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Número 369-370

Serie XXXVII

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Horacio Sánchez Parodi: El fundamentalismo en la política

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Esta situación no se modifica sustancialmente al comenzar la
década siguiente de los años noventa. Mas bien se acentúa y es
posible que la aparición del peligro político que esto crea esté
produciendo
una leve reacción en los panegiristas de la Cruzada,
que vuelven a escribir buenos libros nuevos. Últimamente: ÁNGEL
PALOMINO, en editorial San Martín, La guerra civil empezó en
Asturias; FERNANDO V ADILLO, Los prisioneros de la División Azul, y
JOSÉ Lms DE MESA, Los otros internacionales, estos dos últimos en
ediciones Barbarroja.
La historiografía de la Cruzada tiene un sector desgraciada­
mente
poco explotado aún, el de la reedición de obras impor­
tantes
que vieron la luz en aquellos días, y que luego han ido
desapareciendo lentamente del mercado, naturalmente. Hay
varios
pecios en el mar del olvido que hay que reflotar. "Cuader­
nos Fides" acaba de reeditar la "Carta Colectiva del Episcopado
Español sobre la Cruzada de Liberación Nacional". Nuestra felici­
tación y agradecimiento a los autores y colaboradores de esta ini­
ciativa. Sugerimos a nuestros amigos
que impulsen su difusión,
en-grande, cuanto antes; antes de que a alguien se le ocurra pedir
perdón, a la moda pre-milenaria, por aquel glorioso combate.
MANUEL DE SANTA CRUZ
Horacio Sánchez Parodi: EL FUNDAMENTALISMO
EN LA POLÍTICA<'>
Digamos, por de pronto, que Horado Sánchez Parodi ha esco­
gido
un buen te1na. Se habla mucho más de fundamentalismo,
todos los días, de lo que se puede encontrar seriamente escrito,
acerca
de él. Necesitábamos un libro así, al margen de. algun reparo
que luego insinuaré. Es un libro útil y necesario. Está expuesto de una
(") Ediciones Depalma, Talcahuano 494, Buenos Aires, 1998, rüstica, 4.11
335 págs.
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manera clara, casi cartesiana, que delata en seguida la condición
docente
de su autor.
Dos elementos
se entremezclan en esta gran lección sobre
fundamentalismo:
una crónica, llena de noticias poco conocidas,
acerca
de la génesis, historia y situación actual de esos movi­
mientos,
y un estudio de su filosofía política, concentrado en el
último capítulo,
pero también salpicando a los anteriores. Las 319
páginas
de texto llevan 286 citas a pie de página, entre ellas algu­
nas
de Juan Valle! de Goytisolo y Miguel Ayuso. Crónica y filo­
sofía tan útiles
en Argentina como en España, porque el fenó-
1neno
es mundial. Más aún, cuanto que periodistas superficiales
extienden
y mezclan las prolongaciones del fundamentalismo
con el integrismo y el fascismo, conceptos que han perdido su
nitidez inicial, se han hecho confusos, y están pidiendo para sí
sendos libros clarificadores como éste.
El libro estudia los tres tipos de fundamentalismo más cono­
cidos: el cristiano, el musulmán
y el judío, y manifiesta que exclu­
ye las extrapolaciones al budistno, hinduis1no
y sintoís1no. Es una
pena, porque el budis1no se está extendiendo silenciosamente,
como una tnancha de aceite por España y Europa; del sintoísmo
no tene1nos noticias, pero sí de que la colonia japonesa en
España está creciendo.
En la página
91 encontramos las siguientes definiciones de
Fundamentalismo:
918
"Para Marsden es una n1odalidad del protestantismo nortea­
mericano, de una subespecie del •evangelisn10•.
"Para Cherer-Edmunds
•es un movllniento protestante recien­
te que tiene sus raíces en el siglo XIX, se constituyó a principios
del siglo XX, y en la década de 1920 desató una controversia de
fondo en diversas denominaciones americanas. Surgió como
reacción contra corrientes sociales y teológicas que los funda­
mentalistas reúnen en los térnlinos, 'liberalisn10', 'modernismo', y
en los cuales ellos ven una amenaza al cristianismo tradicional o
a la
apostasía de él».
"Para el cardenal J oseph -Ratzinger, el fundan1entalismo es,
según su sentido originario, una corriente surgida en el protes­
tantismo norteamericano del siglo XIX, la cual se pronunció con-
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tra el evolucionismo y la crítica bíblica y que, junto con la defen­
sa
de la absoluta infalibilidad de la Escritura, intentó proporcio­
nar
un sólido fundamento para an1bos".
En cuanto a la moralidad política, Meyer la define como:
"Una metapolítica que en nombre de ufia voluntad absoluta
desde
arriba o desde adentro, se atribuye el derecl10 de situarse
por encima de las reglas
de la democracia, del necesario relati­
vismo político,
del pluralisn10, de la inviolabilidad de los dere­
cl1os
de otros, de las leyes de la tolerancia y de la capacidad de
equivocarse".
Afortunadamente, Sánchez Parodi nos ha explicado las cosas
en el primer capítulo con más claridad: se llamó "fundamentalis­
tas" a aquellos protestantes norteamericanos que, contra la Ilus­
tración científica y la hermenéutica teológica, se en1peñaron en
entender la Biblia como un infor1ne histórico textual en su totali­
dad; a posteriori trasladaron al á1nbito político norteamericano su
postura teológica y religiosa cuando los acontecimientos precipi­
taron la taina de posiciones en cuestiones relevantes de la vida
social.
Pero estas definiciones
quedan algo aguadas por varios
párrafos diseminados
que advierten que los fundamentalismos
son muy variados y muy complicados. Como esto es cierto, el tér­
mino resultará siempre escurridizo porque cualquier aludido ten­
drá siempre a
mano la coartada de que practica o pertenece a
otro fundamentalismo.
Esto
se debe a la tremenda paradoja de que los fundamenta­
lismos,
que se originaron por un excesivo apego a la letra de la
Biblia, del Talmud o del Corán, y que.
se han forjado en la lucha
contra sus hermanos que han aceptado e incorporado distintas
adherencias, esos fundamentalismos, digo, han 'ido también
igualmente incorporando a sus núcleos a los
que son tan fieles,
una frondosa hojarasca de otras ideas, no 1nenos espurias e
impertinentes. Al final, sólo
se diferencian en las distintas cos­
movisiones solidarias respectivas, pero ya no por la pureza y la
lealtad,
en todos los casos abandonadas.
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Resultan de esto interminables polémicas acerca de qué
adherencias son buenas, legítimas y aceptables, y cuáles malas y
merecedoras de ser combatidas.
El análisis de los tres fundamentalismos lleva al conocimien­
to de que no son monolíticos, sino arborescentes, con escuelas,
grupos y grupúsculos numerosos y complicados que a veces
guerrean entre sí. Por otra parte, se ofrecen noticias de organiza­
ciones fundamentalistas ilnportantes de oposición,
no solo demo­
crática, dentro de los Estados Unidos, que estan creciendo e
incluso apuntando,
aunque todavía de lejos, a guerras civiles. Es
decir, que en geopolítica tampoco hay todo el temido monolitis­
mo que parece.
Todo esto es
bueno para los politicos "pobres" que necesita­
mos negociar, porque nuestras posibilidades de cambiar
de inter­
locutores son poco conocidas.
Con dos limitaciones relativas: que todos los grupos funda­
mentalistas judíos y musulmanes coinciden en ser visceralmente
anticristianos; y que en algunos grupos, más que en otros, está
presente un mesianismo mundialista, es decir, la consigna de tra­
bajar por la unificación del mundo (como otros mu.chas movi­
mientos dispares), para someterlo al mando único de sus ideas
(también como otros muchos movimientos dispares). Lo cual nos
confirma
que tampoco el mundialismo, en general, es monolíti­
co, y que, cerca ya de su constitución, pueden desencadenarse
guerras intestinas que se disputen la configuración última y el
control del supergobierno mundial.
Este expansionistno mesiánico a la conquista del inundo uni­
ficado interesa a España,
que en pocos años ha pasado de ser un
pais de emigrantes o otro de inmigrantes. La acogida cristiana,
benévola, a los inmigrantes está condicionada a que éstos mues­
tren una buena voluntad de integrarse en la sociedad que les
acoge. Pero estas actitudes
se malogran porque esos inmigrantes,
especialmente los musulmanes, vienen impregnados, más o me­
nos, de esos fundamentalismos conquistadores, y para servirles
se organizan en asociaciones, hoy durmientes, mañana peligro­
sas, que ningún parecido tienen con las mutualidades asistencia­
les y benéficas, algunas ejemplares, que los emigrantes españo-
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les fundaban en las Américas. Esa mentalidad universalista lleva
a entidades musulmanas a condenar a muerte a súbditos
de otros
Estados
que viven en otros Estados (Rushdie).
Cuanto
se dice de los fundamentalismos a lo largo de todo el
libro les da unos visos peyorativos
que se confinnan definitiva­
mente
en el epílogo. Los planteamientos fundamentalistas arras­
tran las censuras a ellos dirigidas hasta aplicarlas al totalitarismo
y al fanatismo. Otro mal
de los fundamentalistas es, según
Sánchez Parodi, que confunden la religión con la politica. Y hasta
aquí, estamos de acuerdo.
El lector desea que siga y que profundice. Pero, por otro
lado, teme
que si sigue, acabe hablando más claramente en tono
elogioso de
la democracia, del laicismo, de las doctrinas de
Maritain y de la separación
de la Iglesia y del Estado, para salir
de la confusión de esos ténninos
que hace el fundament;ilismo.
El autor no está firme1nente, inequívoca1nente, irrevocablemente,
compro1netido con estos
últilnos tér1ninos. Pero se barrunta en
más de una ocasión el peligro de que llegue a estarlo si sigue la
búsqueda de alternativas al fundamentalismo por caminos equi­
vocados.
Detrás de algunas frases, y aun de palabras, esbozadas en el
texto,
se percibe el deseo, nobilísimo, de completar el estudio del
tema cogiéndole
de flanco con la descripción, clara y firme, de
una alternativa que fuera como un molde en negativo y contra­
puesto del fundamentalismo. Loable empeño y buen método,
pero
que se ve que le asusta y no se adentra en él.
Quizá haya sido mejor
as!. Porque detrás de esos asomos
citados que hace hacia la de1nocracia y sus ingredientes, nos
parece intuir el gran
error que padecen muchos católicos e inclu­
so distinguidos eclesiásticos en nuestros tie1npos, que se creen
que solamente hay dos opciones políticas posibles, el totalitaris­
mo o la democracia, y entonces, escogen ésta, no sin algunas
buenas razones. Pero es una elección errónea y desafortunada,
porque ignoran que hay una opción más, que es el Derecho
Público Cristiano, la organización tradicional de la sociedad, la
Cristiandad, y aun a pesar de muchos reparos que podrían ser
corregidos, el Antiguo Régimen. Esa tercera opción, silenciosa a
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pesar de que ya ha tenido encarnaciones históricas provechosísi­
mas para la Iglesia, es la opción que nosotros opone1nos a los
fundamentalismos, y
no la democracia, que es la encamación
política del liberalismo, que "es pecado".
Disculpe
Horado Sánchez Parodi este último desarrollo,
quizá suspicaz en exceso, pero que se funda en rastros tomados
aquí y allí de entre las páginas de su preciado y precioso libro.
En todo caso, y si no conviniera al mis1no n1ejor, no estará de más
un recordatorio como el anterior, acostu1nbrados como estamos
de 1nodo constante a argumentar y juigar
desde las categorías
mentales, psicológicas y culturales de la modernidad y no las de
la cristiandad.
J. ULÍBARRI
Raphaiille de Neuvüle: JEAN OUSSET ET LA
. CITÉ CATHOLIQUE e•>
Está por hacerse el estudio cabal del catolicismo político tras
el impacto del ciclo histórico de las revoluciones y hasta llegar,
pasando
por el Segundo Concilio Vaticano, a nuestros días. En
Italia, en Francia, en Es¡1aña, en Alen1ania, etc. La obra de
Raphaelle de Neuville, centrada en la biografía intelectual y apos­
tólica de Jean Ousset, y por lo mismo de la Cité Catholique, idén­
tica a través de sus múltiples 111eta1norfosis, constituye un intere­
sante aporte
para ese conocimiento, contraído a los últimos cin­
cuenta años de historia francesa. Para los amigos españoles de la
Ciudad Católica,
que hacen Verbo desde hace casi cuarenta años, el
libro tiene, ade1nás, un alto valor añadido, el de rastrear unos ori­
genes que para algunos de entre nosotros tienen la proximidad de
la vivencia, 1nientras que otros los 111antene1nos reducidos al saber
adquirido por medio del estudio. Sabemos bien -eso sí-que
casi recién nacidos comenza1nos a vivir nuestra vida en la forma
e) Dominique Martin Mario, Bouere, 1998, 288 págs.
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