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Número 367-368

Serie XXXVII

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Los católicos del mundo y la Cruzada española de 1936-1939

LOS CATÓLICOS DEL MUNDO
Y LA CRUZADA ESPAÑOLA
DE 1936-1939
POR
JOSÉ FERMÍN GARRALDA ARIZCUN (')
SUMARIO: l. INTRODUCCIÓN.-2. LA IGLESIA EN ESPAN'A ANTE 1936.-3. ¿QUÉ PRO­
VOCÓ LA REACCIÓN DEL CATOLICISMO EN OTROS PAÍSES?: 3.1. La posición inicial
del Vaticano; 3.2. La posición inicial de los católicos del mundo-, 3.3. La
balanza se inclina a favor de los Nacionales, 3.4. La propaganda desde la
España nacional.-4.. Los DIFERENTES PAISES: 4.1. Las diversas posturas de los
católicos-, 4.2. El principio liberal de No-interoención; 4.3. Países: Francia,
Bélgica, Reino Unido, Irlanda, Austria, Italia, Hispanoamérica, Estados
Unidos, los rusos blancos.-5. CONCLUSIONES
1. lNTRODUCOÓN
Nuestro propósito es sintetizar el apoyo que la España
Nacional
obtuvo de los católicos del mundo en cuanto tales cató­
licos
durante la Cruzada de 1936-1939. Este enfoque conlleva
cierta
novedad porque, habitualmente, la bibliografía se centra en
la participación de URSS, Alemania e Italia, sin duda por suponer
el apoyo material más espectacular e importante y tener alguna
similitud
con la alienación de los bandos contendientes de la
segunda guerra mundial. Para ello utilizaremos fuentes bibliográ­
ficas.
Es preciso acotar el ámbito de trabajo. En primer lugar no
estudiamos la ayuda internacional de
los Gobiernos porque sus
móviles eran --en todo o en parte-diferentes al religioso.
(•) Agradezco al doctor José Luis Orella (Universidad de Deusto) las suge­
rencias que me ha prestado en la redacción de este texto.
La ficha completa de las obras véase en la bibliografía.
Verbo, núm. 367-368 0998), 579-621. 579
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Excluimos así la ayuda de los Gobiernos de Alemania e Italia a la
España Nacional. No obstante, aunque el principal móvil de la
ayuda italiana parecía ser la lucha anticomunista, entre las tropas
italianas hubo una División llamada "Dio lo vuole"; no en vano
el fascista de 1936 no es el mismo que el de 1922. También
excluimos la importante ayuda del Gobierno portugués
de
Oliveira Salazar aunque, como indica César Oliveira, uno de sus
móviles era "la defensa de los valores fundamentales de la civili­
zación cristiana".
En segundo lugar, consideraremos la corriente de opinión y
simpatía que suscitó la España católica así como la aportación
real de los católicos en cuanto tales. Aunque ambas facetas están
mutuamente vinculadas, destacamos la canalización de dicha
simpatía a través del apoyo material,
toda vez que los deseos y
los hechos que signifiquen colaboración material son la mejor
prueba de la sinceridad de cualquier apoyo escrito.
Por último,
si la amplitud del tema nos impide ser exhausti­
vos y referirnos a todos los países, lo apretado
de estas páginas
nos obliga a ser someros en el aparato crítico.
Entre los católicos hubo varias posturas.
En primer lugar la de
aquellos católicos llamados "neutrales" que no quisieron tomar
partido o bien eran partidarios
de la conciliación entre los dos
bandos contendientes. Entre ellos
hubo algunos favorables al
Gobierno republicano. Un
segundo sector lo forman los católicos
que con la pluma y la palabra, más que materialmente, apoyaron
la causa de los católicos españoles, olvidandose poco o mucho
de la materialidad del conflicto bélico. Por último se encuentran
aquellos que,
en efecto, colaboraron materialmente con los cató­
licos españoles.
Hagamos
un esfuerzo por centrar todavía más nuestra
pregunta. En las Navidades de 1937 Pío XI pronunciaba su
radiomensaje referido a los miembros de la revolución inter­
nacional que:
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"(. .. ) con aquella propaganda y aquellos esfuerzos arriba alu­
didos, han querido hacer una experiencia suprema, de las fuer­
zas deletéreas a sus órdenes, que
se hallan esparcidas en todas
las naciones".
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LOS CATÓLICOS DEL MUNDO Y LA CRUZADA ESPAÑOLA DE 1936-1939
En él interpelaba al mundo para que colaborase en su propia
defensa trabajando
en los remedios oportunos:
"Nuevo aviso, grave y amenazador cual ninguno para el
mundo entero,
y principalmente para Europa y para su civiliza­
ción cristiana; revelación
y anuncio de aterradoras consecuencias,
y evidencia de lo que se prepara para Europa y para el mundo
si no se acude inmediata y eficazmente a la defensa y a los re­
medios".
También en la encíclica Divini Redemptoris del 19-III-1937,
Pío XI avisaba sobre la revolución española:
"(. .. ) lo que hoy sucede en España tal vez pueda repetirse
mañana en otras naciones civilizadas".
Con estos dos testimonios entramos de lleno en nuestro
terna. Los católicos del mundo: ¿acudieron inmediata y eficaz­
mente a la defensa de la civilización
-y concretamente de la
católica--- en
España?,· ¿pusieron los remedios prácticos oportu­
nos? Las citadas palabras de los Papas era como decir: "quien
pueda entender que entienda".
2. LA IGLESIA EN ESPAÑA ANTE 1936.
En España la posición entre los católicos practicantes se
decantó muy mayoritariamente a favor de los sublevados en
1936. Desde los comienzos del conflicto, al menos los civiles del
bando alzado reconocieron su convencimiento de que el factor
religioso
era su principal elemento de unión. Mientras, la zona
republicana, que sufrirá el experimento revolucionario, desenca­
denó una horrible persecución sobre los católicos y todo signo
religioso que fortaleció aquel convencimiento.
Los testimonios episcopales se suceden en el sentido de ma­
nifestar su aprobación
al carácter religioso -aunque no sólo reli­
gioso--de los sublevados. No en vano, como a.firma Gonzalo
Redondo,
en la guerra civil pesaron muchísimo las cuestiones reli­
giosas. El 6-VIII-1936 el obispo de Vitoria, Mons. Múgica, y el de
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Pamplona, Mons. Olaechea, afirmaron la siguiente tesis que des­
pués seria desarrollada
por el resto del Episcopado y la Santa Sede:
"En el fondo del movimiento cívico-militar de nuestro país
late, junto
con el amor de patria en sus varios matices, el amor
tradicional de nuestra religión sacrosanta (. .. )".
Entre los muchos testimonios episcopales de primera hora
recordamos la expresiónde "Cruzada" de los obispos de Pam­
plona (23-VIII), Zaragoza (26-VIII-1936), Santiago
de Compostela
(31-VIII) y del obispo
de Salamanca, Mons. Enrique Play Deniel
(30-IX-1936)
en su pastoral Las dos ciudades. Sin embargo, hubo
excepciones entre los católicos y en el clero que no hacen sino
confirmar la regla (1). En este sentido, el 6-VIII-1936 los obispos
de Vitoria y Pamplona condenaron la actitud de los nacionalistas
vascos acusándoles de fraccionar las fuerzas católicas y pretender
hacer compatible a Cristo
con Belial. Gomá insistirá al lehenda­
kari Aguirre
---<¡ue sobre todo defendía el Estatuto Vasco--en la
condición primordialmente religiosa de la guerra.
En el lado Nacional pueden diferenciarse -según Tusell­
diferentes posiciones: unos fueron previa y abiertamente partida­
rios del ideal de Cruzada, otros reaccionaron principalmente con­
tra
la persecución religiosa y unos terceros estuvieron con Franco
sobre
todo por rechazo a la Revolución. Añadimos que las tres
posturas no son incompatibles entre sí, y que dicha distinción (2)
está sobre todo al nivel del análisis de posibilidades pues, sean
cuales fueren los móviles iniciales de los alzados, los católicos
españoles en general lucharon en la guerra como en una Cruzada.
(1) Tales fueron: los nacionalistas vascos (los hubo que lucharon en el lado
Nacional), algunos catalanistas (la Unión Democrática
de Catalunya y otros vol­
vieron los ojos al lado Nacional), algunos identificados abiertamente
con la causa
del Frente Popular (los embajadores Ángel Ossorio
y Gallardo, y Semprún), una
minoría
de intelectuales católicos de izquierdas como Bergamín, y una insignifi­
cante minoría de sacerdotes, entre ellos José Manuel Gallegos-Rocafull (canónigo
de Córdoba), Leocadio
Lobo (vicario de la parroquia de San Ginés, de Madrid),
J. Palomar Poquet, Carles Cardó y Sanjuan, José Maria Tarragó, Luis Sarasola,
Alberto Onaindía, García Morales,
Maximiliano Arboleya (canónigo de Oviedo).
(2) TusELL, GARCÍA, op. cit., pág. 28
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3. ¿QUÉ PROVOCÓ LA REACCIÓN DEL CATOLICISMO
EN
01ROS PAÍSES?
3.1. La posición inicial del Vaticano
La reacción saludable del catolicismo mundial a favor de los
católicos españoles
no parece deberse, inicial y principalmente,
a la postura del Vaticano sino a
los mártires y los obispos españo­
les. También fue la Carta Colectiva y el cardenal Gomá quienes
informaron y convencieron al Vaticano para optar por el lado
Nacional.
Durante los comienzos
de la guerra la actitud del Vaticano
fue bastante reservada.
En principio es comprensible que, en las
difíciles circunstancias para los sublevados, el Vaticano se atuvie­
ra a los hechos, máxime cuando para un observador extranjero
superficial todo dependía del Ejército sublevado. Por otra parte,
al Ejército le costó definirse adecuadamente en ciertos temas defi­
nitivos para la Iglesia. Así, la diplomacia vaticana distinguió a uno
y otro bando:
"(. .. ) en función de la cuestión religiosa, dadas las noticias de
excesos, destrucciones e incendios
de iglesias y asesinatos de obis­
pos, sacerdotes y religiosos que estaban teniendo lugar (. .. )" (3).
En los primeros días del conflicto el Vaticano dejó claro que
no estaba comprometido en el alzamiento nacional, siguió una
política posibilista para -según Mons. Tardini-"salvar lo salva­
ble", y no quiso protestar públicamente porque creía que ello
podría radicalizar la persecución.
Después el Vaticano quiso evitar la impresión
de que la Santa
Sede reaccionaba de una forma tibia. Como no podía ser menos
en esta política vaticana, el 3 l -VII-1936 la Secretaría de Estado del
Vaticano protestó con energía ante las "reprobables violencias"
contra las personas consagradas y las cosas sagradas, así
como
por la suspensión del culto decretada por el Gobierno de la
(3) MARQUINA BARRIO, A., art. cit., págs. 83-102.
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República. El 10 de agosto L 'Osservatore Romano, periódico del
Vaticano, publicó una editorial denunciando que: "Hasta la pre­
sente no se ha dado satisfacción alguna a las justas manifestacio­
nes
de la Santa Sede" ( 4).
Los mártires tuvieron que esperar sólo un poco para ser
calificados como tales por el sucesor de San Pedro. El primer
texto pontificio
donde se reconoce el carácter martirial de los
católicos inmolados es del 14
de septiembre. En él Pío XI reco­
nocía que:
"Todo esto es un esplendor de virtudes cristianas y sacerdo­
tales,
de heroísmos y de martirios. ¡Son verdaderos martirios en
todo el sagrado y glorioso significado de la palabra!".
Si se reconoce este carácter, parece reconocerse implícita­
mente la Cruzada de los católicos espaíjoles. A pesar de esto,
la Santa Sede
no se posicionó de inmediato a favor del lado
N;icional. El cardenal Gomá irá a Roma para reorientar la polí­
tica vaticana; según él
debía rechazarse la política posibilista y
optar por uno de los dos bandos. Sin embargo, es muy signifi­
cativo
que el 19-XII-1936 Pio XI encargase precisamente a
Gomá la representación confidencial y oficiosa ante el Go­
bierno de Burgos (5). La Carta Colectiva de los obispos espa­
ñoles iba a retrasarse hasta
el 1-VII-1937; esto significa que los
obispos
no necesitaban publicarla para justificar su apoyo al
lado Nacional,
aunque sí para orientar la opinión católica del
mundo. A pesar
de todo, a decir de Gonzalo Redondo, la Santa Sede
acogió con alguna reticencia la publicación
de esta Carta, pues
(4) SEVILLANO CARvA,JAL, F., op. cit., pág. 31.
(5) REDONDO, Gonzalo, op. cit., pág. 179. Sobre la actitud de la Santa Sede,
vid. pág. 85-94. Este importante trabajo de historia de las ideas soslaya en
buena medida el enfoque sociológico, al analizar diferentes tesis que fueron
-en realidad-minoritarias entre los católicos de España y el mundo, y al no
destacar adecuadamente su escasa incidencia en la Iglesia católica del momen­
to. Aunque el elemento religioso parecía estar en
la mayoría de los comba­
tientes nacionales, en unos
era mayor que en otros, siendo decisiva en los
Tercios de requetés.
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"lo que en el Vaticano inquietaba era la vinculación de la jerar­
quía española con
un régimen político" (6).
Por su parte y durante el conflicto, existió
en el Vaticano, de la
mano del cardenal Tardini, una tendencia de tratar de conseguir una
paz a través de una
mediación, quizás como en el Méjico de los cris­
teros a pesar de los pésimos resultados prácticos
en este último país.
Esta política
de mediación fue sentida como una traición o un doble
juego por los católicos españoles.
El cardenal Vida! i Barraquer estu­
vo implicado
en ello. Esta posición del Vaticano, esta posibilidad de
un acuerdo con el adversario republicano-revolucionario, no se
entendía
en la España católica. Así, el general Gómez Jordana
denunció, con éxito, las intrigas ejercidas desde el sur de Francia:
"... con la complicidad de separatistas vascos y catalanes,
allí acogidos, por elementos católicos de los que era portavoz La
Croix e inspirados por el Cardenal Vida!, cuyas ramificaciones se
extendían al Vaticano y al mismo territorio nacional". Así, "la
ofensiva
de la diplomacia española e italiana en el Vaticano fue
tan contundente
que el plan barajado internacionalmente no
pudo llevarse a cabo" (7).
La posición del influyente y oficioso periódico del Vaticano
"Osservatore Romano" fue
de máxima prudencia o, mejor, de
muy peculiar diplomacia, pues sólo en 1937 se alineó definiti­
vamente con los Nacionales y
no se comprometió totalmente con
estos hasta finales
de 1938 cuando la guerra ya estaba ganada.
3.2. La posición inicial de los católicos en el mundo
Las primeras noticias de lo que ocurría en España eran muy
confusas.
En efecto, durante las primeras semanas los católicos
del mundo
no sabían que el conflicto involucrase los intereses
católicos más fundamentales.
(6) R.EooNDO, Gonzalo, op. cit., pág. 344. Parece que los equilibrios de la
diplomacia chocaron con las exigencias de la realidad, por lo mismo que sutilizar
demasiado
en el terreno de las actuaciones humanas puede separar de la realidad.
(1) MARQUJNA BARRIO, art. cit., págs. 100-101.
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Es más, informaciones erróneas permitieron que se pudiese
interpretar el alzamiento nacional
como una mera sublevación
militar contra el considerado legítimo
en cuanto democrático
Gobierno de la República.
La situación cambia a partir de agosto y más aún de sep­
tiembre de 1936, debido a las noticias de la persecución religio­
sa. En los meses centrales
de 1937 el enfrentamiento de los cató­
licos
que perfilaban su opinión sobre la guerra de España fue
mayor. Pero el giro decisivo, favorable a los católicos españoles,
lo dio la Carta Colectiva del Episcopado.
En resumidas cuentas, la Causa Nacional tuvo el apoyo
de los
sectores católicos
no liberales y no totalitarios de toda Europa, de
la gran mayoría de los europeos e intelectuales de derechas que
veían con temor la expansión bolchevique, de una gran parte de
los católicos del mundo, y de prácticamente toda la jerarquía
católica mundial salvo excepciones
que confirman la regla. Ello
no impide que también le apoyasen los Estados totalitarios de
Alemania e Italia al igual que la URSS a la República revolucio­
naria.
3.3. La balanza se inclina a favor de los nacionales.
La Carta Colectiva del episcopado español
La primera gran reacción del clero y la jerarquía católica del
mundo fue provocada
por la Carta Colectiva, cuyo contenido
causó estupefacción en muchos católicos ignorantes de la verdad.
Todos los obispos
-salvo alguna excepción-firmaron la Carta
en la que denunciaban que una de las partes beligerantes iba a
la eliminación de la religión católica en España.
En efecto, la Carta Colectiva fue un elemento clave en la evo­
lución de la posición de la jerarquía en relación a la guerra.
Según Tusell supuso "una especie
de cierre de filas en torno a
la jerarquía española.
Las propias posturas más reticentes se des­
vanecieron en sus perfiles a veces" (8). La reacción inmediata
(8) TusELL, GARcíA, op. cit., pág. 377.
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del Episcopado mundial fue de solidaridad cristiana e incluso
entusiasmo.
En este sentido
nos parece un poco excesiva la afirmación de
Gonzalo Redondo para quien "al desarrollo militar de la Guerra
Civil española se añadió otro conflicto, incruento pero de una
violencia pareja --o, incluso, superior, aunque en un sentido dis­
tinto---" como es la repercusión de la Pastoral colectiva y su ines­
perada difusión (9). No creemos
que puedan compararse ambas
violencias aunque la doctrinal
se debiese a los postulados libera­
les arraigados en ciertos estratos de población católica. Tampoco
la difusión de la Pastoral entre los católicos del mundo tiene nada
de extraño, pues la actitud del Episcopado católico favorable a
los católicos españoles debía fundarse
en datos objetivos como
era la Pastoral Colectiva.
Citemos alguno entre los muchos ejemplos de la elocuente
manifestación del Episcopado católico mundial
en apoyo a los
católicos españoles (10).
Es el caso del obispo de Westminster que
condenó "ciertas publicaciones católicas", de los obispos de Ingla­
terra y Gales (20-X-1937), y el arzobispo de Durango (Méjico)
(marzo 1937).
El P. Gillet, General de los dominicos, escribió una
significativa carta a su Orden de Predicadores. El relevante carde­
nal Verdier,
de París, efectuó un expreso -y no genérico como
dice Tusell-reconocimiento de que en España había una lucha
entre la civilización cristiana y el ateísmo soviético al decir:
"¿No es de toda evidencia que la lucha titánica que erisan­
grienta hoy el suelo católico
de España es en realidad la lucha
entre la civilización cristiana y la pretendida civilización del ateís­
mo soviético?
Sí, lo que está en juego en estas luchas es el por­
venir
de la Iglesia católica y de la civilización que ella fundó,
porque
no es solamente en favor de la España católica y tradi­
cional
por la que han caído vuestros héroes".
(9) REDONDO, Gonzalo, op. cit., pág. 343. Sobre la Carra Colectiva, vid.
págs. 343-354. Aunque es interesante el análisis del capítulo 4, seña conveniente
añadir los juicios de abundantes e importantes eclesiásticos de los diferentes
países favorables a la Carta Colectiva, tal como -por ejemplo-han realizado
Tusell
y Del Burgo.
(10) DEL BURGO, op. cit., págs. 126-129.
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Francia fue más difícil, mientras que los obispos de USA
--que "declaraban su identificación completa con los principios
de la democracia política"-se solidarizaban con los católicos
españoles.
Así, según Tusell:
"desde fines de 1938 se pudo presenciar el espectáculo de
una inesperada unanimidad en los medios católicos de todo el
mundo.
Con todos los matices que se quiera, ya todos ellos espe­
raban la victoria de Franco, y, además, la deseaban, con poquísi­
mas excepciones" (11).
3,4, La propaganda desde la España nacional
Esta propaganda fue casi inexistente. El conflicto se explicó
por sí solo. No obstante, en la estructura naciente del nuevo
Estado Nacional hubo una sección de Prensa para el Exterior diri­
gida a los medios católicos del mundo.
Esta sección nació gracias a la iniciativa privada, y aunque a
partir de mediados de 1937 tuvo "la ayuda y orientación oficial",
actuó autónomamente. Estuvo dirigida
por personas que dentro
del naciente Estado pertenecían a la derecha conservadora y tra­
dicional, como el historiador Jesús Pabón.
De todas maneras el impacto de la situación española en el
catolicismo de otros países no se debió a dicha propaganda, pues
dicha sección actuó tarde y de una forma poco intensa. En efec­
to, el Gobierno
de Burgos no influyó ni quiso influir en la for­
mación
de sociedades amigas de los católicos españoles, salvo la
importante revista "Occident" en Francia,· dirigida por ·Juan
Estelrich -autor este de La persecución religiosa en España-. La
dureza y carácter del conflicto provocaron por sí solos la reacción
de los católicos del mundo.
En conclusión, los católicos favorables a la causa católica en
España formaron su juicio a través de las no pocas veces tergi­
versadas noticias aparecidas
en la prensa, pero sobre todo -y
(11) TusELL, GARCÍA, op. cit., pág. 378.
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esto sí fue positivo-por la Carta Colectiva de los obispos espa­
ñoles, y al inapelable y dramático martirologio de la persecución
religiosa.
4. Los DIFERENfES PAÍSES
4.1. Las diversas posturas de los católicos
Aún después de la Carta Colectiva del episcopado español,
según Tusell, sería simplificar mucho el afirmar que en los dis­
tintos países
hubiese dos posturas nítidamente diferenciadas, esto
es, la favorable y la contraria al lado Nacional.
En efecto,
entre los favorables a la España Nacional hubo
diversas gradaciones no opuestas entre sí: unos apoyaban a los
Nacionales frente a la persecución, otros frente al comunismo,
unos terceros se identifican totalmente con los propósitos de los
Nacionales. Para
dar este último paso se debía de tener un cono­
cimiento
muy cabal y una beligerancia o compromiso particula­
res que, lógicamente,
no era lo más generalizado.
Según dicho historiador,
en la variada gama de posturas
entre los católicos del mundo hubo dos posiciones minoritarias:
la pro-republicana y la identificada completamente
con el lado
Nacional. Sin embargo, es evidente que,
por lo ya dicho, pedir
esta última identificación era pedir demasiado, máxime cuando ni
siquiera podemos identificar las aspiraciones de los Nacionales
con las actuaciones del Gobierno de Burgos -los carlistas esta­
ban en contra-, lógicamente incluidos los planteamientos políti­
cos
de Ramón Serrano Suñer.
Sin embargo (en parte seguimos a Tusell), pueden señalarse
los sectores siguientes,
aunque a fuerza de distinguir no debe
perderse de vista la mayoria de católicos favorables a la España
católica:
1. Católicos contrarios a la España Nacional y favorables a la
República. Constituyen una minoria. Pertenecen a las izquierda
católica vinculada
de diversas maneras con el marxismo y con
algunos núcleos demócratas de inspiración cristiana francese:s.
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2. Católicos contrarios a ambos lados y sobre todo partidarios de
la llamada
"conci/Ulción". Esta postura, que fue muy minori­
taria,
condenaba la posición de ambos contendientes a favor
de una paz obtenida mediante la mediación y el acuerdo
diplomático.
3. Un tercer grupo de católicos, más minoritario que los anterio­
res, estuvo más cerca
de las prudencias diplomáticas vatica­
nas
y permitieron la existencia de diversas posturas, "muchas
de ellas poco o nada identificadas con Franco" (llb).
4. Ante la dimensión de la tragedia y el carácter de la contienda,
buena parte de
los católicos olvidaban la configuración no
democrático-liberal del nuevo Estado para poner el énfasis en
la cuestión religiosa, que era el núcleo central sobre el que se
vertebró
la guerra.
5. El sector minoritario, como todo lo que signifique compromi­
so y acción, absolutamente identificado con los propósitos del
lado Nacional (preguntamos a Tusell: los propósitos ¿del
Gobierno
de Burgos?, ¿de Serrano Suñer?, ¿de las exigencias
falangistas?, ¿de los acuerdos entre Mola
-no respetados por
Franco tras la muerte de aquél-y los carlistas? .. .), considera­
ban la lucha contra la persecución religiosa pero también la
configuración
de un Estado no democrático-liberal (no sólo
no democrático).
4.2. El principio liberal de No-intervención
Al Acuerdo de No-intervención se adhirieron todas las poten­
cias
en el mes de agosto de 1936, empezando por la URSS,
Alemania, Italia y Portugal que eran los países más directamente
interesados
en el conflicto (12). Sin embargo, este Acuerdo no se
cumplió en la práctica:
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"Todos dictaron las disposiciones legales prohibiendo la
exportación
de armas y material de guerra a España, pero ¿las lle­
varon todos a la práctica
y en la misma medida?" (13).
(llb)Tusm, GARCÍA, op. cit., pág. 38L
(12) SEVILLANO CARfü\JAL, op. cit., págs. 13-25.
(13) SEVIUANO CARBAJAL, op. cit., pág. 22.
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El Acuerdo implicaba el compromiso por parte de las poten­
cias de no entregar directamente armas y de prohibir a otros la
exportación
de material de guerra con el objeto de que la guerra
no se internacionalizase.
Incluso Japón prohibió las colectas de
dinero en favor de cualquiera de los beligerantes. Con este prin­
cipio
no estaba conforme el Gobierno republicano de Madrid.
El Gobierno francés del Frente Popular entregó armas a los
marxistas
y les favoreció de una forma cínica. Como señala
Cristophe Dolbeau,
el Gobierno del Frente Popular francés apoyó
sustancialmente a los republicanos. Por su parte César Oliveira
demuestra apoyo que el Gobierno portugués prestó a los
nacionales.
De otros Gobiernos puede decirse lo mismo.
El 21 de julio los comunistas de Europa occidental, junto con
los liberales y los socialistas, empezaron:
"a reunir dinero, hombres y armas (. .. ). Por toda Europa y
América, Münzenberg
creó comités nacionales de Ayuda a la
Democracia Española; estos comités
de propaganda agruparon a
demócratas
de todas las tendencias y a comunistas con el fin de
apoyar a la República. Para la izquierda occidental, la guerra civil
española fue "la última causa"
por la que los intelectuales levan­
taron barricadas" (14).
El principio de No-intervención, en cuanto tal princ1p10,
podía ser suscrito por un liberal mas no por un católico. No obs­
tante, el Acuerdo
de no intervenir era de carácter práctico con el
objeto
de evitar la internacionalización de la guerra. Este Acuerdo
sólo comprometía a los Estados. En el caso del Portugal de
Salazar el ministro Monteiro afirmó que Portugal observaba con
rigor el Acuerdo de No-Intervención a pesar de lo difícil de esta
adhesión (journal de Géneve, 22-IX-1936). Sin embargo una cosa
(14) DEL BURGO, op. cit., pág. 147; WHEALEY, Robert H., señala: "El desarrollo
del programa
de no-intervención se tradujo en que la ayuda soviética pasase muy
pronto a
ser tan importante como la francesa (extraoficial) para la posible super­
vivencia
de la República española". "Los franceses proclamaron una política de
no-intervención, pero permitieron
un vasto contrabando". CARR, Raymond, y
otros, op. cit. Vul. artículo DE LA 0ERVA, Ricardo y WHEALEY, Robert H., págs. 271,
278 y 294.
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es el dicho y otra el hecho, pues César Oliveira ha mostrado
cómo Salazar apoyó de diferentes maneras a los nacionales, aun­
que siempre guardando las formas para no ser acusado de rom­
per el Acuerdo (15). En efecto,
"Oliveira Salazar sabía que, apoyase o no a la sublevación
franquista, su régimen tendría los días contados si ganaba
la gue­
rra el bando republicano. Era un caso de vida o muerte para el
Gobierno portugués,
como dijo el embajador luso en Londres,
Armindo
Montero".
No vamos a detenernos en la aportación humana. Las cifras
aproximadas son: 15.000 alemanes, 60.000 italianos,. moros que
pertenecían al Ejército español (de 62.271 sólo 34.759 se encuen­
tran simultáneamente en la península), de 70.000 a 120.000
extranjeros
de las Brigadas Internacionales, una cifra de soviéti­
cos no inferior a la de alemanes, portugueses, etc. Uno de los
temas favoritos
de los marxistas para pretender ridiculizar a los
Nacionales era denostar la participación de los moros en la gue­
rra. Incluso el periódico
L 'Echo de París ingenuamente se sor­
prendía
porque los requetés luchasen en el mismo bando que los
musulmanes --decía-.
También se destacan las minorías de otros países como entre
100 y 300 voluntarios franceses que trataron de formar la bande­
ra ''.Jeanne d'Arc" dentro de la Legión y es probable que lo con­
siguiesen
en 1937. Unos 700 irlandeses del general O'Duffy for­
maron una Bandera de la Legión. La cifra de 20.000 portugueses
que ofrecen Hugh Thomas, Hodgson, Nogeira, es para otros
autores fantástica; sólo se alistarían unos 700 hombres dispersos
en el Ejército Nacional. Aunque estos últimos quisieron formar
una Bandera no tuvieron éxito. Anecdóticas pero significativas de
las implicaciones del conflicto fueron la aportación de Argentina,
los
20 rumanos enviados por Camelio Zelea Codreanu al mando
de Ion Mota y Vasile Marin. Alfredo Roncuzzi fue, por ejemplo,
un requeté italiano que ha dejado sus memorias, traducidas para
la actual revista Aportes, núm. 15 y 16 0991).
(15) SEVIIl.ANO, op. cit., págs. 82-83; ÜLIVEIRA, César. art. cit., pág. 21.
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LOS CATÓLICOS DEL MUNDO Y LA CRUZADA ESPAÑOLA DE 1936-1939
Por otra parte, puede recordarse que diversas empresas pe­
trolíferas del sur de los Estados Unidos efectuaron una contri­
bución ilimitada y a crédito de carburantes y lubricantes a favor
de los nacionales, así como el movimiento de opinión católica
de este país para mantener el embargo de armas contra la
República.
4.3. Países
4.3.1. Francia
A) La situación de Francia
A la división existente entre los católicos franceses debida a
tensiones y polémicas internas se le sumó -y de forma muy sig­
nificativa-el debate sobre la guerra en España.
En realidad, el drama de la división del catolicismo en Francia
era mayor que en otros países, debido a la pesada herencia de
las ideas de
la Revolución Francesa, ante cuyos principios clau­
dicaron parte de los católicos (liberales moderados y los contra­
dictorios católico-liberales) al menos
por un falso espíritu aco­
modaticio.
La postura de los católicos franceses adquirió especial impor­
tancia debido a cuatro motivos. Se trata de la influencia de los
católicos en su propio país,
al peso internacional de Francia en
Bélgica, Polonia y bastantes de los pequeños países balcánicos
aún no ocupados por la URSS, a la proximidad de Francia res­
pecto
de España, y a que la situación política del país galo era
similar a la
de esta última. En efecto, en Francia había triunfado
el Frente Popular y
por diversas razones no sufrió una guerra
civil. Ello explica
que algunos católicos franceses planteasen la
paz a cualquier precio y el arreglo diplomático
de las posturas
contendientes.
Debido al apoyo del Gobierno del frente Popular francés a la
su homónimo español:
593
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JOSÉ FERMÍN GARRALDA ARIZCUN
"algunos podrían concluir que todos los franceses eran adic­
tos a la República española, lo que es falso
-dice Cristophe
Dolbeau-, pues hubo una oposición nacionalista que sostuvo
ardientemente la causa
de los alzados".
Así lo demuestra Dolbeau al desgranar el apoyo a los
Nacionales de la élite francesa perteneciente a la política, la mili­
cia, el periodismo,
y la literatura. Es más -añadimos-a pesar
de que una relativamente amplia minoría de católicos franceses
-mayor que en otros países-no se decantaron por los Nacio­
nales, la mayoría del catolicismo francés fue favorable a los cató­
licos del lado Nacional.
B) Posicionamiento de la jerarquía católica
A principios
de septiembre de 1936 el cardenal Baudrillart
comparó la persecución
de los católicos durante la Revolución
francesa con lo que sucedía en España. Para él, en ambos casos,
"el terror
era el producto de la descristianización y de una cons­
piración del mal
que en cualquier momento podía repetirse en
Francia" (16). Esta actitud encontraba un interesante apoyo en
buena parte de los católicos franceses.
Después
de la Carta Colectiva del Episcopado español los
medios liberales franceses "fueron más recatados
en la condena
a Franco y, en general, se pronunciaron con menor frecuencia
sobre la guerra española, con tan sólo algunas excepciones" (17).
Dicha Carta Colectiva estimuló a los católicos franceses favora­
bles a la España Nacional a desvelar el error de los liberales cen­
tristas
que habían actuado "en contra del buen sentido y de los
hechos", y a refutar la posición de Maritain -proclive a los
nacionalistas vascos--de que no se trataba de una guerra santa.
Aunque el influyente cardenal Jean Verdier, arzobispo de
París, se encontraba distante del Gobierno de Burgos, afirmaba
que en España se enfrentaban "la civilización cristiana y la pre-
594
(16) TusSELL, GARClA, op. cit., pág. 79.
(17) TusSELL, GARClA, op. cit., pág. 131.
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LOS CATÓLICOS DEL MUNDO Y LA CRUZADA ESPAÑOLA DE 1936-1939
tendida civilización del ateísmo soviético". España sería la prime­
ra etapa
de la destrucción emprendida por los enemigos de Dios,
provocando así la simpatía y el agradecimiento de los católicos
franceses. Poco a poco, en 1938, la actitud
de "relevantes miem­
bros de la jerarquía eclesiástica francesa se fue haciendo más
expresamente simpatizante"
con los católicos españoles (18).
C) Diversidad de tendencias en una mayoría favorable
a los Nacionales
La Acción francesa, liderada por Maurras, fue favorable hasta
identificarse con la España Nacional. Había
que tomar partido: "Lo
que había en España era una guerra santa, en la que no sólo se
podía elegir, sino que necesariamente se debía elegir". Maurras se
identificó con los Nacionales con ocasión de la visita del primero a
la España nacional del 4 al
10 de mayo de 1938, a pesar de lo cual
mostrará sus discrepancias con la España de Franco, al defender
aquel la Monarquía no parlamentaria y considerar que se debían
conservar las autonomías regionales. En sus afirmaciones Maurras
identificaba la religión y la contrarrevolución, mientras que Religión,
Patria, tradiciones morales y sociales ... eran realidades inseparables.
Así pensaba la derecha católica tradicional que no era fascista ni dic­
tatorial. Entre sus muchos publicistas destacaron: Gaetan
de
Bernoville, Henri Joubert, Henri Massis, Robert Brasillach, Maurice
Bardeche, Pierre Hericourt, Maxime
Real de Sarte etc. Cristophe
Dolbeau hace una puntual relación
de todos ellos.
Otro sector
de la derecha también hizo suya la expresión de
"cruzada" (v. gr., Mattei): Pierre Dumas, el general Castelnau con
su "Féderation National Catholique", el vicealmirante de la reser­
va Henri Joubert con el "Círculo (católico) de los Amigos de la
España Nueva". También
apoyó a los Nacionales el semanario La
Croix de Jean Guiraud. También contrarios a Maritain se mani­
festaron diferentes artículos en Le Rousillon de Montpellier,
Occtdent
de Estelrich, e incluso en el diario posibilista La Crotx.
(18) TUSSELL, GARCÍA, op. cit., pág. 175
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JOSÉ FERMÍN GARRALDA ARIZCUN
Los realistas o legitimistas franceses -varias decenas de
"Camelots du Roin-estuvieron desde el primer momento con los
nacionales y se incorporaron a los Tercios de requetés
de la
Comunión Tradicionalista. Son significativos los testimonios de
Pierre Dumas (19), Georges Gaudey, Antoine Lestra, Joseph
Streel (20), etc.
La derecha conservadora tomó partido por el bando
Nacional, como R. Cartier, H. Kerillis etc. desde los periódicos
L 'Echo de París y Le Jour, así como los partidos políticos
Partido Social Francés (PSF) y el Partido Popular Francés
(PPF).
Los católicos de centro-izquierda (los sucesores de Marc
Sangnier,
Esprit de Mounier, etc.), los centristas y democristianos,
y los mal llamados liberales-católicos, optaron
por distanciarse y
criticar a la España Nacional, condenando muchas de sus actua­
ciones. Aunque minoritarios, configuraron un sector relevante y
significativo que, por lo dicho al principio, influyó en otros paí­
ses. Asimismo, los protestantes franceses estuvieron en general a
favor de la causa republicana.
Estos católicos buscaron la salida negociada del conflicto.
Para ello instituyeron el "Comité
por la paz civil y religiosa" a
finales
de 1937; y en 1938 intentó interesar al Foreign Office para
la conciliación.
En diciembre de 1937 se celebró en París la Conferencia
Europea de la Juventud, con asistencia de 73 organizaciones de
24 países y 1 O organizaciones internacionales, todas ellas favo­
rables a la España republicana.
Los católicos favorables a la
España Nacional no hicieron lo mismo en sentido inverso aun­
que tenían sobrados medios para ello. No obstante, según C.
Dolbeau, el 9 -II-1937 el Partido Popular Francés había reuni­
do a "50.000 personas en el Velódromo de Invierno de París
para protestar contra el reclutamiento de las brigadas Inter­
nacionales".
(19) DEL BURGO, op. cit., pág. 135
(20) DEL BURGO, op. cit., pág. 134-135.
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LOS CATÓLICOS DEL MUNDO Y LA CRUZADA ESPAÑOLA DE 1936-1939
D) Los intelectuales
La gran mayoría de los intelectuales de la derecha francesesa
apoyaron sin reservas la causa Nacional y colaboraron con ella
como publicistas. Gracias a ellos la República revolucionaria
española, escudada
en la legalidad y la democracia liberal, fue
perdiendo prestigio
en el ámbito internacional.
Destacamos a Paul Claudel, literato y conocido católico
que
se negó a firmar el manifiesto redactado por Maritain en solidari­
dad con el "pueblo vasco" por Guernica. Claudel escribió un
largo y bellísimo poema dedicado "a los mártires españoles" en
la revista Sept ( 4 de junio de 1937), para quien "habían demos­
trado
que no se puede creer impunemente".
En
un articulo posterior (ú Fígaro, 27-VIII-1937) Claudel
concluye que era necesario discrepar de quienes como Maritain
querían contrapesar los "abusos ocasionales" cometidos por las
tropas Nacionales
con el exterminio sistemático de sacerdotes
practicado por el adversario, y afirma que los "extravagantes pro­
yectos de mediación" eran "incongruentes invenciones en favor
de los rojos" (21).
En apoyo
de Claudel actuaron, entre otros, Henri Bordeaux,
el embajador Saint Aulaire, Francis
de Miomandre, el cardenal
Baudrillart. Aunque Claudel fue
de los primeros en definirse, a
partir del otoño
de 1937 muchos intelectuales y políticos france­
ses (siete diputados firmaron
un manifiesto a favor de los alza­
dos) no tenían inconveniente en identificarse con los que ellos
mismos llamaban la "causa de la España nacionalista".
Así lo demuestra el manifiesto a los intelectuales españoles
aparecido en diciembre de 1937, partidario del
"triunfo, en España, de lo que hoy representa la civilización
contra
la barbarie, el orden y la justicia contra la violencia, la tra­
dición contra la destrucción, las garantías de la persona contra la
arbitrariedad".
(21) Tus.sELL, GARCÍA, op. cit., pág. 135-136.
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JOSÉ FERMÍN GARRALDA ARIZCUN
La lista estaba cuajada de grandes personalidades. Firmaron
pintores (Bonnard, Denis ...
), militares (Weygand, Joubert ... ), per­
sonas relacionadas con Acción Francesa (Charles Maurras, Leon
Daudet, Pierre Gaxotte, Henri Massis ... ) (22), escritores (James,
Mauclair, Madelin, ... ), filósofos (Chevalier, Gabriel Marce!...)
y
colaboradores habituales en los medios católicos (Claudel,
Bernoville, Brasillach
... ) (23). También ilustres franceses miem­
bros de la Academia Francesa como Louis Bertrand, Léon Bérard,
entre otros, y numerosos los escritores franceses que citan
Dolbeau y Tusell, se mostraron favorables a la Causa Nacional.
Partidarios
de la mediación señalamos a la revista Temps pré­
sent, sucesora de Sept y L 'aube, La Croix. Estuvieron contra los
Nacionales
y el ideal de Cruzada los escritores Georges Bernanos,
Mauriac, el procomunista André Malraux
y, sobre todo, Jacques
Maritain (24).
Bernanos y Mauriac fueron inicialmente favorables a los
Nacionales (Bernanos hasta noviembre
de 1936), distanciandose
de ellos debido a los hechos y la dureza de guerra. Bernanos
sufrió la réplica de -por ejemplo-Fran~ois Maret, y Malraux la
de Yves Dautun y León Daudet entre otros.
Un significativo sacerdote
-filósofo y teólogo-argentino, Julio
Meinvielle, describió a Maritain
en la revista Criterio como "sua-
(22) STEN ERIK NORLING PLAHN, art. cit., págs. 44, 55; DoL-BEAU, C., art. cit.,
pág.
310.
(23) STEN ERIK NORLING PlAHN, art. cit., pág. 56.
(24) TUSSELL, GARCÍA, op. cit., pág. 109-123, 141-175; DEL BURGO, op. cit., págs.
145-147;
REDONDO, op. cit., págs. 354-368. Sobre Maritain señala Redondo: "vio
con claridad que, dentro del mundo del siglo xx, los católicos no debían perma­
necer aislados
-amparados bajo la sombra protectora del Estado confesional-,
cuando estaban llamados a crear una sociedad nueva. De la interpretación no
inteligente que a veces se hace de sus ideas, es claro que no tiene culpa alguna
Jacques Maritain" (pág.
358). Este pie de página confunde indebidamente al
Estado confesional con la inacción por parte de los católicos, como si aquél sus­
trajese a los católicos del
deber del apostolado y vulnerase sus fuerzas para influir
decisivamente
en la sociedad. la conversión de la hipótesis en tesis que supone
Maritain ha sido bien refutada, entre otros autores, por leopoldo Eulogio Palacios
en El mito de la nueva cristiandad y Julio Meinvielle en De Lamennais a Mart­
tain. Afortunadamente el filósofo Maritain se explica con suficiente claridad para
no ser malinterpretado.
598
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LOS CATÓLICOS DEL MUNDO Y LA CRUZADA ESPAÑOLA DE 1936-1939
vemente inclinado hacia la España comunistoide", con la res­
puesta negativa de Maritain. Si con alguien simpatizaba
Maritain
era con los nacionalistas vascos. Maritain también fue
contestado, rigurosa y acertadamente, por -entre otros-los
dominicos Garrigou-Lagrange
-amigo suyo--, Bernadot y Jan­
vier (25).
Además
de los intelectuales favorables a la España Nacio­
nal,
que Tusell desdibuja al centrarse en sus contrarios, no sólo
hubo franceses en las Brigadas Internacionales sino también
-como se ha citado-en las tropas Nacionales del Requeté o
la Legión ...
4.3.2. Bélgica
El catolicismo belga mayoritario, que tenía un importante
peso populista y centrista en la política, no se identificó con la
Causa Nacional, sino
que optó, de una manera lenta e incomple­
ta,
por una postura benevolente hacia los católicos españoles.
Sólo a comienzos
de 1937 el cardenal Van Roey expresó su
identificación
con los católicos españoles perseguidos. Le siguió
el principal diario católico
La. Libre Belgique. El impacto de la
Carta Colectiva fue importante
aunque tardío, entrado ya el
año 1938.
Pierre L'Ermite fue
un prestigioso intelectual belga que apoyó
a los Nacionales por razones estrictamente religiosas. El movi­
miento
Rex, que reunió a la juventud católica de Lovaina y se
entusiasmó por José Antonio Primo de Rivera, no fue la única
organización
que apoyó a los Nacionales. No ocurrió así el parti­
do católico belga. As~mo, la Revista La Nation espagnole pudo
estar auspiciada por la propaganda de los Nacionales.
Entre las minorías discrepantes
se encuentra la revista católi­
ca belga L 'Avant-garde y, sobre todo, La Cité Cbrétienne inspira­
da por el P. Leclerc, dirigida a los medios juveniles de la Acción
Católica.
(25) TUSELL, GARciA, op. cit., pág. 141; REDONDO, op. cit., págs. 354, 363-364.
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JOSÉ FERMÍN GARRALDA ARIZCUN
4.3.3. Reino Unido
Llama la atención el interesante apoyo de los católicos ingle­
ses a la España católica.
La mayoría de los católicos ingleses se
alinearon con la España Nacional, y cada vez más a medida que
transcurría la guerra. Este apoyo no se configuró desde el
comienzo de la sublevación sino con las noticias de la persecu­
ción religiosa (26).
La jerarquía fue favorable a los Nacionales, salvo -al pare­
cer-el obispo auxiliar de Southwark. La postura del primado
Hinsley a favor
de los católicos españoles fue más que signifi­
cativa.
El medio más influyente, 7be Tablet---de los jesuitas-se ali­
neó con los sublevados, haciéndolo claramente desde mediados
de septiembre de 1936. La revista 7be Montb aceptó la tesis de la
cruzada con más extensión que Hinsley, al definir la guerra
como "una fase
de la lucha del Anticristo contra Cristo".
La asociación "The Friends of National Spain" (Los Amigos de
la España Nacional) se fundó en verano de 1937. Nacía de forma
espontánea, acogiendo
al duque de Wellington y a los principa­
les propagandistas
en los medios católicos de la causa Nacional.
En ella participaron personas muy adictas a la España Nacional
como Douglas Jerrold
-principal colaborador de las campañas
del episcopado
en solidaridad material-, Arnold Lunn, Arthur
Loveday, Hilaire Belloc
-visitó el cuartel general de los Nacio­
nales-, el poeta Roy Campbell --- les y exaltó a los
requetés-, Tolkien, Elliot, etc ... Además de
Henry S. Lunn, que inspiró la creación de "United Christian
Front",
puede destacarse a Chesterton y Welyer Waugth.
El poeta inglés Roy Campbell escribió vibrantes poemas a la
causa Nacional, como aquel que comienza: "One silver-white and
one of scarlet hue" ("Uno blanco-plateado y el otro de color
escarlata"), en el que el avión blanco representa la opción
izquierdista y el avión rojo la idea nacional.
(26) TusEll, GARCIA, op. cit., pág. 248-249, 269, 275, 283.
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LOS CATóLICOS DEL MUNDO Y LA CRUZADA ESPAÑOLA DE 1936-1939
Esta movilización tenía un fuerte componente espiritual e
intelectual. Faltaba la dimensión material. En esta vertiente tam­
bién los católicos ingleses contribuyeron
en alguna medida a la
causa Nacional. En efecto, los lectores del semanario Tbe Uni­
verse
enviaron 8.000 sweaters y 5.000 pares de calcetines, se abrió
una suscripción a favor de los "soldados cristianos" de España,
que en febrero de 1937 alcanzaban las 10.000 libras esterli­
nas (27).
Una minoría siguió la tendencia
de Maritain. Tal es la revista
de los dominicos Blaclefriars de Oxford. Sin embargo, Tbe Tablet
consideró que aceptaban fácilmente las afirmaciones de la
izquierda, y creer que la España Nacional se iba a inspirar menos
en el catolicismo que en el nacionalismo.
4.3.4. Irlanda
El cardenal primado de Irlanda envió un telegrama el 5 de
septiembre "manifestando la simpatía de los católicos irlandeses
reunidos en una gran manifestación en Dublín" (28). El cardenal
irlandés Mac Rory aconsejaba, a los muy deseosos de participar
en el conflicto, ponerse a las órdenes del general Owen O'Duffy.
Por su parte, el republicano Éamon de Valéra mantuvo una neu­
tralidad poco comprensible.
Aunque el periódico
Arriba España (11-X-1936) manifestó la
inexactitud de la noticia, los periódicos comunicaron que 5.000
hombres habían respondido al llamamiento de O'Duffy para for­
mar una legión de voluntarios contra el marxismo en España. Al
fin llegaron, y con gran entusiasmo, varios centenares de volun­
tarios irlandeses hasta formar la Bandera Irlandesa. O'Duffy visi­
tó Pamplona
el 26 de septiembre.
Asimismo, el
24 de octubre los católicos irlandeses realizaron
una colecta
de 32.000 libras esterlinas (más de millón y medio de
pesetas al cambio de entonces) que el arzobispo de Dublín envió
(27) DEL BURGO, op. cit., pág. 250.
(28) DEL BURGO, op. cit., pág. 249
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JOSÉ FERMÍN GARRALDA ARIZCUN
al cardenal Gomá. En esta iniciativa participaron míster Belton
como presidente del Frente Cristiano de Dublín, con la adhesión
del citado general O'Duffy (29).
4.3.5. Austria
A decir de Del Burgo los legitimistas austríacos expresaron su
vinculación y admiración hacia la España Nacional. Pero también
estaban con los nacionales los seguidores del ex-canciller asesinado
Dollfus y
la oposición al nazismo a excepción de la izquierda -di­
suelta en el año 1934-, es decir, la gran mayoría de los católicos.
4.3.6. Italia
El catolicismo italiano fue en su gran mayoría completamen­
te afín, e incluso entusiasta, con la España nacional. El episcopa­
do no mostró ninguna discrepancia y si no hubo un pronuncia­
miento global fue por considerarse innecesario (30).
La justificación intelectual de dicha mayoría la encabezó la
revista de la Compañía de Jesús Civilta Cattolica. Una de sus tesis
era
que el "mundo caminaba hacia su autodestrucción desde el
liberalismo al comunismo". Lógicamente el mundo católico esta­
ba en un gran peligro. También el franciscano Agustín Gemelli
hizo una inteligente defensa
de la España Nacional en la univer­
sidad católica
de Milán el 8-XII-1937. Según él "lo que se decide
es el porvenir de la civilización cristiana" (31).
De todas maneras, unos de los discrepantes y alineado con
Maritain fue Luigi Sturzo. También lo fue De Gasperi aunque de
manera mucho más matizada, pues deseaba como mal menor el
triunfo rápido y completo de los Nacionales. Guido Gonella fue
más crítico que De Gasperi hacia las instituciones republicanas.
602
(29) DEL BURGO, op. cit., pág. 249-250.
(30)
TuSEll, GARCÍA, op. cit., pág. 189, 192-193
(31)
REDONDO, Gonzalo, op. cit., págs. 350-352.
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LOS CATÓLICOS DEL MUNDO Y LA CRUZADA ESPAÑOLA DE 1936-1939
4.3.7 .. Hispanoamérica
En hispanoamérica, a diferencia de los Estados Unidos y las
máximas popularizadas por la izquierda mundial, el conflicto no
supuso una elección entre democracia (liberal) y fascismo.
Tampoco supuso
en Europa pues la insistencia de los católicos
en la cuasa de la religión lo obvió. Las circunstancias hispanoa­
mericanas eran diferentes a las de los Estados Unidos: no había
fascismo ni democracia liberal sino una tradición liberal de ten­
dencia militar
y autoritaria. No obstante, no todos los Gobiernos
autoritarios estuvieron al
lado de Franco.
No cabe duda que los medios católicos fueron los que ofre­
cieron más apoyos a la Causa Nacional. Sin embargo, como
en
los restantes países, hubo una minoría católica discrepante algo
más
que testimonial.
Como era de esperar, los obispos y católicos mexicanos, que
muy recientemente habían sufrido dos duras persecuciones reli­
giosas y una guerra religiosa semejante a la de España, y que
vivieron con valor, heroísmo y profunda religiosidad "la
Cristiada",
tendieron a identificarse con mayor facilidad que otros
católicos
con la causa de la España católica.
Seria innumerable citar otros apoyos que tuvo la España
Nacional: desde
don José Ignacio Rivera, director del Diario de
la Marina en La Habana, hasta el conservador colombiano
Gómez, el mejicano Vasconcelos, el chileno
y conservador
Alessandri
y Eduardo Frei ... De todas maneras, el impacto de la
guerra civil
española fue diferente en cada nación americana
debido a que los observadores extranjeros estaban condicionados
por las situaciones políticas de su propio país.
ARGENTINA
Mónica Quijada (32) ha explicado con detalle el movimiento
de solidaridad a favor de la República o bien de los Nacionales,
que sintetizamos.
(32) QtJJJADA, op. cit., pág. 186. En relación con Argentina ignoramos si el
603
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JOSÉ FERMÍN GARRALDA ARIZCUN
A) El grado de apoyo.-EI apoyo a la República fue mayori­
tario
(un 80%) en la colonia española en Argentina y estuvo
extendido
en el resto de esta nación, incluidas las minorías
nacionales
de italianos y judíos. Otra cosa es -creemos-el
grado de intensidad de dicho apoyo. Ideológicamente este apoyo
abarcaba a comunistas, socialistas, anarquistas, y liberales radica­
les, cuyos problemas internos salieron a la luz
con motivo de la
guerra española,
por lo mismo que también ocurrió en la España
dominada por la República revolucionaria. Sin duda en este
apoyo tuvo que ver la habilidad de los propagandistas del Frente
Popular
español para identificar la República revolucionaria con
la República, la legalidad y la democracia.
Quienes apoyaron a los Nacionales y se identificaban ple­
namente
con ellos en la colonia española en Argentina fueron
mucho menos en número que sus contrarios, pero sí más influ­
yentes, extendiéndose
sobre todo en los estratos sociales altos y
pudientes. Mostraron
un extraordinario entusiasmo y devoción,
contaban con personas adineradas, y su organización centraliza­
da y jerárquica fue muy eficaz. Fueron un verdadero contrapeso
a los comunistas, anarquistas y socialistas. Así, los españoles pro­
nacionales
en Argentina efectuaron un apoyo militante y decidi­
do de una importante y bien situada minoría.
Llama la atención que,
según la autora, dicho apoyo a los
Nacionales
compensase "la extensión mayoritaria del apoyo al
bando enemigo en el conjunto de la sociedad argentina y, espe­
cialmente en el seno de la comunidad" española. En efecto, ello
resulta extraño si tenemos
en cuenta el apoyo general del clero
argentino a la
españa Nacional. La contradicción se resuelve de
referirse la autora tan sólo al apoyo activo y tangible y no a la
mera simpatía por un bando en litigio. Si, según lo dicho por
Quijada, la menor parte de la colonia española ofreció una sus-
apoyo "particularmente notable" a los católicos españoles de 1936 mencionado
por Garay, "y (que) se expresó en diversas agrupacionesH, es de la minoria o de
la mayoña del pueblo argentino. GARAY VERA, Cristian, "La contarrevolución en
Hispanoamérica", Madrid, Rev. Verbo, núm. 317-318 (sept.-oct. 1993), 783-823
págs., pág. 805. Sobre Chile han investigado
c. GARAY VERA y C. MEDINA VALVERDE
(1994).
604
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LOS CATÓLICOS DEL MUNDO Y LA CRUZADA ESPAÑOLA DE 1936-1939
tanciosa ayuda a la España Nacional, esta última también debió
de recibir el apoyo de un sector argentino más amplio.
Aunque dicho apoyo e identificación con los Nacionales se
centró
en la colonia española y tuvo una limitada expansión
entre
los propios argentinos, hubo muchas personas favorables a
los nacionales que no quisieron figurar ni hacer aportaciones
temiendo por la seguridad
de sus personas, comercios y nego­
cios. Esto
es importante para matizar cierta inhibición de los cató­
licos argentinos.
B) La organización.-La organización de los favorables a la
República
revolucionaria en la colonia española se hizo a través
de Comités de Ayuda (el Patronato Español de Ayuda estaba liga­
do al Partido Comunista Argentino y enviaba el producto de lo
recaudado
al Socorro Rojo Internacional). Estos Comités de
Ayuda fueron abundantes en número, muy dispersos (en 1938
había más
de mil), y en ellos no participaban los partidos de
izquierda sino que se hacía a título individual, "siguiendo la prác­
tica impuesta en otros países por agrupaciones de izquierda para
similares actividades de solidaridad con la República". Esto es sig­
nificativo por suponer una relevante organización internacional
de la izquierda política en Argentina.
La organización favorable a los Nacionales en la colonia
española estuvo centralizada y jerarquizada, lo que le dio
coherencia y eficacia. Esta organización se hizo mediante las
Juntas Nacionalistas Españolas (en 1938 figuran 17 Juntas aun­
que es muy posible que hubiese bastantes más), y se vertebró
principalmente en los Legionarios Civiles de Franco, pero tam­
bién en la Agrupación Monárquica, la Asociación Tradicio­
nalista Española, el Centro Acción Española, y la incipiente
Falange.
C) Apottaciones materiales.-La aportaciones enviadas a la
República fueron muy modestas si consideramos la cantidad total
y de cada donante. Por el contrario, los Nacionales recibieron
considerables sumas aunque de un sector de población numéri­
camente mucho más reducido.
605
Fundaci\363n Speiro

JOSÉ FERMÍN GARRALDA ARIZCUN
Las autoridades españolas de Burgos estimaron mucho la
solidaridad de los españoles en Argentina. En pocos días y por
su conexión directa con el Gobierno de Burgos, los españoles en
Argentina eran capaces de entregar grandes sumas de dinero, y
en una ocasión 30.000 mantas, en otra 10.000 ampollas de sueros
etc. Las ayudas fueron en medicamentos, víveres (conservas,
trigo, harina), y especialmente
en oro y divisas. Por ejemplo,
monseñor Gustavo Franceschi, director de la revista católica y
tradicional
Criterio, llevó a Burgos ornamentos por valor de
600.000 pesetas. Hubo -es el caso de Bernabé Pérez Ortiz­
quien dio 110.000 pesos. Los Legionarios Civiles de Franco ofre­
cieron tres millones de pesos -un millón de dólares por enton­
ces-para crear orfelinatos y, al finalizar la guerra, proyectaron
entregas
de un millón de pesetas para el orfelinato de Málaga.
Los orfelinatos fueron el objetivo fundamental pero no exclusivo
de dichos Legionarios Civiles.
D)
Aportaciones de voluntarios.-Esta aportación, que sobre
todo fue simbólica, es difícil
de cuantificar. De los sectores pro­
republicanos fueron
94 argentinos en general entre un total de
1.008 hispanoamericanos, según Castells. La memoria histórica
del país, pendiente de demostración, los aumenta entre 200 y
500. Por el contrario, los voluntarios que engrosaron las filas
Nacionales fueron _un goteo lento pero constante, y en total
menos que sus oponentes.
E) J,a iglesia y pueblo de Argentina.-La Iglesia en Argen­
tina, desde la jerarquía hasta los sacerdotes locales, apoyó la
Causa
de los católicos españoles. Fue una Institución pública­
mente muy activa en favor de la causa Nacional. Según Mónica
Quijada la tendencia general de los católicos fue favorable a la
causa Nacional por inspiración de la Iglesia en Argentina. No
obstante, parte de ellos -la autora no indica cuál aunque sin
duda fue minoritaria-siguieron la posición de Maritain, comba­
tida por el destacado filósofo y teólogo Julio Menvielle, para
quien:
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J,OS CATÓLICOS DEL MUNDO Y LA CRUZADA ESPAÑOLA DE 1936-1939
"Cuando Maritain se imagina que ambos bandos en España
luchan
por conquistas temporales está profundamente equivoca­
do ( ... ). Los comunistas luchan por el odio a Cristo; los naciona­
les
por Cristo, cuyo amor no quieren dejarse arrebatar (. .. ) Es una
guerra entonces santa no sólo psicológicamente sino objetiva­
mente
(. .. ) Con la guerra española comienza la reconquista cris­
tiana del mundo apóstata" (33).
La nación Argentina era sociológicamente de mayoría católi­
ca,
aunque se manifestasen minorías comunistas, socialistas,
anarquistas así como liberales radicales. Si la Iglesia argentina
apoyó -como de hecho apoyó-a la Iglesia española, creemos
que al menos influyó
en los católicos argentinos para que estos
simpatizasen --como sin duda simpatizaron-con la España
Nacional por su defensa de la catolicidad.
Lo llamativo es que ello no tuviese consecuencias prácticas
ya que -según lo dicho-los católicos argentinos apoyaron
materialmente poco a los católicos españoles. El que Mónica
Quijada
no contemple apoyo alguno al respecto quizás le lleve a
afirmar que entre los argentinos la causa republicana estuviese
mucho mejor servida que la nacional y que esta última tuviese
pocos seguidores activos. Ello no choca necesariamente con la
afirmación de Garay Vera, según el cual durante la guerra la
solidaridad
de los argentinos con los católicos españoles fue par­
ticularmente notable y se manifestó a través
de diversas agrupa­
ciones.
También
puede observarse que una cosa era Argentina y otra
Buenos Aires, y que puede haber cierta contraposición entre la
mayoría silenciosa y la movilización y activismo de los grupos.
Englobar dicha mayoría silenciosa
en Argentina con la posición
de los grupos activistas de Buenos Aires puede originar un
importante desenfoque.
La España católica tenía el apoyo de los grandes diarios
argentinos, así
como de El Pueblo, la revista Criterio, las publica­
ciones
La Fronda, Bandera Argentina, Crisol y clarinada, etc. En
relación con los intelectuales argentinos pronacionales es intere-
(33) Criterio, Buenos Aires, 19-VIIl-1937, en QUIJADA, op. cit., pág. 30.
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JOSÉ FERMÍN GARRALDA ARIZCUN
sante que hubiese un importante sector de intelectuales (34) par­
tidarios del lado Nacional, influidos por Ramiro de Maeztu cuan­
do ocupó el cargo de diplomático.
F) Los ucranianos pronacionales.-La comunidad ucraniana
de Argentina, compuesta de unos 80.000 personas de los 45
millones de ucranianos, envió un emotivo mensaje a la Junta de
Defensa Nacional que se hizo público (35).
G)
Valoración.---Si valoramos los datos que ofrece Mónica
Quijada, los cuantiosos esfuerzos
de los españoles en Argentina
en favor de la Causa Nacional fueron nobles y notables, desinte­
resados y muy
de agradecer por los católicos españoles. Lo que
se echa
en falta es: 1) Que este apoyo material no lo ofreciesen
también
-y de forma cuantiosa-los propios católicos argenti­
nos como corresponde a su general simpatía por la causa
nacional. 2) Que no pocos españoles en Argentina se retrajesen
de colaborar por temor a las represalias de los izquierdistas. 3)
Que la eficaz organización
en Argentina favorable a los católicos
españoles estuviese dirigida
por españoles afincados en esta
nación, y que no fuese parte de una organización supranacional
como la lograda por los izquierdistas.
4.3.7. Estados Unidos
Como en Inglaterra, sorprende la buena acogida que tuvieron
los católicos españoles. En efecto, la persecución religiosa impre­
sionó
en los Estados Unidos más que en Europa. La gran masa
de los católicos norteamericanos (irlandeses e italianos en su
mayor parte) se inclinó y alineó por completo con la España
(34) Dichos intelectuales eran: Julio y Rodolfo Irazusta, P. Zacarías Vizcarra,
Juan
D. Garulla (médico y ensayista politico), Lisardo Zía (poeta), Alberto Ezcurra
Medrano
(historiador), Alfonso de Laferrére (ensayista) y Mario Lassaga (ensayis­
ta), Ernesto Palacio (ensayista). Sus revistas eran Baluarte, Número-, Sí, sí; no, no;
Sol y Luna, Nueva Política. ZULETA ÁLVAREZ, E., art. cit. pág. 319-325.
(35)
DEL BURGO, op. cit., pág. 248.
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LOS CATÓLICOS DEL MUNDO Y LA CRUZADA ESPAÑOLA DE 1936-1939
Nacional, aunque ello no conllevaba identidad con el quehacer
concreto del Gobierno
de Burgos (36).
La Carta Colectiva del Episcopado Español provocó una enor­
me impresión a los católicos de los Estados Unidos, y un duro y
polémico enfrentamiento
con protestantes y hebreos. En general
los católicos se alinearon con los nacionales y los protestantes
con los republicanos.
Por desinformación y prurito democrático popular, los diri­
gentes
-prensa e Iglesia-fueron más favorables a la España
Nacional que los restantes fieles.
En efecto, en los EE.UU. la dis­
torsión del
sentido de la guerra era absoluta. La desinformación
era
máxima. Si unos hablaban de la lucha entre el fascismo y la
democracia
-¿liberal o popular?-, otros les corregían afirmando
que era entre el fascismo y el comunismo. Pero todos se equivo­
caban, aunque
la distorsión mayor fuese identificar el Gobierno
frentepopulista con la democracia.
Los sectores dirigentes de la Iglesia católica fueron favorables
a la España Nacional, inclinándose
en 1938 y comienzos de 1939
muy explícitamente
en contra de la República para que el
Gobierno de Roosevelt mantuviese el embargo de armas contra
ella. Por ejemplo, el obispo de Toledo (Ohio) afirmó no ser neu­
tral, porque eso era "una apatía suicida".
El cardenal Hayes de
Nueva York, Dougherty de Filadelfia, el obispo de Tucson, y
McNicolas obispo de Cincinnati fueron contundentes. Asimismo
fue famoso el sacerdote Charles E. Coughiln (37).
También la inmensa mayoría
de los medios informativos
católicos se alinearon con la España Nacional. No obstante, si los
católicos editaron unos treinta folletos, los partidarios de los
republicanos llegaron a setenta, la mitad de ellos comunistas o
filocomunistas.
El editor de Tbe Commonweal, Michael Williams,
fue favorable a los católicos españoles siendo
uno de los princi­
pales organizadores de la movilización católica de masas en
torno a la guerra civil española. También fue significativa la carta
(36) TusELL, GARciA, op. cit., pág. 339, 343, 363. En este como en otros pun­
tos Tusell muestra ciertas vacilaciones o contradicciones
(37) TuSEU., GARCÍA, op. cit., pág. 312-313, 318, 328-330, 354-359.
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JOSÉ FERMÍN GARRALDA ARIZCUN
firmada por 175 personalidades que se identificaba en términos
generales con la España Nacional (38).
Algunos sectores solidarios con la España Nacional recauda­
ron dinero.
Así, los católicos españoles recibieron una importan­
te ayuda material de los medios católicos de los Estados Unidos
--en especial de la organizaciones caritativas de la Iglesia-, aun­
que nueve veces inferior que la obtenida por los republicanos.
En septiembre
de 1936 se organizó una concentración en el
Estadio Randall
en septiembre de 1936. Asistió el legado pontifi­
cio, los cardenales Hayes (Nueva York) y Cerejeira
CT.isboa), des­
tacando la persecución religiosa y los mártires españoles.
Al
comienzo de 1937 el obispo Molloy (Brooklyn) inició una reco­
gida de fondos. Con la colaboración de Williams, la revista
America y el cardenal Hayes, de Nueva York, se creó el
"American Committee for Spanish Relief'. Este Comité organizó
otra concentración
en el Madison Square Garden el 19-V-1937,
reuniendo a 15.000 personas y
con una colecta de 38.000 dóla­
res. Inteivinieron Curran, Williams y los británicos Allison Peers
y Grimley. También en Cincinnati hubo colectas para los católi­
cos españoles (39).
Los jesuitas de la revista America -dirigida por el P. Tal­
bot-, colaboró incondicionalmente a los Nacionales, aunque
este contacto fue tardío, esto es, en 1938. Esta revista intetpretó
la guerra
de España como el resultado de una conspiración masó­
nica para destruir la Iglesia, en lo que coincidió el cardenal
O'Connell de Boston. La revista America rechazó la idea de que
el catolicismo estuviera dividido ante el conflicto español, que el
Papa fuese neutral,
y que la actuación de los nacionalistas vascos
tuviera algo que ver con el catolicismo (40).
Como en otros países hubo una minoría de católicos disi­
dentes e inspirados por Maritain, aunque en los Estados Unidos
ningún medio se aliase con la República española y sólo alguna
excepción quiso ser neutral como
Tbe Catholic Worker. En reali-
610
(38) TusELL, GARCÍA, op. cit., pág 317, 319, 323, 336-337.
(39) DEL BURGO, op. cit., pág. 149, 321.
(40) TusELL, GARCÍA, op. cit., pág. 56, 319.
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LOS CATÓLICOS DEL MUNDO Y LA CRUZADA ESPAÑOLA DE 1936-1939
dad, la mayoria de los periódicos católicos de Estados Unidos
consideraba a Maritain
no sólo como partidario de la República
sino también como persona que hacía un pésimo servicio a la
causa no comunista y anticomunista (41). El órgano de la dióce­
sis
de Chicago 7be New World, inspirado por el cardenal
Mundelein, fue contrario a Franco y a sus partidarios católicos
en
Estados Unidos.
Para terminar, hubo revistas americanas favorables a los repu­
blicanos y que destacaban el apoyo oficial de la masoneria hacia
los marxistas. Una de ellas "insinuaba con complacencia que la
masoneria fue la que ordenó el fusilamiento de la imagen del
Sagrado Corazón
de Jesús en el Cerro de los Ángeles" (42). Un
obispo protestante episcopalista
-Robert Paddok-organizó,
aunque sin éxito, una sociedad llamada Amigos de la Democracia
Española
para recaudar fondos para el gobierno republicano. La
inmensa mayoria de los protestantes de USA estuvieron en con­
tra de los Nacionales, y en sus medios "pareció no existir un
sentimiento de piedad por las víctimas de la persecución religio­
sa" (43).
4.3.9.
Rusos blancos en los Tercios de requetés
En algunos Tercios de requetés se alistaron extranjeros. Se
trata de importantes individualidades y hasta de algún grupo.
Destacamos en especial los rusos blancos que mostraron su
predilección por los Tercios de requetés. No eran católicos,
pero les gustaba la profunda religiosidad del voluntario carlis­
ta (44).
Eran ucranianos, georgianos, etc. En el Tercio María de Mali­
na formaron una sección completa. En otra unidad combatió el
general Chicaerenko.
(41) TusEU., GARCÍA, op. cit., pág. 351.
(42) DEL BuRGO, op. cit., pág. 149.
(43) TuSEU., GARCÍA, op. cit., pág. 332-333.
(44) REDONDO, Luis, op. cit., pág. 405.
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JOSÉ FERM!N GARRALDA ARIZCUN
En el tercio de Navarra hacen campaña cinco rusos blancos:
el príncipe georgiano Alex Amilajchwary, Constantino Goguid­
jonashvili (sobrino del anterior), Vladimir Dvoitchenko (antiguo
coronel
de caballería), Wladimir Kovalewski y Alejandro Tringam,
teniente
y capitán respectivamente estos últimos del Ejército
Blanco ( 45).
También se alistaron en los Tercios portugueses, italianos,
franceses (entre ellos varios legitimistas
como el conde de
Lascien) y varios hispanoamericanos.
5. CONCLUSIONES
1. la postura de la Iglesia española -fieles, clero y
jerarquía-en 1936-1939, Iglesia unida y mártir, fue decisi­
va tanto para el triwifo de los católicos españoles como
para ganar la conciencia de los católicos del mundo. las
excepciones confirman la regla.
612
1.1. Fue decisiva la postura del Episcopado Español y, junto
a este, el martirio de los mártires. Sin aquel Episcopado
-v. gr., la Carta Colectiva del 1-VII-1997-la desinfor­
mación, el silencio
y la crítica de los propios católicos
del mundo es posible
que hubieran esterilizado el hero­
ísmo
y esfuerzo de la España católica. El Episcopado
Español,
unido y sin fisuras, fue esencial para informar
con verdad y claridad, y
para inclinar la opción del
clero y los católicos del mundo por un bando en con­
flicto. Por su parte, es posible que sin mártires la argu­
mentación episcopal hubiera carecido
para algunos de
una fuerza incontestable.
1.2. Hubo un clamor del catolicismo universal contra la per­
secución religiosa
sufrida por los católicos españoles. El
Papa Pío X1 exaltó a los mártires. Las minoritarias excep-
(45) HERRERA, op. cit., págs. 251-252, 285, 324, 339, 396, etc.
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LOS CATÓLICOS DEL MUNDO Y LA CRUZADA ESPAÑOLA DE 1936-1939
ciones que sin sonrojo echaban la culpa a los católicos
españoles de su persecución confirman igualmente la
regla.
1.3. La conciencia católica de los fieles y el clero católico
español actuaron al margen e independientemente de
la
diplomacia vaticana. En algún momento, la diplomacia
vaticana trabajó en sentido inverso a las aspiraciones de
los católicos españoles al proponer la solución diplo­
mática de mediación sin vencedores ni vencidos, al fin
fallida. Los católicos españoles, conocedores del verda­
dero rostro
de la Revolución, negaron la práctica de una·
táctica posibilista a la mexicana sufrida por los cristeros
en 1929
y sobre todo tras dicha fecha en el que el
modus vivendi se transformó en modus moriend¡) igno­
rante del escenario español y, en última instancia, de la
naturaleza de la revolución y de los derechos de quie­
nes la sufren.
1.4. Los católicos laicos españoles sublevados hicieron uso de
su capacidad de opción con personalidad, entereza,
libertad
de espíritu, e independencia respecto aquellas
influencias ajenas no siempre favorables a su postura.
Quienes más sabían de España, de su historia y de sus
gentes,
de la realidad de la Revolución y de los márti­
res
... eran los propios católicos españoles, y no los teó­
ricos católico-liberales franceses o belgas, ni los doctri­
narios democristianos
de otros países, ni la diplomacia
vaticana. Los bienes del viejo pueblo como la intransi­
gencia, la entrega a
una Causa y el valor españoles, se
irguieron y ... triunfaron. Ello no quita para que hubie­
se excepciones entre los laicos católicos, por ejemplo,
las
de Bergamín y Osario, entre otros, seguidores en
España de Esprit.
1.5. El catolicismo español fue fiel a la Gracia de Dios. El
terreno estaba bien preparado gracias a una historia
613
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JOSÉ FERMÍN GARRALDA ARJZCUN
de magnífico combate antiliberal en las Cortes espa­
ñolas, en las pastorales y gobierno episcopales, en los
valores
del clero, y, sobre todo, en las tres guerras car­
listas, la realista
y las dos francesadas. Quienes esta­
ban afectados de modernismo, americanismo, libe­
ralismo
y excesivas -endebles-sutilezas no pudie­
ron entender.
1.6. Los Mártires españoles unieron a los católicos más que
ninguna otra unión. Fortalecieron hasta el extremo el
alma
de la Iglesia en España y en mundo, así como la
argumentación católica española en el exterior e inclu­
so en el Vaticano. Fueron los mártires de la unión, de la
victoria y del perdón hacia sus inmoladores. Como
siempre, el martirio, suprema prueba y expresión de la
virtud de la Fe, fue la suprema fuente de bienes para la
Iglesia militante.
2. Las clases directoras y los fieles de a pie del catoli­
cismo mundial estuvieron predominantemente en favor de
los católicos espaíioles.
614
2.1. lLl jerarquía de la Iglesia y el clero del mundo --<¡ue
fueron el elemento clave-estuvieron con los católicos
españoles
en guerra, aunque con diferentes matices de
secundaria importancia según se configuraba el
Gobierno de Burgos. En efecto, algunos confundieron a
los Nacionales con el nuevo Estado inicial de corte tota­
litario -era moda-que por ejemplo los carlistas fue­
ron los primeros
en denunciar.
2.2. Algunas élites intelectuales del catolicismo mundial dis­
cutieron mucho,
sobre todo al comienzo de la contien­
da,
aunque en su postura predominó el apoyo a los
Nacionales. Las élites católicas organizativas también se
inclinaron a favor del lado N aciana!.
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LOS CATÓLICOS DEL MUNDO Y LA CRUZADA ESPANOLA DE 1936-1939
2.3. Hubo una minoría activa de católicos en el mundo
opuestos
al Alzamiento nacional y a la misma realidad
de la Cruzada, pues sólo concebían el pobre y triste
concepto
guerra civil. Algunos incluso favorecieron al
Frente Popular durante la guerra. Lógicamente,
en
España fueron una minoría, debido a la persecución
religiosa sufrida en propia carne y a la fuerza moral de
los mártires.
2.4. La división de los católicos en el mundo ante la gue­
rra
española de 1936-1939 refleja la presencia del
liberalismo
-disgregador-entre los católicos. Se
trata de los católicos por un lado y, por otro, de los
liberales, los mal llamados católico-liberales, los par­
tidarios
del llamado mal menor, y del posibilismo, la
no violencia, el acatamiento a los poderes constitui­
dos,
etc.
2.5. En España, miembros de la Acción Católica, la ACN de
P., El Debate de Ángel Herrera, la CEDA, etc. que defen­
dieron durante la República el acatamiento en concien­
cia
al "poder constituido" sin discriminación, se vieron
escarmentados ante la amenaza revolucionaria, conti­
nuada después en la persecución religiosa. Esta última
les hizo sumarse al Alzamiento sin escrúpulo alguno
de
conciencia.
Sin embargo, el PNV y la Unión Democrática de
Cataluña mantuvieron su pragmatismo extremado ante
la República laicista -qúe a la postre sólo quedará
como República revolucionaria-hasta su alineamien­
to con esta última.
En ellos, el Estatuto de autonomía
-el origen separatista del PNV-pudo más que la
persecución religiosa inherente al
laicismo republicano
anterior a
1936 y a la posterior República revoluciona­
ria. Por parte del PNV esto es así aunque en
Guipúzcoa y Vizcaya hubiese medio centenar de cléri­
gos asesinados.
615
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JOSÉ FERMÍN GARRALDA AR/ZCUN
616
2.6. Sin embargo, la doctrina liberal del deber de acata­
miento indiscriminado a
los "poderes constituidos"
legalmente o de hecho, fue un poderoso hándicap
que impidió a algunos intelectuales católicos del mundo
-sobre todo franceses, v. gr., Maritain-apoyar a los
católicos españoles
en guerra. La doctrina liberal de la
legalidad, muy diferente
de la doctrina católica, fue uti­
lizada
por algunos liberales para atacar el levantamien­
to
de la España católica que no se resignaba a morir.
2.7. Quienes realizaron las diferentes conspiraciones del
alzamiento general no serán los citados españoles posi­
bilistas y legalistas, sino algunos generales del Ejército,
los dirigentes
de la Comunión Tradicionalista y la Fa­
lange. Los carlistas habían estado convencidos de dos
cosas.
La primera, de la doctrina que afirmaba la nece­
sidad de no acatar sino de oponerse moralmente a los
gobiernos constituidos por la Revolución -la legalidad
revolucionaria-. La segunda y desde la práctica políti­
ca, convencidos también
de la necesidad de oponerse
incluso materialmente con las armas como varias veces
lo hicieron, exigiéndolo y permitiéndolo las circunstan­
cias. No cabe
duda que su legitimismo -aunque el
Carlismo es más
que un legitimismo-les ayudó a no
ceder.
2.8. La división entre los católicos del mundo fue un signo de
los tiempos. Una vez más España se convirtió en signo de
contradicción. Puso en evidencia hasta donde había lle­
gado la crisis
en el mundo católico y el contagio de libe­
ralismo
por parte de los mismos católicos. La revolución
moderada había triunfado
en la conciencia de no pocos
bautizados que, si bien rechazaban la persecución con­
tra los católicos, criticaban la legítima defensa y los pro­
pósitos de los católicos españoles, a quienes no les die­
ron medios para triunfar materialmente sobre sus perse­
guidores.
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LOS CATÓLICOS DEL MUNDO Y LA CRUZADA ESPAÑOLA DE 1936-1939
Desde el punto de vista de la historia de la Iglesia, España en
1936-1939 fue luz para el que quiso ver y signo de contradicción
para los católicos del mundo influenciados por el liberalismo.
Pudo dar lecciones y las dio. Incluso, a costa
de la propia sangre,
convenció desde la doctrina y el espíritu católico a muchos cató­
licos del mundo sumidos en el liberalismo.
Desde un punto de vista histórico -aunque no sólo-la
grandeza de la Iglesia católica en España no sólo radica en su
unidad interna, martirologio y victoria en 1939, sino también en
su victoria, durante el conflicto, sobre el liberalismo que anidaba
en muchas conciencias de los católicos del mundo. Y se dice vic­
toria porque sólo una minoría de estos se resistió al mensaje que
ofrecía la España católica.
3. Algunos católicos del mundo discutieron mucho y
ayudaron mucho menos en una relaclón inversamente pro·
porcionaL
3.1. El principal mal de algunas élites católicas del mundo
era la división, aunque en su mayoría estuviesen a favor
de los católicos de la España Nacional.
3.2. Parece que, entre los católicos, cierta minoría liberal
-en sus diversos grado:r-paralizó o distrajo el esfuer­
zo material de quienes entre la mayoría de católicos qui­
sieron colaborar. En algunos casos un pensamiento
excesivamente matizado, sutil o racionalista sin duda
paralizó la acción:
se distinguía demasiado y sobre el
papel y, si ello no era para clarificar y unir, menos lo
iba a ser para actuar. Pero sin duda los
apriorismos libe­
rales fueron los determinantes.
3.3. Aunque en el bando republicano (revolucionario) o
entre los
que le reconocían, el número de intelectuales
extranjeros fue superior, la Causa Nacional
fue apoyada
por intelectuales de prestigio de los más importantes paí-
617
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JOSÉ FERMÍN GARRALDA ARIZCUN
ses. En muchos países europeos se organizaron comi­
tés
de apoyo a la causa Nacional, especialmente en
Francia. También los hubo en los sectores católicos de
Estados Unidos y Portugal así como en la anglicana
Inglaterra.
3.4. Si las discusiones mantenidas entre algunas élites católi­
cas se hubieran invertido
en una ayuda efectiva a la
España católica,
la ayuda material a los católicos espa­
ñoles se hubiera multiplicado durante la guerra.
4. La ayuda material recibida por los Nacionales por
parte de los católicos del mundo fue una realidad pero
limitada o reducida tanto en hombres como en dinero. No
estuvo a la altura de las expectativas abiertas para los católicos
en el drama de alcance
mundial que supuso la guerra españo­
la.
La corriente de simpatía o de opinión favorable a los católi­
cos españoles en guerra no se plasmó debidamente en un
apoyo activo a la causa de la Religión. Ello contrastaba con la
superior ayuda material recibida
por los revolucionarios en
España.
618
4.1. I.a Causa Nacional recibió la ayuda de los católicos y si
no
la recibió oficialmente de los Gobiernos católicos en
cuanto tales
fue debido al Acuerdo de No-intervención,
que fue una verdadera farsa por parte de casi todos los
paises firmantes. Mientras el Gobierno portugués
se pro­
ponía defender la civilización cristiana, aunque éste no
era su único propósito, el italiano tenía otras inquietudes.
4.2. I.a ayuda a los católicos españoles fue mucho más moral
que material.
4.3. Los agentes de la ayuda material fueron personas e ins­
tituciones particulares, algunas de carácter eclesiástico
pero generalmente fieles laicos.
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LOS CATÓLICOS DHL MUNDO Y LA CRUZADA ESPAÑOLA DE 1936-1939
4.4. La ayuda material en hombres fue escasa, pero no por­
que no se quisiera ayudar. Las autoridades españolas
aceptaban medios con gusto; gente aceptaban menos.
4.5. No es correcto decir
que la España Nacional contase,
además de la ayuda alemana e italiana, con el apoyo de
una supuesta "internacional vaticana", dispuesta a
defender de forma unánime y disciplinada su causa. De
todas maneras parece que los católicos españoles
hubieran recibido con gozo una ayuda que no llegó en
cuanto sistemática y organizada por parte de los cató­
licos del mundo.
4.6. Los católicos
españoles recibieron un apoyo material
muy relativo por parte de los católicos de todo el mundo
si consideramos que la Revolución española tenía una
proyección internacional, que en los campos de bata­
lla
se estaba luchando por la verdadera civilización
-humana y católica-o bien por la barbarie, que el
conflicto
ruvo un carácter de guerra de religión, que las
advertencias
de Pío XI eran claras ....
La ayuda obtenida fue noble y muy bien recibida,
aunque fue escasa. Fue inferior a la recogida por los
revolucionarios y muy inferior a la que debían y podían
-absoluta y relativamente-- ofrecer los católicos. Puede
ser duro afirmarlo, pero parece que la Causa de la
Religión
no estuvo bien servida por los católicos del
mundo: merecía algo mejor.
4. 7. A diferencia de la internacional marxista y anarquista no
hubo un verdadero apoyo católico extendido por todo
el mundo, que estuviese organizado y que tuviese fuer­
za. En la
dimensión material logró más el internaciona­
lismo
ateo que el catolicismo.
Por establecer
una comparación entre los mismos cristianos,
desde el oriente de Europa la católica Polonia guardó un total
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JOSÉ FERMÍN GARRALDA ARIZCUN
silencio ante la tragedia española, mientras que los ortodoxos de
Rumania enviaron una representación de la ya citada Legión del
Arcángel San Miguel.
¿Convenía recordar
en 1936-1939 que el catolicismo es uni­
versal, que en principio no puede entrar en componendas teóri­
cas ni prácticas con el Liberalismo y las diferentes formas de
revolución, que el principio de no interoención no es católico,
que la práctica de este principio parece anticatólica cuando la
Revolución tiene todos los apoyos posibles, y que los católicos
deben organizarse sin fronteras a favor de la causa de la Religión?
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