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Número 429-430

Serie XLII

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La ciencia y la verdad divina y humana

LA CIENCIA Y LA VERDAD
DIVINA Y HUMANA
La verdad divina y la ciencia.
1:Tenemos el deseo común de superar malentendidas y, más aún, de
"d(jarnos iluminar por la única Verdad que gobierna el mundo y guia
'1a vida de todos los hombres y mqjeres. Estoy cada vez más convencido
"de que la verdad científica, que es _en si misma participación en la Ver­
''dad divina, puede ayudar a la fi/osolla y a la teología a comprender
"cada vez más plenamente la persona humana y_la revelación de Dios
"sobre el hombre, una revelación completada y perfecdonada en fesu­
"cristo».
JUAN PABLO 11: Discurso a los participantes en un en­
cuentro organizado por la Academia pontificia de ciencias,
10 de noviembre. L 'Osservatore Romano, edición .semanal
en lengua española, año XXXV, núm. 47 (1820), 21 de
noviembre de 2003.
El servicio de la ciencia al homb.re, a la sociedad y sobre todo a la
verdad misma.
«Del carácter de servicio de la ciencia nacen obligaciones no sólo
"con respecto
al hombre o a la sociedad, sino también, o tal vez sobre
"todo, en reladón con la verdad misma. El dentífico no es un creador
"de la verdad, sino un Jnvestigador..La Verdad se Je r:evela en la-medida
"en que Je es fiel. El respeto a la verdad obliga al cienlfllco o al pensador
"a hacer tocio Jo que está a su alcance para profwidizarla y, en la medí-·
"da de
Jo posible, presentarla con exactitud a los demás.
:>Ciertamente, como afir111a el -Concilio, ,las cosas creadas y las socie­
"dades
mismas gozan de leyes y valares propios que el hómbre ha de des-
Verbo, núm. 429-430 (2004), 735-742. 735
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"cubrir, aplicar y ordenar paulatinamente, (Gaudium et spes, 36) y, al
"respecto, es preciso reconocer las exigencias metodológicas propias de
"cada ciencia y arte. Sin. embargo, conviene recordar que la única bús­
"queda correcta de la verdad es la que se_ realiza con un examen me­
'tódico de manera verdaderamente _cientffica y respetando las nOrmas
'ínorales. La Justa aspiración al conocimiento de la verdad no puede
"descuidar Jamás Jo qué pertenece a la esenda de· ]a verdad: el recono­
cimiento del bien y del mal,.
JUAN PABW II: Discurso a un grupo de rectores de uni­
versidade5 y de centros de estudios superiores de Polonia,
30 de agosto. L 'Osservatore Romano, edición semanal en
lengua española, año XXXIII, núm. 36 (1706), 7 de sep­
tiembre de 2001.
Dimensión hmnanística de la ciencia..
K ••• habiM de za· dimensión humanística de la denda nos lleva a
"analizar un aspecto, par decirlo así, dn.teríor» y «existenciab, que impli.­
"ca profundamente [µ.investigador y merece particular atención. Corrio
"recordé, hablando hace algunos años .. en la Unesco, la cultura y, por
"tanto, también la cultura científica, posee en primer lugar un valdr
"dnmanerite
al sÚjeto» {cf. L'()Sservatore ROmano, edición en lengua es­
"pañola, 15 de junio de 1980, pág.11). Todo dentffico, mediante el
"estudio
y la investigación personales, se perfecdona a sí mismo y perfec­
"ciona su
hwnanidad. VOSOtrru sois uri buen testimonio de ello. En efec­
"to, cada uno de vosotros, al pensar en su vida y en su experienda de
"dentf/icn, podrfa decir que la investigadón ha forjado y, en derto modo,
"marcado su personalidad.
La investigadón dentífi.ca constituye para
"vosotros, como para muchos otros, el camino para el encuenlro perso­
"nal con la verdad y quizá el Jugar privilegiado para el encuentro con
"Dios, Creador del cielo y de la tierra .. Vista desde esta perspectiva, la
"ciencia -resplandece con todo
su valor1 como un bien capaz de motivar
"una
existenda; como una gran experienda de libertad para la verdad,
'y como una obra fundamental de servido. A -través de ella, todo inves­
"tigador siente que puede
crecer él mismo y ayudar a -los demás a crecer
"en h,unanidad.
'ta verdad, la libertad y la responsabilidad están unidas en la expé.­
'fiencia del -científico. Er1 efecto, al cOmprender su camino de investiga-
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"ción, comprende que debe recorrerlo no sólo con la imparcialidad exi­
"gida por la objetivi.dad de su método, sino también con la honradez
''intelectual, .la responsabilidad y, diría, con una especie de q-everencia,,
"como corresponde al espíritu humano en su búsqueda de la verdad.
"Para el científico, comprender cada vez mejor la realidad singular del
"hornbre con respecto a los procesru ffsico-biológi.cos de la naturaleza,
"descubrir aspectos siempre nuevos del cosmos, y·saber
más sobre la ubi­
"cadón
y la clislribudón de los recursos, sobre las dinámicas sociales y
"ambientales y sobre las lógicas del progreso y del desarrollo, se traduce
"en el deber de servir más a la l1umanidad entera, a la que pertenece. Por
"tanto, las responsabilidades éticas
y morales relacionadas con la inves­
"tigadón dentffica pueden entenderse como
una exigencia interna de la
"ciencia
en cuanto actividad plenamente humana, no como un control
"o, peor aún, como una imposición externa,.
JUAN PABLO 11: Discurso a los participantes en la asam­
blea plenaria de la Academia pontificia de ciencias, lunes
13 de noviembre. L 'Osservatore Romana, edición semanal
en lengua española, año XXXII, nóm. 47 (1665), 24 de
noviembre de 2000.
La concepción de la ciencia en sentido" amplio manifiesta su-senti­
do de servicio al hombre y el bien co1nún. Peligros de s11 utili­
zación con otros fines.
«En el contexto de esta tensión todos somos conscientes de que las
"universidades y los cenlros de esrudios superiores, que promueven direc­
"tamente
el desarrollo en las diversas esteras de la vida, desempeñan un
"papel clave. Por tanto, es necesario -preguntarse cuál debería ser la
"forma intrínseca de estas instituciones, para que se lleve a cabo
un con­
"tinuo proceso de creación,
de manera que sus frutos no sufran «aliena­
"ción» y no se vuelvan contra su artífice, contra el hombre.
»Parece ser que el fundamento de la aspiración a esa orientación de
"la universidad es la solicitud por el hombre, por su humanidad. Cual­
"quiera que sea el campo de
la investigación, del trabajo cientifi.co o
"creativo, quienquiera que aplique
en él su ciencia, su talento y sus es­
"fuerzos debería preguntarse en qué medida su obra forja primero su
"propia humanidad; Juego, si hace que la vida del hombre sea más hu-
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"mana, más digna de él, desde todos los puntos de vista; y, por último, si
"en el marco del desarrolla, del que es autor, el hombre «se hace de veras
"mf:!iar, es decir, más maduro espir!tualmente, más consciente de la ·dJg-·
"nidad de su humanidad, más ·responsable, más abierto a los demás,
"particulatmente a los más necesitados y a los más débiles, más dtsponi­
"ble a dat y prestar ayuda a todos, (Redemptor hominis, 15).
»Esta concepción de la ciencia, entendida en sentido amplio, mani­
"fiesta su carácter de servicio. En efecto, la ciencia, si no se ejerce con
"sentido de servicio al hombre, fácilmente puede subordinarse a intere­
"ses económicos, con el consiguiente desinterés por el bien común, o, peor
"todavía, puede ser utilizada para dominar a los demás e incluida entre
~las aspiraciones totalitarias de las personas y los grupos sociales.
»Por esa, tanto los científicos maduros como los estudiantes princi­
''piantes deberían analizar si su junto deseo.dé profundizar en los mis­
"terios del conocimienln corresponde a los prindpios fundamentales de
"la justicia, de la solidaridad, del amor social y delrespeto a /ns derechos
"de cada hombre, del pueblo o de la nación,.
JUAN PABLO Il: Discurso a.un grupo de rectores de uni­
versidades
y de centros de estudios superiores de Polonia,
30
de agosto. L 'Osservatore Romano, edición semanal en
lengua española, año XXXIII, núm. 36 (1706), 7 de sep­
tiembre de 2001.
La ciencia de las cosas mensurables ha sido incapaz de iluminar
con su exactitud la realidad de lo que existe más allá de ella.
~n esta separadón entre las cosas mensurables, y por consiguiente,
"treales,, y las inmensurables, y por eso tdrreales», algunos han creído ver
"una gran conquista, que deberla.permitir al género
humano alcanzar
"metas científicas,
humanas y civiles cada vez más elevadas, asegurán­
"dole paz, unidad y bienestar, y liberándolo de las fuerzas oscuras de la
"superstición
y de las creencias irracionales.
»La condidón de muchos contemporáneos muestra, por el contrario,
"cómo esas doctrinas han praduddo frutos de índole muy diferente. La
"realidad mensurable con los más refinados medios técnicos ha resulta­
"do más pobre de Jo que, con gran entusiasmo, se-esperaba; mientras
"que; más allá de ella, ha ido extendiéndose el vasto territorio de lo in­
"controlable y, por tanto, de Jo 4flD reab. La ciencia, al frustrar las expec-
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"tativas del dendfismo, ha sido incapaz de iluminar con su rexacdtud,
"vastos campos de la experiencia humana. Es sintomático que en el arte,
"en la literal1.Jra y en el teatro, donde la condenda del siglo presente se
"expresa de
modo más agudo ydramálico, se haya manifestado el senli­
''miento de lo absurdo,
de la falta de sentido y de la condidón dnfernab
"de la vida humana. El hombre se ha dado cuenta de la alienadón trá­
"gica
en la que termina por caer cuando se obstina en no reconocer que
'1a realidad va más allá de fa.,; confines de la vara que se usa para me­
"dir. En efecto, el ser humano na puede renunciar a la sed que lo impul­
"sa hacia el Absoluto. No puede resignarse a declarar irreal lo que no es
"capaz de controlar de modo experimental.
1A pesar de ello. ·existen oiientadones culturales que; al parecer,
"no quieren renunciar a la dirección de ·marcha emprendida. Tratan,
''más bien, de remediar la
profunda c'ondídón de malestar del hombre
"contemporáneo sugiriéndole huir de esa realidad que ya sólo le causa
"sufrimiento, porque Carece de sentido. La propuesta consiste
en escapar
·a un mundo de sueño,.
JUAN PABLO Il. Mensaje del Papa a los participantes en
el Congresci para la amistad entre los pueblos, celebrado
en Rímini. L 'Osservatore Romano, edición semanal en len­
gua española, año XXX, núm. 35 (1548), 28 de agosto de
1998.
Los descubrimientos de la ciencia se basan en la naruraleza «dada»
por la Creación.
dos dentífi.cos se acercan a la naturaleza con la convicción de que
"afrontan una realidad que ellos no han creado, sino recibido, una rea­
"lidad
que se revela lentamente a su paciente investigación. Perciben, a
''menudo sólo implícitamente,
que la· naturaleza contiene un Logos que
'Invita al diálogo. El dentífico trata de plantear a la naturaleza las pre­
"guntas adecuadas,
manteniendo al mismo tiempo ante ella una actitud
"de humilde" receptividad e inr:luso de contemplación. Los nuevos descu­
"brimientos
no han disminuido de ningún modo el ,asombro, que pro­
"vocó la primera reflexión filosófica sobre la naturaleza y dio origeñ a la
"ciencia misma. En realidad, ese asombro aumenta constantemente y a
"menudo inspira
un temor reverenda] por la distancia que separa nues-
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''tro conocimiento de-la creadón de la plenitud de su misterio y de su
"grandeza.
,Los científicas contemporáneos, ante la multitud de nuevos conoci­
"mienttJs y descubrimientos, perdben frecuentemente que se encuentran
"ante
un horizonte vasto e infinito. En efecto, se pu.ede afirmar que la
"inagotable prodigalidad de
la naturaleza, con su promesa de descubri­
"mientos siempre nuevos, señala,
más allá de si misma, al Creador, que
"nos la ha dado como un don cuyos secretos .han de explorarse. Al inten­
"tar comprender este don y usarlo sabiamente y bien, la ciencia afronta
"constantemente
una realidad que los seres humanos «encuentran». En
"cada
fase del descubrimiento científico, la-naturaleza se presenta _como
"algo «dado». -Por. esta razón, la creatividad y el progreso por las sendas
"del descubrimiento, como todos los demás esfuerzos humanos, han de
"verse en último término sobre -el trasfondo del misterio de la creadón
''misma {et. Laborem exercens, 12}».
JUAN PABLO 11: Discurso a los participantes en la asam­
blea plenaria
de la Academia pontificia de ciencias, lunes
8
de noviembre. L 'Osservatore Romano, edición semanal
en lengua española, año 46 (1872), 12 de noviembre de
2004.
La crisis del sentido de la realidad en nuestro tie1npo por el erró­
neo presupuesto del positivis1no de que la certeza debe identi­
, ficarse por la exactitud.
J;J tema del encuentro, ·La vida no es sueño», prosiguiendo ideal­
''mente la reilexi.ón de la última edición, quiere poner de relieve la en­
''fermedad profunda
de nuestro tiempo: la crisis del sentido de la reali.­
"dad, que viene a ser crisis de la reladón del hombre con élla. El hom­
"bre de hoy advierte que su pensmniento se apoya e!] bases frágiles y a
"menudo inadecuadas para corresponder plenamente a toda la riqueza
"de la realidad. Algunas corrientes filosóficas ha 11J.inado hasta tal punto
"los fundamentos del conocimiento, que han lleva_do.a plantearse la cues­
"tión
acerca de la existenda misma de la realidad.
» Todo etilo causa un peligroso ofuscamiento de la mirada y una
"grave desorientación, que dificultan y a veces incluso impiden el enfo­
"que de la realidad. Paradójicamente, este amargo resultado es fruto de
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"un recorrido secular del pensamiento, que ha tratado de establecer a
"toda costa las
condiciones que hacen posible la certeza. · Pero lo ha
'hecho.partiendo del erróneo supuesto positivista según el cual la certeza
''se debe identificar con la exactitud de las dendas positivas. Eso ha te­
"nido como consecuencia qlle la razón científica se ha arrogado a me­
"nudo el derecho
de decidir de qué cosas se puede tener certeza, prestando
"escasa atendón a las demás formas de conodmiento, par considerarlas
"inseguras.
»Desde esta perspectiva, tTeal» es Jo que puede investigar el dentffi.co:
'1o que el hombre, en derto modo, puede Wedir. Así, se excluye la posibi­
"lidad
de hablar de Dios y de la naturaleza íntima de las cosas, por tra­
"tarse de realidades que no pueden verificarse experimentaknente y que,
"en consecuenda, por definición no son significativos,.
JUAN PABLO 11: Mensaje dél Papa a los participantes eh
el Congreso para la arnistad entre los pueblos, celebrado en
Rímini. L 'Osservatore Romano, edición semanal en lengua
espafiola, aiio XXX, núm. 35 (1548), 28 de agosto de 1998.
La autonomía de las ciencias termina donde la conciencia recta del
científico reconoce el.mal.
«Abordamos aquí la cuestión de la autonomía de las dendas. Hoy,
"a menudo, se defiende el.postulado de la libertad ilimitada de Ja.inves­
"tigación dentffica.
Al respecto, si, por una parte -como he dicho-. es
"preciso reconocer el de.recho de las ciencias a aplicar los métodos de la
"investigación que le son propios; por otra, no se puede estar de acuerdo
"con la afirmadón de que el campo de las investigaciones mismas no
"está sujeto a limitación alguna. El confín es predsamente la distindón
"fundamental entre
el bien y el mal. Esta distinción se realiza en la con­
"ciencia del hombre.
,Por tanto,
se puede decir que la autonomía de las ciencias ternlina
'clonde
la conciencia recta del científico reconoce el mal, el mal del mé­
"todo, del resultado o del efecto. Por eso es tan important.e que la univer­
''sidad
y el instituto sitperior de ciencias no se limiten a transmitir cono­
"cia1ientos, Sino que sean el lugar de la formación de la conciencia recta.
"En efecto; en esto, y no en los conocimientos, reside el misterio de la sa­
"bidurfa.
Y, como afirma el Concilio, Knuestra época, más que los !iglos
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''pasados, necesita esa sabiduría para· que se humanicf!n todos los nuevos
"descubrtmien~ realizados por el hombre. El destinó futuro del mun­
"do está en peligro si no se forman hombres más sabios, (Gaudium et
'Spes,15),.
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JUAN PABLO 11: Discurso a un grupo de rectores de uni­
versidades
y de centros de estudios superiores de Polonia,
30 de agosto. L 'Osservatore Romano, edición semanal en
lengua española, año XXXIII, núm. 36 (1706), 7 de sep­
tiembre de ·2001.
Fundaci\363n Speiro