza no haya recurri
do a la Tercera Parte de la Summa ( cuestiones 2 y 17, principal
mente), donde podría encontrar ideas más maduras o matizadas
del pensamiento tomista.
No me parece exacto decir que el «esse»
en Santo Tomás nunca significa la existencia (pág. 82), o negar
a la esencia toda perfección positiva,
al afirmar que «lo que hace
la esencia, por consiguiente, no es completar o perfeccionar a su
ser, con
el que constituye el ente, sino limitarlo o rebajarlo en
sus perfecciones según cierto grado o meclida. La esencia, por
tanto, carece de toda perfección o realidad» (pág. 112). Pienso
que no
es así: para Santo Tomás, la esencia, que se realiza en las
cliez categorías, es coprincipio positivo del ente real, en el que
la metafísica descubre
la composición real de esencia y esse o
existencia. Por lo demás, estimo que la hermenéutica del
esse to
mista, tan absolutizado o sobrevalorado por algunos lectores
to-
(*) Introducción, comentario, texto y traducción del De ente et essentia de Santo Tomás, Barcelona, PPU, 1988.
Fundaci\363n Speiro
mistas de nuesttos días, es más compleja y rica. Tampoco tenia
Forment por qué explayarse
más aquí sobre el particular, repitien
do cosas que
ya tenía dichas en ottos libros.
Como texto base del opúsculo se transcribe el de Carlos
Bo
yer (Roma, 1970), con sus fuentes, y registrando las variantes
de
las ediciones críticas de Roland-Gosselin, Baur y Leonina. La
traducción es muy ceñida al texto latino y muy lograda tipográ
ficamente. Hay alguna leve incorrección, que anoto en orden a futu
ras ediciones que sin duda tendrá.
En página 147, línea 5, dice: «no
se alcance el error», cuan
do el texto latino pide:
«para no incurrir en error». En página
149, penúltima línea, traduce «quod quid erat
esse» por «lo que
el que era un ser», que resulta ininteligible.
En página 155, lí
nea 16, traduce «hoc aliquid» por «algo esto».
En página 161,
línea 4, ttaduce «Socrates nihil aliud est»
por «Sócrates nada
otto es» (= no es otra cosa). Con cierta incidencia traduce el
plural neutro «alia», «ea» por plural masculino: «otros», «aque
llos» (págs. 171, 175, 193, 197).
La filosofía española, y muy concretamente el pujante grupo
tomista de Barcelona, espera mucho
de este excelente profesor
y prolifero escritor.
VICTORINO RODRÍGUEZ, o. P.
André Frossard: RETRATO DE JUAN PABLO II (*)
Pocas personas, si hay alguna, han penetrado tanto y tan pro
fundamente en la personalidad inmensa de Juan Pablo
II como
el autor de este rettato, el académico francés, antiguo comunista,
André Frossard, autor, asimismo, de un libro de entrevistas con
el papa
(No tengáis miedo. Diálogo con Juan Pablo II, 1982),
en el que éste, pudiéramos decir, se abrió al periodista
-Frossard
lo es, y de los más finos y penetrantes-contestando a sus pre
guntas sin inhibición alguna. Tanto en este libro como en el
menciado de 1982, el lector
saca una conclusión evidente: Juan
Pablo U
parece haber encontrado en Frossard un interlocutor
de toda su confianza. De ahí que no exista más reserva que
la
derivada del altísimo cargo que pesa sobre el papa, una reserva
que el propio Frossard
califica de «misterio». «El papa es, por
supuesto, sucesor de Pedro. La fórmula es excelente y sugiere
que el papa sucese a Pedro directamente; y al papa
--a todo
papa-se le aplican las palabras del Señor: Tú eres Pedro. Pero
-sigue diciendo Frossard-mi visión de la vida, voluntaria
mente infantil,
me hace las cosas más simples. Un papa se viste
de blanco, color del trigo candeal.
Se le muestra a una multitud
que venera en él, no
al ·trigo candeal ni a su persona, sino a la
institución divina, punto de partida de los. sacramentos con los
que
somos alimentados; da testimonio de una presencia que per-
(*) Ed. Planeta, documento 254, Barcelona, 1989.
Fundaci\363n Speiro
Eudaldo Forment: FILOSOFIA DEL SER (*)
El joven y rutilante catedrático de Metafísica de la Universi
dad de Barcelona, Eudaldo Forment, acaba de
engrosar su ya vo
luminosa producción filosófica ( va a libro por año desde 1981)
con una magnífica
eclici6n del áureo opúsculo de Santo Tomás,
De ente
et essentia, tantas veces reeclitado, traducido y comen
tado, empezando por el famoso comentario del cardenal Tomás
de Vío Cayetano (Venetiis, 1496).
En la eclición de Forment hay tres partes, casi de la misma
extensión. Una sobre el entorno biográfico, religioso y culrural
académico de Santo Tomás (págs.
9-73 ). La segunda parte es de
comentario al opúsculo (págs. 75-147); y la tercera la constitu
yen
el texto latino y la traducción española (págs. 141-215).
La primera parte empieza por registrar la singular
autoridad
doctrinal de Santo Tomás por parte del Magisterio de la Iglesia,
desde el siglo
XIII hasta el Vaticano II, inclusive et ultra. •For
ment conoce bien y aprecia debidamente el ambiente intelectual
de la Orden de Santo Domingo, a la que se incorporó muy cons
ciente y generosamente el
prometedor Tomás de Aquino. Se re
cogen también las peripecias de Santo Tomás en la Universidad
de París en· defensa de la enseñanza de las Ordenes Menclicantes.
Es también suficiente
la recopilación de los datos histórico-doctri
nales sobre la actitud de nuestro
filósofo-teólogo frente al averroís
mo, el aristotelismo
y el agustinismo.
El comentario al De ente et essentia, capítulo por caphu!o,
es cligno del gran opúsculo, obra de juventud de Santo Tomás
(entre 1252-1256)
y de la preocupación metafísica de Forment.
El capítulo en el que puso más empeño
es el segundo, sobre el
ente, la esencia y el ser. Busca enriquecer el texto con otros lu
gares paralelos de obras posteriores.
Me sorprende que para la
comprensión del esse,
de la esencia o naturaleza no haya recurri
do a la Tercera Parte de la Summa ( cuestiones 2 y 17, principal
mente), donde podría encontrar ideas más maduras o matizadas
del pensamiento tomista.
No me parece exacto decir que el «esse»
en Santo Tomás nunca significa la existencia (pág. 82), o negar
a la esencia toda perfección positiva,
al afirmar que «lo que hace
la esencia, por consiguiente, no es completar o perfeccionar a su
ser, con
el que constituye el ente, sino limitarlo o rebajarlo en
sus perfecciones según cierto grado o meclida. La esencia, por
tanto, carece de toda perfección o realidad» (pág. 112). Pienso
que no
es así: para Santo Tomás, la esencia, que se realiza en las
cliez categorías, es coprincipio positivo del ente real, en el que
la metafísica descubre
la composición real de esencia y esse o
existencia. Por lo demás, estimo que la hermenéutica del
esse to
mista, tan absolutizado o sobrevalorado por algunos lectores
to-
(*) Introducción, comentario, texto y traducción del De ente et essentia de Santo Tomás, Barcelona, PPU, 1988.
Fundaci\363n Speiro
mistas de nuesttos días, es más compleja y rica. Tampoco tenia
Forment por qué explayarse
más aquí sobre el particular, repitien
do cosas que
ya tenía dichas en ottos libros.
Como texto base del opúsculo se transcribe el de Carlos
Bo
yer (Roma, 1970), con sus fuentes, y registrando las variantes
de
las ediciones críticas de Roland-Gosselin, Baur y Leonina. La
traducción es muy ceñida al texto latino y muy lograda tipográ
ficamente. Hay alguna leve incorrección, que anoto en orden a futu
ras ediciones que sin duda tendrá.
En página 147, línea 5, dice: «no
se alcance el error», cuan
do el texto latino pide:
«para no incurrir en error». En página
149, penúltima línea, traduce «quod quid erat
esse» por «lo que
el que era un ser», que resulta ininteligible.
En página 155, lí
nea 16, traduce «hoc aliquid» por «algo esto».
En página 161,
línea 4, ttaduce «Socrates nihil aliud est»
por «Sócrates nada
otto es» (= no es otra cosa). Con cierta incidencia traduce el
plural neutro «alia», «ea» por plural masculino: «otros», «aque
llos» (págs. 171, 175, 193, 197).
La filosofía española, y muy concretamente el pujante grupo
tomista de Barcelona, espera mucho
de este excelente profesor
y prolifero escritor.
VICTORINO RODRÍGUEZ, o. P.
André Frossard: RETRATO DE JUAN PABLO II (*)
Pocas personas, si hay alguna, han penetrado tanto y tan pro
fundamente en la personalidad inmensa de Juan Pablo
II como
el autor de este rettato, el académico francés, antiguo comunista,
André Frossard, autor, asimismo, de un libro de entrevistas con
el papa
(No tengáis miedo. Diálogo con Juan Pablo II, 1982),
en el que éste, pudiéramos decir, se abrió al periodista
-Frossard
lo es, y de los más finos y penetrantes-contestando a sus pre
guntas sin inhibición alguna. Tanto en este libro como en el
menciado de 1982, el lector
saca una conclusión evidente: Juan
Pablo U
parece haber encontrado en Frossard un interlocutor
de toda su confianza. De ahí que no exista más reserva que
la
derivada del altísimo cargo que pesa sobre el papa, una reserva
que el propio Frossard
califica de «misterio». «El papa es, por
supuesto, sucesor de Pedro. La fórmula es excelente y sugiere
que el papa sucese a Pedro directamente; y al papa
--a todo
papa-se le aplican las palabras del Señor: Tú eres Pedro. Pero
-sigue diciendo Frossard-mi visión de la vida, voluntaria
mente infantil,
me hace las cosas más simples. Un papa se viste
de blanco, color del trigo candeal.
Se le muestra a una multitud
que venera en él, no
al ·trigo candeal ni a su persona, sino a la
institución divina, punto de partida de los. sacramentos con los
que
somos alimentados; da testimonio de una presencia que per-
(*) Ed. Planeta, documento 254, Barcelona, 1989.
Fundaci\363n Speiro