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Número 307-308

Serie XXXI

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Concepto y metodología de la ciencia histórica (II)

CONCEPTO Y METODOLOGIA DE LA CIENCIA
HISTORICA
(y II)
PGR
Josi FERMÍN GARRALDA. ARIZCUN
8. Método histórico.
El método histórico es la. forma, vía u ordenación como se
llega al condcimiento de los hechos relevantes del pasado. Dicho
de otra manera, método es «la ordenación
de la actividad a un
fin»,
y exige que el pensamiento se acomode a la realidad del
pasado, no al revés. Para
U1l historiador, el método y la fuente
histórica no son
un fin en sí mismo, en lo cual se diferencia, por
ejemplo,
de la labor archivística, cuyo método es la ordenación,
clasificación y descripción
de las fuentes históricas documentales
escritas, mediante índices, guías, inventarios, éatálogos, etc. Ló­
gicamente, el método histórico está vinculado al objeto de la His·
toria como ciencia. Según Hugh Trevor-Rope, lo esencial de
la
ciencia histórica «no está en el método sino en el m.otor, no en
la técnica sino en el historiador».
El error metodológico de una mayor envergadura
eiJ. el estu­
dio del pasado es manipular y «torcer» el dato. Ello puede veri­
ficarse de diversas maneras, en muchos grados, por motivos muy
diversos e incluso cónsciente o inconscientemente.
Para cierta historiografía, el método es casi todo. El origen
de éste sería filosófico, a través del cual se conocería
el resultado
de los interrogantes sobre el pasado antes de resolver
el problema
mediante
la investigación de las fuentes históricas. En esta pseudo­
Historia es habitual acoplar los datos ofrecidos por las fuentes
históricas a los esquemas filosófico& preconcebidos. En· este .caso,
Verbo, núm. 307-308 (1992), 919-954 919
Fundaci\363n Speiro

JOSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
el métddo es un fin en sí mismo, e incluso tiene más valor que las
fuentes históricas. Los esquemas de un mayor éxito han implicado
el materialismo, el determinismo, la dialéctica hegeliana, el colec­
tivismo, la lucha de clases, etc. Contrariamente a este criterio, lo
verdaderamente científico es amoldar el pensamiento a la realidad
conocida exclusivamente a través de
las fuentes históricas. Claro
es que en el ejercicio de este acto de conocimiento intervienen
varias facultades humanas, en cuyo ejercicio deben buscar y lo­
grar la máxima y total fidelidad a los datos ofrecidos por dichas
fuentes. Sin embargo,
los citados filósofos-historiadores distorsiO:­
nan los datos al amoldarlos a sus categorías reduccionistas, tergi­
versan tanto los
facta como los verba al someterlos a su propia
interpretación sistemática, y olvidan ciertos datos que no
les llegan
a interesar por considerarlos «atípicos» con el fin de justificar
así la imagen que se han formado del ayer histórico,
incltiso antes
de comenzar
la investigación. Estos «historiadores» han perdido
en buena medida el contacto con el material de la Historia; con­
sideran
sus hipótesis como algo prácticamente definitivo y no
co'mo una supoSición, verdadera o no, que seria necesario com­
probar; y se centran en el método hipotéticü'deductivo que noso­
tros consideramos totalmente impropio
para conocer el pasado,
por servir sólo para estimular
la crítica del historiador y no para
descubrir
con verdad y certeza la realidad del ayer histórico.
Dicha tendencia historiográfica parte de
la Filosofía e instru·
mentaliza los datos del pasado a beneficio de
la ideología. En
dicha tendencia, la escuela que ha tenido mayor éxito, aunque
hoy
está en franco retroceso en Europa, admite el materialismo, el de­
terminismo y la teoría dialéctica hegeliana. Es decir, le interesa
principalmente la demografía y la producción económica, incluye
-muchas veces sutil e implícitamente en exposición de los he­
chos--la existencia de leyes históricas, diluye al hombre en la
colectividad
--de ahí el énfasis sociologista-, cree que la evolu­
ción siempre sigue una dirección ascendente e irreversible en
la
perfección de la materia, y mantiene, mediante la suposición, la
lucha de contrarios o de clases como motor causante del
movi-
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CONCEPTO Y METODOLOGIA DE LA CIENCIA HISTORICA
miento hlstórico ( 19). Este modelo ha sido modificado por ciertos
autores, que diluyen o niegan el materialismo, sustituyen
la lucha
de clases por una lucha dialéctica .por la vida, aunque mantienen
ciertos apriorismos ideológicos.
Los autores de
La Historia subversiva (20) efectúan una crí­
tica al marxismo clásico, formulada de la manera siguiente:
l.º) El pasado adquiere una nueva perspectica en el marxis­
mo al ser estudiado desde la iluminación del presente,
de un pre­
sente concreto y quizás diferente al ayer, lo cual conlleva el grave
peligro
de la tergiversación del pasado.
2.0
) El «marxismo vulgar» reduce todo el objeto de la His­
toria a
la economía, convertida -además-en un fin, con olvido
del mutuo condicionamiento existente entre la estructura
econó­
mica y las denominadas funciones superiores (ideologías, sistema
jurídico-político, cultura, etc.).
3
.º) Afirmar o interpretar la Historia como la Historia de
la lucha de clases es un aptiorismo, una conclusión o interpreta­
ción previa, una predeterminación arriesgada que se acerca peli­
grosamente
al «presenrismo». De no ser cierta la importancia otor­
gada a
la lucha de clases, se malograría todo el resultado de la
investigación. También es
un apriorismo la teoría del conocimien­
to basada en el materialismo dialéctico. Estos apriorismos serían,
como tales, científicamente inaceptables en
la disciplina hlstórica.
4.
0 ) Los grupos, estamentos, clases, etc., ¿son necesarios para
el «funcionamiento» marxista de
la Historia?
5.0
) Se delimita el espacio y tiempo de la propia actividad
del hlstoriador,
al convertir la lucha de clases en objeto-sujeto,
materia de conocimiento y motor de
la Historia. El aspecto po­
sitivo de la interpretación marxista sería evitar la dispersión te­
mática propia
de los Annales, cuyo proyecto deseaba alcanzar la
Historia total.
(19) GARRALDA AluzCUN, J. F.: art. cit.
(20) GARCÍA DE CoitTÁZAR, Fernando: La Historia subversiva. Una
propuesta para la i"upci6n de la historia en el presente, Bilbao, Universi­
dad de Deusto, 1990, 60 págs.
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IOSE FERMIN 'GARRALDA ARIZCUN
6.º) Una vez alcanzado el final histórico de las clases pro­
puesto en la lucha social,
¿comenzaría la Historia desconocida?
Muchas consideraciones
podríamos añadir a las ya citadas efec­
tuadas en el folleto titulado La Historia subversiva. Entre ellas
que el histotiador es un narrador de mundos en movimiento y no
del movimientd sustantivado; y que
los resultados obtenidos en
numerosas investigaciones, fundadas en las fuentes históricas
ex­
clusivamente, refutan con contundencia las afirmaciones acostum­
bradas
-incluso pot inercia y repetición-de la bistotiografía
de tendencia marxista.
La complejidad histórica de la vida huma­
na y social nos permite distinguir diferentes categorías de
realida­
des: permanentes, manifiestas y latentes. Es decir: en las socie­
dades del ayer no hay sólo realidades accidentales, siempre cam­
biantes y en continuo devenir; tampoco hay sólo fuerzas y hechos
ocultos que
-menos todavía-dehan interpretarse ideológica­
mente; ni existe una nítida y clara formulación en los hechos
y
-aún menos-en las explicaciones de estos últimos, fotmulación
esta; además, acientífica de efectuarse conforme a un esquema
apriorístico.
No es adecuado estudiar los conflictos de las sociedades consi­
derándolos
comd los únicos componentes del dinamismo social, o
hien olvidando que
el homhre se compotta de una manera dife­
rente en una situación conflictiva respecto a otra carente de ten­
siones y conflictos.
De cualquier manera, el estudio de los conflic­
tos
sdciales y de lo pasajero en la Historia es absolutamente ne­
cesario, al ser las sociedades a modo de organismos vivos. El his­
toriadot es un narrador de mundos en movimiento (Bernard Bai­
lyn). Los conflictos existentes tienen una variadísima naturaleza,
Y' ponen de manifiestd la importancia de la comunicación social,
que parece ser, por ejemplo, la única manera de explicar compor­
tamientos afines de
grupos sociales lejanos y en momentos simul­
táneos (v.
gr., José Andrés,Gallego cita los motines populares en
la
España de 1767). Relegar la comunicación humana a un se­
gundo plano puede suponer un determinismo de signo económico
o hien culturalista,
es decir, supeditar total o principalmente las
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CONCEPTO Y METODOLOGIA DE LA CIENCIA HISTORICA
actuaciones humanas a la . coyuntura económica o bien a la exis­
tencia de unas ideas respectivamente.
En relación con los cambios sociales, para Bernard Bailyn hoy
es un desafío
«escribir unas narraciones que estén dominadas
por un
sentido del movimiento a través del tiempo, que incorpo­
ren
los estudios técnicos, muestran cómo el mundo actual
fue moldeado desde un pasado muy diferente y, por
lo tan­
to, estén concentradas en los momentos críticos de transi­
ción del pasado al presente» (21).
Creemos que el historiador debe omitir
todo apriorismo. Sin
embargo, Ortega y Gasset, en su calidad de brillante ensayista y
pensador, rechaza abiertamente este deber, necesidad y
aún su
misma posibilidad, mostrándose
un animoso defensor de los aprio­
rismos.
Según él
«ciencia no significa jamás "empiria", observación, dato
a posteriori, sino todo lo contrario: construcción a priori».
Para ello cita el caso de Galileo. «Pero los datos son lo que
es dado a
la ciencia-ésta empieza más allá de ellos-.
Ciencia es la obra de Newton o Einstein, que no han en­
contrado datos, sino que los han recibido o demandado.
Parejamente, la Historia
es cosa muy distinta de la docu­
mentación y de la filología». Y continúa: «Ahora bien, esta
realidad histórica se halla en cada momento constituida por
un número de ingredientes variables y un núcleo de
in­
gredientes invariables -relativa y absolutamente constan­
tes-. Estas constantes del hecho o realidad históricos son
su estructura radical, categórica, a priori. Y como es a prio­
ri, no depende, en principio, de la variación de los datos
históricos (
... ) La razón que suele movilizarse contra el a
priori histórico es inoperante. Consiste en hacer constar
que la realidad histórica es individual, innovación, etc. Pero
decir esto
es ya practicar el a priori bistoriológico. ¿Cómo
sabe eso el que lo dice, si no
es de una vez para siempre,
(21) BAILYN, Bernard: «El desafío de la historiografía contemporánea.
Cómo se estudia hoy la historia», Madrid, Rev. Atlántida, Ed. Rialp, nú­
mero 4, 1990, 128 págs., págs. 16-29, pág. 20.
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IOSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
por tanto, a priori? Cabe, es cierto, sostener que de lo his­
tórico solo es posible una única tesis a priori: la que niega
a los histórico toda estructura
a priori ( ... ). Topamos una
extraña especie de
a priori negativo, el apriorismo del no­
apriorismo» (22).
La denominación de
«conocimiento histórico» incluye, eviden­
temente, dos términos diferentes,
. Como el conocimiento en sí
mismo afecta indistintamente
a todas las ciencias, a un historiador
le interesa el correspondiente a su disciplina.
Es muy posible que,
en ciertos casos, el problema de los apriorismos aplicados al
cono­
cimiento del pasado no resida tanto en la disciplina histórica como
en un problema gnoseológico o epistemológico. Pero la filosofía
nd es nuestra competencia.
No creo que pueda considerarse apriorismo el ejercicio de las
operaciones mentales que hacen posible el conocimiento, operacio­
nes y principios que, por ser obvios, no los citamos. Por ello
con­
sideramos tan sólo a la disciplina histórica en cuanto tal. A este
respecto, la negación de todo
a priori no es un apriorismo más,
pues responde únicamente a
la seguridad demostrativa exigida
por el investigador del
pasado histórico. Aquello que las fuentes
no incluyan de una. u otra manera (para encontrar y estudiar las
fuentes está
el historiador) no puede afirmarse como cierto -aun­
que pueda suponerse como hipótesis--y mucho menos como
punto de partida del quehacer histórico. ¿Qué nos gárantiza la
verdad de los
a priori utilizados? ¿ Otra ciencia diferente a la
Historia, lo que anularía
la independencia científica de esta úl­
tima? ¿Que ciencia puede dar una razonable garantía de que lo
afirmado sobre el pasado es verdad, sino

sólo la que utiliza fun­
damentalmente fuentes históricas?.
¿ Acaso la Filosofía -que res­
petamos-cuando los filósofos entre sí discuten interminable­
mente
casi la totalidad de las cosas? ...
Queramos o no, no hay más remedio que estudiar la Historia
en base

a las fuentes históricas ; no hacerlo supone vaciar esta
(22) ÜRTBGA Y GASSET, José:· «La. 1Filosoffá ·de-la historia.' de Hegel y
la historiologla», en HEGEL: op. cit., págs; 15-32, vid., págs. 20, 21, 25 y 26.
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CONCEPTO Y METODOLOGIA. DE LA. CIENCIA. HISTOR.ICA
disciplina sustituyéndola por otra o bien declarar «sin sentido»
al pretendido conocimiento del pasado histórico.
La intuición y las
hip6tesis ayudan a encontrar datos, pero
ellas mismas no son los datos ni la fuentes del conocimiento his­
t6rico.
Las fuentes históricas sdn el primer supuesto fundamental
-no pueden ser el apriorismo de sí mismas-para llegar al sa­
ber histórico. Aunque es cierto que «la historia es cosa muy dis­
tinta de la documentación y de la filología», estas nos acercan a
la realidad
del ayer precisamente porque no son dicha realidad.
Cuando un investigador inicia una primera aproximación a un
tema
no investigado, este último se encuentra para aquel en un
estado
de indeterminación. La relación entre el dato (previo exa­
men crítico e hist6rico del mismo) y las posibles hip6tesis (su­
posición,
a priori, o cuestiones suscitadas al dato sin que deter­
minen ni
se sobrepongan a él) puede ser eficaz para, en hase a las
fuentes, llegar a la tesis, es decir, a conclusiones demostradas.
Negar los a priori no significa carecer de ideas, sino de adecuar­
las a la realidad científica; hipotética carencia ésta que suele
es­
timular a algunos para tachar de neopositivistas a quienes niegan
los apriorismos.
En ningún momento de su investigaci6n el historiador debe
pensar filosóficamente sobre un pasado al que debe de acercarse
documentalmente, pues nada conoce de
él salvo por los «cerros
testigo» que el tiempo ha salvado. Ello no implica que el inves­
tigador opere en
el vacío con datos provenientes de las fuentes
empíricas, pues el conocimiento hist6rico depende de
la capaci­
dad crítica del
dato e incluso espiritual para comprender con ob­
jetividad
la realidad del ayer hist6rico. En esta cuesti6n nos re­
mitimos al tema de la objetividad histórica. Objetividad que
exige al historiador abrirse a las posibilidades de la realidad del
ayer sin subordinarla a las categorías subjetivas de raz6n o de
sentimiento.
El hecho de que las fuentes deban ser penetradas por el hom­
bre no niega que ellas sean el primer y principal factor del cono­
comiento histórico; todo lo contrario. La subjetividad se encuen­
tra tanto en el historiador como en la fuente escrita. Precisamente,
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JOSB FERA!IN GARRALDA ARIZCUN
según indica Federico Suárez, la labor del investigador «tiende a
ir separando con cuidado lo que es cierto y, por tanto, seguro
para una reconstrucci6n,
y lo que no lo es ( ... ) con referencia al
trabajo que realiza el investigador,
el ,problema se debe plantear
no
como una cuestión de principio ( ... ), sino de posibilidad»
(pág. 145).
El investigador tampoco puede formular la libertad humana
en calidad
de apriorismo: Ante las fuentes, aquel se pregunta,
¿ será A ó B o ninguna de las dos posibilidades? Como esta pre­
gunta,
desde el punto de vista metodológico, no implica afirmar
el libre albedrío, aunque coincida con él en su formulación, no
es un a priori. Importantes historiadores, desde su experiencia
investigadora
y no desde la Filosofía, y también en base a su labor
archivística
y a sus estudios y conclusiones científicas sobre as­
pectos concretos del acontecer hist6rico, iluminan el quehacer
investigador no con axiomas, ni conclusiones de otrS;s ciencias1
ni verdades apriorísticas, sino con realidades que deben tener una
continua
y renovadora constatación. Esta iluminación incluye en­
tre otros los aspectos siguientes:
1) Para
conocer científicamente el ayer debe utilizarse prio­
ritariamente las fuentes históricas. Todo auténtico conocimiento
histórico depende de ellas.
2) Buena parte de las fuentes

históricas ofreoen una reali­
dad individualizada y la individualidad del quehacer humano.
3) El investigador debe aoercarse al pasado totalmente abier­
to a cualquier forma de posibilitaci6n y de realización. La reali­
dad aparece sumamente compleja y puede ser imprevisible.
4)
La calificada «lógica» humana o coherencia del ser hu­
mano y de las sociedades -incluso en aquellos comportamientos
aparentemente
incoherentes-aparece en la Historia. No se de­
muestran las leyes de la Historia; ahora bien, puede haber «leyes»
en la Historia.
5) Desde el desconocimiento
de la realidad no investigada,
meto'clológicamente el homhte tiene capacidad para efectuar, pen­
sar, imaginar «A» ó «B»,
así como para omitirlo. Incluso, en
base a los comportamientos humanos estudiados documentalmen-
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CONCEPTO Y METODOLOGIA DE LA CIENCIA HISTORICA
te, puede vislumbrarse la existencia del libre albedrío en hombres
del ayer, y no sólo inducirse por semejanza de
la experiencia del
hombre actual. Vinculado a dicho libre albedrío, no pocos hom­
bres dieron en el pasado muestra
de una responsabilidad perso­
nal.
La conciencia personal ha dado origen a no pocos aconteci­
mientos históricos.
6) Hay una semejanza fundamental entre las tendencias, in­
clinaciones, pasiones, etc., de los diferentes
h6mbres en el tiem­
po, que supera las circustancias históricas concretas y peculiares
de cada momento histórico.
7) Se constata la importante función social tanto de las in­
dividualidades como de las élites sociales
-grupo este dominante
que no significa necesariamente privilegiado y
opresor-, análoga
a la influencia de las tendencias sociales en la persona.
El que
sea una u otra realidad de ambas, o bien las dos simultáneamente,
así como
el grado o intensidad de estas influencias, depende de
cada época y caso particular.
8)
Es patente la tendencia al dinamismo y a la conservación
propias del hombre y de
las sociedades, de manera que la reali­
dad debe ser estudiada
como realidad viva.
El método histórico pretende un conocimiento lo más exacto
posible y causal
del acontecer humano -personal y social-en
todos aquellos aspectos relevantes y más fundamentales para
com­
prender al ser humano y su historicidad o desarrollo espacio-tem­
poral. Es un método empirico
-aunque no empirista-con unas
diferencias muy profundas que los distinguen del método propio
de las ciencias naturales. Los eslabones metodológicos
más rele­
vantes de la ciencia histórica son los siguientes:
1) Búsqueda y selección de las fuentes históricas, principal­
mente
de documentos escritos. Aunque para este quehacer se
carezca de una regla precisa por depender del talento y de la
personal valoración del investigador,
es necesario conocer con
precisión
la disciplina atchivística, eminentemente práctica, que
comienza a ser valorada en
las universidades españolas.
2)
La penetración del documento a través de la hermenéuti­
ca se efectúa en dos direcciones: la crítica del documento y la
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JOSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
crítica histórica. La primera tiene como objeto fijat la autentici­
dad e integridad del documentd,
por lo que las ciencias auxiliates
de la Historia deben conocerse, al electo, con una
gran precisión;
por ejemplo, la paleografía, la diplomática, lingüística, filolo­
gía, etc.
La segunda aspira a conocer con certeza la verdad de lo
transmitido
por el documento, es decir, a establecer lo que real­
mente aconteció. Pata ello conviene poseer una pluralidad de
fuentes,
y efectuat un estudio documental compatativo previo
análisis de cada texto,
por ejemplo, establecer si su autor pudo
conocer lds hechos, si pretendió y le fue posible explicatlos, su
sinceridad, sus capacidades personales, etc.
3) La explicación histórica supone mostrat la vinculación
causal entre los hechos históricos. Pata ello,
y a diferencia de las
ciencias naturales, no
se utiliza la inducción, toda vez que la
ciencia histórica no pretende establecer leyes de validez o alcance
general. Según
W. Windelband, las ciencias nomotéticas estable­
cen leyes generales, mientras que las idiográficas explican la par­
ticulatidad
de los sucesos (personales y sociales) individuales.
Por supuesto, y a diferencia de lo que ocurre en las ciencias na­
turales, en la ciencia histórica no es posible la experimentación
de las conclusiones obtenidas.
La importancia de la explicación histórica
es evidente. Te­
nemos presente
la siguiente afirmación de Beroatd Bailyn:
«El mayor desafío con que se enfrentatán los historia­
dores en los años venideros, me parece a mí, no es cómo
ha= más profundas y sofisticadas sus investigaciones téc­
nicas sobre la vida
en el pasado ( ese esfuerzo continuará
en cualquier caso), sino
cómo
unir de nuevo la historia,
ahora que tiene una complejidad
y dimensión analítica nun­
ca antes imaginada; cómo reunir la información disponible
( cuantitativa y cualitativa, estadística y literaria, visual y
oral) en relatos legibles de acontecimientds importan­
tes» (23).
Si la ciencia histórica se fundamenta en las fuentes históricas,
cabe preguntarse si
el historiador se debe limitat a la copia y
(23) BAILYN, Bernard: art. cit.
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CONCEPTO Y METODOLOGIA DE LA CIENCIA HISTORICA
reproducción más o menos exacta de los documentos al viejo es­
tilo positivista, hoy día universalmente rechazado. Es cierto que
el viejo positivismo
ya ha sido sobrepasado. Esta escuela adolecía
de una acumulación de datos que no garantizaba suficientemente
la Historia comd ciencia, oomo explicación de la realidad pasada,
y su antiguo método resulta, sobre todo hoy, inviable debido a
la
ingente cantidad de documentación de primera clase actualmente
disponible en los
archlvos públicos y particulares. Por otra parte,
el historiador no
se limita a «oontar» el pasado sino que explica
su «por
qué», para lo cual debe ejercer todas sus facultades inte­
lectuales, manteniendo siempre la total fidelidad a los datos. Tam­
bién debe ejercer
la debida crítica documental e histórica, sin que
por ello le sea lícita
la duda sistemática o la hipercrítica: ha de
seleccionar los datos oonforme al
objetd de estudio, a la autenti­
cidad y veracidad de aquellos, a sus aportaciones, etc., sin
come­
ter imprúdencias tanto por defecto oomo por exceso. Finalmente,
el historiador llega al momento
más difícil y delicado como es
efectuar
la elaboración o reoonstrucción del pasado. Para ello no
debe suplir con la imaginación
lo que las fuentes documentales no
dicen, ni pretender explicar u objetivar
la realidad en base a opi­
niones o convicciones personales subjetivas,
pdr muy brillantes
que fuesen, precisamente porque estas últimas no aportan pruebas
suficientes. Sin pruebas no
es posible presentar una tesis, sino todo
lo más una hipótesis. En honor a la verdad, la crítica, sopesada
y madura, a las afirmaciones de
otros autores, debe fundarse cien­
tíficamente ; en beneficio de la justicia, debe distinguirse entre
el
autor y sus afirmaciones profesionales; también en aras de la pru­
dencia,
ha de diferenciarse el aspecto criticado y la obra global de
su autor.
Por otra parte, el vocabulario utilizado no debe estar ideolo­
gizado, ni
la expresión ofrecer sugerencias intencionadas o bien
ser equívoca.
Parece acertada la crítica que Ortega y Gasset efectuó a cier­
tos libros de Historia, al recriminarles «la insatisfacción sentida»
producida por su lectura, pues «ningún libro de historia repre­
senta con plenitud»
la realidad, de manera que «habiendo entre
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/OSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
sus manos el tema más jugoso que. existe, han conseguido que en
Europa
se lea menos historia que nunca» (págs. 16 y 17). Esta
crítica
se dirigía a la historia positivista, poco explicativa e intui­
tiva. Seguramente
-creemos--hoy Ortega modificaría este aserto
debido a la gran calidad
de estudios históricos científicos autén­
ticamente interesantes.. Hay numerosos historiadores que presen­
tan sus invesrigaciones con una alta calidad de contenido científico
y formal. No en vano en la explicación histórica el investigador
entra en contacto con
la belleza de la palabra y el arte de la ex:
presión escrita y los grandes adelantos tipográficos permiten que
el libro
sea una obra de arte en todas sus partes.
Lds historiadores han de valorar, en su debida dimensión, la
disciplina archiv!stica. ¿Qué es un archivo? Según Vicenta Cortés
Alonso, Antonia Heredia Herrera y otros autores, un archivo
es
un conjunto de documentos, producidos o recibidos, acumulados
en un
proceso natural por una persona o institución, pública o pri­
vada, en el transcurso de
la gestión de asuntos de cualquier índole
y fecha, conservados y custodiados como testimonio e información
ya por las personas responsables de tales asuntos ya por sus su­
cesores.
Es decir, el atchivo produce documentaci6n tramitada, por lo
que los documentos deben
respetarse tal como han sido originados
y emitidos, . pues un documento no puede existir sin ·otro tanto
en su tema como en la voluntad de su productor. A diferencia del
atchivo,
la biblioteca es una acumulación de libros diferentes, or­
denados según un orden de llegada (registro) y de autores o ma­
teria.s (ficheros). No obstante, la ordenación temática de una bi­
blioteca supone la elaboración de un árbol de las ciencias,
cues­
tión esta que refleja una mentalidad y una concepción de la rea­
lidad. Creemos que las diferencias básicas entre el archivo y
la biblio­
teca se encuentran en su naturaleza originaria y en que cada libro,
en cuanto
tal, es un hecho aislado, mientras que no cada docu­
mento.
Si el archivo es histórico a ello se le añade la antigüedad
y función concreta de cada documento producido
y recibido en
él. Está extendida la
err6nea creencia de que en un archivo se
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CONCEPTO Y METODOLOGIA DE LA CIENCIA HISTORICA.
custodian y organizan documentos manuscritos y en una biblioteca
libros impresos. Sin embargd,
en el archivo se custodian docu­
mentos ( sobre todo) y libros o folletos, todos ellos principalmente
manuscritos, aunque también los
hay impresos, y en la biblioteca
libros
y folletos básicamente impresos sin excluir los manuscritos.
El archivo y la biblioteca no son excluyentes en aquello que les
identifica; otra
cosa es que la custodia y utilización de esta docu­
mentación tan variada haya originado instituciones diferentes. Es
habitual que un archivo histórico incluya una biblioteca
de textos
manuscritos
d impresos, como fuentes documentales y originales
para el conocimiento del pasado ; distinguiéndose de
la biblioteca
auxiliar
de textos recientes, ubicada en el mismo edificio del ar­
chivo, pero que, como tal, se distingue de él.
A un historiador le interesan los archivos históricos (particu­
lares o públicos) con exclusión de otros archivos de diferente
ca­
rácter. Estos últimos pueden ser: el archivo de gestión ( conserva
el documento durante
sus cinco primeros añds tras su elabora­
ción), el central o administrativo (diez años), y el intermedio
( quince años). A continuación, el documento llega al depósito
final, al archivo histórico, cuando ya tiene treinta años de vida.
Resumiendo,
lds principios básicos del archivo son los siguientes:
el archivo
es una unidad orgánica y o-rganizada, el documento es
uno e indivisible, cualquier documento
es la unidad documental
menor,
se debe respetar absolutamente el orden original de los
documentos, y todd archivo se encarga de mantener la unidad, in­
tegridad, autenticidad e ingenuidad de cada documento. El ob­
jetivo del archivo es recoger, conservar y servir los documentos
escritos; y sus funciones recibir, custodiar y facilitarlos
al inves­
tigador.
Cdn estas reflexiones queremos destacar cómo los conocimien­
tos de archivística son de una gran importancia para un historia­
dor (24).
La Historia se investiga, principalmente, en los archivos,
(24) Las archivística también se ocupa de la clasificaci6n tipol6gica
documental, la tradición del documento, la actividad del archivo (recep,­
ción, ordenación, clasificación, tramitación y transferencia, expurgo, · signa·
tura o notación, instalación, descripción documentales), la diferencia eritre
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JOSE FERMIN GA.RRALDA AR.IZCUN
no en las bibliotecas. No obstante, en estas últimas, además de
depositarse las fuentes bibliográficas, hay secundariamente ciertas
fuentes documentales como son las colecciones documentales
im­
presas que preferiblemente deben ser cotejadas con los originales,
repertorios de leyes, escritos impresos coetáneos y relacionados a
los hechos a investigar, hemeroteca, etc.
Ciencias auxiliares de la Histona. Son las ciencias indepen­
dientes
de la ciencia hist6rica, que ayudan al historiador en el es­
tudio de las fuentes hist6ricas. Estas ciencias tienen. una persona­
lidad propia. Aunque son un instrumento fundamental del histo­
riador para
efectuar tanto la crítica documental e hist6rica del do­
cumento como su explicación, tan s6lo sirven para clarificar y
para aportar
los da !Os, pero no para identificar propiamente la
realidad del pasado. En las últimas décadas, estas ciencias han
ex­
perimentado un considerable desarrollo con el contrasentido de
que, simultáneamente,
no pocos historiadores ideologizaban sus
investigaciones. Algunas de dichas ciencias
complementarias e ins­
trumentales
para el historiador son las siguientes: arqueología, ar­
chivística, conservaci6n y restauraci6n documental, paleografía,
diplomática, numismática, sigilografía, epigrafía, codicología,
lin­
güística y filología, etnología, etnografía, geografía, crítica lite­
raria, arte, economía, jurisprudencia, sociología...
La paleontolo­
gía y la cronología, junto con la arqueología prehist6rica, son
ciencias auxiliares del prehistoriador.
También son importantes otros saberes como
la estadística,
contabilidad, encuestas, sistemas sociométricos, técnicas sicosocia·
les, etc.
Además del desarrollo de estas ciencias y saberes auxiliares,
y
de la necesaria desideologizaci6n de las ciencias humanísticas,
al historiador le
es muy conveniente profundizar en la Historia
del Derecho, del Arte, y de otras ciencias, para así ampliar su
propia prespectiva en beneficio, a
su vez, de las cortespondientes
materias interdisciplinares.
tipo y serie, los elementos auxiliares del archivo (índice, guía, inventario y
catálago), etc.
932
Fundaci\363n Speiro

CONCEPTO Y METODOLOGIA. DE LA CIENCIA HISTORlCA
9. Historia y antropología.
Los estudios antropológicos . del hombre y de las sociedades
del pasado
se incluyen en las ciencias históricas. Lógicamente, son
muy diferentes a la antropología
cultural del presente. Algunos
han pretendido reducir el conocimiento del ayer humano (la His­
toria) a la antropología del

pasado, proyectar esta hacia la
antro­
pología del presente y someter a esta última a un proceso de
ideologización. De esta manera, han querido hacer coincidir una
Historia, desvirtuada en su reduccionismo, con una determinada
comprensión ideológica del presente.
La Historia sería un arma
primordial para dar sentido a
la transformación de las actuales
condiciones socio-económicas (infraestructura) y, en consecuencia,
de la superestructura social e ideológica. Nuestra discrepancia
con este planteamiento
se basa tanto en el debido entendimiento
de los caracteres de la ciencia histórica ya explicados, como en
la gran diferencia existente entre la Historia y la antropologia
del presente por lo que respecta al aspecto espacio-temporal, a
la mayor o menos amplitud de materia al método
científico uti­
lizado, etc.
La antropología del presente es una ciencia que investiga los
modos
de vida, creencias, mentalidades, etc., del hombre actual.
Exige analizar todos estos aspectos y
examinar su anclaje, en caso
de existir, en la realidad del ayer. Sus medios utilizados abarcan
dos direcciones.
La primera, supone una «labor de campo» ( en­
trevistas efectuadas mientras se convive «in situ» con los entre­
vistados, penetrando el máximo posible en sus comunidades) y
bucear en los archivos ( sobre todo los intermedios e históricos)
para analizar, sociológicamente, tanto lo que los actuales hombres
y sociedades dicen de sí y de su mundo en relación con los modos
de vida:, creencias, mentalidades, actuaciones,-etc., como para es­
tudiar si sus obras se corresponden con sus anteriores manifes­
taciones. Secundariamente,·
er antropólogo se apoya en la geogra­
fía (física, humana y económica) y · en la historia como en sus
principales e imprescindibles ciencias auxiliares.
933
Fundaci\363n Speiro

IOSB FERMIN GA.RRALDA ARIZC:UN
La complejidad de la antropología es evidente. Para esta cien­
cia, las realidades nunca se producen en el vacío, s.ino que existe
una causalidad
o, mejor, policausalidad. Lógicamente, ningún an­
tropólogo puede explicar de anteman~ la causa por la consecuen­
cia; cuando no pueda observar las conexiones suficientes y
ex­
plicativas, debe apelar al fenómeno cultural que implica tanto el
libre albedrío como la capacidad de invención y recreación hu­
manas.
En realidad, las afirmaciones antropológicas sólo pueden
mostrar tendencias generales con el debido margen a las posibles
excepciones.
En cualquier explicación antropológica se debe eli­
minar toda rigidez y afirmaciones drásticas o categóricas, pues
las realidades suelen ser
-máxime para el investigador-ondu­
lantes y complejas, sobre todo
si se tiene en cuenta la capacidad
de invención, imaginación y apertura propias del fenómeno
cul­
tural. Este amplio marco de posibilitación indica que los límites
de las posibilidades humanas son muy confusos ; aunque hay una
puerta abierta a lo ilimitado, esta ilimitación no es infinita. Dicha
complejidad del objeto de estudio pmpio de · la antmpolgía tam­
bién lo patentiza el hecho de que la misma palabra, la semántica,
sea un hecho cultural, y la gran conveniencia de alcanzar inclusd
el estudio de lo «imaginario de lo cultural».
Relación con la Historia. Aunque la Historia es una ciencia
auxiliar de la
antmpología, no lo es a la inversa porque esta úl­
tima tiene por objeto el presente. De todas maneras, la antropo­
l~a puede ser útil para el historiador debido a que las inquietu­
des y realidades del hombre actual pueden abrir temas de inves­
tigación sobre el pasado.
Las diferencias entre ambas ciencias,
independientes entre
sí, son claras. Las explicamos a continuación.
a) Por el objeto científico. El historiador descubre los as­
pectos culturales del pasado histórico, pero también le interesan
las instituciones y los restantes hechos históricos en cuanto tales,
toda
vez que su marco es muy amplio y globalizaddr al implicar
a toda realidad humana. Esto es, el historiador no
es sólo un
antropólogo cultural del ayer. También él, como el antropólogo,
se interesa por la génesis y la evolución de los hechos culturales,
tanto en
su origen o proyecto comd en su realización, aunque el
934
Fundaci\363n Speiro

CONCEPTO Y METODOLOGIA. DE LA , CIENCIA HISTORICA
historiador se preocupe por toda la realidad y el antropólogo
"6lo
por aquellos.
El antropólogo del presente estudia prinppalmente la reali­
dad cultural del hombre actual. Así, selecciona y reduce el
ám­
bito del conocimiento a la cultura del presente aunque, en mucho
menor grado, tenga en cuenta el pasado virtualmente presente
en aquella con una mayor o menor intensidad. Pongamos un
ejemplo: para el
antropólogo del presente la institución de «la
casa» tan sólo implica cinco generaciones, al incluitse también en
ella la memoria de
los abuelos que actualmente viven en aquella,
mientras que para
. un . historiador la perspectiva cronológica es
muchísimo más amplia al abarcar a los hombres de todos los
tiempos. Vinculado a ello, los límites cronológicos del
antropó­
logo y del propio historiador tienden a cruzarse.. Según los an­
tropólogos, el siglo XVIII es, para su ciencia, muy lejano. Por
esto, y porque siempre el pasado penetra el presente, la
Historia
se presenta como una ciencia auxiliar imprescindible de la antro­
pología. Por otra parte, al historiador le interesa
el pasado más
relevante mientras que al antropólogo también estudia aspectos
secundarios y con un detalle digno del mayor elogio.
Ambos científicos también se preocupan por lo que el hom­
bre y las sociedades dicen sobre sí mismas, estd es, por el signi­
ficado que
sus propios proyectos y realizaciones tienen para sí.
Sin embargo, el historiador, debido a
su inherente imposibilidad
para penetrar en la conciencia e intimidad de
los hombres del
pasadd
--salvo en algunos casos muy concretos y con las lógicas
limitaciones-
se siente obligado a ceñirse a los hechos aconteci­
dos o bien a lo que el hombre expresó sobre ellos ; la posición
del antropólogo
es muy diferente, pues puede penetrar en la
intimidad de sus entrevistados, con quienes convive largas tem­
poradas, lo cual le interesa más que conocer la mera plasmación
de sus actuaciones e, incluso, que la importancia -y aun consistencia
de estas últimas, Id cual, en buena parte, pertenece al futuro.
De esta manera, el objeto del conocimientd propio del his­
toriador
es más amplio, aunque por no penetrar la intimidad de
los hombres menos profundo que el del
antropólogo. Por ello,
935
Fundaci\363n Speiro

IOSE FERMIN GARR.ALDA ARIZCUN
el primero es más capaz de explicar la complejidad del actuar
humano, a pesar de que
el antropólogo pueda penetrar incluso
en las intenciones y
la sicología humana. Aunque d. antropólogo
debe conocer
necesatia pero auxiliarmente la Bistoria, la inves­
tigación del pasado es competencia propia
de los .historiadores.
Sin embargo, como con
frecuencia los temas estudiados por am­
bas disciplinás no coinciden debido a la multirud de cuestiones
pendientes· en· el esrudio del pasado, los antropólogos se sienten
obligados por necesidad a suplir esta deficiencia temática
de los
esrudios históricos
y así ejercer a veces, por la fuerza de las
circunstancias,
de historiadores. Por su parte, cuando el historia­
dor investiga sobre
· la antropología cultural . del pasado, pone las
bases
al anttopológo. del presente. De esta manera, mientras que
la antropología cultural del presente es poco útil para el historia­
dor, la Historia
es muy práctica para el antropólogo de la reali­
dad cultural acrual.
Considero inadecuado que
los. esrudios de investigación his­
tórica sean propiamente objeto de la investigación del antropólogo
en su estudio de las culturas actuales, como si aquellos fuesen un
dato culrural
más, ábstracción hecha de la consideración de · la
Historia como ciencia auxiliar de la
ánttopolog!a. Por lo general,
ello
llevarla a desposeer a la investigación histórica de su carác­
ter de ciencia. Al señalar .esto, prescindimos de otras considera­
ciones que el antropólogo puede plantearse legítimamente. Por
ejemplo, de intertogantes como los siguientes:
¿la elección de
ciertos temas por los historiadores tiene algún significado cultu­
ral peculiar en la sociedad en la que viven?
¿Y la utilización de
ciertos términos· en su explicación histórica?, etc.
Aunque
la explicación escrita efecruada en la disciplina his­
tórica incluya un tipo concreto de fiteratura, aquella es una ex­
plicación propiamente científica y por ello está al margen de las
ideologías y subjeiivismos.
En el. uso de temática, terminolo­
gía, etc., la información que puedé buscar un antropólogo culru­
ral en un
estúdio histórico no es similar a la que puede obtener
de la literarura como comunicación principalmente artística. In­
cluso la propia literarura culta escrita tiene sus limitaciones para
936
Fundaci\363n Speiro

CONCEPTO Y METODOLOGIA., DE LA CIENCIA HISTORICA
un antropólogo porque aquella nace de un acto creador, libre y
personal.
b) Por su finalidad. La antropología estudia las culturas del
presente y del pasado
cercano, este último en función de su in­
vestigación de lo actual. Estudiat científicamente
la simbiosis
cultural entre
el presente y el pasado supone, además de seleccio­
nar los diferentes ámbitos de la realidad, un punto de vista muy
peculiar ausente en la ciencia histórica, toda vez que esta última
cifie su estudio al pasado como tal.
e) Por su función. La antropología de las culturas actuales
parece tener, hoy día, una mayor función social que la ciencia
histórica, pues la antropología penetra como objeto propio en las
realidades culturales del presente e incluso, en lo
posible, en im­
portantes aspectos de nuestra civilización. El caráctet de esta
función conlleva dos posibles peligros: orientar, intencionalmente
o no,
el presente en una u otra ditección, e instrumentalizar ideo­
lógicamente la antropología, aunque ambos peligros también exis­
ten en quienes
se dedican a cierta forma de «ciencia» histórica.
Así como las conclusiones del historiador pueden ser aprove­
chadas científicamente por la antropología debido a que la disci­
plina histórica
es una de sus· principales ciencias auxiliares, las
conclusiones obtenidas por el
antropólogo sólo pueden setlo por
quienes (políticos, economistas, sociólogos, ensayistas, etc.) desean
influir en el presente desde su propia realidad temporal. Esta
función social otorga a la antropología una atracción singular.
d) Por su método. La antropología se sirve, principalmente,
del «trabajo de campo», en base a entrevistas personalizadas pre­
via convivencia durante una larga temporada en la comunidad
objeto de estudio.
La autenticidad de estas entrevistas queda
gatantizada al efectuarse en el ambiente adecuado y desde
él mis­
mo, máxime cuando van acompañadas de una obs_ervación minu­
ciosa y de la utilización de series de entrevistas. Estas series son
necesarias toda
vez que la antropología no se cifie a los caracte­
res
específicos de uno u otro entrevistado, sino que atiende a lo
común y específico de un área cultural .. Las dotes de investiga­
ción más importantes
para el antropólogo pueden ser: una desa-
937
Fundaci\363n Speiro

JOSÉ FERMIN GARJU.LDA ARIZCUN
rrollada capacidad de observación al detalle (lengua o dialecto,
costumbres, usos de todo tipo, etc.), una estrecha conexión con
la realidad, evitar el formalismo y una indebida abstracción, y
mucha paciencia, capacidad
de relación, comparación y síntesis.
Además del «trabajo de campo» y con un carácter secundario,
el antropólogo, en su conexión con el presente, penetra en los
restos
de un ayet de mayor o menor proyección histórica. Según
algunos antropólogos, a ambos aspectos empíricos metodológicos
se debe añadir, como aporte circunstancial a la investigación, la
ilnaginación y la poesía, entendida esta última en su sentido más
amplio.
A
diferencia de todo ello, la ciencia histórica utiliza textos
escritos y, secundariamente y

a la luz
de los primeros, cualquiet
otro
hallazgo d vestigio del pasado, pues la cantidad y calidad
de la información propia de la palabra es mucho más elevada que
la
de los objetos y obras de arte. El recurso a la Historia oral
( canciones, memoria histórica sobre acontecimientos transmitidos
dutante genetaciones
y, sobre todo, vividos por los testigos en­
trevistados, etc.), recurso utilizado en investigaciones actuales,
es . un apoyo muy válido e interesantísimo para perfilar ciettos
temas cercanos cronológicamente al historiador y estudiados prin­
cipalmente mediante documentos escritos, pues la complejidad
de los estudios efectuados
en base a testimonios orales es evidente.
También son
difetentes las ciencias auxiliares utilizadas por
la antropología y
la ciencia· histórica, aunque algunas de aquellas
ciencias coincidan, ambas tengan en común los conocimientos
filológicos y lingüísticos, y la Hist9tia sea auxiliar de la antropo­
logía
peto no a la inversa.
10. Fuentes históricas.
Denominamos fuente histórica a todo aquello que nos pet­
mita conoeet el pasado con tetteza humana y en tanto que se
refieta de alguna manera al hombre. Una fuente histórica es tan­
to
más útil cuanto mayores son su autenticidad, integridad, veraci-
938
Fundaci\363n Speiro

CONCEPTO Y METODOLOGIA DE LA Cl6N,CIA ~IBrORICA.
dad y contenido informativo. Las fuentes son testigos del pasado,
pero sólo relativa y mediatamente nos introducen en él, precisa­
mente por las limitaciones de las propias fuentes, a veces por su
parcialidad
y falta de absoluta exactitud e incluso, en otras oca­
siones, por su falsedad. Por esto el trabajo del investigador se
encuentra lejos de una asimilación acrítica y pasiva de los datos.
No obstante,
y por ello precisamente, debido a que la Historia
nd es el documento, d conocimiento histórico necesita que las
fuentes utilizadas al efecto revistan de
los citados caracteres de
autenticidad,
integridad, etc., que las identifican como tales.
El estudio comparativo y contrastado de las fuentes es un
demento importante para
garantizar, a través de su crítica indi­
vidualizada
y de su convergencia documental, que la fuente· his­
tórica se adecúa a la realidad del pasado histórico.
Fuente veraz
significa que su contenido se adecúa al aconte­
cer histórico.
La autenticidad se opone a la falsificación, no a si
es original o copia. A este respecto, la crítica paleográfica, diplo­
mática
y lingüística tienen una utilidad primordial.
La búsqueda de las fuentes histórica es muchas veces coín­
pleja pero siempre necesaria. Estas, principalmente las escritas
pero también las no escritas,
y su hermenéutica, son el único
medio del historiador para acercarse
al pasado y descubrir su
realidad
cort certeza. De esta manera, la necesidad que todo cien­
tífico del pasado tiene de poseer la debida formación por. lo que
respecta a las fuentes y ciencias auxiliares adquiere. su auténtica
dimensión. Este proceso de aprendizaje
es prolijo y persiste irt­
cluso después de alcanzar. la máxima titulación académica univer­
sitaria. Dicho aprendizaje no ciñe todas
las facultades del historia­
dor, pues
las fuentes, además de ser ,desveladas, identificadas y
comprendidas,. deben. estar bien relacionadas, superando así-d
simple agregado de datos; no es suficiente, sino contraproducente,
la acumulación de simples datos ni
la. mera descripción de .los
hechos.
Aunque la ciencia histórica debe desarrollarse con base en
unas fuentes de muy diversa y compleja naturaleza, no se se debe
comenzar una investigación sin conocer antes toda
la bibliografía
939
Fundaci\363n Speiro

/OSE FBRMIN GARRALDA ARIZCUN
disponible de otros investigadores. No hacerlo, además de ser una
gran imprudencia, supone una actitud de ruptura
--consciente. o
inconsciente--respecto a la natural transmisi6n de los saberes
científicos, algo realmente muy pocd riguroso e impropio de todo
servidor de la ciencia
.. De todas .maneras, aunque la bibliografía
pueda suponer un acercamiento
al tema de estudio ,-e incluso
una ayuda y estímulo para el
investigador-debido a sus apor­
tacidnes relativas a las fuentes hist6ricas, a la elaboraci6n de
ex­
plicaciones concluyentes, a la formulaci6n de hip6tesis, etc., en
una
investigaci6n histórica siempre deben prevalecer las fuentes
hist6ricas, s6lo en base a las cuales se entra en contacto y se pro­
fundiza en el conocimiento científico del pasado. Si la bibliogra­
fía prevaleciese sobre las fuentes
do vestigaci6n sería plagio. Como en otras disciplinas, en la ciencia
hist6rica el argumento de autoridad
es el más débil de todos, por
lo que el recurso a las fuentes es primordial y necesario. Por todo
esto, la Historia
se investiga principalmente en los archivos, no
en las bibliotecas formadas . por textos recientes y nd documen­
tales.
11. El sentido de la Historia.
La verdad en la Historia penetra más allá de los datos ofre­
cidos por las fuentes hist6ricas, pues dicha verdad es diferente
de
una. objetividad hist6rica que nos situe en la certeza de nuestro
conocimiento.
Objetividad significa fidelidad a unas fuentes hist6ricas que
expresan
el actuar, pensat o sentir de las personas o comunidades
humanas del pasado. A diferencia
de ello, la verdad en la His­
toria supera los límites impuestos por
las fuentes hist6ricas pata
preguntarse
si las personas o comunidades actuaron, pensaton y
sintieron
en Verdad, según la Verdad. En esta última pregunta
hay un claro fondo filos6fico y teol6gico, cuyo estudio
nd le com­
pete al historiador como tal, y que supone una radical respuesta
positiva y concluyente a la
más Intima pregunta: «¿Qui est ve­
ritas?».
940
Fundaci\363n Speiro

CONCEPTO Y METODOLOGIA. DE LA. CIENCIA. HISTORICA.
Es muy comprensible que el lústoriador, como hombre y cien­
tífico
de una disciplina humanística, desee contrastar el pasado
que fue, el
caminar del hombre sobre la tierra, con la Verdad.
Sin embargo,
se siente incapacitado para dar una respuesta al
efecto, por ser esta labor propia de las ciencias filosófica
y, sobre
todd, teológica.
El diálogo entre dichas tres ciencias es del todo
conveniente
para lograr una unidad integrada, profunda, y en lo
posible final,
del conocimiento del ser humano, de cada hombre:
Por la misma razón, tampoco el historiador se puede inhibir
de preguntarse, en
el secreto e intimidad de su conciencia, sobre
el sentido de la Historia. Por lo que respecta a esta pregunta y
como en el caso de la Verdad histórica, el investigador del
pasado
debe aportar sus conocimientos a la Filosofía y Teología de la
Historia
para ayudar a estas en la debida profundización a la que
aspiran. Qué
cosa sea el sentido de la Historia se puede plantear
de diferentes maneras: ¿tiene la Historia
alguna «lógica» o co­
herencia humana o divina? Los hombres, sus grandezas y esfuer­
zos por un lado, y la sucesión de imperios y culturas y civiliza­
ciones por otro... ¿tienen alguna trabazón
íntima y una mutua
interdependencia teleológica, algún culminar que muestre el «para
qué» de
sus realidades y hacia el cual se orienten todas sus ac­
tuaciones en el tiempo? Cada realidad del ayer, como eslabón
indispensable
y dependiente de una larga cadena de humanidad,
¿ ha
servido para algo más que para la propia afirmación en el
tiempo del hombre y de las sociedades concretas, y para su propio
desarrolld e influencia inmediata posterior, en beneficio del logro
de una meta hacia la cual toda la humanidad camine para su con­
figuración final? ¿Hay alguna realidad en la cual
se enmarquen
todas las actuaciones y vidas de los hombres y sociedades que
hayan acontecido o simplemente sucedido a lo largo
de la Histo­
ria? ¿Hacia dónde camina la humanidad? ¿Existe alguna meta
en la que todo
el pasado y cada hombre tenga su culminación y
encuentre
su última y definitiva satisfacción, su auténtico «por
qué» y «para qué»? Meta esta misteriosa pero realmente ilumi­
nada de alguna manera desde los pequeños ángulos
de cada una
de las múltiples realidades sucedidas en el tiempo... Si el mundo
941
Fundaci\363n Speiro

/OSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
físico, biológico y humano está orientado hacia una meta donde
tiene lugar su
propio cumplimiento, ¿por qué las comunidades
humanas,
las civilizaciones y culturas no se van a enmarcar en
una unidad superior donde adquieran su perfección
y donde se
justifique plenamente su existencia?
Es evidente. que el historiador,
al ceñirse a las fuentes del
pasadd, no puede responderse a estas preguntas que afectan a la
metahistoria
y tienen su anclaje definitivo·en un futuro por llegar.
La
Filosofia ha intentado desvelar el sentido de la Historia.
Para.la
civilización clásica, griega y romana, la Historia era cíclica
y circular, los dioses guiaban el mundo y a los hombres por ne­
cesidad y para su satisfacción y aun entretenimiento, la realidad
temporal se movía conforme al Destino fijado por el capricho de
unos dioses formados
a imagen y semejanza de los hombres (25).
(25) En las tragedias griegas aparece con nitidez el sentido de la His·
toria propio de la civilización clásica. Una Historia de dioses y héroes.
Dicho sentido se refleja tanto en la visión global de las obras como en las
exclamaciones particulares de los personajes. A modo de ejemplo nos_ cen­
traremos en las tragedias Agamenón de Esquilo, Edipo Rey de Sófocles e
Hip6lito de Eurlpides.
Los dioses no son la Justicia, la Bondad, la Virtud. Es más, los dioses
srin víctimas de sus propios defectos, errores y pecados como si fuesen ·hu­
manos. Hay dioses buenos y otros malignos. Llegan incluso a apesadum:..
bra, menospreciar y odiar hasta la venganza a las creatutas. En esta tesi­
tura,
el hombre· llega a responder a los dioses devolviéndoles el odio que
ellos habían arrojado · sobre los humanos. Los dioses
gobietnan a su volun­
tad y arbitrio, despóticamente, a
las creaturas a quienes señalan, sujetan y
encaminan
hacia su destino.
A este respecto, señalamos algunas
de las muchas manifestaciones ex­
presadas en las
tres tragedias indicadas. 1) El hombre guiado por. los dio­
ses: «Sí, si es verdad que a los mortales nos guía la conducta de los dioses»
(Hipólito);
«De esta existencia que en la tierra brillla / estamos sin cor­
dura enamorados - / porque no conocemos otra vida / ni el reino de de­
bajo de la tierra. / Mitos inciertos nos gobiernan» (Hipólito, nodriza de
Feclta); «( ... ) A Afrodita no puede hacerse frente cuando se lanza con
violencia: al que encuentra soberbio y desdeñoso, lo aprisiona -no lo
dudes-y se ensaña con él. Camina por el aire, está en la ola del mar,
todo nació de ella( ... ). Y tú, ¿no cederás? En ese caso, debería tu padre
haberte dado · el ser como a un ·ser diferente o bajo el reino de otros dio-
942
Fundaci\363n Speiro

CONCEPTO Y METODDLOGIA DE. LA CIENCIA HlS1'0RlCA
Los dioses, al fijar sus complacencias en determinadas criaturas,
les beneficiaban con la Fortuna hasta que cambiaban, no pocas
veces caprichosamente, de favorecidos. Este paulatino cambio
ses, si es que no has de aceptar ahora e&.tas leyes ( ... )» (id.). 2) El destino
de los hombres
señalado por los dioses: «¡Ay de mí!». Se ha COnsumado
el horror de nuevos infortunios. Del destino y .de lo que ha de ser, no
podemos huir» (Hip6lito, corifeo); «Tengo miedo del ruido de esta lluvia
que arruina
el palacio, sangrienta. La llovizna ya cesa / y la Parca .ya afila
para un destino nuevo / en nuevas piedras de afilar nueva Justicia» (Aga­
men6n, Coral IV, estrofa 4); «Mas si un destino establecido / por los dio­
ses, no
estorb~ / que en otro destino lograra demasiado, /. mi corazón,
adelantándose
a la lengua / verterla este temor» (Agamenón, Coral IV,
Antistrofa 2); «-¡Oh infortunio de contemplar ternble, / de cuantos yo he
encontrado el más terrible! / ¿Qué
locura ha hecho presa, oh desgracia­
do / de ti? ¿Cuál es el dios que ha dado un salto / mayor que los más
largos y
ha caído / en tu destino infortunado? / ¡Ay de ti, desgraciado! /
No puedo
ni mirarte aun deseando / más cosas inquirir y preguntar, / más
cosas
ver. / Tal es el miedo que me causas/». (Edipo Rey,. Corifeo ante
Edipo ciego);
«¡Ay, ay, oh, oh, desgraciado de mí! / ¿Adónde voy el
mísero? ¿Adónde / vuela mi voz llevada por el aire?/ ¡Destino mío, dónde
has -llegado!» (Edipo, ante-su ceguera). 3) Lucha entre los dioses: «¡Hiciste
algo terrible! Sin embargo, puedes aún hallar perdón pues fue Afrodita la
que quiso que esto fuera así, saciando su rencor. Esta es la ley entre los
dioses:
nadie estorba al designio de otro dios que quiere algo: todos ce­
demos (c •. )» (Hipólito, Artemis, diosa de la castidad a Teseo, ante la des­
gracia de Hipólito, hijo de éste).
4)
Los dioses actúan con maldad para los hombres: «¡Ay duro golpe! /
Nunca_ he sufrido / mayores males. / Y tú, Fortuna, / cuán cruel has ve­
nido para mí y mi palacio, J castigo infame que ha enviado un dios ma­
ligno / fin de mi vida/ que ya no es vida/ ( ... )» (Hip6lito, Teseo, padre
de Hipólito);
«Es natural que yerren los mortales queriéndolo los dioses»
(Hipólito); «Traída por el fuego grato mensajero, / invade la ciudad una
noticia / veloz: pero si es verdadera / ¿quién sabe, o si
.es acaso engaño
de los dioses?» (Agamen6n, Epodo); «Lejos esté la envidia de los dioses»
(Agamen6n, Clitesmestta esposa de Agamenón); («¡Y que al pisar la púr­
pura, no me hiera la envidia de; ninguna mirada de los dioses!» {Agame­
nón); «¿No se podrla decir que. todo esto ha sido maquinado contra-mí
por un dios lleno de crueldad?» (Edipo Rey, Edipo); «Hiciste algo tertible.
¿Cómo
osaste tus ojos así apagar? ¿Cuál de los dioses te incitó?» (.Edipo
Rey, Corifeo ante Edipo ciego»; «( •.. ) soy el gran culpable, / el más mal­
dito soy y, además, por los dioses / el más odiado de los -hombres» /
943
Fundaci\363n Speiro

JOSE F'ERMIN GARRALDA ARIZCUN
hacía girar inexorablemente la rueda de la Fortuna en un movi­
miento cíclico, monótono y sin horizonte. La Historia, cuyo sen­
tido lo marcaba tan sólo la voluntad de los dioses, vulgarizados
(Edipo, al considerar y creer en el destino marcado por los dioses); «( ... )
Ahora soy un maldito de los dioses / ( ... )» (id.); «Yo soy el más odiado
por los dioses» (id:); «Que seas feliz y que en este camino te guarde un
dios mejor que el que me guardó a mí ( ... } no dejes (hijo de Meneceo)
que
marchen (nora: las bijas de E conmigo esta plegaria: vivir doride el-azar os lleve (; .. -}» (&lipo ciego, a
Creónte, hermano de Yocasta}.
5) ·El hombr~ es una victima del ·capricho de los· dioses: «¿Desdichada
de mí, qué cosa he hecho? / ¿Hasta dónde he llegado sin cotdura? / En­
loqued, caí víctima de un dios. / ¡Ay, ay, infortunada! (, .. }• (Hip6Uto,
Fedra su madre y esposa de Teseo}; «Y ahora rompió su corazón dolien­
te /' de Afrodita la cruel enfermedad, / una pasión incestuosa. / · Naufraga,
cual navío ante el destino infausto; / del techo de su casa va a suspender
un lazo / y a atarlo al cuello ·blanco / honrado a un dios cruel / y pre­
firiendo un nombre / que consetve su gloria. J .Va a poner fin / al sufri­
miento de su alma» (Hip6lito, el Coro anuncia el suicidio de Fedra).
6) En consecuencia, el hOmbre se siellte empuiado Por los dioses a
odiar-· a estos Cuando se sienta· victima de ellos: «¡Oh, pudiera la raza de
los hombres maldecir a
los dioses!» (Hipólito); «Yo por tu desvetltura,
con gemidos / ha de sufrir ya mi fortuna / de infortunio. Madre infeliz /
diste a luz sin provecho.
¡Ay! / Odio a todos los dioses. / ¡Ay, ay de mí! /
¡Oh! Gracias siempre
unidas, ¿por qué al infortunado hacéis hnir, / al
inocente de esta muerte, / de su palacio y de su 'patria /» '(Hip6lito, coro
de doncellas}.
7) Por el arbitrio de los 'dioses, lo¡ hombres ·se encuentran suspendidos,
mediante
un· hilo sobre · el abismo del infortunio en una vida sin auténtica
esperanza,
sin el más mínimo horizonte humano. Así finaliza Edipo Rey,
mediante la cruel amenaza que, a través del coro, los dioses lanzan a los
hombres: «Habitantes de Tebas, mirad:· este es B:lipo. -¡ Descifrador de
eniglllas
y hombre el más poderoso, / todos a su fortuna miraban con en­
vidia. / ¡Ved ahora a qué ola llegado ha de infortunio! / No juzguéis,
pues, dichoso a otro mortal alguno / que no haya aún contemplado aquel
Ultimo día / en tanto
no termine su vida sin dolor /». De nuevo-en un
profundo y negro mar agitado
por. el destino que los dioses vengativos
guardan para los humanos
finaliza-Hip6litó: «Este infortunio vino inespe­
rado / a toda la ciudad. / En largo arroyo correrán las Mgrimas; / las
nuevas de la. muerte de los grandes / producen un dolor mayor». Otras
veces,
el mal continua en la tierra para fustigar desde el poder a los otros
hombres: en Agamen6n, después de la tragedia exclama la malvada Clite-
Fundaci\363n Speiro

CONCEPTO Y METODOI,.OGIA DE LA CIENCIA HISTORl(;A
hasta ser espejo de las limitaciones y pecados humanos, oprimía
al hombre. También
bajd este aspecto el cristianismo supuso una
liberación.
La explicación dialéctica del siglo xrx: afirmaba la eternidad
de la Idea Absoluta o de la Materia movidas dialécticamente
por
la lucha de contrarios (ideas o clases). Esta ley guiaba dialéctica
e inexorablemente la evolución histórica en una determinada
di­
rección, cuya figura gráfica podría ser una espiral. Para Marx, en
su materialismo evolucionista
y dialéctico, el destino final debe
quedar siempre
en. la indeterminación, debiéndose culminar suce­
sivamente en cada conflicto evolutivo. Cosa muy diferente es que,
políticamente, el marxismo haya
afirmado como meta final la
utópica sociedad comunista, sin clases y sin Estado, construida en
base a comunas autogobernadas.
El nuevo dios de la dialéctica,
que sustituye a los dioses paganos, es el evolucionismo. La reali­
dad humana, personalizada en
el mundo clásico, ahora se desper­
sonaliza y
se diluye, ya sea en la Idea Absoluta ya en un materia­
lismo colectivista. La llamada libertad-colectiva
marxista supone
la opresión, hasta la anulación total del ser personal, debido al
reduccionismo materialista y al totalitarismo del Estado, este
úl­
timo --en la forma temporal de «dictadura del proletariado»­
necesario sólo para llegar a la sociedad comunista, a la utopía
socialista autogestionaria, sus_tituida en un futuro por otras suce­
sívas utopías.
Para la filosofía cristiana, Dios no se confundé con los hom­
bres, ni con el mundo (material o espiritual), ni con el tiempo
o la Historia. Tampoco es esta una
filosdfía deísta. Dios creó
libre y voluntariamente todo
lo visible e invisible; su Providen­
cia es una creación continuada que, en relación al hombre, supo-
mestta: «No te preocupes de esos ladridos vanos: yo y tú, dueños de este
palacio, pondremos todo en orden». & decir: a pesar de todo lo acontecido
nada ha ocurrido, y el mal sigue triunfante en el camino de la vida. El
ansia y la opaca esperanza-de. los poderosos se expresa en la civilización
clásica de esta manera: «Hay que llamar dichoso sólo al que acaba su vida
en apacible dicha». El «lenguaje bárbaro» de Oitemestra hundirá, en la
muerte, el pequeño horizonte humano y pseudoreligioso de Agamenón .
. 945
Fundaci\363n Speiro

]OSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
ne la libertad de la creatura. Dicha creación no sujeta al hombre
a unas supuestas leyes históricas deterministas, aunque
sí le in­
dique las exigencias de la propia
naturaleza humana creada, co­
ronadas por la exigencia del amor. Según San Agustín, la creación
salió del Creador
Eterno y volverá .a El, consumada en el Amor
que el Creador manifiesta
en sus criaturas. La . figura gráfica de
este planteamiento sería una línea recta desarrollada en la tem­
poralidad de las creaturas.
El desarrollo
y el destino de las sociedades y de cada persona
depende de su libre sujeción al plan
inicial de la creación. No
aceptar este último, lleva consigo la corrupción
en las personas y
sociedades.
La perversión de las sociedades es más grave que la de
las personas pues,
al ser aquella consecuencia de la de esta, sig­
nifica el final de un largo proceso de depravación, que se continúa
empujando a cada hombre hacia la infidelidad.
En tal caso, la
benéfica relación comunidad-persona
se transforma en brota!, in­
virtiéndose para transformarse en saludable cuando las sociedades
son fieles al Creador y,
en consecuenica, respetuosas con la crea­
ción.
En ambos casos, la libertad personal y la configuración de
las sociedades no totalitarias, reconoce a cada persona capacidad
para influir, en uno u otro sentido y con mayor o menor inten­
sidad,
en sus respectivas comunidades (26). Sin embargo, la fide­
lidad de las sociedades y
de los poderes políticos posee, como es
evidente, una grandísima importancia en beneficio del hombre.
Sea fiel
d infiel la respuesta del hombre a su Creador, la crea­
ción
en el tiempo se consumará cuando regrese al seno de Dios,
quedando así fuera
del tiempo y de la corrupción. Este es el sen­
tido de la Historia, de la. temporalidad. Hasta entonces, el signo
(26) Actualmente, la masificación --,specialmente en las grandes ciu·
dad.es-, las desvertebra.cí6n social, el monopolio de «facto» de los medios
de comunicación, etc., hace que la influencia de cada persona en la socie­
dad sea mucho menor que -antaño, y que la repercusión negativa de los
Gobiernos
que actúan contra el derecho -natural ·y divino, sea mucho más
corrosiva. Hoy mucho más que ayer, se necesitan instituciones -sociales
y políticas-que se declaren fieles al derecho natural y a la religión re­
velada.
946
Fundaci\363n Speiro

CONCEPTO Y METODOLOGIA. DE LA. CIENCIA HISTORIC.A
y escritura del Creador se manifiesta en la creación a través de
su Providencia a la espera de su plenitud fuera del tiempo.
La
Teolog!a cat6lica se preocupa con detenimiento del sen­
tido de la Historia al estudiar tanto el contenido de la Reve­
lación de la Palabra divina -siempre eficaz como el hecho de
que su última manifestación se deba de efectuar en
la consuma­
ción
de los tiempos-. La Verdad y el sentido de la Histori" pe­
netran las realidades temporales como Historia de la Salvación.
Esta última se expresa en la Revelación de la Antigua y Nueva
Alianza, y lleva tanto
la respuesta de los hombres y las socieda­
des a
la Palabra, como la paulatina configuración de las realidades
humanas por la Providencia.
La encíclica
Centesimus annus ensefía a este respecto lo si­
guiente:
«En todo tiempo, la verdadera y perenne 'novedad de
las cosas' viene de la infinita potencia divina: 'He aquí que
hago nuevas todas
las cosas' (Apc 21,5). Estas palabras se
refieren
al cumplimiento de la historia, cuando Cristo en­
tregará 'el reino a Dios Padre ... , para que Dids sea todo
en todas las
cdsas' (1 Cor 15,24-28). Pero el cristiano sabe
que la novedad, que esperamos en su plenitud a la vuelta
del
Sefíor, está presente ya desde la creación del mundo, y
precisamente desde que Dios
se ha hecho hombre en Cristo
Jesús
y con El y por El ha hecho 'una nueva creación'
(2 Cor 5, 17; Gal 6, 15)» (Juan Pablo II, Centesimus
annus, 1991, núm. 62).
Incluso la religión natural hace eco con fuerza sobre el senti­
do de la Historia:
«Ya desde la antigüedad y hasta nuestros
días se en­
cuentra en los distintos pueblos una cierta percepción de
aquella fuerza misteriosa que se halla presente en la mar­
cha de las cosas y en los acontecimientos de la vida huma­
na, y a
veces también el conocimiento de la suma Divini­
dad e incluso del Padre. Esta percepción
y reconocimiento
penetra toda su vida con un
Intimo sentido religioso» (Con·
cilio Vaticano
II, Ded. sobre las relaciones de la Iglesia
con las religiones no cristianas,
Nostra Aetate, núm. 2).
947
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JOSE FERMIN GARRALDA ARIZ.CUN_
La principal diferencia entre el Judaísmo y el Cristianismo en
relación con el sentido de la Historia es que los cristianos afir­
man
la divinidad de Cristo, centro y Señor de la Historia. La
Verdad no es para los cristianos un «valor»·, ni una categoría
científica, ni una abstracción sino, sobre todo,
la Palabra, el Ver­
bo, la persona de Cristo, por y en quien fueron hechas todas las
cosas.
El Verbo, que se encuentra al Principio, al comienzo de
la creación, «en la plenitud de los tiempos» (Gal 4,4) y al final
del tiempo cuando acontezca la consumación o culminación de la
Historia. La Palabra, que se manifiesta como la Verdad actuante
y sustentante de todas las realidades temporales. Plan divino de
la creación y de la redenci6n, que se contiene en la Palabra ofre­
cida al hombre para que este, desde y
con Cristo, colabore libre­
mente en la
consumación o cumplimiento tanto de la creaci6n
natural
como de esta última elevada al plano sobrenatural y redi­
mida por Cristo.
De nuevo Juan Pablo II manifiesta:
«( •.. ) para que se ejercite la. justicia y tengan éxito los
hombres para establecerla, es necesario el don de la gracia,
que viene de Dios. Por medio de ella, en colaboraci6n con
la libertad de
los hombres, se alcanza la misteriosa presen­
cia de Dios en la historia que es la Providencia» ( Centesi­
mus annus, núm.
59).
Dicha
culininaci6n a través de la Gracia s6lo podrá efectuarse
en la Trinidad Santísima, cuya
complacencia es estar entre los
«hijos de los hombres».
. La história personal de todos y cada hombre y la de los pue­
blos
es la Historia de nuestra respuesta a la «Gran Oferta» Tri­
nitaria de colaborar con Ella en sus planes de la creaci6n y re­
denci6n. Es decir,. para un historiador. cristiano, la Historia ad­
quiere auténtico y pleno sentido exclusivamente como Historia
de
la Salvación Trinitaria.
Con un propósito de concreci6n, la segunda pregunta es la
siguiente.
Nuestra actual temporalidad,. ¿tiene algún significado
especial
en la Historia_' de la Salvaci6n? ¿Cuál es. su sentido más
auténtico
y peculiar?
948
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CONCEPTO Y METODOLOGIA DE LA CIENCIA HISTORICA.
Si observamos la realidad (mentalidad, filosofía, hechos, ... )
desde
el renacimiento pagano hasta la actualidad y recordamos
la afirmación de Juan Pablo II cuando todavía era cardenal Karol
Wojtyla, según la cual en nuestro tiempo ha culminado la tenta­
ción del Paraíso, podemos sentirnos inclinados a situarnos en los
tiempos expresados en
Marc 13, Luc 17, 22-37, Luc 21, Mt 24,
2 Thes 2, Apoc 20, etc.
Aunque
dejamos la respuesta a estas incisivas preguntas a la
consideración de la actual Teología de la Historia, quien reflexio,
ne sobre los acontecimientos de los últimos siglos no puede dejar
de asombrarse por su
gran coherencia interna, por su paulatina
degradación y por su significado.
En realidad, esta reflexión .es
tan antigua como los acontecimientos del pasado. Por ejemplo,
Martínez-Núñez expresó en 1921:
«( ... ) ya no se trata de expulsar de las sociedades a la
Iglesia Católica, como en los siglos XVI y XVII; o de expul­
sar a
Cristd de los corazones y las conciencias, como en el
siglo xvm ; en el XIX, y en lo que va del xx, se ha querido
y
se quiere suprimir hasta el nombre de Dios en las almas
y en la creación universal que canta su gloria infinita» (27).
De una manera giáfica y con el lógico riesgo de la simplifica­
ción, la evolución de la civilización occidental
se puede expresar
de esta manera:
Dios Iglesia Cristo Hombre
Cristiandad ... ... ... si si si si
Protestantismo ... ... si no si si
Liberalismo ... ... ... si no no si
Marxismo ... ... ... ... ... ... no no no no
(27) MARTÍNEZ-NÚÑEZ, Zacarías: Una rápida excursi6n por el mundo
de la ciencia y de la vida. ¿Dios o et '4caso1, Zaragoza, Ed. Aragonesas,
1921, 52 págs., pág. 13; reedición facsúnil de Ed. Sancho el Fuerte, Pam­
plona, 1988, IV + 52 págs.
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JOSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
Hasta el advenimiento del marxismo se afirmó y valoró al
hombre en su grandeza de ser. concreto y personal, aunque en el
racionalismo
se encontrasen los gérmenes de su paulatina corrup­
ción. Con el marxismo, el hombre real ha sido absorbido por
la
clase, el Hombre, el mito del super,hombre, hasta su total ani­
quilación en cuanto persona. La desaparición y menosprecio del
Dios sustentante de la creación ha conllevado el menosprecio de
la creación, sobre todo el
del hombre, rey y señor de. la misma
por designio
divino-
Puede
desaparecer el marxismo, después de volatilizarse los
auténticos marxistas, aunque el marxismo, en su sistemático evo­
lucionismo materialista adquiera sucesivamente los mil colores del
árbol de
Alfanhuí. En su asombrosa cadena de negaciones, al
marxismo le puede suceder en ciertos lugares . del planeta lo que
algunos han denominado revolución «comuno-ecológico-tribalista».
En otros lugares pueden aparecer otras formas. Si de nuevo ora­
mos con el Pontífice de la misma manera que él oró ante la Vir­
gen
de Fátima, desgranaríamos la siguiente realidad y plegaria:
Existe
el peligro de sustituir al marxismo por otras
formas de ateísmo, que adulando
la libertad tiende a des­
truir las raíces de la moral humana y cristiana. Madre de
la esperanza, camina con nosotros. Camina con el hombre
de esta última parte del siglo veinte, con el hombre de
toda raza
y cultura, de toda edad y condición» (Juan Pa­
blo II, Fátima, 13-V-1991).
Del acercamiento o rechazo al Dios personal depende
el sen­
tido del hombre y de las sociedades. Las negaciones se suceden
en cadena,
y de la negación de Dios se sigue, tarde o temprano,
el menosprecio del hombre. En su mensaje «La paz y los jóvenes
caminan juntos», pronunciado por Juan Pablo
II en el año inter­
nacional
de la juventud, el Sumo Pontífice manifiesta dicho as­
pecto esencial de la manera siguiente:
950
«( ... ) Es verdad que el hombre, 'imagen visible de
Dios invisible',
no puede responder a la pregunta acerca de
quién es él o ella, sin afirmar al mismo tiempo quién es su
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CONCEPTO Y METODOLOGIA. DE LA CIENCIA · HISTORICA.
Dios. Es imposible relegar esta cuestión. a la esfera de la
vida privada de la gente. Es imposible separar esta cuestión
de la historia de las naciones. Hoy, las personas
se ven
expuestas a la tentación de rechazar a Dios en nombre de
su propia humanidad. Dondequiera
se dé este rechazo, las
sombras del miedo extenderán su tenebroso manto. El
mie­
do nace cuando muere Dios en la conciencia del hombre.
Todos sabemos, aunque oscuramente y con temor, que
allí
donde Dios muere en la conciencia de la persona humana,
se sigue inevitablemente la muerte del hombre, imagen de
Dios» (L'Osservatore romano, 23-XIl-1984, pág. (863) 19).
En este mismo sentido
y ron una gran clarividencia, conci­
sión y síntesis, el poeta Eduardo Carranza, miembro de la Acade­
mia Colombiana de la Lengua, publicó un artículo, poco antes
de morir,
titulado «Camus, el desterrado», en el que señala lo
que sigue:
(
... ) La ansiedad, el nihilismo, la desesperanza de nues­
tro tiempo, no son otra cosai; no se vive impunemente en
el final de un mundo, asomado sobre los más sobrecogedo­
res presagios.
El humanismo renacentista que había hecho del hom­
bre la medida del hombre, del mundo y de las cosas, lleva­
ba implícitos, por ello precisamente, los gérmenes de su
descomposición. De allí se pasó al libre examen y de éste
al racionalismo que niega toda realidad sobrenatural.
El si­
tio de Dios en la vida humana se fue reduciendo al avance
de estas filosofías.
Se fue estrechando e) ámbito de lo so­
brenatural. Se resquebrajó la unidad teológica, metafísica
y moral de la cultura cristiana.
El alma europea, occiden­
tal,
se dividió y subdividió. Y el ensueño unitario, universo,
de Occidente entró en liquidación. En este límite vertigi­
noso fue fácil despeñarse en las vaguedades humanitarias,
en las ilusiones científicas, en
la torrentera del materialis­
mo histórico, en el vacío existencialista. Así llegamos a la
historia que estamos viviendo y en la que es nuestro deber
y nuestro destino participar. Nos ha tocado, pues, vivir en
el confín de un mundo, en el sangriento atardecer de una
edad histórica, en el crepúsculo Renacimiento, en vísperas
de un nuevo milenario y con
el presentimiento de una ca-
951
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JOSE FERMIN G.ARRALD.A .ARIZCUN
tástrofe cósmica. Tal vez estamos en la puerta de .una nue­
va edad oscura. De una noche oscura sin alma» ( ABC, 23-
ll-1985, pág. 34).
Acertadísima visión esta de
la Historia más reciente, en espe­
cial
de nuestro sigld xx. Graves palabras que encierran una dra­
mática admonición a nuestra responsabilidad personal
y social.
Negros nubarrones cercanos que
oscurecen .el horizonte· más pró­
ximo de seguir nuestras sociedades legitimando -y los hombres
cayendo a filo del
ocaso--la actual y variada gama de cuajadas
aberraciones (28).
El dulce sufrimiento de un alma «con ansias, en amores in­
flamada», como la de nuestro Juan de Yepes y Alvarez, es inver­
samente comparable con
el horror de «una noche oscura sin alma»
señalado por Carranza. Si el santo pudo exclamar: «¡Oh noche
amable
más que la alborada» / ¡ Oh noche que juntaste / Amado
con amada, / amada en
el Amado transformada!» ( Cántico espi­
ritual),
¿cómo se expresará nuestro mundo?
El profesor Plinio Correa de Oliveira, ha manifestado una
perspectiva semejante a la del poeta Carranza en
su trabajo sobre
«San Luis María Grignion de Montfort. Doctor, profeta y apóstol
en la crisis contemporánea» (mayo 1987); asi como otros
im­
portantes científicos y autores del actual pensamiento y acción
católica.
Al narrar la historia de la tentación del hombre, el cardenal
Karol Wojtyla efectuaba una preciosa exégesis sobre
la exactitud
ontológica y sicológica
de la descripción biblica del Génesis ca­
pítulo 3 en relación con la tesis del marxismo. Su conclusión es
la siguiente:
(28) Recordamos unos versos de-Holderlin: «Pero ·a ·nosotros no nos
es dado / descansar en ninguna parte; / desaparecen, .sufren / los hom­
bres, caen / ciegamente_ de una / hora eh 'otra, / como agua, de roca / en
roca arrojada / durante
años a la incertidumbie /», HOLDERLIN, Friedrich:
Hiperi6n o el eremita en Grecia, Madrid Ed Hiperión, 1976, 6.• ed, 210
págs., pág. 190.
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CONCEPTO Y METODOLOGIA . DE LA CIENCIA. HISTORICA
«( .•• ) Puede decirse que en la primera etapa de la his­
toria del hombre esta tentación no sólo no fue aceptada,
sino que
ni siquiera recibió una formulación plena. Pero
han llegado los tiempos en que ese aspecto de la tentación
del Maligno han encontrado su contexto histórico adecua­
do. Puede ser que dicho aspecto presente el más alto grado
de tensión entre la Palabra. y la anti-Palabra en la historia
de toda
la humanidad. Semejante concepción de la aliena­
ción comporta no sólo la negación del Dios de la Alianza,
sino
la negación de la idea tuisma de Dios, la negación de
su existencia
y al tuismo tiempo el postulado -y en cierto
sentido el
imperativo-de la liberación de la idea de Dios,
para afirmar al hombre»(
... ) (29).
La soledad, dramática en el hombre, en especial en la socie­
dad masificada y tecnócrata de nuestros días, llega a su punto
álgido cuando la persona intenta prescindir de su ser
y de su in­
nata lituitación:
«( ... ) El antropocentrismo laico se defiende mejor fren­
te a
la relación del hombre con Satanás, que frente a la
relación del hombre con Dios o en general con lo "sacrum".
El hombre está a solas,
y para su grandeza es necesario que
sea así, que esté a solas, por
encima del bien y del mal, al
margen de Dios y al margen de Santanás. Sin embargo, tal
vez no es esto aquello en que consistió toda la perfección
sui generis de la tentación del hombre, que le impulsaba
a creerse solo. Estos son
las perspectivas del capítulo ter­
cero del Génesis que se hacen
más comprensibles a la luz
de los signos de nuestros tiempos que a la de . los propios
orígenes» (idem.).
Vivimos tiempos de especial predilección
y prueba, insertos
en los Planes de
la creación y redención. Si aprovechamos para
Dios,
como ramillete blasonado de virtudes, los días que El nos
ha confiado, días que son racimo de una época histórica dramá­
tica
y maravillosa por su gran trascendencia en la Historia de la
Salvación
y por la tuisión encomendada a cada cristiano, Juan
(29) WOJTYLA, Karol: Signo de contradicción, Madrid, BAC, 1978,
264 págs., pág. 47.
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/OSE FERMIN GA.RRALDA. ARIZCUN
Pablo II tranquiliza nµestra posible y diligente inquietud con
estas balsámicas palabras:
«( ... ) Vuestro valor y vuestra fuerza serán tanto ma­
yores cuanto mejor comprendáis que, en este combate en­
tre la luz y las tinieblas; no nos corresponde determinar
cuáles deben ser sus desarrollos
y, mucho menos, cuál ha
de ser su conclusión. Sólo nos corresponde realizar en él
nuestra parte con lealtad y coherencia, contando con la
fuerza de Cristo resucitadd, hasta que el Padre, que guía
la historia hacia su trascendente destino,· juzgue que ha
llegado
la plenitud de los tiempos» (Juan Pablo II, Plaza
de San Pedro,
14-IV,1984).
No en vano, el Sumo Pontífice, cuyas palabras siempre refle­
jan una peculiar perspectiva histórica, inauguró su pontificado
con una frase inscrita en la Nueva
Alianza: «¡No tengáis miedo!».
* * *
Hemos querido y podido indicar algunas sugerencias sobre
el sentido de la Historia
en base a la filosofía y la teología, y no
con argumentos inexistentes en la ciencia histórica, ptecisamente
para no defraudar a quienes· al encumbrar e inconscientemente
mitificar la Historia
comd principal ídolo moderno, se rebelan
contra
la limitada o relativa función que en este trabajo hemos
otorgado a la ciencia histórica.
En
realidad, para encontrar a Dios no es necesaria tanta al­
forja como pretenden. A Dios no se le encuentra en el porvenir,
sino en el presente; no se le halla en categorías cuantificables ni
masificadoras, sino
ea la intimidad personal; no lo muestra la
ciencia histórica, sino sus testigos entre los que también incluimos
a no
pocos hombres del pasado y a. la Iglesia en su desarrollo
temporal; Dios no
es la Historia, sino que se manifiesta en la
Historia personal y comunitaria como pueblo.
En un orden de cosas más ajustado a las ciencias humanísti­
cas como realidades temporales, es el gozo de conocer .la realidad
del pasado, así
como el reto que ello supone, lo que principal­
mente justifica nuestros desvelos, pobres pero sinoeros, por la
ciencia histórica.
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