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Número 151-152

Serie XVI

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El progresismo religioso (III)

EL PROGRESISMO RELIGIOSO
(Orígeneo, desa;rrollo y critica)
(Continuación).
POR
P. MANUEL MoLINA,
VI
LOS
FRUTOS DEL PROGRESISMO
liORIZONTALISMO.
Si los progresistas muestran peligrosa complacencia para las ideas
y movimientos nuevos y apreciaciones benévolas, incluso para las
doctrinas

anticristianas,
tales como

el
marxismo, es en

el tema del
horizontalismo donde muestran unanimidad completa. Y esto es porque han
desdoblado el cristianismo en
dos:
l. Como credo religioso, ideas que ya no les interesan.
2. Como fermento de la vida social
y política, y como porta­
dor de la
esperanza temporal

del hombre.
A
fos progresistas les interesa

esta
última visión sobre la pri­
mera.
Y para desarrollarla precisan huir del cristianismo en su di­
mensión vertical del hombre a Dios
y adoptar la posición horizon­
tal, de crea.tura a creatura.
Todos los errores progresistas están concatenados lógicamente:
del antropocentrismo al desacralismo, de éste al secularisn-io, y como
fruto de éste, el horizontalismo, con lo que sigue la bajada en
res­
baladilla, hasta el

ateísmo práctico.
Se puede llrmtar · horizontalismo a la tendencia manifestad,. por
una supe,vtiloración de las activúlade.r o relaciones imerhumanas, en
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Fundaci\363n Speiro

P. MANUEL MOLINA
desconocimiento o menosprecio de las actividades espirituales de la
creatura: wnacer, tmutr y ser-vi,-a Dio.r en esta vida para verle y
acompañarle en la otra.
Los progresistas heredaron esta tendencia del americanismo o
activismo religioso,
.lo que
se
llamó la herejía de la acción, que dis­
tinguía las virtudes en activas (humanitarias)
y po.sivas (religiosas),
y despreciaba a éstas .. , Esta tendencia no s6lo se ha manifestado entre
los católiros sino entre los mismos protestantes, cuyas denominacio­
nes norteamericanas sienten "frenesí por las obras en detrimento de
la adoración".
Para imbuimos el desprecio al verticalism.o cristiano, nos hablan
del _¡,asado, como de una visión monástica de la existencia, despre­
ciativa de fos valores terrestres. De constantinianismo, de cristiandad
medieval e incluso hablan despreciativamente de San Pablo. San Pa­
blo es el
gran tabú

o coco de los progresistas, al que
achacan la
creencia,

dicen,
de que el gran final estaba próximo, y que por ello
sentía
y expresaba tanto desprecio a las realidades mundanas y ho­
rizontales.
El. HORIZONTALISMO, CORRUPCIÓN DEL IDEAL CRISTIANO.
El horizonralismo es la cormpción del ideal cristiano revelado en
la Biblia. Es en el
horizontalismo donde

se palpa el deseo progresista de
orra religión
y su desprecio o subestima de la simple existencia cris­
tiana.
La vida, y más si se llama cristiana, debe dar el máximo y pri­
mer valor

a lo vertical
y religioso, en la vida privada y en la pú­
blica:
"¿Qué le aprovecha al hombre ganar todo el m,,ndo si pierde su
alma?" (Mateo, 16, 26).
Pero algunos
desprecian la
noción de
alma, que han sustituido,
incluso, en textos litúrgicos. ,
El rechazo de esta prioridad sólo conduce al secu'iariamp, laicis­
mo y ateísmo, meta progresista. Se habla de un .cristianismo horizon-
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EL PROGRESISMO REUGIOSO
talista, sin carácter eclesial, en el cual la prqjimidad entre los hom­
bres,
apa,ece oomo la

verdadera Iglesia:
"Buscamos, dice un
prominente progresista, la tendencia
a
la eclesiaiización existente en el mundo (esto es la irrup­
ción del mundo en aquello que concierne por derecho a la
Iglesia), a
la vez que la tendencia santificadora de seculariza­
ción existente en
la Iglesia de Gristo" (Iglesia y HwnMZidad,
Schillebeek, págs. 66-67).
¡ A esto oonduce el horizontalismo!
Para

los cristianos que han elegido el horizontalismo religioso en
vez del verticalismo,
ahí van

a este
respectQ palabras
del Papa to­
cante al primer deber religioso:
la presentación del Kerigma o sal­
vación.
"No debe haber
dilema. La cuestión se plantea más bien
sobre la prioridad de los fines y sobre la prioridad de las in­
tenciones y deberes; no hay duda que la actividad misionera
se
dirige

ante todo a
la evangelización, y que debe mantener
esta prioridad tanto en la concepción que
la inspira, como en
el modo como
se organiza y se lleva a cabo.
"La acrividad misionera faltaría a su razón de ser si se
apartase

del eje
religioso que la gobiema: El Reino de Dios,
ante
toda otra cosa; el Reino de Dios entendido en ,u ,entido
vertical, teol6gico, religioso,
que libera al hombre del pecado,
le propone como supremo mandamiento
el amor de Dios, y
como último destino la vida eterna.
"Esto es, el Kerigma, la Palabra de Cristo, el Evangelio,
la fe, la gracia, la oración, la cruz, el modo de proceder cris­
tiano. Y debemos
convencernos de

que
la fidelidad a este pro­
grama primario de la acrividad misionera puede originar gran­
des dificultades que, a veces, pueden impedir su realiza­ ción
y expansión: necedad y escándalo (I Corintios, 1, 18),
es nuestra misión Mas, también hoy, no menos que en el co­
mienzo de la predicación cristiana, es ésta su fuerza, ésta su
sabiduría.
"También
hoy en la práctica lo que en la eoonomía terrena
constituye un obstáculo a la -evangelización, es decir, su carác­
ter espiritual, puede convertirse en su libertad de la esclavi­
tud

material de la
economía, del

recelo de
colonialismo, de
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P. MANUEL MOUNA
la ineficacia del naturalismo en el diálogo con las diversas ci­
vilizaciones.
"Para concluir, observaremos que si la cuestión del dualis­
mo «evangelización y desarrollo» se pone en el plano doctri­
nal, en la confrontación de los respectivos fines y en la jerar­
quía de las intenciones cotre.s:pondientes-, encuentra su respues­
ta en la definición del Decreto Conciliar:
El fin propio de la actividad misionera es la evangeliza­
ci6n
1

la
implantad6n de
la
Iglesia" (Fidei Dom,m, 195 7).
Ese horizontalismo tiene expresiones trágicas hasta en obispos
y clérigos. El cardenal Danielou afirma:
"No se trata de decir que los cristianos no están obligados
a
. tomar parte

en la
promoción de

una sociedad
más justa.
Lo
que resulta intolerable es vincular ese l1amamiento a un com­
promiso temporal y a una teología falsa. Lo que no admitimos
es que, so pretexto de acción temporal, se tire por tierra la
vida espiritual. So pretexto de promocionar al hombre se aca­
be con la adoración de Dios, so pretexto de profetismo se
acabe con

los
sacramentos, so
pretexto de
secularistno se acabe
con

el sacetdocio.
"La inmensa multitud del pueblo cristiano y la inmensa
mayoría de los sacerdotes están viendo cómo hay bastantes clérigos que son asesinos de la fe" (
¿Desacralización o Evan­
gelización?, Card. Danielou, 43-44).
Recuerden ... , j son asesinos de la fe!
Oigamos de nuevo a Paulo VI condenar el horiwntalismo:
"El cristianismo no se fía del humanismo na.turaiista; sabe
que el hombre es un ser herido desde sus orígenes, que en la
compleja riqueza de sus facultades lleva consigo
desequilibrios
extremadamente peligrosos y que n=sita una disciplina aus­
tera
y prolongada. Pa,a vivir bien el cristianismo, es necesario
adoptar continuas
reparaciones, oportunas
reformas,
repetidas
renovaciones.
"La vida cristiana no es blanda y fácil, no es cómoda y
formalista, no es ciegamente optimista, mora!Ínente acomoda­
ticia
y abúlica: es alegre, pero no hedonista.
"Este es
e'! aspecto que más se opone a la mentalidad mo­
derna, que a&pita a una vida llena, cómoda, espontánea1 pla-
Fundaci\363n Speiro

EL PROGRESISMO REUGIOSO
centera. Esta mentalidad considera al cristiano como un ser
inhibido y escrupuloso, que carece de las experiencias más
fuertes,
que
son ordinariamente
las de las pasiones libres, aje­
no a las corrientes impetuosas de una moda sin prejuicios,
tanto en el pensar como en la conducta.
"El cristianismo, según esta -frecuente manera de pensar,
puede ser estimable desde el punto de vista humanístico por
la interioridad de sus raíces operativas, o por la simpatía al
espíritu
de iniciativa que engendra en favor de la
igwtldad
y de la fraternidad humana, pero no por sus dogmas religio­
sos y menos aún por su catácte.r penitencial.
"El hombre moderno es orientado hacia una vida sana,
higiénica, intensa, gozosa y feliz" (Paulo VI, . 24 de julio de
1968).
RELATIVISMO.
Al progresismo Je molesta la inmutalbilidad de la Palabra de
Dios. Bl evolucionismo, de que hace gala, ha ,engendrado la desm,­
tización y el relativismo religioso.
Por el evolucionismo, las verdades de
la fe pueden variar su sig­
ruficado para el progresista.
Por

la desmitización se pueden
suprimir todos
los hechos, per­
sonas
y doctrinas que a la razón humana le parezcan mitos o doc­
trinas difíciles de creer.
"Dura es esta Palabra". Por el relativismo
la
Palabra de Dios no encierra un sentido absoluto y totai sino re­
fativo, de

acuerdo a las
reencarnaciones de

la
Palabra.
Son tres frutos de una misma rama, y tres manifestaciones contra
lo sobrenatural
y eterno.
Digamos, pues: Relativismo es la tendencia a someter a una re­
visi6n radical las enseñanzas de la Iglesia, que -parecen superadas -po,
el -progreso clentlfico, con el -p,op6sito de adaptar la enseñanza,
haciéndola oomprensihle, c11mbiando primero las f6rmulas
y alteran­
do luego el contenido de la doctrina.
¿Pero no fue esa la finalidad del "aggiorn11mento" del Vatica­
no II, dirá a!lguno?
Nada más falso. El Papa Juan XXIII, en su discurso de apertura,
proclam6 que

el
Concilio tenía

que
reafirmar toda la doctrina ca­
tólica
sin
tocar ninguna de sus partes.
251
Fundaci\363n Speiro

P. MANUEL MOUNA
Lo que el relativismo busca es un cristianismo diferente, a me­
dida del hombre y del tiempo y no a la medida de la auténtica
Palabra de

Dios, ni de la revelación.
Ditá alguno: Luego el relativismo ¿es el mayor peligro con res­
pecto a la corrupción y distorsión de
la Palabra de Dios?
Así es, porque incide directamente sobre la Palabra de la Biblia,
como
afirma Paulo
VI en
el día 3 de abril de 1968:
"El relativismo es el engendrador
y devorador d,e las ver­
dades.
De esta suerte, la
Palabra de

Cristo no es ya verdad que
no cambia
y que permanece siempre idéntica, igual a sí mis­
ma, siempre viva, siempre luminosa, siempre fecunda, aunque
a veces superior a
nuestra comprensión
racional, sino que se
reduce a una verdad parcial (relativa) como las demás, que la mente mide
y modela dentro de sus confines, dispuesta en
la siguiente generación a darle otra expresión, de acuerdo con
un
libre examen,
que la despoja de toda objetiva
y trascen­
dente autoridad".
El peligro básico que introduce el Relativismo está en rehnir y
no
presentar al Kerigma o
Historia de

la
Salvación en

su conjunto
toral y jerárquico, y en evitar el estudio sistemátiro de la Biblia,
romo hacen

sus seguidores.
En ese ambiente de nebuloso desconoci­
miento,

insisten, sobre
tafos o

cuales
temas con
carácter
tendencio­
so o sectario y se desconoce la jerarquía y armonía de las verdades
bíblicas. ¡ Obsérvese c6mo los propagadores de ciertas romunidades
y movimientos pro-pentecosrales han caído en el telativismo bíbli­
co, que los está
ronduciendo a

marchas forzadas al
"libre exmnen"
protes1:3-Jlte!
Resultado: el relativismo, conectado ron el historicismo y el
antropocentrismo,
destruye el mensaje de la Salvación.
Escuchemos a Paulo VI en
otra denuncia
vigorosa del
relati­
vismo:
252
"Estamos tentados de historicismo, de relativismo, de sub­
jetivismo,
que en el campo de
la fe crean un espíritu de crí­
tica subversión
y una f!clsa persuasión de que, pata atraer evan­
gelizadores

a los hombres de
nuestro tiempo,

tenemos que re­
nunciar al

patrimonio
doettinal acumulado

durante siglos por
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EL PROGRESISMO REUGIOSO
el Magisterio de la Iglesia y de que podemos modelat, no en
virtud de una mejor
claridad de expresión, sino
de un cambio
de contenido dogmático, un cristianismo nuevo a
medida del
hombre
y no a medida de la auténtica Palabra de Dios.
"Desafortunadamente, también

entré
n060ttos, algunos teó­
logos,

no siempre van por el recto camino. Tenernos
gran es­
tima
y gran necesidad de la función de teólogos buenos y ani­
mosos.
Ellos pueden ser providenciales estudiosos y valientes ex­
positores de
la fe, si se conservan discípulos inteligentes del
magisterio eclesiástico, constituido por Cristo en custodio e
intérprete, por obra del Espíritu Santo, de su mensaje de ver­
dad eterna. Pero hoy, algunos recu.n::en a expresiones doctrina­
les ambiguas, se arrogan la libertad de enunciar opiniones pro­
pias, atribuyéndoles aquella autoridad que ellos mismos, más
o menos abiertamente, discuten a quien
por derecho divino
posee carisma
tan formidable, tan vigilanternente custodiado.
Incluso consienten que cada uno, en la -Iglesia misma~ confun­
da la libertad de conciencia moral con una mal entendida li­
bertad
de pensmniento, que frecuentemente se equivoca por
insuficiente conocimiento de
'las genuinas

verdades religiosas.
No toméis con desagrado, venerables hermanos constituidos maestros
y pastores del pueblo de Dios, si os repetimos y os
exhortamos, en virtud del mandato dado por
Cristo a

Pedro,
de «confirmar a los hermanos» con las mismas
palabras del
Apóstol:
Resist#e fortes in fide" (Paulo VI, agosto 1968).
HISTORICISMO.
Los progresistas, con su teoría del historicismo, pretenden cam­
biar
la Historia de la Salvación, tal rua!l la expone la Escritura y
nos la recuerdan los capítulos cuarto y quinto de Dei V erhum, el
tratado sobre
la Divina Revelación, del Vaticano II. Y pretenden
cambiar la Historia de
1a Salvación, por las realidades terrenas, con
tal que sean actuales.
Para ellos, lo que interesa no es si en el orden del pensamiento
se trata de verdad o falsedad, sino .de si el hecho es actual· y vivo.
Su meta es snstituir
la verdad por la realidad social e história,.
Para

ellos, el que algunas ideas tengan muchos
partidarios, es
formidable

argumento en favor de sn bondad. Su
pregunta previa
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P. MANUEL MOI.JNA
a toda discusión o tratado parece ser: ¿Está viva esa idea? ¿Se aco­
moda a la menoodad de nuestra época? Si la respuesta es sí, aña­
den: Luego es importante y buena en cuanto acontecimiento histó­
rico
. . . y se debe
aprovechar e

incluso
abra2ar.
Desde Lamennais, en el siglo anterior, hasta los setenta actuales,
los vemos ensalzar y promover rodas las doctrinas, aun las más per­
niciosas, con
tal que sean de actualidad.
Historicismo es, pues, la tendencia a afimulr que: "La historia
está en manos
de Dios, por donde todo lo que hist6ricamente acaece,
de alguna manera Dios lo quiere, luego "' bueno 'Y aceptable a Dios
y hay que abrazarlo en definitiva". Alguno dirá: ¡Pero eso está ex­
presado en el Documento Vaticano Gaudium el Spes, en los capí­
tulos III y IV!
Respondemos: No es honesto apoyarse en algunas expresiones
mutiladas. De

lo contrario, habremos de conformar el anuncio de
la
Sa,lvación y el Cristianismo a los tiempos; y ahora deberemos, se­
gún eso, aceptar el marxismo ateo y cuando venga el anti-Cristo,
deberíamos uncimos a

su
carro. San Pablo es explícito: "No que­
ráis conformaros a este mundo"
(Romanos, 12, 2), a fin de que no
resulte vana la muerte de Cristo (I Corintios, 1, 17).
Lo que busca el historicismo es un conformismo con la menta­
lidad y las costumbres de nuestro tiempo.
¿Qué ha dicho el Santo Padre sobre el historicismo? Paulo VI,
el 25 de abril de 1968, ,ha tenido una negativa solemne para el
mismo:
"Hay muchas cosas que pueden ser corregidas y modifi­
cadas en la vida
católieil ... y mejor adaptadas a las necesida­
des de

nuestro tiempo. Pero dos cosas no pueden ser someti­
das a discusión: Las
vetdades de la fe •• , y las leyes constitu­
cionales
de la Iglesia. Pot ello, renovación, sí, cambio arbitra­
rio, no. Historia siempre viva y nueva de la Iglesia, sí. Histo­
ricismo, no".
Escuchemos de nuevo la censura del Historicismo pot el Papa
Paulo
VI, en 13 de abril de 1968:
254
"Este fenómeno invade también el campo religioso, que
muchos quisieran someter a una revisión radical, intentando
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EL PROGRESISMO REUGIOSO
despojarlo de aquellos dogmas, es decir, de aquellas enseñanzas
que
parecen anticuadas
y superadas por el progreso científico,
y que son incomprensibles para el pensamiento moderno. Con
el propósito de dar a la religión católica una
expresión más
conforme

con
cl lenguaje habitual y la mentalidad de hoy, es
decir, de

adaptar la enseñanza religiosa, por desgracia se
tras­
trueca con frecuencia su intima realidad y se trata de hacerla
comprensible cambiando primermnente la.r f6roudas con que
la lglesia-maest1a
lo ha revestido y como sellado p'ara hacerle
abarcar
los

siglos,
conservando celr,samente su identiddd t1'a­
dicinal, sometiéndola a la ley dominante del birtoricismo t1ans­
formador.
TÁCTICA HISTORICISTA-
La táctica progresista respecto a!. anuncio de la Historia de la
Srlvación es:
a) Buscar un cristianismo despojado de todo lo que Je ha po­
dido venit al correr de la historia. Desencarnarlo. Aunque esta pa··
labra puede tener un sentido positivo si lo que se desencarna son las
adherencias
pecaminosas.
b) Este cristianismo adaptarlo a la actual sociedad, marxista o
como
sea, para reencarnarlo en
ella.
c) Preparar apóstoles de choque para introducir este cristianis­
mo así destilado y reencarnado.
Para ello el
progresismo:
l. Ha comenz.ado y sigue un combate ininterrumpido de des­
prestigio de la
Iglesia, pues, segón ellos, no

es
capaz de
llevar la
Historia de la Salvación, ni
reencarnar el Evangelio, en las socieda­
des
actuales.
2. Para congraciarse con la revolución, acepta todos los cambios
y abraza incluso el marxismo-leninismo. · Recuérdese el caso Chile.
3. Está dispuesto

a cambiar
el sentido de ios dogmas y las
creencias

con
tal de reencarnar, segón ellos, el espíritu del Evange­
lio,
despojado de

toda adherencia humana.
¡Químicamente puro y
destilado!
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P. MANUEL MOLJNA
Por eso vemos que el progresismo rehúsa combatir a ~istemas,
como el marxismo, que niegan todo derecho a las manifestaciones re­
ligiosas
de la vida,
y el dero progresista presenta los movimientos
impíos del mundo moderno, como realidades
aceptables que
ofrecen
a'! cristianismo posibilidad de encamarse. El ejemplo de O,ile es alec­
cionador.
La acritud verdaderamente

cristiana, de acuerdo
al Evangelio, es
hacer ver que el diablo, príncipe de este mundo, trabaja por medio
de sus agentes
¡:,a¡:a la obra anticristiana.
Cuando
,estos progresistas
recuerdan a Pío XI condenar el co­
munismo como intrínsecamente perverso,

se burlan de las
palabras
del

Papa, pues, según
el cristianismo
reencarnado progresista, el mar­
xismo es una necesidad histórica
(T emoignage Chretien, 25 de abril
de 1956). ¡Todo ello tiene el nombre de Historicismo!
(Con#n""1á.)
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