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Número 105-106

Serie XI

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Jean Ousset, Para que El reine

INFORMACION BIBLIOGRAFICA
lean Ousset: "PARA QUE EL REINE, CATOLICISMO
Y POtiTICA: POR UN ORDEN SOCIAL CRISTIANO" (*).
«PARA QUE EL REINE» se publicó por primera vez en Fran­
cia, el año 1957, agrupando una serie de trabajos aparecidos previa­
mente en un Boletín mensual donde se analizaban con rigor cientí­
fico las causas profundas de la Revolución y se sentaban las bases
lógicas para la restauración del Orden ·social: Omnia instaurare in
Gris.o (S. Pío X).
En 1961 fue impresa la versión española como primer libro de
la Editorial Speiro.
Al cabo de diez años, agotada aquella edición, presentamos al
·público español la traducción de una nueva y reducida reelaboración
francesa de la .citada obra, aparecida en 1970. En ella se analizan
las causas, el objeto y él espíritu del combate que hay que librar en
nuestro tiempo por un orden social cristiano.
No se trata de una exposición puramente teórica o la descripción
de un sistema histórico concreto, sino que se hacen :razonamientos
lógicos reforzados con narraciones de hechos ocurridos en el transcurso
del tiempo,

con objeto de conseguir una sólida formación cívico­
cristiana, siguiendo un método, fruto de progresivas reflexiones con­
trastadas por

múltiples experiencias.
Eliminada la cuarta parte sobre la Acción para una formación
cívico-cristiana, que notablemente aumentada y puesta al día consti­
tuye un manual complementario publicado independientemente,
la
presente obra consta de tres partes : En
la primera se sientan los principios básicos de la realeza
que corresponde a Cristo
rnbre el
mundo. En ella, teniendo en cuenta
el II Concilio Vaticano y visto el confusionismo reinante, se analizan
con precisión temas candentes de gran actualidad como son las re­
laciones entre
lo. espiritual y lo temporal y el papel que corresponde
a clérigos y laicos en la ciudad política. En la segunda parte, sobre las oposiciones que se hacen a
la
realeza social de nuéstro Señor Jesuqist9-,_ se estudian el nahlralismo,
(*) 2.ª Edición castellana, traducida de la última edición francesa de
«POUR QU'IL
REGNE». Madrid. Speiro, 1972.
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la revolución y nuestros propios abandonos y debilídades. El antiguo
capítulo VI, de carácter aclaratorio, ha pasado ahora a ser un apén­
dice.
En la tercera parte, referente a los fundamentos de nuestra es­
peranza en el reinado social de Cristo, se agrega un último capítulo, titulado
Conclusiones, como consecuenci~ de la poda realizada en
todo el libro
y la supresión de la cuarta parte. En él se estudia la
esencia del problema,
lo que está en juego y el grave deber ~de la
hora actual.
• • •
Es opinión común entre los historiadores, puesta modernamente
de relieve por prestigiosos filósofos, que todas las grandes civiliza­
ciones que han existido a través del tiempo
y aún perduran son pro­
ducto de una fe religiosa auténticamente sentida
y realmente practi­
cada. No de unas costumbres ni de un progreso científico o
~esarrollo
económico,

ni siquiera de una cultura intelectual.
Pero, como afirma
San Pedro Julián Eymard, canonizado en 1962,
«mientras los fundadores de falsas religiones son el alma de las leyes
civiles de
sus pueblos

-Confucio para los chinos, Buda para los in­
dios, Mahoma para los musulmanes, constituyen los supremos guías de
sus respectivas sociedades-- los (modernos) cristianos no concedemos
igual puesto a Cristo».
Come_ntando el anterior texto, al presentar en ABC
la obra que
prologamos, decía Pemán que resultaba paradójico < Estados religiosos se dejaban influir o moldear por
unos profetas
o

filósofos o por unos dioses, que no era muy claro que hubiesen
creado el mundo; en cambio, lo más característico y diferente de nues­
tra doctrina es arrancar del dogma de
la Creación. Sin embargo, los
que participamos de esa certeza de que Dios hizo el mundo -los
hombres
y las cosas- parecemos los más dispuest~s a recoger libre­
mente ese mundo como un balón que el Creador hubiese lanzado
a la cancha, desentendiéndonos en seguida del juego».
En efecto,

con frecuencia, los llamados católicos, mientras admiran
y alaban la religiosidad de otros fieles, parece que son los más in­
teresados en prescindir de Dios en sus relaciones y en organizar el
mundo como si no hubiese sido creado por El. Actitud ilógica, pues
en nada se puede
prescindi~ de

su autor: ni en música, ni en pintura,
ni en literatura, ni en otras artes, ni en cualquier actividad. ¿Por qué
sí en la sociedad
y en la pol!tica?
El

estudio de los
fundarrientos de
la acción cívico-católica es, en
resumen, el objeto de este libro. Por eso ha parecido conveniente
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INFORM/lCION BIBUOGl expresar en la portada el contenido real de la obra, poniendo como
subtítulo CATOLICISMO Y POLITICA: POR UN ORDEN SO­ CIAL CRISTIANO, que responde verdaderamente a la materia que
se expone y a los fines que se persiguen ( 1) .
• • •
La religión es fundamental en la vida; tanto en la privada como
en la pública.
Tenía razón Dostoievsky cuando afirmó: «Si Dios no existe,
todo está permitido.>> Individual y socialmente. Y resultarán Ikit06
tolos

los vicios
y aberraciones; todas las monstruosidades y despo­
tismos.
En una concentración habida en la plaza de Trafalgar, en Lon­
dres, el 25 de septiembre de 1971 bajo el lema «La contaminación
de la moral exige un remedio», el célebre escritor Mal con Muggeridge,
convertido al catolicisino después de muchos años de incredulidad,
afirmó: «Nosotros sabemos y proclamamos que sin Dios estamos
perdidos en las tinieblas de nuestra naturaleza mortal. Miramos a
Cristo, el Salvador,
y descubrimos la luz que guía al mundo.»
En
el mismo acto, Ernest Claxon, famoso médico que ha sido
Secretario de la Asociación británica de medicina, aseguraba : «El
problema real, la causa de la inmoralidad, es negar a Dios como
fuente de la sabiduría
y de la convivencia» (2).
En
el orden político, la importancia de la religión no es menor.
Como

dice Gambra, «Los orígenes
~e las sociedades y el sentimiento
profundo de
su tradición no son nunca ajenos a una inspiración re­
ligiosa.» ... «La creencia y la emoción de una misma fe ha unido a
los grupos hwnanos para formar una gran civilización
y expansio­
narse.
Tal fue, por ejemplo, el origen del mundo islámico -y, por
supuesto, del judío-
y también el· aglutinante inspirador de nuestra
civilización en los oscuros albores de
la Edad Media. Sin religión no
surge un

pueblo,
ni una cultura histórica del tribalismo primitivo. De
ahí
el rostro divino, sacralizado de toda ciudad histórica junto al
rostro humano que la hace personal y diferenciada» (3).
La trascendencia de
la religión para la feliz convivencia y ga­
rantía .de los ciudadanos frente
al posible abuso del poder es evidente.
El principal límite a
tal eventualidad
son los principios morales.
Gabriel Marce! ha
puesto de

relieve el despotismo a que conduce
(1) Del prólogo de la obra que presentamos.
(2) Crónica del corresponsal de ABC en Londres, publicada en el nú­
mero correspondiente al 30 de enero de 1972. ( 3) Rafael Gambra Ciudad:
La ciudad y religación, revista argentina
Verbo, n.Q 114, correspondiente a septiembre de 1971.
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
la admiración de los progresOs técnicos que no estén respaldados por
principios· morales.
Sobre todo cuando el Estado utiliza en su favor
los poderosos medios de información modernos
y la fatalidad que se
suele atribuir a la evolución
histó!ica. La

única garantía de libertad,
escribe Marcel, reside en una «religión digna de este nombre»
y la
reflexión crítica en un alma bien
constihlida que

mantenga al menos
tan despiertas
«las potencias

de indignación» ante el totalitarismo,
«como las
potencias de

admiración» ante el progreso» (4).
Pero además, en la Cristiandad existió un límite físico derivado
de una serie de contrapesos originados en el crecimiento biológico
natural de la sociedad, reflejado en
1a -cúspide por· la distinción entre
el poder espiritual
y el temporal, entre el Papa y el Emperador. «La
Cristiandad,

ha dicho. André Malroux, no era totalitaria porque admi­
tió la doble autoridad del Papa
y del Emperador. Los Estados moder­
nos constituyen, por el contrario, una totalidad sin religión.» Cuando no
Ee cree en Dios, los hombres inventan «dioses». Los
Estados que se declaran laicos
O· indiferentes en las ci.Iestiones espi­
rituales
no dudan en proclamar sus
dogmas y en crear un nuevo sa­
cerdocio en las personas de sus «Comisarios políticos» o sus < dores culturales»
¡Y con

cuánto mayor rigor,
al ser producto de la
mente,
so~tenido por

el poder de que se disfrute!
* * •
A las ideas es necesario oponer ideas; a los sentmuentos, senti­
mientos,
y a la fuerza, rn1turalmente, la fuerza; siempre elementos
similares.
Para hacer frente con éxito a la Revolución, es preciso tener unas
ideas claras sobre la propia postura y la del adversario, confianza
en las armas que se usen para combatirlo y fe en la victoria final.
De ahí la importancia de
la formación.
Un Estado puede colocar aduaneros y guardias armados en sus
fronteras. Pero no se detiene la invasión de las ideas con ráfagas
de ametralladora. Si no se está sostenido por una élite doctrinal, el
Estado, asaltado por todas partes, comenzará por multiplicar las ba­
yonetas, pero como decía Napoleón, con las bayonetas se puede hacer
todo, menos sentarse en ellas. Durante algún tiempo, las bayonetas
podrán contener
la ola subversiva, pero cuando quienes las empuñan
carezcan de fe, las armas caerán de sus manos y vendrá
la Revo­
lución (5).
(4) Gabriel Marcel: La coartada de los oP.resores. ABC, 5 septiembre 1971.
(5) Miguel d~ Penfentenyo: Concepto cristiano· del Estado. Comunicación
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INFORMACION BIBLIOGMFICA
En conclusión: es indispensable formarse lo. más sólidamente
posible sobre nuestras propias ideas y sObre las del adversario, cono­
cer su estrategia, y luchar con u.na táctica adecuada, con virilidad y
sin desmayo.
Como dijo Oliveira Salazar, existen demasiados Jeremías que
lloran los tiempos antiguos; pero esos _Jeremías lloran sentados. Se
llora demasiado, pero trabajamos poco. Nos lamentamós
mucho~ pero
ha-cernos

casi nada. No tenemos
hombre~ entusiastas y animosos dis­
puestos seriamente
al combate. Y no los hay porque no los forma­
mos. (6).
Este es el propósito del libro que presentamos; la formación cí­
vica según el cterechO natural y cristiano. Sobre él escribió el Carde­
nal Bueno . Monreal en carta dirigida a la Editorial Speiro con moti-·
vo

de la primera edición castellana de PARA QUE EL RElNE : «En
la citada obra_ se encuentran los principios tundamentales del
orden
cristiano

en toda sociedad bien organizada,
muy dignos

de ser cono­
cidos por

cuantos tengan alguna relación con la política, actividades
sociales o simplemente alguna participación en
la vida pública.»
Contribuir a esta formación
constituye una

manifestación de ca­
ridad políti_ca, calificada por. Pío XI como «el campo de ia más vasta
caridad, por lo
que no

dudamos en decir que ninguna otra le supera,
salvo la de la religión» (7).
GABRI_EL ALFÉREZ CALLEJÓN.
SaturniTUJ Muruzóhal Ursúa: "ACERCAMIENTO A LA·
ANTROPOLOGIA FILOSOFICA DE

M.
F. SGIACCA (*) •
. La revista ANALECTA CALASANCTIANA ha incluido en tres
de sus últimos números un extenso y bien documentado trabajo de
Saturnino
Muruzál>al sobre la antropología de M. F. Sciacca. Aunque
sea este el título del trabajo, su objeto es toda la obra del
pensado~
italiano,

cuyo_ sistema filosófico es uno de los más serios y sugestivos
de la Europa actual. El estudio de Muruzábal, por su parte, rebasa
con mucho los límites de un artículo de revista para constituir -tanto
por su extensión como por. su
propósito__.:._ _todo un voluminciso libro.
al 2.2 Congreso portugués de Fátima, por_ un orden social cristiano. Publi­
cada en
Vet"bo n.Q 97-98 {agosto-octubre) 1971, págs. 817 y sigs. Madrid,
Speiro, General Sanju.rjo,
3'8.
(6) <:;itado por

Jacqu.es Plonca:rd
d'Assac, Salazar,_pág. 23.
(7) Discurso a la Federación Universitaria
Italiana~
(*) Analecta Calasanctiana, 19-20, 21~22 y 25;2.6, M~drid~ juliq-diciembre
1969,

enero-junio 1970 y enero-diciembre 1971.
· ·
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