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Número 151-152

Serie XVI

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Fe, historia y tradición

FE, HISTORIA Y TRADICJ:ON
Fe e Hi.otoria.
«La primera posición se refiere, como ya otra vez dijimos, a la
"complementflriedad de los dos términos: fe e mstoria,. entendida 11 é.rtd como p,romoción humana, si bien, como abanderados del Evem­
" gelio que somo.s 1 todas debemos 1er, hemos de reoonocer en el
"binomio fe e mstoria, """ prioridad a la fe: por su dignidad, por
"su necesidad y, podemos dech,
como

ha
dú:ho el Señor, por su
"utilidad;
repetimos: «Buscad, pues, primero el reino (de Dios)
"y su iusticia, y todo

eso
(lo necestNÍO a la vida temporal) se os
"dará por t#iadidura» (Mt., 6, 33).
"
"Segundt, proposición, hoy la más dificil pero no por esto me­
"nos verdadera y necesaria: la verdad de la fe, en su auténtica y
"autorizada expre1ión, no cambia con el tiempo, no se desgasta a
"lo largo de la historia; podrá admith, es más, exigh una vitalidad
"pedagógica y pastoral
de lenguaje trazando asl una linea de des­
"arrollo, con ta/, de que sea según la conocidísima sentencia tra­
"dicional de San Vincenzo di Lérins (pequeña isla frente a Cannes,
"en
la Galia meridional, mon¡e del siglo V, el cual en su breve pero
"célebre obra El Commonitorium, defendió la tradición doctrinal
"de la Iglesia con
la fórmula: quod ubique, quod semper, quod ab
"omnibus (
«lo que en todas partes, siempre y por todos») ha sido
"creldo,
debe ser considerado como parte del depósito de la fe.
"Nada de libre Invención, nada de modernismo, nada que dé a la
"fe una interpretación extrfliia a la del Magisterio de la Iglesia.
"Esta fijeza dogmática defiende el patrimonio auténtico de la Re­
"velación, es decit-, de la religi6n católica. El «credo» no camina}
"no enve¡ece, no se diluye ( cf. Denz.-Sch., 3020).
"Pero he aqui una tercera próposición: si la fe

es
verdad, pue­
"de ser
meditada

(cf.
Le., 2, 19 y 51) y tener un desarrollo intrín­
"seco y coherente que «como el escriba instruido del Evangelio» 11con autoridad pateNM «de su teJ<>ro Jaca le nuevo y lo añejo»
"(Mt., 13, 52). Es decir, la doctrina revelada, fijada en su inequívoco
"contenido, puede tener alguna explicación que sólo quien ha re­
,, cibido
de Cristo la autoridad del Magisterio puede autentizar. Es
3
Fundaci\363n Speiro

"la tesis de Newman: de una misma 11erdad se puede deducir una
"determinada
conclusión que haga explícita una doctrina ya conte­
"nida en el tesoro de la fe ( cf. An essay on the development of chris­
"tian doctrine, escrito antes de su conversión y, luego, retocado por
"él sin alterar la tesis central), Esta es la misión de la Iglesia do­
" cente: defender la doctrina rwelada, dar respuesta a las dificultades
"y "
los errores que la historia suscita respecto

de
la fe y descubrir
"en su tesoro verdades escondidas que en el proceso de su espiri-­
ntual experiencia y en .ru casuística de los tiempos reclarrum un tes­
"timonio nuevo.
''En esto, la di.rcusiQn de la Iglesia respecto a expresiones dudo­
"sas y equivocadas del pensamiento moderno, ha tenido expresiones
"m#'J claras y vigorosas que si han puesto un dique a la doctrina
"católica
(cf, Denz.-Sch., 3475-3500) no lá han hecho inhábil para
"hablar
de ¡,. verdad cristkma, es más, la han estimulado: non nova
"sed noviter».
PAULO VI: Catequesis en la audiencia general
del miércoles, 29 de septiembre de 1976 (original
italiano
«O. R.», edición semanal en lengua espa­
ñola,
año
VII, núm. 40 (405), domingo 3 de oc­
tubre.
Ell primado del reino de Dios y la Hiatoria,
«Como cada uno puede ver, es ésta una posición problemática
"de sumo interés. Considerada
en términos absolutos puede ser cues­
"tión de vida
o muerte para lá religión, para la fe y también P"'ª la
"humanidad; el ateísmo moderno, ya sea práctico " teórico, ha dado
"ya una respuesta negativa a la que mucha gente se adhiere y con
"frecuencia pasWtmJente, a ojos cerrado.r, llegando a decir casi que,
"sofocada la fe en la mentalidad de las nuevas generaciones, el hom­
"bre
goza

de
una liberación sin trabas de escrúpulos religiosos, sin
"reflexionar suficientemente
en cuál poehá ser el camino de ese
"mismo hombre cegado por la privaoión de las grandes verdades
"orientadoras que la
fe le o/reda, o

peor
todavía, por la renuncia a
"la propia facultad visual sobre las grandes cuestiones de la existen­
"tia tanto del mundo como de la ,,id,, humana. ¿No #ene la fe,
"acaso, sus propios ojos? Nos lo recuerda San Agustín: «Habet oculos
"fides, et maiores oculos, et potentiores et fottiores» (En. in Ps., 145,
"PL, XXXVII, 1897).
" . . . . . . . . ........ .
"Leemos de nuevo una página memorable y maravillosa de · la
4
Fundaci\363n Speiro

"Encíclica Immortale Dei, de León XIII (1 de noviembre de 1885),
"en la que afírma y casi se descubre cómo la búsqueda del remo de
"Dios produce efectos, casi itwvluntarios, pero-consiguientemente
"provenientes de ella, hasta para el reino temporal,
"«La Iglesia, obra inmortal del misericordioso Dios, ri bien por
"ru propia naturaleza mira directamente a la salvación de las almas
"y a la eterna felicidad del cielo, aperar de ello también en el ,orden
"temporal t,pMta tales y tantas ventajas que más y mayMes no se
"podrían obtener ri ertuviere destinada directamente y, sobre todo,
"a procurar la prorperidad de

la
vida prerente, En efecto, alU donde
"pudo poner su pie, cambió inmediatamente
el aspecto de lflJ corar
"y amoldó las costumbres de lor pueblos a virtudes hasta entonce,
"derconocidas
y a una nueva civüización; por lo que aquellor que
"la acogieron se hicieron superiores a los demás pot' su carácter be~
"nigno, por su equidad y por el rerplandor de sur empresar. Arí,
"pues, es bastante vieja la injuriosa acusación que se hace a la lgle~
"sia de rer enemiga de los intereses civiles e inctlflaz de promover
,, efectivamente aquellas condiciones
de bienertar y de gloria a las
,, que tiene ;usto derecho y -a los que tiende, p01' aspMaci6n natUt'4,
"toda bien ordenada sociedad»
(Immortale Dei, 1).
"Hemos dicho que se tf'ata de efectos in-voluntarios, pero no es
"exrJcto. Son. efectos ,previstos, queridos, buscados con sabiduria, con
"conrtancia y con espíritu de sacrificio y de amor. El Evangelio es
"el que nos lo enseña cuando resume el códi.go de los mandam.ientos 11religiosos y mora/,es en el doble compromiso de a'fnltif' a Dios sobre
#todas las cosas y con todo el coraz6n, y amar al pr6jimo como a
"norotror mirmor» (Mt., 22, 36-40).
PAULO VI: Catequesis en la audiencia general
del miércoles 6 de octubre
de 1976 (original ita­
liano «O. R.», edición semanal en lengua española,
año

VII, núm. 41 (406), domingo, 10 de octubre
de 1976).
La tradición . en la Iglesia, fidelidad a cuanto los siglos pasa­
dos nos han transmitido, freDlte a la i:noonsciencia del espí­
ritu revolucionario que cree poder comenzar desde cero l•a
obra salvra:dorai y una nueva oi;vilización.
«.. . para nosotros se trata, no ya de oonstrui,, la Iglesia, sino de
"reconstru;,,., a
menos que no-nos consideremos en el campo, misio­
"nero donde la implantación, la plantario de la Igleria debe comen­
"zar derde el primer anuncio
del Evangelio (cf. Ad gentes, 3).
5
Fundaci\363n Speiro

"Pero 'fl()SOtros, en los países de antigua formación oristiana, he­
"mos de tener muy en cuenta "" factor indispensable en la cues­
"tión de la construcción de la Iglesia, y es la tratUción, es el trabajo
"realizado " trtwés de lo,
siglos por aquellos que nos han precedido
"en la edificación de
la Iglesia. Nosotros somos herederos, somos
"continuadores de una obra precedente; debemos tener el sentido de
"la historia y crear en nomtros el esplritu de fidelidad, humilde y
""fortunada, a cuanto los siglos pasados nos han trasmitido vive y
"auténtico en la formación del Cuerpo mJstico de Cristo. Debemos
"defendernos de la inconsciencú, del esplritu revolucionario propio
de tanta gente de nuestro tiempo que

todo
lo ignora, o

quiere
ig­
"no,ar, el trabajo realizado por las precedentes generaciones, y cree
"puder iniciar la obra salvadora de la humanidad rechazrmdo todo
"cuanto la experiencia -confirmada por "" Magisterio de coherm­
"cla y autenticidad- nos ha conservado, comenzando desde &ero la
"empresa de una nueva civüización. Nosotros somos sabiamente con­
,, servadores y continuadores y no debemos temer que esta doble cali­
"ficación --rectamente entendid-prive
a la obra actual de su vi­
"vacidad y genialidad».
PAULO VI: Catequesis _en la audiencia general
del

miércoles
14 de julio de 1976 (original italiano
«O. R.», edición semanal en lengua española, año
VII, núm. 29 (394), domingo 18 de julio de
1976).
Teología de la tradición.
« ... Dice el Señor en su Evangelio: «Todo escriba instruido en
"la doctrina del reíno de los cielos es seme¡ante a un padre de fami-
11lia que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas» (Mat., 13,
"52). Habr/a mucho que deeir sobre esta breve parábola, que hace
,, de la enseñanza s<>bre los destinos superiares del hombre sintetiza­
"dos en el «reino de lo, cielos», una pedagogla paternal y famüiar
"y la califica de tesoro inagotable, cual es de la verdad religiosa ex­
"puesta por el mismo Cristo, y de la que se sacan enseñanzas nuevas
"y antiguas: Nova et vetera. Detengámonos en esta bien conocida
"expresi6n, en la que se condenstJ la solución al p,o,b/ema de las re­
"laciones entre nuestro conocimiento religiost> y la historia; y la so­
"lución tiene un noml»e que encierra un ca,pítulo importante de
"nuesPra
fe y nuestra cultura religiosa; este nombre es, lo sabéi.r ya,
"la tradición».
6
PAULO VI: Alocución en la audiencia general
del miércoles 7 de agosto de
1974 (original ita­
liano «O. R.», del 8 de agosto de 1974; traduc­
ción de
Er:desia núm. 1.705 del 31 de agosto).
Fundaci\363n Speiro

La trltdición en el mundo religioso.
«Así, pues, nosotros creyentes tenemos la mirada fija en el pa­
"sado, un pasado determinado, hist6rico e imbOllable: «La economía
''cristúma, pues, di.ce el Concilio· (Constituci6n Dogmática Dei Ver­
"bum, 4), por el hecho de ser la a/,ú,nza nueva y definitwa iMnás P""
".rtWá
y no debe esperarse una 11418VO revelaci6n púbUca antes de la
"manifestación gloriosa de Nuestro Señor Jesucristo» ( cfr. I Tiro.,
"6,14; Tit., 2, 13).
"Afortunadamente, estttmos sostenid-Os por una «tradici6n».
"Aquí deberiamos explicar qué entendemos
por tradición en el
Jlmundo f'eligioso,- ya en sentido constitutivo, en cuanto que junto
"con la Sagrada Escritura contiene la revelación; ya en sentido de
"trammisi6n auténtica y garantizada
de la misma revelaci6n, por la
"asistencia del Espíritu Santo a través del magisterio de la Iglesia.
"
"IA tradición auténtica e1 una r(#z, no una atadtwa; es un patri-
1'monto insustituible, un dhnento, un recurso, una coherencia vitit.
"Pero no es labor fácil ni breve descubrir cuál es este tesoro del que 11.el cristiana sabio saca, según nos mseiM el Señor, las cosas antiguar
"y
las nuevas; se necesita exf11'esamente una cr.wi1ma especial, el ma-­
"gisteriq eclesiástico, al, que está areg,wado, especialmente en momen,­
"tos deciswos, la asistencia del «Espíritu de verdad> (Juan, 14,17;
"16,13);
el magisterio tendrá la misi6n de enseñar, de guarda,-, de
"interpretar la doctrina de la fe y de concretar sus aplicaciones a la
"vida vwida ( cfr. Denz-Sch., 1501, 3006; Constitución º'Dei Ve,:-­
"bum"', 8, 10 ).
"Las posibles desvú,ci,ones en este campo, como es sabido, son
"principa/,mente dos: la primera es la que restringe solamente a la
"Sagrada Escritura el ámbito de la fe, cuando se sabe que la misma
"Sagrada Escritura naci6
de

la
enseñanza ora/,, de la Tradición de la
"Iglesia p,imitwe,, y la segunda es la que pretende dar a la fe cris­
"tiaw
untJ interpretación pro.pía, original, arb#rfH'ia, un «libre exa:­
"men> que se desentiende de l "gaci6n de «guardar el depásito»
(I Tim., 6, 20) y de ,«evitar, como
"recomienda San Pablo, las novedades profanas
de expresiones y las
"contradicciones de la fa/,sa ciencia» (lbld., I Tim., 1, 6)».
PAULO VI: Alocución en la audiencia general
del miércoles 7 de agosto de 1974 ( original ita­
liano «O. R.», del 8 de agosto de 1974; traduc­
ci6n de Ecclesia núm. 1.705 del 31 de agosto).
7
Fundaci\363n Speiro

Qué signiíica la tradición de la Igleeia.
«Muchas y graves observaciones se agolpan en nuestro espl,#u.
"u prhnera en forma de pregunta corriente y superficial: ¿Es vieja
"lí, Iglesia? ¿Acaso el tiempo ha hnpregnado en su rostro «alguna
"mancha, alguna arruga
o alguna cosa parecidd», a lo

que
alude San
"Pablo, al
hablí,r justi>mente de /,a Iglesia, que, como Esposa de Cris­
'1Jo, debe compadecer ante El, v0mo en belleza juvenil,, «santa e 1/fJ­
"maculí,da»? (cfr. Efes, 5, 25-27). La relación de toda institución
"humana con el tiempo es necesaria: de vida y de muerte; medida
"por la eficiencia y por la duración lí, primera, desastrosa y perenne
ula segunda. ¿Será éste el destino reservado a la Iglesia? Y, si ésta
"sobrevive todátllía, c:no se,-á anacrónica .ru existencia? ¿No está su­
" perada su forma de vida? Y para darle de nuevo actualidad, ¿no ha
"llegado el momento de un cambio radical y total, que altere sus
"dogmas y sus estructtNas? Por otro lado, ¿no debe la Iglesia encon­
"trar su raz6n de vida en el conformismo
con las costumbres de los
"tiempos? ¿Cómo puede el mundo moderno obtener sabidurla y vi­
"gor de un organismo constantemente frenado por una t1'adici6n exi­
''gente?
"Tradición; he aquí la palabra clave, que, mientras pretende er,­
''cerrar a la Iglesia en su sepulcro, nos abre, pe,, el contrario, si es
"bien .entendida, el secreto de su miste1-iosa vitalidad. 1A Iglesia, aun-
11 que enca-r-nat:M en la Historia, no e.r una institución humana cual­
n quiera ni, en consecuencia, .re puede medir .ru vida con el metro
"apto y adecuado a las cosas puramente terrenas. L, tradición es para
"la Iglesia raz6n de viva y coherente raíz, lí, cual se alimenta en la
"fuente original de su historia y divina institución, en el depósito 1
' auténticc de .ru do·ctrina .rob,enatu,ral, que Pransmite exacto, vital y
"fecundo, como savia que se esparce por las hojas de un árbol vivo,
''crJtkJ vez más 1/Wo, a trc,vés de las .sucesivas edades, ,para una pri­
,, mavera .riem,pre inmanente y posible.
"
"L, tradic/6n es garante de la fidelidad de lí, Iglesia, de su his­
"toria que no envejece, de su perenne juventud que, alimentada por
"un constante recu,r.ro a
los propios orígenes, avanzrJ impávida1 lu­
"chando y sufriendo a través de los siglos, en la espera escatol6gica
"felizmente resolutiva.
"
"Ojalá puedan experimentM esto tantas beneméritas y venera­
"bles instituciones eclesiales que, frente a las cambiantes situaciones
"de los tiempos, sienten la tentación de la duda acerca de su propia
8
Fundaci\363n Speiro

"identidad, y oia/.á pueda mimismo toda la Santa Iglesia tener con­
"ciencia de sí misma, o me;or de aquella f_H'omesa ú/t;hna de Cristo,
"que des la usura devoradora del tiempo: «Yo estaré con vosotro,
"ha,t,i
la cons"11Ulción de los siglos» (Mt., 28, 20).
PAULO VI: Alocución al Sacro Colegio Cardena­
licio (origínal italiano, «O. R.», 23-24 de dicie!I).­
bre de 1974, traducción deEcclesia, núm. 1,724 del
18 de enero de 1975). '
No se puede pretender que el Magisrerio eclesiástico sea más
flexihh,,
ni dócil a la lristoria, ni relativo a la moda, ni
más pluralista, ni más libre, ni suhjetivism, sino virumlado
a las formulaciones de un magisterio ttilldicional que se
apoya en una doctrina revelada y ha de ser, lógicamente,
coherente con el "depósito" doctrinal confiado, al que debe
fidelidad y firmeza.
«Esto, lo sabemos, es ww de los puntos fuertes de la cultura con­
"temporánea y de la discusión ecuménica de nuesPro tiempo,· fuerte
"por la controversia que querría debilitar la solidez del Magisterio
"eclesiástico, que
empal-ma con el ,.¡,ostólico; se querría que fuese
"más flexible, más dócil a la historia, más relativo según la moda
"del pensamiento,
mJr pluraUstico, mJr Ubre; es deci,-, guiado por
"criterios subjeti1los e historicistas1 y no vinculado a formulaciones
"de un Magisterio tradicional que se ,.¡,ela a una dQctrina revelada
"y divina; y fuerte por la actitud histórica y lógicamente coherente
"con
que la Iglesia de Ped,o tutela el «depósito» doctrina/. que se le
"ha confiado ( ej. 1 Tim., 6, 20; 2 Tiro., 1, 14): no es obstinación la
11suya, ni atraso, no es tampoco incomprensMn de la evoluci6n del
"pensamiento humano, es fi,meza y fidelidad a/, pensamiento divino
"y, por tanto, verdad y vida también para nuestro tiempo».
PAULO VI: Homilía en la solemnidad de San
Pedro y San Pablo, XIII aniversario de su corona.
ción, 29 de junio de 1976, «O. R.», edición sema­
nal en lengua espafiola, año VIII, núm. 27 (392),
domingo 4 de julio de 1976.
No hay fe auténtica fuera del Magisterio de la Iglesia con in­
serción viva en la Escritura y la Tuadición de la que eilla
es depositaria.
« ... ciertamente no hay fe auténtica fuera del Magisterio de la
"Iglesia, que por divina voluntad de Cristo f_H'opone e mterf_H'eta la,
9
Fundaci\363n Speiro

"verdades de fe, p«üendo a l<>s h<>mbres de todos los tiempos su
"matl,,r,, arentimienlo. La grave responsabilidad de que hemas ha,.
"blado requiere, por
ello,

esta
inserción vwa en la Escritura 1 en la
''Tradición, fuera
de las cuales podrá haber Ot"opel de brülantes dis­
"putas o fascinación de sofismas que producen la vanidad, la osten­
"tación y la búsqueda del apla,;so efimero, pero iamás la fi,meza
"granltica de la verdad, confimla por
el Divin<> Salvador a su lgl1J­
"súi. Las palabras
de Pabl<> a Timoteo nada han perdido, incluso hoy,
"de su gravedad, que deben hacernos pensar: «Guarda
el

depósito;
"evita las conversaciones profanas y las <>bieciones de la ciencia hi­
"potética, en cu,ya pr<>fesión algunos han perdido la
fe» (Tim., 6, 1120). De oreünalf'i.o, nuestro.r hombres, nuestros j6venes, no desean
"ciertamente sofistería de disquisiciones para iniciados, sino el a/i­
"mento sólido de la pal,abra
de

Dios,
la orientación segura para los
"grandes interrogantes de la existencia, las directrices pacifkadorar
"para
las decisiones de la vida moral,, famiUar y soda/. Por ello, os
"pido a vosotros coherencia y seguridad doctrinal,, «aggiornamento»
"sólido y segur<>, claridad de planteamiento y de ideas, dentro de una
"fidelidad absmuta
a/, Magisterio».
10 PAULO VI:
Alocuci6n a los consiliarios eclesiás·
tiros de la Acción Católica Italiana ( «O. R.» de
5 de julio de 1975, original
italiano, traducción de
Bcclesia, núm. 1.749 del 19 de julio.
Fundaci\363n Speiro