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Número 367-368

Serie XXXVII

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La Ciudad Católica en la Semana Santa de Baeza

CRÓNICAS
LA CIUDAD CATÓLICA EN LA SEMANA SANTA
DEBAEZA
Por una singular vinculación de carisma y misión, fue Miguel
Ayuso invitado a impartir
un ciclo de conferencias -"charlas cua­
resmales" se llamaban
antes--en Baeza, los dias 13, 14 y 15 del
pasado marzo, por la Cofradía del Santísimo Cristo de la Buena
Muerte, a cuyo concurso acudimos buena parte del grupo de los
jueves, avisados
de la belleza de la ciudad tanto como de lo sin­
gular
de aquellas intervenciones, que llevaban por título genéri­
co ¿Ha abdicado Cristo Rey? Los católicos y el mundo moderno.
Surgió esta cofradía en 1982, con el propósito de conservar
en su seno y derramar como semilla los valores religiosos tradi­
cionales,
en un mundo que diluye en lo folclórico y externo las
más sagradas prácticas. Incluso la Semana
de Pasión, que eleva
en Andalucía la fe del pueblo, los rezos y los lloros, la manifes­
tación
espontánea y colectiva de cuanto la Constitución del 78
reprime
en un inciso, incluso tan genuina manifestación se ha tra­
tado
de despojar de su auténtico y católico sentido. Yo he visto
arrastrar cadenas
y pisar descalzos empedrados a quienes en la
intimidad
de sus caperuces hablan por las calles con su DiQs, en
magnífica conjunción de lo interior y lo exterior. Y creo que no
hemos de morir con otro nombre en nuestros labios que el ben­
dito de nuestro Cristo o nuestra Virgen; y ello ha de ser así, muy
principalmente, respecto a quienes ni conocen las excelencias de
la eucaristía, ni participan de otra expresión litúrgica que la de su
crucificado por las calles. Desde los sectores oficiales se han veni­
do promocionando procesiones y cofradías como meros actos
culturales o turísticos, al
tiempo que desde el progresismo reli­
gioso o
desde un puritanismo intimista se han venido despre­
ciando
por inauténticas. No creo necesario explicar que lo que
justifica el culto público semanasantero es el sentido religioso de
que está transido, de la misma forma que una catedral no se
entiende sino
por el fervor popular que la elevó, y por la finali­
dad del culto a que se subordina. Cierto es que las manifestacio­
nes comunitarias de fe son en sí mismas cultura, y que, por lo
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mismo, se hallan en peligro de paganizarse, pero desde un sano
realismo hemos
de admitirlas no como modos residuales de acer­
carse a Dios
-pues quienes así piensan son los mismos que han
atacado la confesionalidad estatal basados
en la intimidad del
acto
de fe-, sino como plataformas privilegiadas de público
apostolado, sometidas a la autoridad del obispo diocesano
pero
con la suficiente autonomía para que los fieles laicos sean
fermento social
y religioso mediante cauces rigurosamente po­
pulares.
La creación, en 1982, de esta cofradía responde al mismo
deseo
de recuperación religiosa de la Semana Santa, para lo cual
organiza, como
uno de sus principales actos, un pequeño ciclo
de formación en cada cuaresma. Su procesión tiene lugar en la
noche del martes santo, en que sale a hombros y sin trono el
Señor crucificado
en el momento excelso de morir, marcial y aus­
tero, siguiendo el fúnebre tambor,
y levantando luego al paso por
cada convento, al entonarse el himno nacional, y al quebrarse
por los márfües el toque de oración.
Precedido Miguel A yuso
en años anteriores por figuras tan
señeras como Jorge Loring
S. l. y el Canónigo de la Magistral de
Vitoria,
don Luis Madrid Corcuera, la condición religiosa de los
mismos
no era obstáculo a la seglar de nuestro amigo, bien al
contrario .fue buscada
de propósito por los organizadores de las
conferencias,
que pretendían mostrar con ello cómo la militancia
católica
no pertenece en exclusiva a quienes han recibido la
ordenación sacerdotal, sino que
su competencia abarca a cuan­
tos
por el bautismo somos miembros de la Iglesia, de modo que
la comprometida actitud
de un seglar estaba llamada a sorpren­
der gratamente a los asistentes. Quede como anécdota, si proce­
de,
que hubo quienes, ignorantes de la laicidad de nuestro amigo
y admirados de su discurso espiritual, lo buscaron pidiéndole
confesión.
Acomodado a la gran espectación
que le aguardaba fue el
éxito conseguido
con sus intervenciones, que se desarrollaron de
"menos a más", como en la jerga taurina se dice: tanto esperaba
el público asistente del título
con que se presentaban las confe­
rencias
-tan desacostumbrados estaban a oír las doctrinas que
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CRÓNICAS
aprendieron de pequeños-, que hubo el orador de acalorarlas
hasta
donde se le pedía; y no hace falta decir que lo hizo com­
placido. Entonces los muros recios y antiguos de la Universidad
prestaron su eco al limpio sonar de las encíclicas calladas.
Guiados y atendidos
en todo momento por la familia Escavias
de Carvajal, gustamos la rica gastronomia, divertimentos y hospi­
talidad
de la provincia de Jaén, y visitamos los impresionantes
conjuntos monumentales de Úbeda y Baeza. Ambas, como tierras
de frontera, se poblaron de olivares conforme el rey San Fernan­
do las cobraba del infiel para la Cristiandad, y alcanzaron su
mayor esplendor en los siglos de oro, quedando como islotes
entre olivos las murallas, conventos y campanarios, desde los que
en los días claros se divisa la nevada sierra de Granada. En la
escena
de la rivalidad, Úbeda se presenta majestuosa y mercan­
til, con la animación y murmullo de las ciudades italianas medie­
vales; Baeza, por su parte, es rural, antigua y solemne, es la tra­
dición inalterable y cristiana, anchurosa y feudal como tierra de
señorío. Pero visitamos también Torreblascopedro, pueblo de
vegas y olivares, recogido entre las aguas del Guadalquivir y las
del Guadalimar, donde recibimos acogimiento y buen trato del
mismo modo.
En la despedida, anochecido ya el domingo, hubo momentos
de emoción incontenida cuando el orador, proclamada la realeza
de Jesús, abrazó concretamente la de nuestro Cristo de la Buena
Muerte, contándose entre el número de sus hermanos, a lo que
sucedió el bello acto de clausura y agradecimiento, con el pro­
pósito
en la junta cofrade de desarrollar el carisma de la forma­
ción y el apostolado.
La biblioteca, creada en aquel acto, tiene
por primeros volúmenes los de SPEIRO. Con ello acabó un inten­
so viaje que estrechó los lazos de amistad en "el grupo de los jue­
ves", y nos unió a una cofradía que, en virtud de la semejanza de
misión, nos acompaña en el camino .
.ANTONIO SÁNCHEZ DíAZ
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