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Número 429-430

Serie XLII

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Teófanes Egido (ed.): Historia de las diócesis españolas: Palencia, Valladolid,

INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
pacidad ffsica, no podía hacerlo, que lo hicieran sus propagan­
distas.
Sus queridos propagandistas, a los que dedicó su vida,
desde su silla de medas. Y a los que quiso, sobre todo, santos.
Sus resultados
en ello serían seguramente mediocres. Tampoco
me siento capaz de un juicio valorativo de cosas que sólo cono­
ce Dios.
El, por lo que cabe deducir de su vida y de sus escritos,
lo procuró de modo insigne. Y Aquel
que en vida le condecoró
con una gran
cruz, no hacemos más que repetir sus palabras, le
habrá condecorado ya
con la cruz esplendorosa que entrega en
el cielo a sus siervos buenos y fieles.
No me queda más
que reconocer la buena labor de quien ha
publicado unas breves notas introductorias a cada uno de los
escritos de Martín-Sánchez y que, o mucho me equivoco, creo
debió ser José
Luis Gutiérrez, que tanto le conoció.
FRANCISCO ]os~ FERNÁNDEZ DE LA C!GOI\IA
Teófanes Egido (ed.): HISTORIA DE LAS DIÓCESIS
ESPAÑOLAS: PALENCIA, VALLADOLID, SEGOVIA<'l
Este volumen, el te1·cero del que danios cuenta de esta histo­
ria de las dióces.is de España, está coordinado
por el carmelita
progresista Teófanes Egido
(1936), critico obstinado y poco con­
vincente de Menéndez Pelayo, mucho más partidario de Lutero
que de los jesuitas, cuya expulsión por Carlos III justifica, y de
quien
no vamos a decir más por cuanto de su autoria sólo hay
tres intrascendentes páginas .introductorias.
El sistema que se ha elegido parn escribir este volumen es
distinto del utilizado para las diócesis gallegas,
en las que, de
cada
una de ellas se ocupaban_ varios autores que había que
coordinar, co&a que no hizo el franciscano García Oro. Aquí es
sólo
un. autor. el que se ocupa de cada una de las diócesis, salvo
en la de Palencia en que aparecen dos_, por. lo qt1e apenas hubo
(') BAC, Madrid, 2004, 616 págs.
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
qué coordinar. Supongo que serian de su responsabilidad la elec­
ción
de los autores y el visto bueno de sus trabajos.
Como hacemos siempre que nos ocupamos
de libros que
abarcan amplios periodos de la Historia, volvemos a decir que
nos ocuparemos nada más que de lo que se diga de los últimos
años
de la Edad Moderna y de la Contemporánea. No osaremos,
apalte
de que no los tenemos, presumir saberes de veinte siglos.
No obstante, y sin entrar
para nada en el contenido del texto, nos
parece muy insuficiente que Reglero
de la Fuente despache los
años anteriores a la Reconquista
en Palencia en página y media
(págs. 6-7). De la Edad Moderna y de la Contemporánea se
ocupa Cabeza Rodríguez (Palencia, 1960).
El tratamiento que hace este último de los últimos años de la
Edad Moderna nos parece totalmente insuficiente
y, lo que es peor,
equivocado. De esos días apenas queda
una pretendida tensión
dialéctica entre ilustrados y antiilustrados
en tomo a una ine­
xistente Sociedad Económica
de Amigos del País (págs. 119-121).
Es-tendencioso, y falso, hacer a aquellos socios, o a quienes la
intentaron crear, ilustrados1 y a quienes s.e mantenían ajenos a ella,
por los motivos que fuere, antiilustrados. Porque en muchas de
esas Sociedades participaron personas, no pocas del estado cleri­
cal, e incluso obispos, de pensamiento absolutamente tradicional y
ajenos
por completo a lo que se llama la Ilustración .. Hubo, por
supuesto, clérigos, e incluso algún obispo, que vieron en tales
Sociedades
un instrumento para quebrantar las bases del Antiguo
Régimen, en algunas de sus manifestaciones eclesiásticas ó ·civiles
pero la inmensa mayoría apenas pretendía mejoras benéficas en la
agriciiltura, las comunicaciones, la instrucción, la _alimentación, el
vestido o cuestiones análogas. Y si consideramos "ilustrados" a los
obispos que abrían un hospicio o una escuela o mejoraban los
estudios de su Se1ninario,
p~sarian a engrosar_ este númeró no
pocos de los que soi:,. tenidos por más tradicionales.
Y nos parece absolutamente insuficiente el estudio
de los
obispos, varios de los cuales ni ·Son. 1ne:nci.onados o son apenas
citados de pasada. Hay que ir al Episcopologio final (págs. 221-
226) para encontrar sus nombres con dos o tres lineas como
mucho sobre sus pontificados.
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
Esa insuficiencia cambia radicalmente al ocuparse de la Edad
contemporánea de la que hace Cabeza
un relato pormenorizado
e interesante. Creo
que lo que voy a exponer refleja cuantitativa­
mente lo que decimos y
no deja en buen lugar al coordinador. La
Edad Media -ya hemos aludido a la página y media de la época
anterior a la Reconquista-le· ocupó a Reglerb cincuenta y cua­
tro páginas (págs. 5-59), los tres siglos de
la Moderna los liquida
Cabeza
en sesenta páginas (págs. 61-121), mientras que los dos
siglos de la Contemporánea le
ocupan noventa y éuatro (págs.
123-217). Creemos que
no acierta al calificar al obispo Almonacid
(1803-1821) de "ilustrado y reformador" (pág. 124)
por cuanto
fue bastante tradicional. Cuando dice que la llegada del Trienio
"supuso
la rehabilitación de eclesiásticos liberales a los que antes
se había tildado
de herejes" (pág. 129), nos deja perplejos al
incluir entre ellos a Francisco Antonio de Gardoqui, de quien afir­
ma que
fue "nombrado cardenal" (pág. 129). Cierto que había
sido .personaje importante
en la diócesis pero, desde el pasado
siglo estaba
en Roma, donde gozaba de gran prestigio, no tuvo
nada que ver con el
_liberalismo español y fue creado cardenal
por Pio VII en 1816, cuatro años antes del advenimiento del
Trienio, en pleno sexenio abs()lutista.
Ese extraño afán de querer encontrar hechos o actitudes pro­
gresistas donde
no había más que tradicionalismo secular,· pues
la conducta de algún clérigo avanzado que rechazaba todo el
pueblo
no significa nada, que ya hemos indicado al hablar de las
Sociedades de Amigos del Pais, vuelve a aparecer
en las páginas
de Cabeza, siempre
empeñado en descubrir Mediterráneos ine­
xistentes. Nos parece ridículo el que, para apoyar su fallida tesis
aduzca como testimonió :relevante el que un desconocido pintor,
en 1885, pintara un "interesante" cuadro sobre el Juicio Final en
el que no aparece el demonio y en el que, entre las ánimas, hay
alguna de raza negra u 01iental (pág. 137). Viendo
en ello, ade­
más, atisbos de ecumenismo. ¡Qué barbaridad! Y
mil testimonios,
que
por otra parte aduce, del ultratradicionalismo de los palen­
tinos, naturalmente
fruto de "la rutina y el confonnismo" (pág.
139),
no le hacen caer de su caballo.
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
De menor importancia pero que induce a confusión es la
mención
que hace a la instalación en Palencia, en el pontificado
de Lozano Torreira,
de las Esclavas de los Sagrados Corazones
(1873) (pág. 147). Aparte de no entender por qué se menciona
en este lugar solamente a esta congregación cuando también
varias otras llegaron a la diéícesiscuando la
regia aquel buen
obispo, no podemos identificarla, pues las Esclavas fundadas por
Santa Rafaela Porras son sólo del Sagrado Corazón y no existían
en aquella fecha, como tampoco las Esclavas del Divino Corazón,
del beato
Spfnola. Y si las del Corazón de Jesús acababan de ser
fundadas
en 1872 parece imposible que en un año saltaran de
Córdoba (Argentina) a Palencia. Cinco
páginas después habla de
otras congregaciones femeninas
que llegaron a Palencia e insiste
en las Esclavas de los Sagrados Corazones aunque ahora dice que
vinieron en 1882 (pág. 152).
Nos parece excesiva la extensión dada al "proselitismo pro­
.restante" (págs. 150'151) que, por lo que expone .el autor, debió
ser mínimo
-prácticamente el único hecho que se narra· es .el
apedreamiento por el pueblo de Cevico de la Torre de un pastor
protestante que tuvo la osadía de presentarse allí a exponer sus
doctrinas. Y, una vez más, su posicionamiento de siempre: "Entre
los católicos palentinos se iban consolidando los dos consabidos
frentes, un catolicismo tradicional de rotunda intTans~gencia con
las otras confesiones, y otro liberal contrario al fanatismo y la
superstición" (pág.
151). Lo que responde mucho más a la ima­
ginación de Cabeza que a la realidad. Porque, ¿dónde está es'e
segundo frente católico? En ningún sitio. Y no deja de ser curio­
so que, desde la Biblioteca
de Autores Cristianos, se califique al
catolicismo español del
últjmo tercio del siglo XIX de fanático y
supersticioso. Pues, ¡qué bien! POr supuesto, todas las actuacio­
nes de la Iglesia en beneficio de los más necesitados, muchísimas
y meritorisirnas, de las que da amplia noticia, adolecían de un
notable pecado original: el "excesivo clericalismo", el "paternalis­
mo"
... (págs. 149, 157).
Más grave es decir que quien fue obispo de Palencia, Ramón
Barberá
y Boada (1914-1924), lo fue antes de Ciudad Real, desde
1908 (pág. 175). Pasemos lo de 1908, aunque fuera nombrado
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
obispo el 19 de diciembre de 1907, siendo, por tanto, consagra­
do el año siguiente, pero no de la capital manchega, es decir,
Prior
de las Ordenes Militares, sino titular de Anthedon, in parti­
bus Jnfidelium, Administrador Apostólico de Ciudad Rodrigo. El
que ambas diócesis comiencen
por Ciudad no excusa el error.
Será la República la
que haga incurrir a Cabeza en eso tan
extendido que más que un ertor ·es un sentimiento utópico e ire­
nista que le impide ver la realidad mientras se imagina una ine­
xistente.
La República fue aceptada. por los católicos. Punto. Evi­
dente1nente sin cohetes · ni entusiasmos. El autor consigna cómo
el obispo Parrado pidió a sus sacerdotes, siguiendo las instruc­
ciones
de Tedeschini, acatamiento a la nueva forma de gobierno
y respeto a las autoridades.
La Federación Católica Agraria la reci­
bió con resignación (pág: 187). Y
no hubo el menor incidente
antirrepublicano
en la provincia. Pero el 10 de mayo ~aún no
habla transcurrido un mes desde la proclamació~ ya estaban
ardiendo las iglesias
en Madrid y, al día siguiente, en diversas
localidades del Sur y del Levante.
El proyecto de Constitución,
son palabras del autor, "dibujaba un Estado sin religión" (pág.
188). Y los católicos se sintieron heridos. Y los obispos protesta­
ron. Pues,
muy mal. Porque, "lo más negativo de todo esto es
haber creado tempranamente
un estado de opinión de absoluto
rechazo a la república, sin entrar en distinciones ni valorar en
conjunto las necesidades de la nación y las amplias posibilidades
que ofrecía el nuevo régimen
de libertades" (pág. 188). Esto es
estúpido, esto es falso y esto es una vergüenza en un libro de la
Biblioteca de Autores Cristianos. Para leer este falseamiento
de la
historia basta
con El País. ·
.Los templos quemados, los jesuitas disueltos, el cardenal Pri­
mado y el Obispo
de Vitoria expulsados de España, el crucifijo,
de las escuelas, la enseñanza católica en gravísimo riesgo, el pero
en Ji miseria ... Y ¿alguien puede hablar, desde una perspectiva
católica, de un régimen de libertades? Usted, señor Cabeza, con­
vierte a los agredidos en agresores y a éstos en aquéllos. Y eso
es pura y simplemente mentir. Aunque se lo haya consentido, y
seguramente hasta avalado, el carmelita Teófanes Egida.
Si bien
también es posible que no haya coordinado nada ni se haya ente-
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
rada de nada. "Los católicos se dolían del indiscutible sectarismo
de las reformas" (págs. 190-191): enseñanza laica, cierre de cole­
gios religiosos, prohibición a las órdenes y congregaciones
de
ejercer la enseñanza, expulsión del crucifijo de las escuelas ...
pero eran tan cerriles qu_e protestaban de ese cambio "sin valorar
sus indiscutibles méritos" (pág. 191). Que Cabeza se encarga de
res_altar. Annque, tal vez .con mala -conciencia, añade ·sobre tan
maravilloso régimen: "El. hecho de entender que la renovación
pedagógica exigía romper
con la tradición católica fue, sin em­
bargo,
un gravísimo error: ignoraba el pasado, contradecía la rea­
lidad y olvidaba
que la inmensa mayoria del alumnado pertene­
cía a familias cristianas" (pág.
191). ¿En qué quedamos? ¿No era
un régimen de.libertades de indiscutibles méritos? Es que la cua­
dratura del círculo termina siempre siendo imposible.
La guerra
civil comenzaba a gestarse. Todo observador imparcial, que
no es
el caso
de Cabeza, l<':ndrá muy claro quiénes eran los agredidos
y quiénes los agresores.
Del último obispo
que trata con alguna extensión es de Souto
Vizoso
(1949-1970) .. Don Anastasia Granados (1970-1978) y Ni­
colás Castellanos
(1978-1991) apenas aparecen. Y de Blázquez
(1992-1995) y Palmero (1995-) ni mención. CasteUanos, que pasó
por la diócesis como una plaga de langosta que convirtió un ver­
gel
de cristiandad en un erial, es demasiado bien tratado paro sin
los hiperbolismos a
que nos tienen acostu111brados algunos epí­
gonos del progresismo.
Con las reservas mencionadas, estainos ante -un trabajo 'im­
portante e ilustrador que nos da un.a idea de lo que fue la dió­
cesis palentina
en la Edad Contemporánea.
De. la hoy archidiócesis de Valladolid (págs. 235-378) se
ocupa el clérigo Luis Resines (Valladolid,
1943). Nos hemos ocu,
pado de él recientemente al comentar un libro suyo sobre Cate­
quesis y nuestra impresión no pudo ser. peor.
Puede llaniar la. atención el que, frente a las doscientas trein­
ta y
una páginas dedicadas a Palencia y las doscientas veinticua­
tro de Segovia, sean solamente ciento cuarenta y tres las referi­
das a la metropolitana. Aunque sea un obispado mucho más
reciente
por haberse creado en los días finales del siglo XVI.
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. INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
Creemos que Teófanes tampoco debió leerse lo escrito por
Resines pues, aunque compartiera todas sus tesis hubiera hecho
alguna. corrección ortográfica como la de un clamoroso "todabía"
(pág. 275) que me saltó a
.los ojos pasando páginas de las que,
por su época, ni me voy a ocupar ni he leído con atención.
También llama la atención
un hecho que seguramente pasará
desapercibido
al lector si no le hacemos caer en ello. Suponemos
que Egido, como coordinador, debió ser quien eligió a los auto­
res de los diversos trabajos. Resines le
quedó agradecidísimo.
· Mucho más que los otros. Nos valemos del Indice onomástico.
Cabeza le cita
una única vez (pág. 71). Reglero y Banio no se
acuerdan para nada de tan egregio historiador. Resines parece
que se pasa. Nada menos que en las páginas 237, 239, 243, 244,
247,
257, 266, 273-276, 280 y 303 nos lo trae como cita de auto­
ridad. Con lo que, después
de Alfonso VI, Alfonso X, Banio Go­
zalo, Cabeza, el obispo Manuel de Castro, Diego
de Colmenares,
Felipe II, Fernando VII, García Villoslada, Palomares, Pío IX,
Reglero, el jesuita Revuelta, los Reyes Católicos y Sangrador es la
persona cuyo nombre aparece más veces
en el texto. Si. descar­
tamos a Barrio, Cabeza y Reglero, que se citan a ·ellos mismos, o
a personas que llenaron la historia: los reyes y Pío IX, nos pare­
ce
un' exceso de adulación por parte de Resines. Y compararle
con historiadores como Colmenares,
Garáa Villoslada o Revuelta
una verdadera exageración.
La expulsión de los jesuitas, en lo que sigue "el estudio cer­
tero
de Teófanes Egido" (pág. 280) nos parece, tras leer·ª Resi­
nes, más que justificada.
Otra vez, muy bien la BAC justificándo­
la. Eran enemigos del poder constituido, defendían el tiranicidio,
suponían un Estado dentro del Estado, estaban al frente de la
oposición política
... (pág. 280). Con que hubiera añadido que uti­
lizaban el veneno, incluso en las hostias consagradas, traiciona­
ban el secreto de confesión en provecho de sus bastardos inte­
reses y eran acabado modelo de hipocresía estaríamos ante unos
de esos panfletos
de los siglos XVIII y XIX que creíamos habían de­
saparecido para siempre. Porque lo de sus riquezas también está.
Silencio absoluto sobre los obispos del siglo
XVIII, salvo que
aparezcan mencionados incidentalmente con motivo de trátar otro
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
tema, por ejemplo, la expulsión de los jesuitas. Quedan relega­
dos a las tres o cuatro lineas del Episcopologio
que aparece
en el Apéndice. Rubin de Celis (1768-1773), Soria (1773-1784) y
Morón
(1785-1801) ni siquiera son mencionados en elcuerpo del
texto.
¡Vaya historia de la diócesis!
Como
habla ocurrido con la diócesis de Palencia también
ahora es mucho más extenso el estudio de la Edad contemporá­
nea (págs. 307,367). Se equivoca Resines totalmente al conside­
rar al obispo Rivadeneira carlista (pág.
312). Fue de los pocos
abiertamente isabelinos aunque
no formara parte de aquella hez
del episcopado
que se alineó con el Gobierno perseguidor de la
Iglesia.
La mejor prueba de ello es que permaneció al frente de
la diócesis todo el período revolucionario cuando tantos herma­
nos suyos sufrían la prisión o
el destierro.
Otra muestra del celo coordinador de Egida lo encontramos
en este lapsus, por otra parte fácilmente subsanable, que evi­
dentemente
no advirtió, pues, de haber leído el trabajo, lo ha­
bría subsanado:
"el clero regular poseía, en conjunto, más bie'
nes y de mejor calidad que el clero regular" (pág. 316). Pues,
qué bien. Teófanes Egida es mejor coordinador que Teófanes
Egida. O
e.n que tampoco haya advertido. que su historiador
vallisoletano llama indistintamente al último obispo
que rigió
aquella diócesis Rivadeneira (pág:
312) o Ribadeneira (pág.
317). Según Resines, "no hizo especiales ascos al proceso desa­
mortizador
que le te>có vivir" (pág. 317). Ce>sa extraña en un
obispe> según él carlista. Nosotros creemos, en cambio, que hizo
muchísimos. Hasta el extremo .de
que fue uno de los veinticin­
co. obispos que en 1839 se dirigieron a Gregario XVI denun­
ciando la trágica situación
de la Iglesia española. Y en el valli­
soletano, y en alguno más, .con extraordinario mérito pues la
mayoría de los firmantes estaba en el exilio o confinados lejos
de sus diócesis y no tenían mucho más que perder mientras que .
él permanecía al frente de su obispado.
Pero este genio de la historia también lo es de la sintaxis.
Véase si no esta oración atributiva gue incluye una subordinada
sin sujeto, "Signo del gobierno moderado que preside, es el re&­
tablecimiento del presupuesto de Culto y Clero" (págs. 317-318).
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INFORMÁCIÓN BIBLIOGRÁFICA
¿Que preside quién? Nadie. No hay ningún presidente de Go­
bierno
en todo el párrafo:
Su manía al gran catequista García Mazo, cuya "obra es refle­
jo del más absoluto integrismo teológico, moral y disciplinar"
(pág. 318), le viene de antiguo, y ya me
he referido a ello en otra
ocasión. Sólo diré ahora que, casi doscientos años después,
aún
se sigue hablando de aquel insigne magistral de Valladolid. Dudo
1nuchísimo que dentro-de cincuenta años alguien mencione a
Resines.
El largo párrafo dedicado al "motín del pan" (págs. 318-319),
con atisbos de historiografia marxista, tiene tanto que ver con la
historia de la diócesis como un pedrisco que hubiera caído en
Iscar o en Cigales. Tenia Valladolid, por aquel entonces, otra figu­
ra egregia
en su cabildo, Juan González Medel, a quien toda
España reconocía
por "El Chantre". Pues para este clérigo insoli­
dado con las glodas de su Iglesia era "conocido por sus furibun­
dos desplantes ultramontanos" (pág. 319). No estamos leyendo
El
País y perdóneseme ·que lo cite de nuevo. Aunque cueste traba­
jo creerlo estamos con un libro de la BAC.
El primer arzobispo de Valladolid, Don Luis de la Lastra no
fue nombrado el 3 de agosto de 1856 (pág. 319) sino de 1857. No
fue el bienio _progresista propicio a no1nbramientos episcopales.
Pero, ¿qué sabrá de eso Resines? Ni tampoco el primer arzobispo
de Valladolid rigió
la diócesis "durante l,¡. época moderada" (pág,
320). Porque .una cosa fueron los gobiernos moderados y otra,
muy distinta, los
de la Unión Liberal. No es de extrañar que, con
esos conocimientos de historia, y sonándole
que la República no
se entendía bien con .la Iglesia, nos obsequie con esta frase: "La
hostilidad (entre el liberalismo y la Iglesia) se traduce en una gue­
rra _declarada, en los años siguientes, hasta que se proclamé la
Prilnera república, y se reproduzca ~con mayor virulencia, si cabe,
la mutua animadversión" (pág.· 321). Pues tampoco. La mayor
vinllencia antic_atólica fue en los años anteriores a la República.
Los de ésta, sin ser buenos, fueron más tranquilos para la Iglesia,
o_cupados los gobernantes en otros 1nenesteres. Tres guerras civi­
les simultáneas, la división entre los republicanos, cuatro Presi­
dentes
en menos de un año ... Y, cómo no, más atisbos de histo-
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
riador marxista cuando ya esa escuela está archisuperada (págs.
321-322).
El segundo arzobispo de Valladolid, Moreno Maisonave, "como
consecuencia
de su manera de ser vehemente y arriesgada" (pág.
322),
que entendemos una critica, "provocó el disgusto del G~
bierno" (pág. 323) al publicar la Quanta Cura y el Syllabus sin
esperar el pase regio. Debe ignorar Resines que fueron muchos
los obispos españoles, vehementes y arriesgados, que hicieron lo
mis1no. Y que, además, hicie~on lo que tenían que hacer.
Y ahora la perla de las perlas. Este absoluto ignorante de la
Historia se cree
que en 1868 se proclamó la Primera República.
Serrano, Prim, Anladeo no existieron. El sexenio revolutj.onario
lo ocupó la Primera República (pág. 323). No fue éste un despis­
te momentáneo. ¡Que
ya seria despiste! Páginas después insiste
en lo mismo al afirmar que la Asociación de Católicos, que
comenzó a gestarse en 1868 y estaba en pleno funcionamiento
en 1869, él la llama Asociación Católica, nació "con ocasión de la
proclamación
de la República" (págs. 330-331). Y Teófanes sin
enterarse. Estaría en plena tnanifestación divina. ¡Cómo se puede
encargar a persona de ignorancia tan supina una historia que se
quiera seria!
Y, como tantas veces, el lamento de plañidera de lo peor. Las
protestas del arzobispo Moreno por las brutales agresiones al sen­
timiento católico, en lo que coincidió.con la práctica totalidad de
los obispos de España, "su postura combativa" (pág. 323), "sus-­
citó todo tipo de reacciones que abrieron aun más la fosa entre
los bandos enfrentados" (pág: 324). No, señor Resines. La fosa la
abrieron Ro1nero Ortiz, Montero Ríos, Ruiz Zorrilla... Lo único
que hi?o Moreno Maisonave fue protestar de esa fosa.
Pero no queda ahi la indocumentación del mal catequista
metido a
pésimo historiador. ''.La postura decidida de Moreno en ·
estas cuestiones le
había valido su nombramiento como cardenal
(13-3-1868)" (pág. 324). Y tiene la osadia de poner la fecha. Que
es lo único cierto. Porque el 13 de marzo de 1868 aun reinaba
Isabel II y aun faltaba-medio año para que triunfara la "Gloriosa".
Las protestas del cardenal, que le valieron una púrpura que ya
tenía, comenzaron en novif:mbfe de ese mismo año.
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INFORMACIÓN BIBLlOGRÁFIC/,
Ni el obispo Blanco destacó en el Concilio "por su ardiente
defensa de la figura del Papa y de la infalibilidad pontificia" (pág.
">26} ni éste, nuevo .arzobispo por traslado de Moreno a la archi­
diócesis primada,
en Valladolid "aglutina las reacciones del sec­
tor burgués" (pág.
327), sino las de los católicos. Otra vez el tufi­
llo
marxistizante siempre presente en Resines. Y sobre Blanco,
aún otro hallazgo más, asiente el arzobispo a sendas peticiones
que hace el Gobierno de descuentos en los haberes del clero con
motivo
de la mala situación de la Hacienda. Y seguro que no se
imaginan mis amables lectores cuál era el motivo de
esa ruina del
erario público.
"Las consecuencias de las guerras carlistas". Vale.
"Los crecientes gastos". Vale. Y ¡"la perdida de las colonias"! (pág.
327). Uno ya no sabe si Resines cree que Cuba y Filipinas se
perdieron antes de 1880 o
si achaca a Canovas la derrota de
Ayacucbo.
En este muchacho todo es posible. No hay más que
verle· afirmar que el tumo entre Canovas y Sagasta es para él
entre conservadores y progresistas (pág.
328). Y cuando se refie­
re a los Congresos Católicos, menciona sólo a .cinco (pág.
-330),
ignorando que se celebró un sexto en Santiago.
Fundar una. escuela para obreros responde naturalmente a
una "mentalidad paternalista" (pág. 332) y como el arzobispo les
ofreciera su palacio para establecer
un Circulo de Obreros, "el
tono paternalista
es patente" (págs. 332-333). Y el tono sarcásti­
co de Resines, también: "pobres seres pasivos, sin capacidad de
decisión, que pueden ser traidos o llevados en una u otra direc­
ción, dependiendo
del aire que sople" (pág. 333).
Muy escasas simpatías por el arzobispo García y Garcia de­
rivadas sobre todo de la escasa simpatía de Resines. al. Sagrado
Corazón (págs. 355-357) y, como todo es esperpéntico en este. tra­
bajo, le reprocha, también,
que "los acontecimientos de la Gµerra
Mundial
no suscitan especiales preocupaciones" (pág. 358) en el
arzobispo.
Lo extraño sería que el arzobispo de Valladolid publi­
cara pastoral
tras. pastoral sobre la II Guerra Mundial.
Ante la crisis
de la Acción Católica y la posterior Asamblea
Conjunta
no es dudoso dónde estaban las simpatías de Resines
para quien
el grupo contestatario era el "fiel al sentido de los
documentos conciliares" (pág.
363). Cabe observar_ que le trai-
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INF'ORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
dona el subconsciente y que no dice a los documentos concilia­
res.
Su elogio al administrador apostólico Larrea, obispo de León,
y
al arzobispo Delicado, después de haber.visto quién es Rc:;sines,
no redunda precisamente en loa de esos obispos.
Maximiliano Barrio (Frumales, Segovia, 1944) es quien se
encarga de presentarnos la diócesis de Segovia. Afortunadamente
sus conocimientos de la historia
están a distancias abisales de los
de Resines. Y como, ademásr su sentimiento es más eclesial nos
encontramos con lo mejor del volumen y lamentando que no se
hubieran elegido a historiadores semejantes para las otras dos
diócesis. ¿Objeciones? Alguna. Y
de cierta entidad. Alguna repetición
inútil (págs. 450 y 535), poca atención a los obispos,
que quedan
algo perdidos en el relato, intentos de pasar por "políticamente
correcto" al manifestar que la reforma religiosa del Trienio "con­
tenía muchos aspectos positivos" (pág. 538)
-yo entiendo que,
eclesiahnente,
ninguno--, o al referirse .al "triunfalismo fanatiza­
do" (pág. 539) de los realistas o a las "falaces alusiones al triun­
fo de la protección divina" (pág. 539). Cierto que hubo, como
dice Barrio (pág. 539), sacerdotes que pagaron su adhesión al
liberalismo. Pero de
un modo. mucho más llevadero de lo que
hablan pagado con los liberales los sacerdotes que se mantuvie­
ron fieles a la Iglesia, Ninguno llegó a ser asesinado como lo fue
el obispo de Vich, el cura Vinuesa y bastantes más.
Ahora
un párrafo inasumible: "Dentro del sector eclesiástico
la crisis provoca dos actitudes.
La de los nostálgicos del pasado
-es curioso el sentido peyorativo que hoy se atribuye al. noble
seritimiento de la nostalgia, decimos nosotros-----:, que aspiran a
retrotraer
el tiempo y ·sueñan con una restauración completa de
la Iglesia como había sucedido en 1814 y 1823, y la de los vigias
del futuro que, aunque
no aprueban los excesos revolucionarios,
lo consideran como algd irreversible y se -esfuerzan.por encon­
trar nuevas vías para revitalizar el catolicismo, adaptándose a la
nueva situación" (pág.
540): ¡Qué bonito!. ¡Qué vigías! Pero, ¿quiéc
nes eran esos vigías? ¿Dónde estaban? Ni U:n nombre._ Porque no
los hubo. Unos clérigos, y algún obispo, entregados a .la revolu­
ción y el resto,
una inmensa mayoría, sufriéndola. Ni la revolu-
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ción quería arreglo, sólo sumisión, ni la Iglesia podía someterse.
Eso fue lo
que ocunió. Pese a Barrio y sus vigías.
También algún
que otro error. Como llamar Biuster (págs.
564, 581, 599) al obispo
Julián Miranda y Bistuer. O Pozuelo
Hermoso (pág. 599), al también obispo Pozuelo Herrero, si
bien en otra ocasión escribe correctamente su segundo apellido
(pág. 563). Dice
que el obispo dominico Briz muere en marzo
(pág. 561) y en enero (pág. 599) de 1837. Llama Roberto
Echevarrfa (pág. 561) a
quien se llamó Rodrigo, lo que él mismo
reconoce páginas después (pág, 599). Del siguiente obispo,
García
Femández, nos dice que fue preconizado el 25 de
diciembre de 1875 y en la misma página, siete líneas después,
que el 3 de abrif de 1876 (pág. 562). Creemos que tiene razón
en la segunda. Y en este total desbarajuste de fechas, en el que
Barrio se contridice una y otra· vez a sí mismo, vemos también
que Cadena Eleta fue trasladado e Vitoria el 13 de enero de
1905 (pág. 564) y el 14 de noviembre del año anterior (pág.
599). De Miranda,
nos parece que retrasa en un año su trasla­
do a Segovia (1905) (pág. 564) pues debió ocunir a finales del
año anterior.
Seguramente al obispo al que dedicó más espacio es al
penúltimo
que ha tenido Segovia, Palenzuela, en mi opinión; un
pésimo obispo. El relato de Banio, pese a su extensión, no es
hagiográfico aunque tampoco critico. Pero él nos bas.ta para
poder afirmar que cuando dejó la diócesis ésta quedaba como si
hubiera
pasado por ella una plaga de langosta. Y perdón por
recurrir otra vez a estos devastadores animalitos pero es lo pri­
mero
que se me viene a la mente al ver los resultados. "En 1973
(Palenzuela fue nombrado
eh 1969) hay 248 sacerdotes en la dió­
cesis, coti una edad media de cincuenta y cinco años; en 1982 se
contabilizan 192 y en 1992 sólo 179, con una media de edad de
sesenta años" (pág. 586). "Si en la década del setenta el prome­
dio anual de ordenaciones es de 3,4 en la del ochenta baja a 1, 1
y en la del noventa apenas llega a uno por año" (pág. 587). Creo
que estas cifras excusan tódo comentario.
Pese a todo l trabajos del volumen.
Y éste un fracaso más de una empresa que,
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a juzgar los tres tomos que hemos leido hasta el momento, nace
fracasada.
Vaya modo de tirar el dinero en trabajos mediocres en
su inmensa mayoría, llenos de e1mres y alguno pura basura. Los
responsables 'de lo que debería

ser la gran obra de la Biblioteca
de Autores Cristianos de
los últimos tiempos aún podrían rectifi­
car los criterios de
selección de autores y, sobre todo, deberían
encomendar a
un historiador la lectura de los trabajos presenta­
dos antes de darlos a
la imprenta. De' no hacerlo as! esto no será
ya un fracasó1 será una vefgüenza.
FRANCISCO JOSÉ FERNANDEZ DE LA CIG01'1A
Juan Bms. Va/Jet de Go:ytisolo:, MANUALES
DE METO DO LOGIA JURIDICA <'>
El año pasado apareció el último volumen de la Metodología
jurídica, obra con
la que el ilustre notario y académico de la Real,
de Jurisprudencia y Legislación, Juan Bms. Valle! de Goytisolo
coronaba su trabajo de muchos años en esta materia. Seis grue­
sos volúmeues
con 7.498 páginas recogen las teorías, las doctri­
nas y las prácticas sobre los distintos aspectos de
la Metodología
jur!dica;
es_ decir, sobre la ciencia del método o modo de decir o
de hacer con orden alguna
cosa en el Derecho; b también el pro­
cedi1niento que se sigue en toda ciencia·-y, por supuesto,.en la
del Derecho-para hallar y enseñar la verdad.
Ahora, a ruego _de amigos Y juristas, salen a la luz estos
"Manuales" que vienen a sintetizar aquélla otra obra 1nonumen­
tal, facilitando a todos -especialmente a estudiantes y a futuros
doctorandos--, el acceso a esta ciencia y

a profundizar
en los
campos
que abarca; que son los de, las leyes, el Derecho y el de
la propia ciencia expositiva y explicativa del Derecho (1).
(*) Ed. Furidación Cu_ltúral del Notariado, Madrid, 2004; cuatro v9lúmenes: I
(211 págs.), Il (243 págs.), lll (299 págs.) y N (193 págs.).
(1) Para_ recensiones de estos ~ibros, vid Revista ]ui"ídica del Notariado,
núms. 1 (enero-n1arzo, 1992); 12 (octubre-diciembre, 1994); 19 (julio-septiembre,
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