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Número 113

Serie XII

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II. Violencia buena y violencia mala

mitación de la natalidad y divorcio) sino aún más profunda­
mente, a la
relación de los sexos. La diferencia de sexos fue
creada
directamente -por Dios con vistas a la pracreación y la
complementariedad en una tarea común, y
esta complementa­
riedad natural df'I los

cuerpos, que forman una sola carne en
virtud del sacramento del matrimonio, resulta así el fundamen­
to
d~ todo

el orden social»
. . . . . . . . . . . . .
«El último resultado de la revolución que afirma como norma
absoluta la
iguB"ldad de
to·dos
!OH seres, y es-pecialmente la igual­
dad de

los
sexos, es

la
indiferencia de
los
sexos, que se mani­
fiesta,

no
'&Ólo en la indiserimina-ción entre uniones legítimas y
uniones
ilegitimas,. sino también en
la imlistriminación entre
union~ heterosexuales

y uniones homosexuales. En este senti­
do,
puede decirse

que el
homosex1,1alismo es el

último
resultado
de

la
democracia; en
efecto,
esta rebelión
humana contra la di­
ferenc.ia de sexos ~reada por

Dios es como
el último
fin de la
revolución democrática.
Desgraciadamente, el pensamiento ca­
tólico, al dejarse «encarrilar» por los planteamientos revolucio­
narios
(«lueha de clasets», «focha de generaciones», «lucha de
sexos»), se deja

llevar insensiblemente hacia este último resul­
tado ide la

revolución
democrática.>
H. VIOLENCIA BUENA Y VIOLENCIA MALA.
La primera consecuencia de entender la fraternidad sin contemplar la
paternidad de que vamos a ocuparno,s aquí, dada su actualidad, consiste
en condener por igual toda violencia sin distinción alguna. En VERBO 99
publicamos el articulo de André Roche, "FUERZA Y VIOLENCIA", y en
VERBO 107-108, en estas llustraciones, recogimos los pám,fos principa,­
les de un artículo de Manuel de Santaicruz, titulado "VIOLENCIA BUENA Y
VIOLENCIA MALA'", en los cuales se trate. este tema, pero éste no ha perdido
octualidad
ante la reiteración con qu2 se sigue condentmilo indiscrimina,..
damenie
toda la vi.olencia. Por eso recogemos aqui nuevos textos acerca
del mismo. Uno de ello~ de Francisco José Fernández de -la Qgoña, "LA
VIOLENCIA", apm-eddc en EL ALCAZAR de 23 de enero de 1973, del
que recortamos:
294
«Es preciso, pues, afirmar el carácter instrumental de la vio­
lencia,
que, por
tanto, será buena o
mala según vaya encami­
nada
al bien o al mal. Solamente el escéptico, el que no cree
en na,da, puede adoptar la

aséptica postura de condenar toda
violencia. Para quien no existe bien ni mal, verdad o error,
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belleza o fealda'd, orden o desoi;,den, no existe tampoeo la posi­
bilidad de
acudir a la violencia. Cuando todo vale lo mismo
no es lícito imponer
W1 extremo sobre otro. Por eso, cuando
alguien condena «toda
clase de
violencias
1 cua:lquiera ~e sea
el origen de la misma» o es un incrédulo o un necio.
»San A_gnstín -tan

obispo como los actuales no
violentos,
pero

con ciencia y
santi-dad-decía
ya que lo que había que
considerar era «quién
actuaba por

la verdad y quién por
·1a
iniquidad, quién con vistas a perjudicar, quién para corregir».
Porque un orden
externo y objetivo es quien califica la bondad
o la
m.aildad del

acto violento.
»Qué duda cabe que lo i-deal sería que ese orden no fu.ese
alterado
y que, por tanto, no fuera necesario el recurso a la
violencia. Pero las utopías cuando se pretenden realidades
lle­
van al caos. Y ese paeifismo a ultranza, al que parecen conducir­
nos algunos
pastores, terminaTía en

la entrega de
la humanidad
a los criminales
y a los locos. Ello, o es de una puerilidad inau­
dita

o encubre una hi.pócrita maldad, como observa
André Roché.
Porque es el

mejor
sistema «para dejar

el
campo Hbre únicamente
a

las violencias de los
malo.e, los
cuales
se enredan poco

con
semejantes máximas. Excelente método para que, a los ojos de
quien tome
es-ta consideración en serio, la violencia de los sub­
versivos sea

prácticamente aceptada, y queda únicamente repro­
bada la

violencia para
la defensa del orden».
»La
violencia

puede ser, pues, buena o
mala. El condenarla
porque en ocasiones
sea mala conduce

a un
angelismo desencar­
nado

que muchas
veces tentó

a la
lgle&ia, pero qne siempre
re­
chazó de si incluso con la violencia del anatema.
Lo contrario
seria como condenar el comer bajo pretexto
de que en ocasiones
puede hacerse
con exceso~ O

todavía ·peor, pues
esto sólo
afecta­
ría al individuo que come o ayuna, mientras que rehuir en oca­
siones la violencia
p~ede ser

un pecado contra la
caridad por
dejar

en el abandono, a
mercod de los violento~ a

hermanos
que no
pueden o

no
saben defenderse.»
«Esto
no

quire decir que todo esté permitido con
tal -de que
el fin perseguido
sea aceptable.
Está claro que hay actos que
no pueden justificarse bajo ningún
concepto. Las normas

morales
al
respe'cto están

claras
despuée de

una decantación de siglos.
Y ello no tiene
nada que

ver con las falacias
actuales de
quienes
pretenden desarmar a las fuerzas del orden ante los embates de
los
asesinos o

de quienes ante una opresión tiránica y
esclaviza.
dora,

que desgraciadamente no es ajena al
eiglo xx, escupen

el
295
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«dejad toda esperanza» a las víctima!! de la opres1on. Como si
los obispos españoles
de 1936 o el cardenal Mindszenty, por
citar sólo dos ejemplos entre mil, fuesen un
epi8Copado de ·.se·
gunda categoría.»
En eJ mismo diario del 29 de enero> Eulogio Ramírez publicó otro
articulo sobre
el mismo tema,, "¿TODA VIOLENCIA ES CONDENABLE?"' del
cual transcribimos· el pán'afo en el que Ttesume la doctrina católica tradi,,
dona/. acerca de las condiciones necesarias para la validez de la imurrec-­
éión, guerra, lucha social:
«Recordando la doctrina católica comúnmente admitida, pero
que hoy ciertos obispos no se
atreven a
enseñar,
sólo es
legítima
la insurrección, la guerra, la huelga, la lucha social, etc.,
cuando
se

dan las
siguientes condiciones: a) Cuando existe una causa
objetivamente justa, esto es, cuando se da una situación injusta
en la estima'ción ecuánime, ponderada, de personas especialmente
calificadas
para un juicio imparcial. (No es objetivamente justa
la

apreciación particular de ninguna de las dos partes negociantes
de un
conveDio de

trabajo y, por consiguiente, difícilmente pue­
de justificarse una huelga, desde
el punto de vista moral.) b)
Cuando se han verdaderamente agotado todos los medios viables
para conseguir
la justicia
pacíficamente.
·e) Cu.ando ee tienen
fundadas
esperanzas de que el recurso a los medios no pacíficos
dará los resultados
justos apetecidos. d) Cuando los males que
habrán de
producirse no

es
previsible que
sean mayores que los
bienes
perseguidos.»
LII. EL SILENO0 ANTE LA VIOLENCIA EJERCIDA CONTRA NUESTROS HERMA,.
NOS DE LA IGLESIA DEL SILENCIO O DEL TERCER MUNDO.
El olvido de la ·paternidad y la consecuente di.sc:riminación acerca de
1,a, violencia ha dado lugar a cjue la ejercida a nues~ros hermanos en la
fe no sea contemplada-por nosotros como es debido e incluso que se si­
lencie. El eclltori.al núm. 1 de 1973 (er=o-febt:eto) de la revista AYUDA
A
LA !GIESIA NECESITADA
alude a ello:
«Los primeros cristianos sentían profunda reverencia ante los
hermanos que

padecían
persecución por
Cristo. Los
mártir-es
fueron
los

primeros en ser venerados como santos.
La Sda. Euca­
ristía fue celebrada sobre
sus tú:mhas a fiil de expr~ar la co­
munión espiritual entre cristianos y mártires. En nuestros días
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