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Número 145-146

Serie XV

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Actualidad y vigencia

ACTUALIDAD Y VIGNNCIA
POR
FRANCISCO JOSÉ FBRNÁNDBZ DE LA ÜGOÑA.
Cuando me propusieron el tema de esta rooferencia confieso que
no me agradó nada. Actualidad y vigencia. ¿Qué se puede decir
acerca
de ello? ¿Tiene algún interés? ¿Y algo que ver con el título
del Congreso: La
sociedad a la deriva. Ralee; d., sus errores: Pers­
pectivas incompletas, caminos ,equivocados, oonceptos erróneos, in­
roherencias?
Como primera providencia arudí al Diccionario de

la Real Aca­
demia. Actualidad:
Cosa presente. Cosa o suceoo que attae y ocupa la
atención del romún de las gentes en un momento dado. Acción del
acto

sobre
la potencia.
La tercera arepción es un término filosófiro que nada tiene que
ver ron nuestro terna. La primera -tiempo presente-tampooo
disttaetá nuestra atención, pues el presente, como dijo el poeta, en
un punto es ido y
acabedo. Y

algo
tan efímero

que a
nada que lo
observemos es ya pasado, la mera temporalidad de un insmnte inasi­
ble,

vale más para
mediuciones acerca de la brevedad de la vida,
de cuán
presto se

va el placer, muy
necesarias y demasiado olvida­
das hoy, pero también fuera de

aquello sobre
lo que quisiera haceros
pensa,:.
Quedémonos, pues, con la segunda acepción del Diccionario. Cosa
o suceso que atrae y ocupa la areación del común de las gentes en
un momento dado.
Con la palabra vigencia hay más dificultades. La Real Academia
nos
dia,: Vigencia: adidad de vigente. Con lo que nos quedamos
igual que estábamos y obligados a segui,r indagando. Vigente: (Del
latín vigens, -entis, p. a. de vigere, tener vigor) adj. Aplícase a las
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leyes, ordenanzas, estilos y costumbres que están en vigor y obser­
vancia.
Y nada más. Pero no es poco si profundizamos en lo que nos
dice el
Diccionario. Leyes, ordenaru:as, estilos y costumbres que es­
tán en vigor. ¿Por qué? Olvidémonos de la meta positividad jurí­
dica
que está
matruldo al derecho, al verdadero derecho, al conver­
tirlo en
algo mudable y accidental. En la voluntad del legislador en
un momento dado que hoy hace una ley y roafiaoa la deroga para
establecer una distinta y tal vez contraria. Pensemos, no en el Bo­
letín Oficú,J,, sioo en el roraron de los hombres_ Que lo tieo,,n_ Aun­
que
no
parezca importarle a nadie. Que sufre y que se rompe de
dolor y de tristeza. Querido, inolvidable Gabriel de Armas que ya
no pudiste aguantar
la demolición de lo que amabas, que te ahoga­
bas con el humo de Satanás que ha entrado en los templos por unas
grietas

que no son accidentales
y fortuitas sino que se abrieron de
propósito, pot personas con nombre y apellido, que maldecirá la
historia y, tal vez, aunque la misericoclia divina es infi.nita, el mis­
mo Dios. Estás ya, Gabriel, en una región sin humo y sin grietas.
El sol radiante de rus amadas Canarias era pálido reflejo del que
hoy te
acliienta y te ilumina. Lo que querían. arrancarte y no lo con­
siguieron, aunque en ello se te fue el CO!ll2Óll, es hoy para ti actuali­
dad
y vigencia petpetua: el Amor, la Verdad, la Fidelidad. Ya estás
con tus amigos. Con Tomás y con Ignacio. Con Teresa. Con Donoso.
Con Arintero.
Con Pilda.in. Y con Pedro. Con tu Pedro reencarmdo
y · reencontrado en cada Papa. Bueno o malo. Santo o pecador. Quie­
nes somos

hombres
de poca fe y tal vez rengamos un sentido menos
providencial de la eñstenda que el que tu te.nias, jamás olvidare­
mos
cómo ante nuestras indignaciones y a,nte las indignidades, can­
tabas, gritabas el '"Tu es' Petnm" aunque, a veces, nos pareciese que
te
lloraba el
alma. Con el '"Tu es Petrus" habrás llegado a las puer-
1'18 del delo y a ,sus ecos se habrán abierto de par en par. Desde allí
pide
a Dios por nosotrOS. Pide a Dios pot la Iglesia. Pide a Dios
por España.
Y me he ido de la vigencia. O tal vez oo. Y he permanecido en
lo
vigente aunque no
en lo actual Porque hoy no es actual Pedro
-no atrae y ocupa !a atención del común de 1Ias gentes-. Ni Tomás,
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ACTUALIDAD Y VIGENCIA
ni Ignacio, ni Teresa, ni Donoso, ni hintero, ni Pildain. Ni Ga­
briel

de
Armas, salvo

en
el dolor de su familia y de sus amigos. Lo
actual es, en cambio, el cantante de moda, el enésimo matrimonio
de
la actriz de cine -hoy se llama matrimonio a cualquier rosa-,
el precio del petróko o la apertura. Pero, ¿esa actualidad supone al­
guna vigencia? .Alguien recordará, no ya veinte siglos después sino
incluso dentro de veinte años, al futbolis11a del gol de la víctoria del
último
domingo, a la actriz del último destape o al político de la
última apertura? Estarán enterrados po,a siempre en ese cemente­
rio
de
actualidades, en el que no caben esperanzas de resur«cx:ión,
que son las bojas amarillecidas por los años de los periódicos que
nadie abrirá, olvidados po,a siempre en los estantes de las hemero­
tecas.
Mientms que Pedro, Tomás, Ignacio, Teresa, Donoso, los místi­
cos
como el P. Arintero y los obispos como Pildain -no todos los
obispos, naturalmente, sino sólo aquellos que han sabido serlo­
seguitán suscitmdo enmsiasmos como los de Gabr;eJ, porque las
ideas que les movieron y que les hicieron grandes estaboo andadas
en la vigencia de los valores permanentes y no en la actualidad efí­
mera
que atrae y ocupa la atención del común de las gentes en un
momento
dado
para ser sustituidas en el momento siguiente por
otras atenciones y atracci0ll.€S tan momentáneas a su vez como las
anteriores.
Distintas, pues, vigencia y actualidad en el uso común del len­
guaje. La primera tiene un fondo de permanencia, de importancia,
de vigot -fuerza o accividad notable' de las cosas animadas o ina­
nimadllS (seguimos con el Diccionario)-. La actualidad patece in­
dicar
la vana
ilusión de ese común de las gentes que por ser común
ha de ser mediocre, masivo, vulgar e inconstante.
Pero
pensemos algo más en esta teusi6n vigencia-actualidad. ¿Es
que Jo que tiene vigor, lo que se impone por su propia fuerza, lo
que tiene un valor
iotrmseco e

independiente,
por tanto, del ins­
tante en que se considere, no puede ser actual? Y, semu contrario,
¿ha de ser actual solamente lo superficial, Jo intrascendente, Jo que
sólo atrae o deleita a
ese común inculto que es la masa de la hu­
manidad?
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FRANCISCO JOSÉ FERNANDEZ DE LA CIGOFIA
Afirmar este principio sería caer en una interpretación elitista de
la
humanidad que
no porque haya

sido
verdadera en demasia siones
es menos pesimista. Los ejemplos históricos que abonarían
esta radical d.esconfianza en el géooro humano serían incontables.
Desde

el
gnosticismo oriental al despotismo ilustrado podríamos es­
pigar
mil

ejemplos que
intentaron usufrootuar las vigencias ofrecien­
do a las masas octuaJ.idades de pan y cirro. ¿ Y qué otta cosa es, en
nU
los
pe.rt.idos comunistas que

definen
y
establecen lo que el resto, es decir, la inmensa mayoría del pueblo,
el
común de las gentes, ha de acatar y aplaudir? No quiero decir
con esto que los valores,. · o los pretendidos valores, que estos mo­
vimientos dicen encarnar tengan verdadera vigencia. Pero si que sus
teorizant.es y adeptos pretenden que la tienen.
En sus antípodas estaría la concepción democrática que tendría
por

vigente todo lo actual. Identifican
actualidad y vigencia por
anulación
del 'vigor' de
esta última -¡qué poro vigor suelen tener
los demóctatas!-y por sublimación de las producciones intelectua­
les del
común de las gentes surgidas de ese sancta sanctot"um de la
esrupidez política

que es la
urna electonrl.
Si

los
hombres son naturalmente buenos -el pecado original ha
dejado
de
existir para los demóaatas aunque se nombren o apelli­
den
cristianos--, si

la
ley 'es la

expresión de la voluntad
populac, lo
que quierao los más, aunque no sea lo

que
quieta Dios,

o lo que
quiera la patria, o

lo que
quisieron los muertos de

ayet,
nuestros
padres,
nuestros

abuelos,
nuesttOS amigos, los que ODS han dado Jo
mucho o

lo
poco que tenemos· y no como un bien fungible para con­
sumir o dilapidar,
sino para que a nuestra vez lo legnemos a nues­
tros
hijos,

a los que
habitarán nuestra patria

a
nuestra muerte,
que
también tienen derechos, por lo menos ·los mismos que tenemos
nosotros a algo
que no hemos creado sino que heredamos, sin

mé­
rito
algnno por nuestra parte, sólo por habet nacido. Democrática­
mente
nada puede habet más vigente que lo que la masa quiere,
pues

eso ha de
ser !o bueno y lo justo. Pero cualquiera que peruma
algo, por poco que fuera, quedaría, una vez sentado · ese principio,
en t111 mar de perplejidades. Si el hombre es naturalmente bueno, si
la voluntad de los más es
la ley, y por tanto, lo justo, ¿cómo se ex-
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ACTUALIDAD Y VIGENCIA
plican las muestras de barbarie colectiva, la degradación sociaJ. que
la mayoría no
rechaza al menos de un modo activo, el que esa vo­
luntad pqpular diga hoy una cosa para luego afirmar la CO!lttaitia, eoc.?
Hitler

llegó
al poder por los votOS y el entimasmo de esa masa por
lo que, en pura lógka democrática, debería ser bueno. Y podríamos
seguir ron ejemploo de la histori!', pata demootrar plenamente que en
innumerables ocasiones la pretendida .. voluntad popular nada tenía
que

ver
ron la verdad, el bien y !a justicia.
Esmmos en el reino de la irreflexión y de la incoherencia. En el
que ·los más evidentes fallos del principio democrático no hacen pen·
sar a

nadie que el
error puede estar en

el principio
cuando las con­
secuencias
son tan contrarias a las prometidas en plena euforia de­
magógica.
Y
nadie se atreve a ir al fondo de la cuestión y afirmllr
cortmi populi que en muchas ocasiones tienen razón loo meiros sobre
más, que la verdad nada tiene que ver con el número de los que la
profesan, que a la masa se la engaña y manipula, que bajo la apa­
riencia
democrática . no gobierna el

pueblo
sino unas minorías más
o menos ocultas, etc.
Lo que parece evidente, a nada que se medite sobre ello, "" inal­
canzable a la gran masa de loo humanoo que parece haber adoptado
romo
lema de su exisreocia el 'lejos de noootros la funesta manía
de pensar'.
Si interpretaciones elitisms, totalitarias y dictatoriales Ülventan
falsas vigencias, que por ser falsas no son más que actualidades des­
tinadas a pasa,, las democráticas acaban ron las vigencias al conver­
tirlas
en

un mero
positivismo jurídico al modo de la ley de atten­
damientos urbanos o la de enjuiciamiento civil Que están vigentes
en
un

momento dado
por decisión del legislador y que pueden dejar
de estarlo mañana, cuando se promulgue una nueva ley surgida del
capricho del
kgislado< de turo0 o de la mayoría democrática de
aquel
instante. El 'vigor' de esms vil\fficlas no procede en modo
alguno de su fuerza o actividad notable, de algo interno que se im­
ponga de algón modo, sino de un poder extrínseco a las mismas que
impon:e coactivamente una obediencia. Es la razón de la fuerm y no
la fuerza de la razón. El poder y no la. autoridad.
Y así, democráticamente, puede ser llcim o i!lcito el divorcio,
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FRANCISCO /OSE PERNANDEZ DE LA CIGORA
el aborto, la eumnasia, el incesto, la droga o lo que quernis. Bastará
solamente que la mayoría lo autorice. Y podrá ser licito al día si­
guiente lo que mi iHcito el anterior si la mayoría, manipulada y
entontecida por los medios de propaganda, lo define solemnemente
con

su papeleta de
voto. Como ha definido acero, de la existencia o
inexistencia de

Dios.
Las vigencias, pues, no pueden definirse por una élite o por una
mayoría, pues no dependen del
capricho de
una o de
otta. Hay que
esrudriñarlas en el roraz6n de los hombres y exigen una actuación
de la inteligencia y no una mera peocepción sensorial apta eo cambio
pa,a percibir actualidades.
Los primeros principios del derecho natural, las lógicas conclu­
siones

de los
mismos, !o que Dios ha querido para· regular nuestra
oonvivencia
y lo que después nos ha revelado más explícitamente
son las vigencias permanentes aunque tal vez, para nuestra desdi­
cha, puedan no tenet actualidad.
Y

cuando digo
para nuestra desdicha oo pieru,o sólo en una vida
celestial que arriesgamos petder, sino también en la vida de este
mundo que cada día convettimos en más inhumano e inhabitable.
Porque
Dios no
nos ha dado buenos
preceptos e inclinaciones
en

un capricho divino como
podía habetlos declarado malos sino
que

los ordenó precisamente porque
etan conformes con la huma­
na
naturaleza o los condenó porque contlta.riaban. a

la
misma. Por
eso la postergación de lo vigente supone oo sólo un pecado contra
Dios, sino un dafio que 1lós hacemos nosotros mismos en ,este mun­
do.

Y
que lo

pagamos
también· aquí· con el vado moral, oon la anar­
quía
social, con el íntimo disgusto de nuestras conciencias, con el
suicidio, el
asoo, la dtoga y la enfermedad.
De

ahí que
nuestra ¡n-incipa! ta.rea en estos días de crisis y con­
fusión
sea devolver la actualidad a lo vigente. Hacer que todos valores n=ios pa:ra la vida familiar y pa,a la oonvivencia social
vuelvan a· ser actuales, atraiga,, y ocupen la atención del común de
las gentes, porque entonces no

sólo
cumplicln la voluntad de Dios
sino que vivirán más felices en esre mundo.
Y en este momento podemos plantearnos una dificultad. ¿Por­
qué lo vigente, lo que tiene un verdadeto valor que debería impo-
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ACTUALIDAD Y VIGENCIA
nerse a la inteligencia y a la voluntad es suplantado hoy por su
oontrario? ¿Cómo

Dios
al graba< en la conciencia de los hombres
la ley natural lo hizo tan levemente que muchas conciencias pare­
cen oo advertitlo? ¿Podemos seguir afumando ante el espectáculo
acrual vigencias queridas por Dios?
La explicación de la Iglesia es clara. De un lado la existeocia del
pecado
original,

dogma
de fe aunque numerosos teólogos piensen
y declaren lo oontrario sin

que
incomprensiblemente nadie les des­
aurorice, que oscurece el entendimiento y debilita la voluntad. De
otro,
la libertad humam querida por el mismo Dios y que permire
al

hombre
caído inclinarse por el bien o por el mal.
No he de detenerme en el desarrollo de estos puntos de fe so­
bradamente oonocidos por todos vosorros, sino en una oonsecuencia
de

ellos que me
parece hoy de. la mayor importa"1cia y que es la de­
formación intelectual oontemporánes.
Como

muy bien
señalaba Gustave Thibon,

en
nuestrOS días la
instrucción ha batido en todos los frentes a la cultura. El hombre
instruido

ha
sustituido al

cultivado. Uno y
Otro pueden
confundine
en una
¡ximera impresión, pues ambos poseen una serie de amoci­
miencos. Pero la instrucción no pasa de una mera acumulación de
cooodm,ienros, mientras que la cultura supone la asimilación a la
propia vida de los mismos.
Un ejemplo: sería un hombre instruido aquel que en una oon­
versación
sobre
música
pudiera hablar
de numerosos
composiroces,
supiera

la cronología de sus obras y sus
característia,s aunque
no
hubiese oído en su vida una sinfonía de Beetho--=
Sería un hom­
bre cultivado aquel
otro que tal vez sabiendo menos que el ¡xime­
ro dhlrutara espiritualmeote ron la música y de Vivaldi, aunque ignorara la fecha e,o,cta dcl nacimiento de ambos.
En la
instrucción es esencial la memoria y bien podríamos decir
que

cualquier
cerebro electrónico en el que se hayan archivado gran
número de datos es más instruido que cualquier hombre. Podrá res­
ponder

a mil respuestas:
Instrucción. Pero
nunca se
planteará a si
mismo una ¡xegunta: Cultura.
Por
eso, de
una
máquina jamás podrá decine que está cultivada.
La

cultura requiere una asimilación
vital de los conocimientos. TJna
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FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGONA
influencia de los mismos en la propia vida que rebasa con mucho
la simple iostrucción.
Seguimos con Thibon: La instrucción como tal. no tiene dife­
rencias de nivel Ante cualquier pregunta se sabe o no se sabe res­
ponder. La cultura, en cambio, es susceptible de una indefinida pro­
fundización. Por
ejemplo: saber de

memoria un
verso de fuicioe es
instrucción; meditarlo, encontrar en él cada vez nuevas resonancias
interiores correspoude a la cultura. El hombre cultivado es el que es­
tablece entre los datos de la lnstruoción relaciones personaks e lnédi­
ras. Por eso dijo Paul Valery que prefería ser leído siete veces por
un hombre

que una
vez por

siete
hombres distitttos.
La cultura se profundiza mientras que la instrucción sólo pue­
de extenderse. Por

eso
podemos habllllr de una profunda cultura y
no de una instrucción profunda, sino de una instrucción extensa. La
instrucción se refiere a la superficie del saber y la cultura a su ln11e­
rioridad. Y romo la instrucción se ref;ere al nómero, a la cantidad de
ronocimientos, sucede con frecuencia que d 'equipaje' de un hom­
bre
instruido es, a la vez, demasiado pesado y demasiado ligero. Pe­
sado de memoria y ligero de refrexión. Lleno de palabras y vado de
las realidades designadas por esas mismas palabras. La cultura es el
antídoto contra
esa enfermedad que se llama verborrea.
Thibon ha dado en el clavo de la crisis actual, que muy bien pu­
diéramos llamar la crisis de la refle,tlón. Y sin reflexión oo hay
vigencias. Pero tampoco hay hombre. Hoy roda la educación parece
encaminada a la insttuoción. Y la consecuencia es de pura lógio,.
Se instruye pero no se edum. Que es lo fácil.
Y así vemos a responsables de la agrirultura que han estudiado
en los libros no sé
cuantllS vati..iades de trigos

y
1,,. salinidad de
las aguas y r.odo lo que quetáis, pero que no saben lo que es el
campo
ni el amor del hombre a su tierra, ni la vieja sabiduría que
dan muchos años de mirar al sol y de ver ctreeet las rosechas. Cuán­
to podrían decir los campesinos, los verdaderos campesinos, de pla­
nes descabellados, de ruinosas importaciones de choque, de intentos
de
homogeneizar, por romodidad administrativa, lo que es radical­
mente distinto, de dinero concedido cuando ya no hace &Ita. . . A
expertos en

urbanismo que hablan de módulos y
de mínimos, pero
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ACTUALJDAD Y VIGENCIA
que nuru:a deruvieron su atención en lo que es una familia y en lo
que una familia necesita ~ vMr como tal familia, como llffipo
humano y no estabulsdo como

si se
tratase de

un
conjunto de
ga­
nado . . . A políticos, que hoy se llama político a cualquier cosa, que
habla111 de democracia, apertura, asociaciones o la última pa1abta de
moda solamente por eso, porque está de moda y que ni saben lo que
dicen ni les importa porque mañana están dispuesros a hablar de
fascismo o

de
Có!IWnismo o de lo que sea_
Peto hay algo más que se logra con la instrucción, buscado no
se
si
consciente o inronscimtemenre. El hombre insrruído es un hom­
bre
que no crea problemas. El educado, si. El primero estii prepa,ado,
por muchos años de recepción pasiva de conocimientos, a aceptar.
Como aceptó los reyes godos. Y las balllllas contra el Islam. Y con­
tta el francés. Y conrra el inglés. Nunca se planteó por qué fue un
frocaso la monarquía eloctiva de los visigodos o por qué España
luchó durante ocho siglos conrra el Islam o durante cien años con­
tra

el
protestantismo. Acepta todo

y le es
igual todo. Pirede saber
mocho
peto

nunca entenderá
nada. Y acostumbrado a aceptar se­
guiní aceptando a lo JMgo de su "ida. Sin preocupa,se de 'SÍ ,Jo que
recibe es oro de ley o mercancía: averiada. Con lo que se .convierte en
el
público
ideal de la prensa y la televisión_
Ese ser incapaz de la miis mínima crítica y del menor reparo, que
se cree más inteligente que Tomás de Aquino porque sabe conducir
un
coche o encender la televisión, cosas que, natUJ:almente, Santo
Tomás, ignoraba y gracias a lo cual fue capaz de escribir la Summa,
termina siendo el dócil adquirente del dentífrico que gasta más di­
nero en poblicidad, aunque tal vez sea el peor de todos o del de­
tergente que Java
más bla:nco según

nos
dice cualquier.
indocumen­
tado que aparece en la pantalla. Su credulidad ha llegado a ser ta111
infinita como su .estupidez.
Es lo que ocutre generalmente con los comunistas a nivel de
base.
No se detienen a
ainaliza< no ya las quiebras internas de la
filosofía marxista, sino · ni siquiera las contradicciones pcictio¡s. El
aplastamiento de Hungría o Checoslovaquia pasó por ellos que se
dicen, y tal vez se ,Jo creen, defensores de la libermd como el rayo
de sol

por el cristal.
Han depositado

su
confíama en el Partido y oo
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FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGO!vA
se preocupan de más. Hasta que cualquier día a Jo mejor la pierden,
por cualquier motivo menos la ~lexión, y pasan entonees a ser fas­
citas o anarquistas o demócratas liberaies con la misma irreflexión
y la misma sumisión con que antes habían sido comuuiscas.
Ciertamente
hay excepcione, a. cuanto aquí se viene diciendo,
pero esto es Jo general en el común de las gentes. Y esto no puede
explicarse por la dialéctica marxista en la que el oporrunismo polí­
tim juega

un papel esencial. El oportunismo puede servir
para los
ideólogos
pero no para las masas que comulgan con las ruedas de
molino de la propaganda del Partido. Que, por cierto, son los mo­
linos más descomunales, a juzgar por· el tamaño de las ruedas, de
toda la historia de la humanidad.
Es el resultado lógim de Jo que denunciaba Simone Weil: "Se
cree ordinariamente que un aldeano de hoy, alumno de la esruela
primaria, sabe más que Pitágoras porque repite d6cilmente que la
cierta gira alrededor del sol. Pero en realidad no mira ya las estrrellas.
Ese sol del que se k habla en clase·no tiene para él ninguna relación
con el que ve a través de la venwia de la escuela". Es, pues, la ins­
trucción si.n reflexión incapaz de producir cultura.
Por ello, continúa Simone Weil: "Lo que hoy se llama rosttu.ir
a las masas es tomair esta cultura moderna elaborada en un medio
tan cerrado, tan tarado, tan indiferente a la verdad, en suprimir
rodó Jo que a6n pueda tener de oro puro, operación que se llama
vulgari=ión, y en embutir Jo que resulta en la memoria de des­
graciados
que desean aprender. IguaJ que se da alpiste a los pá­
jaros".
Este común de las gentes, tarados desde la escuela primaria, no
puede
sentirse atraído por Jo que requiera reflexión y busca los su­
cedrureos de la actualidad.: la boda de un torero, el partido de futbol,
la última
pelkula exaltada por la propaganda, Jo que esa propagan­
da

dice que es moderno,
bueno o

propio de los
hombres inreligem,es.
Y la degradación del nivel cultural de esa masa irreflexiva es
cada
vez mayor. La
información televisiva, la

de la
prensa, el nivel
de
la enseñanza universitaria o de la misma escuela primatia, esa
EGB

cuyo mismo nombre
tiene siniestras re soviética, propician la
itreflexióri en um espiral de siniestros pre-e
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ACTUALIDAD Y VIGENCIA
sagios. Se produce una igualación en lo bajo que es natural cuando
se busca el común denominador, aunque sea el roáxiroo, de una mul­
titud. Porque ese máximo común denominador resulta muy míni­
mo cuando se pretende un eoreodiroienro general
Y así como en un congreso ci,,ntífico de elevada ""]?OCi•U>.a­
ción las ponencias resultan ininteligibles para el común de !os mor­
ta:les, los medios de comunicación social, por los mismos motivos,
están pensados

a un nivel tal
que pueden ser asimila.dos por

aquellos
que de hombres -animales racionales-tienen poco más que el
nombre y para eso muy mal puesro.
Hay

una comprobación que está.
al alcance de todos: el pobre
desgracia.do
cuyo

nivel de
inteligencia oo
llega a esos
!!mires que
marcan
la normalidad pero que los ronda, oo me refiero al deficien­
te profundo, incapaz de cualquier comprensión, es capaz de _pw;an¡e
el día contemplando unas imágenes televisivas que nada dirán en
cambio,
en
la inmensa mayoría de los programas, a una inte1igencia
superdotada.
Con

todo ello
se corre el riesgo de llegar a una atrofia de la
inteligencia por no utilización. Prensa, ra.dro, televisión, oo plantean
problemas a la inteligencia, sino que dan soluciones estereotipa.das a
todas las complejas cuestiones del mundo. Es el reino del tópico, del
prejuicio y de la falsedad. Y de las ocultas intenciones que nunca
serán advertidas por quienes ignoran incluso que el ser huroaoo pue­
da tener intenciones.
Los ejemplos son infinitos:
Los
habitantes de un país ultra.desai,rollado, con inmensas posi­
bilidades de

riqueza y con
población regresiva por la caída de la
tasa de natalidad, que piensan que al oo rener hijos por su propio
egofsmo están haciendo un servicio a la humanidad destinada a su­
cumbir,
según ellos, por el exceso de población.
El
ciudadano de

un
país oocidental qu~ aun sabiendo que las
empresas más deficitarias del país son las socializa.das (con lo que
está pagando de

su
bolsillo a través de los impuestOS la mala ges­
tión de esas empresas), y que además la situación del empleado de
las mismas suele ser mucho peor que la del que trabaja en las que
todavía no se socializaron, sostiene en -SL?S conrversaciooes de café que
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FRANCISCO JOSE PERNANDEZ DE LA CIGOFIA
hasta que no pasen al Est-ado todas las. empresas del país no se arre­
gla.rá la <:a>nomía ni la sociedad. ¡ Qué idea tendrán de la una y de
la otra!
El padre de familia que

comenta con
su mujer el percance que
ha tenido
la hija de aquellos amigos que, soltera y con dieciocho
años, se encuentra esperando un niño, cosa que natu:ralmente -re­
prueban al mismo tiempo que censuran reales o hipotéticas deficien­
cias en la educación recibida por aquella chica, mientras que ellos
envían

a
sus hijas a

un colegio
de.religiosas en el que les dicen, ge­
neralmente un sacerdote, que las relaciones prematrimoniales no sólo
no son
malas sino que son muy recomendables.
Podríamos
continuar
con mil ejemplos cotidianos en esta socie­
dad a la deriva que, como dice el programa de esta XIV Reunión
de amigos de la Ciudad Carólica tiene las raíces de sus errores en
una serie de perspectivas incompletas, caminos equivocados, con­
ceptos ettóneos e incoherencias. Es decir, eo un abandono de la in­
religeocia o

como decía nuestro ilustre y queridísimo
Sciacca, en un
oscurecimiento
de
la misma.
En vez de coostruir nuestras vidas con arreglo a una norma que
aceptamos porque la reconocemos buena o, por Jo menos, de hacér­
oosfas a nuestro antojo, estamos permitieodo que la imbecilidad de
unos y las claras intenciones de otros nos marqueo pautas de conduc­
ta

e, incluso, modos de
pensm,. Sin saberlo y, lo que es peor, sin
quererlo.
Nos

están
arrastrando a consecuencias que rechazamos y deplo­
ramos,
pero tarde y mal. Porque de nada sirve llorar el efecto si
nada hacemos por eliminar la causa que normalmente ha de pro­
ducir el efecto que nos disgusta.
Cuántos
casos conocemos de padres que sufren y se indignan
por la desviación de sus hijos mayores pero que mantienen a los pe­
queños en el mismo camino y en el mismo colegio que llevó a los
otros a la rebeldía, al vicio y tal vez a la cároel.
Cuántos temen el retorno de situaciones polítias contra fas
que lucharon hace ya bastantes años, sufriendo en su carne el dolor
de la pérdida de seres muy quttidos y se indignan por ello -no
diré
que sin
razón-, pero sin comprender que mucho de lo ocu-
738
Fundaci\363n Speiro

ACTUALIDAD Y VIGENCIA.
rrido se debe al abandono por su J? bió qirelar a mercm del enemigo.
Cuántos lamentan
la crisis de la Iglesia de hoy, se escaoda.Ji:z,¡n
por la proliferación de ataques al dogma y a fa mootl desde homilías,
conferencias y publicaciones y, sin embargo, siguen dando su dwero
en ese templo del que salen indignados cada domingo, limitando su
protesta a
una convexsación con

la mujer en la
intimidad del boga,:
y generalmente cuando oo están los hijos presentes y desamJ? a cuantos intentan oponerse al e;oíndalo y a la confusión.
Irreflexión también en nuestta cooducta y de ahí la inucilidad
de nuestros enfados y de nuestras protestas.
Pienso que los que hasta aquí hemos venido queremos anclar
esta sociedad que se nos va al garete en un terreno fü:me que oos
permita

vivir
y moti,: del único modo verdaderamente humaoo, que
es
cumpliendo
la voluntad de Dios. Y para ello es preciso que des­
cubramos las vigencias verdaderas de las instituciones. Pero eso sólo
oo
basta.. No basta ron que oos convenzamos del porqué de la
verdad del matrimonio, del pudor, del respero a los demás, de la
política basada en el bien oomún, del der educación de sus hijos •.. De todas esas cosas que sentimos, que
tienen
vigencia para nosotros, pero que tal vez no sepamos ,expli·
car por qué. Todo esto es importante, pero oo basta.. Es preciso que
lo
vigente lo hagamos
actual. Lo hagamos presente para ese comón
de

los hombres que
hoy están engañados por unos pseudovalores que
los
degradan, los pervienten y los deshumanizan.
Ahí

está, a
mi entendter, la más urgente labor que se nos pre­
senta.. Descubrir a los hombres que es lo que realmente mf!rece la
pena;
cuál es la roca que puede sostener los cimientos de la socie­
dad pata que el edificio resulte habitable, sólido y hermoso.
Os engañarla si
os dijera que la tarea es fácil. Un ejemplo ayu­
dará tal vez a oomprender la dificultad. Pensemos en un vendedor
de bellísimas joyas reaUzadas con los materiales más nobks y por
un extra0tdinario artista.. Pensemos en otro que vende baratijos de
pésimo gusto. La elección de la gente, dejando aparte el precio, no
sería dudosa. Todos se inclinarían por
el oro y despreciarían el la­
tón. Pero la cuestión se complicaría si por una perversión del gusto
739
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGOFIA
los posibles adquirentes encontraran más bella la baratija que la
joya. Eso es, en cierto modo, lo que ocutre hoy. Y de ahí la difi­
cultad de
nuestra rarea.
Hoy se prefiere el divorcio a la fidelidad matrimonial; el abor­
to o
la píldora a los hijos; la enta:oasia o, lo que es casi igual, olvi­
dat a los padres ancianos eu un asño -- dado otro nombte, pues aún qucrla un rescoldo de mala concieocia
que pretende apagarse con palabtas: residencias para la tercera edad,
casas de descanso (de descanso para unoo hijos que se rum caoasado
de

sus padres) ... -
se prefiere asilarlos, digo, a

devolverles, cuando
son ellos

los que los
necesitan, una
mínima
parte de los cuidados
que

cuando éramos niños nos
dispensaron; se prefiere el sobresueldo
del trabajo de

la mujer
-con lo que supone de guarderías infanti­
les,

de niños sin
caricias y sin amor-al hogar caliente y acogedor
para los hijos y para el padre gracias a la preseucia de la madre
que convierte en cariño todo cuanm toca y que con sólo estar es
la mejor escuela para la niñez; se prefiere el negocio ambiguo al
llmbajo honrado, la recomendación al mérito, la política como luao
personal y como satisfación de vanidades a la política como sacri­
ficio y servicio a los
demás; se

prefiere,
por el sacerdote, la agitl!Ción
política,

la
subversión y

el matrimonio a
la imitl!Ción de Gristo;
y por
el obispo la sociología y la reforma de estrUcturas al testimonio
de la fe y al magisterio de la verdad.
En una

palabra, parece
que estamos asistiendo a uo referéndum
universal

que reclama a gritos a
Barrabás. Y
nosotros sabemos que lo
vigente, lo verdadero, lo que vale la pena es Jesús. ¿Cabe entonces
algo que hacer ante

ese
clamor universal
que
pateee pedit

más
droga, más pornografía, más violencia, más caos?
Cabe

todo. Y cabe
ciertameute el
optimismo. Porque
las vigencias
calientan
el alma y alegran el corazón aun en los momentos más
desesperados. Pensad en los mártires que iban cantando a la muerte.
Cantando. Con una inmensa alegría que pru,ece imposible compren­
der.

Y
cuando os digo

que
pen-séis en
los
mártires no
me refiero
tanto ·a los de

los lejanos
si¡Jlos, a los de las persecucionos romanas,
sino

a esos
mártitos de hoy, tao olvidados por quienes más obli­
gados osraban a recordarlos y a venerarlos. Y tan olvidados también
740
Fundaci\363n Speiro

ACTUALIDAD Y VIGENCIA
por nosotros que puede ser que estemos pagando en todo lo que hoy
lament:a.!1lOS
nuestro

olvido·
y nuestro· abandono.
Que lección nos dieron

de-
runor a
lo que
tenía. vetda gencia
aquella pléyade de es¡mioles, padres y · madres de fanillia,
jóvenes, ancianos, niños algunos, monjas, sacerdotes, obispos, que
están reclamando 'por su heroísmo, por su virtud, por su' santidad,
una canonización que por lo · que se tarda está denunciando algo
demasiado triste y demasiado vergnnwso. Porque es verdaderamente
inexplicable,
o

si es
éxp,licable, peor; que así como se veneran a los
innumerables mártires de Zaragoza no podamoo ha= todavía lo mis­
mo

con los que, moleste a quien
m<>leste, son en toda justicia, y
algún día Jo serán oficialmente, los innumerables mártires de la Es­
paña de 1936.
Y a
su lado, coo los mismos méritos, con el mismo olvido, los
Minds:renty, Stepinac, todos. los que desde Polonia al Vúetnam han
sido con Cristo abofeteados y escupidos, =tados· y coronados de
espinas, cargados con
la cruz y crucificados, algunoo en el más es­
tricto sentido

de la
palabra sin otro motivo que el

amor a
Dios;· Esa
iglesia de los dos silencios, o del único silencio, porque el, que los
enemigos de Dios querían imp<>nerle lo han roto con el gri(O des­
garrador de sn sangre y queda así solamente el silencio que es baldón
para nosotros. El silencio de la ostpolitik y de los c;ristianos para el
socialismo. El silencio de todos
esos clérigos y seglares; verdaderos
apóstatas, verdaderos traidores, que corren a abrazar a los
verdugos
pisando
los cadáveres calientes y sagrados de sus hetmanos en la fe:
Y también esos otros martirios incruentos, que pueden· pasar
inadvertidos

a nuestros ojos
que miran y no ven, pero que están a
nuestro lado

defendiendo lo vigente
frente a lo actual. El martirio de
esos obispos españoles
puestOs en la picota por la prensa, por herma­
nos

en
el episcopado, · por sacerdotes y seglares porque se preocupa11
ante todo de la fe y la salvación de los fieles que tienen encomen­
dados

por
Dios. El martirio de tan.ros beneméritos sacerdooes de la
Iglesia
española que cuarulo deberían recibir la· corona del amor y
del respeto que su edad y sus trabajos hablan más que merecido soo
expulsados, abandonados e insultados por haberse abrazado a la
vigencia de
la oración, del celibato, de la fe; Los que les vimos en
741
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO /OSE PERNANPEZ DE LA CIGORA
Cuenca, abandonados de todos, o de casi todos, sentimos en cambio
estremecedoramence la presencia en ellos de Dios. El ma.rtirio de
los
religiosos que quieren permaneoor fieles a los votos y a las cons­
tituciones que profesaron --'f me pemritiréis que .mencione espe­
cialmente, ·no por otra razón que la de haberme educado con ella,
a la Compaiiía de Jesús, hoy perseguidos por sus mismos superiores
en

nombre
de una actualidad que el mismo Santo Padre ha rechaza­
do expresamente-. El martirio de los padtes de familia a los que
les han arrancado los hijos, en no pocas ocasiones personas que dicen
estar consagradas a Dios; esos hijos que quisieron para el cielo, que
criaron
con amor y con sacrificio y que hoy, por la labor de unos ver­
daderos
Judas, maldicen de Dios, de sus padtes y de cuanto estos
creen
y
quieren. El martirio de los jóvenes que vencen a costa de
sangre física

o
mota! las continuas incitaci9nes del erotismo am­
biente, porque creen en el valor de la puteza, en el valor del ma­
trimonio, en la vigencia de lo bueno, lo noble y lo permanente. En
el martirio de tantos Gabrieles de Armas que ante la traición y la
mentira mueren no de muerte namni,l sino vlcrimas de un vetdaderq
asesinato moral.
Y yo en verdad os digo que toda esta sangre, todo este dolor no
habtán pasado en vano. Han de ser, una vez más, semilla de cris­
tianos. Y las vigencias a las que entregaron su vida habtán de im­
ponerse a ese común de las gentes que en el fondo de su alma las
está buscando y al no enconqarlas, · se engañan con actualidades que
lejos de satisfacerles les mantienen en
el desasosiego y en la insa­
tisfacción.
E.sa ha . de set nuestra tarea. Mostrar a los demás esas vigencias
para· que conociéndolas las amen y amándolas las pongan en prácti­
ca. Y en ese trabajo hemos de poner redoblado afán, pues muchos
de los que
por deber de estado estaban obligados a hacer de sus vi­
das
una permanente predicación de vigencias han preferJdo engañar
a
los demás
y engañarse a si mismos, con lo que creen actuaiidades y
que cuando salen de sus labios están ya absolutamente envejecidas.
Los· frutos los tenéis ante la vista: la juventud que se aleja de la igle­
sia,
los seminarios vacíos y el tan anunciado nuevo Pentecostés con­
vertido

en noche de
Getsemaní.
742
Fundaci\363n Speiro

ACTUALIDAD Y VIGENCIA
Ante tantas d sino

su
propaganda a favor del enemigo. Esa propaganda suicida
que hoy presenciamos que m«ta las almas y que prepa.a a los cuer­
pos prisiones como las que padeció Mindszenty, como las que hoy
atenazan a tantos millones de hermanos más allá del telón de acero.
Porque el
olvido de las vigencias no sólo aleja

del cielo
sino que con­
vierte a la tierra en el inhumano campo de concentración de los ar­
chipiélago& Gulags.
Quiero
concluir

con un
pasaje del
Evangelio que
propongo a
vuestra meditación:
"Entonces dirá el Rey a los que están a su derecha: Venid,
benditos de mi Padre, tomad posesión del reino creado para vosotros
desde
la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de
comer. Tuve sed y me disteis de beber. Peregriné y me acogisteis.
Estaba desnudo y me vestisteis .. Enfermo y me visitásteis. Preso y
vinisteis a verme. Y le respondieron los justos: Señot, ¿cuándo te
vimos
hambriento y te alimentamos, · sediento y te dimos de beber?
¿Cuándo
te vimos peregrino y te acogimos, desnudo y te vestimos?
¿Cuándo te vimos enfertno o en la cároel y fulmos a verte? Y el
Rey [es dirá: En vetdad os digo que cuantas veais hicisteis eso a
uno de estos mis hermanos menotes a Mí me lo hicísteis.
Y dirá a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego
eterno preparado
para el diablo y para sus ángeles. Porque tuve ham­
bre y no me disteis de comer; tuve sed y no me disteis de beber;
ful peregrino y no me alojásteis; estuve desnudo y no me vestisteis;
enfermo y en la cárcel y no me visitásteis. Estonces ellos respondie­
ron diciendo: Señor ¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, o
peregrino, o enfermo, o en prisión y no te socorrimos? El les con­
testará diciendo: En verdad os digo que cuando dcjásteis de hacer
eso con uno de
estos peque!íuelos conmigo dejásteis de hacerlo.
E

irán al
suplicio eterno y

los
justos a
la vida
eterna".
Palabra de Dios.
¿ De qué tiene hoy hambre y sed nuestra Espafia? ¿Qué busca
peregrina y desconcertada? ¿ De qué está enferma, desnuda y prisio­
nera?
De vigencias. . Políticas, sociales y religiosas. Que todas son
unas
y las mismas. No diré que nó hay quien tenga hambre de pan
743
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIGOJi y frío por falta de vestido. Pero hoy la sed y el hambre, el frío y la
enfermedad son, ~bre todo,

del
alma prisiopera del marerialismo,
ahogada
por. el aire. ittespiJ:able del pecado y la desesperación,
Y me váis a permitir que, ron temor y temblor, corrija las pa,
labras divinas.
Tan acruales, tan sobrecogedoras y también tan llenas
de es¡,era,nza. Porque

en
Espaiia, hoy nadie podrá responder: Señor,
¿cuándo te vimos hambrimto, -o sediento, o peregrino, o enfermo, o
en prisión? Porque para nuestra salvación o condenación ererna sa­
bemos que lo que hiciéramos a esos pequeñuelos, a ese camón de las
gentes,
se lo hacemos al mismo Dios. Y lo que a ellos les negáramos,
a Dios se lo negamos. De ahí lo incompremible de tantas conductas,
seglares y eclesiásticas, refugia.das las primeras en el egoísmo y la
comodidad sobre todo y las segundas em~adas en sustituir el Pan
de Vida
y la Bebida de Salvación por aguas corrompidas y alimentos
en

mal estado. Que no se
les hiele la oang¡:e en las venas al . oír la
palabra de Cris.to que les anuncia el fuego ererno preparado para el
diablo
y sus iingeles sólo puede

entenderse porque
. ese
diablo está
acruando en ellos como

un anticipo de
la i,rerna condenación.
Pidamos a
la misericordia divina que por nuestras obras y por
su .. gracia escuchemos nosorros un día glorioso el venid benditos de
mi
Padre a
mmar posesión

del reino porque
cuando el
mundo
renía
hambre
de

verdad no le dimos mentira,
·tenÍ¡t sed de amor, no vol­
vimos
la espalda indifurentes, peregrinaba sin saber a donde, le mos­
tramos
el

camino del cielo, sufría
la intempetie de la desesperación,
le
alumbramos la
luz de

la
esperanza, estaba enfermo de pecado, le
llevamos la medicina de salvación; preso en su miseria, le liberamos
no

con
esas seudoreologlas
de
la liberación marxista sino ron la
verdadera teología que hace al hombre hermano de los demás, hijo
de Dios
y heredero del cielo.
En esa esperanza del reino vivieron nuestros mayores; que -sea
rambién vigencia para nosotros y que se 1a 'inculque¡nos a· nuestros
hijos y ,ellos a los suyos hasta la última generación de españoles para
no ser traidores .a .. Dios ni a España, a nuestros padres ni a nuestros
hijos, para que podamos vivir ron. honor y dignidad en nuestra
patria terrenal
hasta

que un dla lleguemos a
la que en el cielo te­
nemos preparada. Que, .así sea. '
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