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Número 128-129

Serie XIII

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Foralismo y nacionalismo vasco

FORALlSMO Y NACIONALISMO V ASCO
POR
RAFAEL GAMBRA.
Acabamos de conmemorar el centenario del nacimiento de Víctor
Pradera, aquel gran español
y tradicionalista que puede considerarse
con Maeztn uno de los grandes teóricos del
Alzamiento Nacional
y
que ofrendó su vida -,martir de su fe--en los momentos iniciales
de la Guerra de Liberación. No voy a repetir lo mucho que se ha
dicho y escrito sobre Pradera con ocasión de su centenario: más bien
quiero que su personalidad -
y su ejemplo nos sirvan de ocasión para
meditar sobre algo de profunda actualidad: el nacionalismo o sepa­
ratismo vasco -y su actual recrudecimiento en los grupos d~ acción
marxista-leninista de la llamada ETA.
Fue Pradera navarro de nacimiento y ascendencia, y guipuzcoano
de arraigo y residenci~ fue también carlista y, por lo tanto, foralista,
es decir, defensor acérrimo del derecho y las libertades de Navarra
y las provincias vascongadas. A la Causa de la
fe y de la tradición
dedicó Pradera toda su vida, sus esfuerzos, sus libros y el presenti­
miento confirmado de su martirio final.
Sin embargo, las circunstancias de su vida hicieron que el prin­
cipal campo en que tuviera que contender Pradera --como escritor,
orador~ polemista- fue la lucha contra el nacionalismo vasco de
cuya primera expansión él fue testigo. Cuando en 1918 -en la época
de

Wilson y de la finalización de la Guerra Europea- se pretendió
introducir una acción separatista a pretexto de "restauración foral
integral", fue Pradera quien denunció la maniobra y salvó de toda
sospecha el limpio foralismo de Navarra. Fruto de aquellas polémicas
victoriosas fue su famoso libro "Fernando el Católico y los
.falsarios
de la Historia", alegato incontestable contra las falacias históricas de
Sabino Arana y de Carnpión principalmente. Cuando en 1936, ya bajo
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RAFAEL GAMBR.A
el Frente Popular, se intentó dotar al País Vasco y a Navarra de un
Estatuto autonomis_ta semejante al catalán, totalmente ajeno al dere­
cho y a la
historia y

opresivo de
las auténticas foralidades locales, fue
tarobién Pradera quien consiguió separar de tal designio a los verda­
deros tradicionalistas de la minoría parlamentaria vasconavarra. Esta
valerosa acción le atrajo una amenaza de muerte que no tardarían en
ejecutar en el San Sebastián rojo los mismos "falsarios de la historia".
Pradera, sin embargo, murió con el inmenso consuelo, con la ale­
gría, de escuchar ya la artillería del ejército victorioso que avanzaba
desde Navarra, de los carlistas y demás fuerzas liberadoras.
A los treinta
y ocho años de aquellos hechos -y aun consi­
derando la laroentable adhesión de los nacionalistas vascos a la cau­
sa marxista- cabe afirmar que es ahora cu.ando el separatismo vasco
encierra una verdadera peligrosidad. Porque se corre el riesgo graví­
simo de confundir a una minoría terrorista con el propio pueblo
vasco y engendrar así una enemistad absurda cuyos frutos serían dis­
gregadores. Es el mismo fenómeno, en otro orden de cosas, que con­
fundir a la actual Iglesia progresista o "humanista" que hoy se nos
predica desde múltiples niveles de la jerarquía, con la verdadera
Iglesia Católica, la que Cristo
fundó y pervivirá por siempre. Quienes
incurren en esta confusión se ven en el riesgo de perder la fe al ex­
perimentar una
naniral y

espontánea repulsión hacia esa seudo-reli­
gión socializante que hoy se nos ofrece bajo capa de catolicismo. La ruina de la religión
y de la patria serían para nosotros el resultado
de estas dos confusiones que, por lo mismo, debemos evitar a toda
costa.
En orden a esclarecer
--en sus líneas más elementales-la pri­
mera de estas cuestiones (la nacional o patria) me propongo plan­
tear aquí estos dos temas: ¿Quiénes son los vascos? ¿Qué es el na­
cionalismo vasco? Respecto al primero, es muy poco
y oscuro lo que se sabe sobre
los orígenes de Euskalerria (País Vasco), al igual que imprecisos y
variables han sido sus límites geográficos. Las viejas leyendas hacen
proceder a los vascos de Armenia relacionando su origen con la dis­
persión de la descendencia de Noé tras el Diluvio; otra conjetura
relaciona el vascuence con el ibero viendo en él un resto de la pri-
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FORAUSMO Y NACIONALISMO V ASCO
mitiva lengua de la península. Lo único cierto que conocernos es su
resistencia a la romanii.ación -sólo en parte realizada-y, aún más, su
resistencia a la dominación germánica. Las crónicas de los reinados
visigóticos repiten de reyes sucesivos que "domuit vascones", y la
batalla de Roncesvalles so.bre Carlomagno puede serviI de súnbolo
-más

o menos
legendario--de
esa secolar resistencia. Sus lúnites
territoriales tampoco son precisos. Pá.rece que en épocas remotas eran
vascones los montes pirenaicos del Alto Aragón, y, en cambio, entran
en los límites de Navarra o de Alava -y aun de Vizcaya- zonas que
sólo podrían reconocerse remotamente vascas dentro de la tesis del
vascoiberismo. Sin embargo, los vascos
es~ ahí, con su lengua autóc­
tona
y ancestral, con unas características raciales relatlv:amente defi­
nidas,
con su fuerte institución familiar.
La
participación de Euskalerría en esto que llamarnos España
comienza durante la Reconquista, que es cuando propiamente se
forja nuestra nacionalidad con las características históricas que le han
sido propias. Y la relación del País Vasco con Castilla --0 con España
más tarde- no es de dominio u ocupación, ni siquiera de herman­
dad u origen común, sino de paternidad a filiación. Como ha obser­
vado el Prof.
Ellas de

Tejada, "de
Euskalerría no

solamente ha bro­
tado el reino de Navarra sino también los de Aragón y de Castilla,
que son manife;staciones del empuje de los vascones en la Recon­
quista".
Después de la "pérdida general de la España"' en 711, la Recon­
quista se inicia y mantiene a partir de tres núcleos diferenciados
cuyas características perviviián dnrante siglos. Uno ·'es el de la monar­
quía toledana o visigótica cuyos nobles se refugiaron en las montañas
de
Asturias y

dan origen
al reino

de León que jurídica
y consuetudi­
naríamente pretende prolongar la monarquía visigoda. Otra es la
reconquista romanizada,_ mediterránea, cuyos núcleos son las ciudades
de la costa, especialmente Tarragona. De ellos procederá la formación
de Cataluña. Y el tercero,
central por
su posición y autóctono, es el
de los vascones, ·nunca sometidos por entero al poder visigótico pero
ya cristianizados
para esta

época.
Estos núcleos se extienden lentamente por la gran zona com­
prendida entre los montes nórdicos y el Duero, tierra "de nadie"" du-
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RAFAEL GAMBRA
rante mucho tiem¡,0 eo el sentido de que los /,ra!,es no lograron eo
ella asentarse de un. modo permanente. Allí fueron surgiendo las
"presuras" y "extremaduras" o extremos del Duero, y de esta ex­
pansión a partir del núcleo vascón fueron formándose, tras el Se­
ñorío de Vizcaya, el Condado de Alava
y, eo bueoa medida, el de
Castilla; por la parte del Ebro surgiría el Reino de Navarra
y el de
Aragón. La dependencia que algunos de estos países occidentales tuvieron
en un principio respecto del Reino de León -políticameote más
organizado- fue rompiéndose precisamente por el origen vasco de
su población y de sus costumbres, diferente -y hasta rival-del
espíritu visigótico que persistía en la monarquía astur-leonesa. Viz­
caya se independiza de los astures en la legendaria batalla de Arri­
gorriaga, todavía en
el siglo IX, y las luchas de Castilla por su indepen­
dencia -conseguida en
el siglo siguiente- están presididas por la
aversión de los castellá.nos al Fuero Juzgo, legislación visigótica vi­
gente en León que se oponía a sus costumbres y derechos ancestra­
les de origen vasco. Conocido es el episodio de la quema en Saota
Gadea de Burgos de las reproducciones existentes del
_Fuero Juzgo.
Culmina

este proceso de separación de Castilla la heroica figura de
Fernán González, primer conde independiente; pero será después
el rey de Navarra Sancho el Mayor quien, al dejar el condado de
Castilla a su hijo Fernando, le otorgará la condición de Reino.
El decurso posterior de la Reconquista hará del reino de Cas­
tilla
el núcleo propulsor de la futura unidad española, pero los orí­
genes de su población, su_ separación primera de León y su carácter
dependen fundamentalmente de la expansión vascongad~. Como ha
observado sagazmente el mismo Prof.
Ellas de
Tejada, la lengua cas­
tellana, la nitidez de sus sonidos, depende de la fonética vasca -tan
diferente de los sonidos oscuros del grupo galaico-portugués o del
catalán.
Es -diríamos- el romance pronunciado por vasalngados.
Y,

al
igual que ocurrió en el orden político, esa lengua de Castilla
y de Navarra, con fonética vasca, vendrá a convertirse en el romance
español por antonomasia, especie de punto de confluencia y evolu­
ción de las otras lenguas peninsulares,
La relación, pues, del País Vasco COl.i. Castilla es de paternidad a
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FOIUlLISMO Y NACIONALISMO V ASCO
filiación. La expansión vascongada en la Reconquista determina, en
principal medida, la formación de Castilla;
y la costumbre y catácter
de

esos pobladores determina su personalidad independiente. El País
V asco, por ende, es
tacnbién origen,

a través de Castilla, del proceso
integrador que dio origen a la nacionalidad
espa!íola. En el siglo XII
Castilla y León vuelven a reunirse bajo predominio de Castill~; en
el siglo xv se incorpora a Castilla la Corona de Aragón
y poco más
tarde Castilla conquista a Navacra. Portugal se incorporará con Fe­
lipe II, truncando más tarde, bajo Felipe IV, la lograda unidad es­
pañola. De todas estas incorporaciones sólo la de
Navacra fue

por
las
acmas, pero

su consolidación fue
rápida y pacífica, y la sombra
anti-jurídica que la empañaba viene a disiparse en 1700 con la su­ cesión de la Corona española en la Casa de Borbón, heredera de los
antiguos reyes de Navarra, que no dejaron nunca de usar ese título
aun reinando en Francia.
Tan acnplia e integradora progenie no fue obstáculo, sin embargo,
para que los países vascos y Navarra conservaran celosaniente sus
costumbre, leyes y autonomía en lo privativo, manteniendo, en parte,
hasta nuestros días sus derechos forales. Sí es obstáculo, en cambio,
para que pueda poseer cualquir género de viabilidad o fundamento
un separatismo o "nacionalismo" vasco. Tal idea es un absurdo o
contrasentido histórico, porque la gran nación creada -por los vascos,
de orígenes vascos, es precisamente España, que si dependió en su
génesis de los tres núcleos de la Reconquista, dependió principalmen­
te en su ramificación del núcleo central, generador de Castilla, que
es el núcleo vascongado. De aquí que todas las- grandes figuras
-y
las empresas históricas- de vascongados sean parte de la historia de
España o de los pueblos españoles: Elcano, Legazpi, Urdaneta, Oquen­
do, San Ignacio, Francisco de Vitoria, el propio San Francisco Ja­
vier ... De aquí que la negación por parte -de un vascongado peninsu­
lat de su españolismo sea negat su propia progenie, su obra histórica,
negarse a sí mismo en definitiva o renegar de sí.
Ya bajo los reyes comunes a todas las Españas, la dignidad y no­
bleza de las "provincias exentas" fue siempre reconocida y conserva­
da. Felipe II recomendaba a su
hijo que

"estime en mucho a los
viz..:
cainos y los conserve en sus libertades y fueros, porque son muy
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RAFAl/L GAMBRA
leales y fidelísim.os vasallos, y necesarios para. la conservación de esta
monarquía". Y cuando, después de la Revolución francesa y de la
invasión napoleónica, la división interna y la crisis política y religiosa
hacen presa en España, Navarra
y las provincias Vascongadas toman
el partido de
la antigua monarquía católica y del sistema foral, man­
teniendo así una postura de reivindicación religiosa
y tradicional .es­
pañola cuyo eco llega hasta la Guerra de Liberación en 1936.
Si estos son los vascos y esta su ejecutoria, _¿qué es el nacionalis­
mo vasco? Se trata de un movimiento de reivindicación vasquista
y de intención separatista ruya existencia no alcanza todavía un siglo.
En cualquier otra época del pasado hubiera resultado simplemente
incomprensible por los propios vascos, porque, como hemos visto,
no sólo carece de bases históricas, jurídicas y políticas ("Euzkadi"
no existió jamás ni aun como nombre), sino que constituye un ab­
surdo o un contrasentido histórico. Su principal inspirador fue Sabino
Arana, quien trató de buscarle un apoyo teórico en la conquista
- Navarra

por Fernando el Católico,
pleiro este
ajeno por completo a
la cuestión puesto que Navarra era un reino de la Reconquista y la
mayor parte del
país vasco

estaba fuera de él, incorporado foralmente
a Castilla. Los mismos motivos del Rey Católico para la conquista
de Navarra fueron forzados y falseados por los historiadores nacio­
nalistas, como cumplidamente .demostró Víctor Pradera.
La raiz del nacionalismo vasco fue de carácter sentimental. Su
ambientación inicial dependió del desalienro de la derrota carlista
en 1876 y de una reacción anticentralista
y de exaltación de lo pro­
pio. En su elaboración teórica (llamémosla así) acusa un fuerte ca­
rácter racista
y demagógico. Sabino Arana, influido del naturalis­
mo biológico de su época, se apoya en la raza y e11 la geografía en
la misma medida en que prescinde de la hisroria y del derecho. La
hábil explotación de un sentimienro de superioridad, de pureza ra­
cial y de autonomía natural constituyó ese otro aspecto demagógico
dirigido a exaltar las pasiones
para lograr
fáciles adhesiones.
El nacionalismo, sin
embargo, se

conllevó durante muchos años
como una enfermedad crónica que no causa
grave'. daño.

Para
la
mayor parte de los afectados era como un sarampión de juveotud del que se salía con la madurez de juicio.
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FORALISMO Y NACIONALISMO V ASCO
Su exacerbación actual procede de dos motivaciones distintas
pero confluyentes. La primera fue la supresión del concierto econó­
mico (o fuero administrativo) de las provincias de
Guipúzcoa y

Viz­
caya como castigo por no haberse sumado al Alzamiento Nacional de 1936. Debo confesar que jamás comprendí esa decisión de tan
previsible impopularidad, y ello por cuatro razones:
la primera es
que, cuando no se trata de una tribu minúscula sino de todo un país
o región, parece arriesgadamente justo el imponer a todos un castigo
(más bien la privación de algo suyo) por lo que -por acción o por
omisión- hayan podido realizar algunos. La segunda es que
la ad­
hesión ( o no adhesión)
al Alzamiento

se realizaba por parte de
la
población civil previo un alzamiento militar que la hacía posible.
En San Sebastián apenas hubo alzamiento militar visible, y en Bilbao
no lo hubo en absoluto:
mal podría darse esa adhesión. La tercera es
que Guipúzcoa -prontamente

liberada- y Vizcaya en cuanto se
liberó aportaron a la causa nacional más voluntarios y esfuerzo que
la
mayor parte de las provincias españolas de la zona nacional, no
digamos que las grandes capitales de la zona roja, ninguna de las
cuales sufrió sanción alguna. Y la cuarta, en
fin, que, al no

tratarse de
una elevatión del cupo contributivo, sino del cambio de su régimen
administrativo por
el central· o común, no es precisamente una apo­
logía de éste por parte de quienes lo ejercen. El que en años cercanos
se eliminara del prólogo de aquella ley su carácter punitivo no hizo
más que añadir el absurdo a la injuria.
Sin embargo, había sido tal el entusiasmo religioso y patriótico
que el Alzamiento despertó en
la mayoría del pueblo vaséo -y tal
el horror que
la guerra dejó tras de sí- que esta motivación quedó
como latente durante mucho tiempo, sin apenas exteriorizarse en
casi veinticinco años de
pcstguerra.
El

segundo motivo de este enconamiento actual del separatismo
vasco
-mucho más

decisivo por
extraño que parezca-es la nueva
inflexión doctrinal y política de origen mariteniano dada a la Iglesia
por el Concilio Vaticano 11. Sus consecuencias "autodemoledorasn
son bien visibles y se dejan sentir en proporción a la religiosidad
católica de los distintos ambientes
y a la influencia que en ellos ejer­
cía el clero. En todo caso-~ ·-inflexión doctrinal que se tirula "ag~
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RAFAEL GAMBRA
giornada" ha tenido la extraña virtud de abrir o ahondar todas las
grietas
por las qué rápidamente se desmorona hoy nuestra civiliza.
ción occidental, sus pueblos, sus familias, los corazones de sus miem­
bros.
Si se proclama como objetivo supremo un "ecumenismo" en el
que rodas las civilizaciones y religiones coinciden por evolución hacia
la paz y comprensión universales; si (siguiendo a Maritain) la Cris­
tiandad medieval

fue un error histórico, si la sociedad cristiana ha de
ser laica como tal sociedad, y la bandera de Lepanm hubo de ser
devuelta a los turcos en señal de paz religiosa, no puede dudarse de
que las consecuencias políticas serán incalculables para países de
cristiandad
(y de génesis particularmente religiosa) como España.
Lo que ha unido a los reinos y países espafíoles fue la común em­
presa religiosa de la Reconquista, y más tarde la conquista y cristia­
nización de América
y las guerras religiosas por la unidad católica
en Europa. La consecuencia primera de esta "nueva teoría" vaticana
será esta:

toda esa común ejecutoria histórica, lejos de constituir
una
epopeya gloriosa, no es más que un conjunto "triunfalista" y "cons­
tantiniano" de violencias políticas, de ''crímenes de guerra", de aten­
tados contra la "libertad religiosa" y de colonialismos.
Es decir, que,
si lo

que ha unido y forjado a una nacionalidad
como España es el
mal ( el único mal que reconoce la Iglesia progre­
sista o ecumenista), es consecuencia necesaria que tal nacionalidad
carece de fundamento respetable; incluso, que debe disolverse. Este
refuerzo doctrinal

que adviene al separatismo
vasco (y a todo sepa­
ratismo en España) desde
la nueva Iglesia protestantizada no ha
pasado inadvertido a los nacionalistas, y muy
especialmente a
los
clérigos que están más cerca de estas cuestiones doctrinales y a cuya
vanidad
y "coquetería intelectual" les halagan estas posturas llama­
tivas
y extremadas.
Así puede decirse con entera verdad que en una inmensa pro­
porción
la subver~ión separatista de los últimos diez años en el País
Vasco
y Navarra ha sido inspirada y atizada por el clero.
Pero, naturalmente, las "nuevas teorías" no tienen sólo las con­
secuencias que sus autores previeron o desearon, ni son como un
taxi que se puede parar a voluntad. Los grupos actuales del País
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FORALISMO Y NACIONALISMO V ASCO
Vasco han sido domioados por aquellos que son beneficiarios últimos
del
progresismo católico y de la
"libertad religiosa":
el
marxismo­
leninismo,

cuya es la significación actual de la llamada ETA. Para estos
elementos el separatismo sentimental o romántico es_ sólo un medio
de desintegrar las nacionalidades históricas (España y, en menor . es­
cala, Francia), pero, una vez consegnido ese objetivo y triunfante
la Revolución universal, ninguna discriminación local, racial o na­
cional subsistiría, y menos una enteramente artificial y táctica como
habría sido la de "Euzkadi".
De
todo lo cual
-y fuera
ya de la cuestión del oacionalismo
vasco- pueden extraerse dos consecuencias de carácter universal:
Es la primera que cualquier error ( o inflexión hacia el error)
en el orden teológico o religioso tiene consecuencias incalculables en
el terreno moral, en el jurídico, en el político, etc.
Asi_ el principio
llaruado de "libertad religiosa" que recoge el Vaticano 11, introduce
una doctrina oscura y nueva o diferente respecto a la doctrina, el
espíritu y el lenguaje tradicional de la Iglesia en esa materia. La in­
terpretación habitual de esta equívoca inflexión en et post-concilio
ha dado lugar a una doctrina cuyos antecedentes han de reconocerse
--de adelante a atrás- en Maritain, en la democracia-cristiana, en
el modernismo religioso, en el protestant~o y en el racionalismo
moderno. Sus consecuencias se llaman: progresismo,
ecumenismo,
autodemolición,

apostasía, subversión, terrorismo
y "cristianos para
el socialismo".
La segunda consecuencia está en la base de la anterior: el fun­
damento o cimentación de toda sociedad histórica -pueblo, patria,
nación- radica siempre en una común profesión religiosa, en el
mantenimiento de una fe
y una ortodoxia. Como escribió Rivarol,
los pueblos son como unos extraños navíos cuyas anclas están en el
cielo. Cuando estas anclas se rompen el navío no
pasa a gozar de
"libertad religiosa" sino que camioa a la deriva impelido a desha­
cerse contra los arrecifes de la impiedad y la subversión.
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