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Número 105-106

Serie XI

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La autogestión

LA AUTOGESTION
POR
LUIS SALLERON.
La autogestión es reivindicada hoy en divetsos medios políticos·
y sindicalistas. Especialmente la C. F. D, T., hace de ella su caballo
de batalla.
¿En qué consiste? A ttavés de todo lo que se puede leer sobre
la misma, no es fácil responder; y no es Yugoslavia la que puede
instruirnos acerca de este tema.
Hace algunos meses, durante una emisión de la O. R. T. F., en
la que yo participaba, consagrada al estudio del poder de los cuadros
en la empresa, me encontraba al lado- ·de un representante de la
C. F. D. T. Como él se había declarado partidario de_ la autogestión,
le pedí que me explicara lo que entendía exactamente por ella. Si,
po~ ejemplo, Renault, _en lugar de ser una empresa, nacionalizada,
funcionase
la autogestión, ¿cómo se desarrollarían las cosas.? Me
respondió que mi pregnnta era el . prototipo de pregnnta por un
falso problema; que por el
ll)Omento, se
trataba de pisar
el acelera­
dor y que ya se vería más adelante en qué desembocaba. todo esto.
Deduje de ello que, por ~l momc;nto, la autogestión ~ !Dás füen
una aspiración que un proyecto preciso. . .
¿Aspiración a qué? Por ·10 que se puede juzgar, aspirádói:t a
una fórmula que rechacé el poder de loJ propietari~ del capital,
sean éstos c_apitalistas o el Estado, Y. que confíe todo · ese poder al
personal de la empresa.
EtimoÍógicamente la palabra
autogestióii . significa

gestión
por
uno mismo. El sujeto puede ser diferente:· el individuo, la empresa,
la . profesión, etc. Cuándo se habla de autogestión, a propósito de
emprésa, es porque la• enipresa se dirigé -pót sí misina, en lugar -de
ser _dirigida por los propietarios de su capital, sean personas privadas
"
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LOUIS SALLERON
(los capitalistas) o una persona pública (normalmente el Estado, y
eventualmente el municipio u otros sectores públicos). Simplificando las cosas puede decirse que hay cuatro esqueinas
tipo susceptibles de numerosas variantes, que dan su respuesta al
problema jurídico de
la ·gestión· de las emprésas:
1.Q El capitalismo.-Son los.propietarios del capital los que re­
gentan la empresa ... Ejemplo: Citroen.
2.Q El estatismo.-Es el Estado (propietario del capital) el que
regenta la empresa, sea en un régimen político en el que esté prohibi­
de toda propiedad privada de lc;,s medios de producción (comunismo),
séa en un régimen

en el cual la propiedad del Estado coexiste
con la
propiedad

privada (nacionalizaciones). Ejemplo del primer caso:
la
U. R. S. S.; ejemplo del segundo caso: Renault.
3.Q · La cogestÍón.-Son los representantes del capital y del tra­
bajo los que llevan en común la regencia de la empresa según fór­
mulas que pueden variar hasta el infinito. Por .ejemplo:. ciertos sec­
tores de la economía alemana.
4.Q -La autogestión.-Es la empresa la qu:e se ·rige por sí misma.
Estos ·cuatro esquemas-tipo -son extremada.mente ·abstractos. Es pre­
ciso ver cómo en la realidad se desarrollan las cos'as.
Por ejemplo, en el capitalismo los propietarios del capital si bien tie­
nen el poder de gesti6n no tienen una libertad omníinod.a para hacer
lo qµe
les·gu~te. Los
límites puestos a su poder
sori considetables,
tanto
por parte del Estado (leyes y reglaméntos) como por parte de los
Sindicatos ( convenios colectivos). ·
En el estatismo la gestión del Estado' puede manifestarse de ma­
nera muy variada. Un director de empresa no capitalista puede re­
sultar, muf libre_ o,_ i,or el contrario, muy poco libre para actuar a su
guisa, según la ley lo imponga.
La cogestión y la autogestión resultan, más aún, unas palabras
que no ·permiten en absoluto saber
lo que esconden, en tanto no se
verifique el examen de lo~ hechos.
A fin. de cuentas.. nunca se sabe sufidentetnente de qué se habla
cuando, a propósito de la empresa, se emplean las palabras capitalis­
mo, estatismo, cogestión· y 'autogestión ..
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LA AlJTOGESTION
Sin. eµ¡bargo, estas palabras existen. (:uando existen significan
necesariamente algo~-.Este es .el caso de las cuatro palabras·en cuestión.
¿Qué significan, pues? Significan estructum jurídicas que, por
sí ,mismas, orientan la posesión_ del .poder "en la empresa _e·n un -sen­
tido, o· en· otro.
Es el problema del pode, de la empresa .. Y las soluciones pre­
vistas

discurren todas
. por

la idea primaria
de. que los dos

factores
de producción en Ja empresa son el capital y el trabajo; y por la
idea secundaria de que,
finalmente y Cl,la!esqµiera que ,s<;an·c loit .po­
deres de hecho derivados de la competencia, quien tiene la propiedad
del
capital detenta

el poder de la empresa.
A este respecto, el estat4imo ( comunismo o. nacionaliza~iones), la
cogestión y la autogestión tienen .un punto _común, en cuanto son fór­
mulas opu_estas al capitalismo, ya. sea para limitarlo_,_ haciendo com­
partir el poder a los propietarios del.capital ( cogestión), ya sea para
suprimirlo atribuyéndolo
al. Estado (estatismo), ó a los trabajadores ·
de

la empresa ( autogestión).
* * *
Aquí podría efectuarse una inmensa encuesta a firi de saber
si las palabras, a través de las cuales se agitá la reforma de la em·
presa, corresponden a la realidád de la economía actual:o, al contrario,
más bien corresponden á la del siglo pasado ... Es, en efecto, una ley
del lenguaje que las palabras que se refieren a
la organización de la
Sociedad no aparecen sino cua~do · expiran los fenónienos que ellas
expresan. No
es sino en el siglo XVIII cuando -se comienza a hablar
de las corporaciones. Es en el siglo XIX cuando nru:e la palabra capi­
talismo, que conocerá en el ·siglo XX !-111 gran favor. El contenido actual
del capitalismo apenas corres¡,onde a la imagen que de él se daba
en el siglo
XIX. ·
En la empresa del siglo XIX se percibe muy claramente. 1a dis­
tinción y la oposición del capital y el trabajo? así· como se aprecia
muy bien la relación· y la conjunción de la propiedad y del poder.
En

el siglo
XIX el trabajo era el conjunto de los asalariados, muy
poco
diferenciados

entre sí
y casi únicamente constituido por traba­
j~dores ;,,anuales. Íln
nuestros días la

división ·ael trabajo es extre-
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LOUIS SALLER.ON
.mada; la especialización y la jerarquía crean un abanico considerable
de categorías. El trabajo manual está en regresión constante con re­
lación al trabajo «terciario» y exige una cualificación creciente.
Cuando se dice
«ei trabajo», no se evoca ya la categoría social que
en
el siglo XIX no constituía sino un porcentaje bastante débil de la
nación y representaba a una masa relativamente homogénea. Hoy día,
el trabájo lo constituye un poco todo el mundo, puesto que casi todo
el mundo es asalariado. Si fuera preciso determinar los criterios para
discernir quiénes son aquellos asalariados que constituyen el medio sociológico en el que se piensa cuando se habla del trabajo, no
re­
sultaría

demasiado fácil.
La noción de capital ha perdido igualmente su claridad: el vo­
lumen del capital se ha desarrollado en proporciones giganteScas; y
los capitales que los representan obedecen a fenómenos de concen­
tración
y combinación tan complejos que, cuando se contempla la
emf'resa como el simple enruentro de capital y de trabajo, se tienen
aún más dificultades para discernir cuál es la parte del capital, cuál
la del trabajo.
De ahí que, al mismo tiempo, se haya producido este estallido
operado en la _ relación que antiguamente existía entre la propiedad
y el poder. De ahí también el nacimiento de unas categorías sociales
sin contenido jurídico preciso que se llaman dirigentes, cuadros, téc­
nicos, investigadores, expertos, etc . ... , que nunca se sabe si hay que
considerarlos con el capital o el trabajo, ni de dónde procede exac­
tamente el poder que todo el mundo les reconoce.
El
análisis de esta -situación embrollada no permite sino llegar
a la conclusión siguiente:
O bien se les reconoce la especificidad de la realidad económica
en relación c:on la realidad política, y se reconoce, al mismo- tiempo,
que la propiedad es la categoría jurídica fundamental de esta reali­
dad de la que
resultatá un
poder que estará organizado por la ley.
O bien, se estimará que no hay sino una sola realidad político­
económica, y la ·propiedad es suprimida. de tal forma· .que todo ·pode:
procede del Estado.
En los dos casos ---si bien con consecuencias finales muy diferen­
tes, en.cuanto a la libertad de los individuos y a ·la prosperidad de la
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LA AUTOGESTION
sociedad-105 fenómenos concretos de la organización del trabajo
y del reparto de los poderes en la empresa, como en toda la sociedad,
continúa siendo de una complejidad infinita.
• * *
Para clarificar el problema pensern05 en el caso de una pequeña
empresa (10 a 20 personas), de una empresa media (200
á. 1.000 per­
sonas)
y de una empresa grande ( de más de 1.000 personas).
La primera cuestión que se plantea (y que jamás se pregunta) se
refiere a
la creación de la empresa.
¿Cómo fundar una empresa que se pretende --que funcione en
autogestión?
Se observa en seguida que tal fundación es imposible si se trata
de· una empresa. grande Y aun medjana.
¿Cómo 500 personas podrían Conocerse entre sí y unirse para
fundar una empresa? En cualquier hipótesis la fundación exigiría
un impulso exterior.
Se puede, por el contrario, pensar en que 5 ó 10 personas que
se _c'onocen funden una em~resa que rijan en común. Se puede pen~
sar también en ·que 1a forma de esta autogesión existe: que es la
cooperación. Una cooperativa es llt?-ª empresa regida por sí misma.
La experiencia -mjlenaria para las formas sencillas, centenaria
para las formas más elaborad.as--demuestra_ que la cooperación a gran
escala no ha
·tenido éxito ·sino en dos, sectores: la agricultu,ra y el
consumo. En todos los países del mundo y en todos loS regímenes
políticos· hay cooperativas agrícolas y hay cooperativas
de, consumo.
Ciertamente

se encuentran realizaciones -cooperativas en otros sectores,
pero sin demasiado alcance; y no se hallan- en industria alguna
pro­
piamente

dicha ( sino
es en unidades minúsculas).
Diremos más adelante· por qué en
la economía hay sectores coopec
rativos y otros que excluyen la cooperación.
Volvamos a
la fundación de una empresa, auto-administrada. No
puede tratarse sino de una empresa muy pequeña, puesto que es preci­
so que los fundadores se conozcan
y que se asocien para una misma
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actividad que no lleve consigo nJás que una división del trabajo ele­
mental y una, ·pequeña jerarquía.
En breve se llegan a reunir 5, 10 ó 15, como fácilmente un con­
tratista puede reunir 5, 10
ó 15 obreros. Se puede hacer fácilmente
porque todos se conocen, porque conocen el oficio
y porque se tiene
o se ha podido encontrar el capital preciso para constituir la empresa.
Al _cabo· de cierto tiempo esta empresa auto-regida conoce la suerte
de cualquier empresa. O va mal y debe disolverse pronto. O va me­
dianamente y continúa su vida. O va bien y se_ desarrolla. En este
último caso, se plantean problemas financieros y de personal.
Imaginemos una empresa cooperativa que se ha creado con 10 per­
sonas con un capital de 10 millones. Al
cabo de cinco años, marchan­
do todo bien, toma
dos nuevos obi:'eros. ¿ Estos van a tener el misma
derecho· que los primeros ? No han corrido los riesgos iniciales, no
han contribuido al desembolso de
la empresa, conocen mal o ~ada
las

capacidades de cada uno de los miembros del equipo. Ya se trate,
pues, de derechos financieros
de estos nuevos o ya se trate de sus
derechos en la participación en
el poder de gestión, se plantean
problemas. No examinamos aquí las
solucic~mes posibles,
ni las que
existen de hecho. Lo que queremos mostrar es que, desde que se plan­
tea
el problema de la autogestión en una perspectiva dinámica -la
fundación y, después, el crecimieno de la empresa- nos encontramos
ante dificultades generalmente insospechadas.
Pongamos ahora el ejemplo de una empresa
ya existente y, para
simplificar, nos limitaremos
al solo caso de una empresa bastante
importante, de
1.000 Obreros. Nacionalizada o capitalista, no importa,
esa empresa pretende pasar a la autogestión
y (por hipótesis) a todas
las consecuencias legales de hacerlo.
Para evitar, pues,
el poder del Estado o del capítal, las 1.000 per­
sonas interesadas van
a gobernarse por sí mismas.
Es
el problema de la democracia en la empresa. Una empresa en
autogestión es
una empresa íntegramene democrática. Propietaria de
su propio capital, tiene el poder de gobernarse y organizarse por sí
misma.
El

problema número uno es el de la jerarquía.
Se trata, en primer
lugar, de designar el o los dirigentes supremos.
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¿Quién va a designarlo? Todos juntos evidentemente. Pero ¿cómo?
La elección · ¿será directa o en diversos grados? El derecho de voto
¿será igual

para todos! ¿O habrá distinciones según
la edad, anti­
güedad o posición jerárquica de las personas?
Y, además, ¿.cómo formarse una opinión sobre las personas a elegir?
En principio, si se imagina la brusca conversión de una industria
nacionalizada o capitalista en u.na e:tnpres3: autorregida, se puede con­
cebir que todo el mundo conoce, poco más o menos, a los dirigentes
que están
y, entonces, es posible una dirección que sería simplemente
una preferencia (oncedida a X sobre Y. Pero, si se trata de poner
en su lugar a otros nuevos, ¿cómo conocerlos
y de donde sacarlos
( si es que es necesario recurrir a elementos exteriores) ? En la Re­
nault, después de la muerte del Mr. Lehideux, el Estado nombró a
Mr. Dreyfus. Supongamos que Renault hubiera sido una empresa
autorregida, ¿cómo el personal de Renault habría estado en situación
de nombrarse un .nuevo director?
Planteemos el caso de un director único. Nombrado por elección
de los miembros de
la empresa, corre el riesgo de ver su gestión
perpetuamente puesta en entredicho. Para evitar los inconvenientes de tal situación, s·erá necesario definir muy bien
s-qs poderes y su du_ra­
ción.

Si, a este respecto, fuese puesto en situación de dirigir sin obstácu­
los, su dirección tendría grandes posibilidades de alcanzar un carácter casi dictatorial. El simple
hecho de

emanar «de la base», llevará
siempre
la dirección de una empresa autorregida a oscilar entre una
demagogia ruinosa
y una dictadura insoportable.
¿Se proveerá, entonces, una autogestión descentralizada, es decir,
con designación de los
jefes por
los interesados en las células subal­
ternas de la empresa -el taller, la oficina, el servicio,
etc.?
Difícil siuación, con las mismas difkultades de oscilación entre la
demagogia y la tiranía.
En cuanto a los problemas financieros, también serían múltiples.
De hecho, el accionariado tendría que ser reducido al mínimo, al
convertirse todo el sistema
en esencialmente

obligatorio. Lo cual sig­
nifica que debería recurrirse a prestatarios.
En la medida en que todas estas dificultades pudieran ser
sobre­
pasadas,

la autogestión tendería a la- rigidez, al conservadurismo
y a
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la congelación. Ya que resultaría lenta, pesada~ ._contraria a todos los
fenómenos de movilidad que caracterizan a la vida industrial (pro­
gresión,. disminución, toma de mano de
obra, despido,

concentración,
fusiones, innovaciones, creaciones __ nuevas, etc_., etc.).
Si la autogestión ha .tenido éxito bajo la forma de -cooperativa
en-la agricultura y el-consur:µO, ha sido porque en · éstas trata con
realidades. cuantitativas
y homogéneas; y sobre todo porque no rige
a los
hombres en


mismos. En

una cooperativa de
leche -y del trigo, la
lecbe y el trigo son cantidades homogéneas; en todas esas cooperativas
la gestión se lleva sobre productos o sobre sumas de dinero. El coope­
rador no es mandado en su trabajo por su cooperativa. Las personas
que trabajan en
el seno de la cooperativa ( obreros o empleados de la
cooperativa_ agrícola de consumo) son asalariados de esta empresa,
exactamente como lo serían de otra empresa, capitalista o del Estado. Si
se quisiera realiza/ la autogestión integral en un'a cooperativa
(por
ejemplo de
leche), serían
precisas
doo personas
morales: la
l.ª
sería la cooperativa de los productos de leche; la 2.ª la cooperativa de
personal empleado para recoger la leche,
tratarla y venderla. Estas
dos empresas no podrían funcionar sino por acuerdos contractuales,
que se parecerían
a todos

los
contrato~ cualesquiera

que sean, especial­
mente a los que se llaman hoy acuerdos contractuales entre las em­
presas y que no se diferencian apenas -de los clásicos convenios co­
lectivos.
* • •
¿Se puede pesar, sin embargo, que la autogestión, ·aun en la hipó­
tesis (mítica) de que fuera realizable, tendría la ventajas de dar a
sus miembros el sentimiento del poder Compartido? No, pues ese sen­
timiento no.puede existir duraderamente, sino de acuerdo con la reali­
dad. Así, pues, si se puede tener un sentimiento de poder ejercido
·en
común

en
uri:a empresa
de una decena de personas, puesto que hay
efectivamente poder compartido, no se puede tener en u.na empresa del automóvil de la talla de Renault. Sea esta empresa del Estado,
capitalista o autorregida,
el obrero y el empleado no participan, lo
mismo en un caso que en otro, en el poder supremo de dirección.
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Por esto, precisamente, Hyatinthe Dubreuil preconizaba el sis­
tema de los equipos autónomos, es decir, un sistema en el cual hay
autogestión a nivel de tallér. En
el equipo autónomo el sentimiento
de lo colectivo coincide con la realidad de su poder. Pero la com­
plejidad de la industria moderna hace muy difícil la puesta en mar­
cha de semejantes equipos, a los
cuales se

puede suplir por la «gestión
presupuestaria», financieramente análoga, pero sin autonomía de
la
célula interesada.
¿No hay, pues, nada válido en la aspiración a la autogestión?
A mi juicio, se puede estimar .válida nna cierta nostalgia coope­
rativa. Detrás del sueño de la autogestión, los asalariados entrevén
una organización de la empresa -que no dependería de esos monstruos
fríos y lejanos que son el Estado y el Dinero, sino referida, por el
contrario, a las realidades concretas que son la empresa,. el oficio, el
lugar del trabajo y su responsabilidad.
Pero, como la autogestión es rigurosamente imposible, sería bueno
que los utópicos que la reclaman comprendan qÚ-e es, por una parte,
por la difusión y el ordenamiento de la propiedad y, por otra parte,
por el juego de los contratos, como
pued~ obtener

aquello en que
sueñan.
Si algón enfadoso azar
lkvase al

gobierno a un equipo capaz
de imponer a las empresas la forma de la autogestión, se verían
surgir
soviets en todas partes, con un desarrollo total de la anarquía.
La conclusión rápida sería el comunismo, o la vuelta al capitalismo
liberal. En los
dos casos, estaríamos más alejados, que antes de la
experiencia, de las esperanzas que se habían alimentado
en sueños.
Por el momento, no se trata sino de una batalla de palabras y
de rivalidades políticas entre
la izquierda y el comunismo. Esto no
sirve a nada, ni a nadie.
sn
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