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Número 169-170

Serie XVII

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El «affaire» Galileo

EL "AFFAIRE'' GALILEO
PO!l
HBNRJ PERRACHON
El «affaire Galileo» comtituye, con la -Inquisición y la noche de San
Barto/omé, una trilogía

clásica del
arsenal anticatólico. Para el

público
en
general, el nombre de Galileo evoca un sabio "astrónomo que deJcubrió el
movimiento de la tierra alrededor del soJ1 vio s_u teoria condenada -por, la
lgleJia y fue quemado por hereje,
Por nuestra parte, se tiende muy a menudo a querer olvidar eJte episo-·
dio, que se c_onsidera penoso

en la
·HistOt"Ía de

la
lgl~sia, pu;s se c;ee que
no hay más remedio ·que declararse culpable en -t~áa la línéa.
Pero es preciso conocer la verdad acerca de Galileo, y, de ese modo,
cuando se nos

proponga
nte asunto con mala intención, podremos acogerlo
con serenidad y desarrollar, partiendo de él, .1("'! podero.sa. ilu.rtración, acerc4
del catolicismo, que resultará exactamente en sentido inverso de la opinión
común:
a) Con respecto a Galileo, se act1.Sa a la Iglesia de, osc-nrantisrTJ.o¡ .¿es_
razonable

esta
afirmación cuando personaj'es de
la
'rile.ria_ '-c~mo. el canó­
n~go Copérnico
o

el Papa
Gregorio ·xIII-estuvieron· en 1a vánguard/1 de
las investigaciones astronómicas del

siglo
XVI?
b) Sean cuales fufff'en los reproches que se púedan hacer 4· ·los '}iombres
de

Iglesia con respecto
al proceso de Galileo, se trata_ de una cuestión me­
nor

en el fondo
y ejemplar en la forma: la Iglesia da. a/11 una lección de
civilización en

la manera de tratar
al que consideraba en ese momentá como
·adversario,
Para

iluminar
·el proceso al que se somete la Iglesia con respecto a Ga­
lileo, traemos
aquf el testimonio de un testigo aieno y más bien ho1til al
catolicismo. La operación de desmontar el ,explosivo contenido en el «affaire
Ga/Ueo» resultará
a.si más demostrativa.
El
testigo
que presentamos
es
Arthur Koestler, novelista e historiador
israelita,
nacido en Ungua en

1905.
Auto,-de!' libro «El. (ero y el infinito»,
luchó
contra el nazismo y

el
comunismo. Es un liberal,· -enemigo de

todo
dogmatismo,
110 tiene ninguna simpatJa hacia _la Iglesia católica a la qu~
acusa
fácilmente
de
«totalitarismo».
1313
Fundaci\363n Speiro

HENRJ PERRACHON
El articulo que aquí presentamos es ,1ólo un resumen del estmlio sobre
Galileo, publicado por Koestler en un capit11lo de su libro «Lm sanámbulas»
( las referenáas que hacemos remiten a la edición aparecida en francés en la
colec-ción «Le lívre de poche» de Calman-Levy, 1960), Para un estmlio más
completo Je la cuestión, el lector .puede cq,zsultar el libro de Abe/ Ron­
gieras: «L'4/faire GaliUe&.
El sistema de Copérnioo
Un canónigo polaco, perdido en las brumas del mar Báltico,
Nicolás
Koppernigk, concibe, a partir de sus estudios sobre autores
antiguos,. más

que por sus
observaciones astronómicas rudimentarias,
ciertas dudas sobre el viejo siotema do Ptolomeo: según este sistema,
la tierra está en el centro del universo, las estrellas y los planetas
giran a su alrededor.
Hacia 1514, hace circular, de un modo privado, un corto resu­
men de su tesis, que coloca al sol en el centro del mundo.
La Iglesia favorable a Copérnioo
La Iglesia se interesa en sus trabajos. En 1532, el =reta.río
particular del Papa León X da en el V atlcano una lección sobre el
sistema de Copérnico:
esta lección es acogida favorablemente.
En 15 3 5, el cardenal Schoenberg, que gooa de la confianza de
tres
papas sucesivos, J..eón X, Clemente XII y Pablo III, incita a Co­
pérnico

a
«comunicdr sus descubrimkntr,s al mund" cientlfico» por
medio de una obra impresa, lo qud finalmente realizó Copérnico
(pág. 168).
Los protestantes son más desoonfiados
Las
únicas y e:x:cepciorutles críticas que sufri6 Copérnlco fueron
de origen protesmnte.
Hubo, en primer lugar, el grosero e inofensivo des¡,lante de
Lutero: «este nuevo astrónomo que quiere ¡,,-obar que lt1 tierra da
1314
Fundaci\363n Speiro

EL «AFFAIRE• GALILEO
vuelkM» (pág. 176) y sobre «este imbécil que va en contra de la
Sagrarla Escriturd»
(pág. 178). Además, una observación del mismo
estilo
se encuentra en una carta de Melantr:hon de 1541. Hacia. 1531,
en una. comedia de carnaval en Elbing, figuraba un personaje, dis­
frazado de ca.nórugo astrónomo, en medio de una procesión de ecle.
siásticos grotescos como era allí

habitual... (pág. 17 6).
Copérnico murió en 1542,

veintidós
años antes
del
nacimiento
de Ga:liloo, sin haber sido molestado por la Iglesia.

Solamente
ha­
bía sido impugnado por algunos científicos sobre las hipótesis com,
plicada.s
y falsas que había formulado para explicar los movimientos
«aberran.res»
de
los
planetas.
Entonces
Th,gó Galileo (1564,.1642)
Koestler resume así
la aventura de Galileo (págs. 416-417):
«La
persona/Mari de Ga/ileo, /al y como la presenta la vuJgdl'ización
cientlfica., es loda.vla
más aleja.rl" de la verdatl b;.rt6rka que fa del
canónigo Koppernigk.
Se trat" de rtltZones pdl'tidistr,s má.r que de una
benev obra.

Si el
atdor tiene te11dencir,s teológicas, Galilro le sirve P"'"ª
irse
de ¡,. Jer,gu"; en '" mitografla racionalista ¡e convierte en la
Doncel/" de Orleans de la
ctettci", el San ¡orge q11e aniqmló el
d,,.gón de la lr,qmsición. No debe sorprendernos qae la glori este hombre gema/ repose .robre todo
en un descubrimiento que
no hizo n1111ct,, y en hazañar que mmca ,realizó. Contrarittmente
a las afirmaciones de ·numerosos ·mar,ntJles, aún recientes, de historia
de lr,s ciencttJJ, Galileo no ba mvmtarlo el /ele,copio, ni el micros­
copio.
Ni el termómetro, ni el reloj de. balancin. No ha descubierto
la ley de la inercttJ, 111
eJ. pdl'tllel6gr<>mo de kM fuerzas o de los mo-­
vimientot;
ni /r,s manchas del sol. No ha "portado rtinguntJ contri­
buciÓf1 a la r,stronomía teórica; no
ha dejarlo caer "" peso 'desde lo
alto 'de la Torre de, Pisa; no ha demt>slrado la wrdatl del sistema
de Co,pérnico. No ha sido torturado por la lnr¡11Ísición, no se conm­
mió en tenebrosas mazmorras, no dijo «eppur Si mNove'>>; no· ha
sido un mártir de la clmda.
1315
Fundaci\363n Speiro

HENF/1 PERRACHON
»Lo que hizo fue fundar la dinámica y esto basta para colocarle
entre los hombres de ciencia que forjaron ,ruestro destino. Dio a
las leyes de Kepler el complemenl'o indispensable para el universo
de Newton.
"Si he
podido
ver a lo

lejos,
decía Newton,
es
porque
ha habido gigantes que me han llevado sobre sus espaldas". Estos
gigantes
fueron sobre

todo Kepler,
Galileo y Descartes.»
Y, sobre su conflicto con la Iglesia (pág. 504) : < vencido que el

conflicto de
Ja Iglesia y de Galileo ( o de Copérnico)
no era i11evitable; no

se
trataba de una colisión fatal entre
dos fi­
losofías contrarias, dé un choque que debía producirse en un momento
o en otro, sino -más bien de un desacuerdo de temperamentos, de indi­
viduo!, agravado por coinr:idencias desgraciadas. Dicho, de otro modo,
considero que es una ingenuidad y una falsedad el ver en el proceso
de
Galileo una especie

de
tragedia griega, un combate singular en­
fre la 11/e ciegd' y las "luces de la raz6n"»
Galileo empieza enseñando el ,istema de Ptolomeo
Lector en la Universidad de
Pisa en
1589, profesor en la Uni­
versidad de Padua en 1592, Galileo, hasta
1613, sostuvo

(por
lo
menos en público) el sistema de Ptolomeo (pág. 421) : « ... Su pri­
mera
declaración pública, explicita, en favor del

sistema de Copér­
nico sólo fue hecha en 1613, dieciséis años después de la carta a
Kepler.
A Jo !argo de estos años, .no sólo enseñó en sus da,ses la-vie­
ja astronomía_ según Ptolomeo, sino que .repudió expresamente a
Copérnico. En 1111 tratado que' escribi6 para sus discípulos y para
sus amigos, del cual existe una copia tndfluscrita fechada en 1606,
movilizó todos los argumen,tos
trat/iciotut/es contr(J¡_ el movimiento de
la tierra: que la rotación la haría desintegrar, que las nubes se
quedarífll! en. camino ... »
Cuando Galileo adopta a Copérnioo, la Iglesia no se opone
Cuando en 1613

Galileo cambia oficialmente de opinión, la
Iglesia no ve
en ello ningún inconveniente (pág.'

422):
«El Con-
1316
Fundaci\363n Speiro

EL «AFFAIRE» GAULEO
cilio de Trento ha redefinido las doctrinas y las práctiw de la
Iglesia; no se dijo ni una sola palabra sobre el sistema heliocéntrico.
Galileo, veremos, tuvo el apoyo de una pléyade de cardenales, en­
lre los
,ua!es estaba el

futuro
papa Urbano
VIII,
tlSÍ como los me-.
jores
astrónomos jesuitas. Hasta el año fatídico de

1616, la discu­
sión del sistema de Copérnico no sólo es permitida sino incluso es­
timulada, con la Ú11Íca condición de que u limitase al lenguaje cien­
tífico, sin invadir el terreno de la Teología. Una carta del cardenal,
Dini, dirigida a Gdli!eo en 1615, resume muy claramente la si­
tuación: 11 .re puede escribir libreme'nte siempre que se qltede fuera
de la sacristía". Es la que olvidaron los discutidores y así fue ,omo
empezó
el conflicto».
Lo.s jesuitas apoyan a Galileo
Después de la publicación del Mensajero aJtral., los jesuitas se
deciden
claramente a favur de
Galileo.
«El papa Pablo V recibió al
astrónomo en una audiencia privada y los jesuitas le hicieron lo-s ho­
nores del Colegio de Roma con · ct!1'efnonias. que duraron un díá
entero.
»Cuando el superior del Colegio, el cardenal Bellarmino les
preguntó
oficialmente lo que pensaban de e,tos descubrimientos, fue­
ron unánimes en confirmarlos ...
»La Compañí" de /esús constituía la vanguardia intelectual de
la Iglesia ctAtólica. Sus astrónomos, en toda Europa, empezaron a in­
clinarse hacia el sistema de Tico, una etapa en el camino hacia el
sistema de Copérnico. Este último. podía discutirse y defenderse co­
mo
una hipótesis de trabajo, pero

no se
aconsejaba presentarlo como
una verdad definitiva, p01'q11e parecía contradecir la interpretación
que se daba a la Sagrada Escritura, püf' lo

menos
hasta que n.o

se
hubiese encontrado una prueba definitiva a su favor ...
»Así, l" Orden religiosa ctJtólica más influyente desde el punto
de,
vista intelectual se alejaba resueltamente en esta época de Aris­
tóteles y Ptolomeo, adoptando una posición intermedia entre éstos
y Copérnico. Cubría de alabanzas y de honores a Galileo, conocido
1317
Fundaci\363n Speiro

HENI/J PERRACHON
como cupernicanu, y protegió hasta el final a Kepler, el apóstul de
Cupérnico,.
»Sin
embargo,

existía
un grupo poderoso cuya hostilidad contra
Galileo n(J cesarí" nunca: era
el formadu pur los "1'Ístoté!Jcos de las
Universidades.»
Son los eeglares los que atarean
< punto de vi.ria religioso no fue de origen eclesiástico, tuvo-su origen
en un seglar ...
»Galileo se preocupaba ent(Jnces tan poco

de
un eventual con­
flicto
teológico que dejó pasar casi un año antes de pedir la opi­
nión
de su amigo

el
cárdena/ Conti sqbre este arumo. El cardenal
respondió que, con respecto a la "inmulabilidad" de los cielos, lea
Escritura parecía más frróxim'(J " Galileo que a Aristóteles. En cuan­
to a Copérnico, el "mr.wimiento progresivo" ( es decir, anual) era
admisible, pero el movimiento diurno no párecí!J estar de. acuerdo
con
la Biblia, salvo si se supo11e que algunos pasá¡es no debían to-
1náf'se en un Ientido literal; pero una interprel«t_ón de este modo
sólo t!Jt ginas 511 y 512).
El t:idante polémico de Galileo echa a perder todo
Todo habría quedado en el estado de discusiones entre teólogo< y
cimtíficos si no fuese por el mal carácter de Galileo.
« ... En las polémicas, el estilo de Galileo fue evoh,cionando, pa­
tarrdo de' la invectiva grosera a la sátira, a veces fácil, a menudo sutil
y siempre eficaz.
»Abando,ró
el chuzo y empuñó la espada con maestría al mismo
tiempo; en sus plánteamknf(}J', su lucidez le permitió alcanzar un
lug"' eminente
en la prosa didáetica italiana. Pero detrás de esta
(1) A. Koestler indica aquí la opini6n personal 'del cardenal Bellannino.
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EL «AFFAIRE» GALILEO
fachdda se esc011dían I,¡, mismas pasiones que habían explotdiJo, en
el <'Stmto del compás: la vantddd, la envidia, el, r,rg11l/!1, unidos a
una fuerza demoniaca que c<'Si
le llevó al suicidio. Ertaba comple­
tamente exento de tendenci<'S mislicar, contemplativas, en las cuales
las pariones pueden a veces
subNmarse; era inctJpaz de superarse
y de refugiarse como Kepler en sus hr,r<'S difíciles, en el misterio
cósmko.
»No tenía nadtJ de medieval,· era, totalmente, terriblemente mo­
derno.»
Galileo ea Galila, es requerido para que suministre pruebas del sistema
copemica.no que sostiene (págs. 517 y 518).
«ÚIS proposicitmes ,m,mcitklas, pero no rigttrusdmen~ demo!frr,;.
dtM, tales
como

el
sistema de Copémico, nu d!laban condenddas pre­
viamente cuando parecian contrddecir la Sagrdda EscritttrlJ,' eran sim­
plemente relegdd,¡, al papel de
hipótesis

de
traba¡o ( lu que era real­
mente su ¡,ap,el);
esto quería decir: "atenciún, si traéis tma prueba,
entonces, pero sólu erfl.Qnce.t, te11drem01 que reinterpretar ~ Escri­
tttra, de acuerdo con esta necesidad", Pero G~leu no quería que
le obligaran a suministrar pruebas; pues el fondo de la cuestión es
que no1 tenia pruebar ... »
Error de perspectiva, común a ambos adversarios.
Galileo, exigiendo que J.. interpretación tradicional de la Escri­
tura fuese modificada y los ex¡,em,s oclesiástic06 negándose a ello,
cometían
el mismo

error
de petspectiva. El escritor sagrado sólo está
inspirado
por el Espíritu Santo en la medida que sumirústra un
mensaje de orden espiritual, relacionado con la salvación. Para 106
hechos

de
'la vida ordinaria y su interpretación, OJl!Il¡,a:rte las opi­
niones y las ignorancias de su época.
Hay, pues, que distinguir, sin sepairarlos de un modo absoluto,
ost06 dos órdenes del saber que son el mensaje de la salvación y las
verdades científicas. La Escritura no ha sido dada a L,, humanidad
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HENRJ PERRACHON
para suministrarle wia explicación del mwido (2). El desarrollo
de las ciencias, desde el siglo
XVI ha dado a la Iglesia la ocasión
de
darse cuenta

de este hecho; no es sorprendente, dado el estado
embrionario de la investigación científica en el Siglo XVI, que esta
verdad no se haya conocido claramente y que haya estado oscure­
cida en esta época a los ojos de muchos.
El Santo Oficio
se inhibe dos veces
Un

panfleto de Galileo, la
Carta a Ca.rtelli, fue denunciado al
Santo Oficio, el
cual decretó que varias palabras de este texto «ro­
naban muy mal, que, sin embargo en s11 contexto no eran de natura­
leza tal que pudieren rer conridertdar como desviaciones de la doc­
trina c,¡16/ica y ·que con rerpecto .al. resto de la carla; no habla nin­
guna objeción que hacen>. Era W1 sobreseimiento (pág. 524).
Una
segw¡da vez,

un dominico
excitado, el
padre Cacini,
de­
nwició
de

nuevo a Galileo al Santo Ofico. Hubo
wi nuevo
sobre­
seimiento.
Pero la t~cera vez, en 1616; el equ.ívooo se agrava
La teoría copernicana · tuvo entonces como adversario un perso­
naje de primer plano que la Iglesia ha canonizado, el Cardenal Be­
llarmino.
Tenía

73 años
y era general de la Compañía de Jesús y
consultor del Santo Oficio.
Era el teólogo
más respetado
de la cristiandad. Su autoridad
sobrepasaba a la del papa mismo (pág. 526).
La posición de Bellarmino difiere de · Ja de los teólogos de su
tiempo, por
re!lativamente liberal,

aunque prudente. Renueva a Ga­
lileo la petición de una
prud>a verdadera

como condición
indispen­
sable para que se renuncie a la interpretación tradicional de la Es­
critura.
(2) Lo que no significa que su aporte científico sea despreciable: en lo
que se refiere a las ciencias humanas, especialmente un
científico católico
no
puede desligarse de lo que la Biblia presenta de antropología.
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EL «AFFAIRE> GALl.li,EO
Pero Galileo rehúsa dar la prueba pedida (pág. 532) y su ne­
gativa

la
hace de

un modo despectivo (pág. 534):
«Cómo puedo
hacer esto (sumitústrar la prueba pedida) sin perder sencillamente
mi tiempoJ cuando estos peripatéticos, a los que' es necesario -cotl·
vencer, se muestran incapaces-de .seguir los razonamientos más sen­
cillos».
Habla más adelante (pág. 536) del «ejército de mr,Jvados que
no conocen nada de la cuestión».
Koestler hace notar que es «un método excelente para triunfar
en un momento y crearse enemigos para toda la videlf>>.
Acosado, Galileo trae a favor de la teoría copernican prueba
sacada de
la teoría de
las mareas.· Naturalmente no con­
vence a nadie.
Contenido, alcance y consecuencias _de la condena de 1916
Los «calificadores» del Santo Oficio acusan · die · herej ia el sis­
tema coperuicano. Pero, finalmente, el decreto de la Congregación
del índice fue
más moderado. Ya no habla de herejíá. No nombra a
Galileo. Sin embargo condena
el libro del padre Foscarini, defensor
del sistema de Copérnico, que juega, así, el papel de chivo expia­
torio. En cuanto al libro de Copémico < coe-lestium», resultó suspendido hasta que fuese corregido.
Koestler comenta (pág. 543) : «La opinión de los calificadores
quedó reducida a una pieza jurídica no

revestida de
la autoridad
pontificia y, por lo tanto, sin comprometer a tos miembros de la
Iglesia. En consecuencit,, la inmovilidad de la tierra no fue nunca
dogma de fe y la del sol no· fue nunca definida como herética.
«Consideraciones jurídicas análogas se aplican al decreto mismo.
Este texto, promulgado por la Congregación del Indice, no fue con­
firmado ni por una bula pontificia, ni por un concilio ecuménico:
su cOntenido no fue, pOr lo tdn·to, nunca materia dogmática. Y si
ésto no ocurrió, no fue por casualidad, pues se sabe que se tr(IJa de
uná política a la cual los ·cardenáles Barberini y Gaetani empujaron
al papa Pablo
V, que hubiese querido declarar herético a Copér,
nico y ,, basJ'a".
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HENRl PERRAOHON
< tos
hechos, pero este género de S11tilezt1S no titlne ningtt11" ir,fl11encia
J(Jbre
el h=bre de la c,.¡/e; d1Jgma o rzo d1Jgtna, ¡,. C{)11dentJ del sis­
tema de Copérnico comv «complet"111mte op11esto a Id S~la Bscri­
lurd'
en

1616,
y como "fornu,/mente herético" en 1633, bt1Slaba
de subra para producir un efecto desastroso.»
Seis días después del decreto que no le concernía directamente,
Galileo fue recibido por el Papa durante tres cuartos de hora.. Se
hacía todo lo posible para alhorra.rle una humillación pública, pero
se
k, intimidaba confidencial, pero firmemente, para que respetara
los límites prescritos (pág. 549).
El libro del canónigo Copémko permaneció en el lndire du­
rante
cuatro
años. En 1620, la autoridad a:lesiástica le hizo algunas
correcciones insi'gnificandes: nueve frases, en las aia:les el sistema
heliocéntrico estaba p=tado como cierto, fueron cambiadas. A
partir de esa fecha, cualquier editor católico tenla Iibt:rtad para
reimprimir el libr1J de las rf!Vr,/ttciones.
Era una victoria del cardenal Gaewú y Je! cardenal Ba.rberini
( el futuro Urbano VIII) que habían defendido a Galileo y el sis­
tema copernicano contra el difícil papa Pablo V.
Ga,Jileo vuelve a polemizar
Todo hubiese podido quedar asi.
Duranrte siete años Galileo no publicó nada.
Pero en

seguida empezó a
polemizar contra jesuitas poderosos.
El padre Grienberger, director del Collegium R.omanum, decía: «Si
G,.¡ifeo no hubiese i11Nlfrido en el d!sg11slo de ú, Compañía, habría
podido ronfin11, sobre el movimiento de

la
tierra hasta el fin de s111 dfa,r,.
La actitud de los jesuil:as pasó de la amistad a la hootil.idad, no
.
por
,a-rones teológicas, sino a causa de los ataques que Galileo lanzó
contra las jerarquías de la Compañía (pág. 561). En el intervalo,
el santo cardenal Belarmino había muerto. Sus colegas y sucesores
no tenían su magnanimidad.
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EL «AFFAIRE» GAULEO
G-a1iileo ataca basta ·al papa Barherini
El cardenal Barberini se había convertido en Urbano VIII en
1623. Defendía a
Galileo y da:ía: «La Iglesia n() ha condenado su
doctriná camo herética pew solamente com() temeraria»
(pág.

563).
Pero Galileo
cometió la torpeza insigne de atacar con agud,za
y hasta con maldad a este pontífice amigo que, hay que reconocer,
no

tenía la
modestia entre sus· principales virtudes.
La obra titulada DiMogo entre los dos grandes s!.rtemas del
mundo,
muy Irónico frente a:! Santo Padse, hizo estallar la cuestión.
Además, Galileo obtuvo el imprim:dl,n para su «diálog<»> por medios
complicarlos, lindando

con el fraude. Urbano VIII no tuvo entonces
otro
pensamiento que el de

lavar
la afrenta que se le había hecho
persona:lrnente (pág. 578).
Como oohno, Gail.ileo .., defiende mal ...
El
proceso empezó en 1632 con

una larga
instruaión. Tres ex­
pertos de la Inquisición em.tieron sus informes, informes que < do.r los historiadores están de acuerdo en reronorerle.r exa,ctit11d e
imparcialidad>>
(pág. 580).
Galileo llegó al límite de la torpeza llegando a negar la evi­
dencio,, pretendiendo
que

nunca
habla sostenido las tesis de Copér­
nico, sino todo lo contrario, pues decía que las había combatido.
Esto

no era ni digno
ni eficaz.
Galileo,
tratado con consideraciones exc nado a pesar de todo
Galileo no estuvo ni un solo día en la
cárcel. Alojado
durante el
proceso, primero en la villa Médicis, en casa del embajador de

Tos­
cana, fue
transferido a los mismos locales del Santo Oficio, donde
disponía de . un apartamento de cinco hllhit:>ciones con vistas 11 San ·
Pedro
y los jardines del V a.ticano. Estllha servido por su lacayo y
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11ENR1 PERRACHON
por el mayordomo del embajador que tenía como misión el dispo­
ner la
mesa y sele::cionar los vinos. Pasó on mes. en el Santo Oficio
y se le permitió,
antes del

fin del proceso, volver a la villa Médicis.
Finalmente Galileo

fue·
· condenado con moderación y abjuró
sus errores.
La penitencia fue suave
Fue condenadp a prisión, pero esta prisión no tenía nada de
carcelaria.
Se trataba, en realii:lad, de un arresto domiciliario. Pri­
mero fue alojado por el gran duque de Toscana en Trinita del
Monte,
luego estuvo

algún
tiempo en el Palacio del Arzobispo de
Siena, Piccolomini, en donde
el poeta francés Saint Amand le en­
contró en, un «alojamiento fapizado de seda y muy ricamente amue4
blado».
Galileo fue también condenado, como puede serlo todo peni­
tente que se confiesa, a recitar una vez por semana durante tres años
los siete salmos de la penitencia. ,Se descargó de esta obligación
con cierto descaro, encargando a su hija sor María Celeste, carmelita,
que cumpliera por él la penitencia, lo que la Iglesia aceptó.
Un final de vida bien empleado
Galileo pasó
el año que siguió al ptooeso escribiendo uti libro
sobre
el que se basa realmente su
gloria, El discurso sobre las cien-
Tres puntos claves
1.2 Fue el canónigo Copémico (1473-1543) y no Gali­
leo (1564-1642) .quien intuyó el sistema heliocéntrico (estu­
dio del
movimiento de

los
cuerpos celestes
en relación a sus
ejes centrados en el sol y de
direcciones fijas

en relación a las
estrellas) .
. 2.2 <;>alileo no fue con;ienado por haber adoptado. este
sistema,

smo por haber querido interpretar las Escrituras.
3.2 No fue quemado sino tan sólo residenciado en un
palacio.
.
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EL «AFFAIRE» GAULEO
cias naturaJes ... En fin, cuando tenía más de setenta años volvió a
descubrir su

verdadera vocación: el estudio de la dinámica.
Lo
había abandonado desde hacía 2 5 años para lanzar su propaganda
sobre la astronomía heliocéntrica que conocía apenas (pág. 591).
Recibía visitantes, entre ellos el poeta inglés Milton. Murió en
1642 a la edad de 78 años rodeado de sus amigos y discípulos:
Castelli, Torricelli, Viviani ...
Sus restos no fueron aventados como los de Kepler. &eposan en
el panteón de los Florentinos;
en la iglesia Santa Croce, cerca de
las
tumbas de Mignel Angel y de Maquiavelo.
La posteridad le dio un epitafio, «Eppur si muove» (3), que Ga­
lileo nunca pronunció.
Conclusión: un epi-sod.¡o menor en su fondo, ejemplar en su
forma
Se deduce de la narración animada y documentada de A. Koes­
tler que el
«affaire» de Gilileo se reduce finalmente a

una mala
querella de
sabios y de teólogos, agravada por la impertinencia de
unos
y la susceptibilidad de otros.
ffilo/ que tener también en cuenta la época: la Iglesía estaba he­
rida

desde
hacia más de un siglo por la agresión protestante y ,los
estragos del libre examen. El error. de los teólogos de esos tiempos
fue, sin duda, el ejercer, en un ámbito científico, la autoridad que la
Iglesía justamente quería conservar sobre
fas inteligencias
en ma­
terias de fe y moml. Esta distinción, naturalmente, no podía ser
hecha del mismo modo que se hace ahora, dado el estado de la
investigación científica

de
entonces. Solamente
las mejores inteli­
gencias veían este error, pero sus voces fueron ahogadas ¡x:,r el
ruido de las pasiones y de ,Jas polémicas. Lo,; modernos no suelen
tener en cuenta, cuando
juzgan estas

cuestiones, las mentalidades, de
las épocas que critican.
Por
lo menos, la Iglesia nos da, en esta circunstancia, una gran
lección de civilización, por el modo como trata a sus adversarios
( 3) A pesar de todo se mueve.
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HENRI PERRACHON
ideológicos peligrosos. Nuestro siglo, donde abundan los procesos
prefabricados,
las
violencias judiciales y las confesiones «espontá­
neas» ... los «gu:Jags» y los hornos crematorios, arrastra en su arse­
nal

anti-católico este «affaire»,
minimo en
el fondo, ejemplar en
la forma. Ha sido
necesario el

genio mixtificador de V
oltaire para trans­
formar d «affaire>> Galileo en una máquina. de guerra contra la
Iglesia. Lo que resulta mucho más extraño es escuchar la proposi­
ción hooha recientemente por un cardenal de la Iglesiia romana en
la que pide solemnemente perdón al mundo por
la condenación de
Galileo: ¡quisiera el cielo que no se hubiesen cometido crímenes
mayores en nuestra ,tierra pecadora!
La Iglesia, la república y los sabios
Se reprocha. a la Iglesia la condena. de Galileo, que se limitó
a residenciarlo en un
palal'.:io con

la
ooligación de recitar al-
gunas
preces. · ·
En cambio, ¿alguien

ha pensado
en reprochar

a la Pri­
mera República. Fran¡;,:sa Ja ejecución dor
.de la química moderna,, que fue condenado por el Tri­
. -hunal revolooionario · el. 8 . de mayo de 1794 y guillotinado
.
el mismo día? _En su lil>ro «Los. orígenes de la Franciia con­
temporánea» (libró V,

cap. 1) Taine
expone así este asunto:
«Ante el mismo Tribunal [
se refiere al Tribuna.! revolu­
cionario
J, el fundador y organizador de la química, el gran ·
inventor Lavoisier, solicit6 wia moratoria de quince días pa.~
ra concluir un experimento, y el Presidente Coffinhal le con­
testó:
"La República no neresita sabios"» (W

allon, «Histoire
du Tribunal
Revofo.tionnaire», III,

402).
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