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Número 369-370

Serie XXXVII

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Henry George y su proyecto fiscal

HENRY GEORGE Y SU PROYECTO
FISCAL<'>
POR
SILVANO BoRRUSO
Por razones oscuras, los econo1nistas de corte oficial no dan
a conocer, si es que ellos mismos la han llegado a conocer, la teo­
ría fiscal de Henry George (1839-97) acerca de un impuesto único
sobre el suelo. George fue contemporáneo de Marx, Engels
y
Lenin, que le odiaron por ser "burgués" y no suficientemente
"socialista". Todos sabemos lo
que ha ocurrido por prestar aten­
ción a tres parásitos
en vez de a un hombre que supo lo que era
la pobreza y el sudor de la frente.
En su libro
Progress and Poverty de 1879 George puso el
dedo en la llaga: la causa raíz de sueldos bajos, y además de que
los impuestos recaigan casi exclusivamente sobre sueldos, es el
deslinde de las tierras
por los que tienen el poder de excluir a
otros de ocuparlas.
Los así excluidos no tienen otro recurso sino
ofrecer su trabajo a precio
vil, infamia que David Ricardo sancio­
nó con su ley de los "sueldos de hierro".
George sostuvo que, si se pagara alquiler a la hacienda públi­
ca
en vez de pagarlo a un terrateniente privado, este impuesto
único
serla

más
que suficiente para cubrir todo gasto público sin
necesidad de ningún otro impuesto, directo o indirecto.
Estonia descubrió a George
en 1991, y empezó a aplicar su
teoría en 1993. Allí las valoraciones de tierras las hacen las auto-
(*) Nuestro querido amigo y colaborador el profesor Alvaro d'Ors nos hace
llegar esta original y sugestiva nota del economista italiano actualmente residen­
te en Kenia Silvano Borroso. Valga su publicación como contribución a un deba­
te siempre abierto como es el de la imposición (N. de la R.).
Verbo, núm. 369-370 (1998), 893-897. 893
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ridades locales, por conocer muy bien la comarca y sus ocupan­
tes. Estas valoraciones
son bajas (un 20% del valor de mercado),
públicas (cualquiera
puede examinarlas) y apelables. La expe­
riencia ha sido tnuy positiva: las apelaciones han sido casi nulas,
y el cobro, en 1996, de un 95,5%.
La razón de que el siste1na funcione en Estonia y esté' bajo
consideración en Eslovenia, Letonia, República Checa y otros paí­
ses
de la Europa ex-comunista, es que los terratenientes habían
llegado a ser especie extinta bajo
el comunismo, así que estos
países
pueden permitirse empezar desde cero. El gobierno esto­
nio, empero, sigue cobrando otros ünpuestos, directos e indirec­
tos, no atreviéndose a aplicar la teoría de George hasta el fondo.
En los países capitalistas
el nuevo alquiler, aunque superior a la
contribución territorial de hoy, se compensaría sobradamente con
la desaparición de los demás impuestos.
Estos
son los puntos del proyecto fiscal de George:
l. La propiedad de la tierra es de la comunidad. La pose­
sión, por otro lado, es derecho universal.
2. Título de posesión son los recibos de alquiler pagado a
la hacienda pública. Cesando el pago, cesa
el título.
3. Las valoraciones son proporcionales a la productividad
potencial del suelo. Por "suelo"
se entiende no sólo
terrenos
agrícolas, sino cualquier solar donde se pueda
producir riqueza: edificios, oficinas, quioscos, aparta­
mentos, hasta oficinas públicas. Nadie está exento del
pago de alquiler.
4. El excedente recaudado por las autoridades locales iría a
parar al Estado para sus gastos necesarios.
Un tal siste1na tributario acarrearla consecuencias muy de­
seables.
l. El cobro de impuestos se abarataría considerablemente.
Municipalidades, autoridades comarcales y regionales
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funcionarían también de recaudadoras de impuestos
para el Estado, reduciendo así el ejército de burócratas
que persiguen acosando a millones de individuos.
2. Los sueldos aumentarían inmediatamente, al quedarse
todos
con el 100% del fruto de su trabajo. Ningún otro
impuesto gravarla sobre la producción
de riqueza.
3. Los servicios sociales de sanidad, educación, pensiones,
etcétera, cesarían como responsabilidad del Estado. Los
sueldos altos permitirían a cada familia pagar los servicios
que necesitara y cuando los necesitara, no como ahora
pagándolos durante toda una vida de trabajo. Otro ejército
de burócratas
de la seguridad social se volverla supérfluo.
4. La evasión fiscal bajarla a cero: un inmueble no se puede
ocultar.
5. La globalización de la economía no tendria efecto algu­
no. Tanto indígenas como extranjeros
tendría que pagar
su alquiler a la hacienda pública.
6. Habría una econo1nía1 no dos con10 ahora.
7. Bajarían considerablemente, quizá desapareciendo, el
desempleo, las chabolas, el vagabundaje, el crimen, la
especulación
y la manipulación del dinero.
8. En caso
de expropiación necesaria para el bien público,
habría simplemente
un canje obligatorio de solares, y la
autoridad pagarla
el conste de transferencia, sin largos
trámites judiciales
como ahora.
9. El Estado tendría los recursos suficientes como para
pagar la
deuda interna y externa.
10. El impuesto podría incluir una carga "verde" que tuviera
en cuenta la contan1inación ambiental.
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11. Gitanos, nómadas y otros desarraigados pagarían o bien
un impuesto muy alto de ocupación de suelo público, o
bien un impuesto personal. Desaparecería el desarraigo
como tal.
12. Desapareciendo la necesidad de pennisos de todo tipo,
desaparecería también el incentivo para
la corrupción y
el soborno. Menos burócratas todavía, y todo el mundo
tendría
que trabajar.
Cambiar del sistema presente al propuesto
no acarrearía
necesidad
de desahuciar a nadie, menos aún violentamente. Los
arrendatarios, teniendo a su disposición tierra gratis, no estarían
dispuestos a pagar alquileres altos, como ahora, a terratenientes
privados.
Al bajar los alquileres privados, pero no los de la
hacienda pública, seguir
ocupando un solar improductivo llega­
ría a
ser prohibitivo. Se libraría más tierra para su ocupación útil.
Por
no haber escuchado a George en su tiempo, desde hace
doscientos años
un Estado invasor grava con crecientes impues­
tos ingresos, inversiones, ahorros y frecuenteinente también capi­
tal. Los ciudadanos se empobrecen y se quejan, pero los impues­
tos
no dan señal de dismimiir.
La razón principal de esta situación es que los que liicieron
las leyes durante los mis1nos doscientos años fueron terratenien­
tes, que se las arreglaron para que los impuestos no cayeran
sobre la propiedad sino
sobre todo lo que acabamos de decir
arriba.
Asi que cualquiera que se adueña de una parcela de suelo,
de cualquier manera, está en condiciones de vivir del trabajo
ajeno, o
bien especulando, o bien alquilando, o bien pagando
sueldos bajos, o las tres cosas a la vez.
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Dos consecuencias de todo esto saltan hoy a la vista:
l. Los que trabajan se ven privados de gran parte, cuando
no de la mayor parte, de los frutos de su trabajo.
2. Hay que establecer un Estado Providencia para proveer
servicios
que los pobres no pueden pagar. Pero los suel-
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dos para los burócratas del Estado Providencia tienen que
salir de los impuestos mismos, por lo que sistema tiene
dentro de si mismo un circulo vicioso siempre más exas­
perante.
Hay
una tercera consecuencia, que no salta a la vista todavía,
pero
que lo hará muy pronto. Se trata de la progresiva desapari­
ción
de una franja muy importante de contribuyentes debida a la
creciente globalización de la econonúa. Hoy
en día es posible,
para quien sepa o bien descubrir la existencia de un problema, o
bien resolverlo, o bien hacer de corredor entre quien descubre y
quien resuelve, ganar fortunas e ir a hacerlas parar electrónica­
mente donde quiera sin que se entere ninguna autoridad tributa­
ria. Además,
hoy es cada vez más fácil comprar y vender en el
llamado ciberespacio, sin
que tampoco se entere nadie.
Dicho
de otra manera, los dos impuestos más importantes del
siglo xx, el directo sobre la renta y el indirecto sobre
el consumo
OVA), van a ser cada vez más difíciles y menos baratos de cobrar,
e irán a caer siempre sobre los pobres y los parados.
Es dificil
establecer cuál de estos dos ilnpuestos sea el más impopular. El
hecho es que la economía sumergida existe precisamente para
evadirlos o evitarlos, y con bastante éxito.
Toda la teoría fiscal tendría que basarse sobre un principio
moral
de derechos y deberes. El Estado tiene el deber de prote­
ger vidas y propiedades, así que tiene el derecho correspondien­
te de exigir impuestos sobre vidas y propiedades.
El Estado no
tiene deber alguno de proteger rentas, ahorros, y menos aún tran­
sacciones
paeíficas entre ciudadanos. Esto quiere decir que tales
impuestos
no son sino un pillaje empobrecedor.
Lo que importa recordar es que, co1no decia Victor Rugo, no
hay nada más potente que una idea cuyo tiempo ha llegado. La
econonúa del siglo XXI podría muy bien desarrollarse bajo el
estandarte del hombre del
XIX que fue Henry George.
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