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Número 151-152

Serie XVI

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La tesis del «cristianismo-veneno» y las revistas Question de..., Elements, etc.

LA TESIS DEL "CRISTIANISMO-VENENO"
Y

LAS REVISTAS
QVESTION DE ... , ELEMENTS, ETC. (*)
POR
'L. MoRT-EAU E Y, LE PENQUER,
Nos escribe un amigo, alumno de instituto:
"Les escribo para señalarles la expansión de una corriente de ideas
ya denunciada en
Permanences. Me refiero al, m011wiento G.R.E.C.E.
(asociados " la revirta, Nouvelle Eoole).
"Deben ,echaz11r esas tesis, fuertemente hnp,'egnadas de Nietz­
scheísmo, que ponen en contradicción la civilhación y el cristianismo,
"Lo sé po-r experiencia, sobre el piar«, locoJ.
"El movimiento G.R.E.C.E. pretende representar una tercera fuer­
za anti-marxist" y ánti-demo-UberoJ. Lleg" a sed,,cir a una parte de
esa jtn1entud que rechaza el marxismo y el liberdismo. Serla dra­
mático que eso, jóvenes pasen así ,. una subversión contraria, pero
tendente también
a la destrucción del cristianismo.
"Uegará un día en
el que esos jóvenes deberán elegir. Y ahi está
el peligro, puesto que no tienen una fo-rmación sólida, una b"'e doc­
trinal suficiente ... Esa base que precisamente Vds. procuran y deben
procurar.
"He aqul por qué creo que deben intervenir''.
• • •
(*) Publícado en francés en Permanence1, núm. 121, junio.julio 1975.
(**) Este movimiento actúa ya con nombres distintos en Madrid, Bar­
celona e Iberoamérica (nota de Speiro) .
. , 257
Fundaci\363n Speiro

L. MORTEAU E Y. LE PENQUER
Nosotros también creemos que esta intervención se hace necesaria.
Recordemos que Permanences (1) se preocupó de las tesis de
G.R.E.C.E.
(2)
y de la revista Nouvelte Eco/e (3). Pero la carta de
nuestro amigo nos ha incitad.o a examinar las posturas anti-cristianas
de este movimiento. Lo que vamos a hacer a partir de su "tesis del
cristianismo-veneno". Fórmula que, en efecto, sirve de artículo de
Alain de Benoist, en la revista Question de ••. (4).
Alain de Benoist es un joven escritor que anima la revista N ou­
velle Eco/e, Es también director de las ediciones G.R.E.C.E., las cua­
les
han publicado, luu:e algunos meses, su primer libro titulado: "El
conflicto del cristianismo primitivo y de la dvili-zaci6n antigua"', por
Louis
Rougier. Obra

cuya tesis
ha sido adoptada por G.R.E.C.E., por
Nouvelle Eco/e, por E/éments y por Question de ... (5). Y, particu­
larmente, en un
artículo de _Louis Pauwels,

aparecido en
Eléments (6).
Artículo titulado:
"La Iglesia y la calda de Occidente"'.
Es evidente que no estamos aquí delante de algunas manifesta­
ciones fortuitas de espíritus
paradóFcos. Es

un
movimiento que
se
organiza. iln.teresa, por tanto, tomarlo en serio.
Pero antes de decir eso que pensamos, atengámonos a juzgarlo
por partes.
Reproduzcamos al menos los pasajes que nos parecen más ca­
nicterístkos de este "nue:vo colegio" ... que no es tan nuevo. Como
se verá.
• •••
Y para empezar: los textos.
Según Louis Rougier: "La cwilizaci6n antigua no muri6 de sus
(1) Núm. 101, junio-julio 1973, págs. 57-58 y núm. 111, junio-julio
1974,
págs. 69-71.
(2) Agrupación de Búsqueda y de Estudios para la Civilización Europea.
(3) Cf. artículo de Olivíer Flécheres: «¿Los nuevos· bárbaros?», en Per­
manences, núm. 101.
(4) Uvraison, núm. 5, 4.2 trimestre, 19-74, págs. 5 a 21. _
(5) Como testimonio, el prefacio, dado a la obra de M. Rougier, por
M. A .
.de Benoist.
( 6)

Septiembre-octubre de 1974.
258
Fundaci\363n Speiro

LA TESIS DEL «CRISTIANISMO-VENENO»
propias contradicciones. Fue atacada y destruida por un movimiento
subversivo

de
importación. Se trata del cristianismo de

los
orígenes".
Así, pues, Louis Rougier, como Alain de Benoist y Louis Pauwels
tienen cuidado, en
principio al

menos, de distinguir eso que llaman
"el cristianismo originario" o "primitivo" de "la Iglesia" (propia­
mente dicha). Para
L Pauwels, en efecto, "la historia de la Iglesia habrla sido
la historia
de un esfuerzo por razonar la locura cristiana y por trans­
formar un fermento
de destrucción en un alimento de civilización".
Habría sido así, el catolicismo, el antÍdoto del "veneno cristiano".
Según L Pauwels, el libro de L. Rougier ... "impone la compa­
reaci6n con lo que para, en ese momento mismo, bajo nuestros ojos.
El neo-cristümi.rmo me parece rep-etM" exactamente el cristianismo
primitivo.
Se vuelve a encontrar la Ímtm"ección radical-contra nues­
tra civilización, dentro de la corriente de üleas y de sentimientos
a los cuales he dado el nombre de «siniestra»".
Pues, siempre según L. Pauwels,. "el cristianismo original resur­
ge,

por
un movimiento explicable, en el momento en que la Iglesia
se desploma, aboliendo su propia historia" ...
Lo que explicaría que la Iglesia hoy pueda "hacer que nuestras
sociedades basculen hacia
la tiranía marxista".
La analogía de nuestra época con esa que precedió el final ele!
Imperio

Romano es
tal que, siempre según L Pauwels, "el combate
por la libertad de la cultura y más simplemente por la Cllltura, debe
pasar po,r un combate contra e/. cristianismo-original, que resMgió con
.ru ideología anti-progre.ro) anti-ciencia, anti-sobidurla, su mística igua­
litaria y su mito de un apocalipsis vengador''.
Esra idea, prosigue L. Pauwels, "es el coraz6n del pensamiento de
Nietzsche". Se encuentra "en el Marco Aurelio de Renad'. Se vuel­
ve

a encontrar en G. Sorel, que
escribió: "la üleologla cristiana rom'
pi6 la estructura
del mundo antiguo (

... ),
lo desangr6 del todo.
Cortó
las ligaduras que existfan entre el espíritu y la vida Jocial.
Sembró por todas partes
los gérmenes de quietismo, de desesperanza
y de muerte''.
Siempre según L Pauwels, "para leer a Louis Rougier y para se­
guir
mis propias búsquedas (me parece) que la contra-cultura, que
259
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L. MOR.TEAU E Y. LE PBNQUBR.
es un arma insurreccional ( ... ), tiene sus raíces en las primeras paJ,a..
bras del «Sermón de la Montaña»: «Bienaventurados los pobres de
espMitu» ( ... ). El Señor no l11'1UI la cultura, no ama a los sabios, no
anu, " los filósofos, no anu, " los constructures, no anu, a los pode­
rosos, por conocimiento, fr01' la riqueza o p& las armas. El Señor
reorgam'zará las cosas hacierldo de los últimos los primeros. Hará
esto decididamente exterminando a los primeros".
Con el apoyo de esta tesis general, el director de G.R.E.C.E.,
A. de Benoist, propone la descripción
siguiente de
las
primeras co­
munidades crisúanas, con una reanudación inicial del texto bien
conocido de Celso, ese enemigo del cristianismo naciente.
Texto
según el cual no habrían sido nada más que una "chusma de gentes
incultas y
de mujeres crédulas reclutadas entre la escoria de/ pueblo''.
"En
su conjunto --<Úirma A. de Benoist-el mundo greco-latino
quedó en primer lugar cerrado a
la predicación. El e/o gio· de la de­
bilidad,
de la pobreza, de la «locura» le ptlT'eció insensato. Los pri­
meros centros
de propaganda cristiana se instalan pues en Antioquia,
en Efeso, en Tesalónica y en Corintio. En esas grandes ciudades cos­
mopolitas
y mundiales donde los escwwos, los artesanos, los inmi­
grantes franqueaban
los comerciantes, donde todo era par" vender o
para comprar, donde los predicadores y los ilum;n,.dos, en número
cada
vez mayor, rivalizaban para seducir las multitudes inquietas y
abigarradas, los primeros apóstoles encontraron un terreno prepart>­
do" (

•.• ).
"Para los primerOJ cristianos -prosigue A. de Benoist-el
mundo, etapa provisional, es un v.alle de lágrimas, lugar de difi­
cultades y
de tensiones insoportables (

•.• ). El
mu;M{J pertenece al
Mal
(

... ),
los cristianos se enoo11traban, pues, como extranieros cul­
tivando
su extranjeridad, indiferentes o, más a menudo, hostiles".
"Todo en ellos "'" objet<> de odio. Las columnatas de los templos
y las galerias cubiertas, los jardines donde corrian las fuentes, los
altares domésticos donde a,dia m,a llanu, sagrada, las ricar residen­
cias, los uniformes de las legiones, las villas, los mwíos, las carrete­
'"'• los trabajos,
las conquistas, las ideas: por todas partes el cri,stiano
veía la marca
de la Bestia".
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LA TESIS DEL «CRISTIANISMO-VENENO»
Es a este carácter (pretendido) del "cristianismo primitivo" al
que será imputable (segón A. de Benoist) la antimonia que habría
opuesto
el espírim cristiano al orden romano. Oposición que habría
hecho del espíritu cristiano
el clemento destructor dcl temporal
romano.
Pues, siempre segón A. de Benoist, . . . "el cristianismo "firmó,
por primer" vez,
no que el almt> existe (lo que no habria const-ituído
su originalidad) sino que
todos poseen un<' idéntica al nacer. En su
rechazo del mundo,
el cristúmismo se presentó como el heredero de
uw vieja tradición blblica detestadora de poderosas, exaltadora
siste­
mática de humildes y pobres ( ... ) ". Dentro de este cristianismo pri­
mitivo
"el pobre es llamado el Humüde, el S""to, el Justo, el Piado­
so. El es desdichado, prueba todos los males, está_ enfermo, "chacoso,
solo, ab,.,,Jonado, relegado en
el valle de lágrimM, su p"" está reg""
do de llantos, etc

. ...
Pero soporla su desgracia, incluso la busca, pues
sabe que esas pruebas son necesarias para su sdWaceón, que cuanto
má.r humilde sea, -más triuwfat'á, que cuanto más sufra, más podrá
ver sufrir".
De ahí a ver en el cristianismo el primer germen del comunis­
mo,
no hay más que un
paso. A. de Benoist encuentra la demostra­
ción de esro en un texto que, segón él, "coloca a la h~ad rege­
nerada en una nueva ]erusa/,én, bajo un f'éghnen estr.ictetmente cO­
mN-nistci1.
Pero, ¿cuál es ese teo:ro preseotado como un fragmento del Es­
píritu Santo? : "La tierra 1e-rá común a todos, no habrá más mu,ra/,lt,s
ni fronteras. Tcdos vivirán en común y la riquez~ será inútil ( ... ).
No
habrá, pues1 ni pobres ni ricos, ni tiranos, ni esclavos ( ... ). Todas
serán ígua/,el'.
Este texto es un extracto del segundo libro de los Oráculos Si­
bilinos (7) (II, 320, 326).
(7) Según la leyenda, los Libros Sibilinos fueron vendidos a Tarquina
el

Soberbio por
la Sibila de Erythrée. Parece ser que fueron introducidos en
Roma :en una fecha anterior a la toma de Cuma por los Samnitas. Es decir,
423 años del nacimiento del Fundador del Cristianismo. ·Esos Hbms sólo
podían -ser consultados bajo la orden del _Senado. Había pOsibfüdad de oh·
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L. MORTEAU E Y. LE PENQUER
Por consiguiente, no hay nada de cristiano en él.
Pero pasemos. El gol pe es suficientemente fuette para dar lugar
a que alguien se eq_uivoque. No es menos significativo éste:
"La -renuncia del mundo -escribe de Benoist-era tanto más
formal para los cristianos primitivos que estaban convencidos de que
la PMusia (la vuelta de Cristo al fin de los tiempos) iba a sobreve­
nir 1>1JCesariamente
(

... ). Ellos
repetlan por todas pMtes la Buena
Nueva: «el fin del mundo está cerca» (I Pedro, IV, 7)".
• • •
Tal es, pues, la tesis sostenida por Louis Rougier, Louis Pauwels
y Alain de Benoist.
Hemos preferido publicar primero esos
grandes extractos de ella,
evitando sensibilizar
a priori al lector con algunos comentarios.
Pero es impottante responder.
Lo haremos en dos tiempos.
Propondremos, en primer lugar, una
serie de refutaciones o con­
sideraciones, sumarias pero que creemos suficientes, ;para que nues­
tros amigos puedan utilizarlas fácil y prontamente, en el curso de
las conversaciones que puedan tener sobre es-te tema con los oponen­
tes
evenmales.
Completaremos seguidamente la materia de nuestra refutación
tratando con
más detalle ciertas objeciones históricas presentadas por
Rougier,

Pauwels
y de Benoist.
He
aquí el plan:
I. El cristmnismo de lo• orígenes ¿ Ir,, súlo mtrín.recamerote
destructor?
- la pretendida oposición del Evangelio y de la Iglesia,
-la doctrina del cristianismo primitivo y la revolución social,
- cristianismo primitivo
y judaísmo,
tenerla en tiempos de calamidades públicas. Perecieron en el año 83 antes
de

Jesucristo, en
el incendio del templo de Júpiter Capitolino.
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Fundaci\363n Speiro

LA TESIS DEL «CRISTIANISMO-VENENO»
-el cristianismo y la herencia antigua,
-una verdad a la cual ninguno de los paganos prudentes ha-
bía podido llegar,
-el
Señor
y los sabios.
II. Los primeros cristianos y el Imperio romano.
-el cristianismo no provocó ni subversión social ni subver~
sión económica.,
-la gran influencia de las familias patricias,
-superabundancia

de ejemplos,
-los primeros cristianos

no
pecaron por absentismo social,
-su afección al

Imperio,
- la tesis del comunismo de los primeros cristianos,
-los

primeros cristianos
y laS riquezas,
-el cristianismo ptimitivo no provocó ni subversión patrióti-
ca ni subversión militar,
-el deber de defensa,
-la piedad cívica,
- el cristianismo primitivo no provocó ni subversión moral
ni subversión cultural o espiritual,
-la custodia y embellecimiento de la herencia antigua,
-
fa tesis del presim.ismo cristiano.
Conclusión.
l. EL CRISTIANISMO DE WS ORÍGENES ¿ HA SIDO
INTRÍNSECAMENTE DESTRUCTOR?
¿Qué pensar de la actitud que oonsiste en oponer el Evangelio a
la Iglesia?
¡ Sea qne se trate de exaltar a ésta! ( como pretenden Rougier,
Pauwels
y de Benoist). ¡Sea que se busque condenar a la Iglesia en
el nombre del Evangelio! {
como siempre, más o menos, trataron de
hacerlo los revolucionarios clásicos).
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Fundaci\363n Speiro

L. MORTEAU E Y. LE PENQUER
La pretendida opo8Íción del Eivangelio y de la Iglesia.
La respuesta es fácil. Mgr. Veruon Johnson la formuló muy bien
en su obra de
'1a que Permanences publicó largos extractos: ¡Un Se­
ñor, una fe! (8). Consiste en hacer obserivar que no existió primero
· el Evangelio y luego la Iglesia.
Existió primero
la Iglesia. Y sólo a
rravés de la Iglesia se nos dio
el Evangelio en los texros conocidos.
Punto, ¡ es todo!
El Evangelio es, por así decirlo, el libro de familia de la Iglesia.
Es su Espíritu sólo quien
lo dicró ... Por tanro, es normal que fuera
de Ella y sin Ella, cada uno desvaríe sobre estos textos.
Ahora bien, precisamente -y la cosa es, sin embargo, bastante
·curiosa-, Rougier, Pauwels y d-e Benoist son de una apatía descon­
certante oonrra la interminable fila de herejes que, muy ex¡,lícita­
mentie a través de los siglos, apenas cesaron de reivindicar un "oris­
túmismo prim#ivo ", distinto del de la Iglesia. Y esto, para exaltar
al
Evangelio a expensas de '1a Iglesia.
¿Por qué
Rougier, Pauwels

y de Benoist parecen ignorar a
aque­
llos

que
la Iglesia separó de ella? ¿Por qué, especialmente, Rougier,
Pauwels y de Benoist silencian totalmente las referencias a este pre­
tendido "cristianismo primitivo" que ellos condenan, de tantos pro­
testantes, franc-masones, de tantos revolucionarios de los siglos XVIII
y XIX?
Tanro Alain de Benoist corno Louis Rougier y Louis Pauwels
distinguieron claramente (en palabra y en principio)
"cristianismo
prhnitivo" e Iglesia romana, lo que nó es ahí más que una dáusula
de estilo. En efecto, y a pesar de esas aparentes buenas intenciones,
la Iglesia es realmente la que es
atacada, como
puede constatarse sin
error posible, en
el artículo de Aiain de Benoist, publicado en la re­
vista Question de ... (4.' rrimesrre, 1974).
"Los here¡es, los cismáticos ... , escribe Alain de Benoist ... (es
decir, esos que se oponen más a menudo al cristianismo primitivo,
denunciado, pero solamente de palabra, por Alain de Benoisr ... )
(8) CT. Permanence1, núms. 106, 108, 109, 110, 111, 112.
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LA TESIS DEL «CRISTIANISMO-VENENO»
los herejes, los cismáticos, los lib,e-pensadMes y los paganos serán,
por un gesto renovado de Poncio Pi/ato, librados a/, brazo secular
para ser llevados
a/, suplicio y muertos ... La denuncia será recom,­
pensad,i por la atribuci6n
de

los
bienes d• las 11ictim11S y de sus fe,.
milillS. Los «enemigos de Dios» merecen la muerte. Tomás de Aqui,.
no precisa: «El here¡e debe ser quemado». Uno de los cánones adop­
tados
por

el
Conciüo de Letrán declara: «No son homicidar los

que
matan " los here;es». Por la bu/" «Ad extirpenda» la Iglesia autori­
zará
la tortura. Y en 1864 ( ¡ 1864!) en el Syll@us, Pío IX pro e/e,.
mará además: «Anatema a quien dijera:
la Iglesia no tiene derecho
a emfrlear
la fuerza; ella no tiene ningún poder temporal, directo o
indf,T'ectoJJ ..•
Y la sinfonía de Alain de Benoist continúa todavía sobre esre
rema y en el mismo tono durante 29 líneas, dignas de los fragmen­
tos de más éxito de La Calotte.
Hay que agtadecetle a Alain de Benoist que se baya expresado
con tanta

franqueza. Que no se
extrañe si en el fututo nos but!amos
de él,
cuando venga

a proponer su diplomática distinción entre Igle­
sia
y "oristianismo primitivo". Es a:l cristianismo peqw::fiito, a la
Iglesia pequefiita a los que Alain de Benoist declata la guerra. Hay
que sabetlo, y
¡ decirlo!
La doctrina del ''Cristiamsmo primitivo" y la revolución so­
cial.
Hemos visto, a través de Alain de Benoist, que la doctrina del
"cristúmismo primitivo ( ... ) implicaba una revoluci6n social". Es
verdad, sin duda, según Alain de Benoist. Peto según la histotia, to­
davía es
más cierto, en contta de lo que afinnan Benoist y sus ami­
gos, que esta infa:lible "revoluci6n sacia/", implicada por el "cristia­
nismo primitivo", no mvo lugar.
La verdad metece set sostenida, tanto más cuanto que está sima­
da
entre dos tesis, petfectamente contradictorias. La de Benoist, Pau­
wels
y Rougier y la de los que, mucho más numecosos, reprochan
precisamente a la Iglesia de los primeros tiempos del cristianismo y
de mucho después, no haber hecho esa "revolución sociaf'.
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L. MORTEAU E Y. LE PENQUER
Uno se extraña de que, entre los textos sagrados que puedan ser
sometidos a su juicio, "los autores" no hayan hallado las fórmuJas
de esa enseñanza de los primeros apóstoles. Enseñanza que fue no
. solamente dada sino seguida: "Recuerdo a todos que hace falta estar
sometido a
los magistr(K/os, y a las autoridades, practicar la obedien­
cia, no ultrajar a nadie, evitar el enredo, mostrarse benévolo, testi­
.moniar a todos una dulzura perfecta. Pues hace poco tiempo éramos,
nosotros tmnbién, insensatos
(

... ), odiosos
y nos odiábamos los unos
a
los

otros"
(San Pablo, a Tito, III, 1 a 3).
"Todos los que están ba¡o el yugo de la esck,vitud deben conside­
rar a sus amos como dignos de un respeto abs.oluto, a fin de que el
hombre de Dios y la doctrina no sean blasfemados" (San Prublo, 1 a
Tiro, VI, 1 a 3). "Mujeres, sed sumisas a vuestros maridos, como se
debe
en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres y no las enojéis
( ... ).
Hijos, obedeced en todo

a vuestros
padres; eso

es
bueno para el
Señor. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, por miedo a que se
desali-en. Esck,vos (¡todavía!), obedeced en todo a vuestros amos
de aquí abajo, no con una obediencia solamente externa que busca
agradar
a

los hombres,
smo con sencillez de coraz6n,
por temor del
Señor. Sea c1kll fuere vuestro traba¡o, hacedlo con ánimo, como para
el Señor y no par" los hombres ( ... ). Amos, dad " vuestros esclavos
lo justo y

lo
equitatwo, sabiendo que, vosotros también, tenéis un
Amo en los cielos" (San Pablo, Cotos., III, 18 a IV, 1) ... "Que cada
uno
esté sometido a las autoridades superiores, porque no hay po­
testad
que

no
provenga de Dios, y es El quien ha establecid<; las
que ha,y en el mundo". Pero, si obrar mal, tiembla, pues no en vano
lleva la espada.
Ella

es
un instrumento de Dios para hacer justicia
y para castigar al que obra mal" (San Pablo, Rom., XIII, 1 a 5).
"¡Pagad a cada uno aquello que le es debido; a quien el hnpuesto, el
impuesto,' a quien las tasas, las taseas; a quien el temor, el temor,· a
quien el honor, el honor!" (San Pablo, Rom., XIII, 7).
"Sed sumisos, a causa del Sefwr, " toda imtituci6n hur,uma: sea
al rey, como soberano; sea a lo, gobernantes, como enviados por él
(el
rey) para castigar " los que h"cen el mal J premiar a los que
hacen
el bien( ...

).
Honrad a todo el mundo, amad a vuestros herma­
nos. Temed a
Dios. Honrad al Basüeus" ... (Y en la fecha de ata
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LA TESIS DEL «CRISTIANISMO-VENENO»
carta, ¡el Basiieus era Nerónl) ... "V,oso.tros siervos, sed sumisos a
vuestros

amos, con
profundo amOf', no solamente a los buenos y a
los bienhechores, sino también a los difíciles. Pues es un métito so­
portar, por respeto a Dios,

las
penas que uno sufre injustamente.
¿Qué mérito htry, en efecto, en soportar los golpes si habéis cometi­
do una falta? Pero si, haciendo el bien, soportáis el sufrimJento, es
un mérito ante Dios" (San Pedro, l.' Epístola, II, 18) ... "Paralela­
mente, vosotras, mujeres, sed sumisas a vuestros marid-Os, a fin de
que, incluso

si
algunas se niegan a creer, sean, sin palabras, ganados
por la conducta de sus mujeres, comiderando vuestra vida casta y
plena de respeto ( ... ). Vosotros paralelamente, los maridos, llevad la
vida común ron comprensión, como junto a un ser frági.l, la mujer.
Dad/e su parte
de

honor, como
coheredera de la gracia de la V ida"
(San Pedro, l.' Epístola, III, 1 a 7).
"Paralelamente, los jóvenes, sed sumisos a los ancianos: revestid
de humildad vuestras mutuas relaciones" (San Pedro, l.' Epístola,
II, 1 y 2).
Etc ... , etc ...
¡ Ah! ¿qué buen veneno revolucionario hay aquí?
Pues tal es la verdad, la sola enseñanza del cristianismo primiti­
vo
...
La sola auténtica. No es esa la voz de la Sibila de Erythrée, 423
años
anterior al nacimi•ento de Cristo! ! ! ¡ Sino la auténtica enseñan­
za de los compañeros y restigos de Cristo!
Uno

se
extraña de

que
A!ain de
Benoist
y sus amigos cometan
la

imprudencia de
pasar delante de tales textos (y de tantos otros
posibles) sin chistar.
¿Quién osará pensar, con
tsA de que uno haya leído las Epístolas
una sola vez, que en estas cartas ditigida.s a los primeros cristia~
nos pueden ir a buscar apoyo nuestros modernos agitadores del
P. S. U., de [a C. G. T. o de las diversas obediencias progresistas?
Prueban irrefutablemente que, desde sus primeras
homs, la óni­
ca

Iglesia de
Qisto foe: "la

Iglesia del orden"
y no 'la ¡Igl,sia
de

la Revolución!
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Fundaci\363n Speiro

L. MORJ'EAU E Y. LE PENQUER
Cristianismo primitivo y jooais:mo.
Pero todavía añaden nuestros autores, que el cristianismo pri~
mitivo estaba formalmente penetrado de espíritu judío. La fórmula,
lo admitimos, es equívoca. Pues, quién 'lo duda, no es cuestión de
negar aquí las raíces judaicas del cristianismo. Mucho más estricta
que ninguna otra obediencia, Ia Iglesia Católica Romana se honra
de haber guardado todo el Antiguo Testamento. Al contrario de mu­
ohas sectas que han rechazado la autenticidad divina de varios libros
de la Biblia!
Pero si se
pretende una colusión judeo-cristiana en el cristia­
nismo
primitivo, ,en el sentido

de que
estuviera presente

en la Igle­
sia de los
ptimeros siglos,

la orientación
hacia donde

la religión
hebraica conrenzó a

orientarse, o
sea hacia el Talmud y la Cabala,
debe rechazarse
rotundamente

pareja
insinuación sin necesidad de
recurrir
a

ninguna
demostración sutil; así de evidentes son ios
hechos.
Pero no se trata sólo aquí de ,la Iglesia del cristianismo primiti­
vo.
Se trata del mismo Cristo. Del cual se puede decir que fue cru­
cificado
precisamente por haber rechazado ser ese héroe mesiánico y
subversivo
que los judíos esperaban
pata someterles el mundo. La
respuesta tampoco se hizo esperar. Antes de ser injustamente pros­
crito por los paganos, el cristianismo primitivo tuvo como primeros
enemigos, por primerísimos enemigos, a los judíos y al judaísmo.
Que

los
primeros cristianos hayrui comprendido mal las repercusio­
nes temporales de

tal oposición es un problema que se puede
dis­
cutir ... Pero el hecho es que apenas algunos años después, los efec­
tos de esta oposición fueron perentorios. Y fue en el mundo greco­
latino
pagano donde la Iglesia naciente progresó y se desarrolló.
Hasta el punto de que todavía hoy algunos le reprochan esta
alianza, si así
puede decirse, con el auténtico

espíritu greco-latino.
Y de este modo, una vez
más, podemos emplear el género de ar­
gumentación invocado hace un momento. Cuando Rougier, Pauwels,
de Benoist
y sus amigos reprochan al cristianismo el haber "enve­
nenado" la civrilización greco-latina ... , con mucha más razón, una
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LA TESIS DEL «CRJSTIANISMO-VENENO»
multitud inmensa de subversivos, con Lutero a su cabeza, reprocharon
reiteradamente, y reprochan todavía a la Iglesia ser la1lina, ser ro­
mana, haber recogido todo cuanto pudo ser salvado de la civiliza­
ción antigua.
Desde que finalizaron las persecuciones, en efecto, se pennitió
al "cristianismo primitivo" actuar y expresarse más abiertamente.
¿Qué era se abrirá? ¡ La de los Apologistas! ¡ Antes incluso que la
de los Doctores! Apologistas que se aferran ¿a qué? ¿A volver al
ridículo, a vilipendiar la civilización greco-latina? ¡Ciertamente, no!
Sino a:l contrario, a hacer comprender, a hacer admitir a los paga­
nos, todavía desafiantes, que el cristianismo estaba presto a asumir
todo Jo que. era sano en el pensamiento y en las instituciones del
mundo
civilizado de

entonces. Y ese movimiento
Jamado por
los
primeros apologistas
ya no cesará. Se desarrollará con una paciencia,
una perseverancia,
una habilidad
sin desfallecimiento . . . hasta que
todos los verdaderos tesoros de Atenas
y de Roma hubieron sido es­
crupulosamente recuperados. Ascensión maravillosa cuya cima será
en el siglo
XIII la "síntesis tomista". Comunión maravillosa cuya
visión es ofrecida en el Vaticano, Sala de la Firma, a todos fos que
quieran comprender bien el
sentido de
dos
admirables frescos
de
Rafael: "La Disputa del Santo Sacramento" ...
y "El Colegio de Ate-
nas".
El cristianiomo y la herencia antigua.
Pero puede que se nos oponga el hecho de que la Iglesia no asu­
mió lo que, en detalle, fue la civilización romana . . . en los días del
pretendido "cristianismo primitivo".
La respuesta es fácil
La Iglesia tomó todo Jo que era... romable, hasta tal punto que
casi
cometió nna

falta de la
cual es precisamente víctima hoy.
Pues lejos
de tomar lo que tomó apostrofando (a Jo "revolucio­
nario") de la civilización antigua, la Iglesia l'UVO cuidado de callarse
y de dejar creer que Jo que ella salvó era toda la ciV'ilización de
Roma y de Atenas.
¡Sí!
¡En cierto sentido! La Iglesia cometió el error de ser derna-
Fundaci\363n Speiro

L. MORTEAU E Y. LE PENQUER
siado bondadosa, de ser demasiado generosa, no insistiendo más en
recordar de qué fango, de qué lodo, de qué sangre, de qué institu­
ciones y die qué costumbres estaba, legitimfsimam.ente, legalísima­
mente, compuesta la civilización tan ·echada de menos por el equipo
de

G.R.E.C.E. y de
Nofl;1Jel/e Eco/e,
En fin, ese "venenoso" cristianismo pt1imitivo destructor de la ci­
vilización, ¿cuándo comenzó a hacer hablar de él un poco seriamen­
te? jBajo el reinado de Calígula!
jBajo el

reinado de Claudio! ¡Bajo
el reinado de Nerón! ¿ Y
esos son

los tiempos que nuestros autores
echan de menos?
¿ Y qué esplendor, qué beneficio pudieran
,ener para nosotros
un

Platón
y un Aristóteles si no les conociéramos sobre todo por
lo que un
Sanro Tomás
supo
extraer de
ellos?
Como dijo clarísimamente Gilson, es
difícil saber hasta

dónde
avanzaron los griegos en
filosofía. ¿No sostuvieron excelentes hele­
nistas que Platón especialmente se elevó a una idea de Dios prác­
ticamente indiscernible del cristianismo? . . . Eso no es exacto. Se­
gún Platón, el grado de divinidad es proporcional al grado "de ser".
A:hora
bien,

precisamente, no hay grado de divinidad en un Dios
verdaderamente Dios.

No puede haber
ahí seres más o menos divi­
nos _ que por .imagen, analogía, metáfora. En términos rigurosos, no
puede haber nada más que un Dios, que es el SER, el SER infini­
to •.. , y ios "seres" que, sea cual fuere su jerarquía, no son Dios.
Distinción capital. Definitiva. No se encuentra en Platón un senti­
do de la palabra
"ser" qne e;té reservado propia y exclusivamente a
Dios.
Es
por esro que la divinidad no es, en """pretendido Dios pla­
tónico, nada más que un carácter común a todos los seres, carácter
divino, presente en él en un grado supremo, pero no como un pri­
vilegio
único. Para Platón no hay un solo ser que reivindica pata
él solo la plenitud
y el privilegio de la divinidad.
Y lo mismo en Aristóteles,
jese otro· faro

magnifico
del pensa'
mienro griego! Cuando se habla de su idea de Dios, se oye hablar
de ese
célebre texto

de su
Física, donde trata de esa causa inmóvil,
separada, acto puro, pensamienro de pensamienro ... Pero, desgra­
ciadamente,

algunas frases después, ¿no
se ve "al filósofo" comenzar
los cilrulos para estaMecer . por las razones astronómicas que debe
270
Fundaci\363n Speiro

LA TESIS DEL «CRJSTIANISMO-VENENO»
haber, bajo esa primera causa, cuarenta y nueve o quizá incluso cin­
cuenta y cinco causas que son, ellas también, eternas e inmóviles?
Ahora bien, que fa primera causa inmóvi1 sea la única primera,
no significa que sea la única causa inmóvil, es decir, una divinidad_
Ahora bien,

esto basta para
probat que, a pesar del admirable genio
de Aristóteles, ,este último
pasó a

dos dedos
de la verdad sin verla.
Que
si hay un Dios, ese Dios es y no puede más que ser único,
he aquí lo que a partir del siglo XIII ya nadie se tomará fa mokst:ia
de demostrar, considerándose un principio inmediatamente evidente.
Una verdad a la cual ninguno de los sabios
paganos había
sabido
llegar.
Lo que quiere decir que el "credo in unum Deum" de los cris­
tianos, artículo primero de su fe, apareció, desde los primeros días
de la Iglesia, no sofamente como una verdad sobrenamral, sino como
una evidencia racional
irrefutable. De
donde resulta que el último
de los esclavos del
pretendido "cristianismo

primitivo" encontraba
en su iniciación una verdad a la
cual ni Platón, ni Aristóteles, ni
ninguno de los griegos, ni ninguno de
los sabios paganos, habían
saJbido llegar...

Aunque dicha verdad haya sido
y continua siendo
accesible a
fas solas luces de la razón.
Buen

comienzo, sin duda
-debe admitirse-, para una

mul­
titud de miserables, ignorantes que
despreciaran sabiduría y filoso­
fía ...
Ahora bien, eso no fue sino sólo el punto ele partida del cristia­
ni&llO. Fuente de luz y de ciencia, cuyo foco no va a cesar ya de crecer
hasta los sistemas definitivos de "el Colegio". Pues, por no hablar
nada más
que de

uno de esos
sistemas, la
síntesis del platonismo y
del aristotelismo, no la ha
realizado la

sabiduría pagana, fueron los
primeros los Apologistas quienes· la iniciaron, después fueron los
Docrores de

la Iglesia
quienes se esforzaron en

describir mejor sus
exigencias, y finalmente fueron los pensadores de
la Edad Media cris­
tiana
quienes
la realizaron en su perfección. Por eso, un Concordet,
a
pesar de

su
poca simpatía por el cristianismo, no pudo menos que
dar este testimonio: "Debemos a los escolásticos las nociones' más
precisas
sobre las ideas que podemos formarnos del

ser
su,premo y
de
sus atributos, sobre la distinción entre la causa primera y el uni-
271
Fundaci\363n Speiro

L. MOII_TEAU E Y. LE PENQUER
verso que se s~one que ella gobierna, entre la del espmtu y la ma­
teria, sob,e /r,s diferentes sentidos ligados a la pfliabra "liberldd",
sobre
lo que se entiende por creaci6n, sobre la forma de distinguí,
entre si las dwersas operaciones
del espmtu humano y de clasifi­
car las ideas
que éste se forma de los objetos ,eflies y de sus propie­
dades
...

".
Como se ve, nada falta, y el pasaje merece ser releído con la ma­
yor atención para que se pueda
juzgar exactamente la prodigiosa
amplitud de lo que el
mismo Concordet reconoció que se debe a
este "Colegio", que fue
y es el mismo Colegio de la Iglesia. "En
suma, maJ. humor aparte -escribe Giisoo-, Concordet reconoce que
los escolás-tioos precisaron todas las nociones esenciales de la meta­
física y de la epistemología. jEs un homenaje bastante bello y que
seria fácil de transformar en una apología decidida!".
Si es verdad que
se debe jw:gar el árbol por sus frutos, aquí te­
nemos
la cosecha que la
humanidad
ha podido recoger de las se­
millas de la planta que salió del suelo bajo el nombre de "cristianis­
mo primitivo".
¿Qué ignorantes productos del colegio oficial, laico y masónico
de nuestras repúblicas modernas osarán dectt todavía, después .de
esro, que el "cristianismo primitivo" comprometió, dispersó, aniqui­
ló la herencia intelectual del mundo antiguo?
Por
el contrario,

tenemos
la obligación de volver a admitir
(y de saber probar alrededor nuestro) que la Iglesia no solamente
salvó lo que pudo
y Jo que debió ser salvado, sino que Ella hizo y
ha sabido hacer lo que hacía falta para que el pensamiento antiguo
nos
llegara más
cohe,ente y
rrus bello de lo que fue en realidad.
Pues ·la Iglesia, única
fundadora y

única
responsable del
"cristianis­
mo primitivo" (como del único cristianismo verdadero
de siempre),
no
ha parado de salvar todo. Incluso lo estevado. Incluso lo incom­
pleto. Incluso lo que estaba mancillado de inconsecuencia. Hasta
los
momenoos que hubiera
podido

juzgar corruptores que presentaba el
pensamiento antiguo ... , hasta los desnudos
más transformados de la
estatuaria pagana, etc.
272
Fundaci\363n Speiro

LA TESIS DEL. «CRJSTIANISMO'VENENO»
El Señor y los sahioa.
Según Louis Pauwels, i el Señor no amaría a los filósófos! Es ir
un
poco deprisa en la tarea.
Y uno tiene el derecho de extrañarse
de

que una exégesis
tan expeditiva
sea
práctieáda tan alegremente
·por
quien parece reclamar tan

altamente la
cultura, la ciencia y Já
filosofía.
A poco que se persista en la explotación de algunos extractos abu~
sivamente

aislados,
se comprende pronto que lo que el . Señor no
ama son los sabios que se ioman en serio. Lo que el Señor no ama
son los sabios engteídos de sí mismos y de sus conocimientos. In
que el Señor no ama, El que conoce las dimensiones exactas de lo
que ha creado ... , lo que el Señor no
ama son los sabios que creen
haber alcanzado las frontetas extremas de· la ciencia lniversal, aun
cuando esos mismos . sabios, desde
su popularidad, verán a sus dis­
cípulos denunciar las insuficiencias, cuando no los bastos errores,
de sus teo.rías.
Lo que el Señor ama, por el contrario, con la Iglesia, con todas
las gentes de buen sentido... son los sabios, son los pensadores, son
los filósofos que, a pesat de los progresos más maravillosos cíe sus
descubrimientos,
saben
y proclaman que en realidad no saben nada.
Lo que el Señor ama son los sabios que, ·como Santo Tomás, supe­
rior a tantos otros, no terne confesar, a pesar' de los resultados ma'.
ravillosos de sus descubcimienros, que todo lo que de ellos dijera,
hiciera o aprendiera era .. . "como humo de pajas" ...
La humildad; la dulce, la bella, la santa Ímmi.ldad de los que "el
mundo" distinguió como más grandes, es lo que ama el .Señor. Y
eso es lo que, como el Señor, todas las gentes honradas tienen razón
de
amar.
Lo

que
el Señor ama, lo que el Señor, que es el Señor de los
misericordiosos
ama, por encima de todo, es la humildad de su Igle­
sia,

que
llegó a sa:lvat todo lo que pudo de la civiliiación antigua.
Y
arraigándooe tan. bien que llegó a hacernos oilvidat las torpezas,
las estupideces, las ignominias y •los crímenes de' ésta.
•• 273
Fundaci\363n Speiro

L. MORTEAU E Y. LE PENQUER.
II. Los PRIMEROS CRISTIANOS y EL IMPERio RoMANo.
Enunciamos dos partes al comienzo de este trabajo.
En la prí;neta ... : hemos tratado de reunir una serie de refuta­
ciones

someras pero suficientes,
para que nuestrOS amigos las pue­
dan oponer con éxito, fácilmente y como de memoria.
En la segunda ... : debemos insistir, con u.n mayor número de
pruebas, en

la
,falsedad de

los
ugumentos de Louis Rougier,
Louis
Pauwels,
Alain de

Benoist
y sus amigos.
Refutaciones que rrataremos de efectuar por
orden en
los tres
apartados siguientes:
l.º El cristianismo primitivo no provocó ni subversión social ni
subversión -económica.
2.º El Ct'istiaaismo_ primitivo no provocó ni subversión patrió­
tica ni subversión militar.
3.0 El cristianismo primitivo no provoc6 ni subversión moral ni
subversión
cultural ci espitrtual.
l. ,Et. CRISTIANISMO PRlllllTIVO NO PROV()(JÓ NI SUBVERSIÓN SO•'
C1AL
NI
SUBVERSIÓN ECONÓMICA.
He ahí lo que es importante responder y saber probar a los que,
ho¡,,
se

avienen
a decir que el cristianismo primitivo había tratado
de "subvertir"
{o que habría subvertido
efectivamente)
la jerarquía
secular del orden
soda! romano.

Provocando el
li,vantamiento de
los
humildes contra los grandes, los pobres contra. los ricos,
los débiles
conrra los

poderosos, los
esclavos contra los lUl'.IOS, los ignorantes eoll·
rra los sabios, etc.
Interrogándose sobre

el origen y
la dnración del poder político
romano, a pesar de
la corrupción cdlosal de la capital de los Césares,
Dom Guéranger
ha demostrado que la causa de esta fuerza residió
274
Fundaci\363n Speiro

LA TESIS DEL «CRISTIANISMO-VENENO»
".,, la grar, mfltlmCia de un pequeño ntÍmero de fllTnÜiaJ que se
war,smitieron durante 11flrios
siglos la tradición de una entrega gene­
rosa "
la cosa públicd'.
¿El cristianismo primitivo habría debilitado o destruido la cons­
tancia

de esta acción benefactora? Al
contrario, su acción demuestra
que, desde el reinado de los
tres primeros papas, San Pedro, San Lino,
San Cemente, un elevadísimo número de miembros de la aristocracia
romana abrazan el cristianismo al mismo tiempo que las clases po­
pulares.
Los hijos de los Escipiones, de los Matellos, descendientes de
quienes edificaron la
primera Roma, pasaron a
la Nueva Roma
'con
sus tradiciones, su rultura, honores

de la
misma oonsidetaci6n.
¿Quién osaría sostenet que la
"gens Cornelia" haya pertenecido
a

un subproletariado cualquieta? ¿No
pettenecía desde el año 269
de
la antigua Roma a los
fastos consulares? ¿No

jugó
un papel po­
lítico importante durante siglos? ¿No proveyó de numetOSOS jefes
militares, y sobre
ia tietra y el mar? ¿No es su nombre uno de los
que se encuentran mn frecuentemente_ citados sobre los monumentos
epigráficos?
Pauwels debería habet tenido mayor
inrerés en
estudiar un poco
mejor las relaciones genealógicas
{Sbis) de

este tiempo y en deter­
minar el lugar que
seg6n puede observarse ocupó cierto oficial que
las Actas de los Apóstoles nos hacen comprender que hubo en Ce­
sárea, hijo de casa de primerísimo rango. E,;e oficial· se llamaba pre­
cisamente Comelio. El mandaba la cohorte
Itálica. Y no era otro
que

el heredero de los ilustres Cornelios.
¡ Curioso proletario, hay que reconocerlo, ese primer converso de
San Pedro del cual se ha conservado el nombre! .
Y

ni siquieta en
Cesárea, esta vez, sino en la misma Roma, San
Pedro no permaneció mucho tiempo huésped de la pequeña colonia
judía en la cual
residía. Las Actas de San Praxides y los más ancia­
nos martirólogos concuerden en mostramos al Príncipe de los Após­
toles
en el Quirinal, en el barrio
más aristocrádco de

Roma,
huésped
de

un personaje de
clase senatorial llamado :i>rndencio. Ahora

bien,
(8 bis) Cf. las Obras epigráficas de Borghese, t ·11.
275
Fundaci\363n Speiro

L. MORTEAU E Y. LE PENQUER
precisamente ese Prudencio pertenecía también a la ilustre familia
Cornelia,
Y se puede, se debe, continuar.
La conversión al cristianismo de las familias romanas del más
a'lto
rango, ¿no-fue confirmada por

otros paganos?
El mismo Tácito
menciona, ertrre. otros, el papel en el cristianisnio naciente de una
"domina" llamada Pomponia Graecina. Esa mujer no pertenecía ya
a una clase de yagabundos, puesto que era de esa familia de los
Pomponii, mencionada desde el
cuarto siglo

de
la historia
de Roma;
Pomponios que consiguieron

un nombre
en el ejército; Pompouios
aliados pOr crecimiento a esa otra. "gens", no menos ilustre; la "gens
Coecilia". "Gens Coecilia" de tanto prestigio que una de sus hijas,
a

causa de
la nobleza de su rango, se benefició, si así pudiera de­
cirse, del
rtiste privilegio de ser martirizada "a domicilio", con el
cuello
pattido ,en la sala de baño. Conmovedora víctima cuyo nombre
se renueva todavía' .y siempre ehtre nOSOttOS, puesto que ella perma­
nece como la dulce patrona de los músicos: ¡ Santa Cecilia!
¿Era todo, acaso "escoria del pueblo" y "mujeres crédulas" •.. ,
como Rougier, Pauwels
y de Benoist -tienen interés en exponer la
cuestión?
Superabundancia de ·ejeniploe.
Nó se sabe cuái de ellos elegir, a poco que uno se detenga, tan
abundantes son los ejemplos que permiten refutar tan enormes "fal­
,edader' (9),
Citemos al menos la conmovedora historia del cambio de nombre
de Saulo en Pablo. Recordemos, Saulo
patrió de Antioquía, iba

a
Chipre. Esa isla
formaba por sí llOla una provincia del Imperio y, con ese titulo, es-. ' ' -----
(9) Después de los Cornelios, los Pomponios, los Coecilios, los Paulos,
los
Sergios, ...
hasta· en
las .familias imperiales: Todas las familias
que, sin
desprecio por el
-~lo .. ,j los_ .innumerables méritos_ del pequeño pueblo cris­
tiano del Transtevere hicieron

ciertamente más
prir-· 1a expansión del cris­
tianismo
al plano social y político. Y esto sin el menor riesgo de subversión
o

de deseo
bajamente democrático.
Fundaci\363n Speiro

LA TESIS' DEL «CRISTIANISMO-VENENO»
taba gobernada por un procónsul elegido entre los ancianos cónsules
o

pretores.
Ahora bien, en el año 43, a la llegada de.Sau!o, ,eJ procón­
sul .en ejercicio tenía por nombre Sergius Paulus. Era descendiente
de una linea patricia que había · dado muchos cónsules célebres por
sus hechos de armas heroicos, principalmente en el combate de Pydna
(158 antes J. C.). Durante éste el procónsul de Chipre oyó hablar de
Sau!o, · de sus poedicaciones y tuvo deseos de oírlo. Un milagro lle­
vado
a cabo pot el Apóstol, ante sus ojos, le convenció de la verdad
de su enseñanza. Sergius Paulus pidió el .bautismo. Y es en esa oca­
sión coando se hizo el cambio, signifi<:ativo y conmovedor: el pa­
tricio romano, esclavo hasta entonces de
su paganismo, fue liberado
por el judío.
Y, a cambio, el judío adoptó el nombre de Paulo y Jo
ajustó
a su calidad de ciudadano romano. Si creemos ciertas tradi'
dones,

el liberto de
San Pablo, ese anciano procónsul romano de
Chipre, llegaría a ser nµestro primer obispo de Narbona.
Y cuántos
otros ejemplos podrían ser citados. Así, lo cierto, es
que los primeros cristianos penetraron simultáneamente ·en todos los
escalones de
la sociedad romana y en todos los rangos de la jerarquía
imperial.
La' igualdad espiritual de las .almas regeneradas pot el bau­
tismo
no quitó nada a los titulares jerárquicos. Afiadió la fraterni­
dad cristiana.
Es naturalmente así como fue asegurado el relevo de
las funciones públicas.
¡ Sin demagogia! Y uno tiene el derecho .de
preguntarse

qué ceguera estúpida pudo
condticir a Nietzsche a es­
cribir
esas lineas que describen a los primeros cristianos como una
"band,, afeminada' y dulzona 'de b/,andp, (quienes), uno tras otro,
robadas la.r ahnas a ese inmenso edificio (de Roma), le quitaron sus
naturakzas f,t-r,ciosof,· viriles, arlstoc.-ática.r" (10).
Lá verdad' es que (otro ejemplo) el primer vicario elegido· por
San Pedro para sucederle, era también patricio: Oetus (Qero,). Per­
tenecía a
la familia Aemilia. San Clemente, en sú tiempo, hijo' de un
tal Faustinius habrá ·visto el día al pie de ese monte Caelius, barrio
por

excelencia
de la 'aristocracia romana y donde Marco · Aurelio si,­
ría educado.
Innumerables detalles que tachan de
invalidéz los · alegatos de
( 10) Y después de Nietzsché ... la revista Question de ...
277
Fundaci\363n Speiro

L. MORTEAU E Y. LE l'ENQUER
nuestroo autores. ¿Por qué los primeros cristianos habrían sido !o
que éstos noo dicen de elloo? Elloo no podían sino enronttar natutal
que fuecan elevados a la cima de los cargos eclesiásticos los hombres
prepata Prueba también de que iellos no sentían prevención contra esos últi­
mos, por no se sabe qué deseo revolncionatio.
Así, pues, no hubo ruptura como se pretende. Ninguna subvec­
si6n.
Continuidad
pecfecca. Las familias patricias que habían conse­
guido el esplendot de Roma, anres de Cristo, iban a continuar a
secvir a Roma los días del cristiaru= primitivo.
Después de Jo que se acaba de decir, ¿qué valor tiene esta ob­
jeción
de Alain de
Benoist:
"El rechazo del mundo er,i ttmto más
form,il entre los cristüma, p,i,miti,vas que e,tr,b,m com,er,cid,os de
que
/.a paru,ú ib,i a llegar inmediatamente''. .
Decididamente, ¿de qué cristianismo. primitivo oye habw Alain
de Benoist? ¿
De esos mismos cristianos primitivos que habrían se­
guido estúpidamente la sedut:ci6n del pulíado de predicadores judai­
zantes?
De hecho, Alain de Benoist nos parece subestimar un poco de­
masia tol
con A mayúscula) enseña a los cristianos (II de los Tesalouicen­
ses, cap. II, vecsículos 1 al 3): "En lo que conderne " /.a venida de
Nuestro Señor Jesucristo
y nuestra uni6n con El, o, {letÜmo, que no
os deiéis turbar el espiritu, ni alarmar por un,i pretend,Jd,,, revelaci6n,
por un,i palabr,i o

por
un,i carta ~ supuestmnente de mJ. Como
si
el dltl del Señor fuer,i inminente. Que nadie, de ningun,i mtmer,i,
os ofusque. Pues antes #ene que lleg,ir /.a apostasla. T ,ene que ma­
nifestarse el hombre inicuo, el J»io de /.a perdici6d'.
Esta fue la auténtica enseñanza cecibida por los prirneros ais­
'tianos y por los siglos que siguieron.
Pero se insiste y se evoca
el efecto desastroso que hubiera tenido
sobre el

futuro del Imperio, una supuesta
alergia, una clase de al>-
278
Fundaci\363n Speiro

LA TESIS DEL «CRISTIANISMO-VENENO»
sentismo de los primeros cristianos al cuidado de las funciones so­
ciales.
En lo

que
concierne a
la élite, creemos
h•ber respondido sufi­
cientemente

a
la objeción . . . Queda, pues, solamente por prooor
que

esta participación en
la vida social no fue sólo asuntn de un
pequeñísimo número de privilegiados, sino asuntn de toda
la masa
cristiana.
Por
sí sola,
la fulgurante rapidez

de
la conquista del Imperio por
el cristianismo podría ser un argumento suficiente. ¡Jam:l.s la sola
acción de una élite restringida
hubiera podido bastar a la realiz.ación
de

una obra tal! Fue bajo
el reinado de Ner6n, en el 64, ron ocasión del incendio
de
Roma, cuando comenzaron las

persecuciones propiamente dichas.
O sea menos de cuarenta
años después

de la
muerte de

Cristn. Ahora
bien, Tácitn escribe al
respecro que u!la multitud inmensa -''multi­
tud<> ingem'" -fue condenada a atroces suplicios.
Los

primeros
años de
Severo (193)
habían estado marcados por
una

cierta
benevolencia respecto a

los
cristianos. A esta -tranquilidad
'sucedieron
cientn

cincuenta años
(¡ 150 años!) de persecuciones casi
continuas
y rápidamente reanudadas por Severo, en el 202. A pesar
de esa escalofriante duración de etterminadones metódicas, he ,qui
lo

que
Tertuliano pudo escribir, con esa especie de arrogancia irónica
en
la que hay que
reconocerle por

lo
menos talentn: ''La ct>fJital
e,14
sitiada: los cri!tianos están por toda.r pdftes. Ha.rta en nuertras
ctmtpos, en las pueblas ( •.. ). ¿Podéis decir que bur=s lás repre­
saUa.r? Nas ba.rtarian una noche
y .,,.,.;,,, antorcha.r para vengamos
largamente. Pero,
¡he aqu,, que no nos es permitido devolver el mal,
por el mal!".
¡ Sí! ¿Son esos los cristianos de los cuales se no. habla? ¿Cristia'
no. ávidos
de venganzas apocalípticas y de ver sufrir a los que no
compartían su
fe?
"Nosotros sómos de ayer -prosigue todavía. ron más precisi6n
Tertuliano en un t,e,rt0 justamente <:élebte .;. "Nosotros-somos de
ayer, y llenamos ya todo lo que tenéis de espacio. Se loi encuentra
por todas plilrtes, en
lás -Giudades, en las i!lás, en los pueblos, EN WS
MUNICIPIOS, EN LOS CONSEJOS, EN WS CAMPOS, EN LAS
279
Fundaci\363n Speiro

L. MORTEAU 13 Y. I,/3 Pl3NQU!3R
TRIBUS, EN LAS DECURIAS, EN EL PALACIO (!), EN EL SE­
NADO, EN EL FORO. No os dejamos nada más que vuestros tem­
plo,'',
¡ Ah! ¡ el bello ~bsenrismo que había!
Y, por afiadid=, Tertuliano uo · temió enviar estas líneas a los
magistrados,
Líneas que habrían resultado ridículas a los ojos de
esos mismos a quienes fueron dirigidas, si no hubieran sido innegábles.
"Todas las comüciones, to4as las d rebosan así de cristianos.
Se cuentan los clarísimos, predsa, tanto
entre
las mujeres como entre los hombre,''.
Su adhesión al Imperio.
Lejos de ser revolucionarios, esos primeros cristianos afirman su
voluntad de cooperar al orden público. "Vuestra dicha es nuestro
mteréf',
escribe el "apologista" Atenágoras, dirigiéndose a ios re­
presentantes de la autoridad imperial,
"pues "'" interesa poder l/e-
1/fJ/' una vida tranquüa rindiéndoos de coraz6n la obediencia que os
es debida''.
Así, esos primeros cristianos,-pretendidos subversivos, afirman y
quieren ser los sujetos más ·apacibles y los servidores más leales del
Imperio,
·No adoran al

Emperador,
peW le obédecen, lo aman y re­
zan-por él. Auaan_ la paz wmana -y quieren: unirse a e)la.
-:Ninguna vulgaridad, es verdad, ninguna obsequiosidad Pero .nada
tampoco que se parezca, a este "targo -gemido" -que habr1a "exhalado
(según _Alain de Benoist) la literatura cristiana de los primeros
tiempo,''.
El error es grande, en ,efecto, y tiende a hacer creer que des­
pués

de tan
larga serie de· persecuciones, Roma sólo podía ser odiosa
a -las nuevas -generaciones, cristianas. -. Esta interpretación político­
nacional

de un hecho específicamente rellgioso está
privada· de todo
fundamento. ·.
En la medida en que ella los expuso a[os suplicios, la distinción
que
los cristianos hacían de lo· temporal y de lo espirltuaJ"les pre­
servó ·(al meno&_ a ellos} de 'éSt¡i 'falta. Pata. ellos; Roma no estoba en
.cuestión
y no iba· a estarlo. Lejos de.· la madurez, los apologistas lló
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Fundaci\363n Speiro

LA TESIS DEL •CRISTIANISMO-VENENO»
cesaroo. de bendecirla y de reo.dir homenaje al Imperio . .• "como a
una estabilidad queridti por Dios 'Y confundidti con el orden p,ovi­
denciat del mundo". Que Cristo hubiese nacido deo.tro de las fron­
teras del

Impetio
era, a

los ojos de todos,
la más magnífica de · Jas
gracias y equivalía a una consagración.
Así, San Justino, el más. grande de ]os primetOS apologistas, no
temió escribir
eo. un tra.tado eo.viado a Antonio, Marco Aurelio y
Lucio Veto, que los cristianos son sujetos fieles por "motivo de
conciencia" y que César no tieo.e por qué temet de ellos, que ellos
mismos no tienen -miedo de César.
• • •
La tesis del "Comunismo" . de los primeros, cristianos.
Pero se insistirá, evocando la tesis del "comunismo" de los pri'
meros cristianos.
Esta v~, _reco1,1ozcámoslo, la' objeción es .. n:iás seria. . .
Dos pásajes efecto, · la vida de los primeros cristian~ COmo: eminet;ltemeiite ct>-
munitaria? .
"TÓdos esos que habúm c.-eúio, tenían todo en común, se 'ha es,
crit-0. V endúm propiedades 'Y bienes y · repartúm }o . obtenido entre
todos, según la necesidad de cad,; uno ., . ". Y un poco más lejos, s\i
puede leer también: "Ninguno llamaba suyo a su propio bien, sino
que
todo /_es era común •.. •• (Ü). ·
Indudablemente, hay un hecho que parecer justificar perento­
riameo.te
la opinión de Rougier, Paowels y de llenoist acerca 1á ptetendida revolución social y económica. del cristianismo prirni­
ttivo. Pero, ~sta resis no resulta IllellO.S abus.iva. Pues, si b¡en es ver­
dad que h~bo entre 1os ,ptimetos cristianos de hL Iglesia de Jerusalén
ese anhelo ele generosidad y altrukno que les presionaba a poner' tO<Ío
eo. común, es importante observar .que esa Jue lá experiencia única de
(ll) Cf; Aelás · de los Apóstoles, cap> 11, versículo 44. Y. también:
capítulo IV, versículos 32 y sigs.
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L. MORTEAU E Y. LE PENQUER
la Iglesia de Jerusalén, y que este ejemplo no fue seguido en otras
partes.
Ningón dogmatismo favoreció el desarrollo del mismo. Al con­
trario.
Así se puede ver en el pasaje concerniente a la muerte, cas­
tigo sufrido por Ananías y Safira (12). San Pedro, en efecro, no les
reprochó
haber violado

la puesta en común de los bienes conside­
rada como un deber fundamental de los
primeros cristianos.

¡ No!
San Pedro hizo todo lo contrario. Insistió en recalcar al defraudador
que hubiera podido guardar, en plena propiedad, el precio de la tie­
rra que acababa de vender. En otras palabras: no era por su renuncia
a participar en
la puesta en común de los bienes por lo que Ananías
y Safita fueron castigadoo por el Señor. Fue, segón los propios tér­
minos

de San
Pedro, por haber "mentido al Espíritu Santo" disimu­
lando

su fraude.
"¿No tenias el derecho (el ¡DERECHO!) -hace observar cla­
rísimamente el
primer Papa-, no tenías el derecho de g""'d"' (de
¡GUARDAR!)
tu c,m,po cuando lo tenlas y, habiéndolo vendido, de
disponer de su precio " tu t1grtldoí"'.
Prueba manifiesta de que la "puesta en común" de los bienes,
incluso en esta circunstancia trágica, no era considerada como un
imperativo de la moral cristiana.
No hubo, pues, en
Jerusalén, nada más calificable como hecho
de una revolución socio-económica, sino una simple experiencia co­
munitaria, inspirada por un celo generoso pero utópico. Experiencia
de

los
primeros cristianos

de
Jerusalén.
Pero esta experiencia fue concluyente.
Después de un
momento de euforia material, precipitó a la Igle­
sia de Jerusalén en la indigencia. Hasta el punto de que para reme­
diarlo,
San Pablo alertó a los otros cristianoo de las costas :!el mar
Egeo hasta los viveros del mar Negro.
De
ahí las advertencias hechas por el ilustre Abad de SoleSIIles,
Dom Delatte (13): ."Condiciones tales, donde lo mio y lo tuyo son
(12) Cf. opus. cii., cap. V, verslculos 1 al 11.
( 13) . . . en su admirable comentario de las E piste/as de San Pahlo, res­
puestas en el inedfo histórico de las Á(laÍ de /oJ Apó1loies, t. 1, pág. 54
(A!fred Maure et fils -Ed).
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LA TESIS DEL «CRISTIANISMO-VENENO»
excluidos, pertenecen solt,mente a la aemidad, en razón incluso de
la exigencia de
la destljJarición de lo mío y de toda búsqueda perso­
nal. Ames incluso
de crear en la . comunidad de J erusa/,én un estado
de indigencia, al, cual el Apóstol San Pablo debió subveflÚ' a com>­
nuación, ocasionaron en
la práctica y a medid,, incluso que se IJCf'l­
cienta el número de fieles, las negligencias. casi fatáles y gráciles r>­
va/,úlades de las que el cr>pi,tulo VI (de los Hechos de los Apóstoles)
nos muestra el
secreto.

Los
bienes de los fieles, puestos así en venta,
estaban
por otra parte deprecúttkis por su misma rlfluencia (

... ).
Sólo
la vida doméstica recogió la herencia de esas condiciones primi­
tivas, conciliado,
to, derecha, de la pobreza con las leye, de la fJrfl­
dencia ......
¡Así, pues, que no se hable más indiscrimi.nadamente del comu­
nismo
de los primeros cristianos!
El
fracaso de la comunidad de Jerusalén fue lo bastante resonan­
te como
para que

las otras Iglesias
se abstuvieran de imitarlo. Se
era caritativo, generoso. Lo que es, gracias a Dios, completamente
distinto que el comunismo .
• • •
. Los primeroo cristianos y las riquezas.
Tenernos aquí otra constatación: lejos de despreciar a las rique­
zas, los primeros

cristianos se
pr=paron de administrarlas conve­
nientemente.
El Papa Sotero, en el año 165, subvenía a las necesidades de
las cristiandades lejanas con donaciones que no dejaban ninguna
duda sobre
la opulencia que comenzaban a disfrutar los cristianos
de Roma. Eusebio conservó los fragmentos
de una carta que San
Dionisio, obispo de Corintio, envió a
Sotera 1""'ª darle las gracias.
San Basilio en un carta a San Dámaso, nos ensefía que el Papa San
Dionisio, que ocupaba la silla pontificia en el 261, había enviado a
rescatar los

cautivos hasta a Capadocia. Y
el historiador Eusebio da
noticia de una carta de San Dionisio de Alejandría en la que le,,mo.s
283
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L. MORTEAU E Y: LE PENQUER
que San Esteban (Papa en el 255) encontró el medio de hacer llegar
las dádivas basca Siria y Arabiá:
Pero

hay algo que llama
más la atención. El reinado de Marco
Aurelio comienza en el 161. La persecución no ha sido reasum,ida
todavía

con la violencia que
tuvo bajo Antonino y que tendrá dentr0
de algunos años, pero no ha cesado. Los cristianos están-continua­
mente amen=dos. Una simple denuncia basta pata enviárles ai su­
plicio.
¿Son por lo tanto "fanáticos, himaos, barbados, vi-viendo en
«comunidad», verdaderos sin patria, hostiles a toda .eJtructura or­
denada ... " como escribe Alrun de Benoist? . . . Que juzgue uno mis­
mo: la Iglesia romana llegó a tal estado de prosperidad que le per­
mitió organizaxse poderosamente. Mandaba bateos de trigo hacia las
provincias extranjeras. Construía las catacumbas cuya inmensidad da
una idea del poder de organización de la sociedad cristiana, puesto
que
esas catacumbas no tenían otro objeto que recibir los restos de
los cristianos.
. . "
No es difícil formarse una idea de cuál pudo ser el comporta­
miento de los primeros cristianos frente a los honores y las riquezas.
Su vida cotidiana se desarrolla en plena lru:. Del mismo modo
que permanecíao en su puesto .en la magistratura, el ejército,)a.ad­
rnioisttación,

del mismo modo
petmanecían muy mezclados a la vida
social corriente . . .
Lo que no dejaba de ocasionar difíciles proble­
mas en las relaciones familiares y mundanas, donde las fronteras de
la modestia· cristiána restilmban inciertas, a · veces~ en la costumbre
de los juegos paganos.
A:hota bien, no parece que la modestia hubiera sido más fácil
en esa época de extraordinário fervor que en la nuestra, si se juzga
por
las instrucciones que el terrible Tertuliano (14) daba a L,s muje­
res

llamadas por su
condición social

a frecuentar
las reuniones .mWl­
danas: "Muchtl! de ent,-e 110sotras, ""astr«da.r por l,¡ irreflexi6n, o
cedi,endo a una. tendencia que. n_o . confiesan, ostentan externamente
tan poca m~dest,ia C ( 14) Dt ;C111t11 "fo;minaru'm.
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LA TESIS DEL «CIµSTIANISMO-VENENO»
&Mnente ,m la. estricta ct1Jtodia del honor y ,m la aversión -al o,im,m.
P<1rece que, p<1ra ellaJ, no haya nada más al;lá
'Y que el lujo .exagerado
sea cosa .indiferente. Se la, ve_ persever<1r ,m el empleo de los mismos
rtJ&f#'Sos que antes p<1ra exaltáf'
el esplendor de sus encantos-y ,,.hibi,
en público lá misma pompa que la, mujeres p,igana, a la, q14e fa/t,,
el sentimiento
del verdadero pudor ...

".
Y Tertuliano, asiéndose a la riqueza excesiva de las joyas ...
(Hecho

ranto más significativo cuanto que
Alain de

Beooist nos
presenrta a los_ primeros cristianos como hostjles, radicalmente, a
"todas las producciones paganas del arte: vestidos de color, instru­
mentos
de
músitá, etc."): Ahora bien, precisa Tertuliano: "Sr .. ob­
tiene de un cofrecillo de joya, el 11alor de un patrimonio considera­
ble.

Se
enfilan en un mismo cordón los diamantes que representan
un millón
de sestercios. Una cr,beza lleva _1óbre sí bosques enteros y
hasta las islas.La renta de un ,#i() pende de la oreja de ésta_} cada
uno de
los dedos de· 1a izquierda de aquélla toca bulliciosamente lo
que h" costado sacos repletOf de 'oro''. · · · · · · ·
Sin duda se puede desconfiar de la terrible severidad de Tertu­
liano. Pero
a pesar de todo resulta interesante · 1as mU.estras mm.ad.as en lÓ vivo, de la vida social de, los cristiarios
de Roma en el siglo_ II, pues estos documentos nos muestran hasta
qué punto
el cristianismo se halla:ba extendido eotonces a la socie­
dad entera. Compreodla, ciertamente, una mayoría de

gerites
humil­
des,

de
artesanos, de esclavos; pero también había ganado a los ricos.
Ricos, coquetas, miembros de la aristocracia que, a pesar de 'la difi­
cultad
para

deshacerse de su
suntuoso estilo de vida, no dejaban de
eocontrarse en gran número, al lado de las "mujeres del pueblo"
y

de
los esclavos, en la fraternal comunidad de los calabozos, -antes
de ser eotregados juntos al fuego, a las fieras o. a la espáda.
2, El. CRISTIANISMO PRIMITIVO NO PROVOGÓ NI SUBVERSIÓN, PA•
TRIÓTICA NI SUBVERSIÓN Mll,ITAR,
¿fa exacto, como _pret1eodeo Rougier, .Pauwels y de Benoist, que
los

primeros cristianos no tuvieron
nada más que la fuerza pasiva
285:
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L. MOR.TEAU E Y. LE PENQUER
de una cierta laxitud, si no de una cierta bajeza, de una cierta de­
serción
en lugar de las virmdes cívicas?
La
respuesta aquí sigue siendo
extremadamente fácil Basta re·
cutrir a los 'hechos. Son lo bastante claros como para prescindir de
comett,ta.tios.
El deber de defensa.
Bajo

el
teinado de Marco Aurelio
(161-180) una legión, la
"Ful·
minea" estaba formada

enteramente por cristianos.
Y, en adelante,
las ,inscripciones

no cesaron casi de confirmar el
aumento de los
efectivos cristianos

en
las legiones. Jean Guiraud
ha
revelado· la

presencia de
numerosos cristianos
en
la "III Augusta"
de

Numidia, en
la "II

Trajana" de Egipto, en
la "XII Fulminea" de
.Armenia, en la "VII Getminea" .de España, en la "II Parta", hasta
en las cohortes pretorianas de Roma ... (14 bis).
Las
Actas de
San
Mauricio nos
los muesttan dirigiendo una
le·
gión
casi

entetamente
cristiana: la
legión Tebea.
Las ottas Actas de
los
Mártires nos indican un
gran número de jefes militares tan fie­
les

a su fe como obedientes
al Empetador. Cotno ¡San Sebastián!
As~ pues .. . Lejos de podet ser denunciados como "apáttidas",
anti-mil1tarisras, blandos

por principios espirituales,
vetnos g_.u, los
primeros cristianos estuvieron, por el conttario, más presentes en fas
legiones que los ciudadanos de Roma que comenzaban a despreciar
la vida militat por
prefetir la
vida relajada
y los placetes decadentes
de
una
e,tlstencia completamente pagana.
En d cristianismo, por el contrario; en el cristianismo primitivo
fue un dehet para sus fieles ser no menos fieles a su deber de de­
fensa

cívica
y militar.
El

Concilio de
Arlés, en
el 314, formuló incluso sentencias de
excomunión,
cotno traidores

a
la pattia,
contta los soldados
deser­
tores.
(14 bis) ~. J. Guiraud, Histort'a 'parcial -Historia verdadera, Beauchesne
(agotado).
286
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LA TESIS DEL «CRISTIANISMO-VENENO»
La piedad civiea.
¡No!

El
cristianismo primitivo no fue suave con los traidores a
la patria. Y no fue suave con los traidores a la patria porque espon­
táneamente, generosamente,
como los primeros cristianos tuvi=n
por
Roma y su Imperio una piedad cívica plena de admiración.
¿ Y cómo no iban a tenerla?
Entre las circunstancias que favorecieron el· desarrollo prodigioso
del

cristianismo, ¿no
mencionan todos, en primer lugar, la unidad
· del

Imperio
y la paz que había impuesto?
¿Cómo los

cristianos
fervientes y tan atentos a los menores sig­
nos de la acción de Dios aquí abajo, cómo los primeros cristianos
hubieran
podido
quedar insensibles a esta disposición, rigurosamen­
te
providencial, de

un orden político destinado
a servir de pedestal
al edificio sobrenatural?
Recordemos este pasaje de Bossuet, en su Discurso sobre la His­
toria Unwemil:
"Todo obedece "la fo,-tuna de César ... , único amo del Imperio.
Rechaza hacia los Pirineos a los Cántabros
y Astures revueltos; Etio­
pla le
pide la paz; los Pa.-to,, aterrados, le devuelven los ertanda,t(ls
tomados bajo
Craso con todos los prision.,..ós romanos; lás Indos
bu.rcan su tJ!,ianza; sus· eirmas se 'J.,Cl&en notar entre íos RetO.t o Gri.c
sones cuyas montañas no pueden ,Je,Jmder; la Panomia le reconoce;
la Germania
le

teme
y el Ve,er recibe su, leyes. Victorioso por tJe.
rra · 'Y por mar, cierra ef templo de Jano. Todo el unwerso vive en
paz bajo su
poder, 'Y Jesucristo vino al, mtindrl'.
"E,o,
los cristianos del Imperio na·pud/eron désronocer/o 'Y bas­
taba a unWleS al, 1nunáo roMon. -
"Jesús no vino a abolir la ley sino " túmplirla. Lo que em verdad
por la Santa Escritura polla serlo ta,fnl,.ién por la _Sabidurla antigua.
Todo

lo
positivo, todo
el
bien podia esta.-o,-Jrmado, /era.-Í¡uizado,
vivificado, salvado.
El

hecho
mismo de que los rigoristas, tos que
proponlan
el rechazo puro 'Y simple del mensaje greco-latino, caye­
ron en su mayoria en la here/ia,
se convirtió en una prueba. Desde
as,
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L. MORTBAU B Y. LB PBNQUBR.
las primeras generaciones, la voluntad de síntesis es 11U1mjiesta. Ser
cristiano no significa en ningún sentido que se

cese
de ser romano".
Lejos pues de haber sido unos patriotas· templados o blandos, los
primeros cristianos llegaron,

al
conttario, a
confundir hasta
tal punto
las dimensiones de su cristianismo con
las dimensiones de la roma­
nidad

que
algunos serían extremadamente turbados en

su fe cuando
vieron ensombrecerse esta

romanidad
bajo los
golpes de los
bárbaros.
Hasta el punro de que San Agustín debió redactar su célebre Ciu­
dad
de Dios para recordar a los cristianos de su tiempo que ese ex­
ceso de amor por Roma
y su Imperio no debía hacer olvidar la su­
pereminente primacía de la única patria cristiana auténtica:
La Ciu­
dad Celeste.
Lo que podría bastar pata demostrat que los prirnetos cristianos,
si pecaron, no lo hicieron en el sentido que se dice. No fueron los
apátridas,
los metecos, los

"timadores". No
fueron los
facciosos ha­
ciendo grupo apatte,
separados de

la sociedad
común. No
fueron
esos ser:es que se describe: "fanáticos, hirsutos, barbudo.s, vMdade­
ros .rin patriel, hostiles a toda estructura ordenada, a toda ciencia, a
tod,,, jerarquía". No fueron los "extranjeros" cultivando su "extran­
jeridad". No fueron los "hostiles" ... "echando una mirada fría"
sobre la sociedad donde. vivían
y prosperaban: "viendo la señal de
la Bestia en
todas pattes, en

los
uniformes de las legiones, las ciu­
dades, los navíos, las rutas, los trabajos,
etc.".
¿ Dónde, pues, vió de Benoist· que el anuncio de la Patusia y de
la vuelta de
J esós hubiera provocado esa abstención universal y ese
soberano desagrado

de las ocupaciones temporales
y, en la ciudad,
esa psicosis del
"desmorone,miento del mundo''?
¿ Dónde vió de Benoist que "ninguna idea era entonces más
odiosa a
los cristianas que la idea de patria'', que "el· cristianisma an­
tiguo rechaz6 el mundo" .. , . "que las primeras comunidades cristk,.
nas prodamahan
la. abalici6n de. todas las categorías nattlfales en
provecho de
la única iglesi,, de la, creyentes"? ·
288.
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LA TESIS DEL «CRJSTIANISMO-VENENO»
3, EL CRISTIANISMO PRIMITIVO NO PROVOCÓ NI SUBVERSIÓN MO­
RAL NI SUBVERSIÓN CULTURAL O ESPlRITUAL.
Ser cristiano, hemos dicho Choy como en los primeros siglos de
la
historia de la Iglesia), no significa en ningún sentido que
se cese
de ser romano.
Si hubo incomprensión de uno de esos dos términos, no vino
de la Iglesia, sino de los paganos. Lo que no tiene nada de sorpren­
dente. Para estos últimos, en un principio al menos, el cristianismo
no podía distinguirse casi, o se distinguía mal del judaísmo. Ahora
bien, se conoce la desconfianza de
los romanos respecto

a los
judíos,
agitadores natos, siempre

en rebelión
y cuyas sublevaciones iban a
ocasionar precisamente su pérdida
y la destrucción. del templo de
Jerusalén por Tito en el 70 .
.. Esta agitación judía, los prefectos romanoJ creyeron reconocerla
en la exaltación de los mártires. ftmUÍs habúm visto aquello. No com­
prendiendo
nada de lo que legitimaba esa actitud, incluso la agudeza
ingenua de
su espíritu latino o griego, los ponía como naturalmente
en guardia contra
el sentido de lo

que
consideraban "protertas de­
masiado S{Jlemnes".
"Por su lenguaje, por
su inflexible {Jbstinación, por su desprecio
del sufrimiento y de la muerte, los cristian{Js parecúm pertenecer a
una banda de conspiradores,
La formidable novedad de esta separa­
ción del poder temporal
y de/ poder espiritual, que itmUÍs el mundo
había conocido hasta entonces, no deiaba de inquietar a
los trÁI be­
névolos
y de parecer al menos un poco subversivd'.
"Domiciano
(82-96), habiendo oido hablar del reino futuro de
«Christos»,
sospech,i un complot J un competido1'. Bajo Diocleciano
(295-313)

el
error subsiste. Un mártir responde al interrogatorio:
«Ellos se muestran fieles y devutos al Rey supremo cuyos man­
datos cumplen» -<¿De qui rey hablas?, pregunta el magistrado ...
En el iuiclo de

los
paganos toda esa ierga no es más que habilidad
de las gentes cuya existencia es sospech{Js,i; tambim las protestas de
fidelidad
y de devoción al Emperador deben sufrir la prueba de los
hechos ... Se
invita a los cristianos a incensar las efigies imperiai,es.
'• 289
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L. MORTEAU E Y. LE PENQUER
Ahor" bien, esto últhno lo rehuyen . . . ¿Cómo podría comPfender
un pagano que
esos msultos a 1". estatllá no alcanzaban más que al
/dolo
y no atacaban al Emperador? ( ... )".
"Luciano no

descubre
en el lenbuaje sublime del

Obispo
Ignacio
más que el reclamo de un charlatán. Pl/nio ve en el máftirio una obs­
tinádón inflexible. Epicteto, un fanatismo empedernido. Marco-Aure­
lio, un partido --cogido
de oposición mezcládo de fausto trágico y
de ostentación teatral-. En general, 1" opinión pública se muestra
escéptica :Y escarnecedo,-a respecto a los mártires; a veces se extrdfía
o se apiada un instante; pero no se desarma' (15).
De ahí la aplicación de San Justino por disipar esos trágicos equí­
vocos: "Nuestros adversarios1 escribió, ignoran todo· del cristianismo.
Ahora bien, sólo nosotros somos capaces de dar de nuestr" fe una
explicación satisfáctorid'.
Y rodas los apologistas se encargan de repetir esta explicación
satisfactoria y de formularla cada vez mejor. Trataron de hacer com­
prender,
cada vez mejor, que la sociedad romana y el Imperio, y el
Emperador no tienen nada que temer de
los cristianos,

ni del des­
arrollo de la Iglesia.
Por sí sola, la obra de los apologistas -constimye
el mentís más
rotundo, el más irrecusable que
se pueda imaginar contra la resis
tan ligeramente sostenida por Rougier y consocios sobre el asesi­
nato
pretendido

del Imperio Romano por el cristianismo naciente.
Los apologistas no fueron solamente los
Padres del

cristianismo,
los Padres

de la cristiandad; fueron,
y son los Padres de la Civiliza­
ción Occidental. Los Padres de
la civilización simplemente.
Por el tratado fulgurante
de San Justino: "Toda verdad, venga
de donde venga,
es del Esplritu Santo", todos los maestras de Gre­
cia
y de Italia, todos los testigos de la élite pagana tuvieron abier­
tas
porla Iglesia !las puertas de Ia síntesis intelectual, moral, social,
cultural , .. de la más prodigiosa novedad.
(15) Jean Maria!, «De dónde viene Francia», págs, 51 a 53, En Verbe,
1947, 220 págs. (agotado).
290
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LA TESIS DEL «CRISTIANISMO-VENENO»
La custodia y embellecimiento de la herencia antigua.
Y durante doce siglos, hasta la cima del éxito tomista, los bie­
nes
capitalizados no serán abandonados jamás, sino incansablemen­
te
reasumidos
y continuamente perfeccionados.
Y esto no fue hecho contra la iniciativa de un cristianismo primi­
tivo, que la Iglesia se hubiese visto obligada a negar, sino aJ ronttatio.
Esto

se realiz6
perfeccionando en

la
mayor unidad y en la mayor at­
monía con los primetos pasos de la Iglesia de fos pri.metos tietnpos.
Desde

los primeros tiempos
se pudo ver a los cristianos, e inclu­
so entre ellos a los futruros mártilres, prestarse a dar a la juvenmd
una educaci6n donde la mitología, por ejemplo, no esmvo ausente.
"Para comentar1 en efecto, Homero o Pínda,01 H-oracio, o Vi-r~
gilio, el relato de las tJtienturas o de las des11enlt1ras de los tkoses y
de las diosas era indispensable: «Pero, escribe Dom Leclercq, lle­
gado a ser así pretexto para la literrnura, la mitología perdía su sig­
nificación
religiosa. Antiguamente, reclamaba, a falta de fe, c,redu­
lidad; en adelante
no

se
elevó más por enc#ná del nivel del lugar
común, de
la alegoría familiar, del tema de ,.,,,-,ación. Rebaiada a
este

punto,
no volvió a ofrecer gran peligro p,;ra los escolares cris­
tianos.
Estos notaron prontamente el abismo que separaba la manera
como

se
des,,,-,ollaban las fábulas en la escas/a, y la manera cómo
se
des,,,-,ollaba la religión en la Iglesia. Por ello, el estudio de los
clásicos pe,ganos, necesario a la formación de la inteligencia y a la
posesi6n de este conjunto , de conocmúentos que hicieron entonces
«el hombre honesto»} no estuvo prohibido a los· cristianos. lnconse-­
caente en su criterio, Tertuliano negaba al cristitmo el derecho de
ser
profesor, pero le concedía el de " a la ercuela, porque la ense­
fianze, literaria qae
se recibía allí eri> indispensable para la conducta
de
la vida. Los ¡efes de la Iglesia no cayeron en esta cont1'adicción y
no prohibieron a
los fieles inst1'uirse ni les neg,;ron enseñar» (fin de
la cita de

Dom Leclereq).
"La tradición desde entonces será comtimte.
"El cristianismo no sacaba a sus fieles de la frontera de. la sabi­
duría antigua.
A p,;rt" de entonces, ·san Jtmino, Clemente ·de Ale-
291
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L. MORTEAU E Y. LE PENQUER
iand,-ú;, San Basilio, San Ambrosio, San Agustín, a eiemf>lo mismo
del
rigorista San Jer6nimo que se e,cusahe, de ser un «abyecto cice­
roniano», San Germán de Auxerre, San Sidonio Apolinar, San Pau­
lina de Nola, San Remigio, San Avito, San César, incluso ~~n Be­
nito,
patriarca de

los
monies de Occidente, fueron los mantenedores
de
la sana cultura ántigua" (15 bis).
La teois del pesimismo cristiano.
Pero

la acusación de pesimismo ha sido
lanz.ada.
¿Es acaso justa?
Aquí también el argumento de Rougier y de Benoist hay que
rechazarlo completamente.
Sea el ejemplo, pru:ticularmente simple y característico de este
estoicismo que algunos se complacen en presentar como uno de los
tratados más altos de la moral antigua. Mientras que, en realidad, el
sobresalto estoico
del paganismo que acababa no supo evitar nada,
no pudo
salvalr nada dcl desastre moral.
Ciertamente,
no

faltaron autores (Beulé,
La sangre de los Ge,­
mánicos)
para sostener que el estoicismo fue uoa reacción dd pa­
triciado romano, en tanto que el cristianismo "se dmgi6 a los po~
bres
a los esckwos, a los que se desesperaha,i'. Pero los trabajos de
Fuste!

de Coulanges, de
Dom Guéranger, pulverizaron, después de
mucho tiempo, esas leyendas y restablecieron la verdad. Los estoicos,
por otra parte
poco numerosos,
fueron
"algunos individuos de las
clases superiores, indignüs de las ve,güenzas y fos c,l,menes de fos
palatinüs
( que) se sostenian tontre, la suerte y ahandonahan orgullo­
samente
la vida''.
Pero, ¿cómo avanzaban en la regeneración de las costumbres y
las
virtudes
pasadas esos imitadores de Catón? ¿Qué renacimiento
operaron?
¿ Y qué quedaba, al final del siglo II, de ese estoicismo,
despreciador de la vida
y de la tradición romana, sino un desprecio
estéril y "desrnovilizador"?
(15 bis) Cf. Jean Marial, op. rit., págs. 57-58,
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Fundaci\363n Speiro

LA TESIS DEL «CRISTIANISMO-VENENO»
A ese estoicismo parecen aplicarse estas líneas de Gustave Thi­
bon:
"El proceso es clásico.· toda «virtud» que va a desaparecer em­
pieza por materializarse, por perder la flexibilidad, la fluidez de la
vida y fijarse en /dolo inflexible 'Y hueco. Lo que debe pudrirse, se
endurece primero. La rigidez cadavérica precede a la delicuescencid'.
Se vio, con la muera, de Séneca. Séne::a, que según autores se­
rios, se habría encontrado con
San Pablo y conversado con él. Séneca,
que había leído los textos cristianos y modificado más o menos sus
ideas según aquéllos. Séneca que, por
lo menos en su corresponden­
cia, supo mostrarse entusiasta ante las "virtudes celestes" de los
cristianos. Séneca, que no temió escribir a Lucillo~ que había "visto
hombres víctimas de las más punzantes torturar, impasible,, no ha­
biendo
nada de tenacidad teatral-, conciliando el dolor con una calma
'celeste''. Pues, Séneca venía precisamente de asistir a los famosos
·juegos públicos dados por Nerón, en el curso de los cuales largas
filas de mártires
disefiaban el
recinto del circo
y venían a servir de
antorchas vivientes. Cada uno estando vestido de
una túnica
de papi­
ro untado de pez y de
cera.
Séneca

estuvo, pues, subyugado por el misterio de la
"ca/.ma ce­
leste'' de esos pobres seres transformados en llamas. ¡ Sí! ¡ Séneca se
entusiasmó!
"Alguno sufri6 todo eso, p,ecfr6, y m siquiera imploró
ser puesto en libertad. ¿Qué digo yo? Ni siquiera se dign6 respon­
der al-
juez:

se le ha
visto sonreír y su sonrisa fue de bondad".
Y bien, a pesar de todo eso, Séneca tuvo el lamentable fin que
conocemos. Y nadie sueña en reivindicar a Séneca anre e'l cristianis­
mo. Había en él la. fuerza orgullosa del estoico, pero nada del hu­
milde
y fuerte gozo del amigo del Dios
de la Resurección.
¿ Y qué piensan, al respecto, Pauwels, Rougier y de Benoist del
que, con su amigo Burro, tuvo . . . el sucio valor -de hacer, en pleno
Senado, la apología del asesinato de Agripina pot su hijo Nerón?
¡Ese Nerón que era su discípulo! ...
¡Y <:1 mismo Nerón que con­
duciría a su mismísimo anciano maestro Séneca a abriirse las venas!
¡ :&toicamente!
¿E.s eso lo que se osa presentar, como oponiéndose de lejos y
desde arrib-a, al cristianismo primitivo?
293
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L. MORTEAU E Y. LE PENQUER
Y puesto que se trata de pesimismo, ¡dónde importa denunciar­
lo

.. . a poco que se estudie
la historia algo correctamente?
• • •
¡Sí! Es sorprendente que el G. R. E. C. E., que pretende resucitar
la "virilidad aristocrática" de la romanidad crea
encontrru: los mode­
los entre los estoicos.
Todavía es más sorprendente ver a A. de Benoist indignarse por
las luchas mantenidas
por la Iglesia "con.ra los "1'1'ianos, los dom,.
tistas, los ma,,iqueos, los cátaros y los albigenses'' cuando, para la
mayoría,

estas herejías, de origen oriental, pertenecían a
ese flujo
de pesimismo del
cual la Iglesia preservó siempre a la cristiandad,
como de la peste.
Para
el observador
imparcial, el
extraordinario interés de

ese
gé­
nero de sectas estriba en que muestran la incoercible caducidad de
su
moralismo, de su puritanismo, d,e sus tensiones, de sus rigoris-
mos ...
Chesterton lo ha dicho de una forma bella: "Lo que ocurrió en
realidad
fue

lo
siguiente: cuando la

fe
flfJareci6 en el mundo, ,u p,,;.
mer/rhna ""entura fue estar perdida en una
especie de ntalos de ,ec­
ta, mlstica, y metafísicas, de erigen oriental la mayoría, como una
abeja de
oro aislada que esttl'Vie,e cogida en un enjambre de (tl!ÍJ.
pa,. A los ojo, del observador ,uperficial, no hay fl/JenaI diferencia:
nada más que un zumbido general; todo esto paree/a valorar,e, por
la cantidad de picadura, hecha, y de picadura, sufridas. La d,ferencio
era que en
todo el alboroto de este polvo dorado, un solo punto de
oro tenla el poder de progre,ar a fin de construir las colmena, para
toda
la humanidad -de dar al mundo la miel y la cera, o, como ha
sido muy bien dicho en un texto dema,iado olvidado, las do, coJa,
más magníficar, la dulzura y la luz-. Lar avispar muríeron todar
aquel hwillfflo; e, dificil .encon.rar a alguien que sepa de ellas por
poco que ,ea, y la gran masa igm,,a incltt,o que hayan exi,tido" (16).
Queda que a través de la complejidad de tantas sectas, más con-
(16) El hombre llamado Cristo, N. E. L., pág. 115.
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LA. TESIS DEL «CRISTIANISMO-VENENO»
tradictorias y caducas las unas que las otras, haya sin embago un
punto
común: se
trata del
pesimismo.
Es un hecho que, bajo una
forma u otra, mirabau
la creación del mundo como la obra del es­
píritu del mal.
"Algunos traían esa atmósfera asiática donde anega el budismo:
la sugestión de que ]a. vida es una polución de la pureza del Ser.
Otros evocabau

un orden puramente espiritual, revelado por
la farsa
grosera
y torpe que consiste en modelar los juguetes como el sol,
la luna y las estrellas ... " (16 bis).
Un punto común en el que entran -estas corrientes: el pesimis­
mo ... Otro punto común: la .creencia en una oposición irreducti­
ble entre la vida temporal
y la vida espiritual. Odio de lo tempo­
ral . . . Odio
de la vida.
¿En cuanto a
la Iglesia ... ?
A veces, es

ascética. Pero no pesun1sta. Tiene
algunas razones
para declarar que

el hombre
es pecador.

Pero no pretende
que la
vida
sea un
mal. Lo prueba incluso anatematizando a los que lo afirman.
No admite que se diga que el hombre es completamente
abyecto. O
la

vida una miseria irremisible. O el matrimonio un pecado, la
pro­
creación, una tragedia.
Los cristianos
"et"an ascetas, porque la ascesis era el único medio
de hlchar contra el pecado; perr, en la torment11 miJm.. de sus anate­
mas, afirmtlhan sin cesar que su ascemmo no debú, ser inhNmllno ni
contra natura; que querú,n purifict1r
el mundo, no destruirw ( ... ).
"Que la miJm.. Iglesia primitiva haya estado llena de un en­
tusiasmo estático de renumiamiento y de virginidad, es lo que hace
estd di,tinción más chocante todavú, y no aporta ningún menoscabo
a
este carJcter (

... ).
"Un hombre podia andar a cuatro pdtas porque erá asceta; podia
perm11necer de pie noche y dia en lo alto de una coltffnna y ser ve­
nerado
como asceta; pero no podir,, sin ser herérico, decir que el
mundo era un error o el estado del mdtrimonio un pecado" (17).
El ejemplo de San Agustín es ca,:actetístico y podría bastar para
(16 bis) Chesterton, op, út,1 pág. 116.
(17) Chesterton, op. cit., pág. 119.
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L. MORTEAU E Y. LE PENQUER
explicar lo que A. de Benoist no entiende en las luchas mantenidas
por la Iglesia contra
las herejías pesimistas (cuando A. de Benoist
pretende
,tomar parte a favor del optimismo y la vida).
"Tanto tiempo como permaneció un hombre de su mundo llev1>­
do

por la
corriente de
su
tiempo, fue maniqueo, pues estaba muy
bien visto serlo. Pero desde que ese hombre fue c.tólico, los prime­
ros contra los que se volvió para cortarlos a trozos fueron los ma­
niqueos. En términos católicos, ese hombre cesó de ser pesimista
para convertirse en ascétioa-. Pero, como los pesimistas interpretaban
el ascetismo, podrla decirse que de¡ó de ser un asceta para co,wer­
tirse en un santo,
La guerra a la vida, la oposición a la n.turaleza
eran cosas que habla encontrado ya en
el mundo pagano, y a

los
cuales tuvo que renunciar cuando entró en la Iglesia'' (17 bis).
La Iglesia ha combatido, pues, los cultos, las filosofías, los sis­
temas "pesimistas". Y
DO los ha combatido solamente ella, peto no
se ha comentado con
hacerlo de palabra.
Ella

ha dirigido
y animado sobre todo el más formidable arran­
que civilizador que la historia
'haya conocido.
¿En

qué se habría
convertido la herencia humanista
de la Roma
antigua si
el cristianismo no hubiera asumido su salvamento y su
transmisión?
Para responder basta considerar lo que llegó a set el Africa ro­
mana
¡ después de la conquista del Islam!
Pues, en fin, Afdca del norte también formaba parre del Impe­
rio. También estaba cubierta de foros, de arcos de triunfo, de circos
y-de calzadas romanas. También fue romanizada en sus costumbres,
sns leyes,

su pensamiento.
¿Qué quedó después de la invasión mu­
sulmana?
CONCLUSIÓN,
En el fondo 'del ataque de Pouwels, Rougiet y de Benoist a la
Iglesia
DO sólo existe un problema sobrenatural, hay también un
(17 bis) Chesterton, op. cit., págs, 119·120.
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LA TESIS DEL «CRISTIANISMO-VENENO»
terrible problema humano ... , hay -toda la sequía de los desierros
humanos. Un menosprecio hacia la Iglesia de los misericordiosos.
Lo que
no soportan, es la Iglesia, madre de los desamparados, los débiles,
los esclavos

...
"'¡La escoria del pueblo!".
La Iglesia con su fuerza, perdura todavía. Pero la Iglesia de los
pobres
y de los lisiados, la Iglesia de los que N 01'Velle Eco/e llama
"lcJ escorio biológica", esa ¡no!
Debido
a que
rechaza la
consideración de que
la Iglesia hubiera
"venido a sawar lo que estaba perdido", este equipo se priva de uno
de los medios
más seguros

de descubrir lo que hay de más fuerte,
de
más universal y •.• de eternamente divino en el cristianismo.
También Bernanos se
detuvo ante

el
"escáridalo" y la "fe" de
ese "'rebaño, mantenido unido por el hábito o el temo1", puesto que
lo dwino no

es
"/Jenas más que una suerte de alwio a su pereza, a
su ho"o,- a
la lucha 1MÜ .( ••• ).
"Así se ve acosar a su alrede,/,or, rechazando los santos sobre el
atrio, una multitud de desdichados que 1ólo 1lienen a buscM, de tiem­
po en tiempo, el ·,eposo, los honores o las rentas, incapaces de enoon­
trar en otra parte el pan de iu propia dfletencio''.
Pero esa tropa que horroriza a G. R. E. C. E. y que propone aban­
donar puta y simplemente a
"su escoria biológico'' ... ¿quién la re­
cogería

sino la Iglesia?
.
"Alguno se extrañMía de verlos ahí -- parecerúi a los fariseos, soberbio, mi.-anda con una mirada de dis­
gusto
al rabbi Jesús con su escolta de cojo,, ciegos, mendigos y pro­
bablemente también de simuladores. Pues la Iglesia no es nada
menos que el Panteón de los grandes hombres, pero bajo la rabia
de
la ll1'Via y del viento eternos, el refugio donde las · especies más
miserables vienen a recibir de Dios y de sus santos, día trtir día, de
qué subsistir, cueste lo · que cueste, hasta
el perdón eterno".
Porque ella tiene palabras de Vida eterna, la Iglesia no pudo
abandonar
a

los desamparados de la historia de los hombres.
Existe
la frase "escandalosa" del misterio de la Iglesia: la que
corresponde a la descripción de Isaías:
"No lo hemos reconocido.
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L. MOR.TEAU E Y. LE PENQUER.
Sm belleza. Sm. claridad. Despreciado. El última áe los b-Ombres. Un
ser de dolor, rendida al sufrimiento, desfigurado, parecido a un le­
p,oso11.
Este aspecto repugna a Pauwels, Rougier y de Benoist ... , sea;
esta repugnancia no les autoriza otro tanto a escamotear la otra
realidad,
la grande, la deslumbradora realidad del misterio de Cristo
y de su Iglesia a lo largo de la Historia; historia ofrecida a las mi­
radas
y a la contemplación de aida uno, renga o no tenga fe.
Realidad de la Iglesia "sumergida por los «cojos», los «ciegos»,
los «mendigos:»,
los «simuladores»", denunciados por Bernanos.
Iglesia
brillante, virginal

esposa
del Redentor y Salvador. Fuen­
te de santidad en
la vida privada. Fuente de civilización, de orden y
de paz en la vida pública.
"La Iglesia, madre de los liberadores áe esckwos. Madre imwuc­
tora áe los pueblo, bárbaros. Madre
de los monjes roturadores, agri­
cultores, conswuctares
y educadores.
"La Iglesia, madre
de las ciudades-refugios áe la Edad Media,
madre
de

los
hospitales y de los orfelinato,.
"Ld Iglesia, madre
del respeto a la mujer y áel honor ft>miliar.
Madre
del espíritu caballeresco. Madre de lt,s únicas medidas que
hicieron retroceder la guerra y humanizaron lt,s batallt,s.
"Ld Iglesia, madre
de

los
colegios extendidas por todas -partes
y para todos. Madre de las unwersidades ( ... ).
"Ld Iglesia, madre de las más nobles figuras de sobert>nOs que
iamás haya conocido
el mundo. lA Iglesia, madre de las encíclicas
sodales. Madre
protectora de los derechos áe la persona conwa el
totalitarismo moderno. Madre protectora de los cuerpos intermedios.
Madre protectora
de las fuentes áe la vi mo,

el
aborto, la esterilizaci6n, la eutanasia.
"Ld Iglesia, madre protectora áe lt,s artes. Madre del gregoriano.
Madre áe nueswas basll.icas y
de nuestras catedrales.
"La Iglesu,, madre de los st>ntos. Madre
de los ap6stoles y áe los
mlwthes.
"PMa una tropa de «&ojos», ~ciegos», de ladores:» ... ¿qué meior?
"¿Meior por
la constancia de la duraci6n?
298
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LA TESIS DEL «CRISTIANISMO-VENENO»
"¿Meior por la tmiversalidad de las realizaciones?
"¿Mei01'
p... la ca/,i,lad, la heroicidad de los servidos vendi­
didos?"
(18).
• • •
Recomendamos:
algunas obras
(º) que merecen un estudio en grupos o células,
para una sana iniciación a la formación del juicio histórico petmi­
tiendo
profundizar los

temas abordados en
el presente estudio:
- HistorúJ de Jar mstltuciones poUticas, t. 1 (Fustel de Orulan-
ges).
-Santa Cecilia y la sociedad romana (Dom Guéranguer).
-
El

hombre
llamado Cristo (G.

Chesterton).
-De dónde viene Francia (Jean Maria!).
-Un Señor, una fe (Mgr. Johnson).
Los amigos interesados más
patticularmente por la cuestión pue­
den
pedir al C. L. C. un dosier sobre G. R. E. C. E. y N ouvelle Eco/e
(4 F fuincos).
(18) Jean Ousset, «La historia educadora dd sentido cristiano.». en
«Sentido cristiano de la historia», Actas del Congreso de Lausanne IV, abril
de 1968, pág. 253.
(•) Desgraciadamente difíciles de encontrar, excepto «Un Señor, una fe»_.
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