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Número 429-430

Serie XLII

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José Ramón Eguillor, Manuel Revuelta, Rafael Mª Sanz de Diego: Memorias del P. Luis Martín, General de la Compañía de Jesús. Tomo I (1846-1891), Tomo II (1892-1906)

INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA.
José Ramón Eguillor, Manuel Revuelta
y Rafael M. ª Sanz de Diego: MEMORIAS DEL P. LUIS
MARTÍN, GENERAL DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS.
TOMO 1 (1846-1891), TOMO 11 (1892-1906)'')
Estamos ante una obra importantísima que, nos temeinos, ha
pasado muy desapercibida. Sin merecerlo. La creemos capital
para conocer quien fue el
24 Prepósito General de la Compa­
ñía de Jesús,
Ja misma Compañía y la época histórica que le
tocó
vivir (1846-19o6), con especial incidencia en la historia de
España. Capital, porque está redactada
por el protagonista y, ese
protagonista era nada menos que el Papa Negro. Esa persona de
quien decían era quien más mandaba en la Iglesia después del
Papa Blanco, el Romano Pontífice, y algunos opinaban
que inclu­
so más
que él.
A nú el libro .tne descabalgó esquemas que creía fundadísi­
rnos.
Los jesuitas ten!an muy poco poder y, además, el Papa sim­
patizaba poco con ellos. Y ellos,
en general, al menos desde
España., sintonizaban poqu!simo con el Romano Pontífice. Me
refiero,
por supuesto, a León XIII. Sus riquezas eran más bien una
discreta pobreza. Pero bastante pobre. Y eso que en España eran
casi privilegiados comparados con otras naciones. Perseguidos
en todos lados, eran echados periódicamente de sus casas. Que
tenían que abandonar con lo puesto y poco más. Y as! vemos a
los españoles acogidos
en Francia para ver poco después a los
franceses acogidos en.España._ Eso es ccinocido de todos. Pero los
detalles de las expulsiones cobra vida entrañable en la narración
de tanta persecución. Aunque, ciertamente,
no faltaban personas
fidelísimas a la Compañía
que procuraban mitigar tanta desgracia.
En primer lugar la obra es una autobiografía del
P. Martín. Y
la imagen
que él nos da de si mismo nos parece bastante peno­
sa. T'nnido, orgulloso, vanidosos, pagado de si mismo, poco
(*) Universidad de Deusto, Ediciones Mensajero, Institutum Historicum S. J.,
Universidad Comillas, Madrid, 1988, XLVII+ 1120 y LII + 1075 págs.
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sociable, poco piadoso aunque ritualista, al menos hasta su "con­
versión" que no tuvo lugar hasta diez años antes de su muerte y
cuando ya llevaba varios de general de la Compañía, autoritario,
carente de amigos, ordenancista, falso, astuto y calculador, tai­
mado si se quiere, minucioso, despegado de su familia,
que eran
sólo sus padres y
un hermano que murió enseguida -otros ha'
bfan 1nuerto antes de su ingreso en l.a Compañía-:-, eón defectos,
que él nos narra, graves aunque tan ocultos que nadie sabtía de
ellos
si no los hubiera reflejado en sus memorias. Con afectos
extraños hacia compañeros, que parece no pasaron de inclina­
ciones desordenadas, aunque tampoco era insensible a la belle0
za femenina, dado a lecturas no. recomendables, que hacia a
ocultas y sin· conocimiento de sus superiores, con ya extrañas y
morbosas curiosidades que le llevaban a hurtar horas de sueño
para subir, desapeicibido, _ a terrazas para curioséar desde alli, con
pristnáticos, el entorno residencial,. incluso aun_ siendo Prep_ósito
General
1 severo con sus compañeros, o con sus hijos, cuando _ya
ocupó cargos de gobierno: .. Si no hubiera él narrado los rasgos
de_ su personalidad creeriamos los había escrito un enemigo de
la Compañia. Cierto que, tras
cada Ejercicios espirituales del año,
pareáa decidido a abandonar tantas miserias. Pero, como él
mis1no dice, esos propósitos le duraban poquísimo para volver a
reincidir en sus extrañas costumbres. ~e'._ -su vanidad recojamos
solamente su prurito de escribir versos -jamás encontré_ ningu­
no de ellos reproducido por lo que pienso deberian ser de muy
escaso valor, aunque él creyera lo contrario-y el afán de citar­
los y llevarlos consigo
-,con él fueron a Roma cuando fue .ele­
vado a los más altos destinos de la
Compañía-y en que des­
pués, a su muerte, volvieran a España con sus ~emorias, clan­
destinamente, en decisión que nos parece por lo menos irregular
pues los papeles del general
de la Compañía deberian quedar en
Roma a disposición y decisión de su sucesor. Y ya que hablamos
de los afanes literarios del
P. Martín no estará de más el señalar
como después
de haberse iniciado en un estilo barroco llegó a la
conclusión de
que no estaba en él la belleza literaria y evolucio­
nó a uno más sencillo y directo tomando por ejemplo a quien le
debió parecer el genio
de las Letras españolas. ¡A Hartzenbusch!
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Pues bien, en 1895, cuando ya era General de la Compañía y
por tanto con más trabajos y preocupaciones que los que le ha­
blan
ocupado en todos sus años anteriores, encuentra. tiempo
para escribir sus Memorias.
Y, no un breve relato de su vida, más
de dos mil páginas, y los editores nos han ahorradó unas cuan­
tas, seguramente otro Volumen igual"·a los editados, en libro que
no es de bolsillo precisamente. Debieron ser muclúsünas las
horas que dedicó al trabajo y sospechamos que furtivamente. Y
como además pensaba
que para su cargo le converuan los idio­
mas, las redactaba indistintamente
en castellano, inglés y francés
para perfeccionarse
en estos dos últimos. Lo que sin duda le ocu­
parla más tiempo todavía. Nunca me había encontrado con tan
absurdo sistema de aprender o perfeccionar idiomas. Y en per­
sona.
que en su curia tema a su disposición ·a franceses e ingle­
ses
con los que practicar todos los días y, si lo estimara oportu­
no, para recibir de ellos clases particulares.
Tan -extensísimo relato desmenuza su vida que llegamos a
conocerla
al detalle. Tanto en sus aspectos externos como en los
internos o psicológicos. Pero también nos sirve
para cbnocer
exhaustivamente a la Compañía de Jesús .de sus días. Y días en
verdad complicadísirnos. Si la fundación ignaciana conoeió casi
siempre notables dificultades, el último tercio del siglo
xrx y los
primeros años del
XX fueron especialmente conflictivos para ella
en España, Italia, Alemania, Francia, Polonia, América hispana ...
Seguramente los editores, aterrados ante la e, nos
han ahorrado páginas del generalato, que parecen interesan­
tísimas, por 'lo· que las Memorias no nos dan una versión univer­
sal de la Cómpañía. Pero su acontecer en la provincia de Castilla,
de· la que el P. Martin fue Provincial, queda reflejado con tal
minuciosidad
que bien podriamos decir que estamos ante una
crónica de la misma.
Al igual que del destierro de Poyanne. Y
también aquí, sorpresas. Aquel cuerpo monolítico, de obediencia
perinde ac cadaver, de personas preparadísimas y llenas de vir -
tudes no era tal sino una especie de olla de grillos. Los novicios
llegaban
con escasísirna preparación y buena parte de ellos no
eran aptos para obtener de ellos lo que la naturaleza no les había
dado, los profesores,
en buena parte malos, muchos de los
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padres hacían lo que les daba la gana y se odiaban entre sí y a
sus superiores, los abandonos erán numerosos1 tanto. entre novi­
cios como entre padres, éstos estaban tan apegados a sus propias
ideas· qúe creaba:tl no pocos Conflictos a superiores en la
Compañia, a obispos y aun a seglares ... La pobreza encontraba
algunas resistencias, la obediencia, todas. Sólo la castidad pare­
áa generalmente observada pues las quiebras a la misma son ver­
daderamente mínimas. Prácticamente inexistentes. Por supuesto
que hay
que aplicar a todo ello las correcciones que impone el
carácter
de Luis Martín. Entre sus defectos, notables, no estaba el
de la relajación
de la austeridad. Austero lo fue siempre. M_ás por
inclinación natural que por virtud. Y ello le inducía a severidades
que no venían exigidas por la entidad de los defectos. Lo que a
él le parecían graves faltas más bien las creemos atenuaciones no
pocas veces de escasa monta.
En cuanto a la obediencia ya hay mucho más que decir.
Porque los jesuitas españoles
de la Provincia de Castilla, y yo
creo que
podemos extenderlo a la de Aragón y también, aunque
algo menos, a la recién cread,a -de Toledo, vivieron en esós años
una gravísima crisis que llegó a preocupar en el Vaticano y que
causó mil inquietudes al General, P. Anderledy, y al P. Martín
como superior, provincial y más tarde Prepósito General de la
Compañía.
Me estoy refiriendo a la división política que afectó
entonces a los católicos españoles y a la .que después ded.icare­
mos más atencióri.. Pero también -hllbo otras cuestiones menores
respecto a los ministerios, la dirección de monjas, que el P. Martín
odiaba, siguiendo en ello al general Anderledy, las obras parti­
culares
... Luego nos referiremos a la genial intuición de P. Gómez
que dio lugar a Comillas. Porque lo del P. Mazquiarán en Tu dela
es 11ura anécdota sin -:trascendencia. El calculador y·· minucioso
Martín no podía entenderse con aquel soñador de amplios espa0
dos apostólicos que se asemejaba mucho má.s a un Javier de con­
quistas que a
un calculador de gastos, profesores y consecuen­
cias políticas. Todo
debe haber en la viña del Señor. Y, cierta-
1nente, algunos --deben ser enfyenados. Pero _bueno serla también
que los otros tuvieran ilusiones y no meros cálculos. Luego está
también
la Providencia. Con quien tan pocos cuentan. Unos,
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porque tan convencidos como están de que marcha con ellos, lle­
gan a olvidarla. Otros, pmque, en el fondo, no llegan a creer que
ex:ist,,. El P. Gómez era de lo.s primeros. El P. Martín tal vez lle­
gara a pensar que la Providencia era él.
También llama
la at,,nción en esos días la cantidad de sacerc
dotes, y varios canónigos entre ellos, que por entonces solicita­
ban su ingreso en la Compañía de Jesús en busca, sin duda, de
111ayor perfeCción. Abandonando-_puestos honrosísimos en la
Iglesia, algunos sin duda camino del obispado, por la pobre sota­
na jesuítica. Y
por una vida de pobreza y obediencia. Que a la
castidad ya estaban obligados. Mucho me temo
que casos tan fre­
cuentes aquella época sean
hoy auténticas excepciones. Como el
de seminaristas que cambien su seminario
por el noviciado de la
Compañía,. como ocurrió,. entre otros muchos,· con el Padre Luis
Martín. Tal vez debieran pensar los responsables de la Compañía
de Jesús cual es la causa de semejante cambio .. Yo la entiendo
1nuy clara. Pero tampoco es lugar el de esta recensióil para expo­
ner más extensainente mis opiniones sobre la actual crisis de la
fundación ignaciana.
Si todo lo que hemos referido hasta ahora es historia, de la
Iglesia y de España, ahora vaffios a entrar en lo·que es pura asig­
natura. El P. Martín vivió important,,s sucesos de la historia de
España.
En lo que a expulsiones jesuíticas respecta le tocó las de
la Gloriosa y de .ello queda puntual referencia tanto del destierro
en Poyanne como del motin que le tocó vivir en León. También
los avatares de Loyola
quedan reflejados si bien con menor
extensión. Capítulo fundamental fue la fundación de Comillas
con todo lo
que significó para el catolicismo hispano. Fue una de
las obras verdaderamente. insignes de
fa . Compañía en España· y
hoy es
trist,, ver como agoniza suicidada por el progresismo
jesuítico actual. Hábilmente camuflada
por otras instituciones dis­
tintas
y prósperas: ICAI, ICADE ... , integradas artificialment,, en lo
que Comillas
no era, apenas disimulan el perecer de aquella ins­
titución admirable que llenó de obispos y
de celosos sacerdotes
a la Iglesia hispana. El Padre Martin, tan poco dado a hablar bien
de nadie, parece hacer una excepción con el segundo marqués
de Comillas. Aunque
no hubiera faltado más que, después del
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA ·
espléndido regalo. que hizo a· 1a Compañía de Jesús, lo fuera a
poner verde.
También está relatado,
con la minuciosidad propia de un
espú·itu minucioso la primera Corigregación general que tuvo la
Compañia de Jesús fuera de Roma y en la que precisamente fue
elegido Prepósito General el Padre
Luis Martín. Y el descontento
de parte de los jesuitas con el gobierno de su anteces.or el Padre
Anderledy. Martín, anderledista acérrimo,
no se caracterizó por la
defensa
de quien le habia llamado a Roma y le nombró vicario
general. Una vez más, el cálculo y la frialdad de sentimientos
dominaron a la devoción. y a
la lealtad personal. También queda
constancia de las reservas de León XIII y de Rampolla ante la acti­
tud de los jesuitas y de Anderledy, aunque no faltaran retonoci0
mientas póstumos. En las notas, ejemplares y que rezuman sabe­
res, del
P. Revuelta, se apuntan también graves discrepancias de
San Pio X con el Padre Wernz, sucesor en el generalato del Padre
Martin. Lástima
que no tengamos más precisiones. Las notables
diferencias del, también general, Padre
Arrope
con Pablo VI, Juan
Pablo I y Juan Pablo Il, que llevaron a este último a interferir ert
el gobierno de la Compañía por un medio extraordinario, jamás
utilizado hasta entonces, parece, contra el creer de muchos, que
no_eran cosa nueva entre los jesuitas. Aunque.es preciso recono­
cer que el giro radical que se produjo en León XIII respecte;, a los
jesuitas se debió a la obediencia total del nuevo Padre General a
su politica.
Al Papa le desagradaba el poco afecto de la Compañia
al tomismo y, sobre todo, su apoyo al integrismo. La cauta pru­
dencia del Padre Martin ante lo primero y su decidida alineación.
con el Papa: y con Ra1npolla ante lo segundo, aun renunciando a
su propia opinión -el P: Martín quería para los suyos una total
asepsia política y, además, en el fondo era-carl~ta, 1nientras que
el Papa reclamaba el compromiso con los poderes fácticos: La
dinastía liberal en España, la República en Francia, la Monarquia
inglesa
... -, llevó no sólo a la reconciliación sino a una total satis­
facción del Poniífice.
Que cambió por completo de actitud ante
la Compañía. El Padre ~artín Se sintió 1nuy identificado con él.
No tanto con el Secretario de Estado de quien no tenía un -gran
concepto. Tal vez porque eran personalidades muy parecidas.
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
Porque debemos precisar que las discrepancias del Pontífice
con Anderledy
no se debían a la Compañía sino, sobre todo, al
cambio de actitud derPontificado respecto al liberalismo o, mejor
dicho, ante las situaciones liberales. Más o menos radicales. Y
ante el abandono de la defensa
de los legitimismos. No era fácil
descomprometer a
una Compañía comprometida y convencida
del compromiso. Y más dificil todavía comprometerla
en lo con­
trario. O
en lo que a muchos se lo parecía. De los contenciosos
del
P. Wernz con San Pío X nada podemos decir porque los des­
conocemos.,
Los de Arrope fueron distintos. Ahí no había cam­
biado
el Pontificado sino la Compañía. Que tampoco seguía al
Papa, en· eSte caso a los Papas, en sus directrices. El Padre
Kolvenbach ha intentado recomponer las relaciones, con resulta­
do discutible. Pero ya la Compañía no es lo que era y, además,
en días de contestación general, pasa mucho más desapercibida.
Y llegamos
al punto capital de las Memorias del P. Martín: la
división de .los católicos. Me parece un documento extraordina­
rio para dilucidar cuestión
tan tratada por los historiadores. En
España. y
en el extranjero. Porque la política de León XIII tuvo
contestaciones
no sólo en España. El Padre Luis Martín no era de
familia carlista pero, en Poyanne, co1npartió esas Simpatías, gene­
rales en los jesuitas del destierro, y luego las mantuvo de algún
modo aunque
no le entusiasmara la figura de Don Carlos. Por
supuesto
que desde su frialdad psicológica. Después vivió las
diferencias entre los católicos, el distanciamiento de los obispos,
las encarnizadas polémicas entre unos y otros. Y su línea de con­
ducta la tuvo clara desde el primer momento. Mantenerse
al mar­
gen por el bien de la Compañía. No le interesó nunca· saber si
alguien tenía la razón, es más, él creía que alguien la tenía, pero
eso no tenía importancia. Había que sobrevivir y, p_ara ello, la
mejor manera, ségún él, era estar al margen de esas éuestiones.
Pero Roma queria una alineación. Contraria al sentir mayoritario
de los jesuitas espaf\oles. Entonces, cuando vio
que el margina­
lismo tampoco bastaba, se alineó decididamente con la política
vaticana.
Ni Don Carlos ni integristas. Maria Cristina. Era, además,
la política que más frutos prometía, al menos mundanos, porque
era el Gobierno. Gobierno que, además, no se portaba mal con
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ellos. La celebración de la Congregación general en Loyola, sin
problema alguno era la mejor muestra de ello. Lo quería el Papa,
lo
queña Rampolla, lo. queña el Gobierno pues, de cabeza.
Bueno,
de cabeza no, porque él nunca abandonaba cautelas, cál­
culos y prudencias. Casi se
podña decir que lo que le hubiera
gustado más hubiera sido engañar a todos y que todos se hubie­
ran creído que estaba con ellos. Pero tenía que ser en el fondo
del corazón
de cada uno porque si lo manifestaban al exterior se
descubña el pastel. Como esto era imposible, la calculada impar­
cialidad. Los textos y los
documentos son paradigmáticos, Y la división
de l_a Compañía, también. En la Provincia de Castilla, y creemos
que se puede extrapolar a Aragón y, en menor grado pero tam­
bién a Toledo, los jesuitas eran en su gran mayoña integristas y,
algunos, leales. Dinásticos, apenas ninguno. Los enfrentamientos
fueron gravísimos.
Con falta, incluso, a la caridad. Luis Martín,
como Provincial y como General, prácticamente acabó con ellos.
León
XIII y Rampolla tuvieron en él un colaborador extraordina­
rio. Y
el vuelco de la Compañía fue espectacular. No hemos tras­
crito textos del P. Martín para .no hacer todavía más .extensa esta
nota. Pero sí queremos dejar constancia de uno que nos parece
exactís1tllo y muy importante. Quien queña, y consiguió, apartar
a la Compañía del integrismo,
secundando en ello los deseos del
Papa, refleja
con total exactitud -tendña muchos defectos pero
de tonto no tenía nada~, la política que deseaban el Pontífice y
su entonces Nuncio en España y después Secretario de Estado,
Rampolla:
"los dos partidos que se llamaban católicos de unionis­
tas y antiunionistas
cada vez se separaban e irritaban más a pesar
de los esfuerzos que el Papa y el Nuncio hacían para unirlos o,
mejor dicho,
para hacer que los segundos callasen y desapare­
ciesen dejando el campo expedito a los primeros" ( I, pág. 649).
En ello Peed y Rampolla fueron decididos e inexorables. El
P. Martín comprendió enseguida donde estaban el futuro y las
buenas relaciones con el Papa. Y en eso se volcó. Ahora, tam­
bién es preciso decir que, pocas veces hemos visto descrita ·con
más precisión y menos palabras, la actitud pontificia ante la divi­
sión
de los católicos españoles.
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INFORMACIÓN EIBL10GRÁFICA
De todo ello queda cumplida referencia en las Memorias. Así
como de las reservas de algunos Obispos con los jesuitas: Cámara
en Salamanca, Sánchez de Castro en Santander, Gómez Salazar
en Burgos. L.os Congresos Católicos, el Padre Mir, Don Carlos, No­
cedal, Sardá
... , no podían faltar en estas páginas. De enorme im­
portancia para la historia
de aquellos días. Creo que todo lo escri­
to
con anterioridad a su publicación deberá releerse después de su
testimonio.
Se coincidirá o no con las tesis. del Padre Martín, si es
que tesis pu~den llamarse a sus calculadas posiciones, pero es pre­
ciso
leerl~. Y considerarlas. Se entenderán 111ejor muchas cosas.
Sus relaciones con Marlinez Izquierdo, su obispo en Sala­
manca, fueron anteriores a. estas cuestiones. Su opinión, dema­
siado cicatera con el prelado que yo creo valía más de lo que el
Padre Martín consideraba. Pero, con ese desprecio,_ salir a pasear
con él Casi todas las tardes para tenerle propicio y aprovecharse
de él, parece demasiado ¿maquiavelismo?. Los enemigos de la
Compáñía, entre los que evidentemente no-me encuentro, ·dirtan
jesuitismo. Pero es que Luis Marlin parece un vivo retrato de esa
imagen
de la literatura antijesultica tan en boga .en el siglo XIX. El
fin, que era el bien de la Compañía y, por tanto, de la Iglesia, jus­
tificaba Jos medios. Aunque también hay que añadir que esos
medios no eran los que aquella literatura presentaba: crímenes,
venenos, puñales, violaciones del.secreto
de confesión ... Eviden­
temente
el Padre Marlin no. tenía nada que ver con eso. Simple­
mente astucias, silencios calculados, hipócritas condescenden­
cias, maniobras
por la espalda ...
¿Más cuestiones' Pues sí. Lo que fue Deusto y sus dificultades
iniciales,
el P. Mir, Pey Ordeix, Electra, su colaboración en el final
del integrismo
... Todo muy importante para esclarecer aquellas
cuestiones,
hoy muy olvidadas, pero que.tanta importancia tuvie­
ron en aquellos días.
Libro, pues, importantísimo.
De lectura obligada para quienes
quieran conocer aquellos días, lo que era entonces la Compañía
de Jesús-y, estC? me parece lo menos importante, quien fue el
Padre Luis Martín.
No .quiero concluí~ sin h3.cer _mención del extraordinario .tra­
bajo del P. Revuelta en la redacción de las infinitás notas que ilus-
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
tran el texto. Sólo un historiador como él, heredero de aquellos
excelente historiadores jesuitas como lo fueron Frias, Astrain,
García Villoslada y tantos más, el mejor conocedor de la Com­
pañia española en estos días, podía llevar a cabo esa humilde e
impagable labor. No voy
a decir que son lo mejor del libro pero
sí que sin ellas el texto perdería mucho. Y una núnima apostilla
a
su magnífico trabajo. Atribuible solamente a distracciones y no
a sus conocimientos. El Padre Aguirre, "obispo franciscano de
Lugo desde 1885 hasta 1894 en que fue. trasladado a Burgos
donde murió en 1909" a, pág. 110), no murió en aquella ciudad
castellana sino
en Toledo, archidió.cesis a la que fue trasladado
ese último año y donde falleció
en 1913 como cardenal Primado
de España, como corrige en el segundo tomo (II, pág. 633). No
se me tonie esto más que como .una ·demostración de que_ las .dos
mil y pico de páginas han sido leídas de cab.o a rabo. Lo que no
hemos hecho e.s contrastar todas las infinitas fechas, de naci­
miento, ingreso en la Compañía.y falledmierito de los innwn~ra­
bles jesuitas que aparecen en el libro y que Revuelta facilita. Si
bien hemos advertido algún error en alguna de ellas, por ejem­
plo
en las Memorias dice que el famoso jesuita P. Labarta nació
en 1807 mientras que en La Compañía de Jesús en la España con­
temporánea,
Il, {1884-1906} (pág. 215) da como año de su naci­
miento el
de 1809. Con el también belicoso y antiliberal P. Ángel
María
de Arcos es respecto a la fecha de su fallecimiento en lo
que se equivoca y nos equivoca. Porque, evidéntemente, .todos
disponemos de un único día ·y año para morimos. El P. Arcos
tuvo dos.
Se ahogó en El Palo malagueño el 16 de julio de 1910
(La Compañía ... , l {1868"1883]) (pág. 682) y el 24 de julio de
1911 (Memorias) (1, pág. 376). Imposible duplicidad asimismo en
la fecha en la que Jos jesuitas son llamados a Salamanca por el
obispo diocesano de la Puente y
Primo de Rivera para hacerse
cargo del Seíninario: 1854
lll, pág. 523) y 1855 (II, pág. 524), y
en esta 'Ocasión con una página de diferencia. Tampoco· .acierta
cuando afirma que el famoso, por su integrismo, obispo de Osma,
Lagüera, falleció
en 1891 (I, pág. 225), pues murió en 1892.
Son ininteligibles, también, las fechas de nacitniento y óbito
del general
Castañóri a, pág. 257), del jesuita cardenal Mazzela
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
(I, pág. 708), que ingresa en la Compañía antes de nacer, Y del
obispo carmelita Ramón María de San José Moreno Castañeda
que,
de haber nacido en 1859 como dice (I, pág. 443) y no en
1839, habría sido consagrado a los catorce años, así como el que
llame Barbarejo,
al obispo Barbajero (I, pág. 264), haga al des­
pués obispo de Santander, Sánchez de Castro, magistral de Caria
(I, pág. 572), cuando dos páginas antes nos decía que era lecto­
ra! de León,· que era su auténtica canonjía, nos diga asimismo que
el P. Julián Pereda abandonó la Compañía en 1891 y en 1892, con
apenas cinco páginas
de diferencia (I, págs. 673 y 678), afirme
que Ledochowski fue creado cardenal por León XIII en 1875 (I,
pág, 708), otro imposible, porque tal año León XIII era solamen­
te
el cardenal Joaquín Peed, siendo Pío IX quien le elevó al Sacro
Colegio. También equivoca el año.del
nombramiento de Mariano
Miguel y Gómez tanto como obispo de Vitoria como cuando fue
promovido a
la. archidiócesis vallisoletana (I, pág. 631) y el de la
concesión
de la púrpura cardenalicia a Aloisi-Masella, que anti­
cipa diez años
ar, pág. 106), llama Isidro al cardenal Verga ar,
pág. 113), cuando.en todos los lugares.que hemos consultado le
llaman Isidoro, y Soldevilla
al cardenal Soldevila (II, pág. 264), da
una fecha incomprensible para el obispo de La Habana, Santan­
der y Frutos "(1885-1900)"
(I, pág. 741) ya que la primera no
puede ser la de su nacimiento, pues habría muerto de obispo con
15 años de edad, ni tampoco fue la de su preconización como
obispo
en la capital de Cuba que tuvo lugar dos años después. E
ignora que José María Blanc, provisor y vicario general
de Cas­
cajares
en Valladolid (II, pág. 264) fue después, por breve tiem­
po, obispo
de Ávila .. Creo que es muy desafortunada asimismo
la nota sobre .el obispo de León en Nicaragua Francisco Ulloa (I,
pág. 874), además de decir que su segundo apellido era el extra­
füsimo Larrios aiando Laríos es _sobradamente conocido en España
y no sólo entre los bebedores de ginebra, le hace nacer en 1822,
cuando creemos que nació
en 1819 y le m.ata en 1908 en vez de
1902 que fue.cuando realmente falleció. Además de hacerle obis­
po de Nicaragua cuando lo fue de León en· aquella República,· le
da
por retirado en 1895 cuando nos parece que no renunció a la
mitra basta julio del año siguiente. Tampoco nos parece acertada
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INFORMAGION BIBLIOGRÁFICA
la puntualización que hace al P. Martín (I, pág. 900) a la afirma­
ción de este que se encontró
en Loyola, en la festividad de San
Ignacio
de 1889, con el arzobispo de Cuba. Revuelta nos dice que
se trataba de Santander y Frutos. Pero co.mo éste era obispo de
La Habana, que no llegó a arzobispado hasta 1925, creemos que
se debió tratar del arzobispo
de Santiago de Cuba, que entonces
Jo era Cos y Macho. O hubo un arzobispo y en este caso fue
quien tenninaria sus días como cardenal
de Valladolid y se equi­
voca Revuelta
o, si. el presente era el obispo de La Habana, el que
se equivoca es Martín, porque no era arzobispo. No· es Revuelta
con Cos especialmente afortunado pues en el segundo tomo, y
etl referencia a una -nota anterior, dice que_ "por error. se le titula
arzobispo" (II, pág. 265) y entendemos que siempre que Se le
llamó arzobispo fue sin error alguno:
A comienzos de 1890 habla
de un obispo de Ávila que entonces no existia (I, pág. 1038),
suponemos que confundiéndole' con el Vicario capitular 01 más
probablemente con quien ya era obispo de Vitoria, Fernández de
Piérola. Creemos que también
s.e confunde con el obispo de
Segovia, incluyéndole entre los
que testimoniaron la buena con­
ducta
de los jesuitas pues, cuando el Padre Martín se afanaba en
reunir respuestas episcopales favorables,· Segovia estaba vacante
(!, pág. 1038). Hace a Ruiz_Cabal obispo de Pamplona en 1866
(Il,
pág. 264), cuando lo fue veinte años más tarde y retrasa a
1890 el nombramiento para Lérida de Meseguer y Costa que cre­
emos se produjo el
año anterior (II, pág. 265). Ya en el terreno
exclusivamente politico, que
no es su especialidad, asegura que
el ministro Groizard lo fue "siempre
en Gobiernos presididos por
Sagasta" (II, pág. 2Ú), cuando fue también ministro de Gracia y
Justicia con Serrano
(1872). Y algunas más de este estilo. Que,
aunque a_fean el texto, no. desmerecen detnasiado su meritorio
trabajo.
FRANCISCO JosÉ FERNÁNDEZ DE LA C!GOJ'iA
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