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Número 128-129

Serie XIII

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El poder de la empresa

EL PODER DE LA EMPRESA
POR
Loms SALLBRON.
Cuando se evoca el problema del poder en la Empresa, general­
mente se hace para poner en tela de juicio, ya sea la legitimidad de
ese poder, ya sus modalidades de organización
y de funcionamiento.
En el primer caso, la
crítica apunta

al fundamento del poder.
"No
es, pues, justo -se dice corrientemente--que la propiedttd del cr,pital
confiera

a
su titular el

derecho de mandar
a los trabajlldores."
En

el segundo caso, Jo que se
critica es

el reparto de los poderes
concretos o la manera como esos poderes se ejercen.
Se trata, pues, de dos problemas distintos. Supongamos, en efec­
to, que el primero quede resuelto por el hecho de que la Empresa
no sea de propiedad privada capitalista (comunismo, nacionalización,
cooperación); sin embargo, los problemas concretos de la org?,filza­
ción
del poder continúan existiendo, aunque admitamos que se pre­
sentan de forma diferente. Por ejemplo, en una fábrica de automó­
viles en Rusia, en una fábrica nacionalizada, como Renault, y en
una fábrica capitalista, como Peugeot, los problemas internos de
reparto de los poderes son sensiblemente análogos.
Examinemos sucesivamente estoS dos problemas.
l. L~ PROPIEDAD, FUNDAMENTO DEL PODER EN LA EMPRESA,
La relación del poder con la propiedad no es fácil de presentar
brevemente pues reconduce a la problemática total de la narura­
leza

humana. Sería precisa una
ingente investigación

psicológica, so­
ciológica, histórica y jurídica pata establecer las causas de tal fen6-
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Fundaci\363n Speiro

LOUIS SALLERON
meno que no suelen ser contemplados sino en sus últimas conse­
cuencias.
Para simplificar, partamos de una comprobación sencilla. El hom­
bre es un ser individual y social. Si es su propia personalidad, por
tanto, individual, lo tjue interesa en primer término al .jefe, éste no
deja de percatarse de que él no puede existir sino en sociedad. Es más,
no puede desarrollar su personalidad sino por la sociedad. Sin la aso­
ciación de las fuerzas. individuales y la división de las actividades,
no podría incrementar ni sus capacidades espirituales, ni sus recur­
sos económicos.
La sociedad es rin_ complejo de interacciones humanas. Si llamamos
"poder" a toda posibilidad de acción del hombre sobre el hombre,
podemos decir que
la sociedad es un complejo de poderes.
¿Cuál es la fuente de estos poderes?, ¿cuál es la fuente del poder?
Es la
"autoridad". Cuestión
de definición, sin duda. Pero la etimolo­
gía y la tradición nos invitan a
denominar "autoridad"

a esa cualidad
del hombre que le da una fuerza de acción -un poder- sobre otros
hombres.
Se puede plantear como afirmación indiscutible que
la autoridad
es

la
fuente original de

todo
poder social.
Que· reflexionen quienes se extrañen de ello y rápidamente se
pondrán de acuerdo.
Pero ¿cuál es, pues, la naturaleza de la autoridad? ¿De dónde
viene? No sabemos nada. Nuestra afirmación es una comprobación.
Existe en el hombre una energía misteriosa que irradia. Esta autoridad
es espiritual. Hay energía por doquier. Pero la autoridad es un carác­
ter de la naturaleza humana y, por eso, es espiritual. En la lucha uni­
versal por la vida, hay relaciones de fuerzas y de poderes en interac­
ción. La autoridad no aparece más que en el hombre, aunque el po­
der que ella suscita puede realizarse como energía física.
La autoridad no es un hecho de algunos hombres. Es un atributo
de

la
persona. Todo hombre tiene, pues, una autoridad. Todo hom­
bre ejerce un poder sobre los demás. Pero hay grados de autoridad y
diversidad de autoridades. Los poderes de uno son mayores que los
de otro, y son diferentes. Pedro puede tener una autoridad.
intelec,
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Fundaci\363n Speiro

EL PODER. DE LA EMPRESA
tual mayor que Pablo, y ejerce por ese hecho un poder intelectual
sobre Pablo. Pero Pablo puede tener una autoridad moral mayor que Pedro, y por esre hecho ejerce un poder moral sobre Pedro.
Fuerza física y autoridad
espiritual.
La infinita variedad que ofrece la naturaleza humana da lugar
a que la Sociedad no sea sino la composición de todas las energías
-autoridades y poderes-- que en
ella se confrontan en una perma­
nente interacción recíproca. En el vértice de la sociedad aparece la
autoridad puramente espirinial; en la base, la pura fuerza física. Pero
es preciso notar que la pura fuerza física difiere de la del animal en
dos aspectos: en primer lugar, por
brutal que ella sea, queda bajo la
dependencia del espíritu, lo cual explica que la expecie humana haya
triunfado de todas
las especies

animales, de las cuales muchas y en
su conjunto la hubiera
aplastado. En

segundo lugar, la fuerza física
cada día difiere más de la del cuerpo humano.
Es instrumental. Un
enclenque con uo revolver en sus manos -es más fuerte físicamente
que un forzudo sin armas. No hay, pues, fuerza física pura, inde­
pendiente de la inteligencia en la sociedad -a pesar de que entre
dos individuos puede existir una relación de pura fuerza física.
La autoridad más puramente espiritual, ejerce, parad6jicamente,
el poder más fuerte. Paradójicamente, pues, lejos de emplear de cual­
quier modo la fuerza física, la contradice. El · ejemplo más sublime
nos lo ofrece Cristo. Su autoridad no se ha manifestado sino ·por su
enseñanza, el ejemplo de su vida y su sacrificio. Ha sido el más po­
deroso motor de
la evolución humana. Pero un Sócrates, un Buda, un
Confucio, un Descartes, un Hegel, un Marx, también han ejercido por
su autoridad espiritual un poder extraordinario sobre la sociedad. En
peldaños menos elevados, el amor, la inteligencia, la ciencia, son
permanentemente autoridades áe considerable pode, social.
Puesto que el hombre no está solo, y nunca está solo, la autori­
dad se manifiesta en todas las formas en que puede desplegarse la capacidad de la naturaleza humana
y, con la JlUtoridad, se manifiesta
el poder. Vemos la autoridad.y el poder en la familia, en los pequeños
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LOUIS SALLEII.ON
grupos humanos de toda clase, en las asociaciones e instituciones de
toda especie, tanto en la ciudad oomo en el campo.
Sin
embargo, hay dos ámbitos en los que el poder se muestra
de una manera característica, planteando todos los problemas de su legitimidad, en su fundamento
y en su ejercicio: son los ámbitos de lo
político
y de lo econ6mico.
El poder político.
El ámbito político, por "'' el de la 'organización general de la sociedad, es, al mismo tiempo, el ámbito en el cual el poder se ma­
nifiesta en su plenitud. En tal grado es así que cuando se emplea la
palabra poder sin más precisi6n, se refiere a la política. El Poder es
el poder polítioo. "Tomar el
poder"", "Estar en el poder", "Ejercer
el poder", se entienden siempre a un sentido político. Para muchos
autores, la ciencia y el arte político son la ciencia. y el arte del Poder
en su grado supremo, es decir, la ciencia y el arte de ejercer la ac­
ci6n más poderosa sobre los hombres y su destioo.
En el terreno político como en cualquier otro, la autoridad, per­
sonal y espiritual, es la fuente y el origen primario del poder. Un
Alejandro, un César, un Carlo Magno, un Luis XIV, un Napoleón,
para no hablar de contemporáneos nuestros, son hombres que han
logrado su poder sin duda ayudados por el azar, merced a su activi­
dad, es decir, a esta forma particular de energía que en el campo po­
Jítioo da fuerza
y cohesión a gran número de hombres.
¿Cuál es el objeto de la política? La instauraci6n de la justicia,
es decir, el permitir a los hombres que logren su más completa ex­
pansi6n colaborando de la manera más perfecta para el logro del bien
común de la sociedad, en el desarrollo de su personalidad
y de las re­
laciones que entretejen con los otros miembros de la sociedad. La
justicia se expresa socialmente por ~ Derecho que formula las reglas
mediante las cuales puede
realizarse. Las
palabras latinas,
"jus'" y
"justitia" indican su parentesco. La fuerza pública, expresión pura
del Poder, asegura el respeto del Derecho.
La función del Estado, encarnación jurídica de la sociedad más
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EL PODER. DE LA EMPRESA
perfectamente definida, es esencialmente reguladora. Los derechos de los individuos
y de sus agrupaciones no proceden del Estado. El
Poder supremo de éste no-tiene por objeto sino asegurar, conforme
la iusticia y el Derecho, el e¡ercicio de los poderes que extienden por
todos
los ámbitos
la autoridad áe las personas. Es de toda evidencia,
por ejemplo, que la autoridad del padre de familia
y su poder sobre
sus hijos no tiene su fundamento en el Estado, sino que, por su parte,
el Estado debe regular en la ley el ejercicio de este poder.
El poder económico,
El dominio económico es el más importante de aquellos en los
cuales el hombre despliega su actividad. Directa o indirectamente,
es, en efecto, universal.
El ob¡eto de la economla es el dominio y
transformación de la naturaleza. Por medio de su inteligencia y de
su ttabajo,
el hombre se apropia de las cosas y las ttansforma en "bie­
nes", es
decir,
cosas buenas
para él
("bona"). Gracias a la moneda, que
él inventa, puede indefinidamente cambiar, ahorrar, invertir. La aru­
mulación de bienes y de signos monetarios que los representan coas~
tiru.ye la riqueza.
¿Puede hablarse de autoridad económica y de poder económico?
Sin duda alguna. Quien puede Jo más
puede
lo menos;
y si las pala­
bras "autoridad"·y "poder" evocan primeramente las relaciones entte
los hombres, expresan también perfectamente la relación del hombre
con las cosas.
La relación del animal con las cosas, vivas o inanima­
das, es un poder; pero no es el acto de una autoridad. Le falta la
inteligencia, la consciencia y la prosecución de un fin. En cambio
el ttabajo del hombre es un gasto de energía orientado a un fin. El "ttabajo" (si se puede emplear esta palabra) del animal es un gasto
de energía finalizado por la naturaleza ( o por el hombre cuando
el
animal está domesticado o es utilizado), pero no por el mismo ani­
mal, cuyo instinto no evoluciona, o al menos no está regido por la
inteligencia.
¿En qué consiste el Poder econ6mi,co? Consiste esencial-mente
en la apropiación que, por regulación del Derecho, llega a ser la
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LOUIS SAlLER.ON
propiedad. Ningún derecho está más cerca de la naturaleza. El hom­
bre
"genérico" ignal que el hombre individual, pasa su vida "apro­
piándose" cosas, primero para sobrevivir,
y después para extender
su imperio vital. Producir, consumir, ahorrar, cambiar, capitalizar,
ese es el sentido del trabajo del hombre, ese es el ejercicio del poder
que obtiene de su autoridad económica.
La propiedad es necesaria, es decir, es precisa su regulación por
el Derecho instituida y protegida por el Poder político. Sin la pro­
piedad no habría entre los hombres otra cosa que una pura relación
de fuerzas. Eso significaría la gnerra
perpetua, la

misma lucha por
la vida del reino animal, sin ningún progreso. La capitalización, he­
cha posible por la propiedad, es en sí misma la civilización en su
aspecto material.
¿Cómo en economía se pasa del poder sobre las cosas al poder
sobre los hombres? De la misma forma que en todos los demás
ám­
bitos. Como todas las otras formas de autoridad, la autoridad econó­
mica se reparte sin ignaldad. Aquel que se revela mejor "empresario"
que otros,-no se basta por sf mismo, por medio sólo de su trabajo, para
el desarrollo de su
"empresa"_ Es necesario, por tanto, que recurra a
otros hombres que le arrienden sus servicios. Así resulta llamado a
mandarles. Pero aquí es cuando el Derecho interviene. Hablamos del arren­
damiento de servicios. Aquella labor era realizada hace mucho tiempo
por la esclavitud, en la que el esclavo era objeto de propiedad, como
una cosa. Notemos que, incluso en las épocas de la esclaviru.d, había
cierta protección jurídica del esclavo. Había también muchas clases de
esclavos. El filósofo· Séneca era un esclavo,
lo mismo que un traba­
jador agrícola. De ese modo
la autoridad económica y su poder, era
considerada como inferior a la autoridad política,
y a su poder, mien­
tras la autoridad espiritual funcionaba y trabajaba para elevar per­
petuamente
el Derecho (jus) hacia la justicia (justicia). Aun de hom­
bre a hombre jugaban estas interacciones. No podernos dudar de que
el esclavo
Séneca, política y econ6micarnente dépendiente de su due­
ño, tenía sobre él y sobre muchos otros un inmenso poder que pro­
cedía de su autoridad espiritual_ No se trata en modo alguno de la
dialéctica del dueño y del esclavo, entrevistas por Hegel, sino, más
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EL PODER. DE LA EMPRESA
profundamente, de la dialéctica o quizás de la. cibernética de las
autoridades,
y de los poderes, del espíritu, de la polltica y de la eco­
nomía.
Gracias a las fuerzas espirituales y a la capitalización de las
riquezas, se ha pasado, en etapas sucesivas, de la esclavirud a las rela­
ciones contractuales, y hoy, en todo e:l mundo civilizado, la propiedad
y el contrato, en el ámbito de la ley, regulan el desarrollo económico.
Propiedad y compete.ricia.
No obstante, ¿puede decirse que la propiedad es la fuente de
poder en la empresa?
La expresión es ambigua
y por esto choca. De hecho, la propie­
dad no es
ni ha sido jamás la fuente de poder en la empresa. No hay
más que una fuente de poder, de cualquier poder, es la autoridad, que
es exclusivamente personal
y espiritual.
¿Se podría decir,

en cambio, que la propiedad es el
fundamento
del poder en la empresa? En mi opinión se puede decir. Pero reconoz­
co que la expresión se presta igualmente a confusión, pues la pa­
labra "fundamento" es utilizada en el mismo sentido que la palabra
"fuente".
Lo que es preciso decir es que la propiedad es el funda­
mento jurídico
del poder en la empresa o, todavía más clara.mente,
que la propiedad es la institud6n jurídica que fundamenta el poder
en
la empresa.
Esto no solamente se puede decir sino que se debe afirmar con
vigor.
No obstante, aun cuando sea comprendida con exactitud,
la idea
choca todavía a muchas personas, que continuan pensando
y afirman­
do que no es la propiedad sino la competenda lo que debe fundar el
poder en la empresa.
Aquí incurren ellas en una confusión que es importante disipar.
Sin duda alguna la competencia debe fundamentar el poder. Pero
la competencia no es si,no otra expresi6n de -la autoridad. Ahora bien,
tanto la competencia como la autoridad es una cualidad personal. No
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LOUIS SALLBR.ON
es una institución jurídica ni puede ser eiigida en inscltución. No
puede, por lo tanto, proporcionar la regulación de Derecho necesaria
a todo cuanto es duradero en la sociedad.
¿Eg preciso .suprimir la herencia?
El problema suscitado por este debate es el de la duración -pro­
blema que existe en el dominio económico
y en el dominio político--.
En materia social es importante distinguir la
creación y la per­
petuación.
El hecho de la creación no origina ninguna dificultad. Ella es lo
originario. No obedece por tanto a ninguna regla.
Es la autoridad del
·creador, del

fundador, la que le
asegura su poder. Este crea su propio
poder sobre el objeto de su creación personal. Pero como es mortal,
y su obra es de naturaleza social, es decir, se refiere ~ una colectividad,
es preciso que esta obra continúe. La· sucesión de su poder d'ebe · estar
asegurada.
Lo será, ya sea por las reglas que el mismo haya establecido,
ya

por reglas definidas en la ley, o bien
poi una mezcla de las dos,
es decir, por
reglas particulares

por.
él establecidas
en el ámbito de
una legisláción general que se ló permita.
Concretaruente, el problema planteado es el de
la transmisión
del

poder de
la propiedad. Los

aspectos son
muy numerosos -tan
numerosos como los de la propiedad misma y su transmisión-.
Observemos los dos casos más simples y más típicos, con los que
tienen más o menos relación todos
los demás:
una empresa propiedad
personal de su fundador y una empresa propiedad de una sociedad
de capitales.
1) He
aquí un

hombre que ha fundado
una empresa, que es su
propietario. Muere y su hijo le hereda. El poder del padre no era
discutido porque, con toda evidencia, este poder procedía de su auto­
ridad creativa. Jurídicamente este poder estaba unido a la propiedad,
pero
la propiedad no hacía sino conragrar una autoridad, una
competencia personal. El poder del hijo, por el contrario, procede
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EL PODER DE LA EMPRESA
directamente de la propiedad hetedada, sin que su autoridad sea
cietta. ¿Es éste entonces un poder legítimo? A esta pregunta es preciso responder que, en
toda institnción
existente y destinada a durar, el poder es legítimo, en su comienzo,
cuando es transmitido legalmente.
Entre "legaUdad" y "legitimidad", existe una diferencia que todo
el mundo petcibe intuitivamente.
La legalidad es la simple confor­
midad a la ley positiva. La legitimidad es la conformidad a una ley
superior que pone de relieve las ideas de moralidad
y de finalidad,
con referencia al bien común de la colectividad a la que conciefne.
Es particularmente en las cuestiones de sucesi6n en el podet dende _
aparece la noción de legitimidad. La ley regula estas cuestiones, ya
sea en detalle o bien proporcionando un cuadro de regulaciones par­
ticulares. Cualquier sucesión en el poder, en rualquier institución,
efectuada conforme a la ley, dota de legitimidad al nuevo poder. Sin
esto no sería posible la vida social.
La cuestión de la legitimidad del podet heredado vuelve, pues,
a planteársenos
para sabet si es buena o mala la ley de sucesión. En
otras palabras, ¿es pieciso suprimir la herencia en materia de· em­
presa?
Nosotros no lo crem.os, por razones muy simples. Si, en efecto,
la herencia quedara suprimida, sería preciso hallar otra solución, y
no tenemos sino evocar a nuestro alrededor, cuatro o cinco casos con­
cretos bien conocidos, haciendo esta pregunta: ¿Cómo encontrar un
nuevo jefe de empresa a la muerte _de su propietario? Inmediatamente
el númeto y el volumen de las dificultades que es preciso supetar
resultan considetables.
Si
simplemente se

decide optar por suprimir el derecho a heredar
la propiedad empresarial, otras modalidades jurídicas
deberían petmi­
tir

asegurar su transmisión. Y si se bloquean estas modalidades jurídi­
cas la propiedad pietde todo su contenido. Una propiedad que no pu­
diera transmitirse de ninguna manera no sería ya una propiedad. Tan­
to-que, tal vez, incluso sería preciso estudiar la posibilidad de que la
propiedad pudieta ser. transmitida a cualquieta excepto al heredero, Jo
cual sería absurdo.
De hecho, el problema es un poco teórico .. Un jefe de empresa
114,
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LOUIS SALLERON
que dirige bien su negocio tiene generalmente dos preocupaciones
conjuntas: lograr que su empresa continue y transmitir el patrimonio
a su hijo (supongamos que sea hijo úrtico). En vida tratará de aso­
ciarlo a su negocio y le entrenará para sucederle. Si le
juzga incapaz
pondrá

a alguien para ayudarle. El caso no es tan raro.
Imaginemos, no obstante, que un hijo incapaz sucede a su padre
por herencia. La competencia lo eliminará rápidamente. Acabará
mendigando. ¿No son posibles los fracasos? Lo son incluso en vida del
fundador, si éste se obstina en dirigir su empresa cuando
la edad o
la enfermedad no se Jo permiten.
Esta clase de inconvenientes no pueden , ser negados, y no son
excepcionales. Pero todos los sistemas tienen inconvenientes. No se
puede hacer otra cosa sino buscar el que tenga menos y evitar, si se
puede, los inconvenientes con disposiciones legales precisas. Pero,
basándose en los inconvenientes del sistema de la propiedad personal
como fundamento jurídico del poder en la empresa, no es admisible
que se le reemplace por otro fundamento jurídico sino en el caso de
que se encuentre uno que tenga menos incorwenientes, es decir, que
en el ámbito de
la justicia social y de la eficacia económica se mues­
tre superior. Por nuestra parte, nosotros no lo vemos.
2) Sin embargo, el caso que acabamos de examinar no es por el
que generalme_nte se muestra interés. El que suscita la repulsa _es el
de la empresa constituída jurídicamente en sociedad, de cuyo capital
son titulares una o varias personas, individuales o colectivas. En ese
caso no es ya la sucesión de un propietario individual y mayoritario
Jo que preocupa principalmente. De una manera mucho más general,
Jo que se discute es la propiedad capitalista, en cuanto fuente del
poder en la empresa. Los supuestos de la transmisión de esta propie­
dad no hace sino suscitar de manera
partiatlar, en
ciertas circunstan­
cias, el problema de la legitimidad del poder al que está unida.
Planteemos concretamente este problema: Una empresa, que com­
prende 5 .000 personas, es propiedad de una sociedad anónima y la
mayoría de su capital está controlada por un individuo o un grupo
cualquiera. Este individuo, o este grupo, detenta el poder de manera
soberana. Tiene pues en sus manos
la decisión final acerca de la vida
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Fundaci\363n Speiro

EL PODER. DE LA EMPRESA _
de esta empresa. Puede incluso -ponemos un ejemplo que no tiene
nada de
teórico- ceder su capital a
otro individuo o a otro grupo, el
cual, de ajeno a la empresa la misma víspera, se convertirá de golpe
en su dueño. Parece que en esto hay algo
que choca,
justamente. por­
que
no aparece nexo alguno entre la autoridad creadora y la propie­
dad,
siendo así que tal nexo es la justificación profunda del poder
del propietario.
Pero la apariencia, en casos como éste, conlleva el riesgo de en­
mascarar
la realidad. Si, en efecto, un propietario de empresa ced~
a otro su propiedad con el poder que ésta lleva consigo, verosímil­
mente es porque una causa cualquiera . ---circunstancia imprevista,
error de gestión, mala suerte-ha hecho fracasar su poder. Ya no
hay autoridad que le permita dominar la situación. Por ello una auto­
ridad nueva sustituye a la suya. Y si bien es cierto que esta autoridad
nueva no
ha sido la fundadora de la empresa, es al menos fundamento
de su continuidad1 que es el título necesario y suficiente para asegu­
rar su legitimidad. Ya que, para la institución existente, el problema
es el de durar, y lo que garantiza la duración es esta transmisión de
poder.
Estar a la altura de la tarea.
En todo momento, la legitimidad de un poder se muestra en el
hecho de que
su titular tenga la autoridad personal que corresponda.
No existe ninguna diferencia, desde ese pllnto de vista, entre una ce­
sión de propiedad y un nombrarnienro. Pongamos, por ejemplo, el
caso de la Administración pública. Si un funcionario es nombrado
jefe de despacho, o director, o ministro, su poder es legítimo, en el
origen, desde el momento que el nombramiento esté hecho conforme
a la ley, pero esta legitimidad no se confirma duraderamente más que si la autoridad personal del designado se muestra a la altura del
poder que le ha sido conferido.
Podemos examinar todos los poderes que existen en la sociedad.
El problema de su transmisi6n es siempre, en el fondo, el mismo:
Se trata de encontrar la fórmula institucional que permita detectar
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Fundaci\363n Speiro

l,OUIS SAUERON
e instalar un nuevo titular del poder que esté a la altura de su tarea, es
decir, dotado de una autoridad por lo menos igual al poder de que
dispone. Esta fórmula institueional puede ser el nombramiento, la elec­
ción, la co-optación, la
costumbre, o

la posibilidad lo más ampliamen­
te posible abierta. a la creación; puede ser más o menos dependiente
de la naturaleza, de la ley o del contrato
---0 de la violencia-. Tra­
tándose

de la empresa, es en torno de la propiedad y a partir de
ella
que se plantean y se resuelven todos los problemas del poder y de su
transmisión. Se percibe esto perfectamente en el hecho de que si se
trata
de suprimir el poder que resulta de la propiedad del capital, no
se encuentra otro medio sino el de suprimir la propiedad
misma, bien
nacionalizando tal o cual empresa o tal o cual sector económico, bien
suprimiendo
toda propiedad privada de los medios de producción,
es decir, instaurando el comunismo. Siendo así,
la cuestión consiste
en sabe, si estas fórmulas, y principalmente la del comunismo, fl[Jor­
tan a la totalidad más iusticia social, más libertdd para los individuos
y más eficacia económica. ¿Los inconvenientes que se denunciaban en
la organización económica basada en la propiedad privada han des­
aparecido?, ¿o, por el contrario, subsisten?, ¿o, incluso, han llegado
a ser mayores?
No insistimos sobr~ este retorno perpetuo a la propiedad como
la institución jurídica más válida para fundar el poder en la empresa.
Será quizás mejor que consideremos el problema tal como aparece
prácticamente en general, es decir, que contemplemos el del poder
en la empresa constituida
en · sociedad de capitales e integtada por
un
personal numéricamente importante -pongamos desde 500 a va­
rias decenas de millares de colaboradores---. Este es, en realidad, el
problema de la organización del poder. Llegamos, pues, ahora, a él.
ll. LA ORGANIZACIÓN DEL PODER EN LA EMPRESA.
Cuando se habla del poder, cualquiera que sea el ámbito de este
poder, se habla generalmente como si fuera único y absoluto. Pero
ya se trate del Estado, o bien de la empresa, o de cualquier institución,
1146
Fundaci\363n Speiro

EL PODER DE LA EMPRESA
jamás un poder es absoluto. De hecho o de derecho siempre est,i
lhnitado.
¿Precisaríamos algo más si habláramos del poder "de deci­
sión"? No lo· creemos.
Contentémonos con decir que cuando se habla del poder, sin otra
indicación, se contempla el
mayor poder, en el ámbito considerado.
Tener el poder en la empresa, es tener el máximo poder en la
empresa.
Normalmente, el Derecho determina el tirular de este poder, ór­
gano o individuo. Pero no es excepcional que la costumbre o la au­
toridad confiera a una persona, o a un grupo de personas, un poder
superior al que detenta quien de derecho en su titular.
La observación. de la realidad revela que todo poder es un poder
comptWtido.
Una multiplicidad de poderes.
Cuando se habla, por ejemplo, del poder del Estado, o del poder
en el Estado, se encuentra uno. en presencia de una multiplicidad de
poderes, de derecho o de hecho. Primero, los poderes clásicos: eje­
cutivo, legislativo, judicial. Entre los poderes de hecho:
el de la in­
formación, del sindicalismo, del dinero, de la Iglesia. Eotre los po­
deres centrales descentralizados: los del
prefect0 y del alcalde. Entre
los poderes interinos de cada uno
de estos

poderes,
el presidente de
la República, el primer ministro, los diversos ministros, la adminis­
tración, los despachos y comisiones del Parlamento, toda clase de
personajes y de asambleas. No terminaríamos de enumerar.
En
la empresa sucede lo mismo.
Contemplemos una fábrica. Para todo el personal de la fábrica,
quien tiene "el poder es el director, el patrono. Pero si esta fábrica no
es más que una de las tres o cuatro fábricas que pertenecen a una
empresa, el director de la fábrica por encima de él tiene al director
de la empresa. Y si esta empresa es una sociedad de capitales, el di­
rector de la empresa_ tiene por encima de él a los propietarios del
capital. Y si nosotros entramos en el misterio de las sociedades mul­
tinacionales
y de sus · filiares, nos enco.ntramos ante un embrollo tal
1147
Fundaci\363n Speiro

LOUIS SALLEI{ON
de poderes · que, auri siendo en téoría jetárquicnmente subordinadoS
unos a otros, no siempre nos es posible percibir entre ellos el poder
supremo
y, en todo caso, descartan la idea de un poder absoluto.
Añadamos c¡ue aun cuando lleguemos
a. identificar
un estadio del poder
que pudiera contemplarse como el poder supremo de aquella unidad
tomada en consideración, este pod~~-r se hallaría también limitado por
gran cantidad de otros poderes: las prescripciones legales, la fuerza sin­
dical, la opinión pública, la banca, etc . ... y, fundamentaimente, en
régimen de economía liberal, la competencia.
Por otra parte, en· la empresa o en la fábrica se observa una mez­
cla de jerarquía y de diversidad de funciones que revelan una serie
de poderes de derecho, sin hablar de los poderes paralelos de hecho.
El verdadero problema es el de la organización del poder, es de­
cú-, de la organización de la multiplicidad de los poderes .
. . . que se trate de organizar.
Este problema general se descompone en numerosos problemas
particulares.
A nuestro parecer los tres principales son:
-La

designación del titular de cada poder.
- El acceso de los individuos a los poderes superiores.
-La definición del contenido de los poderes.
Los· dos primeros problemas se reducen realmente a uno, con­
siderado bien sea en su aspecto estático o bien en su aspecto dinámico.
Se. trata

siempre de colocar
"al hombre
adecuado en el puesto ade­
cuado", es décir, de encontrar la correspondencia más exacta entre
el poder dado a un hombre y su capacidad para ejercerlo (su auto­
ridad). Los procedimientos de afección y de promoción no son muy
numerosos. Habitualmente se utiliza el nombramiento, es decir, la
elección por los superiores. Puede ser empleado también "el ascenso"
unido a
la edad. A menudo se trata de una mezcla de los dos sistemas,
pero implica necesariamente una selección,
porque no todo

el mundo
puede "ascender" en
la "jerarquía".
I14lr
Fundaci\363n Speiro

EL PODER DE LA EMPRESA
El tercer problema se refiere a la mayor o menor descentraliza­
ción del poder. En términos generales la descentralización es deseable.
Su. realización

es delicada; se trata de definir con exactitud los pode­
res delegados, para que sean efectivos sin perturbar la marcha gene­
ral de la empresa. En una descentralización bien equilibrada
las dos
nociones de poder
y de responsabilidad siempre deben ir a la par.
Poder y libertad.
El reparto de los poderes, en la empresa y en la sociedad política,
resulta muy aclarado si confrontamos las pálabras "poder"· y "liber
0
tad". Ambas, en efecto, podría decirse que tienen el mismo sentido,
salvo que la primera significa una relación de arriba a abajo, y la
segunda una relación de abájo a arriba; o, si se prefiere, la primera
significa una capacidad de acción positiva
y la segunda una Capaci­
dad de acción negativa. El poder es un poder sobre los otros, lá liber­
tad es un límite al poder del Otro.
La organización del poder es el reparto de poderes que de igual
modo son poderes-poderes (vistos desde arriba) y poderes-libertades
(vistos desde

abajo).
Según la posición ocupada en el grupo social y según el ternpera­
menro Íos individuos son impulsados a desear préferentemente ya
sea los· poderes-poderes, o bien los poderes-libertades.
En la naci6n, por ejerrÍplo, son poco numerosos los individuos que
desean poderes-poderes, es decir, poderes de diputados, de ministros,
etcétera ... Todos, por el contrario, desean poderes-libertades, porque
todos, en tanto individuos, tienen el sentimiento de su impotencia
frente a lo que ellos llaman precisamente el "poder", y lo que ellos
quieren es tener el poder de actuar en la esfera. de su vida cotidiana,
sin ser inquietados ni molestados a perpetuidad,
y es esro lo que ellos
llaman precisamente "la libertad".
En la empresa es poco más o menos igual. En escaso número tie­
nen fa ambición· de ser directores, patrones, -P. D. G., pero la rnafotía
desea simplemente que en el nivel donde trabajan no se hallen áme­
nazadós por la

arbitrariedad
de los
poderes
que están por encima de
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Fundaci\363n Speiro

LOUIS SALLERON
ellos. Es decir, que unos aspiran principalmente a un poder-poder y
los
otros a un poder-libertad. Sin embargo, como en todo grupo social el número de los que
están en IaS escalas intermedias o subalternas es infinitamente supe­
rior al número de los que están en las
escalas más. elevadas, se
produce por ello una especie de separación entre el primero y segundo
grupo, siendo los del primero quienes están considerados como
realmente detentadores de "el Poder"', porque los poderes de que dis­
ponen son los que más profundamente afectan la vida del grupo social
y, en consecuencia, a la vida de los miembros del grupo. Por tanto, se
busca el restablecimiento del equilibrio entre las dos categorías de poderes, de
tal forma que los poderes-libertades puedan llegar a ser
--colectiva si

no individualmente- poderes-poderes.
En el ámbito político, este

problema es fundamental
y su solución
determina la naturaleza del régimen político. No lo examinamos, con­
tentándonos con decir que en Occidente normalmente se resuelve con
la elección periódica de los dirigentes. Los poderes-poderes de estos
últimos les son otorgados por los derentadores de los poderes-liber­
tados, que, a intervalos determinados, con sus votos conjuntos, dis­
ponen del poder-poder supremo.
En el ámbito económico, el

problema se plantea de forma dife­
rente porque el poder económico _está subordinado, en hipótesis, al
poder político. Por otra parte, como ya hemos visto antes, el poder eco­
nómico es expresado por la propiedad, que pertenece a la naturaleza
del Derecho privado.
Es, pues, por la legislación del Derecho pri­
vado
---
propiedad, derecho de obligaciones, derecho de
la responsabilidad- como debe ser resuelta la organización del poder
en la economía y, por ende, en esta unidad-tipo de la economía que
es la empresa.
Controlar el poder económico.
Llega un momento, sin embargo, en el que la importancia ad­
quirida por el fenómeno económico en la sociedad política, la con­
centración de los
capitales; cla subordinación de las actividades de
1150
Fundaci\363n Speiro

EL PODER. DE LA EMPRESA
producción a las actividades monetarias y de crédito, el gigantismo de
las propias empresas, acaban por crear una especie de Poder econó­
mico que plantea
un doble problema, el de su relación con el Podet
político
y el de su relación con todos los poderes-libertados de los
miembros de

la sociedad económica.
La solución del primet problema, en nuestros días, no ofrece una
dificultad real. El Podet político -sí su voluntad es clara-
siempre
está

dotado para contener dentro de sus límites. al Poder económico.
Por ello debe vigílatse a fín de no ceder a la tentación de
suprimir
el

Poder económico, con el comunismo, o de debilitarlo excesivamen­
te por medio de naciQnalizaciones inopartunas.
La solución del segundo problema es aparentemente más difícil.
Podríamos, por tanto, preguntarnos si el problema realmente se plan­ tea. En los Estados Unidos, en efecto, país por excelencia del capita­
lismo liberal
y de la economía superdesarrollada, apenas se ha plan­
tea.do. La ley; por una parte, los convenios colectivos, por otra, son
suficientes para regularlo todo. No se observan reivindicaciones de los
asalariados en sentido bien sea del comunismo, bien de las naciona­
lizaciones,
'bien de la participación en los poderes superiores de las
empresas. Las elecciones políticas _ y los convenios colectivos parecen
el doble instrumento suficiente para el control del Poder económico
y de la defensa de sus poderes-libertados. No
.sucede igual en los
países europeos en los
cuales los
titulares
de poderes-libertados querrían ejercer un poder-poder en las empre­
sas, según f6rmulas diversas de co-gestión, autogesti6n o participa­
ción, sin hablar del comunismo.
Cogestión, autogestión, participación.
Bajo cada una de estas palabras se agrupa ral cantidad de signi­
ficaciones diversas que nosotros no podemos entretenernos aquí en
su examen. Diremos
simplemente, en. cuanto

a
lo que se refiere a .Ja
participación, que ésta existe siempre en el sentido obvio de la pa­
labra. Trabajar en una empresa es participar en su vida y en su obra.
Es preciso, pues, saber de qué tipo particular de participación se
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LOUIS SALLERON
oye hablar. Todo poder en la empresa es una paruc1pac10n en
el poder de la empresa. Si se examina una participación en los po­
deres superiores que comprometen más profundamente la vida de
la empresa, es decir, en los que se llaman los poderes de gestión
y que conciernen a la estrategia y la táctica de la empresa en el com­
bate
ecoriómico, esta participación no

tiene sentido más que en pro­
porción a los ~iesgós financieros que comporta la propia empresa. Im­
plica, pues, al mismo tiempo, la propiedad de una parte del capital
. interesado. Nosotros creemos que a nivel de la empresa la solución
es bastante irreal.
Multiplicar la propiedad,
Por el contrario, estarnos convencidos de que la difusi6n de la
propiedad mobiliaria entre los asalariados es, si no la solución, at
menos la condición de la solución del conjunto de los problemas
que Sllscita el Poder económico. Al efectuar la democratización de
la propiedad se realiza indirectamente la democratización del poder.
Es,
ademá.s, · digno

de mención que en los dos países industrial­
mente más desarrollados, Estados Unidos y Alemania, es en donde la
propiedad mobiliaria está más ampliamente difundida. '
Estas son, por nuestra parte, las reflexiones generales que nós
suscita el problema del poder en la empresa. Cada uno de los puntos tratados exigiría ser estudiado en ex­
tenso. Aquí no hemos tratado sino de hacer un intento para mos­
trar
la relación íntima que existe, en el ámbito económico, entre
el poder y la propiedad, La pérdida de la conciencia de esta relación
significa
deslizarse primero para caer después en el totalitarismo
que, en su
raiz, es la negación de la libertad.
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