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Número 497-498

Serie XLIX

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Vallet, filósofo de la política y de la sociedad

 

España ha sido desde fechas remotas la tierra elegida de la filosofía política. Y, en España, desde los tiempos de la Corona de Aragón, ha sido notable el Principado de Cataluña por su riquísimo patrimonio doctrinal, cuyas concepciones –con lucidez y realismo– anticipan los problemas renovados en nuestros días, y entre ellos los del Estado de derecho, la representación política o la participación del pueblo en el ejercicio de las funciones del poder.

Por todo ello, el mayor intérprete y expositor de las ideas políticas en la historia de los pueblos hispánicos, Francisco Elías de Tejada, afirma que Cataluña ha sido la avanzada máxima en el caminar del pensamiento político.

Haciendo justicia al legado jurídico-filosófico recibido de sus mayores y a la propia experiencia histórica de su gente, el catalanísmo Juan Vallet de Goytisolo –no obstante su absorbente actividad notarial, de mentor de la revista Verbo y la editorial Speiro, y de civilista insigne en las indagaciones de variados campos del derecho privado– ha venido elaborando toda una filosofía de la política y de la sociedad que es buena expresión de una inteligencia vuelta a la veritas rerum, conforme con el dicho de Santo Tomás de Aquino y en discrepancia total con las visiones ideológicas dominantes en el universo político desde la Revolución francesa.

Los ideólogos, como los tecnócratas, torturan la realidad, sometiéndola a sus esquemas mentales, que transportan de un mundo imaginario a la sociedad en que viven. De ahí viene el conflicto entre el “país real” y el “país legal”, constituido este último por normas antagónicas a la formación natural de las sociedades políticas y a su devenir histórico, sus costumbres, la índole propia de la población, sus aspiraciones y hábitos más arraigados.

Una tal antinomia, sobre la que tanto insistieron los hombres de la Action Française en la primera mitad de este siglo, hoy se reconoce y proclama por los observa d o res políticos y los periodistas ante la crisis de las instituciones en los países en que se ha dejado sentir la influencia de las ideologías revolucionarias o cuando el legislador –en especial el constituyente– va a buscar inspiración en regímenes ajenos. Esto manifiesta “la marginalidad de las élites dirigentes” que, en el Brasil, analizó con cuidado Oliveira Vianna. Nuestros juristas y hombres públicos se han contado, a menudo, entre los déracinés de que han hablado Maurice Barrès e Simone Weil. Y el déracinement –como hace ver Juan Vallet– no es siquiera característico de los intelectuales marginalizados; es también trazo esencial del hombre-masa advertido por Ortega y Gasset.

Producto del subjetivismo del pensamiento moderno, las ideologías son consideradas por Vallet bajo diversos aspectos, entre los que destaca la visión como conciencia abstracta y ficticia, como sistema de ideas no obtenidas de la realidad sino destinadas a “fabricar” el mundo.

A su vez, la tecnocracia, otorgando la primacía al desarrollo económico, aplica –para modelar la sociedad– métodos de la ciencia física y técnicas de planificación como si los hombres fuesen cosas y las relaciones humanas no se ordenasen a bien morales trascendentes.

Dominado por las ideologías, el Estado moderno acabó en manos de los tecnócratas, Pero, ¿no es la tecnocracia también una ideología?

Esa es la cuestión propuesta por Vallet. Y para la responderla , no puede dejar de relacionar ideología y tecnocracia con la sociedad de masas. Dos libros fundamentales en su obra de filósofo de la política y la sociedad son Sociedad de masas y derecho e Ideología, praxis y mito de la tecnocracia.

Lejos nos llevaría querer exponer detenidamente la problemática que presentan, las observaciones del autor, sus valiosos esclarecimientos y numerosas referencias a otros que han tratado el mismo asunto. Pues se trata de dos densos volúmenes, el primero de ellos con nada menos que 658 páginas.

La política dominada por la ideología, la sociedad de masas y el Estado tecnocrático son fenómenos típicos de nuestro tiempo y que muestran cuánto se alejó la organización de los pueblos modernos del orden natural e histórico. Éste lo encuentra Juan Vallet en la tradición de su pueblo, sobre el que apoya una filosofía social y política elaborada en otras obras menores pero de gran significación positiva. Crítico de la sociedad de masas, de las ideologías y de la tecnocracia, se torna apologeta de una nación orgánica y de un Estado cuya constitución no es producto abstracto de la mente del legislador sino del discurrir de la vida histórica de la nación, que aporta al legislador los paradigmas para sus construcciones normativas.

José Pedro GALVÃO DE SOUSA (†)