Índice de contenidos
Número 113
Serie XII
- Textos Pontificios
- Actas
- Estudios
- Información bibliográfica
-
Ilustraciones con recortes de periódicos
-
I. Fraternidad sin paternidad y sin resultados
-
II. Violencia buena y violencia mala
-
III. El silencio ante la violencia ejercida contra nuestros hermanos de la Iglesia del silencio o del tercer mundo
-
IV. La enseñanza y la propaganda inoculadora del ateísmo en la URSS
-
V. ¿Por qué no es posible la libertad en el socialismo?
-
VI. La desigualdad en el comunismo entre quienes mandan y quienes obedecen
-
VII. La colectivización en el llamado mundo libre
-
VIII. El total olvido del principio de subsidiariedad en la liquidación del carácter liberal de la profesión médica
-
IX. La burocratización de la cultura según las directrices de la UNESCO
-
Autores
1973
II. Violencia buena y violencia mala
mitación de la natalidad y divorcio) sino aún más profunda
mente, a la
relación de los sexos. La diferencia de sexos fue
creada
directamente -por Dios con vistas a la pracreación y la
complementariedad en una tarea común, y
esta complementa
riedad natural df'I los
cuerpos, que forman una sola carne en
virtud del sacramento del matrimonio, resulta así el fundamen
to
d~ todo
el orden social»
. . . . . . . . . . . . .
«El último resultado de la revolución que afirma como norma
absoluta la
iguB"ldad de
to·dos
!OH seres, y es-pecialmente la igual
dad de
los
sexos, es
la
indiferencia de
los
sexos, que se mani
fiesta,
no
'&Ólo en la indiserimina-ción entre uniones legítimas y
uniones
ilegitimas,. sino también en
la imlistriminación entre
union~ heterosexuales
y uniones homosexuales. En este senti
do,
puede decirse
que el
homosex1,1alismo es el
último
resultado
de
la
democracia; en
efecto,
esta rebelión
humana contra la di
ferenc.ia de sexos ~reada por
Dios es como
el último
fin de la
revolución democrática.
Desgraciadamente, el pensamiento ca
tólico, al dejarse «encarrilar» por los planteamientos revolucio
narios
(«lueha de clasets», «focha de generaciones», «lucha de
sexos»), se deja
llevar insensiblemente hacia este último resul
tado ide la
revolución
democrática.>
H. VIOLENCIA BUENA Y VIOLENCIA MALA.
La primera consecuencia de entender la fraternidad sin contemplar la
paternidad de que vamos a ocuparno,s aquí, dada su actualidad, consiste
en condener por igual toda violencia sin distinción alguna. En VERBO 99
publicamos el articulo de André Roche, "FUERZA Y VIOLENCIA", y en
VERBO 107-108, en estas llustraciones, recogimos los pám,fos principa,
les de un artículo de Manuel de Santaicruz, titulado "VIOLENCIA BUENA Y
VIOLENCIA MALA'", en los cuales se trate. este tema, pero éste no ha perdido
octualidad
ante la reiteración con qu2 se sigue condentmilo indiscrimina,..
damenie
toda la vi.olencia. Por eso recogemos aqui nuevos textos acerca
del mismo. Uno de ello~ de Francisco José Fernández de -la Qgoña, "LA
VIOLENCIA", apm-eddc en EL ALCAZAR de 23 de enero de 1973, del
que recortamos:
294
«Es preciso, pues, afirmar el carácter instrumental de la vio
lencia,
que, por
tanto, será buena o
mala según vaya encami
nada
al bien o al mal. Solamente el escéptico, el que no cree
en na,da, puede adoptar la
aséptica postura de condenar toda
violencia. Para quien no existe bien ni mal, verdad o error,
Fundaci\363n Speiro
belleza o fealda'd, orden o desoi;,den, no existe tampoeo la posi
bilidad de
acudir a la violencia. Cuando todo vale lo mismo
no es lícito imponer
W1 extremo sobre otro. Por eso, cuando
alguien condena «toda
clase de
violencias
1 cua:lquiera ~e sea
el origen de la misma» o es un incrédulo o un necio.
»San A_gnstín -tan
obispo como los actuales no
violentos,
pero
con ciencia y
santi-dad-decía
ya que lo que había que
considerar era «quién
actuaba por
la verdad y quién por
·1a
iniquidad, quién con vistas a perjudicar, quién para corregir».
Porque un orden
externo y objetivo es quien califica la bondad
o la
m.aildad del
acto violento.
»Qué duda cabe que lo i-deal sería que ese orden no fu.ese
alterado
y que, por tanto, no fuera necesario el recurso a la
violencia. Pero las utopías cuando se pretenden realidades
lle
van al caos. Y ese paeifismo a ultranza, al que parecen conducir
nos algunos
pastores, terminaTía en
la entrega de
la humanidad
a los criminales
y a los locos. Ello, o es de una puerilidad inau
dita
o encubre una hi.pócrita maldad, como observa
André Roché.
Porque es el
mejor
sistema «para dejar
el
campo Hbre únicamente
a
las violencias de los
malo.e, los
cuales
se enredan poco
con
semejantes máximas. Excelente método para que, a los ojos de
quien tome
es-ta consideración en serio, la violencia de los sub
versivos sea
prácticamente aceptada, y queda únicamente repro
bada la
violencia para
la defensa del orden».
»La
violencia
puede ser, pues, buena o
mala. El condenarla
porque en ocasiones
sea mala conduce
a un
angelismo desencar
nado
que muchas
veces tentó
a la
lgle&ia, pero qne siempre
re
chazó de si incluso con la violencia del anatema.
Lo contrario
seria como condenar el comer bajo pretexto
de que en ocasiones
puede hacerse
con exceso~ O
todavía ·peor, pues
esto sólo
afecta
ría al individuo que come o ayuna, mientras que rehuir en oca
siones la violencia
p~ede ser
un pecado contra la
caridad por
dejar
en el abandono, a
mercod de los violento~ a
hermanos
que no
pueden o
no
saben defenderse.»
«Esto
no
quire decir que todo esté permitido con
tal -de que
el fin perseguido
sea aceptable.
Está claro que hay actos que
no pueden justificarse bajo ningún
concepto. Las normas
morales
al
respe'cto están
claras
despuée de
una decantación de siglos.
Y ello no tiene
nada que
ver con las falacias
actuales de
quienes
pretenden desarmar a las fuerzas del orden ante los embates de
los
asesinos o
de quienes ante una opresión tiránica y
esclaviza.
dora,
que desgraciadamente no es ajena al
eiglo xx, escupen
el
295
Fundaci\363n Speiro
«dejad toda esperanza» a las víctima!! de la opres1on. Como si
los obispos españoles
de 1936 o el cardenal Mindszenty, por
citar sólo dos ejemplos entre mil, fuesen un
epi8Copado de ·.se·
gunda categoría.»
En eJ mismo diario del 29 de enero> Eulogio Ramírez publicó otro
articulo sobre
el mismo tema,, "¿TODA VIOLENCIA ES CONDENABLE?"' del
cual transcribimos· el pán'afo en el que Ttesume la doctrina católica tradi,,
dona/. acerca de las condiciones necesarias para la validez de la imurrec-
éión, guerra, lucha social:
«Recordando la doctrina católica comúnmente admitida, pero
que hoy ciertos obispos no se
atreven a
enseñar,
sólo es
legítima
la insurrección, la guerra, la huelga, la lucha social, etc.,
cuando
se
dan las
siguientes condiciones: a) Cuando existe una causa
objetivamente justa, esto es, cuando se da una situación injusta
en la estima'ción ecuánime, ponderada, de personas especialmente
calificadas
para un juicio imparcial. (No es objetivamente justa
la
apreciación particular de ninguna de las dos partes negociantes
de un
conveDio de
trabajo y, por consiguiente, difícilmente pue
de justificarse una huelga, desde
el punto de vista moral.) b)
Cuando se han verdaderamente agotado todos los medios viables
para conseguir
la justicia
pacíficamente.
·e) Cu.ando ee tienen
fundadas
esperanzas de que el recurso a los medios no pacíficos
dará los resultados
justos apetecidos. d) Cuando los males que
habrán de
producirse no
es
previsible que
sean mayores que los
bienes
perseguidos.»
LII. EL SILENO0 ANTE LA VIOLENCIA EJERCIDA CONTRA NUESTROS HERMA,.
NOS DE LA IGLESIA DEL SILENCIO O DEL TERCER MUNDO.
El olvido de la ·paternidad y la consecuente di.sc:riminación acerca de
1,a, violencia ha dado lugar a cjue la ejercida a nues~ros hermanos en la
fe no sea contemplada-por nosotros como es debido e incluso que se si
lencie. El eclltori.al núm. 1 de 1973 (er=o-febt:eto) de la revista AYUDA
A
LA !GIESIA NECESITADA
alude a ello:
«Los primeros cristianos sentían profunda reverencia ante los
hermanos que
padecían
persecución por
Cristo. Los
mártir-es
fueron
los
primeros en ser venerados como santos.
La Sda. Euca
ristía fue celebrada sobre
sus tú:mhas a fiil de expr~ar la co
munión espiritual entre cristianos y mártires. En nuestros días
Fundaci\363n Speiro
mente, a la
relación de los sexos. La diferencia de sexos fue
creada
directamente -por Dios con vistas a la pracreación y la
complementariedad en una tarea común, y
esta complementa
riedad natural df'I los
cuerpos, que forman una sola carne en
virtud del sacramento del matrimonio, resulta así el fundamen
to
d~ todo
el orden social»
. . . . . . . . . . . . .
«El último resultado de la revolución que afirma como norma
absoluta la
iguB"ldad de
to·dos
!OH seres, y es-pecialmente la igual
dad de
los
sexos, es
la
indiferencia de
los
sexos, que se mani
fiesta,
no
'&Ólo en la indiserimina-ción entre uniones legítimas y
uniones
ilegitimas,. sino también en
la imlistriminación entre
union~ heterosexuales
y uniones homosexuales. En este senti
do,
puede decirse
que el
homosex1,1alismo es el
último
resultado
de
la
democracia; en
efecto,
esta rebelión
humana contra la di
ferenc.ia de sexos ~reada por
Dios es como
el último
fin de la
revolución democrática.
Desgraciadamente, el pensamiento ca
tólico, al dejarse «encarrilar» por los planteamientos revolucio
narios
(«lueha de clasets», «focha de generaciones», «lucha de
sexos»), se deja
llevar insensiblemente hacia este último resul
tado ide la
revolución
democrática.>
H. VIOLENCIA BUENA Y VIOLENCIA MALA.
La primera consecuencia de entender la fraternidad sin contemplar la
paternidad de que vamos a ocuparno,s aquí, dada su actualidad, consiste
en condener por igual toda violencia sin distinción alguna. En VERBO 99
publicamos el articulo de André Roche, "FUERZA Y VIOLENCIA", y en
VERBO 107-108, en estas llustraciones, recogimos los pám,fos principa,
les de un artículo de Manuel de Santaicruz, titulado "VIOLENCIA BUENA Y
VIOLENCIA MALA'", en los cuales se trate. este tema, pero éste no ha perdido
octualidad
ante la reiteración con qu2 se sigue condentmilo indiscrimina,..
damenie
toda la vi.olencia. Por eso recogemos aqui nuevos textos acerca
del mismo. Uno de ello~ de Francisco José Fernández de -la Qgoña, "LA
VIOLENCIA", apm-eddc en EL ALCAZAR de 23 de enero de 1973, del
que recortamos:
294
«Es preciso, pues, afirmar el carácter instrumental de la vio
lencia,
que, por
tanto, será buena o
mala según vaya encami
nada
al bien o al mal. Solamente el escéptico, el que no cree
en na,da, puede adoptar la
aséptica postura de condenar toda
violencia. Para quien no existe bien ni mal, verdad o error,
Fundaci\363n Speiro
belleza o fealda'd, orden o desoi;,den, no existe tampoeo la posi
bilidad de
acudir a la violencia. Cuando todo vale lo mismo
no es lícito imponer
W1 extremo sobre otro. Por eso, cuando
alguien condena «toda
clase de
violencias
1 cua:lquiera ~e sea
el origen de la misma» o es un incrédulo o un necio.
»San A_gnstín -tan
obispo como los actuales no
violentos,
pero
con ciencia y
santi-dad-decía
ya que lo que había que
considerar era «quién
actuaba por
la verdad y quién por
·1a
iniquidad, quién con vistas a perjudicar, quién para corregir».
Porque un orden
externo y objetivo es quien califica la bondad
o la
m.aildad del
acto violento.
»Qué duda cabe que lo i-deal sería que ese orden no fu.ese
alterado
y que, por tanto, no fuera necesario el recurso a la
violencia. Pero las utopías cuando se pretenden realidades
lle
van al caos. Y ese paeifismo a ultranza, al que parecen conducir
nos algunos
pastores, terminaTía en
la entrega de
la humanidad
a los criminales
y a los locos. Ello, o es de una puerilidad inau
dita
o encubre una hi.pócrita maldad, como observa
André Roché.
Porque es el
mejor
sistema «para dejar
el
campo Hbre únicamente
a
las violencias de los
malo.e, los
cuales
se enredan poco
con
semejantes máximas. Excelente método para que, a los ojos de
quien tome
es-ta consideración en serio, la violencia de los sub
versivos sea
prácticamente aceptada, y queda únicamente repro
bada la
violencia para
la defensa del orden».
»La
violencia
puede ser, pues, buena o
mala. El condenarla
porque en ocasiones
sea mala conduce
a un
angelismo desencar
nado
que muchas
veces tentó
a la
lgle&ia, pero qne siempre
re
chazó de si incluso con la violencia del anatema.
Lo contrario
seria como condenar el comer bajo pretexto
de que en ocasiones
puede hacerse
con exceso~ O
todavía ·peor, pues
esto sólo
afecta
ría al individuo que come o ayuna, mientras que rehuir en oca
siones la violencia
p~ede ser
un pecado contra la
caridad por
dejar
en el abandono, a
mercod de los violento~ a
hermanos
que no
pueden o
no
saben defenderse.»
«Esto
no
quire decir que todo esté permitido con
tal -de que
el fin perseguido
sea aceptable.
Está claro que hay actos que
no pueden justificarse bajo ningún
concepto. Las normas
morales
al
respe'cto están
claras
despuée de
una decantación de siglos.
Y ello no tiene
nada que
ver con las falacias
actuales de
quienes
pretenden desarmar a las fuerzas del orden ante los embates de
los
asesinos o
de quienes ante una opresión tiránica y
esclaviza.
dora,
que desgraciadamente no es ajena al
eiglo xx, escupen
el
295
Fundaci\363n Speiro
«dejad toda esperanza» a las víctima!! de la opres1on. Como si
los obispos españoles
de 1936 o el cardenal Mindszenty, por
citar sólo dos ejemplos entre mil, fuesen un
epi8Copado de ·.se·
gunda categoría.»
En eJ mismo diario del 29 de enero> Eulogio Ramírez publicó otro
articulo sobre
el mismo tema,, "¿TODA VIOLENCIA ES CONDENABLE?"' del
cual transcribimos· el pán'afo en el que Ttesume la doctrina católica tradi,,
dona/. acerca de las condiciones necesarias para la validez de la imurrec-
éión, guerra, lucha social:
«Recordando la doctrina católica comúnmente admitida, pero
que hoy ciertos obispos no se
atreven a
enseñar,
sólo es
legítima
la insurrección, la guerra, la huelga, la lucha social, etc.,
cuando
se
dan las
siguientes condiciones: a) Cuando existe una causa
objetivamente justa, esto es, cuando se da una situación injusta
en la estima'ción ecuánime, ponderada, de personas especialmente
calificadas
para un juicio imparcial. (No es objetivamente justa
la
apreciación particular de ninguna de las dos partes negociantes
de un
conveDio de
trabajo y, por consiguiente, difícilmente pue
de justificarse una huelga, desde
el punto de vista moral.) b)
Cuando se han verdaderamente agotado todos los medios viables
para conseguir
la justicia
pacíficamente.
·e) Cu.ando ee tienen
fundadas
esperanzas de que el recurso a los medios no pacíficos
dará los resultados
justos apetecidos. d) Cuando los males que
habrán de
producirse no
es
previsible que
sean mayores que los
bienes
perseguidos.»
LII. EL SILENO0 ANTE LA VIOLENCIA EJERCIDA CONTRA NUESTROS HERMA,.
NOS DE LA IGLESIA DEL SILENCIO O DEL TERCER MUNDO.
El olvido de la ·paternidad y la consecuente di.sc:riminación acerca de
1,a, violencia ha dado lugar a cjue la ejercida a nues~ros hermanos en la
fe no sea contemplada-por nosotros como es debido e incluso que se si
lencie. El eclltori.al núm. 1 de 1973 (er=o-febt:eto) de la revista AYUDA
A
LA !GIESIA NECESITADA
alude a ello:
«Los primeros cristianos sentían profunda reverencia ante los
hermanos que
padecían
persecución por
Cristo. Los
mártir-es
fueron
los
primeros en ser venerados como santos.
La Sda. Euca
ristía fue celebrada sobre
sus tú:mhas a fiil de expr~ar la co
munión espiritual entre cristianos y mártires. En nuestros días
Fundaci\363n Speiro