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Número 169-170

Serie XVII

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Una novela sobre la guerra civil española, ¿crítica o difamación?

UNA NOVELA SOBRE LA GUERRA CIVIL ESPAil ¿CRITICA O DIFAMACION?
POll
l'B.ANCJSCO DB GoMJs
Toda guerra es un trauma temible. Las guerras civiles, uno de
los
peores =res. Los pueblos idealistas son apasionados y viven
estas guerras con más ddlorosfsimo espasmo. Los ideales entusiasman
cuando son auténti""1lle!lte
sentidos. Las cualidades, como los de­
fectos, aparecen entonces como magnificados y agrandlldos por la
impetuosidad del corazón.
m idealista aspita a res1iza.r el ideal, llegar a sus últimas conse­
cuencias; tiende fácilmente a actitudes radicales de integra!idad. En
el fondo de todo idealismo hlly una gran dosis de honradez existen­
cial. Se tiende a vivir el propio pensamiento, al que se supedita la
misma \>'ida.
Sólo estas actitudes existenciales, apasionadas, hondamente sen­
tidas y vimas, tienen capacidad de expectación y de captación. Por
eso, nuestro pueblo, prnfundamente idealista, despierta en el mundo
la expectación que ptoduté la autenticidad en todo drama humano.
Y fa vida de los pueMos, con perspeotivas seculares, ¿qué es sino
un
inmenoo y misterioso drama?
En la larga crisis y tensiones del pensamiento contemporáneo,
que hunde sus rafees en las ideas renacentisras, y hasta que se pro­
duce la deflagración marxista, los pueblos de Occidente han desempe­
liado
un divctso papel. En esta crisis, los pueblos his¡,ooicos como lí­
nea
predominante, se nmnruvieron fieles en su adhesión a la Iglesia ca­
tólica. Pero también aquí !hicieron mella las nuevas rottientes de
pensamiento, que en nuestro pueblo dejaron de ser es¡,eculaciones
puras para ron\>'ettitse en un existencialismo a,pasionado.
Esta ru:a nuestra, en la que el catdlicismo fraguó con los más
eminentes místicos, fundadores y misioneros: Santa Teresa de Avila,
San Juan de la Cru,; San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier ...
--exponentes más bien de la actitud espiritual de nuestto pueblo-,
~¡ contaeto ron las nuevas ideas, iba a provocar un análogp inte-
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NOVELA SOBRE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA
gralismo y actitud espiritual de entrega apasionada respecto de las
nuevas ideas que hoy agitan convulsamente a nuestro mundo, como
si estuvieran
fraguando otros - de
signo opues­
to a los
citados. Pero

tales
tensiones ideológicas y existenciales no
se
dan
sólo entre catolicismo y marxismo, sino

también entre
cada
una de las sectas del mapdsmo, cuya virulencia y autenticidad tie·
nen entre nosotros anchos horizontes y futuro.
Sólo así puede centrarse el tema de la guerra española de 1936·
1939.
Somos, hemos sido, la probeta más auténtica de experimenta­
ción de todas las ideas que se brui fraguado en el mllndo. Otros
especulan. NOSOttOS especulamos, pero además lo vivimos. Todo el
que tiene capacidad
de entusiasmo de allende las fronteras se iden­
tifica con nuestros estusiasmos ron una u otra de esas religiones
contrapuestas: religión no es en definitiva especulación, o sólo es·
peculación, sino que

por
encima de todo es vida; ronvettir en vida
el propio pensamiento, la

propia
ronciencia.
Cuanto anteeede queda re&,jado en las afirmaciones que hace
Ernest Hemingway en su libro PM quién doblan lar cwmp,mas, al re­
ferirse
al clima exiStente entre los rombatientes comunistas de la
zona roja. Habla Hemingway de'l "CIOmunismo puritano, religioso,
del
Cnartel General de

la Brigada
Internacional"; allí "uno se sen­
tía miembro
de

una
otden religiosa". En el Cuartel General del
Quinto
Regimiento "se sentú, - una Cruzadi,. Esta era la sala pálabra adeCll patticlpar en a/,go en qfHI se pt«Üera oreer enterfilnente, completa­
mente,
y a ello se sentía uno ligado por una fraternidad absoÚlttl ron
todos

aquellos que
estaban igualmente romprometidos en la misma
empresa".
"Este sentimiento, cksconocido hasta· ali~ tomaba tal im·
portancia que, entonces, la misma m,ue,te parecía "" tene, impor­
tancia
... " (capítulo XVIII de Por quién doblan /,as cam¡,an,as).
Este mis-roo sentimiento, exarounente, es el que se produjo entre
los combatientes nacionales, al servicio de un ideal católico y en
contra de

la
tiranía marxista y su libertad de asesinar. Y así hubo
verdadero y auténtico esplritu de Cruzada en la zona nacioru,l, a
pesar de los interesados lamentos y protestas de muchos escritores
de
signo
corruario, que se han empeñado en negarlo.
A esta cloble Cruzada nos arom.pañó el mundo entero; lo exis­
tencial en el
hombre es superior a

la
meta ,especulación. Y así tu­
vimos voluntarios pata todos los sectores ideológicos, que acudieron
por millares; y por eso mismo nuestra guerra ha ronstituido el éxito
editorial más espectacu.!a,r que se ha producido en todo el mundo,
con docenas de miles de
tltulos y

publicaciones, muchas
más que
las

originadas
pot la Primera y Seguoda Guet!ta Mundial.
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Hubo en la nuestra, como en toda guerra, act05 de generosidad
y de salvajismo. Post1eriormente, la última guerra mundial, con sus
campos de muerte, sus kdtyr,es, sus archipiélagos Goulag y sus
más diver50S deliros

de lesa
humanidad cometidos por a;Jemanes,
rusos, ingleses y ,ytmkees, que ,entregaron fríamente a una muerte
segu.ra a

millones de
hombres -también
los
devueltos a los rusos
en
contta de

su voluntad-,
y tao espantosas represalias nos han U­
berado a los españoles de un complejo injusro. No somos peores
que otros pueblos; al contrario, entre nosotros las ba:rba:ridades
han sido hasta más humanas, más espontáneas y fruro de un apa­
sionamie.nto
momentár.eo, y sobre todo más limitadas. Baste decir
que, según
datos oficiales, en

toda
llspafia hubo
menos asesinatos
y r~esalias de las que se produjeron en Francia a raíz de la li­
beración de 1945.
Nunca ofende la Iecrura de quien expone sus puntos de vista
con lealtad, sin
falacia, noMemente. Ningún libro escriro con auten­
ticidad, como
e,operieocia real tensa y dolorosa, molesta nunca en
sus ~preciaciooes. Peto produce desasosiego la injusticia que romere
más

fácilmente el
intelectual puro
que se siente por
encima de
los
demás y pretende poder definir a todos. Fs difícil que una misma
persona pueda re¡;resenta:r honrada y objetivamente en un mismo
acto a las dos parres en litigio. :&, en C11Dbio, legítimo el entusiasmo
que cada uno siente por la propia causa y sacrificios, y la autentici­
dad de cada vivencia aumenta en

un todo su
interés.
Recientemenre, la radio progmmó una mterview con el autor de
un
libro, en la que éste "pa:recía en ..quella difícil posición de her­
mafroditismo intelectual que pretende representar objetivamente a
las
do,; partes en litigio. La lecrum de este libro lleva una vez más
a la conclusión de que tao rato fenómeno no existe; ese pregonado
hermafroditismo más bien se pareoe a la añagaza romercial o pro­
pagandística. m libro c..reoe de todo el interés del testimonio autén­
tico

de un
p!toblema nacional, pa:ra quedar •educido simplemente,
en todo
caso, al

testimonio
de un· problema personal.
m auror es sacerdote: José Luis Martln Desca1zo. Su libro:
Lobos, fl""º' y corderos. El protagonism ptinci¡,a:I, David, es tam·
biéo sacerdote y aparece como personaje omnipresente de la no­
vela
en casi todas las páginas del libro, con conver,;aciones, sue­
ños

y soliloquios,
en los que se condensa principalmente la tesis del¡¡.
bro. Porque el 111,ro prereode ser un libro de 11esis. Y sus personajes
son oó!o mufiecos urilizados
para mejor tratar de sostener didta tesis.
Como hace .Afflrnr Koest'ler en El cero y el infimto, con sus
soliloquios sobre
el comunismo, al

que
dialécticamente vapulea,
y
salvadas naturalmente las dismocias con tao extraordinario escritor,
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lo mismo pretende hacer David, el sacerdote protagonista de la
obra de Martín
°"'1<:alzo, con todo lo que signifique religión y sa­
aalización; y subjetivamente lo consigue, pues parece que a dicho
sacerdote se le obnubilan
y desmayan todas sus convicciones an­
terior.es.
Sólo un escritor sacenlote podía poner tal obsesión en tomo a
lo
que ha 'sido eje central de su vida. Pero el tono del libro y sus
afirmaciones y problemas no son los adecuados a un sacerdote de
la
mentailidad que corre,ipOlldía a los que murieron asesinados du·
rante la
guerra civil con ejempladsima fidelidad

a su
sarerdocio,
sino

que
son más bien l esos
clérigos actuales que

quisieran
sentirse "liberados", y que, lle­
vados del
revisionismo naturalista

que
hoy impera, con un desme­
dido
concepto de


mismos, empiezan por sentirse 1'edentores del
prójimo y definidores de todo; disecan y trituran, una a una, todas
sus
aeenci ptopio sacerdocio.
El libro, sin ptoponétselo, refleja esta actual/sima tragedia. En
el año 1936 hubiera resaltado un libro detonante y sensacionalista,
como una

denuncia
escandalo.a por lo falsa e irred. Hoy queda pan
el lector como un libro zafio y vulgar, pues su tono, muchas veces
bajo
y obsceno, y la desaaalización de que hace agallas resultan eco
eotriente de la aisis que ca,:oaeriza a nuestros dfas; pero era algo
impensable
en el año 1936 para cualquiera que tenga la más ele­
mental
inforroación. Los 13 obispos y más de 7.000 sacerdotes y
religiosos asesinados por los rojos dieron testimonio de fe viva y
humilde; y sólo un ciego y amargo seotarismo puede regatear la
gloria de
los que murieron fieles a un gran ideal.
Sin
embargo, el libro de Martín Descalzo parece una paladina
negación de esta realidad. Todos los clérigos que aparecen en la
obra
a
través del testimonio de David, el joven sacerdote, son unos
tipos
antipáticos, duros, engreídos, expeditivos, indluso el obispo:
"hay que tragarse la guerra tapándose las narices, como se bebe uo
purgante. La sa[ud vendrá después ... " (pág. 141); con una fe du·
dosa, como la

de
su confesor, que desea que "los hombres lleguemos
a
descubrirlo todo, que fabriquemos

a la vida,
que venzamos a la
muerte. Ese día la fe en Dios empezará a ser verdadera" (pág. 79).
"Aunque no estoy muy seguro de que entonces siga alguien abra­
zándose a una fe inútil" (pág. 80). Y David, el único clérigo inge­
nuo, simpático y generoso de la obra, es un hombre lleno de dudas,
que ve
"venirse abajo su formación como un

castillo de naipes"
(pág. 50).
Mieutr "los dogma, seguíao estando clavados como siempre en su alma, in-
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móviies, intíliles. ¿Cr-o no en la Trinidad o en la Transustan­
ciación
baria más llevadera su muerte? Era otra la fe que ahora ne­
cesitaba ... " "El Dios de sus libros teológicos no Je servia •.. " (pá·
gina 149). Para
David, «el hombre era una criatura desvalida cuya
,mic,, certeza surgia cuando lograba engawse a sí mismo y se de­
dicaba

a
vivir sin pensar" (pág. 151). En otro lugar: "si al otro lado
está Dios, rodo podria aclararse. Y si al otrO lado no hay nada, ya no
habrá
nada qure aclarar" (pág. 173). Y al final de la obra: "su única
certeza es que ya no le qnedaba ninguna ... "; "su mismo sacerdocio
se había oscurecido. O lo que del sacerdocio le hablan enseñado.
No era ni salvador, ni mediador, ni redentor"... "¿Podia incluso
atr=se a decir misa cuando no e,taba ni seguro de seguir dentro
de la Iglesia?"
(pág. 258).
Este es el mejor de 'los curas que nos presenta Man:ín Descalzo
en su libro. No· hablemos ya de aquel párroco, don Armando, que
en
boca de otro de los protagonistas "era no sólo servil, sino ras­
tirero, cobarde, babeante" (pág. 90).
David, cuyo pensamiento hemos reproducido, es el sacetdote
que presenta el autor como futuro mártir en manos de los rojos.
An de • "
'-· bi d-L:do ºbi --'= " " p . ties mor-ir: ... uu :era. Q.M escr-1 r a sus .t""'-1-'-"'··· ••• e
ro ¿qué les hubiera didb.o? ¿Transm,#rles todar sus dudas? No,
mejor
que le Ílln4fP"''"m como el héroe que no era"; " .• . pensarian
en
él como en un már#r glorioso" (pág. 109).
¿Qué queda aquí del sacrificio sobrenaturai del mártir de una
fe?
Nada. Falta sólo la última puntilla que le da el autor a través
nada menos que de un obispo soñado por el dubitativo y escéptico
sacerdore, ali que increpa: "En estos d!as en que la Iglesia espaoola
está
llenando de asombro al mundo, tú no -resu/,kJS un mártir •.• pre­
sentable. Tu corazón está lleno de dudas, ese terror a la muerte casi
histérico... Mottunadamente, renemos a nuestros biógrafos, que sa­
brán ddornarte" (pág. 137). Toda la hagiografia de nuestros mártires
queda, pues, aquí reducida a un "adorno" ficticio.
Un autor
swerdote haMándonos ck la guerra hubiera podido
tener mayor caridad para con aos henmanos muertos y mayor vera­
oidad.

¿A qué remover
sus cenizas para difamarlas? Si no qurere
honrarles ron
e'l laurel de la verdad, ¿por qué no callarse al menos
y dejarles en paz?
Bl libro de Martín Descalzo quiere suponer que los nacionales
sólo sentían odio, incluso fos que

están detenidos con David en
espeta ck una 'muerte que ·creen iiuninente. El sacerdote les confiesa
en
aquel momento supremo y el· autor del libro aclara: "s6lo una
cosa turbaba a David: el odio. Porque el odio estaba al/1 (en la con­
fesi6n), no espantado ni por la proxim«lad de la muerte" (pág. 65).
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Odio y ausencia de amor es la tesis del libro: "¡Yo no he amado a
nadie! -gritó el canónigo" (pág. 249). Y así, por el ya clásico pro­
cedimiento
de wnfesión de parte, a,n la acusación en los labios
de los protagonistas
más próximos ideológica o

socialmente de quie­
nes 'hacen la denuncia, este supuesto hermrufrodita intelectual que
cree poder
representar a las· dos · parres en litigio, hace cantar la
más culpable palinodia

a una de
las pa.rt!eS mientras justifica y dis­
culpa totalmente a la otra. Todo esto resulta hoy un simple plagio,
sin origi.nelidad
En toda guerra como ésta ru,y minorías que asesinan libremente,
a[ amparo de las citcunstancias, llevadas por sus malos instintos,
pero

la
gran masa de los que cubren los frentes de batalla son sol­
dados
que
sufren y C>Freden sus vidas. Y el soldado no odia. Cuando
ejercita los valores más
altos de entrega, a,mpañerismo y sacrificio,
frente a una muerte próxima, no odia, no es capaz de odiar. Por eso
todos los soldados
recuerdan a,n nostalgia su ·pasado guerrero,

pues
en él
realizaron el don de sí mismos · más wmpleto de cuantos rea­
lizan los
hombres a lo latgo de su vida.
Eso mismo opina Geotge Bernanos. Al recordat los sactificioo
del
soldado, a,menta: "Cuando
se
vive una vida semejante es difícil
odiM
al enemigo. El ofrecimiento cotidiano de la propia vida no
incluía a ninguno de
estos sentimientos --Odio, envidia,

avaricia­
que concentran
al hombre sobre sí mismo y le a,nvierren en su
propio fin" ... ; "mientras existan soldados en di mundo -añade-­
no les podréis impedir que honren a[ propio riesgo, y el que honra
a su :riesgo honra al enemigo". Y si honra al enemigo, ¿cómo no
va a honrar aJ! amigo?
¿Sabe
Marrín Descallm de laa escenas de fraternidad que se han
producido durante nuestra
guerra; que muchas veoes los

soldados
nacionaJes han arriesgado sus vidas para recoger a los heridos del
ejército
a,ntrario que

quedaron
gimiendo entre
dos líneas?
¿Sabe de las
treguas convenidas entre fuerzas contrarias para
unirse fraternalmente en

dar
sepultura a

los que cayeron en el
asal­
to frente a una posición nacional? ¿Sabe que se organizaron incluso
a,mpeticiones de

fútbol entre dos
líneis? ¿O
que las a,nversaciones
de trincfuera a trinchera han terminado a veces con una invitación
a comer, franqueando para ello las Iíneas contrarias y tomando con
ello
ocasión para tener noticias de ,!os familiares residentle5 en la
zona nacional, rerornando después a las trincheras propias? ¿Sabe,
en fin,
este autor sacetdote, la labor de

heroica
caridad de sus her­
manos en el sacerdocio que estaban en los frentes nacionales para
asistencia espiritual, cuyo vallor heroico-en rescatar heridos y aten­
der a moribundos merecía a veces el entusiasmo de los soldados,
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como socedi6 con el pa legionarios, en

un
arranque de admiración por ese heroico don de

mismo que

le
llev6 a la muerte, o como el padre Caballero, que
fue distinguido
con la Medalla Militar individual, como homenaje
del Ejército
por esa misma heroica labor?· .
Al referirnos a la guerm, hablemos, pues, de esa generosidad de
nuestros soldados, con esperanza, y e,itemos el especular con las
tensiones del odio; que el resentimiento y la amargura de unos pocos
oo puedan hacer estériil la generosidad y el sacrificio de los más.
Y en cuanto a la fe por la que tantos y tantos murieron, no
más soliloquios cerebrales, sino atención al pálpito viviente de los
más nobles -sentimienros y convicciones. · Ia fle no es un mzonamien­
to intrascendentre de realidades que se palpen con los delos; es más
bien un sumergirse en la esencia del misterio de la vida con hu­
mildad. Las facultades intelectuales no se nos han dado para disecar
esrérllmente todo, sino para nuestro adelantamiento espiritual, para
Jo que es imprescindible una cierni infancia esipiritual y espíritu
de fe. Sin ese espíritu oo hubiéramos creído en ninguna de las cosas
que nos
ensefiaron de pequeños y, por consiguiente, tampoco hubié­
ramos podido aprender a hablar, ni, ipor tanto, a raciocinar. Si no
aceptamos el significado de la palabra, desaparece e!l raciocinio; sin
la palabra, el hombre queda próximo al bruto. Análogamente sucede
para la vida espiritua!l. Sólo la Palabra recibida con humildad abre
el camino al conocimiento de 1o sobrenaturaíl y a pamdpar por la
Fe en
las enseñ=s de Cristo. Como dice San Jnan de la Cruz,
queda
...
"el espíritu dotado
de
un entender no entendiendo,
toda ciencia trascendiendo.
Y si lo queréis oír,
consiste esta suma ciencia
en su subido sentir
de la divinal Esencia;
es ob,,. de m c/emencú,
hacer quedar no entendiendo,
toda ciencia tll'aSCelldiendo.
"Sentir conocimiento", nos dice
San

Ignacio de
I.oyola en sus
Ejercicios Espirituales. El conocimiento reo!!, :humano, no es, pues, so­
la:mente cerebtad, sino eicistkencl~te "sentido", que romprende
la

integridad de
nuestro ser:
• el
corazón tiene razones que la raz6n
oo entiende", dice un conocido reJmn.
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El soliloquio descarnado, sólo cerebral, no es real ni h=o.
Má allá de ios razonarnientos negativos está la intuición, que es una
percepción
vital superior al mero intelecto, a la que se deben los
más grandes descubrimientos de las ciencias sensibks. Digamoa tam­
bién de las espirituailes. ¿Qué son los grandes Santos sino grandes
intuitivos
de los sobrenatural? Y sus consecuencias están ahí: sus
obras
espléndidas, sus millares de seguidores y su surco profundo y
excepcional en la historia, pues las conquistas del esplritu trascienden
y son las únicas que elevan verdaderamente al hombre. Y nos dejan
también los Santas la rúbrica superior de sus milagros: "no es dudo­
so

-nos dice el
doctor .Alexis Carrel-que la mayor/a de los milagros
atribuidos,
por ajem¡:,lo, all cnra de Ars son auténticos". Y en otro
lugar añade:

"El
deperrameoto médko de Lourdes ha prestado uo
gran servicio a la ciencia, demostrando la reallidad de estas cnra­
ciones". Este testimouio del doctor Catre!, president~ que fue del Ins­
tituto Rockfeller de Nueva York y Premio Nobel a los treinta años, es
pam nosottos, científica y hnroaoaroentP, superior a:I. de ese pobre
clérigo, David, aplasmdo como una mariposa ron sus probrísimos
parpadoos =ebtales.
En la realidad de los milagros hay una fuente de esperanza
que

tuvieron, sin duda.
muohos de

los que
murieron para que

se su­
perasen todos los odios
y pa,a que nuestra Patria no perdiese el sut­
ro de los vawres que sirvieron con amor y sacrifico las generaciones
que nos han prooedidc.
Y más impresionante que el testimonio a favot de los milagros
es todavía el
testimonio de este crentlfico en favot de

la
oraci6n:
"Ella matea a los que la practican con un sello patticular. La puteza
de la mirada, la trmquiilidad del portie, la alegría setena de la ex­
presión,
!la virilidad de la conducta, y cuando es necesario, la simple
aceptación de la muerte del soldado o el mártir ••• ". Que estas pa­
labras del cieotífico francés sirvan de epitafio a nuestros mártires.
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