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Número 307-308

Serie XXXI

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Alberto Caturelli: El nuevo mundo

INFORMACION BIBLIOGRAFICA
Caturelli, Alberto: EL NUEVO MUNDO (*)
Este reciente libro de Alberto Caturelli, escrito entre junio
de 1988 y diciembre de 1989, es fruto de una antigua preocupa­
ción, tanto que hasta
se confunde con su propia vida interior.
Desde 1951, América
y el pensatniento hispanoamericano están
en el centro de
su reflexión filosófica.
El Nuevo Mundo responde, simultáneamente, a la llamada de
Su Santidad Juan
Pablo II con motivo de la celebración del
V Centenario
del Descubrimiento y Evangelización de América.
La extensa reflexión de Caturelli es, pues, una efectiva y afirma­
tiva respuesta a
la conmemoración de la epopeya mariana y es­
pañola.
Toda
la obra supone y expresa una metafísica, una concepción
de la historia y una
actitud teológica ya explicitadas en anteriores
escritos.
Con prólogo de Monseñor Dr. Octavio Nicolás Derisi, en el
que destaca tanto el rigor y la
seriedad de El Nuevo Mundo como
la competencia y el prestigio de Alberto Caturelli, se inicia este
libro, compuesto de once capítulos distribuidos en tres partes:
El Nuevo. Mundo y la conciencia cristiana, El Nuevo Mundo y la
evangelizaci6n y, en tercer lugar, El Nuevo Mundo_ Presente y
futuro .
. Una exposición geográfica e histórica del continente america­
cano en cuanto espacio cósmico que contiene el objeto a indagar,
y
al que confignra en cierto modo, inicia los prolegómenos al des­
cubrimiento. Iberoamérica «por el Oriente, mira hacia la costa
afroeuropea y hacia el Mediterráneo que allende las columnas de
Hércules (pero vistas desde la "mar Océano") guarda las fuentes
de la cultura
cMsica; por el Occidente mira, en cambio, hacia el
inmenso vado del Pacífico».
Un mundo aislado de los otros con­
tinentes durante milenios, mágico y en estado de inmediatez con
todo lo que hay (precrítico).
(*) Universidad Popular del Estado de Puebla (México) y EDAMEX
(Editores Mexicanos Asociados),
México, 1991, 453 p,fgs.
Verbo, núm. 307-308 (1992), 959-979
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INFORMACJON BIBLIOGRAFICA.
Por su parte, Iberia miraba simultáneamente, hacia las fuen­
tes de la cultura occidental por el Oriente, y hacia el inconmensu­
rable
espacio de la «mat Océano» por el Oocidente. De ahí la
predisposición «para la apertura y expansión cognoscitiva y des­
cubridora». El mar e nostrum permanecía abierto al mar e inco g­
nitum inmenso y oscuro, salvado solamente por la perspicacia y
la intuición del Almirante. Premoniciones de la existencia de otro
mundo geográfico
y humano, antiguas y mitológicas, pasarían a
la cultura latina, recogiéndose en la Edad Media y en el Renaci­
miento. Pero lo anunciado oscuramente sólo sería develado por
la España católica. ·
Para cierto estructuralismo de fondo materialista, tributario
del antisustancialismo
de una «antropología cultural» que «ha
transpuesto el método lingüístico a la etnología ( ... ), Améric.a no
ha sido descubierta», porque
todo se habría limitado a ser «un mero
"encuentro,', no-personal, entre "ctilturas" diversas pero del mis­
mo nivel». De donde se sigue que la pretensión de «formular el
más mínimo juicid de valor comparativo, significaría caer en el
pecado mortal del "etnocentrismo"
y, para muchos, en el dominio
(dialéctico)
de una cultura invasora sobre otra dominada, pero
del mismd valor». Caturelli sostiene que no se trata de un mero
hallazgo, ni de un mero encuentro, sino de
un descubrimiento,
develador, temporal
y progresivo; de una transfiguración perso­
nal por la conversión de cada singular.
Si la América no descubierta era un . mundo caracterizado por
una
conciencia primitiva inmersa en la indistinción del todo, es
claro que nada
podría de<;ir. A la manera de continente mudo,
sería «una suerte de cuasi no-ser, pues
la pura l. simple presencia­
lidad muda, es como si nada, lo puramente 'originario"». Esta
América
originaria sumida en la indistinción mágico-primitiva,
supuesta, secreta
y muda, comenzará a decir. algo a alguien desde
que
es descubierta, develándose su ser por apertura de la drigina­
riedad que inaugura la originalidad .emergente y nueva, siempre
progresiva, que hace
de Iberoamérica ella misma, realmente un
Nuevo Mundo. ·
«El acto de descubrimiento, inicial. y progresivo, se ha pro­
ducido en el presente de la conciencia de un hombre que responde
a su propio
ndmbre: Cristóforo, "el que lleva a Cristo", el Almi­
rante, que se autoconsideró siempre '®lO mensajero de la Provi­
dencia,
un enviado obediente que lleva la Palabra. De ahí que el
descubrimiento del Nuevo Mundo fuera
un acto de la conciencia
cristiana, conciencia sobrenatural iluminada por la
fe y ditigida a
Cristd. Es la conciencia del hombre "nuevo" del Evangelio de
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
la "nueva creatura" de San Pablo, mariana, misional y evangeli­
zadora, desmitificadora
y transfiguradora del mundo precolombi­
no. Conciencia descubridora que implica lo griego, lo romano
y
lo hispano sobreelevado todo por la tradición cristiana».
«Con el descubrimiento del Nuevo Mundo por
la conciencia
cristiana ( que es la conciencia
.de la cultura greco-romano-ibérica
y católica) comenzaba el período de la hispanidad». A las dos
horas del viernes 12 de octubre de 1492,
la conciencia cristiana
comienza la ampliación del Occidente, nuevo Occidente para
la
paideia en Cristo .
. No falta una amplia reflexión sobre la conciencia del hombre
precolombino en su mundo mítico-mágico, encubierto
y aislado.
Caturelli expone
la visión del mundo -precrítica-de los pue­
blos de Mesoamérica, de los del área Andina y de los de América
marginal, para pasar luego a
la consideración crítica del «relati·
vismo cultural», de corte estructuralista,
por considerar al mundo
precolombino como de un mundo inmolado.
Tras el estupor y la perplejidad de los indígenas ante la pri­
mera llegada de los
espafioles, los términos de lo que Caturelli
llama el «drama de la conciencia cristiana» comienzan a percibirse
tras el segundo viaje de Colón. Siendo la evangelización el fin
principal
-catequizar, administrar lds Sacramentos, enseñar a
leer
y a escribir, eran deberes de la conciencia católica espafiola-,
malos tratos y explotación no pudieron ser evitados en primera
instancia. Este es el drama de la conciencia cristiana que Caturelli
no elude, sino que estudia
y expone a la luz de la Inter Caetera
del Papa Alejandro VI, de la Instrucciones del. Emperador, de la
Carta de Julián Garcés y de la bula Sublimis Deus de Pablo III,
de las Leyes Nuevas y de la Juntas de Valladolid. «Aquel inmenso,
meticuloso
y profundo examen de conciencia --escribe Cature­
lli-, al que es refractario el inmanentismo secularista moderno
y contemporáneo (y de ahí su incomprensión total) era, sin em­
bargo, esencial. Lo que para Isabel, Fernando, Cisneros, Carlos V,
Motolinia, de Córdoba,
Zumárraga, Hernán Cortés o Hurtado
de Mendoza, eran graves problemas de conciencia, para
el prac­
ticismo empirista secularizante no pasan de ser máscaras de una
desenfrenada ambición de poder y bienes materiales. Paradójica
acusación que proviene de quienes no reconocen otros valores
que los valores mundanos».
Lo esencial siempre fue la extensión
del Evangelio, a pesar de la inevitable tensión sobre el bien que
quiero
y no hago y el mal que no quiero y hago que con tanta
elocuencia, viveza
y perspicacia analizara San Pablo en la Epísto­
la a los Romanos 7, 15-19.
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lNFORMAClON BIBLlOGRAFICA
· Descubrimiento progresivo, mesttza¡e tanto somático como
espiritual, fundaci6n de ciudades, de instituciones de gobierno,
de escuelas y universidades (
... ). La originalidad iberoamericana
estaba en
mateba, y en germen lo más occidental de la cultura de
Occidente, y hasta
más fiel a. España que España misma en el
período de
Femando VII, época de la Independencia.
Caturelli
esboza lo enseñado por el Magisterio ordinario de
la Iglesia desde Alejandro VI hasta Juan Pablo II en torno a
Hispanoamérica católica.
La esperanza pontificia en el futuro his­
tórico de estas Españas
más occidentales exige, pues, reflexionar
acerca del fundamento del Nuevo Mundo, para
lo cual nuéstro
autor medita sobre la naturaleza misional del Cuerpo Místico con
el fin de penetrar a fondo en la epopeya evangelizadora. Caturelli
realiza una reflexión crítica sobre la degradación del carácter mi­
siona! de la Iglesia en el protestantismo del siglo XVI, en Karl
Rahner, en
las «teologías» de la liberación y de la revolución,
poniendo de manifiesto que la
intei:pretaci6n inmanentista del
descubrimiento,
la conquista y la evangelización de América evi­
dencia los prejuicios contra la Iglesia y contra España.
Las religiones precolombinas como no-inculpables (idolatría,
politeísmo,
hechicería y magia), es otro de los temas desarrollados.
La teología mariana de la evangelización, recorriendo tcida la
obra, . tiene un capítulo especial, ,¡dmirable y muy piadoso. La
centralidad de la Virgen María en la evangelización de América,
su sublime Maternidad que hace del Nuevo Mundo
la cristiandad
mariana hispanoamericana, hacen de Ella sello indeleble y
colum­
na espiritual de América católica, continente de la esperanza en
la medida de su fidelidad a su «tradición integral», a su destino
histórico como nuevo Occidente, realidad nueva y original.
Solamente si Hispanoamérica, hoy acosada material y espiri­
tualmente, sabe ser fiel a su vocación, manteniendo y defendiendo,
responderá
al mundo con una nueva evangelización, empresa es­
piritual grande, difícil y posible. «Es el alba que se avecina. Como
la tenue claridad del horizonte p<>r la cual suspita el centinela,
Iberoamérica está en estado de vigilia ante el amanecer que llega
y que
en cierto modo lleva consigo». Palabras finales de Caturelli
a su magnífico libro, profundo por
su doctrina, disposición y mé­
todo, además de por interdisciplinariedad y rigor bibliográfico y
documental.
Una
vez más, Alberto Caturelli merece. nuestra felicitación y
nuestro
más profundo agradecimiento .. Su amor a España católica
y a Iberoamérica católica
as! lo exige.
JUAN MANUEL DíAZ TORRES.
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