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Número 313-314

Serie XXXII

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Discurso de Fernando Claro Casado [San Fernando 1993]

FESTIVIDAD DE SAN FERNANDO 199J
nantes católicos hace falta que nosotros mantengamos bien alta la
luz de la
doctrina de la Iglesia. Citó la frase de San Pío X que
nos sirve de lema: «No
se edificará la ciudad de un modo distinto
a como Dios la
ha edificado ... » ; es indispensable que se reconozca
el origen divino del poder.
Tras
poner la mirada en el presente, una mirada optimista,
reconociendo las mejoras que han sobrevenido al postconcilio, nos
instó a no cesar en nuestra labor, sembrar, puesto que tenemos
la promesa del ciento por uno, buscando siempre la eficacia Y. pi­
diendo la ayuda divina.
·
M.a JosÉ FnEz. DE LA CrGoÑA.
DISCURSO DE FERNANDO CLARO CASADO
Señoras y Señores_, queridos amigos de Speiro:
Es para mt un placer. y al mismo tiempo un honor. tener 'la oportu­
ni_dad_ de. dirigiros rnµis breves paJabraa en esta, entrañable especialmente
para
mt, conmemoración de San Fernando, Rey Santo conquistador de
Sevilla.
Yo creo que el nombre de la ciudad de Sevilla va· unido inseparable-_
mente a Fernando 111 el Santo,. pues no sólo fue el conquistador de la
misma para la fe-de Cristo, sitJQ-que desde ·muy pronto· ocupa un-puesto
p_rincipal en la ciudad que le considera como su Patrón.
El
22 de diciembre de 1248 se efectuó la entrada solemne de[. Rey
Femando Ill,. y su ejército, por la Puerta Real; segtm CUBflta la crónica
general, con u~ . brillantfsima y especial comitiva con la que. quiso" el
Jf.ey. distinguir precisamente ·la conquista de Sevilla. .
ª Presidia la comitiva el Santísimo, que iba en U114 custodia sobr~ andas.
que rodeaban los prelados y una carroza _triunfal en .[a que iba COiocada
la --imagen de Nuestra Señora, a la que acompañaban· el Rey Don. Ferrzan.,.
do con la espada desnuda, y, a su lado, la Reina Doña fuana, los lnfan'
tes. de Castilla y Arag6n y de Portugal, y el caballero Uberto, sobrino del
Papa Inacencio IV.
Ocupada
lit ciudad, y toma_da posesión de ella, qued6 el Rey Don Fer~
nando reorganizando _la vida local y dotándola de su legislación muni·
cipal.
Su hijo, él Prínc!pe AlfoñS-O el' Sabio, iba sumatido' nuevos territorios
cercanos conq.uistados a los moros: Sanlúcar, Jerez. Medina
Sidonia, Ar~
cos y Lebrija, J otros.
-Estaba el Rey Don Fernan.dt:i' preparando ya la ampliación de sus
conquistas al otro lado del Estrecho, cuando en la primavera de
1252 se
sintió atacado de
hid,ropesta permaneciendo gravemente enfermo en su
habitación del Alcázar de Sevilla.
Presintiendo
el Rey que se la acercaba la muerte, en la noche del
30 de
mayo de· 1252, pidi6 al Obispo de Segovia, Don Remondo, su ca­
pellán, que le· administrara el Santo Viático~ Para recibirlo, el Rey sálió
de su lecho, y, con una soga at cuello en señal de penitencia, y colocado&
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en el suelo el.cetr.o y la corona, ·como renunc!a a todos sus bienes terrena­
les, diio: «Desnudo salí del viente . de mi nuulre y desnudo he de volver
al seno de la tierra». . _. . . . .
Posiblemente _de .fecha muy poco anterior a· ~ muerte data la. imagen.
de la Virgen de los Reyes, Patrona de la ciudad de Sevilla, que según
tradición fue labrada ;por dos jóvenes artistas, en quienes. la piadosa le­
yenda quiso ver dos ángeles que
premi{!Ton con tan preciosa-,dddiva la
piedad del Santo Rey. . . . . .
Fue enterrado en. la Catedral de Sevilla,. hasta que en el año 1668, y
con motivo de su beatificación se procedió. a· la apertura-de su sepulcro
en ·za_ Capilla Real, el 17 de marzo de aquél año, encontrándose el cuerpo
i_ncorrupto, vestido con
ricas telas adamascadas con _adornos de castillos
y leones.
En el ataúd habi.a un bastón, una sortija con una piedra azul
y la espada con puño de p~ata. Levantóse el acta de estar el cuerpo in­
corrupto y
de no aparecer señal de· haber sido embalsamado, lo que fue
certificado por dos grandes médicos y eruditos de la época.
El 3 de marzo de 1671 llegó por fin a Sevilla el Breve Pontificio por
é( que se canonizaba a San Fernandp, produciéndose gran alegria en la
ciudad. . ..
Ya desde su müerte gozaba el Santo R-iiy' ele cierta· fama de santidad
entre
el_ pueblo, por eso el día 15 de octubre de 1252, el Papa Inocen­
cio
IV despachó Una Bula con perdones para los que visitasen la Iglesia
donde
.fue enterrado y orasen por el alma C,el R,ey Don FernandQ el día
aniversario
de su muerte, creyéndose_ que había: caminado por la via de
los preceptos .del Señor, -«ensanchando ·magnificamente el culto de ~
Nombre».
Antes de morir ofreció a su hijo y_ sucesor Don Alfonso el Sabio con­
sejo
que recoge la Cr6nica General, y que .os . cqmento a continuación;
robustas palabras llenas_ de-verdad y de grandeza.·
«Hijo mío: reinad como quién ha de morir, así no os envaneceréis
reinando. Reinad sabiendo que
tenéis un Rey Superior que ha de juzgá­
ros. CflQnto mayor beneficio se recibe mayor deuda se contrae, y no hay
mds alto beneficio que la Corona. No tengáis sólo_ presente el juicio de
Dios
sino también el de los. hombres. Es preciso que mire mucho por si
aquél a quien miran todos.
Aunque para Dios baste la verdad, ¡,ara-los
hombres tanto
co.mo la verdad vate la opinión. No sólo os serP,n P'!didas
cuentas de vuestras acciones sino de las de vuestros vasallos. '3legid-con­
sejeros, ministros
y :validos no .por afécto sino-ppr di~tamen _de la razón.
El buen · principe ha de ser magnífico y generoso p~s Dios .lo da todo.
El es
nuestro_ primer acreedor en sus pobres y en sus templos.
Sobre los soldados
he de deciros, qué pago, qué agradecimiento se
merecerán si el
_mérito para conseguirlo es el riesgo continuo de su vida.
Y
.si los guerreros dan la co1'ona los sabios dan la razón para poseer/a.
La Ju¡¡ticia .tiene más-fuerza que los-aceros. Quiero que mi herencia pre­
ferida
poi vos sea el odio a "1os .enemigos de _Cristo.
Si así lo hicieréis recibid mi bendición, y -si no lo hicieréis, mi mal~
dición».
Sólo por st mismás, yo creo que_ estas -palabras del Rey San Fernan­
do debieran servir
.de. pr61Qgo, y ser tenidas. en· cuenta, en todo estudio
de Derecho
Politico, _ por su innegable e imperecedero valor. -· ·
Tafnbién
creo que ta vida y la muerte de San Femando son una con­
tinua
enseñanza para todos los hombres; y, ·principalmente y· sin excusa,
para. todos aquellos que tiene~ cargo de gobierno en la tierra .
. -La vida de San .Fernando transcurrió ·toda ella en el más absÜluto
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cumplimiento de sus deberes de rey y de santo, que todos deberíamos
saber adaptar a nuestras vidas concretas.
Su vida puede considerarse como modelo
insuperable de lo que la
gracia de Dios, acompañada de una fidelidad profunda, puede hacer de
una vida humana. Y en el momento de su muerte, ese momento acaso el más transcen­
dental e importante en la vida del
hombre, porque se concentran en ese
instante todas las aspiraciones, todas las
Uusiones y todas las realizaciones
de la vida, el Santo Rey repasó en su imaginación los hechos fundamen·
tales de esa vida tan llena de hazañas, de prudencias y de grandeza, y
con una profesión de fe magnifica pronuncia, delante de sus deudos y
vasallos, aquellas palabras de oro. aquellas palabras que constituyen una
de las claves fundamentales de nuestra hist_oria de España. El se con­
sidera, sobre todo, resumiendo lo que ha sido su vida, Rey de Castilla
y Caballero de Cristo. No ha querido ser mds. Rey de Castilla y Caba­
llero de Cristo.
El lo dijo
de si, pero yo creo que al decirlo de si, lo dijo pensando
en su legado a todos los españoles venideros. Para que cumpliera cada
uno con su deber, con su puesto en la vida, y que lo cumplieran teniendo
en cuenta siempre su último fin.
Y
ast me parece que acertó en aquella remota época a dar con el
término exacto
que-define de una vez para siempre los anhelos más
profundos del alma española. Nosotros hemos sido grandes cuando
he­
mos realizado lo que teníamos que hacer, nuestras grandes hazañas como
pueblo, puestas nuestras
miras y nuestras aspiraciones en lo mas alto,
como caballeros de Cristo, y para servirle.
Porque merced al ejemplo
y merced a la maravillosa unión que en
San Fernando se fraguó entre
la santidad y la realeza, entre lo profano
y lo divino. entre la Patria y la Religión, todos los españoles bien naci­
dos hemos de sentirnos profundamente definidos en esa misma unidad
del sentimiento religioso con el sentimien_to patriótico.
Y
la segunda idea; consecuencia de la anterior, que me gustarla re­
saltar brevemente ya, es la que yo considero como mds cartlCtertstica.
más profunda, de esa vida ejemplar de San Fernando.
es la fidelidad inquebrantable del santo a la gracia divina. En su
vida
y en su muerte el carácter profano de la realeza y el carácter divino
de la santidad no están superpuestos, sino profundamente unidos.
Para ser
santo pens6 San Fernando que debia ser perfecto Rey. y para
ser perfecto
Rey. pensó que debia ser santo.
Porque en
él la perfección del Rey y la plenitud de la santidad co111r
tituyen una unidad profunda.
Me parece
que ese es el secreto de la santidad. Santo es aquel hom­
bre que logra fundir
en la unidad indivisible de su propia existencia su
labor
y ministerio profano con su labor y ministerio divino. El que~ por
el contrario. vive una vida que separa y distingue entre lo profano y lo
divino, el
que no funde en unidad · la religión y la vida, ese tropieza en­
seguida con los limites de
su santidad y con los limites de su humanidad;
Solamente quien como San
Femando sabe juntar en una unidad in­
divisible la santidad
y la humanidad, poniendo toda su humanidad, al
servicio de
Dios, y haciendo todo para su mayor gloria, es el verdadero
y auténtico Santo.
Desgraciadamente no vivimos hoy en España una exaltación de estas
ideas.
Hoy la mayoría de los _ españoles no parecen querer saber nada
del legado de aquel
Rey de España, y mucho menos de aquellos sentí-
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mientos suyos a la hora de su muerte, porque el alma española esta pro­
Jundamente cambiada
y corre por de"oteros -equivocados.
Tampoco queremos volver a
-unir lo profano y lo' divino. Hoy se
pretende relegar a Dios al fondo
de las conciencias, a la interioridad de
cada uno, pero no para que desde alll guíe e ilumine sino para que no
se le vea, para que -
quede relegado exclusivamente a la vida pri·vada de
cada
uno,_ para que no se violenten las conciencias de los demds ni se
manijieste externamente nada, ya que· cada uno tiene derecho a persistir
en el
e"or, éste y la verdad tienen ya el mismo rango, toda verdad es
relativa, depende en último
caso de la mayoria; se dice qtJe el progreso,
ese concepto usado tan. -equívocamente en nuestros tiempos. ha dejado
atrds a Dios y que éste ya no es necesario a un hombre tan civilizado
y tan tecnificado como el de nuestra época.
Pero estas ideas·
han producido -nuestra ruina y nuestra postergación
como pueblo.
Pero, además, ¿qué progreso estamos ganando? El 'del error en las
ideas, el desorden en las costumbres, horribles crimenes contra los hom­
bres, falta de ética· por doquier, de ·.respeto a la autoridad y a los mayo­
res, de digmdad, en definitiva, el de ser cada vez menos hombres. El de
que casi nadie sepa
ya hoy cumplir con su deber para con Dios y para
con los
demás hombres. Volvamos -nuestra mirada a San Fernando, reflexionemos sobre su
vida
y su ejemplo, interpretemos su mensaje .a nuestras necesidades de
hoy, que me parece que tiene una fácil adaptación, y 41 nos .proPQrcier
nard y -nos iluminard el camino a seguir por Dios y por España.
DISCURSO DE ARMANDO MARCHANTE GIL
Sefioras, seiiores, estimados amigos de «Ciudad Católica»:
Celebramos hoy_ la conmemoración ·de nuestro Santo Patrono Fer­
nando III de Castilla que, ;unto con la Reuni6n Anual de los Amigos de
la Ciudad
Católica, constituyen los dos hitos que colocamos a lo largo
del
año pa;a situar nuestra tarea, hacer balance y marcar nuevas metas
que permitan proseguir nuestro esfuerzo en la misma dirección: promo­
ver el reinado de Cristo a través de la presentación a -la sociedad del
mensaje contenido en la enseñanza social de la Iglesia.
Comprender&
fdcilmente las dijicultades que tengo para dirigirme a
vosotros
despu¿s de quienes en años anteriores, y en este mismo, han
hecho uso de la palabra en tan señalada ocasi6n, pero el hábito de la
disciplina puede en
mí más que el conocimiento de mis propias limita­
ciones. Carguen,
pues, los organizadores con la responsabilidad de mi
seguro desacierto.
Por otra parte, soy persona poco propicia a la nostalgia como tal-vez
co"espondiese ·a mi edad y, por lo tanto, no voy a recordar demasiado
la experiencia acumulada desde hace treinta años,
ya que tuve la fortuna
de estar presente en la Primera reunión de la Ciudad Católica que tuvo
lugar en el monasterio
de El Paular. Sí quiero subrayar especialmente
que si entonces contábamos con
el magisterio de Eugenio Vegas y de
tantos de
sus acompañantes, que lamentablemente ya ,w están con ,wso­
tros, hay tenemos la inmensa satisfacción de saber que de aquella semilla
muchos granos
cayeron en tierra fertiltsima y que, gracias a Dios, ahora
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