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Número 145-146

Serie XV

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La socialización de la medicina

LA SOCIALlZACION DE LA MEDICINA
POR. BL
DR. FELIPE FERNÁNDEZ ARQUEO.
l. lmportaneia del tema.
Todos los espafioles están interesados en lucbat contra la sociali­
zación de la medicina por las siguientes razones:
l. Porque tarde o temprano todos enfermarán.
2. Porque ya
pertenecen a asociaciones Iahorales implicadas en
la

asistencia médica suya;
y sus ~olaborado,,;,. y empleados, también.
3. Porque incide de manera sensible en los presupuestos
gene­
rales

del Estado, y éstos en
-la presión fiscal
4. Porque la sociali2ación de un sector prepara Ía socialización
de otros.
5. Porque la manera comó se ha ido instalando la socialización
de

la
medicina permite

conocer cómo se
han de ir impidiendo otras
socializaciones. '
6. Porque a medida que pasa el tiempo sé consolida la sociali­
zación de este
sector, y el hecho consu.maao es presentado como inc
modificable. Es fu que ha sucedido, por ejemplo, con la CAMPSA,
cuya condición monopolística del
petroleo ya · no

es impugnada por
nadie. Los qne luchan aún ardientemente · contra la socialización · de
la
ensefianza, ni
mencionan la de la
inedicinít. El proyectó reciente
de · creación

de un sindicato de
médicos, o el de Reforma Sanitaria,
se
basan en el reconocimiento implícito y tácito de 1" soda.JiV1ción
de la medicina como si fuera un hecho ltreversible y de lo más na·
toral
7.

Porque la evob,ción política que se prevé permite
me1or que
hasta

ahora
replan=r el

tema. No
hay que

identificar
apertura con
socialismo.

Puede hacerse igualmente .hacia el derecho.
públieo criS"
70)
Fundaci\363n Speiro

PEUPE PERNANDEZ ARQUEO
tiano. Entre las grandes corrientes ideológicas que afloran con el
anuncio de la apertura, está el regionalismo, esencialmente enemigo
de

las
estatifiOlciones. El

mismo
socialismo, precisamente pot su pu­
janza, no ha podido dejar de suscitar ya algunos grupos importantes
que

se aprestan a
la defensa de' la iniciativa privada;
2. La situación actual.
La situación actual de la asistencia médica es de un altísimo gra­
do de estatificación, en un sen.tido absoluto; en un sentido relativo,
superior
al
de
cualquier momento antetior. El

proceso continúa
cre­
ciendo
hacia

la ocupación
total de la ya muy estre'Cha zona que que­
da sepa,:ando los

niveles
actuales del más alto techo socialista imagi­
nable. Prácticamente, txX!a la sociedad española, aunque no lo quie­
ra,
está incluida obligatoriamente en el Seguro de Enfermedad esta­
tal a

pesar de que pueda
tener otros dispositivos asistenciales me­
jores y preferidos.
El
aparato estatal cuhte cualitativamente
casi todas las
necesi­
dades sanitarias. No cubre

"aún'",
por ejemplo, las prótesis dentarias,
la pskoterapia y alguna otra prestación. No podrá cubrir nunca las
últimas novedades y adelantos asistenciales por fa lentitud de su ges­
tión, aunque no . hubiera, a veces, otras razones eronómicas y de
aprendizaje que

se lo
impidieran. Cuantitativamente,
es
muy deficien­
te en
las prestaciones teóricamente ofrecidas. Esta deficirocia se ori­
gina en la incapacidad de la buroaacia oficial cuando trata magni­
tudes altas de volúmenes de gestión, y se alimenta por el carácter de­
ficitario de la economía socialista.
La
socialización creciente crea un círcuJo vicioso

o una
espiral
con el ejetcicio libre de la medicina, y con su gestión colectiva por
los cuerpos intermedios, y· hace desaparecec a ambos. Si algo sohte­
vive

del
tjetcicio libre,

es con frecuencia debido a que
toma carac­
teres

de
meteado negro.
Uno
de ellos es la carestía. Los honorarios excesivos e inasequi­
bles empujan la opinión

de quienes no
pueden pagarlos hacia la
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Fundaci\363n Speiro

LA SOCIALIZACION DB LA MEDICINA
sociafu:aci6n de -la asistencia, no como doctrina, sino como solución
práctica
perentoria

a su
problema.
Hay que señala! aquí un caso de alreracioo de la jerarquía de
valores
de
nuestra sociedad. Cierws honorarios se acepta.rían mejor
si se compararan serenamente con las facturas de los fonmneros o de
los
talleres de reparación de aut6moviles. También hay que señalar
la preferencia a gastar el dinero en diversiones desaforadas .que a
declicarlo al

cuidado de
la salud. Jamada ,Ja idea del "derecho a la
salud", en vez del derecho a la asistencia médica, algunos creen que
si no se ,Ja cuida el Estado, ellos no tienen nada que hacer.
Otro rasgo de mercado negro es el reclutamiento de enfermos
para las ronsult>IS privadas
en

las
consult>IS oficia.les o públicas a las
que tienen derecho. "En mi consulta particular le puedo ex;plomt
con aparatos en mejor estado y dedicarle más tiempo". Esta coaoción
enardece a
los

que vence contra
el en este caso mal llamado ejer­
cio libre, y
a favor de la sncializaci""1 como represalia indiscrimina­
da contra
todos

los
médicos, no sólo contra los juzgados romo in­
morales.
Cuando el ejercicio libre desaparece, o énferma de corrupción, la
gestión estatal queda justificada, pero a condición de que no sea la
causa de esa desaparición. Hay que preguntar a los estatist>IS: ¿Quién
tiene
la culpa de que no haya
ejetcicio libre, suficiente y honesto?
Mientras haya hombres habrá abuoos e inmoralidades, pero
éstos son minoritarios cuando la ordenación política es buena. El
agotamiento y la rorrupción del ejetcicio libre de la medicina en
magnitudes superiores
a las irreductibles en cualquier materia. y
conjunto
humano se debe a la socialliaci6n misma. Suprímase ésta y
muchos profesionales al ver abiertas horizontes de vida honestos,
abandooarán gustosos

las
conductas feas; y estudiarán más. No po­
cas deficiencias del ejercicio libre de la medicina son efecto y no
causa de

la
sociafu:ación.
En el fondo de todo el problema de la asistencia médica está un
hecho inconmOVLble cuya modificación con los daros de hoy, no vis­
lumbramos. Jls que la medicina buena es cara, intrfusecarnP.nre cara,
lo mismo que el plomo es pesado. Queda fuera de nuestro intento
eioplicar por qué. Pero diremos, siguiendo ese símil, que lo mismo
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FELIPE FERNANDEZ ARQUEO
que a una bola de plomo se le puede poner un paracaídas para amor·
tigu.a.r su caída, el sodaHsroo le puede poner -a la medicina un pre­
cio político; pero ninguna de las dos soluciones, es sólida ni dura­
der,,. El respeto a la naturaleza de las cosas exige una revisión del
puesto que se les arrlbuye en la jerarquía de valores de la ortodoxia
pública.
En el año 1975 se ha confirmado la clara rendencia anterior a
empeorar. Han aparecido
rres .medidas de gran importancia y volu­
men a favor del proceso· socializante.
·
El Estado

ha asumido
la creación y mantenimiento directos de
una
red nacional de bancos de
sangre, y · para que la socialización
quede

aún más
firmemente establecida

prohíbe
a los

médicos crear y
mantener 'directamente estos servicios por su· cuenta; de manera que
los hematólogos sólo podrán rrabajar como empleados del Estado, o
de
organizaciones paraestata!es (B. O. E., 17-VII-1975).
Después
de

varios años de
forcejeo se

ha
désmantelado la "Obra
Sindical 18 de Julio" de asistencia sanitaria · al personal de sindicatos
y

a
algún orro,
que se parecía en cierto modo a la gestión
social que
córresponde

a los cnerpos
intermedios.
Estos

dos grandes
pasos más hacia el monólitismo estatista se
hao visto asegurados por una rremenda medida disciplinaria. Como
si
lils anteriormente tomadas no

hubieran
ásegurado probada y sufi­
cienternenté
la atonía y la incapacidad de respuesta de la clase médica.
La nueva· medida ha sido
· el proyectó, firmemente decidido el veranó
pasado, y detenido momentáneamente en el último instante, de in­
tegrar a, los
médicos que rrabajan para

el Seguro de
Enfermedad, en
un sindicató único y
obligatorio. y de desconocida capacidad de re­
presentación, que lejos dé ser en sus manos un insrrumento dé de­
fensa
que pueda rendir lo que
·no se les ha
dejado rendir a los
O,.
legios Profesionales, se muesrra ya desde· el primer momento como
un insrrumento de conrrol, por acción
y por omisión, de un· Estado
socialista.
En cuarto 'Jugar, h"'J' que señaJar, no una medida realizada, pero
sí un proyecto oficiál suficientemente ávánzado de Reforma Sanita·
ria cuyos rasgos, ya muy cuajados 'rras los rrabajos de este· añó, son
el
absolutismo
y el monolitisino · en gradó de exacerbación de los
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Fundaci\363n Speiro

LA SOCIALIZACION DE LA MEDICINA
actualmente existentes. El proyecto deberá ser entregado acabado al
Gobierno antes de
fines del año 1976.
Todo esto sucede, paradójicamente, mientras la prensa y los po­
líticos oo cesan de anunciar una era de liberalfaadón. De seguir
así,
veremos coincidir las li~es abstractas con las tiranías con•
cretas. El liberalismo ideológico con el antlliberallsmo económico.
3.
¿Cómo. se ha llegado a eoia situación?
Este
proceso, poco atendido por los estudiosos es, sin embargo,
riqnísimo en
enseñanzas de aplicación inmediata a otros procesos
de socialización. Espero

que
la brevedad con que Jo esbozare quede
disculpada
por
la importancia del mero hecho de sn seiiafaro;ento.
Cuatro primeros factores

se
encuentran ya en la Ley de la Jefa­
tura
del Estado de 14-XIl-1942 que crea el Seguro Obligatorio de
Enfermedad. En su parte expositiva, l]amativaroente breve pata un
asunto
de tanta trascendencia, se dice:
"El
Seguro de Enfermedad, establecido
en muchos
países de
Europa,
no

se
había implantado en España como consecuencia de las
luchas imperantes

entre los
diversos partidos
políticos, en los que los
intereses particulates en

juego impedían esta
realización". "Supera·
das

estas
luchas y promu1gado el Fuero del Trabajo en cuya declara­
ción décima se ordena el
establecimiento de
un
seguro total
... ".
El
camino que

va de lo general a lo
patticulat está
siempre
poco
vigilado y es muy del agrado de los contrabandiscas. Lo "estllblecido
en

muchos países de
Europa"" se aduce puntualmente pata consumo
e!,, ingenuos. Pero enseguida vienen el escamoteo y el fraud,, porque
el
proyecto concreto que luego sigue
es totalmente
diferente al
vi'.
gente en otros países; sólo ti= parangón con los · de más allá del
telón de acero. Análogo escamoteo sufre
la apelación al desarrollo del Fuero del
Trabajo: el seguro total cuyo establecimiento ordena, es
ün prin­
cipio general que puede realizarse de muy diversas maneriis, ·y se
escoge la

peor dándole honores de sinónimo único del
principio
general.
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Fundaci\363n Speiro

PEIJPE PERNANDEZ ARQUEO
Las luchas de los partidos políticos, presentadas con carácter
peyorativo, impidieron
-dice con
verdad el preámbulo de
la Ley­
la implantación del Seguro de Enfermedad tal como lo concibe el
legislador. Aliviadas esas luchas del carácter universalmente peyo­
rativo que se les atribuye, deja caer el prejuicio de que la ausencia
de ese seguro haya sido
mala. Defectuosa y sofisticada era la repre­
sentación política por medio de
partidos, pero era inexistente en la
dictadura leXtrema del día de la promulgoción de la ley. De lo cual
se deduce una confirmación más de que la socialización, en este caso
al menos, sólo se ha podido realizar por la fuerza. Y que este dato,
insuficiente como único, avisa sin embargo que
las dictaduras pro­
penden al
maximalismo y

a
la zafiedad del socialismo. Recordemos
nuevamente

la creación, por Primo de
Rivera, de la estatificación
del suministro de pecróleos.
En la época de las luchas de los partidos políticos ya existía el
seguro de enfermedad; era un seguro distinto del actual estatal; era
libre, no socialista,
creado y sostenido, bien por empresas mercantiles
o

por cooperativas de médicos, librados de
la tentación de portarse
mal por la competencia, o bien por asociaciones de profesionales; de
éstas, algunas no eran esencialmente políticas, peto sí accidentalmen­
te politizadas, como
la Unión General de Trabajadores, que tenía en
Madrid
unos servicios médicos notables
paca sus modestos afiliados;
otras, menos sospechosas de sovietización, como
el Colegio de Abo­
gados de

Madrid, tenían
y siguen teniendo servicios, de excelente ca­
lidad.
La fórmula pública para el :lanzamiento socialista se sirve, además,
de unas gotas

de ternura. ¿Qué desalmado se atreverá a discutir algo
en beneficio de los económicamente débiles? El artículo
3.º decía:
"La presente Ley se aplicará con carácter obligatorio a todos los
productores económicamente débiles ( ... ),
En su día, oídos ... po­
drá establecerse . . . el régimen de afiliación voluntaria a este se­
guro'".
Se dieron mil veces seguridades públicas y privadas a los Co­
legios de Médicos de que únicamente· se pretendía ayudar a los eco­
nómicamente débiles. El recelo era natural por la puerta abierta que
se

dejaba a una
afiliación voluntaria.
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Fundaci\363n Speiro

LA SOCIAUZACION DE LA MEDICINA
La definición de económicamente débil venía en el artículo 5.º:
"Se entenderán por económicamente débiles los producrores cuyas
tentas de

trabajo,
por todos los roncept06, no excedan de los límites
reglamentariamente fijados".
Est06 límites

se
fueron periódicamen­
te ampliando, siempre ron gran discreción y cautela, después de
la época fundacional y situando mucho más allá de lo que rorres­
pondería
a

lo que
unánimente se

estimada
romo eronótnicamente
débil. De este modo se ha venido faltando a las seguridades dadas
tantas veces y tan solemnemente.
Concurrieron más factores:
Súbitamente se crearon podet060S y cuanti060S intereses. Doce­
nas de puest06 nuevos de trabajo médico, que en todo el país suma·
ron millares,

se
repartieron de la noche a la mañana con caráctier ,in.
terino a médicos que nada tenían y que, forzados por su necesidad,
quebraron ron
su conduaa de "esquiroles" la unión de la clase mé­
dioa; sembraban la división en los Colegios Médicos y en cualesquie-
ra

reuniones
aparentaban demostrar ron su
presencia que había mu- •
chos
médiros partidarios

de la medicina socialista. Un
segundo des-
pués de

recibir sus
nombramient06 provisionales, proclamaban que
ya
tenían unos

derechos adquiridos
y esto bacía ya desde el prin-
cipio
muy difícil la marcha atrás del sistema.
Periódicamente, est06
interinos,
en

honor a esos
"derechos adquiridos",
han sido
ronfirma-
dos

en sus cargos
ron nombramientos
oficiales.
Los médiros que no se siruaron en las primeras oleadas y que
vieron que empezaba a

debilitarse el sector modesto de sus clientelas,
comprendieron la

gravedad de su situación
y que si en el fututo
próximo
querían entrar

en el sistema sólo !o ronseguitían a partir
del supuesto de que no se le
opusieran previamente.
Para

las compafíías de seguros,
enemigas natas
de las socializa­
ciones, se
buscó la

romplicidad de su silencio mediante la no
co­
rrección de irregularidades fiscales y la no elevación adecuada de sus
tribut06 específiros.
En

todos los
casos, se

mezclaban inmediatamente
ron los
ama­
gos de protesta facrores ajenos al problema, bien de fidelidad al nue­
vo

régimen, bien de
intereses per.sonales en

otros
ámbit06.
Los medios de romunicación social, férreamente rontrolados por
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Fundaci\363n Speiro

FEUPE FERNANDEZ ARQUEO
la censura y la "inserción obliga¡oria", eran totalmente impermeables
a cualquier clase de discrepancias, en

esta
materia y
en
todas, de ma­
nera que
se hacía. imposib~ una acción de conjunto, Los asegurados
wnpoco podían expresar sus quejas ni opiniones. No se podían pre­
sentar
estudios serios comparativos

de la asistencia
ptoporcionada por
la
nueva modalidad

con la que hubieran proporcionado
otras fórmu­
las,

porque no se
publicaban estadísticas ni detaJles económicos de
la gestión en
marcha, Esta

situación
perdura hasta el día de la fecha.
El crecimiento constante del pdmer germen socialista, una vez
establecido, se
ha ido haciendo con el apoyo de esas mismas circuns-­
tancias, si bien envueltas cada vez en mayor pudor. Algunos facto­
res, como el control de los medios de comunicación social, han per­
dido

eficacia,
pero otros, como los intereses creados han aumentado
de
manera que

compensa los desfallecimientos de otras piezas del
mecan;smo. Por

otra
parte, acru¡tlmente el apoyo no es tan necesa­
rio como

al principio porque las ampliaciones del sistema son
cada
vez de menor volumen y se hacen de manera espaciada y local, lo
que contribuye a su disimul~
4.

Enseñanza
que se desprende:

nueva valoración de la
in­
transigencia.
He

aquí, pues, como último
resumen, la enumeración de
los
componentes de la "praxis"
socializadora: fuerza, dictadura, propa­
ganda
oficial, mentiras, falta de información, censura de prensa,
coacciones, creación de

intereses
y sobornos. Conviene tener muy
presentes
todas y cada una de. estas especies y subespecies a la hora
de
enfrentarse con la puesta

en marcha de un plan de
socialización
cualquiera, para oponerles· sistemáticamente sus contrarias.
El análisis de este proceso de socialización lleva a una revisión
de la valoración

de la actitud de intransigencia. Generalmente se
se­
ñala a ésta· con. un matiz despectivo, de censura, peyorativo. La in­
transigencia: es la desproporción

entre una firmeza grande y la pe­
queñez
delasunto a

que se opone. Esto lleva, a su vez, a revisar
el
concepto de pequeñez. Porque en este proceso, pequeñas mentiras,
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LA SOCIALIZACION DE LA MEDICINA
pequeñas peticiones o concesiones, se han extrapolado hasta conse­
cuencias incalculables. El estado socialista moderno, "con rostro hu­
mano", tiene especie.! afición y capacidad para integrar pequeñas co­
sas al servicio de maniobras complicadas e implacables. O dicho de
otra
macera, a presentar sus vastOS planes disimulados por una bien
organizada y menuda fragmentación aparente.
Usa la fórmula de avamar sin disparar, de puntillas y a pasitos
cortos,
y pararle esos pies parece intransigencia censurable. Sin em­
bargo, cuando se comprende que el buen progreso de todo un con­
junto
depende del desplazamiento desapercibido de un peoncito
inocente,
no parece desproporcionada, 'Sino imprescindible, la máxi­
ma resistencia en todo momento.
5. Primeras medidas para la restauración del derecho público
cristiano en esta materia.
Entendemos que el Estado debe restituir a la sociedad, entre
otras
cosas, la gerencia de la asistencia médica.
La envergadura y complejidad alcanzados por el aparato esra­
tista requieren para su deshielo y restitución una gran lentitud ope­
rativa, para no lesionar intereses legítimos y respetabilísimos: len­
titud para no desperdiciar instalaciones costosísimas; lentitud tam­
bién para evitar desorientaciones y vacíos en la asistencia y las es­
peculaciones de todo tipo que se dan en ,los períodos de transición
cuando son confusos y rápidos.
Esta primera recomendación de lentitud
es la mejor réplica a la
objeción,
importante, q¡¡e hacen

algunos
enemigos de la socializa­
ción de la medicina: hay que aceptar la situación actual, que es mlllla
y no nos gusta, como u.ti mal menor; porque· desmontar este tingla­
do gigantesco sería un mal niayór.
Este planteamiento puede merecer distintos juicios según 'sea el
factor tiempo

que
hay que integrar en él. Desmontar la situación
actual de la noche a la mañana sería, ciertamente, un mal mayor; a
nadie se le exige que restituya de golpe; se conceden unos "cómodos
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FELIPE FERNANDEZ ARQUEO
plazoo", llevaderos. Pero desmontarla lentamente, muy lentamente,
es una
exigencia ineludible
de la vuelta al
dec~o público
cristiano.
Antes de iniciar esa fragmentaria y paulatina restitución es ne­
cesario un pecíodo previo de

detención del crecimiento en curso de
la
socialización. Así

se
salvarían de pececec los
últimos gérmenes de
iniciativa privada que aúo se pueden descubtir,
y a partir de ellos,
se iniciaría un
clima de confianza para la aparición de otros que es­
cuviecan en

condiciones
de recibit
esas devoluciones de manos del
Estado.
Para que renazca la

confianza, hoy perdida, el Estado debe pro­
clamar que se compromete a cumplit fielmente
el principio de sub­
sidiariedad. El enunciado más

frecuente de este principio es el de
Pío XI en la Encíclica
Quadragesimo anno. Dice de la siguiente
manera:
"Así como no se puede quitar a Ios individuos y dar a la co­
munidad lo que ellos pueden
realizat con
su propio
esfueczo e
in­
dustria, tampoco es
justo, constituyendo

un grave perjuicio
y pertur­
bación del recto orden, quitar a las comunidades menores e inferio­
res lo que ellas pueden hacec y proporcionar, y dárselo a una sociedad
mayor
y más elevada, ya que toda acción de la sociedad, por su pro­
pia fuerza y naturaleza, debe
prestar ayuda
a
1os miembros del cuer­
po

social,
peco no destrufolos y absorbetlos".
Claro está

que el Estado no
puede desentendecse
de los económi­
camente débiles

porque, de una
parte, en
porcentajes apreciables son
a la
vez mentalmente

incapaces
de organizar sus propias previsiones,
y de
otra parte, su número y arras citcunstancias exceden, a veces, de
las posibilidades de los
ayuntamientos y

diputaciones. Peco este in­
terés no
exige inseparablemente la gestión directa. Bastaría, en la
configuración finail, que el actual Cuecpo de Inspectores sobrevivie­
ra con una
misión de

vigilancia y de
"hacer-hacet" que
todo espa­
ñol económicamente débil tuvieca asegurada una asistencia
médica
suficiente,

bien a
través de

la gestión de la empresa donde
trabaja, o
de

sus sindicatos, o de cualesquiera otras asociaciones.
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