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Número 497-498

Serie XLIX

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Un verdadero servidor de la justicia

Cuando me fue participada el pasado 25 de junio la (humanamente triste) noticia de la muerte de Juan Bms. Vallet de Goytisolo, afloraron en mi memoria distintos recuerdos. Recuerdos, sobre todo, de años lejanos, de cuando era aún joven estudiante universitario y buscaba profundizar en el conocimiento para encontrar anclas seguras. Anclas tanto más necesarias en tiempos en que el Occidente vivía acontecimientos que parecían (sin serlo en verdad) tempestades imprevistas: la “contestación”, la difusión de la ideología marxista, la expansión de la weltanschauung freudiana-reichiana, las reivindicaciones cada vez más fuertes e insistentes de legalización del divorcio y del aborto en distintos países europeos, etc. Para un joven que ya tenía las premisas culturales para “contestar la contestación”, que no podía compartir la doctrina marxista, que se oponía al empobrecimiento (cuando no disolución) del sujeto obrado por Freud y acentuado por Reich, que consideraba absurdas las reclamaciones para legalizar divorcio y aborto, le era necesario ir a las raíces de estas y otras cuestiones. Para hacer esto resultaba indispensable encontrar guías que supiesen dirigir, animar, corregir.

Como ocurre con frecuencia, esto viene favorecido en parte por la Providencia. Nadie, en efecto, “elige” a sus padres; nadie “elige” el ambiente educativo de los primeros y, por ello precisamente, más significativos años de la vida. Es también rara la elección de los maestros universitarios. Poco a poco, sin embargo, cada uno crece buscando en la dirección que más le interesa o atrae. Así, también yo, como –creo– la mayor parte de los seres humanos, en los años de la juventud estaba sediento de informaciones y palabras (aunque con la p minúscula) que disipen las nubes que dificultan el acceso a la Palabra (con p mayúscula). Y por esto (o mejor, también por esto) fui enviado a participar a los congresos de Lausana, promovidos por el Office international des oeuvres de formation civique et d’action culturelle selon le droit naturel et chrétien. Porque Augusto Del Noce me había sugerido que elaborase mi tesina de licenciatura sobre el pensamiento de Marcel de Corte, que participaba regularmente en ellos como ponente. Y es por esto, decía, que acogí de buen grado y con gratitud la invitación del abogado Carlo Francesco D’Agostino para ir a Lausana. El Palais de Beaulieu era frecuentado en aquellas ocasiones por miles de personas. Había, además, una amplia y bien escogida exposición de libros y revistas, que ofrecía la posibilidad de adquirir instrumentos muy válidos. Era posible participar en liturgias sugestivas, en las que sacerdotes y religiosos óptimos ofrecían el antídoto al veneno modernista, progresista o liberal-conservador.

Fue en aquellas ocasiones de la segunda mitad de los años sesenta del siglo pasado cuando oí hablar de Juan Bms. Vallet de Goytisolo, cuando establecí contacto con algunos amigos de la Ciudad Católica, que he vuelto a encontrar con placer algunos decenios después, cuando me crucé con algunos jóvenes (y otros menos) tocados con la boina roja.

Pasaron los años. Los congresos de Lausana dejaron de hacerse. Llegaba a Italia desde España, sin embargo, la revista Verbo, fundada por Juan Bms. Vallet de Goytisolo junto con Eugenio Vegas Latapie. La revista fue asumiendo gradualmente un relevante papel internacional, sobre todo, después de que la revista parisina Itinéraires hubiese atenuado la atención a los temas sociales y políticos. A partir de la lectura de las páginas de Verbo comencé a conocer el pensamiento de Vallet de Goytisolo y su empeño social. Sin embargo, no comprendí entonces, aunque pareciera evidente su relieve, el verdadero peso cultural del autor.

Juan Bms. Vallet de Goytisolo tenía una capacidad de trabajo enorme. Escribía sobre diversas cuestiones con seriedad, competencia y originalidad. Aparecía como un anticonformista equilibrado. En efecto, no cedió a las modas, pero no utilizó sus posiciones para levantar clamores. De la lectura de sus escritos en Verbo emergía una personalidad que se imponía por el contenido, no por la publicidad. Una personalidad verdadera, por tanto; no una personalidad construida por los medios de comunicación social.

No recuerdo cuándo tuvo lugar mi primer encuentro con él. Lo que recuerdo, en cambio, es la impresión de su humildad, de su cortesía, de su amabilidad.

Al primer encuentro siguieron otros. Inolvidables, sobre todo, los ocurridos con ocasión del congreso de derecho natural hispánico, del que era maestro, y también de los de la Ciudad Católica. También inolvidables los encuentros semanales de los martes por la tarde (para mí, por desgracia, ocasionales), en la sede madrileña de Verbo. En estos Juan Vallet participó con asiduidad casi hasta el final de larga vida terrena, dando a todos ejemplo de rara y noble entrega.

Con el tiempo descubrí la estatura intelectual y moral de Juan Bms. Vallet de Goytisolo. Jurista en el sentido clásico del término (esto es, verdadero jurisprudente), en un tiempo en el que se hacía depender el derecho de la norma positiva, volvió a proponer una vía alternativa a la geometría legal: la única vía para la individuación de lo que es justo. A tal fin elaboró unas monumentales Metodologías de la determinación del derecho y de la ley, que gradual y justamente se impusieron a la consideración de los estudiosos. Se han ido multiplicando, en efecto, las monografías sobre su pensamiento, las tesis doctorales a nivel internacional, los ensayos sobre las contribuciones ofrecidas por él en los diversos sectores del derecho, de la filosofía del derecho, moral y política. No es casualidad que Juan Bms. Vallet de Goytisolo haya sido numerario sea de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación (de la que fue también respetado presidente), sea de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

Consiéntaseme hacer pública mi gratitud a Juan Vallet de Goytisolo, al menos por dos motivos. En primer lugar, por la benevolencia e inmerecida estima que me demostró entre otras cosas al proponer (junto con otros académicos) mi cooptación en dos prestigiosas academias españolas, las Reales de Jurisprudencia y Legislación y de Ciencias Morales y Políticas. A continuación, porque su magisterio me ha sido luminoso para comprender hasta el fondo las dificultades con que concluía la geometría legal y, sobre todo, para comprender que no se puede hablar de derecho sino considerando la justicia, que no es una creación de los seres humanos, de sus convenciones u ordenamientos.

Juan Bms. Vallet de Goytisolo, en posiciones de minoría absoluta, ha contribuido a encender un haz de luz sobre una cuestión de fundamental importancia en una época de espejismos e ilusiones y en un tiempo en el que, como escribió su amigo Michele Federico Sciacca, se evidenciaba el “oscurecimiento de la inteligencia”.

Juan Bms. Vallet de Goytisolo no ha sido solamente el príncipe de los civilistas españoles (como se ha escrito justamente con ocasión de su muerte), sino un maestro de derecho y de vida para todos. Ha sabido recorrer con humildad la vía maestra que todo jurista auténtico debería recorrer e indicar para ser, como lo fue Vallet de Goytisolo, verdadero servidor de la justicia.

Danilo CASTELLANO