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Número 303-304

Serie XXXI

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La función de cuidar

LA FUNCIO~ DE .CUIDAR{*)
POR
l. La profesión.
La profesora de
enfermería· Rosette Poletti, en su libro Cuida­
dos de enfermeria. Tendencias y conceptos actual,:s, hace notar que:
«Sólo en el transcurso de estos óltimos decenios, tomando su lu­
gar entre las profesiones de la, salud, la enfermería ha tenido ne­
cesidad de disminuir su dependencia . histórica &ente a las otras
disciplinas, para desarrollar un marco conceptual que le sea pro­
pio». Confiesa, a
continuación,Ja ilustre .enfermera: «La verdad
es t¡ue nosotras, enfermeras, sólo .estamos en. los balboceos en
este terreno» (

1
).
Con el .intento de contribnir . a la clarificación de la esencia· o
r.aturaleza de la
enfermería, presento en esta · ponencia varias re­
flexiones, originadas por las ,conversaciones con.la Directora. doña
Montserrant Teixidor, la Jefe de Estudios doña
M. deis Angels
Camp,
y los profesores y profesoras de la Escuela Universitaria
de
Enfermería Santa Madrona, que me honran con su amistad; e
inspiradas en la filosofía de Santo Tomás de Aquino y de .mi
maestro, eLfilósofo catalán Francisco Canals .Vida!. Las, siguien­
tes consideraciones quiero
ofrecerlas a la dirección, a. todo el pro-
(*) Ponencia presenta en el Seminario -'Internacional de Enfermería,
que tuyo lugar los -días 10 _y .11 de. marzo d~ 1992;, en el-.«Museo de la
Ciencia» de Barcelona de -la Fundaci6n (1) R. PoLETTI, CuidadOs de enfermerla. Te1tdencias y concepios ac­
tuales (Trad. R. M.• Alberdi y M.• P. Mompart), Barcelona, Ediciones Rol,
1980, pág. 9.
Verbo, núm. 303-304 (1992), 269-304 269
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EUDALDO FORMENT
fesorado, a las alumnas y ex-alumnas de la Escala d'Infermeria
Santa Madrona,
en su 75 aniversario, con admiración y gratitud.
Lo primero que puede decirse de la enfermería es que es una
profesión. La enfermera, en cuanto tal, ejerce una profesión, es
decir, una actividad personal, realizada por propia vocación y al
servicio de los demás (2).
Según esta definición, la profesión requiere tres elementos
esenciales. Toda profesión exige,. en primer lugar,
la actividad del
propio sujeto. Así, por ejemplo, no
es empresario el accionista
de una empresa, sino el que
la dirige, independientemente de que
sea o no propietario; como tampoco
es agricultor el dueño de un
campo por
el mero hecho de serlo, sino el que lo trabaja aplican­
do unos conocimientos y unas técnicas;
En segundo
lugat, en la profesión interviene otro constitutivo
tatnbién
imprescindible: la vocación. El elemento vocacional debe
darse en
todas las profesiones, aunque, a veces, es difícil descu­
brir qué profesión tiene que escogerse,
El llamado «problema de la vocacióo profesional» se puede
resolver reduciéndolo al descubrimiento de las inclinaciones natu­
rales
propias, Hay una profunda razón filosófica: la naturaleza
nada hace
en vano. Si alguien siente inclinación hacia una deter­
minada profesión y tiene ademas aptitudes para ejercerla es que
tiene
vocación para la misma, La vocación profesional, por ser
una inclinación natural a una actividad, acostumbra,
por ello, a
set estable.
El tercer
y último elemento esencial de la profesión es la fina­
lidt:d social. Sin embargo, esta función no implica la negación del
bien particular de quien realiza la profesión. Así,
por ejemplo,
la obtencióo de un beneficio honesto, de los medios necesarios
para la digna subsistencia de sí
y de la familia, es totalmente lí­
cito. Como lo es también cualquier otra finalidad particular de
tipo cultural, artística, religiosa, etc.
Tales fines individuales no son
imprescindibles en la profe­
sión.
Sí lo es, en cambio, la finalidad. s<:)cial. Sin ella, la profesión
(2) Cf. SANTO To MÁS, Summa Theologiae, II-II, q. 183, a. 3. ·
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LA FUNCION DE CUIDAR
no lo sería en senúdo estricto. De maneta que si no se pone d
propio saber y el propio esfuerzo al servicio de los demás, y sólo
se busca, por ejemplo, d aspecto remunerativo dd trabajo, no se
es verdaderamente un profesional.
2. Función específica de la enfermería.
No es necesario decir que estos tres constitutivos se realizan
plenamente,
y son casi evidentes para todos, en la profesión de
enfermera. También
se advierte que en ella se da una especifici­
dad propia en la función social.
Como indica
la profesora de enfermería Evdyn Adara, en su
IibroHacia d6nde va la enfermeria: «la enfermería es un servicio
valiosd generalmente considerado importante por la mayoría de
las sociedades». Acepta que «la enfermera colabora con
d médico
y con otros profesionales de varias formas», pero rotundamente
afirma que «las enfermeras tienen también una función. social
independiente que realizar»
(3 ).
Es cierto, como muy·bien dice la profesora Adara, que «todos
los trabajadores de salud tienen un objetivo: la prevención de
la
enfermedad y la mejora de la salud y d bienestar dd paciente o
bendiciario» (

4
). En esta función tan amplia se sitúa la de la
enfermera, que es particular y exclusiva.
De entre todas las teorías de enfermería actuales, destaca la
de
Virgina Henderson, la más conocida, probablemente por su
versosimilitud y
eficacia práctica. La famosa enfermera propone
la siguiente determinación de la actividad específica de la enfer­
mería: «La función propia de la enfermera consiste en atender al
individuo enfermo o sano, en la ejecución de aquellas actividades
que contribuyen a su salud o a su restablecimiento ( o a evitarle
padecimientos en
la hora de su muerte), actividades que él reali-·
zaría por sí mismo si tuviera la fuerza, voluntad o conocimientos
(3) E. A:oAM, Hacia d6nde Vd la enfermerla (Trad. M.' E. Somalo),
Madrid, Importécnica, 1982, pág. D<.
(4) !bid., pág. l.
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EUDALDO FORMENT
necesarios. Igualmente corresponde a la enfermera cumplir esta
misión
en forma que ayude al enfermo a independizarse lo .más
rápidamente posible» (5).
La función u objetivo propio o especifico de la enfermería es,
por consiguiente, atender o ayudar a «mantener o restaurar la in~
dependencia del paciente para satisfacer sus necesidades funda­
mentales» (
6
). Un enfermo, por tanto, es un individuo que le falta
su independencia, en cuanto que no tiene una o
más necesidades
básicas
no satisfechas, y, por ello, no es un «todo completo e in­
dependiente», como
un individuo sano (7).
Según Virginia Henderson estas
necesidades comunes y fon mentales son: « l. Repirar normalmente. 2. Comer y beber adecua­
damente.
3. Eliminar los deshechos del cuerpo. 4. Moverse y man­
tener posturas agradables. 5. Dormir y descansar. 6. Seleccionar
ropa adecuada, vestirse y desnudarse. 7. Mantener
la temperatura
del cuerpo entre límites normales, adoptando
la ropa adecuada y
modificando el medio ambiente. 8. Conservar el cuerpo limpio y
bien cuidado
y proteger la piel y mucosas. 9. Evitar peligros de
ambiente e impedir que perjudiquen a
otros. 10. Comunicarse con
otros expresando emociones, necesidades, temores u opiniones.
11. Culto de acuerdo con su fe. 12. Trabajar
de tal forma que
haya un sentido
de provecho. 13. Jugar o participar en diferentes
formas de
recreo. 14. Aprender, descubrir o satisfacer la curiosidad
que conduce a la salud y desarrollo normales y a utilizar 'las fa.
cilidades disponibles de salud» (8).
En todas estas necesidades básicas, la enfermería trata de ayu­
dar al paciente. Táles ayudas formarían parte de los cuidados-bá­
sicos de la enfermería.
De un modo más· concreto puede decirse
que la misión de ayudar de la enfermera es «suplir lo que
al pa-
(.5) v. HENDERSON, Principios Básicos áe ·l~s Cuidados de Enfermería
(Trad. Consejo Internacional de Enfermeras, Ginebra), Base!, S. Karger,
1971, pág. 7.
(6) E. ADAM, Hacia d6nde va la enfermerla, ob. cit., pág. 13.
(7) Ibfd., pág. 12:
(8) V. HENDERSON, Principios Básicos de los Cuidados de Enfermerla,
oh. cit., págs. 63, vg., págs. 24-62.
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LA FUNCION DE CUIDAR
ciente le falta para hacerlo completo, total independiente» (9).
Su papel es, por •consiguiente, «complementario-suplementa­
rio» (10).
Explica la profesora Henderson que:
«la función primotdial
de la enfermera es ayudar ;al paciente en sus actividades de la vida
diaria, o sea, en· aquellas,

actividades que
ordinariamente ejecuta
sin ayuda, es decir, respirar, comer, evacuar, descansar, dormir,
moverse, además de los actos. relacionados con la higiene personal,
el abrigo corporal y el uso de ropas adecuadas» ( 11 ).
También cuida de otras actividades más propias de la vida
humana en cuanto
tal, como la adquisición de conocimientos, las
relaciones
sociales, las acciones productivas y las recreativas. En
definitiva: «la enfermera ayuda al paciente a mantener o a crear
un régimen de
salud que si aquél hubiera tenido suficiente vigor,
conocimiento y apego a la vida, lo habría seguido sin necesidad
de ayuda. Este
es el servicio personal abnegado y meritotio que
la enfermera puede prestar mejor que nadie» (12).
Sustituye transitoriamente
algunas funciones básicas, y, por
ello, imprescindibles, de la persona, que, por su enfermedad, no
puede realizar. «Es ella,
temporalmente, la conciencia para el in­
consciente ; · el apego a la vida para el suicida, la pierna para el
amputado;· los
•ojos para quien· acaba de perder la vista ; tm medio
de locomoción para el recién nacido; el conocimiento y la con­
fianza para la joven madre; la 'voz' de los que están demasiado
de'biles para hablar o se niegan a hacerlo, y así sucesivamente» (13 ).
Además de estos cuidados básiéos, en donde la enfermera tiene
propia iniciativa, porque constituyen los
elementos más esenciales
de su función propia:· «la enfermera ayuda al pacienté a seguir
el
plan de tratamiento en la forma indicada por el médico» (14).
(9) Ibíd., pág. 7.
(10) E. AnAM, Hacia dónde va la enfermeria, ob. cit., pág. 14.
(11) V. HENDERSON, Principios Básicos de los Cuidados de Enfermería,
oh. cit., pág. 10.
(12) Ibíd., pág. 10, vg., págs. 14-23.
(13) Ibíd., pág .. 9.
(14) Ibíd., pág. 8.
27}
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EUDALDO FORMENT
También, en .tercer lugar, colabora con los demás miembros
del equipo médico, porque pertenece a
éLcon pleno detechq. No
obstante, advierte la ilustre enfermera: «ningún miembro del gru­
po
médico debe exigir de otro actividades que le obstaculicen el
desempeño de
su. función propia. Ni tam,¡,oco debe dedicarse nin­
gún miembro del grupo médico . a actividades no médicas -tales
como las de limpieza,. oficina y de otra naturaleza-cuando esto
suponga un abandono de su verdadera función (15).
Por últimd,
debe advertirse que estos cuidados o ayudas que
presta la enfermera son
un medio para el paciente, no son un fin
para él. Por esto: «cuantd más pronto una persona pueda cuidarse
a sí misma, buscar información sobre
la salud o incluso seguir los
tratamientos prescritos, tanto mejor será para ella».
La enfermera
es, por ello, insustituible, excepto por el propio paciente una vez
que
ha dejado de serlo ( 16 ).
3. El paciente, ser perso11al,
Esta convincente doctrina de la enfermería de Virginia Hen­
derson implica un profundo humanismo, que la filosofía
clásica ha
desarrollado teóricamente. · Al exponer las funciones asistenciales
de
la enfermera, explícitamente manifiesta la profesora Henderson:
«todos los miembros del grupo
deben considerar a la persona que
atienden (paciente) como
la figura central, y comprender que, pri­
mordialmente, su misión consiste en
'as#tir' a esta persona» (17).
Este espléndido humanismo práctico, que vive· la enfermera,
se expresa en el orden teorético, en
la doctrina filosófica que ex­
plica a la persona como «un ente capaz de ser un fin en sí mis­
mo», y, en consecuencia, «un ente capaz de ser a~ado por sí
mismo» (18). Se explica, en ella, que mientras que los entes no
(15) Ib!d., pág. 8,
(16) Ib!d., pág. 8.
( 17) Ib!d., pág. 8.
(18) J. BoPILL, «Autoridad, jerarquía e individuo», en Obra Filosó­
fica, Barcelona, Ariel, 1967, pág. 19.
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LA FUNCION DE CUIDAR
personales son medios para la persona, sólo ella es un fin para otra
persona.
La persona se presenta como un bien honesto, un bien
en sí, y no, en cambio, como
un bien.útil o deleitable a modo de
lo impersonal.
Sólo
las personas tienen un interés por· sí mismas. En todo el
universo
los individuos interesan en razón de la naturaleza que
poseen, porque en ellos todo se ordena a
las operaciones especifi­
cas de la naturaleza. Por más singulares que sean, interesan sus
propiedades
específicas. Por el contrario, en el nivel de la dignidad
personal, lo estimable, lo valioso para ser contemplado o para
entrar en
diálogo o comunión de vida, es la persona.
Unicamente en el grado personal hay una primacía de lo
in­
dividual en cuanto tal. Si las obras de arte tienen interés por sí
mísinas, en su individualidad, de manera que no .son intercambia­
bles entre sí, ni se r,:alizan para que haya un individuo más de la
especie, es porque, al ser
ex¡,resiones de un genio creativo hu­
mano, de una persona, de un pueblo o de. una actitud común,
llevan el sello de lo personal.
En la obra .de arte está expresado
un carácter personal, y por esto es valiosa en su individualidad,
que la hace irrepetible.
Por ser
un fin en sí mismas, y, por tanto, únicas e irrepetibles,
las personas son
dignas de ser nombradas por su propio nombre.
Es muy difícil · de concebir que los seres humanos sólo tuviesen
un número, que indicase el orden entre hermanos o simplemente
de cualquier numeración, salvo que
se hubiese caído en una tre­
menda aberración moral o
psic;ológica. Los hombres, por ser per­
sonas,, tienen·nombre propio,.que indica.precisamente su carácter
individual. Si también se ponen nombres .propios a seres inertes,
como pueblos, casas,
barcos, lugares geográficos, etc., e incluso
también, a veces, a los
anim,ues. domésticos, es ppr su relación
directa con
las personas. En nombre propio se extiende de la per­
sona humana a su contorno, ·que tiene así nombre no por sí mis­
mo sino por reláción a la. persona.
Cada uno de los hombres tiene su vida, en un sentido
. total­
mente distinto en que tienen vida los vegetales o los animales, y
que no
sólo es el grado de vida racional, entendida como un grado
2:75
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EUDALDO -FORMENT
de ser universalmente tenido. · La vida propia o personal es aquella
suCesión de -acciones o acontecimientdS asumidos, es decir, recor­
dados en el presente, los que fueron en el .pasado, y con actitud
expectante hacia
el futuro. Esta serie sucesiva de sucesos es la
que caracteriza-a la persona.
Lo que hace que el hombre tenga vida personal es su espíritu.
Por su ser espiritual la persona
se posee a sí misma, en el sentido
que se tiene presente a sí.
Pdr poseerse puede tener: el presente
de' las cosas pasadas, que es la reminiscencia; el presente de las
cosas futuras, que es la expectación; y el presente de lo presente,
que
es la conciencia del ahora. Tal dimensión del espíritu, sujeto
de su devenir y principio de su actividad, que permite que, en cada
hombre, esté
presente lo antes vivido y pueda tener proyectos de
vida,
es la que caracteriza al hombre.en cuanto.ente personal.
La vida propia del hombre es la vida personal. Por ello, las
personas, a diferencia de los otros vivientes, tienen una vida· bio­
grlÍÍicamente descriptiva de la cual merezca Ia pena ocuparse y
comprenderla. En las biografías no
se determinan las caracterís­
ticas o propiedades universales del hombre, sino que se intenta
describir la vida de un hombre individual, de una persona. En una
biografía no se intenta elaborar una antropología, ni tampoco un
estudio
metafísico. sobre el ente temporal, sino explicar la vida de
una persona, en

cuanto ésta
es algo individual y propio, es decir,
su vida o vida personal.
La persona es un sujeto consciente, racional y libre. ,Por tener
una naturaleza racional
se sigue que tiene dominio de sus actos y,
además, que tiene vida personal.
La vida. humana es vida perso­
nal. No debe tomarse·
la expresión «vida humana» en un sentido
meramente biológico, ni
tampoco significando la sola dimensión
de
la naturaleza humana, que hace que se tenga una vida cognos­
citiva racional, por la que Se distingue de las demás naturalezas
vivientes. Con ella
se indica 1a vida individual, la vida como pro­
ceso unitario de acciones, que no se· ~lican únicamente por las
características de la naturaleza hnmana, sino por su sujeto personal.
La dignidad máxima de la persona la expresó Santó Tomás
en muchos
lugares. En uno de ellos, a1 principio de su Comentario
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LA FUNCION DE CUIDAR
a. la Metafísica de Aristóteles, en el proemio, se dice: «todas las
ciencias y las artes se ordenan a
algo uno, a saber, a la perfección
del hombre, que es su felicidad» (19).c
· Se advierte claramente que en el texto .«hombre», a quien se
atribuye la perfección
o plenitud de vida,
rio indica el género hu.
mano, la humanidad, ni, por tanto, se hal:;la de la perfección de
la humanidad en sentido
específico, sino los hombres singulares,
las personas, que son
los que quieren ser felices. A ellas se ordenan
únicamente todas las ciencias y todas las artes, incluida la
enfer'
mería, como indica Virginia Henderson; y, por tanto·, --la ciencia
y el arte están al servicio de la persona, pues lo que se ordena
está al servicio de aquello a
fo que se ordena.
· La felicidad de los entes personales, su plenitud de bien, es
aquello a lo que tienden todas las ciencias y artes humanas. De
manera que, si las más geniales creaciones de la cultura, de las
bellas artes, de la
técnica, de todo aquello que en el idealismo se
llama contenidos de un espíritu ·objetivo, no tuviesen alguna rela·
ción con la
perfección especulativa, estética, moral, o, en defi.
nitiva,
no sirviese a los hombres, carecería de interés y de sentido.
No
hay nada de todo ello que sea un absoluto, siempre es algo
referido a la felicidad
de los hombres;
Sobre esta última, trata otro texto, que puede aproximarse al
examinado. Se encuentra en un pasaje en el que Santo Tomás dice:
«lo que es propio de los mejores, es más digno de lo que es co­
mún a todos; como el razonar, que es propio del hdmbre, es más
digno
que el sentir, que es común a todos los animales» {20).
En la consideración del orden de la naturaleza de las cosas, se
ve que las más perfectas son menos numerosas y -siempre existen
en menor cantidad y dimerisiones que las menos perfectas, que
son así siempre predominantes cuantitativamente.
Así, por ejem·
plo, en el universo hay
menos entes racionales que vivientes ca·
rentes de racionalidad, ·pero, en cambio, son más importantes los
hombres que los brutos; también
e& tnás importante la vida sen·
(19) SANTO TOMÁS, In duodecim libros Metaphysicorum expos#io,
Proem.
(20) lde,n, Summa Theologiae, UI, q. 3, a. 5, oh. 3.
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EUDALDO FORMENT
sible que la vegetal, pero hay más vegetales que animales ; y hay
entes inertes en mayor cantidad que los vivientes, pero son siem­
pre menos importantes. Parece que también orurre algo parecido
en las cualidades humanas y actividades culturales, artísticas,
cien­
tíficas, políticas, etc. Es un hecho indiscutible que son pocos los
artistas geniales,
los investigadores creativos, los políticos influ­
yentes decisivamente en la historia. Igual que en el mundo natural,
en el mundo cultural, lo que es más perfecto es siempre
más par­
ticular, y
lo más común es lo menos privilegiado y menos digno
de estimación.
Respecto a esta
relación inversa entre perfección y cantidad,
que Santo Tomás presenta en una
objeción que él mismo se pre­
senta, responde que la comparad6n entre
lo más común y lo me­
nos común en el orden natural, y lo más común y lo menos común
en el sobrenatural, no
es válida, porque no es siempre la escasez
o
menor cantidad lo que revela una mayor perfección sobre lo que
es abundante, sino el ser fin respecto a unos medios (21). Por
tanto, no
se cumple siempre que lo menos común es lo más per­
fecto, tal. como en
cambio parece seguirse de la objeción. Si todas
las ciencias y las artes
se ordenan a la felicidad personal, según el
texto anterior de Santo Tomás, se infiere que son menos perfec­
tas que la
persona humana, ya que están a su servicio. Sin em­
bargo, sus cultivadores los hay en menor número que el conjunto
de las personas.
En este orden natural, por tanto, lo menos común
se ordena, como medio a fin, a lo que es más común.
Cualquier creador en la vida cultural está al servicio de las
personas, de su felicidad, de lo buscado por todos los hombres.
Por ello, igualmente hay que afirmar que
lo más común, la per­
sona,
es Id más noble y perfecto. Ntt ,hay nada importante en
toda la cultura y en todas las creaciones .humanas, por originales
y geniales que sean, que tenga tanta importancia como
la vida
personal, como cada
hombre, en su vida personal. La persona es
lo máximo. La gran dignidad del hombre es poseer el ser perso­
nal, que hace que lo
más importante sea lo que tiene cualquier
hombre en cuanto persona.
(21) Ibfd., ad. 3.
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LA FUNCION DE CUIDAR
Todos los hombres; sólo por. ser hombres, son personas, y,
pdseen, por ello, una gran dignidad. Además, no es posible qne
el hombre deje
de serlo, porque es persona esencialmente. Ni
tampoco se puede ser persona en mayor o menor medida o grado.
Todo hombre, siempre y en cualquier circustancía, condición
o etapa de su vida, es, persona. Lo único que puede ocurrir es que
no se comporte como persona,-que·· no,-actúe de. acuerdo con su
ser personal. De ahí que, en el· lenguaje corriente, se hable de
«buenas
personas,. y «midas personas» para referirse al cumpli­
miento o incumplimiento de la norma moral ; presuponiéndose,
por tanto, que todos los hombres son personas, pero que hay unos
que
obran bien y otros mal.
Ya sea en el seno materno,
en la infancia, al final de la vida,
ya sea
en una situación de menor integridad física, moral o inte­
lectual, ya sea
en una condición de pobreza, física o cultural; ya
sea
en cualquier momento de la vida humana, tienen una idén­
tica y permanente dignidad, que se
deriva del hecho natural de
que son personas verdaderamente. Cualquiera que sea la condición
física, psíquica, moral, . social o religiosa, todos los hombres son
iguales
entre sí, precisamente por su dignidad personal, e idénti­
camente sujetos de derechos inviolables, que deben ser respetados.
Por suponer esta doctrina de la persona, la concepci6n: de
Virginia Henderson conduce a atender especialmente
a:1 paciente
concreto, a la persona
que está enferma, no al enfermo en sentido
genérico o abstracto .. Se reconoce(que: «aun en los ·casos de más
estrecha relaci6n entre dos seres humanos no se logra nunca una
comprensión completa»; sin embargo, «para comprender al pacien­
te es una característica de las mejores enfermeras. El análisis del
significado de las palabras del paciente, de su silencio, de su
ex­
presi6n, de sus movimientos, no cesa -nunca. Actuar de está-forma,
y hacerld con tal naturalidad que no dificulte el desarrollo de una
relación
constructiva entre la enfermera y el paciente, es un ver­
dadero arte» (22).
(22) ·V. HENDERSoN, Principios .Básicos de los .Cuidados ·de Enfermería,
ob. cit., pág. 12.
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EUDALDO FORMENT
Se reconooe también. ladesis filosófica de la individualidad
inexpresable de la
persona, que da razón de que cada persona sea
única e irreemplazable, y, por ellQ,.el hombre·tiene el nombre es­
pecial de persona, que apunta directamente a lo individual. Escri­
be Henderson que la enfermera «nunca podrá comprender· total­
mente a
una persona ni pro):>orcionarle todo lo que ésta necesite
para su bienestar.
Lo único, que puede hacer es ayudoria en aque­
llas actividades que contribuyen a ese estado que, para esa. per­
sona, significa salud o convalecencia de una enfermedad o la muer­
te sin sufrimiento»
(23 ).
Como CQnsecuencia, dice también que: «los cuidados básiCQs
de enfermería, considerados como un servicio derivado del análisis
de las necesidades humanas,
son. universalmente los mismos, por­
que todos tenemos necesidades
CQmunes ; sin embargo, varlan
constantemente _porque .cada persona interpreta a. su manera esas
necesidades». Por tanto, añade: «éstas se han de adaptar a las mo­
dalidades y a la idiosinctacia de cada persona» (24 ).
La máxima dignidad de la persona, que se ha espresado en
la tesis filosófica de que: «la persona
es lo' más perfecto de toda
la
naturaleza» (25), afirmada implícitamente en esta teoría de
enfermería,
explica que en la misma sea nuclear el respeto al pa­
ciente. Se sostiene en ella que:. «sólo en estados de absoluta de­
pendencia, como lo son .el coma o la postración extrema, se jus­
tifica que la enfermera decida
por el paciente, en lugar de con
el paciente, lo que es bueno para. él» (26).
4. La· feminidad, la maternidad y la eJ)Íertnería.
Explica la profesora Henderson que: «a la. enfermera se le ha
llamadd 'la madre profesional', y, que en. efecto, es CQIDO una
(23) Ibíd., pág. 12.
(24) lbíd.,
pág. 13.
(25) SANTO TOMÁS, Summa Theologiae, I, q. 29, a. 3, in c.
(26) V. HENDERSON, Principios Básicos de los Cuidados de Enfermería,
oh. cit., pág. 12.
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LA FUNCION DE CUIDAR
madre que responde a las .necesidades de su hijo» (27). Esta g"nial
sugerencia muestra que hay una . estrecha e íntima relación entre
los cuidados de la enfermetía y la maternidad, y en ¡µtimo término
con la feminidad.
Esta @tima copexjó¡, es insinuada por la profe­
sora
Aclaro al .decir: «la profesión de enfermería ha existido, de
acuerdo con sus
hist9riadores, desde el tiempo de las cavernas,
cuando
el hombre que volvía herido de la caza, era curado por la
mujer» (28).
Esta relación de
la función propia de la enfermería con la
característica de acoger .al ser humano, más propia de la feminida.d
-aunque también puede desarrollarla el varón, de ahí que exis­
tan enfermeros-se justifica asimismo por la doctrina filosófica
de la
persona. Se afirma en ella que la perfección de la persona
humana . no se encuentra reproducida en un único tipo de seres
distintos,
sino que está realizada de dos modos diversos, como
persona masculina
y como pers!>na femenina. H1>mbre y mujer son
iguales en cuanto personas y, oonsecuentemente, también en cuan­
to a dignidad. El ser hombre
!> mujer no comporta ninguna limi­
tación respecto a la persona y a su dignidad.
Esta igualdad fundamental, sin embargo,
no anula la diversi­
dad en cuanto a un modo o talante especial de realización de la
persona humana. Estas dos maneras
de ser persona humana im­
plican unos matices distintos, que deben tomarse como expresiones
peculiares de
un mismo grado de perfección, y que constituyen la
originitlidad masculina y la originalidad femenina.
La masculinidad y la feminidad son diferentes como valores
particulares de la persona humana, y, por ello, a su vez son com­
plementarios. De ahí que no sea posible. ~licar adecuadamente
lo que
es el ser personal del hombre sin referirse a lo femenino.
No son entre sí ni superiores, ni inferiores; pertenecen al mismo
valor personal, y en este sentido son iguales; y por expresarlo en
dos modalidades originales se
perfeccionan mutuamente.
La diversidad de la mujer no es meramente corpórea, por sus
(27) Ibíd., pág. 6.
(28) E. ADAMJ Hacia dónde .va. la enfermería, ob. cit., pág. vrr1.
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Fundaci\363n Speiro

EUDALDO FORMENT
rasgos somáticos o biológicos, ni tampoco, por aspectos psíquicos,
ni incluso por sus actitudes o reacciones propias -y caracteres exis­
tenciales, sino principal y fundamentalmente espiritual., Esta pro­
funda diversidad de orden
metafísico tespecto al hombre, que no
impide
la absoluta y profunda identidad personal en la persona es
la que explica las características o rasgos de la · feminidad.
La razón humana descubre que el alma de la persona es un
espíritu, o una substancia inmaterial, subsistente, que entiende y
ama. Este espíritu está unido substancialmente al cuerpo, ya que
por su misma naturaleza está destinado a informar lo corporal.
Su unión al cuerpo no
le compete accidentalmente, sino de un
modo esencial.
Sólo posee su perfección natural en cuanto unido
al cllerpo. De manera que el cuerpo y el· alma de la persona hu­
mana constituyen una unidad psicosomática. No conviven uno en
o con el otro, sino que unidos son
los dos constitutivos de la
única substancia completa personal.
Esta visión unitaria y globalizadora de la persona lo ofrecen
sólo las ciencias filosóficas,
ya que las ciencias experimentales no
están capacitadas para estudiar al hombte en este nivel de pro­
fundidad.
De ahí que si son consecuentes con sus datos que ma­
nejan y su metodología no pueden pronunciarse en ningún sen­
tido. La persona les sobrepasa. De esta concepción filosófka dé
la persona como un todo, en el que se' unifican· todas sus partes
esenciales, el cuerpo
y el espfritu; se desprenden tres consecueri~
cias muy importantes-.
La primera es que el alma humana Ó espíritu del hombr.e no
es una persona, no es el hombre, porque no es todo el compuesto
substancial humano.
Es una súbstancia incompleta, pues le es
esencial unirse al cuerpo. Al alma separada del CÚerpo, aunque es
incorruptible o inmortal, por no ser el hombre completo, no püe­
de denominarse persona. Además,
su vida sin el cuerpo está pro­
fundamente afectada.
La muerte no es, por consiguiente, la mera
corrupción del cuerpo, que permite
al alma continuar viviendo
como si la misma muerte no le afectase. Con ella muere el hom­
bre, la persona completa, no sólo el cuerpo, y aunque el alma no
se descompone o destruye, sufre también la muerte, pues no pierde
282
Fundaci\363n Speiro

LA FUNCION DE CUIDAR
la vida, es inmortal, pero conserva la aptitud y la tendencia a
unirse
al cuerpo, precisamente para. poder realizar sus operaciones
vitales
de un modo natural.
El segundo corolario de. esta doctrina antropológica integral
es el siguiente: aunque la persona humana no se reduce al cuerpó,
porque está animada por el espíritu, su cuerpo no es -algo acciden­
tal a la misma. El cuerpo es una de las dos pru:tes esenciales del
compuesto
personal unitario humano. La persona humana es es­
piritual y corporal.
El espíritu, por .sos características; posee una dignidad mayor
que el cuerpo, pero ello no implica que este ultimo no tenga va'
lor. Es un constitutivo de la persona y participa, por ello, de su
dignidad. Es precisamente la parte esencial del ser personal por
la que éste
se exterioriza. Por el cuerpo, la persona se expresa y
se manifiesta.
Por ello, el cuerpo humano
nd •es una cosa, un «objeto», y,
por tanto, un instrumento del que se pueda disponer. Tampoco,
por lo mismo, puede ser valorado como el cuerpo de los anima0
les, El. cuerpo del hombre tiene un valor incomparablemente
superior
al del animal, porque, aunque desde una estricta pers­
pectiva biológica pueda ser contemplado
igual. que el de los ani­
males,. no pertenece a su orden;; sino al de los seres personales.
Con la muerte, de
la misma manera que al alma separada no
puede considerarse como persona, aun siendo inmortal,
tal como
prueba la filosofía con m6ltiples argumentos racionales, al cuerpo
humano, ya sin espíritu, nd se le denomina cuerpo humano, sino
cadáver.
De esta doctrina metafísica sobre el · hombre se sigue, en ter­
cer lugar, que, por estar destinada cada alma a .informar a un
cuerpo determinado, es distinta de todas las demás. Toda alma
es individual, tiene unas características propias, o es singular. Por
ello, cada alma es proporcionada únicamente a un cuerpd y no a
otro. Cada alma está constituida· de tal modo que únicamente
se
corresponde y adapta a su cuerpo.
Si cada alma humana posee una consonancia: con el cuerpo al
que informa, y por esta acomodación· se distingue de las demás,
283
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EUDALDO FORMENT
y los cuerpos humanos son de varón y de mujer, se sigue que
habrá almas
mascrilinas y almas femeninas, según se adecuen a
uno u otro tipo
de cuerpo. Es consecuencia del materialismo vin­
cular la feminidad y la virilidad a lo corporal o a lo biol6gico, y
pdr tanto, como si fuesen dimensiones de la animalidad. Las ex­
presiones «hembra» y «macho» para referirse a la mujer y al va­
rón
serían un signo de esta actitud.
El alma masculina y el alma femenina no son, sin embargo,
dos especies del alma humana, sino dos modos de estar
la misma
esencia del alma en la realidad, que no
la diferencian en el orden
específico o inteligible. Si en lo seres inertes, las plantas y los
animales
se encuentran unas especies más petfectas que otras, no
ocurre igual en
el hombre;
El diverso modo de CQllCreción de la persona humana en el
hombre y en la mujer se manifiesta claramente en la paternidad,
propia de la persona humana.
La paternidad es común a ambos.
No obstante, aunque
· sean hombre y mujer padres de sus . hijos,
la paternidad de
la mujer es más profunda en ella. Los dos son
padres, pero
la maternidad es una paternidad más plena y, por
tanto,
más cualificada.
Gracias a
la maternidad se encuentra en la mujer una especial
capacidad de atención a
la persoru! concreta e individual, una acu­
sada sensibilidad para todo . lo humano, el ser más sensible al su­
frimiento que el varón, mostrando con ello, en definitiva, una
actitud
· de acogimiento y de cuidado del hombre en general que
es la que fundamenta toda la actividad de la enfermería.
Toda
la esencia de la mujer está imbuida por la maternidad,
y, por esto, en ella
es más ostensible la esencia de la persona y
del amor personal, que comporta la donaci6n o el convertirse a
sí mismo en don. Es indiscutible que la mujer es más amable que
el hombre,. que procura ser más · simpática,· que tiene una mayor
ternura y una mayor paciencia. Intenta .ser siempre atractiva y no
únicamente en
lo físico, sino también .. en lo espiritual. De ah! lo
desagradable que resulta una mujer antipática, agresiva
y huraña.
La. dimensi6n maternal, y, por tanto, la actitud de solicitud,
es esencial de la feminidad, y a su· vez estos valores particulares
284
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LA FUNCION DE CUIDA-R
que origina, se dan en todas las etapas de la vida ,de la mujer,
tanto en
la juventud como en la madurez. También se hallan en
las mujeres que no se casan, pues incluso en ellas se puede ex­
presar la maternidad de un modo distinto al físico, y les es posi­
ble dedicarse más plenamente y de
un modo más amplio aLser
humano, manteniendo su
disponibilidad y solicitud.
La maternidad está unida a la copstitución metafísica de la
mujer.
La enfermera expresa su maternidad, propia de toda mu­
jer, en
la solicitud por la persona humana que más la necesita. En
razón de su feminidad puede serle confiado el ser humano en una
situación más débil, comd es el enfermo. Este advierte intuitiva­
mente la fortaleza
de su feminidad-maternidad para acogerle y
ayudarle. Si, por consiguiente, en la mujer es más manifiesta
. la esencia
personal
del ser humano, por su donación de sí misma y por su
solicitud maternal, que
impregnan todas sus acciones, desde el
principio hasta el final
de su vida, en la profesión de enfermera,
que existe desde la
aparición de la mujer, y cuyo constitutivo
formal
es el ayudar, se hace más ostensible la feminidad y la mis­
ma personalidad humana. La enfermera, filosóficamente, en este
sentido, es más persona y 'más fem~ina.
5. Los cuidados y · el amor de benevolencia.
También hace notar Virginia Henderson, con·gran sentido co­
mún, que: «la enfermera debidamente preparada tiene oportoni­
dad, mientras presta sus servicios básicos,
de escuchar al paciente,
de conocer su idiosincracia
y la de sus familiares, de determinar
sus necesidades y de captarse
la confianza que tan esencial es para
la mayor eficacia
de los cuidados de enfermería» (29).
Este texto
y otros parecidos .de la. admirable profesora se com­
prenden si se advierte que la actividad de cuidar, propia de la
(29) ·V. liEmmRSON~ Principios -Básicos de los Cuidados de Enfermería,
ob, cit., pág. 64.
285
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EUDALDO FORMENT
zar su profesi6n, hace un bien al que sufre.
Además, muchas veces,
hace este bien sufriendo.
Este bien,
realizado siempre con sacrificio, es el efecto de un
amor de la. enfermera, que fi!ds6ficamente se denomina amor de
benevolencia, que
está relacionado con el amor de amistad.
' La vida personal es la que posibilita el amor de amistad, por­
que la
amistad se funda en la comunicaci6n en la vida humana.
La amistad se expresa y manifiesta en una donaci6n de lo· más
propio: la vida. La comunicaci6n de vida es un poner la vida en
un· común vivir, en una vida c0mU11_. Esta convivencia no eS el
compartimiento de la vida sensible o animal. La vida que se . co­
munica en la amistad es la vida personal.
El amor de amistad requiere la posibilidad de esta comunica­
ci6n de vida, de vida personal. Tal comuni6n no
es la comunidad
en
la vida humaoa, universalmente entendida, sino de uni6n de
vida personal singular, asumida por cada persona en su conciencia
y que es irrepetible. La. amistad implica la posibilidad de entrar
en comuni6n de vida con esta persona en su vida
·personal. Los
di~tintos grados que admite. la amistad se fun.dan en la mayor o
menor compenetración entre los amigos, en su más o menos per­
fecta comunicaci6n o convivencia. La amistad va del hombre, en
cuanto ente personal, a otro hombre, en cuanto ente personal,
fundándose en que tienen una vida en común.
Solamente puede tenerse amistad con las personas; y
precisa­
mente por su vida personal. Se pnede, por ello, definir al enre
personal, aunque no sea una definición de sus constitutivos meta­
físicos, pero que se refiere a algo que es esencial a la persona, en
cuanto que s6lo ella
es así, diciendo que la persona es el ente que
es sujeto y término de amor de
amistad, o qi:fe es capaz de amar
y ser amado con amor· de amistad.
El amor de amistad, que
s6ld puede tenerse a las ·personas, se
relaciona con otros dos tipos de amor volitivo: el amor de con­
cupiscencia
y el amor de benevolencia. El amor de concupiscencia
es «querer un bien» para sí, es decir, algo deleitable o útil, que
286
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LA FUNCION DB CUIDAR
perfecciona ·en. la vida personal. El: amor de concupiscencia es el
amor de deseo,
de posesión para sí (30.).
El término latino «concupiscere» significa desear, pero, en el
lenguaje posterior adquirió una connotación de desorden. Sin em­
bargo, «concupiscencia»
de suyo il.esigna el deseo de· cosas para
uno.
En sí mismd el nombre no implica desorden,·.sino unas exi­
gencias de
un ente, que es finito, pero que está aspirando a ple­
nitudes en
. todos los órdenes.
· Después,. el mismo nombre significó algo que sugiere inmedia­
tamente desorden
y egoísmo, el no querer más que para uno,
quererlo
al margen de la perfección moral y antepdniendo el .propio
deleite,
etc!; porque, si sólo se tiene amor de concupiscencia y no
se posee además el amor de benevolencia y de amistal, no se sigue
el orden que reclama la persona, no se vive el modo de amor que
compete al ente personal.
El amor de deseo para sí, el amor de concupiscencia, no es
ilícito,
pero sin el amor de benevolencia y el amor de amistad, o
sin amor de caridad; no hace feliz ni es perfeccionante. Además
de · ser infructuoso solo si se permanece en él se convierte. en con­
cupiscencia desordenada. Para
significarle. se emplea el mismo tér­
mino de concupiscencia,
porque, nd desordenado, el amor de deseo
es legítimo, e incluso
puede · décirse · que es algo exigido · por el
ente
personal. La persona tiende por naturaleza y aspira constitu­
tivamente,
por ello, a ser feliz, a ser perfecto, y tal aspiración es
un amor
de concupiscencia, un amor de deseo para mí.
Esta dimensión; profundamente intrínseca al ente personal, de
aspiración a
la perfección y il la felicidad, y, por tanto, a la con­
vivencia .con los demás, y, en definitiva, al bien, por la que se
quiere
lo bueno para sí mismd, debe trascenderse, para no ser
desordenada, con
el querer lo bueno para los otros. Esta nueva
destinación
del querer, que se da en el amor de benevolencia,
aunque quede
saperado el riesgo de egoísmo o· de ·cerrazón, no· es
suficiente para caracterizar
el amor que sirve · para definir al ente
personal. Para ello, es necesario qúe a este amor de benevolencia
(30) Véase: Sro. ToMÁS, Sum-miJ Theologiae, I-II, q. 26; i· IJ.II, q. 27.
287
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EUDALDO FORMENT
se añada la correspondencia, pues no basta .que sólo una persona
ame, ni que la otra simplemente se deje querer; el amor tiene que
ser mutuo; la
benevolencia bilateral, y, además, la uni6n afectiva,
que origina la
comunicaci6n · de vida.
La persona es
un ente que por naturaleza requiere, además del
amor de deseo,
el amor de benevolencia, «el querer un bien para
otro» amor de
entrega y desprendimiento, completamente desinte­
resado,
en el que s6lo se busca el bien de los demás ; y también
el amor de amistad, que añade a la benevolencia recíproca la uni6n
afectuosa,
el que afectivamente su sujeto se transforme en el ami­
go, aunque
real y efectivamente ambos continúen conservando su
propio ser.
De manera que se quiere y se obra para el otro como
si se hiciera en
favor de sí mismo, de tal modo que el amigo es
como otro yo, y pueda así conseguirse una comuni6n de vida per­
sonal.
La persona humana requiere el amor humano de benevolencia
y en su grado
más perfecto de amistad, no s6lo en cuanto es ca­
paz de ser amada· con amor de amistad o querida por sí misma,
sino también porque
es capaz de amar con este amor, que implica
la donaci6n de sí mismo d el ser ·para el otro. Para comportarse
de acuerdo con
lo que es la persona humana, debe procurar la en­
trega de
s! misma a los demás. Podría incluso definirse a la per­
sona como «un ser que se
convierte en don de sí».
La propia perfecci6n de la persona exige esta entrega, porque
todos los seres tienden a comunicar su bien. Como explica Santo
Tomás: «los seres
de la naturaleza no sólo se inclinan a su propio
bien, para adquirirlo cuando
nd lo tienen y disfrutarlo cuando lo
poseen, sino también para difundir el bien propio en otros; según
puedan» ( 31).
La persona neéesita expansionarse o comunicarse en
el más alto gtado posible,
y puede hacerlo en el amor personal.
Las personas humanas reclaman el amor, o como decía el fil6-
sofo catalán Bofill: «no están hechas para la soledad», porque
«la misma necesidad metafísica que les empuja a la prefecci6n, les
obliga
· a salir de sí; ya para buscar la ayuda de los demás, ya
(31) SANTO ToMÁS, Summa Theologiae, I, q. 79, a. 2.
288
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LA FUNCION DE CUIDAR
cuandd han alcanzado su perfección, para difundirla a su alrededor;
porque tan sólo
en el dar se justifica el poseer» (32). El amor
ocupa toda
la vida del hombre. Si es ordenado, consigue la felici­
dad, si es desordenado, la desdicha.
La atención y cuidado que necesita el paciente no es meramen­
te
la que pueda darle la competencia profesional y técnica de
la enfermera. La asistencia sanitaria de la enfermería es. necesaria
pero no suficiente. El paciente, y precisamente por serlo, .tiene
una
gran necesidad de afecto. Los tratamientos sanitarios y los
cuidados médicos,
por muy importantes e imprescindibles que
sean,
no pueden reemplzar de ningún modo la acogida, la com­
pañía y en definitiva el amor humano.
Entre los cuidados que presta la enfermera puede incluirse, y
precisamente como siendo
el alma de todos ellos, el mostrar el
calor humano. La enfermera tiene que ser cada vez más sensible
a los sufrimientos
de los pacientes. El servicio al enfermo debe
incluir
Ja apertura del corazón a las necesidades . de la persona
humana que sufre
en el cuerpo. Además, la enfermera necesita
para ayudar a sus pacientes tomar conciencia del sufrimiento
en
todas sus dimensiones, física, moral y espiritual. Procurar, por
tanto, la salud integral ..
No puede decirse que el mostrat y tener un corazón humano
sea
un deber profesional de la enfermera, pero sin corazón no es
posible lograr los objetivos de los cuidados de la enfermería, por­
que al paciente le faltará la confianza y
la ésperanza. La solicitud
para los que sufren, el cuidado atento y minucioso al paciente, sólo
es posible desde
la generosidad, que nace del amor.
La vocación de enfermera exige el compromiso de dedicarse
al cuidado del enfermo, a
no prestar s6lo una asistencia de enfer­
mería,
sino a proporcionarle también 'calor humano y apoyo en
el camino de
la vida hacia la madurez y ello por. la cónsideraci6n
del enfermo como el objeto primario y principal de la profesión.
La enfermeta sabe que sus pacientes son objeto de consideración,
de respeto y
de amor, porque son personas humanas.
(32) J. BoFFILL, La escala de los seres, Barcelona, Cristiandad, 1967~
pág. 125.
289
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EUDALDO FORMENT
6. La asistencia. integral.
Tal como escribía la creadora de Ja moderna eofermería, Flo­
rence Nightingale: «se piensa a menudo queJa medicina es el pro­
cesd curativo. No es tal cosa; medicina .es la cirugía de funciones,
como cirugía propia
es la de miembros y órganos, Nunca puede
hacer
nada, sino quitar obsrruccione&¡ nunca puede curar; la na­
turaleza cura sola ( ... ). Y .lo que . tiene que hacer la enfermería
en
ese. caso es poner al paciente· en las mejores condiciones. para
que la naruraleza actúe sola»
(33). Lo que coincide con la tesis
filosófica de que: «en el enfermo está el principio natural de la
salud,
al. cual se le prestan auxilios para completar la salud» {34 ),
y, por ello, hay que «tratar de sanar. al enfermo de acuerdo a su
naturaleza» (35).
Para ayudar al paciente en su propio proceso
curativo, la en­
fermera tiene que prestarle unos cuidados profesionales, que, como
se ha dicho, catorce de ellos son básicos, y tiene además que .amar­
le con · amor de benevolencia, propio de la mujer en su dimensión
rr.aternal. En esta solícita asistencia, .la eofermera deberá igual­
mente tener en cuenta que tanto los cuidados básicos como el
afecto auténtico y sincero que . dedica al enfermo tienen que estar
referidos a toda la persona. La eofermera no cuida a una parte
dañada del cuerpo, ni a todo el cuerpo humano, sino. a toda la
persona en su integridad.
Siguiendo también la doctrina
de enfermería de Henderson
puede decirse que: «las catorce necesidades
básiéas tienen· muchas
ramificaciones diferentes, de acuerdo
con .el estado de salud del
individuo, la madurez
y las cosrumbres personales y culrurales.
Cada una de las necesidades fundamentales tiene una dimensión
biológica, fisiológica, psicológica, sociológica y culrural». Además,
(33) F. NrGHTINGAtB, Notes on.Nursing: What It Is and and What lt
Is Not, en E. -ADAM, Hacia. dónde va la enfermeria, ob. _cit.~ pág, 3,
(34) SANTO ToMÁS, De unitate intellectus contra averroistas? c. 5. Cf.
Idem, Quaestiofles Disputatae. De Veritate, q. XI (De Magistro).
(35) Ib!d.
290
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LA FUNCION DE CUIDAR
«las . catorce· necesidades· forman un todo; considerar cualquiera
de ellas excluyendo a las otras; es negar .eltodo y tratar de sepa­
rar las necesidades físicas de las psíquicas ;. es no . .sólo una pérdida
de tiempo, sino algo claramente perjudicial» .. De·ah! que: «cuando
las catorce necesidades se ven como un todo,Jlega a ser bastante
inútil discutir sobre la salud física y salud mental, como si ambas
pudieran estar separadas» (36).
Es muy cierto, comd recuerda la profesora Adam que «la rela­
ción
de servicio no es exclusiva de ninguna disciplina. Todos los
miembros del equipo de salud están
enterados de la importancia
de establecer y mantener una relación de servicio' con el deseo de
ofrecerlo en un ambiente de ·confianza mutua y abierta comunica­
ción. La enfermería no
es la excepción; la profesión ha reconoci­
do hace tiempo la importancia de
la relación interpersonal· entre
el paciente
.y la enfermera». Pero en enfermería tiene una impor­
tancia extraordinaria ;
es como «un hilo integral del tejido .de la
profesión de enfermería, sin el cual, la enfermera no puede conse­
guir su objetivo determinado» (37) ..
Sin duda es indiscutible que la relación de servicio es esencial
en
la enfermería, y, por ello, «algunas de las actitudes necesarias
para ayudar a otros
(simpatía, .respeto, autenticidad, especificidad,
confrontación, urgencia) han
sidd siempre ·muy valoradas en· en­
fermería» (38).
La ayuda que presta la enfermera es a la persona en su inte­
gridad. El objetivo de sus cuidados
es la totalidad del set personal,
puesto que nada en él puede
set completamente separado de la
totalidad.
Lo que podríá denominarse esplritu de servicio, que es nuclear
en la función de
la enfermería, debe dirigirse hácia la salud inte­
gral de la persona humana, que implica nd sólo la salud física, ~ino
también la espiritual. Si hay que atender a las necesidades de lá
persona humana, tal como exige su dignidad, debe procurarse a
este bienestar integral.
(36) E. AnAM, Hada d6nde va la enfermerla, oh. cit., páts. 23°24.
(37) Ibld., pág. 47.
(38) Ibid., pág. 49.
291
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EUDALDO FORMENT
Muchas veces la enfermera podrá ayudar a descubrir el sentido
de
la vida humana, que, quizás por la especial situación en que
se encuentra
el paciente, necesita de una manera más apremiante.
El conocer el sentido de la realidad,· de la vida del ser humano Y
de su mismo dolor es muy importante para la persona. Se podría
incluso decir que es lo importante.
Según
el profesor Frankl, catedrático de neurología y psiquia­
tría en la Universidad de Viena, fundador de la logoterapia, la
tercera escuela' vienesa de psicoterapia, que ha aparecidd después
de
la psicología individual del psicoanálisis, hay una relación di­
recta entre
la neurosis y el sentimiento de carencia de sentido.
Idéntica relación guardan muchas depresiones, tan frecuentes
en nuestra época, porque «la . sociedad industrial aspira a satisfa­
cer todas las necesidades
del hombre, es más, como sociedad de
cdnsumo, hasta produce algunas necesidades para luego poderlas
satisfacer; sólo
una necesidad queda sin ser satisfecha, a saber, la
necesidad más humana de todas las necesidades humanas, es decir,
aquella necesidad del hombre que yo llamo su ºvoluntad de senti­
do': ésta en medida muy amplia permanece frustrada» (39).
Este sentimiento
de vacío. se manifiesta en el aburrimiento y
en la
indiferencia, «podemos definir el aburrimiento como una fal­
ta de intereses y la indiferencia ·comd una falta de iniciativa».
Añade que en este vacío existencial «amenaza con proliferar aque­
lla tríada neurótica de masas que
se compone de depresión, adic­
ción y agresión, lo que significa. prácticamente: suicidio, en el sen­
tido estricto de
la palabra, suicidio crónico en el sentido de la
drogodependencia y sobre todo violencia incluso contra otros» ( 40).
Frente
al psicoanálisis y a la psicología individual de Adler, es
decir,
la psicología profunda, propone la psicología' de tittura. «De
hecho esfa psicología más cdmpleta concentra su atención · en los
fenómenos
esPecíficamente humanos, como son el deseo del hom­
bre de encontrar un· sentido para su vida y hacerlo realidad o
aquellas situaciones de la vida de los individuos que
le obligan al
(39) VfcToR E. FP.ANKL, Logotera'PUI y -análisis existencial, Barcelona>
Herder, 1990, pág. 277.
(40) Ihíd., pág. 280.
292
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LA F!]NCION DE CUIDAR
hombre a enfrentarse consigo mismo» ( 41 ). Deseo que denomina
voluntad de sentido.
Para no caer en un vaclo existencial, y en el abu"itniento y la
apatía que le acompañan, es preciso encontrar un sentido. «Si
indagamos c6mo se
comporta el hombre de la calle en su búsque­
da del sentido, descubrimos que .existen .tres caminos principales
que conducen a la realizaci6n · del sentido: el primero consiste en
llevar a cabd una acci6n o crear una obra; el segundo supone ex­
perimentar algo o encontrarse con alguien; en otras palabras, el
sentido puede hallarse no s6lo en el traba¡o, sino tambiél¡s en el
amor. Sin embargo, el camino más importante es el tercero: al
tener que enfrentamos a un destino que no está en nuestras
ma­
nos cambiar, nos sentimos interpelados a sobreponernos a noso­
tros mismos. Y esto es igualmente aplicable a los tres componentes
de la
'tríada trágica' -dolor, culpa y muerte--, hasta el punto
de que
podemos convertir el sufrimi<'.nto en una realizació11 y un
logro humanos,
deducir de la culpa la oportunidad de cambiar a
mejor,
y ver en la·transitoriedad de la vida un incentivo para ac­
tuar de manera responsable» ( 42).
7. La misericordia, plenitud de la ayuda.
El progreso de las ciencias y técnicas médicas, la socialización
de· la medicina, los. problemas de la sanidad, con sus dimensiones
políticas, legislativas
y econ6micas, y la problem~tica de la salud
o del bienestar
físico, psíquico y espiritual, hacen que el 111undo
de la sanidad sea muy amplio y complejo. Su acción es importan­
tísima,
porque afecta directamente al bien de la persona y al .bien
de la sociedad. Además tiene implicaciones morales, éticas y reli­
giosas y afecta a los derechos humanos.
No obstante,
más allá de todo este conjunto de intereses e
intenciones
lo más urgente es el cuidado. o atención a los enfermos.
(41) Ib!d., pág. 283.
(42)
Ib!d., pág. 286.
293
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EUDALDO FORMENT
De esta atención hacia los que sufren se ocupa de un .modo espe­
cial la enfermería .
. En el camino de·· la . vida parece que ull' paso inevitable es el
del sufrimiento. El dolor con· el que nos topamos todos supone
una «prueba», un momento muy difícil _para el ser humano. El
sufrimiento · representa un atentado al equilibrio, a la serenidad y
puede, por ello, ¡,,,óvocar una profunda crisis de valores. Además,
muchas veces le acompaña
el aislamiento, la marginación y, en
definitiva,
la soledad.·
Cuidar a lá persona en los trances · de dolor no es una tarea
fácil, porque, junto con los cuidados asistenciales .fundamentales,
hay que procurar que
no se sienta sola, que tenga esperanza, y
aliviarle
en todos los aspectos sus sufrimientos ; en otras. palabras
ser
compasivos, compartir su dolor, llevando una parte de su peso.
Hay que· rodear· al enfermo de cuidados y de ternura, de todo
aquello que pueda contribuir·
a su salud corporal y a la paz de su
alma.
Todos los cuidados deben evitar el peor de los males de la
persona humana: la disesperaci6il. Nunca la enfermedad debe lle­
var a una pérdida total
de la esperanza.
El servicio que presta la enfermera, al que se siente llamada
por vocación profesional, sólo tiene sentido como una actuación
de amor,
de dar todo a todos los enfermos, aceptando incluso el
sacrificio. El sufrimiento que está presente en el mundo es el que
ha provocado este amor y. por ello, si el corazón de la enfermera
no está abierto a
la compcrsión, al dolor de otra persona si no es
generoso, no
podrá ayudarle en sentido pleno. Con sus cuidados
sanitarios
le hará uh bien, pero no todo el b1en posible, porque
le faltará el amor de benevolencia, que también necesita.
·Además, no· cumplirá perfectamente su misión que es, en defi­
nitivá, la ·de darse ella misma. La enfermera no se realiza plena­
mente como tal, e incluso como· persona humana, sino es don de
sí. Viviendo en donación, deseando hacer felices a los enfermos,
la enfermera irradia esperanza, da calor humano y provoca una
gran confianza,
un gran respeto y una peculiar admiración por su
dignidad como auténtica persona humana.
A esta actitud de la enfermera parece aludir
Virginiá Hender-
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LA FUNCION DE CUII)AR
son, al decir: «la·.determinación de. las necesidades del paciente
exige
entre otras · cosas sensibilidad, conocimientos y buen crite­
rio;
y la adaptación de los procedimientos de enfermería, incluso
los más sencillos, a las necesidades particulares del paciente,
re­
quiere con frecuencia una competencia considerable» ( 43 ).
La sensibilidad ante la persona sufriente no se manifiesta con
un corazón cerrado
y endurej:Ído, sino en. la compasión activa,. en
la
misericordia que lleva a .cuidar de .la persona, en el cuidado de
enfermería en sentido
pleno. San Agustín definió la

virtud de la
misericordia diciendo que: «la misericordia
es la compasión de
la miseria ajena en nuestro corazón, por
la cual nos compele a
socorrer ,si podemos» (44 ). Esta definición se adapta .perfecta­
mente a
la sensibilidad. propia de la enfermera .que le conduce,a
compadecerse, a sentir aflicción o contristarse por el sufrimiento
ajeno (45),
y, sobre.todo, a.intentar remediarlo con sus cuidados.
La virtud propia de la enfermería es, por tanto, la misericordia,
El alivio del sufrimiento· por el
amor es quizás más difícil que
por
los . meros cuidados asistenciales. Se necesita también de la
virtud de la paciencia para el trato con los enfermos, porque mu­
chas veces su comportamiento no es. el normal o adecuado;. la· de
la mansedumbre,. que hace que se .evite la irritación; la afabilidad,
para tratar a todos con comprensión y simpatía, que nace de la
bondad, el darse a sLmismo sin esperar correspondencias u otros
,ompensaciones ..
La afabilidad o agradabilidad, que pfovoca siem,pre la simpatía
o afecto del otro, es un modo de wor, que por hacer cordial o
placentero el trato con los
demás; porque tiene por objeto propio
agradar, puede situarse en el
de benevolencia; No puede conside~
rarse como una de las clases de amor de amistad. ·
Si la amistad es un amor de benevolencia recíproco entre per­
sonas, causado por su semejanza eh un bien; amor que ·es una
unión afectuosa de una persona ·con· otra, que ocasiona uria mutua
(43) V. HENDERSON, Principios Básicos de los Cuidados de Enfermería~
ob. cit., pág. 64, ·
(44) · SAN AGUSTÍN, La Ciudad de Dios, IX, 5, ML XVI, 261.
(45) Véase: STO. TOMÁS, Summa Tbeologiae, II-II, q. 30.
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EUDALDO FORMENT
inhesión afectiva entre ellas y_ una comunicación de vida personal,
tales cualidades
no son esenciales en la. cordialidad o_ afabilidad.
Esta
última no requiere ni la reciprocidad ni la comunicación. Uni­
camente la benevolencia
.o el querer el bien del otrd, _porque es
bien de éste, de una persona_
En cuanto virtud, la afabilidad o amabilidad es conforme y
conveniente a
la naturaleza humana, ya que su fundamento es que:
«entre todos los hombres reina naturalmente un. cierto amot na­
tural» (46). También como virtud se adquiere. El profesor Vallejo­
Nágera, que definía
la amabilidad como «en estar también pen­
diente de los demás, y no sólo
de sí mismo» y la simpatía por «la
capacidad de sintonización afectiva
-contagiarse del estado _de
ánimo de los demás--, y poder de irtadiación afectiva -teñir a
los otros de nuestros propios
sentimientos--», afirmaba que, los
que tienen dificultad en esta
comunicaci6h sentimental, «si se es­
meran en mantener constanteml!nte ese tono amable, en pocas
semanas notarán que se van haciendo más y más simpáticos. Es
un esfuerzo que vale la pena. En realidad cuesta el mismo traba¡o
ser simpático que ser antipático.
Es mucho más rentable id pri­
mero. No tiene
más que ventajas» (47).
La cordialidad no.es un deber en sentido estricto, y, por tanto,
no
es exigible en la persona. Pero en la enfermera es un deber de
buena profesional, porque es•un medio excelente para su,función
propia
de atención y cuidado vigilante del enfermo que tiene que
ayudar para que recobre
la salud.
Insistía el famoso ,psiquiatra que: «conviene ser amable
per­
manentemente, en la · oficina, en casa con su mujer· o sus hijos,
hasta consigo mismo cuando se mire en el espejo. Débe lograr
que esta actitud fotme
una segunda naturaleza, que sea una reac­
ción espootánea», es•-decir, una virtud. Sobre sus ventajas precisa,
en su habitual estild coloquial: «no le va a
servir sólo para hacer
mejor efecto en sus actuaciones públicas, se
va a quedar asombra-
(46) SANTO ToMÁS, Summa Theo/ogiae, II-II, q. 114, a. 1, ad. 2.
(47) JUAN Amomo VALLEJo-NAGERA, Aprender a hablar en público
hoy, Barcelona, Planeta, 1990, pág. 40.
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LA FUNCION DE CUIDAR
do de cómo cambia el curso de su vida en un sentido positivo.
Encima va a estar muchos más contento, mejora su imagen pú­
blica y, si es
cristiano, cumple con un precepto fundamental de
su religión.
¿ Qué más quiere como recompensa a un pequeño es­
fuetza? » (48).
Al convertirse en un hábito la amabilidad, se convierte en algo
natural
en el sujeto y de este modo puede seguirse lo que el. pro­
fesor denomina
la regla de oro de las relaciones humanas. «La
regla áurea es sencillísima:
la naturalidad». Por ello, aconsejaba:
«sea usted mismo, incluso con sus defectl)s. No pretenda repre­
sentar ningún
papel, no finja: sea usted mismo . . . un poquito
mejorado, pero manteniendo su identidad» ( 49).
Añadía que cualquier persona, sea
de la condición scicial que
sea, «si se dirige a usted con sencillez, con naturalidad, si
no finje
nada, si no pretende nada, siempre notará
una inclinación de sim­
patía hacia esa persona. En cambio, qué difícil conseguir que caiga
bien un pedante o
un afectado» (50).
En el caso concreto de una actuación profesional lo esencial
es el logro
de unos objetivos profesionales en los demás, como es
que recuperen la salud
por los cuidados profesionales. «Si además
conseguimos su admiración, mejor aún. Pero, ¡entiéndalo bien!,
queda como
factor secundatio, se alcanza por añadidura, nunca
como meta inicial» (51
).
Además de su valor para la convivencia humana, la afabilidad,
lo tiene también para el ejercicid de una profesión como la enfer­
mería, que siempre será esencialmente dirigida a los demás. Como
explicaba un moralista en los años cincuen.ta: «sus actos son va­
riadísimos, y todos excitan la simpatía y cariño de cuantos nos
rodean. La benignidad, el
trato delicado, la alabanza sencilla y
natural, el
buen tec1bimientd, la indulgencia, el agradecimiento
manifestado con entusiasmos,
la exquisita educación y urbanidad
en palabras
y modales, etc., ejercen un poder de seducción y siro-
(48) Ibld., pág. 42.
(49)
Ibfd., págs. 29-30.
(50) Ibfd., pág. 30.
(51) Ibld.,
pág. 31.
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EUDALDO FORMENT
pada en tomo nuestro, que con ningún otro procedimiento se
podría obtener tan segura y fácilmente. Con razón escribió Gou­
no'd que 'el hombre se inclina ante el talento, .pero sólo se arrodi­
lla ante la bondad'» (52).
La afabilidad tiene, como toda virtud, dos vicios opuestos.
Uno
por exceso: la adulación. Consiste también en procurar agra­
dar al otro, pero con ello se busca algún beneficio. Aunque, a
veces, aun sin buscar
alguna ventaja propia, con la afabilidad pue­
de darse exceso
y, por tanto, desorden, ya que no debe temerse,
en
caso necesario, desagradar por conseguir un nuevo bien o por
evitar un mal.
El otro vicio es por defecto de amabilidad o agradabilidad,
y se denomina litigid,
. tomando el término en el sentido del
llamado «espíritu de contradicción», que
implica la intención de
contristar. Por ello, es preferible excederse en la afabilidad, es
decir, caer, en la adulación, que no en el litigio, porque siempre
es mejor complacer que no entristecer.
La amabilidad supone la práctica de una serie de virtudes como
el proceder en todo con sumo tacto y · delicadeza, el conversar
siempre con
una sonrisa en los labios, el tener particular cuidado
de
no lastimar a nadie, el procurat no herir nunca con las pala­
bras, el dar siempre
el tiempo propio para ponerlo al servicio de
los demás, el ser complaciente, el ser desinteresado, la generosi­
dad; el agradecimiento; la compasión profunda, el no hablar de
manera imperiosa ni en tono de ironía o burla, la indulgencia, la
cortesía, el trato delicado, la paciencia, la mansedumbre, el disi­
mular las descortesías, los olvidos e impertinencias de los demás,
la sencillez, la alabanza sin adulación
de las cualidades ajenas, el
buen recibimiento, el acogimiento, la carencia de afectación, de
vanidad y de envidia, etc. · En definitiva, la afabilidad se mani­
fiesta en la bondad de corazón y en la práctica de la virtud fun­
damental de la humildad. Tal vez podrían compendiarse todas
estas virtudes diciendo que hay que hacer el bien a los demás.
(52) ANTONIO ROYO MARÍN, Teologia moral. Moral fundamental y es­
pecial, Madrid, BAC, 1957, pág. 718.
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LA FUNCION DE CUIDAR
8. La sabiduría del sufrimiento.
Los cuidados de la enfetmera sirven para aliviar los sufrimien­
tos humanos, mitigando el dolor,
y para hacet recobrar la salud.
La enfermera lo hace por la ·necesidad que siente en su interior.
Con
su vocación responde a las necesidades del hombre y de sus
sufrimientos. Con su actividad profesional logra acudir a la lla­
mada del que necesita de ella y de su 1llilOt. Sin este amor desin­
tetesado no tienen ya auténtico valor los servicios que se le prestan.
Todo ser humano puede necesitar de
los setvicios de la enfet­
mería; porque
el hombre siempre entra en el camino del sufri­
miento. Aunque se
veisas, el dolor acompaña siempre a la persona en su existencia.
El sufrimiento es más amplio que la enfetmedad, más comple­
jo, más enraizado en el set personal del hombre. La palabra su­
frimiento parece refetirse especialniente al hombre. El hombre
cuando sufre, a diferencia de los animales sabe que sufre
y se
pregunta el porqué. El sufrimiento del hombre no es idéntico al
de los animales, que también sufren por tener sentidos y sensibi­
lidad, porque
el dolor alcanza a sus facultades espirituales. El
sufrimiento en el hombre
es más profundo. Lo experimenta en ·el
fondo de su set, de una forma más interior y ·consciente. Es una
experiencia terrible y dramática.
El sufrimiento humano despierta la compasión,
pero también
atemoriza.
La. enfermeta debe vencer este temor, aunque sin per­
der el respeto que suscita siempre
el sufrimiento. La persona no
puede encontrar su
propia plenitud si no se entrega auténticamen­
te a los demás;
si no es sensible al sufrimiento ajeno, a la desgracia
de los demás.
La vida de la enfetmera en cuanto tal debe ser una vida de
misericordia,
de consolación, de participación del sufrimiento de
sus pacientes. Para
ello debe unir a la eficacia de sus cuidados
profesionales
los sentimientos de su corazón, como se ha dicho.
La enfermera está al lado del que sufre, al lado del hombre en
su sufrimiento,
y, por ello, tiene que cultivar la sensibilidad del
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EUDALDO FORMENT
corazón ante el sufrimiento ajeno, afinarla y a testimoniar su amor
en el dolor de los demás.
El paciente que sufre no sólo busca unas personas que reme­
dien sus males, profesionales que se hayan preparado o especiali­
zado en su curación y cuidados, sino también al ser
humano, que
le comprenda en toda su
integridad, que le ayude en su lucha
constante .contra
la enfermedad y el sufrimiento.
En la vida humana el sufrimiento, no obstante, tiene un valor,
que
es necesario que conozca la enfermera. Permite que la perso­
na que lo vive madure humanamente. Al paciente tocado por el
dolor le
es más fácil adquirir una sabiduría profunda sobre la
realidad del mundo y de
la vida, de captar lo que es esencial y
verdadero, a juzgar desde su auténtico valor
las. realidades hu­
manas, que muchas veces desde la superficialidad y la frivolidad
se ven
al revés. El dolor permite que pueda liberarse lo substan­
cial de
lo accidental. Incluso permite un mayor conocimiento de s(
rr.ismo, desde esta situación límite. El dolor es un medio para des­
cubrir la razón última de las cosas, para ser verdaderamente. filó­
sofo. El dolor purifica de la ignorancia y de la maldad.
El
mal del sufrimiento es un misterio, pero sabemos que com­
porta unos bienes, que le dan un cierto sentido. Con el dolor la
vida se hace más profunda, más sincera, más solidaria con los
otros que sufren y
con toda la humanidad, y sobre todo más ge­
nerosa. El sufrimiento enseña una misteriosa sabiduría inefable
que enriquece a quien
lo vive. En este aspecto personal el dolor
enriquece.
De estos bienes participa la enfermera. A diferencia de
otras profesiones,
en la de enfermería no hay el riesgo tan acusa­
do
de burocrativzci6n o de aridez.
El dolor es
un misterio, que trasciende al hombre, pero es
también profundamente humano, porque en él nos encontramos
a nosotros mismos.
El sufrimiento es purificaci6n no sólo para
uno mismo, sino también para los demás;
La enfermera se beneficia
del mismo
por su cercanía cotidiana con el dolor. El. sufrimiento
capacita para ser más humano.
Lds pacientes y sus enfermeras pueden descubrir en el mundo
del sufrimiento el valor · espiritual del · amor que se da, que es
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LA FUNCION DE CUIDAR
el sentido fundamental de la vida del· hombre, y que exalta la dig­
nidad de la persona humana. También queda patente la realidad
del espiritu, porque cada victoria· sobre la enfermedad representa
la victoria del esfuerzo de la inteligencia, de la dedicación, de la
voluntad y de la solicitud del corazón; es una victoria, del espí­
ritu.
Por el sufrimiento el hombre también puede mostrar la su­
perioridaJ de su espíritu sobre el cuerpo, porque desde su inha­
bilidad
corporal puede evidenciarse su madurez y grandeza in­
terior.
La enfermedad, con la necesidad de ser atendidos por los demás,
que comporta, lleva a una pérdida de cierta independencia,
una
falta de autosuficiencia, que puede sentirse como humillante ; por
esto decía Virginia Henderson que: «si la condición del paciente
es crítica y el
equipo que le atiende le merece confianza, puede
pedir que decidan por él, pero sin llegar nunca a sentir que está
a merced de los
otros» (53). La enfermera, por tanto, debe pro­
curar evitar la sensación deprimente ·que experimenta el paciente
de que está condenado a recibir ayuda
y asistencia de los demás,
mostrándole
que él mismo está ayudando a otros.
Sin embargo, esta carencia· de autonomía evita la caída en la
tentación, tan actual en nuestra época, de querer.liberárse de toda
dependencia, pensando
que en ello está lo esencial de la liber­
tad, cuando
en realidad se esclaviza así en la cárcel del egoísmo,
y se deja al hombre indefenso ante sus limitaciones y debilidades.
La verdadera libertad está en servir, no en vivir para-sí-mismo,
sino para-los-demás.
La libertad real está en servir al hombre, en
la libertad . que conoce muy bien la• enfermera.
El dolor enseña que la vida es un rlon precioso, que no se pue­
de malgastar. Enseña también que ninguna vida humana es una
vida aislada, que
ninguna persona es un verso sueltó, sino ·que
está entrelazada con las demás.
El eminente intelectual y escritor catalán José Tortas y Bages,
en su último escrito dedicado
al sufrimiento, afirma, por ello, que:
(53) V. HENDERSON, Principios Bdsicos de los Cuidados de· ·Enfermería,
ob. cit., pág. 8.
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EUDALDO FORMENT
«el padecer enseña. Quien no lo conociera, no conocería la vida
en toda
su totalidad; el sufrimiento es parte imprescindible de
ella. As! como no hay en la tierra luz sin sombra, tampoco hay
vida sin sufrimiento» ( 54 ). De ahí que titulara esta monografía,
que termin6 en su lecho de agonía, el 7 de febrero de 1916, «La
ciencia del sufrimiento». Afirma en ella. que: «el sufrimiento pone
en evidencia muchas cosas, aclara la vista del entendimiento ( ...
).
El sufrimiento ha hecho más sabios que la filosofía» (55).
Añade que: «querer ignorarlo, taparlo con aparentes place­
res, hacerse la ilusi6n de que la vida solamente nos ha de propor­
cionar satisfacciones,
es un egaño contra la verdad, inventado por
cobardía»
(56 ). Por el conrrarid: «el sufrimiento o la contrariedad
son un ingrediente tan
!nrimo en la presente vida terrenal, que
sin
él se vuelve asquerosa y· hasta insoportable. No habría nada
peor, si esto fuese posible, que un hombre que no tuviese
nin­
gún dolor de cabeza, ninguna contrariedad, que todo fuese a su
placer, que nadie le contradijese, que todo el mundo le diese la
raz6n, que todo el mundo Je obsequiase, que al momento de te­
ner un gusto enseguida experimentase
su satisfacci6n; quien vi­
viera en esta atm6sfeia se ahogaría» (57).
Se explica también en este trabajo del autor · de La tradición
catalana la uni6n inseparable entre el dolor y el amor. «Quien
no sabe prácticamente lo que
es sufrir, difícilmente llegará al ver­
dadero amor, porque no hay amor sin dolor. Los más sublimes
amores (
... ) van siempre acompafiados de grandes dolores». Uno
de los motivos es porque: «el amor verdadero
es un sentimiento
purísimo, desinteresado,
y quien está poseído por él se da a· los
demás, olvidándose y sacrificándose a
sí · mismo, implicando en
aquel que lo practica, que se ha desprendido de todo egoísmo. Y
la destrucción del egoísmo se obtiene con
yiolencia, con la mor­
tificaci6n, con la penitencia. En la poesía, lo mismo en la sagrada
(54) J. TORRAS r BAGF.S, «La cieencia del parir», en Obras Completas,
Barcelona, Biblioteca Balmes, 1948, págs. 540, pág. 13.
(55) Ib(d., pág. 18.
(56) Ib!d., pág. 13.
(57) Ib!d., pág. 14.
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LA FUNCION DE CUIDAR
que en la profana, abUI\dan los gemidos de amor, que son la ex­
presión de la lucha. interna, del ahogamiento del egoísmo, la pe­
nosa resistencia del obstáculo» (58).
La enfermera .está en contacto directo e inmediato, más que
otros miembros
del grupo sanitario, con la innegable y tremenda
realidad del dolor, cuyo sentido no se comprende.
El sufrimiento
es un
misterio y la enfermera, en cuanto tal, no trata de entender­
lo, sino de
remediarlo. Por esta relación con el dolor, en un mundo
caracterizado por la sed insaciable de placer, dinero, éxito y po­
der, en definitiva por el egoísmo y la soberbia, y que parece.negar
el
hecho del sufrimiento, la enfermera puede tener una madurez
de la que carecen otras personas con mayores conocimientos cien­
tíficos, tal como se desprende del escrito de Torras y Bages.
La bondad. que infunde la enfermera es contagiosa. No sólo
el mal se
contagia o. comunica por contacto, sino también el bien.
Es muy
necesario, en este tiempo en que tanto parecen abundar
los males, que
se difunda el bien.
Además, siempre la labor
. de la enfermera es eficaz, lo qu~
quizá no ocurre en ninguna profesión. Si su actividad está bien
hecha, siempre
se encuentra coronada por el éxito. Si sus atencio­
nes no contribuyen a la curación del paciente, a que recobre su
salud, por
lo menos le habrá proporcionado alivio y consuelo.
Sólo con haber estado cerca del que sufre, compartiendo y
partí·
cipando
de su dolor, ya le ha confortado y en alguna manera ha
transformado su sufrimiento.
La profesión de enfermera lleva también una enorme carga
de
responsabilidad y de dificultad. No obstante, es una vocación
apasionante, porque por un lado proporciona
la satisfacción de
recibir la
confianza del que sufre y también la alegria de serle
útil; por otro, porque el mismo enfermo ayuda a
la enfermera a
crecer en generosidad y en madurar en humanidad e incluso en
espiritualidad. El buen trabajo
y la actitud respetuosa y amorosa de la en­
fermera tiene de alguna manera su recompensa: la gratitud de los
(58) Ibíd., pág. 25.
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enfermos. Los pacientes recuerdan siempre la competencia. y la
entrega generosa de la persona que les ha cuidado y que ha hecho
posible que
se atenuaran sus dolores, que recuperara su serenidad
o que pudiera reintegrarse a sus quehaceres habituales. Además, la
sociedad, aunque no lo suficiente, sabe apreciar la labor difícil y
fatigosa de la enfermera.
La enfermería también está menos expuesta que las demás
profesiones relacionadas con la sanidad al peligro de la
desbuma­
nizaci6n, de la sustitución de las relaciones humanas por la técni­
ca. Siempre, claro está, que la enfermera procure que se instauten
unas relaciones asistenciales personalizadas,
es decir, de cuidados
al paciente en todo su conjunto, tanto en la esfera
corporal como
la espiritual. Siempre que, por ello, la enfermera esté cerca de las
ansias y los temores del paciente y comparta también sus esperan­
zas. El espíritu de servicio de la enfermera tiene que convertirse
en
espíritu de humanidad, · y cada vez en una mayor nobleza,
hasta rozar con el valor de lo
sagrado.
La enfermería, así realizada, proporciona la paz y la serenidad,
que se comunica también a los pacientes, igual que a la propia
familia.
La enfermería, por este contenido profundamente huma­
no, más,,que una profesión se acerca a una vocaci6n religiosa.
Mis últimas .palabras, quieren ser, por ello, de respeto para
esta gran y especial profesión, cuya función propia es la de cuidar
al hombre, en
los sentidos y aspectos explicados; y también de
agradecimiento a todas las enfermeras
por sus cuidados a los seres
humanos cuando
más lo necesitan. En nombre de todo ellos:
muchas gracias.
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