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Número 369-370

Serie XXXVII

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La Fe en auxilio de la filosofía. La encíclica Fides et ratio de Juan Pablo II

LA FE EN AUXILIO DE LA FILOSOFÍA.
LA ENCÍCLICA FIDES ET RATIO DE JUAN PABLO lI
POR
EuDALDO FORMENT
1. Finalidad de la nueva encíclica
Coincidiendo con los actos conmemorativos de los veinte
años
su Pontificado, Juan Pablo II, el 264.0 Papa de la historia, ha
publicado su decimotercera encíclica, Pides et ratio ("La fe y la
razón"). El Cardenal Paul Poupard, Presidente del Consejo Pon­
tificio
de la Cultura y Presidente del Consejo de Coordinación
entre las Academias Pontificias
ha explicado, en una reciente
entrevista, que:
"La Enciclica Pides et ratio no surge de la nada.
Constituye la culminación
de un largo proceso que ya inició el
Concilio Vaticano I, con la Constitución Dei Pilius y que después
continuó León XIII con su Encklica Aeternl Patris, acerca de las
relaciones entre la
fe y la razón, tratando de sanar una separación
entre ambas
que el Papa califica de dramática" (1).
En estos momentos, escribe Juan Pablo 11, en la encíclica, que
comenzó a preparar hace doce años, según indicó el cardenal
Joseph Ratzinger, en el acto de su presentación, el pasado 15 de
ocnibre, era "Necesario aco1neter de nuevo y de 1nodo más siste­
mático el argumento sobre la relación entre fe y filosofia". Para
llevar a cabo este motivo principal ha tenido que: "Subrayar el
valor
que laftlosofta tiene para la comprensión de la fe y las limi­
taciones a las
que se ve sometida cuando olvida o rechaza las
verdades
de la Revelación".
(1) G. BE.SSA, A. BAILLY-BAlLLIERE y E. CARLIER, "Entrevista con el Cardenal
Poupard", Palabra (Madrid), 411 (1998), págs. 6-9, ()ág. 6.
Verbo, núm. 369-370 (1998), 757-816.
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EUDALDO FORMENT
Sobre el valor de la filosofía afirma que: "Es evidente la
importancia
que el pensamiento filosófico tiene en el desarrollo
de las
culturas y en la orientación de los comportamientos per­
sonales y sociales. Dicho pensamiento ejerce
una gran influencia
incluso sobre la
teología y sobre sus diversas ramas" (2). Por ello,
añade:
"A los teólogos ( ... ) los exhorto a recuperar y subrayar
más la dimensión metafísica de la verdad para entrar así
en diá­
logo critico y exigente tanto
con el pensamiento contemporáneo
como con toda la tradición filosófica"
(3).
Confiesa, asil~smo, que: "Me ha parecido urgente poner de
relieve con esta Encíclica el gran interés que la Iglesia tiene por
la filosofía; más aún, el vinculo íntimo que une el trabajo teoló­
gico
con la búsqueda filosófica por la verdad. De aquí deriva el
deber que tiene el Magisterio de discerniry estimularun pensa­
miento filosófico
que no sea discordante con la fe".
De un modo más concreto, precisa: "Mi objetivo es proponer
algunos principios y puntos de referencia
que considero necesa­
rios para instaurar una relación arn1oniosa y eficaz entre la teo­
logía y la filosofía" C 4).
El primero es la defensa de la filosofía en sí misma.
"Teniendo en cuenta iniciativas análogas de 1nis Predecesores,
deseo yo también dirigir la mirada hacia esta peculiar actividad
de la razón. Me impulsa a ello el hecho de que, sobre todo en
nuestro tiempo, la búsqueda de la verdad última parece a menu­
do oscurecida'.
Reconoce que: "La filosofía moderna tiene el gran mérito de ha­
ber concentrado su atención en el hombre". Sin embargo: "Los re­
sultados positivos alcanzados
no deben llevar a descuidar el hecho
de que la razón misma, movida a indagar de forma unilateral sobre
el hotnbre co1no sujeto, parece haber olvidado que éste está tam­
bién llamado a orientarse hacia una verdad que lo trasciende".
Las consecuencias de este olvido de la misión de la razón son
muy graves. Por una parte: "Sin esta referencia, cada uno queda
758
(2) Pides et ratio, Concl., 100.
(3) Jbid., Cond., 105.
(4)
!bid., V, 63.
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L4 FE EN AUX!UO DE L4 FILOSOFÍA. L4 ENCÍCIJCA "PIDES El' RATIO" DE JUAN PABLO ll
a merced del arbitrio y su condición de persona acaba por ser
valorada con criterios pragn1áticos basados esencialmente en el
dato experilnental, en el conv~nciiniento erróneo de que todo
debe ser dominado por la técnica". Por otra: "En lugar de expre­
sar mejor la tendencia hacia la verdad, bajo tanto
peso la razón
de saber
se ha doblegado sobre sí misma haciéndose, día tras día,
incapaz de levantar la mirada hacia lo alto para atreverse a alcan­
zar la verdad del ser".
Han surgido, como consecuencia, varias modalidades de ag­
nosticismo y relativismo,
que han conducido al pensamiento
actual a "las arenas movedizas de
un escepticisnw general" (5).
Como comenta
el cardenal Poupard: "La desaparición del ateísmo
militante ha dejado paso a
una actitud de escepticismo general
que apuesta
por la incertidumbre y la duda. La razón se ha reple­
gado desencantada sobre sí misma y
se ha instalado en cómodo
vagabundeo gnoseológico,
en la duda y el relativismo" (6).
Aludiendo a corrientes
de la filosofía hermenéutica, indica el
Papa: "Recienten1ente han adquirido cierto relieve diversas doc­
trinas que tienden a infravalorar incluso las verdades que el hom­
bre estaba seguro de haber alcanzado.
La legítima pluralidad de
posiciones ha dado
paso a un pluralismo indiferenciado, basado
en el convencimiento de que todas las posiciones son igualmen­
te válidas
(. .. ). En esta perspectiva, todo se reduce a opinión".
Hay,
por consiguiente, una "desconfianza en la verdad". Al
examinar la filosofía actual: "Se tiene la ün¡Jresión de que se trata
de un movimiento ondulante: 1nientras por una parte la reflexión
filosófica ha logrado situarse en el camino que la hace cada vez
más cercana a la existencia hu1nana y a su 1nodo de expresarse,
por
otra tiende a hacer consideraciones existenciales, hermenéu­
ticas o lingüísticas, que prescinden de la cuestión radical sobre la
verdad de la vida personal,
del ser y de Dios".
Predominan así, no sólo en el 111undo intelectual, sino tam­
bién en la gran mayoria de los hombres de hoy, que presionados
(5) !bid., lntrod., 5.
(6) G. BESSA, A. BAILLY-BAILLIERE Y E. CARLIER, "Entrevista con el Cardenal
Poupard", op. cit., pág. 7.
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EUDALDO FORMENT
por la cultura actual: "Actitudes de difusa desconfianza respecto
de los grandes recursos cognoscitivos del ser humano. Con falsa
modestia, se conforman con verdades parciales y provisionales,
sin intentar hacer preguntas radicales sobre el sentido y el fun­
damento último de la vida humana, personal y social.
Ha de­
caído,
en definitiva, la esperanza de poder recibir de la filosofia
respuestas definitivas a tales preguntas"
(7).
El segundo motivo de este documento es, pues: "Exponer
algunas reflexiones sobre
la vía que conduce a la verdadera sabi­
duría, a fin de que quien sienta el amor por ella pueda empren­
der el camino adecuado para alcanzarla y encontrar en la misma
descanso
en su fatiga y gozo espiritual".
En realidad, esta extensa encíclica, cuyo original tiene 162 pá­
ginas y consta de
una introducción, siete capítulos y un epílogo,
continua la encíclica
Veritatís splendor, publicada en agosto de
1993. Declara el mismo Papa que:
"En la Encíclica Veritatís splen­
dor he llamado la atención sobre ,algunas verdades fundamenta­
les
de la doctrina católica, que en el contexto actual corren el
riesgo de ser deformadas o
negadas, (n. 4). Con la presente En­
cíclica deseo continuar aquella reflexión centrando la atención
sobre el tema de la verdad y su fundamento
en relación con la fe".
Juan Pablo II es optimista. Está convencido de que:
"Podemos devolver al hombre contemporáneo
la auténtica con­
fianza
en sus capacidades cognoscitivas y ofrecer a la filosofia un
estímulo para que pueda recuperar y desarrollar su plena digni­
dad".
La filosofia tiene que volver a propocionar "auténticos pun­
tos de referencia" al hombre de hoy y poderlos legar al de maña­
na.
"La filosofia, que tiene la gran responsabilidad de formar el
pensamiento y la cultura
por medio de la llamada continua a la
búsqueda de lo verdadero, debe recuperar con fuerza su voca­
ción originaria" (8).
Sobre esta defensa de la filosofia, que se ha añadido a la
defensa, que, desde el inicio de su Pontificado, hace
el Papa, del
760
(7) Pides et ratio, Introd., 5,
(8) Jb;d., lntrod., 6.
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LA FE EN AWUUO DE LA FILOSOF!A. LA ENC!CUCA. uFIDES ET RA110" DE JUAN PABLO H
hombre, de su vida, de su institución familiar, de su libertad y de
todos sus derechos,
ha notado el cardenal Poupard que: "Una vez
más, la Iglesia tiene que hacer de
buen samaritano y socorrer a la
razón, maltrecha y medio muerta, a manos de los salteadores" (9).
La encíclica tiene un tercer motivo, que acompaña al segun­
do, porque: "La Iglesia, al insistir sobre la importancia y las ver­
daderas dimensiones del pensamiento filosófico, promueve a la
vez tanto la defensa de la
dignidad del hombre como el anuncio
del mensaje evangélico". Por ello,
"Lo más urgente hoy es llevar
a los hombres a descubrir su capacidad de
conocer la verdad y
su anhelo de un sentido último y definitivo de la existencia".
Como abogado del hombre, escribe el Papa: "Pido a todos
que fijen su atención en el hombre, que Cristo salvó en el miste­
rio
de su amor y en su permanente búsqueda de verdad y de sen­
tido. Diversos sistemas filosóficos, engañándolo, lo
han conven­
cido de que es
dueño absoluto de sí mismo, que puede decidir
autónotnamente sobre su propio destino y su futuro confiando
sólo en sí mismo y en sus propias fuerzas" (10).
La Fides et ratio, en definitiva, se enmarca en el objetivo de
la nueva evangelización, ya que: "El pensamiento filosófico es a
menudo el único ámbito de entendimiento y de diálogo con
quienes no comparten nuestra fe" (11). Indica su autor que: "A la
vez que no 1ne canso de recordar la urgencia de una nueva evan­
gelización, me dirijo a los filósofos para que profundicen en las
dimensiones de la verdad, del bien y de la belleza, a las
que con­
duce la palabra de Dios" (12).
Asitnimo, nota que: "El filósofo cristiano, al argu1nentar a la luz
de la razón y según sus reglas, aunque guiado siempre por la inte­
ligencia que
le viene de la palabra de Dios, puede desarrollar una re­
flexión que será comprensible y sensata incluso para quien no per­
cibe aún la verdad plena que manifiesta la divina Revelación" (13) .
.(9) G. BF.SSA, A. BAILLY-BAIWERE Y E. CARLIER, "Entrevista con el Cardenal
Poupard",
op. cit., pág. 7.
(10) Fides et ratio, Concl., 107.
(11)
!bid., Concl., 104.
(12) !bid., Concl., 103.
(13) !bid., Concl., 104.
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EUDALDD FDRMENT
Esta finalidad se comprende muy bien con la comparación
con que se termina este docu1nento. La encíclica concluye com­
parando la filosofía con la vida de la Santísma Virgen: "Se puede
entrever una gran correlación entre la vocación de la Santísitna
Virgen y la de la auténtica filosofía".
En primer lugar, porque: "Igual que la Virgen fue llamada a
ofrecertoda su humanidad y femineidad a fin de que el Verbo de
Dios pudiera encamarse y hacerse uno de nosotros, así la filoso­
fia está lla1nada a prestar su aportación, racional y critica, para que
la teología, como comprensión de la fe, sea fecunda y eficaz".
En
segundo lugar, porque: "Al igual que Maria, en el con­
sentimiento
dado al anuncio de Gabriel, nada perdió de su ver­
dadera humanidad y libertad, así el pensamiento filosófico, cuao­
do acoge el requerimiento que procede de la verdad del
Evangelio, nada pierde
de su autonomía, sino que siente cómo
su búsqueda es impulsada hacia su más alta realización" (14).
2. La verdad y la filosofia
Co1nienza la encíclica con dos afir1nadones: una, que "Dios
ha puesto en el corazón del hombre el deseo de conocer la ver­
dad"; otra, que tiene, además, dos 1nedios que le capacitan para
alcanzar la verdad: la vía de la razón y la vía de la fe. "La fe y la
razón
son como dos alas con las cuales el espíritu humano se
eleva hacia la contemplación de la verdad" (15).
El ser hwnano tiene "necesidad de sentido''. Desea obtener res­
puesta a: "Las preguntas de fondo ( ... ) ¿quién soy?, ¿dé dónde vengo
y a dónde
voy?, ¿por qué existe el mal?, ¿qué hay después de esta
vida?".
De ellas "depende la orientación que se dé a la existencia".
Aden1ás: "Cuanto 111á.5 conoce la realidad y el 111undo y más se cono­
ce a sí nlisn10 en su unicidad, le resulta nlás urgente el interrogante
sobre el sentido de las cosas y sobre su propia existencia" (16).
762
(14) Ihid., Concl., 108.
(15) Jbid., Preámb.
(16) Jbid., lntrod., 1.
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L4 FE EN AUXIUO DE L4 FJLOSOF!A. L4 ENCiCUCA ~PIDES ET RA110" DEJUAN PABLO H
La historia universal muestra que: "El hombre tiene muchos
medios para progresar
en el conocimiento de la verdad, de modo
que puede hacer cada vez más humana la propia existencia.
Entre éstos destaca la filosofía,
que contribuye directamente a for­
mular la pregunta sobre el
sentido de la vida y a trazar la res­
puesta". Por ello, "Se configura como una de las tareas más
nobles de la humanidad" (17).
Se trata de un camino que se ha seguido "en todos los tiempos
y lugares de la tierra", porque:
''El hombre es naturalmente filóso­
fo" (18). Su racionalidad le hace filósofo. "La capacidad especula­
tiva que es propia
de la inteligencia humana, lleva a elaborar (. .. ) a
través de
la actividad filosófica, una fonna de pensa1niento riguro­
so y a construir así, con la coherencia lógica de las afirmaciones y
el carácter orgánico de los contenidos, un saber sistemático".
Por su vinculación con
la naturaleza humana: "Es posible reco­
nocer, a pesar del cambio de los tiempos y
de los progresos del
saber, un núcleo de conocitnientos filosóficos cuya presencia. es cons­
tante en la historia del pensanliento". Pueden citarse, entre ellos: "Los
principios de no contradicción, de finalidad, de causalidad ( ... ) la
concepción de la persona como sujeto libre e inteligente y
en su
capacidad
de conocer a Dios, la verdad y el bien (. .. ) algunas nor-
1nas 1norales fundan1entales, que son con1úrunente aceptadas".
De manera que: "Prescindiendo de las corrientes de pensa­
miento, existe un conjunto de conoci111ientos en los cuales es
posible reconocer una especie de patrimonio espiritual de la
humanidad. Es como si nos encontráse1nos ante una .filosofía
implícita
por la cual cada uno cree conocer·estos principios, aun­
que de forma genérica y no refleja. Estos conocimientos, preci­
samente porque son co1n¡Jartidos en cierto 1nodo por todos,
deberían ser como un punto de referencia para las diversas
escuelas filosóficas"
(19).
La Iglesia da gran importancia a la filosofía: "La Iglesia (. . .)
aprecia el esfuerzo de la razón por alcanzar los objetivos que
(17) !bid., lntrod., 3.
(18) !bid., VI, 64.
(19) !bid., lntrod., 4.
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EUDALDO FORMENT
hagan cada vez más digna la existencia personal. Ella ve en la
filosofía el camino para conocer verdades fundamentales relativas
a
la existencia del hombre. Al mismo tiempo, considera a la filo­
sofía
como una ayuda indispensable para profundizar la inteli­
gencia
de la fe y comunicar la verdad del evangelio a cuantos
aún no la conocen" (20).
Por estos dos motivos:
"La Iglesia no es ajena, ni puede serlo, a
este camino
de búsqueda. Desde que en el 1nisterio Pascual, como
don, la verdad última sobre la vida del hombre se ha hecho peregri­
na
por los caminos del mundo para anunciar que J esucristó es •el
camino, la verdad y la vida• (Jn 14, 6). Entre los diversos servicios
que la Iglesia ha de ofrecer a la humanidad, hay uno del cual es res­
ponsable
de un modo muy particular: la diacronía de la verdad" (21).
Hay que advertir que: "Esta verdad, que Dios nos revela en
Jesuscristo, no está en contraste con las verdades que se alcanzan
filosofando. Más
bien los dos órdenes de conocimiento conducen
a la verdad en su plenitud. La unidad de la verdad es ya un pos­
tulado fundamental de la razón humana, expresado en el princi­
pio de no contradicción".
La unidad de la verdad se explica, porque: "El mismo e idén­
tico Dios,
que fundamenta y garantiza que sea inteligible y racio­
nal
el orden natural de las cosas sobre las que se apoyan los cien­
tíficos confiados,
es el mismo que se revela como Padre de nues­
tro Señor Jesucristo". No hay una doble verdad, una verdad cien­
tífica y otra
de la fe que puedan contradecirse, sino una: "unidad
de la verdad natural y revelada" (22).
3, Necesidad vital de la verdad
Decía Aristóteles que: "'Todos los hombres desean saber
(Metaftstca, 1, 1), y la verdad es el objeto propio de este deseo.
Incluso
la vida diaria muestra cuán interesado está cada uno en
764
(20) Jbid., Introd., 5.
(21) Jbid., Introd., 2.
(22) Jbid., III, 34.
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U FE EN AUX!UO DE U FILOSOFIA. U BNCÍCUCA "PIDES ET RATIO" DE]UAN PABLO D
descubrir, más allá de lo conocido de oídas, cómo están verda­
deramente las cosas.
El hombre es el único ser en toda la crea­
ción visible
que no sólo es capaz de saber, sino que sabe tam­
bién que sabe, y por eso se interesa por la verdad real de lo que
se le presenta" (23).
Además: 'Existe
(. .. ) un camino que el hombre, si quiere,
puede recorrer; inicia con la capacidad de la razón de levantar­
se más allá de lo contingente para ir hacia lo infinito. De dife­
rentes modos
y en diversos tiempos el hombre ha demostrado
que sabe expresar este deseo ínti1no. La literatura, la música1 la
pintura, la esct¡ltura; la arquitectura y cualquier otro fruto de su
inteligencia creadora se convierten en cauces a través de los cua­
les puede manifestar su afán de búsqueda. La filosofía ha asumi­
do de manera peculiar este 111ovüniento y ha expresado, con sus
medios y según sus propias modalidades científicas, este deseo
universal del hombre" (24).
Es un hecho de experiencia que: "Nadie puede permanecer
sinceramente indiferente a la verdad de su saber. Si descubre que
es falso, lo rechaza; en cambio, si puede confirmar su verdad, se
siente satisfecho. Es la lección de San Agustín cuando escribe:
«He encontrado 1nuchos que querían engañar, pero ninguno que
quisiera dejarse engañar, ( Confesiones, 23, 33). Con razón se con­
sidera
que una persona ha alcanzado la edad adulta cuando
puede discernir, con los propios medios, entre lo que es verda­
dero y lo que es falso, fortnándose un juicio propio sobre la rea­
lidad objetiva de las cosas".
La verdad es u11 fin natural, para el hombre, y, por tanto, un
bien. "Es, pues, necesario que los valores elegidos y que se per­
siguen
con la propia vida sean verdaderos, porque solamente los
valores verdaderos
pueden perfeccionar la persona realizando su
naturaleza. El hombre encuentra esta verdad de los valores no
encerrándose en sí rnistno, sino abriéndose para acogerla incluso
en las di1nensiones que lo trascienden. Ésta es una condición
(23) !bid, lll, 25.
(24)
!bid., lll, 24.
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EUDALDO FORMENT
necesaria para que cada uno llegue a ser sí mismo y crezca co1no
persona adulta y madura" (25).
Todo hombre,
sea o no filósofo en sentido estricto, tiene que
plantearse la pregunta de "Si es posible o no alcanzar una ver­
dad universal y absoluta. De por sí, toda verdad, incluso parcial,
si es realmente verdad, se presenta con10 universal. Lo que es
verdad, debe ser verdad para todos y siempre". La verdad es una
y también universal y absoluta.
Para el filósofo, para el hombre corriente: "Para todos llega el
momento en el que, se quiera o no, es necesario enraizar la pro­
pia existencia
en una verdad reconocida co1no definitiva, que dé
una certeza no sometida ya a la duda. Los filósofos, a lo largo de
los siglos, han tratado
de descubrir y expresar esta verdad, dando
vida a un sistema o una escuela de pensamiento. Más allá de los
siste1nas filosóficos, sin e1nbargo, hay otras expresiones en las
cuales el hombre busca dar fonna a una propia ·filosofia,".
Esta filosofía "natural'' todavía es 1nás vital, porque: "Se trata
de convicciones o experiencias personales, de tradiciones fami­
liares o culturales o
de itinerarios existenciales en los cuales se
confia en la autoridad de un maestro. En cada una de estas mani­
festaciones lo que
permanece es el deseo de alcanzar la certeza
de la verdad
y de su valor absoluto" (26).
No obstante,
que el hombre no siempre advierta la necesidad
vital de esta
búsqueda de la verdad: una, universal y absoluta. "El
límite originario de la razón y la inconstancia del corazón oscu­
recen a 1nenudo y desvían la búsqueda personal. Otros intereses
de diverso orden pueden condicionar
la verdad. Más aún, el
ho1nbre tan1bién la evita a veces en cuanto cotnienza a divisarla,
porque
teme sus exigencias".
El hombre no puede, sin embargo, vivir alejado totalmente de
la verdad, porque: "A pesar de esto, incluso cuando la evita,
siempre es la verdad la que influencia su existencia; en efecto, él
nunca podría fundar la propia vida sobre la duda, la incertidum­
bre o la mentira, tal existencia estaría continuamente amenazada
7156
(25) !bid., III, 25.
(26) !bid., III, 27.
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LA FE EN AUX/UO DE LA FD..OSOFlA. LA ENC!CllCA ~PIDES ET RA110" DE]UAN PABLO Il
por el miedo y la angustia. Se puede definir, pues, al hombre
como
aquél que busca la verdad' (27).
El hombre busca por naruraleza la verdad .. "La sed de verdad
está tan radicada en el corazón del hombre que tener que pres­
cindir de ,ella co1npro1netería la existencia".
Esta définición no indica que el hombre deba quedarse en la
mera búsqueda, porque: "No
se puede pensar que una búsque­
da tan profundamente enraizada en la naturaleza humana sea del
todo inútil y vana.
La capacidad misma de buscar la verdad y de
plantear preguntas implica ya
una primera respuesta". Así:
"Cuando un científico, siguiendo una intuición suya, se pone a la
búsqueda de la explicación lógica y verificable de un fenómeno
determinado, confía desde el principio que encontrará una res­
puesta, y no se detiene ante los fracasos. No considera inútil la
intuición originaria sólo
porque no ha alcanzado el objetivo; más
bien dirá con razón que no ha encontrado aún la respuesta ade­
cuada. Esto mismo
es válido también para la investigación de la
verdad
en el ámbito de las cuestiones últimas" (28).
La verdad tiene diversas for1nas. En un primer nivel: "Las más
numerosas
son las que se apoyan sobre evidencias in1nediatas o
confirmadas experimentalmente". Son las que se dan en la vida
diaria y en la investigación científica.
En
un segundo nivel se encuentran: "Las verdades de carác­
ter filosófico, a las que el hombre llega mediante la capacidad
especulativa de su intelecto". Teniendo en cuenta que: "Las ver­
dades filosóficas ( ... ) no se limitan a las meras doctrinas, algunas
veces efímeras, de los filósofos de profesión.
Cada hombre( ... )
es, en cierto 1nodo, filósofo y posee concepciones filosóficas pro­
pias con las cuales orienta su vida. De un modo u otro se forma
una visión global y una respuesta sobre el sentido de la propia
existencia. Con esta luz interpreta sus vicisitudes personales y
regula su comportamiento".
En un tercer nivel se sitúan: "Las verdades religiosas, que en
cierta medida hunden sus raíces también en la filosofía. Éstas
(27) Jbód., III, 28.
(28) ]bid., 111, n. 29.
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EUDALDO JfORMENT
están contenidas en las respuestas que las diversas religiones
ofrecen
en su tradiciones a las cuestiones últimas" (29).
Por último,
en un cuarto nivel, están: las "verdades simple­
mente
creídas'. El hombre: "Desde el nacimiento, ( ... ) está inmer­
so en varias tradiciones de las cuales recibe no sólo el lenguaje
y la formación cultural, sino también muchas verdades
en las
que, casi instintivamente, cree. De todos modos, el creci1niento y
la madur·ación personal itnplican que estas mismas verdades pue­
dan ser puestas en duda y discutidas por medio de la peculiar
actividad critica del pensamiento. Esto
no quita que, tras este
paso, las mismas verdades
sean «recuperadas• sobre la base de la
experiencia llevada
que se ha tenido o en virtud de un razona­
miento sucesivo".
Respecto a estas verdades, observa el Papa que: "A pesar de
ello, en la vida de un hombre, las verdades simplemente creídas
son mucho más numerosas que las adquiridas mediante la cons­
tatación personal. En efecto, ¿quién seria capaz de discutir criti­
ca1nente los innu1nerables resultados de las ciencias sobre las que
se basa la vida 1noderna?, ¿quién podría controlar por su cuenta
el flujo de informaciones que día a día se reciben de todas las
partes del
mundo y que se aceptan en línea de máxima como
verdaderas? Finalmente, ¿quién podría reconstruir los procesos
de
experiencia y de pensamiento por los cuales se han acumulado
los tesoros de
la sabiduría y de religiosidad de la humanidad?".
Se puede así completar la definición del hombre con respec­
to a la verdad señalando
que la mayoría de las verdades las posee
co1no creencias. "El ho1nbre, ser que busc-a la verdad,--es pues
también aquél que vive de creencias" (30).
También observa, sobre este tipo de verdad, que, por no
poser ninguna evidencia inmediata o 1nediata, co1no las anterio­
res: "Parece una forma imperfecta de conocimiento, que debe
perfeccionarse progresivamente mediante la evidencia lograda
personalmente_". Sin embargo:
"La creencia con frecuencia resul­
ta más rica desde el punto de vista
humano que la simple evi-
768
(29) Jbid., III, 30.
(30)
Jbid., III, 31.
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LA FE EN AUXIUO DE LA FILOSOF!A. IA ENC!CUCA "PIDES ÉT RATIO" DE.JUAN PABLO H
dencia, porque incluye una relación interpersonal y pone en
juego no sólo las posibilidades cognoscitivas, sino también la
capacidad más radical de
confiaren otras personas, entrando así
en una relación más estable e íntima con ellas".
La confianza es fruto del amor de donación, del amor de
entrega a alguien.
Al igual que el conocimiento, el amor es per­
feccionante de la persona, le proporciona la felicidad. Permite la
unión afectiva con la otra persona en su individualidad y con­
creción:
"La perfección del hombre no está en la mera adquisi­
ción del conocimiento abstracto de la verdad, sino que consiste
también en una relación viva de entrega y fidelidad hacia el otro.
En esta fidelidad
que sabe darse, el hombre encuentra plena cer­
teza y seguridad".
Un ejemplo
de la verdad que se apoya en la relación inter­
personal es la
que suscita el mártir: "El testimonio de los mártires
atrae, es aceptado, escuchado y seguido hasta
en nuestros días.
Ésta es la razón
por la cual nos fiamos de su palabra: se perabe
en ellos la evidencia de un amor que no tiene necesidad de lar­
gas argumentaciones para convencer, desde el momento en que
habla a cada uno de lo que él ya percibe en su interior como ver­
dadero y buscado desde tanto tiempo. En definitiva, el mártir sus­
cita en nosotros una gran confianza, porque dice lo que nosotros
ya sentimos y hace evidente lo que también quisiéramos tener
fuerza
de expresar" (31).
La relación del hombre con la verdad, en sus distintas face­
tas, 1nuestra, en definitiva, que: "El hombre, por su naturaleza,
busca la verdad. Esta búsqueda no está destinada sólo a la con­
quista
de verdades parciales, factuales o científicas; no busca sólo
el verdadero
bien para cada una de sus decisiones. Su búsqueda
tiende hacia una verdad ulterior que pueda explicar el sentido de
la vida;
por eso es una búsqueda que no puede encontrar solu­
ción si no es en el absoluto" (32).
Las preguntas sobre sí 1nis1no, sobre lo que es, sobre su bon­
dad y maldad, y sobre el sentido de su vida, hacen al hom-
(31) Jb;d., JII, 32.
(32) !bid., JII, 34.
769
Fundaci\363n Speiro

EUDALDO FORMENT
bre verdaderamente hombre. Como ya explicó el Papa en 1983:
"En estas cuestiones aparece un testitnonio de la racionalidad pro­
funda del existir humano, puesto que la inteligencia y la voluntad
del hombre
se ven solicitadas en ellas a buscar libremente la solu­
ción capaz de ofrecer
un sentido pleno a la vida. Por tanto, estos
interrogantes
son la expresión más alta de la naturaleza del hom­
bre:
en consecuencia, la respuesta a ellos expresa la profundidad
de su con1pro1niso con la pro¡)ia existencia (. .. ) la razón humana
toca
su culmen y se abre a la religiosidad".
Afirmaba, por ello, tal como se cita en la encíclica, que: "La
religiosidad representa la expresión más elevada de la persona
humana, porque
es el culmen de su naturaleza racional. Brota
de la aspiración profunda del hombre a la verdad y está en la
base de la búsqueda libre y personal que el hombre realiza sobre
lo divino" (33).
A esta verdad sobre el sentido de
la vida llega por el camino
de
la razón: "Gracias a la capacidad del pensamiento, el hombre
puede encontrar y reconocer esta verdad. En cuanto vital y esen­
cial para su existencia, esta verdad se logra no sólo por vía racto­
nal, sino también mediante el abandono confiado en otras per­
sonas,
que pueden garantizar la certeza y la autenticidad de la
verdad n1isma".
El camino del amor es también necesario: "No se ha de olvi­
dar que ta1nbién la razón necesita se.r sostenida en su búsqueda
por un diálogo -confiado y una a1nistad sincera. El cli1na de sos­
pecha y de desconfianza, que a veces rodea la investigación
especulativa, olvida
la enseñanza de los filósofos antiguos, quie­
nes consideraban la atnistad como uno los contextos más ade­
cuados para el buen filosofar".
En definitiva,
con respecto a la verdad: "El hombre se
encuentra en un can1ino de búsqueda, humana111ente intennina­
ble: búsqueda de verdad y búsqueda de una persona de quien
fiarsen.
En este doble camino: "La fe cristiana le ayuda ofreciéndole
la posibilidad concreta de
ver realizado el objetivo de esta bús-
(33) JUAN PABLO 11, Audiencia general, 19 de octubre de 1983.
770
Fundaci\363n Speiro

LA FE EN AUXIIJO DE LA FH.OSOF!A. LA ENCJCLICA ~PIDES ET RATIO" DE]UAN PABLO ll
queda. En efecto, superando el estadio de la simple creencia la
fe cristiana, coloca al hombre en ese orden de gracia que le per­
mite participar
en el misterio de Cristo, en el cual se le ofrece el
conocimiento verdadero y coherente de Dios Uno y Trino. Así,
en Jesucristo, que es la Verdad, la fe reconoce la llamada última
dirigida a la humanidad para que
pueda llevar a cabo lo que
experimenta como deseo y nostalgia" (34).
4.
La fe y la razón en la Sagrada Escritura
y en el Magisterio de la Iglesia
Las dos caminos de la razón y de la fe se relacionan. "La
Sagrada Escritura nos presenta con sorprendente claridad el
vínculo tan profundo
que hay entre el conocimiento de fe y el de
la razón (. .. ). La peculiaridad que distingue el texto bíblico con­
siste
en la convicción de que hay una profunda e inseparable uni­
dad entre el conocimiento de la razón y el de la fe" (35).
An1bas se presentan co1no inseparables: "No hay, pues, moti­
vo de competividad alguna entre la razón y la fe: una está den­
tro de
la otra, y cada una tiene su propio espacio de realiza­
ción" (36).
De manera que: "Israel con su reflexión ha sabido abrir a la
razón
el ca1nino hacia el ntlsterio. En la revelación de Dios ha
podido sondear en profundidad lo que la razón pretendía alcan­
zar sin lograrlo".
Continua explicando Juan Pablo Il que: "A partir de esta
fonna de conocimiento más profunda, el
pueblo elegido ha
entendido que la razón debe respetar algunas reglas de fondo
para expresar mejor su propi_a naturaleza. Una primera regla con­
siste en tener en cuenta el hecho de que el conocimiento del
hombre es
un camino que no tiene descanso; la segunda nace de
la conciencia de que dicho camino no se puede recorrer con el
(34) Pides et ratio, 111, 33.
(35) !bid., 11, 16.
(36) !bid., 11, 17.
771
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EUDALDO FORMENT
orgullo de quien piense que todo es fruto de una conquista per­
sonal; una tercera se funda en el «te1nor de Dios .. , del cual la
razón
debe reconocer a la vez su trascendencia soberana y su
amor providente en el gobierno del mundo" (37). En síntesis, en
el Antiguo Testamento: "La razón es valorizada,-pero no sobre­
valorada" (38).
Desde el Nuevo Testamento se advierte mejor la agudeza
y
profundidad de esta concepción del conocimiento que entra en
la Revelación. San Pablo, en el primer capítulo de su Carta a los
Romanos, escribe: "Porque desde la creación del mundo, o invi­
sible de Dios, su eterno poder y divinidad, son conocidos
mediante las obras" (39). Refiriéndose a este pasaje, escribe el
Papa:
"Se reconoce a la razón del hombre una capacidad que
parece superar casi sus 1nismos lítnites naturales: no sólo no está
limitada al conocimiento sensorial, desde el momento que puede
reflexionar críticamente sobre ello, sino que argumentando sobre
los datos
de los sentidos puede incluso alcanzar la causa que da
lugar a toda realidad sensible. Con terminología filosófica po­
driamos decir
que en este importante texto paulino se afirma la
capacidad metaflstca del hombre".
No quiere decirse
que ello sea fácil: "Según el Apóstol, en el
proyecto originario de la creación, la razón
terúa la capacidad de
superar fácilmente el dato sensible para alcanzar el origen mismo
de todo: el Creador. Debido a la desobediencia
con la cual el
hombre eligió situarse en plena y absoluta autonomía respecto a
Aquél
que lo había creado, quedó mermada esta facilidad de
acceso a Dios creador".
También, según San Pablo: "La capacidad humana de cono­
cer la verdad quedó ofuscada
por la aversión hacia Aquél que es
fuente
y origen de la verdad. El apóstol sigue cómo los pensa­
mientos de los hombres, a causa del pecado, fueron
•vanos• y los
razonamientos distorsionados
y orientados hacia lo falso (cf. Rm
1, 21-22). Los ojos de la mente no eran ya capaces de ver con da-.
772
(37) ]bu/., Il, 18.
(38) !bid., Il, 20.
(39) Rm 1, 20.
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LA FE FN AUXILIO DE LA FILOSOFiA. LA F.NC/CUCA "PIDES Er RATIO" DE JUAN PABLO H
ridad: progresivamente la razón se ha quedado prisionera de sí
misma.
La venida de Cristo ha sido el a:contecimiento de salva­
ción que
ha redimido a la razón de su debilidad, librándola de
los cepos
en los que ella misma se había encadenado" ( 40).
Además: "En las Cartas de San Pablo, hay
un dato que sobre­
sale
con mucha claridad: la contraposición entre •la sabiduría de
este mundo• y la de Dios revelada
en Jesucristo. La profundidad
de la sabiduría revelada
rompe nuestros esquemas habituales de
reflexión,
que no son capaces de expresarla de manera adecua­
da.
El comienzo de la Primera Carta a los Corintios presenta este
dilema
con radicalidad. El hijo de Dios crucificado es el aconte­
cimiento histórico contra el cual
se estrella todo intento de
lamente de construir sobre argumentaciones solatnente humanas
una justificación suficiente del sentido
de la existencia,,.
Sin embargo, por otra parte: "La filosofía, que por sí misma
es capaz de reconocer el incesante trascenderse del hombre hacia
la verdad, ayudada
por la fe puede abrirse a acoger en la ·locu­
ra» de la Cruz la auténtica crítica de los que creen poseer la ver­
dad, aprisionándola entre los recovecos de su sistema".
Por consiguiente, para San Pablo: "La relación entre fe y filo­
sofía encuentra
en la predicación de Cristo crucificado y resuci­
tado el escollo contra el cual
puede naufragar, pero por encima
del cual
puede desembocar en el océano sin límites de la verdad.
Aquí
se evidencia la frontera entre la razón y la fe, pero se acla­
ra también el espacio
en el cual pueden encontrarse" (41).
Indica
también el Papa: "La enseñanza de los dos Con­
cilios Vaticanos abre también
un verdadero horizonte de novedad
para el saber filosófico. La Revelación introduce en la historia un
punto de referencia del cual el hombre no puede prescindir, si
quiere llegar a comprender el misterio de
su existencia; pero, por
otra parte, este conocimiente retnite constantemente al misterio
de Dios que la mente humana no puede agotar, sino sólo recibir
y acoger
en la fe. En estos pasos, la razón posee su propio espa­
cio caracteñstico que le pennite indagar y cotnprender, sin ser
(40) Pides et ratio, 11, 22.
(41) Ibid., II, 23.
773
Fundaci\363n Speiro

EUDALDO FORMENT
limitada por otra cosa que su finitud ante el misterio infinito de
Dios" (42).
El Concilio Vaticano I afirmó que: "Además del conocimien­
to propio de la razón hu1nana, capaz por su naturaleza de llegar
hasta
el Creador, existe un conocinliento que es peculiar de la fe.
Este conocimiento expresa una verdad que se basa en el hecho
mismo de que Dios se revela, y es una verdad muy cierta porque
Dios ni engaña ni quiere engañar ( 43).
Con respecto a estos dos tipos
de verdades, el Concilio
Vaticano I
enseñó que: "La verdad alcanzada a través de la refle­
xión filosófica y la verdad que proviene de la Revelación no se
confunden, ni
una hace superflua la otra" (44).
Además,
de las enseñanzas de los dos concilios se desprende
que:
"La verdad que la Revelación nos hace conocer no es el fruto
maduro o el punto culminante de
un pensamiento elaborado por
la razón. Por el contrario, ésta se ¡)resenta con la característica de
la gratuidad, genera pensamiento y exige ser acogida como expre­
sión de a1nor". Puede decirse, por consiglliente, que: "La Reve­
lación cristiana es la verdadera estrella que orienta al hombre que
avanza entre los condicionamientos de la mentalidad inmanentis­
ta y las estrecheces de una lógica temocrática" ( 45).
5. El saber filosófico y la verdad revelada en la historia
Puede examinarse "la relación entre la fe y la filosofía en el
curso de la historia" (46), porque, ya desde el principio, el cris­
tianismo se confrontó
con las corrientes filosóficas del momento.
"Los prilneros cristianos para hacerse co1nprender por los paga­
nos no podían referirse sólo a ·Moisés y los profetas•; debían tam­
bién apoyarse
en el conocimiento natural de Dios y en la voz de
la conciencia moral de cada hombre".
774
(42) !bid., !, 14.
( 43) !bid., !, n. 8.
(44)
Jbid., !, n. 9.
(45)
!bid., !, n. 15.
(46) Jbid., III, n. 35.
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LA FE EN AUXILIO DE LA FILOSOFlA. lA ENCÍCLICA "PIDES El' RATIO" DE JUAN PABLO H
Se advierte claramente con San Pablo, que además: "Como
este conocimiento natural había
degenerado en idolatría en la
religión pagana,
el Apóstol considera más oportuno relacionar su
argumentación con el pensamiento de los filósofos, que desde
sie1npre habían opuesto a los 1nitos y a los cultos tnistéricos con­
ceptos más respetuosos de la trascendencia divina".
Continúa explicando el Papa que:
"Los intentos del hombre
por comprender el origen de los dioses y, en ellos, del universo,
encontraron su
prin1era expresión en la poesía. Las teogonías
permanecen hasta hoy como el primer testimonio de esta bús­
queda del hombre". Después, añade: "Fue tarea de los padres de
la filosofia mostrar el vínculo entre la razón y la religión.
Dirigiendo la mirada hacia los principios universales,
no se con­
tentaron
con los mitos antiguos, sino que quisieron dar funda­
mento racional
a su creencia en la divinidad (. .. ) El objetivo que
dicho proceso buscaba era la conciencia critica de aquello en lo
que se creía. El concepto de la divinidad fue el primero que se
benefició de este camino. Las supersticiones fueron reconocidas
como tales y la religión se purificó, al 1nenos en parte, 1nediante
el análisis racional.
Gracias a esta labor metafisica de los filósofos clásicos fue
más fácil el acercamiento del cristianis1no a la filosofía, porque:
"Sobre esta base los Padres de la Iglesia comenzaron un diálogo
fecundo
con los filósofos antiguos, abriendo el camino al anun­
cio y

a la comprensión del Dios
de Jesucristo" (47).
No obstante,
Juan Pablo II recuerda: "La actitud de cautela
que suscitaban en ellos otros elementos del mundo cultural
pagano, como
por ejemplo la gnosis. La filosofia, en cuanto sabi­
duña práctica y escuela de vida podfa ser confundida fácilmente
con un conochniento de tipo su11erior, esotérico, reservado a
unos pocos perfectos. En este tipo de especulaciones esotéricas
piensa sin
duda San Pablo cuando pone en guardia a los
Colosenses: ·Mirad que nadie os esclavice mediante la vana fala­
cia
de una filosofia, fundada en tradiciones humanas, según los
elementos del n1undo y no según Cristo» (2,8). ¡Qué actuales son
(47) Ibúi., IV, n. 36.
775
Fundaci\363n Speiro

EUDALDO FORMENT
las palabras del apóstol si las referimos a las diversas formas de
esoterismo que se difunden hoy incluso entre algunos creyentes,
carentes del debido sentido crítico". También existía: "Una visión
cultural
que pretendía subordinar la verdad de la Revelación a las
interpretaciones de los filósofos" (48).
El diálogo entre el cristianismo y la filosofía, por tanto,
encontró dificultades. Por
una parte, por algunos cristianos que,
sin renunciar a comprender y profundizar con la razón lo creído,
no se interesaban por la filosofía. "En realidad, el encuentro con
el Evangelio ofrecía una respuesta tan satisfactoria a la cuestión,
hasta entonces
no resuelta, sobre el sentido de la vida, que el
seguimiento de los filósofos les parecía como algo lejano
y, en
ciertos aspectos, superado".
Por otra, desde el paganismo, que no le era fácil aceptar: "La
aportación del cristianismo que afmna el derecho universal de
acceso a la verdad. Abatidas las barreras raciales, sociales y
sexuales, el cristianistno había anunciado desde sus inicios la
igualdad de todos los hombres ante Dios. La primera consecuen­
cia de esta concepción la aplicaba al tema de la verdad. Queda­
ba completamente superado el carácter elitista que su búsqueda
tenía entre los antiguos, ya que siendo el acceso a la verdad un
bien que permite llegar a Dios, todos deben poder recorrer este
camino" ( 49).
Entre los
que prepararon un diálogo positivo, se cita a San
Justino, Clemente de .Alejandría y Orígenes. Con ellos comenzó
propiamente la teología cristiana. "Tanto el nombre mis1no como
la idea de teología en cuanto reflexión racional sobre Dios esta­
ban ligados todavía hasta ese momento a su origen griego. En la
filosofía aristotélica,
por ejemplo, con este nombre se referían a
la parte más noble y al verdadero culmen
de la reflexión filosó­
fica.
Sin embargo, a la luz de la Revelación cristiana lo que ante­
rionnente designaba
una doctrina genérica sobre la divinidad
adquirió
un significado del todo nuevo, en cuanto definía la refle­
xión que el creyente realizaba para expresar la verdadera doctri-
776
(48) Jb;d., IV, n. 37.
( 49)
Jb;d., IV, n. 38.
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LA FE EN AUX!IJO DE LA FILOSOFIA. LA ENC!CIJCA "PIDES ET RA110" DEJUAN PABLO II
na sobre Dios. Este nuevo pensamiento cristiano que se estaba
desarrollando
hada uso de la filosofía, pero al mismo tiempo ten­
día a distinguirse claramente
de ella" (50).
Principalmente fue asumido el pensamiento platónico, aun­
que tesis características del platonismo, como el origen del mal,
la inmortalidad del alma
y la divinización del hombre, fueron
modificadas. Entre los cristianizadores de Platón se citan a los
Padres Capadocios, Dionisio Areopagita
y San Agustln. Sobre éste
último se dice
en la encíclica que: "El Obispo de Hipona consi­
guió hacer
la primera gran sfntesis del pensamiento .filosófico
y teológico en la que confluían las corrientes del pensamiento
griego y latino. En él, además la gran
unidad del saber, que
encontraba su fundamento en el pensamiento biblico, fue confir­
mada
y sostenida por la profundidad del pensamiento especula­
tivo" (51).
Se advierte asimismo
que en los autores de la Patrística siem­
pre se 1nantuvo una "conciencia crítica" ante la filosoña en lo
positivo y en lo negativo: "No eran pensadores ingenuos. Pre­
cisamente porque vivían con intensidad el contenido de la fe,
sabían llegar a las formas más profundas de la especulación. Por
consiguiente, es injusto y reductivo lünitar su obra a la sola trans­
posición de las verdades de la fe en categorías filosóficas.
Hicieron mucho más. En efecto, fueron capaces de
sacar a la luz
plenamente lo
que todavía permanecía implicito y propedéutico
en el pensamiento de los grandes filósofos antiguos".
Los Padres de la Iglesia mostraron, en definitiva: "Cómo la
razón, liberada a las ataduras externas,
podia salir del callejón
ciego de los mitos, para abrirse de fonna más adecuada a la tras­
cendencia.
Así, pues, una razón purificada y recta era capaz de
llegar a los niveles más altos de la reflexión, dando un funda­
mento sólido a la percepción del ser, de lo trascendente
y de lo
absoluto".
Su gran innovación consistió en que: "Ellos acogieron plena­
mente la razón abierta a lo absoluto
y en ella incorporaron la
(50) Jbód., IV, n. 39.
(51)
Jbód., IV, n. 40.
777
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EUDALDO FORMENT
riqueza de la Revelación. El encuentro no fue sólo entre culturas,
donde tal vez una es seducida por el atractivo de otra, sino que
tuvo lugar en lo profundo de los espíritus, siendo un encuentro
entre la criatura y
el Creador".
Es de notar, igualmente, que: "Ante las filosofías, los Padres
no tuvieron miedo, sin embargo, de reconocer tanto los elemen­
tos co1nunes co1no las diferencias que presentaban con la
Revelación. Ser conscientes de las convergencias no ofuscaba en
ellos el reconocimiento de las diferencias' (52).
En el período siguiente,
en la escolástica: "El papel de la
razón
educada filosóficamente llega a ser aún más visible bajo el
empuje de la interpretación anselmiana del
íntellectus fidet. Para
el santo arzobispo
de Canterbury la prioridad de la fe no es
incompatible con la búsqueda propia de la razón (. .. ). El deseo
de la verdad mueve, pues, a la razón a ir más allá¡ queda inclu­
so como abrumada al constatar que su capacidad es siempre
mayor
que lo que alcanza". Por tanto, en San Anselmo: "Se con­
firma
una vez más la armonía fundamental del conocimiento
filosófico y el
de la fe: la fe requiere que su objeto sea compren­
dido
con la ayuda de la razón; la razón, en el culmen de su bús­
queda, admite como
necesario lo que la fe le presenta" (53).
6. · La "novedad perenne" de Santo Tomás
Afirma Juan Pablo II, respecto a la historia de las relaciones
entre
la razón y la fe, que: "Un puesto singular en este largo
camino corresponde a Santo Tomás
no sólo por el contenido de
su doctrina, sino también
por la relación dialogal que supo esta­
blecer con el pensamiento árabe y
hebreo de su tiempo. En una
época en la que los pensadores cristianos descubrieron los teso­
ros de la filosofía antigua y n1ás concretan1ente aristotélica, tuvo
el gran mérito de destacar la armonía que existe entre la razón
y la fe".
778
(52) Jbid., IV, n. 41.
(53)
Jbid., IV, n. 42.
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LA FE EN AUXIUO DE LA FILOSOFÍA. [A ENC[CIJCA #PIDES ET RA110" DE]UAN PABLO ll
En la encíclica se indica que Santo Tomás: "Argumentaba que
la luz de la razón y la luz de la fe proceden ambas de Dios, por
tanto, no pueden contradecirse entre sí" (54). En la nota de pie
de página se remite al siguiente texto del Aquinate: "Nuestro
conocimiento
no puede alcanzar el conocimiento de la verdad
cuando está sujeto
por razones contrarias. Si Dios nos infundiera
los conocimientos contrarios, nuestro entendinliento se encontra­
ría impedido para la captación de la verdad. Lo cual no puede
ser de Dios. Permaneciendo intacta la naturaleza, no puede ser
ca1nbiado lo natural; y no pueden coexistir en un 1nismo sujeto
opiniones contrarias
de una 1nis1na cosa. Dios no infunde, por
tanto,
en el hon1bre una certeza o fe contraria al conocimiento
natural" (55).
Para el Aquinate, además
del acuerdo, como explica el Papa:
"Más radicalmente, Tomás reconoce que la naturaleza, objeto
propio
de la filosolla, puede contribuir a la comprensión de la
revelación divina. La fe, por tanto, no teme la razón, sino que la
busca y confía en ella" (56).
Escribe Santo Tomás: "Como la gracia
no anula la naturaleza,
sino que la perfecciona, conviene que la razón natural esté al ser­
vicio de la fe, lo mismo que la natural inclinación de la voluntad
sirve a la caridad" (57). Aludiendo a este principio capital
de la
síntesis de Santo Tomás
y a la consecuencia que se obtiene en
este pasaje, que cita en la nota de pie de página, indica el Papa
que: "Como la gracia supone la naturaleza y la perfecciona, asi
supone y perfecciona la razón. Esta última, iluminada por la fe,
es liberada de la fragilidad y de los límites que derivan de la
desobediencia del
pecado y encuentra la fuerza necesaria para
elevarse al conocilniento del 111isterio de Dios Uno y Trino".
Destaca seguidan1ente que: "Aun señalando con fuerza el
carácter sobrenatural de la fe, el doctor Angélico no ha olvidado
el valor de su
carácter racional, sino que ha sabido profundizar
(54) !bid., IV, n. 43.
(55) SANTO TOMÁS, Contra Gentes, 1, c. 7.
(56) Pides et ratio, IV, n, 43.
(57) SANTO TOMÁS, Summa Tbeologiae, I, q. 1, a. 8, ad 2.
779
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EUDALDO FORMENT
y precisar este sentido. En efecto, la fe es, de algún modo, •ejer­
cicio del pensamiento»; la razón del hombre no queda anulada
ni se envilece dando su asentimiento a los contenidos de fe,
que en todo caso se alcanzan mediante una opción libre y cons­
ciente" (58).
En
una nota se cita el discurso del Papa en la conclusión del
IX Congreso Tomístico Internacional (24-29 sett. 1990), organi­
zado por la Pontificia Academia Romana de Santo Tomás. Dijo
entonces el Papa: "Sabemos
que Santo Tomás subraya el valor
sobrenatural
de la fe: ésta trasciende la inteligencia natural
como •luz infusa por Dios• para el conocimiento de verdades
que superan las posibilidades y las exigencias de la pura razón
(cf. II-II,
q. 6, a. 1) Y, sin embargo, no se trata de un acto irra­
cional, sino
de una síntesis vital, en la que el factor principal es,
sin duda,
el divino, que mueve la voluntad a adherirse a la ver­
dad revelada por Dios, soberano de la inteligencia, absoluta­
mente infalible y santo".
En este itnportante texto se advierte a continuación: "Pero el
acto de fe incluye también una racionalidad propia, tanto
porque el
que cree se refiere a la evidencia histórica del corres­
pondiente_
]).echo, como por la justa valoración del presupuesto
metafísico y teológico de
que Dios no puede engañarse ni enga­
ñarnos. Además, la
fe supone una racionalidad o inteligibilidad
propia, por ser un acto de la inteligencia humana, y es, a su
modo, un ejercicio del pensamiento, tanto en la búsqueda como
en el asentimiento".
Se concluye que: "El acto de fe nace, pues, de la libre elec­
ción
humana razonable y consciente como un rationabile obse­
qufum, que se funda en un 1notivo de 1náximo rigor persuasivo,
que es la autoridad 1nisma de Dios como Verdad, Bien, Santidad,
que coincide con su Ser subsistente. La última razón de la fe, fun­
damento de toda la antropología y
la ética cristiana, es la summa
prima Veritas (cf., S. Tb., !, q. 16, a. 5), Dios como Ser infinito,
del
que la Verdad no es más que el otro nombre. Por eso, la
razón humana
no queda anulada ni se envilece con el acto de fe,
(58) F_ides et ratio, IV, n, 43.
780
Fundaci\363n Speiro

L4 FE EN AUXILIO DE L4 pn.osoFIA. ·u ENdCLICA ~PIDES ET RA110" DE JUAN PABLO H
sino que ejerce su suprema grandeza, intelectual en la humildad
con que reconoce y acepta la infinita grandeza de Dios" (59).
Juan Pablo II declara, en la Fides et ratio, que: "Precisamente
por este motivo la Iglesia ha propuesto siempre a Santo Tomás
como maestro de per¡samiento y modelo del modo correcto de
hacer teologia" (60).
Seguidamente reproduce las siguientes palabras de Pablo
VI, de
su carta Lumen Ecclestae, escrita con ocasión del séptimo centena­
rio de la muerte del Doctor Angélico:
"No cabe duda que Santo
Tomás poseyó
en grado eximio audacia para la búsqueda de la
verdad,
ltbertad de esplritu para afrontar problemas nuevos y la
honradez intelectual propia de quien, no tolerando que el cristia­
nismo se contamine
con la filosofía pagana, sin embargo, no recha­
za
a pri-Ori esta filosofía. Por eso ha pasado a la historia del pensa­
miento cristiano como precursor del nuevo rumbo de
la filosofía y
de la cultura universal.
El punto capital y como el meollo de la solu­
ción casi profética a la nueva confrontación entre la razón y la fe,
consiste en conciliar la secularidad del mundo con las exigencias
radicales del Evangelio, sustrayéndose asi a la tendencia innatural
de despreciar el mundo
y sus valores, pero sin eludir las exigencias
supremas e inflexibles del orden sobrenatural" (61).
También destaca
Juan Pablo II, en la encíclica, que: "Una de
las grandes intuiciones de Santo Tomás
es la que se refiere al
papel
que el Espíritu Santo realiza haciendo madurar en sabidu­
ña la ciencia humana. Desde las primeras páginas de su Summa
1beologiae el Aquinate quiere mostrar la primacía de aquella
sabiduria
que es don del Espiritu Santo e introduce en el conoci­
miento de las realidades divinas.
Su teologia permite comprender
la peculiaridad
de la sabiduña en su estrecho vínculo con la fe y
el <:onocimiento de lo divino. Ella conoce por connaturalidad,
presupone la fe y formula su recto juicio a partir de la verdad de
la
fe misma" (62).
(59) Atti del IX Congreso toniistico Intemazionale, 1991, vol. 1, 11-12.
(60)
Pides et ratio, N, n, 43.
(61) PABLO VI, Lumen Ecclesiae (20 noviembre 1974), n. 8.
(62) Pides et ratio, IV, n, 44.
781
Fundaci\363n Speiro

EUDALDO FORMENT
Refiriéndose a la teología, escribe Santo Tomás, en el lugar
que se cita en este pasaje de la encíclica: "Esta doctrina es un
saber que se consigue por el estudio, y, en cambio, la sabiduría
es infusa, y, por ello, se cuenta entre los dones del Esp!ritu San­
to" (63). Tambien,
en otro lugar citado, explica que: "La sabidu­
ría, don del Esplritu Santo, difiere de la que es virtud intelectual
adquirida. Pues ésta se adquiere
con esfuerzo humano, y aquélla
viene de arriba, como Santiago dice. De la mis1na 1nanera difiere
también de la fe, porque la fe asiente a la verdad divina por si
misma, más el juicio confonne con la verdad divina pertenece al
don de la sabiduría" (64).
Por consiguiente, se puede distinguir entre dos sabidurías, la
filosófica y teológica y la sobrenatural, ya que: "Tener juicio recto
sobre las cosas divinas por inquisición de la razón, pertenece a
la sabiduría, virtud intelectual, más poseerlo por connaturalidad
con ellas a la sabiduría don del Esplritu Santo". Como indica el
Papa: "La prioridad reconocida a esta sabiduría no hace olvidar,
sin embargo,
al doctor Angélico la presencia de otras dos formas
de sabiduría complementarias: la filosófica, basada en la capaci­
dad del intelecto para indagar la realidad dentro de sus limites
connaturales, y la teológica, fundamentada en la Revelación y que
examina los contenidos de la fe, llegando al misterio mismo de
Dios" (66).
Citando otro texto de Santo Tomás (67), añade: "Convencido
profundan1ente de que «otnne verum a quocun1que dicatur a
Spiritu Sancto est• (Toda verdad, quienquiera que la diga, pro­
viene del Esplritu Santo), Tomás amó
de manera desinteresada la
verdad.
La buscó alll donde pudiera manifestarse, poniendo de
relieve al máximo su universalidad.
El Magisterio de la Iglesia ha
visto y apreciado en él la pasión por la verdad; su pensamiento,
al mantenerse siempre en el horizonte de la verdad universal,
782
(63) SANro ToMÁS, Summa Theologiae, 1, q. 1 ,a. 6, ob. 3.
(64) !bid., II-II, q. 45, a. 1, ad 2.
(65) Jbid., 11-11, q. 45, a. 2, in c.
(66)
Pides et ratio, IV, n, 44.
(67) SANTO TOMÁS, Summa Theologiae, 1-11, q. 109, a. 1, ad l.
Fundaci\363n Speiro

LA FE EN AUXIUO DE LA FILOSOFÍA. LA ENCÍCUCA "PIDES ET RA.110" DE JUAN PABLO H
objetiva y trascendente, alcanzó •cotas que la inteligencia huma­
na jamás podría
haber pensado,." (68).
Estas palabras citadas se encuentran
en el siguiente pasaje de
la enéíclica
Aeterni PatriS: "Distinguiendo en primer lugar, como
es justo, la razón de la fe, pero arn1onizándolas a1nigable1nente,
respetó los derechos y disgnidad de ambas, de modo que ni la
razón elevada
en alas de Santo Tomás puede llegar a cotas que
la inteligencia humana jamás podría haber pensado, ni la fe
puede conseguir de la razón más y 111ejores argumentos que los
que consiguió por Santo Tomás" (69).
Con Pablo
VI, el Papa denomina .al Aquinate "apóstol de la
verdad"
al concluir este extenso pasaje de la enciclica: "Con
razón, pues,
se le puede llamar •apóstol de la verdad·. Pre­
cisan1ente porque la buscaba sin reservas, supo reconocer en su
realismo la objetividad de la verdad. Su filosofía es verdadera­
mente la filosofía del ser
y no del simple parecer" (70)
En la Carta Apostólica
Lumen Ecclestae, dedicada a Santo
Tomás,
con motivo del VII centenario de su muerte, decia Pablo
VI: "Tal afán de buscar la verdad, entregándose a ella sin escati­
mar ningún esfuerzo -afán que Santo To1nás consideró misión
específica de toda su vida y que cumplió egregiamente con su
magisterio y con sus escritos-, hace que pueda llamársele, con
todo derecho, apóstol de la verdad y que pueda proponerse
como ejemplo a todos los
que desempeñan la función de ense­
ñar" (71).
7. La crisis de la filosofía
Históricamente, continua explicando Juan Pablo II, aunque
"San Alberto Magno y Santo To1nás, aun n1anteniendo un víncu­
lo orgánico entre la teologia y la filosofía, fueron los primeros
(68) Fieles et ratio, IV, o, 44.
(69) LEÓN XIII, Aeterni Patris, 6.
(70) Pides et mtio, IV, o. 44.
(71) PABLO VI, Lumen Ecclesiae, 10.
783
Fundaci\363n Speiro

EUDALDO FORMENT
que reconocieron la necesaria autonomía que la filosofía y las
ciencias necesitan para dedicarse eficaz1nente a sus respectivos
campos de investigación", ocurrió
upa "nefasta separación".
Este "drama" de la separación de las dos ciencias, como tam­
bién la califica el Papa, fue: "Debido al excesivo espíritu racio­
nalista
de algunos pensadores, se radicalizaron las posturas, lle­
gándose de hecho a
una filosofía separada y absolutaemnte autó­
noma respecto a los contenidos de la fe. Entre las consecuencias
de esta separación está el recelo cada vez n1ayor hacia la razón
mis1na. Algunos comenzaron a 1)rofesar una desconfianza gene­
ral, escéptica y agnóstica, bien para reservar mayor espacio a la
fe,
o bien para desacreditar cualquier referencia racional posible
a la misma" (72).
Los resultados fueron muy graves. En primer lugar, en el pen­
samiento filosófico: "No es exagerado afirmar que buena parte
del
pensamiento filosófico moderno se ha desarrollado alejándo­
se progresivamente
de la Revelación cristiana, hasta llegar a con­
traposiciones explícitas".
Un ejemplo de ello, se encuentra en el
idealismo,
al transformar la fe al orden racional y el humanismo
ateo que presentó la fe co1no nociva al hombre. Estos movi­
mientos filosóficos:
"No tuvieron reparo en presentarse como
nuevas religiones creando la base de proyectos que, en el plano
político y social, desembocaron
en sistemas totalitarios traumáti­
cos para la hu1nanidad".
En segundo lugar: "En el ámbito de la investigación científi­
ca
se ha ido imponiendo una mentalidad positivista que, no sólo
se ha alejado de cualquier referencia a la visión metafísica y
moral, sino que, principalmente, ha olvidado toda
rehción con la
visión 1netafisica y 1noral". Co1110 consecuencia de ello1 se puede
caer en los peligros de: "no poner ya en el centro de su interés
la persona y la globalidad
de su ·vida"; de ceder a la "lógica del
mercado"; y de no resistir a la: "tentación de un poder demiúrgi­
co sobre la naturaleza y sobre el ser hu1nano 1nismo".
Por últüno, y tan1bién: "Cotno consecuencia de la crisis del
racionalismo, ha cobrado entidad el nibilismo. Como filosofía de
(72) Pides et ratio, IV, n. 45.
784
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LA FE F.N AUXILIO DE LA F/LOSOF!A. LA ENCÍCLICA upJDES ET RATIO" DE JUAN PABLO II
la nada, logra tener cierto atractivo entre nuestros contemporá­
neos. Sus seguidores teorizan sobre la investiga.ción como fin en
sf misma, sin esperanza ni posibilidad alguna de alcanzar la meta
de la verdad. En la interpretación nihilista la existencia
es sólo
una oportunidad para sensaciones y experiencias en las que tiene
la primada lo efímero. El nihilismo está en el origen de la difun­
dida mentalidad
según la cual no se debe asumir ningún com­
promiSo definitivo, ya que todo es fagaz y provisional" (73).
En esta ambientación nihilista: "Ha cambiado el papel mismo
de la filosofía. De sabiduria y saber
universal, se ha ido redu­
ciendo
progresivamente a una de tantas parcelas del saber huma­
no; más aún,
en algunos aspectos se la ha limitado a un papel
del todo marginal".
En esta situación de crisis (74) de la filosofía: "Mientras otras
formas
de racionalidad se han ido afirmando cada vez con mayor
relieve, destacando el carácter marginal del saber filosófico. Estas
formas
de racionalidad, en vez de tender a la contemplación de
la verdad y a
la búsqueda del fin último y del sentido de la vida,
están orientadas -o, al menos, pueden orientarse-como kraz6n
instrumental· al servicio de fines utilitaristas, de placer o de
poder".
La crisis filosófica ha arrastrado a la razón. De ahí que: "En la
línea de estas transformaciones culturales, algunos filósofos,
abandonando la búsqueda de la verdad por sí misma, han adop­
tado como único objetivo el lograr la
certeza subjetiva o la utili­
dad práctica. De aquí se desprende como consecuencia el ofus­
camiento de la auténtica
dignidad .de la razón, que ya no es
capaz de conocer lo verdadero y de buscar lo absoluto" (75).
Reconoce el Papa que: "A¡Jarecen a veces génnenes precio­
sos de pensamiento que, profundizados y desarrollados con rec­
titud de mente y de corazón,
pueden ayudar a descubrir el cami­
no de la verdad". Se encuentran, por ejemplo, en: "Análisis pro­
fundos sobre la percepción y la experiencia, lo imaginario y el
(73) Jbid., IV, n. 46.
(74) Cf.
Jbid., VII, n. 83.
(75) Jbid., IV, n. 47.
785
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EUDALDO FORMENT
inconsciente, la personalidad y la intersubjetividad, la libertad y
los valores, el tiempo y la historia; incluso el tema
de la muerte
puede llegar a ser para todo pensador una seria llamada a bus­
car dentro de sí 1nis1no el sentido auténtico de la propia existen­
cia". Sin embargo, afir1na rotunda1nente, que: "Tanto la fe
como
la razón se han empobrecido y debtlitado una ante la otra".
"Alnbas se encuentran en una situación a penuria y langui­
dez".
La razón, privada de la aportación de la Revelación, ha
recorrido ca1ninos secundarios
que tienen el peligro de hacerle
perder de vista su meta final. La fe, lJrivada de la razón, ha subra­
yado el sentimiento y la experiencia, corriendo el riesgo
de dejar
de ser una propuesta unlversaf.
Por consiguiente: "En este último peñodo de la historia de la
filosofia se constata, pues,
una progresiva separación entre la fe
y la razón filosófica", totalmente perjudicial para las dos. "Es ilu­
sorio
pensar que la fe, ante una razón débil, tenga mayor incisi­
vidad; al contrario, cae
en el grave peligro de ser reducida a mito
o superstición. Del mismo 1nodo, una razón que no tenga ante sí
. una fe adulta no se siente motivada a dirigir la mirada hacia la
novedad y radicalidad del ser" (76).
8.
Crisis de la razón
Ade1nás de los "gér1nenes de pensa1niento", el Papa valora
otros elementos positivos del pensamiento actual, al declarar:
"Quiero subrayar, de hecho,
que la herencia del saber y de la
sabiduría se ha enriquecido
en diversos campos. Basta citar la
lógica, la filosofía del lenguaje, la epistemologia, la filosofía
de la
naturaleza, la antropología, el análisis profundo
de las vías afec­
tivas del conocimiento, el acercamiento existencial
al análisis de
la libertad (77)". Pero no deja de advertir de un modo preciso del
peligro "que
se esconde" (78) en algunas corrientes filosóficas en
786
(76) Ibid., IV, n. 48
(77) Ibid., VII, n. 91.
(78) !bid., VII, n. 86
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LA FE EN AUXILIO DE LA FILOSOFÍA. LA ENCfCUCA "F!DES ET RA710n DE JUAN PABLO JI
nuestros días difundidas mucho más allá de los ámbitos de estu­
dio y
de investigación.
Son
un auténtico riesgo para la razón, porque: "Se ha de
tener presente que uno de los elementos más importantes de
nuestra condición actual es la ,crisis del sentido,. Los puntos de
vista, a menudo de carácter científico,
sobre la vida y sobre el
mundo se han multiplicado de tal forma que podemos constatar
cómo
se produce el fenómeno de lafragmentariedad del saber".
Ante la gran cantidad de información
en todos los órdenes:
"Muchos se preguntan si todavía tiene sentido plantearse la cues­
tión del sentido.
La pluralidad de las teorías que se disputan la
respuesta, o los diversos
modos de ver y de interpretar el mundo
y la vida del hombre, no hacen más que agudizar esta duda radi­
cal,
que fácilmente desemboca en un estado de escepticismo y de
indiferencia, o en las diversas manifestaciones del nthilismd'.
La consecuencia de todo ello es la crisis de la misma razón,
porque: "Una filosofía carente de la cuestión
sobre el sentido de
la existencia incurriría
en el grave peligro de degradara la razón
a funciones mera1nente instrumentales, sin ninguna auténtica
pasión por la búsqueda de la verdad" (79).
En esta situación de "crisis de confianza ( ... ) sobre la capaci­
dad de la razón" (80), se encuentran varias corrientes de pensa­
miento, que se exanlinan en la encíclica: "para poner de relieve
sus errores y los consiguientes riesgos para la actividad filosófi­
ca". Son las siguientes:
l. Eclecticismo, es :"La actitud de quien ( .. .) suele adoptar
ideas derivadas de diferentes filosofías, sin fijarse
en su coheren­
cia o conexión sistemática ni en su contexto histórico. De este
modo no es capaz de discernir la parte de verdad de un pensa­
miento de lo que
pueda tener de erróneo o inadecuado" (81).
2. Htstorictsmo, que: "Consiste en establecer la verdad de
una filosofía sobre la base de su adecuación a un determinado
09) Jbul., VII, n. 81.
(80)
Jbul., VII, n. 84.
(81)
Jbid., VII, n. 86.
787
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EUDALDO FORMENT
objetivo histórico(. .. ). Lo que era verdad en una época, sostiene el
historicista, puede
no serlo ya en otra. En fin, la historia del pen­
samiento es para él poco más
que una pieza arqueológica a la que
recurre para poner de relieve posiciones del pasado en gran parte
ya superadas y carentes de significado para el presente".
En la teología, el historicismo se convierte en una especie de
"modernismo". Con el intento de actualizar y de llegar a a todos:
1'Se recurre sólo a las afirtnaciones y jerga filosófica más recien­
tes, descuidando las observaciones críticas que se deberían hacer
eventualmente a la luz de la tradición. Esta forma de modernis­
mo,
por el hecho de sustituir la actualidad por la verdad, se
muestra incapaz de satisfacer las exigencias
de la verdad a la que
la teología debe dar respuesta" (82).
3. Cientificismo.-En esta corriente continuadora del positi­
vis1no y neopositivis1no: "La noción del ser es marginada para dar
lugar a lo puro y simplemente fáctico (. .. ) se debe constatar
lamentablemente
que lo relativo a la cuestión sobre el sentido de
la vida es considerado
por el cientificismo como algo que perte­
nece al campo de lo irracional o de lo imaginario (. .. ). En esta
perspectiva, al marginar la crítica proveniente de la valoración
ética, la mentalidad cientificista ha conseguido que muchos acep­
ten la idea según la cual lo que es técnicamente realizable llega
a
ser por ello moralmente admisible" (83).
4. Pragmatismo.-"Actitud mental propia de quien, al ha­
cer sus opciones, excluye el recurso a reflexiones teoréticas o a
valoraciones basadas
en principios éticos". Una consecuencia
importante
es el: "Concepto de democracia que no contempla
la referencia a fundamentos de orden axiológico y por tanto
inmutables.
La admisibilidad o no de un determinado com­
portamiento
se decide con el voto de la mayoria parlamenta­
ria" (84).
788 (82)
!bid.,
VII, n. 87.
(83) !bid., VII,
n. 88.
(84) !bid., VII,
n. 89.
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LA FE EN AUXIUO DE L4 FILOSOF!A. LA ENCÍCUCA KFJDES EI' RATIO" DE JUAN PABLO 11
5. Irracionalismo.-"La afinnación del principio de inma­
nencia, que es el centro de la postura racionalista, suscitó, a par­
tir del siglo pasado, reacciones que han llevado a un plantea­
miento radical de los postulados considerados indiscutibles.
Nacieron así corrientes irracionalistas, 111ientras la crítica ponía de
manifiesto la inutilidad de la exigencia de autofundamentación
absoluta
de la razón".
6.
Postmodernidad.-Se "designa la aparición de un con­
junto de factores nuevos, que por su difusión y eficacia han sido
capaces de determinar cambios significativos y duraderos". Según
estas corrientes:
"El tiempo de las certezas ha pasado irremedia­
blemente;
el hombre debería ya aprender a vivir en una pers­
pectiva de carencia total de sentido, caracterizada por lo provi­
sional y fugaz" (85).
7. Nihilismo.-Estas posiciones llevan a otra más general, la
nihilista,
que "rechaza todo fundamento a la vez que niega toda
verdad objetiva (. .. ) niega la humanidad del hombre y su misma
identidad". Sin el ser, sin verdad objetiva, y, por tanto, sin el fun­
damento de la dignidad humana: "Se hace posible borrar del ros­
tro
del hombre los rasgos que manifiestan su semejanza con
Dios, para llevarlo progresivamente o a una destructiva voluntad
de poder
o a la desesperación de la soledad. Una vez que se ha
quitado la verdad al hombre, es pura ilusión pretender hacerlo
libre. En efecto,
verdad y libertad, o bien van juntas o juntas pere­
cen miserablemente".
Juan Pablo
II indica, asimisn10, que: uEl nihilis1no encuentra
una cierta confirmación
en la terrible experiencia del mal que ha
marcado nuestra época. Ante esta experiencia dra1nática, el opti­
mismo racionalista que veía
en la historia el avance victorioso de
la razón, fuente de felicidad y libertad, no ha podido mantener­
se en pie, hasta el punto de que una de las 1nayores amenazas
de este fin de siglo es la tentación de la desesperación".
(85) Jbid., VII, n. 91.
789
Fundaci\363n Speiro

EUDALDO FORMENT
Por último, nota que, en nuestros días, si en la vida intelec­
tual reina este nihilismo,
en la vida práctica: "Una cierta mentali­
dad postivista sigue alimentando la ilusión de que gracias a las
conquistas científicas y técnicas, el ho1nbre, como demiurgo,
puede llegar por sí sólo a conseguir el pleno dominio de su des­
tino" (86).
9. La Iglesia y la filosofía
A pesar de este discernimiento sobre la situación actual de la
filosofía, el Papa recuerda
que, "La Iglesia no propone una filo­
sofia propia ni canoniza una filosofía en particular con menosca­
bo de otras" (87). En este lugar, se remite, en una nota de pie de
página, a estas palabras equivalentes de la Humani generis de
Pío XII, "Es claro también que la Iglesia no puede ligarse a cual­
quier sisten1a filosófico, vigente l)Or un breve espacio de tiempo;
pero aquellos conceptos y térn1inos, que por el co1nún consenti­
miento fueron compuestos durante muchos siglos por los docto­
res católicos para alcanzar alguna inteligencia del dogma, indu­
dablemente
no se apoyan en tan caduco fundamento. Se apoyan,
en efecto, en los principios y conceptos deducidos del verdade­
ro conocüniento de las cosas creadas; y en la deducción de estas
consecuencias
la verdad ha iluminado como una estrella, por
medio de la Iglesia, la mente humana" (88).
La Igle,¡ia trasciende la filosofía. El mensaje cristiano no es un
elemento filosófico ni parte de ninguna filosofía. "La fe, que se
funda
en el testimonio de Dios y cuenta con la ayuda sobrenatu­
ral
de la gracia, pertenece efectivamente a un orden diverso del
conocimiento filosófico" (89).
La fe no se puede transformar en filosofía, ni se puede con­
vertir
en un ingrediente cultural. Ciertamente, debe admitirse, en
790
(86) !bid., Vil, n. 90.
(87) !bid., V, n., 49.
(88) Pío XII, Hutnani generis, n. 10.
(89) Pides et ratio, 1, n. 9.
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IA FE EN AUXlllO DE IA FH.OSOFIA. LA ENC!CUCA "PIDES ET RA11D" DE JUAN PABLO H
primer lugar, que: "Cada hombre está inmerso en una cultura, de
ella depende y sobre ella influye. Él es al mismo tiempo hijo y
padre de la cultura a la que pertenece. En cada expresión de su
vida, lleva consigo algo que lo diferencia del resto de la creación:
su constante
apertura al misterio y su inagotable deseo de cono­
cer. En consecuencia, toda cultura lleva impresa y deja entrever
la tensión hacia
una plenitud. Se puede decir, pues, que la cul­
tura tiene
en si misma la posibilidad de acogerla revelación divi­
na". Ade1nás: "Las culturas, cuando están profunda1nente enrai­
zadas
en lo humano, llevan consigo el testimonio de la apertura
típica del hombre a lo universal y a la trascendencia" (90).
En segundo lugar, hay
que reconocer que: "El anuncio del
evangelio en las diversas culturas, aunque exige de cada destina­
tario la adhesión de la fe, no les impide conservar una identidad
cultural propia. Ello no crea división alguna, porque el pueblo
de los bautizados se distingue por una universalidad que sabe
acoger cada cultura, favoreciendo el progreso de lo que en ella
hay
de implícito hacia su plena explicitación en la verdad".
En tercer lugar, como ta1nbién recuerda el Papa: "El Evan­
gelio
no es contrario a una u otra cultura co1no si, entrando en
contacto con ella, quisiera privarla de lo que le pertenece obli­
gándola a asutnir ferinas extrínsecas no confor1nes a la misma. Al
contrario, el anuncio que el-creyente lleva al 111undo y a las cul­
turas es una forma real de liberación de los desórdenes introdu­
cidos
por el pecado y, al mismo tiempo, una llamada a la verdad
plena. En este encuentro, las culturas
no sólo no se ven privadas
de nada, sino que por el contrario, son anitnadas a abrirse a la
novedad de la verdad evangélica recibiendo incentivos para ulte­
riores desarrollos" (91).
En cuarto lugar, hay
que tener presente que: "El hecho de
que la misión evangelizadora. haya encontrado en su camino pri­
mero a la filosofía griega, no significa en modo alguno que exclu­
ya otras aportaciones".
El cristiano de cada cultura saca de su
(90) Jb;d., VI, n. 70.
(91)
Ibul., VI, n. 71.
791
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EUDALDO FORMENT
patrimonio cultural: "elementos compatibles con su fe de modo
que enriquezcan el pensamiento cristiano".
En relación a ello, hay que tener en cuenta tres criterios del
Concilio Vaticano
JI. "El primero es el de la universalidad del
espíritu humano,
cuyas exigencias fundamentales son idénticas
en las culturas más diversas".
El segundo: "Consiste en que cuando la Iglesia entre en con­
tacto
con grandes culturas a las que anteriormente no había lle­
gado,
no puede olvidar lo que ha adquirido en la inculturación
en el pensamiento grecolatino. Rechazar esta herencia sería ir
contra del designio providencial de Dios, que conduce a su
Iglesia por los caminos del tiempo y de la historia".
El tercero es que: "Hay que evitar confundir la legítima rei­
vindicación de lo especifico y original
con la idea de que una tra­
dición cultural debe encerrarse en su diferencia y afirmarse en su
oposición a otras tradiciones, lo cual es contrario a la naturaleza
misma del espíritu humano" (92).
Sin embargo, nunca la fe puede reducirse a cultura. La
Iglesia, al anunciar la "buena. nueva" al mundo, no la convierte
en un elemento cultural, porque nada divino se confunde con lo
humano.
Se lee en la Gaudium et spes: "La Iglesia, enviada a
todos los pueblos sin distinción
de épocas y regiones, no está
ligada
de una manera exclusiva e indisoluble a ninguna raza o
nación, a ningún género de vida particular, a ninguna costumbre
antigua o reciente. Fiel sietnpre a su propia tradición, puede
entrar en comunión con las diversas civilizaciones". Se dice
seguidamente que: "De ahí el
enrtquectmtento que resulta asi
para ella como para cada cultura" (93).
Aden1ás, co1no se explica, a continuación, en la encíclica
que: "El motivo profundo de esta cautela está en el hecho de
que la filosofía, incluso cuando se relaciona con la teología,
debe proceder según sus métodos y sus reglas; de otro modo,
no habria garantías de que pennanezca orientada hacia la ver­
dad,
tendiendo a ella con un procedimiento racionalmente con-
792
(92) /bid., VI, n. 72. Cf. Decl. Nostra aetate.
(93) Gaudium et spes, 11, 58.
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IA FE EN AUXIllO DE IA FU.OSO FÍA. LA ENCÍCllCA "PIDES ET RA110" DE JUAN PABLO ll
trolable. De poca ayuda sería una filosofía que no procediese a
la luz
de la razón según sus propios principios y metodologias
específicas". Aparte de que:
"En el fondo, la raíz de la autonomía de la
que goza la filosofía radica en el hecho de que la razón está por
naturaleza orientada a la verdad y cuenta en sí misma con los
medios necesarios para alcanzarla".
Por otra parte: "Una filosofía consciente
de este »estatuto
constitutivo• suyo respeta necesariamente también las exigencias
y las evidencias propias de la
verdad revelada". ·
A pesar de la ordenación natural del hombre a la verdad: "La
historia ha mostrado, sin embargo, las derivaciones y los errores
en los que no pocas veces ha incurrido el pensamiento filosófi­
co, sobre todo 1noderno". Sin en1bargo: "No es tarea ni compe­
tencia del Magisterio intervenir para colmar las lagunas de un
razonanliento filosófico incon111leto".
Únicamente tiene que ejercer una labor de vela o custodia.
"Es un deber suyo reaccionar de forma clara y fir1ne cuando tesis
filosóficas discutibles amenazan la comprensión correcta del dato
revelado y cuando se difunden
teorías falsas y parciales que
siembran graves errores, confundiendo la simplicidad y la pure­
za de la
fe del pueblo de Dios" (94).
El Magisterio de la Iglesia tiene asl el derecho y el deber de
enjuiciar el pensamiento filosófico. "Puede y debe,
por tanto,
ejercer con autoridad, a la
luz de la fe, su propio discernimiento
crítico en relacion con las filosofías y las afirtnaciones que se con­
traponen a la doctrina
cristiana".
Precisa el Papa que: "La Iglesia tiene el deber de indicar
lo
que en un sistema filosófico puede ser Incompatible con su fe.
En efecto, 111uchos contenidos filosóficos, co1no los temas de
Dios, del hombre, de su libertad y su obrar ético, la emplazan
directamente porque
afectan a la verdad revelada que ella custo­
dia" (95).
(94) Fides et ratio, V, n. 49.
<95) !bid., V, n. 50.
793
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EUDALDO FORMENT
Advierte asimismo que: "Este discernimiento no debe enten­
derse en primer término de forma negativa, como si la intención
del Magisterio fuera eliminar o reducir cualquier posible media­
ción 11. No es éste su único o principal propósito: "Al contrario,
sus intervenciones se dirigen,
en pritner lugar, a estimular, pro­
mover y animar el pensamiento filosófico".
En segundo lugar, respecto a
la misma critica, tampoco puede ha­
blarse estrictamente
de negatividad. Por una parte, porque: "Los filó­
sofos son los primeros que comprenden
la exigencia de la autocrítica,
de la corrección de posibles errores y de la necesidad de superar los
límites demasiado estrechos
en los que se emnarca su reflexión" (96).
Por otra, porque: "El magisterio no se ha limitado sólo amos­
trar los errores y las desviaciones de las doctrinas filosóficas. Con
la misma atención ha querido reafirmar los principios fundamen­
tales para una genuina renovación del pensa111iento filosófico.
Indicando
ta1nbién las vias concretas a seguir".
Basta recordar que: "El Papa León XIII, en su encíclica Aeterni
Patris, dio un paso de gran alcance histórico para la vida de la
Iglesia". Añade seguidamente Juan Pablo II que: "Más de un siglo des­
pués, muchas indicaciones
de. aquel texto no han perdido nada de su
interés tanto desde el punto de vista práctico como pedagógico, sobre
todo
lo relativo al valor incomparable de la filosofia de Santo Tomás'.
Este intento de renovación del pensamiento filosófico, de la
encíclica
Aeterni Patris, que fue "el mejor camino para recuperar
un uso de la filosofía conforme a las exigencias de la fe" (97).
Gracias a la intervención pontificia: "Los teólogos católicos
más
influyentes de este siglo, a cuya reflexión e investigación debe
mucho el Concilio Vaticano 11, son hijos de esta renovación de la
filosofia tomista.
La Iglesia ha podido así disponer, a lo largo del
siglo
xx, de un número notable de pensadores formados en la
escuela del Doctor Angélico" (98).
(96) !bid., V, n. 51.
(97) !bid., V, n. 57.
(98) !bid., V, n. 58. Adenlás, "con la aplicación de la metodología histórica,
el conocimiento
de la obra, de Santo Tornás experimentó grandes avances y fue­
ron numerosos los estudiosos
que con audacia llevaron la tradición tomista a la
discusión de los problemas filosóficos y teológicos de aquel momento" (!bid.).
794
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lA PEEN AUXILIO DE lA F!LOSOFJA. lA ENCÍCLICA "PIDES EI' RATIO" DE JUAN PABLO ll
Más adelante, advierte Juan Pablo II: "Si en diversas circuns­
tancias ha sido necesario intervenir sobre este ten1a, reiterando el
valor de las intuiciones del Doctor Angélico e insistiendo en el
conocilniento de su pensanliento, se ha debido a que las direc­
trices del Magisterio no han sido observadas siempre con la dese­
able disponibilidad" (99).
Siempre la Iglesia
ha cumplido con la obligación de valorar
las doctrinas filosóficas. Ya en los inicios del cristianismo tuvo que
pronunciarse, por ejemplo, sobre teorías de la preexistencia de
las ahnas, diversas fonnas de idolatría y tesis astrológicas, y des­
pués sobre las tesis del averroísmo latino. Tales intervenciones, a
partir de la mitad del siglo pasado, fueron más frecuentes, por­
que: "Muchos católicos sintieron el
deber de contraponer una
filosofla propia a las diversas corrientes del pensamiento moder­
no. Por este motivo, el Magisterio de la Iglesia se vio obligado a
vigilar que estas filosofías no se desviasen, a su vez, hacia formas
erróneas
y negativas". Con10 el racionalisn10 y ontologistno, que
exageraban
el poder de la razón, y el fideís1no y tradicionalis1no,
que, en cambio, desconfiaban de ella.
La posición de la Iglesia quedó expresada en el Concilio
Vaticano
I: "La constitución dogmática Dei Filius, con la que por
pritnera vez un Concilio ectu11énico, el Vaticano I, intervenía
solemnemente sobre las relaciones entre la razón y la fe. La ense­
ñanza contenida
en este texto influyó con fuerza y de forma posi­
tiva
en la investigación filosófica de muchos creyentes y es toda­
vía
hoy un punto de referencia normativo para una correcta y
coherente
reflexión cristiana en este ámbito particular" (100).
Quedó afinnada clara y rotundamente "la necesidad del cono­
cimiento racional
y, por tanto, filosófico para la inteligencia de
la
fe", porque: "El Concilio Vaticano 1, sintetizando y afirmando
de for1na sole1nne las enseñanzas que de fom1a ordinaria y cons­
tante el Magisterio Pontificio había propuesto a los fieles, puso de
relieve lo
Inseparables y al mismo tiempo irreductibles que son
el conocimiento natural de Dios y la Revelación, la razón y la fe".
(99) !bid., V, n. 61.
(100)
!bid., V, n. 52.
795
Fundaci\363n Speiro

EUDALDO FORMENT
Como explica el Papa: "El Concilio partía de la exigencia fun­
damental, presupuesta
por la Revelación misma, de la cognosci­
bilidad natural
de la existencia de Dios, principio y fin de todas
las cosas" (101).
Se afirmaba la capacidad de la razón humana para demostrar
la existencia
de Dios en el siguiente texto, citado por Juan Pa­
blo II: "La misma Santa Madre Iglesia sostiene y enseña que Dios,
principio y fin
de todas las cosas, puede ser conocido con certe­
za
por la luz natural de la razón humana partiendo de las cosas
creadas (.
.. ). Sin embargo, plugo a su sabiduría y bondad revelar
al género hu1nano
por otro can1ino, y éste sobrenatural, a si
mismo, y los derechos eternos de su voluntad".
De tnanera que, co1no tan1bién enseñaba el Aquinate, es
asimis1no necesaria la revelación para conocer las cosas divinas
asequibles
al hombre. "A esta divina revelación hay ciertamente
que atribuir que aquello que en las cosas divinas no es de suyo
inaccesible a la razón. humana,
pueda ser conocido por todos,
aun en la condición presente, de 1nodo fácil, con fir1ne certeza y
sin mezcla de error alguno" (102).
Se cita a continuación, el pa­
saje
de la obra del Santo en donde se expone y explica esta
tesis (103).
Desde este punto de partida, se concluia esta afirmación,
también citada
en la encíclica: "Hay un doble orden de conoci­
miento,
distinto no sólo por su principio, sino también por su
objeto; por su principio, primeramente, porque en uno conbce­
mos
por razón natural, y en otro por fe divina¡ por su objeto tam­
bién, porque aparte aquellas cosas
que la razón natural puede
alcanzar, se nos proponen para creer tnisterios escondidos en
Dios de los que, a no haber sido divinamente revelados, no se
pudiera tener noticia" (104).
En este mismo capítulo
IV de la Constitución dogmática
sobre la
fe católica (1870), del Concilio Vaticano !, se establece
796
(101) Ibui., V, n. 53.
(102)
Constitutio dogmatica defide cbatolica, Dei Filius. Cap. 11.
(103) SANTO ToMÁS, Summa Tbeo!-Ogiae, I, q. 1, a. l.
(104) Constitutio dogmatica defide chatolica, Dei Filius. Cap. IV.
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LA FE EN AUXIIJO DE LA FILOSOFÍA. L4 ENCÍCUCA "PIDES EI' RATIO" DE JUAN PABLO H
que se da un neta distinción entre razón y fe. Son distintos sus
objetos, sus principios y hasta sus métodos. Como explica el
Papa: "Era pues necesario afirmar, contra toda fonna de racio­
nalismo, la distinción entre los misterios de la fe y los hallazgos
filosóficos, así
como la trascendencia y precedencia de aquéllos
respecto a éstos;
por otra parte, frente a las tentaciones fideístas,
era preciso recalcar la unidad de la verdad y, por consiguiente,
también la aportación positiva que el conocinllento racional
puede y debe dar al conocimiento de la fe (105)"
Según
el Concilio Vaticano I, la distinción y primacía de la fe
sobre la razón, tal co1no está argumentada, en primer lugar, no
implica el conflicto entre ambas. "Aunque la fe esté por encima
de la razón; sin embargo, ninguna verdadera disensión puede
jainás darse entre la fe y la razón, co1no quiera que el 1nismo Dios
que revela los misterios e infunde la fe, puso dentro del alma
humana la luz de la razón, y Dios no puede negarse a sí mismo
ni la verdad contradecir jamás a la verdad". Por tanto, si se pre­
senta una contradicción, es únicamente aparente. "La vana apa­
riencia de esta contradicción se origina principalmente o de que
los dogmas de la fe no han sido entendidos y expuestos según la
mente de la Iglesia, o de que las fantasías de las opiniones son
tenidas por axiomas de la razón".
En segundo lugar, por ser Dios autor y origen de toda ver­
dad,
debe concluirse que la fe y la razón se ayudan mutuamen­
te. "Y no sólo no pueden jamás disentir entre sí la fe y la razón,
sino que además se prestan mutua ayuda, como quiera que la
recta razón demuestra los fundamentos de la fe y, por la luz de
esta ilustrada, cultiva la ciencia de las cosas divinas¡ y la fe, por
su parte, libra y defiende a la razón de los errores y la provee de
múltiples conocimientos".
De ahí
que la Iglesia, por una parte, ayude a todas las cien­
cias. "Tan lejos está la Iglesia
de oponerse al cultivo de las artes
y disciplinas humanas, que más bien lo ayuda y fomenta de
muchos modos. Porque no ignora o desprecia las ventajas que de
(105) Pides et ratio, V, n. 53.
797
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EUDALDO PORMENT
ellas dimanan para la vida de los hombres; antes bien confiesa
que así co1no han venido de Dios, que es Señor de las ciencias
(1 Reg., 2, 3); as!, debidamente tratadas, conducen a Dios con la
ayuda de su gracia".
Por otra parte,
por lo mismo, la Iglesia véia por la justa liber­
tad de la ciencia. "A la verdad, la Iglesia no veda que esas disci­
plinas, cada
una en su propio ámbito, use de sus principios y
método propio; pero, reconociendo esta justa libertad, cuidado­
samente vigila que no reciban en sí mismas errores, al oponerse
a la doctrina divina, o traspasando sus propios limites invadan y
perturben lo que pertenece a la fe" (106).
Parecidas intervenciones se dieron en el siglo xx. "En varias
ocasiones llamando la atención contra la tentación racionalista.
En este marco
se deben situar las intervenciones del Papa San
Pio X, que puso de relieve cómo en la base del modernismo
se hallan aserciones filosóficas de orientación fenoménica, ag­
nóstica e inmarlentista. Tampoco se puede olvidar la importan­
cia
que tuvo el rechazo católico de la filosofía marxista y del
comunis1no ateo".
Después, Pio XII, en la encíclica Humant generis: "Llamó la
atención sobre las interpretaciones erróneas relacionadas con las
tesis del evolucionismo, del existencialismo y del historicismo".
Indicando
al mismo tiempo que: "No debían ser únicamente
rechazadas, sino además examinadas críticamente" (107).
Refiriéndose a los peligros
de varias direcciones del pensa­
miento de su época, decía Pío
XII, en este lugar citado por la
encíclica: "Ahora bien, a los teólogos
y filósofos católicos, a
quienes incumbe el grave cargo de
defender la verdad divina y
humana y sembrarla en las almas de los hombres, no les es lici­
to ni ignorar ni descuidar esas opiniones que se apartan más o
menos del recto ca1nino.
Más aún, es 1nenester que las conoz­
can a fondo, primero, porque no se curan bien las enfermeda­
des si
no son de antemano debidamente conocidas, luego, por-
798
(106) Constitutio dogmatica defide cbatolica, Dei Filius. Cap. IV.
(107) Pides et ratio, V, n. 54.
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L4 FE EN AUXILIO DE lA FILOSOF!A. lA ENC!CLICA nFIDBS ET RATIO" DE]UAN PABLO H
que alguna vez en esos mismos falsos sistemas se esconde algo
de verdad;
y, finalmente, porque estimulan la mente a investi­
gar y ponderar con más diligencia algunas verdades filosóficas
y teológicas" (108).
Finalmente, hace poco,
la Congregación para la Doctrina de
la Fe señaló "el peligro que comporta asumir acriticamente, por
parte de algunos teólogos de la liberación, tesis y metodologías
derivadas del marxismo" (109).
1 o. Interés actual de la Iglesia por la filosofia
En la actualidad, ha sido necesaria esta nueva intervención
del Magisterio, porque, co1no dice en la encíclica: "Si considera­
mos nuestra sttuactón actual vemos que vuelven los problemas
del pasado,
pero con nuevas peculiaridades. No se trata ahora
sólo de cuestiones que interesan a personas o grupos concretos,
sino de convicciones tan difundidas en el ambiente que llegan a
ser
en cierto modo mentalidad común".
Uno de ellos, que se da en el ámbito de la filosofía, es "la
desconfianza radical de la razón, que lleva a afirmar el final de
la metafisica". Otros se dan en el teológico, porque: "En la teolo­
gía misma vuelven a aparecer las tentaciones del pasado", como
"cierto
racionalismd', que tiene su origen en que, a veces: "El
teólogo, por falta de competencia filosófica, se deja condicionar
de forma acritica
por afinnaciones que han entrado ya en el len­
guaje y en la cultura corriente, pero que no tienen suficiente base
racional"
Igualmente: "Tampoco faltan rebrotes peligrosos de fideísmo,
que no acepta la importancia del conocimiento racional y de la
reflexión filosófica para
la inteligencia de la fe y, más aún, para
la posibilidad n1.isn1a de creer en Dios".
Este nuevo fideísmo se nota, por una parte, en el "biblicismo,
que tiende a hacer de la lectura de la Sagrada Escritura o de su
(108) Humant generis, n. 4.
(109) Pides et ratio, V, n. 54.
799
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EUDALDO FORMENT
exégesis el único punto de referencia para la verdad". Olvida así
la
unidad de la "Sagrada Tradición, la Sagrada Escritura y el
Magisterio
de la Iglesia". También que: "Las diversas metodolo­
gías hermenéuticas se apoyan en una determinada concepción
filosófica11•
Por otra parte, se manifiesta el fideísmo, en la: "Escasa con­
sideración que se da a la teología especulativa como también en
el desprecio de la filosofía clásica, de cuyas nociones han ex­
traído sus términos tanto la inteligencia
de la fe como las mismas
formulaciones dogmáticas" (110).
Sobre este menosprecio e indiferencia hacia
lo especulativo,
escribe el Papa: "En muchas escuelas católicas,
en los años que
siguieron al Concilio Vaticano JI, se pudo observar al respecto
una cierta decadencia debido a una 1nenor estima, no sólo de la
filosofía escolástica, sino más en general del mismo estudio de la
filosofía. Con so,presa y pena debo constatar que no pocos teó­
logos comparten este desinterés
por el estudio de la filosofía".
Apunta seguidamente tres motivos.
El primero: "La descon­
fianza
en la razón que manifiesta gran parte de la filosofía con­
temporánea,
abandonando ampliamente la búsqueda metafísica
sobre las preguntas últimas
del hombre".
El segundo ha sido el equívoco sobre la recomendación del
Concilio Vaticano II a que se conozcan las ciencias humanas: "La
invitación a los teólogos para que conozcan estas ciencias y, si es
menester, las apliquen correctamente
en su investigación, no
debe, sin embargo, ser interpretada como una autorización implí­
cita a marginar
la filosofia o a sustituirla en la formación pastoral
y en la praeparatío fidei".
Tercero: "El renovado interés por la inculturación de la fe" 1
que ha llevado, especialmente en Iglesias jóvenes, a que se atien­
da únicamente la propia cultura. Sin embargo: "El estudio de las
usanzas tradicionales
debe ir de acuerdo con la investigación filo­
sófica" (111).
800
(110) !bid., V, n. 55.
(111)
!bid., V, n. 61.
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IA FE EN AUXILIO DE lA FH.OSOFÍA, LA ENC!CLICA "PIDES ET RA710" DB]UAN PABLO H
Por todo ello, manifiesta el Papa: "Deseo reafirmar decidida­
mente
que el estudio de la filosofía tiene un carácter .fundamen­
tal e imprescindible en la estructura de los estudios teológicos y
en la formación de los candidatos al sacerdocio".
El que los estudios teológicos vayan precedidos de otros filo­
sóficos: "Tiene sus raíces en la experiencia madurada durante la
Edad Media, cuando se puso en evidencia la importancia de una
armonía constructiva entre el saber filosófico y el teológico".
Además, tal normativa ha· servido incluso para promover a la
misma filosofía; y el
no atenderla ha llevado al "rechazo de cual­
quier forma de diálogo o a la acogida indiscriminada
de cualquier
filosofía" (112).
El teólogo, por consiguiente, debe acudir a la filosofía.
Replican algunos: .
"En síntonia con la difundida sensibilidad
sobre la relación entre fe y culturas,
que la teología debería diri­
girse preferentemente a las sabiduñas tradicionales, más que a
una filosofia
de origen griego y de carácter eurocéntrico". Ta1n­
bién otros: "Partiendo de una concepción errónea del pluralismo
de las culturas, niegan simplemente el valor universal del patri­
monio filosófico asumido
por la Iglesia".
Frente a estas y a otras objeciones, el Papa indica, citando a
Santo Tomás, que: "No hay
que olvidar que la aportación pecu­
liar del pensamiento filosófico permite discernir, tanto
en las
diversas concepciones de la vida como en las culturas, «no lo que
piensan los hombres, sino cuál es la verdad objetiva• (Santo
Tomás,
De Caelo, 1, 22). Sólo la verdad, y no las diferentes opi­
niones humanas,
puede servir de ayuda a la teología" (113).
Esta necesidad
de la filosofía se evidencia si se tiene en cuen­
ta que:
"La teología se organiza como ciencia de la fe a la luz de
un doble principio metodológico: el auditus fidei y el intellectus
fidei.
Con el primero, asume los contenidos de la Revelación tal
y como
han sido explicitados progresivamente en la Sagrada
Tradición, la Sagrada Escritura y el Magisterio vivo de la Iglesia.
(112) Jb;d., V, n. 62.
(113) Jb;d., VI, n. 69.
801
Fundaci\363n Speiro

EUDALDO FORMENT
Con el segundo, la teología quiere responder a las exigencias
propias del pensamiento 1nediante la reflexión especulativa".
Respecto al auditus ftdel: "La filosofía ofrece a la teología su
peculiar aportación al tratar sobre la estructura del conocimiento
y de la comunicación personal y, en particular, sobre las diversas
formas y funciones del lenguaje".
Además:
"El teólogo debe no sólo exponer los conceptos y
términos con los que la Iglesia reflexiona y elabora su enseñan­
za, sino ta1nbién conocer a fondo los sistemas filosóficos que
han influido eventualmente tanto
en las nociones como en la ter­
minología para llegar así a interpretaciones correctas y coheren­
tes" (114).
Esta misión implica: "Como exigencia básica
y urgente un
análisis atento de los textos. En primer lugar, los textos escritu­
risticos; después, los de la Tradición viva de la Iglesia". Un pri­
mer problema filosófico
que aparece es el de la relación entre
significado
y verdad. "La aplicación de una hermenéutica abierta
a la Instancia metaflslca permite mostrar cómo, a partir de las cir­
cunstancias históricas y contingentes
en que han madurado los
textos, se llega a la verdad expresada
en ellos, que va más allá
de dichos condicionamientos. Con su lenguaje histórico
y cir­
cunscrito el hombre
puede expresar unas verdades que trascien­
den el fenómeno lingüístico. En efecto, la verdad jamás puede ser
limitada por el tiempo y la cultura; se conoce en la historia, pero
supera la historia misma" (116).
Un segundo problema filósofico que
debe solucionarse es el
de la "perenne validez del lenguaje conceptual usado en las defi­
niciones conciliares". Para resolverlo satisfactoriamente hay que
recurrir a la filosofía, porque: "La historia del pensamiento ense­
ña
que a través de la evolución y la variedad de las culturas cier­
tos conceptos básicos mantienen su valor cognoscitivo universal
y, por tanto, la verdad de las proposiciones que los expresan. Si
no fuera asi, la filosofía y las ciencias no podrían comunicarse
802
(114) Jb;d., VI, n. 65.
(115)
Jb;d., VII, n. 93.
(116) Jb;d., VII, n. 95.
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LA PE EN AUXIUO DE LA PJLOSOP!A. IA ENCÍCIJCA ~PIDES ET RA710 .. DE]UAN PABLO Il
entre ellas, ni podrían ser asumidas por culturas distintas de
aquella en que han sido pensadas y elaboradas" (117).
En cuanto al intellectus fidei, es necesaria la filosofía. No hay
que olvidar que: "La Verdad divina (. .. ) goza de una inteligibili­
dad propia con tanta coherencia lógica que se propone como un
saber auténtico". Por ello, en Teología dogmática: "Sin la aporta­
ción de la filosofía
no se podrían ilustrar contenidos teológicos
como,
por ejemplo, el lenguaje sobre Dios, las relaciones perso­
nales dentro
de la Trinidad, la acción creadora de Dios en el
mundo, la relación entre Dios y el hombre, y la identidad de
Cristo que es verdadero Dios y verdadero hombre". Lo mismo
ocurre en Teología moral: "donde es in1nediato el recurso a con­
ceptos como ley moral, conciencia, libertad, responsabilidad per­
sonal, culpa, etc.,
que son definidos por la ética filosófica".
Se concluye que: "Es necesario, por tanto, que la razón del
creyente tenga un conocimiento natural, verdadero y coherente
de las cosas creadas, del mundo y del hombre, que son también
objeto
de la revelación divina; más todavía, .debe ser capaz de
articular dicho conocimiento en forma conceptual y argumentati­
va.
La teología dogmática especulativa, por tanto, presupone e
implica
una filosofía del hombre, del mundo y, más radicalmen­
te, del ser, fundada sobre la verdad objetiva" (118). Además:
"Si
el intellectus fideí quiere incorporar toda la riqueza de la tradi­
ción teológica, debe recurrir a la filosofía de ser" (119).
La teología, tal como lo recordó el Concilio Vaticano ll: "Debe
mirar hacia la verdad última que recibe con la revelación, sin
darse por satisfecha con las fases
inter1nedias". Sin embargo,
añade Juan Pablo II: "Este cometido, que afecta en primer lugar
a la teología, atañe igualmente a
la filosofía. En efecto, los nu­
merosos proble1nas actuales exigen un trabajo común, aunque
realizado con metodologías diversas, para que la verdad sea nue­
vamente conocida y expresada. La Verdad, que es Cristo, se
impone como autoridad universal que dirige, estimula y hace
crecer tanto la teologia
como la filosofía".
(117) Jb;d., VII, n. 96.
(118)
!bid, Vl, n. 66.
(119)
!bid., VII, n. 97.
803
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BUDALDO FORMENT
Sigue esta importante observación: "Creer en la posibilidad
de conocer una verdad universaltnente válida no es en 1nodo
alguno fuente de intolerancia, es una condición necesaria para un
diálogo sincero y auténtico entre las personas" (120).
La teología fundamental, por su "núsión de dar razón de la
fe" y, por ello, "justificar y explicitar la relación entre la fe y la
reflexión filosófica", necesita especialmente la filosofía. "Ya el
Concilio Vaticano !, recordando la enseñanza paulina (Cf. Rm., 1,
19-20), había llamado la atención sobre el hecho de que existen
verdades cognoscibles naturalmente y,
por consiguiente, filosófi­
camente. Su conocimiento constituye un presupuesto necesario
para acoger la revelación de Dios"
Esta disciplina teológica, por un lado: "Debe mostrar
cómo, a la luz de lo conocido por la fe, emergen algunas ver­
dades que la razón ya posee en su camino autónomo de bús­
queda. La Revelación les da pleno sentido, orientándolas
hacia la riqueza del misterio revelado, en el cua encuentran
su fin último. Piénsese, por eje1nplo, en el conocitniento natu­
ral de Dios, en la posibilidad de discernir la revelación divina
de otros fenómenos, en el reconocimiento de su credibilidad,
en la aptitud del lenguaje humano para hablar de forma sig­
nificativa y
verdadera incluso de lo que supera toda expe­
riencia humana. La razón es llevada por todas estas verdades
a reconocer la existencia de una via realmente propedéutic~
a la fe, que puede desembocar en la acogida a la Revelación,
sin menoscabar en nada st1s propios principios y su auto­
nomía".
Por otro lado: "La teología fundamental debe mostrar la ínti­
ma
compatibtltdad entre la fe y su exigencia fundamental de ser
explicitada mediante una razón capaz de dar su asentinúento en
plena libertad. Así, la fe sabrá mostrar ·plenamente el camino a
una razón que busca seriamente la verdad. De este modo, la fe,
don de Dios, a pesar de no fundarse en la razón, ciertamente no
puede prescindir de ella¡ al mis1no tietnpo, la razón necesita for-
(120) Imd., Vil, n. 92.
804
Fundaci\363n Speiro

!.A FE EN AUXIUO DE !.A FILOSOFÍA. !A. ENC!CUCA "PIDES ET RATIO" DE]UAN PABLO H
talecerse mediante la fe, para descubrir los horizontes a los que
no podria llegar por sí misma•" (121).
La teología moral "necesita aún más la aportación filosófica",
porque: "En la Nueva alianza la vida
humana está mucho menos
reglamentada por prescripciones que en la Antigua. La vida en el
Espíritu lleva a los creyentes a
una libertad y responsabilidad que
van más allá de la Ley misma". Para aplicar los principios gene­
rales:
"A las circunstancias particulares de la vida individual y
social,
el cristiano debe ser capaz de emplear a fondo su con­
ciencia y la fuerza
de su razonamiento" (122).
En estos momentos: "Abandonada la idea de
una verdad uni­
versal sobre el bien, que la razón humana pueda conocer, ha cam­
biado también inevitablemente la concepción misma de la con­
ciencia. A ésta ya no se la considera en su realidad originaria, o
sea, como acto de la inteligencia de la persona que debe aplicar el
conocimiento universal del
bien en una determinada situación y
expresar así
un juicio sobre la conducta recta que hay que elegir
aquí y ahora, sino que 1nás bien se está orientando a conceder a
la conciencia del individuo el privilegio de fijar, de modo autóno­
mo, los criterios del
bien y del mal, y actuar en consecuencia. Esta
visión coincide con
una ética individualista, para la cual cada uno
se encuentra ante su verdad, diversa de la verdad de los demás".
Para que la teología moral
pueda cumplir su misión de orien­
tar la conciencia ética del hombre: "Debe recurrir a
una ética filo­
sófica orientada a la verdad del bien; a una ética, pues, que no
sea subjetivista ni utilitarista. Esta ética itnplica y presupone una
antropología filosófica y una nietafisica del bien" (123).
La filosofía puede igualmente ser útil en la catequesis. "La
reflexión filosófica puede contribuir mucho a clarificar la rela-
(121) Jbid., VI, n. 67. Cf. JUAN PABLO 11, Carta a los participantes en el
Congreso Internacional de Teología
fundamental a los 125 años de la "Dei Filius",
30 de septiembre de 1995, 4. Decía también que corresponde a la teología fun­
damental: "defender la enseñanza
de la Iglesia frente a las formas de pensamien­
to que quieren negar al hombre toda apenura a
la trascendencia, para encerrarlo
en el callejón sin salida de la nada, más allá de sl mismo" (!bid., 5).
(122) Pides et ratio, VI, n. 68.
(123) Jbid., VII, n. 98
805
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EUDALDO FORMENT
ción entre verdad y vida, entre acontecimiento y verdad doctri­
nal, y sobre todo,
la relación entre verdad trascendente y len­
guaje humanamente inteligible" (124).
Todas estas observaciones sobre la necesidad
de la filosofia
son 1nuy convenientes, porque, en estos 1nomentos: "En definiti­
va, se nota una difundida desconfianza hacia las afirmaciones
globales y absolutas, sobre todo
por parte de quienes consideran
que la verdad es el resultado del consenso y no de la adecuación
del intelecto a la realidad objetiva".
Por ello, declara el Papa: "Debo animar a los filósofos, cris­
tianos o no, a
con.fiaren la capacidad de la razón humana y a no
fijarse nietas demasiado modestas en su filosofar". Añade que: "La
lección de la historia del milenio que estamos concluyendo testi­
monia· que éste es el can1ino a seguir. Es preciso no perder la
pasión por la verdad última y el anhelo por su búsqueda, junto
con la audacia de descubrir nuevos rumbos".
El Papa habla desde la misma fe, "a la luz de la fe", porque:
"La fe mueve a la razón a salir de todo aislamiento y a apostar
de
buen grado por lo que es bello, bueno y verdadero. Así, la fe
se hace abogada convencida y convincente de la razón" (125). La
fe defiende a la filosofía.
11. La teología y la filosofía
Con respecto a esta todas estas exposiciones de las vincula­
ciones entre la filosofía y la teología,
se afirma en la Pides et ratio
que: "A la luz de estas consideraciones, la relación que ha de ins­
taurarse oportunamente entre la teología y la filosofia
debe estar
marcada
por la circularidad' (126).
Se precisa, siguiendo al Vaticano !, que: "La Iglesia está pro­
fundamente convencida
de que fe y razón «se ayudan mutua­
mente• ejerciendo
recíprocamente una función tanto de examen
806
(124) !bid., VII, n. 99.
(125)
!bid., V, n. 56.
(126)
!bid., VI, n. 73.
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LA FE EN AUXIUO DE LA FJLOSOF!A. LA ENC!CLICA ~PIDES El' RATIO" DE]UAN PABLO//
crítico y purificador, como de estímulo para progresar en la bús­
queda y en la profundización" (127).
En la teología, lafilosofia ejercerá estas dos funciones, porque
aunque, "para
la teología, el punto de partida y la fuente original
debe ser siempre la palabra de Dios revelada en la historia, mien­
tras
que el objetivo final no puede ser otro que la inteligencia de
ésta, profundizada progresivamente a través de las generaciones";
sin embargo: "ya
que la palabra de Dios es Verdad, favorecerá su
mejor comprensión la búsqueda humana de la verdad, o sea, el
filosofar, desarrollado
en el respeto a sus propias leyes".
Por consiguiente: "No se trata silnple1nente de utilizar, en la
reflexión teológica, uno u otro concepto o aspecto de un sistema
filosófico, sino
que es decisivo que la razón del creyente emplee
sus capacidades de reflexión
en la búsqueda de la verdad dentro
de un proceso en el que, partiendo de la palabra de Dios, se
esfuerza por alcanzar su mejor comprensión" (128).
La misma historia de la teologla y también de la filosofía reve­
lan:
"La riqueza que ha significado para el progreso de la huma­
nidad el encuentro entre filosofía y teología, y el intercambio de
resultados" (129).
La teología ta1nbién ayudará, con estas 1nis1nas funciones, por­
que: "Moviéndose entre estos dos polos -la palabra de Dios y su
mejor conocimiento-, la razón está co1no alertada, y en cierto
modo guiada, para evitar caminos que la podrian conducir fuera
de la Verdad revelada
y, en definitiva, fuera de la verdad pura y·
simple; más aún, es animada a explorar vías que por sí sola no
habria siquiera sospechado poder recorrer. De esta relación de cir­
cularidad con la palabra de Dios
la filosofia sale enriquecida por­
que la razón descubre nuevos e inesperados horizontes" (130).
La historia confirma que la teología: "Ha estimulado cierta­
mente la razón per1nanecer abierta a la novedad radical que com­
porta la revelación de Dios. Esto ha sido una ventaja indudable
para la filosofía,
que así ha visto abrirse nuevos horizontes de
significados inéditos
que la razón está llamada a estudiar".
(127) !bid., VII, n. 100.
(128) !bid.,
VI, n. 73.
(129) /bid., Concl., n. 101.
(130) !bid., VI, n. 73.
807
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EUDAWO FORMENT
Por ello, confiesa el Papa que: "De la misma manera que he
reafinnado la necesidad de que la teología recupere su legítima
relación con la filosofía, también me siento en el deber de subra­
yar la oportunidad
de que la filosofía, por el bien y el progreso
del pensamiento,
recupere su relación con la teología. En ésta la
filosoffa no encontrará la reflexión de un único individuo que,
aunque profunda y rica, lleva siempre consigo los límites propios
de la capacidad de pensamiento de
uno solo, sino la riqueza de
una reflexión común" (131).
Por esta relación de circularidad entre atnbas, su desconexión
lleva a estas dos situaciones paradójicas, porque, por una parte:
"Si el teólogo rechazase la ayuda de la filosofía, correría el riesgo
de hacer filosofía sin darse cuenta y de encerrase en estructuras
de
pensa1ni~nto poco adecuadas para la inteligencia de la fe". Por
otra parte:
"Si el filósofo excluyese todo contacto con la teología,
debería llegar
por su propia cuenta a los contenidos de la fe cris­
tiana, cotno ha ocurrido con algunos filósofos modernos".
El pretendido afán de independencia puede tenninar en su ne­
gación, porque: "Tanto en un caso co1no en otro, se perfila el peli­
gro de la destrucción de los principios basilares de autanomía que
toda ciencia quiere justamente que sean garantizados" (132).
En cambio, siempre la relación de circularidad ha sido bene­
ficiosa para ambas: "Se advierte la fecundidad de esta relación en
los Padres de la Iglesia como San Gregorio Nacianceno y San
Agustín.
La gran tríada de San Anselmo, San Buenaventura, y
Santo Tomás de Aquino"
(133). Entre los más recientes se citan,
a Newman, Rosn1ini, Maritain, Gilson, y Edith Stein, y otros, que
son también: "Ejemplos significativos de un camino de búsqueda
filosófica que ha obtenido considerables beneficios de la con­
frontación
con los datos de la fe" (134).
La filosofía, con respecto a la fe cristiana, tal como confirma
la historia, puede adoptar tres posiciones. La primera es la de: "La
filosofía totalmente independiente de la revelación evangélica. Es
808
(131) [bid., Concl., n. 101.
(132) !bid., VI, n. 77.
(133) !bid., VI, n. 74.
(134)
!bid., VI, n. 74.
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ú1 FE EN AUXILIO DE úl FILOSO.FÍA. LA ENC/CLICA ~PIDES ET RATIO" DE JUAN PABLO U
la posición de la filosofia tal como se ha desarrollado histórica­
mente
en las épocas precedentes al nacimiento del Redentor y,
después, en las regiones donde aún no se conoce el Evangelio".
En esta primera situación: "La filosofia manifiesta su legitima
aspiración a ser
un proyecto autónomo, que procede de acuer­
do con sus propias leyes, sirviéndose de la sóla fuerza de la
razón". Sin embargo, dados "los límites debidos a la debilidad
congénita de
la razón humana, esta aspiración ha de ser sosteni­
da y reforzada". De ahí que: "El empeño filosófico, como bús­
queda de la verdad en el ámbito natural, permanece al menos
implícitamente abierto a lo sobrenatural".
La reflexión teológica puede servirse si es preciso de esta
filosofia, a la
que respeta, ya que: "Debe respetarse la exigencia
de la correcta autonomía del pensamiento. En efecto, la argu­
mentación elaborada siguiendo rigurosos criterios racionales es
garantía para lograr resultados universahnente válidos".
En cambio, nota Juan Pablo II: "La teorfa de la llamada filo­
sofía «separada» seguida por nun1erosos filósofos 1nodemos, está
muy lejos de esta correcta exigencia. Más que afirmar la justa
autonomla del filosofar, dicha filosofia reivindica
una autosufi­
ciencia del pensamiento que se de1nuestra clara1nente ilegitilna.
En efecto, rechazar las aportaciones de verdad que derivan de la
revelación divina significa cerrar el paso a un conochniento más
profundo de la verdad, dañando la misma filosofia" (135).
La segunda situación es la posición de la llamada Filosofia cris­
tiana: "La denominación es en si n1isma legítima, pero no debe ser
mal interpretada: con ella no se pretende aludir a una filosofia ofi­
cial de la Iglesia, puesto que la
fe como tal no es una filosofia".
El significado de "Filosofía cristiana" implica dos aspectos.
Uno subjetivo, porque significa: "una especulación filosófica co1:1-
cebida en unión vital con la fe. No hace referencia simple1nente,
pues, a una filosofía hecha por filósofos cristianos, que
en su
investigación no han querido contradecir su fe".
Se indica, por tanto, en primer lugar: "La purificación de la
razón
por parte de la fe". Hay que advertir que: "Como virtud teo-
(135) Ibid., VI, n. 75.
809
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EUDALDO FORMENT
logal, la fe libera la razón de la presunción, tentación típica a la
que los filósofos están fácihnente sotnetidos". Gracias a la fe:
"Con la humildad, el filósofo adquiere también el valor de afron­
tar algunas cuestiones
que difícilmente podría resolver sin consi­
derar los datos recibidos
de la Revelación". Como son los pro­
blema del mal y del sufrimiento, la cuestión de la naturaleza de
Dios y "la pregunta
metaitsica radical: ¿Por qué existe algo?".
En el significado de Filosofía cristiana hay otro aspecto, porque:
"Hablando de filosofía cristiana se pretende abarcar todos los
pro­
gresos importantes del pensamiento filosófico que no se hubieran
realizado sin la aportación, directa o indirecta, de la fe cristiana".
Este aspecto es objetivo, está referido a contenidos, ya que:
"La Revelación propone claramente algunas verdades que, aun no
siendo por naturaleza inaccesibles a la razón, tal vez no hubieran
sido nunca descubiertas por ella, si se la hubiera dejado sola". Son
un ejemplo de ellas: la noción de Dios personal, libre y creador;
la filosofía del ser;
la realidad del pecado; la concepción de la per­
sona como ser espiritual; la dignidad,
la igualdad y libertad de
todos los hombres; y otros temas. "Se puede afirmar que, sin este
influjo estimulante de la Palabra de Dios,
buena parte de la filo­
sofía moderna y contemporánea no existiría".
Debe advertirse también que: "Al especular sobre estos con­
tenidos, los filósofos no se
han convertido en teólogos, ya que no
han buscado comprender e ilustrar la verdad de la fe a partir de
la Revelación. Han trabajado en su propio campo y con su pro­
pia metodología puramente racional, pero ampliando su investi­
gación a nuevos án1bitos
de la verdad" (136).
La tercera posición que guarda la filosofía con respecto a la
teología
es cuando "la teología misma recurre a la filosofía". Se
da porque: "La teología ha tenido siempre y continúa teniendo
necesidad
de aportación filosófica".
Primero, porque: "Siendo obra de la razón crítica a la luz de
la
fe, el trabajo teológico presupone y exige en toda su investi­
gación una razón educada y fonnada conceptual y argumentati­
va1nente". Segundo, porque: "La teología necesita de la filosofía
(136) Ibid., VI, n. 76.
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LA FE EN AUX/UO DE LA FH.OSOFÍA. LA ENC[CUCA wpfDES ET RATIO" DE]UAN PABLO H
como interlocutora para verificar la inteligibilidad y la verdad
universal de sus aserciones".
La filosoffa en esta última posición continúa siendo filosoffa.
"No es casual que los Padres de la Iglesia y los teólogos medieva­
les adoptaran filosoffas
no cristianas para dicha función. Este
hecho histórico indica el valor de
la autonomía que la filosoffa con­
serva también en este tercer estado, pero al rnis1no tiempo mues­
tra las transfonnaciones necesarias y profundas que debe afrontar".
En este sentido la filosoffa fue llamada "ancflla theologtad', sier­
va de la teología.
"El título no fue aplicado para indicar una sumi­
sión seroil o un papel puramente funcional de la filosoffa en rela­
ción con la teología.
Se utilizó más bien en el sentido con que Aris­
tóteles llamaba a las ciencias experimentales corno ...siervas" de la
·filosoffa primera•". Significa, por tanto: "la necesidad de la relación
entre las dos ciencias y la
imposibilidad de su separación" (137).
12. Exigencias de la fe a la füosoiia
La relación mutua entre la filosofía y la teología está regida,
por consiguiente, por dos principios. Primero: la revelación
"nunca
puede menosprecíar a la razón en sus descubrimientos y
en su legítima autonomía".
Es preciso, por ello, que: "Los creyentes se convenzan firme­
mente de que la profundidad y autenticidad de la fe se favorece
cuando está unida al pensamiento y
no renuncia a él" (138). El
Papa recuerda que San Agustín decía que: "El mismo acto de fe
no es otra cosa que el pensar con el asentimiento de la voluntad
(. .. ) Todo el que cree, piensa; piensa creyendo y cree pensando
(. .. ) Porque la fe, si lo que se cree no se piensa, es nula" (139).
Segundo:
la razón "no puede erigirse en valor absoluto y exclu­
sivo". Necesita también de la fe para que pueda cumplir con una
mayor perfección sus objetivos.
"La verdad revelada, al ofrecer plena
(137) Jbid., VII, n. 77.
(138)
!bid., VII, n. 79.
(139) SAN AGUSTÍN, De praedestinationes sanctorum, 2, 5.
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EUDALDO FORMENT
luz sobre el ser a partir del esplendor que proviene del mismo Ser
subsistente, ilu1ninará el cantina de la reflexión filosófica". "Algunas
condiciones que la teología -y aun antes la palabra de Dios--pone
hoy al pensamiento filosófico y a las filosofias actuales".
Aunque "el filósofo
debe proceder según sus propias reglas
y ha de basarse en sus propios principios", debe tener en cuen­
ta que: "la verdad no es tnás que una sola". Por ello: "Es desea­
ble, pues, que los teólogos y los filósofos se dejen guiar por la
única autoridad de la verdad,
de modo que se elabore una filo­
sofia en consonancia con la Palabra de Dios. Esta filosofia ha de
ser el
punto de e'ncuentro entre las culturas y la fe cristiana, el
lugar de entendimiento entre creyentes y no creyentes" (140).
Declara el Papa,
en este sentido, que: "Deseo expresar firme­
mente la convicción de
que el hombre es capaz de llegar a una
visión unitaria y orgánica del saber" (141).
Sostiene
Juan Pablo II que, para que la filosofia esté en "con­
sonancia
con la palabra de Dios", es preciso que cumpla las
siguientes condiciones: Prit11era, que "encuentre de nuevo su di­
mensión sapiencial de búsqueda del sentido último y global de
la vida". De este modo, recuperara su tnisión unificadora del
saber:
"La filosofia no sólo será la instancia crítica decisiva que
señala a las diversas ramas del saber científico su fundamento y
su límite, sino que se pondrá también como última instancia de
unificación del saber y del obrar humano".
Segunda.
La filosofía tendrá que: "Verificar la capacidad del
hombre
de llegar al conocimiento de la verdad; un conocimien­
to, además, que alcance la verdad objetiva, mediante aquella
adaequatio rei et fntellectu.<'. La Sagrada Escritura enseña que el
hombre: "Aunque culpable de doblez y de engaño, es capaz de
conocer y comprender la verdad límpida y pura". No está limita­
do a Jo fenoménico, sino que puede llegar a "la verdad total y
definitiva, o sea, al ser mismo del objeto de conocimiento" (142).
Tercera.
La filosofia tiene que incluir la metafisica. "Es nece-
saria
una filosofía de alcance auténticamente metafísico, capaz de
(140) Jbui., VII, n. 79.
(141)
!bid., VII, n. 84.
(142)
Ibui., VII, n. 82.
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L4 FE EN AUXIUO DE L4 FILOSOFÍA. L4 ENCÍCUCA "PIDES ET RATIO" DE]UAN PABLO U
trascender los datos empíricos para llegar, en su búsqueda de la
verdad, a algo absoluto, último y fundamental". De tal manera
que: "Un gran reto
que tenemos al final de este milerúo es el de
saber realizar el paso1 tan necesario co1no urgente, del fenóme­
no al fundamento".
Con esta exigencia, precisa el Papa,
en primer lugar, que
quiere: "Afirmar que la realidad y la verdad trascienden lo fácti­
co y lo empírico, y reivindicar la capacidad
que el hombre tiene
de conocer esta dimensión trascendente y metafisica de manera
verdadera y cierta, aunque Imperfecta y analóglea".
En segundo lugar, que: "En este sentido, la metaf"isica no se
ha de considerar co1no alternativa a la antropología, ya que la
metafísica penrúte precisamente dar un fitndamento al concepto
de dignidad de la persona por su condición espiritual". La meta­
física es el fundamento de la antropología y
de la ética, aunque:
"La persona, en particular, es el á1nbito privilegiado para el
encuentro con el ser y, por tanto, con la reflexión n1etafisica".
En tercer lugar, que es preciso que la filosofía se apoye en
la metafísica, para que pueda cumplir sus funciones en el pensa­
miento teológico. "Una teología sin un horizonte metafisico no
conseguirla ir más allá del análisis de la experiencia religiosa y
no pennitiria al intellectus fldet expresar con coherencia el valor
urúversal y trascendente de la verdad revelada".
Confiesa el Papa:
"Si insisto tanto en el elemento metafísico
es porque estoy convencido de que es el camino obligado para
superar la situación de
crisis que afecta hoy a grandes sectores
de la filosofia y para corregir así algunos comportamientos erró­
neos difundidos en nuestra sociedad" (143).
Crisis que se advierte claran1ente en las ciencias hermenéu­
ticas y de análisis del lenguaje. "Hay estudiosos de estas ciencias
que en sus investigaciones tienden a detenerse en el 1nodo cómo
se comprende y se expresa la realidad, sin verificar las posibilida­
des
que tiene la razón para descubrir su esencia. ¿Cómo no des­
cubrir
en dicha actitud una prueba de la crisis de corifumza que
atraviesa nuestro tiempo, sobre la capacidad de la razón? Además,
(143) IbM., VII, n. 83.
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EUDALDO FORMENT
cuando en algunas afinnaciones apriorísticas estas tesis tienden a
ofuscar los contenidos de la fe o negar
su validez universal, no
sólo se humilla la razón, sino que se descalifican a sí mismas".
Sin valor objetivo y universal de la razón tampoco
se pueden sos­
tener tales tesis.
En cambio:
"La fe presupone con claridad que el lenguaje
humano es capaz de expresar de 1nanera universal -aunque con
términos análogicos, pero no por ello menos significativos-la
realidad divina y trascendente. Si no fuera así, la palabra de Dtos,
que es siempre palabra divina en lenguaje humano, no seria
capaz de expresar nada sobre Dios" (144). Se supondña el absur­
do de que Dios no podría expresarse.
Cuarta.
La filosofía tiene que aceptar una serie de verdades
que puede descubrir por sí n1isn1a la razón hu1nana y que tam­
bién propone el Magisterio de la Iglesia. Recientemente, la Con­
gregación para
la Doctrina de la Fe, en una nota aclaratoria a la
carta apostólica
Ad tuendam fidem, publicada el 19 de junio de
1998
-en la que Juan Pablo II, "para defender la fe", introduce
normas juñdicas
en el actual Código de Derecho Canónico, refe­
rentes al
deber de observar las verdades propuestas de modo
definitivo por el Magisterio de la Iglesia-, se ha referido explíci­
tamente a ellas.
Se distinguen claramente, en este documento, tres categorias
de verdades que se deben observar: las verdades propuestas por
la Iglesia como divinas y formalmente reveladas y, por ello, infali­
bles, tanto por medio de un juicio solemne como por el Magisterio
ordinario y universal; las verdades necesarias para custodiar y
exponer el depósito de la fe, enseñadas como definitivas, aunque
no hayan sido propuestas como fonnahnente reveladas; y las ver­
dades presentadas como tales o
al menos como seguras, pero que
no han sido propuestas ni con10 reveladas ni como definitivas.
Se indica, asimismo,
que quien negara las pritneras caería en
herejía; las segundas, rechazaña una verdad de la doctrina cató­
lica y no estaña en plena co1nunión con la Iglesia¡.y las últimas,
estaría
en el error o en una posición temeraria o peligrosa.
(144) !bid., VII, n. 84.
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IA FE EN AUX!UO DE IA FILOSOF!A. IA ENCÍCLICA MFIDES El' RATIO" DE]UAN PABLO H
Gracias a que "en el futuro la conciencia de la Iglesia puede pro­
gresar", las terceras podrian
pasar al segundo tipo, e incluso estas
verdades definitivas podrian pasar a ser definidas
como las pri­
meras, como divinamente reveladas.
Juan Pablo 11, en la Pides et ratio, afirma que en la Sagrada
Escritura hay contenidos explícitos e implícitos
que proporcionan
una "visión filosófica" y que serían verdades conexas a la fe, que
deben ser "exigencias irrenunciables" de toda filosofía. Puede
presentarlas de este modo, porque: "En la
base de toda reflexión
que la Iglesia lleva a cabo está la conciencia de ser depositaria de
un 1nensaje que tiene su origen en Dios 1nismo. El conocilniento
que ella propone al hombre no proviene de su propia especula­
ción,
aunque fuese la más alta, sino del hecho de haber acogido
en la fe la palabra de Dios" (145). En la encíclica presenta estas
verdades conexas necesariamente a la fe, contenidas
en la
Sagrada Escritura, sintetizadas
en dos principios.
El primero es que: "La realidad que experimentamos no es el
absoluto,
no es increada ni se ha autoengendrado. Sólo Dios es
el Absoluto". De ahí que: "De la lectura del texto sagrado
(. .. )
sobresale el rechazo de toda forma de relativismo, de materialis­
mo y de panteísmo".
El segundo consiste en la afirmación de la "dependencia
esencial de Dios de toda criatura
-incluido el hombre-". En la
Escritura, se da una visión del ho1nbre "como imago Dei, que
contiene indicaciones precisas sobre su
ser, su libertad y la
inmortalidad de su espíritu". Además, se deduce que: "Puesto que
el mundo creado no es autosuficiente, toda ilusión de autono­
mía que ignore la dependencia esencial de Dios de toda criatura
-incluido el hombre-lleva a situaciones dramáticas que des­
truyen la
búsqueda racional de la annonia y del sentido de la
existencia humana. Incluso
el problema del mal moral -la forma
más trágica de
mal-es afrontado en la Biblia, la cual nos ense­
ña
que éste no se puede reducir a una cierta deficiencia debida
a la 1nateria, sino que es una herida causada por una manifesta­
ción desordenada de la libertad humana" (146).
(145) !bid., !, n. 7.
(146)
!bid., VII, n. 80.
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EUDALDO FORMENT
Por último, Juan Pablo Il ratifica: "La necesidad de una estre­
cha relación de continuidad de la reflexión filosófica contempo­
ránea con la elaborada
en la tradición cristiana" (147).
Por ello, se dirige concretamente:
"A los filósofos y a los pro­
fesores de filosofía, para
que tengan la valentfa de recuperar,
siguiendo una tradición filosófica perennemente válida, las di­
mensiones de auténtica sabiduría y de verdad, incluso metaffsica,
del pensamiento filosófico". Les pide "que se orienten siempre
hacia la verdad y estén atentos
al bien que ella contiene"; y "que
se dejen interpelar por las e:xigencias que provienen de la pala­
bra
de Dios y estén dispuestos a realizar su razonamiento y argu­
mentación como respuesta a las mismas" (148).
Les advierte también que: "Lo más urgente hoy es llevar a los
hombres a descubrir su capacidad de conocer la verdad, y
su
anhelo de un sentido último y definitivo de la existencia". Si la
filosofía cumple con su propia vocación: ªGracias a la mediación
de una filosofía que ha llegado a ser también verdadera sabidu­
ría, el hombre conten1poráneo llegará así a reconocer que será
tanto
más hombre cuanto, entregándose al Evangelio, más se
abra a Cristo" (149). Palabras del Papa que son una aplicación de
los dos mensajes con los que inició su pontificado: "No tengáis
miedo" y "Abrid de par
en par las puertas a Cristo".
Como conclusión de la completa y profunda doctrina
de la
enciclica declara
Juan Pablo II que: "A la luz de estas reflexiones,
se comprende
bien por qué el Magisterio ha elogiado repetida­
mente los méritos del pensamiento de Santo Tomás y lo
ha pues­
to como
guía y modelo de los estudios teológicos".
E iguahnente, con respecto al contenido de su doctrina, con­
cluye: "En efecto, en su reflexión la exigencia de la razón y la
fuerza de la
fe han encontrado la síntesis más alta que el pensa­
miento haya alcanzado jamás,
ya que supo defender la radical
novedad aportada
por la Revelación sin menospreciar nunca el
camino propio de
la razón" (150).
816
(147) Jb;d., Vil, n. 86.
(148) lbid., Concl., n. 106.
(149)
lbid., Concl., n. 102.
(150)
Jb;d., Vll, n. 78.
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