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Número 303-304

Serie XXXI

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Thomas Molnar: The Church: Pilgrim of Centuries

INFORMACION BIBLIQGRAFICd.
ñol. es el conocido por el «Sacro Imperio», ni designar al Papa
Benedicto XV,
como «Benito XV», ni traducir Geneve, por Gé­
nova .. Tampoco cabe presentar la descendencia del emperador Car­
los VI, como la de «Carlos IV». Una editorial como Mondadori
no puede cometer estas
deficiencias, pues cuenta con medios más
que suficientes para evitarlo. . . .
GONZALO MUÑIZ VEGA.
Thomas Molnar: THE CHURCH: PILGRIM
OF CENTURIES
(*)
¿ Se puede escribir algo original sobre el estado actual del
Catolicismo y de :la Iglesia? Por cierto que proliferan obras ex­
haustivas y agudas sobre el tema. Una de ellas, «Iota Unum: un
estudio de las variantes en la Iglesia en el siglo XX» tiene esas
características y encuadra la cuestión con una cita definitoria de
Pablo VI extraída de su mensaje del 18
de febrero de 1976, al
final de su pontificado: «La Iglesia continuará su apertura y se
compatibilizará con el mundo desfigurando su propia naturaleza.
Pero su sustancia sobrenatural será. preservada, limitada a un resi­
duo mlnimo que permitirá perseguir su fin sobrenatural en el
mundo».
Aquí podría centrarse la clave del libro de. Molnar: la Iglesia
peregrina,
acosada hoy por el mundo, aunque no de frente sino
subrepticiamente, a través de la modernidad, la revolución,
el
liberalismo. La embestida progresista no podría ser ignorada dados
sus ribetes que llegan a ser violentos; sin embargo, hay
algo más
persistente, disfrazado, solapado y sutil que es el ablandamiento,
la infiltración de
lo secular, gradual y abiertamente, a través de la
cultura de
la época que todo lo penetra.
El embate constante de .una cultura laica, cientificista, filan­
trópica, permisiva, demagógica, ha hecho mella finalmente en el
catolicismo a fuerza de erosionar fieles, instituciones y hasta la
jerarquía, sin que
haya mediado una suficientemente enérgica ad­
vertencia del proceso por parte de la misma Roma. En ocasión de
celebrarse el centenario de la encíclica
Rerum novarum, tan ade-
(*) Reproducimos.de la revista argentina Gladius1 núm. 19., .Buenos Aires,
1991, págs. 153-164, el extenso comentario que al libro de nuesrru amigo y
colaborador Thomas Molnar, ha dedicado nuestro también amigo y colabora­
dor Patricio H. Randle. [William Erdmans Publishing C', Grand Rapids,
Michigan, 1990, 182 págs.].
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INFORMACION BIBL[OGRAFIC.A
cuada a su momento histórico, uno no podría dejar de preguntarse
cuál es la problemática · que equivalentemente conmueve nuestro
tiempo: ¿sigue siendo lo socio-económico o más bien se ha pro­
ducido un deslizamiento hacia
lo cultural?
Por el contrario, como afirma Molnar, «a los cat6licos se les
habla c()f1to si prácticamente no pertenecieri:rn a la Iglesia, como si
fueran independientes de ella y no estuvieran encudrados dentro
del
marco de su institución y magisterio». En efecto, ¿cuántas ve­
ces no se hacen salvedades
con una deliberada estrategia apostólica
para no ahuyentar a los no creyentes a costa de descuidar el propio
redil?
Es verdad que el consejo evangélico induce a buscar la
oveja descarriada, la que es capaz de arrepentimiento, pero no
propone hacerlo sistemáticamente a costa de dispersar la majada.
¿Sería Buen Pastor quien hiciera eso? ¿Arriesgaría perder
el rum­
bo de su grey?
Introducción .
. En ella el A. explica que se propone ·analizar la historia de la
Iglesia Católica en la segunda mitad del siglo XX. Aunque oficial­
mente se ha pretendido que nada grave sucedió en
tomo al Con­
cilio
Vaticano II, es innegable que su aplicación concreta ha afec­
tado la estabilidad
de la Iglesia y si a pesar de todo ésta es objeto
de reverencia es más a causa
de sus pasadas glorias que a la acep­
tación de su carácter sagrado.· Durante los últimos 25 años las
tensiones, pérdida de autc·ridad, concesiones, debilidades, desobe­
diencia
generalizada han introducido elemento~ nuevos y distor­
sionantes.
Sin duda que la desacralización generalizada de nuestra civili­
zación
-anunciada un siglo antes por Max Weber y otros-ha
gravitado considerablemente con
la consiguiente sacralizaci6n del
hombre, sus derechos, sus ideologias, sus estilos de
vida, sus op­
ciones sexuales. ·
Verdad es reconocer que los llamados «expertos» de la aplica"
ción conciliar ya han gastado todos sus argumentos y no se animan
a
exigir más aggiornamentos. Los rebeldes extremos han quedado
aislados exigiendo la supresión del celibato sacerdotal,
la ordena­
ción de mujeres, la libertad sexual, la liquidaci6n del patriarcalismo
y del sexismo, la posibilidad de elegir Papa a una mnjer.
En estos 25 últimos años la Iglesia ha experimentado un cam­
bio
en su devenir peregrino. De una mentalidad primero alarmada
y luego vacilante
tanto romo presta a hacer concesiones, ha pasa-
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INFORMACION BIBLIOGRA.FICA,.
do a otra a la. defensiva_ sintiéndose sitiada y sosteniendo posicio­
nes que no puede abandonar. De ali! que nuestro -A. crea que no
es irreal _ pronosticar un proceso de lenta restauracwn hacia una
suerte de equilibrio.
No por eso
se declara optimista habida cuenta de que no sa­
bemos todavía si hemos llegado al punto más bajo de esta. crisis.
Sin embargo, sostiene que la fe y la ortodoxia poseen una capaci,
dad de reacción de que el radicalismo alimentado de utopías ca­
rece.
Pero vayamos ahora al contenido concreto del libro,
CAPÍTULO I: La visión desde la ventana abierta. ( Se refiere a
la expresión de Juan
XXIII de que había que abrir las ven­
tanas para que entrara aire fresco en la Iglesia).
El punto de partida se fija hacia 1961,
el año en que una
encuesta
realizada en los Estados Unidos sobre eficiencia compa­
rada entre grandes organizaciones multinacionales dio como re­
sultado -que la única que-podía competir (y en muchds aspectos
superar) con General
Electric era la Iglesia- Católica Apostólica
Romana.
_Fue el año antes del Concilio. Aunque 30 años no sea
un lapso tan la.rgo como pasa hacer un juicio definitivo sobre las
cdnsecuencias del aggiornámento, menos aún en relación a la larga
historia de
la Iglesia, la gran pregunta es: ¿el proceso de adapta­
ción al mundo
moderno es una nueva forma de apostolado ... o es
más
bien la liquidación de la Iglesiá preconciliar . . . dirigida con­
tra_ formas tradicionaks de institucionalización y de autoridad?
En estos términos la formula Molnar.
Para ubicar mejor
_el te!lla el:A. estima necesario replantearse
la gran cuestión de las relaciones entre la Iglesia y el Estado. No
en vano la separación entre ambos, _a la cual· .nos hemos ido acos·.
tumbrado insensiblemente, ha tenido consecuencias muy graves.
Generalmente
se ha considerado que dicha separación era posi­
tiva .en cuanto libero a la. , Iglesia_ de subordinarse al· poder del
Estado. Pero, al hacerlo, se olvida que
ellocus. del poder no es
necesariamente el Estado, ni siquiera los ricos, sino que hoy el
verdadero poder reside en otro lugar:, en grupos de presión, par­
tidos y sindicatos organizados democráticamente, concentración
Je intereses económicos,_ asociaciones· inspiradas ideológicamente,
los mass media, la cultura de los héroes del momento ( del deporte
a la farándula)
con su masa de entusiastas fanáticos.
Por todo ello sería ingenuo suponer que con la redistribución
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INFORMACION BIBLJOGRA-FICA
democrática del pdcler político operada en el Occidente moderno
han
desaparecido las influencias sobre la Iglesia. Lo cierto es que,
hoy
día, existen lobbies mucho más podetosos, hay nuevos cen­
sores, nuevos tabúes, y al mismo tiempo nuevas categorías de
los «sin voz», que son legión.
El Estado moderno, por orra parte, se ha convertido en una
cuasi-Iglesia.
En los Estados Unidos, escribe Molnar, la primera
nación en incluir la separación de la Iglesia 'J el Estado en su
Constitución, se habla ya de 'humanismo secular' como un
sis­
tema de creencias prácticamente puesto .en vigor por los gobiernos
federal
y estaduales a través de canales tales como decisiones ju­
diciales, reparticiones públicas, textos escolares, universidades y
los medios de difusión. Se trata de la «filosofía pública» para
usar
la expresión de Waltet Lippmann, o de una «ortodoxia pú­
blica» impuesta semioficiahnente, diríamos nosotros.
Todo esto confirma
el ascenso extraordinario que ha registrado
la sociedad
ci~il en los últimos dos siglos como· fruto del contra­
to social emanado de la filosofía política de Hobbes, Grocio,
Locke y Rousseau al tiempo que el liberalismo proponía una
de­
finición de moralidad y de bien común diversa a la católica tra­
dicional.
En suma, se ha producido una redistribución de roles en la
relación triangular de Estado, Sociedad Civil e Iglesia. Ahora,
después de consumada
la separación de Iglesia y Estado, asisti­
mos al próximo y lógico paso: la separación de la lgelsia y la
Sociedad,
al menos en lo .que se refiete a las clases dirigentes.
Aunque
ya el Syllabus anatematizó a quienes abogaban por ha­
cer concesiones y compromisos con la ideología libetal que propi­
ciaba esta separación,
de hecho, _la Iglesia se ha ido acomodando a
la situación social cultural que la modernidad liberal ha creado.
Este proceso, largo y .complejo, tiene muchas maneras de ex­
plicarlo. Durante el siglo. XVIII la creciente y poderosa clase bur­
guesa comenzó por escuchar a pensadores como Spinoza, Hobbes,
Mandeville, Locke, Voltaire, Diderot y otro$. Nuevos intereses,
como operaciones financieras en vasta escala con las colonias-,-el
auge de la. Masonería, clubes y sociedades secretas, gravitaron en
la formulación
de programas pol!ticos al . tiempo que la fe y la
doctrina religiosa
se iba desentendiendo de estas aspiraciones.
Por
_otra parte, durante el siglo XlX se produjo la casi total
deserción de la clase obrera de
la Iglesia, asociándose a ésta con
el capitalismo
cruel. La emigración a las ciudades desarraigó a
los fieles de sus parroquias y su percepdón moral cambi6: el vi-
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
cio se hizo parte de la vida urbana .no castigado por Diós, ni por
la comunidad.
La Iglesia no encajó ya más en la sociedad moderna. De allí
que se pudiera llegar al colmo .cuando en una de las visitas del
Papa Juan Pablo
II a los Estados Unidos muchos obispos y laicos
le explicaron que ese
pais ysus métodos democráticos resultaban
incompatibles
con el dictado eclesiástico de una verdad moral.
Pese a
todo esto no faltan quienes argumentan que la Iglesia
debe adecuarse al mundo moderno para no perder
al hombre
moderno del modo que lo
perdió en los siglos xvm y xrx. Pero,
como dice Molnar,
«la dificultad consiste en que el proceso de
adaptaci6n no puede detenerse en un punto dado ... el problema
es el contenido
y las dimensiones del -ajuste, la preservaci6n de
las esencias doctrinales y morales y la vigilancia tradicional so­
bre ellas».
Hay que decir que, en esencia, el tema no
es totalmente iné­
ditd en la historia de la Iglesia,
la cual ya pasó por otros períodos
en que
se lo planteó análogamente. Sin embargo, siempre se re­
solvió excluyendo aquello que estuviese en conflicto .no sólo con
la tradición, sino con el consensus fidelium caracterizado por
San Vicente de Lerins en
el siglo· v como lo que siempre se ha
cre!do, en todo lugar y por todos, y aplicando la fórmula agusti­
niana de Roma locuta est; causa finita_ est.
Otro factor que preservó a la Iglesia de un ajuste excesivo
a
la sociedad laica fue el compartir poder sobre ella con el Es­
tado ; algo impensable ahora; porque el .Estado hoy tiene un po­
der difusd o porque las élites del poder están deliberadamente
camufladás.
· · · · . . .
Aquie¡:¡es
sostienen que la Iglesia en estos últimos tiempos no
se supo adaptar a los vientos de la historia, siendo esa
la q¡usa de
sus problemas ·actuales, hay que refrescarles

la
cuestión como lo
hace Molnar recordándoles que la sociedad liberal no es una mera
fase pasajera en .el constante cambio de las civilizaciones, sino que
se presenta a sí misma como una suerte de terminus para la loco­
motora de la historia: el punto de llegada, un. absoluto, más allá
del cual no puede verse nada o s6lo variantes del hoy. Algo en
común con la teoría de Fukuyama y que, sin adherir a ella,
está
implícito en muchas mentálidades contemporáneas. Según este
nuevo orden internacional, que
sería un orden definitivo, la recien­
te «democratización» de
vários países es signo también de una
estabilidad para siempre.
Respecto de
la separación de la Iglesia y el Estadd, muchos
qitólicos alentaron la esperanza de que, una vez producida, el libe-
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA.
ralismo y la modernidad cesarían de ser hostiles a la primera. Sin
embargo, es
un hecho que las políticas liberales, so capa de plus
ralistas, propiciaron leyes opuesras. a las
enseñanzas de la Iglesia
tales como la institución del divorcio, la despenalización del aborto,
la inseminación artificial, la otorgación de un status social a los
homosexuales o la permisividad respecto de
la pornografía. Pese
a todo ello, personajes relevantes del catolicismo como Jacques
Maritain
y el Padre Courtney Murray en los EE.UU., sostuvieron
que
la democracia liberal es el régimen más próximo a lo que
puede producir una civilización cristiana dado el orden temporal
de las cosas.
CAPÍTULO II: Desconstrucc'ión.
La sociedad civil ha ido ganando predicamento entre la Iglesia
y el Estado aprovechando la debilidad de aquélla. Este proceso
tiene su origen en
la baja Edad Media y alcanza una suerte de
equilibrio en el Renacimiento aunque cada parte trató de acumu­
lar más poder para sí provocando así el nacimiento del Absolutis­
mo, la
Contrarreforma y el Capitalismo. Sin embargo, nada de esto
significó la quiebra de la christiana respublica. Al fin y al cabo,
el poder y su concentración e influencia están anclados en la na­
turaleza de las cosas.
La Iglesia, entre tanto, aunque no eS una estructura democrá­
tica, muchas veces se comporta como tal. Ello crea .una contradic­
ción entre su carácter tradicionalmente sagrado y el estilo de
la
conducta de algunos de sus representantes que perturba a los fie­
les creyentes. La ambigiiedad va más lejos. Se dice que el pueblo
es soberano en las democracias: que se halla en su
pináculo.
Pascal, en sus «Pensamientos» dice que el status de un Rey se
manifiesta en el
esfuel'ZO permanente que hace su entorno por
proveer a su entretenimiento y diversión. Como se ve nada ha
cambiado en tiempos de la República pues el pueblo soberano hoy
vive rodeado de distracciones
día y noche: por la publicidad, las
noticias y los programas de televisión. Cada vez que se aboga
por
la democratización de la Iglesia parece que se solicitara su ingreso
como miembro activo de
la sociedad civil, al punto que algunos
llegaron a decir que
el único deseo de la Iglesia era el de ser una
institución libre dentro de una sociedad libre. .
.
un verdadero pro­
grama liberal.
Sin embargo, al mismo tiempo que defiende a la sociedad civil
liberal de hoy como una especie. de estadio final, una meta alcan-
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
zada por la Humanidad, no puede· dejar de criticar a esa misma
sociedad liberal por su hedonismo
y otros pecados. Entre tanto,
la sociedad civil espera que
la Iglesia se haga democrática, mental
y estructuralmente, plura/ista en la aceptación de otras institucio­
nes, grupos
y movimientos como iguales, y ecuménica en la re­
formulación de su vocación, reservando un lugar importante para
otros credos que comparten -en apariencia. al menos-sus pro­
pias preocupaciones.
En efecto; el «pueblo de Dios» de que habla el Vaticano Il,
algunos lo interpretan como si implicase a todo creyente, incluso
los no-cat6licos o «cristianos an6nimos», según Karl Rahner, lo
que involucra a los mismos ateos.
En este panorama, la parroquia como unidad se declara cosa
del pasado. Y la Iglesia se queda sin poder en medio de un mun­
do heterogéneo. El humanismo secular impuesto
en lugar de la
rdigi6n adquiere un status como si se tratase de un verdadero
culto. Pero
la Iglesia, a pesar de todo, no puede disfrazarse como
si fuera internamente pluralista:
.
La sociedad civil pluralista, además,dene su propia l6gica: la
del mínimo común denominador para englobar a
la Iglesia. En
los Estados Unidos refiere el Padre Francis Canavan,
S. J., citado
por Molnar:
acabahamos con las iglesias oficiales de modo que
todos los protestantes
se sintiesen cómodos aqul. Desprotestanti­
zamos el país para que las· católicos también se sintieran como en
casa. Luego descristianizamos el pais para dar la bienvenida a los
judlos y finalmente lo desreligionizamos para que ateos y agnósti­
cos se sintiesen acogidos por
igual. Ahora nos hallamos desmora­
lizando el pals de modo que los transgresores de las normas mo­
rales aceptadas no se sientan excluidos. El mínimo común deno­
minador es como
el horizonte: siempre 'accesible pero jamás alcan­
zable.
CAPÍTULO III: ¿Ganancias o pérdidas?
Los hechos confirman que la religi6n, al final, sufre los mis­
mos males que afectan a la sociedad ;· es incápaz de desembarazarse
de la decadencia
social. Un síntoma de ello es la politizaci6n de
los sacerdotes que intercalan sermones sobre la justicia social en
medio de la misa o debaten el tema de los derechos humanos
omitiendo, por lo mismo, toda referencia acerca de la vida en co-
niúD. con Dios. · ·
Según Molnar, Roma contempla dos opciones: Opci6n A
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INFORMAClON BIBLIOGR.AFICA
-------<1justarse a la democracia liberal y pluralista y Opción B--­
adecuatse al socialismo y la izquierda.
. Opción A: acepta la marginación dado que la Iglesia no cuenta
con sólidas asociaciones
institucionales. La sociedad civil se ha
construido precisamente en contra de su contenido .doctrinal y su
concepto de autoridad.
De allí que la noción misma de obediencia
resulte incomprensible.
Frente a
un tema concreto dice Molnar: • La respuesta al clima
de excitación. sexual ·en qué insiste nuestra civilíiación con avidez
no es por cierto la educación sexual ni la manera segura de usár
preservativos, sino el
re-aprendiza;e del ascetismo, vindicado moral­
mente si fuera posible en
las actuales circunstancias. Frente a ello
la única fuente de juicios,
voluntad y apetitos es, según el Padre
Canavan, la teoría liberal de la autonomía individual. Conforme a
ella una consecuencia lógica sería la reducción del. sexo a
la mas­
turbación como sexo sano en un mundo aquejado. por el SIDA.
En ese mismo mundo ha habido tres clases de intelectuales
sosteniendo que el tiempo
. estaba maduro pata que la Iglesia se
adecuara a él:
1) Lammenais (en 1820°30), cuando aconsejaba al Papa aliarse
con la clase
obrera contra la monarquía ya derrotada por la Re­
volución.
2) Karl Rahner que propone hacer accesible a Dios a través
de las categorías del subjetivismo; una teoría afín a
la filosofía
de Martín Heidegger·
y a· Rudolf Bultmann. . . .
3) La corriente más.influyente an.tes del Concilio: la.de Ma­
ritain, que acepta el bien
coim1n según lo define. la sociedad de­
mocrática pensando que un régimen democrático moderno puede
ofrecer garantla suficiente pará la práctica semi-pública -y cierta-
mente para la
privada-de la religión cristiana. .
Pero la sociedad civil moderna es· tal que sim:pleménte se limi­
ta a tolerar a la Iglesia resistiéndose a integrar su visión intelec­
tual con
el menor vestigio de lo sobrenatural, que· rechaza con
repugnancia.
Los valores de la nueva burguesía son por demás
incoherentes. Por ejemplo, pretende participar en las modificacio­
nes
de la liturgia pero; eri realidad, sn mayor irtterés es que se
levanten prohibiciones sexuales
y morales en general.
En otro orden de cosas la nueva burgues!a adhiere a: 1) el
mundialismo ( a lo que llega primero· a través de la descolonización
como si fuese un acto virtuoso), 2) la repulsa al culto de
perso­
nalidades ( sin distinguir entre Stalin y Pío XII) y 3) la democracia
global sobre la
cual alienta ilusiones. En ese contexto: ¿por qué
nosotros
-« el pueblo de Dio.t»...C.... seguirlamos tina moralidad
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lNFORMACION BIBLJOGRAFICA.
autorizada justamente ahora que la era democrática ha descartado
todos los tabúes?,
se pregunta Molnar.
Algunos sectores del catolicismo,
por su cuenta, han firmado
un contrato invisible con la. sociedad civil por el cual han impuesto
restricciones a
la misión esencial de la Iglesia tolerando que sus
propios miembros -incluida la. jerarquía-deserten de sus re­
glas y verdades.
En este sentido es difícil decir en qué medida
esto responde a
la influencia ejercida por la sociedad civil y cuál
es
la consecuencia de la disminuci6n de su autoridad.
Como quiera que sea, acierta Molnar cuando afirma:
Un paso
más y la religi6n de la sociedad se convierte en un humanismo
secular.
La idea de «convertir» a la sociedad civil ha sido abando­
nada hace tiempo como efecto primero del
modernismo y luego
de algunos cultores de
la llamada «Iglesia Postconciliar».
Monseñor Ratzinger
ha observado que para la sociedad civil,
con su pluralismo
ad usum, lo sacro y el respeto a Dios son con­
siderados irtelevantes. Sin embargo, insiste
--en la línea de Ma­
ritain-en buscar un lugar a la Iglesia dentro de· la democracia
moderna precisamente mientras aquélla se niega a repudiar
el dog­
ma
ateo que inspira el humanismo secular.
El resultado final de la Opción A ha sido, de acuerdo al A.
comentado:
un acomodamiento exterior y un aflojamiento de la
disciplina interna esperando que Belcebú se arrepienta y se con­
vierta en interlocutor válido.
Opci6n B:
Los católicos de izquierda se preguntan de buena o
male
fe: ¿El socialismo no será una traducció.n secularista del
amor,
la caridad y la fraternidad. cristianas? Ernesto Cardenal,
sacerdote y ministro de Cultura de la Nicaragua Sandinista, sostu­
vo una vez que
no es posible evadirse de la influencia del marxis­
mo
así como no podemos comprometernos en la lucha revolucio­
naria sin aprovechar
las conclusiones del socialismo científico. Son
dos matices convergentes de una misma óptica.
Responder a las necesidades sociales no podría ser una excusa
para no
reprimir los ataques contra la ddctrina. Algo parecido hizo
en el
.siglo XIII la Iglesia cuando, . al mismo tiempo que daba resa
puesta a movimientos populares, fomentó las órdenes mendican­
tes mientras creaba la Inquisición ; no
la española sino la más
temprana de Roma. ¿No
podría hacer algo análOgo hoy?
Cierto
es que luchar contra las desviaciones doctrinales es hoy
más
. di{icil que. en el siglo XIII, cuando la ciudad no era unánime­
mente rebelde
y la sociedad civil estaba en su infancia. Hoy esta
última es la fuerza dominante y la Iglesia carece de aliados insti­
tucionales, mientras los medios ofrecen
una plataforma poderosa
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INFORMAClON BlBLlOGRAFlCA
a los disidentes, toda vez que se presten para excitar a la opinión
pública; única condición para darles prensa.
Los católicos de izquierda creen que los pobres son principal­
mente
los obreros mal. pagados conforme al «evangelio» marxista.
Para Jesús, los pobres eran los abandonados, aquellos que por
alguna circunstancia quedaban marginados.
Algo así como en los
países desarrollados son los jubilados, los castigados con bajas
pensiones y por la inflación, los solitarios,
los enfermos crónicos,
los silenciados y los perseguidos, los puestos a uo lado y siempre
humillados. No exclusivamente los proletarios que, eventualmen­
te, pueden superar la miseria material.
Los católicds de la
.Opción B reclaman uoa · categoría religiosa
para el marxismo e inculcan una mala conciencia- a los cristianos
por uoa supuesta idolatría: la de tener fe en Dios pero no amar
suficientemente al prójimo. Según Cardenal, lo que
el marxismo
entiende por ateísmo es básicamente la negación de ese ídolo.
La Opción B en si misma no es un diálogo con los amos del
Kremlin, ni una Ostpolitik generalizada, ni declaraciones sobre
teología de la liberación. Es todo eso más la tendencia a un nuevo
entorno cultural. Esto explica por qué el Concilio en más de tres
años de duración no mencionó
el Gulag, por qué los obispos nor­
te1Jntericanos no escucharon a la oposición de Nicaragua, por qué
los
obispos franceses multiplicaron su apoyo a una Francia multi­
cultural con un islamismo afincado, por qué las universidades ca­
tólicas toleran organizaciones homosexuales y publicaciones porno­
gráficas en sus
campus. Aquí se refiere el caso de Georgetown
University, entre otros, donde se organizaron bailes homosexuales
y a la· Fordham --universidad jesuitl>--cuyas autoridades se ne­
garon a tomar medidas contra uo profesor que colaboraba en una
revista
pornográfica.
CAPÍTULO IV: ¿no hay mal que por bien no venga?
Según Molnar, el llamado «espíritu del Concilio» ha sido el
producto de una transición del «contrato social» informal firmado
con la sociedad civil liberal en un intento de contemporizar con
el socialismo; o sea, un paso de la Opción A a la
B. Y así prosi­
gue: La sociedad civil no es una sucesora histórica y orgánica del
Estado sino su opuesto. Su interés
no está enderezado hacia la con­
solidación moral de la comunidad; por el contrario, espera que
una suerte de moralidad surgirá del resultado fortuito del éxito
material de sus miembros individuales.
Este seria el origen de la
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1.NFORM,A.CION .BIBLIOGRA F.ICA
exaltación que se hace del esfuerzo individual como fuente de vir­
tud y de la competitividad
como ascesis.
, Volviendo al tema. clave . de la separación de la Iglesia y el
Estado que tan importantes consecuencias culturales ha tenido,
Molnar
opina que ha dejado a la primera en una posición inestable
entre
la Opció,:¡ A,. que día a día reduce su misión a la de una
agencia social
y la excluye . de toda decisión moral, y la Opción B
cuyos representantes hacen caso omiso de la mano que se les ex­
tiende.
La izquierda se. presenta como más rica culturalmente ---en
tanto hacen la oposición y no alcanzan el poder-mientras la so­
ciedad liberal semeja una cultura materialista atada al capitalismo.
Entre estas
dos opciones la Iglesia ha perdido la autoridad y la
cohesión de antes. Piénsese que en
los siglos xvm y XIX, filósofos
como Kant, Saint-Simon, Comte, Durkheim, advirtieron qué la
sociedad
estaba perdiendo el principio de congruencia que había
tenido en la Edad Media. Desde su visión desearon que de alguna
manera no
se perdiera del todo propiciando una suerte de cristia­
nismo «más aceptable», sin dogma ni doctrina, racional y hasta
científico. Comte mismo, llegó a hacecle una propuesta
al General
de ]os jesuitas en el. mismo sentido; algo que hoy nadie soñaría
con hacer teniendo a la vista la· experiencia de los últimos cien
años en que
la Iglesia ya no les interesa, ni formalmente, a los
filósofos, porque ha cedido el lugar que tenía en
la sociedad.
No faltan, empero, quienes creen que la orientación de izquier­
da en la nueva era que
· ha comenzado ayudará a que la Iglesia
sobreviva en las próximas centurias. Pero como socia, la Iglesia
ya no posee las. cartas del triunfo, ni es capaz de irradiar una filo­
sofía pública vigorosa y unificadora, ni tropas que la· propaguen
y
la protejan.
Los
tiempos en que la Iglesia hizo ambas cosas han pasado.
Como cuando aseguró
el suave paso del poder de Roma al mundo
bárbaro, como cuando dominic<;>s y franciscanos renovaron la fe
y sus formas,
como cuando la Contrarreforma fue confiada a los
jesuitas. Por
todo lo cual mncluye Molnar: Hoy no hay tales fuer­
zas de re'no~aci6nen el paisaje religioso .. Por cuanto, tal vez, hu,
hiera: sido más sensato no embarcarse en cambios, aperturas y
aggiornamentos.
CAPÍTULO V: . La Iglesia destituida;
Mientras otras religiones preservan un alto grado de inmovili­
dad, es de
la· esencia de la Cristiandad ser, en todo tiempo; un
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INFORMACION BIBLIOGR-A.-FICA
activo participante en la historia y en los asuntos humanos: es la
única religi6n que no es adversa a zambullirse en la historia y con­
secuentemente no preocuparse por
las grandes modificaciones que
proponen a
la mente humana la ciencia, la polltica y la filosof!a,
porque tiene bien presente que Dios existe
fuera del Univer,o,
independiente del espacio y del tiempo: un ser verdaderamente
trascendente.
Entre tanto, el desgaste de la modernidad es, sin embargo,
evidente. Ya Berdiaev había escrito que
los liberales terminan en
revolucionarios porque son incapaces de combatirlos
con una moral
diferente y superior, y porque la sociedad, para los liberales, con­
siste nada
más que en relaciones entre moléculas sociales ; razón
por
la cual entre el liberal pálido. y el apasionado revolucionari\)
éste sale ganando.
· ·
Esta visión de la sociedad es la que ha hecho que la religión
sea la primera en neutralizarse, en terminar aséptica y
no preva­
lezca
ninguna filosofia pública que pueda ser formulada en una
sociedad moderna y
pluralista excepta la frágilmente basada en el
crecimiento económico sostenido.
El régimen comunista, que nació con la torva intención de su­
primir religión y nacionalidad, también cayó en la trampa de la se­
paración de la Iglesia y del Estado. En ese sentido, igual.que el
liberalismo,
olvidaron que la Iglesia se halla en el nacimiento de
las
naciones y creyeron en Iá ilusión de que esas voces de la tra­
dición pudieran
extinguirse. Todo lo acontecido últimamente en
Europa Oriental lo confirma.
Si en 1870 (Vaticano I) se registró la pérdida del poder te­
rritorial, en 1965 (Vaticano II). se perdió la gravitación política.
La liquidación de la alillllZa · con el Estado ha hecho que éste ca­
yera en manos de la sociedad liberal y. Sl' · cerrase un largo. camino
de la peregrinación temporal de la Iglesia. La gran pregunta es:
¿sobrevivirá la Iglesia? ¿Qué transformaciones
experimentará?
Al respecto, es imposible no recordar que la Iglesia siempre ha
vivido en medio de crisis.
A esta altura es preciso volve.t a la cita de Pablo VI con que
comenzamos y que continuaba
diciendo: A la falsa expitnsi6n de
la Iglesia corresponderá que se disuelva en el mundo contrayén­
dose gradualmente y disminuyendo en número hasta formar una
minoria aparentemente insignificante y moribunda; pero esta mi­
narla
contendrá una selecci6n de. los elegidos y dará firme testi-
monio de
la fe. ·
Si se reconoce la incapacidad de la Iglesia para unificar un
mundo fragmentado, entonces,. ¿para "qué abrirse a ese mundo?
471
Fundaci\363n Speiro

.lNFORMACION BIBLIOGRAFICA
Concluye Molnar: ¿No habrá llegado la hora de rebobinar en vez
de seguir avanzado así?
Durante
el Concilio, la Iglesia pareció sentirse incómoda por
no haber tomado la ancha ruta del progreso. De allí su enfatiza­
ción en los problemas materiales y sociales, a veces en detrimento
de los valores doctrinales. No pocos caducaron ante el discurso
de moda, con la consiguiente adecuación a las mores liberales.
CAPITULO VI: En la senda peregrina.
Nuestro A. hace suyá una cita de Christopher Dawson de 1981
que plantea esta disyuntiva: seguir baio el paraguas de la demo­
cracia liberal que lucha desesperadamente por mantener los más
altos niveles de la vida económica -lo cual constituye la princi­
pal ;ustificación de nuestra cultura secularizada- o volver a la
tradición en la que Europa fue fundada y emprender la inmensa
tarea de restaurar
las culturas cristianas.
Inmensa tarea, sobre todo porque todos los elementos para
esa restauración brillan par su ausencia. El equilibrio del triángu­
lo: «Estado-Sociedad-Iglesia»
se ha roto. Crecimiento, industria,
carecen de
sentido religioso y la teología del capitalismo de Michael
Novak, según Molnar,
es una desviación simétrica a la teología de
la liberación.
Contrariamente a lo que creen muchos católicos derrotistas,
vastos números de hombres creen en el Cristianismo, no a pesar
Je la doctrina, sino a causa de ella. Para aquellos pusilánimes, la
insersión
de la Iglesia en la Sociedad debe basarse en la libertad
religiosa, en el ecumenismo, en los derechos humanos. La caridad
hace tiempo que
la han borrado de este programa puramente social.
Y a
la experiencia · de los sacerdotes obreros en la década de
los años 50 demostró que la impaciencia ante la lenta penetración
de Dios en las masas trsbejadoras los indujo a preferir al marxis­
mo como un atajo más directo. Exigieron acciones rápidas y hasta
se hicieron guerrilleros
para imponer su «justicia» brutal. Bajo la
pretensión de sacralizar el mundo entero terminaron por desacra­
lizar la religión misma.
El camino que se abre ahora delante nuestro nd es, ni .nuevo,
ni diverso, al de la Iglesia misionero de siempre. La separación de
la Iglesia y el Estado fue una catástrofe histórica. El único «be­
neficio» radicaría en que hoy la Iglesia se desliga de responsabili­
dades como ha sucedido con frecuencia en
la cuestión del aborto.
Sin
embargo, se va demasiado lejos en este sentido, como en los
472
Fundaci\363n Speiro

INFORMACION BIBLIOGJUFICA.,
Estados Unidos; donde sólo un puñado de obispos protestó aitada­
mente contra su despenalización.
Es que el pluralismo religioso trae consigo el pluralismo mo,
ral. Puede que haya comunidades heteróclitas en las que el plura­
lismo
sea inevitable, pero en comunidades que poseen una tradición
homogénea,
el pluralismo se convierte en sinónimo de derrotismo.
Hasta hace poco vivíamos anclados
(ancla. de salvación) a un
cristianismo tal vez minoritario pero monolítico que propulsaba
una actitud misional en constante
expansión. Ahora la actitud plu­
ralista mina la necesaria unidad doctrinal, litúrgica, moral que
es
previa a cualquier irradiación posible. . . ,
Según Molnar, Vaticano II intentó traer a Dios y al mundo
tan cerca uno del otro que casi se fundiesen ; razón por la cual
recuerda que Chesterton una vez
. escribió que el amor requiere
dos personas distintas:
si yo me fusiono con mi p,:ó¡imo no puedo
amarlo.
El falsamente inspirado entusiasmo .por Vaticano II -pro­
sigue nuestro A.-ha llevado al error de c,:eer que convertir miem­
bros de otras religiones es una especie de acto neo-colonialista
e
imperialista que debe suspenderse p moderarse en el mundo post:
conciliar supuestamente reconciliado.
Cuando la Iglesia entre en otro milenio, la espiritualidad vol­
verá a ser el arma vieja y probada, pues se enfrentará a nuevos
competidores
-no ideologías o· regímenes políticos-, sino otras
religiones o pseudorreligiones. Justamente cuando la lucha de
cla­
ses se aquiete, los choques probablemente ocurrirán entre bloq~s
raciales y religiosos con colisiones mundiales. Un poco lo que
preve Malachi Martin en
«The Keys of this füood». ·
Mientras tanto, la única experiencia de la Iglesia contemporá­
nea ha sido la de convivir con
1a sociedad liberal desacralizada de
Occidente. Pero de esto no
se dice ni.palabra, no se enfrenta ca­
balmente; antes se hablará.del catolicismo en la India o en Africa ...
CAPÍTULO VII: La redención de la cultura.
Lo que se dice una verdadera cultura cristi.ana ya no existe.
Las voces de T. S. Eliot o de Josef Pieper, por ejemplo, suenan
comd ecos nostálgicos. Como símbolo tangiblé de ello se vendie­
ron objetos artísticos de
iglesiás y de catedrales que tenían inesti­
mable valor
intrínseco y litúrgico. El gusto dominante de la so­
ciedad industrial penetro en la Iglesia y ha sido causa de icono­
clastia, desprecio de la belleza, aberración doctrinal. Y así prevalece
un antiestilo de inspiración anticatólica.
·
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JNFORMACION BIBLIOGRAFJCA
La pérdida del latín en la práctica y la no conservación del
canto gregoriano, contrariamente a las expresas disposiciones del
Concilio, contribuyeron a
la abdicación .de la belleza y la tradición
al mi.smo tiempo.
El Catolicismo había alcanzado cumbres de belleza, esplendor,
reverencia y misterio que
en vez de ser renovadas fueron elimina­
das con el objeto de atraer a los obreros, a los jóvenes, a los inte­
lectuales.
En el pasado, la religión dictaba habitualmente los cá­
nones de la belleza arquitectónica. Ahora la sociedad civil dicta
los cambios,
un contraestilo, una contracultura. Mientras la Iglesia
era una institución pública
en alianza con el Estado, conservaba
su carácter reverencial. Pero ahora la Iglesia ha permitido ser pri­
·vatizada.
En esencia, la cultura es algo más que un conjunto de expre­
siones sensibles: una estatua griega o una sonata de Beethoven.
Es
un orden jerárquico de todas las manifestaciones de una época
o de una sociedad dada:
el principio organizador de ese conjunto.
Pero nuestra sociedad civil
no reconoce los intangibles porque,
primero, sólo
reconoce individuos, no conjuntos, y segundo, por­
que
la libertad sólo se entiende como espontaneidad desinhibida.
La herencia
cultural de Occidente ha consistido en una combi­
nación armoniosa entre drama cristiano y mesura clásica.
¿ La Igle­
sia puede perder su función mediadora
entre belleza y arte, entre
una visión noble y la cutura? ¿No hay modelos que admirar e
imitar, ni ideales que
produzcan lo mejor, ni fuerza que contrapese
el tedio y
la degradación? Según Molnar, s6lo la Iglesia está en
condiciones de asumir la causa de crear una nueva cultura porque
s6lo ella
en Occidente ha conservado vivo, entre dudas, tribulacio­
nes
y ruina cultural, el culto. De esa manera ejercería una especie
de imperialismo cultural
entre los Estados Unidos y fa Unión So­
viética, porque la Iglesia posee recursos innumerables, posee la
historia siempre nueva de la cristiandad y más allá de ella el sum­
mun
de la experiencia espiritual de la humanidad; lo que los griegos
llamaban
metanoia.
Pero estamos habituados a creer que el curso de los aconteci­
mientos está dictado por las grandes fuerzas. históricas en las que
el rol de
lo individual y de lo intangible está minimizado. Por eso
nos cuesta
concebir el planteo de Molnar.
Estado

e Iglesia,
no obstante, construyeron el edificio político­
moral de la sociedad.
La controversia moderna a este respecto es si
la sociedad civil es capaz de asumir esa funci6n original creadora
de cultura del Estado y de. la Iglesia y poder definir y preparar el
terreno
para que florezca una nueva cultura profana y desacraliza-
474
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INPORMACION BIBLIOGRAFICA
da ... una cultura humanista ... una cultura secular; la primera.en
la historia.
De hecho, la sociedad civil no ha creado ninguna clase de cul0
tura; sólo vive del pasado, construyendo un marco a veces y muti­
lando
otras el prexistente. Usa la palabra

cultura pero la prostituye
cuando habla de cultura proletaria, cultura
feminista, cultura jo­
ven, cultura liberada ... físicocultura.
'Por mucho tiempo no es previsible que el Cristianismo vuelva
a ser
la cultura «oficial». El mundo está intentando experimentar
con la creación de una cultura de mentalidad no-cristiana. Pero
fracasará. Mientras tanto,
segniremos sufriendo a manos de la re­
ligión oficiosa de la sociedad civil: el humanismo secular.
Epílogo.
El argumento central de este libro es que la separación de la
Iglesia
y el Estado no libró, ni mucho menos, a la Iglesia de sus
servidumbres ; sólo las mudó
-y agravó--bajo la égida de la so­
ciedad civil.
La sociedad civil
nd sólo ha neutralizado y marginado la reli­
gión cristiana, sino que
la .reemplazó por una ideología inmoral y
sin Dios que
se ha convertido en el credo oficial de la mayoría de
los estados de
Occ;idente. El contrato civil es lo único «sacro» en
la sociedad civil moderna.
Sea «liberal» o «socialista», el mundo
ahora
se adora a sí mismo por haberse emancipado de la verdad
moral eternamente vinculante.
l'ero, como se ha dicho antes, para
los modeladores de
la mente moderna la sociedad civil liberal es
el acto final
de la historia. Y a este respecto la Iglesia todavía no
ha hecho una clara opción; algunos documentos conciliares resul­
tan de tal
modo ambiguos que algunos los han interpretado como
si respaldasen
la modernidad y el liberalismo, confundiendo el
culto al mundo de hoy con el aggiornamento.
En esta agenda, lo notable es que los católicos sienten que se
les habla como si fueran miembros independientes
-prácticamen­
te ajenos--al marco magisterial e institucional de la Iglesia.
Un ex marxista al cual esa categoría no habilita para dar un
juicio certero en asuntos religiosos, acierta, sin embargo, cuando
dice:
La secularizaci6n se concreta gradualmente ba¡o nuestros o¡os
pero no se presenta como negaci6n de lo sacro) sino más bien como
la abolición de todas las diferencias entre lo sagrado y lo profano.
La cita es de Leszek Kolakowski, el exiliado profesor polaco hoy
en Oxford, y en esto tiene razón. La secularización no se abre
ca-
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INFORMACION· BIBLIOGR:AFIC.,4:
mino enfrentando .a la religión, sino aguándola previamente, a .Jo
que muchos católicos aggiornados se siguen prestando voluntaria­
mente.
La consecuencia de todo esto es que el Cristianismo no insiste
en la cuestión del
Mal y adopta la visión de T eilhard de Chardin
según
la cual el Mal es algd primitivo que la evolución de la ma­
teria misma iría espiritualizando hasta alcanzar la salvación uni­
versal.
El citado Kolakowski reduce lo religioso a lo cultural y prepara
así
un Cristanismo «razonable» al estilo de Erasmo, de Lessing o
de Kant.
Lo profano, reconocido como lo más imperfecto pero
sincero, firma un pacto cori lo espiritual. De tal acuerdo surgiría
una nueva cultura. En esas circunstancias, ¿ se puede afirmar que
el liberalismo es la última
chance, que la nuestra es la sociedad
final, que hoy es el último día de
la historia?
La secreta convicción que anima a los católicos transigentes
de
hoy; es que la Iglesia ha perdido la batalla contra la modernidad.
Por eso no hay que hablar de una renovación sino de una nueva
religión. Pero el objetivo central de
la Iglesia es la preservación
del sagrado depósito, el cual involucra una
asociación temporal sin
ceder
por eso una iota en la doctrina.
Por todo. lo cual es más razonable decir que la Iglesia está es­
cribiendo sencillamente otro capitulo de su historia que afirmar,
temerariamente, que esta es una revolución o que un nuevo cris­
.tianismo ha nacido. La Iglesia después de haber perdido los si­
g!Os xvm y xrx no ha ganado el siglo xx. .
·
El hombre occidental está .exhausto y abatido; en su locura
inconmensurable rechaza
la ínano en la cual cientos de millones
i,osan sus preocupaciones, sus almas torturadas, sus vidas heridas
y sus esperanzas. En esa mano yace la promesa del tercer milenio
de la Iglesia.
. .
Promesa a la cual no · debe ser extraño el tercer mensaje de
Fátima. Pero esto
lo agrego yo, por mi cuenta y riesgo y no debe
atribuírselo a Molnar cuyo magnífico libro ha sido un placer glosar.
PATRICIO ·H. RANDLE.
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