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Número 145-146

Serie XV

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Jean Ousset y las enseñanzas de la historia

JEAN OUSSET Y LAS ENSEÑANZAS DE LA HISTORIA
Palabras pronurwwdas en /,a presidencia de la seswn de clausura
del XI Congreso del "O/fice lnternationaJ:'.
POR
JUAN V ALLET DE GOYTISOLO.
Conocí personalmente a J ean Ousset en el X Congreso de "La
Cité Catholique". Fue en el College Saint
Nicolas, des

Fréres des
Ecoles Chrétienes, de
Issy les Moulineaux, en las afueras de París, a
primeros
de julio de 1960. Hace, pues, casi 16 años. Las
fotografías
del Supplément número 3 de VERBE en su 15º año muestran, flan­
queando

al Général
W eygand, a Jean Ousset y al Conde Amédée
d'Andigné, a quien rindo desde
aquí cordial

homenaje. En· mi
me­
moria queda la imagen dinámica que allí capté de Jean Ousset, ex­
poniendo

su
rapport final en el que precisó el ámbito y espíritu de
la obra emprendida; recuerdo
su palabra encendida, brillante como
una llama, alargada hacia el cielo, reflejando un espíritu ardiente,
apresurada

al final de los párrafos
para seguir

el ritmo veloz de su
pensamiento.
Un año antes, Eugenio Vegas Latapie, nuestro maestro y pro­
motor,
había asistido al

IX Congreso
y, a su regreso a Madrid, nos
repartió a sus amigos numerosos
ejemplares del Pour qu'Il Regne
y abundantes números de V erbe. Evoco nuestras primeras reuniones
de estudio, discutiendo Le couple Uberté-autorité y familiarizándo­
nos

con
la perspectiva de les corps imermediaires.
Jean Ousset se erigió en nuestro maestro. L'HJtroduction a la
politique, L' ,m,our humain, Patrie-Nation--Etat, Le TráVttÜ, éste es­
crito

en colaboración con Michel Creuzet, más
tarde L'action y siem­
pre

sus editoriales
-pienso ahora en Pagtlille dam l'EgUse et mis­
tere de la foi y en Fatima e la ,aison d'Etat-fueron textos básicos
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JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
para nuestra tarea. Durante varios años, Verbo español recogía, en
su mayor parte, textos de nuestros amigos de Rue des Renaudes.
De ahí la insaldable gratitud y el sincero afecto que sentimos por
Jean Ousset y, con él, por Michel de Penfentenyo y demás amigos
de t'Office.
• • •
Hace poco más de un año, PERMANENCES 114, de noviembre de
1974, publicaba un editorial de Ousset "Les pierres crieront ... ", que
reproducimos en
castellano en Verbo 133-134. En él, su segunda
frase,
planteaba: "¿Es

posible que
cat6licos, por
otra parte
escru­
pulosos,

parezcan rehacios a comprender bien que su Dios, el úni­
co Dios,

vivo y verdadero, es el Creador y
por ello Soberano Maes­
tro tanto en orden de la
naturaleza como

en el orden de la
gracia?".
Su conclusión formulaba

esta tesis: "En primer lugar, es pre­
ciso no abandonar nada, no despreciar nada de la indispensable y
constante referencia
al único dogmatismo salvador de la única auto­
ridad sobrenatural y salvadora; pero, además, es necesario desarrollar,
ampliar, ilustrar y confirmar su erueñanza con todo un conjunto de
demostraciones, de observaciones que no deben despet-diciarse ... ;
con una victoriosa sobreabundancia de pruebas
concretas".
"Por eso importa, en estos momentos, que recurramos a esta ex~
periencia constante de las posibilidades humanas que se llama la
historia ...
", ya

que "el simple recuerdo
doetrinal no

consigue
per­
fornr
el

frente del antidogmatismo moderno".
• • •
Precisamente Pío XII, en su Radiomensaje de 1 de junio de
1941, a! insistir "en el orden inmutable que Dios, Creador y Reden­
tor,

ha
manifestado por medio del derecho natural y la revelación",
los calificaba de "doble manifestación" divina, porque "las ense­
ñanzas del
derecho nahlral y las verdades de la revelación derwan por
diversos caminos, como dos arroyos de aguas no contrarias, sino acor­
des, de la misma fuente divina".
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JEAN OUSSET Y LAS ENSENANZAS DE LA HISTORJA
Esta segunda manifestación divina, a través del orden de su obra
creadora, nosotros los hombres
-<0mo nos
dice Santo Tomás de
Aquino
(S. Th., I, q. 87, a. 1, res.)-no la cooocemos plenamente y
en -esta vida terrena nunca llegaremos a alcanzar este conocimien­
to. Pero sí, en cambio, podernos llegar a conocer de él lo suficiente
para guiarnos a

través de dos
vías también
ronfluyentes
y comple­
mentarias.
Una, captando, no en nuestra subjerividad, sino en la realidad
de
las cosas, pot una facultad de nuestra razón, los primeros prin­
cipios teóricos, con nuestro intelectus principiorum, y los primeros
principios operativoo, ético-naturales, por la synderesis, a la que
vino a referirse San Pablo en su Epístola a los Ro!llllnos 1-2, 14-15
al señalar que aquellos gentiles que "hacen por razón natural lo
que
!llllllda la
ley":
'"son pata sí mismos ley

viva", mostrando así
"que está escrito en sus corazones
lo que la ley ordena".
El otro camino es el de la inducción y de !os juicios prudencia­
les, que
parten del

conocimiento de las cosas
y los hechos singulares
y ascienden a lo universal hasta alcanzar, por esta vía .inversa, res­
pectivamente, los principios teóricos y fos principios práctiros de
nuestra
razón, elevándonos desde los efectos a las causas.
Ambos caminos deben complementarse. Si fuésemos dioses crea­
dores nos bastaría el· primero. Su orientación inicial sí que está en
principio al alcance de todos; pero - Tomás (Iª-II"', q. 94, ss. 4, 5 y 6)-habida cuenta de nuestro pe­
cado original, resulta que, si bien .. en lo que toca a esos prindpios
generales, la ley natoral no puede ser borrada de los corazones de
los hombres en general",
en cambio, a veces "se botra en las obras
patticnlares

por la concupiscencia u otra mala pasición"', pudiendo
ocurrir que '"la ley natural estuviera
algo pervertida en los corazones
de
algunos, hasta

el punto de juzgar buenas las
cosas que son na­
turalmente malas".
Por eso, cuando mayor sea la corrupción moral y mental de los
hombres, más necesario será mostrarles la segunda vía para ayudar­
les a que vean la verdad, e incluso a convertirse. Es la vía de la
inducción, de la eicperiencia, de los juicios prudenciales. Pero como
nuestro mundo es dinámico y la vid.a se desenvuelve en el tiempo;
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JUAN VALLET DE GOYTISOLO
nuestro conocimiento del mi=o sólo se alcanza en la medida de su
transcurrir a través de la historia., que se nos presenta como testigo,
y de la tradición, depósito siempre renovado de experiencias vivas
y de juicios consecuentes.
Estamos ante la magist-ra vitae, como se ha denominado a la his­
toria.
Peso su camino lo podemos seguir de dos maneras.
Por el primero nos sumergimos en ella sin aceptar sino lo que
nos troe, en cuanto alimenta el esplritu del pueblo, tal como pre­
tendieron Schelling y
la escuela histórica alemana; ni deducisnos
principios

sino de ella misma, erigiéndola
en único juez. Con ello
incidimos

en una
forma particular
de positivismo, desde
la cual sólo
existe un paso, que dio el socio-logismo, para no considerar de la his·
toria sino su producto actual, existencialmente vigente. Llegamos así
al, est"' con los hechos o a identificar lo racional, con lo real,. Y,
desde este instante, es
fácil lanzarnos hacia adelante a la cartera,
pues el presente es fugaz, hasta orientar cada historicismo hacia un
mito colocado en el devenir, hacia el cual se afirma que avanzamos
inexorablemente. Así, loa historicismoa modernos han p'1Sado de mi­
rar casi exclusivamente hacia atrás a no atenerse sino al presente,
para acabar mirando solamente a un futuro que no conocemos, pero
que nos condiciona en cuanto nos alienamos• para alcanzarlo.
Los
historicismos, en cualquier caso, confunden la naturaleza con el re­
sultado en constante devenir de
la historia humana y, de ésta, olvi~
dan lo verdadero por lo vigente. Sin
embargo, existe
otro modo de
seguir el
camino de la his­
toria. para extraer de ella el caudal de
experiencias que

contiene. Se
trata de comprobar cómo, a veces, los hombres, las sociedades siguen
por buenos caminos y, en otras, toman malos derroteros que llevan
ciudades, pueblos
y civilizaciones a la catástrofe. Todo depende de
que, como causas segundas del orden de la o-eación, seamos fieles al
orden
de
la creación; pues de no serlo, por otros caminos, pasando
por el castigo del desorden, la providencia nos hace retornar a la
verdad-era vía, aunque muchas veces debamos r~menzarla desde
más abajo, e incluso por el principio.
Esta

fue la perspectiva que, en la encrucijada de los siglos xvn
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JEAJ-1 OUSSEI Y LAS ENSENANZAS DE LA HISTORJA
y XVIII, en el N&poles hispánico, supo mootrar Giambattista · Vico,
autor genial tan
falseado por Croce

y por
. Gentile.
Según Vico no
existe verdadero conocimiento de algo si no se lo conoce desde sus
causas. Saber es scwe per causa.r, sólo asequible plenamente a quien
hace

la cosa
y, por tanto, tratándose de la naturaleza en la plenitud
de

su orden, sólo a Dios que es su
creador. El
hombre
ónicamente
puede conocer así lo que totalmente es obra suya. Pero la natura­
leza es obra de Dios y, por eso, sólo para Él es perfecto el vemm
ipsum factum de ella. El hombre, imperfectamente, viendo en ima­
gen plana lo que Dios conoce en relieve, tan sólo tratándose de
la
historia del mundo civil o de las naciones puede aproximarse a ese
conocimiento.
Imperfectamente, porque sólo conocemos lo que hacemos si lo
realizamoo conscientemente y lo que hemos hecho si lo recordamos.
Y si esto ocurre, individualmente, a cada uno de nosotros, mayor di­
ficultad tiene la humanidad para conocer su obra histórica. Se trata
de no petdet las conquistas logradas, de no olvidar las soluciones ob­
tenidas y de alcanzar otras nuevas, superando las dificultades que hasta
el momento han impedido el éxito o llevado al fracaso. Es preciso
reconquistar, con progresivo conocimiento de la historia, los saberes
fácticos alcan.zadoo un día pero que se hayan olvidado.
Viro obsetvó 1a

existencia de una
hist01'ia idea/, eterna, que mues­
tra la existencia de una providencia, de un orden, que actúa según
actuetnos los hombres al rea!lizar, ron nuestro libre ailbedrío, el mun­
do civil histórico; ya que, según lo hagamos, serán las consecuen­
cias, es decir,
el orden o el desorden particulares, que respectiva­
mente producirán la paz y el bienestar, o bien, las reacciones febri­
les

consecuentes al
malestar, la injusticia, la anarquía ... hasta que
se aJcance de

nuevo el orden perdido.
Así, en su obra, Vico contempló unos juicios de valor que no
son producto de la historia, que no son inmanentes a ésta, sino ob­
tenidos:

unos por
el derecho natural de las gentes, otros con la ayu­
da de la Revelación,
otros por los filósofos atendiendo a la pública
utilidad contrastada con

el imprescindible conocimiento de
la his-­
toria, estudiándola; pues, con su estudio, atendiendo a sus resultados,
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JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
obtendremos unos criterios aptos pata juzgar tanto la propia his­
toria como los actos humanos.
Por
eso, nos

es
preciso ronocer la historia; a fin de que, con­
templándola, verificándola y luego reflexionando, saquemos de ella
consecuencias que sirvan paira guiarnos ·en el uso de nuestra liber­
tad, de la que Dios nos ha dotado y de cuyo uso deberemos respon·
der
ante El.
• • •
¡Perdonadrne! el tiempo que os he consumido, pues todos esta·
mos deseosos e impacientes,
y ¡yo el primero!, para escuchar a Jean
Ousset.
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UNIDAD-UNITARISMO
PLURALIDAD. PLURALISMO
{Actas del
X Congreso del "Office lnternational",
Lauoanne, 13, 14 y 15 de abril de 1975).
UNIDAD, ¿A QUE PRECIO?, por Gustave Thibon.
EL PLURALISMO EN CUESTION, por Louis Doujar­
ques.
REGIONALISMO Y UNIDAD NACIONAL, por Ivon­
ne
Flour.
UNIDAD DE AOCION CON DIVERSIDAD DE FOR­
MULAS, por Michel de Penfentenyo.
82 págs. 100 ptas.
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