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Número 313-314

Serie XXXII

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Discurso de Armando Marchante Gil [San Fernando 1993]

FESTIVIDAD DE SAN FERNANDO 1993
mientas suyos a la hora de su muerte. porque el alma española esta p,o.
fundamente cambiada y corre por derroteros equivocados.
Tampoco queremos volver a -unir lo profano y lo divioo. Hoy se
pretende relegar a Dios al fondo de las conciencias, a la -interioridad de
cada uno, pero no para que desde-alli guíe e ilumine sino para que no
se le vea, para -que quede relegado exclusivamente a la vida privada de
cada uno,_ para qoo no Se violenten . las conciencias de los demás ni se
manifieste externamente nada, ya que· cada uno tiene derecho a persistir
en el error, éste
y la verdad tienen ya el mismo rango, toda verdad es
relativa, depende
en último caso de la ntayoria; se dice que el progreso,
ese concepto usado tan equívocamente en nuestros tiempos, ha deiado
atrás
a Dios y que éste ya no es necesario a un hombre tan civilizado
y tan tecnificado como el de nuestra época.
Pero
estas ideas· .han producido -nuestra ruina y nuestra postergación
como pueblo.
Pero,
además, ¿qué progreso estamos ganando? El · del e"or en las
ideas, el desorden en las .costumbres, ho"ibles crimenes contra los hom~
bres, falta de ética po; doquier, de .respeto a la autoridad y a los may~
res, de dignidad, en definitiva, el de ser cada vez menos hombres. El de
que casi nadie sepa ya .hoy cumplir con su deber para con Dios y para
con los demás hombres. Volvamos nuestra mirada a San Fernando, reflexionemos sobre su
vida
y su eiemplo, interpretemos su mensaje a nuestras necesidades de
hoy, que
me parece que tiene una f6cil adaptación, y él nos proporci nará y nos iluminará el camino a seguir por Dios y por España.
DISCURSO DE ARMANDO MARCHANTE GIL
Señoras, señores, estimados amigos de «Ciudad Católica»:
Celebramos hoy la conmemoració_n (le nuestro Santo Patrono Fer­
nando III de Castilla que, ;unto con la Reunión Anual de los Amigos de
la Ciudad Católica, constituyen los dos· hitos que colocamos a "lo largo
del
año para situar nuestra tarea, hacer balance y marcar nuevas metas
que permitan proseguir nuestro esfuerzo en la misma· dirección: promo­
ver el reinado de Cristo a través de la presentación a la -sociedad del
mensaje contenido en la enseñanza social de la 1 glesia.
Comprenderéis
f6cilmente las dificultades que tengo para dirigirme a
vosotros después de quienes en años anteriores,
y en este mismo, han
hecho uso de la palabra en tan señalada ocasión,_ pero el hábito de la
disciplina puede en mi más que el conocimiento de ·mis propias limita­
ciones. Carguen, pues, los organizadores con
la responsabilidad de mi
seguro desacierto.
Por otra parte, soy persona poco propicia a la nostalgia como tal -vez
correspondiese a
mi edad y, por lo tanto, no voy a recordar demasiado
la experiencia acumulada desde hace treinta años, ya que tuve la fortuna
de estar presente en la primera reunión de la Ciudad Católica que tuvo
lugar en el monasterio
de El Paular. St quiero súbrayar especialmente
que si entonces contábamos con
el magisterio de Eugenio Vegas y de
tantos de sus acompañantes, que lamentablemente ya no
estdn con n0&0-
tros, hoy tenemos la inmensa satisfacción de saber que de aquella semilla
muchos granos cayeron
en tierra fertiUsima y que, gracias a Dios. ahora
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FESTJ.VfDA.D ·DE SAN FERNAND0·.1993
contamos con los que yo me -atrevería a llamar jóvenes maestros -algu­
nos ya no tan j6venes-_ que -son .garantía segura de la continuidad de la
labor .de la Ciµdad Cat6lica. Y no s6lo de la. continuidad repetitiva sino
de Sit permanente mejora y adecuación a Ja. realidad de hoy. Basta repa­
sar las pdginas -de Verbo para comprobar .que esta nueva -generación de
excelfntes tratadistas
no desmerece de aquellos ni en ciencia, JJ.Í en tra­
bajo. ·.ni ·en dedicación al estudio.y propuestas de soluciones -&iempre·a
la lr,,z, de la renovada y permanente doctrina pontificia-para los nuevos
problemas con que nos enfrentarnas en 1993; algunos derivados e hi;os
de los existentes al comenzar nuestra andadura· y otros completamente
nuevos.
,Estoy .seguro de que todos_ nos congratulamos de ello. Albri'cias,-
pues. ..
Conmemoramos hoy a San Fernando cuya invocación jamás olvidamos
en-nuestra tarea a-lo largo del año. Después-·de tantas- veces como hemos
recordado
al Santo en su festividad y en este acto repetido anualmente,
creo· que caben .todavía unas reflexiones sobre_ su· figura. Se ha .hablado
de sus virtudes cristianas
y de_ su actuación como guerrero . y como go­
bernante .. Las primeras le. llevaron a la Gloria de Dios y con· ello n_o hay
más que decir.puesto que «al final de la jornada/aquel que se salva, sabe/y
el que
no, no sabe nada»; las segund~ le convirtieron en. uno de los
principales artífices de la empresa reconquistadora que dos siglos más
tarde daría lugar al nacimiento de España como primer Estado· moderno,
factor: decisivo en ·ta· evangelización. del continente americano e incluso
de más allá.
Pero · son sus virtudes· como- gobernante las que -mds nos deben im•
portar hoy y constituir nuestro punto de reflexión más profundo, ya que
padecemos
hoy, entre tantas carencias de nuestra sociedad, una gravísima:
la casi absoluta. _fa/ta de gob~mantes_ cristi'anos. Estoy seguro de que esa
deficiencia .
es la más preocupante -ya que, sin goberMntes cristianos, no
lwy comunidad política que progrese, no hay sociedad civil donde se
pueda encontrar siquiera
un atisbo_ de preocupación. por el 'pjen. común
entendido en el sentido que le da la Iglesia. Y eso es gravísimo, eso es
la
peste_ de ~n _ cuerpo social, eso pesa como una. losa sobre la .vida. de la
comunidad y -hace cada, vez más difícil la convivencia .Y mds abundante
el
sectarism.o~ To_do lo emponzoñ.a y todo lo corrompe.
Conste
que· no se trata de imponer nada a nadie; se. trata, simple­
mente, d_e_ dar ejpmpl_o, de mostrar· un ideal que puede ser alcanzado y,
sobre todo, de obedecer a unas leyes morales grabadas por Dios .en la
conciencia de los. hombres que ·no admiten. --como estamos comprobando
cada
4ia-suititución por ninguna o~ra ética ni_. por ninguna otra moral;
en España -mucho menos
que en cualquier otra parte. Se trata de una
CQJl$tataci6p· que hacemos permanentemente en la vida española. Hacen
falta gobernantes
.c;ristianos para salir de la sima en que está España.
Hay
una moral_ política y social derivada del Evangelio y hecha en­
señanza explicita por
el magisterio de la Iglesia. Ella ha sido desde el
mismo origen de .la Ciudad Católica nuestra permanente referencia y el
ob;eto continuado de nuestro interés y d_e nuestro trabajo,- convencidos
como. estamos de que, según la frase de San Pio X que nos sirve de lema,
«... no se edificará la ciudad de un modo distinto a como Dios la ha
edificado, .. ». Algunos pi(!?nsan que se trata de bellas palabras en contraste
con.ta realidad del mundo
en.que vivimos. Pera,precisamente este mismo
mundo aporta
cotidianamente la mejor prueba de que, cuando ·el ejerci­
cio .de·
la autoridad s.e hace sin -reconocer su fundamentaci6n en la ·vo­
luntad divina, la catástrofe de una .sociedad regida .de tal modo _es inevi-
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table. La caída de los regímenes marxistas, a la que Dios nos ha concedido
la gracia de asistir, .es la ·más contundente prueba de que cuanto más se
aparta de El la actividad política., peores ,rJales sobrevienen sobre los
pueblos que
así son gobernados. Lección esta que no debiera haber caído
en saco roto.
Hacen falta, pues, gobernantes católicOs, hombres · de acción, hombres
que actúen en política en perfecta_ sintonía con la doctrina y la moral
católicas, atentos a la enseñanza perenne de la Iglesia, fieles servidores
del bien común entendido como los entendemos los católicos. Ahora bien,
tales hombres no surgirán
si el resto de' los católicos ponemos la luz bajo
,el celemin y no en alto; si no estudiamos, difundimos y proponemos la
buena doctrina, pues para
que haya acción tiene que haber antes pensa~
miento si no queremos. segrln se ha dicho, caer en la pura barbarie. Po­
ner la luz de la enseñanza social y política. de _la Iglesia en alto: he aqui
nuestra responsabilidad
y nuestro papel.
Mirad,
no vdy ahora a .Zanzai un mensaje de autosatisfacción por la
labor realizada, pero serla injusto y falso no reconocer que, gracias a
muchos esfuerzos, entre ellos el nuestro, se ha doblado. ya el _cabo de las
tormentas postconciliares,
cuando· tód"a novedad por nociva que fuese
cautivaba a los espíritus débiles, toda tradición era combatida
y toda
ratificación en
la Je era mal vista. La Iglesia universal y, tal vez con
retraso, la española vuelve a tener confianza en sí misma y se dispone a
entrar en el tercer milenio
con renovado espíritu apostólico ¿Quién puede
-,decir que hemos perdido el tiempo? ¿Quién puede. afirmar que nuestro
trabajo no
ha servido para nada? Creo sinceramente que alguna parte en
este restablecimiento
tenemOs, aunque sólo sea el haber evitado males
mayores que los entonces producidos. Y, aunque así no fuera, el éxito o
el fracaso los mide Dios y no los hombres. ·Recordaba al año pasado en
éste mismo acto, Luis Lavaur, cómo San Fernando había tenido éxito en
todas sus empresas
y cómo, por el contrario, _San Luis habla fracasado
en todas. Ambos atinaron en lo importante que· es gozar de la gloria de
Dios, como antes he recordado.
Prosigamos,
pues, nuestro esfuerzo y nuestra tarea con Je, con espe­
ranza
y, sobre todo, con caridad. Con caridad-hacia una sociedad espá­
íjola desorientada. vacfa
en muchos aspectos y en muchos de sus com­
ponentes,
y obnubilada en muchísimos sectores por los becerros a cuya
adoración se nos invita permanentemente desde tantas
instancias públicas
y privadas. Sembremos la buena doctrina a sabiendas de que, como en
la parábola evangélica, poca fructificará pero conociendo también que esa
poca
dard el ciento por uno. Busq_uemos también. /cómo no!, la mayor
eficacia posible. Insistamos una y otra vez, empleemos nuevos medios,
cooperemos con quieties trabajan en el mismo- campo. aunemos volunta­
des, ampliemos relaciones con gentes de buena voluntad
y, en definitiva,
sembremos del mejor modo la mayor cantidcid de semilla posible.
La circunstancia es más po.sitiva de lo que parece. Los frutos de la
ignorancia por amplias capas de la saciedad española -incluidos algu­
nos de quienes tienen
la grave responsabilidad de gobernar-de la doc­
trina y la moral católicas están a la vista,. ,mientras <;imde el desaliento,
el vacío, el pesimismo y el hastfo en la sociedad. ¿No es esta una buena
ocasión para nosotros?
Y, en tanto que trabajamos, pidamos la ayuda divina a travis de
nuestro Santo Patr6n el rey Fernando.
Lo demás vendrd por añadidura.
Muchas gracias.
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